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Efectos de la violencia en los medios de comunicación (página 2)


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MODERNIDAD, MODERNIZACIÓN, MODERNISMO

Cabría caracterizar el momento histórico moderno, tanto desde el punto de vista de sus características distintivas, como desde el período aproximadamente. Por supuesto, ambas delimitaciones se condicionan mutuamente.

Hay una posición que se refiere a la modernidad en términos del maquinismo la revolución industrial. Sería aquello por lo cual, según la frase de Marx, "todo lo que es sólido se evapora en el aire" es decir, la modificación radical de los modos "tradicionales" de existencia hacia la mutivocidad de oportunidades que ofrecen las grandes ciudades, y la modificación de los ritmos de la temporalidad cotidiana, de las limitaciones en el espacio y el conocimiento de los otros y del mundo por viajes, multitudes urbanas, medios de comunicación, etc. Se trata de la modernidad de las nacientes metrópolis y cuya "culminación" se cumplirá en el mundo tecnologizado de la actualidad.

Otra interpretación de lo moderno ubica su inicio desde el siglo XVI, según la clásica forma de demarcar lo moderno como el fin del medioevo. Los rasgos diferenciales de lo moderno, en este caso, son ampliamente conocidos: final de la legitimación teológica del poder político; aparición de la vida urbana como "centro" económico y cultural; desvanecimiento de las corporaciones hacia la apropiación privada de la riqueza e "individualización" de lo económico e ideológico; finalmente, desplegamiento de la noción de "razón" en todos los campos de la existencia social, debido a la necesidad de racionalización creciente de los procesos de producción y acumulación económica. Ello lleva al surgimiento de la ciencia empírica moderna, a las tantas veces aludida revolución de Copérnico y Galileo, y a la consecuente modificación de parámetros filosóficos, con la aparición central del tema del conocimiento, el cartesianismo como paradigma de tal Problematización, la respuesta empírica y la búsqueda de sintetizar filosofía con la ciencia de la época.

La expresión "modernización" -no siempre deslindada de la de "modernidad"- refiere no a una época, sino a un proceso. El término, muy discutido hoy en Latinoamérica – y no en Europa porque allí la modernización está realizada y ya criticada- se aplica a la actividad consciente, por la cual se alcanzan los estadios más altos de la modernidad. La modernización – por tanto – no hace al "llegar a la época moderna", sino a los grados más altos de la racionalización científico-tecnológica que caracteriza a tal época. La modernización es un término más ligado a procesos económicos, sociales y culturales relativamente contemporáneos, de plazos más bien breves, lo que conlleva su presencia más directa en el debate político acerca de los modelos de sociedad deseable.

Cabe distinguir "regiones" de la modernización: la económica, la sociocultural, etc. Éstas regiones se vinculan entre sí, pero no dentro de una temporalidad unívoca y homogénea, de modo que las relaciones que guardan no son lineales ni de causalidad unidireccional: por otra parte, desde el punto de vista ideológico-valorativo podrían resultar contradictorios unos procesos con otros, es decir, es posible postular la modernización económica como opuesta a la cultural, o lo inverso, apoyar la cultural sin herir la económica.

El "modernismo" puede referir simplemente a quienes hicieron o hacen la exaltación de la modernidad. Aquello denominado modernismo ha sido bastante más vasto y contradictorio; han formado parte de ese movimiento el expresionismo, el futurismo, la música atonal, el cubismo, el constructivismo en cine y teatro, etc. Es decir, que no estamos ante un movimiento unívoco sino ante una serie de ramificaciones que se entrecruzan y diferencian y que sólo en un sentido muy genérico pueden responder a un mismo nombre. Difícilmente sea lícito, por ello, englobarlo todo como celebratorio de la modernidad. Más bien nos hallamos ante un abanico de posiciones caracterizadas por una fuerte innovación en la modalidad expresiva, una salida de la simple representación o de la narración lineal, una radical ruptura con todo "naturalismo", un hacer consciente y la función del arte.

El modernismo estuvo unificado por la noción de "vanguardia", por ser rupturista y renovador en la forma, y por plantear para el arte una función privilegiada de critica social del presente; pero no por el contenido de dicha critica, que podía implicar ya sea la aceptación o la denigración de la modernidad; o posiciones matizadas, como la asumicion de que ella tenia posibilidades intrínsecas que el capitalismo impedía realizar, o que posibilitaba una percepción del mundo que sólo unos cuantos asumían mientras a la vez se adocenaba a las grandes masas sociales.

Tecnologismo, marxismo, teleología

El avance tecnológico desde fines del siglo XIX estuvo definidamente al servicio del aumento de las fuerzas productivas, por una parte, y de la regimentación creciente del sistema social, por la otra. Las nacientes ciencias sociales fueron dedicadas especialmente a racionalizar la legitimación y el dominio. Parecía que las posibilidades de lo tecnológico en el control social podía ser casi ilimitada, además de que los grandes problemas sociales serían gradualmente resueltos por vía técnica. Las ciencias sociales no sólo ofrecían medios eficaces de manipulación, sino que también prestaban un andamiaje conceptual para oponerse a la difundida teoría sobre el derrumbe del capitalismo.

La estabilidad reinante a fines del siglo XIX y a comienzos del XX en Europa, el afianzamiento del capitalismo y la sindicalización como "colchón " a las modalidades de protesta más duras de la clase obrera, parecían augurar una época de tranquilidad para los sectores sociales dominantes.

No obstante, esa tranquilidad era acechada por la aparición de las vanguardias artísticas, que profetizaban mundos diferentes y acusaban a los rasgos masificantes de la sociedad tecnoburocrática en construcción, y también por la organización obrera, ligada a la teoría revolucionaria, que había intentado la toma del poder en Rusia en 1905, y que mostraba amplia fuerza en Europa Central. L a explosión de la primera Guerra Mundial terminaría de asestar los golpes a la confianza asumida a principios de siglo.

Mientras el Mundo iba siendo marcado ( nos referimos a Europa en este caso) crecientemente por el predominio de la técnica y la administración impersonal burocrática y sistematizada, aparecían modos de reacción a ese predominio. No es casual que las reacciones surgieran de la tradición alemana de pensamiento: no sólo por el retraso en la constitución de la burguesía en ese país, clase apenas nacientes a fines del siglo XX; sino también por el peso que el historicismo de raigambre alemana ha dado al sentido de ¨ subjetivo, es una ligazón de ethos y logos que es prácticamente inencontrable en el empirismo sajón o en el formalismo racionalista francés.

La otra posición, marcada también por la matriz del idealismo alemán, pero en éste caso el hegeliano, se da entre los partidarios de Marx. La fuerte impronta dialéctica del pensamiento marxiano, huella de la tradición especulativa que marca su distancia con toda noción empirista de lo científico-social, había sido "reabsorbida" por la concepción oficial en posiciones gradualistas, etapitas y positivizantes desde la II internacional. El intento de Lenin, coronado por el triunfo de la revolución soviética, aun cuando conceptualmente contradictorio; y los esfuerzos teóricos de Lukacs, Korsch y R. Luxemburgo, importaron un rechazo frontal de la ciencia social como "neutra" y "objetiva", como supuesta observación desinteresada, espejo del mundo.

¿Qué relación guarda la teoría dialéctica –la de Marx mismo- con la modernidad?, una modernidad que no aparecía monolítica. Mostraba la cara "positiva" de la razón y la técnica, del progreso y la producción, la funcionalización creciente de los procedimientos. Pero, por otra parte y en un mismo movimiento, generaba su propia crítica inherente: la del "irracionalismo" de las vanguardias, su protesta defensora de la subjetividad, la afectividad, la sensibilidad y el desorden; crítica que alcanzaría un punto agudo en el surrealismo y el dadaísmo, y poco después en los guturales y el teatro de la crueldad de A. Artaud. En realidad, tal "calco en negativo" de la modernidad acompañó a ésta desde su surgimiento; no solo desde las "flores del mal" que veía crecer la poesía francesa de fin de siglo, ni de los experimentos formales que desembocarían en Valery y Mallarmé. El racionalismo, en su unílateralización de la experiencia pensada y asumida por la filosofía y por el pensamiento en general, dio lugar constantemente a la aparición de un "irracionalismo" concomitante, entendible como su interna oposición dialéctica, como el polo negativo y subordinado de un mismo movimiento de lo social real.

Dentro de la modernidad se encontrará Marx con un pensamiento decididamente moderno, que incluso en algunos aspectos llega a maximizar ciertos rasgos propios de la modernidad. En el marxismo existe un proyecto de construcción histórica consciente y teleológico. Por cierto, éste es diferente del de la razón instrumental medio / fines, o dicho mejor, ubica a esta razón como "momento" subordinado de la construcción global del proyecto de la sociedad. Cuando lo dialéctico del marxismo ha sido opacado, su racionalismo ha tendido a confundirse lisa y llanamente con la propuesta del avance ilimitado de las fuerzas productivas como motor de la historia, es decir, con el modelo impuesto por la burguesía, sólo que expresado en otro lenguaje, "valorado" y percibido de otra manera. Ese racionalismo que piensa la historia como ascendente y teleológica, continúa, en perpetuo desarrollo guiado por la industrialización creciente, redunda en un optimismo histórico moralista y elemental, propio de la ideología oficial soviética de la guerra fría, que sabiamente desmenuzó H. Lefebvre hace casi 30 años. Esa ideología oficial corona su "reabsorción" del marxismo en el positivismo con su apelación a ese imaginario decálogo de verdades que pretende ser el "materialismo dialéctico", que se supone a sí mismo "filosofía científica", sin advertir el contrasentido de ésta expresión.

La dialéctica marxiana es muy diferente de un cientificismo optimista. Implica todos los supuestos ("invertidos") del hegelianismo que la ciencia analítica no acepta: la nación de historicidad y disolución temporal de lo positivo, la de que todo "factum" incluye su negación, la de que además remite a una totalidad postulada que no es nunca "suma de todo". También la inmersión del sujeto en lo objetivo y su movimiento, es decir, la identidad sujeto-objeto y su circularidad; y la inmanencia del conocimiento a la historia, de la conciencia social al ser social.

Para Marx, la historia y la práctica en ella son racionalizables; y lo son en tan fuerte sentido que, más allá de lo que intentan los empiristas, Marx pretende que el movimiento de expansión de la investigación es idéntico al de lo real investigado. De tal manera y en consecuencia con la totalización propia del hegelianismo y su pretensión de absolutización del Logos al identificarlo con la historia misma, Marx no reconoce el "resto", lo informe no conceptualizable, como todo aquello que, como en Hamlet, está más allá de lo que pueda soñarse por un sujeto o muchos de ellos. La excedencia de lo real al pensamiento está postulada por Marx en su problemática "inversión" de Hegel , pero no asumida como supuesto fundante que debería evitar cualquier suposición de que la teoría "abarca" el movimiento de lo real mismo.

El teleologismo – con el optimismo concomitante- también puede derivarse de la lectura de Marx. La unicidad entre libertad y necesidad que aparece en la dialéctica lleva a pensar en un derrumbe no automático ni debido a leyes puramente "objetivas", pero finalmente necesario; la historia tendría su astucia y los hombres "lo hacen, pero no lo saben", según la celebre frase . Las leyes objetivas operarían mediadas por la acción consciente, pero esto no quitaría su eficacia; por ello, el curso de la humanidad hacia la "superación" del presente estaría garantizado.

Así, la conciencia y la "negatividad", tan importantes para la dialéctica, no pueden entenderse sin su ubicación dentro de lo objetivo, aunque a su vez lo objetivo mismo sea "conciencia objetivada".

Hay en Marx una idea de avance de la historia, de progreso y superación que es más fuerte que la del racionalismo positivizante; porque liga el interés técnico con el que Habermas llama "práctico" (relativo a la organización social), la redención del proletariado con el desarrollo económico y productivo, la conciencia-sujeto y la historia-objeto . Estamos ante un racionalismo que racionaliza la utopía e inmanentiza la plenitud, posibilidad de la historia misma.

La asumicion de lo no- racional es racionalizada, también en la dialéctica; lo particular ( y lo singular) son remitidos a la totalidad y –muy lejos de su propia inmediata – alcanzan allí su sentido más verdadero y su concepto: lo sensible es sólo un momento a superar por el entendimiento analístico primero, y por la razón abarcadora después.

Las características racionalista-totalizantes del marxismo son las que llevaron a su choque gradual con el posestructuralismo y los nuevos enfoques teóricos surgidos de la fusión de lingüística y psicoanálisis lacaniano como los del grupo "Tel Quel"

La modernidad, vía marxismo, pondría su vista en el pasado interpretándolo a su imagen y semejanza con un etnocentrismo inaceptable: Baudrillard habla de las "sociedades primitivas" y señala cómo en éstas el intercambio tenía una función simbólica y no económica, y que por tanto no tiene sentido aplicarles el concepto de "excedente". Es decir: la primacía de la producción es propia del industrialismo y no puede extrapolarse fuera de sus propias fronteras históricas; en esto el marxismo compartiría con el psicoanálisis una búsqueda de universalidad que es a la vez un error epistemológico y una velada forma de dominio.

El etnocentrismo no sería casual; es fruto esperable de la aceptación del criterio de la producción como actividad fundamental de relación del hombre con la naturaleza, lo que obviamente privilegia a las sociedades productivizantes y desarrolladas.

La producción, el privilegio del conocimiento objetivo y de la conciencia que se siguen necesariamente, signan fuertemente al marxismo, y son sin duda características típicamente "proyectual / modernas".

Marxismo, modernismo, vanguardias

La relación del marxismo con las vanguardias estéticas ha sido conflictiva no solo desde el poder político soviético sino desde los intelectuales mismos. Los pocos que manifestaron inquietudes en ésta dirección, mantuvieron posiciones conflictivas ante el modernismo.

Era esperable: una lógica de la acumulación, ya fuera productivo / económica o de fuerzas políticas, asigna escaso lugar a lo que sea percibido como desorden, desarmonía, ruptura de la "organización". Es éste el caso de un intelectual del brillo de G. Lukács, quien, coherente con su origen patricio, defendió el realismo, entendido como función "cognoscitiva" y representativa del arte, posición que frente al modernismo apareció como una reacción conservadora. Lukács, incluyó al modernismo dentro del marco global de "asalto a la razón" que creía encontrar en su época. Los signos de fisura en la modernidad que empezaban a aparecer, resultaban lesivos para el racionalismo de Lukács, quien los entendía generalizadamente como decadencia y apertura de espacios para el fascismo. Así, en filosofía habían sido atacados Nietzche y Heidegger, y también el descubrimiento freudiano, a pesar de su vetusta y tradicional epistemología, sería tematizado como parte del fenómeno.

La razón de Lukács no era instrumental, y en esto rechazaba también a Brecht, que ponía el arte al servicio de la lucha política. Sus usos de "montaje" que analogizaban algunos del cine de Éisentein y su búsqueda de "distanciamiento" carecían de finalidad estética autónoma: el teatro era arma de la política .

En lo que hace a nuestro interés, importa destacar que Brecht asignaba valor a las posibilidades "modernas" como movilizadoras de la sensibilidad, como aperturas y modos de ruptura con lo rutinizado para acceder a una "negación". De tal modo, se producía aquí una curiosa combinación de necesidad práctico-instrumental en relación a lo ideológico y político inmediatos, con valorización "moderna" de posibilidades de la técnica; se confiaba en que lo técnico podía servir a romper con su propia lógica, lo cual permitía aceptar el lado ¨ negativo ¨ de la modernidad, sin rechazar, su faz de ¨ progreso ¨ tecnológico.

La posición del marxismo sobre el modernismo – vanguardias de comienzos de siglo – fue, en sus mejores intelectuales interesados por el arte, muy diferenciada pero siempre "moderna", si la vemos desde la perspectiva actual de crítica de la modernidad. La de Lukács respondió a la dialéctica racionalizante en el sentido que hemos desarrollado acerca de Marx, sólo que éste era capaz de integrar lo ¨ plebeyo ¨ al análisis, recurso que se dificulta a Lukács.

Podríamos decir que las vanguardias constituyen "la otra" gran crítica inmanente a la modernidad, además de la del marxismo. Apuntan hacia otra dirección que ésta, en la medida que provienen del arte, no pretenden tanto la construcción práctica de una sociedad diferente, como establecer una nueva forma de experiencia. Un modo de experiencia que rompa con la impuesta por el mundo instrumental, como será claro en el expresionismo y el surrealismo. Las vanguardias no están, por lo tanto, situadas en el espacio de apología de la producción y de la funcionalización crecientes, dominantes en el proyecto moderno.

No es desdeñable tampoco atender a la homología con el significado del termino político "vanguardia", utilizado a menudo por la izquierda, asociado con la idea leninista de lo político como centralizado, jerarquizado, practicado por profesionales de la política alejados de las bases y que harán llegar a éstas los frutos de su saber especializado.

El posmodernismo renunció a ser vanguardia y a toda idea de vanguardia. No agregó nada nuevo, reapropió -mezclándolo- lo anterior; ninguna ida hacia delante, pero tampoco nostalgia del pasado. Simple uso desustancializado de materiales anteriores que no pretende llevar a cabo "proyecto" alguno.

La paradoja del presente es que no sólo se ha consumado la modernidad tecnológica hasta el límite de la robotización y del predominio de la informática por sobre lo industrial, sino también la protesta cultural moderna; la que fuera utopía de una vida llena de estímulos, sin tabúes, moralmente "liberada", se ha cumplido. La falta de vanguardia es hoy expresión de una doble ausencia: la de algún futuro por hacer, y la de un pasado que valga la pena reivindicar.

Carlos Marx

Crisis de la razón

Resuelta difícil acotar lo que se entiende por esta expresión. Partamos de superar malentendidos: no se trata de que la razón no se use más, de "hacerse el loco", y lanzar invectivas irracionales contra la razón. Se habla de crisis de la razón desde el postulado de cierta razón, apelando a argumentos racionales.

Cuando se habla de crisis de la razón se habla de crisis del fundamento, crisis de legitimidad de la razón. Se afirma que de hecho los usos de la razón ya no se asumen como "naturales" ni universales, ni correspondientes a una legalidad intrínseca del mundo o de "la mente" en general. Se trata de que el supuesto avance de la racionalidad hacia un mundo cada vez "mejor", mas manejado por el hombre y acorde a las necesidades de éste es lo que ya no se acepta como evidente.

El desarrollo del productivismo industrial a presentado sus limitaciones: agotamiento de recursos no renovables, contaminación, ciudades inhabitables despersonalización, etc. . En el capitalismo avanzado se reconoce claramente esto, lo cual a conducido últimamente a una revolución tecnológica permanente que va en dirección opuesta al gigantismo en las fabricas y que tiende a las unidades productivas pequeñas, y a la predominancia de la informática como una tecnología que no implica transformación material con sus desventajas concomitantes. Todo esto a golpeado sobre la legitimación de la racionalidad tecnológica ha minado la fe en esta y en la transformación que se creyera ilimitada del mundo físico, ha movido incluso a ruidosas protestas contra sus frutos indeseados y ha repercutido en una mirada diferente sobre la ciencia. Ésta, ligada desde la modernidad intrínsicamente a la tecnología, e incluso cada vez más reducida por ella en el capitalismo avanzado, no ha podido escapar al cuestionamiento. La ciencia está ligada con la tecnología social de la instrumentalización de la naturaleza y del control político, y esto ha sido por fin masivamente percibido.

Por otra parte hay crisis del fundamento de la legitimidad, donde ala retirada del marxismo en el capitalismo avanzado, puede sumarse la evidente falta e entusiasmo ciudadano en torno al sistema político, el cual cada vez más es percibido como una simple "representación" externa y con tintes de "show", mientras la moral afirmativa del sistema es mínima; el Estado de bienestar ha desaparecido como posibilidad, dando lugar a una jungla individualista, y existe el peligro constante de una tecnocratización de lo político que convierta a su ámbito en una máquina anónima y sin capacidad alguna de reconocimiento de lo axiológico .

En la cuestión de la ciencia, el gran paradigma de la física newtoniana fue sacudido en microfísica por el problema de la indeterminación en cuántica; y en macrofísica por la teoría de la relatividad, pasando a depender variables y categorías hasta entonces creídas como naturales y "esenciales" del sistema de referencia.

Ya no hay un "momento" de universalidad de lo social en el concepto, ni se confía en que una interpretación unificante pueda dar cuenta de las características del mundo; la apertura por la modernidad de la escisión arte-ciencia-política se ha hecho ahora más marcada, y la filosofía no es más pensada como cúspide sintetizadora.

A esto deberá agregarse las variantes epistemológicas o "anarquistas", es decir, la ruptura del logicismo "duro" en la filosofía de la ciencia anglosajona, y la emergencia en lo literario y lo científico, de discursos que se hacen conscientes de la crisis.

De lo que se trata es de la crisis de una idea de la razón, aquella que la pretendía autofundada, suficiente, universal, con criterios de decidibilidad prácticamente definitivos, en fin, una fiel lectura de la esencia del mundo en la suposición de que existe algo como esa esencia. Tal razón es la que se ha quebrado. Y los que lo constatan, cabe señalarlo, no son sólo apocalípticos; quienes han hablado del tema provienen también de las ciencias sociales e incluso en algunos casos de discursos tan poco proclives al "irracionalismo" como el marxismo.

Nos encontramos en un amplio mosaico de posibilidades, que van desde la epistemología a las ciencias sociales, de éstas a las físico-naturales y de allí al arte y la política. Pretender negar el fenómeno sería una reacción ingenua; no admitir que pueda denominarse "crisis de la razón" – por adscripción a un racionalismo cuya raigambre en nuestra cultura es sobradamente sólida- obligaría a encontrar una expresión más feliz, pero que no evite denotar que hay un "desfondamiento" de certidumbres supuestas, esas que hallaban su suelo en la creencia de que existe autosuficiente.

¿Cuál es la ubicación de éste fenómeno en relación con el de la posmodernidad?

Diríamos que, en cuanto a su efecto actual, ambos fenómenos se superponen en buena parte, pero no completamente. La posmodernidad es crisis de la razón, sin duda, pero también crisis de las modalidades de cotidianidad previas y también de las utopías; es decir, está implicado más que aquello que se hace a la razón, dentro del campo de lo que hemos discutido acerca de su ejercicio o su fundamento.

El fenómeno de crisis de la racionalidad en el momento actual es menos abarcativo que el de la posmodernidad, sería casi "una parte" de éste, aunque puntualizamos también que sus consecuencias no son siempre y necesariamente convergentes con las de lo posmoderno, mas allá de la tendencial coincidencia.

SOBRE LO POSMODERNO

Existen al respecto versiones variadas: por ejemplo, aquellas que la asocian a posmodernismo artístico y posestructuralismo teóricos sin mayores diferenciaciones con estos, y que no se preocupan de una "sociedad posmoderna", sino de obras posmodernistas discutiendo los efectos ideológicos y sociales de éstas. Se trabaja acerca del fin de las vanguardias, y se discute si la retracción hacia la mezcla lisa y llana de arte y cotidianidad puede producir efectos de criticidad o de adaptación a lo establecido.

Debemos discutir, además, los efectos políticos del posmodernismo, advirtiéndose que hay una vertiente que es crítica y otra adaptacionista, aunque la valla de demarcación no sea fácil de establecer. Pero habrá que admitir que los parámetros con los cuales se juzga aquí lo posmoderno le son externos, es decir que se hace una lectura con nociones de la política moderna sobre lo posmodernista.

Los posmodernistas deberían ser conscientes de la cuestión y de su toma de posición no solo frente al arte posmodernista y las vanguardias artísticas, sino también sobre las sociedades moderna y posmoderna y sus respectivas concomitancias axiológicas.

El posmodernismo implica abandono de la proyectualidad, o imposibilidad de su pensamiento, asumido esto como dato social objetivo; ausencia de cualquier "totalidad" como horizonte de significación social o política; una estética que no "rompe" con lo dado.

Si nos ubicamos en los valores que lo posmoderno ha planteado, hay que advertir, en una misma textualidad, la existencia de aspectos compartibles: reasumición de la experiencia inmediata del sujeto, sin mistificarla en presencia; recuperación de lo corpóreo; toma de lugar en los problemas más directos de la comunidad a que se pertenece; eliminación de los teleologismos que pretenden una historia predeterminada; capacidad para un talante "no crispado" de la experiencia y para el goce correspondiente, su búsqueda y reconocimiento, etc.

Lo posmoderno implica asumir una actitud no critico-negadora, no engarzada en el talante "duro" de lo que Lipovetski denomina época disciplinario-revolucionaria. En esta última época el poder se concentraba y establecía el autoritarismo y el disciplinamiento social como necesidad interna de su mantenimiento; hoy, por el contrario, se ha consumado la crítica a la cultura de la modernidad, se ha realizado prácticamente.

La crisis de comienzos de siglo en cuanto a la "razón" fue modulando pasos hasta que se impuso: ya no escandaliza hablar de diferencia, el sistema lo soporta; el territorio de la tolerancia se ha impuesto, y la dominación social se mantiene perfectamente sin necesidad de una cultura de la represión; no se necesita, en términos de Marx, "coacción extraeconómica".

El mundo tecnocrático consumado "absorbió" a su polo negativo- dialéctico, lo incluyó en si, lo paso a la negatividad a la realización, sin necesidad de la revolución ni ruptura y por tanto lo apaciguó.

Tenemos corporeidad, no aceptación de la representación, negación de la teleología, deslegitimación de los grandes textos del Logos, pero ninguna revolución del orden establecido, ningún abierto desbordamiento de las practicas, ninguna afirmación de lo abismático enfrentada a la organización social vigente. Todo lo contrario; sumisión pasiva, alejamiento hacia la subjetividad, interés por lo individual, narcisismo y "masaje", espíritu calmo y autocomplacido. El capitalismo avanzado nos ofrece el escenario del tedio y un amable "pasar lo mejor posible"; la liquidación de telos no ha dado lugar a la esperada emergencia de un heterodoxo espacio del acontecimiento y la experiencia de los límites.

No adscribimos a la posmodernidad la desesperada "búsqueda de los límites"; ésta se inscribe en un rechazo de la técnica y de lo instrumental, que no es propio del rebasamiento posmoderno, el cual no ataca a la técnica, sino descree de ella asumiendo sin embargo su existencia como inevitable. La posmodernidad, tal cual se plantea, ha transformado a los sujetos en pantallas informes de una constante estimulación por los medios de comunicación de masas; sujetos que pierden toda identidad / unidad e n su servir de punto terminal de emisiones que pueden poner en un mismo plano lo que pasa en la esquina con lo de la India, lo trágico y lo banal, la publicidad con las noticias, lo íntimo y lo público, determinando la pérdida de la posibilidad de elaboración diferenciada de las recepciones, con lo cual la respuesta emocional deja de adecuarse a las características de lo receptado, para simplemente in-diferenciarse ante todo tipo de situaciones.

En lo posmoderno se abandona toda voluntad de cambio global, y más decisivamente la idead de que deba apelarse al esfuerzo que implica lo voluntario.

¿Posmodernidad en Latinoamérica?

¿Qué podemos decir acerca de la cuestión de la posmodernidad en relación con América Latina?. Partamos primero de establecer que nos parece erróneo afirmar sobre esta cuestión.

La primera idea que establecemos es que lo posmoderno sea ajeno a nuestra idiosincrasia, a nuestra identidad nacional o continental. La identidad es siempre fluyente y en permanente situación de reconstitución. Nos guste o no, en el mundo de las comunicaciones satelitales es impensable pensar las culturas populares en una esfera de influencia y poder.

La segunda idea es que lo posmoderno sea identificable "punto a punto" con "irracionalismo" u oposición cualquiera al pensamiento racionalista occidental. Al comprenderlo así, resulta que los latinoamericanos seriamos posmodernos avanzados al libreto; posición notoriamente cercana a la anterior. Seríamos superiores, ya estábamos instalados en el lugar en que trabajosamente se está ahora ubicando en Europa. Sólo que se olvida que el prefijo "pos" implica rebasamiento, superación. La posmodernidad es la culminación de la modernidad no su "superación", sino una aceptación, profundización. Imposible superar el horizonte de la modernidad cuando ésta aún mantiene sus promesas, cuando se escucha en nuestros países hablar de necesidad de mayor producción, mientras los posmodernos discuten cómo liberarse de los efectos de ésta.

La tercera idea es que lo posmoderno sea una tapadera ideológica de los graves problemas del subconsciente, un procedimiento efectivo para desviar la atención.

La cuarta idea se trata del caso de quienes desde nuestros países no establecen "especificada" sobre Latinoamérica, sino que se inscriben en el debate a nivel mundial. Y renuevan la tesis de que la modernidad no esta concluida, lo cual en América Latina es por demás obvio.

Despejado el camino de los supuestos que no compartimos, podemos avanzar en la cuestión misma. Lo posmoderno nunca podría darse entre nosotros en "estado puro", no puede incorporarse sin modulaciones, porque no nos tocan las situaciones sociales que lo han originado. No estamos en el paraíso fatuo del consumo inútil, no hemos llegado a hartarnos de los excesos de la productividad y el industrialismo, no se nos ha perdido la naturaleza ni la automatización ha encerrado todas nuestras rutinas. Lejos estamos de que así sea, en todo su desarrollo y para toda la población. Sin embargo, habitamos grandes metrópolis donde el smog y la impersonalidad son omnipresentes, desde México a San Pablo; contamos con la informática operando en la producción y la administración, tanto pública como privada; receptamos las comunicaciones por satélite desde el cualquier parte del mundo, vivimos la imposición del video y ejercemos la comunicaciones con personas de países cercanos en una medida impensable hace 40 años. La irracionalidad en la administración de las grandes metrópolis, sus problemas de desempleo y transportes, la cantidad de desocupados y de habitantes sin acceso a los servicios elementales que viven en ellas, hacen que allí la "desustancialización" típica de lo posmoderno no sólo se verifique, sino que se incremente sensiblemente. Desde el punto de vista tecnológico estamos afectados de hecho, por algunos de los fenómenos que han dado lugar a la irrupción de lo posmoderno en los países "centrales".

Estamos afectados por fenómenos que han producido el efecto posmoderno, aunque la cobertura social del caso sea menos general, y la interpretación o conciencia social del mismo se articule con situaciones diferentes de aquellas que hacen a las sociedades avanzadas.

Otro hecho tener en cuenta es que en nuestras sociedades ha llegado directamente la influencia de la cultura posmoderna, como modo de vida, y también como estilo artístico y posición teóricas en ciencias sociales y filosofía. Los jóvenes se han investido del modo de vestir, el paso de baile, la música de los países centrales. Pero como el hombre no es otra cosa que sus relaciones, es decir, sus influencias. Nos guste o no, los jóvenes que se reconocen en el rock son tan nacionales como aquellos que gustan de la tonada o el tango; la mayoría de ellos no salió nunca de la Argentina, y es dentro del país donde asimiló como propias estas manifestaciones culturales. No hay ya una cultura nacional a la que asimilarse, sino una multivocidad de subculturas según zonas geográficas, clases sociales, edades cronológicas, niveles de escolarización. Sin duda los jóvenes, los intelectuales, y personas de clase media y media alta han recibido de manera directa influjos de la cultura posmoderna impuesta en los países del capitalismo desarrollado. Y, como sucede con toda apropiación, no han copiado nada, sino que habrán reconfigurado sus representaciones previas combinándolas con la nuevas, y recomponiendo a éstas a su vez. Habrá que insistir en que lo "nacional" también puede sustentarse en una configuración propia de insumos no-nacionales.

En lo que hace a las posibilidades del progreso en el bienestar y el consumo, del aumento de la productividad y el aumento de las posibilidades redistribucionistas, hay que admitir que la cuestión de la deuda ha segado todas las ilusiones. Latinoamérica va hacia atrás. Si se paga la deuda habrá miseria creciente, si no se la paga las represalias económicas y políticas implica también miseria creciente, aunque con otra perspectiva de futuro, y una alta conflictividad social y política en el presente. Muchos jóvenes advierten que no tienen futuro en nuestros países, que el esfuerzo de estudiar no asegura recompensa para quien finaliza una carrera universitaria, que, en fin, "todo da igual". Esta mentalidad de desesperanza y "dejar pasar", de admitir que hay que concentrarse en el momento porque el futuro no promete, es paradójicamente similar a la de los que practican el hedonismo frente al hartazgo de posibilidades ofrecidas, o por debilidad, dado que ha vivido en una sociedad que todo lo otorgó. El "efecto" es muy similar: individuación, falta de solidaridad, ausencia de tecnología, aferramiento al presente, desencantamiento del mundo.

No somos ajenos a la posmodernidad en el subcontinente. El fenómeno está entre nosotros, aunque su presencia se mezcle con los hechos y posiciones que devienen del campo de "modernizadores" y de "antimodernos".

Antes de ingresar en la cuestión de modernización, convendrá hacer referencia a la problemática de la modernidad latinoamericana. ¿Somos o no modernos?. En buena medida coincidimos con las tesis expuestas por Brunner y las de un artículo de G. Yúdice: la modernidad latinoamericana ha sido una modernidad "sui generis". Naturalmente se trata de una modernidad "inconclusa", pero si quitamos todo principio finalístico, habrá que señalar que más bien ha sido heterogénea: es decir, que ha tenido cumplimientos diferenciados según diversos sectores sociales. Esta heterogeneidad, posible por los amplios sectores sociales no concernidos directamente por la lógica del empleo y los servicios en el capitalismo dependiente, da lugar a un amplio margen de "modernidad sui generis".

También puede afirmarse que nuestro subcontinente asumió forma jurídicas e institucionales que se correspondían con el desarrollo económico de los países europeos, pero no con el propio. De manera que nuestra modernidad en este aspecto es particularmente "coja": no ha cubierto del todo la ruptura entre moral, arte y ciencia que Habermas señala a la salida del sistema feudal.

Podemos hacer nuestra la afirmación de que "nuestro subcontinente parece estar atravesado por las cualidades y consecuencias de una modernidad que fue aquí menos emancipatoria y mucho más trunca, y por trazos de posmodernidad que gestan valores sobre bases seguramente diferenciales de las del primer mundo"

La modernización como búsqueda

La cuestión de la "modernización" ha sido la referida al cumplimiento de la "ultima etapa" de la modernidad y la secularización y tecnologización que le serían inherentes, según la idea implícita de que hay "una" modernidad. Se trata, por los partidarios de la modernización, de imponer ciertas normas "universales" de la racionalización hasta sus últimas consecuencias en lo económico, tecnológico, político y cultural.

Por tanto, la modernización no pretende la "entrada a la modernidad", lo cual sería hoy obviamente extemporáneo, sino el cumplimiento de sus posibilidades máximas, el impulso para la realización de tales posibilidades en sociedades en que ellas no se han verificado, y donde hay evidentes obstáculos para ello.

A quienes proponen la modernización suele llamárselos "posmodernos", probablemente porque han renunciado a la noción de revolución social, y en esto coinciden con el talante "blando" posmoderno. Pero la equiparación es errónea, en cuanto la posmodernidad parte de la apuesta fuerte por la pluralidad social y multiplicidad de lenguajes, mientras la de modernización, de la funcionalización de la sociedad como sistema regulado. La primera desconfía de la razón, la segunda es una propuesta de racionalización "progresiva" y teleológica de corte tradicional. La primera asume frente a la tecnología una resignada distancia, la segunda la reivindica como fuente de superación en lo económico y cultural.

Es en el plano de lo político donde se ha dado la discusión sobre la modernización de una manera más acabada. Si bien algunos han enfatizado lo tecnológico y sus consecuencias para el desarrollo económico, los desarrollos más acabados y conceptualizados se dan en torno a la relación entre sistema político y modernización en el plano de la cultura.

Si por una parte, la sola tecnología no alcanza para salvar nuestra economía, ¿tendremos que aceptar que resulta "indiferente" para nuestra situación económica? Cuanto mayor sea la brecha tecnológica con los países centrales, ¿mejor nos irá?. ¿Esperaremos a las grandes reformas sociales y a los programas epopéyicos para reformular nuestra pobre política en lo tecnológico?

El debate más interesante es el que se dio en relación con la cuestión político – institucional, fue en la Argentina el mas activo en la promoción de la modernización.

La "aplicación práctica" de la cuestión de la modernización debiera pensarse no abarcando a la totalidad de la gestión de gobierno, sino sólo en relación a lo institucional, a lo cual se atuvo principalmente.

La propuesta se trataba de eliminar los comportamientos "irracionales" y autoritarios, o hacerlos residuales y controlables, a fin de permitir un sistema político democrático estable.

Hecho este diagnostico, se impone entonces favorecer e impulsar un proceso de racionalización progresiva de los comportamientos sociales y políticos: esto sería la modernización. Impulsarla sería propender a una mentalidad más pragmática y tolerante, menos principista y "dura"; en esto colaborarían modificaciones material-económicas y la insistencia de la pluralidad, el consenso, la "laicización" de la discusión pública sin principios absolutos ni verdades supuestamente trascendentales.

Ésa es la propuesta, sintetizada en extremo. A ella se opondrían, esperablemente, los sectores políticos más conservadores y las instituciones de discurso "duro".

La problemática debiera ser siempre "situada". Ciertas respuestas desde la izquierda y el peronismo se mantuvieron en la negación tradicional en base a los dogmas preestablecidos, o a intentos de discusión teórica donde se niega la pertinencia del problema como si no pudiera pensarse qué tiene que ver la modernización con la dependencia, si ambas no pueden ser problemáticas articuladas.

Del mundo de la bipolaridad al mundo de la globalización

Una mirada a la segunda mitad del siglo XX

Es posible percibir el peso de la densa trama de esta etapa de la historia humana. El siglo XX aparece estructurado como un tríptico: una primera etapa que transcurre entre 1914 y el fin de la segunda guerra mundial; un periodo de aproximadamente cuarto de siglo desde 1945 y el último cuarto de siglo.

Durante la segunda mitad del siglo XX hemos tenido la oportunidad de asistir al desarrollo de un proceso que se inició con el surgimiento de la estructura bipolar al finalizar la segunda guerra mundial.

La partición del mundo en dos campos

La segunda guerra mundial marcó una ruptura significativa en el campo de las relaciones internacionales; sucede un régimen caracterizado por la bipolaridad y el surgen las superpotencias.

Entre 1945 y 1955 se configura lo que se denominó guerra fría. Esto implicó la adopción de la política de la contención en Estados Unidos y el control de los países de la Europa Oriental por parte de la Union Sovietica.

Durante la realización del XX Congreso del PCUS (1956) Nikita Kruschev anunció una política de coexistencia pacífica entre las sociedades comunista y capitalista, pero esto no significó la desaparición total de los conflictos.

Al comenzar la década del 70 la administración de Nixon inaugura el periodo de la détente o distensión. A esta altura, el sistema internacional presentaba modificaciones que lo volvían diferente de la bipolaridad estricta de los años 50: La Union Sovietica se encontraba más consolidada, China se presentaba como un poder en el este asiático, Europa y Japón se convertían progresivamente en los competidores económicos más importantes de los Estados Unidos.

La administración Carter adhirió, en un primer momento, a la política de distensión, pero sobre el final de la década algunos acontecimientos hicieron que se retomara el principio de contención.

La década del 80, pues, se inició con la crisis de los lineamientos de la política internacional sostenidos durante los años 70.

El gobierno republicano (Ronald Reagan 1981) pone en marcha un conjunto de concepciones que contemplaban el retorno de la guerra fría y una relación estrecha entre los intereses de la economía y la seguridad.

Sin embargo, el desarrollo de algunos acontecimientos evidencian la imposibilidad de revivir la guerra fría en su plenitud.

La URSS fronteras adentro

Durante el estalinismo la Unión Soviética logró llevar a cabo su industrialización a marcha forzada logrando nivelarse hacia los años 40 con el mundo occidental. Luego de la segunda guerra mundial emprende una nueva carrera destinada a equipararse en poderío militar a la superpotencia rival.

Pero la magnitud del esfuerzo militar estaban minando sus propios cimientos económicos.

A comienzos de los años 70, la URSS comienza a sufrir un proceso de desaceleración de su ritmo de crecimiento, un aparato reproductivo envejecido requería de inversiones masivas que los gastos militares hacían /imposibles.

El proceso de desarme

Desde la década de los 60 y 70 venían produciéndose negociaciones soviético-norteamericanas en torno al armamento nuclear.

En 1987 Ronald Reagan y Mijail Gorbachov firman el tratado de Eliminación de Armas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), en noviembre de 1990 se establece la reducción de fuerzas convencionales en Europa, en 1991 ambas potencias eliminan el 30% de sus armamentos nucleares (START1), en enero de 1993 (START II) reducen en los tercios las armas nucleares estratégicas de ambas superpotencias.

Es notable la concentración de iniciativas y concreciones en el terreno del desarme que cubren la década del 80.

La crisis económica en la URSS y una serie de acontecimientos y factores internos y del sistema internacional en relación con Estados Unidos crean las condiciones para que la iniciativa soviética de desarme cristalice y origine un giro en las relaciones internacionales.

Acerca del orden económico internacional

La noción de economías occidentales nace en 1948/49 cuando el occidente de Europa queda incluido dentro del orden económico liberal y el este europeo pasa a integrar el COMECON.

Dentro del campo occidental, reconstruir ese orden económico liberal constituyó una de las prioridades de la segunda posguerra.

En la conferencia Monetaria y Financiera de la ONU (1944) se acordaron las reglas de juego de funcionamiento de la economía en el terreno internacional.

Allí se estableció un sistema de convertibilidad en dos niveles: por un lado entre el dólar (convertido en divisa clave) y el oro y por el otro, entre el dólar y las demás monedas (denominadas como divisas periféricas).

Se creo un fondo de ayuda mutua (fondo Monetario Internacional).

Este orden, conocido como Bretón Woods, se apoyaba en el oro, pero, además, consagraba el papel central del dólar.

Durante toda la década del 50 y hasta mediados de los 60 Estados Unidos era dueño del 50% del producto bruto mundial.

Esta etapa corresponde al periodo denominado "la edad de oro" y es globalmente considerada de enorme expansión. Este panorama se vera progresivamente modificado hacia fines de la década de los 60. A esta altura, el valor total de los dólares en el mundo excede al del oro depositado en la Reserva Federal y esto produce el fin de la paridad fija entre el oro y el dólar en 1971, y el oro va desapareciendo del sistema.

La duplicación de los precios del petróleo en 1973 y 1974 sumó un elemento mas a la crisis, llevo a primer plano la conciencia de la dependencia de los países industriales y afectó principalmente a estos últimos, llevó a una revaporización del mercado y a una retracción de la presencia del Estado.

Los datos que constituían el mundo de posguerra poco a poco han ido desapareciendo o relativizándose.

Nos encontramos pues, en los 90 con el "mundo de la globalización".

Características de estas décadas:

Los años sesenta y primeros de los setenta:

Etapa de progreso y optimismo, se impulsaron en muchos países cambios estructurales.

Los años ochenta:

La brusca desaceleración del crecimiento económico condujo a un aumento de las tasas de inflación y a un incremento de la deuda pública y del desempleo.

La incertidumbre sobre el futuro, la reducción de los niveles de ingreso, la prolongación de la esperanza de vida, los cambios en la estructura familiar y el incremento de los movimientos migratorios entre los países fueron algunos de los rasgos que caracterizaron este periodo.

Aproximaciones al fenómeno de la globalización

La idea de globalización remite al análisis del sistema internacional y al campo académico de las relaciones internacionales.

Análisis descriptivo

Un primer fenómeno claramente perceptible es el volumen y complejidad de los flujos de información, de capitales, de bienes, de personas y de ideas que recorren con extraordinaria facilidad y rapidez el planeta.

La capacidad de la tecnología de las comunicaciones hace posible lo que no hasta hace mucho tiempo era impensable.

Las empresas transnacionales (ET) se convierten progresivamente en las principales protagonistas de la economía mundial.

Un segundo fenómeno es la conformación de grandes espacios económicos: regionalización. La actividad económica mundial se concentra cada vez más en tres grandes áreas: Asia, América del Norte y Europa.

Dos cuestiones aparecen vinculadas con la regionalización. La primera tiene que ver con el interrogante acerca de quienes inducen los procesos de integración regional; la segunda se refiere a la posibilidad o no de compatibilizar dos procesos (regionalización y globalización)

Toru Yanagihara afirma que la economía mundial se caracterizará durante el próximo siglo por la coexistencia del globalismo y el regionalismo.

Hoy se habla de dos macro regiones geopolíticas: la región incluida y la región excluida del modelo de desarrollo globalizado.

En el terreno de la ideología puede observarse una revalorización de las concepciones liberales tanto en el sector de la economía como en el de la política, el sistema internacional ha experimentado importantes transformaciones.

Por otra parte, de un sistema internacional en el que el estado era el protagonista, se está transitando a uno donde las organizaciones subnacionales y no gubernamentales adquieren protagonismo.

El fenómeno de la globalización relativiza el concepto de frontera y las posibilidades de control efectivo del estado nacional.

En torno a la interpretación

Podemos distinguir entre las interpretaciones que restringen al fenómeno de la globalización al terreno de lo económico y aquellas que engloban en él un conjunto más amplio de los aspectos.

Entre quienes realizan un análisis puramente económico se encuentra la Dra. Diana Tussie. Su análisis indica que en los años 80 se plantea una ruptura que hace posible la distinción entre la etapa de la internacionalización de la de la globalización.

Características de la internacionalización:

  • El factor catalítico de la economía internacional era el comercio
  • Existía la inversión extranjera pero no integraba mercados sino que los segmentaba
  • La principal fuente de flujos de capital era Estados Unidos
  • Las tres cuartas partes del comercio mundial y de la inversión extranjera se llevaban a cabo entre los países centrales.

A partir de los 80 el factor catalítico ha dejado de ser el comercio y ha pasado a ser la inversión. Esta inversión está preocupada por la reducción de costos e incorpora a la inversión productiva a todos los países buscando la optimización de los factores de producción.

Japón y Europa también son flujos de capital, hay un cambio en la participación relativa de la periferia en la economía internacional (del 25% pasa a un 40%)

La globalización avanza de dos maneras: por extensión y por profundización.

Luciano Tomassini, cree que no se trata de una fenómeno puramente económico, dice que la globalización es la difusión e integración a trabes de las sociedades nacionales de las formas de producción, de los procesos tecnológicos, de los movimientos de capital, de la forma de organización de los mercados, del diseño organizacional y gerencial de las empresas y otras instituciones públicas y privadas, de la forma de vida urbana familiar e individual, de los intereses de la juventud o la mujer en la sociedad, etc.

Tomamos un ejemplo de un recorte periodístico del año 2000 que nos demuestra que es lo que se aprendió sobre la globalización apuntada los proceso del mercado y la economía.(Ver ANEXO 1)

Dice también que es importante distinguir entre fenómenos situados entre otros momentos históricos como la internacionalización (principios del siglo XVI) y la transnacionalización (en la segunda mitad de la década del 60).

Raúl Bernal-Meza (analista en relaciones internacionales) ve a estos dos conceptos como los "generadores de las bases de la globalización de hoy".

Define a la globalización como un paradigma:"como tal expresa un marco conceptual, ideológico, interpretativo. Es una determinada visión del mundo"

Características de los años 90

La internacionalización de la economía esta transformando las relaciones sociales, la cultura y los valores dominantes de acuerdo con los valores de la economía de mercado.

La globalización de la comunicación y de la información

El desarrollo científico y tecnológico

La desaparición de las barreras entre las naciones y el atractivo de los países desarrollados están producciones o movimientos migratorios de enormes repercusiones

Cambios demográficos y familiares como el aumento de la esperanza de vida, disminución de la natalidad, envejecimiento de los trabajadores empleados, incremento de las familias monoparentales y la creciente incorporación de la mujer al mundo del trabajo.

La diversificación del empleo

El mantenimiento del desempleo

El pluralismo ideológico y moral de la sociedad

Parece más cercana a la realidad una interpretación amplia del fenómeno de la globalización. Sin duda la globalización abarca también fenómenos de orden político y cultural de los cuales es preciso dar en cuenta.

Es un fenómeno ineludible y complejo en el cual estamos inmersos, frente al cual los Estados deberán articular determinadas estrategias, es un proceso signado por marchas y contramarchas, con sus limitaciones y consecuencias no deseadas.

Globalización significa la perceptible perdida de fronteras del quehacer cotidiano en las distintas dimisiones de la economía, la información, la ecología, la técnica, los conflictos transculturales y la sociedad civil, y, relacionada básicamente con todo esto, una cosa que es al mismo tiempo familiar e inasible, que modifica a todas luces con perceptible violencia la vida cotidiana y que fuerza a todos a adaptarse y responder.

El dinero, las tecnologías, las mercancías, las informaciones y las intoxicaciones "traspasan" las fronteras, como si estas no existieran. Inclusive cosas, personas e ideas que los gobiernos mantendrían, si pudieran, fuera del país consiguen introducirse.

Así entendida, la globalización significa la muerte del apartamiento, el vernos inmersos en formas de vidas transnacionales a menudo no queridas e incomprendidas o – tomando prestada a la definición de Anthony Giddens*-actuar y (con)vivir superando todo tipo de separaciones (en los mundos aparentemente separados de los Estados Nacionales, las regiones, las religiones y los continentes).

*A. Giddens,Jenssits von links und Rechts; op.cit.,pags.23 y sigs.

LOS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN

Los medios masivos de comunicación son una herramienta, que permiten mantener a todo el mundo informados de lo que pasa a nivel nacional o internacional. Se trata de canales que nos entregan información, noticias e imágenes sobre cómo es el mundo en que vivimos. En las sociedades modernas, que necesitan estar en constante contacto y enteradas de todo lo que sucede, los medio se comunicación son fundamentales. Se cree que no se podría vivir de la misma manera que lo hacemos, sin ellos.

Son muchos, pero los más masivos y con más llegadas al público son la prensa, la radio, la televisión y en último tiempo se ha integrado también a este grupo Internet. Entre estos medios se ha formado una jerarquía. Un ejemplo con una noticia cualquiera es: la radio cuenta la noticia, la televisión la muestra, la prensa la comenta e Internet presenta las alternativas de interpretación no oficiales. Con lo que se demuestra que los medios masivos de comunicación se complementan entre ellos.

Tienen cada vez más influencia en la vida como formadores culturales y determinan parte de nuestras ideas, hábitos y costumbres, debido a que nos muestran a diarios "ejemplos" de lo que es el estilo de vida actual.

Se les critica a éstos medios masivos de comunicación de hacer de la violencia algo cotidiano y normal en la sociedad, desculturizar con programación sin importancia, en la televisión y en la radio, y artículos en la prensa, y desintegrar la unidad familiar entre otros problemas.

Se les acusa también de manipular el pensamiento del público con ideas política, económicas, etc. de un interés particular.

Pueden crear pasividad en los usuarios, con lo que influyen más fácilmente enlos pensamientos de las personas y pueden imponer actitudes superficiales y consumistas en ellas.

Podrían, por un lado, ayudar a culturalizar a las personas, pero por otro lado pueden mostrar una cultura superficial, rutinaria y consumista.

Así como se pueden usar los medios para entregar mensajes, por ejemplos de personas o productos, también se pueden dar mensajes que puedan ayudar a la gente que oye o ve, sobre temas sociales para tratar de solucionarlos, por ejemplo, mensajes sobre no consumir drogas o ahora último sobre la prevención del cigarro en los jóvenes. Estos avisos pueden generar actitudes positivas para hacer caso a los avisos que se dan.

LOS MEDIOS

La Prensa

Durante el siglo XIX hasta el principio del siglo XX el medio de comunicación más importante, y casi el único, fue la prensa, porque no existía otro medio capaz de competir con ella. Llegaba a todas las clases sociales desde la gente rica a la gente menos adinerada. Después de algunos años, a los diarios se información se le sumaron también revistas económicas y financieras, culturales, deportivas, para niños, etc. Por eso se hizo aún más masiva y pudo alcanzar a un público que no le interesaba sólo leer noticias, sino que quería saber almo más.

En el último tiempo, la prensa, ha aprovechado Internet, para crear diarios con elementos que no se podrían incluir en el papel, como videos y sonidos. Esto crea una ventaja para el lector. Incluso hay diarios que son sólo virtuales y no se publican impresos.

La Radio

Apareció a mediados de los años veinte y se generalizó entre los años cuarenta y cincuenta con la invención transistor. En esos años era igual sentarse frente a la radio y escuchar las noticias, también la radionovela, como en la televisión ahora. Luego comenzó a decaer en los años sesenta con la llegada de la televisión.

Con la expansión de la frecuencia modulada y de la estereofonía se crearon nuevas emisoras sin riesgo de interferencia entre ellas, con lo que aumento su numero y algunas se especializaron en distintos temas.

La televisión

Aparece un tiempo después de la segunda guerra mundial. Hace lo mismo que la radio, informa, entretiene, etc., pero incluye la imagen para hacer más atractivos los mensajes. Se posiciona como el medio masivo más usado y preferido hasta el día de hoy.

Internet

En la década de los setenta, cuatro universidades norteamericanas se unieron para crear lo que ahora conocemos como Internet, a partir de un proyecto del Departamento de Defensa de Estados Unidos.

Internet facilita la posibilidad de recibir datos precisos de cualquier tema y en cualquier lugar del mundo en forma casi instantánea. Es como una mezcla entre los otros medios ya que combina un estilo como el de la prensa ( texto con imágenes) con sonidos y videos. Además por éste medio se puede interactuar con otras personas en tiempo real. Por esos motivos este medio se está haciendo popular muy rápidamente.

INCIDENCIAS DE LA GLOBALIZACIÓN EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Donde más se nota el fenómeno de la globalización es en los cambios que se han producidos en los últimos años en todo lo relacionado con los medios masivos de comunicación.

La globalización se revela en lo comunicacional como una tendencia hacia el establecimiento de una cultura global. Mensajes masivos, uniformes, estandarizados, son recibidos en el mismo momentos por personas diferentes, en distintos lugares del mundo.

Hoy los mensajes son generados y manipulados en un lugar ajeno, por personas ajenas y con intereses ajenos a la comunidad que los recibe.

Se está produciendo un vertiginoso proceso de centralización y monopolización de los medios de comunicación.

Como consecuencia de esto nos encontramos con una serie de problemas: el primer problema es, entonces, como resguardar nuestra identidad social y cultural, dentro de un mundo mediáticamente globalizado. Un segundo tema, ligado al anterior, es el de la creciente influencia de los medios en la sociedad, en la política y en las instituciones.

El circuito mediático está conformado por las empresas, los medios y el público. Pero en él se producen numerosas interferencias. Las empresas generan mensajes, pero reciben presiones del poder económico y del poder político; el público, por su parte, recibe esos mensajes ya manipulados, pero genera, al mismo tiempo demandas a través del consumo.

El fenómeno globalizador incide de manera decisiva en la realidad económica, política y social de las naciones, pertenezcan estas al grupo minoritario de los países que sufren el atraso y la insatisfacción de sus necesidades.

La industria de los medios de comunicación no escapa a esta realidad, provocando una situación nueva desde el punto de vista de la comunicación.

Esta nueva forma de establecer contacto, obliga a replantearse el diseño de las pautas comunicativas. El neoliberalismo ha impuesto la tecnoburocratización de las decisiones y avanza hacia la uniformidad internacional. De esta manera, todo aquello que en las sociedades está sujeto a debate, se ve soslayado o reducido por presiones relacionadas con factores económicos; pareciera que las sociedades se planifican desde instancias inalcanzables y que lo único accesible son los bienes y mensajes estandarizados que llegan a los hogares de los ciudadanos.

Como contrapartida, la globalización provoca que el público, lejos de tener libertad de elección, se encuentre ante una gran cantidad de medios que ofrecen el mismo producto comunicativo; en otras palabras, podemos hacer zapping por decenas de canales televisivos o recorrer todas las estaciones de un dial y comprobaremos fácilmente que la programación no difiere demasiado entre uno y otro medio, poniendo de manifiesto la ausencia de alternativas –salvo en casos excepcionales-.

Otro tema relacionado con el público, siempre en el marco de un mundo globalizado, es que éste dista mucho de ser uniforme y, por el contrario, conforma un conjunto con un solo denominador común: recibir el mismo texto, a la misma hora, por idénticos canales. Pero allí terminan las similitudes y comienzan las diferencias profundas e insospechadas. Todo parece indicar que el propio mercado de consumo ha generado su propia tensión sin estar preparado para ella. Esta tensión se manifiesta en el avance del individualismo; es decir que el propio mercado de consumo ha exacerbado el individualismo en forma tal, que se encuentra hoy ante una multiplicidad de demandas que no puede satisfacer.

Esta situación indica que estamos ante una complejidad creciente de audiencias. Esto constituye una cuestión de fondo que se manifiesta de manera distinta, con ritmos distintos, en distintos sectores del mercado de medios de comunicación. En otras palabras: los públicos sé complejizan cada vez mas y la relación con los medios parece fragilizarse día a día, adquiriendo el carácter de inestable.

Por otra parte, la identidad ya no se define tanto por cuestiones históricas, sino que se configura mas bien en el consumo, depende de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse. Esto hace que las características de cada comunidad vayan variando, con ayuda de las nuevas tecnologías aplicadas, dando como resultado una comunicación más extensiva e intensiva entre las sociedades.

Toda la información que se produce a partir de la globalización, rompe las fronteras culturales que se habían consolidado, sobre todo, a través de la transmisión familiar. La transnacionalización de lo local y la incidencia de otras culturas, genera una nueva cultura, globalizada, de mercado y consumista, a la que se hace imprescindible ubicar en el marco de la construcción de significados en el colectivo social.

A través de los medios de comunicación, las señales civilizatorias globalizantes circundan el planeta al segundo, generando nuevos imaginarios colectivos. Pero la ecuación fundamental a resolver se sitúa, sin dudas, en el nivel del poder.

Los discursos, están articulados sobre los modos de producción y reproducción socio históricas, lo cual incide decisivamente en la emisión o recepción de un mensaje. La globalización no es ingenua, si bien responde a una dinámica intrínsica del sistema productivo, en el plano sociopolítico sabemos que tiene claras hegemonías. Hoy podemos observarlo con claridad en la siguiente secuencia: concentración del capital, concentración de poder económico, concentración del poder mediático.

Lo que merece un debate profundo, entonces, es plantearnos qué política de medios elaboramos frente a este dato de la realidad. Se impone preguntarnos si es el estilo neoliberal de globalizarnos el único, o el más satisfactorio.

Los medios masivos de comunicación tienen cada vez mayor poder y tienen una influencia creciente en la vida política nacional. No solo generan opinión y marcan tendencias, sino que muchas veces imponen los temas de la agenda política e inciden en el funcionamiento de las instituciones.

Sin dudas, el principal problema que plantea la globalización se relaciona directamente con los monopolios y oligopolios informativos. Sabido es que, por un lado, la concentración mediática provoca una merma en las programaciones locales, en detrimento de la difusión de la cultura y las tradiciones de cada comunidad. Por otra parte, el avance de la centralización ha puesto en riesgo numerosas fuentes de trabajo de técnicos, empleados y profesionales de los medios de esas poblaciones, fundamentalmente del interior del país.

Según la UNESCO, el vertiginoso desarrollo tecnológico tiende a tornar obsoleta cualquier medida antimonopólica. Esta situación se agudiza en los países empobrecidos, donde la lucha por el derecho humano a la información se da conjuntamente con otras luchas relacionadas con la necesidad de hallar soluciones para millones de personas azotadas por la pobreza, el analfabetismo y el desempleo.

Elaborar una política y una legislación que garantice el acceso a la información y el pluralismo, es una de las tareas impostergables para la elaboración de un nuevo proyecto de Nación para el presente siglo.

La globalización y la televisión

La irrupción del sistema satelital en la Argentina ha tenido mayor desarrollo a partir de la década del ´80. Sin embargo, el impacto permanente de los cambios vertiginosos relacionados con la concentración de los medios de comunicación y, en especial de la televisión, ha provocado perjuicios en lo económico. Este fenómeno provoca una consecuencia casi imperceptible pero que nos llevan a modificar y perder nuestras herencias culturales como producto de los cambios de los mensajes que se emiten. Por ejemplo, Halloween que es una celebración extranjera que ya hace varios años que se celebra en nuestro país como una fiesta autóctona.

Por la necesidad de ver algo diferente y de reemplazar el canal abierto como única señal posible se generaron nuevos empleos: unas 1.600 pequeñas empresas de video cable nacieron a partir de las necesidades de la gente. Es por eso que podemos decir que en nuestro país no hay herencia cultural posible.

La concentración llegó a los medios de comunicación de tal modo que tres o cuatro empresas poseen los canales de cable de todo el país. De ésta forma, han logrado acaparar todo, no sólo desde el punto de vista económico, sino también desde lo funcional.

Con el levantamiento de los troncales (que son los que permiten la emisión individual) desaparecieron los espacios locales de difusión y se dio paso a un proceso de terciarización ligado a la globalización, es así que se despersonalizan los contenidos de emisión.

Otro tema importante es el referido a la legislación. Si la ley 22.285 de radiodifusión no ha sido modificada, es porque los sectores que tienen que sentarse a la mesa para ponerse de acuerdo, aún no lo han hecho. Siempre se toman como ejemplo medios de comunicación estatales como la RAI y la BBC de Londres, pero deberían prestar más atención a casos más cercanos como la Televisión Nacional de Chile o la época de oro de ATC (Argentina televisor a color). Esto significa que hasta en las democracias más avanzadas, la mayoría de las emisiones estatales, no renuncian a la cuota de contenido nacional.

El tema de los contenidos es una cuestión prioritaria y debe estar señalado en una ley que haga comprender al Estado Nacional que ATC debe estar regido por su propia normativa y debe poseer se propio esquema de funcionamiento.

En términos generales, éste fenómeno de globalización –que en los medios masivos comenzó con la televisión pero que se extenderá- va a profundizar la brecha entre los que pueden acceder y los que no.

Democracia amenazada, medios bajo observación

"La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder… Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito."

Karl R Popper (1902-1994), filósofo social y político austriaco

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