Más allá y más acá del Feminismo
Enviado por Simón Royo Hernández
- Trabajo, feminismo e imaginarios de género: Don Juan y la Mujer Fatal
- Por qué un cambio en los imaginarios no bastaría para provocar un cambio en las relaciones sociales de producción
- El chiste del horror marital
- En la esfera del buen Eros: cuando el amor triunfa sobre el instinto de muerte
La guerra entre los sexos en la era del Capitalismo
"El filósofo siente horror al matrimonio (…). ¿Qué gran filósofo ha estado casado hasta ahora? Heráclito, Platón, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Schopenhauer –no lo estuvieron; más aún, ni siquiera podemos imaginarlos casados. Un filósofo casado es un personaje de comedia, esa es mi tesis: y por lo que se refiere a aquella excepción, Sócrates, parece que el malicioso Sócrates se casó por ironía, justamente para demostrar esta tesis (…). En el ideal ascético están insinuados tantos puentes hacia la independencia, que un filósofo no puede dejar de sentir júbilo y aplaudir en su interior al escuchar la historia de todos aquellos hombres que un día dijeron no a toda sujeción y se marcharon a un desierto cualquiera: aun dando por supuesto que no fueran más que asnos fuertes y todo lo contrario de un espíritu fuerte".
"Lo que se hace por amor acontece siempre más allá del bien y del mal" (1).
"La mujer será mi tema (…), –la mujer, por lo tanto, no habrá sido mi tema" (2).
1. Trabajo, feminismo e imaginarios de género: Don Juan y la Mujer Fatal.
La dominación del hombre sobre el hombre, la explotación en general, tiene como fundamento y base la propiedad privada de los medios de producción. En la modernidad esa explotación se ha determinado como Capitalismo como en la antigüedad se configuró como esclavismo o feudalismo. En las relaciones dominación puede incidir la condición sexual de manera secundaria pero no hay nada más igualitario, en el mal sentido de esa palabra, que la explotación en general, esencialmente económica; errando el feminismo al centrar en la diferencia sexual el origen del sometimiento del otro.
¿Acaso es el trabajo pudiera ser una función sexual? Para responder a esa cuestión habremos de partir del cómo se configura la sexualidad y cómo se forma ese imaginario que participa, a mi juicio siempre, junto a la racionalidad, en las conductas sociales y laborales. Tendremos que hablar muy en general, sabiendo que siempre hay excepciones y variantes múltiples que rompen las generalizaciones y concretan excepciones ya multiplicidades.
En Occidente los escritores y los artistas (Oscar Wilde, Byron, Sade, Gauguín, Stevenson, etc) así como en el antiguo Régimen los nobles y también a veces los campesinos (no constreñidos por la moral puritana ni por la represión en las costumbres) se caracterizaban por sus libertades sexuales frente a las normas socialmente establecidas. Muchos artistas y escritores viajaron a Oriente para encontrar allí las libertades que un Occidente de puritanismo victoriano les vedaba, mucho antes de que existiera el turismo sexual y se convirtiese el mundo de lo diferente en lugar de lo mismo o de mercancía objetualizada para el consumo capitalista.
En esto de la libertad de costumbres no sólo eran los hombres sino también las mujeres artistas, nobiliarias o altas burguesas los que tuvieron ciertas licencias (restringidas generalmente a las clases sociales superiores) para saltarse las convenciones sociales o seguir las privilegiadas de sus respectivas clases. Así, algunas de las madres del feminismo, esas ilustradas del siglo XVIII estaban casadas simplemente por contrato familiar y tenían, como sus maridos, varios o sucesivos amantes; separándose para ambos, igualitariamente, el amor-sexo y el contrato-matrimonio.
Hoy en día algunas burguesas adalides del feminismo emancipatorio no comprenden que mientras ellas tienen una criada inmigrante que hace en su casa las labores domésticas, sus homólogas de las clases trabajadoras no se pueden permitir chillar al marido que llega de trabajar en un andamio durante 12 horas por un jornal basura, diciéndole que las tiene sometidas, humilladas, dominadas y maltratadas al encomendarles todas las labores domésticas. El currante que llega después de una jornada extenuante y un par de litros de alcohol tras ella para olvidar la explotación a la que está sometido, si llega a casa y le chilla histéricamente su mujer porque ha visto en la televisión que los hombres son la dominación falocrática; lo más probable es que la tire por la ventana. Cruda explicación de las causas de la violencia doméstica.
El mito de la adjudicación de la capacidad de violencia exclusivamente al varón empieza a ser contestado a partir del reconocimiento de hechos como que el mayor número de maltrato y homicidios de niños y niñas se produce a manos de sus madres (3).
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