- Modernidad
- Posmodernidad
- Modernidad, modernización, modernismo
- Sobre lo posmoderno
- Del mundo de la bipolaridad al mundo de la globalización
- Aproximaciones al fenómeno de la globalización
- Los medios masivos de comunicación
- Los medios
- Incidencias de la globalización en los medios de comunicación
- Televisión y familia
- Conclusión
- Anexo
- Bibliografía
Posmodernidad y globalización
INTRODUCCIÓN
¿Son los medios de comunicación, y especialmente las películas y series televisivas, un elemento fundamental para comprender la violencia social?, ¿Es la violencia mostrada por la televisión un reflejo necesario e inevitable de la violencia del mundo u ofrece, por el contrario, una visión distorsionada de la realidad que obedece a criterios de atracción de la audiencia? ¿Cumple la violencia televisiva una función valvular, (y por tanto funcional) o, por el contrario, potencia la agresividad tanto en las relaciones interpersonales y sociales como en el propio ámbito psicológico individual?
Interrogantes como éstos son los que trataremos de dilucidar a través de ésta monografía, pero para esto es necesario realizar un análisis profundo y detallado tanto de la situación propia de los medios de comunicación como de su contexto, ubicando al lector a tono con el tiempo y el espacio actuales, pero para eso es indispensable remitirse a las circunstancias que produjeron que la época actual se manifieste de esta forma.
MODERNIDAD
Una característica central del modo de ver el mundo al que llamamos "modernidad" es la crítica de la cultura que la fundamenta, como crítica a toda razón dogmática. Paradójicamente, la radicalización de las consecuencias de tal crítica es una de las deudas de la modernidad con la historia de la humanidad.
Los deslumbrantes desarrollos científico – técnicos de occidente en los últimos siglos no se compadecen con los esfuerzos y resultados actuales por comprender y, especialmente, por modificar las múltiples inequidades presentes en las sociedades humanas. Pensada desde el ahora, la que llamamos "modernidad" puede aparecernos como un dato más en la historia de las ideas que nos fue enseñada como proceso lineal y progresivo.
Sin embargo, el carácter más dramático del "giro paradigmático" moderno se juega precisamente en el tránsito entre dos visiones que explican el mundo y sus sucesos de modos distintos: una, anterior a la modernidad, centrada en explicar los fenómenos y sucesos naturales y sociales por fuerzas sobrenaturales o divinas (recuérdese la polémica Tolomeo – Galileo), otra, la moderna, que situándose en el ejercicio de la razón, explica, asume y atribuye los eventos sociales e históricos a lo humano mismo, al efecto de su capacidad de creación o destrucción, y los fenómenos naturales ya no al capricho de los dioses del Olimpo sino a relaciones internas a la misma naturaleza, susceptibles de ser conocidas y explicadas por la razón humana.
Se dice que este tránsito emancipa la subjetividad en el sentido del efecto de "desencantamiento" propio del mundo moderno, que al poner en crisis todo criterio de autoridad dogmática, verdad revelada e interpretaciones del mundo y de sus acontecimientos físicos, políticos, económicos y sociales recurriendo a una exclusiva y omnipotente voluntad sobrenatural, relanza a los seres humanos -social e individualmente- al reto enorme de pensarse a sí mismos, mirarse críticamente en su presente y pasado, prefigurarse en sus posibilidades futuras.
Mencionemos ahora las ideas de la modernidad en los Siglos XVII y XVIII.
La modernidad se había gestado en las ciudades comerciales de la Baja Edad Media en la que se había desarrollado el capitalismo y surgido una nueva clase social: La Burguesía. En las mismas se había originado el Renacimiento Artístico con figuras como Leonardo Da Vinci.
Políticamente, los estados nacionales, necesarios para encarar los enormes gastos que exigen las empresas de la modernidad, se van consolidando frente a la multitud de condados, ducados, etc. La autoridad de los reyes se imponen sobre los señores feudales.
En materia religiosa, se produce la Reforma Protestante, que propone la libre interpretación de la Biblia y la Iglesia se retira de los asuntos públicos. Estos cambios llevan a una crisis de la concepción medieval del mundo centrada en Dios.
No sólo en materia religiosa sino en general, al hombre ya no le alcanza con lo que dicen los viejos textos, sino que reina la duda. Hasta las verdades mas respetadas son puestas en tela de juicio.
En Inglaterra surge el Empirismo: Filosofía moderna en la que el conocimiento se haya fundado en la experiencia y por experiencia. Para los empiristas no hay ideas innatas, la conciencia es una tabla rasa y quien escribe es la experiencia.
El iluminismo, en el siglo XVIII se nutre de la tradición racionalista francesa, el empirismo británico y el desarrollo de las ciencias. Defiende una razón que se apoya en la experiencia, que va de lo singular a lo universal, de los hechos a los principios. Los ilustrados le asignaran un papel fundamental a la educación y, en particular, a la escuela y al libro. Los iluministas creen que es posible lograr, en el futuro, una humanidad mas libre de los condicionamientos de la naturaleza. En materia de religión, son librepensadores y sostienen que en las distintas religiones habría una religiosidad racional común.
La Revolución Francesa con su lema "Libertad, igualdad y fraternidad" y la democracia política son deudores de la Ilustración y forman parte del núcleo de las ideas de la modernidad.
La Reforma Protestante y las guerras de religión del Siglo XVII quiebran la unidad religiosa y la idea de fundamentar la moral y el derecho en la religión cede su paso entre los iluministas a una concepción que busca establecer normas fundamentadas racionalmente.
El proyecto de modernidad formulado por los filósofos iluministas en siglo XVIII se basaba en el desarrollo de una ciencia objetiva, una moral universal, una ley y un arte autónomos y regulados por lógicas propias. Deseaban emplear esta acumulación de cultura especializada en el enriquecimiento de la vida diaria, es decir, en la cotidianeidad social.
El conjunto de ideas gestadas en los siglos XVII y XVIII constituyó una concepción de mundo alternativa a la cosmovisión cristiana y se tradujo en instituciones y pautas concretas de conducta. El proceso de revoluciones independentistas, que desde fines del siglo XVIII se desarrolla en el continente, es expresión del clima de ideas de modernidad.
Con la Revolución Industrial se desarrolla un nuevo sector social, el proletariado o la clase obrera. Todo el período está marcado por un ascenso constante en todos los países de la burguesía. Esta se opone a la nobleza y también a la reivindicación obrera y popular, siendo ella misma heterogénea y tejiendo alianzas con uno u otro sector social. En el plano político, la primera mitad del siglo XIX oscilará entre la revolución y la restauración. Ya en la segunda mitad, la revolución política se desvanece y lo que predomina es el despliegue del capitalismo en el mundo.
La restauración, después de la derrota de Napoleón en 1815, reacciona contra el Iluminismo. Los pensadores tradicionalistas desechan la posibilidad de que el hombre programe racionalmente la sociedad.
En una orientación similar, para la escuela histórica del derecho que se desarrolla con fuerza en Alemania, la generación anterior carece de "sentido histórico". En el siglo XIX, se desenvuelve una fuerza política, el racionalismo, que enfatiza como elementos diferenciadores de la nación aspectos geográficos, étnicos, religiosos y lingüísticos, reivindicando el espíritu del pueblo.
En el siglo XIX el Romanticismo alemán se contrapondrá marcadamente con el Iluminismo del siglo XVIII. Mientras el Iluminismo se identifica con la razón y la ciencia, el Romanticismo tiene una mayor inclinación por la emoción, la fuerza, la sensibilidad y lo instintivo. Políticamente, el romanticismo es anti-universalista y racionalista. Es fuertemente antiliberal: no defiende los derechos de los individuos, sino que es fuertemente aristocratizante. Es un movimiento más literario que filosófico. La crítica de la modernidad en el siglo XIX culminará en su segunda unidad con el pensamiento de Federico Nietzsche. Para este, la filosofía occidental ignora la vida y la voluntad de vivir, una filosofía de la razón que se opone a la de los sentidos. Nietzsche critica la moral por su anti-naturalidad por su oposición a la vida, por condenar los instintos y por constituir una evasión del mundo real. La crítica de la religión comienza por hacer notar que la religión nace del miedo. Para que el hombre viva, Dios ha de morir. Como resultado de la muerte de Dios, el hombre moderno ha llegado al nihilismo, que significa la falta de metas, una falta de respuesta a los porqué que se habían respondido desde Dios.
En la primera mitad del siglo XIX, Augusto Comte funda el positivismo. Positivo significa lo real frente a lo quimérico y fantástico. El punto de partida de Comte se resume en la ley de los tres estados. En el estado teológico se explican los fenómenos por medio de seres naturales y se corresponden con un poder espiritual teocrático y un poder temporal monárquico.
El estado metafísico arranca del monoteísmo y despersonaliza la fuerza divina y la causa de los fenómenos pasan a ser ideas abstractas o principios racionales. En el estado positivo la especulación metafísica es sustituida por una investigación de los fenómenos limitada a sus relaciones. Los sabios empiezan a desempeñar el poder espiritual que antes ejercían los teólogos y los industriales ocupan el poder temporal que en el primer estado ejercían los monarcas. La ciencia, para el positivismo, se apoya en una metodología general de tipo inductivista. Los hechos singulares son conocidos por la observación y la experimentación, no hay conocimientos a priori. La sociología es concebida por Comte como una ciencia natural, la denomina "física social" y tiene por objeto establecer las leyes que rigen el desarrollo social como el de un organismo vivo. En la sociología de Comte se distinguen la estática y la dinámica social. La estática social estudia al individuo, la familia y la sociedad desde la perspectiva del orden, es decir, desde la estructura que le da a estos objetos estabilidad y firmeza. La dinámica social, en cambio, estudia el progreso, el cambio, el pasaje de un estado a otro.
En una línea de pensamiento muy distinta a la de Comte, Hegel, en los primeros años del siglo XIX, en su filosofía de la historia, trata de demostrar que el mundo de la voluntad no está sometido al azar, que lo que sucede en la historia tiene un carácter racional. A grandes rasgos, Hegel ve en el desarrollo histórico una marcha hacia mayores grados de libertad.
A mediados del siglo XIX, Marx construye su filosofía desde la base de las doctrinas de la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. En cuanto al socialismo, mientras los utópicos imaginaban el socialismo como una vuelta hacia un pasado más simple, Marx lo entiende como el avance hacia un mayor grado de complejidad y desarrollo social, posibilitado por el capitalismo.
El proletariado, a través de la revolución social puede y debe acelerar el proceso de surgimiento de la nueva sociedad.
Las ideas de Marx inspiraron la mayor parte de los procesos revolucionarios del siglo XX.
Hegel, Marx y Comte expresan, cada uno a su manera, un pensamiento que cree ver en el desarrollo histórico de la humanidad una cierta lógica, desarrollo del espíritu, lucha de clases y pasaje de la ignorancia al conocimiento.
La modernidad fue un producto típicamente europeo en sus orígenes y cuando se extendió, en nombre de lo universal, fuera de Europa lo hizo de una manera avasallante. Frente a ella sucumbieron culturas asiáticas, africanas y americanas que carecían de un desarrollo científico-tecnológico comparable al europeo. Sin embargo, allí donde había fuertes culturas autóctonas, la modernización de las sociedades fue sólo parcial y puede hablarse de una modernidad periférica; en cambio, donde la inmigración europea ocupó un espacio vacío y desalojó a débiles culturas indígenas, como en los EEUU o Australia, los principios de la modernidad calaron hondo.
La aparición de la imprenta comporta interesantes efectos que se ven trasladados en distintos aspectos que hacen al contexto de surgimiento de la ciencia en la modernidad.
POSMODERNIDAD
Desde la década del 80, el llamado debate modernidad-posmodernidad ha estado presente en un variado campo de la producción teórica. Desde diferentes lugares, y desde una variada cantidad de disciplinas, se ha intentado dar cuenta de cuál es la problemática allí presente. Desde la arquitectura, el cine, la filosofía, la política, la literatura, etc, se ha tratado de definir lo moderno y lo posmoderno, tanto desde una actitud descriptiva, como también desde prácticas productivas que se inscriben en una u otra dirección. Lo llamativo es la dificultad que existe en dar precisiones en que es lo que está en juego en dicha polémica, y más aun en lo que concierne a poder dar definiciones abarcadoras sobre lo que es la posmodernidad.
Es evidente que lo posmoderno aparece a la vez como una época y como una actitud peculiar que algunos asumen dentro de ella; pero debemos distinguir ambos significados. No sólo porque hay quienes afirman que existe una actitud posmoderna aunque no haya propiamente posmodernidad social estructural; sino también porque es necesario diferenciar a quienes estarían "objetivamente" dentro de la sociedad posmoderna de quienes añaden a esto una "toma de conciencia" correlativa o más bien diríamos una "actitud" posmoderna, ya que el primado de la conciencia es típicamente moderno.
Antes que la denominación de "condición posmoderna" aplicada a lo social por Lyotard, tenía considerable desarrollo el posmodernismo en el arte y la arquitectura. Si -también apelando a la dialéctica – el arte como intuición sensible es anterior al trabajo y éste sólo puede serlo de un objeto consumado, diremos que el arte captó una situación social en curso y la "postuló" como estilo.
Es el rebasamiento de lo moderno; no su "superación". Se trata de la culminación de lo moderno donde esto, en su consumación, produce efectos paradojales. El gigantismo propio de la proyectualidad moderna, fruto de la tecnología y de la racionalidad instrumental, lleva a la saturación sobre esa misma racionalidad a la masificación solipsista y a la atomización de mundos sobrepuestos en las metrópolis, al rechazo de la técnica y la imposibilidad de lo proyectual, derivándose hacia el "fin del énfasis" y el "pensamiento dulce", a un debilitamiento de la voluntad política e instrumental. Lo posmoderno no es "lo contrario" de lo moderno, ni tampoco su continuación homogénea; es la culminación de la modernidad donde ésta, a través de su propio impulso, se niega a sí misma.
La modernidad se caracteriza por la confianza en el progreso, por la búsqueda de una razón globalizante que dé cuenta del momento histórico y su devenir, la postulación de matas ideales, un fuerte sentido de la vida signada por sus responsabilidades acerca del mundo, responsabilidad por el otro, aun en el heroísmo, el imperio de la razón. Esta modernidad correspondía a la industria capitalista o al capitalismo industrial con sus fábricas, con sus organizaciones obreras, sindicales.
La posmodernidad corresponde a un momento histórico diferente que corresponde al capitalismo tardío, a una sociedad de consumo, a una sociedad de la informática, de los medios masivos de comunicación a una sociedad de una tecnología sofisticada. No toda nuestra cultura es posmoderna pero si el posmodernismo es un dominante cultural en nuestros días.
Algunos autores (Marshall Berman, Jurgen Habermas) no acuerdan en denominar a nuestro momento actual de posmoderniadad, pero si acuerdan en las características que definen a nuestra cultura contemporánea.
Guilles Lipovetski sostiene que asistimos a una nueva fase en la historia del individualismo occidental y que constituye una verdadera revolución a nivel de las identidades sociales, a nivel ideológico y a nivel cotidiano. Esta revolución se caracteriza por: un consumo masificado tanto de objetos como de imágenes, una cultura hedonista que apuntan a un confort generalizado, personalizado, la presencia de valores permisivos y light en relación a las elecciones y modos de vida personales.
Por supuesto, el futuro no próximo no es imaginable como simple continuidad de las tendencias actuales, de modo que hasta allí no conviene aventurarse en el pronóstico, pero en todo caso, cualquier nueva proyectualidad que recuperase figuras de lo moderno deberá necesariamente cargar la impronta de este período de crisis llamado posmoderno. Cabe consignar finalmente que las hipótesis sobre ese potencial futuro están impregnadas del lugar que se ocupa en la polémica acerca del presente, de manera que la discusión sobre el punto es menos bizantina de lo que podría presumirse.
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