Descargar

La crisis del empleo de los jóvenes (Parte II) (página 4)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

"Seguro que hay bancos que han cometido excesos, pero el 99% de la City la forman gente que trabaja mucho. No creo que esta gente sepa realmente qué es la City. De aquí salen montones de empresas, aquí es donde se crea empleo. La City es como el aceite que engrasa la maquinaria de la economía. Sin la City, habría que cambiar esa máquina. ¿Y cuáles la alternativa? ¿El comunismo? Ya sabemos qué ha hecho el comunismo y no creo que la gente esté realmente a favor de eso", comenta. ¿Durará la acampada? "Mmm… quizás sí", responde tras un momento de duda. "Hay mucho profesional del a protesta", añade con cierto desprecio. "Me llamo George, tengo 46 años y soy banquero", se identifica al despedirse. Y subraya con orgullo la palabra banquero.

Dani Pelos sí cree que hay alternativas. Minutos antes ha estado dirigiéndose a la asamblea para invitar a los presentes a participar en un grupo de trabajo sobre economía alternativa. Vestido también de traje y corbata, su aspecto contrasta con la ropa informal, tirando a cutre, del resto de participantes en la asamblea. Pero su pensamiento no viste ni traje ni corbata. Vive de asesorar a empresas que quieren aplicar un modelo económico en el que lo que importa no es el dinero que se llevan los accionistas, sino la riqueza social que se crea. Pero para eso, acepta, los activistas han de aprender a generar ingresos, no solo a gestionar gastos.

Dani reniega de "la política de relaciones públicas" con que las empresas británicas abordan su compromiso con las causas sociales. Por eso fue él quien advirtió a la asamblea que no se pueden aceptar donaciones de según quién. "Aquí se confunde la acción social con la caridad. Por eso las donaciones implican un dilema ético: de quién aceptamos dinero y de quién no", explica. ¿Dormirá esta noche con los acampados? "Mi mujer no me deja", se escabulle riendo mientras se va con un amigo a tomar café. Eso sí, reniega del Starbucks que tiene a la espalda. Prefiere el café colado que reparten en el comedor de la acampada. El sol se ha escondido detrás de unas nubes. Sopla una ráfaga helada de viento otoñal. Quizás sea el general Invierno el mayor enemigo de esta protesta.

"El canónigo de la catedral, Giles Fraser, dimitió ese jueves por discrepancias en la forma de gestionar la situación. La catedral abrirá este viernes sus puertas a los turistas, tras permanecer cerrada una semana, por primera vez desde la II Guerra Mundial"… Los "indignados" de Londres no levantarán el campamento de la catedral de St. Paul (Gaceta.es – 27/10/11)

Los indignados londinenses, que cumplen trece días acampados ante la catedral de San Pablo, insistieron que no se marcharán pese a las presiones de la jerarquía anglicana y las autoridades locales, que buscan fórmulas para desalojarlos.

Un centenar de manifestantes anticapitalistas que resisten bajo la lluvia delante del templo protestante, en pleno distrito financiero, están protagonizando un incómodo enfrentamiento con los responsables de la catedral, que se vio obligada a cerrar sus puertas el viernes 21 de octubre (2011) por seguridad.

Tras una semana sin recibir turistas y feligreses, algo que no sucedía desde la II Guerra Mundial, San Pablo anunció hoy que mañana abrirá sus puertas, pero el obispo de Londres, Richard Chartres, volvió a pedir a los "indignados" que "recojan sus tiendas voluntariamente". "Nos quedaremos el tiempo que sea necesario. Hasta que cambie este sistema corrupto", afirmó a Efe uno de los acampados, que se hace llamar Johnny Love, en plena City o centro financiero de Londres. Otra "indignada" británica, Linsey Smith, está de acuerdo: "No pensamos irnos. Si la policía intenta echarnos resistiremos pacíficamente, con el sistema que utilizaba Ghandi".

En un principio, el movimiento anticapitalista planeaba instalarse delante del edificio de la Bolsa de Londres, pero al tratarse de una propiedad privada la policía no se lo permitió, por lo que acamparon muy cerca, a los pies de la catedral.

La proliferación de tiendas de campaña y manifestantes provocó el pasado el cierre del templo, ya que las autoridades municipales consideraban que peligraba la seguridad de los visitantes. Desde entonces, los responsables de la catedral, que aseguran perder unos 18.000 euros al día por su clausura, han pedido en muchas ocasiones a los acampados que se vayan, aunque reconocen entender el fondo de sus argumentos.

Ante la negativa de los indignados, los responsables catedralicios han tenido que buscar una alternativa a los problemas de seguridad y han anunciado que el templo volverá a abrir sus puertas para los turistas, que pagan 14 libras (unos 16 euros) por la entrada, y para los feligreses.

Para ello, se ha decidido instalar un pasillo alternativo de evacuación y se prevé reubicar la cocina del campamento y el lugar donde se aparcan las bicicletas de los manifestantes, que obstruían parte de la entrada del templo.

Sin embargo, la protesta y el enfrentamiento con los indignados ha dejado mella en la Iglesia Anglicana, ya que el canónigo de la catedral dimitió por discrepancias en la forma de gestionar la situación. "Lamento mucho y siento tristeza al renunciar a mi puesto en la catedral de San Pablo", dijo en la red social Twitter Giles Fraser, que no ve con buenos ojos que sus superiores intenten echar a los manifestantes.

Los indignados agradecieron hoy el gesto y uno de ellos aseguró: "Está de nuestro lado, ha renunciado esta mañana oficialmente porque la policía y el Gobierno han presionado a la Iglesia para que nos vayamos".

A los acampados les queda ahora salvar otro escollo: el posible desalojo por parte de las autoridades locales de la City, que estudian medidas legales para hacerlo.

Pero no todo son muestras de rechazo e incomprensión para unos manifestantes, mayoritariamente jóvenes, que enseñan pancartas con lemas como "Libertad de expresión" o "Recicla el capitalismo".

Frente a la escalinata de la catedral, los indignados mantienen bajo la lluvia, sin ninguna protección, una supuesta instalación del cotizado artista callejero Bansky. Los acampados aseguran que personas del entorno del grafitero británico llegaron hace unos días con la obra, un juego del "Monopoly" de gran tamaño, para mostrar su apoyo al movimiento.

De momento son muchas las dudas sobre la autenticidad de la instalación, sobre la que caía la lluvia y que podría valer miles de euros si procede de las manos de Bansky.

"Si auténtica, es emocionante y, si no lo es, atrae a la prensa, así que está bien en cualquier caso", señaló Johnny, que no descarta venderla para apoyar económicamente al movimiento si Bansky "está de acuerdo".

Una interpretación sugerente: ¿una juventud "conservadora", en lugar de "progresista"?

El lenguaje de la protesta mundial (Project Syndicate/Institute for Human Sciences – 24/10/11)

(Por Jan-Werner Mueller) Lectura recomendada

Princeton.- Los movimientos de protesta que han estallado en todo Occidente, desde Chile hasta Alemania, han permanecido curiosamente indefinidos y no se han analizado. Algunos hablan de ellos como de la mayor movilización mundial desde 1968, cuando los enragés de países muy diferentes se fundieron en torno a preocupaciones similares, pero otros insisten en que no hay nada nuevo.

El experto búlgaro en ciencia política Ivan Krastev, por ejemplo, ha afirmado que lo que en realidad estamos experimentando es un 1968 "a la inversa". "Entonces los estudiantes en las calles de Europa", dice, "expresaron su deseo de vivir en un mundo diferente del de sus padres. Ahora los estudiantes están en las calles para expresar su deseo de vivir en el mundo de sus padres".

Los movimientos carecen aún de nombre y de una interpretación clara, pero la forma como se califiquen a sí mismos -y como los califiquen los analistas- será determinante para la dirección que adopten. Semejante autocomprensión debería influir también en cómo los ciudadanos en general deberían responder a dichos movimientos.

Sobre mil novecientos sesenta y ocho se ha teorizado demasiado. Los dirigentes estudiantiles no cesaban -o al menos eso recuerda la mayoría de la gente- de producir manifiestos enrevesados que combinaban el marxismo, el psicoanálisis y teorías sobre las luchas de liberación del Tercer Mundo. Lo que se olvida con facilidad es que incluso los dirigentes de entonces más aficionados a la teoría entendieron que en última instancia los movimientos de protesta que contribuyeron a caracterizar 1968 no procedían de debates en aulas de seminarios.

El dirigente alemán Rudi Dutschke, por ejemplo, insistió en que lo que impulsaba el movimiento era una "repugnancia existencial" y una rabia provocada por la guerra de Vietnam en particular. Muchos de los supuestos "teóricos" mismos declararon que los enragés debían abandonar los libros de texto revolucionarios y "problematizar en la práctica" las estrategias radicales heredadas. Dicho de modo más sencillo: debían ir creándolas sobre la marcha.

En ese sentido, las protestas de 1968 y las de hoy no son tan diferentes como afirman algunos observadores. No hay un manual político, pero hay acontecimientos e incluso libros que inspiraron la indignación: Los condenados de la Tierra de Frantz Fanon, en el decenio de 1960, y, en la actualidad, el inesperado éxito editorial Indignez-vous del ex luchador de la Resistencia francesa Stéphane Hessel, de 93 años.

Como han señalado en tono de burla los críticos, el librito de Hessel a veces parece más un llamamiento en pro de un deseo en el aire, casi arbitrario, de verse agitado por algo, casi cualquier cosa, en realidad, con tal de que se pueda justificar de algún modo con el propio sentido subjetivo de justicia. A ello contribuyó aún más que Hessel invocara nostálgicamente a Jean-Paul Sartre y el existencialismo y la "gran corriente de la Historia", anhelos reflejados en una pancarta pintada a mano en Occupy Wall Street: "Anímate y haz algo". Resulta revelador que flanquearan dicha pancarta carteles a favor del filósofo anarquista de izquierdas Noam Chomsky y del político libertario de derechas Ron Paul.

Aun así, pese a las deficiencias teóricas del tratado de Hessel, "indignación" ha pasado a ser la consigna para los movimientos de Francia, España y de otros países. Y a este respecto el lenguaje tiene su importancia: "indignación" sugiere que algunos protagonistas sociales -un gobierno o las minorías selectas en general- han violado normas compartidas o acuerdos morales. Ésa es literalmente la interpretación "reaccionaria" de dichos movimientos: están animados por la sensación de que se ha violado el contrato social y las minorías selectas deben volver al status quo anterior a las políticas que en última instancia propiciaron la crisis. De ser así, la gente que ha salido a las calles de Madrid, Atenas y Nueva York no están manifestándose tanto contra quienes ocupan el poder -exceptuados algunos anarquistas- cuanto para que quienes ocupan el poder se avergüencen por haber renegado de unos compromisos supuestamente compartidos.

La indignación es diferente de la exasperación, sentimiento que en última instancia es ciego y no está necesariamente relacionado con suposición alguna de compartir compromisos con aquellos contra los que va dirigido. Ésa es también, hasta cierto punto, la historia de 1968: la repugnancia justificada propició la exasperación, pero, al encauzarse mediante una teorización revolucionaria carente del menor realismo, también propició el fariseísmo y, en última instancia, la elaboración de justificaciones de la violencia física por parte de las facciones radicales.

En esa situación, las minorías que se arrogan un poder llegan a hablar en nombre de mayorías imaginarias, lo que constituye una forma de populismo y, como todos los populismos, movido por las emociones y no las normas, por no hablar de las razones, o simplemente todo acaba en disturbios.

La distinción entre indignación y exasperación podría parecer una nimiedad, pero las enseñanzas que las minorías selectas vayan a aprender -y está claro que quieren aprovechar las protestas para obtener ventajas electorales- dependerán en parte de cómo se caracterice a esos movimientos y cómo se conciban ellos a sí mismos. A ese respecto los manifestantes han permanecido curiosamente mudos: aún no han articulado exigencias amplias ni una idea de lo que una sociedad diferente o una "democracia real", expresión propia del movimiento español, debería ser.

Si los movimientos de protesta actuales están basados en una indignación justificada, la falta de exigencias concretas no debería ser un problema: aún se pueden dar ampliamente por sentadas unas normas compartidas (y las políticas que de ellas se desprenderían), pero, si lo que los mueve es la rabia, una falta de fines claros podría producir simplemente más ira y frustración, que, a su vez, podrían propiciar la violencia física y algún tipo de nihilismo político.

Eso significa también que las minorías políticas selectas deben intentar entender el mensaje de la indignación y asimilarlo y no adular a los irritados (y las políticas consiguientes) para obtener una ventaja electoral. No es sólo ridículo, sino también totalmente irresponsable, por ejemplo, que el intelectual del Partido Laborista británico Maurice Glasman se sienta obligado ahora a revelar la "vena de insurgente irritado", hasta ahora oculta, del dirigente del partido Ed Miliband.

Las minorías selectas -y los conciudadanos de los manifestantes- deben responder consciente y creativamente ante la indignación moral, entender que se trata en última instancia de una afirmación de la democracia liberal y no de una revolución sin cuartel, por no hablar de nihilismo, y deben procurar calmar la ira y apaciguar la exasperación, que puede ser una grave amenaza para la democracia liberal.

(Jean-Werner Mueller es profesor en Princeton. Su último libro es Contesting Democracy: Political Ideas in Twentieth-Century Europe ("La impugnación de la democracia. Las ideas políticas en la Europa del siglo XX"). Copyright: Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2011)

Los falsos demócratas (a la hora de la verdad, los políticos envidian al "régimen" chino)

– El pueblo contra la policía (Project Syndicate – 31/10/11)

(Por Naomi Wolf) Lectura recomendada

Nueva York.- Aparentemente los políticos estadounidenses están hartos de la democracia. Por todo el país, la policía, bajo las órdenes de las autoridades locales, están desalojando los campamentos de protesta establecidos por los miembros del movimiento "Ocupemos Wall Street" -algunas con una escandalosa violencia brutal y arbitraria.

En el incidente más grave hasta la fecha, cientos de policías con equipo antimotines rodearon el campamento del movimiento "Ocupemos Oakland" y dispararon balas de hule (que pueden ser mortales), granadas de aturdimiento y gas lacrimógeno, e incluso algunos oficiales apuntaron directamente a los manifestantes. Los tweets de Ocupemos Oakland parecían provenir de la Plaza Tahrir de El Cairo: "Nos están rodeando"; "Cientos de policías"; "Hay vehículos blindados y hummers". Hubo 170 detenidos.

Recientemente mi propio arresto, que sucedió a pesar de que yo estaba observando pacíficamente los términos de una autorización en una calle del centro de Manhattan, hizo que la realidad de estas duras medidas fuera palpable para mí. Los Estados Unidos despertaron y descubrieron lo que se había hecho mientras dormían: las empresas privadas han contratado a sus policías (JPMorgan Chase donó 4.6 millones de dólares al fondo de la policía de Nueva York); el departamento federal de Seguridad Nacional ha dotado a pequeños cuerpos de policía municipal de armas militares; poco a poco se ha ido privando a los ciudadanos de los derechos de libertad de expresión y de reunión mediante la exigencia de permisos poco claros.

Súbitamente, los Estados Unidos se parecen al resto de un mundo enojado que protesta y que no es completamente libre. En efecto, la mayoría de los analistas no se han dado cuenta del todo de que se está desarrollando una guerra mundial. Una guerra mundial que es distinta a todas las anteriores: por primera vez en la historia los pueblos del mundo no se están identificando y organizando por nacionalidad y religión, sino más bien en términos de una conciencia global y de reclamos de una vida pacífica, un futuro sostenible, justicia económica y una democracia elemental. Su enemigo son las corporaciones globales que controlan y compran gobiernos y legislaturas, que han creado sus propios brazos armados que cometen fraudes económicos sistémicos, y que saquean las riquezas y ecosistemas.

En todo el mundo se acusa a los manifestantes pacíficos de perturbar el orden. Sin embargo, la democracia misma es perturbadora. Martin Luther King Jr., decía que perturbar pacíficamente el "orden normal" es sano porque revela las injusticias encubiertas, que pueden entonces abordarse. Lo ideal sería que en este espíritu al alterar el orden los manifestantes se mostraran disciplinados y no violentos –especialmente al perturbar el tráfico. Con esto se mantiene al margen a los provocadores y al mismo tiempo se subraya la militarización injusta de la respuesta policiaca.

Por otra parte, los movimientos de protesta no triunfan en horas o días; normalmente exigen la "ocupación" de zonas durante periodos largos. Esta es una de las razones por las que los manifestantes deben obtener sus propios fondos y contratar a sus propios abogados. A las corporaciones les aterra que los ciudadanos exijan la aplicación del Estado de derecho. En todos los países los manifestantes deberían desplegar un ejército de abogados.

Los manifestantes también deberían tener sus propios servicios de prensa en lugar de depender de los principales medios para informar de sus actividades. Deben escribir blogs, editoriales, comunicados de prensa y tweets, y también deben registrar y documentar casos de abuso policíaco (y quién los comete).

Por desgracia, hay muchos casos documentados de provocadores violentos que se han infiltrado en manifestaciones en lugares como Toronto, Pittsburgh, Londres y Atenas –personas que un griego me describió como "conocidos desconocidos". También es necesario fotografiar y tener un registro de los provocadores, por lo que es importante no cubrirse la cara al participar en una manifestación.

Los manifestantes de los países democráticos deben crear listas locales de correos electrónicos, combinarlas a nivel nacional y comenzar a inscribir votantes. Deben informar a sus representantes cuántos votantes hay inscritos en cada distrito -y deben organizarse para echar a los políticos represivos o violentos. Además, deben apoyar a aquellos que respetan los derechos de expresión y de reunión, como por ejemplo en Albany, Nueva York donde la policía y el fiscal local se negaron a reprimir a los manifestantes.

Muchos manifestantes insisten en seguir sin líderes, lo que es un error. Un líder no tiene por qué estar en la cima de una jerarquía: puede ser un simple representante. Los manifestantes deben elegir a sus representantes por un "periodo" limitado, como en cualquier democracia y capacitarlos para tratar con la prensa y negociar con los políticos.

Las protestas deben dar forma al tipo de sociedad civil que sus participantes desean crear. Por ejemplo, en el parque Zucotti de Manhattan, hay una biblioteca y una cocina; se donan alimentos, los niños pueden pernoctar; y se organizan sesiones de información. Los músicos deben llevar sus instrumentos, y el ambiente debe ser alegre y positivo. Los manifestantes deben limpiar los lugares que ocupan. La idea es construir una ciudad nueva dentro de la ciudad corrupta y mostrar que refleja a la mayoría de la sociedad y no a un grupo marginal y destructor.

Después de todo, las demandas de estos movimientos de protesta no son lo más profundo, sino la incipiente infraestructura de una humanidad común. Durante décadas, se ha ordenado a los ciudadanos que se sometan -en un mundo fantástico de consumo o en la pobreza y el trabajo pesado- y que dejen la dirección a las élites. Las protestas son transformadoras precisamente porque la gente sale se encuentra frente a frente y al reaprender los hábitos de la libertad construyen nuevas instituciones, relaciones y organizaciones.

Nada de eso puede suceder en un ambiente de violencia política y policiaca contra manifestantes democráticos pacíficos. Como alguna vez preguntó Bertolt Brecht, después de la salvaje represión por parte del régimen comunista de Alemania oriental contra una protesta obrera en junio de 1953, "¿No sería más fácil….que el gobierno disolviera al pueblo y eligiera a otro?" En los Estados Unidos y en muchos otros países, líderes que supuestamente son democráticos parecen estar tomando muy en serio la pregunta irónica de Brecht.

(Naomi Wolf es una activista política y crítica social cuyo libro más reciente es: Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. Copyright: Project Syndicate, 2011)

"Tienen razón los manifestantes cuando dicen que algo está mal en nuestro "sistema"".

La globalización de la protesta (Project Syndicate – 4/11/11) Lectura recomendada

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- El movimiento de protesta que nació en enero en Túnez, para luego extenderse a Egipto y de allí a España, ya es global: la marea de protestas llegó a Wall Street y a diversas ciudades de Estados Unidos. La globalización y la tecnología moderna ahora permiten a los movimientos sociales trascender las fronteras tan velozmente como las ideas. Y la protesta social halló en todas partes terreno fértil: hay una sensación de que el "sistema" fracasó, sumada a la convicción de que, incluso en una democracia, el proceso electoral no resuelve las cosas, o por lo menos, no las resuelve si no hay de por medio una fuerte presión en las calles.

En mayo visité el escenario de las protestas tunecinas; en julio, hablé con los indignados españoles; de allí partí para reunirme con los jóvenes revolucionarios egipcios en la plaza Tahrir de El Cairo; y hace unas pocas semanas, conversé en Nueva York con los manifestantes del movimiento Ocupar Wall Street. Hay una misma idea que se repite en todos los casos, y que el movimiento OWS expresa en una frase muy sencilla: "Somos el 99%".

Este eslogan remite al título de un artículo que publiqué hace poco. El artículo se titula "Del 1%, por el 1% y para el 1%", y en él describo el enorme aumento de la desigualdad en los Estados Unidos: el 1% de la población controla más del 40% de la riqueza y recibe más del 20% de los ingresos. Y los miembros de este selecto estrato no siempre reciben estas generosas gratificaciones porque hayan contribuido más a la sociedad (esta justificación de la desigualdad quedó totalmente vaciada de sentido a la vista de las bonificaciones y de los rescates); sino que a menudo las reciben porque, hablando mal y pronto, son exitosos (y en ocasiones corruptos) buscadores de rentas.

No voy a negar que dentro de ese 1% haya algunas personas que dieron mucho de sí. De hecho, los beneficios sociales de muchas innovaciones reales (por contraposición a los novedosos "productos" financieros que terminaron provocando un desastre en la economía mundial) suelen superar con creces lo que reciben por ellas sus creadores.

Pero, en todo el mundo, la influencia política y las prácticas anticompetitivas (que a menudo se sostienen gracias a la política) fueron un factor central del aumento de la desigualdad económica. Una tendencia reforzada por sistemas tributarios en los que un multimillonario como Warren Buffett paga menos impuestos que su secretaria (como porcentaje de sus respectivos ingresos) o donde los especuladores que contribuyeron a colapsar la economía global tributan a tasas menores que quienes ganan sus ingresos trabajando.

Se han publicado en estos últimos años diversas investigaciones que muestran lo importantes que son las ideas de justicia y lo arraigadas que están en las personas. Los manifestantes de España y de otros países tienen derecho a estar indignados: tenemos un sistema donde a los banqueros se los rescató, y a sus víctimas se las abandonó para que se las arreglen como puedan. Para peor, los banqueros están otra vez en sus escritorios, ganando bonificaciones que superan lo que la mayoría de los trabajadores esperan ganar en toda una vida, mientras que muchos jóvenes que estudiaron con esfuerzo y respetaron todas las reglas ahora están sin perspectivas de encontrar un empleo gratificante.

El aumento de la desigualdad es producto de una espiral viciosa: los ricos rentistas usan su riqueza para impulsar leyes que protegen y aumentan su riqueza (y su influencia). En la famosa sentencia del caso Citizens United, la Corte Suprema de los Estados Unidos dio a las corporaciones rienda suelta para influir con su dinero en el rumbo de la política. Pero mientras los ricos pueden usar sus fortunas para hacer oír sus opiniones, en la protesta callejera la policía no me dejó usar un megáfono para dirigirme a los manifestantes del OWS.

A nadie se le escapó este contraste: por un lado, una democracia hiperregulada, por el otro, la banca desregulada. Pero los manifestantes son ingeniosos: para que todos pudieran oírme, la multitud repetía lo que yo decía; y para no interrumpir con aplausos este "diálogo", expresaban su acuerdo haciendo gestos elocuentes con las manos.

Tienen razón los manifestantes cuando dicen que algo está mal en nuestro "sistema". En todas partes del mundo tenemos recursos subutilizados (personas que desean trabajar, máquinas ociosas, edificios vacíos) y enormes necesidades insatisfechas: combatir la pobreza, fomentar el desarrollo, readaptar la economía para enfrentar el calentamiento global (y esta lista es incompleta). En los Estados Unidos, en los últimos años se ejecutaron más de siete millones de hipotecas, y ahora tenemos hogares vacíos y personas sin hogar.

Una crítica que se les hace a los manifestantes es que no tienen un programa. Pero eso supone olvidar cuál es el sentido de los movimientos de protesta. Son ellos una expresión de frustración con el proceso electoral. Son una alarma.

Las protestas globalifóbicas de 1999 en Seattle, en lo que estaba previsto como la inauguración de una nueva ronda de conversaciones comerciales, llamaron la atención sobre las fallas de la globalización y de las instituciones y los acuerdos internacionales que la gobiernan. Cuando los medios de prensa examinaron los reclamos de los manifestantes, vieron que contenían mucho más que una pizca de verdad. Las negociaciones comerciales subsiguientes fueron diferentes (al menos en principio, se dio por sentado que serían una ronda de desarrollo y que buscarían compensar algunas de las deficiencias señaladas por los manifestantes) y el Fondo Monetario Internacional encaró después de eso algunas reformas significativas.

Es similar a lo que ocurrió en la década de 1960, cuando en Estados Unidos los manifestantes por los derechos civiles llamaron la atención sobre un racismo omnipresente e institucionalizado en la sociedad estadounidense. Aunque todavía no nos hemos librado de esa herencia, la elección del presidente Barack Obama muestra hasta qué punto esas protestas fueron capaces de cambiar a los Estados Unidos.

En un nivel básico, los manifestantes actuales piden muy poco: oportunidades para emplear sus habilidades, el derecho a un trabajo decente a cambio de un salario decente, una economía y una sociedad más justas. Sus esperanzas son evolucionarias, no revolucionarias. Pero en un nivel más amplio, están pidiendo mucho: una democracia donde lo que importe sean las personas en vez del dinero, y un mercado que cumpla con lo que se espera de él.

Ambos objetivos están vinculados: ya hemos visto cómo la desregulación de los mercados lleva a crisis económicas y políticas. Los mercados solo funcionan como es debido cuando lo hacen dentro de un marco adecuado de regulaciones públicas; y ese marco solamente puede construirse en una democracia que refleje los intereses de todos, no los intereses del 1%. El mejor gobierno que el dinero puede comprar ya no es suficiente.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Copyright: Project Syndicate, 2011)

Antes los Marines USA, ahora la Iglesia UK, se ponen del lado de los "indignados" (¿algo estará cambiando?)

"En medio de la protestas contra el sistema financiero en la catedral de San Pablo, en Londres, la Iglesia de Inglaterra lanza una andanada de críticas contra banqueros y altos ejecutivos, así como erigir un puente entre la creación de riqueza y los urgentes reclamos de la ética"… Iglesia de Inglaterra arremete contra banqueros (BBCMundo – 6/11/11)

La Iglesia de Inglaterra acusa a banqueros, ejecutivos y financistas de "zafarse de sus ataduras morales". La andanada crítica se produce a una semana de que la Iglesia se negara a desalojar a los "indignados" que protestan contra el sistema financiero global, acampando en terrenos de la catedral de San Pablo.

Las acusaciones incluyen la del arzobispo de York, John Sentamu, quien afirma que los salarios de estos ejecutivos están originando una brecha insalvable entre pobres y ricos, lo que erosiona la cohesión de una sociedad.

"Se me hace difícil imaginar una forma más elocuente de decirle a alguien lo poco que vale que pagarle la tercera parte del uno por ciento de sus ingresos", dice Sentamu. La crítica viene acompañada de castigo: el arzobispo exige que no se les otorguen honores ni reconocimientos a estos financistas.

El canónigo Giles Fraser, quien renunció a su puesto en la catedral de San Pablo por los planes de desalojar a los manifestantes, expresó en Radio 4 de la BBC que la Iglesia tenía la obligación de destacar el costo humano de la injusticia financiera.

Para Fraser, el distrito financiero de Londres, la milla cuadrada donde se efectúan millonarias transacciones día a día, ha perdido su marco moral en la misma medida en que la tecnología ha reemplazado la interacción humana.

"El hecho de que las transacciones descansan ahora menos en el contacto humano directo puede explicar, en cierta medida, por qué un sentido de obligación moral tiende a mostrarse ausente", afirma.

Es probable que lo dicho por Fraser y sus asesores exacerbe las fricciones de la Iglesia con el sector financiero. Se teme que las palabras del clérigo disuadan a los donantes del distrito financiero, que entregan cada año millones de libras a San Pablo, de seguir haciendo su aporte.

Sin embargo, la Iglesia no ha quemado todas sus naves en su relación con el sector financiero. El obispo de Londres Richard Chartres designó a Ken Costa para dirigir un diálogo permanente entre los manifestantes contra el capitalismo y el distrito financiero de la capital británica. Costa, un devoto anglicano y banquero de tomo y lomo por tres décadas, hace una exposición de su credo en un artículo del periódico británico The Sunday Telegraph.

El banquero cree reconocer dos verdades palmarias. Una, que la economía de mercado es el sistema más exitoso inventado por el hombre para satisfacer sus necesidades materiales, y dos, que el mercado ha sacudido sus fundamentos morales, con desastrosas consecuencias. Por lo tanto, dice Costa, citando al primer ministro británico, el conservador David Cameron, "hay que devolverle al mercado su marco moral".

Junto con afirmar que no es la ley la que hace al buen ciudadano, Costa lanza sobre la mesa algunas cartas que ya habían aparecido sobre el tapete, cuando los indignados de Londres y otros lugares gritaron: "¡Trampa!"

Primero, Ken Costa afirma que es necesario cambiar los términos del debate entre capitalismo y opositores, donde apenas se habla de distribución. Para el banquero, lo primero es la creación de la riqueza y, después, los impuestos a las ganancias.

En un quid pro quo que muchos objetarían el articulista propone que, así como el mercado debe reformarse, el Estado también debe hacerlo, porque "los que están en el poder deben entender que los gobiernos son incapaces de crear nuevos trabajos o riqueza…".

Y en cuanto a la instauración de un "nuevo equilibrio entre el riesgo, la responsabilidad y la recompensa", Costa no oculta que sus simpatías están del lado de los conocidos códigos de conducta voluntarios y no de la legislación y los reglamentos.

Llega la hora de los "bastones largos" (fin de la primavera "Occupy")

"La policía de Londres arrestó un número todavía no confirmado de estudiantes que intentaron montar un campamento en la Plaza de Trafalgar, en el centro de la ciudad, como parte de la multitudinaria protesta de este miércoles contra las matrículas que empezarán a cobrar las universidades británicas el próximo año lectivo"… Londres: policía desmantela campamentos de estudiantes en la Plaza de Trafalgar (BBCMundo – 9/11/11)

La marcha, en la que participaron jóvenes y docentes, denuncia la aprobación de una medida que permite a las universidades cobrar hasta US$ 14.000 al año.

La policía desmanteló decenas de carpas y dispersó a varios manifestantes.

En las protestas del año pasado por este mismo motivo, que fueron más concurridas, se registraron episodios de violencia al margen de la marcha, por lo que esta tarde había unos 4.000 efectivos policiales en las calles que transitaron los manifestantes.

"La policía dio abrupto fin al campamento de dos meses de Occupy Wall Street en el parque Zuccotti de Nueva York el martes por la mañana, cuando cientos de agentes desalojaron los a manifestantes y sus carpas"… La policía desaloja a los "indignados" de Nueva York (The Wall Street Journal – 15/11/11)

La policía arrestó a 70 manifestantes que se negaron a irse y envió a otros a calles aledañas, desencadenando choques y marchas por el bajo Manhattan.

La incursión representa un viraje drástico en lo que se había convertido en una saga irritante para el alcalde Nueva York, Michael Bloomberg. Pone fin a interrogantes sobre la calidad de vida y la seguridad pública en el parque y sus inmediaciones, que habían sido ocupados por manifestantes. Pero no está claro si la evacuación dará fin a las protestas o las empujará en una nueva fase volátil, más difícil de controlar para la policía.

El parque Zuccotti fue la cuna y escenario principal de lo que se ha convertido en una oleada de manifestaciones en todo el país contra rescates corporativos y la desigualdad económica. La dispersión de los manifestantes en el bajo Manhattan es la más reciente, y la de más alto perfil, de una serie de campañas policiales contra campamentos en todo el país.

Bloomberg rápidamente asumió la responsabilidad de la medida, diciendo en un comunicado difundido antes de la madrugada que los propietarios del parque habían pedido la ayuda de la alcaldía para velar por las reglas que prohíben dormir allí, pero que la "la decisión final de actuar fue mía".

El Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York intervino poco después de la 1 de la madrugada, cuando cientos de agentes en uniformes antimotines rodearon la pequeña plaza, de propiedad privada. Encendieron grandes baterías de luces. Algunos usaron altavoces para advertir a quienes dormían allí que la zona sería temporalmente evacuada para tareas de limpieza y despejar estructuras ilegales.

Pronto se corrió la voz por Twitter y por vía de un sistema de alerta de mensaje de texto que mantenían los manifestantes. Algunos policías caminaban por el parque entregando volantes del propietario del parque, Brookfield Office Properties Inc, que explicaban el desalojo.

Muchos se fueron. Otros no. Uno estaba parado sobre una mesa en el centro del parque y dijo, "Si usted está aquí para proteger nuestro país, quédese aquí. Si está aquí para salvar este parque, desobedezca órdenes".

La policía y trabajadores de sanidad caminaban entre las carpas y las recogían, apilándolas en un rincón del parque. Un grupo grande de manifestantes seguía sentado tomado del brazo cerca de la cocina del campamento.

Stevie Bates, manifestante de 18 años del Bronx, quien dijo que estaba entre las personas sentadas cerca de la cocina, calificó las protestas de pacíficas y dijo que había ofrecido galletas a algunos policías. Dijo que un policía la golpeó con un bastón pero que no resultó lastimada.

"Me empujaron del parque. Todas mis cosas se perdieron", dijo Bates. "No nos dieron nada de tiempo… Pasaron por encima de nosotros, completamente por encima de todos".

Billie Greenfield y Jeremy Letto, ambos de 24 años, cargaban con dos contenedores y varias bolsas repletas con sus pertenencias delante del World Trade Center mientras se alejaban del parque.

Letto, residente de Bushwick, Brooklyn, dijo que ambos estaban hablando en una carpa cuando el parque fue iluminado con reflectores y la policía comenzó a dar órdenes. Un policía vino luego a su carpa y leyó de un comunicado escrito, diciéndoles que se fueran. Ambos decidieron empacar e ir al apartamento de Greenfield en el Upper West Side para reagruparse.

"Nos dieron de 15 a 20 minutos para juntar nuestra ropa y víveres", dijo Greenfield. "Destruyeron prácticamente todo lo demás. Tiraron abajo las carpas y las pusieron en camiones de basura".

"Agarré lo que pude", dijo Letto. "Si la intención de uno era irse, daban suficiente tiempo para irse. Fue realmente sorprendente cuán rápidamente despejaron todo".

Mientras un cordón policial impedía el ingreso de gente al parque durante la redada, los manifestantes levantaron sus manos en señal de paz y sostenían cámaras para filmar el encuentro. Algunos abucheaban a la policía y los insultaban. Otros decían que los agentes tan solo cumplían órdenes.

"¡Estamos tratando de cambiar el mundo!", dijo Brendan Sanders a un agente.

"Ustedes tienen que leer la ley", respondió el oficial.

Una hora después de que comenzara la redada, la mayoría de las estructuras que habían servido como germen de una ciudad en miniatura en semanas recientes fueron desmanteladas por trabajadores del Departamento de Sanidad vestidos con uniformes verdes. Las carpas de la biblioteca, el centro de prensa, ayuda legal, información y sanidad fueron desmanteladas, y colocadas en contenedores rodantes de basura.

Esta vez, la redada sorpresa dejó poco tiempo para que los políticos disintieran o los manifestantes se prepararan. Para las 5:30 de la madrugada, una fantasmagórica calma había descendido sobre el parque Zuccotti, que apenas horas antes alojaba a una multitud briosa.

Los trabajadores de sanidad usaron máquinas de lavado para fregar el suelo. El aire olía a gases de caño de escape y jabón. Decenas de más trabajadores vestidos con chalecos fosforescentes limpiaban las calles con trapeadores y baldes.

Se permitiría que los manifestantes vuelvan al parque cuando reabra el martes por la mañana, dijo Bloomberg en su comunicado, pero no podrían restablecer su campamento.

"Los manifestantes han tenido dos meses para ocupar el parque con carpas y bolsas de dormir", dijo el alcalde. "Ahora tendrán que ocupar el espacio con el poder de sus argumentos".

Krugman corrige: nosotros no somos el 99%, "nosotros somos en 99,9%"

– Somos el 99,9% (El País – 11/12/11) Lectura recomendada

(Por Paul Krugman)

"Nosotros somos el 99%" es un gran eslogan. Define correctamente el problema como una oposición entre la clase media y la élite (en vez de entre la clase media y los pobres). Y también va más allá de la idea consagrada, reiterada pero errónea, de que la creciente desigualdad se deriva principalmente de que a la gente culta le va mejor que a la que tiene menos cultura; los que más han salido ganando en esta nueva Edad de Oro han sido un puñado de gente muy rica, no licenciados universitarios en general.

Sin embargo, el eslogan del 99% apunta en todo caso demasiado bajo. Una gran parte de las ganancias del 1% más rico se concentran en un grupo todavía más pequeño, el 0,1% más alto (la milésima parte más rica de la población).

Y en Estados Unidos, mientras que los demócratas, en líneas generales, quieren que la superélite contribuya al menos en parte a la reducción del déficit a largo plazo, los republicanos quieren rebajarle los impuestos y al mismo tiempo recortar la Seguridad Social y la asistencia médica en nombre de la disciplina fiscal.

Antes de llegar a esas discrepancias políticas, veamos unas cuantas cifras.

El último informe de la Oficina Presupuestaria del Congreso sobre la desigualdad no analizaba detalladamente el 1% más alto, pero un informe anterior, que solo llegaba hasta 2005, sí lo hacía. De acuerdo con ese informe, entre 1979 y 2005 los ingresos después de impuestos y ajustados a la inflación de los estadounidenses con una posición media en la distribución de la renta aumentaron un 21%. El número equivalente para el 0,1% más rico aumentó un 400%.

En su mayoría, estas enormes ganancias reflejaban un aumento drástico en la parte de la renta antes de impuestos correspondiente a la superélite. Pero también ha habido grandes reducciones de impuestos que han favorecido a los ricos. En concreto, los impuestos sobre las plusvalías son mucho más bajos que en 1979, y la milésima parte más rica de los estadounidenses representan la mitad de todos los ingresos derivados de las plusvalías.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, ¿por qué defienden los republicanos nuevas rebajas fiscales para los muy ricos al tiempo que advierten sobre los déficits y exigen recortes drásticos en los programas de Seguridad Social?

Pues bien, aparte de gritar "¡Guerra de clases!" siempre que se plantean estas preguntas, la respuesta habitual es que la superélite "crea empleo", o sea, que hace una aportación especial a la economía. Por eso, lo que necesitan saber es que esto es economía mala. De hecho, sería economía mala incluso si EEUU tuviera la economía de mercado perfecta e ideal de las quimeras conservadoras.

Después de todo, en una economía de mercado ideal, a cada trabajador se le pagaría exactamente lo que él o ella aporta a la economía al decidirse a trabajar, ni más ni menos. Y esto sería igualmente válido para los trabajadores que ganan 30.000 dólares al año y para los ejecutivos que ingresan 30 millones al año. No habría ninguna razón para considerar que las aportaciones de los que se embolsan 30 millones de dólares merecen un tratamiento especial.

Pero, dirán ustedes, los ricos pagan impuestos. Y en efecto, así es. Y podrían -y deberían, desde el punto de vista del 99,9%- pagar una parte considerablemente mayor, en vez de optar a todavía más exenciones fiscales, a pesar de la supuesta crisis presupuestaria, por todas las cosas magníficas que se supone que hacen.

Así y todo, ¿no es verdad que algunos de los muy ricos se hacen así de ricos creando innovaciones que son mucho más valiosas para el mundo que la renta que reciben? Claro que sí, pero si se fijan en quiénes componen realmente ese 0,1%, es difícil no llegar a la conclusión de que, en general, a los miembros de la superélite se les paga de más, no de menos, por lo que hacen.

Porque, ¿quiénes son ese 0,1%? Muy pocos de ellos son innovadores a lo Steve Jobs: la mayoría de ellos son mandamases de empresas y embaucadores financieros. Según un análisis reciente, el 43% de la superélite son ejecutivos de empresas no financieras; el 18% se dedica a las finanzas, y otro 12% son abogados o están en el sector inmobiliario. Y estas no son, por decirlo suavemente, profesiones en las que exista una clara relación entre los ingresos de alguien y su aportación a la economía.

La paga de los ejecutivos, que se ha disparado durante la última generación, la deciden unas juntas directivas nombradas por esas mismas personas cuyo sueldo establecen; los consejeros delegados que hacen una mala labor reciben de todas maneras nóminas espléndidas, y hasta los ejecutivos fracasados y despedidos a menudo reciben millones según salen por la puerta.

Mientras tanto, la crisis económica ha demostrado que gran parte del valor aparente creado por las finanzas modernas era un espejismo. Como lo expresaba recientemente el director de estabilidad financiera del Banco de Inglaterra, la supuestamente alta rentabilidad antes de la crisis sencillamente reflejaba un aumento del riesgo, un riesgo que corrían no los propios embaucadores, sino los inversores ingenuos o los contribuyentes, que acabaron cargando con el muerto cuando todo salió mal. Y como señalaba mordazmente," si la creación de riesgo fuera una actividad con valor añadido, los que juegan a la ruleta rusa contribuirían desproporcionadamente al bienestar mundial".

Entonces, ¿debería el 99,9% odiar al 0,1%? No, ni mucho menos. Pero debería hacer caso omiso de toda la propaganda sobre la "creación de empleo" y exigir que la superélite pague muchos más impuestos.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service)

Decíamos ayer…

(Mi convocatoria a la rebelión de los jóvenes, viene de lejos. Sirva como referencia lo escrito a principios del año 2007, cuando muchos -aun- permanecían anestesiados)

Del Paper- Desempleo juvenil: de la inactividad al desaliento – ¿Qué están esperando? (Convocatoria a la rebelión de la "sociedad de los conformes"), publicado el 15/3/07

edu.red

Convocatoria a la rebelión de la "sociedad de los conformes"

En su libro "Antes del fin" (Memorias), Ernesto Sabato, 1998, Grupo Editorial Planeta, nos dice:

"Quizá, por mi formación anarquista, he sido siempre una especie de francotirador solitario, perteneciendo a esa clase de escritores que, como señaló Camus: "Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen". El escritor debe ser testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana. Debe prepararse para asumir lo que la etimología de la palabra testigo le advierte: para el martirologio. Es arduo el camino que le espera: los poderosos lo calificarán de comunista por reclamar justicia para los desvalidos y los hambrientos; los comunistas lo tildarán de reaccionario por exigir libertad y respeto por la persona. En esa tremenda dualidad vivirá el desgarro y lastimado, pero deberá sostenerse con uñas y dientes.

De no ser así, la historia de los tiempos venideros tendrá toda la razón de acusarlo por haber traicionado lo más preciado de la condición humana"…

Sin llegar a la "estatura" intelectual del "Maestro", ni siquiera "usurpando" la categoría de escritor; aceptando mis limitaciones de entendimiento y el humilde oficio de "testigo de cargo" al hilo del vivir (alguna vez me autotitulé "escribidor" o "preguntero", y fue mucho), he intentado seguir sus "enseñanzas", respetar sus "postulados" y… hacerme "uno con el prójimo". Otra cosa es ver si lo he logrado…

El siguiente párrafo del "Maestro" que deseo compartir con ustedes, es éste:

"Veo las noticias y corroboro que es inadmisible abandonarse tranquilamente a la idea de que el mundo superará sin más la crisis que atraviesa"…

Finalizaré las citas (es tanta mi admiración, que podría seguir y seguir…) de esta manera:

"Los jóvenes lo sufren: ya no quieren tener hijos. No cabe escepticismo mayor.

Así como los animales en cautiverio, nuestras jóvenes generaciones no se arriesgan a ser padres. Tal es el estado del mundo que les estamos entregando.

La anorexia, la bulimia, la drogadicción y la violencia son otros de los signos de este tiempo de angustia ante el desprecio por la vida de quienes nos mandan.

¿Cómo podríamos explicarles a nuestros abuelos que hemos llevado la vida a tal situación que muchos jóvenes se dejan morir porque no comen o vomitan los alimentos? Por falta de ganas de vivir o por cumplir con el mandato que nos inculca la televisión: la flacura histérica.

Cientos de miles de jóvenes son drogadictos. Andan como bandas por las plazas del mundo.

Todo hace pensar que la Tierra va en camino de transformarse en un desierto superpoblado. No es casual que en una de las últimas Cumbres Ecológicas se hayan previsto guerras, en un futuro no muy lejano, para la obtención de agua potable.

Este paisaje fúnebre y desafortunado es obra de esa clase de gente que se ha reído de los pobres diablos que desde hace tantos años lo veníamos advirtiendo, aduciendo que eran fábulas típicas de escritores, de poetas fantasiosos.

Según esa versión semántica que traen las lenguas, el epíteto de realistas señala a individuos que se caracterizan por destruir todo género de realidad, desde la más candorosa naturaleza, hasta el alma de hombres y niños.

Si bien los optimistas impertérritos arguyen que la humanidad ha sabido siempre sobreponerse a los bárbaros acontecimientos, de ninguna manera estamos en condiciones de poder confiar en esta clase de sofismas. En primer lugar, porque hay civilizaciones enteras que jamás se recuperaron, y en segundo, porque atravesamos una crisis total y planetaria"…

Ustedes eligen…

Formar parte del porcentaje descendente de jóvenes empleados o luchar.

Formar parte del porcentaje creciente de jóvenes desempleados o luchar.

Seguir compartiendo la persistencia de la pobreza entre casi el 56 por ciento de los trabajadores jóvenes o luchar.

Formar parte de los jóvenes desempleados (85 millones), o de los jóvenes trabajadores pobres (300 millones a nivel de US$ 2 al día), o de los jóvenes desalentados (estimado grosso modo en 20 millones), o luchar.

Formar parte de más de la tercera parte de la población juvenil que sufre de un déficit de oportunidades de trabajo decente o luchar.

Conseguir un puesto de trabajo donde las condiciones laborales tienden a estar por debajo de lo que se considera "decente y productivo" o luchar.

Estar más expuestos a largas jornadas de trabajo, a contratos temporales o informales con bajos salarios, una protección social escasa o inexistente, y a no tener voz en el trabajo o luchar.

Aceptar la sensación de vulnerabilidad, inutilidad y ociosidad que la incapacidad de encontrar trabajo genera o luchar.

Continuar aceptando que la posibilidad de estar desempleado triplique a la de los adultos o luchar.

Ser uno de cada tres integrantes de la población juvenil mundial (de 1,1 mil millones de personas entre 15 y 24 años) que está buscando trabajo sin éxito o luchar.

Ser de los jóvenes desempleados que conforman casi la mitad (43,7 por ciento) del total de los desempleados del mundo, a pesar que son sólo 25 por ciento de la población en edad de trabajar o luchar.

Ser alguno de los 125 millones de jóvenes trabajadores pobres (lo que significa que más del 20 por ciento de los jóvenes empleados vivían en un hogar donde había menos de US$ 1 al día por persona en el 2005) o luchar.

Seguir tolerando que se les ignore en las estrategias nacionales para reducir la pobreza y en la promoción del desarrollo sostenible o luchar.

Prolongar el desaliento y la vulnerabilidad que produce el estar desempleado por un largo tiempo, así como el difícil proceso de reintegrarse a la fuerza laboral, con el peligro de sentirse inútil y de distanciarse de la sociedad o luchar.

Formar parte del porcentaje de los jóvenes que se retirarán del mercado de trabajo y ni siquiera buscarán trabajo más o luchar.

Formar parte del porcentaje de jóvenes que ni trabajan ni estudian, inutilizando una buena parte del potencial laboral de la población o luchar.

Soportar una posición de debilidad no solamente como trabajadores, sino también como agentes de cambio; no poder ejercer sus derechos de ciudadanos porque tienen derechos limitados como trabajadores o no tienen derechos; no poder darle a sus hijos y dependientes un mejor futuro porque no ganan lo suficiente para levantarse de la pobreza junto con su familia; no poder esperar una seguridad de ingreso a medida que ejercen porque no tienen acceso a la protección social o luchar.

Consentir que la vulnerabilidad de los jóvenes en el mercado de trabajo pueda resultar en la pérdida de su autoestima, la exclusión social, el empobrecimiento, el ocio, la potencial atracción hacia actividades ilegales y finalmente sentimientos de frustración con su situación y al apuntamiento de sus frustraciones a la sociedad que las creó o luchar.

Formar parte de los jóvenes que trabajan en condiciones insatisfactorias, determinadas por cualquier número de características cualitativas (horas, remuneración inadecuada, mal uso de sus habilidades, falta de seguridad, falta de beneficios…), y caer bajo la muy amplia categorización de "jóvenes subempleados" y, por lo tanto constituir una parte de los jóvenes que caen dentro del déficit de oportunidades de trabajo decente o luchar.

Ser alguno de los jóvenes trabajadores pobres -125 millones de jóvenes al nivel de US$ 1 al día en 2005, o 22,7 por ciento de los jóvenes empleados- quienes debido al rendimiento remunerativo inadecuado de su trabajo fácilmente clasificarían como jóvenes que no tienen oportunidades de trabajo decente o luchar.

Regresar a la Edad Media "entonando" la "Oda al despido libre" según la música del Club de Bilderberg, la Trilateral Commission, el Council of Foreign Relations o el Foro Económico Mundial (Davos) y la letra de la OCDE, el FMI, el BM, o la OMC o luchar.

Aceptar la hipocresía (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de que una legislación de protección del empleo menos estricta facilita el que los empresarios contraten a más trabajadores, mejorando las oportunidades laborales de aquellos grupos que tienen dificultades de acceso al mercado laboral, tales como los jóvenes o las mujeres o luchar.

Consentir la falsedad (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de la necesidad de incrementar la "flexibilidad laboral" y el uso de horarios laborales "no normalizados", incluidos el aumento del empleo a tiempo parcial, el trabajo fuera de los horarios laborales usuales y horarios laborales variables o luchar.

Tolerar la ficción (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de que las políticas de estimulación en el mercado laboral serían más eficaces si se atacasen los obstáculos a la demanda, por ejemplo, creando un entorno de apoyo a la política macroeconómica, estimulando la competencia en el mercado de bienes o flexibilizando las normativas de empleo excesivamente rígidas o luchar.

Soportar la afrenta (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de que una forma de fomentar la motivación laboral consiste, simplemente, en recortar las prestaciones y su duración o luchar.

Admitir las medidas (incluidas en la música y letra de la Oda al despido libre) que potencien horarios de trabajo flexible y el trabajo a tiempo parcial -aplicados mediante convenios entre empresarios y trabajadores- en la "ridícula fantasía" de que pueden contribuir a crear una mayor elección para los trabajadores en relación con los horarios laborales y a promover la participación de ciertos grupos, tales como los padres jóvenes o los viejos trabajadores o luchar.

Conformarse con el dogma (incluido en la música y letra de la Oda al despido libre) de que una legislación demasiado estricta obstaculizará la movilidad laboral, reducirá la eficacia dinámica de la economía y restringirá la creación de empleo o luchar.

Transigir con la doctrina de la "flexiseguridad" (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) como un enfoque que facilita la contratación y el despido al tiempo que proporciona servicios de reinserción laboral eficaces y rentas de ayuda a quienes pierden su empleo o luchar.

Resignarse a que las negociaciones salariales tanto centralizadas como descentralizadas (incluidas en la música y letra de la Oda al despido libre) dan mejores resultados en términos de empleo que las negociaciones a escala sectorial o luchar.

Aceptar que el crecimiento económico mundial no se traduzca en la generación de empleos de calidad necesarios para avanzar en la reducción de la pobreza o luchar.

Admitir que la mitad de los trabajadores no obtengan suficientes ingresos para superar, ellos y sus familias, el umbral de la pobreza, que se cifra en dos dólares de los Estados Unidos al día o luchar.

Consentir que la cuestión de la seguridad en el empleo y de los ingresos de los trabajadores del mundo no haya sido una prioridad en el momento de diseñar las políticas o luchar.

Tolerar que para millones de trabajadores, los nuevos empleos apenas proporcionen ingresos que permitan superar el nivel de pobreza, o bien se encuentren muy por debajo de lo que cabría calificar de trabajo satisfactorio y productivo o luchar.

Convivir con la inseguridad personal que genera la relocalización o luchar.

Admitir el argumento de que la globalización traerá beneficios a largo y corto plazo para todos, mientras se acaba de perder el trabajo a causa de la globalización o luchar.

Aceptar que los mediáticos gurúes les impongan las tendencias decidiendo por ustedes cómo tienen que vestirse, dónde invertir, qué y dónde comer, cómo deben vivir, pensar, sentir y votar o luchar.

Resignarse a que el mercado -a través de la seducción publicitaria asociada a esa caja amplificadora que son los medios de comunicación– mande, asuma una verdad, imponga ideas y tendencias sobre cómo se debe pensar, sentir y vivir o luchar.

Ser cómplice (por acción u omisión) de la proyección de las tendencias actuales, que anticipan que para el año 2050 la humanidad estará usando dos veces el valor de los recursos naturales del planeta, en caso de que estos recursos siguieran existiendo o luchar.

Ser colaborador (por acción u omisión) en el robo de los recursos del planeta a nuestros descendientes, consumiendo mucho más de lo que podemos, o luchar.

Continuar con la actividad humana (por acción u omisión) que está desencadenando cambios sin precedentes en varios millones de años o luchar.

Acelerar (por acción u omisión) el cambio climático que podría reducir el crecimiento económico mundial en una quinta parte o luchar.

Encubrir (por acción u omisión) el riesgo de que hasta 200 millones de personas puedan convertirse en refugiadas en la medida que sus hogares sean golpeados por las sequías o las inundaciones o luchar.

Seguir bailando en la cubierta del Titanic hasta que choque con el iceberg, creyendo que los botes salvavidas alcanzaran para alguien más que los ricos y los hijos de los ricos o luchar.

Ser hijos de la televisión, entrenados para contemplar la vida en lugar de hacerla, y encogerse de hombros o luchar

Convencerse de que la servidumbre es vuestro destino y la impotencia vuestra naturaleza: admitir de que "no se puede" decir, "no se puede" hacer, "no se puede" ser o luchar.

Dicen los que saben…

(Ernesto Sabato, op. cit.): "No quiero morirme sin decirles estas palabras. Tengo fe en ustedes. Les he escrito hechos muy duros, durante largo tiempo no sabía si volverles a hablar de lo que está pasando en el mundo. El peligro en que nos encontramos todos los hombres, ricos y pobres.

Esto es lo que ellos no saben, los hombres del poder. No saben que sus hijos también están en esta pobre situación.

No podemos hundirnos en la depresión, porque es de alguna manera, un lujo que no pueden darse los padres de los chiquitos que se mueren de hambre. Y no es posible que nos encerremos cada vez con más seguridades en nuestros hogares.

Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro…

Sí, muchachos, la vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión.

No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría decirse que el mundo entero, que su fin es promover el bien común.

La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.

Pero antes habremos de aceptar que hemos fracasado. De lo contrario volveremos a ser arrastrados por los profetas de la televisión, por los que buscan la salvación en la panacea del hiperdesarrollo. El consumo no es un sustituto del paraíso.

La situación es muy grave y nos afecta a todos. Pero, aun así, hay quienes se esfuerzan para no traicionar los nobles valores. Millones de seres en el mundo sobreviven heroicamente en la miseria. Ellos son los mártires"…

(Günter Grass, Mi siglo, 1999, Alfaguara): "1932. Tenía que ocurrir algo. En cualquier caso, las cosas no podían seguir así, con decretos de urgencia y elecciones continuas. Sin embargo, en principio, hasta hoy no ha cambiado mucho. Bueno, estar sin trabajo entonces y parado ahora no es exactamente lo mismo. En aquella época no se decía "estoy sin trabajo", sino "voy a que me estampillen". Por alguna razón, eso parecía más activo. La verdad es que nadie quería reconocer que no tenía trabajo. Se consideraba una vergüenza. En cualquier caso, cuando en el colegio o en la catequesis me preguntaba el reverendo Watzek, yo decía: "Mi padre va a que lo estampillen", mientras que mi nieto dice ahora tranquilamente: "Vivo del subsidio". Es verdad, cuando Brüning estaba en el poder, eran unos seis millones, pero ahora estamos otra vez en cinco, bien contados. Por eso hoy se escatima el dinero y se compra sólo lo más necesario. En principio, las cosas no han cambiado. Sólo que en el treinta y dos, cuando llevaba ya tres inviernos yendo a que lo estampillaran, a Padre hacía tiempo que lo estaban descontando, y le reducían la asistencia social cada dos por tres. Tres marcos con cincuenta a la semana cada vez. Y como mis hermanos iban los dos a que los estampillaran, y sólo mi hermana Erike, vendedora en Tietz, traía a casa un verdadero salario, Madre no llegaba a reunir siquiera doscientos marcos semanales para la casa. Eso no bastaba en absoluto, pero en nuestra vecindad ocurría lo mismo en todas partes. ¡Ay de quien agarraba la gripe o lo que fuera! Sólo por el certificado había que apoquinar cincuenta pfennig. Echar medias suelas a los zapatos abría un agujero en las finanzas. El carbón comprimido costaba unos dos marcos el quintal. Sin embargo, en las cuencas los montones aumentaban. Naturalmente, estaban vigilados, estrictamente además, con alambre de espino y perros. Y el colmo eran las patatas de invierno. Tenía que ocurrir algo, porque el sistema entero estaba podrido. En principio, hoy ocurre lo mismo. También las esperas en la oficina de empleo…

Bueno, las cosas no son ahora tan malas, aunque pueden empeorar. En cualquier caso, entonces había algo así como el servicio social para los llamados desempleados de la beneficencia. En nuestro caso, en Remscheid, tenían que apencar en la presa, construyendo caminos. Padre también, porque vivíamos de la beneficencia. En aquella época, como los caballos eran demasiado caros, enganchaban a unos veinte hombres a una apisonadora de no sé cuántos quintales y, a la voz de "¡arre!", arrancaban. A mí no me dejaban ir a mirar, porque Padre, que en otro tiempo fue maquinista jefe, se avergonzaba ante su hijo. Sin embargo, en casa lo oía llorar cuando en la oscuridad, estaba echado junto a Madre. Ella no lloraba, pero al final, poco antes de la toma del poder, no hacía más que decir: "Peor no puede ser". Una cosa así no puede pasarnos hoy, he dicho a mi nieto, para tranquilizarlo, cuando se dedica como siempre a hablar mal de todo.

-Tienes razón -me respondió el rapaz-, por muy mal que esté lo del trabajo, las acciones en la Bolsa no hacen más que subir".

(Ricardo Negroni, en una de esas "cartas semanales" que regala a mi intelecto): A propósito de un joven italiano de 32 años, que luego de decidir irse a vivir a Buenos Aires, Argentina (para mi sorpresa), resuelve, después de un año, marcharse de allí (volviendo a sorprenderme, pero esta vez en sentido contrario).

"Las decisiones de este personaje no tienen mucha relación con tus razonamientos. Es, como diría Hanglin (periodista argentino), un "macho posmoderno", no tiene obligaciones, gasta poco, tiene una razonable preparación técnica que le permite conseguir trabajo donde esté y no quiere ningún compromiso. Está planificando su ida de la Argentina porque se dio cuenta que con lo que gana aquí no puede ahorrar como para volver a Italia una vez por año o cada dos años. No le molesta ni la desorganización del país, ni la injusticia, ni nada de eso; es más, él está encantado de vivir aquí y ama Buenos Aires a la que considera una ciudad fascinante. Su plan no es volver a Italia, sino irse a Singapur, donde, según él, su trabajo es mejor pago. Tiene 32 años; a su edad yo estaba casado, tenía dos hijos, era profesor universitario y dirigía dos laboratorios. Pero claro, yo pertenezco a la era positivista, demasiado pronto estuve anclado por compromisos de toda índole (afectivos, laborales, de país, etc.). Esta generación es distinta y no la podemos entender razonando como nosotros lo hacemos"…

(Ricardo Negroni, en su carta respuesta a mi consulta solicitando autorización para citar su opinión sobre la juventud posmoderna)

"Querido amigo: Ayer (10/1/07) recibí tu correo electrónico; sin duda tu extensa consideración acerca del desempleo, subempleo y "contratos basura" que está sufriendo la juventud del mundo dará origen a una prolongada sesión de debate en nuestro grupo del Hospital Muñiz. En este pequeño conjunto de personas, en que la mayoría son jóvenes o de mediana edad, hay muchos perjudicados por esta lacra que el capitalismo salvaje ha desatado en los últimos años del siglo pasado y comienzos de este.

En mi opinión esto fue posible cuando el capitalismo quedó solo en la escena mundial, la caída del muro de Berlín significó la pérdida en menos de 10 años, de un siglo de luchas de los asalariados por ser reconocidos, retribuidos y respetados como seres humanos.

Sin embargo hay algo que me preocupa más aún, cuando tú los incitas a luchar por recuperar lo perdido, no estoy seguro que muchos te sigan. La generación post moderna es nihilista, sólo se interesa por los placeres pasajeros, el sobrevivir cada día y el consumismo, no tienen proyectos de vida, ni conciencia social, ni solidaridad, esta actitud ante la vida les ha hecho tanto daño como las drogas o el alcohol. No digo que todos son iguales, pero hay una elevada proporción de jóvenes entre 14 y 25 años que no piensan, no proyectan, no estudian, no trabajan, no leen y casi no saben hablar. ¿Qué va a ser de ellos? Sin dudas serán los futuros delincuentes. Cuando estudié Salud Pública aprendí que hasta el siglo IXX la mayor causa de mortalidad humana eran las epidemias, el hambre y las guerras; cuando algunos de estos problemas fueron superados las expectativas de vida aumentaron y la gente se moría de accidentes en la vía pública y enfermedades degenerativas como las neoplasias malignas y las enfermedades cardiovasculares; algunas de estas últimas están siendo controladas, entonces surge la delincuencia urbana violenta, la adicción a las drogas, la baja de la natalidad, la contaminación del ecosistema y el suicidio. Está comprobado, y de ello doy fe por mi experiencia como criador de ratas y hamsters, que cuando demasiados animales conviven en un espacio limitado, primero dejan de procrear y luego se abandonan hasta morir, inclusive dejan de alimentarse. Por lo tanto todo lo señalado por ti es una conducta animal típica de la superpoblación, que lleva a la sobreoferta de mano de obra, de profesionales, técnicos, etc., con la consiguiente caída de las condiciones laborales.

Este problema estaba previsto, pero de otra manera, se pensó más en una grave y generalizada falta de alimentos, que no se produjo en la medida de lo proyectado por el incremento en la producción, gracias a los transgénicos, la deforestación y la expansión de territorio dedicado a ganadería y agricultura. Lamentablemente, esto producirá en un futuro próximo o ya lo está originando, un tremendo desequilibrio de la ecología.

Este panorama sombrío es el responsable de la desesperanza juvenil, de la limitación de la natalidad y probablemente del suicidio en masa ocasionado por la drogadicción y el SIDA. De esto último tengo yo una gran experiencia de más de 20 años.

Creo que va a ser muy poco probable que tengamos la oportunidad de ver el cambio. Don Gregorio de Marañón decía que todo tiempo pasado fue peor, pero no tuvo la desgracia de vivir en este tiempo. No sé cómo habría que hacer las comparaciones de calidad de vida entre el pasado y el presente, habida cuenta de las diferentes necesidades de uno y otro tiempo"…

(Me cuelo entre los que saben -perdón por la petulancia- para pedirles una reflexión)

Como bien conocen los jóvenes de los pueblos tradicionalistas, la única manera de que no te quemen las brasas es pisarlas con tal firmeza y contundencia que no haya transpiración. Cuando una manada de leones sale de cacería enseguida percibe que su mejor presa es aquélla que da muestras de vacilación y debilidad. Los perros salvajes siempre atacan a aquel que más teme hacerles frente.

Tal vez, al final, sólo se trate de optar entre la Visa o la Vida.

Tal vez, al final, sólo se trate de optar entre la Vida o la Bolsa.

Por favor, no fracasen como nosotros, no dejen de hacer lo que tienen que hacer…

Los nadies

Sueñan las pulgas en comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy ni mañana, ni nuca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tiene cara, sino brazos.

Que no tiene nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

(De "El libro de los abrazos", Eduardo Galeano, diciembre de 1989, regalo de mi hija Julia, la futura madre de mi primer nieto, en la Navidad del 2006)

Gracias, Julia, por dejarme volar contigo…

(Con un nieto en "conciencia" y otro por llegar, trascurridos tres años desde el Paper sobre Desempleo Juvenil, volvía a la carga, con la ilusión, deseos, y esperanza que los jóvenes se rebelaran ante el despreciable futuro que le ofrecían los "global players")

Del Ensayo Esperando la rebelión de los "ni-ni" (ni estudian ni trabajan): Los "babylosers" – De la "Generación Peter Pan" a la "Generación Cero": el becarismo rampante, publicado en febrero de 2010

Ya sé; no me digás, tenés razón: la vida es una herida absurda… (*)

(*) (De la letra del Tango "La última curda" de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo)

"Me resulta tan odioso seguir como conducir". Nietzsche

Estimado joven amigo: No tengo la menor autoridad para sermonear a nadie (apenas soy, un millonario en fracasos) y aunque la tuviera, no la desearía utilizar (intento ser liberal hasta el renunciamiento personal). Por otra parte, tampoco puedo dirigirme a mis contemporáneos (los que no se han dado por "vencidos", disfrutan del hedonismo pasivo de última instancia, mientras duren las migajas). Por supuesto, poco interesan mis pensamientos a nivel académico, por incómodos y fuera de contexto (fui expulsado de las Escuelas de Negocios, por antiglobalizador, desde antes que ese término trascendiera al gran público, o por intentar enseñar ética, a los que sólo se preparaban para matar).

Así y todo, por el mérito de haber trabajado para ti (sí, al menos para los que aún leen, por supuesto) desde el año 1998, estudiando, documentando y escribiendo sobre temas de economía para facilitar la difusión, el entendimiento y el debate de ideas desde una óptica "políticamente incorrecta", además de dejar un amplio archivo de Informes y Hemeroteca para que "no se olvide lo inolvidable", permíteme compartir contigo esta "confesión".

El 54% de los miembros de tu generación ("de los ciudadanos de 18 a 34 años", según los analistas, que no ahorran en sarcasmos, al llamarlos ciudadanos), no tiene proyectos ni ilusión. No aciertan a vislumbrar una salida airosa, ni combatir este estado de cosas. No tienen prisa para hacerse mayores.

El virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de la gente joven. Mientras tanto, el discurso consumista ha resultado una trampa para tantos jóvenes audaces que creyeron en el maná crediticio y el crecimiento económico sin fin.

Vivir peor que sus padres… Podemos estar asistiendo al primer proceso masivo de descenso social desde los tiempos de la Revolución francesa.

¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Aplican la estrategia de flexibilizar los deseos (individuos de plastilina) y de restar compromisos (seres invisibles, presentistas). Aprovechar el momento "aquí y ahora".

Esclavos libres… Jóvenes rotos… Presa fácil de la devastación laboral, corren el riesgo (casi la certeza) de un nivel de vida peor que el de sus padres. Nuestra sociedad excluye aquellos que representan el futuro, transformándolos en extranjeros de sí misma. Excluidos del futuro, desarrollan una actitud nihilista porque no les exige estar motivados, ni asumir responsabilidades.

¿Será posible que esta juventud supuestamente acomodaticia y refractaria a la utopía sea la llamada a abrir nuevos caminos? Vivimos un tiempo sin ideologías. Vivimos en una sociedad "anestesiada". Una sociedad en la que todo vale. Es mejor no aspirar a mucho y "pillar" lo que se pueda.

Generación decepción… La apatía destructiva que se deriva de la ausencia de valores, de la relatividad moral, de la indiferencia ante quienes nos rodean.

El riesgo de la eterna adolescencia (síndrome de Peter Pan)… alcohol… beber hasta la embriaguez… drogas… problemas en las aulas… abandono y fracaso escolar… indisciplina y violencia…

Crisis de identidad… desconfianza y ausencia de valores… conformismo irreversible… Los jóvenes se han instalado en una "impotencia confortable"…

Seguramente algunos padres (ojalá que muchos, entre los que me incluyo) se estén preguntando: ¿Y qué hemos hecho nosotros para merecer esto? Mi respuesta sería: "todo mal" (asumo mi parte del fracaso).

Hemos criado niños eternos; les hemos dado objetos y no afectos; hemos estado demasiado ausentes demasiado tiempo; no le hemos enseñado el valor del esfuerzo, del trabajo, de la responsabilidad; nunca nos hemos sentado con ellos a escucharlos; nunca les hemos dicho que no; hemos desvalorizado el papel de los maestros; hemos sido permisivos, relativistas, consumistas, hedonistas, egoístas, indiferentes, individualistas, insolidarios… y todo ello se ha trasmitido a los hijos.

Hemos deseado que no sufrieran lo que habíamos sufrido nosotros, que tuvieran todo aquello que no habíamos podido tener nosotros, que lograran (sin mirar cómo, ni para qué) el título universitario que no habíamos podido lograr nosotros. Hemos transformado a nuestros hijos en un "trofeo" para demostrar nuestro éxito en la vida.

Y ahora, tarde y mal, nos damos cuenta que el "trofeo" es un fiasco, que hemos malogrado nuestros objetivos y lo que peor aún, hemos estropeado a nuestros hijos.

Estamos cosechando lo que hemos sembrado. Los jóvenes no tienen culpa. La culpa es nuestra. La generación que dirige (simula) el mundo es la nuestra, la generación que dirige (especula) los negocios es la nuestra, la generación que educa (por decir…), cura (en fin…) y da de comer (según…), es la nuestra. La generación que trasmite (muy poco) los valores es la nuestra. Somos los "titulares" de todos los descalabros. Nuestros hijos son el resultado de ellos. La prueba final de la insensatez total.

Después de este "acto de contrición", volvamos a ti, joven amigo:

¿Con todos estos "agravantes" y tantos "atenuantes" que piensas hacer tú? ¿Seguir en el vacío total? ¿Continuar excluido del futuro? ¿Esperando heredar la nada?

Las opciones (visto lo visto) son: idiota o ilota… Tú eliges (aunque no es mucho). Los "ni-ni" no dan para más (y tampoco lo desean los amos del universo). Te mearán en la cabeza y te dirán que es lluvia… ¿Y tú te dejas?

Por mucho menos que esto, estalló la Revolución Francesa, por mucho menos que esto se asaltó el Palacio de Invierno, por mucho menos que esto se produjo el mayo del 68.

Y tú ahí, impotente confortable, sentado en el salón viendo la tele (fútbol + reality shows), llenándote de mierda el "gruyere" cerebral que te dejó el sistema, la droga y el alcohol, esperando la sopa boba que tu anciana madre te pone de limosna… sin aspirar a mucho, pillando lo que puedes…

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente