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La crisis del empleo de los jóvenes (Parte II)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Monografía destacada
  1. ¿Cómo decirlo sin ofender?… Les están engañando. Les llevan engañando décadas
  2. ¿Preludio del estallido social? (anticipando el porvenir: de la indignación ciudadana a la rebelión cívica)
  3. Anexo: Informes de la OIT sobre Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil
  4. Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2013 – Una generación en peligro

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¿Cómo decirlo sin ofender?… Les están engañando. Les llevan engañando décadas

El ganador se lleva todo, o la mayor parte

– Los millonarios controlan 39% de la riqueza del mundo (The Wall Street Journal – 1/6/11)

(Por Robert Frank) Lectura recomendada

2010 fue otro buen año para los millonarios, aunque el ritmo de crecimiento de sus fortunas se desaceleró.

Según un nuevo informe de Boston Consulting Group divulgado el martes, la cantidad de familias millonarias en el mundo creció 12,2% en 2010, a 12,5 millones. (BCG define a los millonarios como aquellos con US$ 1 millón o más en activos invertibles, excluyendo viviendas, bienes de lujo y participación en su propia compañía).

Estados Unidos continúa liderando al mundo en cuanto a cantidad de millonarios, con 5,2 millones de hogares, seguido de Japón con 1,5 millones, China con 1,1 millones y el Reino Unido con 570.000. Singapur encabeza el mundo en "densidad de millonarios", o sea el porcentaje que representan del total de la población, que está en 15,5%.

La tendencia más importante, sin embargo, es una que tiene que ver con la distribución global de la riqueza. De acuerdo con el reporte, los millonarios del mundo representan 0,9% de la población mundial pero controlan el 39% de su riqueza, por encima del 37% de 2009. Su riqueza hoy llega a US$ 47.400 billones (millones de millones) en riqueza invertible, por encima de los US$ 41.800 billones (millones de millones) de 2009.

Aquellos que están un escaño arriba también avanzaron. Quienes tienen US$ 5 millones o más, que representan 0,1% de la población, controlaron 22% de la riqueza mundial, frente al 20% de 2009.

Los millonarios controlan 20% de la riqueza en América del Norte y 38% en el Medio Oriente y África. Aunque pareciera que la riqueza de los millonarios en Estados Unidos está más concentrada, en ese país son más, por lo que su riqueza está más distribuida entre la población de los ricos más ricos.

Aun así, los datos evidencian una tendencia que se ha estado viendo durante años, el fortalecimiento de una economía en la que el ganador se lleva todo o la mayor parte.

Nadie llorará por nosotros cuando estemos muertos

– ¿Quién ayudará a los pobres? (Project Syndicate – 29/8/11) Lectura recomendada

(Por Dominique Moisi)

París.- Con el agravamiento de la crisis económica y la perspectiva de otra recesión importante en el horizonte, la creciente desigualdad social se convirtió en una cuestión cada vez más apremiante. ¿Cómo se refuerza una sensación de solidaridad y responsabilidad dentro de un país? ¿Quién protegerá a los más débiles?

Mientras reflexiono sobre esta cuestión, me viene a la mente un debate que tuve hace más de diez años en Berlín con el teólogo alemán Hans Küng y participantes norteamericanos y asiáticos. El tema era "Globalización y ética" -específicamente, una comparación de las maneras en que Europa, Estados Unidos y Asia protegen a los miembros más frágiles de sus respectivas sociedades.

Todos los participantes coincidieron en que en Europa el estado tradicionalmente desempeñaba el papel que llevaba a cabo la filantropía privada en Estados Unidos y la familia en Asia. Pero todos nos apresuramos a agregar que ningún modelo era "puro"; vale decir, la familia ya no era lo que solía ser en Asia, el estado desempeñaba un papel más importante de lo esperado en Estados Unidos y muchas veces no cumplía con las expectativas en Europa.

La realidad se ha tornado aún más complicada desde entonces: el papel de la familia sigue decayendo en Asia; la filantropía, a pesar de unos pocos individuos extraordinariamente generosos, hace rato que encontró sus límites en Estados Unidos; y, posiblemente a excepción de los países nórdicos, el estado en Europa, sobrecargado por la deuda, ya no tiene los medios o la voluntad para asumir nuevas responsabilidades.

Entonces, ¿quién se ocupará de proteger a los más débiles si ninguno de estos tres actores puede hacerlo como corresponde? ¿Vamos camino a un mundo unido por la incompetencia y la deficiencia compartidas?

En el mundo occidental, los más pobres son los más afectados por el estancamiento económico. Sin embargo, en los países de rápido crecimiento de los mercados emergentes, los ricos tienden a cerrar los ojos ante el sufrimiento de los más pobres, excepto cuando se sienten amenazados por el riesgo de un levantamiento político como, digamos, en Arabia Saudita.

De hecho, las elites adineradas en los países emergentes viven en un estado de negación de sus pobres, ignorándolos literalmente. Brasil e India son particularmente asombrosos en este sentido. El crecimiento económico es necesario, pero no suficiente: también hace falta una fuerte sensación de responsabilidad social.

Sería absurdo condenar, como hacen algunos, a la globalización como el principal y único culpable de la erosión de las fuentes tradicionales de apoyo a los pobres. La globalización es por sobre todo un contexto, un entorno, aún si las consecuencias de la primera crisis financiera y económica importante de la era global profundizan aún más la brecha entre los muy ricos y los muy pobres.

Sin embargo, la globalización hace que los más vulnerables sean más visibles, y por lo tanto hace que la ausencia de justicia social resulte más inaceptable. Un mundo de mucha mayor transparencia e interdependencia crea nuevas responsabilidades para los ricos. O, más precisamente, hace que la antigua responsabilidad de proteger a los más débiles sea más difícil y más urgente.

En un mundo de creciente complejidad, quizá lo que hagan falta sean soluciones simples. Se podría seguir, por ejemplo, el principio de ventaja comparativa de Adam Smith: lo que Europa hace mejor es el estado, mientras que Asia sigue basándose en la familia y Estados Unidos continúa centrándose en la iniciativa individual. El problema es que en un mundo de referencias universales, la legitimidad de las soluciones surgirá más que nunca de su aceptabilidad cultural y de su eficiencia.

En Europa occidental, por ejemplo, el llamado al sacrificio de todos los ciudadanos para resolver la crisis de deuda va en contra de una percepción persistente de que no todos contribuirán de la misma manera, y que la desigualdad social se verá exacerbada por la austeridad. Restablecer el crecimiento en el corto plazo y, al mismo tiempo, abordar los problemas de la deuda en el mediano y largo plazo bien puede ser la única respuesta válida a la crisis.

Pero no funcionará, ni en Europa ni en otras partes, sin un énfasis mucho mayor en la justicia social. Si bien algunas de las personas muy ricas se quejan, como lo hizo recientemente Warren Buffett, de que no pagan suficientes impuestos, la generosidad iluminada de estas pocas almas felices -que quieren salvar al capitalismo y al liberalismo– probablemente no sea emulada por los nuevos ricos en los países emergentes, mucho menos por los ricos en otras partes. Seamos realistas: la gente como Buffett y Bill Gates tienen muy pocos seguidores entre los muy ricos de Estados Unidos. ¿Y acaso las sociedades asiáticas pueden realmente reflotar una sensación efectiva de responsabilidad familiar?

La globalización sí parece haber debilitado las diferencias culturales perceptiblemente en la última década. Pero, cuando se trata de la protección de los más débiles y la lucha contra la creciente injusticia social, quizá la "desculturización global" cree una oportunidad para combinar lo mejor de lo que queda en determinadas tradiciones. Quizá los países deberían intentar basar sus sistemas de bienestar social en una nueva síntesis de estado, familia y filantropía.

(Dominique Moisi es el autor de The Geopolitics of Emotion (La geopolítica de la emoción). Copyright: Project Syndicate, 2011)

En esta película nadie viene en ayuda de los buenos.

""Necesitamos un nuevo Bretton Woods", "Hay que refundar el capitalismo", ¿recuerdan? Frases que en su momento resultaron un balón de oxígeno porque reflejaban un sentimiento, un deseo generalizado de la población civil: "queremos cambios para que nuestro mundo vuelva". Pero también frases que a medida que aumenta la temperatura resultan insuficientes, la asfixia se percibe y ya no valen los gestos, solo las acciones. Y éstas no llegan"… El capitalismo asimétrico tiene fisuras (El Confidencial – 7/9/11)

Vemos subprimes, ladrillos sobrevalorados, un sistema financiero en dificultades… pero estamos ante simples síntomas de una enfermedad subyacente más grave, más sistémica. El mundo al completo tiene un problema, y no solo no está claro si hay alguna solución justa, es que no sabemos si hay solución. ¿Qué está ocurriendo? El dinero ha desaparecido, al menos de nuestros bolsillos. Esto, que podría resultar secundario teniendo en cuenta que los billetes son una entelequia con el valor que socialmente les damos, encierra cuidadosamente una realidad más incómoda, esconde un golpe duro de digerir para la clase media.

El mundo ha crecido en los últimos años más que nunca, las gráficas muestran crecimientos exponenciales y necesitamos nuevas escalas para reflejar el PIB. Pareciese que vivimos en el planeta más fantástico de todos los tiempos, pero no. Si dividiésemos ese voluptuoso PIB entre rentas del trabajo y rentas del capital en cualquier país desarrollado podríamos observar como las primeras tienen cada vez menos peso en favor de las segundas, o lo que es lo mismo, el crecimiento de ensueño que muestran las gráficas no ha ido a parar al bolsillo de los trabajadores. Y claro, además esas menguantes rentas del trabajo también muestran discrepancias en su comportamiento según si miramos arriba o abajo.

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No sé qué habría pasado si nos dicen que la globalización es esto, aunque ya no lo sabremos. ¿Y cómo íbamos a negarnos a que niños hambrientos del mundo emergente se alimenten? ¿Por qué la globalización era eso, no? Una oportunidad a quien no la tiene para salir de la pobreza, absolutamente nada que ver con los beneficios a pesar de que la mejor manera de acabar con la pobreza es, sin más, querer hacerlo. Tal y como demuestran los multimillonarios e históricos rescates a Wall Street "querer es poder", aunque la voluntad no siempre es la misma para todas las cosas.

Una hoja de ruta y crear un clima favorable, cuando la temperatura es demasiado alta ya es tarde. "Game over". ¡Eh, un momento! Ya está, volvamos atrás, deshagamos lo hecho y retrocedamos. "Too late". Nuestro fuego lento fue la deuda, creímos ser ricos por poder comprar lo que queríamos sin darnos cuenta de que el "cashflow operativo" se estaba deteriorando, cuando reaccionamos el juego se acabó. El remedio dado por el marketing político ante la asimétrica situación fue abrir el grifo del crédito hasta que la carga ha resultado brutal. "The end".

Es así como Karl Marx, el padre del marxismo, resucita. Año 2011 y medios como el WSJ, a través de esta entrevista a Roubini, o Bloomberg se hacen eco de sus ideas entre otros muchos. Y es que estamos ante el más reconocido crítico de la "plusvalía" o "plusvalor" que el capitalista percibe del trabajador, o lo que es lo mismo, de la cantidad que genera el factor trabajo pero va a parar al factor capital a cambio del riesgo sufrido. Parece que existe una relación directa entre lo que decía el alemán y lo que está ocurriendo, o eso se deja intuir por el súbito interés, ¿pero es así?

Como en casi todas las cuestiones económicas, es necesario un equilibrio, y éste quizá ahora esté roto provocando lo que vemos.

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Llegamos a un punto en que la balanza ya no está inclinada, sino rota, y eso tiene consecuencias. Roubini lo expresa perfectamente en una simple frase: "Marx tenía razón, llegado un punto, el capitalismo puede autodestruirse, porque no se puede seguir trasladando ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada".

Aunque es posible que el principal problema no esté en la plusvalía y por tanto tampoco que el capitalismo vaya a autodestruirse, pero sí que es cierto es que todo lo que vemos conduce a la misma situación: mientras por una parte vemos una liquidez global absolutamente brutal correteando de un lado para otro en busca de activos a donde ir, por la otra esas mismas inversiones necesitan empresas rentables con consumidores, y los consumidores han desparecido. El dinero que es excesivo en un lado es necesario en el otro, la economía real necesita algunos de los recursos de la economía financiera. Más deuda ya no es solución.

¿Y la hay, hay solución? Sin duda que los gobiernos del mundo hubiesen apostado por formar y preparar a sus ciudadanos en lugar de facilitarles el contrato de la hipoteca para firmar habría ayudado. Pero si bien una sociedad puede ser muy productiva, si esas rentas se van al capital de forma excesiva y de forma insuficiente al trabajo llegaremos a la misma situación en la que estamos. El problema es global, las empresas se deslocalizan, si antes pagaban 100 ahora pagan 50 y si alguien pretende no hacerlo será arrasado por la competencia, lo que acaba repercutiendo en toda la cadena. Se habla de subir impuestos a los altos patrimonios o al capital pero, teniendo en cuenta que hoy por hoy la mayoría de los flujos se van a los paraísos fiscales, subirlos aún más quedando por encima de la media seguramente nos alejaría de la competitividad que necesitamos.

Individualmente, como Estado, debemos apostar por la productividad y por el valor, por mucho que las cosas vayan mal siempre hay vencedores y perdedores. Por otra parte, más que confiscar que resulta inviable, se necesita eficiencia en el gasto público, o en vez de gasto quizá se deba decir inversión porque el dispendio no puede consentirse más. Si lo conseguimos seremos del grupo de los afortunados. ¿Se solucionará el problema? No, desgraciadamente no, para ello es necesaria una respuesta colectiva que no parece estar sobre la mesa, el juego parece estar "atado y bien atado" porque con acciones individuales solo existe un camino, y por ahí vamos. Si bien cuando el hombre intenta saltarse las reglas de la economía, ésta reacciona de forma imprevisible. Quizá lo haga esta vez, aunque nada garantiza que las consecuencias vayan a gustarnos.

El retorno de los "apestados" de la historia

– Karl Marx tenía razón (BBCMundo – 11/9/11) Lectura recomendada

Karl Marx pudo haberse equivocado con el comunismo pero, en lo que se refiere al capitalismo, mucho de lo que dijo resultó ser correcto, como señala el filósofo John Gray, quien escribió este artículo para la BBC.

Como efecto secundario de la crisis financiera, más y más gente está dándose cuenta de que Karl Marx estaba en lo cierto.

El gran filósofo alemán del siglo XIX, economista y revolucionario, pensaba que el capitalismo era radicalmente inestable.

Tenía incorporada la tendencia de producir auges y colapsos cada vez más grandes y profundos y, a largo plazo, estaba destinado a destruirse a sí mismo.

A Marx le complacía esa característica: estaba seguro de que habría una revolución popular, la cual engendraría un sistema comunista que sería más productivo y mucho más humano.

Marx erró en lo que se refiere al comunismo. Pero su percepción de la revolución del capitalismo fue proféticamente acertada.

No fue sólo sobre el hecho de que en ese sistema la inestabilidad era endémica, aunque en ese respecto fue más perspicaz que la mayoría de los economistas de su época y de la actualidad.

A un nivel más profundo, Marx entendió cómo el capitalismo destruye su propia base social: la forma de vida de la clase media.

La terminología marxista de burgueses y proletariado suena arcaica.

Pero cuando argumentó que el capitalismo hundiría a la clase media en algo parecido a la existencia precaria de los angustiados trabajadores de su época, Marx anticipó un cambio en la manera en la que vivimos que apenas ahora estamos teniendo que afrontar.

Destrucción creativa

Para Marx, el capitalismo era la teoría económica más revolucionaria de la historia, y no hay duda que difiere radicalmente de los sistemas previos.

Las culturas de los cazadores-recolectores persistieron con su forma de vida por miles de años, las esclavistas por casi el mismo tiempo y las feudales por muchos siglos. En contraste, el capitalismo transforma todo lo que toca.

No son sólo las marcas las que cambian constantemente. Compañías e industrias se crean y se destruyen en una corriente incesante de innovación, mientras que las relaciones humanas se disuelven y reinventan en formas novedosas.

El capitalismo ha sido descrito como un proceso de destrucción creativa, y nadie puede negar que haya sido prodigiosamente productivo.

Prácticamente todos los que viven en países como el Reino Unido hoy en día reciben ingresos reales más altos de los que habrían recibido si el capitalismo no hubiera existido nunca.

El problema es que entre las cosas que se han destruido en el proceso está la forma de vida de la que, en el pasado, había dependido el capitalismo.

La promesa…

Los defensores del capitalismo argumentan que le ofrece a todos los beneficios que en la época de Marx sólo tenían los burgueses, la clase media asentada que poseía capital y tenía un nivel razonable de seguridad y libertad durante su vida.

En el capitalismo del siglo XIX, la mayoría de la gente no tenía nada. Vivían de vender su labor y cuando los mercados se debilitaban, enfrentaban dificultades.

Pero a medida que el capitalismo evolucionó -dicen sus defensores-, un número mayor de personas se beneficiaron.

Carreras satisfactorias dejaron de ser la prerrogativa de unos pocos. La gente dejó de tener dificultades todos los meses por vivir de un salario inseguro. Las personas estaban protegidas por sus ahorros, la casa que poseían y una pensión decente, así que podían planear sus vidas sin temor.

Con la expansión de la democracia y la riqueza, nadie se iba a quedar sin una vida burguesa. Todos podían ser clase media.

La realidad

De hecho, en el Reino Unido, Estados Unidos y muchos otros países desarrollados, durante los últimos 20 a 30 años ha ocurrido lo opuesto.

"La clase media solía pensar que sus vidas se desenvolverían en una progresión ordenada, pero ya no es posible considerar a la vida como una sucesión de niveles en los que cada escalón está más arriba que el anterior"

No existe la seguridad laboral, muchas de las profesiones y oficios del pasado desaparecieron y carreras que duran toda la vida no son mucho más que un recuerdo.

Si la gente posee alguna riqueza, está en sus casas, pero los precios de la propiedad raíz no siempre aumentan. Cuando el crédito es restringido, como ahora, pueden quedarse estancados por años. Una menguante minoría puede seguir contando con una pensión con la cual vivir cómodamente y pocos cuentan con ahorros significativos.

Más y más gente vive al día, con muy poca idea sobre qué traerá el futuro.

La clase media solía pensar que sus vidas se desenvolverían en una progresión ordenada, pero ya no es posible considerar a la vida como una sucesión de niveles en los que cada escalón está más arriba que el anterior.

En el proceso de creación destructiva, la escalera desapareció y para cada vez más personas, ser de clase media ya no es siquiera una aspiración.

Ganancia negativa

A medida que el capitalismo ha ido avanzado, ha llevado a la mayoría de la gente a una nueva versión de la precaria existencia del proletariado del que hablaba Marx.

Los salarios son más altos y, en algunos lugares, en cierto grado hay un colchón contra los sacudones gracias a lo que queda del Estado de bienestar.

Pero tenemos poco control efectivo sobre el curso de nuestras vidas y las medidas tomadas para lidiar con la crisis financiera han profundizado la incertidumbre en la que tenemos que vivir.

Tasas de interés del 0% conjugadas con el alza de precios implica que uno recibe beneficios negativos por su dinero y produce la erosión del capital.

La situación para muchos jóvenes es aún peor. Para poder adquirir las habilidades indispensables para conseguir empleo, hay que endeudarse. Y como en cierto momento hay que volverse a entrenar, hay que ahorrar, pero si uno empieza endeudado, eso es lo último que podrá hacer.

Cualquiera que sea la edad, la perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día es una vida entera de inseguridad.

Quienes se arriesgan

Al mismo tiempo que ha despojado a la gente de la seguridad de la vida burguesa, el capitalismo volvió obsoleto al tipo de persona que disfrutaba de la vida burguesa.

La perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día es una vida entera de inseguridad.

En los '80s se habló mucho de los valores victorianos, y los promotores del mercado libre solían asegurar que éste reviviría las virtudes del pasado.

Pero el hecho es que el mercado libre socava las virtudes que mantienen el estilo de vida burgués.

Cuando los ahorros se están desvaneciendo, ser cauteloso puede llevar a la ruina. Es la persona que pide grandes préstamos y que no le tiene miedo a declararse en bancarrota la que sobrevive y prospera.

Cuando el mercado laboral es volátil, no son aquellos que cumplen cabalmente con las obligaciones de su trabajo quienes tienen éxito, sino los que siempre están listos a intentar algo nuevo que aparenta ser más prometedor.

En una sociedad que está siendo transformada continuamente por las fuerzas del mercado, los valores tradicionales son disfuncionales y quien quiera vivir de acuerdo a ellos está en riesgo de terminar en la caneca de la basura.

Se desvaneció en el aire

Examinando un futuro en el que el mercado permea todas las esquinas de la vida, Marx escribió en el Manifiesto Comunista: "todo lo que es sólido se desvanece en el aire". Para alguien que vivió en la Inglaterra victoriana temprana -el Manifiesto fue publicado en 1848- era una observación asombrosamente visionaria.

En esa época, nada parecía más sólido que la sociedad en cuyos márgenes vivía Marx.

Un siglo y medio más tarde, vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la vida de todos es experimental y provisional, y la ruina súbita puede llegar en cualquier momento.

Un pequeño puñado de gente ha acumulado vastas riquezas pero incluso eso tiene una cualidad de evanescente, casi fantasmal.

En los tiempos victorianos, los verdaderamente ricos podían darse el lujo de relajarse, si eran conservadores a la hora de invertir su dinero. Cuando los héroes de las novelas de Dickens finalmente reciben su herencia, no vuelven a hacer nada jamás.

Hoy en día, no existe un remanso de seguridad. Los giros del mercado son tales que nadie puede saber qué mantendrá su valor, ni siquiera dentro de unos pocos años.

No fue el mayordomo

Este estado de alteración perpetua es la revolución permanente del capitalismo y yo pienso que nos acompañará en cualquier futuro imaginable realísticamente.

Estamos apenas a mitad de camino de una crisis financiera que pondrá muchas cosas de cabeza.

Monedas y gobiernos probablemente caerán, junto con partes del sistema financiero que creíamos seguro.

No se ha lidiado con los riesgos que amenazaban con congelar a la economía mundial hace apenas tres años. Lo único que se ha hecho es obligar a los Estados a asumirlos.

No importa qué digan los políticos sobre la necesidad de frenar el déficit, deudas de la magnitud de las que se han incurrido no pueden ser pagadas. Es casi seguro que lo que harán es manejarlas recurriendo a la inflación, un proceso que está abocado a ser muy doloroso y empobrecedor para muchos.

El resultado sólo puede ser más agitación política, a una escala aún mayor.

Pero no será el final del mundo, ni siquiera del capitalismo. Pase lo que pase, vamos a seguir teniendo que aprender a vivir con la energía errática que el mercado emanó.

El capitalismo llevó a una revolución pero no la que Marx esperaba. El exaltado pensador alemán odiaba la vida burguesa y pensó en el comunismo para destruirla.

Tal como predijo, el mundo burgués ha sido destruido.

Pero no fue el comunismo el que cometió el acto.

Fue el capitalismo el que mató a la burguesía.

Según la OIT, el desempleo suma y sigue… (carta al G-¡Je!-20)

– La OIT advierte de un fuerte incremento del desempleo en 2012 en el G20 (Expansión – 26/9/11) Lectura recomendada

La desaceleración económica mundial podría generar un fuerte incremento del desempleo en el año 2012 en el conjunto de los países del G20, según un informe conjunto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la OCDE.

El informe, elaborado a petición de la presidencia del G20, fue difundido en Ginebra con motivo de la reunión ministerial que los países de este grupo integrado por países desarrollados y emergentes celebran entre hoy y mañana en París.

El documento reconoce que la tasa de desempleo disminuyó, aunque de forma moderada, en la gran mayoría de los países del G20 durante 2010, pero subraya que el total de desempleados en todo el mundo se sitúa aún en 200 millones, cerca del punto máximo registrado durante el momento más crítico de la actual crisis.

Mirando al futuro, la OIT y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sostienen que si las tasas de crecimiento del empleo se mantienen en el nivel actual del 1 %, no será posible recuperar los 20 millones de empleos que se han perdido en los países del G20 desde comenzó la crisis en 2008 y la destrucción de empleo será significativa en 2012.

"Debemos actuar ahora para revertir la desaceleración en el crecimiento del empleo y contrarrestar la pérdida de puestos de trabajo. Es absolutamente indispensable darle prioridad al trabajo decente e invertir en la economía real", afirmó mediante un comunicado el director general de la OIT, Juan Somavía.

"Para ello, es necesario que exista una decida cooperación a nivel mundial", agregó Somavía, que abogó por "regresar a los compromisos alcanzados en (las cumbres del G20 de) Pittsburgh y Seúl", y por "colocar los empleos de calidad en el corazón de la recuperación".

El informe conjunto de la OIT y la OCDE indica que el empleo debería crecer a una tasa anual de al menos el 1,3 % para llegar a 2015 con un nivel similar al que había antes de la crisis.

Esta tasa permitiría crear unos 21 millones de empleos adicionales por año, recuperar los puestos de trabajo perdidos desde 2008 y absorber el incremento de la población en edad laboral.

Pero el informe recuerda que las previsiones indican que el empleo crecerá a una tasa de solo el 0,8 % hasta finales 2012, lo que impedirá regresar a los niveles previos a 2008.

La reunión de París congregará a los ministros de Trabajo del G20 para discutir la promoción del pleno empleo, el trabajo de calidad y el respeto de los derechos laborales fundamentales.

"Necesitamos inversiones destinadas al crecimiento de las empresas en la economía real y a la generación de trabajo decente", argumentó Somavía, para quien "la creación de empleo debe convertirse en una de las principales prioridades macroeconómicas".

"Los ministerios del Trabajo tienen un papel fundamental a desempeñar en este respecto de cara a la Cumbre del G20 que tendrá lugar en Cannes (Francia) dentro de unas semanas", declaró.

Los ministros también analizarán las recomendaciones sobre protección social de un informe del Grupo de Consulta sobre el Suelo de Protección Social, liderado por la ex presidenta de Chile y secretaria adjunta de la ONU, Michelle Bachelet.

El informe argumenta que la protección social ha desempeñado un papel importante durante la crisis al ofrecer protección a los pobres y otros grupos vulnerables, y al ayudar a estabilizar la demanda de bienes y servicios, impulsando la economía.

La OIT y OCDE hablan de "crisis persistente del empleo" que exacerba los problemas estructurales y se traduce en un alto desempleo juvenil y más incidencia del paro de larga duración.

El capitalismo no regulado y la globalización no han beneficiado a todos

– Nouriel Roubini: Los peligrosos efectos de la desigualdad (El Economista – 17/10/11) Lectura recomendada

Las protestas de este año por todo el mundo han expresado la preocupación de la clase media y trabajadora ante su futuro económico, el aumento de la desigualdad de los salarios y la riqueza, y la concentración de poder por la élite.

El argumento de que el 99% de la población se hunde, mientras que el 1% prospera, tal vez simplifique una realidad compleja, pero suena certero; el capitalismo no regulado y la globalización no han beneficiado a todos, y entre sus consecuencias adversas se incluyen las pérdidas masivas de empleo, un crecimiento salarial mediocre y un aumento de las desigualdades.

La desigualdad alimenta la inestabilidad sociopolítica y reduce el crecimiento económico. También conlleva la ausencia de demanda agregada que debilita el crecimiento porque redistribuye las rentas de los actores con mayor propensión marginal a gastar a los actores con mayor propensión a ahorrar.

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Un año turbulento

Este año se ha caracterizado por los disturbios sociales y políticos, y la inestabilidad en todo el mundo, con multitudes de personas manifestándose en las calles reales y virtuales del planeta.

Los levantamientos y las revueltas árabes, los últimos disturbios en Inglaterra y las protestas anteriores en ese mismo país contra los recortes de pensiones y la subida de las tasas académicas, las protestas de la clase media israelí contra el alto precio de la vivienda y la presión de una inflación alta, la preocupación de los estudiantes chilenos sobre la educación y el empleo, el vandalismo de coches caros de los peces gordos alemanes, las manifestaciones griegas contra la austeridad fiscal. Aunque no todas compartan un mismo lema, expresan (de formas diferentes) la preocupación de la clase media y trabajadora sobre su futuro económico, los problemas de acceso a las oportunidades económicas y la concentración de poder por las élites económicas, financieras y políticas.

Las causas de la desigualdad

En síntesis, podría decirse que la desigualdad procede de los siguientes factores:

La mano de obra extranjera. La incorporación de 2.500 millones de chindios a la mano de obra internacional, que reduce los puestos de trabajo y los salarios de los obreros y oficinas externalizables de las economías avanzadas.

El cambio tecnológico, que hace que los puestos de trabajo estén orientados a unas habilidades y a una formación, específicas.

El aumento de la desigualdad en economías anteriormente de rentas bajas pero en rápido crecimiento, (la curva de Kuznets o relación desigualdad/rentas en u invertida).

El crecimiento de los oligopolios menos competitivos y que aumentan los márgenes.

Diversos efectos de la globalización económica y financiera, así como una fiscalización menos progresiva.

En EEUU, en 2010 la desigualdad salarial recuperó valores de 1928 (ver gráfico). El año pasado, la proporción de los ingresos del 1% superior (es decir, de la parte de la población más rica) fue del 23% tras un aumento del 10% en dos décadas. El 5% superior controla el 75% de la riqueza. El coeficiente de Gini (que mide la desigualdad) indica un aumento brusco de la misma. La media de ingresos de los hogares estadounidenses ha vuelto a niveles de 1999. Las clases trabajadoras se encuentran muy oprimidas en términos de salarios y riqueza.

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Las consecuencias

El aumento de las desigualdades y el consiguiente débil crecimiento de los salarios de las clases medias y trabajadoras obedecen a muchas y complejas causas. También es problemático por muchos motivos, incluso sin tener en cuenta la cuestión de la justicia de la desigualdad.

En primer lugar, el aumento del apalancamiento público y privado, y las correspondientes burbujas de crédito y activos, son en parte consecuencia de la desigualdad. El mediocre crecimiento de los sueldos de las últimas décadas ha creado un vacío entre los salarios y las aspiraciones de gastos. En los países anglosajones (no sólo Estados Unidos y el Reino Unido, sino también en otros que han seguido ese modelo en los últimos años, como Islandia, Irlanda, España o Australia), la respuesta ha sido una democratización del crédito (mediante la liberalización financiera) que ha permitido a los hogares en apuros pedir prestado para compensar la diferencia entre gastos e ingresos, y ha conducido a un aumento de la deuda privada.

En las economías del Estado del bienestar social de la Europa continental, ese vacío se ha ido llenando mediante el suministro de servicios públicos (educación gratuita, sanidad, etcétera), aunque no se cubren íntegramente con los impuestos y, por lo tanto, provocan un aumento del déficit público y de la deuda.

En ambos casos, la creciente deuda pública y privada se acabó volviendo insostenible y condujo a una crisis financiera. Cuando la burbuja de la deuda privada estalló con el hundimiento del precio de los activos, los déficits públicos y las deudas subieron incluso en las economías anglosajonas porque se socializaron las pérdidas privadas, irrumpieron los estabilizadores automáticos y se implantaron políticas fiscales contra-cíclicas para evitar que la Gran Recesión de 2007/ 2009 se convirtiera en la Gran Depresión 2.0.

En segundo lugar, las empresas de las economías avanzadas están recortando las plantillas porque aseguran que existe incertidumbre, exceso de capacidades e insuficiente demanda final. Pero suprimir puestos de trabajo reduce las rentas del trabajo, incrementa las desigualdades y limita la demanda final. Es decir, que lo que es racional individualmente (las empresas necesitan sobrevivir y prosperar) es destructivo en el agregado macro porque los costes laborales de una empresa son las rentas individuales del trabajo y la demanda.

Hacia un equilibrio

Aunque los economistas clásicos (desde Malthus hasta Ricardo o Marx) creían que la clase trabajadora estaría siempre atrapada en un nivel próximo a la subsistencia porque la oferta ilimitada de mano de obra evita que los salarios reales asciendan por encima de ese nivel, los salarios reales y las condiciones económicas mejoraron notablemente en la segunda mitad del siglo XIX.

En aquel periodo, las innovaciones tecnológicas de la Revolución Industrial conllevaron un aumento del crecimiento de la productividad que fue compartido entre los trabajadores y el capital. Esa relación entre una productividad en aumento y el ascenso de las rentas de la clase media y trabajadora no fue automática en ningún momento. Exigió que los trabajadores tuvieran la oportunidad y las destrezas necesarias para aumentar su propia productividad y poder participar en el aumento salarial derivado del crecimiento de la productividad que ofrecían las nuevas tecnologías.

También hizo falta la existencia de un Estado del bienestar que suministrara servicios públicos como la seguridad social y la antigua garantía de ingresos. Todas esas políticas estatales fueron fundamentales para evitar un aumento de las desigualdades, que en los mercados del laissezfaire suele ser resultado de una concentración excesiva del poder económico, político y financiero por una élite reducida.

Para que las economías de mercado puedan operar de una forma más estable y equilibrada debemos recuperar el equilibrio correcto entre los mercados y el suministro de servicios públicos. Y eso implica alejarse tanto del modelo anglosajón del capitalismo desregulado del "laissez-faire" y la economía vudú, como del modelo continental europeo del estado de bienestar deficitario.

Ni siquiera el modelo alternativo del crecimiento asiático (si es que existe) ha evitado el aumento de las desigualdades en China, la India y muchos otros lugares del continente. Las economías emergentes (desde Asia a Latinoamérica) necesitan desarrollar más algunas de las instituciones fundamentales del estado moderno del bienestar social para evitar la inestabilidad sociopolítica y promover el crecimiento de una economía de consumo.

Conclusión

Cualquier modelo económico que no aborde debidamente las desigualdades suministrando servicios públicos y oportunidades económicas a todos está abocado a enfrentarse a una crisis de legitimidad. Muchos estudios de investigación académica, incluido uno reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI), demuestran que el ensanchamiento de la desigualdad conduce a un menor crecimiento económico.

Incluso dejando de lado la cuestión de la justicia, la desigualdad también es negativa siguiendo el criterio tradicional económico de la "eficiencia". Y la frecuencia, gravedad y consecuencias recientes de las crisis económicas y financieras, en parte provocadas por el aumento de la desigualdad y la inseguridad salarial, son perjudiciales y podrían provocar una reacción contra la globalización y las reformas de mercado. Por ello, es necesario encontrar una tercera vía que equilibre el papel de los mercados y los estados en la economía.

De lo contrario, las protestas de 2011 adquirirán más importancia y provocarán una inestabilidad social y política trastornadora, que acabará minando el crecimiento económico a largo plazo y el bienestar, y desencadenará una reacción contra la globalización y las economías de mercado tanto en las economías avanzadas como en las emergentes.

(Nouriel Roubini. Presidente de RGE. © Roubini Global Economics – RGE)

Cartas marcadas (¿un regreso a la Edad Media?)

"Los estadounidenses más acaudalados casi triplicaron sus ingresos en las tres décadas al 2007, mucho más que todos los otros segmentos de la población, informó el martes la Oficina de Presupuestos del Congreso, o CBO, de Estados Unidos"… Los estadounidenses más ricos triplican sus ingresos en 30 años (The Wall Street Journal – 25/10/11)

La entidad dijo que los ingresos tras impuestos crecieron en 62% durante el período de 30 años. Sin embargo, los ingresos del 1% de los estadounidenses más acaudalados ascendieron 275% en ese lapso, mientras que el ingreso posterior a impuestos de un quinto de los hogares de menores ingresos creció sólo 18% entre 1979 y 2007.

Para los estadounidenses más acaudalados, excluyendo al 1% en el tope, el ingreso por hogar creció en 65% durante el período, mientras que para el 60% en la mitad de la escala de ingresos, la expansión tras impuestos estuvo justo por debajo de 40%, según la CBO.

Gran parte del crecimiento de esta brecha se debe el ingreso antes de impuesto y las transferencias del gobierno crecieron para los más acaudalados. El 1% de la población dio cuenta de todo el ingreso en 2007, frente a 50% en 1979.

"Los jefes de las empresas más importantes del Reino Unido experimentaron importantes incrementos de sus ingresos anuales el año pasado"… Aumentos de sueldos de ejecutivos en el R. Unido contrastan con salarios de empleados (BBCMundo – 28/10/11)

El grupo de investigación Incomes Data Services indica que los directores de las principales 100 compañías registradas en la Bolsa de Londres gozaron de un aumento promedio del 40% de sus salarios (los presidentes del 46%).

El corresponsal de la BBC en asuntos de negocios informó que las cifras se dan a conocer en momentos en que muchos empleados están experimentando recortes reales de sus salarios al no poder mantenerse por encima de la tasa de inflación.

La OIT extiende sus malos pronósticos (el empleo del nunca jamás)

– La OIT vaticina que la crisis de empleo seguirá hasta 2016 (El País – 1/11/11) Lectura recomendada

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