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La necesidad de aprender a filosofar (página 3)


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El filosofar no se opone al éxito; al contrario, el que hacer filosófico se orienta a la búsqueda del auténtico éxito, porque estamos insertados en una sociedad que así lo exige. Pero no se trata de cualquier éxito; se trata del verdadero éxito, el éxito que humanice y no el seudoéxito que despersonalice. Pero, ¿qué es el éxito? He ahí un problema que inquieta a la filosofía. Tal vez no haya una respuesta absoluta. Cada quien tiene su noción y su vivencia del éxito. Algunos dicen que es el resultado de una empresa, acción o suceso, especialmente buen resultado. Ese éxito tendría relación con el éxito material. Otros dicen que es la aprobación pública. Ese éxito estaría estrechamente relacionado con el que alcanzan los personajes públicos. Personas que se preocupan por el verdadero éxito conciben el éxito como una conquista de circunstancias, como poder hacer lo que uno quiere y puede, lo que uno ama, lo que se hace con amor. En este sentido, el éxito se relaciona con la obtención de grandes o pequeños logros que nos llenan de satisfacción. El éxito es alcanzar lo que uno se propone. Es la capacidad de convertir en realidad los deseos fácilmente. Es el continuo crecimiento permanente de la felicidad y la realización progresiva de unas metas dignas. No sólo incluye la creación de riqueza (uno de sus componentes), sino que también es un proceso que requiere mucho esfuerzo, y que muchas veces se logra a expensas de los demás, pero sin dañar ni atropellar a nadie. Tiene éxito quien logra alcanzar grandes o pequeñas metas del hacer, del tener y, principalmente, del ser. En libro El suicidio, Emilio Durkheim, a través del concepto de "anomia", nos acerca al sentimiento de exclusión, de extrañamiento y vacío emocional, que disuelve nuestra identidad y afecta el sentido de nuestra vida, debido a que escinde el ser del quehacer. Logra el éxito quien posee y es capaz de armonizar sinérgicamente la inteligencia operativa, emocional y financiera. La operativa le facilita enfrentar y resolver los problemas que se presentan en el diario transcurrir; la emocional le permite armonizar los sentimientos con la razón, y la financiera sirve para conseguir, hacer producir, conservar y gastar racionalmente el dinero (una sinergia entre contabilidad, inversiones y leyes). ¿Cuál éxito? ¿Personal o profesional? Muchos se concentran en la búsqueda del éxito profesional, descuidando el personal. Los dos se deben buscar paralelamente, porque quienes sólo persiguen el profesional, corren el riesgo de convertirse en seudoexitosos, como algunos seudoídolos de la farándula y del avaro e insaciable mundo de los negocios, que carecen de sustento espiritual, de la profunda vida del espíritu.

El filosofar debe cuestionar, repensar y superar el utilitarismo, vacío de todo contenido ideal, que quiere imponérsenos como arquetipo o patrón de vida. ¿O es que queremos vivir bajo el modelo de la cultura norteamericana en el cual se evidencia un profundo vacío existencial que impulsa a la drogadicción, la beligerancia, la violencia, la intromisión, la dominación y la megalomanía? Según Augusto Ramírez, la drogadicción y la violencia que hoy sufre la sociedad norteamericana son el resultado del deterioro de las relaciones humanas, con su concomitante vacío emocional y tensiones relacionales. "Hay un amplio consenso en los círculos académicos norteamericanos –precisa- sobre la intima conexión entre el consumo de drogas y el aumento de la violencia堅l consumo de drogas entre la población escolar ha impulsado la proliferación de pandillas de niños narcotraficantes que, en sus luchas territoriales, han convertido las calles y las plazas norteamericanas en lugares inseguros y peligrosos堅s evidente que el aumento incesante del consumo de drogas es el mejor cuantificador de los niveles tensiónales que genera la sociedad de consumo".

Muchos docentes, estudiantes y padres de familia se preguntan si tiene sentido mantener la asignatura de filosofía en la educación básica secundaria y media vocacional. "¿Se trata de una mera supervivencia del pasado, que los conservadores ensalzan por su prestigio tradicional pero que los progresistas y las personas prácticas deben mirar con justificada impaciencia? ¿Pueden los jóvenes, adolescentes más bien, niños incluso, sacar algo en limpio de lo que a su edad debe resultarles un galimatías? ¿No se limitarán en el mejor de los casos a memorizar unas cuantas fórmulas pedantes que luego repetirán como papagayos? Quizá la filosofía interese a unos pocos, a los que tienen vocación filosófica, si es que tal cosa aún existe, pero ésos ya tendrán en cualquier caso tiempo de descubrirla más adelante".26 Sin embargo, la filosofía sigue preocupando a educadores comprometidos con el destino del hombre y a estudiantes inquietos, porque es una asignatura diferente, que despierta inquietudes capaces de involucrarlos en una constante búsqueda de respuestas a los interrogantes que afectan al hombre, cada vez más ávido de encontrarle el horizonte a su incierta existencia. La esencia de las cuestiones filosóficas consiste en indagar la última esencia, el significado extremo, la raíz más profunda de una realidad.

La filosofía se hace las preguntas radicales, aquellas que necesitamos responder para estar en claro, para saber a qué atenernos, para orientarnos sobre el sentido del mundo y de nuestra vida, para saber quiénes somos y qué tenemos que hacer y qué podemos esperar, qué será de nosotros. El pensamiento filosófico, de acuerdo con Walter Riso, vive y consiste fundamentalmente en el intercambio de preguntas y de respuestas. La pregunta se refiere a la última esencia y a las más profundas raíces de una realidad. Riso, en su libro El camino de los sabios, dice que "aunque las preguntas y respuestas van juntas y cada una depende de la otra, ambas se complementan y alteran dependiendo de la situación: hay momentos en que la resolución de problemas es fundamental para la supervivencia y hay ocasiones en que las preguntas son más importantes que las respuestas". Riso agrega que las preguntas fundamentales de la vida (¿Quiénes somos o cómo hemos de vivir?) siguen vigentes. Las preguntas fundamentales sobre la propia existencia –señala Riso-, el sentido de la vida, la felicidad, la libertad interior, la relación con el cosmos no son una moda pasajera, son las preguntas que nos hacen humanos y de las que no podemos prescindir. El profesor Miguel Ángel Ruiz García precisa que la filosofía consiste en la sana costumbre de hacer preguntas y conservarlas. El filósofo debe preguntarse, ya que el preguntar filosófico es la actitud por la cual el hombre adquiere distancia de lo cotidiano. Y la adquiere precisamente al dedicarle mayor atención. En todo ello queda comprometido el hombre que se admira, ya que este – al preguntarse – se cuenta por lo que sobrepasa la cerrazón factual de su existencia. Por su apertura a las cosas, bajo la formalidad de realidad, el hombre puede interrogarse acerca de ellas y sobre él mismo. El hombre es el único animal que se pregunta; vive preguntándose y preguntando a los demás. Por ser el hombre conciencia abierta a lo real, es esencialmente preguntón. Sus preguntas no son algo periférico. El Hombre queda envuelto en la pregunta, es él mismo pregunta o interrogante siempre abierto. "Filosofar, según Heidegger, consiste en preguntar por lo extraordinario堹 no sólo es extraordinario aquello que se pregunta, sino el preguntar mismo堔odo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado堅l preguntar tiene, en cuanto preguntar por堡quello que se pregunta. Todo preguntar por es en algún modo preguntar a妱uot; Kart Rahner señala que "toda pregunta tiene un de donde, un principio de una posible respuesta de ella misma".

Fernando Savater, en Las preguntas de la vida, aclara que a las preguntas sobre la vida, la muerte, la verdad, el universo, la libertad, la belleza, el conocimiento, el sentido de la vida, etc., la filosofía no pretende darles una respuesta definitiva, sino que sigue enseñando a plantearlas de manera rica y significativa, mientras avanza respuestas tentativas para ayudarnos a convivir racionalmente con ellas. Walter Riso aclara que la filosofía no siempre brinda soluciones concretas, pero abre puertas que conducen a nuevas maneras de ver el problema. La filosofía –señala José Luís Dell"Ordine- es el descubrimiento de un horizonte de preguntas ineludibles. Volverse de espaldas a ellas es renunciar a ver, aceptar una ceguera parcial, contentarse con lo penúltimo. Significa, pues, la filosofía un incalculable enriquecimiento del mundo. Es además una disciplina moral: la exigencia de no engañarse, de no aceptar como evidente lo que no lo es. (Sin que esto quiera decir que hay que rechazar lo que no es evidente, porque muy pocas cosas lo son.) Es sobre todo, una llamada a la lucidez, a ese "señorío de la luz sobre las cosas y sobre nosotros mismos", de que hablaba Ortega y Gasset. Y con ello, una llamada a la autenticidad, a la verdad de la vida, a ser cada uno quien verdaderamente pretende ser. Entre muchas certezas y conocimientos, necesitamos una certidumbre radical, tenemos que buscarla, si queremos vivir como hombres lúcidamente, y no a ciegas o como sonámbulos. La filósofa Mónica Marcela Jaramillo, de la Universidad Industrial de Santander, nos dice que "nunca ha parecido más urgente emprender una reflexión común sobre la importancia de la filosofía y de la actividad filosofante, que en el difícil contexto de una aguda situación de crisis política y social".

Son muchas las preguntas que surgen a la hora de hablar de "enseñar" filosofía: "¿Enseñar filosofía aún cuando el mundo parece que no quiere más que soluciones inmediatas y prefabricadas, cuando las preguntas que se aventuran hacia lo insoluble resultan tan incómodas? Planteemos de otro modo la cuestión: ¿acaso no es humanizar de forma plena la principal tarea de la educación?, ¿hay otra dimensión más propiamente humana, más necesariamente humana que la inquietud que desde hace siglos lleva a filosofar?, ¿puede la educación prescindir de ella y seguir siendo humanizadora en el sentido libre y antidogmático que necesita la sociedad democrática en la que queremos vivir?"27. A pesar de todos estos interrogantes, la materia tiene demasiada importancia en el proceso de formación del estudiante, debido a que lo enseña a pensar crítica y reflexivamente.

La falta de una sólida estructura filosófica es la responsable de que "la formación filosófica de nuestra juventud se haya convertido en reproche unánime y ya indiscutible. La casi totalidad de nuestros bachilleres se contentan con una muy superficial ilustración filosófica, pues ella les basta para superar con éxito un examen. Para casi todos, la filosofía es, dentro del bachillerato, la asignatura más tediosa, más difícil y hasta la más inútil para su vida. Después, cuando el joven se le planteen serios problemas que comprometen su ideología y su credo religioso, lo vemos inseguro, persuadido de que no puede discutir en filosofía y de que lo aprendido en el bachillerato ya no vale. Sin fundamentos y desorientado, opta por un escepticismo ruinoso, sin saber qué defiende ni por qué sostiene determinada doctrina"28. Entonces, es tanta la necesidad de encontrar salidas mágicas a su existencia, que cualquier escape le parece bueno. No le importa que tan delirante, tonta o poco sustentada sea la alternativa; con tal de llenar el vacío existencial, todo vale. Por esto no surge en el joven un escepticismo sano y creativo del que investiga y no traga entero. No surge en él la duda motivadora que lo empuje a profundizar. No existe para él una fluctuación momentánea que lo lleve a mirar el otro lado de las cosas.

Esta preocupante realidad insta a los intelectuales a advertir que "si nuestros jóvenes no quedan sólidamente formados en filosofía, apenas estarán capacitados para superar cualquier examen oficial, el que muchas veces se limita a pedir nociones escuetas y cuestiones insustanciales e inconexas que mal pueden significar la contextura ideológica del alumno. En cambio, quien estuviere sólidamente fundado en filosofía estará capacitado no sólo para dar cuenta de lo que allí se pregunte, sino también para mostrar un pensamiento consistente y personal; es decir, una filosofía asimilada"29. Se recalca la importancia de enseñar a pensar, a juzgar o valorar, a discutir y a desentrañar el contenido de las ideas, equipando la mente del estudiante con una actitud crítica y abierta a la problemática actual. La filosofía le debe permitir al discente "pensar, discurrir, juzgar y sintetizar"30.

A pesar de que muchos sostienen que de lo único que podemos estar seguros es de la incertidumbre, porque lo único que podemos afirmar es que nada podemos afirmar, es en la incertidumbre en donde debemos buscar el valor de la filosofía. "El hombre que no posee un gusto por la filosofía va por la vida maniatado por los prejuicios que provienen del sentido común, de las creencias habituales de su generación o de su país, y de las convicciones que se han arraigado en su mente sin la ayuda o la conformidad de una razón deliberada. Para este tipo de hombre el mundo tiende a ser definido, finito, obvio; las cosas corrientes no le suscitan interrogantes, su mentalidad rechaza desdeñosamente las posibilidades que no le son familiares. Por el contrario, tan pronto como empezamos a filosofar, descubrimos que aun las cosas cotidianas suscitan filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la respuesta verdadera a las dudas que suscita, puede sugerir muchas posibilidades que amplíen nuestros pensamientos y los liberen de la tiranía de la costumbre"31. Sólo quienes no desean saber el porqué de las cosas desdeñan la filosofía. "Un espíritu simplón puede pasarse la vida extrañándose de las cosas más banales y corrientes sin llegar nunca a filosofar. Es verdad, el pensamiento filosófico está más lejos de la conciencia rústica que se queda boquiabierta ante los tranvías y las luces de neón de la ciudad, que del hombre urbano cuya mente no es extraña al lenguaje de la ciencia y, quizá sin saberlo, interprete la realidad racionalmente gracias a las categorías de este lenguaje"32.

Aunque la filosofía es universal, no todas sus respuestas y planteamientos ofrecen soluciones a las problemáticas nacionales, regionales o locales. Cada comunidad tiene sus interrogantes que la filosofía, si quiere ser práctica y menos especulativa, debe responder localmente, con el aporte universal que estructura y fundamente el filosofar. No reflexionar sobre este punto de vista nos lleva a emitir juicios erróneos sobre la practicidad de la filosofía. La filosofía, como hija y como conciencia crítica de una cultura, debe estar situada y contextualizada, para que pueda buscar respuestas a la problemática actual. La cultura, entendida como el conjunto de "todos los productos de la vida humana creadora (sociedad, lenguaje, costumbres, educación, vida, moral, política, económica, técnica, arte, ciencia, mito, religión, filosofía, etc.)",33 sirve de suelo nútrico para la reflexión filosófica. "La actividad filosófica se presenta siempre como una manifestación inevitable de toda cultura que ha alcanzado cierto desenvolvimiento. Esta persistencia del fenómeno filosófico se comprende si recordamos que es una necesidad para el hombre que ha arribado a determinado grado de evolución, la explicación de la realidad como un todo, en el que puede localizar la posición de sí mismo"34.

En el sentido en que Kant plantea el filosofar "se torna, ya desde la escuela, en discusión libre sobre todas las cosas, afectando el modo mental de la persona de situarse frente al mundo, frente a los demás y frente a sí mismo"35. Ante el sistema educativo imperante, que educa para la minoría de edad (incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro), para la renuncia al uso autónomo del propio entendimiento, para el placer de la obediencia, para la sumisión total a unos tutores que ahorran la dificultad de decidir por pensamiento propio, el pensador alemán sostiene que se requiere un pensar por sí mismo, autónomo, un argumentar crítico y analítico, sin dejarnos enajenar por los demás; un pensar en el lugar del otro, un debatir dialógico y tolerante; y un pensar consecuente. Plantea que las reglamentaciones y las fórmulas son instrumentos mecánicos que atan a una persona a su minoría de edad. "Hay filosofía cuando los humanos asumen que deben pensar por sí mismos, sin dogmas preestablecidos, soportando la crítica y el debate con nuestros semejantes"36. En opinión de Jean Piaget, el estudiante aprenderá a hacer funcionar su razón por sí mismo y construirá libremente sus propios razonamientos, lo cual se logra mediante su participación activa en el proceso de aprendizaje, que no sólo comprende el qué sino el cómo, el contenido sino el cómo lo aprende. El estudiante asume el compromiso de conquistar por sí mismo un cierto saber a través de investigaciones libres y de razonamientos propios.

Leopoldo Zea invita a los hombres que aprendan a juzgar por sí mismos para que aspiren a la independencia del pensamiento. Quien piensa con independencia piensa también, al mismo tiempo, del modo mejor y más útil para todos. Kant decía que todo hombre debería saber quién es, qué debe pensar y qué debe hacer. Aprender a pensar filosóficamente es prepararse para ver detrás de las apariencias, para llegar al fondo de todo, a su ser, a lo que hace que sea lo que es. La filosofía debe ser un saber riguroso en procura de respuestas. "Antes de proponer teorías que resuelvan nuestras perplejidades, debe quedarse perpleja; antes de ofrecer respuestas verdaderas, debe dejar claro por qué no le convencen las respuestas falsas. Una cosa es saber después de haber pensado y discutido, otra muy distinta es adoptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar. Antes de llegar a saber, filosofar es defenderse de quienes creen saber y no hacen sino repetir errores ajenos".37 De nada sirve saber mucha filosofía como puro conocimiento, si la teoría no se aplica a la práctica de la vida, si ella no se convierte en un arte de vivir, tal como lo aclara una "Guía del Maestro".

Frecuentemente se pregunta a los adultos ¿a qué vinieron a este mundo? y a los niños ¿qué quieren ser cuando grandes? Los "grandes" enmudecen ante la dimensión de este interrogante tan profundo y desconcertante, o responden "cualquier cosa" para "salir del paso": realizarse, tener éxito, triunfar, trabajar, progresar, tener una familia, hacer el bien al prójimo, desarrollar nuestras potencialidades, cumplir la misión para la cual estamos destinados, buscar la excelencia, la perfección y la verdad, etc. Los niños responden que quieren ser profesionales, millonarios, poderosos, grandes deportistas, actores de cine, etc. Algunos, jocosamente, dicen que cuando grandes quieren ser pequeños. Son muy pocos los adultos y los niños que contestan a estas dos preguntas como debe ser: "¡Venimos al mundo a ser felices! ¡Cuando seamos grandes queremos ser felices! He ahí las respuestas, porque el fin supremo del a vida humana es la búsqueda de la felicidad. "¡Qué desgraciados somos los que tenemos una idea de felicidad y no podemos conseguirla, y tenemos una idea de la verdad y no podemos conocerla", sentenció el filósofo Blas Pascal.

Como la verdadera naturaleza humana radica en la posibilidad de generar pensamiento, el hombre debe filosofar en procura de desentrañar y comprender la realidad y buscar la felicidad, sin importar los esfuerzos que deba realizar y los prejuicios que debe enfrentar en la cotidianidad de lo establecido, lo convencional, lo rutinario y lo mediocre, como el riesgo de ser tildado de loco. (Es importante aclararles a los detractores de la filosofía que la locura es un estado en el que una persona pierde la prueba de realidad, se aleja de los patrones del aquí y del ahora, no puede distinguir lo interno de lo externo y, en forma irreversible, se aleja del principio consensual de realidad). Pero no puede desistir de su esfuerzo de filosofar, porque "tan acusado de locura es el espíritu pequeño como el extremadamente grande; sólo es buena la mediocridad; la mayoría ha establecido esto, y muerde a quien intenta escapar de ellos por algún extremo", señala Blas Pascal en sus "Pensamientos".

Ente los múltiples detractores del filosofar hay muchos que nunca han filosofado. ¿Con qué fundamento o autoridad se oponen al filosofar, si no han filosofado? Hay que sumergirse en las profundidades del a filosofía y bucear en sus cristalinas y turbias aguas para saber a qué "sabe" el filosofar. No se puede desconocer el valiosísimo aporte de la filosofía en la conformación de gran parte del fundamento de la tradición occidental. La democracia, a pesar de sus múltiples inconvenientes, las instituciones políticas, los sistemas de pensamiento, los derechos humanos, la filosofía del derecho, algunas ideologías y doctrinas políticas se idearon, germinaron, evolucionaron y desarrollaron en el apasionante y extraordinario universo de la filosofía.

Algunos aportes de la filosofía y del filosofar

1. Es procedente recordarles a los "enemigos" de la filosofía que los teóricos de la democracia, del origen y de la evolución del Estado (tanto antiguo como moderno) fueron eminentes filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Nicolás Maquiavelo, John Locke, Thomas Hobbes, Juan Jacobo Rosseau, Voltaire, Inmanuel Kant, Motesquieu, Augusto Comte, Hegel y otros.

2. La problemática de saber cómo se ven y se realizan las relaciones del individuo y de la sociedad frente al Estado (para citar un solo ejemplo), son producto de las elucubraciones filosóficas. Tal como nos recuerda el sociólogo y psicólogo Heinz Dirks (La psicología descubre al hombre) las respuestas dadas en este sentido por Aristóteles y Platón (a pesar de sus críticos y detractores) tienen plena vigencia hasta nuestros días, y de ahí han surgido las conclusiones más importantes sobre la constitución política del Estado y la valoración del hombre. En opinión de Aristóteles el hombre es lo principal y la sociedad es la unión de los hombres con sus disposiciones naturales, tensiones y conducta. De Aristóteles parte una línea que, pasando por Locke, Hume y Calvino, llega hasta las formas democráticas modernas cuyo ejemplo es la vida comunitaria de Norteamérica. Esta concepción aristotélica considera la necesidad del Estado y de su organización; pero su organización es tal, que el Estado debe estar en función del hombre y regir la vida de la comunidad de modo que el individuo disfrute de las máximas posibilidades para la realización de su existencia. Desde Platón, que planteó un modelo de vida estatal dentro del cual cada individuo debía ser educado y criado para ocupar su cargo u obligación correspondiente, parte una orientación que, pasando por Maquiavelo, Hegel, Marx y Lenín, llega hasta los sistemas totalitarios, en los cuales el hombre posee significado no en sí mismo, sino como portador de una tarea que ha de cumplir dentro del sistema. Así, el hombre existe para el Estado, y su valor no significa nada sino es en relación con su servicio.

3. Las ideas de la Ilustración ("un despertar del hombre de su indolente estado de minoría de edad cultural", Kant), del pensamiento ilustrado (un modo de pensar distinto e insólito), movimiento intelectual que realzó el papel de la razón como instrumento básico para la crítica, el conocimiento científico y el cambio socio-económico y político, la profunda creencia en el progreso y en las garantías que ofrece la ciencia y la fe ciega en la educación y la cultura, y que sirvieron de base ideológica a la independencia de los Estados Unidos y a la Revolución Francesa, que acabó con el oprobio de las monarquías absolutas y el supuesto poder "divino" de los reyes, y generó la declaración de los Derechos del Hombre, fueron producto de la reflexión filosófica. "El pensamiento de la Ilustración fue, además, una de las causas de la Revolución Industrial. La fundación de Estados Unidos de América debió mucho a la resonancia filosófica de sus creadores, un grupo de filósofos prácticos como no se ha vuelto a ver desde entonces… Dos pilares de la Constitución estadounidense, Benjamín Frankiin y Thomas Jefferson, eran filósofos experimentales", aclara el filósofo estadounidense Lou Marrinoff. La declaración de independencia de los Estados Unidos fue redactada por Tomás Jefferson con gran influencia en las ideas del filósofo inglés John Locke. Para confirmar parte de este aserto, veamos lo que sostiene Albert Soboul, en su libro Compendio de la Historia de la Revolución Francesa: "Los orígenes intelectuales de la Revolución hay que buscarlos en la filosofía que la burguesía había elaborado desde el siglo XVII. Herederos del pensamiento de Descartes, que enseñó la posibilidad de dominar la naturaleza por la ciencia, los filósofos del siglo XVIII expusieron con brillantez los principios de un orden nuevo. Opuesto al ideal autoritario y ascético de la Iglesia y del Estado del siglo XVII, el movimiento filosófico ejerció sobre la inteligencia francesa una acción profunda, despertando, primero, y desarrollando después su espíritu crítico, proporcionándole ideas nuevas. La Ilustración sustituyó en todos los dominios con el principio de la razón, al de autoridad y tradición, bien se tratase de ciencia, de creencia, de moral o de organización política y social". La Declaración de Independencia Norteamericana en 1787 –aclara Augusto Ramírez-, al convertir en institución política la ideología de la ilustración, acelero la caída de la monarquía en Europa, y agrega que la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa, fue el acta de nacimiento del ideal democrático y se convirtió en catecismo ideológico de todas las vanguardias del mundo. Heinz Dirks agrega que la técnica se desarrolló a partir de la comprensión racional de la naturaleza, de la investigación de sus fundamentos y relaciones y de la posibilidad de transformarlas creando otras nuevas.

Como enciclopedista, el filósofo Juan Jacobo Rousseau fue considerado como precursor de la Revolución Francesa, y que la Declaración de los Derechos del Hombre hallara su fuente de inspiración en su Contrato Social, debido al valor que concede a la libertad, que le sitúa con pleno derecho entre los autores que en el siglo XVIII combatieron la tiranía de la monarquía absoluta. Según el filósofo e historiador Rafael Méndez (Clásicos del Pensamiento Universal Resumidos), el pensamiento roussoniano, de gran vigor y penetración, determinó en buena manera los acontecimientos espirituales y políticos del llamado Siglo de las Luces. La Enciclopedia, además de ser una crítica de los fanatismos religiosos y políticos, era toda una apología de la razón y la libertad de pensamiento; se le considera como un símbolo del espíritu de la Ilustración.

4. Cuando el egregio filósofo René Descartes expresó su famoso "Pienso, luego existo" encendió las luces de la modernidad, y con ésta el "sueño de la razón", el colonialismo (lamentablemente), la idea de "progreso", la mecánica clásica, la Ilustración, la Revolución Francesa, la democracia contemporánea, los derechos humanos, las independencias y la descolonización. En el siglo XX surge un nuevo paradigma científicio-filosófico conocido como la mecánica o física cuántica, o sea la exploración del universo subatómico, que hunde sus raíces en el pensamiento de los filósofos griegos Demócrito y Leucipo. Como se sabe, la mecánica cuántica, que reemplazó a la mecánica clásica, ha planteado con mayor hondura problemas filosóficos como el de la relación entre el sujeto y el objeto, el del conocimiento y la realidad física, el de la causalidad y la necesidad, el de determinismo e indeterminismo, el de la evidencia física y el formalismo matemático, etc. Según el científico teórico Stephen W. Hawking, la física cuántica gobierna el comportamiento de los transistores y de los integrados, que son las componentes esenciales de los aparatos electrónicos, tales como televisores y ordenadores, y también la base de la química y de la biología modernas.

5. Como la educación que se imparte en nuestro país, es una educación para la "domesticación", se "enseña" sin filosofía y sin articulación crítica con los demás saberes. En el caso de la llamada "historia patria", que no es otra cosa que "leyenda patria", se "ensalzan" y se "enaltecen" a determinados héroes y heroínas como adalides absolutos de nuestra "independencia". No se puede desconocer que su aporte fue valioso en el plano revolucionario, ideológico y militar. Pero pretender hacernos "creer" que sin ellos no nos hubiéramos "liberado" tan fácilmente del dominio español, es un asunto que hay que replantear. Los verdaderos adalides, paladines, héroes, heroínas y próceres de nuestra "independencia" fueron las ideas de la Ilustración, alimentadas con el pensamiento filosófico, con el filosofar, de Descartes, Locke, Voltaire, Diderot, D"Alembert, Rousseau, Kant y otros más. La enciclopedia la Historia de Colombia (tomo 3) señala que "no es difícil que en un país como el nuestro se haya escogido una pelea a puñetazos y pescozones como el momento clave de nuestra libertad". La filósofa e historiadora Diana Uribe Forero, en su Historia de las independencias, nos dice que lo que llamamos modernidad, América e independencia es el resultado del pensamiento. "Todo lo que va a sacudir el mundo, lo que va a formar la modernidad, lo que va formar el nacimiento de todos estos países tiene su origen en algo que llamamos la modernidad, y eso es un grupo de filósofos堌as ideas son las fuerzas más poderosas que inventa el ser humano; las ideas viajan en el tiempo, entran en los corazones, transforman los pensamientos, inflaman las pasiones, generan utopías, hacen que las personas se entreguen por completo a una causa; detrás de una causa hay una idea. Por eso las ideas de la Ilustración son el laboratorio que va sacudir a Europa y que va a producir el nacimiento de nuestro continente堦iexcl;Como serán de poderosas, como serán de fuertes, que logran atravesar océanos, cordilleras, continentes, civilizaciones y tiempos! Una de las fuerzas más grandes que tiene la historia es la fuerza de las ideas… Esas ideas se van a concretar en revoluciones". Las verdaderas revoluciones, en concepto del filósofo José María Samper, son de ideas. El manual didáctico titulado Filosofía, perspectiva latinoamericana aclara que "los intelectuales, representantes de la aristocracia criolla, recibieron el influjo del liberalismo inglés y del iluminismo francés: Locke, Mostesquieu, Rousseau, Voltaire". El filósofo Sergio Arboleda pensaba que para que las revoluciones fueran hechos auténticos y consecuentes tenían que estar fomentadas por las ideas. En su Historia del mundo, Uribe Forero dice que "la independencia que van a tener las colonias americanas será hija de la Ilustración", y agrega que "Serán las ideas de la Ilustración, a través de Francisco de Miranda, las que animarán e instigarán los procesos de independencia de América Latina". Los movimientos libertarios estuvieron animados por las ideas de la Ilustración. El poeta José María Vargas Vila, testigo de la época (un intelectual iconoclasta, mordaz e irreverente), dice en Los divinos y los humanos que el espíritu libertario no vino como el del "creador" en las narraciones fabulescas de la Biblia sino en "alas de la filosofía". Nariño, Torres, Bolívar y Santander emanciparon las multitudes, los filósofos intentaron emancipar las conciencias. La referida Historia de Colombia aclara que "a pesar de todos los esfuerzos del gobierno español por impedir que las ideas de libertad proclamadas por los intelectuales ingleses y franceses prendieron en América, la revolución francesa y los derechos del hombre incentivaron en las colonias el deseo de sacudirse el yugo de las potencias europeas", razón por la que, en "el equipaje de los pensadores y hombres de ciencia forjados en Europa, que se acercaban a Nuevo Mundo, traían uno que otro libro que al juntarse fueron abriendo los apetitos intelectuales de los que más adelante serían padres de la Independencia". No obstante la intención de la corona española de impedir por todos los medios la propagación de las ideas de la Ilustración, pensadores españoles como Benito Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos, Pedro Rodríguez de Campomares y el conde Aranda incendiaron la mentalidad ilustrada "por medio de escritos en los cuales se daban a conocer los progresos de las ciencias y el adelanto técnico en otros países".

La misma dinámica oprobiosa de la conquista y la colonización impuesta a la fuerza por España, reflejada a través de la violencia, el saqueo y la domesticación religiosa, dieron origen a la inconformidad que incubaron los procesos de independencia y emancipación. José María Samper reconoce que la lógica de la conquista y posterior colonización dinamizó la lógica de la independencia americana. Fue así que España al desarrollar injustamente la conquista y la colonia preparó, sin proponérselo, la revolución. "Sin quererlo, España dio a luz uno de los fenómenos más extraordinarios de la historia política moderna: la revolución americana", precisa Roberto José Salazar Ramos en su ensayo Romanticismo y positivismo.

Es verdad que nos "independizamos" de España, pero sólo en lo militar, político y gubernamental. ¿Acaso no dependemos científica, técnica, cultural, religiosa y filosóficamente de Europa, incluida la misma España? El texto escolar antes citado (Filosofía, perspectiva latinoamericana) señala que a pesar de la independencia política el cambio cultural no es significativo, razón por la cual los hábitos de dependencia forjados durante la colonia permanecen, y que en la actualidad a nivel cultural somos consumidores acríticos de todas las corrientes artísticas, filosóficas, científicas, políticas y religiosas que se ponen de moda en Europa o Estados Unidos. José María Samper en su Ensayo sobre las revoluciones políticas dice que la vieja España todavía nos combate sin quererlo por medio de sus representaciones, es decir, de los elementos que nos dejó profundamente arraigados en las instituciones, tradiciones y costumbres coloniales. "Es innegable nuestra pertenencia al orden mental europeo –aclara William Ospina, un intelectual con sentido crítico, en su libro ¿Dónde está la franja amarilla?-. Un país cuya lengua es hija del latín y del griego; que ha profesado por siglos una religión de origen hebreo, griego y romano; que se ha propuesto el modelo democrático debido a la Revolución francesa y que se reclama defensor de la Declaración de los Derechos del Hombre; una sociedad que se ha formado instituciones siguiendo el modelo liberal europeo, no puede pretender encontrar soluciones ignorando esa tradición. La democracia sigue siendo para nosotros una promesa y aún necesitamos en Colombia una crítica lúcida, vigorosa, implacable, de las iniquidades del poder imperante, como la que emprendió Voltaire en su día, y una propuesta seria de sensatez, de lógica, de generosidad y de valor civil. Lo que requerimos es comprender que una cosa es ser hijos de Europa y otra confundirnos con ella, cuando pertenecemos a un territorio tan distinto, cuando les debemos respeto profundo a los viejos padres que poblaron este territorio por siglos y de los cuales también descendemos, cuando sabemos que la diversidad de nuestra composición natural, étnica y cultural es un privilegio, y no permite la arbitraria imposición de un solo modelo, de una sola verdad, de una sola estética. Ningún país podrá construir jamás un orden social justo y equilibrado si no es capaz de reconocerse a sí mismo y de diseñar su proyecto económico, político y cultural a partir de esa conciencia de sus posibilidades y sus limitaciones". Los "independizados", los "emancipados", siempre se han preguntado y nos hemos preguntado: ¿Cuál "Independencia? y ¿La "Independencia" para qué?

Historiadores, que disienten de la "historia oficial" (de los historiadores a "sueldo"), historiadores con espíritu crítico, como Hugo Rodríguez Acosta, Álvaro Tirado Mejía, Diego Montaña Cuellar, Antonio García, Indalecio Liévano Aguirre, entre otros, "cuentan" que a la denominada "aristocracia criolla" (entre los que se encontraban Nariño, Torres, Bolívar, Santander, etcétera, etcétera, "los libertadores") la movieron otros intereses distintos al de los mestizos, indios, campesinos y esclavos, es decir, el "pueblo": el poder político y económico. "Los compromisos pactados en la noche del 20 de julio no implicaron –señala Indalecio Liévano Aguirre en Los grandes conflictos económicos y sociales de nuestra historia-, como suele pensar una declaración de independencia, sino que ellos se limitaron a institucionalizar el gobierno de responsabilidad compartida entre el Virrey y los grandes voceros del estamento criollo. En esa alianza, acordada a espaldas del pueblo, los dos socios se beneficiaron mutuamente: el Virrey continuaba de Jefe de Gobierno堹 los notables criollos ingresaban en la Administración堰ara compartir el poder con quien representaba la Corona妱uot; Los "descastados" no fueron más que fichas hábilmente "jugadas" y manipuladas por la aristocracia criolla en la consecución de sus pragmáticos logros. Hugo Rodríguez Acosta precisa en su libro Elementos críticos para una nueva interpretación de la historia colombiana que la historia tradicional hace apología desmedida de los "libertadores" y les brinda aplausos por parte de los "historiadores a sueldo", construyendo "verdaderas leyendas en torno de aquellos personajes, elevados a una dignidad que excede su verdadera dimensión histórica堅stos fueron los "libertadores", es decir, aquellos que hicieron del Estado un instrumento, colocado al servicio de las clases privilegiadas y de sus egoístas conveniencias". Este historiador crítico agrega que la aristocracia criolla fue incapaz de demoler el caduco orden colonial y sentar las bases de la nueva sociedad. Todo el proceso independentista sólo trajo consigo la transferencia del poder político de los funcionarios españoles a la aristocracia neogranadina. "Lo demás permaneció inmodificable: los indios continuaron siendo explotados por los intermediarios, los hacendados, el Estado, etc.; los negros continuaron siendo esclavos, y sirviendo por lo tanto a los intereses económicos de los terratenientes, hacendados, etc.; los peones, jornaleros, etc., continuaron ligados al grande o mediano propietario rural, en calidad de asalariados; en fin, las masas populares, conservaron, -gracias a la continuidad del ordenamiento colonial- el status social que tenían en la Colonia". Manuel María Madeido señala que los criollos sustituyeron a los españoles y el pueblo siguió siendo la plebe. El texto citado (Historia de Colombia) refiere que el llamado "Grito de Independencia" no fue "una verdadera demostración del deseo de autonomía de las provincias, sino, mejor, la puesta en marcha de un proceso con el que se esperaba que criollos y chapetones tuvieran los mismos derechos en el Nuevo Reino", y agrega que este acontecimiento tan renombrado y exaltado estaba "muy lejos de representar el verdadero momento de la independencia de nuestra patria".

El "orden establecido" durante el proceso de "Independencia" y la conformación de nuestra nación, salvo algunas modificaciones, continúa vigente en nuestra sociedad. La falta de personas con sentido crítico, de personas con "mente abierta", de personas que piensen por sí mismas, es decir, que sepan filosofar, es la consecuencia de que este "orden" establecido continué así, con la concomitante alienación, opresión, masificación y cosificación de los "descastados".

El compromiso ético de pensar por nosotros mismos es clave para nuestra liberación, nuestra emancipación y nuestra independencia de opiniones y condicionamientos ajenos a nuestro auténtico ser. Esta actitud crítica nos permite tomar conciencia de lo que somos como producto de una cultura determinada, compuesta de industrias, instituciones y valores, y comprometernos con la superación de los esquemas dominantes, que se inician con paradigmas familiares acríticos, con la educación que nos otorga un "cartón" solamente si somos "juiciosos", "disciplinados", "obedientes" y obtenemos "buenas notas", y los medios de información que nos alienan con fantasías y objetos de consumo que "prometen" la felicidad. Si no asumimos una toma de conciencia y un compromiso difícilmente nos percataremos que el sistema imperante nos va formando para convertirnos en piezas o engranajes útiles para el logro de sus pragmáticos intereses excluyentes y opresores.

La superación de este acervo de circunstancias deshumanizantes o la liberación de su domesticación es posible únicamente a través de la transformación del sistema que nos condiciona. Pero esa actitud, esa praxis, esa acción comprometida, debe orientarse al desenmascaramiento de las condiciones que impiden la genuina liberación del hombre como ser social y como ser cultural. No se puede olvidar que "la inconformidad contra el estatus quo, genera comportamientos contestatarios y asociaciones para el cambio y esto es demasiado peligroso para el sistema", tal como nos lo revela Augusto Ramírez. En este sentido, el precitado texto (Filosofía, perspectiva latinoamericana) advierte que "si alguien cuestiona o se rebela contra su funcionamiento, es declarado subversivo, agente de ideologías foráneas, enemigo de las instituciones democráticas, y se le persigue por todos los medios hasta eliminarlo".

Como moraleja podemos aprender que los hechos históricos no se pueden desarticular del contexto cultural de su tiempo: sociedad, geopolítica, economía, instituciones y filosofía, entre otras manifestaciones del amplio y complejo espectro de la cultura. En el caso de nuestra "Independencia", el aspecto relativo a lo social se refiere a la sociedad decadente y superficial de la España todavía feudal enclaustrada en su cultura religiosa y contrarreformista, refractaria a la ciencia y al incipiente desarrollo tecnológico; lo geopolítico es inherente a la situación española: invadida por Francia a través de Napoleón, quien entronizó como "regente" de sus destinos y derroteros a su hermano conocido como "Pepe Botellas"; lo económico nos muestra que España ya no era el vasto imperio de Carlos V, "en cuyos dominios nunca se ocultaba el sol", sino la Gran Bretaña que despuntaba y se perfilaba como la primera potencia política y económica, como el futuro imperio de turno que venía a llenar el vació dejado por la nación ibérica, gracias a su Revolución Industrial, su transformación de las instituciones políticas y el desarrollo tecnocientífico; lo institucional se evidencia en unas vetustas y caducas instituciones, tanto políticas como económicas, profundamente corruptas e inoperantes; y lo filosófico tiene estrecho vínculo con el revolucionario pensamiento de la Ilustración, al que, mientras España se negaba a asimilar, los criollos americanos lo concebían como cartilla doctrinaria y un modelo o proyecto esperanzador de vida, teniendo como orientación y guía a la razón.

6. Las personas que estructuraron ideológica, política y económicamente a la naciente República de Colombia, después de su "emancipación" o "independencia", fueron, fundamentalmente, brillantes juristas con un amplio y profundo bagaje filosófico, entre los que se destacan egregios pensadores como Vicente Azuero Plata, José María Rojas Garrido ("el Sócrates colombiano") Ezequiel Rojas Ramírez ("uno de los zapadores de las modernas ideas"), Juan de Dios Uribe, José María Samper, Manuel Ancízar, Manuel María Madeido, Sergio Arboleda, José Nazario Florentino González Vargas (orgullosamente Charaleño, nacido en el corregimiento de Cincelada en 1805 y fallecido en Argentina en 1874), Ignacio Espinosa, Salvador Camacho Roldán, Nicolás Pinzón, Diego Mendoza Pérez, César Cruz, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, entre otros. Si bien es cierto que estos no fueron filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Marx o Nietzsche, se dedicaron a interpretar e implementar las ideas de filósofos europeos como Santo Tomás de Aquino, Jaime Balmes, Juan Donoso Cortés, Jeremías Benthan, James Mill, John Stuard Mill, Augusto Comte y Hebert Spencer, entre otros, aportando algunos planteamientos e ideas originales de vital importancia para la "construcción" de nuestra nación. Germán Marquínez Argote recuerda que los patriotas establecieron "sobre nuevas bases filosóficas la juridicidad de los nuevos estados independientes" (Los procesos ideológicos de la emancipación).

Se podría refutar que la nación "diseñada" por estos "pensadores" quedó "muy mal hecha". Es probable, pero resulta que todos estos "filósofos colombianos" estaban profundamente influenciados por el dogma cristiano y el imponente poder de la Iglesia Católica, y esta doctrina y esta institución condicionaron la dinámica del naciente país. "La teología –nos dice José María Samper (Apuntamientos para la historia de la Nueva Granada)-, esta estadística sombría del infierno, estéril colección de fábulas, de adivinanzas y de absurdos, fraguada por los alquimistas de la Iglesia para envenenar las fuentes de la civilización堠quería seminarios por docenas, para tener teólogos por centenares, y quería teólogos para hacer con ellos de cada ciudadano un tartufo, porque para despatrizar un pueblo es forzoso empezar por embrutecerlo y fanatizarlo". El clero, según Roberto José Salazar Ramos, nada tenía que decir a la República. Vargas Vila, con sarcástica elocuencia, expresa que "bajo la autoridad de la Iglesia católica el pensamiento nacional languidecía; los cerebros, deformados por el yugo ortodoxo, habían dado de sí esas conciencias enfermas de los grandes fanáticos, o ese liberalismo débil que aún sueña encontrar la libertad para los pueblos al pie de los altares, en la sombra de los templos, bajo el manto purpúreo de los dioses de madera". Y el hecho de ser herederos de la tradición española contribuyó al mal "diseño" de Colombia, debido a que España en las postrimerías del siglo XIX y albores del XX se encerró e ignoró lo que sucedía con el pensamiento ilustrado y sus alcances en lo político, lo científico, lo económico, lo pedagógico y lo filosófico. Salazar Ramos, analizando a Manuel María Madeido, nos dice en su Romanticismo y positivismo que la tradición teológica española tiene su lugar propio en la historia, debido a que la "madre patria", país de la teología y de la Inquisición, es "una nación de mayoría de edad en la historia de la civilización que se quedó como petrificada en un despotismo fanático y casuista y que yace extraviada la sabia de su genio vigoroso en las estériles faenas de las cuestiones incomprensibles". El aludido Samper decía que en la época postindependentista se necesitaban más filósofos que militares.

El expresidente Rafael Núñez en su Reforma política en Colombia sostuvo que el error de la dominación española consistió en "no haber comprendido a tiempo la necesidad de reformarse sustancialmente, para ponerse en salvadora armonía con el espíritu de los tiempos". Joaquín Zabalza Iriarte, en el ensayo Filosofía colonial. ¿Nuestra tardía Edad Media?, señala que "España, frente a los peligros que vienen del exterior, se tibetiza en defensa de la fe y del imperio, colocándose al margen de los avances de la nueva ciencia". Pero mientras España se negaba a "ver" las rutilantes luces de la Ilustración, el filósofo, científico y teólogo español José Celestino Mutis (un hombre "ilustrado"), paradójicamente, le correspondió "la aventura de abrir las mentes santafereñas a ideas ya consolidadas en Europa", nos recuerda Germán Marquínez Argote en su ensayo Filosofía de la Ilustración. La Ilustración neogranadina se constituyó en una profunda revolución cultural, y los ilustrados dirigieron "sus punzantes críticas al orden colonial bajo aspectos políticos", acota Marquínez, y agrega que "la Ilustración neogranadina es obra de un grupo que representa los intereses de la naciente burguesía peninsular y criolla, capaz de analizar el anacronismo de las viejas instituciones coloniales". Los ilustrados criollos prepararon las condiciones ideológicas para la emancipación. Este filósofo puntualiza que el movimiento ilustrado inicialmente fue reformista tendiente a cambiar las viejas y anacrónicas estructuras pedagógicas, económicas y administrativas de la colonia. Roberto José Salazar Ramos, en Los procesos ideológicos de la pacificación, señala que dentro del espacio académico la filosofía escolástica no incorporó como proyecto el análisis de la problemática situacional de la dinámica estructural de la nueva sociedad. "Intentó, más bien, operar a partir de la enseñanza de un sistema que se consideraba perfecto y acabado y, como tal, debía ser transmitido a los habitantes de la nueva sociedad. Éstos debían amoldarse a una teología, una filosofía y un derecho sistemáticamente estructurados. La nueva sociedad debía, por lo mismo, adecuarse a los lineamientos teóricos dibujados en el sistema". En su Memorial de agravios, Camilo Torres Tenorio refiere que gracias al gobierno despótico de España, "enemigo de las luces, ella no podía esperar hacer rápidos progresos en los conocimientos humanos, cuando no se trataba de otra cosa que poner trabas al entendimiento". Augusto Ramírez señala que la colonización de la América hispana fue un proceso lento llevado a cabo por españoles, que se sabían súbditos de un reino y miembros de una Iglesia que prescribía su conducta y enjuiciaba sus actos, y precisa que muy diferente fue el desarrollo de la colonización inglesa y la formación de la nación norteamericana. Miguel Antonio Caro precisaba que la cultura colombiana hunde sus raíces en un pasado colonial muy anterior a la época independentista. No hemos llegado a salir plenamente de nuestro pasado, y por eso llevamos todavía la colonia en nuestro interior. En opinión de Salazar Ramos, llevar la colonia por dentro quiere decir que no la hemos entendido del todo, razón por la cual "seguimos aferrados a las mitificaciones y fijaciones conceptuales que impiden la configuración de proyectos históricos más libres y menos esquizoides".

7. La filosofía idealista influyó profundamente en el Romanticismo, movimiento estético, intelectual y cultural que modificó y conmovió la cultura europea del siglo XIX. "No se podría entender, de ningún modo, el pensamiento profundo que subyace en la sensibilidad romántica, sin la omnipresencia del idealismo trascendental, corriente filosófica originada en Inmanuel Kant, y sus derivaciones sobre el aspecto ilusorio de la realidad"38. La obra del filósofo Juan Jacobo Rousseau, además de servir de inspiración a los líderes de la Revolución Francesa, ejerció una influencia masiva en el Romanticismo. Los autores románticos encuentran su primera fuente de inspiración en la obra de Rousseau y de Goethe. La Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta nos dice que "fueలecisamenteүusseau quien estableció el culto al individuo y celebró la libertad del espíritu humano al afirmar "Siento antes de pensar"堅n él se destaca la importancia del sentimiento y la imaginación en la creación poética y se rechazan las formas y los temas literarios convencionales. De este modo, en el desarrollo de la literatura romántica de todos los países predomina la imaginación sobre la razón, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia, lo que propicia el desarrollo de un vasto corpus literario堇ran parte del teatro, la novela y la poesía romántica se entregan a la celebración del "hombre corriente" de Rousseau". Las obras de Rousseau operaron un cambio importante en la literatura europea de su tiempo, inaugurando una nueva manera de sentir, tan distante, que hicieron de éste un precursor del Romanticismo. Rafael Méndez agrega que la obra del pensador ginebrino y su testimonio vital, en donde la artificialidad y el prosaísmo social fueron duramente criticados y en donde se ofreció al hombre, en compensación, la alternativa de la naturaleza altiva y pura fueron, sin duda, uno de los puntos de partida más claros del movimiento romántico.

Los primeros fundamentos teóricos del Romanticismo se elaboraron en Alemania, gracias a los filósofos idealistas Johan Gottlib Fichte, Friedrich Wilhelm Joseph Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel, encargados de articular una profunda crítica al espíritu racionalista del siglo XVIII. La Gran Enciclopedia Ilustrada Círculo señala que "es precisamente en las doctrinas idealistas donde se hallan las características comunes a toda la literatura romántica europea. La crítica de la Ilustración realizada por estos pensadores proyectó hacia el futuro el deseo de perfección y armonía que hasta entonces se orientaba hacia los cánones de la tradición clásica, rescatando el valor del sentimiento como fuerza espiritual". Así mismo, el pensamiento del filósofo y escritor alemán Johann Gottfried von Herderഡmbién influyó en los comienzos de este movimiento, ya que rechazó los excesos de la fría razón e intentó demostrar que la naturaleza y la historia humana obedecen las mismas leyes y que, con el tiempo, las fuerzas humanas antagónicas se reconciliarán.

La concepción del "Yo" elaborada por la filosofía idealista germánica constituye uno de los elementos dorsales del Romanticismo alemán y, de manera difusa, de todo el Romanticismo europeo. La teoría fichteana del "Yo absoluto" influyó profundamente sobre la concepción romántica del "Yo" y del universo. Los románticos identificaron el "Yo puro" con el "Yo del individuo", con el genio individual, y transfirieron a éste la dinámica de aquél. El espíritu humano, para los románticos, constituye una entidad absoluta de actividad que tiende al infinito, que aspira a romper los límites que la constriñen, en una búsqueda incesante del absoluto, aunque éste permanezca como meta inalcanzable.

Schelling es considerado como el filósofo del Romanticismo, cuyos conceptos fueron vivir y sentir. La filosofía natural, según Schelling, tiene por objeto descubrir el núcleo íntimo, principio y fuente de donde emanan los fenómenos, que son la totalidad. Esta totalidad es la que ilumina Schelling mediante el concepto de vida, que es vida creadora y no una simple suma de fenómenos. Schelling sostuvo que lo inconsciente y lo consciente coinciden en una misma realidad. Por eso sostenía expresivamente a los románticos que en el arte y en las creaciones artísticas tenían su encuentro, "en polaridad e identidad, naturaleza y espíritu, consciente e inconsciente, ley y libertad, cuerpo y alma, individualidad y universalidad, sensibilidad e identidad, finito e infinito妱uot;, dice Johannes Hirschberger en su Historia de la filosofía.

El filósofo alemán Friedrich von Schlegel también fue otro teórico del Romanticismo. Éste confirió a la poesía romántica la misión de resolver lo finito en lo infinito. El referido Diccionario filosófico afirma que "el instrumento de esta poesía es el sentimiento, que relaciona estrechamente con la ironía, entendida ésta como la actitud que no distingue la realidad de la apariencia, lo serio de lo jocoso, con el fin de elevarse sobre lo común y ponerse en contacto inmediato con el principio infinito de lo real, logrando así la plena armonía del espíritu".

El Romanticismo influyó en movimientos libertarios y abolicionistas. "Granడrteथଯs୯vimientos libertarios y abolicionistas de finales del siglo XVIII y principios del XIX tienen su origen en conceptos de la filosofía romántica como pueden ser el deseo de liberarse de las convenciones y la tiranía, y el gran valor de los derechos y la dignidad del ser humano", sostiene la Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta.

El precitado filósofo Lou Marinoff, en el referido libro, sobre la dinámica del Romanticismo precisa que "la filosofía romántica se desarrolló como reacción contra el materialismo, la mecanización de la sociedad y la visión de las personas como piezas de un mecanismo". Así mismo agrega que "los románticos se centraron en la unicidad de cada individuo, en la importancia de la espiritualidad y en el poder del arte. Valoraron la naturaleza más que la razón y los sentimientos más que el intelecto. Aunque en realidad vivió en el siglo XVIII, Rousseau es el romántico prototípico. Su idea del noble salvaje (abandonados en un estado natural daríamos lo mejor de nosotros mismos, pero la civilización nos corrompe) facilitó mucha información de lo que vendría después".

¿Cuáles fueron los aportes del Romanticismo latinoamericano? Muchos. Veamos algunos. El Romanticismo latinoamericano contribuyó a consolidad las naciones, reestructurar los estados, liberar definitivamente los individuos y las cosas, el pensamiento y las cosas, los ritos y los dichos. Stella Aranguren, Olga María Duarte y Diego Muñoz, en el libro Habilidades del lenguaje, señalan que "una vez instalado el Romanticismo en territorio hispanoamericano sirve de estímulo para el reencuentro de la inteligencia nacionalista con temas nuevos como: el hogar, la familia, la raza, los emblemas, los héroes, la libertad, las creencias religiosas, Dios y el hombre; todo cuanto tenga vínculos afectivos y estéticos con la personalidad humana" Fue un movimiento estético paralelo a las revoluciones de independencia. Algunos románticos participaron activamente en asuntos políticos. Los románticos aspiraron a un mundo mejor, encontraron un nuevo modo de expresión que reflejó el momento en que vivieron y cantaron a la tierra, al paisaje natural y a su guerra emancipadora. De acuerdo con la Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta, "el Romanticismo estimuló además la identidad o conciencia colectiva de cada comunidad hispanoamericana y dio origen al concepto de literatura nacional que, unida a teorías de raíz positivista, orientaron los estudios literarios hasta entrado el siglo XX. En una palabra, el Romanticismo es el fenómeno capital de la literatura continental en el siglo XIX.

La creación de una conciencia americana fue obra de mentes egregias, de pensadores, es decir, de ¡filósofos! Las ideas de esa conciencia coincidieron, en sus inicios, con el auge del Romanticismo. Simón Bolívar, que, según ciertos "historiadores", "liberó" a gran parte de América de la servidumbre del virreinato, precisamente se nutrió de las ideas del brillante filósofo suizo Juan Jacobo Rousseau. Francisco de Paula Santander, otro "libertador" que contribuyó a la consolidación de nuestra nación, también recibió una enorme influencia de las ideas de su maestro: el filósofo inglés Jeremías Bentham.

Con respecto a la influencia del Romanticismo en Colombia, el precitado texto Habilidades del Lenguaje precisa que este movimiento no fue sólo modalidad literaria, sino una posición ante la vida, una manera especial de comportamiento tanto en las relaciones sociales como en las administrativas y políticas. El espíritu romántico calentó nuestra incipiente vida republicana, llenó las antologías de cantos nobles por su fuerza emotiva y raigambre nacional.

8. La filosofía de Hegel contribuyó a la unificación de Alemania y a su consolidación como Estado. El Socialismo, sistema para resolver los males del Capitalismo, fue teorizado por pensadores como Robet Owen, Charles Fourier, Pierre Joseph Proudhon, Claudé Henri de Saint-Simón, Federico Engels y Carl Marx. El pensamiento de Marx, conocido como Marxismo, logró despertar conciencia de clase en los trabajadores y organizar partidos políticos que influyeron en los cambios de política de los gobiernos y en el reconocimiento de derechos a los trabajadores. El Pragmatismo, que reduce los conocimientos a instrumentos de acción y busca el criterio de verdad de las teorías en su éxito práctico, y que se convirtió en una forma de vida de los norteamericanos, sin la cual no serían potencia mundial, fue creado por los filósofos estadounidenses Charles Peirce, William James y John Dewey. La ética o la reflexión sobre la moralidad, que nos orienta en la búsqueda de la felicidad (esencia y finalidad de toda vida humana), fue creada, pensada, repensada, planteada y replanteada por filósofos.

9. El aristotelismo, el racionalismo, el idealismo y el materialismo, es decir, la filosofía que algunos existencialistas cristianos llaman "nocionalismo", ha permitido y promovido el nacimiento de la ciencia moderna, del progreso material, cuyo valor existencial no puede subestimarse. Hasta como gimnasia intelectual tiene su utilidad. Forma la razón de los jóvenes, habituándolos a cierto rigor del pensamiento que no podría considerarse jamás como un mal y cuya utilidad práctica es incontestable. El existencialismo resalta el papel crucial de la existencia, de la libertad y de la elección individual, poniendo su énfasis en la existencia individual concreta y, en consecuencia, la subjetividad, la libertad individual y los conflictos de la elección. Los filósofos de la existencia nos ponen en comunicación con hombres que viven, luchan, aman, sufren. Como está profunda y radicalmente comprometido con la existencia del hombre concreto, no se contenta con ser sólo discusión entre filósofos, sino que tiende a la conversión, a la acción. Se trata de descubrir el sentido de la existencia, su origen, su justificación, su finalidad. El estoicismo sirvió como sustento moral y estilo de vida que adoptaron los esclavos y los súbditos del Imperio Romano ante las duras condiciones impuestas por éste. Los estoicos, que buscaban la paz interior y vivir de acuerdo con la naturaleza y los dictados de la razón, pregonaron la coherencia del yo –señala Walter Riso- el autocontrol, la autonomía y el autocuidado, sin desconocer el aspecto social del hombre. Así, otras corrientes de pensamiento, escuelas, sistemas, doctrinas o planteamientos han sido y serán de gran utilidad para la ciencia, la política, la vida y la existencia.

Para los "escépticos" de la eficacia e importancia "práctica" de la filosofía, con esta pequeña muestra, les queda claro que la filosofía, pese a su reputación de ser oscura y dificultosa, ofrece resultados prácticos a casi todo el mundo. Quienes son del parecer de que la filosofía no sirve para la vida práctica, es procedente que tengan en cuenta el planteamiento socrático que afirma que los dioses no conceden nunca a los mortales ningún verdadero bien sin esfuerzo y sin pugna seria por conseguirlo. Por eso sostiene que se debe educar filosóficamente para gobernar y para ser gobernado. Quien no tenga el valor y la tenacidad para superar los obstáculos, las renuncias, los sacrificios y dominarse a sí mismo, no podrá gobernar y tendrá que permanecer dentro de las masas gobernadas.

La filosofía, además, tiene una parte que es fundamentalmente práctica: la ética, de decir, la ciencia de la prudencia y la convivencia. La ética demuestra el carácter práctico del filósofo. Como se sabe, la filosofía se divide en ontología o teoría del ser, gnoseología o teoría del saber y ética o teoría del obrar.

¿Por qué se debe aprender a filosofar?

Es conveniente considerar cuál es el valor de la filosofía y por qué debe estudiarse. Muchas personas, influenciadas por la ciencia, la tecnología o lo "pragmático" tienden a "dudar o vacilar sobre la filosofía, pensando que tal vez no sea nada mejor que una inútil e ingenua fruslería, traída de los cabellos, y controversias en materias sobre las cuales es imposible el conocimiento"39. A pesar de ello, Restrepo Trujillo plantea que la actividad filosófica, a sí sea considerada lujo, inutilidad o hasta deformación, en Colombia tiene que ir haciéndose parte de la existencia pública diaria.

En nuestro sistema neoliberal, las llamadas personas "prácticas", los "pragmáticos", los positivistas, los que tienen un ideal de vida fundado en el hacer, el tener y el consumir, no acuden a la filosofía en busca de respuestas, porque creen que ésta nada puede aportar para obtener éxito, triunfar, superarse y "conseguir dinero", el dios todopoderoso del mundo capitalista. Guiados por esta "realidad", muchos desdeñan la filosofía y acuden a la ciencia en procura de "actividades útiles", rentables. El Positivismo, que pretendía encontrar en la ciencia todas las respuestas que el hombre busca, se interesó por la reorganización de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento científico y, por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Para el Positivismo, la ciencia es el sistema más corriente para ordenar las sensaciones humanas y, por lo tanto, cualquier intento de conocer y analizar su esencia el mundo material sólo es una vacía especulación metafísica. "Para el Positivismo, la religión y la filosofía son superfluas, anticuadas, arcaicas. Ellas son la infancia y la adolescencia de la sociedad. Es necesario pasar a la edad adulta: la ciencia"40. El Positivismo sostiene que "la filosofía no tiene otro quehacer que el de ordenar lo dado inmediatamente en la experiencia sensible (positivo), lo efectivo, el hecho, fáctico, mediante el establecimiento de relaciones últimas, generales y constantes de la realidad (leyes)"41. Según Augusto Comte, fundador de esta corriente, el conocimiento científico representa la madurez del espíritu humano. Esta tendencia, que tuvo demasiado auge en las postrimerías del siglo XIX y los albores del XX, influyó mucho en la mentalidad capitalista. ¿Actualmente es imprescindible la filosofía en el saber humano? ¿Son válidas sus respuestas para las necesidades actuales? El período positivo o científico renuncia a imaginar el porqué de las cosas y se limita a describir cómo pasan los hechos. "No se deje engañar por las burlas de los ignorantes acerca de los aspectos folclóricos del comtismo y tenga confianza: el poder de conocer el mundo y de organizar la sociedad está en manos de los científicos"42.

Ni filosofía sin ciencia, ni ciencia sin filosofía.

En nuestros tiempos "nos toca contemplar impotentes el fenómeno universal de la decadencia de la filosofía. Cada día son más los pensadores que expulsan a la filosofía de la república de las ciencias"43 El antropólogo francés Loren Eiseley, sostiene que "ahora mismo, con el entusiasmo de los nuevos descubrimientos, las declaraciones públicas de los científicos cada vez más auguran un futuro colmado de nuevas invenciones, reservas de energía, niños probetas, armas más mortíferas, pocos relativamente se han referido a los valores, la ética, el arte, la religión, o sean los aspectos intangibles de la vida que matizan una civilización y determinan a la larga si ella ha de ser humana o cruel; en otros términos, si el mundo moderno, en cuanto se refiere a la vida espiritual interior, será como la coraza acerada de la proyección exterior, o exhibirá la rica textura de la experiencia genuinamente humana"44.

Ni la ciencia puede reemplazar a la filosofía ni la filosofía a la ciencia. Las dos tienen su espacio, su dinámica y su quehacer en nuestra sociedad. Los científicos se ocupan de cómo es el universo, los filósofos del porqué del universo. Pareciere que, del mismo modo que los alquimistas buscaban la piedra filosofal, los científicos persiguen una fórmula que explique y describa el universo y sus fenómenos. El filósofo no es solamente un pensador, ni el científico es sólo un observador; ambos tienen que pensar y observar. Los dos piensan sobre las diferentes clases de observaciones. Uno tiene que hacer especialmente las observaciones, bajo condiciones especiales, antes de poder pensar para solucionar el problema. El otro puede confiar en su experiencia corriente. La filosofía alcanza su propia comprensión del mundo; una comprensión del mundo, una comprensión que supera el nivel de las ciencias particulares. Las ciencias particulares dan por supuesto su objeto (por eso se llaman ciencias positivas), pero el hombre no puede dar nada por supuesto si quiere tener una ultima claridad. Esa es la función, la exigencia de la filosofía. No existe una frontera bien definida entre la ciencia y la filosofía. "Ningún problema puede ser calificado definitivamente de científico o filosófico. La diferencia entre ambas reside, no en los problemas que abordan, sino en el modo de delimitar los temas y sobre todo en el método"45. Entre filosofía y ciencia existe un fin que las entrelaza: la certeza, la evidencia, la verdad. "El hombre busca saber, pero busca sobre todo saber la verdad del saber, y la búsqueda de la verdad puede decirse que pertenece inevitablemente a la realización vital del hombre, de tal manera que la razón y la vida se unifiquen en la vía de la trascendencia o del sentido pleno de las expectativas y realizaciones humanas"46. Pero las relaciones entre filosofía y ciencia son objeto de posiciones encontradas. Muchos científicos consideran que los aportes de la filosofía carecen de valor por no tener en cuenta los estándares del método científico. Afirman que se trata de especulaciones o de abstracciones incontrastables con la realidad. Para ellos, el filósofo es un hombre distraído con tendencia a separarse de la realidad. En contraste, varios filósofos piensan que la filosofía tiene establecido un camino independiente de los procedimientos técnicos y métodos de la ciencia. Ante estas posiciones, el pensador colombiano Hernando Barragán Linares plantea que "el papel de la filosofía es servir de coordinadora del pensamiento científico, lograr una síntesis conceptual donde el saber se unifique"47. Barragán aclara que la filosofía no se puede inclinar únicamente a escoger datos científicos. Ante todo, precisa, tiene una función crítica, fundamentadora, orientadora del proceso científico. El científico en su trabajo de investigación se encuentra con problemas inherentes al material de su quehacer a los cuales pretende dar respuestas de acuerdo con el método científico, "pero encontramos que el científico tiene que vérselas con una serie de dificultades propiamente filosóficas, por ejemplo cuando trata de situaciones como la naturaleza de la materia, el determinismo o indeterminismo de la naturaleza, etc., problemas que en el fondo tienen un carácter teórico de mayor extensión por cuanto no son sólo planteados a nivel de una ciencia determinada sino que hacen referencia a una situación no sólo de mayor amplitud sino también de mayor complejidad"48.

Si bien es cierto que la ciencia da respuestas a muchas de las preguntas que se hace el hombre práctico, "la diferencia entre filosofía y ciencia estaría en su actitud ante la certeza. En filosofía alternan tanto la búsqueda como el hallazgo, la duda como la tendencia al sistema. Ha dicho un filósofo que la medianoche contiene el amanecer. Constataba que el hombre siempre vuelve a la pregunta, como manera de ser original. Una pregunta que, a la vez que no tiene conclusión, no puede ser, como hoy, igual a la anterior", plantea Jorge Restrepo Trujillo en su libro Filosofía para Profanos. Es posible, dependiendo de las circunstancias, que la ciencia pueda resolver preguntas de la filosofía, y viceversa. El filósofo Jaime Vélez Correa, en su Curso de Filosofía, sostiene que es probable que ciertos aspectos de las preguntas a las que hoy atiende la filosofía reciban mañana solución científica, y es seguro que las futuras soluciones científicas ayudarán decisivamente en el replanteamiento de las respuestas filosóficas venideras, así como no sería la primera vez que la tarea de los filósofos haya orientado o dado inspiración a algunos científicos. No tiene por qué haber oposición irreductible, ni mucho menos mutuo menosprecio, entre ciencia y filosofía, tal como creen los malos científicos y los malos filósofos. La ciencia puede establecer, por sí misma, límites en el terreno del conocimiento positivo. Sin embargo, la filosofía, cuya naturaleza es cuestionarse las raíces de lo real y con ello penetrar en la dimensión de su carácter de criatura, se enfrenta formalmente con lo incomprensible, con la criatura en cuanto misterio. De lo único que podemos estar ciertos es que jamás ni la ciencia ni la filosofía carecerán de preguntas a las que hay que intentar responder.

Con respecto a la ciencia, queda claro que "la opinión filosófica de la realidad, no podrá nunca ser opinión ingenua en sentido vulgar, ni crítica en el sentido científico, será un examen de las posibilidades no ya de los sentidos, sino de la razón, para determinar el valor de sus informaciones a los efectos de integrar el conocimiento total, es decir, una opinión crítica en sentido filosófico", aclaran Mercedes y Rosaura García Turudi en su Introducción a la Filosofía. La filosofía es como la ciencia y difiere de la historia en que busca verdades generales más bien que un informe sobre sucesos pasados en particular. Pero el filósofo no formula la misma índole de preguntas que el hombre de ciencia, ni emplea la misma clase de método para contestarlas. El quehacer filosófico consiste en explicar y no en describir la naturaleza de las cosas. Indaga más allá de la realidad y las relaciones entre los fenómenos; busca penetrar hasta las causas y condiciones últimas de las cosas existentes y mutables. Tales problemas se solucionan sólo cuando las respuestas a ellos son claramente demostrables.

Es posible que los filósofos no hayan podido avanzar al paso de las teorías científicas. Pero el filósofo, sin la presión de la observación y de la experimentación, en una perfecta interrelación con el científico, puede complementar y perfeccionar sus planteamientos, para que sean acordes con la realidad actual, superando especulaciones filosóficas caducas, y no contradigan teorías científicas, evidentemente contundentes e irrefutables. La ciencia permite al filósofo desechar dogmatismos y saberes superados, especialmente en el campo cosmológico. La filosofía humaniza el quehacer científico. La filosofía no puede prescindir de la ciencia en procura de su fundamento y solidez. El filósofo que ignora las conquistas científicas, plantea sistemas ilusorios. "El científico, a su vez, necesita una buena formación filosófica para orientar y valorar su investigación en función del hombre integral, en todas sus dimensiones" 49. Con la filosofía coordinamos las diferentes actividades, pero no alcanza el grado del saber propiamente dicho, reservado únicamente al conocimiento científico. Sólo existe un saber y una verdad científica, mientras que son posibles varias sabidurías filosóficas. "En la actualidad las ciencias pretenden explicar cómo están hechas las cosas y cómo funcionan, mientras que la filosofía se centra más bien en lo que significan para nosotros堬a filosofía se pone a reflexionar sobre cómo cuenta para nosotros lo que sabemos lo que sucede y lo que hay"50. En tanto que la ciencia fragmenta y especializa el saber, la filosofía relaciona todo lo demás con el ánimo de humanizarnos. La ciencia ofrece soluciones; la filosofía, respuestas. La filosofía "rescata la realidad humanamente vital de lo aparente, en la que transcurre la peripecia de nuestra existencia concreta" 51. El quehacer filosófico no busca suposiciones sino saberes seguros, "quiere saber lo que supone para nosotros el conjunto de nuestros saberes"52. La filosofía pregunta por cuestiones que los científicos dan ya como supuestas o evidentes. Según el filósofo Thomas Nagel, la principal tarea de la filosofía es cuestionar y aclarar algunas ideas muy comunes que todos nosotros usamos cada día sin pensar en ellas.

En el amplio y fascinante mundo del conocimiento el historiador se pregunta qué sucedió en el pasado, el filósofo qué es el tiempo; el físico qué explica la gravedad, el filósofo cómo podemos saber que hay algo fuera de nuestra mente; un matemático cuáles son las relaciones entre los números, el filósofo qué es un número; el psicólogo cómo aprenden los niños el lenguaje, el filósofo por qué una palabra significa algo. La ciencia y la filosofía intentan contestar preguntas suscitadas por la realidad.

Los filósofos, en el siglo XVIII, consideraban todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, como su campo, y discutían si el universo tuvo un principio. "Sin embargo, en los siglos XIX y XX, la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para ellos, y para cualquiera, excepto para unos pocos especialistas. Los filósofos redujeron tanto el ámbito de sus indagaciones que Wittgenstein dijo: La única tarea que le queda a la filosofía es el análisis del lenguaje"53.

¿Qué información puede ofrecernos la filosofía en esta época de grandes inventos y descubrimientos técnico-científicos: microchip, acelerador de partículas, internet, televisión digital, etc.? "¡Ninguna!", contestarán los detractores de la filosofía. "Pero quienes nos informan nos desinforman", refutamos los defensores de la filosofía. Savater, uno de éstos, sostiene que no queremos más información sobre lo que pasa sino saber qué significa la información que nos ofrecen las ciencias de la naturaleza, los técnicos y los medios de comunicación, "cómo debemos interpretarla con otras informaciones anteriores o simultáneas, qué supone todo ello en la consideración general de la realidad en que vivimos, cómo podemos o debemos comportarnos en la situación así establecida"54. En este contexto la filosofía responde a las preguntas de qué es la información, el conocimiento y la sabiduría.

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