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Más allá y más acá del Feminismo (página 2)


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Llamamos imaginarios a las estructuras mentales (ya conscientes ya inconscientes) que se han configurado en los cuerpos humanos a partir de la cultura (literatura, arte, mito, religión, cuento, música) y la ciencia (ciencias naturales, exactas, filosofía, etc), ajustándose estructuralmente según el modo de producción (economía); incidiendo esa pluralidad de niveles de emergencia en sus respectivas constituciones identitario-psicológicas como masculinas o femeninas. Ya Freud insistió en retomar un mito, el de Edipo, para explicar el proceso de configuración mental de la sexualidad y según su análisis, la atracción de un niño hacia el progenitor de sexo contrario y la percepción del progenitor del mismo sexo como rival, tendrán un papel en la constitución de la identidad sexual y en su reproducción generacional. El yerro no estriba en semejante hallazgo sino en considerar que sólo un factor, una parcela de la realidad relacionada con muchas otras, sería la quintaesencia de la comprensión necesaria para la resolución de los conflictos de género.

La sexualidad, la muerte y el lenguaje, como dijera Lacan, son factores interrelacionados muy importantes, pero no menos que la economía, la biología-etología, el arte, la religión, la ciencia-técnica, la antropología y la política. Sólo la vagancia en el trabajo intelectual y la desesperación o falta de humildad ante el fin de los metarrelatos totalizantes puede llevar al reduccionismo de pretender que un solo factor puede dar cuenta de la complejidad. Así, tan irrisorio es el reduccionismo de el Todo a fenómeno psicológico, como el de el Todo a fenómeno sexual, biológico, económico, ontológico o cultural. Descartar que haya visión panóptica de la Totalidad ni reducción de los distintos niveles de emergencia a los que se presuponen como fundamentos (si bien sí que se podrá postular la primacía de unos u otros dependiendo de los casos) es indispensable para una comprensión pluralista que de cuenta de la complejidad de los fenómenos.

Al partir de la biología la diferencia morfológica entre hombre y mujer, la distinta conformación de sus cuerpos, es algo innegable. Pero lo mayormente determinante de su autocomprensión como tales no residiría en la base diferencial corporal sino en la propia percepción psicológica y cultural, en lo que denominamos el imaginario. Así, los casos de lesbianismo y homosexualidad o los más radicales de transexualismo se producen a causa de la percepción psicológica que se tiene del propio cuerpo y el imaginario hibridado que pudo tomar parte en la configuración socio-cultural de la identidad sexual. Un hombre puede sentirse mujer hasta el punto de someter su cuerpo a las operaciones quirúrgicas necesarias para acceder a su ideal del yo y viceversa, una mujer puede con una cirugía constructiva menos eficiente que la anterior, procurarse un miembro viril e ingresar en el club fálico.

El imaginario femenino o de la princesita es el que aparece en los cuentos de príncipes y hadas aún en la actualidad y el que ya en la Ilíada refleja el mito de Paris raptando a Helena o luego, en las novelas de caballerías, representaría Lancelot y Ginebra o en tono burlesco Don Quijote y Dulcinea. El imaginario de la princesita se resume en la historia de una muchacha cuya única misión es ser hermosa y a través de tal cualidad obtener grandes riquezas y un príncipe cortés y amoroso que nunca la abandonará. Este imaginario condiciona las conductas y las relaciones sociales y mentales de las niñas al sugerirles que la única manera que tienen de ser especiales es a través de su belleza física. Todavía la boda real en la que una plebeya se desposaba con el príncipe Felipe de España en mayo de 2004 despertó ese imaginario en buena parte de la población joven femenina (4). Y si las mujeres tienen un imaginario de consumo que les hace gustar mucho de los zapatos no es del todo ajena a este hábito la leyenda de la Cenicienta.

La entrega de la virginidad se convierte en el imaginario femenino, como en el matrimonio tradicional, en una entrega en propiedad de la integridad e integralidad de la mujer al marido, amante o príncipe, sublimada luego por una entrega emocional sin límites. De ahí el paradigma inviolable de la fidelidad en el imaginario femenino como mucho más potente que en el imaginario masculino, debido a la plena identificación de fidelidad sexual y fidelidad amorosa. Las heroínas románticas, Ana Karenina, Ana Ozores o Emma Bovary proseguirían este mito de princesas a la espera de entregarse al príncipe azul, siendo el caso más especial el de las hermosas y desgarradoras relaciones de Cathering Earnshaw en Cumbres Borrascosas, probablemente por ser la única heroína entre las citadas escrita por una mujer donde, sin embargo, en el imaginario que rige su relación con el amante (Heathcliff) y el marido (Linton), con la pasión y con la razón, no se escapa tampoco a que el príncipe sea la razón de ser de la princesa:

"¿De qué serviría que yo haya sido creada, si estuviera contenida nada más que en esto que ves? Mis mayores desdichas en este mundo han sido las de Heathcliff y cada una de ellas la he visto venir y la he sentido desde el primer momento; él es mi principal razón de existir. Si perecieran todas las demás cosas pero quedara él, podría seguir viviendo.

Si, en cambio, todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el mundo se me volvería totalmente extraño y no me parecería ya formar parte de él. Mi amor por Linton es como el follaje de un bosque, y estoy completamente segura de que cambiará con el tiempo, de la misma manera que el invierno transforma los árboles. Pero mi amor por Heathcliff se parece al cimiento eterno y subterráneo de las rocas; una fuente de alegría bien poco apreciable, pero no se puede pasar sin ella. Nelly, yo soy Heathcliff, siempre estoy pensando en él, no necesariamente como en algo placentero, pero es que yo misma tampoco me gusto siempre, sino como en eso, como en mi propio ser. Así que no me vuelvas a hablar de separación entre Heathcliff y yo, es una cosa imposible" (5).

La razón de ser del hombre nunca es sólo una mujer mientras que la razón de ser de la mujer se ha hecho subsidiaria de la existencia de su hombre pasional (Heathcliff es la combinación de heath, brezal, páramo, que contiene heat, calor, y cliff, acantilado, precipicio, también nombre propio). Mientras al hombre se le construye un imaginario con cajones en los que meter las distintas cosas de la existencia como el trabajo, las aficiones, la mujer o mujeres y los hijos, a las mujeres se les ha construido un imaginario en la que todo está interrelacionado. Y si bien en ambos el factor amor, sexualidad y afecto puede tener mucha importancia y en la fusión de los amantes alcanzar el tiempo-pleno en el que dos son uno, en el imaginario de la mujer tiende a cobrar la realización subsidiaria a través de un hombre o un hijo la importancia suprema frente a todo lo demás.

Esa facultad constructa del imaginario masculino que le dota de cajones separables hace más fácil para él poder simultanear las relaciones con más de una mujer o conciliar vida laboral y afectiva, mientras que la facultad constructa del imaginario femenino que todo lo interrelaciona supone un desgarro emocional mayor ante una simultaneidad poliándrica entre marido, compañero, amigo y amante. El tópico de que no hay pasión en el matrimonio no es una necesidad sino un imperativo de la estructura burocrática de una relación como contrato sexual y económico, junto a la rutina a la que nos somete la sociedad capitalista y la falta de imaginación a la que nos condena. Por eso dice el saber popular que el matrimonio son tres años de fuego y pasión y treinta años de cenizas.

Heatcliff representa la pasión inagotable del espíritu salvaje, un imaginario que traslada la figura romántica del Sturm und Drang encarnándola en un hombre con las cualidades de las ménades y los tormentos del joven Werther. Imaginario también presente en la representación de Oriente que analizó Edward Said en su "Orientalismo", donde muestra como se separan analíticamente el mundo civilizado y el bárbaro, el racional y el pasional, el matemático y el poético, del mismo modo que se dicotomizó lo masculino y lo femenino de forma dialéctica y maniquea. El desencantamiento del mundo que así se produce genera tedio, indiferencia, vacío, en suma Nihilismo:

"Esta progresiva desaparición de las relaciones humanas plantea ciertos problemas a la novela. ¿Cómo acometer la narración de esas pasiones fogosas, que duran varios años, cuyos efectos se dejan sentir a veces en varias generaciones? Estamos lejos de Cumbres borrascosas, es lo menos que puede decirse. La forma novelesca no está concebida para retratar la indiferencia, ni la nada" (6).

En este sentido la llamada ficción novelesca, el arte poético, quedan rotos por la máquina de guerra del mundo moderno llevando a la conclusión de que en los mitos habitaba una verdad que desaparece con éstos. Nietzsche lo denunció como socratismo (en realidad como platonismo) y Weber lo consignó como desencantamiento del mundo. Los imaginarios de la princesa y del caballero son verdaderos cuando realmente lo son y falsos cuando se llenan de cinismo e hipocresía. Pero ante la llegada del Nihilismo ya no son ni verdaderos ni falsos sino que desaparecen, sencillamente, del mundo de los seres humanos.

Jolgorio de esa clase de lesbianas hombrunas y feminas resentidas con afanes de castración universal, pelo corto, rabia contenida, misandria galopante (7) o androfobia desatada. Por fin ellas ya son hombres, como Margaret Thathcher u Oriana Fallaci, bienvenidas al desierto de lo real. Ginecentrismo como respuesta al falocentrismo. Jolgorio de los homosexuales con dinero que quieren tener derecho al matrimonio, a tener acciones en Bolsa, a ser amos y no esclavos en lugar de a abolir la esclavitud. Hoy en día parece que quien se siente hombre y heterosexual tiene que disculparse por tener semejante identidad sexual, asociada a la violencia, la zafiedad y la dominación. El movimiento feminista emancipatorio radical ha conseguido semejante prodigio, exacerbando aquella violencia que tanto condena, cuando no pidiendo la entrada en ese supuesto mundo del poder en el que pasar de explotadas a explotadores y alcanzar así la tan deseada igualdad. ¡Queremos ser capitalistas! ¡Queremos tener derecho a explotar, a dominar, a sojuzgar, a ejercer la violencia! ¡Queremos ser iguales!… ¡Pues bienvenidas y que os aproveche! Se incrementa así el mundo de los cerdos/as, bienvenidas al desierto de lo real.

El imaginario masculino o el del caballero también aparece en los cuentos de príncipes y hadas pero en el papel complementario opuesto a su simétrico. El príncipe es el que salva a la princesa del dragón y la convierte en reina de sus posesiones y madre de su descendencia. Contrasta entonces la labor activa del príncipe con la pasiva de la princesa, la reducción al interior del castillo de la princesa con la obligación de extender sus posesiones en el exterior para el príncipe. Todo esto ha sido muy bien denunciado por el feminismo emancipatorio, la subjetividad del caballero kierkegaardiano, que por cierto, sólo consigue a la princesa renunciando a ella, ¡pobre Regina Olsen!; una subjetividad que está transida de categorías de la teología protestante. Pero termina siendo peor el remedio que la enfermedad si el procedimiento de curación se limita a la cirugía que efectúa la razón analítica. Pretendiendo sanar la cabeza se acaba matando al paciente al amputarle el miembro. Pero aún restamos los que preferimos seguir siendo caballeros antes que aceptar el puesto de cerdos gañanes que el feminismo emancipatorio nos tiene ya asignado. No, no hay que matar al paciente ni buscar la igualación de estatura amputando las cabezas sobresalientes, basta con limpiar el imaginario de ese funesto movimiento escatológico judeocristiano que lo emponzoñó hasta el delirio. Si ser bellos es un crimen, si sacar lo mejor de cada imaginario y deshechar lo peor de ambos es terrorismo, entonces seamos terroristas y criminales, porque las categorías morales han sido invertidas y no basta con darles la vuelta, hay que transvalorarlas.

Otros muchos elementos conforman el imaginario femenino e iremos viendo algunos poco a poco. Los imaginarios son complejos y revisten múltiples formas. La simétrica figura de Don Juan estaría en la figura de la Mujer Fatal, ambos percibidos por el sexo contrario como emblemas de lo deseable pero al mismo tiempo de lo amenazante y peligroso. Tanto Don Juan como la Mujer Fatal amenazan con enamorar a alguien y dejarlo luego hecho un guiñapo, si bien ese síndrome del engaño y del abandono es mucho más patente en el imaginario femenino que en el masculino.

Las mujeres temen ser engañadas, sufren el síndrome de Doña Elvira y sin embargo están dispuestas a sacrificarse por el Fausto, el Tannhäuser o el Don Juan. Abnegada figura sacrificial sin simetría con el amado cuya máxima aberración, producto de una concepción del Eros ya no griega sino cristiana, aparece en la película Rompiendo las Olas de Lars von Trier; film que todo el mundo creyó que era un relato de amor mientras que se les vendía un resumen de la aberrante Biblia del Vaticano en fascículos de imágenes. El Cristo que se inmola por provocar el milagro de la salvación de los hombres. En los cuentos eso sí, cuando sale un anciano es siempre un hombre sabio y venerable mientras que cuando sale una vieja se la caracteriza como bruja. Pero mientras Don Juan siempre acaba en el infierno y Fausto salvado por Margarita, Don Juan siempre acaba en el infierno y la mujer Fatal siempre sale triunfante. El ya viejo Don Juan de Gonzalo Suárez se lamenta de la sinceridad de sus pasiones, tras haber vivido conforme a su propio código:

"Don Juan. Yo nací con herida que sólo encuentra consuelo en los ojos de una mujer (…). Sólo en los ojos. Y sólo en el instante de la mirada. Busco el brillo fugaz de la espada, no el dolor de la herida que produce (…) no me arrepiento de las consecuencias de mis actos, ni acepto ningún compromiso (…). Don Juan (abatido). Esa es la maldición. Esa la condena. Creí atrapar la eternidad en la jaula del instante y sólo conseguí aprisionar la tristeza" (8).

Los mitos de Don Juan y la mujer Fatal son los dos rostros de una misma máscara. Sobre el primero el feminismo emancipatorio ha dicho ya bastante (9), pero poco se ha hablado sobre la segunda. Ambos pueden mentir y engañar, en cuyo caso no aman, no saben amar y no pueden hacerlo; pero también son capaces de un amor no menos verdadero cuanto más fugaz. El amor del vampiro Drakull de Bram Stoker, en su versión cinematográfica, traspasa el fin que le habría de imponer la muerte y cruza océanos de tiempo en busca de la reencarnación de la amada. Sin embargo la mujer fatal de El Ángel azul no ama, como se expone en esa novela de Heinrich Mann tan acertadamente llevada al cine por Joseph von Steinberg, o como esa mujer de El agente de la continental de Dashiell Hammett, o el baile de la bella vampiresa Salma Hayeck en el film Abierto hasta el amanecer I de Robert Rodrigues, el apadrinado de Quentin Tarantino. Cuando la mujer fatal ama es al detective que también la ama pero sabe que es asesina, que no se puede confiar en ella y se ve finalmente obligado a meterla en la cárcel.

Este elemento del imaginario refleja la historia de una mujer muy hermosa que emplea sus cualidades de atracción para enamorar hasta tal punto a un hombre, que éste, se olvida totalmente de sí mismo y se sacrifica por ella. El profesor universitario que tira su carrera por la ventana por esa bella alumna que, como Marlene Dietrich, le lleva por donde a ella le dicta el capricho es una repetida y estereotipada historia que siempre vuelve a suceder. El soplon cobarde de la novela negra que es capaz de disparar con una pistola en cada mano, en pié en medio del asfalto, contra un automóvil que viene de frente, a toda velocidad, y sobre el que dispara vaciando los cargadores hasta que el coche lo arrolla y le convierte en fosfatina; otra repetida y estereotipada historia que siempre vuelve a suceder en los imaginarios. También el héroe que se enfrenta a esa vampiresa del local abierto hasta el amanecer que quiere convertirlo en su perro y en su esclavo.

Las mujeres fatales llevan al enamorado hacia el precipicio con suavidad, gozando de su poder lo guían a donde quieren como quien arrastra una vaca cogida por un aro inserto en su nariz; modo de mover fácilmente, sin esfuerzo, tirando con delicadeza de una cuerda, a un animal de media tonelada. Todo esto forma parte de los imaginarios pero en las relaciones de amistad o de amor, precisamente, lo que hay que evitar es el vampirismo, que las asimetrías se conviertan en fuentes de dominio y no en caminos de libertad.

Los imaginarios no han de ser necesariamente falsos sino que pueden representar realidades, pero resulta muy difícil determinar lo que es verdadero en un mythos frente a lo que es falso. Los mitemas se retroalimentan entre sí, de modo que el masculino y el femenino se complementan mutuamente. La división que el análisis racional hace del mismo objeto humano en dos géneros yerra por extremar la dicotomía dialéctica que las diferencias reales llaman a construir. Todo ser humano es plurisexual pero en unos predomina un elemento, un vector resultante de la conjunción de una pluralidad de fuerzas y en otros otro (u otros), conformándose esos dos grandes grupos femenino y masculino. Grupos no reductibles a la diferencia meramente fisiológica pues pene o vagina no determinan definitivamente la sexualidad ni la adscripción a uno de los géneros. Pero tampoco la igualdad jurídica debe restar nada a la diferencia (no menos importante por no ser esencial) entre los géneros de la especie.

Todos los seres humanos tienen imaginarios y aquí hablamos del Occidental, ya que en otras culturas la antropología ha demostrado que son muy diferentes a los nuestros (10). Además, aunque nos hagamos conscientes del imaginario inconsciente que nos ha constituido no por ello nos libraremos de él, sino que, a lo sumo, podremos distanciarnos un poco del mismo y buscar formas de convivir con él que no individual sino colectivamente tendrán un papel en la modificación del imaginario. Y eso es así porque un imaginario no puede sustituirse por la racionalidad, ésta es capaz de analizar, destruir, criticar y desmontar (o en ocasiones construir) los imaginarios en su incidencia en todas las áreas en que se ejercita, pero no de tomar su lugar. De modo que un imaginario que no nos guste sólo podrá ser transformado por otro imaginario y en la conformación de éstos el ser humano toma parte (y sólo en parte) como autor colectivo; junto a las estructuras sexuales, económicas, sociales, culturales (artísticas u otras) que puedan tomar mayor o menor papel en su constitución. Podría decirse que la estructura fundamental de la constitución del imaginario de género, la base, es la sexualidad, pero que ésta tiene que ensamblarse con otras estructuras básicas, como la economía o el inconsciente y con otros niveles de emergencia como la percepción por los sentidos, las costumbres o las leyes políticas. La tela de araña de relaciones y ensamblajes entre los diversos ámbitos de la realidad es de tal complejidad que siempre analizamos una parcela y contra más queremos abarcar generalizando menos detalles recogemos.

Respecto a los masculino y femenino sucede en nuestros días que se producen fenómenos de hibridación y cruce entre ambos, de modo que los hombres adquieren pautas propias de lo que venía a ser el imaginario femenino y las mujeres pautas del imaginario masculino. Quizás siempre ocurrió semejante cosa y lo que nos extraña del mundo griego no sea sino la bisexualidad generalizada, si bien encauzada en una dirección eminentemente homosexual a causa de la ausencia de métodos anticonceptivos eficaces al cien por cien. También hoy los hombres se feminizan y las mujeres se masculinizan, lo cual no quiere decir nada negativo incluso si, aceptando la falaz dicotomía clásica que asocia géneros a capacidades y virtudes naturales específicas de cada cual, concluimos que lo que logran los seres humanos es cultivarse tanto emocionalmente como racionalmente sin que ninguno de los dos elementos sea tenido como propio de la naturaleza de un género ni como ausente en el otro; ninguna de ellas como positiva y la otra como negativa, sino ambas con sus posibles degeneraciones pero con sus mismas excelencias también. Del rechazo radical de la imposición estructural del imaginario derivan tanto la misoginia como la misandria, esto es, el odio hacia el sexo contrario; mientras que de la total aceptación del imaginario masculino, tenido por triunfante, deriva tanto el machismo como el feminismo emancipatorio radical. La modernidad se vincula a los valores masculinos y la postmodernidad a los femeninos, según el imaginario tradicional, como la ciencia y la razón frente al arte y la poesía; luego cuando se excluyen totalmente unos ámbitos a los otros sucede (a otro nivel de emergencia) ese desencuentro que se conoce como guerra entre los sexos.

Respecto a la incidencia de la estructura económica en la configuración de los imaginarios y en la conducta sexual se suele decir que la prostitución es una forma de subsistencia precaria y marginal en la mujer mientras que el robo con violencia es la forma de subsistencia precaria y marginal del hombre, lo que indicaría ciertas "función sexual del trabajo" (aunque haya también prostitución de lujo y robo de altos vuelos, gigolós sutiles y vehementes ladronas). Desde luego que las diferentes constituciones fisiológicas inciden en la función laboral, pero sólo influyen en el trabajo cuando se vive en sociedades muy poco desarrolladas, ya que la fuerza física (por constitución mayor en el hombre que en las mujeres y entre los hombres, mayor en los africanos que en los demás hombres) cada vez es menos determinante de las tareas laborales en una sociedad tecnificada.

Por otra parte la hipótesis de que la mujer permaneciera en la cueva y el hombre fuese a cazar entre las primitivas sociedades de cazadores-recolectores puede ser puesta muy en entredicho, ya que para cazar en grupo es necesaria más la astucia que la fuerza y para recolectar tampoco es necesaria la fuerza; luego la permanencia en la cueva, de producirse, pensamos que se limitaría a la lactancia, aunque entre los animales más cercanos al hombre vemos como se desplazan sin problemas con el grupo potando a sus crías. El paso a las sociedades agrarias no justificaría tampoco una división sexual del trabajo ya que en el campo actual de los países no desarrollados se ven trabajar tanto y del mismo modo a las mujeres que a los hombres (y los niños).

El trabajo no es una función sexual real y si vemos que hay una "división sexual del trabajo" ésta sólo puede deberse a las configuraciones del imaginario en esa dirección. No hay más mujeres estudiando en filología que en ingeniería porque el hombre tenga un razonamiento más analítico y la mujer más sintético, la razón es la misma en ambos; pero los imaginarios del hombre están mayormente configurados analíticamente y los de la mujer mayormente configurados sintéticamente. Las Instituciones de Enseñanza son en este caso bastante decisivas. Se ha construido una cultura de lo femenino que entrelaza los niveles de emergencia de las cosas (relación de la afectividad con el trabajo o con el sexo) mientras que se ha construido una cultura de lo masculino en la que resulta más fácil disociar los niveles de emergencia de las cosas (posibilidad de disociar el ámbito de lo afectivo y el ámbito de lo emocional y posibilidad de disociar el ámbito de lo emocional con el ámbito de una práctica del sexo no exenta totalmente de afectividad pero orientada hacia el placer y dirigida por el deseo). Los hombres que no están enamorados y se encuentran en una relación de amor-cariño más que de apasionamiento ven la restricción de su sexualidad a una sola mujer para toda la vida como una cárcel, mientras que las mujeres experimentan la limitación de sus intercambios sexuales de por vida con un solo hombre como una cuestión de fidelidad.

Aquí no conviene hacer juicios de valor, no parece menos coactivo el imaginario masculino que el femenino, los dos obligan a cosas y limitan la acción. No es lo mismo estar en paro y no tener trabajo para una mujer que para un hombre. La película "Los lunes al sol" de Fernando León, muestra claramente que el hombre está constreñido al imaginario según el cual si no tiene un trabajo no es nadie. Su obligación imaginaria es llevar dinero a casa, (mientras que en la mujer la ausencia de trabajo no suele ser motivo de suicidio, como en el caso de uno de los personajes de la película). Y la obligación imaginaria de la mujer es tener la casa en condiciones. Ambos sufren por sus imaginarios, ambos son víctimas de las partes negativas de sus imaginarios (pues tendríamos que diferenciar entre las partes negativas y positivas de cada imaginario y no hablar sólo de las primeras).

¿Cómo puede una sociedad construir otros imaginarios alternativos a los que existen que encajen y que sean realmente igualitarios en la libertad y no idénticos en la esclavitud?

2. Por qué un cambio en los imaginarios no bastaría para provocar un cambio en las relaciones sociales de producción.

El capitalismo no distingue entre hombre y mujer, niño o animal, para él todo lo viviente tiene algún valor sólo considerado como fuerza de trabajo a explotar y cuando no puede considerarse algo de ese modo la biopolítica lo designa como desperdicio y lo lanza al basurero. En el desierto de lo real todo es energía consumida por el nihilismo y lo vivo se convierte en pilas para una especie de máquina. Dicho esto nos vemos enfrentados a reflexionar sobre cómo se han ensamblado dos estructuras interrelacionadas desde el principio de los tiempos como son la economía y la sexualidad. El término freudiano de "economía libidinal" resulta un híbrido que todavía está por explotar en esa dirección, pero para estudiar no sólo cuanta energía libidinal es sustraída y sublimada en la dirección laboral, cultural y supuestamente civilizatoria, con el consabido coste de represión; sino para despejar en qué medida el discurso psicoanalítico ha sido invadido por categorías de la economía, categorías a las que es ajeno por completo el inconsciente. Cuando Freud termina su ensayo sobre el chiste (del que hablaremos más adelante) sugiere que el chiste surge de un "gasto de inhibición ahorrado", errando notablemente en su investigación al considerar que los niños no tendrían capacidad para lo cómico por ser ajenos a la economía libidinal. Precisamente porque no trabajan (o cuando no trabajan, o incluso aunque trabajen) los niños ríen más que los adultos. (Y ya sabemos que en el etnocentrista Freud, niño y primitivo son lo mismo). ¿Por qué ríen más y son más felices? Algo de la respuesta a esa pregunta nos indicó Lévi-Strauss cuando nos recordó que la cultura Occidental se dedica a rendir homenaje a aquello precisamente que destruye: "De hecho, hablamos con naturalidad de los «pueblos sin historia» (para criticar quizá a los que son más felices)" (11). Y quien dice Historia dice también Economía.

No creo que pueda decirse que la economía es infraestructura y la sexualidad superestructura, sino que me parecen dos estructuras que necesariamente coexisten y eso sí, en las que en su ensamblaje la económica constriñe más a la sexual que la sexual pudiera imprimir modificaciones en la económica. Con todo la respuesta es afirmativa, un cambio en los imaginarios acerca de lo femenino y lo masculino, que presuponen un cambio en las relaciones familiares y de reproducción social, así como un cambio en las actitudes sexuales; imprimirían o irían ligados a un cambio en las relaciones sociales de producción. Es difícil saber qué va primero pues existe un incesante feedback o retroalimentación entre las estructuras (sistemas) entre sí y entre sus respectivos subsistemas, así como entre las superestructuras entre sí y con las bases. Digamos entonces que a los efectos de su resultado los cambios pudieran ser tenidos por simultáneos y que difícilmente cambia una elemento esencial de la tela de araña ontológica sin que cambie buena parte de la red..

No me parece que el hombre sea el dueño del capital y domine a la mujer sino que veo el Capital como una estructura abstracta pero real que domina a ambos. Ahora bien, la mujer parece que está doblemente dominada, por el Capital (como el hombre) y por el hombre, en cuanto producto del Capital. Pero tampoco me parece cierto que los hombres construyamos los imaginarios como quien construye una casa y que seamos los configuradores exclusivos del imaginario femenino. También en los imaginarios el hombre está sometido a uno y la mujer a otro, a fuerzas que son independientes de su voluntad y que, por así decirlo, se les imponen a ambos por igual. Al hombre también siempre se le ha dicho en qué consiste ser hombre y ni yo ni ningún otro hemos "elegido" el imaginario que se nos ha impuesto socialmente. El hombre no teme a la suciedad porque desde niño se le ha dejado revolcarse en el lodo mientras que a la mujer se le ha impedido esa conducta con una vestimenta que debía estar pulcra y no ser manchada. Esto tiene relación con el mayor puritanismo del imaginario femenino frente al masculino. Por otra parte si la mujer es más capaz de conmoverse que el hombre es porque desde niña se le ha admitido y requerido las manifestaciones de afecto (aunque esto cambia mucho dependiendo de las culturas, pues la latina en general es mucho más afectuosa que la alemana o la suiza) mientras que a los hombres se les ha convertido en tarados emocionales a causa de la prohibición de la demostración de los sentimientos. En ese sentido tanto unos como otros alcanzan perjuicios y beneficios de los respectivos imaginarios y ambos quedan constreñidos por la presión de la economía y la política.

Ahora bien, el constructo social del imaginario masculino está conformado de tal forma que los hombres quedan sometidos al capital, como las mujeres, pero las mujeres quedan sometidas a los hombres, pero repito, con el importante matiz de a los hombres en cuanto productos del Capital; doble sometimiento o doble-esquizodominación que se sucede una secuencia de dominaciones y subdominaciones por efecto dominó.

Una buena parte de las mujeres occidentales son ahora tan libres como los hombres para tomar parte en la creación de los imaginarios (pues se puede tomar parte, pero no es un proceso totalmente racional que se pueda controlar en su ejecución y sus efectos) pero no existe en el planeta dualidad de géneros tan perdida como la Occidental en ese aspecto, ya que la relación entre los géneros sin coacciones de imaginarios y estructuras internas o externas es un mundo desconocido. Cuando emancipándose de las constricciones económicas una relación de género se desarrolla en lugar de ser favorable esa liberación puede simplemente sustituirse la económica por la genérica, luego se podrá haber superado la dominación económica sin superar por ello la dominación en general. En ese sentido se expresó en una ocasión muy claramente el Dr. Freud:

"La fuerza del marxismo no estriba manifiestamente en su interpretación de la Historia ni en la predicción del porvenir que en ella funda, sino en la perspicacísima demostración de la influencia coercitiva que las circunstancias económicas de los hombres ejercen sobre sus disposiciones intelectuales, éticas y artísticas. Con ello se descubrió toda una serie de relaciones y dependencias totalmente ignoradas hasta entonces. Pero no se puede admitir que los motivos económicos sean los únicos que determinan la conducta de los hombres en la sociedad" (12).

Eros y Ananké, la necesidad y el amor, son los padres de la cultura humana. La necesidad de dominar el mundo y la regulación de las relaciones sexuales están en el origen de la cultura. Hay un divorcio entre el amor y la cultura, ya que ésta última impone serias restricciones al primero. La tendencia cultural a ampliar el círculo de su acción y su relación con las restricciones sexuales, queda clara desde la primera fase de la cultura, la del totemismo, que trae consigo la prohibición de elegir un objeto incestuoso: "Ya sabemos que la cultura obedece al imperio de la necesidad psíquica económica, pues se ve obligada a sustraer a la sexualidad gran parte de la energía psíquica que necesita para su propio consumo" (13). En la cultura europea occidental "la elección de objeto queda restringida en el individuo sexualmente maduro al sexo contrario, y la mayor parte de las satisfacciones extragenitales son prohibidas como perversiones. La imposición de una vida sexual idéntica para todos, implícita en éstas prohibiciones, pasa por alto las discrepancias que presenta la constitución sexual innata o adquirida de los hombres, privando a muchos de ellos de todo goce sexual y convirtiéndose así en fuente de una grave injusticia" (14). Freud corrige a Marx al decir que es cierto que si se elimina la institución de la propiedad privada se sustrae a la agresividad uno de sus instrumentos, pero aún quedaría otra fuente poderosísima de agresividad que posiblemente se acrecentaría, la de los privilegios derivados de las relaciones sexuales. Suponiendo que también se decretara la completa libertad sexual Freud no se siente capacitado a predecir que rumbo adoptaría la cultura, pero piensa que las tendencias instintivas de la naturaleza humana no tardarían en seguirla (15):

"Igual que en el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se denomina la «ley del mercado». (…). En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad" (16).

Se le olvida decir al escritor francés que en un sistema perfectamente liberal los perdedores son la inmensa mayoría y el empobrecimiento generalizado de todas las esferas de la existencia la dominante, mientras que la abundancia queda para un número extraordinariamente exiguo de la población. Y además no es igual en todas las partes del planeta, estando claro que en este terreno no se ha cumplimentado la globalización. Mientras que en la mayor parte del mundo, llamado subdesarrollado, se produce la feminización de la pobreza y el imaginario masculino se superpone al femenino dejando a la mujer fuera del supuesto control sobre la riqueza, las actividades más productivas y los recursos; en el mundo llamado desarrollado unos hombres que ya no saben cuál es su imaginario, maltratan y asesinan a unas mujeres cuyo imaginario tampoco saben ya cuál es y que entran en la dinámica de la agresión con sus armas psicológicas. Y esos hombres que maltratan bestialmente lo hacen presuntamente a causa de la pérdida de esa hegemonía que aún mantienen en otros países y zonas geográficas. ¿Se ha perdido en Occidente la hegemonía falocrática o con ella no se habrá tirado al basurero de la historia otros aspectos de las complejas relaciones de género que no debieran haber sido abandonados? Desde luego que la dependencia económica es importante como también lo es la psicológica, ambas forman parte de relaciones de dominación que quizás no sea del todo posible subvertir pero que sí que podrían ser menores de lo que ahora lo son. La mujer en Occidente ha sufrido una liberación de su independencia económica a costa de un aumento de su dependencia psicológica, siendo más libres e independientes del varón, antes, cuando estaban económicamente más sojuzgadas que ahora.

Pero precisamente es porque el capitalismo postfordista ya no necesita de la división sexual del trabajo (que constituía a éste último como una función sexual) que los imaginarios han explotado y la desorientación general ha arribado. El nihilismo del imaginario será un duro vía crucis hasta la constitución de uno nuevo o bien hasta que la propia función sexual, en sí misma, llegue a ser innecesaria para el capitalismo y se pueda reproducir la sociedad, como en Matrix, fabricando seres humanos en una máquina gestatoria a partir de las peores predicciones de un Mengele respecto a las posibilidades del proyecto genoma actual. De hecho ya la inmigración cubre con creces la necesidad de reproducción social de las sociedades capitalistas opulentas y la tasa de natalidad disminuye notablemente en ellas. Cierto que la función sexual propiamente dicha no se debe reducir a la procreación, excepto para los integristas del Opus Dei y del Vaticano, pero quizás comparando los países llamados desarrollados con los otros se pudiera llegar a la conclusión de que se ejerce menos la sexualidad en las sociedades en las que vivimos que en las consideradas salvajes o incivilizadas. Pero eso no es sólo por ese puritanismo victoriano aun latente, sino quizás porque el tiempo de trabajo es mucho más intenso y no excesivamente menor al de otros sitios del planeta; siendo la presión psíquica constante y cotidiana mucho mayor que en ninguna otra parte del mundo.

Sobre los géneros biológicos, morfológicamente diferenciados, es que las sociedades han superpuesto o sobredeterminado los géneros culturales masculino y femenino. Mirando a la etología en la naturaleza también vemos una división sexual biológica que puede no ser determinante en condiciones de cultura pero que existe a nivel de especie.

En la historia no hay ni ha habido sociedad que no haya efectuado esa dicotomía y el ideal ilustrado de ser ciudadano sin género (o sin etnia o religión) ha acabado desvelándose como un dispositivo nihilista.

La pretensión ilustrada de declarar a todo el mundo "ciudadano" abstrayendo todas las diferencias sólo ha conseguido menguados avances, cuando no que los ciudadanos ilustren resultasen casualmente ser mayoritariamente hombres, blancos, anglosajones y no mujeres, negras y africanas. De ahí viene que haya que reconstruirse el proyecto ilustrado procediendo a proponer una "igualdad en la diversidad" que no una falsa y pretendida pero no cumplida homologación y homogeneización formal pero nunca real. Igualdad jurídica en la diversidad de género. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 tiene que ser enmendada en su artículo 17 que no restringe la acumulación económica ilimitada y también en su artículo 2, pues cuando dice:

"2. 1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. 2.2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía" (cursivas nuestras).

El "sin distinción alguna de" tiene que ser sustituido por un "Toda persona tiene todos los derechos y libertades… sea cual sea y respetando su raza, color, sexo, idioma…". El tener derechos tiene que dejar de ser un camelo formal sólo real como patrimonio de ciudadanos selectos y un timo universal para los hombres. Éstos tienen que tener derecho a tener derechos, contando con sus preferencias u adscripciones a cualesquiera género de vida escogida o costumbres arraigadas, así como a sus condiciones concretas de género, idioma y religión, opinión, no prescindiendo de ellas como si fuesen espíritus puros y no cuerpos materiales. La noción de persona cortando la de hombre y ciudadano es muy desafortunada, ya que en lugar de un dualismo nos deja un trialismo y donde dice "sin distinción alguna deposición económica…", y "no se hará distinción alguna fundada en la condición política…" hay que añadir: "a menos que no se den las condiciones de una igualdad material básica y política que permita una vida digna para sus habitantes" o de lo contrario sólo servirá esta Declaración para justificar y legitimar la desigualdad de hecho existente y el imperialismo depredador del pasado, el presente y el futuro. En tales circunstancias legislativas y sin la ONU con fuerza suficiente para hacer valer sus resoluciones, la paz perpetua no es sino la legitimación de la guerra de permanente, instaurada como lo normal y lo justo. El que las mujeres y los niños salgan mayormente damnificados de estas normas se debe también a ese "sin distinción alguna de" y ese "no se hará distinción alguna fundada en" que los perjudica al no darse las presupuestas condiciones de igualdad económica y política de las que se supone hipócritamente partir.

La llamada discriminación positiva lo que intenta es paliar la desigualdad de hecho que no se reconoce de derecho, fomentando cuotas de participación educativa, política o jurídica a aquellos colectivos que por unas razones u otras, aunque principal y generalmente son económicas, resultan discriminados negativamente. Las mujeres, las gentes de color o los homosexuales han sido discriminados a lo largo de la historia. Las razones son tanto económicas como ideológico-morales, pues hay tanta pobreza en esos colectivos como racismo y misoginia desperdigados en el mundo. ¿Cuál es la causa y cuál es el efecto? La discriminación fundamental es económica que se retroalimenta de la discriminación ideológico-moral que producen las clases superiores sobre aquellas que entran bajo su dominio. Pero la dialéctica entre las clases, entre las razas (en razón de la mera pigmentación de la piel), entre las opciones sexuales, se borra muy fácilmente cuando algún individuo de los colectivos desfavorecidos ingresa en el club de los capitalistas propietarios y potentados.

Un hombre de color millonario, como Eddy Murphy, no es un hombre de color sino que por arte de magia se vuelve un ciudadano respetable y es tenido por blanco o se blanquea, como Michael Jackson, que ya parece una señora blanca de mediana edad. En Latinoamérica entre las clases ricas la palabra "indio" es un insulto, gentes fisiológicamente idénticas a los pobres les llaman "indios asquerosos" a aquellos que, simplemente, no tienen dinero. Tampoco una mujer rica es dominada por los varones sino que los machistas la consideran como "uno de los nuestros", como un varón. El colectivo homosexual sufre una escisión bien palmaria en subclases dividiéndose éste entre los que tienen dinero y viven sin problemas en zonas propias y los chaperos inmigrantes que se prostituyen por la ciudad; los primeros regentan negocios de éxito, entran en el cine, la política y la televisión, y alcanzan buena fama y gran renombre. Se dice que es porque la sociedad se ha sensibilizado hacia ese colectivo, pero es mentira, eso sucede porque son ricos, porque han ingresado en el cada vez más selecto club de los capitalistas. Por eso cuando se demanda la igualdad en el capitalismo lo que se está demandando es que a una minoría dentro de la minoría se la permita ingresar en el club de los ricos, varones ario-anglosajones, casarse jurídicamente, adoptar niños robados a sus padres biológicos pobres, detentar propiedad y sacar plusvalía de la sangre y sudor de los trabajadores. El que dentro de la dialéctica entre dominadores y dominados, dentro del segundo grupo, se pueda constatar empíricamente que la mayoría de los dominados son pobres, mujeres y gentes de color más o menos oscuro, implica que la ideología racista y misógina de las elites económicas se filtra hasta las capas desfavorecidas y se reproduce allí; entre los más débiles que, sojuzgados y sin fuerzas para luchar contra el que les domina, entran en el ciclo de la violencia subdominándose los unos a los otros.

Hace unos años al caer el muro de Berlín la Alemania del Este alcanzó un enorme nivel de paro, precariedad y miseria. Los parados del lado Oriental no fueron al Parlamento a protestar por su situación sino que se volvieron hacia el ideario neonazi y atacaron a quienes estaban en peor condiciones aún que ellos, los inmigrantes turcos, a quienes agredieron y vejaron desfogando en esos chivos expiatorios la ira que les causaba su situación precaria. En tiempos de crisis los débiles se ceban con quienes son más débiles que ellos pues no se atreven a asaltar el Palacio de Invierno. Con las mujeres y los niños ocurre lo mismo, ya que en situaciones de precariedad (económica o/y psicológica) el maltratador sólo reproduce sobre quienes son más débiles que él ese maltrato que recibe o cree recibir de la sociedad o de sus jefes. El que la mal-llamada violencia de género se produzca en todas las clases sociales lo que indica es que la precariedad psicológica y sexual no va siempre unida a la situación económica y social, más aún, en ocasiones son los que tienen menos recursos los más desinhibidos sexualmente y más saludables psíquicamente, dado la enorme presión que la máquina de guerra abstracta que extrae el plusvalor somete en muchas ocasiones a sus altos stajanovistas.

Igualmente se puede apreciar como hay fronteras para las personas pero no las hay para el dinero, cuando habría de ser al revés, las personas tendrían que poder circular libremente mientras que el dinero tendría que pasar siempre por aranceles aduaneros. Hombre o mujer llegando en patera a las costas españolas no se diferencian más que en el dinero de los hombres y mujeres que llegan a Barajas habiendo viajado en la primera clase de un gran avión; a los primeros se les devuelve a su país de origen mientras que a los segundos se les acoge y hospeda, permitiéndoles no sólo la entrada sino la estancia y la residencia con una facilidad pasmosa. Mientras que los inmigrantes peruanos tienen muy difícil conseguir la nacionalidad española o siquiera el permiso de residencia al neoliberal peruano millonario Vargas Llosa se le ha concedido la nacionalidad española sin problemas.

Por eso no se pueden aceptar (a mi juicio) dos cosas muy generalmente aceptadas en el Feminismo convencional: 1) que la mujer ha estado siempre a lo largo de la historia sometida al varón; 2) que eso ha sucedido porque han sido los hombres quienes han construido los imaginarios de las mujeres. Hombres y mujeres se someten o agradan recíprocamente pero no de la misma manera. En realidad el directivo de una empresa (no el dueño o dueña) que trabaja 20 horas al día (siendo hombre o mujer) me parece más explotado a veces que el obrero u obrera de la construcción, aunque sus ingresos sean mucho mayores. Más explotado cuantitativamente pero quizás no cualitativamente, esto es, como ganan más y producen más generan más plusvalía al capitalista que el obrero, pero el deterioro físico e intelectual del obrero no lo sufre tanto el directivo; aunque los niveles de zafiedad y mezquindad se han igualado a la baja en la sociedad del consumo y la destrucción. Sobre esto último del obrero y del minero vemos que la fuerza física superior de la constitución muscular del hombre pudo ser un lastre más que una ventaja, pues el Capital le ha asignado siempre (y el caso de los negros entre los hombres ha sido palmario) los trabajos físicamente más agotadores y extenuantes. En América Latina tuvieron que llevar esclavos negros porque los cuerpos menudos y pequeños de los indios no soportaban el extenuante trabajo en las minas. De modo que la fortaleza física que en varón implica mayor intensidad en la fuerza bruta (lo que en la mujer se traduce en una mayor resistencia), potencia física primaria que no ha sido siempre una ventaja sino, muy a menudo, una desventaja.

¿Cómo es ese imaginario femenino libre de la coacción falocéntrica impuesta a lo largo de toda la historia de la humanidad? ¿Se está construyendo? ¿Lo están construyendo las mujeres? No lo veo por ningún lado.

Lo único que veo es que frente al imaginario falocéntrico (machismo y misoginia) se está constituyendo un imaginario ginecéntrico (ultrafeminismo y misandria) que radicaliza el enfrentamiento inter-géneros y que deriva en la ruptura mediante diversas vías. Una es la resurrección del mito de las Amazonas, ahora posible cada vez más con la técnica en relación a la reproducción socio-biológica, imaginario propio del lesbianismo (aunque su construcción se remonte a la Antigüedad). Otra es la resurrección del Mito del andrógino o del hermafrodita, que forma uno de los imaginarios del plurifacético colectivo Gay (aunque considerado con poca intensidad, esto es, no radicalizado, quizás fuese una vía aceptable para todos y todas); si bien el homosexual estilo oso y el musculitos recusen esa hibridación de lo masculino y lo femenino a favor del imaginario de la homo-philía exclusivista.

¿Cuáles son las cualidades positivas y las negativas? ¿Acaso ser sensible es negativo y ser racional positivo? ¿viceversa? ¿no será positivo tanto ser sensible como ser racional y negativo carecer de cualquiera de estas cualidades?

La única salida que se vislumbra a este atolladero es fomentar un androginismo que reúna las cualidades masculinas y femeninas en un mismo cuerpo, una futura hibridación en seres y ciudadanos que serán todos bisexuales sin merma en la elección libre de la identidad sexual. Mientras tanto los que tenemos imaginario masculino o femenino más o menos tradicional mal lo llevaremos en nuestra sociedad de mercancías.

Partes: 1, 2, 3
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