Los buenos científicos deben hacer filosofía de la ciencia. No obstante, numerosos científicos se han dado por satisfechos dejando la filosofía de la ciencia a los filósofos, y han preferido seguir "haciendo ciencia" en vez de dedicar más tiempo a considerar en términos generales cómo "se hace la ciencia". Según Einstein, con cierta justificación se afirma que el hombre de ciencia es un filósofo de mala calidad. ¿Por qué, por ejemplo, el físico no deja que el filósofo se ponga a filosofar? "Esto bien puede ser lo correcto en momentos en que el físico cree tener a su disposición un sistema rígido de conceptos y leyes fundamentales, tan bien establecidos, que ninguno puede tocarlos. Pero puede no serlo en un momento en que las bases mismas de la física se han vuelto tan problemáticas como lo son hoy. En tiempos como el presente, cuando la experiencia nos compele a buscar una nueva y más sólida fundamentación, el físico no puede simplemente entregar al filósofo la contemplación crítica de los fundamentos teóricos, porque nadie mejor que él puede explicar con mayor acierto dónde aprieta el zapato"55. El físico, dadas las dificultades de su ciencia, debe "afrontar problemas filosóficos en grado muy superior a lo que sucedía en anteriores generaciones"56. Einstein aclaró que para el científico es imposible avanzar sin la previa consideración crítica del problema de analizar la naturaleza del pensamiento de cada día. El filósofo, en su tarea de preguntarse sobre la materia, debe saber de física y química. "Un pensador que hoy intentase hacerse preguntas filosóficamente serias sobre la materia, ignorándolo todo de la física y la química actuales, sería un chamán o un ignorante, nunca un filósofo"57. La pretensión de la filosofía de elaborar un sistema sobre el mundo y el hombre independiente de los aportes de las ciencias no es posible, como tampoco es probable que el mero desarrollo de las ciencias baste para una adecuada concepción del universo. "La tarea de la filosofía es reflexionar sobre la cultura en que vivimos y su significado no sólo objetivo sino también subjetivo para nosotros: para ello, como resulta obvio, es necesario tener la mayor información cultural posible. No todas las personas cultas son filósofos, pero no hay filósofos declaradamente incultos堹 las ciencias son parte imprescindible de la cultura, no una desviación de interés puramente instrumental. Sin preparación cultural previa a lo más que llega la filosofía es a fórmulas no totalmente irrelevantes pero bastante limitadas妱uot;58.
Es procedente que los filósofos efectúen una revisión de las funciones de la filosofía y su quehacer en la dinámica del desarrollo de las ciencias. "Es necesario tomar conciencia de que la filosofía, al igual que los planteamientos científicos, necesita proyectarse, descubrir, valorar, inventar y dar solución a los problemas que se van presentando en todos los procesos reales. Así, la filosofía deja de ser la ciencia que tiene la verdad y comienza a caminar en pos de una verdad perfectible"59.
Es importante este quehacer debido a que la filosofía, como arte de las aclaraciones conceptuales, proporciona una habilidad para pensar claramente acerca de las cuestiones poco claras. Las aclaraciones conceptuales determinadas por el filósofo de la ciencia ayudan al científico a formular mejores teorías. En cuanto que la filosofía es sinóptica y especulativa, puede tener efectos prácticos al sugerir las teorías científicas del futuro. Como es problemática la relación ciencia y filosofía, es posible que existan interferencias. "Por un lado se puede caer en la tentación de querer marcar desde la filosofía los caminos de la ciencia y fijar los límites del valor de sus adquisiciones, como si no conociera el investigador mucho mejor que el filósofo las limitaciones de su propia ciencia. Y por otro, se da el caso de científicos que, desprovistos de toda cultura filosófica, se lanzan a hacer metafísica y construyen alegremente materialismos dogmáticos u otros sistemas, sin tener en cuenta las condiciones epistemológicas de su disciplina o de la ciencia en general"60.
Al científico se le ha supuesto un alto grado de veracidad desde sus comienzos, cuando aún se encontraba dentro del amplio universo de la filosofía. "El sabio-filósofo tenía la misión de encontrar la verdad y comunicarla. Hoy en día, los políticos, periodistas, artistas o vendedores pueden mentir de vez en cuando. Los científicos, no"61. Pero, por desgracia, los científicos no siempre dicen la verdad. Ellos a veces mienten, ya sea por conveniencias personales, sociales, económicas, religiosas o políticas. "Unas veces lo hacen por ingenuidad o por competencia; otras, por simple corrupción"62. Los filósofos es posible que no mientan intencionalmente, pero sus planteamientos, muchas veces, no corresponden con nuestra realidad, porque las evidencias, la realidad o la ciencia los han superado, refutado o desvirtuado. Las enseñanzas de Aristóteles (considerado como el pensador más genial de todos los tiempos; "un gigante mental", según la historiadora y filósofa Diana Uribe Forero), que eran aceptadas como verdades irrefutables hasta hace poco tiempo, han sido superadas. "Lo que él enseñaba era considerado como una verdad irrefutable para todo el mundo. Sin duda, Aristóteles había llegado a conclusiones ciertas en los campos de la lógica, de las ciencias políticas y también en el ordenamiento de las especies biológicas; pero hoy, muchos de sus conocimientos pueden considerarse –por decirlo suavemente- como una mezcolanza de argumentos todavía no demostrados y supersticiones"63.
Ante el arrollador avance de la ciencia y de la tecnología, es bueno reflexionar un poco sobre el conocimiento que nos brinda la naturaleza, porque muchas veces es inexacto y nos puede alejar de la verdad. Según Blas Pascal, los conocimientos de la naturaleza arrojan al hombre a una contradicción insoluble y dolorosa, porque sus resultados pueden ser falsos. En tal caso, los seres humanos vivirán envueltos en una versión espuria de la realidad, con todas las consecuencias derivables de tan errática condición. En medio de la apabullante incertidumbre del mundo que nos rodea, dentro del cual no somos más que una partícula insignificante e innecesaria, debemos contemplar la naturaleza y contemplarnos a nosotros mismos, de manera que nos sea posible establecer justas proporciones entre estas dos contemplaciones, antes de ocuparnos de la indagación científica sobre el mundo. "Flotamos sobre un vasto término medio, siempre incierto y lanzados de un extremo a otro; si queremos afirmarnos en un punto, nos abandona, y si le seguimos, se aleja de nosotros en una huida eterna; nada se detiene para nosotros; es el estado que no es propio y a la vez el más contrario a nuestra inclinación, puesto que ardemos en deseos de hallar una base firme para edificar una torre que llegue al infinito; pero nos falta el suelo, y la tierra se abre a nuestros pies; no busquemos, pues, punto de apoyo; nuestra razón está siempre combatida por la inconsistencia de las apariencias, y nada puede fijar lo infinito entre los infinitos que lo encierran y lo huyen"64. Según Blass Pascal, la ciencia natural no constituye la respuesta al deseo de conocer qué caracteriza a la condición humana. La ciencia genera error y parcialidad.
El geólogo norteamericano, de origen japonés, Kenneth Tanaka, tratando de reivindicar la tradición judeo-cristiana, sostiene que la ciencia no tiene ni tendrá nunca todas las respuestas, no será dueña absoluta de la verdad. Según él, comprendió que la ciencia no le da propósito ni sentido duradero a la vida. "Las opiniones científicas actuales sobre el universo pronostican que, o sufrirá una implosión, o se disipará como una neblina de partículas sin estructura. Si la no existencia es el destino final, ¿cómo podría tener algún sentido la existencia?"65. Muchas teorías científicas que se han considerado como ciertas, han resultado erróneas. "En la ciencia, parte del desafío consiste en que los temas que abordamos son complejos, a la vez que los datos y las herramientas de investigación de que disponemos son limitados. Por ello, he aprendido a ser precavido a la hora de aceptar como hechos teorías no comprobadas, sin importar con cuánto cuidado hayan sido elaboradas"66.
En ocasiones se dice que los científicos no tienen Romanticismo y que su pasión por sus observaciones acaban con la belleza y misterio del mundo. "¿Pero no es emocionante comprender cómo funciona el mundo, saber que la luz blanca está hecha de colores, que el color mide ondas de luz, que el aire transparente refleja la luz, que al hacerlo discrimina entre las ondas, y que el cielo diurno es azul por el mismo motivo por el que el crepúsculo es rojo?"67, pregunta Carl Sagan, uno de los más brillantes científicos contemporáneos. Según el científico británico Paul Davies, la ciencia actualmente no posee una imagen muy agradable. "Se le considera fría, impersonal y carente de sentimientos. Incluso se le echa la culpa de que los hombres ya no seamos hoy el punto central y absoluto de todas las cosas y de que tengamos que conformarnos con la idea de que la humanidad es algo insignificante, alejada en un planeta sin importancia que se desplaza a enorme velocidad por el vacío del universo. Entonces ya no queda del hombre mucho más que la teoría de que es un mero accidente sin alma, sin objeto y sin finalidad alguna en un universo vacío de sentido y surgido sin planificación previa"68. En defensa de la ciencia, Davies se siente "obligado a creer que, a través de la ciencia, podemos tener efectivamente a nuestro alcance los fundamentos racionales de la existencia natural. Esta confianza se basa en que hemos descifrado ya grandes partes del código cósmico y que algún día conoceremos quizás toda la verdad"69. Según Davies, vivimos en la era de la ciencia. "Pero no sólo los científicos intentan atraer la atención de la gente. Religiones y corrientes filosóficas compiten con ella, afirmando que pueden ofrecer una imagen del mundo mejor o más completa. En su fuerte concurrencia con otros sistemas de ideas, la reivindicación de la ciencia tiene gran importancia, porque ella se ocupa de la verdad, y toda teoría científica sólo se mantiene en pie cuando es demostrada experimentalmente"70.
Es muy cierto que en los últimos años el saber científico ha venido imponiéndose. Es cierto, igualmente, que siempre estamos experimentando, pero la filosofía no supone una determinada forma científica de experiencia. No es necesario estudiar ciencias experimentales para poder filosofar. Los científicos se han constituido en un criterio de verdad para muchos. "Los descubrimientos científicos nos dejan extasiados como si se tratase de los primeros frutos ansiados del árbol de la vida. Los mitos, dogmas y creencias se tambalean y desmoronan estrepitosamente al paso arrollador del saber científico"71.
También es cierto que la ciencia ha brindado aportes significativos a la humanidad. Pero a pesar de los útiles avances tecnológicos y otros aportes de invaluable interés en muchos campos del saber, que nos han liberado de temores y costumbres perjudiciales, han traído consigo algunas consecuencias negativas: espacialismo, tecnocracia y peligro de autodestruirnos. No obstante debemos impulsar y apoyar el quehacer científico para un mejor desarrollo, pero es necesario apartar el cientificismo. "Cuando el conocimiento científico se vuelve exclusivista, corremos el riesgo de perder el sentido profundo del hombre, de la vida y del universo"72. Los filósofos sabemos que las grandes transformaciones de la sociedad contemporánea han sido posibles gracias a una de las más grandes creaciones del espíritu humano, surgida del clima espiritual fraguado en los primeros siglos modernos: la filosofía. "Es sabido que sin la técnica la mitad por lo menos de nuestra sociedad quedaría paralizada, y que tal parálisis afectaría el desenvolvimiento de las ideas no menos que a los procesos económicos y sociales. Pero es igualmente cierto que sin un subsuelo a la vez económico y espiritual la evolución técnica sería imposible. La historia humana es un inmenso animal que se muerde la cola"73.
Los defensores de la filosofía en ningún momento pretendemos descalificar a la ciencia ni desconocer sus invaluables conquistas, sus vitales aportes, especialmente los logrados en los siglos XIX y XX. En los albores del siglo XX se plantea la Teoría de la Relatividad y luego se formula el Principio de Incertidumbre de la Mecánica Cuántica, según el cual el hombre no es un intruso en la naturaleza, sino parte del fenómeno. El filósofo acepta y reconoce que estas teorías (la Mecánica Relativista y la Mecánica Cuántica) están cambiando el mundo con una velocidad impresionante; que sus principios nos muestran que estamos enfrentados a lo interdependiente, y que hoy nos enfrentamos a la realidad virtual. Sabemos que estamos pasando del paradigma mecanicista a un paradigma relativista y cuántico; que todo está relacionado con todo y que todo es un sistema compuesto por otros sistemas, incluido todo lo que hay en el universo. El filósofo sabe perfectamente que existe un cambio de paradigma impresionante, y que lo de atrás influye permanentemente sobre lo de hoy. Es consciente que ese cambio nos exige que nos sincronicemos y revisemos nuestra manera de ver y concebir el mundo. Para muchos filósofos las relaciones de incertidumbre constituyen una prueba de que existe indeterminismo en el universo físico y que, más allá de esto, se probaría que hay una especie de principio de libertad. ¿Qué filósofo podría ignorar esta realidad? El Principio de Incertidumbre de la Mecánica Cuántica afecta profundamente al pensamiento de los físicos y los filósofos, y esto lo sabe el filósofo. Por eso no desconoce su influencia directa sobre la cuestión filosófica de causalidad, es decir, la relación de causa y efecto.
El filósofo argentino Víctor Massuh, en un breve ensayo titulado De la ciencia a la sabiduría, analiza la relación ciencia y filosofía, y sostiene que "uno de los progresos mayores que se espera de la ciencia es el que conduce a la sabiduría. Es decir, hacia un conocimiento que, sin dejar de ser riguroso, se complete con la sensibilidad humana, la apertura al otro, a otras disciplinas, la ética, el arte, las letras; que logre abrirse hacia aquello que florece en sus márgenes pero que, llegado el momento, contribuye a completarla. La ciencia, en este caso, vendría a ser el camino a la sabiduría"74.
El referido pensador define la sabiduría como "un saber donde la verdad, el bien, la belleza y lo sagrado procuran integrar sus respuestas en un conjunto coherente y un estilo de vida". Piensa que es la continuidad aventurera de la ciencia que "traza planes imaginarios de lo que vendrá, siente como contemporáneas a las futuras generaciones, se codea con la utopía pero no participa de su borrachera cuando esta última imagina mundos sin eternos visitantes sombríos del mundo: la enfermedad, la injusticia, el sufrimiento, el mal y la muerte". Considera que la sabiduría "es el antídoto de la utopía porque intenta una viable convivencia con aquellas figuras de lo irremediable… La ciencia no es lo opuesto a la sabiduría sino que ésta es su consumación".
El mismo intelectual, analizando los vínculos entre el pensamiento científico y filosófico, piensa que "la ciencia fecunda campos ajenos: esconde una dimensión que lleva a la sabiduría y, a través de este rodeo, ella es más ciencia. Por su puesto, esto se alcanza cuando supera sus miras estrechas, su dogmatismo… El ensayista considera que "ciencia y sabiduría convergen en la perspectiva de poner límites a la desmesura tecnológica", advirtiendo que "esta convergencia también puede darse en el debate reactualizado por el postmodernismo filosófico en torno a la siguiente pregunta: ¿el principio de realidad reside en el fragmento o en la totalidad, en la partícula o en el organismo, en la parte o en la estructura, en el individuo o en el conjunto? Tradicionalmente, la ciencia se inclina por el primer término, la sabiduría por el segundo. Pero hoy sus lenguajes se aproximan en el sentido de recordar que nada en el ser humano es un fragmento. Por cualquier terreno que transitemos, marcha con nosotros el horizonte de la totalidad. Sólo desde ella podemos descender (o ascender) a la humilde partícula".
El autor argentino plantea que la "marcha de la sabiduría contemporánea necesita hacerse con la ayuda de una nueva cartografía que presente como simultáneas las riquezas del pasado del mundo", ya que "la vivencia de todo-tiempo implica ir al encuentro de otras culturas, sangres, tradiciones, lenguas; es decir, llevar a buen término la experiencia del mestizaje: esa aventura mayor en una época, como la nuestra, sobre la cual pesa la tentación de cerrar cada fragmento de humildad en sí mismo… Este encuentro con otro diferente no sólo es un acto de confianza en los secretos talleres de la vida, sino también en el nacimiento de una identidad, la aparición de lo inédito, lo inesperado, un ensanchamiento del alma, una salida al espacio abierto, a un nuevo todo, a la simultánea diversidad del mundo"
La ciencia no ofrece todas las respuestas a la compleja problemática del universo, ni los filósofos han cesado de preguntarse. Sin soslayar la ciencia, con el ánimo sereno de refutar al referido periodista Salcedo, es procedente aclararle que el verdadero filósofo sí es capaz de aclararles inquietudes a los jóvenes, plantearse inquietudes profundas y aportar soluciones a la angustiante realidad actual. En plena postmodernidad, desconocer la importancia de la ciencia, sería mera necedad e ignorancia. La ciencia y la filosofía son indispensables, porque ambas obedecen a dos necesidades del espíritu humano. Necesitan compenetrarse porque ninguna puede desconocer sus saberes y sus métodos; la filosofía no puede ignorar los aportes científicos para afianzar sus planteamientos. Para Will Durant, "la ciencia es descripción analítica, la filosofía es una interpretación sintética"75. Oswaldo Robles, en su obra Propedéutica filosófica, nos aclara que "los grandes filósofos han sido versados en la ciencia de su tiempo"76. La diferencia estaría en que "la ciencia hace sus conquistas siempre a base de pruebas objetivas, de verificaciones incontrovertibles; las conclusiones a que llega la filosofía no son susceptibles de pruebas objetivas, y por lo tanto, de verificaciones incontrovertibles"77.
A pesar de que la ciencia nos ha brindado muchas respuestas de interés para tratar de comprender el universo y mejorar la calidad de vida, aún no ha podido responder a muchas preguntas que nos inquietan y desconciertan. ¿Puede descubrirse la verdad con la ayuda de la ciencia? La ciencia no puede aclarar todo. "La ciencia consigue logros extraordinarios cuando se trata de explicar los electrones o la larga cadena de moléculas de ADN, pero sus posibilidades son limitadas cuando se trata del amor, la moral o el sentido de la vida. Porque aunque estas experiencias son parte de la realidad, no forman parte de la ciencia pura"78. Algunos teóricos afirman que la ciencia está herida de muerte: salvo algunos asuntos concretos, aseguran que ya ha descubierto todo lo que tenía que descubrir. No es así. En todos los campos del saber quedan zonas oscuras y senderos sin explorar. La ciencia nos ayuda a dominar acontecimientos mostrándonos que dependen unos de otros, pero no puede explicar nada en un sentido profundo. La ciencia se ocupa de la verdad, no de los dogmas. La verdad es limitada y apenas si puede satisfacer el ansia de muchas personas de lograr la comprensión definitiva de las cosas. Una meta quizá inalcanzable para nuestros inquietos cerebros. "Los resultados científicos sólo pueden ser reflejo exacto y objetivo del mundo real en teoría. En la práctica, hace ya mucho tiempo que la naturaleza de la verdad científica no es tan unívoca. Siempre nos encontramos con un sí, pero妱uot;79.
Si se reflexiona con la debida hondura filosófica que requiere la problemática científica y tecnológica nos encontramos con una insondable realidad que yace en la profundidad del tema que insta, a quienes tienen sentido crítico y se atreven a la valerosa actitud de pensar por sí mismos, a no permanecer en la superficie de tan complejo asunto. La ciencia y la tecnología, desgraciadamente, en uno de los campos que más se ha desarrollado es en el armamentismo. ¿Cuál es el auténtico beneficio para la humanidad de este evidente y sorprendente avance? Éstas también muestran irrefutables logros en diversos aspectos que han permitido penetrar, indagar y extraer con relativa certeza muchos conocimientos valiosos para explorar la realidad y obtener algunas "verdades" que nos han permitido mejorar nuestro estilo de vida y comprender ciertos "secretos" del universo en que vivimos. Con grandes dificultades e inconvenientes y hasta "atraso" nos podríamos encontrar si, de un momento a otro, "por arte de magia", desaparecieran las "grandiosas" conquistas científicas y tecnológicas. ¿Podría seguir existiendo la humanidad? ¡Claro que sí! ¿Acaso todas estas "conquistas" no se han logrado en los últimos siglos? ¿Luego la humanidad no existe desde hace algunos milenios? ¿Entonces cómo subsistieron sin los logros de la ciencia y la tecnología? ¿Acaso las consecuencias de tan "imprescindibles" conquistas no han sido también desastrosas para el futuro del planeta?
En el ramo de la medicina es innegable y sería necio y absurdo desconocer el importantísimo aporte de la ciencia y la tecnología. Esto está claro堰ero en apariencia. La medicina ha permitido erradicar y "curar" múltiples enfermedades, aliviar dolores y padecimientos, "reestablecer" la salud, "mejorar" la apariencia física de las personas con la medicina estética y hasta "prolongar" la vida. Cuando se dice que un médico "le salvó a la vida fulano de tal", ¿en realidad no le "salvó" la vida. Simplemente "difirió" su muerte, prolongó su vida; una vida no se puede salvar, todos somos mortales; esto es un abuso de lenguaje ¿Pero en realidad ha alcanzado su más importante logro: evitar la muerte? Es posible que jamás lo alcance. ¿Entonces cuál es la verdadera utilidad de la ciencia y la tecnología?
Hay un lugar para la filosofía en la educación.
Quienes no conocen la importancia de la filosofía en la educación, piensan que "hablar de filosofía es hacer referencia a algo totalmente abstracto de cuyo dominio se encargan muy pocas personas, y lo que es peor, se considera una pérdida de tiempo y energía"80. Algunas concepciones marxistas plantean que la filosofía sólo sería el vano parloteo de hombres aislados de todo contacto con la realidad concreta, mientras que únicamente las condiciones económicas constituirían la verdadera infraestructura de cada civilización. En defensa del filósofo, el profesor Georges Politzar sostiene que "vulgarmente se entiende por filósofo: o bien el que vive en las nubes, o bien el que toma las cosas por su lado bueno, el que no se hace mala sangre para nada. Por el contrario, el filósofo es el que quiere, en ciertas cuestiones, dar respuestas precisas, y si se considera que la filosofía quiere dar una explicación a los problemas del universo (¿de dónde procede el mundo? ¿a dónde vamos?), etc., se ve, por consiguiente, que el filósofo se ocupa de muchas cosas y, a la inversa de lo que se dice, se preocupa mucho de todo… Por tanto, diremos, para definir la filosofía, que quiere explicar el universo, la naturaleza, que es el estudio de los problemas más generales. Los problemas menos generales son estudiados por las ciencias. En consecuencia, la filosofía es una prolongación de las ciencias"81.
Bertrand Russell considera que "la filosofía ha de estudiarse, no por razón de obtener respuestas definitivas a sus interrogantes, pues, como norma, no hay respuestas definitivas que puedan conocerse como verdaderas, sino más bien por razón de los propios interrogantes; pues ellos ensanchan nuestra concepción de lo que es posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual, y reducen la seguridad dogmática que cierra la mente a la especulación; pero ante todo porque, a través de la grandeza del universo que contempla la filosofía, la mente también se vuelve grande, y se hace capaz de una unión con el universo que constituye el sumo bien"82. La filosofía, "más que contenidos, es una actitud, y esta actitud sirve constantemente como dinámica espiritual a partir de la cual se pretende investigar y construir la verdad humana, verdad jamás terminada y finiquitada"83. La filosofía tiene una forma particular de afrontar la problemática, y "se caracteriza menos por los temas que maneja, y más, mucho más, por la forma filosófica en que los aborda, pues, acotamos nuevamente, el filósofo no es otro que el amigo de la sabiduría, que el incansable buscador de la verdad. Pues todo mortal que se afana por pelar la dulce cáscara de la fruta hasta poder cascar la dura almendra de la verdad última, ya por eso es un señor y cabal filósofo… La función del filósofo… es alcanzar a pronunciar, acerca de cualquier asunto crucial, nada más ni nada menos que la última palabra"84.
Hay quienes consideran que no es conveniente filosofar ya que el hacerlo inquieta al hombre, causándole innecesarias angustias. Ciertamente, filosofar es sembrar inquietudes, incertidumbres e insatisfacciones. "La sorpresa ante las cosas que constituyen nuestro mundo despierta en nosotros la pregunta sobre las mismas, nos torna investigadores y se inicia así la dinámica del filosofar. Al término del preguntar alcanzaremos la sabiduría o conocimiento de los principios y causas inmanentes de las cosas. No se trata, sin embargo, de una actividad o un hábito fácil de adquirir ni de una conquista ligera. Se vive como un compromiso vital con todo lo que nos rodea y se plasma en actitudes precisas que caracterizan la posición y vocación del filósofo"85. Si bien algunos filósofos modernos se han dedicado a hacer difícil el filosofar y a desviar a la filosofía de los reales problemas de la existencia humana, la filosofía es un asunto relativamente "fácil". Precisamente los niños y los adolescentes son los mejores filósofos pues son quienes se hacen las verdaderas preguntas con admiración y claridad. "La filosofía propiamente dicha trata de asuntos de interés para el público culto en general, y pierde mucho de su valor si sólo unos pocos profesionales pueden comprender lo que dicen los filósofos"86.
Para que el joven tenga una mentalidad crítica y transformadora, es necesario educarlo filosóficamente. En consecuencia, se deben abrir espacios pedagógicos donde se cuestionen, critiquen, analicen y reflexionen los problemas concernientes al hombre en sus diferentes actividades; donde el joven encuentre en el aula un espacio para confrontar a partir de la libertad y el diálogo, contando con sujetos comunicativos con capacidad de lenguaje y acción en un horizonte de comprensión, tolerancia y pluralismo para hacer uso público de su razón. "La filosofía debe romper con una educación que quiere a un hombre heterónomo, es decir, alguien que tenga un máximo de heteronomía y el mínimo de autonomía"87, ya que la filosofía debe buscar formar en él un ser con identidad, capaz de responder a sus necesidades y problemas, que no sea objeto de mercado, sino, por el contrario, creador y gestor de un pensamiento propio para buscar un proyecto de vida que lo realice. Ese proyecto de vida, debe ser además un proyecto de ciudad donde vive y un proyecto de país para iniciarse en el ejercicio de la ciudadanía donde la solidaridad trascienda la validación epistemológica que confiere la actividad académica.
El pensamiento filosófico generado en la educación es aquel que trabaja sobre los procesos que condujeron a resultados o a la forma como se lograron ciertas formulaciones, ya que se mira la construcción del saber. De no ser así se podría afirmar con Estanislao Zuleta que nuestra educación actual es una educación sin filosofía, "porque es una educación para que el individuo rinda cuentas sobre los resultados del saber y no para que acceda a pensar en los procesos que condujeron a ese saber o a los resultados de ese saber. Le ahorran a uno la angustia de conocer"88. El mismo Zuleta plantea en su libro póstumo Educación y Democracia que "además del problema de enseñar resultados, sin enseñar los procesos del conocimiento, existe un problema esencial: en la escuela se enseña sin filosofía y ese es el mayor desastre de la educación. Se enseña geografía sin filosofía, biología sin filosofía, historia sin filosofía, filosofía sin filosofía, etc."89. Filosofar es existir auténticamente, porque "es emprender el camino de volver a ver y asumir el propio destino y la realidad de un modo radicalmente distinto. El itinerario es la propia existencia, el horizonte los problemas que ella misma suscita, el término, el reencuentro consigo mismo y el misterio que nos sustenta y nos sobrepasa"90. José María Samper decía que una lectura filosófica de la historia era necesaria porque la historia, para ser verídica, tiene precisión de ser filosófica. Así la historia se convierte en un elemento para ser pensado. "Meditar sobre la historia –señala en su Ensayo sobre las revoluciones políticas– significa valorar los hechos, confrontarlos, sopesarlos y buscarles una finalidad堅n tanto que meditada, la historia es ella misma pedagogía, pues nos enseña terribles lecciones para la educación política de los pueblos y grandes verdades que señalan a la humanidad el camino de la razón y la filosofía". El biofísico John R. Platt, por allá en los albores de la década de los 70"s, en un breve ensayo titulado Hoy la ciencia, mañana el hombre (serie el CORREO DE LA UNESCO), urgía "la necesidad de integrar filosóficamente nuestros nuevos conocimientos sobre el carácter biológico, intelectual y social", debido a que estos elementos son "la subestructura sobre la que nuestros nietos habrán de edificar su filosofía social y política". Educadores del Gimnasio Moderno de Bogotá como Carlos Cardona S. y Uriel A. Cárdenas, en este sentido, denuncian que la articulación curricular del Ministerio de Educación Nacional señala una tajante separación entre física y filosofía, lo cual ocasiona un descuido deliberado en lo que atañe a la importancia de la pregunta por el ansia de las respuestas. Y filosofar es, precisamente, preguntar.
La filosofía permite la formación de intelectuales. El intelectual, como la persona que tiene la responsabilidad de brindar a una sociedad maneras de poder pensarse a sí misma, de conocerse, de construir su pasado y vislumbrar el futuro, debe ser amigo de la liberación racional, del debate argumentado y de la discusión crítica. La sociedad actual necesita de los intelectuales. Requiere de hombres capaces de repensar la realidad, de disentir, de controvertir, de plantearle inquietudes al sistema político imperante, de desinstalar lo instalado y de cuestionar lo que otros dan por sentado o prefieren no cuestionar. Personas iconoclastas, anticonvencionales, desmitificadores, reaccionarios, contestatarios, críticos, rebeldes sin importar las consecuencias, auténticos, autónomos, independientes, autoconscientes e íntegros. Seres que vivan en el descontento, en el inconformismo y en la profesión de las ideologías revolucionarias o reformistas. El filósofo Carlos Tünnermann señala que el intelectual debe ejercer la crítica y la autocrítica. Cuando el intelectual elude ejercer la función crítica termina siendo avasallado por el poderoso de turno. Esta capacidad de crítica es la que más temen, o más incomoda, a los poderosos, cuyos favores se inclinan hacia los complacientes o hacia quienes ven virtudes donde solo hay vicios, o disfrazan la verdad al oído del poderoso. Los intelectuales, si realmente quieren merecer el nombre de tales, tienen que asumir el papel de conciencia de la sociedad, a cualquier riesgo. Y, además, esforzarse por introducir la reflexión prospectiva, es decir, la visión del futuro en la práctica social. Pero la función crítica no se agota en el señalamiento de los problemas sino que implica la propuesta de soluciones viables a los mismos. "Los intelectuales, dice Ortega y Gasset, deben poner en cuestión lo que otros dan por supuesto".
El filósofo, además de ser un intelectual, también es un humanista, y el filósofo, como humanista, como hombre que sabe mucho, ama precisamente al mundo a causa de su diversidad y no le espantan sus contradicciones. Según el filósofo y educador Gustavo Bueno, "la filosofía es necesaria en sí misma para la formación humanística de la juventud". Vivir sin filosofía equivale a permanecer extraviado entre los quehaceres cotidianos. Nada está más lejos de su espíritu que pretender eliminar las contradicciones a la manera de los fanáticos y sistemáticos, que procuran reducir todos los valores a un solo número y todas las flores a una sola forma y color; precisamente ésta es la nota característica del espíritu humanista, no valorar las contradicciones como hostilidad y buscar para todo lo aparentemente inconciliable una unidad superior, la unidad humana. Witold Gombrowicz (Curso de filosofía en seis horas y cuarto) plantea que, de acuerdo con Hegel, a través de la filosofía, la conciencia humana en marcha se descubre a sí misma. "No se trata de preguntar si hay que filosofar o no. Filosofamos porque es obligatorio. Nuestra conciencia se plantea cuestiones y hay que intentar resolverlas. La filosofía es algo obligatorio. La filosofía es necesaria para tener una visión global de la cultura堌a filosofía permite a cada uno organizar su cultura, introducir un orden, reencontrarse, obtener seguridad intelectual".
Filosofar en la educación es un llamado a salir de la educación bancaria donde el alumno es un receptáculo de información堡 encontrar cómo el saber enseñado en el aula tenga una aplicabilidad para resolver problemas en el transcurrir del diario vivir. "El filosofar es una actitud en la cual se trata de explicitar nuestra manera originaria de vivir y construir el mundo. En este sentido, el filosofar tiene como condición de esta actitud, la crítica. El filosofar nos permite determinar la estructura de nuestra existencia como intencionalidad hacia la libertad y hacia la autonomía. En este sentido, el filosofar, por esencia, tiene carácter de liberación"91. El filosofar nos muestra que "no es lo mismo saber de veras que limitarse a repetir lo que comúnmente se tiene por sabido"92. El profesor Ignacio Sotelo denuncia que, por desgracia, nuestras instituciones educativas, desde la primaria a la universidad, no enseñan a razonar ni a debatir, sino, todo lo más, a dominar los contenidos que fijen los planes de estudio. Es por eso que tiene dificultades el niño, el adolescente o el joven que quiera pensar por sí mismo, premonición de lo que le espera al adulto que no se haya curado de este vicio. Si la filosofía es búsqueda de la verdad, la educación, tal como lo indica el filósofo Rigoberto Pupo, como gran metáfora de la vida, tiene mucho que hacer en el logro de un saber integral incluyente en la búsqueda de la verdad. "Una educación que renuncie a los métodos transmisionistas y al discurso teorizante y abstracto, y asuma la intersubjetividad como modo idóneo de formación humana, desarrolla sensibilidad, actitudes cognoscitivas creadoras, razón utópica y propicia que el lenguaje genere acciones creativas. Al mismo tiempo estará en mejores condiciones de vincular estrechamente los mundos de la vida, de la escuela y del trabajo, sin autoritarismos, intolerancias y cientificismos excluyentes" (La verdad como eterno problema filosófico. www.monografías.com). El quehacer docente debe propender porque el estudiante aprenda a pensar dentro de un ambiente propicio para su desarrollo individual y social, por cuanto "no es posible formar "mentes triunfadoras", en ambientes que conducen al fracaso; ni "convivencia social", donde se promueve in individualismo; ni "mentalidad democrática", en relaciones autocráticas" (La escuela: maestra de convivencia y democracia. Martha C. Rodríguez G.).
El profesor Jorge A. Deháquiz M., en su libro ¿Enseñar filosofía o aprender a filosofar?, hace énfasis en que la educación hoy debe transformarse desde una razón comunicativa, donde la libertad y el diálogo sean propios de cada uno de los estamentos que lo conforman; porque la filosofía germina y se concreta en el acto libre de los individuos que integran la sociedad con el fin de superar los estados de sumisión, donde se destruyan prejuicios y barreras que no permiten un estado de alteridad; la filosofía busca formar una conciencia liberadora y no alienada, para construir un hombre crítico, ya que solamente cuando se tiene una conciencia crítica podemos hablar de realizar un cuestionamiento al fundamento del sistema para alcanzar una mejor convivencia, y así tener "una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal…"93. Es tan importante la filosofía en la educación que "por su carácter crítico y formativo la filosofía está llamada a cumplir tarea significativa dentro del currículum del estudiante de bachillerato. En efecto, ella debe despertar en los jóvenes su capacidad de reflexión sobre todo aquello que se presenta como evidente en sí, tanto a nivel personal como a nivel comunitario; permitiendo que su universo mental se abra hacia lo insospechado y que integre sus experiencias en una comprensión unitaria del mundo natural y humano. El fruto del ejercicio reflexivo no es otro que el poner en orden en la experiencia dispersa"94. La formación filosófica debe propender por "la preservación de un pensamiento realmente crítico: el filosofar como centinela del hombre, de su dignidad, de sus posibilidades"95.
La filosofía debe forjar en el estudiante el espíritu crítico como condición básica para desarrollar una personalidad con autonomía, creatividad e iniciativa; pretendiendo que, a través de la crítica, llegue a la edad del pensamiento emancipatorio, es decir, que se asuma la responsabilidad de pensar por sí mismo; dejar su "minoría de edad", como lo planteaba Kant. Aprender a pensar es pensar por sí mismo y no repetir pensamientos ajenos; comprometerse con un pensamiento personal, auténticamente propio. Pensar por sí mismo implica cuestionarse y ver las cosas desde una nueva perspectiva. Igualmente, desarrollar una conciencia crítica que sea tolerante en relación con la pluralidad de ideologías, de religiones, de dogmas, de doctrinas de partidos políticos, de precisiones por parte del Estado y de acciones evidentes que atenten contra la paz y los derechos humanos del hombre de su entorno. Es decir, que la filosofía sea una instancia crítica de reflexión y diálogo para asumir los saberes y prácticas cotidianas de la sociedad. "El espíritu crítico evita caer en las soluciones inmediatistas y en los reduccionismos interpretativos, al mismo tiempo que cuestiona esa prudencia conformista que paraliza cualquier proyecto innovador".96 El hombre acrítico es una sombra proyectada por la sociedad. Está perfectamente adaptado para vivir en el "rebaño", reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos útiles para la domesticidad. "Son muy pocos, poquísimos, los hombres capaces de encontrar una idea nueva e incluso de decir algo nuevo堌a enorme masa de individuos que forma lo que solemos llamar el rebaño, sólo vive para dar al mundo, tras largos esfuerzos y misteriosos cruces de razas, un hombre que, entre mil, posea cierta independencia, o un hombre entre diez mil, o entre cien mil, que eso depende del grado de elevación de la independencia妱uot;, seña Fedor Dostoievski en Crimen y castigo.
Así como la revolución filosófica consiste en convertir a los individuos en portadores del sentido racional de la realidad –agrega Savater-, la revolución democrática consiste en convertir a los individuos en portadores del sentido político de la sociedad. Estas transformaciones radicales configuran en el acuñamiento de sujetos, es decir protagonistas de acciones significativas, no meros repetidores de tradiciones de fundamento metahumano ni encarnaciones episódicas de un orden inmutable que no puede ser cuestionado. Tanto la democracia como la filosofía se basan en sujetos que no se dedican a profetizar, dar órdenes o guardar silencio sino que discuten y, lo que es más importante, discuten de igual a igual. "Siempre, antes de que pueda ser edificado algo nuevo, es preciso que sea atacado y removido primeramente, en su autoridad, lo existente", sentencia Stefan Zweug.
Como se aprecia, la filosofía se interesa por la pregunta y devenir de la democracia. Para Savater, democracia y filosofía se sustentan y se ejercen por medio del intercambio verbal paritario. "Por su parte, también la filosofía duda (es decir, desautoriza a) de los portadores del oráculo, los meros fabuladores, los visionarios, los predicadores de fe y obediencia, los que hablan en nombre de lo desconocido y, del mismo modo, los que no conocen mayor argumento que la autoridad académicamente refrendada, los poseedores de habilidades instrumentales que aconsejan renunciar a la teoría, los especialistas que desacreditan la generalidad supraespecífica del saber (o, al menos, de la pregunta), los gestores de una eficacia entendida como única verdad" (Diccionario filosófico).
La filosofía debe permitir, mediante la crítica, que el hombre sea capaz de escucharse y reconocerse a través del rostro del otro, gracias al conocimiento diagonal y consensual que se logre sobre aquellos aspectos en que se pongan de acuerdo los interlocutores, para vivir con los demás con dignidad, cooperación y solidaridad; nos debe posibilitar que comprendamos que "el diálogo con los otros no es más que la ocasión o la provocación a dialogar con uno mismo, es decir a pensar"97. La filosofía, que nos facilita reconocer y respetar la diferencia, es el escenario para la generación de amplios y auténticos espacios de tolerancia. "La ausencia de una enseñanza que dé al alumno competencias filosóficas, como la crítica, los procesos de razonamiento o el conocimiento profundo de las principales corrientes del pensamiento humano, hacen poco viable, por ejemplo la práctica de la tolerancia"98. Pero, ¡eso sí!, en asuntos de tolerancia y respeto por las diferencias, la "enseñanza" impartida por el educador no debe ser el mero discurso retórico, sino el producto de la coherencia interna de éste en sus actos del pensar, sentir y actuar, porque la premisa es: "No me hables tanto, ¡demuéstramelo!" Walter Riso nos advierte que la verborrea siempre ha sido sospechosa, aunque a veces nos seduzca. Según éste, hay cosas que es mejor no tomar en cuenta si quien las dice no las respalda con sus actos. Hay verdades para demostrar y verdades para mostrar. "La sabiduría práctica sobresale, se hace evidente, enseña, impacta y produce cambios", puntualiza Riso. Es muy común que el ruido de los actos de los educadores no permita a los estudiantes escuchar lo que les dicen.
El espíritu crítico, el quehacer del filosofar.
Es demasiado importante para el estudiante de filosofía despertar y cultivar su sentido crítico, su espíritu crítico, su criticidad. Con gran fundamento se afirma que "la educación impartida por el sistema imperante se orienta hacia el mantenimiento de los esquemas tradicionales de la organización social, basados en la dominación y la dependencia, mediante el cultivo de actitudes de sumisión y repetición de lo mismo"99. Esta advertencia es la que debe motivarnos a interpretar, porque "una educación crítica comienza por enseñar a interpretar. El hombre de nuestro pueblo latinoamericano no está acostumbrado a interpretar. Una educación para el cambio debe fomentar la interpretación personal de la realidad en orden a la formación de una visión propia de la misma, sin condicionamientos ideológicos ni presiones por parte de los grupos de poder" 100. Precisamente, "la filosofía constituye un discurso crítico, sistemático y prospectivo… sobre las prácticas del hombre frente a la realidad…"101; por eso "el filósofo está llamado a constituirse en la conciencia crítica de la sociedad".102 Es el custodio crítico de la razón y la libertad. Como lo planteó Husserl, el filósofo es "el funcionario de la humanidad". El filósofo también es la conciencia moral de un país. El filósofo Enrique Neira señala que el filósofo tiene poder sobre los espíritus mediante la idea. El filósofo, como intelectual, "tiene poder sobre los hombres, mediante las palabras y las ideas堅l intelectual se dirige a la opinión pública, con sus ideas, para despertarla, dirigirla, fustigarla, estimularla en un sentido u otro堅l intelectual aspira influir sobre la sociedad y sobre su tiempo, mediante su voz (hablada o escrita) que alerta, que critica, en un oficio lo más independiente posible堅l intelectual no es el sabio que vive en una torre de marfil o en su acantilado, desde donde ve pasar en la lejanía la nave de gobernantes, a veces locos, necios o incompetentes. El intelectual está atento a lo que lo rodea y se preocupa cuando las cosas van mal para el colectivo. El ejercicio intelectual es oficio independiente, pero útil a la comunidad. Busca ser práctico y eficaz para sus contemporáneos, asumiendo un compromiso consigo y con su entorno." (El intelectual y su papel. www.enrique-neira.com). El filósofo, movible como un reflector, debe derramar su luz sobre todos los problemas de la vida e iluminarlos con una penetración constante y profunda.
El sentido crítico nos permite una percepción clara de la realidad, porque las apariencias nos alejan de las esencias. "El dogmatismo de nuestra percepción natural nos coloca el mundo, las cosas, como existiendo siempre, y esto es impedimento para la captación de las esencias que están más allá de los puros hechos; pero la reflexión filosófica debe abandonar tal actitud si quiere dar cuenta de su sentido profundo"103. Las apariencias son "camuflajes", y para José Ortega y Gasset el camuflaje es, por esencia, una realidad que no es la que parece, porque su aspecto oculta, en vez de declarar, su sustancia; razón por la que engaña a la mayor parte de las gentes. Es por eso que nos advierte que sólo se puede librar de la equivocación que el camuflaje produce quien sepa de antemano y en general que el camuflaje existe.
El sentido crítico tiene estrecha relación con la creatividad, porque ésta es una cualidad resultante del espíritu crítico. "El hombre capaz de juzgar con objetividad e independencia sobre el valor y el sentido de los acontecimientos y de las cosas en general, tiene la disposición requerida para buscar soluciones innovadoras, críticas. La comprensión crítica del pasado permite interpretar sin compromisos el presente y diseñar modelos y programas diferentes para un futuro nuevo. La criticidad produce insatisfacción con lo ya experimentado que no conduce a la solución de los problemas"104.
El profesor Eudoro Rodríguez Albarracín nos dice que "volver a vivir a través de la aventura del pensamiento crítico, es el comienzo de la actitud filosófica ante la realidad. Volver a las preguntas originales del porqué, para qué y el qué de la realidad, es volver a reencontrarnos a través de la palabra evocadora, del lenguaje que todo lo abarca y lo sustenta".105 El mismo autor sostiene que "el distanciamiento crítico frente a lo cotidiano y frente a la inautenticidad del dejarse vivir sin asumir un comportamiento personal frente a la realidad, constituye el inicio de una dinámica que configura una actitud filosófica expresada a través de una postura crítica frente a lo existente", y agrega que "la criticidad no supone una negación total de lo existente, sino la captación que ello es producto de un proceso y que, por tanto, la vida no se reduce a una simple adaptación frente a las circunstancias sino que, por el contrario, implica una superación constante (trascendencia), un rebasamiento en orden a la realización total de las posibilidades humanas".106 Desde su experiencia como intelectual, como filósofo y como educador, precisa que "la persona es al comienzo y durante mucho tiempo, mientras no adopte una posición crítica frente a la realidad, un producto de los condicionamientos sociales; su forma de interpretar la realidad está condicionada por el conjunto de ideas-valores predominantes en la sociedad, hasta el punto de que aun cuando en algunos momentos de su vida puede entrar en conflicto con ciertas normas, ideas o instituciones vigentes, nunca pensará su solución más allá de los mismos recursos que el sistema le brinda"107.
Es muy importante despertar el sentido crítico, porque "el alumno crítico será luego una persona libre, capaz de desenmascarar las ideologías y de hacer frente a las estructuras y los mecanismos sociales de opresión"108. La criticidad debe desinstalar la cotidianidad. La autenticidad permite el desarrollo del sentido crítico. "La virtud central y permanente de toda auténtica educación en cualquier sistema es la formación de la criticidad de una imagen total del hombre que impida su cosificación y manipulación"109. (Es importante aclarar que, según a Walter Riso, una virtud -el justo medio aristotélico- es una fuerza o una disposición que nos permite desarrollar lo que somos de la mejor manera). La criticidad, que rompe el marco de lo cotidiano, es la dimensión constituida de la persona que está abierta siempre a la crítica, al cuestionamiento, a la duda. "La criticidad como algo inherente a la autenticidad humana es el paso necesario, la actitud primera para el filosofar, que comienza con una crítica a la experiencia diaria, de los perfiles concretos, de la cotidianidad tal como está materializada por la sociedad vigente"110. El auténtico filosofar rompe con lo cotidiano. "Una auténtica actitud filosófica sólo puede originarse desde un distanciamiento metódico de lo dado, de lo cotidiano"111. Si se rompe el marco rutinario de lo cotidiano, la vida se vuelve problemática y revela sus propias dimensiones; así "es posible cuestionar y asumir en forma crítica nuestra vida diaria"112. La filosofía es una orientación del pensamiento enfocada a la agudización de la capacidad crítica y "al robustecimiento de la capacidad de entenderse en el mundo, de aclararse sus propios condicionamientos, su hacer y los objetivos que dan sentido a su conducta y, consiguientemente, a sus conocimientos positivos, científicos, artísticos o técnicos"113.
Es el sentido crítico el que nos permite ver más allá de lo aparente. La filosofía se caracteriza porque favorece en la persona el nacimiento y fortalecimiento de una actitud crítica, capaz de ponerlo todo en duda. "La filosofía empieza por desconfiar de lo obvio y por precisar opiniones o conceptos aceptados, hasta llegar a cuestionar la forma como se producen… incluso la forma como se hace este cuestionamiento y su porqué"114. El sentido crítico nos aleja de la mentalidad credulona, porque "credulidad significa candidez, ingenuidad, confianza, inexperiencia e incluso bobería. Si no se tiene un punto de referencia conceptual sólido o un criterio filosófico previo, todo es posible en la dimensión desconocida. Un solo acierto puede más que mil errores"115. El estudiante de filosofía necesita del sentido crítico, debido a que si no asume una actitud crítica, entrará al mundo de la confusión, donde cualquier cosa puede ser cualquier cosa, incluso él mismo.
Si el estudiante aprende a reflexionar críticamente estará en condición de convertirse en un verdadero agente de transformación. "La única herencia auténtica y valiosa de toda la filosofía es el modelo del pensamiento libre y crítico, así como la fe en que, mediante dicho pensamiento, podemos hacer del mundo un lugar mejor".116 Transformar la realidad y hacer un mundo mejor "significa que hay que modificar la realidad, cambiar la vida de tal forma que ya no haya que soñar… Transformar el mundo no significa hacer cualquier cosa".117 Pero hay que tener presente que "una acción transformadora consiste en destruir o contribuir a destruir lo que hace posible la falsa conciencia…"118. Los jóvenes de hoy no quieren "más información sobre lo que pasa sino saber qué significa la información que tenemos, cómo debemos interpretarla y relacionarla con otras informaciones anteriores o simultáneas"119. El filosofar, además de permitir que el alumno adquiera un sentido crítico, contribuye eficazmente y con argumentos a la "asunción de responsabilidades, la solución de los conflictos y problemas y habilidades para la comunicación, la negociación y la participación"120.
El estudiante debe aprender a estar alerta para evitar la masificación y la domesticación, porque en nuestro contexto, por diversos intereses (oscuros), la educación, supuestamente democrática, no cumple el ideal de socialización, sino con los de masificación y domesticación. Según el profesor Jesús Jaramillo Posada, "las instituciones escolares están entregando a la sociedad es una masa amorfa de imbéciles despersonalizados, que se dejan llevar de la ternilla妱uot;121. Así, los estudiantes terminan el proceso académico alienados, cosificados, allanados en su dignidad humana, en su autenticidad, en su espontaneidad y en individualidad. Esa masa indefinida de estólidos es incapaz de oponer resistencia crítica a las circunstancias que dificultan un buen proyecto de vida. "La nuestra es una educación demagógica más bien que democrática. El estudiante que no ha aprendido a pensar críticamente, que no ha llegado a respetar a la razón como el único árbitro de la verdad en las generalizaciones humanas, que no se ha visto elevado por encima de las tenebrosas callejuelas de las jeringonzas y santos y señas locales, no podrá ser salvado por el orador de las aulas, y luego sucumbirá ante el orador de barricada y ante la prensa"122. Los docentes tienen el compromiso de educar a los jóvenes para que sean personas responsables, "cuyos actos, evitando los extremos, se enfoquen siempre al bien connatural, y les capaciten para ser conductores potenciales cuya conciencia se afinque profundamente en el respeto por la paz, la democracia y el amor a la humanidad"123.
La filosofía es necesaria para todos, porque el hombre siempre ha necesitado filosofar. "El niño cuando inquiere saber sobre el mundo y sus causas, sobre el porqué de las cosas, está filosofando. Y aún quienes nieguen la necesidad de esta ciencia para reemplazarla por la angustia u otro sentimentalismo, usan de ella para sus argumentaciones y exposiciones"124. Según Oreste Saint-Drome, la filosofía posee la capacidad de reducir el sufrimiento. "El filósofo amigo de la sabiduría, casi siempre recomienda contener, dominar, razonar, superar, moralizar, trascender, ordenar, apagar o sublimar las pasiones, porque la vida es un pozo sin fondo de angustias causadas por las pasiones"125. Y René Descartes nos advirtió que todas las "vivencias de la psicología que llamamos sentimientos, pasiones, emociones, toda la vida sentimental", son pensamientos embrollados, confusos, oscuros. "En su teoría de las pasiones propone Descartes simplemente al hombre que estudie eso que llamamos pasiones, eso que llamamos emociones, y verá que se reducen a ideas confusas y oscuras; y una vez que haya visto que se reducen a ideas confusas y oscuras, desaparecerá la pasión, y podrá el hombre vivir sin pasiones que estorban y molestan en la vida" (Lecciones preliminares de filosofía, de Manuel García Morente). "Amigo mío –decía el inmortal Werther de Goethe-, el hombre es el hombre y la inteligencia que puede llegar a tener no vale mucho cuando golpean las pasiones y lo llevan hasta los límites de lo humano妱uot;. Pero no se trata de vivir sin emociones, sino de dominar las emociones y controlar las que nos "estorban y molestan en la vida" como la ira, el odio, el resentimiento, la animadversión, la envidia, etc. Dominar nuestras pasiones, nuestras emociones, es vivir racionalmente, es decir, de acuerdo con las directrices de la razón; es decir, lo que en psicología se conoce como "inteligencia emocional": equilibrio o armonía entre las emociones y la razón.
En esta sociedad capitalista, alienada y neurotizada, el estudiante adolescente –en proceso de búsqueda de identidad-, necesita aprender a filosofar con el propósito de que aprenda a vivir su realidad de manera auténtica a través de una comprensión objetiva de ésta, pues las estrechas miradas que tiene un joven que no ha entrado en contacto con el vasto y apasionante universo de la filosofía le impiden explorarla en su totalidad mediante otras cosmovisiones diferentes a la religiosa, que es la lente tradicional por la que la mayoría de los individuos la percibe, la interpreta y la sistematiza.
Las cosmovisiones, diversas manera de ver el mundo.
Sumergido en el amplio y esclarecedor mundo del filosofar, el estudiante sabrá que existen cosmovisiones distintas a la religiosa como la científica, la estética y la filosófica, las cuales le ensancharán su horizonte de comprensión de los fenómenos que conforman el complejo universo de los seres, las cosas o la realidad. Por tanto explorará en ellas, distanciándose críticamente de los limitados, dogmáticos, deterministas, fantásticos, irracionales y míticos caminos por donde la tradición y la cultura, profundamente alienada por el acerbo acrítico de creencias, lo han conducido, privándolo de otras maneras de ver el mundo.
Si bien es cierto, como más adelante se verá, que no puede apartar de su forma de ver el mundo la cosmovisión religiosa, también es cierto que debe acudir a su influyente lente para complementar su mirada global del universo, pero con un esclarecedor espíritu crítico; de lo contrario podría terminar sin comprender el confuso lenguaje religioso (en apariencia sencillo), profundamente cargado de parábolas, simbolismos, alegorías y metáforas. Es tan compleja la manera en como están escritos los textos religiosos que la hermenéutica (el arte de la interpretación) surgió como una necesidad de interpretarlos. Si capta la realidad y pretende explicitarla y entenderla meramente a través de la cosmovisión religiosa, el joven corre el riesgo de adquirir el sesgado hábito mental de buscar respuestas a sus preguntas más acuciantes y a su problemática inherente a su ser y al ser del hombre y de las cosas en la magia, en la hechicería, en el tarot, en el horóscopo, en la astrología, en las supersticiones, en las pitonisas堣on el concomitante distanciamiento de la realidad y, principalmente, de su realidad.
Herederos de la tradición medieval, profundamente monacal, la gran mayoría sólo ve la realidad a través de la cosmovisión religiosa, con algunas consecuencias para la construcción de un proyecto de vida bueno, debido a que la religión contiene ciertos elementos alienadores y masificadores. Sólo quien ha estudiado la religión con hondo sentido crítico, podrá sacar provecho de ésta para su espiritualidad, sin que se convierta en un hombre del "rebaño".
De acuerdo con algunos de mis profesores de filosofía, entre ellos Eudoro Rodríguez Albarracín, Hernando Barragán Linares y Luis José González Álvarez, y de sus textos académicos, una cosmovisión la idea global que el hombre se forma del mundo en que vive, la cual le permite dar razón de sí mismo y de cada uno de los seres que integran su mundo. Una cosmovisión, igualmente, se define como aquella forma estructurada de conocer y comprender la realidad total en que predomina una determinada actividad psíquica y una especial actividad vital. Una cosmovisión es una concepción del cosmos que, en un sistema coherente de puntos de vista sobre el mundo (naturaleza, sociedad y pensamiento), influye de manera fundamental en la actividad del hombre. Se puede definir también como el conjunto de conocimientos que vamos adquiriendo durante nuestra vida, que configuran en cada uno de nosotros la imagen general o universal de la realidad; una especie de idea o visión global del mundo, en la cual cada una de las ideas particulares de las cosas, como si fuera una pieza de un gran rompecabezas, se integra con las demás formando un conjunto armonioso. Es ella la que nos permite encontrarle sentido a la fría y muda objetividad de los seres humanos; por ella las cosas se convierten en posibilidades, cobran sentido e interés para nosotros.
Todas las personas tienen una concepción del mundo, sólo que en unas se forma de manera espontánea y en otras se va formando conscientemente, tratando de comprender la vida de la sociedad y la propia, su actitud ante el mundo mediante el estudio de las ciencias concretas y la filosofía. El carácter de la concepción del mundo es determinado en última instancia por el nivel de desarrollo social, por el estado de la ciencia y de la instrucción. La concepción del mundo de un hombre de la época antigua o feudal se diferencia fundamentalmente de la de un miembro de la sociedad capitalista, y más aun de la socialista. Pero al mismo tiempo la concepción del mundo de personas que viven en la misma sociedad es muy distinta. Las ideologías, la religión, la ciencia y las doctrinas políticas también influyen en la concepción del mundo.
Existen diversas cosmovisiones del universo, del mundo o de la realidad (estética, científica, filosófica y religiosa), y aunque cada una de ellas es suficientemente diferente a las demás, ninguna puede aislarse. Los planteamientos sobre el hombre y el universo resultan diferentes desde cada una de ellas. Cada una posee su propia forma de responder a los grandes interrogantes que preocupan al hombre. A veces los planteamientos de estos modelos cosmovisivos están de acuerdo o se complementan. Pero muchas veces se oponen, sin que resulte posible poner de acuerdo a los defensores de una o de otra. Frente a todas estas cosmovisiones, el ideal no consiste en elegir la que nos parezca más provechosa y desechar las demás, sino integrar lo más valioso de todas; única forma de superar las limitaciones de cada una. Quien no logre integrarlas y mirar el universo a través de cada una de ellas, se complicará la existencia y será incapaz de relativizar la verdad.
La cosmovisión artística o estética se caracteriza por abrirse sin barreras al orden sentimental de los valores de la vida y a la observación y comprensión del universo a través de la belleza o de las formas armónicas y agradables a los sentidos. La cosmovisión científica hace hincapié en el logro de objetividad y universalidad para el conjunto de sus conocimientos obtenidos por cuantificación y verificación. Pretende explicar el mundo partiendo de las experiencias científicas. La ciencia se centra en la experimentación, busca la objetividad. Carecen de interés para ésta las explicaciones que no puedan ser comprobadas con todo el rigor de sus propios métodos. La cosmovisión filosófica, que es la más amplia de las cosmovisiones, pretende conocer la razón y las relaciones profundas y permanentes de cada ser y de la totalidad de los seres. La filosofía pretende encontrar el sentido que tienen los seres para el hombre, apoyándose en la razón. La cosmovisión religiosa estructura la captación de la realidad haciéndola pasar a través del prisma de relaciones volitivas (que se relacionan con la voluntad) con seres sobrenaturales. La religión pretende explicar el mundo mediante fuerzas sobrenaturales. La religión es el conjunto de creencias míticas o reveladas que se aceptan como la explicación verdadera de la realidad, por pura fe, sin necesidad de verificación o comprobación alguna. Es una orientación del hombre hacia lo sagrado. El mito y la revelación le confieren su fundamento. El mito es una afirmación o narración fantástica de algún acontecimiento trascendente en el que intervienen fuerzas sobrenaturales. Es la forma de expresarse que tiene la vivencia religiosa. El mito es una "historia sagrada" elaborada por el hombre primitivo para explicar su realidad, el origen del mundo, animales, plantas y el hombre, transmitidas de generación en generación, en donde los protagonistas son seres divinos. Se caracteriza porque trata de explicar la realidad; es un relato fantástico; surge de la invención y la imaginación del hombre primitivo; es tradicionalista (se transmite de generación en generación); por lo general narra el origen del hombre, del universo y otros interrogantes; puede tener tres bases: hecho real, histórico y filosófico; tiene un sentido simbólico; nace con el advenimiento de un pueblo para explicar su origen; relata siempre hechos muy antiguos desde los inicios de la vida de un pueblo; los protagonistas de un mito son seres sagrados o dioses; narra siempre hechos relacionados con la divinidad; y trata de los secretos divinos o del poder de los dioses. Para la religión existe un hecho básico: el hombre mantiene una relación de dependencia con seres sobrenaturales, que configuran el ámbito de la divinidad. En el mundo de lo divino, al cual sólo tenemos acceso por la fe, según la cosmovisión religiosa, encuentran su respuesta los interrogantes fundamentales del hombre.
¿Se puede enseñar filosofía?
En el vasto panorama del discurrir educativo surge la pregunta de si la filosofía es enseñable. Que sea enseñable la filosofía, es uno de los muchos debates no concluidos en la educación. Las posiciones respecto a la filosofía van desde el extremo de quienes la consideran lo más importante hasta quienes piensan que filosofar es un esfuerzo inútil. Jorge Deháquiz aclara que desde el campo educativo las objeciones más importantes se refieren a la conveniencia, la utilidad y la "enseñabilidad" de la filosofía. Consideran algunos el filosofar como una tarea vana. Es cierto que para quienes han reducido la vida personal o social a los márgenes de sobrevivencia de la sociedad opulenta, es inútil ponerse a filosofar. (La opulencia, en concepto de Augusto Ramírez, no es otra cosa que el consumismo compulsivo de los poderosos). Sólo quienes creen que la vida humana va más allá de sus dimensiones materiales e inmediatas, la filosofía recobra sentido. En efecto, ella nos enseña a plantearnos correctamente los verdaderos problemas, a distinguirlos de los falsos, a clarificar nuestros pensamientos, a expresar en forma clara y auténtica aquello que pensamos y a defender nuestras posiciones con sólidos argumentos. Sobre la "enseñabilidad" de la filosofía hay quienes afirman que se trata de cuestiones demasiado difíciles que deben dejarse para mentes privilegiadas. No hay tal. El profesor Félix María Moriyón considera improductiva la distinción entre enseñar filosofía y enseñar a filosofar, porque ambas van profundamente unidas y son inseparables. Según éste, sólo se aprende a filosofar trabajando sobre cuestiones filosóficas; sólo se aprenden cuestiones filosóficas cuando se hace filosofía sobre ellas. El filósofo Henry David Thoreau dice en su Walden o la vida en los bosques que hoy en día tenemos profesores de filosofía, pero no filósofos. Sin embargo, enseñarla es admirable porque en un tiempo también lo fue vivirla. Ser un filósofo no consiste en tener pensamientos sutiles meramente, ni en fundar una escuela, sino en amar la sabiduría tanto como para vivirla de acuerdo con sus dictados, para llevar una vida de simplicidad, independencia, magnanimidad y confianza.
Al plantearse el interrogante de si se puede enseñar filosofía, surgen algunas objeciones como las que detecta y analiza el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy en su Didáctica de la filosofía: psicológica, de especialización y pragmática. La objeción psicológica sostiene que el joven estudiante, debido a que se encuentra en una etapa de equilibrio anímico inestable, puede verse afectado psicológicamente por la conciencia crítica y la problemática que cultiva la filosofía. La objeción de especialización plantea que la filosofía, por ser un tipo de conocimiento especial, requiere de espíritus capacitados para una dedicación plena para adquirirlo. La objeción pragmática afirma que lo importante de la educación es la capacitación técnica y práctica del estudiante antes que un saber especulativo de orientación antipráctico, abstracto y no inmediatista. Estas razones son las que, en diversas épocas y circunstancias, han puesto en duda la inclusión de la filosofía en los programas académicos o se le haya dado poca importancia a su "enseñanza".
Ante estas objeciones, el filósofo Simón Mario Gómez, a través de su Didáctica de la filosofía, plantea sus razones y sus fundamentos para defender y justificar la inclusión de la filosofía en la escolaridad media o secundaria, ya que la esencia de la filosofía consiste en constante planteo de problemas con su correspondiente intento de solucionarlos. Ante la objeción psicológica, opina que el estudio de la filosofía no es perjudicial para el estudiante adolescente, porque cuando el joven atraviesa por ese momento crítico de su vida en que su crisis mental es más aguda, la iniciación sistemática al desarrollo reflexivo y crítico del pensamiento es benéfico para él porque contribuye a la maduración de sus facultades mentales y al desenvolvimiento dinámico y armónico de su personalidad. Respecto a la objeción de especialización, aclara que la educación secundaria nunca pretende la formación de especialistas, de filósofos. La misión del auténtico educador se orienta a la modelación de hombres y no la configuración de especialistas. En cuanto a la objeción pragmática, argumenta que la filosofía, en la enseñanza media, no es pura y simple especulación inútil. Lo antipráctico sería el no dirigir las operaciones mentales conscientes: reflexión y juicio, pues se correría el riesgo de convertir al estudiante en un aprendiz de autómata, con una mentalidad y un espíritu proclives al utilitarismo y al exclusivo interés práctico, lucrativo, rentable.
Si tenemos en cuenta el enfoque de Piaget, la etapa de las operaciones formales –que corresponde a la adolescencia– sería la época apta para que el estudiante se inicie en el apasionante universo del filosofar, porque en ese período empieza a desarrollarse el pensamiento abstracto y la capacidad de formular conceptos. Precisamente, la filosofía se mueve en los terrenos de la abstracción y los conceptos, además de las ideas, que son su eje fundamental. La concepción piagetana plantea que los adolescentes pueden pensar en términos abstractos (manipularnos y entenderlos) y probar sus ideas íntimamente recurriendo a la lógica. Los adolescentes, gracias a su capacidad de abstracción, están en condiciones de formular reglas generales sobre el mundo y luego probarlas con base en los hechos; es decir, pueden afrontar ideas de manera sistemática y científica. En esa etapa el joven es capaz de reflexionar sobre las diversas opciones, de razonar en términos hipotéticos y entender las analogías, axiomas, aforismos, metáforas y alegorías, algunos de los campos en los que se desarrolla el filosofar. Como comienza a ser introspectivo, piensa que los sentimientos son singulares por su contenido e intensidad. Al abrirse a los demás y formar relaciones más maduras, empieza a juzgarse en términos más realistas.
En este período, en el que maduran sus procesos cognitivos o de pensamiento, cuyas estructuras básicas son las imágenes y los conceptos –escenario propicio para el filosofar-, se presenta como el momento en que puede ejercitar sus capacidades cognoscitivas como la inteligencia, el entendimiento, el razonamiento, la creatividad, la intuición y la solución de problemas, que son las herramientas básicas para el ejercicio del filosofar.
Es procedente aclarar que las imágenes, los conceptos, la inteligencia, el razonamiento, la creatividad y la intuición son categorías mentales que nos permiten pensar las cosas, generalizar, diferenciar o razonar en forma abstracta, además de permitirnos plantear y resolver problemas. Las imágenes –que son más concretas que las palabras- son los recuerdos mentales de una experiencia sensorial o abstracta. La creatividad es la capacidad consciente de generar ideas u objetos originales que incluyen ideas filosóficas hasta obras artísticas. La inteligencia es una combinación práctica de solución de problemas, capacidad verbal y competencia social. Según Piaget, la inteligencia práctica es uno de los datos fundamentales sobre los que descansa la educación activa. La intuición es el acto mediante el cual captamos la realidad ideal de algo, o el tránsito o paso de una idea a otra. A través de ella penetramos en la esencia misma de las cosas, en la esencia misma de la verdad. La intuición es uno de los principales instrumentos del filosofar.
El adolescente, por encontrarse frente a un horizonte amplio, abierto e infinito, es una persona ávida del filosofar, por cuanto esta actividad del espíritu le permite encontrarle sentido a su existencia, que en esa edad está expuesta a diversas opciones que le brinda el entorno, las cuales, no necesariamente son las más indicadas para su proyecto de vida buena, ya que entre éstas se encuentran las que lo despersonalizan: drogadicción, alcoholismo, delincuencia, vagancia弯font>
El estudiante, con espíritu juvenil, rebozante de alegría (el ambiente de la acción) y optimismo (la palanca omnipotente), gracias al filosofar, abona el terreno fértil donde germinarán nobles y elevados ideales para la lucha y la acción. El joven alumno, tesoro y fuerza, con su entusiasmo y esperanza, como sus altas y fecundas virtudes, debe modelar a su espíritu juvenil con el filosofar como una herramienta para conquistar el dominio del futuro, del porvenir.
La objeción mayor respecto a la enseñanza de la filosofía radica en que pueda enseñarse a pensar. La experiencia y la realidad muestran que lo más importante para la vida de los seres humanos no es enseñable: amar, vivir, decidir, convivir, etc. Le corresponde a cada uno aprenderlo.
A las anteriores y a otras objeciones, a lo largo de este texto se ha tratado de formular los respectivos argumentos para refutarlas, defender y resaltar su importancia en la educación secundaria. Es por eso que a la pregunta que nos ocupa se responde que, además de poderse enseñar a filosofar, se puede enseñar filosofía. El aludido Gómez invita a la escuela a iniciar al estudiante en la filosofía, mediante la reflexión filosófica, es decir, poniéndolo a filosofar. La profesora María Graciela Olaya de Cerón propone que la iniciación debe ser más práctica (activa) que teórica, ejercitando su pensamiento, su reflexión y su juicio, las facultades superiores de una persona. El filosofar le permite encontrar sentido a lo que es, a lo que hace y a lo que posee, o sea al sentido de su vida. Mario Gómez precisa que no se trata de que el alumno adquiera perfecto dominio de todos y cada uno de los problemas de la filosofía, sino de buscar que, tomando como puntos de partida hechos muy concretos que constituyan para el estudiante verdaderas vivencias, procure profundizar en ellos valiéndose de los grandes temas de la filosofía que pueden contribuir a cumplir los objetivos del curso.
¿Desde dónde filosofar?
Como pueblo en vías de desarrollo, se debe filosofar desde y en perspectiva latinoamericana, teniendo en cuenta que "el filosofar latinoamericano debe definirse como apertura: apertura a la tradición y apertura a la realidad enmarcada por el contexto histórico-cultural a partir del cual se filosofa"126. En este sentido, el profesor Hernando Barragán Linares, en su libro Filosofía Moderna, señala que los latinoamericanos estamos construyendo un pensamiento propio, descubriéndonos a nosotros mismos en nuestra personalidad y capacidad a través de la reflexión seria y comprometida de los hechos con su realidad. Buscar la esencia de lo latinoamericano, sus valores, su historia, sus instituciones, su terruño como elementos que han moldeado su espíritu, es hoy un quehacer, un compromiso que no tolera postergaciones de ninguna índole. Estamos frente a circunstancias especiales que nos exigen un examen detenido de nuestro pasado histórico para poder detectar las raíces de un pensar auténticamente latinoamericano.
El filosofar latinoamericano no puede ser sólo juego de conceptos divorciados de nuestra realidad ni repetición de discursos o planteamientos europeos o norteamericanos, así estén de moda. El pensador Leopoldo Zea, a través de su libro La filosofía americana como filosofía sin más, aclara que no se trata de que no debemos estudiar lo que en otras latitudes se piensa y de que no podamos hacer uso o instrumentalizar en beneficio propio ciertas categorías independientemente de su origen europeo norteamericano. Pero nuestro discurso debe tener acento propio; debe ser distinto, como la realidad de la cual es reflejo y comentario.
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