En Latinoamérica, son escasos los escritores que eligen la temática del Ángel Renegado: y, JIMÉNEZ URE es uno de ellos. Con lirismo, postula un ideario de repercusión intemporal en la ordenación social: material, síquica y espiritual, mediante explicaciones hermenéuticas. Se apodera de la capacidad de remisión, que traslada a la realización comparativa y referencial. Así, la incidencia polisémica (como propiedad de su creación proteica) se proyecta en redes de asociaciones: que, forzosas, desembocan en la metáfora de su mito personal. Poeta y pensador se compenetran al fundir razón y sensibilidad, creando -con matiz órfico- una obra de lenguaje y arte poético de corte luxferiano. Pero, elabora moldes propios: desecha formas fijas y ensaya métricas al unísono con trazos lingüísticos que guían lo esencial de sus visiones.
La «metamorfosis» explícita en los textos no es óbice (al contrario) para confrontar sus diferentes libros, y propiciar conjeturas que contribuyan al acercamiento valorativo. Son recomendables las lecturas de Aproximaciones a la Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure (Edición de la Universidad de Los Andes, 1991), compilación de críticas y entrevistas que preparó Fernando BÁEZ, y El horror en la Narrativa de Alberto Jiménez Ure (Edición de la Universidad de Los Andes, 1996) escrito por el argentino Luis BENÍTEZ. La voz del poeta interviene, optimista, ante lo que fue un hipotético, liberador y promisorio futuro. JIMÉNEZ URE lo anunció: «[…] Me muestro abatido y lo estoy. Arrepentido no./Abrumado sí; pese a lo cual, esta noche y otras dormiré feliz./Despertaré y el mundo será otro: engendro de mi imaginación./Es cierto: La literatura me redimirá […]» (Supra., p. 23 de «Aciago»)
XXXVI
«Hoy he visto a (Luxfero) quien la luz lleva
Y –bajo una iluminación metafísica– me ha dicho:
«Llevarás mi palabra a todos los hombres de la tierra»
–Soy quien del Demonio su poder y generosidad predica:
Su anunciador bíblico, lugarteniente e hijo pródigo.
Vulgo, escuchadme: haciéndolo, entraréis felizmente
A los infiernos y hasta seréis coronado Príncipe de la Legión…»
Luxfero, Lucífero, Lucero (Venus), Lucifer, Luzbel, Luzbella, Príncipe de la Luz. El célebre Diablo, Satanás, Demonio, Ángel Rebelde o caído, alegoría de la pérdida de la inocencia o del Paraíso. El Patrón, según la imaginería popular. Líder o caudillo de los ángeles disidentes expulsados del Reino de Dios (Jehová, Absoluto, Yahvé, Espíritu Supremo, El Creador, Lo Inefable; el nombre varía de acuerdo a religiones y culturas) por atreverse a desobedecer y cuestionar las órdenes del Jefe Máximo de la región celeste. El Demonio es objeto de estudio de la demonología, del demonismo y la teología cristiana. Conocido como el Maligno, que organiza y dirige el Mal desde Pandemonium al mando de los capitanes (de las huestes de serafines): Belcebú, Mammón, Moloc, Camos, Baal, Astarot, Astarté, Tanmuz, Dagón, Rimón, Belial y otros demonios arcángeles. Es valorable consultar El paraíso perdido de Milton, poeta del Barroco que explica el Génesis al describir la epopeya mítica del origen del mundo y el hombre.
Para Alberto es apelación literaria que sorprende y sacude conciencias avecindadas en la superstición y que evaden la comprensión de realidades ajenas al dogma religioso. Medran en el fanatismo del redil y desconocen comarcas del Renegado. En sus libros Lucifer es símbolo de lo contradictorio, tentación, error, desatino existencial, pestilencia, corrupción (…) «[…] Que no me llamen hereje los idiotas que exhiben una cruz en el pecho / Para no ser juzgados por sus delitos. Percibo y discierno una futura Humanidad despierta / Y emancipada de los fetichistas o profetas cual plaga diseminados por el planeta tierra[…]»Y no son diez los Mandamientos sino doce, el Dodecálogo: Los dos finales encubiertos por vicarios con la intención de evitar que los siervos despierten y accedan al oculto conocimiento, el onceavo invita a cumplir el deber y el duodécimo ordena que te ilumines porque eres divinidad.
Investiga fuentes de la arcaica mitología solar y lunar, para conocer el nacimiento del Cosmos y la humanidad, encerradas en lo recóndito de la psiquis, el orden cósmico y el ideario de dos disciplinas espirituales en pugna permanente con el objetivo de conquistar el alma humana mediante inéditas enseñanzas la que resulte victoriosa. El mito corrobora –con desemejanzas respecto al Antiguo Testamento, pero de la tradición judeo cristiana– siete períodos en la formación de la tierra, signo holístico y divergencia entre amor y odio, encuentro y oposición de elementos en dicotomía aunque complementarios al servicio de la vida. Hipótesis fabulosa que sintetiza las corrientes creacionista y evolutiva: En el tiempo primero denominado Saturniano o Época Polar imperaban las tinieblas y el calor (fuego) era el único factor y mineral el reino en evolución. La sabiduría occidental confiere el nombre de Padre al Supremo Iniciado de ése período. Luego la fase Solar o Hiperbórea cuando el aire se entrefundió con el calor y apareció la hoguera en llamas, el ámbito tenebroso cedió paso al globo ardiente de ígnea neblina con las palabras de poder: Hágase la luz. Nace el Hijo, Iniciado Solar, La Luz (Luzbel) del mundo. El fuego es el Padre y la llama el Hijo, fundamento del culto al Sol o al fuego; la adoración a Nuestro Padre que está en el cielo.
La ordinaria gente (mineral) saturniana evolucionó en la Era Solar hasta el esplendor de los Arcángeles que no tenían antagonismos a pesar de los grados de adelanto espiritual entre unos y otros. La humanidad actual había ascendido al estado vegetal y prevalecía la unión. En la etapa Lunar o Lemuriana se engendró la humedad (agua) debido al contacto entre el frío del espacio con la esfera en combustión y comenzó la feroz lucha de los elementos. El globo ardiente evaporaba el rocío, empujándolo al hiperespacio para producir el vacío y mantener su autonomía -el fuego-; pero en la naturaleza no es posible la vacuidad. Sucedió que la corriente impelida fue condensada al transcurrir siglos y milenios, en incesante vaivén, movimiento pendular entre las jerarquías espirituales de las divisiones de vida en la bola ardorosa y el Cosmos manifestación del Padre. Los espíritus de las llamas, vehementes, ansían obtener amplitud de conciencia, sin embargo, el Absoluto persiste envuelto en la invisible vestidura del Universo. En Él están todas las posibilidades y fuerzas, oponiéndose a cualquier intento de consumir su energía, la potencia imprescindible para la transformación del sistema solar; y utilizó el agua para apagar el fuego de los activos seres. He aquí la simbología de la tradición del agua bendita. Los ángeles de hoy fueron hombres en el estadio Lunar y el Supremo Iniciado es el Espíritu Santo (Jehová, Dios, Yhavé, el Innombrable…), según el mito.
A humanos, animales y plantas, afectan los elementos, unos prefieren fríos y otros calientes, requieren de humedad o sequedad. Así, entre los ángeles de la Época Lunar, había quienes tenían afinidad por el agua y los que la aborrecían inclinándose hacia el fuego. Los continuos ciclos de disipación y licuación de la acuosidad, que rodeaba el globo incandescente, produjeron solidificación incrustada. El Padre se propuso modelar esa tierra roja, designada Adam, en formas para apresar y aplacar a las substancias de las llamas. Pronunció el verbo hágase y aparecieron prototipos de peces, aves y demás organismos vivientes; incluso la primitiva configuración humana que fue diseño de ángeles, ayudantes del Maestro. Esperaba someter a su voluntad lo que vive y se moviliza. Contra el proyecto de rebeló una minoría de ángeles: Millares en legiones comandadas por capitanes de Lucifer que los lideraba. Afines con el fuego no soportaban el contacto con agua, negándose a acatar el plan ordenado por el Padre de crear los arquetipos. Perdieron la oportunidad de progresar en determinada dirección espiritual y optaron por ser anomalías amorfas en la naturaleza. Aparte del repudio a la autoridad del Supremo debían esforzarse por sí solos en lograr la salvación. Declararon la primera y terrible gran conflagración revolucionaria de la que se tiene memoria. En pavoroso encuentro fueron desalojados por los ejércitos del Creador y cayeron en el oscuro abismo del hiperespacio.
Es el inicio de la Era Terrestre o Atlante, fin de la involución, origen de la evolución y de los sexos: Masculino y femenino. El misterio atlante en su enseñanza contenida en el Antiguo Testamento, señala que en el comienzo el ser humano fue creado macho/hembra, bisexual o andrógino (remite al mito del hermafrodita), cada individuo propagaba la especie sin la participación de otro, como aún algunos vegetales. Teoría en correspondencia con la leyenda mítica de Adán y Eva. Fue el momento de la diferenciación de los planetas que proporcionaron un adecuado ambiente evolutivo a cada clase de espíritu. Los ángeles obedientes interactuaron entre habitantes de planetas con satélites, mientras Lucifer y sus ángeles moraban en Marte. El Arcángel Gabriel es embajador en la tierra de la jerarquía lunar presidida por Jehová y el Arcángel Samael es el enviado de Lucifer. Gabriel (quien anunció a María –Madre Naturaleza– el nacimiento de Jesús) y sus ángeles lunares son los donantes de vida física, en tanto Samael y las huestes marcianas los ángeles de la muerte. Surgió así la guerra en el amanecer del día cósmico. La Francmasonería y otras instituciones afines son la intención de los jerarcas del fuego (línea solar o espíritus de Lucifer) para dar Luz, al alma aprisionada, que le permita VER y CONOCER. Así el Catolicismo es la disciplina de los dignatarios del agua. De allí la pila bautismal con agua bendita en la entrada de los templos para calmar a las almas que desean Luz y Conocimiento e infundirles Fe en Dios.
X
(Nacer para el enfrentamiento)
Toda criatura nace en parto abrupto y por ello,
Propende al enfrentamiento.
Física y psíquicamente indefensa, primero encara
La hostilidad de una atmósfera contaminada:
De «virus», «bacterias», «desechos industriales»,
«detritus» y «doctrinas» (religiosas o políticas)
Absurdamente, devenimos ulterior a la irracionalidad
De una concepción y necesidad de procreación que nos confina
A un mundo irremediablemente destinado a lo criminal…
(Del libro «Lucubraciones»)
JIMÉNEZ URE es actor y voz de su producción literaria. En la indefensión sin esperanza se declara anticlerical y esgrime el derecho del ser que rompe ataduras al encontrar el propio yo. El poema anterior es causa para retornar a la recreación mitológica que explica: El átomo–simiente humana- proviene de la dimensión invisible. Lo tomó en sus manos el Dios lunar de la generación mediante el ángel Gabriel. Es cuando se efectúa la concepción. Sin embargo, si el cuerpo es construido sólo de agua y sus concreciones jamás podría nacer. Al transcurrir cuatro meses el feto está más desarrollado y Samael, portavoz de Lucifer, penetra el acuoso dominio lunar para infundir la ígnea chispa espiritual en la inerte conformación y darle energía, moldea su individualidad y libre albedrío. En ese instante el alma muere a la vida en el nivel suprasensible y anima la materia que usará en la tierra.
Citas de Luzbella, otros demonios y divinidades con atributos correlativos son abundantes en literatura, mitos y leyendas tradicionales en la variedad cultural de pueblos del planeta. En la antigua Grecia (465 años antes de esta era) Esquilo escribió la tragedia Prometeo encadenado. El protagonista es el dios del fuego en la mitología clásica, descendiente de titanes, inicia la primera humanidad. Robó el fuego a Zeus para entregarlo a los hombres y así evitaría sus muertes. Fue encadenado a una roca como castigo del atrevimiento. Simboliza luz, civilización, saber, congoja, cambio y sacrificio. Hades, griego y Plutón equivalente romano son dioses del Infierno. En la literatura germánica antigua los poemas de la Edda refieren mitos que testifican la presencia, en el panteón nórdico, de Thor dios del rayo, Baldr de la luz y Loki del fuego. En la Divina Comedia se lee en la puerta del Infierno: «[…] Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza! […]» En el canto vigésimo primero del mismo libro, Dante y su guía espiritual, el poeta Virgilio, tienen un encuentro frontal con los diablos Malebranche (malas garras) y Malacoda (cola maldita)
Se generó una serie de obras artísticas (en dramaturgia, poesía, música, ópera, pintura y narrativa) de la leyenda del medioevo alemán que narra vivencias del célebre doctor Fausto: Sabio, taumaturgo, alquimista, hechicero y astrólogo; quizás vivió entre los años 1480–1550. Pactó con el Diablo a cambio del alma y éste lo asesinó en una taberna de Wittemberg. El relato fue transmitido por la oralidad popular hasta que Spies lo versionó y publicó en Francfort (1587). Que el lector disculpe la digresión motivada pero es de notificar, sin casualidad –sí causal–, que la página del volumen que proporcionó la información tiene el número 666, señal y marca de la Bestia, el Anticristo: Así tituló un libro Nietzsche. La traducción inglesa de la narración sirvió al dramaturgo Christopher Marlowe que la interpretó a su antojo al escribir Thetragicalhistory of Dr. Faustus (1558) quien vendió su alma al demonio Mefisto. Por ambición de poder solicita veinticuatro años que le permitan convertirse en monarca del mundo. La maldición del doctor Fausto siguió a Marlowe en trágicas circunstancias perdió la vida a los veintinueve años, apuñalado en una tasca de Londres. Nótese semejanza del deceso y sitio.
Goethe lo recrea con el poema dramático El Fausto (1808–1832) dividido en dos partes. En la primera negocia el alma con Mefistófeles por juventud y goces sensuales (es obra juvenil); la segunda es de la madurez con temática mitológica y de la psicología, indagatoria de sí mismo e insatisfacción. Se realiza en la caridad, filantropía y restricción del intelecto. Tema que lo vincula al rebelde Prometeo, reelaborado en la modernidad por Thomas Mann con su novela DoktorFaustus, de la antigua leyenda ostenta la sensibilidad y tristeza del doctor Fausto. Pretende extinguir el mito del superhombre alemán. Es la historia del músico y compositor ficticio Adrián Leverkün, distinguido e inteligente aristócrata, espécimen de colectividad faústica que detenta lo despiadado y el híbrido nazismo. Personifica en triple simultaneidad a Fausto, Nietzsche y al pueblo alemán idealizado. A su vez contiene rasgos de tres músicos germanos de destino demoníaco por la facultad del influjo musical: Beethoven, Mahler y Schomberg.
Stefan Zweig escribió del combate que libran los hacedores contra las fuerzas satánicas en su libro La lucha con el demonio. Afirma que Hölderlin, Kleist y Nietzsche habitan en la dimensión luciferina de la creación. El argentino Estanislao del Campo produjo los poemas gauchescos que tituló Fausto (1866) como efecto de asistir a la ópera Fausto de Gounod en el Teatro Colón. Trata del contraste entre la realidad del campesino, su lenguaje y el arte de Europa. La influencia faústica y lo demoníaco distingue con mayor presencia su intervención en culturas de raigambre anglosajona y germánica, selladas por la tradición judeocristiana y la represión espiritual señalada en la historia por el genocidio de las cruzadas y la brutal inquisición. Artistas europeos como norteamericanos introducen la creación demoníaca con sentido de rebeldía e independencia ideológica. En América Latina la situación es distinta debido al mestizaje y el sincretismo religioso. El aparente predominio judeocristiano se diluye al intervenir factores africanistas y aborigen, ambas con la riqueza pragmática del pensamiento mágico (chamanismo) y sus deidades demoníacas.
Al tirar las barajas del Tarot y voltearlos aparece el Arcano Mayor Nº XV, el Diablo. En éste método de investigación sicológica, que predice el porvenir, ésa carta simboliza pasión, fatalismo, magia, elocuencia, predestinación y lujuria. La figura es un hermafrodita con alas de murciélago, patas de cabra, manos de mono y cuernos, de sexo masculino y senos femeninos. Significa el hombre encadenado a la naturaleza por el instinto animal. Inaccesible a la lógica es presencia onírica y contrario a la templanza. En la mano derecha sostiene una antorcha representativa del fuego astral, Luzbel (luz mañanera), Lucifer, transmisión de la vida (torcha: Falo). Anhela ocupar el lugar de Dios y abolirlo. Si consideramos las desigualdades obvias la idea del binomio indica, por evocación a la concepción china de las energías binarias del yin/yang en la filosofía del Taoísmo, el ser y no–ser.
En Latinoamérica son escasos los escritores que eligen el asunto del ángel renegado y JIMÉNEZ URE es uno de ellos. Con lirismo postula un ideario de repercusión intemporal en la ordenación social, material, síquica y espiritual, mediante explicaciones hermenéuticas. Se apodera de la capacidad de remisión que traslada a la realización comparativa y referencial. Así, la incidencia polisémica como propiedad de su creación proteica se proyecta en red de asociaciones que forzosas desembocan en la metáfora del mito personal. Poeta y pensador se compenetran al fundir razón y sensibilidad, creando con matiz órfico la obra de lenguaje y arte poético. Elabora moldes propios, desecha formas fijas y ensaya métricas al unísono de trazos lingüísticos que guían a lo esencial de sus visiones. La metamorfosis instituida en los textos no es óbice, al contrario, para confrontar con diferentes libros y propiciar conjeturas que contribuyan al acercamiento valorativo. Es recomendable la lectura de Aproximaciones a la obra literaria de Alberto Jiménez Ure (1991), compilación de críticas y entrevistas que hizo Fernando Báez y El horror en la narrativa de Alberto JIMÉNEZ URE (1996) escrito por Luis Benítez. La voz del poeta interviene optimista ante el futuro promisorio y liberador: «[…] Me muestro abatido y lo estoy. Arrepentido no. /Abrumado sí; pese a lo cual, esta noche y otras dormiré feliz./Despertaré y el mundo será otro: engendro de mi imaginación./Es cierto: la Literatura me redimirá[…]»
-IV-
Revelaciones de Jiménez Ure: la clave gnóstica
Por Ennio JIMÉNEZ EMÁN
El libro Revelaciones(1997), del escritor venezolano Alberto JIMÉNEZ URE, a mi parecer, está imbuido de ideas gnósticas subyacentes al tema central del mismo: la confrontaciónDios-Demonio. Veamos en qué sentido. Comentaremos primero algunos de sus textos y luego los relacionaremos con algunos tópicos de la doctrina gnóstica. Según lo explica su autor en el pórtico, este texto perturbador surgió en medio de una profunda depresión y como producto de una crisis existencial: «Revelaciones es la compilación de los mensajes que, bajo extrema depresión, capté de alguien al que no puedo precisar cual dibujo encima de una blanca hoja (…) Por ello, advierto: desde el Principio del Tiempo los intelectuales hemos sido réplica de una entidad pocas veces codificable, de la Palabra Misteriosa, predecesora»,afirmaJIMÉNEZ URE.
Compuesto de 61 textos, el libro expone desde sus comienzos una blasfema imprecación contra el Dios bíblico del Antiguo Tetamento. La creación acaeció con un fin malvado: «[…] Ocurrió para divertimento de un hacedor perverso: de ese a quien nombran Dios[…]» (XXVI). Plantea el mismo una apología del mal a través de un discípulo del Maligno o aspirante a Primer Príncipe o Príncipe de Legión que, a medida que se va iniciando, va exponiendo la doctrina que le es revelada: «Impartirás el conocimiento del Mal que suplirá definitivamente al Bien», declara la voz poética. En el texto XXIII esa misma voz poética afirma: «[…] No hay razones para ejecutar el Bien/Cuando del Mal viven los pueblos[…]». Es más, el Mal forma parte de la naturaleza de ese Dios que tentó a la pareja primordial para luego castigarla eternamente a través de la especie. El «Torturador Bíblico», se le denomina en el texto XIV. Si este Dios -se pregunta la voz poética- es tan bondadoso y sensato, ¿entonces por qué creo a partir de La Nada y El Caos un mundo donde el mal existe enseñoreándose raigalmente sobre él?: «[…] O, acaso, no reina el Diablo por encima de/Los hipócritas mandamientos de su espurio progenitor», se pregunta dicha voz en el texto número III. En fin, el mundo y con él la especie humana, debieron haber permanecido en La Nada,«estadio del cual nunca debimos partir para experimentar/Dolores, tragedias, desigualdad, humillaciones, odio u oprobio[…]» (XLIII) «[…] La Nada espera a la materia porque la existencia/Es una fosa incolora que, en el espacio infinito,/Se absorbe a sí misma y cuanto contiene[…]» (XLIV)
El trasfondo del libro plantea una confrontación o un conflicto maniqueo, expuesto por el iniciado entre dos entidades o divinidades: una propicia y otra perversa, sólo que aquí se invierten lo papeles. A la tradicionalmente buena se le considera un «Falso Bienhechor» y a la malvada se le asigna el papel de Iluminador. Ahora bien, separando estas ideas del Antiguo y Nuevo Testamento y tratando de conectarlas con un trasfondo gnóstico, por ejemplo, recordemos que Manés (Mesopotamia, 246 d. C.) creador de una gnosis dualista derivada del mazdeísmo iraní o zoroastrismo, de la que después se alimentará el catarismo y otros círculos teosóficos, considera, como muchas otras sectas, que el mundo actual es una creación del Arconte o «Príncipe de las Tinieblas», equivalente al Dios del Antiguo Testamento, enfrentado a un Dios bueno que a veces toma la forma de «Ángel Caído», invirtiéndose así los términos convencionales del Bien y el Mal.
Un estudioso de la materia como Harold BLOOM, en su libro Presagios del milenio(Editorial Anagrama, Barcelona, España, 1997), plantea que el Gnosticismo es tan viejo como la religión misma. Siendo en sus orígenes una tradición herética de la religión ortodoxa hebrea (siglo I a. de C.), es considerada incluso como una religión por el estudioso judío Hans JONAS, una religión paralela, en permanente contradicción con la institucional, aunque sin embargo siempre se planteó como un culto del que no se conocieron en el mundo antiguo templos o iglesias. Escribe el ensayista: «[…] El Gnosticismo y la gnosis fueron antaño un fenómeno elitista: una religión para uno pocos, casi siempre intelectuales. No creo que sea algo deplorable o encomiable: la imaginación espiritual no suele ser un don universal. Blake, que tuvo su propia gnosis, opinaba que una sola ley para el león y para el buey era opresión […]»
Así, pues, según esta tradición, en sus orígenes hebreos, opuesta a la falsa creación del Génesis, el nacimiento del Hombre es una catástrofe o una caída infortunada; como bien afirma Blom, este hecho «nos presenta la historia central de todo Gnosticismo, la caída de Antrophos, el hombre primigenio o «Adán-Dios», hasta convertirse en el «Adán Inferior», nosotros mismos. Para el ensayista estadounidense, antes de los cristianos, ya había tradiciones judías que proclamaban que «Adán era un ser superior a los ángeles, y lo consideraban el verdadero profeta, o Christos, el Cristo Ángel», siendo uno de los primeros gnósticos el samaritano Dimón el Mago, dicípulo de Juan el Bautita y supueto rival de Jesús el Mago.
Posterior a esta tendencia inicial, surge aproximadamente 200 años después el llamado Gnosticismo Alejandrino, cuyo representante más importante y reconocido fue Valentín de Alejandría (100-175 d. C.), considerado por muchos como el más importante de los gnósticos. De él sólo se conoce uno que otro sermón completo (por ejemplo, El Evangelio de la Verdad y fragmentos «sentenciosos y enigmáticos» al igual que segmentos de una obra poética: Cosecha de Verano.Según la tradición valentiniana, un «demiurgo«» o «dios falso» creó el mundo y nos hizo descender del lugar divino que nos era propio en la plenitud o pléroma, y nos echó a otro de la creación-caída, tal como lo plantea el texto de JIMÉNEZ URE. Por ejemplo, según la gnosis de Valentín, el mundo actual es el kenoma o vacuidad cosmológica: «[…] Lo que somos ahora está infestado de demonios y atrapado en una concepción del destino gobernada por unos ángeles hostiles llamados arcontes», los «príncipes de nuestra cautividad […]», expone BLOOM, como ya lo habíamos señalado antes en la gnosis de Manés y como es planteado por JIMÉNEZ URE en varios de los textos señalados (XLIII, XLIV).
Así, pues, si apartamos la lectura del libro de JIMÉNEZ URE del aparentemente explícito simbolismo convencional bíblico y lo relacionamos con la tradición gnóstica, encontramos que la idea principal de ésta es explicar la Caída y promover la salvación en un mundo donde la creación tiene un carácter esencialmente malo ya que es concebida por un ser «perverso», tal como se trasparenta en los textos de Revelaciones. Es, pues, como hemos visto, una constante de las diversas sectas gnósticas plantear una contradicción entre el Bien y el Mal, entre la Luz y las Tinieblas, sólo que estas categorías dejan de tener el sentido tradicional bíblico, el cual es siempre rechazado por dichas sectas. Como afirma el estudioso Hervé MASSON: «[…]Con excepción de las sectas judaizantes, la mayoría de los gnósticos rechazaban casi todo el Antiguo Testamento, considerándolo una obra falaz de los profetas inspirados por el Dios de los judíos[…]». Yhavé, decían, no era otro que el mismísimo Demiurgo, el creador irascible, rencoroso y cruel de este imperfecto mundo. Sólo desprecio le inspiraba el «Dios del Génesis», cuyo «espíritu flotaba sobre las aguas», que se dejaba engañar por Adán y Eva y la serpiente, que se «arrepentía de su propia creación». Este Dios era malo y limitado. Se trataba del «Segundo Arconte», el «hijo del Caos», «Ialdabaoth» (Manual–diccionario de esoterismo. Editorial Roca, México, 1975).
Así, para la tradición gnóstica valentiniana, el Arconte Ialdabaoth es un «demiurgo» tan perverso que no sólo es culpable de la caída del hombre, sino que engendró a lo ángeles, guió a Abraham, engañó a Moisés en el Monte Sinaí haciéndose pasar por Dios y orquestó la pasión y crucifixión de Cristo. Si el actual mundo es obra de Ialdabaoth, entonces surge Lucifer como el verdadero salvador de la Humanidad Caída y resucitador del Antrophos Primordial. Para los gnósticos este personaje, «el portador de la luz», es la verdadera personificación de la Gnosis «que libera al hombre de la cadena de la ignorancia y le permite liberarse de la esclavitud en que lo mantiene el creador de este mundo malo». JIMÉNEZ URE parece referirse a este conocimiento cuando en el texto XXXII expone:
«Quien ha nacido con el Don del Entendimiento se sabe
Irremediablemente guerrero del Demonio: del bienamado
Capitán de la Llamas que, por intentar rescatarnos,
Frente a la maldición de lo existente o fatuapercepción,
Ha sido blasfemado y equivocadamente descripto
Por quienes se autodefinen bíblicos»
Por eso, para esta tradición la reivindicación de Lucifer, Luxfero o Luzbel no significa la apología del satanismo, sino una invitación a la adquisición y difusión de la sabiduría a través de la gnosis. Visto dede esta óptica, el texto de Jiménez Ure cambia de sentido, invirtiéndose los signos y eliminándose el carácter demoníaco-satánico-destructor de su mensaje: «El Demonio ganó la contienda/Contra el Arbitrario Creador e instaura el Bien Auténtico» (XXXIV), como en realidad lo afirma la gnosis.
Como dato curioso, y como bien lo estudia BLOOM en el libro antes señalado, diré que la idea del Demoniocomo ente malvado no es hebrea, así como tampoco lo es la de los ángeles. Esta última provino del cautiverio de los judíos en Babilonia, donde pudieron apreciar lo que era una verdadera corte real, la cual reflejaba la supuesta jerarquía celeste y donde existían variadas criaturas aladas. La del Demonio como tal es más compleja. En la Biblia hebrea no existen ángeles caídos, incluso Satánno es un nombre propio (se le llama el Satán), sino título curialesto parecido al del fiscal. El Satán del Libro de Job es el «adversario», o fiscal, un sirviente de Dios que goza de buena posición y no es, ni mucho menos, malvado. «[…] Volviendo a Isaías, 14, 12-15, cuando el profeta canta la caída de Helel ben Shahar, la etrella de la mañana, no hay duda de que se refiere al rey de Babilonia y no a un ángel caído, como han creído los intérpretes cristianos[…]», afirma BLOOM; y sobre Lucifer, el Satán caído significa en el texto hebreo «simplemente Lucero, y el Infierno es el bastante distinto Sheol, una especie de hades».
La idea de Satán como criatura diabólica enemiga de la Humanidad y su transformación desde la serpiente de Edén, es cristiana y de origen ecléctico, una mezcla de deidades malvadas angélicas y animales que toman de civilizaciones como la sumeria y asiria (Huwawa, Humbaba, Tiamat, Ahrimán), posteriormente transformada por San juan, San Pablo y San Agustín. Así, «los nombres de los ángeles proceden de Babilonia, y la pérfida naturaleza de los ángeles caídos viene de Persia. Zoroastro, más que el texto yahvista o Isaías, e, irónicamente, el verdadero antepasado de San Pablo y San Agutín», precisa BLOOM.
Otro tópico expuesto en el libro es la «Teoría del Logos o Verbo», «Razón Divina» o principio activo que está en el origen de todas las cosas y que ha inspirado a la gran mayoría de las doctrinas gnósticas. Según ellas, todo se crea mediante la palabra, incluso el espíritu, tal cual lo expone JIMÉNEZ URE en el pórtico. Igualmente, en el texto XXXVII se hace explícito el planteamiento: «[…] En el principio, un nacido de la Palabra Misteriosa/Se erigió en Dios y Creador; Luego, sin vacilar, se atrevió/A la invención del cosmos y aparecimos para -absurdamente- sufrir[…]», ideas que igualmente se conectan con todo lo expuesto anteriormente.
Estas pocas ideas comentadas aquí en torno a una probable influencia «inconsciente» del gnosticismo sobre Revelaciones, corresponden a una lectura personal, y sólo tratan de sugerir un enfoque diferente de dicho texto donde un misterio perturbador parece hablar por boca de su autor, quien se considera a sí mismo «un clariaudiente, un instrumento para la misteriosa formulación de antítesis. Un metapsíquico quizá, un perceptor del más allá de las cosas fácilmente asimilables». De ser así, entonces la mente de su autor debe haber ido igualmente más allá del simple dualismo convencional (bien Dios-Demonio, Mal) que estas páginas literalmente expresan.
-V-
Sobre Dictados contrarrevolucionarios
[La inteligencia herida en la Materia Oculta de Jiménez Ure]
Por Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ
Alberto JIMÉNEZ URE nos tiene acostumbrados a escribir sobre la materia oscura, la oculta. Lo hace de manera tan particular que no tiene doble en la Literatura Venezolana. Por vía de la poesía se propone mirar el reverso. También yo lo he intentado y logrado. He conseguido asomarme al borde de la expansión. Puedo asegurar que está hecho como lo describe Alberto: gases, moléculas, paradójico blanco en la negrura. Antes, o después, asegura que nos atraviesan las partículas, buen lector, quien lo duda, de Física Cuántica. Proclamarse inmortal no tiene nada que ver con el hábitat de carne y huesos que nos envuelve en esta corta visita. Los poetas queremos regresar al verdadero seno materno que no tiene líquido amniótico. Podemos vislumbrarlo en esta vida y hacia él iremos: es lo que denomino el otro lado. Podría decir que el silencio es la última expresión de la partícula.
JIMÉNEZ URE, sin embargo, permanece un poco, todavía, en este otro y establece sus reclamos. Casualmente ahora leo al Sartre de un libro secundario y digo que las cosas no se aceptan, se asumen, porque son derivaciones de una condición, la humana. El poder, ni siquiera supremo, puede entrar en la mente eufórica de un poeta, pero, mientras estemos aquí, nos toca insultar al tirano. Sin libertad no podríamos adelantarnos al viaje. Claro que es perversa la libertad: nos permite decir cosas que el común no entiende. Lo diabólico está siempre presente en Jiménez Ure. Cuando hice mi viaje anticipado no vi a Dios ni a su contrario.
Ningún escritor escapa de su tiempo, aunque no escriba directamente sobre él. Alberto tampoco. Hay tiranos, desviaciones políticas, rechazo del ejercicio de lo concerniente a la polis. La mujer, siempre. Y los inconvenientes del momento.
Alberto asegura que no escribe poesía convencional. En realidad, la que lo es no es. Aquí hay poesía. JIMÉNEZ URE es el escritor que es, pero quizás nadie ha dicho de su profunda religiosidad.Dios es la resignación,Lucifer es la imaginación. Es en este sentido que deben entenderse las continuas apelaciones de este escritor a un mundo diabólico.JIMÉNEZ URE es un reclamo desesperado a la inteligencia y a la bondad. Todas sus imprecaciones se deben a un entorno hostil donde prevalece la violencia, la deslealtad y la falsificación. Vean como apela al Bien desde un estado de absoluta ira. Si alguien no lo ama por sus antecedentes de escritor feroz es porque no tiene la comprensión de una inteligencia herida.
Él y yo hemos compartido muchas cosas, incluso viajes, pero ahora él sabe que yo sé y yo sé que él sabe. Por eso lo acompaño así:
«[…] La esencia/semeja la inundación de la represa/bajo las aguas/cuando, en el fondo,/no haya secreto […]»
-VI-
Iluminado
Por José Antonio YÉPES AZPARREN
Alberto JIMÉNEZ URE es un caso raro en la Literatura Venezolana; pues es uno de los autores más prolíficos y quizá el más atacado y, al mismo tiempo, el más estudiado de nuestra nueva literatura, con casi treinta años en el oficio de las letras, desde finales de siglo veinte a esta parte. Y por si esto fuera poco, el que más interés ha suscitado en las generaciones más recientes y en cierto sector intermitente (pero honesto) de nuestra crítica; que ha sabido situar sus hallazgos e indagaciones, entre ellos, por ejemplo, la pluma fundadora y lúcida de un Juan Liscano, quien al morir dejó un libro inédito sobre este autor ciertamente tan incómodo como leído; repudiado como admirado, publicado como vendido, que ha sabido despertar en los lectores dentro y fuera de nuestro ámbito una resonancia inusual, precisamente por no ser para nada acomodaticio y por sus atrevimientos en los temas que trata. El carácter polémico de sus temas ejerce una fascinación que produce las más contradictorias posturas o reacciones, pero no deja ileso a quien se aventure en su escritura. Así, pues, casi innecesario decir que sus libros, son al poco tiempo de publicados difíciles de encontrar.
Hace más de doce años dejé escrito en alguna parte que el desacato y la irreverencia le eran característicos: «dos vías para lo real imaginario». Aún los años transcurridos, es notorio que la rebeldía in-disimulada y resultante de estas dos vertientes mencionadas por mí como intrínsecas en la escritura de este narrador, ensayista y poeta de sintaxis castigada y enrarecida por un aire intemporal (pero nunca arcaizante y sí cada vez más sintética), mantienen su carácter multiplicador y de indagación de una realidad que otros escritores no se ha atrevido jamás a ensayar o abordar. Si bien yo prefiero el autor de sus primeros libros de cuentos y sus primeras novelas, cuando todavía su atrevimiento no se enrumbaba por otros fueros más descarnados y provocadores, su escritura no ha dejado de seducirme, aún en los momentos que no comparto sus temas, por su impecable escritura, rigurosa y sugerente; y ciertamente también porque pocas veces en nuestra literatura he encontrado un autor de una honestidad a rompeolas y «contracorriente» en la que se ha mantenido aun en los momentos más difíciles del oficio de escribir: al abrir sendas nuevas y transitarlas sin importarle la acogida que puedan dispensarles los otros (los lectores y la crítica, ésta última hoy ya inexistente en nuestro país). Esa honestidad y su carácter nada acomodaticio, paradójicamente, le han valido un interés, como señalé antes, que causa no poca sorpresa. Y, precisamente, por ello, comprensible.
Iluminado, su libro de poesía más reciente (Fondo Editorial de la Universidad Centro-Occidental «Lisandro Alvarado», UCLA, Colección Poesía, Barquisimeto, 2004) nos vuelve a mostrar que el autor sigue fiel a sus principios y a su manera de ver el mundo y asumirlo, abordarlo y volverlo escritura…. El tono de estos poemas es, a diferencia de otras ocasiones, más cercano al aforismo o al epigrama. Y las primeras dos partes del libro, aun la innegable correspondencia con la realidad, se me figuran que también pueden ser las elucubraciones de un monje taoísta laico; que escribe sobre el poder en pergaminos para tan sólo pegarlos en las paredes de su habitación (o de una ermita), sin intención de ser publicados, sino para contemplarlos en la más austera soledad esencial… Esta sección me hace pensar o me hace patente que los hombres y los tiempos pasamos y los libros quedan. Y que estas terribles sentencias acendradas en la filosofía mantendrán su carácter letal por siempre. Y también ese siempre se ensanchará para mantenerlo como un contemporáneo de los diferentes tiempos por venir, incluso los más distantes a nosotros.
En las otras secciones es donde encuentro su tono más natural de otros libros; y la poesía, sin dejar del todo la forma aforística o su honda concentración verbal, se aúna más acrisoladamente con el lirismo, como en el texto dedicado a Juan LISCANO [El lenguaje] o, en otros casos, para exponerse o disparar axiomas filosóficos, sentencias, hallazgos o dejarse llevar por entero ante el rapto o la pulsión de la poiesisen instancias y temas que le ha ido dictando su diario acontecer en esta parcela del mundo.
Iluminado es no sólo un libro de poemas o un conjunto de textos donde se hace evidente la imposibilidad refractaria de los géneros en donde la poesía puede confluir y donde el autor indaga y se confiesa, a modo de un diario, para dar o mostrar las imágenes en lo más crudo de su pensamiento. Es, para decirlo, de otro modo más llano, un libro de un filósofo que escribe poesía, pero también poesía castigada para que las palabras digan al fin sus silencios más escondidos o lacerantes.
De tal suerte, Iluminado, más que un volumen inclasificable, es un texto plural que estalla entre las manos del lector. Después de leerlo sobrevienen el silencio y el pensamiento. No es decir poco de un autor en tiempos donde el pensamiento no sobreviene, como tampoco la palabra saturada de sentido: la palabra que piensa e incita a pensar.
-VII-
En la tierra de Abraxas
(«Tengo muy mala opinión del ser humano». Alberto Jiménez Ure. Diario El Nacional. Caracas, 15-11-1999)
Por Néstor L. RIVERA URDANETA
Los cuentos y novelas del escritor Alberto JIMÉNEZ URE (Estado Zulia, 1952) recrean territorios extremos de esta civilización convertida en instrumento de su auto-aniquilación moral. Pero, más allá de señalar lo terrible para quedar a salvo en la acera opuesta, o legar moralejas didácticas, este escritor solo ha querido execrar algún malestar interno en cada obra y ponerse a salvo de su propia naturaleza abraxiana tras reconocerse parte de esta misma «Humanidad» que tanto rechaza.
De allí que la desacralización de la vida humana mediante textos críticos que rechazan la fatuidad del ser convertido en valor de cambio, la otredad maléfica, la corrupción política y el torcido manejo de las leyes, las relaciones erótico-sexuales como importantes indicadores de poder y de la necesidad de recibir y aplicar violencia en acto de liberación, vienen a erigirse en la estructura discursiva central de su obra, convirtiéndolo en un escritor sui generis -e incluso visionario- por su dilatada y profética toma de conciencia sobre estos elementos.
Desde Acarigua, escenario de espectros(Punto de Fuga, 1976) han pasado treinta años y ya en ese entonces el escritor se negó a encajar en cánones literarios tradicionales; de allí que toda la obra jimenezuriana–más de una treintena de libros- ha estado al margen de la prosa que vindica lo telúrico de la tierra, el realismo mágico y el realismo citadino, originando, en consecuencia, un constante interés por sus escritos, tanto en nuestro país como en el exterior.
Este escritor reconoce que prefirió un estilo propio, alucinante, escatológico, perverso, insólito, pero a la vez dotado de «mensajes narrativos» (Barrera Linares, 1997), y de planteamientos filosóficos, nihilistas. Seres desvalidos y otros demoníacos, confrontados en eterna lucha Bien-Mal, deben coincidir para desenmascarar la esencia terrible del Hombre, mientras están tocados por «un afán de renovación espiritual y física que se hace manifiesto en frases contundentes, llenas de calor y de profundidad» (Gil OTAIZA, 1997). Así que, reiterar mediante reflexiones e historias apesadumbradas, desacostumbradas, perturbadoras, el rechazo por el caos en que derivó el ideario de la modernidad, ha sido su principal propósito desde la década de los 70 del siglo pasado.
Su forma de expresión se nutre no sólo de los artificios que emanan de la ficción, sino que acoge e interpreta los fenómenos sociales suscitados en medio de una amplia diversidad de planos tangibles y verosímiles, acosado e influido por lo presenciado desde la infancia, tal y como revela en tono autobiográfico en el volumen de textos breves Inmaculado (1982): «[…]Tarzio, que había crecido entre pozos de petróleo y gente hostil a las Artes, fluía entre las escrituras cultas y lo único que admiraba (aparte del Relámpago del Catatumbo) era la Filosofía. Según él sólo un Platón, un Berkeley o un Shopenhauer pueden decir en otro mundo que sus vidas tuvieron sentido en la Tierra. Y buscaba, con avidez, merecer un sentido para su propia vida[…]»(pp. 71-72).
El autor ha comentado que su trabajo también está estigmatizado por lo paranormal y místico, junto a todas las pasiones y aberraciones humanas en conjunción. Si atendemos a esto, junto a lo que señala Juan Liscano en Panorama de la Literatura Venezolana Actual (Alfadil, 1995) acerca de las carencias abismales en la literatura nacional a la hora de abordarse el oficio de escribir, se deduce que Jiménez Ure ha legado una bibliografía valiosa y orientada, en toda su magnitud, al llenado del vacío que dejaron ciertos bloqueos estilísticos.
Cuando en 1976 llegó a sus manos un ejemplar de Acarigua, escenario de espectros (Punto de Fuga, 1976), Liscano (1995) también comentó acerca de Alberto Jiménez Ure que «su literatura rechazaba el costumbrismo y el realismo urbano, el actualismo y el inmediatismo imperantes, la complejidad estructural. Predominaba el nihilismo sin proposición alguna redentora y, sobre todo, construía con ideas y no hechos existenciales» (p.282).
Pero, la voz más esclarecedora ha sido la de Juan Calzadilla ARREAZA, quien trasciende de la superficie obvia y ubica a Jiménez Ure en un estadio filosófico intermedio entre Borges y Lezama Lima, pero aún más cercano a Juan Emar. Y va más allá al expresar que «no construye, ni desarrolla. Si insistimos en hablar de fantástico, de filosófico, será forzosamente en un nuevo sentido» (p. 35). Calzadilla ARREAZA sigue hurgando en la extensa producción jimenezuriana y comprende la intención del escritor zuliano; de allí que aseverara:«[…]Más que de construcción (…) parecería tratarse de destrucción. Sintaxis del antojo que no carece de rigor. JIMÉNEZ URE practica, sistemáticamente, no sabemos si concienzudamente, una especie de caos-análisis: reducir la realidad apenas representada a una descomposición posible, a su máxima expresión caótica, a sus mínimos elementos aleatorios[…]» (pp. 35, 36).
Para JIMÉNEZ URE, escribir ha sido un acto liberador, de expiación ante el bombardeo constante de cotidianidades que hacen estragos, como si la saturación de la violencia pudiese engendrar un espacio posible para la conciliación con el espíritu y el lado menos lacerante de la humanidad, para alcanzar la tan ansiada paz interna rechazando «a la Babel de la modernidad tardía y, por lo tanto, sus temores apocalípticos» (VATTIMO,1997).
-VIII-
Desahuciados
Por Héctor LOPEZ
Jiménez Ure, con Desahuciados (coedición entre «Monte Ávila Latinoamericana» y la «Universidad de Los Andes», Caracas, Venezuela, 1999), su última novela, logra condensar las líneas más características y significativas de su narrativa. Lo hace, sino en oposición de la estructura y característica de sus personajes, si en el sentido de los objetivos que estos se plantean. Con esto, quiero decir y significar que, siendo fiel a si mismo o a su escritura, ha dado un giro por acercarse más a lo social. Ya los personajes tienen un interés y una preocupación que se integra a las necesidades colectivas. Con eso la novela se acerca a la parodia de un mundo político enrevesado, que busca clarificar sus sentidos. Al mismo tiempo, nos enfrenta al mundo alucinante de las utopías de fin de milenio. Pero, frente a esa desarticulación de los valores humanos, donde la economía se ha tragado todas las formas de relación y el hombre ha perdido todo el espacio de su libertad, estos «desahuciados» conquistan su capacidad de lucha y no se rinden hasta lograr implantar un mundo más humano y justo, derrotando así las fuerzas más pesimistas de la sociedad. Sin embargo, los temas recurrentes en la literatura de JIMÉNEZ URE, están presentes. El nombrar los objetos por sus características y funciones en una especie de anacronismo. La referencia a una sexualidad problematizada, demostrando la tesis de la relación entre el sexo y el poder, indagada por Michel Foucault; pero sin olvidar la responsabilidad social y política de la producción social de eunucos. Paródicamente, los hombres del poder, los que no son «desahuciados» han cometido distintos tipos de delitos, es decir, son verdaderos delincuentes que su condena pareciera ser la de ejercer el poder. Este cambio de perspectiva en la narrativa de JIMÉNEZ URE, que me parece fundamental, le ha dado una dimensión distinta a toda su producción y nos permite leer los conflictos sociales dentro de un espacio que se aleja de lo aberrante, de lo desquiciado, de lo estrictamente personal, de lo enfermo, para dejarnos frente al espejo que nos muestra el rostro de una sociedad anarquizante, dura, deshumanizada y deshumanizante, una sociedad que requiere cura para distintos males, entre ellos el de la depresión. Cito: «[…] Para tu curación, te ofrecemos sesiones de pláticas y la opción de beber De la Miel[…]»
Los XXXVI capítulos que constituyen la novela nos muestran como un grupo de hombres y mujeres van conformando un comando que se propone lograr la liberación de los hombres marginados o «desahuciados de la sociedad». Debo resaltar que el grupo pertenece a lo que podríamos llamar clase media. En esa búsqueda enfrentan la política del régimen y soportan las represiones del mismo, hasta que son exiliados unos y ejecutados los otros. Los exiliados descubren una dimensión distinta de la realidad (descubren que son eunucos y otros una concepción sobre los derechos humanos), en una sociedad que les resulta extraña y que terminan por dominar, hasta lograr reunir un «ejército de liberación». Mientras eso ocurre, uno de los exiliados es expulsado y tiene que regresar a su patria. Pero, contrariamente a lo que se puede esperar, es bien recibido por sus antiguos represores, hasta el punto de ser promocionado socialmente y también termina conquistando el poder, produciendo una revolución. Cuando llega el ejército liberador, lo que se produce es un encuentro de hombres libres: «vivirían emancipados de todo lo que duele, nunca de la palabra y la acción». Se logra -así- una sociedad marcada por el principio del placer. Cito el último párrafo de la novela: «[…] Los organismos multiplicarían y tendrían por impulso espontáneo el hedonismo, el placer ininterrumpido, excelso y sin la intervención de la Moral. No habría hombres, sino seres libres: felices de una condición natural y exenta de miedos absurdos […]» Para terminar como las escrituras bíblicas:
«[…]Yo fui el que era, sería el que fui y me transformé en La Nada. Quien tenga oídos y ojos escuchará mi voz y verá en mi muerte la suya: el fin del sufrimiento […]»
Indudablemente, esta será una de las novelas representativas de los noventa, con toda su carga de preocupaciones y expectativas sobre el futuro y juicio sobre la Historia y la Política, no sólo venezolana, sino del continente. En ella quedan al descubierto los núcleos de la escritura de Alberto JIMÉNEZ URE, de la razón de sus preocupaciones y la consolidación de una estética que -a lo largo de los años y las obras- ha ido cobrando sentido y un lugar en la narrativa nacional. No me resta más que celebrar la aparición de esta obra que nos entrega un espejo donde mirar y reconocer nuestro rostro social y quizás individual. Con ella, JIMÉNEZ URE fija un espacio en el panorama de nuestra narrativa, a pesar de los gustos y dureza de una forma de escritura que nos lanza en el rostro una imagen que nunca queremos ver ni reconocer, pero que también, devela fuerzas y aspiraciones que tampoco hemos sabido ni querido explotar. Esta novela es el otro perfil de nuestra sociedad y de nuestra novelística; el desconocido, el oculto, el que nos inspira un poco de temor y, al mismo tiempo, el que nos atrae con sus imágenes y el espacio de libertad que nos ofrece.
Con esta novela, JIMÉNEZ URE nos obliga a rehacer la lectura de la narrativa venezolana y, definitivamente, se incluye, ineludiblemente, en ese panorama.
-IX-
Análisis del libro Desahuciados
«Cada cual se mira en los otros, cada cosa es todas las cosas»
(Plotino)
Por Marisol MARRERO
El sufrimiento se debe, sobre todo, al hecho de que el ser humano tiene considerables dificultades para encontrar el centro de su ser. Explorar la psiquis humana, sus escondrijos, madrigueras, y grietas, es doloroso. Por eso hay que ir con mucho cuidado hacia esa inmensa casa interior. Eso es lo que trataré de hacer con la novela Desahuciados, de Alberto JIMÉNEZ URE (editada por Monte Ávila Latinoamericana en coedición con la Universidad de Los Andes, año de 1999). Hurgaré de cuarto en cuarto, escudriñaré gaveta por gaveta, miraré sus ropajes y pertenencias. Haciendo esto nos formaremos una impresión del tipo de escritor con el que nos topamos.
JIMÉNEZ URE nos narra, en la citada y reciente novela, un mundo de escasez donde se agotan los recursos naturales y, por supuesto, donde cuesta mucho vivir. Ir hacia el futuro es volver a las miserias del pasado, a los eternos problemas del hombre: falta o abundancia de agua, de oxígeno, de alimentos, en fin, de los máximos o mínimos para existir, pues todo exceso produce catástrofes, ya lo hemos visto en acontecimientos de nuestro país. Tanto la mucha tecnología como su falta lleva a la destrucción.
Es ésta una extraña novela, llena de recovecos psicológicos. Al final se logra un todo coherente, a partir de la enmarañada psique de los personajes, solo hay que hallar las claves que permitan comprender esta particular historia. Pero, no adelantaré detalles alrededor de la trama antes de analizar su fantasía, el esclarecimiento de su situación vital, porque sabemos que la tendencia más profunda de la psique es la de representarse a sí misma a través de ella. Las fantasías son representaciones simbólicas de nuestras vidas, y la valentía de UREestá justamente en aceptar lo malo y lo absurdo del ser humano como partes naturales e innatas de él. Pero, descubrirlo nos molesta porque no queremos aceptar lo horrible que llevamos dentro.
Lo turbio es la máscara que el autor usa para proyectar la imagen deseada. Alberto nos revela un territorio donde el oxígeno se acaba, el agua escasea, y la energía solar se vende. Un posible mundo del futuro, al cual se ha llegado por la deficiencia mental del ser humano. Aquí hay enfermos del cuerpo y del espíritu, depresivos por montón, y docentes destituidas de las universidades por sus ideas revolucionarias. ¿Quiénes son estos personajes? ¿Contra quienes se rebelan? ¿Cuáles son sus castigos? Todas estas preguntas debemos hacérnoslas para acceder a la complicada trama. En la ciudad del horror, Humandetritus, se establece la eterna lucha de clases, en este caso, los aventajados contra los desahuciados, que se rebelan contra el estatus, representado por los poderosos de siempre que mantienen dominan por medio de las armas. La conspiración y la insurgencia son actividades penadas con horribles castigos, como ser «comidos vivos» por niños predadores, «desollamientos en vida» y «amputaciones de lengua».
El miedo y las pesadillas se concretizan en la palabra del autor. Este se complace en lo deleznable del ser humano, que por la falta de alimentos llega a consumir carne fresca, y carne salada de seres fallecidos. ¡El horror impera en la ciudad! En cuanto a los personajes, no copulan: hembras y varones tienen un orificio entre las piernas por el cual orinan y defecan. La inseminación es artificial.
Uno se engaña sobre los motivos de sus propios actos, no se percata de los mismos sino a posteriori. Esto sucede en la novela de JIMÉNEZ URE. Los castrados, los rebeldes, no saben hacia dónde van, ni de las consecuencias de sus actos. Aquí todo se invierte, se podría decir: «[…] En mi final está mi principio […]». O, también: «[…] Principio y final son extremos de la misma cosa […]». Los personajes, angustiados, sufren depresiones, quieren morir, porque existen vejámenes que no se pueden permitir, pues lesionan su orgullo, su psique. Por todo ello, en esa ciudad existen persuapsíquicoscomo Palas de Athenais, para tratar de curar los trastornos psicológicos. ¿Quiénes se rebelan? Al final de la novela los miles de desahuciados pasan a la «fase esperpéntica […]» por falta de alimentos, asfixiándose por tener bajos salarios que no le permiten obtener oxígeno. Ante este estado de cosas surge la rebelión para derrocar al tirano, comandada por una mujer (Afrodita). A ella la acompañan en la revuelta: Fosfuros De Antares, y el persuapsíquico Palas De Athenais. Descubierta su conspiración, son exilados hacia una región llamada Demarcación Tropical, la cual descubren como un paraíso de bondades, lleno de alimentos frescos, donde los hombres reconocen en la vagina el albergue del pene y copulan para procrear. Por cierto que esto le trae problemas a Fósfurosy a Palas cuando se ven en la situación de acostarse con unas chicas de la demarcación. Para Fosfuros fue un trauma, incluso es puesto preso por violar a una mujer utilizando una serpiente (al verse frustrado por las burlas de esta, cuando lo vio castrado). La situación de Palas fue distinta, y es digna de un análisis especial.
Freud, en su ensayo La organización genital infantil, descubre la gran afinidad de la forma final de la sexualidad infantil con la estructura definitiva sexual del adulto. En la primera fase el niño no admite sino un sólo órgano sexual, el masculino, para ambos sexos. En el caso de la novela es el femenino, ese hueco que les quedó de una sociedad castradora a nivel físico y mental. El novelista se concentró en esta primera etapa del desarrollo sexual, pues todos son castrados. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que el persuapsíquicoPalas de Athenais, o, mejor dicho, su apellido, corresponde -en la Mitología Griega Antigua- al sobrenombre de la diosa Athenea, que significa "La Virgen". Según la tradición, nació de la cabeza de su padre ya adulta y armada del escudo y de la lanza. No sé si fue intencional o un desliz del inconsciente. ¿Qué mala pasada habría querido jugarle el inconsciente al escritor?
Ferenczi ha referido muy acertadamente que «el símbolo mitológico del horror, la cabeza de Medusa, se puede comparar con la impresión producida por la visión de los genitales femeninos faltos de pene». En la novela éste no es el caso, pues todos son castrados. ¿Qué puede significar esto?.Freud agrega que, en su opinión, el mito se refiere a los genitales maternos en especial. Palas Athenea, que lleva en su armadura la cabeza de Medusa, es por ello la mujer imposible. El horror a los genitales maternos lo lleva a convertir la mujer prohibida, Palas De Athenais, en hombre, y, además, sin pene. Lo máximo de lo prohibido. El símbolo mitológico del terror, cuya visión ahoga toda idea de aproximación sexual. ¿Estamos ya claros? No hay ninguna posibilidad de incesto, sólo queda la paz y la tranquilidad, por los momentos.
En la segunda etapa de la formación sexual, el niño desarrolla una gran curiosidad. Fosfuros de Antares es un ejemplo de esto, pues muchas de las agresiones sexuales que el pequeño realiza, verificables en una edad posterior, serían juzgadas como manifestaciones de perversidad. Se revelan en el análisis freudiano como experimentos (cortar la cabeza de la serpiente para meterla en la vagina de la mujer) puestos al servicio de la investigación sexual. Por fin descubre que no todos son iguales, que existe «lo otro», pene y vagina.
En la tercera etapa, sobreviene el horror a la falta de pene. ¡Me falta ese algo! ¡Nada me cuelga! ¡Nada se balancea allá abajo! Después de leer esta novela, nos damos cuenta de que no es por casualidad que Alberto JIMNÉNEZ URE es uno de nuestros narradores más leídos en el exterior, hasta el punto de que los periódicos le dedican hojas enteras. Cosa que en nuestro país parece desconocerse o ignorarse. Recomendamos su original escritura, como una salida a tanta repetición.
-X-
Alucinados
Por Carlos DANÉZ
Baudelaire comienza sus Flores del Mal con un poema dedicado al lector, al que llama hipócrita, ya que si no ha violado, ni ha incendiado, es por causa del miedo. El lector es su cómplice, su semejante y hermano, el haría cualquier cosa por liberarse del tedio. Alberto JIMÉNEZ URE, en el género de la novela inmoral, es un maestro como lo son SADE o DIDEROT; concibe personajes y sociedades sin miedo, donde el ejercicio de la «moralidad» no es un obstáculo para el libre desarrollo de la concupiscencia.
En Alucinados, este autor de novelas breves no exagera ironizando la patología de la sociedad en la que vive: sino que resalta, mediante una leve distorsión, algunos rasgos particulares y colectivos como la drogadicción y el alcoholismo, la corrupción, la lujuria y la traición; jugando, libremente, con esos valores en una suerte de fantasía literaria. Nada de lo que sucede en esta novela le es extraño al lector y, por eso, su atención queda capturada durante el breve desarrollo de su contenido en ochenta y ocho páginas con letra grande.
Los personajes deAlucinadosa, diferencia de los personajes shakesperianos, no hacen grandes reflexiones, sin embargo su extraordinaria actuación en la incesante y absurda acción dramática les permite cumplir con la máxima hegeliana de ser artistas de sí mismos.
JIMÉNEZ URE, al igual que el florentino DanteALIGHIERI, logran bucear en la profundidad del alma de los mortales, creando como consecuencia de sus enfoques y descripciones ámbitos aterradores. Lenguajes que se vuelven pavorosos al develar -sus autores- la condición humana, lo que los humanos no quieren ver de sí mismos. Si en Venezuela el vulgo leyera, bien pudiera acuñarse el termino jimeniano en vez de dantesco. Digo en Venezuela, ya que inmerecidamente Alberto es un autor poco conocido en el exterior. Sus novelas deberían estar en la librería «Espasa-Calpe» de Madrid, al lado de los libros de KAFKA. Pero, en nuestro país continúan existiendo políticas editoriales sin criterio asertivo y en manos de parcialidades.
Como todos sus cuentos y novelas, un narrador desbordado pero parco retrae y contrae la acción, de una manera totalmente intuitiva. Notamos una profundidad mística [evidente presencia luciferina] en la «maldad» que en la devastadora acción acontece, para satisfacernos mediante el asombro que es capaz de producir esta especie de catástrofe creativa.
Su lenguaje sexual y sensual -como en una oportunidad dijera Juan LISCANO- está impregnado de contenido sadomasoquista. Hay algo sapiencial y empírico en sus imprudentes, dementes situaciones que francamente escandaliza. Basta referir -enAlucinados- la elemental sensación de simplicidad, de la a su vez apoteósica metamorfosis que sufriera el personaje principal en cangrejo gigante. Después de todo, pudiéramos estar aprendiendo un proceso de catarsis estética del imaginario colectivo, que hasta ahora se satisface con las representaciones de orgasmos y crímenes.
Todo sufrimiento es tal, porque está en su naturaleza prolongarse, así nuestras vidas se convierten en pesadilla semejándose a la temporalidad narrativa de esta novela. Quedan así pontificados los espacios de la realidad y la ficción.
Una escéptica textura reflexiva se esconde tras las consecuencias de los hechos, que acontecen en primer plano de la narración. Pese a la personal postura ácrata del autor, en sus novelas afortunadamente no se precisa ningún propósito moral. Alucinados nos enfrenta a los lectores, con la grandeza del Mal; sobrecogiéndonos cuando lo disfrutamos, y nos estamos identificando de manera inconsciente con el espejo concupiscente que el autor despliega.
En ese sentido, es una ventaja que las novelas perversas de JIMÉNEZ URE no sean más largas de lo que son. Dejado en brevedad (desde su violencia figurativa) una sensación de infinito espanto.
-XI-
Cuentos escogidos
Por Juan LISCANO
De niño me gustaba oir los cuentos del acervo popular contados por mi tío Barceló, a quien yo llamaba «Tío JáJá»; o por la servidumbre, al calor del fogón que, entonces, año de 1920, era el alma de la cocina. Con el pasar del tiempo y después de leer libros de cuentos para niños y sumergirme en las historietas de piratas, indios, Búfalo Bill, detectives, llegué a la juventud. Leí muchos cuentos. Los breves me gustaron en particular. A veces, los largos me subyugaron como El corazón de las tinieblas de CONRAD. Ya contaba 20 años. Era en 1935. El año en que falleció el General Juan Vicente GÓMEZ, después de una dictadura ejercida como Presidente Constitucional o como Jefe del Ejército, el cual él mismo había creado. GÓMEZ, su poder, su terrible soledad.
Con el tiempo, me fui apartando un poco del género narrativo al cual había sido fiel hasta los años 50. De allí en adelante, exigí algo más que leer historias bien o mal aderezadas. Elegí. El trabajo con la poesía me alejaba de la narrativa, cuando no encontraba en ella alimento para la inspiración poética y la aventura interior del espíritu. La literatura por la literatura misma empezó a aburrirme. La literatura es para algo más, pensaba, no sólo forma y técnica. Discriminé. Hallé aliento y pensamiento en GALLEGOS, LAWRENCE, HESSE, MALRAUX, HUXLEY; CÉLINE me asombró.
Y así llegué a leer los primeros cuentos de Jiménez Ure: quedé conquistado. El título era ya un hallazgo sugerente de misterio: Acarigua, escenario de espectros. Los publicaba unas ediciones desconocidas. Era en 1976. El librito contenía relatos atroces; todos podían llamarse con el título de uno de ellos: Umbral de otros mundos. El personaje central, el protagonista inocultable, era la muerte; no como especulación filosófica o espiritual, sino como avasallante presencia en el aquí. JIMÉNEZ URE, a los 24 años, imagina once situaciones, once historias para la actuación de la muerte o, mejor dicho, para conocer la entrada hacia la muerte absoluta. Por lo tanto, sus invocaciones mortales no acceden al absoluto de la muerte, pero sí develan brutalmente la condición humana capaz de todo. Elucubración no propiamente de estética narrativa, sino de metafísica existencial, admitiendo que el hombre sopesa su cadáver.
Estos cuentos iniciales, si bien mantienen la acción de muerte en el discurso escrito, revelan algo que pertenece a la Filosofía, al innatismo, a las búsquedas esotéricas; que lo pensado es más real que la realidad empírica y que la muerte física, anecdótica, accidental o buscada, el suicidio, el tormento, el crimen, son umbral de otro mundo sin reflejo.
De modo que la obra toda de JIMÉNEZ URE se mantiene dentro de estos parámetros y da lugar al despliegue de situaciones límites, paroxismáticas, que operan como negativos de un arte de pensar insólito, donde fuerza las fronteras de la realidad para asomarse, en vano, hacia otro mundo, en un ejercicio que jamás ha realizado escritor venezolano alguno.
Está emparentado, en esencia, con la obra de dos gigantes de la literatura, si literatura se puede llamar lo escrito por KAFKA o por BECKETT. Si en vez de haber nacido en Venezuela JIMÉNEZ URE perteneciera a un país desarrollado, su obra -fundamentalmente indagadora de un más allá- ocuparía aquí un puesto de reconocimiento. Nada tiene que ver con lo fantástico: una receta.
Nunca hubiera sido un «bestseller», como no lo fueron, sea dicho de paso, ni kafka ni Beckett. El «best-seller» es concepción de mercado y no de imaginación creadora óntica, filosófica, desordenadora del realismo y de todas las seguridades hipócritamente buscadas en lecturas vacacionales. Hasta cierto punto, la obra de JIMÉNEZ URE podría calificarse con el término decimonónico de «maldita». No en el sentido de la bohemia en que nace y se mantiene, sino en lo arriesgado de la experiencia convulsiva y terminal.JIMÉNEZ URE no es dado a la bohemia.
En su obra hay videncia; hay intuiciones espirituales trascendentes; hay erotismo sádico-masoquista, me atrevería a decir, casi redentor, por lo purgativo; hay ciencia-ficción; hay cultivo del crimen como acto de rebelión total; hay preocupación interior por el destino humano; hay develamiento, blasfemia, insultos congelados, parodia de secretos íntimos, aberraciones, incesto, invocación sesgada demoníaca, delirio, maleficio, descomposición, fermentaciones enigmáticas. Su obra -y es su principal mérito- elude la cantidad para buscar una calidad inusitada, la cual no se afinca ni logra su propósito en la extensión verbal, sino en lo breve, sucinto, un tajo de palabra, un filo de arma blanca en la oscuridad del mundo.
Nadie puede disfrutar leyendo a JIMÉNEZ URE. Ingresa en lo insólito, lo desmesurado apretado en cápsula explosiva, en lo mínimo creciendo de pronto como un dinosaurio venenoso. Leerlo es un ejercicio de pensamiento y de trabajo interior. Estamos ante un universo semejante al de Bosco o Brueghel, al de los Caprichos de Goya en lo que este tiene de medieval. Y medieval es la obra toda de JIMÉNEZ URE, por su atrevimiento ontológico propio de inspiración diabólica, por el ángel que se esconde, por la crueldad de lo representado: eterna crucifixión del hombre.
El rito fundamental del cristianismo es la crucifixión después del martirio.En nada corresponde a la herencia de poder romano que el imperio agonizante dejó a la Iglesia. Esa contradicción entre lo intemporal del sufrimiento por predicar la Verdad y lo temporal de gobernar con política el imperio que será cristiano, explica el rostro doble del Cristiano: el símbolo de la Cruz en la empuñadura de la espada.Por transferencia la Iglesia sigue y seguirá crucificando a Cristo. Sin embargo, esa dualidad esencial motivó la expansión de la Iglesia y de Cristo, una antinomia. Lo apasionante fue la absorción de los antiguos misterios de muertey resurreccción, en el drama de la Pasión. Para el cristiano verdadero -y solemos serlo por momentos- el tránsito vital es una ruta que lleva a la muerte y a la resurrección del Juicio Final. Nacer, morir a ese nacimiento repugnante, resurgir para encontrar el verdadero camino de la muerte.
La obra de resonancia interior inagotable de JIMÉNEZ URE, tras su apariencia demencial, demoníaca, delirante, blasfematoria, oculta la expectativa del más allá, al cual se asoman sus personajes esquemáticos, urgentes, urgidos, absurdos, espectrales, gesticulando en una representación terrorífica, sin principio ni fin, de la muerte y el sexo.
Hay que leer sus Cuentos escogidos (Monte Avila Latinoamericana, Caracas, 1995). Nos remiten a otros conjuntos narrativos anteriores: Suicidios, Inmaculado, Maleficio, Acarigua… Jiménez Ure objetiva, en pocas palabras y en frases cortas (eficaces, taladrantes), los comportamientos humanos más increíbles, todos entre sangre, sexo, semen, extravío y muerte.
Lo que me seduce en JIMÉNEZ URE es su falta de respeto hacia la realidad, la metafísica contenida en sus píldoras cuentísticas, en sus mininovelas. Sus pensamientos, lucubraciones y poemas apenas transmiten el poder concentrado de su narrativa tan rica en situaciones de lo imaginario real, un modo de expresar la visión del mundo, entre la metamorfosis y la forma, la muerte y el enigma del más allá, la residencia en el umbral de todo lo que deja de ser.
-XII-
Confesiones acerbas de Jiménez Ure
Por Ennio JIMÉNEZ EMÁN
Alberto JIMÉNEZ URE ha sido un cultivador persistente, perseverante y muy particular de la escritura poética. Conocido suficientemente en el ámbito literario venezolano por haber elaborado un corpus narrativo muy emblemático de nuestro desolado tiempo, mundo brutal e insensato que ejerce diariamente su macabro festín de perversiones, aberraciones y vicios irredimibles donde se desdibuja cruelmente la condición humana y que el narrador presenta de forma cruda, sin embargo ya desde la publicación de su primer volumen en este género: Trasnochos, poemas, 1970-1986, publicado en 1987, pasando por Luxfero (1991) y Lucubraciones (1994), dicha escritura poética, asumida en medio de espacios de angustioso desvelo, de reflexión vital o de furor existencial se vino a constituir en una estancia propicia para el cultivo de sus meditaciones, intuiciones, visiones, de manera concisa, alejada un tanto de su torrencial caudal narrativo poblado de seres inquietantes, esperpénticos, de pesadilla. El mismo autor había declarado en el postscriptum de Trasnochos:«[…] La poesía es un género menos difícil que la prosa y, sin embargo, rara vez los críticos encaran a los tramposos y los flojos de la síntesis filosófica. Indistintamente, he dedicado igual tiempo a la narrativa, la poesía o el ensayo. Si antes no quise publicar poemas fue porque no sentí la urgencia de los literatotastros por acreditarme […]». Así, en algunos de sus cuentos, novelas o noveletas, el narrador JIMÈNEZ URE había insertado poemas suyos y de otros autores, o fragmentos de ellos, en boca de algún personaje con tono irónico o desolado. Incluso en su última novela, Desahuciados (1999), el propio autor se incluye, con su segundo apellido, como un poeta apocalíptico de la Centuria XX, habitante de una antiutopía ubicada en un país convulso en un futuro no muy lejano, e incluye varios textos, entre ellos uno de tono inquietantemente metafísico. Cito un fragmento del mismo: «[…]Morí y no se produjo el fin de los tiempos,/Sólo me fragmenté en la paz:/Una quietud condicionada,/Perdurable si logras trascender/Los espacios de luz donde somos[…]».
Pero en el texto que nos ocupa, Confeso (Universidad de Los Andes, Vicerrectorado Académico, 2000), el tono y los temas del libro se encuentran bien alejados de inquietudes metafísicas; se centran, más bien, en la reflexión filosófica o existencial, la concreción de algunas obsesiones, el aforismo, la actitud irreverente, la recusación radical de ciertos valores políticos. Por ejemplo, en un fragmento del poema número XI, su autor sentencia con sorna: «[…] Al miserable que pretende dirimir mediante la ventaja/Que el Poder otorga, fíjale el día de su muerte y ríe durante la espera[…]»(Ríe). Por el contrario, en el texto número VII, nos dice su autor, el verdadero poder reside en el lenguaje del creador, cuya práctica debería asumirse como oficio sacramental: «[…] La palabra es el máximo y auténtico poder que de El Oscuro procede/Y nada impide que con su develamiento, las cosas que proyecta/Se sucedan más allá de quien llaman El Supremo […]» (Elogio de la Palabra, p. 13). Por otro lado, la palabra escrita es igualmente instrumento esencial en nuestra guerra cotidiana, como sostén y defensa en un mundo hostil, carnívoro: «[…] Que mis enemigos se cuiden porque, a partir del alba,/Me transformo en palabras y todos me perciben en mayúscula[…]» (Elogio de la Palabra, supra). La palabra, pues, y por extensión la literatura, en un mundo que naufraga en la decadencia y donde el hombre se percibe como el verdugo del hombre, se arraiga y florece en los recovecos del espíritu brindándonos la posibilidad de una renovación interior, como queda determinado en el texto número XXV:«[…] La literatura es un encuentro permanente con la muerte y resurrección;/Es hallarme, de súbito, en un intenso y epistolar vínculo con quien seduce mi espíritu[…]» (p. 37).
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