La eurozona bate el récord de parados desde que nació la moneda común
La crisis financiera mundial ha hecho mucha mella en el empleo. España es el ejemplo más dramático. El parte, de momento, arroja cinco millones de parados, antes 1,8. Pero la factura en puestos de trabajo ha sido alta en casi todo el mundo. Cicatrizar esta herida costará mucho tiempo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que harán falta cinco años, hasta 2016. Según los cálculos de la agencia dependiente de la ONU, recuperar los niveles de empleo previos al estallido financiero precisa 80 millones de empleos. Sin embargo, "la reciente desaceleración económica" hace que esto no sea posible a corto plazo, por lo que retrasa un año su pronóstico inicial de recuperación.
La OIT critica con dureza la política seguida por la mayoría de países para salir de la crisis en un informe previo a la cumbre del G-20 que se celebra el próximo viernes en Cannes (Francia) y que se publicó ayer. "No se ha puesto suficiente atención al potencial que los empleos podrían tener para impulsar la recuperación. Los países se han enfocado principalmente en tranquilizar a los mercados financieros. (…) El debate se ha enfocado en la austeridad fiscal y en cómo ayudar a los bancos (…). El empleo ha quedado relegado como tema de segunda instancia", analiza.
Las críticas de la OIT van más allá de las políticas seguidas para salir de la crisis. La organización -integrada por Gobiernos, sindicatos y empresarios de todo el mundo- también lanza sus dardos contra la moderación salarial en los últimos 20 años. "No ha generado una mayor inversión real", explica. "La moderación salarial ha contribuido a exacerbar los desequilibrios globales, lo cual, aunado a las ineficiencias del sistema financiero, dio paso a la crisis y la sigue perpetuando".
Entre las advertencias que lanza el organismo internacional está la del aumento del descontento social, que, según las encuestas que maneja, ha crecido en el 40% de los países estudiados (119) como consecuencia de que han empeorado las condiciones de vida. Tomando como base los estudios sociológicos de la empresa de sondeos estadounidense Gallup, la OIT apunta a que es en las economías avanzadas donde más posibilidades hay de que avance más el descontento social.
El argumento de la OIT encaja con los datos conocidos ayer de la evolución del paro en la zona euro. Desde que se puso en marcha la moneda única nunca hubo tantos desempleados. Según los datos que ayer publicó Eurostat, en la eurozona hay 16,2 millones, cinco más que cuando comenzó la crisis. La tasa de paro ha llegado en septiembre al 10,2. En el conjunto de la Unión Europea, el paro se ha situado en el 9,7%, con 23,2 millones de parados.
España es, en buena medida, responsable de esta evolución. Según Eurostat, que elabora sus estimaciones partiendo de la EPA y los registros de las oficinas de empleo, de los 16,2 millones de parados, 5,2 se encuentran en España, el 32,4%.
A comienzos de 2007, año en que comenzó la crisis, el paro español apenas representaba el 10% del de la zona euro. Estos datos muestran, una vez más, que las crisis económicas en España se ceban en mayor medida con el empleo que en el resto de los socios europeos.
"Citius, altius, fortius"
– La brecha entre ricos y pobres se dispara al nivel más alto en 30 años (El País – 6/12/11) Lectura recomendada
Uno de los legados de la última gran bonanza económica vivida entre las grandes potencias y los países emergentes es una brecha mayor entre ricos y pobres. La desigualdad ha aumentado al nivel más alto de los últimos 30 años en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), debido sobre todo a la creciente diferencia entre los salarios, que suponen el 75% de los ingresos de un hogar. Lo ha hecho precisamente en esos años de crecimiento, según el informe hecho público ayer por la OCDE con datos de 2008, previos a la Gran Recesión.
La bonanza de un país no se traslada de forma automática ni natural a la reducción de la brecha social y las políticas correctoras -los impuestos y los servicios sociales- han ido perdiendo efecto como redistribuidores de riqueza desde mediados de los noventa. El 10% más pudiente de la población gana como promedio 9,6 veces más que el 10% más desfavorecido en el conjunto de la OCDE, según el estudio, y la distancia ha crecido incluso en los países tradicionalmente más igualitarios, como Alemania, Suecia o Dinamarca, aunque sigue muy por debajo de la media.
"El contrato social se está empezando a deshacer en muchos países. La incertidumbre y los miedos a la exclusión han alcanzado a la clase media en muchas sociedades, la gente siente que está sufriendo una crisis de la que no son responsables, mientras esos con altos ingresos resultan perdonados", alertó ayer el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, al presentar el informe Estamos divididos, Por qué la desigualdad sigue creciendo. Gurría hizo un llamamiento a los Gobiernos: "Tratar la cuestión de la justicia es una condición sine qua non para el restablecimiento de la confianza".
Los españoles no salen bien parados. El ingreso medio del 10% de la población mejor situada era en 2008 alrededor de 38.000 euros, casi 12 veces más que ese 10% que menos gana (una media de 3.500 euros), un punto más que en el informe anterior. La distancia se ha estrechado respecto a la España de los ochenta, pero no en los últimos años. Las cifras de la oficina estadística europea (Eurostat), que llegan hasta 2010 y comparan el 20% de los más ricos con el 20% de los más pobres. El año pasado la desigualdad alcanzó el nivel más alto desde 1995 y en 2009, último que permite comparar entre los países de la Europa de los Veintisiete, solo Letonia, Lituania y Rumanía superaban a España en disparidad de rentas.
La desigualdad queda por encima de la media y de países como Italia (10), aunque por debajo de Estados Unidos (14). Se llevan la palma México y Chile, con ratios de 26 y 27, respectivamente. Pero, poniendo el foco fuera de la OCDE, la brecha es muy superior en otros países, como el floreciente y admirado Brasil el país donde los más pudientes ganan 50 veces más que los peor situados.
El informe también recoge el indicador Gini, en el que uno indica desigualdad absoluta y cero reparto perfecto, que refleja la misma tendencia "políticamente explosiva", según la OCDE.
El estudio analiza otros motivos de la brecha social, como los efectos de la globalización y cambios demográficos y de estructura familiar, con más hogares unipersonales, pero destaca la brecha salarial y el sistema fiscal como las grandes causas. El beneficio ha ido mejorando para los más formados y empeorando para los empleados de menor cualificación y han proliferado los trabajos a tiempo parcial. Por eso el organismo insta a los Gobiernos a invertir más en capital humano y la creación de "más y mejor empleo".
Y, en plena ola de recortes sociales en Europa, lanza una petición: es importante tener servicios públicos de calidad de acceso libre, como la educación, salud y atención, sobre todo en los países emergentes.
La OCDE también pone sobre la mesa otro de los debates candentes y advierte del recorte en los impuestos a los que más ganan, así que pide a los Gobiernos "que revisen su sistema fiscal para asegurar que los más ricos contribuyen en su justa medida en el pago de impuestos".
Aunque, más que un incremento en las tasas, la organización cree que pueden resultar más efectivas medidas como la eliminación de las exenciones fiscales y replantearse el papel de otros tributos sobre la propiedad o la transferencia de activos.
Gurría defendió un aumento de la fiscalidad para los más ricos, pero poniendo el acento en el 1% con los recursos más elevados o incluso en un porcentaje inferior, porque a su juicio ahí "hay margen", y dijo que en muchos casos su nivel de impuestos es relativamente menor que el de otros grupos de población.
La OCDE pide actuar. Gurría lo recalcó. "No hay nada inevitable en esta alta y creciente desigualdad".
La brecha salarial en los países de la OCDE se ha disparado al nivel más alto en décadas
"Un coche pequeño, utilitario, pero un nuevo y flamante coche. Ese es probablemente el primer símbolo de la democratización del consumo, del nacimiento de las clases medias en las economías desarrolladas, el momento en que los trabajadores tuvieron el acceso a la compra de un automóvil. A Henry Ford se le ha atribuido muchas veces el papel de promotor de la clase media americana, hace un siglo, porque creó un modelo, el Ford T, que estaba al alcance de la mayor parte de los estadounidenses y la producción en cadena que inventó dio lugar a un nuevo tipo de obrero especializado, con mejor salario que el proletario, un miembro de esa nueva clase media. En España, el Ford T de los trabajadores fue el Seat 600, el coche que popularizó el automóvil entre esos españoles que empezaron a descubrir el turismo en la Península en los años sesenta y que, unos años después, ya tenían en sus casas dos televisores"… Ricos más ricos, pobres más pobres (El País – 11/12/11)
Las clases medias mantienen el poder de compra, pero la brecha entre los más ricos y los más pobres se ha disparado al nivel más alto de los últimos 30 años en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), incluso en los tradicionalmente más igualitarios, como Alemania.
No es la crisis la que ha obrado el milagro (solo lo ha agravado), sino una etapa de crecimiento sostenido en la que desde mediados de los años noventa han ido perdiendo fuerza las políticas de redistribución de la riqueza; a saber, los impuestos, los servicios públicos y las prestaciones sociales.
Henry Ford solía decir que mejoró los salarios de sus trabajadores para que pudiesen comprar los automóviles que fabricaban. Pero probablemente el magnate también necesitaba fidelizar a esa mano de obra porque, entonces, conceptos como la deslocalización industrial no existían, y menos para industrias tan pesadas. Hoy el panorama no puede ser más diferente.
La globalización es uno de los motivos por los que la desigualdad tiende a crecer, porque la mano de obra empieza a competir de forma global y entre los rivales figuran potencias emergentes con mano de obra más barata. El progreso tecnológico también provoca disparidad salarial, porque premia mucho más al profesional formado y perjudica al menos cualificado.
Los impuestos y los servicios sociales son los que reequilibran las diferencias. Así que la OCDE, en plena ola de recortes por la dura crisis financiera y de deuda, ha pedido a los Gobiernos que revisen la fiscalidad y clama por una sanidad y educación públicas de calidad. Pide, además, un impulso al empleo cualificado y, por tanto, mejor pagado. "El contrato social se está empezando a deshacer en muchos países", alertó sobre las tensiones sociales el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, al presentar el informe.
Hay distintos termómetros para la desigualdad. El informe de la OCDE, que recoge los datos de 2008, previos a la Gran Recesión, muestran que el 10% mejor situado gana como promedio 9,6 veces más que el peor pagado. En España eran casi 12 veces más (un punto más que en el informe anterior), por encima de Italia (10) aunque por debajo de los poderosos Estados Unidos (14). El índice Gini, por el que el símbolo = es igualdad absoluta y el número 1 implica que una sola persona concentra todos los recursos, lanza el mismo mensaje.
"Es cierto que la desigualdad entre ingresos crece dentro de los países desarrollados, en términos pequeños", dice Javier Solana, ahora presidente del ESADE Centre for Global Economics and Geopolitics, pero llama a poner el acento "en cómo se ha reducido la brecha entre países y ha crecido la esperanza de vida".
Las clases medias -un nivel de clase media muy modesto para el patrón europeo- se multiplicarán en los países emergentes en los próximos años. Aunque, al mismo tiempo, el último informe gubernamental de China, recogido por Efe, reflejaba la semana pasada el mayor desequilibrio salarial de la historia.
La brecha interna no es una cuestión de países pobres o ricos. En la economía estadounidense el ejecutivo que solía ganar 30 veces más que su empleado ahora gana 110 veces más, se lamentaba esta semana Barack Obama, y, además, paga menos impuestos.
La oficina estadística europea, Eurostat, compara el 20% de mayores ingresos con el 20% de menores y, según los últimos datos, el año pasado la desigualdad en España, alcanzó el nivel más alto desde 1995. Y en 2009, el último que permite comparar entre los países de la Europa de los Veintisiete, solo Letonia, Lituania y Rumanía, superaban en brecha.
Aquel fue el año más duro de la recesión, pero fue en plena euforia económica cuando emergió el fenómeno del mileurismo, esa generación de treintañeros de alta cualificación y salarios que parecían quedarse siempre en la frontera de los 1.000 euros. Y la última encuesta de estructura salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja por ejemplo que la brecha entre jefe y empleado ha crecido alrededor de 38 puntos desde 1995.
¿Por qué la desigualdad importa? La pregunta se adentra en el terreno de la ética y la justicia social. Pero también hay argumentos economicistas. El analista del Banco Mundial, Branko Milanovic, uno de los principales expertos internacionales en la materia, advierte que "el incremento de los desequilibrios en ingresos se traduce después en una brecha de educación y de salud, lo que merma el crecimiento" porque los países con menores niveles sanitarios y de formación son menos dinámicos.
El aumento de la desigualdad de ingresos, además, afecta a la vida política. "La gente más rica es capaz de controlar los procesos políticos a través de la financiación de partidos y se benefician de forma desproporcionada porque logran mejores empleos", señala. A su juicio, la discriminación por riqueza "no es diferente de la discriminación por razones de sexo o raza: un largo segmento de la población no tiene oportunidad de utilizar sus capacidades para beneficiarse a sí mismo y a la sociedad", lo que "obviamente lleva a unos menores ingresos en general".
Desigualdad no es lo mismo que pobreza, esta última se puede reducir al tiempo que crece la brecha entre ricos y pobres. Así que hay también quienes ponen el acento en la reducción de la miseria, pero no de la diferencia entre ricos y pobres. Martin Feldstein, de la Universidad de Harvard, responde por correo electrónico que el aspecto importante de la desigualdad es la miseria y la política pública debe centrarse en reducir ese problema, "y no la desigualdad en sí misma". A su juicio, "el crecimiento económico puede incrementar los ingresos y el bienestar de las clases medias mucho más que la redistribución". Puede hacerlo, pero no siempre ocurre. La bonanza reciente lo muestra.
Imaginen, propone Feldstein, que un pájaro mágico entrega a cada persona 1.000 dólares, ello no reduciría ninguna desigualdad, pero no deja de ser una mejora para todos que no recae a expensas de nadie. Feldstein habla de "igualitarismo rencoroso", el sentimiento de rechazo de aquellos que, aunque vean mejorar sus ingresos, protestan porque los ricos aún se alejan más. Y añade que esos 1.000 dólares significan más para el pobre que para el rico, con lo que su situación avanza más en términos relativos.
Pero hay otro relato para esta fenomenal crisis financiera, y en ese, la desigualdad desempeña un papel crucial como motor de deudas imposibles. Un trabajo de investigadores del Fondo Monetario Internacional (FMI), Desigualdad, endeudamiento y crisis, analizaba hace un año el caso estadounidense.
Las dos grandes crisis de los últimos 100 años, la Gran Depresión de 1929 y la Gran Recesión que empezó en 2007, vinieron precedidas de fuertes incrementos en la desigualdad de ingresos y un aumento similar en los ratios de endeudamiento entre los hogares de medios y bajos ingresos. "La crisis es el resultado último, después de un periodo de décadas, del shock del poder de negociación sobre los ingresos de dos tipos de hogares, los de los inversores, que representan el 5% de la población y cuyo poder de negociación crece, y los trabajadores que suponían el 95% restante", explican los autores, Michael Kumhof y Romain Rancière.
El mecanismo es el siguiente. La concentración de la riqueza en una parte cada vez más concreta de la población redujo la capacidad adquisitiva del resto y, para poder mantener su nivel de consumo, se abarataron los créditos, alumbrando ese fenómeno de las hipotecas basura, de alto riesgo, porque se otorgaban a familias que difícilmente iban a poder pagar. La burbuja de crédito engordó el sector financiero y recortó inversiones productivas. Todo iba bien hasta que alguien un día no pudo pagar la hipoteca, el precio de las casas se derrumbó, grandes bancos quebraron y se empezó a hablar de refundar el capitalismo y unas cuantas cosas más.
"Creo que los créditos fáciles fueron una forma de redistribución para la gente cuyos ingresos no seguían el ritmo. Nadie tenía incentivos para impedirlo, después de todo, existía la ilusión de que el crédito se pagaría", responde desde Chicago el economista Raghuram Rajan, execonomista jefe del FMI que advirtió en 2005 contra el desastre financiero que se avecinaba. "Por supuesto", añade el ahora profesor de la Universidad de Chicago, "la mejor política hubiese sido mejorar la capacidad de la gente para ganar dinero, a través de la formación, pero eso lleva mucho tiempo".
La brecha social y las clases medias se han convertido también en un tema caliente en Estados Unidos. "Este tipo de desigualdad, un nivel que no se veía desde la Gran Depresión, nos hiere a todos", dijo Obama en un discurso electoral en el que emuló a Theodor Roosevelt para defender una mayor justicia redistributiva.
Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del planeta, sorprendió al mundo este verano al quejarse de que pagaba pocos impuestos, que se le había gravado el 17% por su fortuna, cuando los 20 trabajadores de su oficina pagan tipos del 33% al 41%. "Dejen de mimar a los súper ricos", se titulaba el artículo del The New York Times en el que hacía semejante denuncia, un lema que bien podría leerse en cualquier pancarta del movimiento Ocupa Wall Street, o ese somos el 99%, en referencia a que el 1% más rico ha prosperado a expensas del resto.
La crisis produce fenómenos extraños, pero Rajan advierte contra estos últimos alegatos sobre los impuestos. Una subida fiscal, a su juicio, "podría usarse como fuente de ingresos para reducir el déficit en tanto que haya el mismo énfasis en gastar con cuidado en las cosas que importan, como una red mínima de seguridad y la mejora de capacidades para el futuro", pero "las subidas de impuestos no son una gran idea para financiar derroches o si se presentan como una medida punitiva". Es más, explica que el incremento de tasas en segmentos muy pequeños de la población tiende a restar responsabilidad en el gasto. "Después de todo, votaré para que haya más gasto si sé que otros pagarán por ello, así que mientras a los ricos se les pida que paguen más, creo que es una mala idea decir que nadie más pagará nada, y quizá incluso lograr incluso rebajas", reflexiona.
Los impuestos que pagan los más ricos han menguado en los países de la OCDE en los últimos 40 años. España, sin ir más lejos, aprobó en su última época de bonanza jugosas rebajas fiscales. Bajo el mandato de Pedro Solbes en Economía, el Gobierno rebajó el impuesto sobre sociedades, eliminó el de patrimonio y redujo el IRPF.
Y el tipo marginal en EEUU o Reino Unido, por ejemplo, se situaba por encima del 70% en los años setenta, antes de que los nuevos credos de Ronald Reagan o Margaret Thatcher diesen lugar a tijeretazos de 40 puntos en el transcurso de una década, según un análisis publicado en el foro de debate Vox, del Centre for Economic Policy Research (CEPR).
Este análisis, firmado por Thomas Piketty junto a otros dos autores, señala que los países ricos han crecido aproximadamente al mismo ritmo durante los pasados 30 años, a pesar de los cambios introducidos en las políticas fiscales y defiende que el tipo máximo podría situarse en el 80% para ese 1% más rico de la población sin que ello desincentivara, la creación de riqueza ni la productividad.
Tampoco hay conclusiones demasiado claras entre idearios políticos -al menos, los escritos en discursos y programas electorales- y la reducción efectiva de la pobreza. Una investigación de Wilkinson y Piketty analiza cómo la brecha social variaba en periodos de Gobierno de Thatcher, Major y Blair en Reino Unido.
Cuando Milanovic, ahora profesor invitado en la Universidad Carlos III de Madrid, comenzó a investigar la desigualdad vivía en un país comunista, la antigua Yugoslavia. A aquellos políticos, recuerda, les escocía su trabajo porque mostraba que la igualdad universal era un mito bajo el socialismo. Cuando trabajó en países capitalistas tampoco despertó pasiones.
"La desigualdad no es lo mismo que la pobreza y la brecha puede ensancharse tanto en la bonanza como en la crisis, impulsada por motivos diferentes en cada escenario", reflexiona Alfonso Novales, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.
En la euforia, cuando todos los ingresos crecen de forma absoluta, pasa desapercibida, pero cuando estalla una Gran Recesión dispara la pobreza relativa por el latigazo del paro y la caída de los salarios. En España, el año pasado había un 21% de los hogares por debajo del umbral de la pobreza y los ingresos de las familias bajaron un 4,4%. Tres de cada 10 personas que el año pasado pidieron ayuda a Cáritas lo hicieron por primera vez y el peso de los inmigrantes, el colectivo más castigado por el paro y vulnerable por la falta de red social y familiar, ha bajado del 60% al 50%.
Las clases medias en España siguen teniendo coches, y televisores, y además ahora pueden viajar en aerolíneas de bajo coste (o podrán volver a hacerlo, una vez superada esta interminable crisis), pero un pequeño detalle ha cambiado en los últimos 15 años: el peso de la deuda de las familias, que equivalía al 32% del PIB en 1995, era más del doble en 2010, un 85%. Por hacer una comparación -odiosa-, en Alemania se mantenía estable en el 61% en el mismo periodo.
Los hogares españoles, en fin, han acogido un nuevo miembro, una fenomenal deuda.
Un estudio revela que en los países ricos el desempleo causa una creciente inquietud.
"La falta de empleo se ha convertido en los últimos dos años en una de las principales causas de preocupación global, según un sondeo comisionado por la BBC. El 18% de los entrevistados aseguraron que habían conversado en el mes anterior sobre la falta de trabajo con amigos y familiares, según el estudio, que forma parte de una serie anual llamada The World Speaks (El Mundo Habla)"… El desempleo inquieta cada vez más (BBCMundo – 12/12/11)
Diferencias por países
La proporción es seis veces mayor que la arrojada por una encuesta similar encargada por la BBC hace dos años. Para esta última encuesta, fueron entrevistados 11.000 adultos en 23 países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, entre julio y septiembre.
El estudio revela la creciente inquietud que causa el desempleo entre la población de los países ricos, que se han visto afectados por la recesión o el lento crecimiento, según precisa el periodista económico de la BBC Mark Gregory.
La corrupción es otro de los temas que más preocupan a nivel global.
Sin embargo, el desempleo no es el asunto que genera mayor preocupación global: la corrupción y la extrema pobreza siguen siendo al igual que en la encuesta de hace dos años los problemas que más conversaciones generan.
La encuesta también muestra que la comida y los precios de la energía son importantes causas de preocupación. Mientras, asuntos no relacionados con la economía, como el daño al medio ambiente o el fundamentalismo religioso figuran en lugares más bajos en la lista de problemas colectivos recientemente discutidos.
El sondeo muestra que hay una gran diferencia en las causas de preocupación de cada país.
La violencia y los crímenes en general preocupan sobre todo a los latinoamericanos, mientras que el cambio climático solo aparece en Reino Unido y Alemania entre los asuntos más discutidos.
El estado de la economía fue el asunto más discutido en Estados Unidos, Japón y Francia -todos ellos países ricos- mientras que la corrupción ocupó el lugar más alto en Nigeria, India y Egipto.
En China y Rusia, en contraste, fue el aumento de los precios la principal causa de inquietud.
Davos teme revueltas también en países desarrollados
– El mayor riesgo de la crisis económica es social (Cinco Días – 12/1/12)
(Por Raquel D. Guijarro) Lectura recomendada
Las imágenes de la llamada primavera árabe, de las revueltas populares vividas en Atenas o Londres y de los movimientos de protesta más pacíficos como el 15-M español y sus ramificaciones en París o Nueva York parece que no han sido ajenas a los expertos del Foro de Davos que elaboran el informe Riesgos globales 2012.
Este estudio, presentado ayer, se basa en una encuesta realizada entre 469 expertos procedentes de la industria, los Gobiernos, las universidades y la sociedad civil que examina hasta 50 riesgos globales repartidos en cinco categorías. Estas cinco áreas o, como los denomina el informe, centros de gravedad, son los desequilibrios fiscales crónicos, en el ámbito económico, las emisiones de gases de efecto invernadero, en el terreno medioambiental, las fallas que se detectan en la gobernanza mundial, un crecimiento demográfico insostenible y los puntos débiles en materia tecnológica.
Pero, además de señalar estos cinco grandes riesgos, el estudio pone el acento por primera vez en las revueltas sociales, a las que señala como otro de los graves riesgos a los que se enfrenta la economía mundial.
Amenaza al crecimiento
El Foro de Davos advierte que el tándem que configuran los desajustes fiscales crónicos y la grave disparidad de ingresos "amenaza el crecimiento mundial". En este sentido, señala que estos riesgos son conductores de nacionalismos, populismos y políticas proteccionistas. Y no se olvida de recordar que todo ello ocurre justo en un momento en el que el mundo continúa siendo vulnerable a choques sistémicos financieros, así como a posibles crisis alimentarias y de agua. El máximo responsable de este análisis, Lee Howell, asegura que por primera vez en numerosas generaciones, muchas familias no creen que sus hijos vayan a disfrutar de un nivel de vida superior al que tuvieron ellos. "Esa nueva sensación de malestar es especialmente aguda en los países industrializados, que históricamente han sido fuente de gran confianza e ideas audaces", añade Howell.
Semillas de "distopía"
En esta línea, el estudio es muy crítico con la situación provocada por la crisis: número creciente de jóvenes con escasas perspectivas, cada vez más jubilados que dependen de prestaciones pagadas por Estados sobreendeudados y mayor brecha entre ricos y pobres.
Es más, el informe se atreve a acuñar el término semillas de distopía. Entiende por distopía lo contrario de utopía o, lo que es lo mismo, un lugar en el que la vida está repleta de dificultades y no existe esperanza. "Describe qué ocurre cuando los esfuerzos por construir un mundo mejor yerran de forma no intencionada. Podría tratarse de economías desarrolladas en las que los ciudadanos lamentan la pérdida de derechos sociales o de economías emergentes incapaces de dar oportunidades a su población", añade el Foro.
Por tanto, concluye que una sociedad que siembre continuamente semillas de distopía -al no abordar el envejecimiento demográfico, el desempleo juvenil o los desequilibrios fiscales- está condenada a la inestabilidad en los próximos años, lo que frenará su progreso. Todo un reto ahora en tiempos de ajustes y reformas.
Hacia una regulación preventiva y no reactiva
El Foro de Davos pone el acento también sobre el papel decisivo que juega la regulación.
"Las respuestas a las erupciones volcánicas de Islandia fueron ejemplo de regulación excesiva, mientras la crisis de las hipotecas subprime fueron fruto de regulación insuficiente. Debemos lograr el equilibrio adecuado y, para hacerlo, nuestras medidas de protección deben ser preventivas, en lugar de reactivas", explica el director de riesgos de Swiss Re, David Cole. El informe no se olvida de los riesgos de las nuevas tecnologías.
La globalización, una mayor desigualdad y la crisis en las clases bajas y medias devuelven el conflicto social al centro del debate en EEUU y Europa
– El regreso de la lucha de clases (El País – 21/2/12) Lectura recomendada
(Por Andrés Ortega)
De la mano de la última fase de la globalización, de la creciente desigualdad, de la crisis y del final de un modelo de crecimiento económico, la idea de la lucha de clases está de regreso en Occidente. Y esta vez vuelve de la mano no solo de analistas neomarxistas, sino de un financiero como George Soros, o de sociólogos que han alertado sobre lo que está ocurriendo en estas sociedades occidentales. La idea de lucha, conflicto o guerra de clases vuelve a los análisis. Aunque no en la forma clásica.
Estados Unidos era un país profundamente optimista en términos sociales. Hace tan solo unos años, algunas encuestas indicaban que un 30% de los ciudadanos se consideraba perteneciente al 10% más rico. Hoy, según una reciente encuesta del Centro Pew, un 69% -19 puntos más que en 2009- de los norteamericanos -especialmente entre blancos de ingresos medios- piensa que el conflicto entre clases es la mayor fuente de tensión en su sociedad, claramente por encima de la fricción entre razas o entre inmigrantes y estadounidenses. George Soros, en una entrevista en Newsweek, habla de la "guerra de clases que está llegando a EEUU". En muchos casos, sin embargo, se confunde conflicto entre clases con conflictos entre ricos y pobres.
Pues la tensión se da entre ricos y pobres o, por precisar, entre muy ricos y muy pobres. El movimiento Ocupa Wall Street y otros centros urbanos se presentan como la defensa del 99% frente al 1% más rico (que en realidad es aún menor). Y es que la desigualdad ha crecido en EEUU y, con ella, como recogía un reportaje de The New York Times, la movilidad social se ha reducido en ese país, debilitándose así la idea de la sociedad de oportunidades.
El filósofo esloveno, marxista (o, más precisamente, como le ha gustado definirse, leninista-lacaniano), Slavoj Zizek, en un artículo en The London Review of Books, aborda este tipo de protestas. "No son protestas proletarias", señala, "sino protestas contra la amenaza de convertirse en proletarios". Y añade: "La posibilidad de ser explotado en un empleo estable se vive ahora como un privilegio. ¿Y quién se atreve a ir a la huelga hoy día, cuando tener un empleo permanente es en sí un privilegio?".
Zizek habla del surgimiento de una "nueva burguesía", que ya no es propietaria de los medios de producción, sino que se ha "refuncionalizado" como gestión asalariada. "La burguesía en su sentido clásico tiende a desaparecer", indica. Resurge como un "subconjunto de los trabajadores asalariados, como gestores cualificados para ganar más en virtud de su competencia", lo que para el filósofo se aplica a todo tipo de expertos, desde administradores a doctores, abogados, periodistas, intelectuales y artistas. Cita como alternativa el modelo chino de un capitalismo gerencial sin una burguesía.
Como señala el economista Michael Spence en Foreign Affairs, los efectos de la globalización en las sociedades occidentales han sido benignos hasta hace una década. Las clases medias y las trabajadoras de las sociedades desarrolladas se beneficiaron de ella al disponer de productos más baratos, aunque sus sueldos no subieran. Pero a medida que las economías emergentes crecieron, desplazaron actividades de las sociedades industrializadas a las emergentes, afectando al empleo y a los salarios ya no solo de las clases trabajadoras, sino de una parte importante de las clases medias, que se sienten ahora perdedoras de la globalización y de las nuevas tecnologías. Ya se ha hecho famosa la pregunta de Obama a Steve Jobs, el fundador de Apple, cuando en febrero de 2011 le planteó por qué el iPhone no se podía fabricar en EEUU. "Esos empleos no volverán", replicó Jobs. La respuesta no trató solo de los salarios, sino de la capacidad y flexibilidad de producción.
El crecimiento de la desigualdad de los últimos años no es algo únicamente propio de EEUU, sino de casi todas las sociedades europeas, incluida España, a lo que contribuye el crecimiento del paro y se suma la creciente sensación de inseguridad que ha aportado la globalización. Hoy se sienten perdedores de la última fase de la globalización, de la crisis y de las nuevas tecnologías no solo las comúnmente llamadas clases trabajadoras, sino también las clases medias en EEUU y Europa.
Las sociedades posindustriales se han vuelto menos igualitarias. De hecho, EEUU vive su mayor desigualdad en muchas décadas. El sociólogo conservador estadounidense Charles Murray, en su último libro, Drifting apart (Separándose), ha llamado la atención sobre cómo en su país hace 50 años había una brecha entre ricos y pobres, pero no era tan grande ni llevaba a comportamientos tan diferentes como ahora. Los no pobres, de los que hablaba Richard Nixon, se han convertido en pobres. Aunque para Murray la palabra "clase" no sirve realmente para entender esta profunda división. Murray ve su sociedad divida en tribus; una arriba, con educación superior (20%), y una abajo (30%). Y entre ellas hay grandes diferencias de ingresos y de comportamiento social (matrimonios, hijos fuera del matrimonio, etcétera).
Otros añaden la crisis que en ambos lados del Atlántico están atravesando las clases medias. Refiriéndose a Francia, aunque con un marco conceptual que se aplica perfectamente a otras sociedades como la española, el sociólogo francés Camille Peugny, en un libro de 2009, alertó sobre el fenómeno de "desclasamiento", un temor a un descenso social que se ha agravado con la crisis que agita no solo a las clases populares "que se sienten irresistiblemente atraídas hacia abajo", sino también a las clases medias "desestabilizadas y a la deriva". El desclasamiento, generador de frustración, se da también como un factor entre generaciones.
Y tiene efectos políticos. Según Peugny, los desclasados tienden a apoyar el autoritarismo y la restauración de los valores tradicionales y nacionales. Producen una derechización de la sociedad, frente a una izquierda que sigue insistiendo en un proceso de redistribución de la riqueza y las oportunidades que ya no funciona. Está claro que, en Francia, una gran parte del voto al Frente Nacional de Marine Le Pen, que le come terreno a Sarkozy, proviene de lo que tradicionalmente se llamaba clase obrera. O, ahora, de esa nueva clase en ciernes que algunos sociólogos llaman el precariado, pues las categorías anteriores ya no sirven.
En otras sociedades pueden darse otras reacciones. Así, en la Grecia castigada, las encuestas muestran que tres partidos de extrema izquierda (Izquierda Democrática, el Partido Comunista y Syriza) suman entre ellos 42% de la intención de voto, mientras los socialistas del Pasok (8%) se han derrumbado y Nueva Democracia domina el centro-derecha con un 31%.
Por primera vez en estos últimos años, la globalización, con el auge de las economías emergentes, especialmente China, está afectando no ya a los salarios de la clase baja, sino también a los empleos y remuneraciones de las clases medias de las economías desarrolladas. También con consecuencias políticas. Francis Fukuyama, que se hizo famoso con su artículo sobre "el fin de la historia" y el triunfo de la democracia liberal, ahora, en una última entrega sobre "el futuro de la historia", también en Foreign Affairs, se pregunta si realmente la democracia liberal puede sobrevivir al declive de la clase media. "La forma actual del capitalismo globalizado", escribe quien fuera uno de sus grandes defensores, "está erosionando la base social de la clase media sobre la que reposa la democracia liberal". Tampoco hay realmente una alternativa ideológica, señala, pues el único modelo rival es el chino, "que combina Gobierno autoritario y una economía en parte de mercado", pero que no es exportable fuera de Asia, afirmación que resulta cuestionable. Pero coincide con algo de lo que vienen alertando también otros intelectuales, como Dani Rodrik, que plantean ya abiertamente dudas sobre las virtudes de la globalización en su actual conformación.
El peligro del "precariado"
Hace ya algún tiempo, la Fundación Friedrich Ebert (socialdemócrata) había desarrollado el concepto de precariado, referido a un estrato social, dentro del proceso de transformación posindustrial, cada vez más desconectado del resto de la sociedad alemana y que elaboraron también politólogos como Frans Becker y René Cuperus. A menudo, son gente que vive en familias monoparentales y sufren enfermedades crónicas. No votan ni emiten votos protesta y desconfían de las instituciones políticas.
Recientemente, Guy Standing, catedrático de Seguridad Económica de la Universidad de Bath (Reino Unido), publicó un libro en el que desarrolla su análisis sobre lo que califica como una "nueva clase peligrosa".
Para Standing, esta nueva clase había estado creciendo como una realidad escondida de la globalización -que ha supuesto una nueva Gran Transformación- que ha llegado a la superficie con la crisis que se inició en 2008. El sociólogo británico lo ve como un "precariado global" de varios millones de personas en el mundo que carecen de todo anclaje de estabilidad. No es parte de la "clase obrera" ni del "proletariado clásico", términos menos útiles cuando la globalización ha fragmentado las estructuras nacionales de clase. Es una clase en creación, formada por un número creciente de personas -Standing calcula que una cuarta parte de los adultos de las sociedades europeas se pueden considerar precariado- que caen en situaciones de precariedad, que supone una exclusión económica y cultural. La caída en el desempleo y la economía sumergida es parte de la vida del precariado. También sus diferencias en formación con la élite privilegiada y la pequeña clase trabajadora técnicamente instruida.
Son "nómadas urbanos" que no comparten una identidad por el tipo de ocupación, pues esta cambia, pero sí por cuatro características: "La ira, la anomía, la ansiedad y la alienación". No son solo jóvenes, sino que también mayores engrosan sus filas ante la crisis del sistema de pensiones. Y son personas que a menudo han tenido que romper con sus lugares de origen, adaptarse constantemente a nuevos entornos, a un coste psicológico elevado. Según Standing, es una "clase peligrosa" pues es pasto de todo tipo de populismos y extremismos, incluido el nacionalismo exacerbado, el proteccionismo y el antieuropeísmo. Por lo que se requieren medidas para evitar que siga creciendo.
El dinero de los contribuyentes utilizado para rescatar a la banca (según el FMI)
"La crisis fue en origen financiera. Los Gobiernos de EE UU, Alemania o Reino Unido no dudaron en inyectar capital en aquellas entidades que lo precisaron, nacionalizar parcial o totalmente algunas de ellas e incluso proceder a su liquidación. El caos bancario, -que se ha llevado por delante a al menos 760 bancos en la UE, según datos del BCE- se saldó con un volumen de ayudas equivalente a 1,7 billones de dólares (1,2 billones de euros), de acuerdo con las estimaciones del FMI (Fondo Monetario Internacional). Para hacerse una idea de la magnitud de las ayudas, ese volumen equivale al 120% del PIB español. Estas ayudas han servido para la estabilizar el sistema financiero y algunos Gobiernos también han recuperado parte de la inversión e incluso han hecho importantes beneficios, como es el caso de EEUU. Otros han incurrido en severas pérdidas, como Irlanda. El FMI cifra en 1,2 billones el apoyo directo de los Estados a la banca (Cinco Días – 25/5/12)
EEUU
Wall Street es el epicentro del terremoto financiero. La caída de Lehman Brothers desencadenó un colapso del que aún se padecen las consecuencias, casi cuatro años después. En el ocaso de la Administración Bush se puso en marcha en 15 días el TARP (Troubled Asset Relief Program), dotado con 700.000 millones y una duración de 10 años, que fue articulado para permitir también la entrada del Estado en el capital de aquellos bancos en los que fuera necesario. Todas las grandes entidades han obtenido su parte. La aseguradora AIG recibió una cantidad equivalente a 54.960 millones de euros; Citi, algo más de 35.400 millones; Bank of America, una cantidad equivalente; JP Morgan y Wells Fargo, unos 19.670 millones cada una; GMAC Financial Services, 12.820 millones de euros; Morgan Stanley y Goldman Sachs, 7.870 millones de euros; PNC Financial Services, 5.965 millones, por citar solo algunos de los principales desembolsos. Con la excepción de AIG y GMAC, ese dinero ha sido devuelto y con importantes réditos. Según los cálculos de Bloomberg, los beneficios obtenidos por el Tesoro de EE UU superan los 40.400 millones de euros.
Alemania
El sistema financiero alemán no ha sido puesto nunca en cuestión. Sin embargo, Berlín se ha tenido que emplear a fondo desde 2007 para salvar a la banca alemana, particularmente la banca regional, similar a las cajas españolas. El banco IKB, una de las primeras víctimas de la crisis, logró 9.000 millones de euros para recapitalizarse. Sachsen, una entidad pública en la que Berlín invirtió 17.000 millones para mantener a flote, terminó siendo vendida por 578 millones de euros. Una entidad de las dimensiones de Commerzbank recibió inyecciones de capital de 18.000 millones de euros. Bayern LB, la entidad participada a medias por el Estado federal de Baviera y las cajas de ahorros regionales, obtuvo en noviembre de 2008 unas ayudas de 31.000 millones; 10.000 de ellos en capital directo y el resto en forma de avales. El Gobierno germano ideó después el SoFFin, el banco malo al estilo alemán, al que Hypo Real Estate, controlada ahora por el Estado, entregó 175.700 millones de activos, mientras que West LB, en plena transformación, transfirió 77.500 millones. El objetivo, a más de 10 años de horizonte, es vender bien esos 252.000 millones de euros de activos tóxicos y que la operación no tenga coste alguno para los contribuyentes. El SoFFin se da de plazo hasta el año 2027.
Reino Unido
El primer aldabonazo fue la caída de Northern Rock, a la que Londres entregó 73.480 millones de euros, entre préstamos y avales para emitir deuda, hasta su nacionalización definitiva, en febrero de 2008. Tras cuatro años de venta de activos, el Gobierno cifra ahora las pérdidas de la operación en 2.500 millones de euros. Tras Northern Rock, la crisis fue adquiriendo velocidad y en otoño de ese mismo año, Reino Unido se convertía en el primer accionista de Royal Bank of Scotland; Lloyds y HBOS. La inyección inicial prevista era de 37.000 millones de libras (unos 47.000 millones de euros al cambio de ese momento), pero luego terminó rebasando los 65.000 millones de libras (82.600 millones). Para hacerse una idea, esta ayuda excede la suma de la capitalización actual de Santander y BBVA. Como ejemplo de las complicaciones añadidas, Londres pactó inicialmente quedarse con el 60% de RBS, pero terminó quedándose con el 83%.
Bélgica
Ha caído casi en el olvido, pero el Gobierno belga tuvo que dimitir en pleno en diciembre de 2008, tras el colapso del gigante Fortis, que tuvo que ser desmembrado. Holanda invirtió más de 20.000 millones en quedarse con una parte del negocio, mientras Bélgica y Luxemburgo emplearon unos 7.000 millones en quedarse con el resto. El año pasado, Bélgica tuvo que aportar otros 4.000 millones para quedarse con Dexia y ofrecer garantías por el 60% de sus 120.000 millones en activos tóxicos. Francia puso 700 millones y el 40% de la garantía restante. Dexia obtuvo al principio de la crisis avales por 150.000 millones y una inyección de capital público de 6.000 millones.
Irlanda
Uno de los casos paradigmáticos de como un país practica una transfusión millonaria de fondos públicos -el 41,2% de su PIB- para salvar al sistema financiero. La medida resultó demasiado dolorosa y tuvo consecuencias inesperadas. El manguerazo de dinero tuvo su origen en un sector financiero desmedido -representaba cerca de ocho veces el PIB irlandés-. Varios meses después del estallido de la crisis financiera, sus consecuencias aún sacudían Irlanda. Dublín se vio obligada a nacionalizar el Anglo Irish Bank y el Irish Nationwide entre 2009 y 2010. El virus financiero se contagió con fuerza y el Gobierno decidió crear un banco malo, Nama, para concentrar los créditos tóxicos de los bancos. Para ello, las autoridades irlandesas destinaron 64.452 millones para comprar préstamos dudosos y capitalizar entidades. Irlanda aún debe recuperar cerca del 90% de esa aportación. La mayúscula inyección de fondos desembocó en el rescate del país por parte del FMI y la UE.
Holanda
En la misma época, la grave infección de la crisis en dos entidades holandesas llevaron al Gobierno de Ámsterdam a desembolsar 84.897 para rescatar a dos de sus bancos principales, el Fortis (recibió 28.000 millones) e ING (10.000 millones). Cuatro años después, el Gobierno holandés ha recuperado casi la mitad de su aportación.
"Posibilidades económicas para nuestros nietos".
– Mano de obra: un paraíso perdido (Project Syndicate – 21/6/12) Lectura recomendada
(Por Robert Skidelsky)
Londres.- Debido a que las personas en el mundo desarrollado se preguntan cómo sus países volverán al pleno empleo después de la Gran Recesión, podría resultarnos beneficioso echar un vistazo a un ensayo visionario que John Maynard Keynes escribió en el año 1930, titulado "Posibilidades económicas para nuestros nietos".
La obra de Keynes Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, publicada en el año 1936, equipó a los gobiernos con herramientas intelectuales para luchar contra el desempleo provocado por las depresiones. Sin embargo, en el ensayo citado al principio, Keynes distinguió entre desempleo causado por crisis económicas de carácter temporal y lo que él denominó "desempleo tecnológico", es decir, "el desempleo debido al descubrimiento de medios para economizar el uso de mano de obra a un ritmo que supera el ritmo con el cual podemos encontrar nuevos usos para dicha mano de obra".
Keynes creía que íbamos a escuchar mucho más sobre este tipo de desempleo en el futuro. Pero su aparición, él vislumbraba, sería un motivo de esperanza y no de desesperación. Porque dicho desempleo mostraría que por lo menos el mundo desarrollado estaba en camino de resolver el "problema económico", es decir el problema de la escasez que mantuvo a la humanidad encadenada a una agobiante vida de trabajos que requerían grandes esfuerzos.
Las máquinas fueron sustituyendo rápidamente al trabajo humano, ofreciendo la perspectiva de una producción mucho mayor con una fracción del esfuerzo humano existente. De hecho, Keynes creía que hasta aproximadamente la época actual (es decir, hasta principios del siglo XXI) la mayoría de las personas tendrían que trabajar tan sólo 15 horas a la semana para producir todo lo que necesitaban para su subsistencia y comodidad.
Los países desarrollados en la actualidad son casi tan ricos como Keynes pensó que serían, pero la mayoría de nosotros trabajamos mucho más de 15 horas a la semana, aunque sí es cierto que tomamos vacaciones más largas, y que el trabajo se ha tornado menos exigente en lo físico, por lo que nuestras vidas son más longevas. Pero, en términos generales, la profecía de un gran incremento en el tiempo libre para todos no se ha cumplido. La automatización se ha llevado a cabo a un buen ritmo, pero la mayoría de los que trabajamos todavía trabajamos un promedio de 40 horas a la semana. De hecho, la cantidad de horas de trabajo no han disminuido desde principios de la década de 1980.
Al mismo tiempo, el "desempleo tecnológico" ha ido en aumento. Desde la década de 1980, nunca nos hemos recuperado los niveles de pleno empleo de las décadas de 1950 y 1960. Si bien la mayoría de las personas todavía tiene una semana laboral de 40 horas, una minoría sustancial y en aumento ha tenido tiempo libre no deseado, que le fue impuesto en la forma de desempleo, subempleo, y retiro forzado del mercado laboral. Es más, durante el periodo en el que nos recuperemos de la recesión actual, la mayoría de los expertos espera que dicho grupo minoritario y sustancial crezca y se haga aún más grande.
Lo que esto significa es que hemos fracasado en gran medida en lo referente a convertir el creciente desempleo tecnológico en creciente tiempo libre voluntario. La razón principal para esto es que la mayor parte de las ganancias productivas logradas durante el transcurso de los últimos 30 años ha ido a parar a manos de los ricos.
Particularmente en los Estados Unidos y Gran Bretaña desde la década de 1980, hemos sido testigos del retorno "despiadado y cruel" del capitalismo, que fue vívidamente descrito por Carlos Marx. Los ricos y los muy ricos se han tornado en mucho más ricos, mientras que se han estancado los ingresos de todo el resto. Por esto, la mayoría de las personas no están, en los hechos, cuatro o cinco veces mejor de lo que estaban en el año 1930. No es de extrañar que dichas personas se encuentren trabajando más horas de las que Keynes pensó que trabajarían.
Pero hay algo más. El capitalismo exacerba, a través de todos los poros y de todos los sentidos, el hambre por el consumo. La satisfacción de dicha hambre se ha convertido en el gran paliativo de la sociedad moderna, nuestra falsa recompensa por trabajar cantidades irracionales de horas. Los avisos publicitarios proclaman un único mensaje: usted encontrará su alma en lo que compre.
Aristóteles conocía de la insaciabilidad, pero solamente como un vicio individual, él no vislumbró la insaciabilidad colectiva, esa insaciabilidad políticamente orquestada que llamamos crecimiento económico. La civilización de "siempre más" le hubiese impresionado por ser una locura moral y política.
Además, dicha civilización, luego de superar un punto determinado, también se convierte en locura económica. Esto no es sólo o principalmente porque, más pronto que tarde, nos habremos topado con los límites naturales del crecimiento. Esto es debido a que no podemos continuar por mucho tiempo más economizando el uso de la mano de obra a un ritmo mayor del que podemos encontrar nuevos usos para la misma. Ese camino conduce a una división de la sociedad: a un lado una minoría de productores, profesionales, supervisores, y especuladores financieros, y al otro lado una mayoría de zánganos y personas que no pueden trabajar.
Aparte de enfrentar implicaciones morales, una sociedad se enfrentan ante un dilema clásico: ¿cómo conciliar la incesante presión consumista con ingresos estancados? Hasta ahora, la respuesta ha sido pedir prestado, lo que condujo a la masiva deuda que en la actualidad atormenta a las economías avanzadas. Obviamente, esto es insostenible, y por lo tanto no existe absolutamente ninguna respuesta, ya que ello implica colapsos periódicos de la maquinaria de producción de riqueza.
La verdad es que no podemos continuar automatizando nuestra producción de manera exitosa sin repensar nuestras actitudes hacia el consumo, el trabajo, el tiempo libre y la distribución del ingreso. Sin dichos esfuerzos de pensamiento social creativo, la recuperación de la crisis actual será simplemente un preludio de más calamidades devastadoras en el futuro.
(Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy in both history and economics, is a working member of the British House of Lords. The author of a seminal three-volume biography of John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour party, before helping to found the short-lived Social Democratic Party and eventually becoming the Conservative Party"s spokesman for Treasury affairs in the House of Lords. He was forced out of the Conservative Party for his opposition to NATO"s intervention in Kosovo in 1999)
¿Cuánta desigualdad es aceptable?
– La sociedad mala (Project Syndicate – 19/7/12) Lectura recomendada
(Por Robert Skidelsky)
Londres.- ¿Cuánta desigualdad es aceptable? A juzgar por los niveles anteriores a la recesión, mucha, particularmente en los Estados Unidos y Gran Bretaña. Peter Mandelson, del Nuevo Laborismo, expresó el estado de ánimo de los últimos treinta años cuando comentó que se sentía "tranquilo" por el hecho de que la gente se enriqueciera de forma "desmedida". El enriquecimiento era el objetivo de la "nueva economía". Y los nuevos ricos se quedaron con una parte creciente de sus ganancias, a medida que se redujeron los impuestos para alentarlos a enriquecerse aún más y se abandonaron los esfuerzos para repartir el pastel de forma más justa.
Los resultados fueron predecibles. En 1970, los ingresos brutos de un alto ejecutivo estadounidense eran aproximadamente treinta veces más elevados que los del trabajador medio; actualmente son 263 veces más elevados. En Gran Bretaña, el salario básico (sin bonificaciones) de un alto ejecutivo era 47 veces superior a la del trabajador medio en 1970. En 2010 fue 81 veces superior. Desde finales de los años setenta, los ingresos netos del 20 por ciento más rico de la población han aumentado cinco veces más rápido que el del 20 por ciento más pobre en los Estados Unidos y cuatro veces más rápido en el Reino Unido. Aún más importante es la creciente brecha entre el promedio de los ingresos y la mediana de los ingresos, es decir que la proporción de la población que vive con la mitad o menos de la mitad del ingreso medio en los Estados Unidos y Gran Bretaña ha estado aumentando.
Aunque en algunos países esta tendencia no se ha impuesto del todo, la desigualdad ha estado aumentando durante los últimos 30-40 años en todo el mundo. Ha crecido la desigualdad dentro de los países, y las diferencias entre ellos aumentaron considerablemente después de 1980, hasta equilibrarse a finales de los noventa y comenzar a disminuir después de 2000, cuando el crecimiento en los países en desarrollo comenzó a acelerarse.
El crecimiento de la desigualdad no incomoda a los defensores ideológicos del capitalismo. En un sistema de mercado competitivo, se dice que se paga a las personas lo que valen, es decir, los altos ejecutivos agregan a la economía estadounidense 263 veces más valor que sus empleados. Pero se aduce que los pobres siguen estando mejor que si los sindicatos o el gobierno hubieran reducido la brecha artificialmente. La única forma de lograr que la riqueza se reparta más rápido es mediante una reducción adicional de los impuestos marginales o, alternativamente, mejorando el "capital humano" de los pobres, de modo que valgan más a ojos de sus empleadores.
Esta es una forma de razonamiento económico diseñada para que resulte atractiva a quienes están en la cúspide de la pirámide de los ingresos. Después de todo, no hay ninguna forma de calcular los productos marginales de diferentes individuos en actividades productivas cooperativas. Los salarios más altos sencillamente se fijan comparándolos con otros que se pagan para puestos similares.
Anteriormente, las diferencias de los salarios se establecían según lo que era justo y razonable. Mientras mayores conocimientos, habilidades y responsabilidades exigiera un puesto, mayor era el salario aceptable y aceptado para ocuparlo.
No obstante, todo lo anterior sucedía dentro de límites en los que se conservaba cierta relación entre los más altos y los más bajos. Los salarios en el sector privado rara vez eran superiores a 20 o 30 veces el salario medio y en el caso de la mayoría de las personas las diferencias eran mucho menores. Así pues, el ingreso de los médicos y abogados solía ser aproximadamente cinco veces superior al de los trabajadores manuales, no diez veces o más, como sucede actualmente,
Lo que ha conducido a los métodos espurios que se utilizan hay en día para calcular los salarios ha sido el fin del sentido común y de un modo de evaluar las actividades humanas que no se basa en criterios económicos y que toma en cuenta el contexto social más amplio.
Hay una consecuencia extraña, que no se aprecia mucho, de no distinguir entre el valor y el precio: la única forma que se ofrece a la mayoría de las personas para aumentar sus ingresos es mediante el crecimiento económico. En los países pobres eso es razonable, puesto que no hay suficiente riqueza. Sin embargo, en los países desarrollados la concentración en el crecimiento económico es una forma extraordinariamente ineficiente de aumentar la prosperidad general, porque significa que una economía debe crecer en, digamos, 3% para aumentar los ingresos de la mayoría un 1%, por decir algo.
Tampoco es seguro que el capital humano de la mayoría pueda aumentarse más rápido que el de la mayoría, que obtiene todas las ventajas educativas que se derivan de una mayor riqueza, mejores condiciones familiares y más contactos. En estas circunstancias, la redistribución es una forma más segura de lograr una amplia base de consumo, que es en sí misma una garantía de estabilidad económica.
La actitud de indiferencia ante la distribución del ingreso es de hecho una receta para un crecimiento económico sin fin en el que los ricos, los muy ricos y los súper ricos se alejan cada vez más del resto. Esto está mal por motivos morales e incluso prácticos. En términos morales, hace que las perspectivas de una vida mejor queden para siempre fuera del alcance de la mayoría de las personas. En términos prácticos, está destinado a destruir la cohesión social en la que se basa en última instancia la democracia – o, en efecto, cualquier tipo de sociedad pacífica y satisfecha.
(Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy in both history and economics, is a working member of the British House of Lords. The author of a seminal three-volume biography of John Maynard Keynes…)
Las "fábulas" del FMI: "incompetencia, defectos y nombramientos desastrosos" (sic)
"Un alto exfuncionario del Fondo Monetario Internacional dijo que está avergonzado de haber tenido alguna relación con ese organismo"… Exfuncionario del FMI renuncia y publica dura carta contra el organismo (BBCMundo – 20/7/12)
Peter Doyle dejó el FMI después de 20 años. En una carta a su director ejecutivo, con fecha 18 de junio (2012), acusa al FMI de incompetencia por no haber emitido advertencias antes de la crisis financiera mundial y la crisis en la eurozona.
Doyle también dijo que la reputación de la actual jefa del FMI, Christine Lagarde, está "manchada" pues fue elegida en un proceso de selección ilegítimo.
El exfuncionario habla de "incompetencia", "defectos" y nombramientos "desastrosos" de los directores generales del organismo.
Doyle, exasesor del Departamento para Europa del FMI -el mismo que está ejecutando los programas de rescate para Grecia, Portugal e Irlanda-, dijo que la demora del Fondo en alertar sobre la urgencia de la crisis financiera mundial fue un fracaso de "primer orden".
El veterano economista critica el "fracaso de primera categoría" de la gestión de la crisis económica global y la "incompetencia" del Fondo. Además, acusa al fondo de "eliminar" información en sus informes. Doyle, que ha trabajado durante 20 años en el FMI, dice estar "avergonzado" por su vinculación a la entidad.
En una carta obtenida por la cadena norteamericana CNN, Doyle comienza: "Después de 20 años de servicio, estoy avergonzado de tener cualquier tipo de asociación con el Fondo de todas las maneras".
Así, introduce una carta en la que reitera sus críticas al FMI por su actuación en el actual contexto de crisis económica. "Esto no es solo por la incompetencia" del organismo, "también por las notables dificultades en estas crisis que, como en otras, fueron identificadas bien de antemano pero suprimidas después", afirma Doyle, certificando que el FMI ha eliminado información.
Doyle achaca esta mala praxis del FMI a los "los extensos periodos de gestación y los prolongados procesos de toma de decisiones a nivel internacional". "El fracaso del Fondo al abordar (los retos globales) constituye un fracaso de primer orden, incluso cuando a dichas advertencias no se les ha prestado atención", reseña.
El FMI, "en los últimos dos años, ha estado desempeñando un rol del día a día y a modo de reacción a través de esfuerzos de última hora" para evitar las "consecuencias" de esta mala gestión de la crisis, véase "el sufrimiento de muchos en Grecia o que la segunda divisa mundial -el euro- esté al borde del precipicio", argumenta Doyle.
El veterano economista del FMI achaca "los fracasos de la vigilancia del FMI" a la "aversión hacia el riesgo analítico, las prioridades bilaterales y la influencia europea", unos factores, puntualiza, "están cada vez más arraigados, en detrimento de las iniciativas" propuestas para solucionarlos.
En este sentido, pone como ejemplo la elección de los directores generales del FMI que, en la última década, "han sido un absoluto y evidente desastre" y cuyo proceso es "ilegítimo". Para terminar, Doyle arremete contra el consejo ejecutivo por preferir mantener a un "Fondo inválido".
El FMI ya ha salido al paso de estas declaraciones. "Las afirmaciones de Peter ya están documentadas en los medios, incluidos los informes de la Oficina Independiente de Evaluación", aquellos que, según Doyle, fueron ignorados por el Fondo tanto en 2009 y 2011 y de los que él mismo fue partícipe.
A través de su portavoz, William Murray, el FMI ha negado que las aportaciones de Doyle o las de cualquier otro miembro del Fondo hayan sido "suprimidas". No obstante, no ha querido valorar las críticas sobre el proceso de elección del director general del organismo, una cuestión que también ha sido reprochada por las potencias emergentes como Brasil, China o India, que pujan por tener una mayor presencia en los órganos internacionales.
En base a un acuerdo no escrito entre Europa y Estados Unidos, el FMI siempre sería dirigido por una persona de nacionalidad europea, mientras que el Banco Mundial recaería sobre un estadounidense o, en su defecto, que sea del gusto de Washington.
La credibilidad del FMI ha sufrido varios varapalos tras la inusitada marcha de Rodrigo Rato antes de terminar su mandato, en 2007, y la de Dominique Strauss-Kahn, acusado de abusar sexualmente de una camarera de un hotel de Nueva York.
Se puede decir más alto, pero no más claro (el que quiera entender que entienda)
– Eduardo Galeano: "A la basura dos siglos de conquistas" (BBCMundo – 23/7/12)
(Por Paula Vilella) Lectura recomendada
"Este es un mundo violento y mentiroso pero no podemos perder la esperanza y el entusiasmo por cambiarlo", asegura Eduardo Galeano.
El escritor uruguayo, historiador literario de su continente a través de obras como "Las venas abiertas de América Latina" y la trilogía "Memorias del Fuego", habló con BBC Mundo sobre los últimos acontecimientos de América Latina y la crisis económica mundial.
Desde su mesa de siempre en el céntrico Café Brasilero, dejando tras el ventanal el frío del invierno austral, insiste en que "la grandeza humana está en las cosas chiquitas, que se hace cotidianamente, día a día, la que hacen los anónimos sin saber que la hacen".
Por eso, alterna las respuestas con episodios de su último libro, "Los hijos de los días", en el que agrupa 366 historias reales, una para cada día del año, que contienen más verdad que hablar de la prima de riesgo.
La crisis europea se está manejando por los líderes políticos desde un discurso de sacrificio de la población.
Es igual al discurso de los oficiales cuando mandan a los reclutas a morir, con menos olor a pólvora pero no menos violento.
Esto es un plan sistemático a nivel mundial para arrojar al tacho de la basura dos siglos de conquistas obreras, para que la humanidad retroceda en nombre de la recuperación nacional.
Este es un mundo organizado y especializado en el exterminio del prójimo.
Y luego vienen a condenar la violencia del pobre, la de los muertos de hambre; la otra se aplaude, merece condecoraciones.
¿Se está presentando la "austeridad" como única salida?
¿De quiénes? Si los banqueros que produjeron este desastre fueron y siguen siendo los principales asaltantes de bancos y son recompensados con millones de euros que les pagan como indemnización…
Es un mundo muy mentiroso y muy violento. Lo de la austeridad es un viejo discurso en América Latina. Asistimos a una obra de teatro que fue estrenada acá y que ya conocemos.
Sabemos todo: las fórmulas, las recetas mágicas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial…
¿Considera que el empobrecimiento de la población es más violento?
Si la lucha contra el terrorismo fuera verdadera y no una coartada para otros fines, tendríamos que empapelar el mundo con carteles que dijeran "se buscan a los secuestradores de países, a los exterminadores de salarios, a los asesinos de empleo, a los traficantes del miedo", que son los más peligrosos porque te condenan a la parálisis.
Este es un mundo que te doméstica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa.
Es alguien que te va a hacer daño y para eso hay que defenderse.
Así se justifica la industria militar, nombre poético de la industria criminal.
Eso es un ejemplo clarísimo de violencia…
El mundo actual es muy sorprendente.
La mayoría de los países europeos que parecía que estaban vacunados de los golpes de Estado son ahora gobiernos gobernados a manos de tecnócratas designados a dedo por Goldman & Sachs y otras grandes empresas financieras que no han sido votadas por nadie.
Hasta el lenguaje lo refleja: los países, que se supone que son soberanos e independientes, tienen que hacer bien sus deberes como si fueran niños con tendencia a la mala conducta y los maestros son los tecnócratas que vienen a tirarte de las orejas…
La crisis aumenta la desigualdad: los ricos, son más ricos y los pobres, son más pobres
La crisis no ha pasado factura a todos. Según revela el FMI en su informe (31/7/12), los más ricos se han enriquecido desde que comenzó la recesión mientras los más pobres se han empobrecido todavía más. La brecha que separa a unos y otros ha aumentado un 3%, según el Fondo Monetario Internacional.
Otro que habla "clarito" (se le entiende todo): economía real vs. economía financiera
– Un cañón en el culo (El País – 14/8/12) Lectura recomendada
La primera operación que efectúa el terrorista económico sobre su víctima es la del terrorista convencional, el del tiro en la nuca
(Por Juan José Millás)
Si lo hemos entendido bien, y no era fácil porque somos un poco bobos, la economía financiera es a la economía real lo que el señor feudal al siervo, lo que el amo al esclavo, lo que la metrópoli a la colonia, lo que el capitalista manchesteriano al obrero sobreexplotado. La economía financiera es el enemigo de clase de la economía real, con la que juega como un cerdo occidental con el cuerpo de un niño en un burdel asiático. Ese cerdo hijo de puta puede hacer, por ejemplo, que tu producción de trigo se aprecie o se deprecie dos años antes de que la hayas sembrado. En efecto, puede comprarte, y sin que tú te enteres de la operación, una cosecha inexistente y vendérsela a un tercero que se la venderá a un cuarto y este a un quinto y puede conseguir, según sus intereses, que a lo largo de ese proceso delirante el precio de ese trigo quimérico se dispare o se hunda sin que tú ganes más si sube, aunque te irás a la mierda si baja. Si baja demasiado, quizá no te compense sembrarlo, pero habrás quedado endeudado sin comerlo ni beberlo para el resto de tu vida, quizá vayas a la cárcel o a la horca por ello, depende de la zona geográfica en la que hayas caído, aunque no hay ninguna segura. De eso trata la economía financiera.
Estamos hablando, para ejemplificar, de la cosecha de un individuo, pero lo que el cerdo hijo de puta compra por lo general es un país entero y a precio de risa, un país con todos sus ciudadanos dentro, digamos que con gente real que se levanta realmente a las seis de mañana y se acuesta de verdad a las doce de la noche. Un país que desde la perspectiva del terrorista financiero no es más que un tablero de juegos reunidos en el que un conjunto de Clicks de Famóbil se mueve de un lado a otro como se mueven las fichas por el juego de la Oca.
La primera operación que efectúa el terrorista financiero sobre su víctima es la del terrorista convencional, el del tiro en la nuca. Es decir, la desprovee del carácter de persona, la cosifica. Una vez convertida en cosa, importa poco si tiene hijos o padres, si se ha levantado con unas décimas de fiebre, si se encuentra en un proceso de divorcio o si no ha dormido porque está preparando unas oposiciones. Nada de eso cuenta para la economía financiera ni para el terrorista económico que acaba de colocar su dedo en el mapa, sobre un país, este, da lo mismo, y dice "compro" o dice "vendo" con la impunidad con la que el que juega al Monopoly compra o vende propiedades inmobiliarias de mentira.
Cuando el terrorista financiero compra o vende, convierte en irreal el trabajo genuino de miles o millones de personas que antes de ir al tajo han dejado en una guardería estatal, donde todavía las haya, a sus hijos, productos de consumo también, los hijos, de ese ejército de cabrones protegidos por los gobiernos de medio mundo, pero sobreprotegidos desde luego por esa cosa que venimos llamando Europa o Unión Europea o, en términos más simples, Alemania, a cuyas arcas se desvían hoy, ahora, en el momento mismo en el que usted lee estas líneas, miles de millones de euros que estaban en las nuestras.
Y se desvían no en un movimiento racional ni justo ni legítimo, se desvían en un movimiento especulativo alentado por Merkel con la complicidad de todos los gobiernos de la llamada zona euro. Usted y yo, con nuestras décimas de fiebre, con nuestros hijos sin guardería o sin trabajo, con nuestro padre enfermo y sin ayudas para la dependencia, con nuestros sufrimientos morales o nuestros gozos sentimentales, usted y yo ya hemos sido cosificados por Draghi, por Lagarde, por Merkel, ya no poseemos las cualidades humanas que nos hacen dignos de la empatía de nuestros congéneres. Ya somos mera mercancía a la que se puede expulsar de la residencia de ancianos, del hospital, de la escuela pública, hemos devenido en algo despreciable, como ese pobre tipo al que el terrorista por antonomasia está a punto de dar un tiro en la nuca en nombre de Dios o de la patria.
A usted y a mí nos están colocando en los bajos del tren una bomba diaria llamada prima de riesgo, por ejemplo, o intereses a siete años, en el nombre de la economía financiera. Vamos a reventón diario, a masacre diaria y hay autores materiales de esa colocación y responsables intelectuales de esas acciones terroristas que quedan impunes entre otras cosas porque los terroristas se presentan a las elecciones y hasta las ganan y porque hay detrás de ellos importantes grupos mediáticos que dan legitimidad a los movimientos especulativos de los que somos víctimas.
La economía financiera, si vamos entendiéndolo, significa que el que te compró aquella cosecha inexistente era un cabrón con los papeles en regla. ¿Tenías tú libertad para no vendérsela? De ninguna manera. Se la habría comprado a tu vecino o al vecino de tu vecino. La actividad principal de la economía financiera consiste en alterar el precio de las cosas, delito prohibido cuando se da a pequeña escala, pero alentado por las autoridades cuando sus magnitudes se salen de los gráficos.
Aquí están alterando el precio de nuestras vidas cada día sin que nadie le ponga remedio, es más, enviando a las fuerzas del orden contra quienes tratan de hacerlo. Y vive Dios que las fuerzas del orden se emplean a fondo en la protección de ese hijo de puta que le vendió a usted, por medio de una estafa autorizada, un producto financiero, es decir, un objeto irreal en el que usted invirtió a lo mejor los ahorros reales de toda su vida. Le vendió humo el muy cerdo amparado por las leyes del Estado que son ya las leyes de la economía financiera, puesto que están a su servicio.
En la economía real, para que una lechuga nazca hay que sembrarla y cuidarla y darle el tiempo preciso para que se desarrolle. Luego hay que recolectarla, claro, y envasarla y distribuirla y facturarla a 30, 60 o 90 días. Una cantidad enorme de tiempo y de energías para obtener unos céntimos, que dividirás con el Estado, a través de los impuestos, para costear los servicios comunes que ahora nos están reduciendo porque la economía financiera ha dado un traspié y hay que sacarla del bache. La economía financiera no se conforma con la plusvalía del capitalismo clásico, necesita también de nuestra sangre y en ello está, por eso juega con nuestra sanidad pública y con nuestra enseñanza y con nuestra justicia al modo en que un terrorista enfermo, valga la redundancia, juega metiendo el cañón de su pistola por el culo de su secuestrado.
Llevan ya cuatro años metiéndonos por el culo ese cañón. Y con la complicidad de los nuestros.
Son numerosos los estudios que muestran que la distribución de la renta en el mundo ha empeorado en los últimos años
– La distribución de la renta y la crisis (Fedea – 31/10/12) Lectura recomendada
(Por Javier Andrés)
En la primera entrega de Inequality in Focus de abril de 2012 del Banco Mundial se afirmaba que 2011 será recordado como el año en el que la desigualdad en la distribución de la renta volvió a ocupar un lugar central entre las preocupaciones de política económica y social, y el exhaustivo informe reciente de The Economist viene a corroborar esta preocupación. La crisis financiera tiene desde luego buena culpa de este renovado interés, pero la desigualdad en la distribución de la renta lleva más de dos décadas en aumento en la mayoría de los países del planeta, en particular en los más desarrollados.
Son numerosos los estudios que muestran que la distribución de la renta en el mundo ha empeorado en los últimos años. Y esto a pesar de la convergencia entre países que no ha podido compensar el aumento de las disparidades dentro de muchos de ellos. El índice de Gini, que mide la distribución de la renta -con valores extremos 0, cuando todos los individuos de la muestra tienen la misma renta, y 100 si un individuo acumula toda la renta- ha aumentado entre 1995 y 2007 en dos tercios de los 141 países analizados por Ortiz y Cummins. Todavía más preocupante es el hecho de que desde 1980 el 20% de la población mundial con renta más alta acumula más del 80% de la renta total mientras que el 40% más pobre apenas recibe el 3% de la misma y que el índice de Gini de distribución de la riqueza es sustancialmente mayor que el de la renta, lo que indica que estas diferencias pueden ser muy persistentes.
Por regiones, las disparidades de renta han tendido a corregirse en aquellas en las que las diferencias eran más acusadas -América Latina, África– y a empeorar en la mayoría de los países asiáticos y en particular en los más desarrollados, como se recoge en el Gráfico 1 -de los mismos autores- que refleja el índice de Gini y su tasa de variación desde los años 1990 y 2000 hasta 2008. Esto podría interpretarse como una tendencia a la convergencia en la desigualdad hacia un nivel socialmente aceptable y económicamente eficiente, que incentivaría la especialización y la acumulación de capital humano de quienes quieren escapar de la pobreza, como muestra, por ejemplo, el análisis clásico de West para Estados Unidos. Sin embargo hay otros datos relativos a la evolución de la desigualdad que no son consistentes con esta interpretación y que indican que las grandes diferencias de renta no van necesariamente asociadas a una mayor eficiencia y por lo tanto que no tienen por qué ser un factor que ayude al crecimiento en el futuro.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |