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Apuntes sobre la Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure (página 4)

Enviado por Moisés Cárdenas


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Su obra intenta ocultar esa verdadera intención de una gran cantidad de autores; elaborar críticas gracias al ingenio que poseen. JIMÉNEZ URE es, sobre todo, un crítico social que se vale de sus relatos o novelas para proyectar su sarcasmo. Para elaborar su obra, sencillamente, observa el comportamiento incongruente de las personas debido a sus razonamientos limitados que se ocultan tras la máscara de la lucidez; vanidad e ignorancia. Sus relatos explican que este proceder general es el miedo de confiar en cualquier en otros seres humanos. Algunos de los cuentos reflejan ese temor de la sociedad a la sociedad, como intentando ratificar que todos vivimos con un gran miedo a nosotros mismos.

Su burla es satírica; toma aquello considerado obsceno, inmoral, como pilares principales en sus obras; pero, da a entender que la vida puede ser llevadera si se aceptaran los tabúes impuestos por el hombre en su deseo de alcanzar el martirio.

Este autor nos da la oportunidad de conocer a un escritor con un estilo diferente. Por saber lo que elabora, es consciente de lo fuerte que una gran cantidad de lectores puede considerar su obra: quienes, por no comprenderla, llegan a un punto de reacción despectiva. Tal vez inconscientemente, el autor se mofa de ellos al saber que no tienen la capacidad de descubrir el doble sentido de su estilo. Entonces, a través de su trabajo, el creador los llama ciegos.

Esta característica, en la que un artista logra que el observador pase inadvertido los significados reales, es manejada diestramente por URE quien demuestra poseer una capacidad demasiado amplia que transforma en un bloque literario ambiguo (Tomado de www.buenastareas.com/Informes de libros/Mayo 17 de 2012)

-XXVIII-

Sobre El Despotismo de Jiménez Ure

Por Luis DE SAN MARTÍN

«No existe peor servidumbre que la que generan las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo bello»

El primer e imborrable recuerdo que tengo de Alberto Jiménez Ure se remonta a principios de los Años Ochenta (XX), cuando con nueve años y mi hermano Leo con siete, nos regaló un extraordinario ejercicio de «literatura fantástica» en la sala de un apartamento en Barquisimeto. Sólo años después comprendí que era un alarde de imaginación e histrionismo de un para entonces joven escritor, aunque, eso sí, en aquel momento quedé convencido de que esos duendes que se escondían en el cuarto deambulaban por allí esperando un despiste para llevarnos a esa dimensión en la que viven los unicornios, las sirenas y los troles. No aparecieron y para nosotros fue un verdadero alivio.

Con el tiempo, el querido Alberto fue madurando su prosa literaria y la vena periodística se le manifestó con tal fuerza que se convirtió en co-fundador de la Oficina de Prensa de la Universidad de Los Andes, dependencia que tuve el placer de dirigir hasta hace muy poco. Yo era de los que no dejaba de leer sus columnas semanales en El Impulso, porque su pasión por la literatura se había ya transformado en compromiso crítico con la realidad que lo rodeaba. Ese compromiso del que les hablo es el que lo lleva a embarcarse en este libro telúrico denominado El Despotismo, un ejercicio de erudición y claridad moral de alguien que asumió el más importante dictado de la ilustración: atreverse a pensar por cabeza propia.

Ser un librepensador no es ser un charlatán de cafetín dispuesto a aparentar conocimiento para impresionar a la galería, es ser, ante todo, un ciudadano honesto con lo que sabe y con lo que tiene que saber. Un libre pensador es la condición necesaria de una buena persona que se niega a dejar de ser político en el sentido filosófico del término. Alberto comprendió que si los habitantes de la «Polis» quieren seguir disfrutando de las libertades y derechos civiles deben asumir responsablemente el deber de participar en el debate político cotidiano, porque cuando los que siendo formados y competentes se apartan de él se les abren las puertas a los truhanes, oportunistas, demagogos y mediocres de toda calaña.

La libertad de expresión es la manifestación concreta de esa libertad esencial, íntima del libre pensamiento y mientras existan personas como Alberto estamos convencidos de que no morirá, aun cuando el influjo del Despotismo establecido pretenda domesticar, perseguir y despreciar a los insumisos como él, quien ante el oscurantismo de la propaganda lucha por encender la luz del conocimiento verdadero. No existe peor servidumbre que la que generan las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo bello.

El verdadero humanista ve con desconfianza al poder, porque no hay nada más humano que la tensión permanente entre la tiranía y la libertad y sólo imponiendo límites, mediante la crítica, los intelectuales preservan el libre y fecundo juego de las ideas. Alberto entendió que su libertad depende de la contribución que haga para desenmascarar a estos felones que escondiéndose detrás de las ansias de justicia del pueblo infligen el peor daño que la sociedad venezolano haya padecido en toda su historia republicana: la inoculación del odio entre hermanos y la promoción del estéril y esclavizador Culto a la Personalidad. Alberto Jiménez Ure, con este libro, grita los argumentos de los que quieren vivir en una libertad perpetua.

-XXIX-

De Desahuciados a Confeso

Por María Antonieta FLORES

La obra de Alberto JIMÉNEZ URE, tanto en la narrativa, ensayo y poesía, se ha desarrollado fiel a ciertas constantes: la actitud cuestionadora ante la existencia y el sistema, la rebeldía ante lo que llama Mundo físico, una espiritualidad que rompe los esquemas de lo angélico y lo demoníaco, la exploración de lo que puede denominarse bajo o abyecto, el señalamiento moral, una actitud ideológica que se ubica en la llamada «derecha», un decir violento que guarda relación con la sustancia de su obra. El desgarramiento existencial se expresa en la sustancia narrativizada, poetizada o ensayada: las fuertes tensiones entre lo material y lo espiritual, el conflicto entre el Bien y el Mal, lo individual y lo colectivo.

Por esto y por una evidente preocupación del papel del hombre en la sociedad, sus temas emergen de la violencia y la abyección para que el desencanto, la amargura y el escepticismo signen su palabra desde la pérdida y la incertidumbre.

En la novela breve Desahuciados (Caracas, Monte Ávila Latinoamericana/Universidad de Los Andes, 1998) elabora una metáfora de la sociedad actual con el auxilio de elementos mitológicos y alegóricos desde una perspectiva que, dentro de la misma novela, se señala ajena a la ciencia-ficción, aunque responda a las características del género.

En todo momento el narrador deja en claro que se está ante una propuesta de otra realidad que mantiene conexiones con la del planeta y que insiste en el tema de la castración psicológica como estado inevitable: derrota, imposibilidad y fracaso llevan a ese lugar donde no existe cura o remedio y se adentra en el terreno de lo desahuciado, de la condición esperpéntica.

Los personajes carentes de sexo, sin falo, son la narrativización de esa castración presentada como condición trágica. Sin embargo, muy tangencialmente se abre el espacio de la ironía con la intención de falsear toda una teoría psicoanalítica acerca del falo y lo que representa desde el punto de vista del Poder en todas sus instancias. Por otra parte, expresiones como «nunca tuve falo» y «no me recuerdo con falo» pueden ser interpretadas como el reconocimiento de la carencia del poder, dentro de esa condición de derrotado. Esta sensación de castración se revela como condición originaria y cruel: «quien nos creo nos castró»

«Nunca lo confesé a nadie, pero he vivido con la sensación de que era un ser incompleto…» Puede pensarse en el tópico tradicional y cristiano de la vida como «valle de lágrimas»: te conciben y te castigan.

En este mundo condenado, sus personajes sucumben. Todos son potencialmente dictadores, sombras que se rinden ante el Poder y lo ejercen despiadadamente. En mundo sin salvación ni esperanza, da cuenta de la angustia existencial del hombre contemporáneo.

En Confeso (Universidad de Los Andes, 1999) esta misma visión toma cuerpo pero de diferente manera. Los anti-poemas que lo conforman van revelando la sentencia y el aforismo. La voz del poeta se mantiene en vigilancia, como testigo señala y acusa. Increpa pero también se confiesa ante el amor y la paternidad. Estos libros de JIMÉNEZ URE revelan la coherencia de su particular visión del mundo y de sus deseos de trascendencia.

Su obra es su legado, así lo piensa y escribe: «Ya es el comienzo de la celebración infinita de mis invenciones», invenciones sostenidas con desespero y la derrota existencial.

-xxx-

Sobre Cuentos Abominables de Jiménez Ure

Por Pedro RANGEL MORA

En ocasiones, me pregunto cómo -en medio de una sucesión de hechos que parecen conducir a Venezuela a su desmembramiento- pueden los escritores de ese país aislarse: separarse intelectualmente de tan «inefable» cotidianidad para construir sus «mundos» y ofrecernos sus «frutos»; probablemente las crisis sean «caldos de cultivo» idóneos para la creatividad. El Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes editó, recientemente (Mérida, Octubre de 1991) el libro «Abominables» de Alberto JIMÉNEZ URE: y cuyo título parece más bien nombrar el escenario político venezolano de hoy día. Pero: no es de política el libro que analizamos, sino de cuentos «macabros»

Doce textos, en el estricto sentido de la palabra, componen el volumen. JIMÉNEZ URE, al contrario de lo que se manifiesta en las últimas tendencias literarias que se desligan de los géneros, respeta las «normas de composición» del cuento, con buenos resultados gracias a una singular manera de narrar que vale la pena destacar. Con un lenguaje «inmediato», «efectivo», donde mucho importa la «historia», el autor cuenta con desenfado y frescura, sin crear ambientes atroces para influenciar al lector, dejando que sean las propias palabras -individualmente- sus significados, las que, como dardos precisos, golpeen y den la connotación macabra antes mencionada. Los personajes («bebé lechuza», «bebé lagarto», «nalgas pirañas», «macrocéfalo parricida», «sicario», «curandero», «policías», «decapitado», «francotirador», «prostituta», «onanista», «ahorcado», entre otros, cerrando con el «autor») no son transformados en monstruos y víctimas que aportillan la tranquilidad del lector, como en los cuentos de terror típicos; por el contrario, nos queda la sensación de que son títeres manejados diestramente, instrumentos indispensables para la construcción de las anécdotas de las ficciones desprovistas de «tensiones» y «suspensos» –prescindibles para las metas-, donde lo principal, lo que nos conmueve, son los acontecimientos siempre «terribles» (sucesos a los que están condenados los personajes en la puesta en escena) que se tornan sorpresivamente «fulminantes» en los desenlaces.

«Mutaciones», «asesinatos sangrientos», «monstruos», «zoofilia», «descuartizamiento», «suicidio», son los temas protagónicos de las fábulas de «Abominables» que, basadas en el salto metafísico,temas filosóficos (escasos, si revisamos otros libros del autor) y la sorpresa, trasladan nos trasladan al extraño «universo literario» de JIMÉNEZ URE: a sus modismos (máquina de rodamiento, próceres impresos venezolanos, Autopista de la Catequesis, Pablado de Alcaloides, etc.) y a una imaginación que hurga en las «convenciones burguesas», sin pautas morales -o contra ellas-, transformando en cotidianidad (he aquí el eje sobre el cual reside el interés de las tramas) hechos que -en la realidad- transgredirían la línea a la sombra, a cosmos en ocasiones imposibles, sin que la experiencia de la lectura deje de ser placentera por la truculencia de los temas, pues nunca dudamos del carácter de juegos y ficciones de las historias.

Pluma certera, JIMÉNEZ URE -quizá uno de los francotiradores más activos entre los escritores venezolanos (en la guerra civil verbal que atraviesa el país)- dispara en sus cuentos su diatriba contra los personajes: contra el propio autor, y, probablemente, contra los lectores desprevenidos -léase castos-, por lo que habría que abordar el libro -lo que recomiendo- con una pistola en la cintura (¿dispararía también contra los críticos?. Por suerte, el autor de este comentario se encuentra a siete mil kilómetros de distancia). Para concluir, me siento en el deber de «disparar contra el pianista», afirmando, que los cuentos insertos en «Abominables» -si bien no guardan relación directa- están a tono con la «truculenta» realidad nacional venezolana.

-XXXI-

Sobre la novela Desahuciados de Jiménez Ure (Degeneración, parodia y utopía)

Por Lidia SALAS

Desahuciados («Monte Ávila Editores Latinoamericana», 1999), novela de Alberto JIMÉNEZ URE escritor zuliano residenciado en Mérida, autor de más de veinte títulos signados por un eje narrativo en cuyo alrededor giran personajes amorales, perversos, ubicados en una realidad grotesca sin una salida diferente al absurdo y a la violencia.

Con independencia y perseverancia, este autor ha elaborado un mundo único en la «Literatura Venezolana», reconocido por críticos nacionales y extranjeros: Luis Benítez escribió en la Revista Literaria argentina Nueva Generación: […] «Es muy difícil, en estos tiempos, crear un personaje memorable en narrativa. Jiménez Ure lo ha logrado» (1995). Y Juan LISCANO, en el Diario El Nacional: […] «Cada vez perfecciona más su empeño en sorprender, descolocar, golpear mediante el absurdo y lo irracional, lo obsceno y lo hiperrealista» (1992).

Como en otros textos, el lector se estremece con la lectura de los párrafos iniciales. En esta novela se encaran personajes carentes no sólo de alimento e higiene, quienes […] «se disputaban trozos de un policía caído…» (p. 7), sino del oxígeno necesario para respirar. La degradación propuesta no es sólo física, este mundo futurista del Siglo XXI ha retornado al canibalismo abyecto y a la angustia de necesitar portairepara respirar. En forma contundente, JIMÉNEZ URE revela otra comarca de su geografía fantástica: Humandetritus, gobernada por TiranushocicoDemócratta, en donde sobreviven tres grupos enfrentados: aventajados, esperpentos y desahuciados.

Afrodita Amelians, Fósfurus de Antares y Palas de Athenais son clones sin historia ni recuerdos, sin sexo ni futuro que conspiran contra la Elite Adhesiana alentados quizás por el principio conocido por todos los oprimidos: […] «Nada nos afirma más en la existencia que la querella» (p. 9).

Existe un manual de castigos para los conspiradores, entre los cuales se enuncian: «La Pena de Devoramiento vivo», «La Pena de Desollamiento en Vivo», «La Pena de Amputación de Lengua y de Mano», «La Pena de Vejamen». «La Pena de Desprendimiento de Portaire» y «La pena de Extrañamiento». A ésta última son condenados los fundadores de la Insurgencia de Desahuciados, quienes, al traspasar las fronteras virtuales, llegan a Terrado, en donde conocerían el sexo, trascenderían su propia naturaleza para dar origen a una generación de nuevos gobernantes.

Los mandatarios no están inspirados en la justicia natural ni en el interés por dar una mayor felicidad a todos los habitantes, por el contrario, […] «Quien gobierna usurpa una no identificada, sobrenatural y superior voluntad. Asumir el poder implica ejercer institucionalmente la criminalidad» (p. 11). Se comprueba, así, una degradación política-social. El dolor de muchos sustenta el poder de unos pocos.

La escritura de JIMÉNEZ UREenDesahuciados recrea, como en sus otras obras, un panorama de extraña sensualidad, sustentado por la violencia y la sinrazón de hechos desagradables y obscuros. Se redime la lectura del asco y el temblor visceral a través de la oculta ironía, de la parodia que se intuye en los nombres de los personajes; de los objetos de ese mundo suspendido entre el universo de inventos y realidades futuristas y el pasado más remoto cuando el hombre era un ser primario, casi una bestia, prisionero de sus instintos más bajos. Se reconoce la infamia, la corrupción y la degradación de la realidad finisecular en la elaboración de esta pluma corrosiva, tan cercana al caos, a lo marginal, a la parodia.

Cuando BAJTIN reveló –en La poética de DOSTOIEVSKY la desacralización de la literatura, para dar paso a una visión desordenada y popular de lo carnavalesco, instauró una metodología diferente para la comprensión y aproximación de otros textos. Se hace énfasis en la posibilidad del hombre para superar sus propias carencias: […] «La historia de la existencia de los seres pensantes revela que, sin fijarse en ascendencias o pedigree, en materia de vicios, perversiones y corrupción los hombres hemos comulgado sin dificultad» (p. 33). Y en la ficción literaria de quienes se alejan del mundo ideal y romántico para abordar una realidad grotesca. En esta novela, lo marginal está relacionado con el Mal, con la perversión, con lo abyecto, pero también con una lucha para […] «lograr transformaciones positivas en bien de la Casta Desahuciada y para salvar a numerosos esperpentos de una infame y prematura muerte» (p. 52). Cuando Afrodita Ameliansregresa a Humandetritus se encuentra con unos jóvenes, quienes le informan: […] «Habitamos una demarcación donde al fin conseguimos la justicia social… Ahora nuestro territorio se llama Libre de Infamias. No conformaba una porción de territorio habitado por entes materiales: sólo luz, voces virtualmente navegando en la incandescencia, pensamiento y escritura indecibles… El placer ininterrumpido, excelso y sin la interrupción de la Moral. No habría hombres, sino seres libres: felices de una condición natural y exenta de miedos absurdos» (p. 88).

Humandetritus, el espacio en donde se ejercía el terror de la opresión más vil, se convierte -gracias al ajusticiamiento del tirano y a la acción de la palabra- en un edén virtual, semejante al paraíso del Corán, donde el sufrimiento termina, todo es paz, luz y placer. La utopía se presenta como una salida de esperanza, como una opción metafísica más cercana al […] «psiquismo arbitrario, vagamente filosófico…» enunciado por Juan LISCANO (1986)

En esta novela, ni el espacio ni el tiempo constituyen una unidad cerrada. El tiempo se presenta como una eternidad diacrónica. En Libre de Infamias nada está fuera de la luz, no hay medidas de tiempo. Se dice textualmente: […] «No padecemos centurias. La catarsis no tiene episodios» (p. 82)

JIMÉNEZ URE es un escritor incómodo porque sus temas arremeten contra los valores occidentales de la civilización judeo-cristiana; sus personajes sufren deformaciones físicas o psicológicas, se aparean en forma mecánica y obscena; la utilización de la violencia transgrede los niveles de aceptación común; sus ambientes están sustentados por un mecanicismo inhumano, y, finalmente, nada ni nadie se salva de su ácida ironía. Sin embargo, ¿no es su obra la que mejor describe estos finales de tiempo? ¿No es su escritura el espejo de las deformaciones de una sociedad cada vez más refinada en la práctica del mal?

-XXXII-

Alberto Jiménez Ure: otredad, paradoja y ficción

(Notas sobre Moralejas, cuentos. Asociación de Escritores de Mérida, 2005. Primer Premio de Narrativa «Antonio Márquez Salas», 2004)

Por Enrique PLATA RAMÍREZ

Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor que no necesita presentación alguna. Su amplio trabajo narrativo, ensayístico y poético no sólo es bastante conocido sino que comienza a ser estudiado y reseñado en las más importantes universidades nacionales, e incluso en algunas del exterior, como Salamanca y la Complutense, ambas de España.

Desde sus primeros trabajos narrativos, hasta Moralejas (Mérida, Asociación de Escritores de Mérida, 2004. Premio de Cuentos Asociación de Escritores de Mérida, 2004), que viene a representar su última publicación, la delineación de sus personajes muestra al sujeto de las carencias, resaltando sus minusvalías, pulsiones, complejos, miedos, terrores, que lo llevan a asumir estados de agitación, de agresión, de promiscuidad y/o de enajenación, viéndose entonces con todo cuanto subyace en su interioridad, como subhumanos, como los monstruos que suelen esconderse detrás de una máscara, la misma que asoma la condición de lo otro, de lo alterno, que oculta y devela, cual juego binario, los rostros del hombre y los del monstruo, la bestialidad que suele esconderse y a su vez emerger a través de cualquier resquicio humano, dando paso al surgimiento de distintos estados de enajenación, miedo, perversión y agresión, como única forma de superar la cruel paradoja de habitar mundos alternos que no son más que una larga pesadilla creada por la propia mente del hombre.

De esta manera, su narrativa trasluce un doble fondo que representa un complejo y heterogéneo mundo, desde el cual se aborda lo extraño, lo lúdico, lo erótico, lo pulsional, lo perverso, lo monstruoso, y más allá, en ese fondo del fondo, el doble fondo que mencionáramos, una jerarquización divina, a veces diabólica, dotada de múltiples sentidos y significaciones, que el lector acucioso no puede dejar escapar. Su narrativa toda sondea los espacios abismales de la ficción, desde donde emerge abruptamente una realidad otra, desquiciante, algunas veces monstruosa, otras más nihilistas, ambas plenas de elucubraciones, de motivos fantasmales, punzantes y desquiciantes. Se escenifica así la creación de mundos alternos, aquellos que (PAVEL, 1994), sostiene que emergen de los continuos trasvasamientosentre la realidad y la ficción, con coordenadas propias, con límites y espacios definidos, y que muestran parte de la realidad del sujeto contemporáneo. En esta narrativa persiste un extrañamiento, un desdoblamiento de la realidad que instaura la posibilidad de la verosimilitud; hay en ella un trasvasamientode distintas líneas que van desde la compleja realidad del hombre postmoderno, el pensamiento filosófico que lo lleva a cuestionar la cosmogonía que habita, y la persistencia en unos espacios irreales, con atmósferas lúdicas, de ficción y realidad, que se entrecruzan alternamente, para sostener y recrear esos mundos Otros en donde el hombre no es más que un ser inverosímil intentando subsistir, en donde para lograr lo terrible de su subsistencia acude a distintas pulsiones, a encuentros entre lo monstruoso y lo sagrado, al reto de la muerte misma, y crear en ella o desde ella su posibilidad de permanencia en esos espacios que se abren hacia lo grotesco, hacia lo aberrante, hacia lo alucinante. En el momento en que se encuentran o se cruzan las líneas de la ficción y de la realidad, que se da el trasvasamiento en ambas, se produce en ellas una fisura que asoma otros espacios, con imágenes brutales, crueles, alternas, insospechadas, de ámbitos que han permanecido dentro de la más escondida y oscura senda del hombre, desde donde emergen para instaurarse como una perplejidad, como una conciencia acusadora.

Estamos, pues, ante la presencia de un escritor que aborda los espacios del absurdo, de la otredad, en una narrativa alucinante, paradójica, plena de momentos grotescos, inverosímiles, de abyecciones y juegos metatextuales. El absurdo, por cierto, se manifiesta como un quiebre, como una ruptura con la realidad. Es otra de las formas de abordar las negaciones del individuo. Permite, a su vez, la irrupción de un mundo posible, de un mundo alterno. La ficción surge desde la burla, desde la ironía, y aún desde una profunda y paradójica realidad. Terry EAGLETON sostiene que: «La literatura puede definirse como obra de imaginación, en el sentido de ficción, de escribir sobre algo que no es literalmente real", (EAGLETON, 1988: p, 15). Este sentido ficcional, alucinante, se escenifica en cuentos como «Los ruegos de Lunanueva» y «El sobreviviente», con fisuras del yo, abyecciones, lo absurdo, lo alucinante, y la irrupción de la otredad. El absurdo será a su vez una de las razones para que se produzca la fisura, el trasvasamiento fronterizo entre la ficción y la realidad. JIMÉNEZ URE aborda los espacios que otros escritores rehúyen o eluden, y desde allí irrumpe, agresiva, fustigante, densa, aberrante, toda una narrativa de la inconformidad, de rupturas con la tradición; una narrativa que se sustenta, como ya hemos dicho, desde el extrañamiento, desde lo Otro, como si adentrarse en ella fuese descender a las regiones infernales. Una narrativa que sondea los abismos de la otredad, de lo extraño y el sinsentido. Este ámbito de lo extraño y el sinsentido se manifiesta en forma urticante en cuentos como «El sobreviviente» y «El Niño Dios».

Así, la ironía, la meta escritura, los juegos del doble, estarán presentes a lo largo de la narrativa toda de JIMÉNEZ URE. Lo absurdo, lo aberrante, lo grotesco, todo en su máxima significancia, hilvanando los mundos de la alteridad, rica panoplia expresiva que sustenta a una escritura nada fácil, recrean las atmósferas, produciendo en ellas densidad e intensidad, y el extrañamiento mismo, la explosión o el giro inesperado, serán la consecuencia del final de cada cuento, el lector debe estar preparado para lo imprevisto, para lo cruel o para lo sublime, para el terror, el odio, o para la risa irónica, la magnificencia.

Leer a JIMÉNEZ URE es abordar lo extraño e intentar a la vez, descubrir las distintas variantes de un cosmos único, original, alejado de los mitos ontológicos e históricos que fundamentaron a la narrativa de lo(s) llamado(s) Realismo Mágico y/o Real Maravilloso Americano; alejado igualmente del producto final que intentó representar el Boom Latinoamericano. Alberto JIMÉNEZ URE viene a ser, o mejor, a significar en los finales del XX, y comienzos del XXI, lo que en su momento significaron autores tan disímiles y tan distantes como Roberto ARLT, Juan EMAR, Pablo PALACIOS, Julio GARMENDIA, Felisberto HERNÁNDEZ y aún MARIÑO PALACIOS; escritores incómodos, de lo fantástico, de lo lúdico, de lo inverosímil; sólo rescatados años después por una serie de estudiosos que han visto en su narrativa toda una proyección de las interioridades del individuo. JIMÉNEZ URE representa esa casta de escritor maldito, que fustiga a la literatura tradicional y se convierte en su propia conciencia. Viene a ser, por decirlo de alguna manera, parodiando a Michel FOUCAULT, ese ser extraño, empírico-trascendental y a la vez dueño de todo conocimiento: «El hombre, en la analítica de la finitud, es un extraño duplicado empírico-trascendental, ya que es un ser tal que en él se tomará conocimiento de aquello que hace posible todo conocimiento», (FOUCAULT, 1968: p. 310).

Ese extrañamiento le ha permitido la creación de todo un espacio, o mejor, de todo un mundo alucinante, alterno, en donde se suscitan los hechos más banales, pero esta vez vistos a través de una hendija que permite, en primer lugar, una especie de paneo televisivo, o mejor aún, cinematográfico, que nos muestra la amplitud del absurdo, de lo irónico, de lo fútil, y en segunda instancia, nos muestra como en un close up, una imagen centralizada, única y ampliada, de ese instante de lo aberrante, de lo degradante, de lo monstruoso, de lo abyecto. Todo ello presente en los cuentos «El enfermo del Mal de Parkinson», «Receptor de sonidos, ruidos y voces» y «Pelotón de fusilamientos», y en el resto de los trabajos que conforman este lúdico y paradójico libro.

Por otra parte, la alteridad representa la posibilidad de habitar mundos eminentemente disímiles, en los cuales, sin embargo, el hombre pareciera no tener escapatoria, posibilidad de redención, justificación de sí mismo. El Otro irrumpe, algunas veces abruptamente, otras desde una sutil ironía, desde detrás de la máscara que le oculta su verdadero rostro, o desde el fondo del Mal que instaura el permanente enfrentamiento, la tensión, o la disyuntiva entre los mundos binarios de El Bien y El Mal. Este enfrentamiento puede apreciarse en su cuento «El supremo de Imperio», con el cual abre su citado libro Moralejas. En este sentido, la escenificación de la alteridad representa la escenificación de una conciencia que fustiga al hombre ante su propia disimilitud. Otto Rank sostiene que "El síntoma más destacado de las formas que adopta el doble es una poderosa conciencia de culpa», (Rank, 1976: p. 122).

Los ámbitos de la ironía y la paradoja se cruzan constantemente con lo grotesco, lo abyecto, lo absurdo, lo perverso y lo dionisíaco, para recrear una tensión límite dentro de la cual subsiste, agónicamente, el sujeto. Ironía y paradoja en cuanto mirada que fustiga, que acosa, y aún, que se burla, resquebrajando los valores sobre los cuales ha venido sustentándose el ser humano, el sujeto de la postmodernidad. En este sentido, la locura del personaje femenino de su cuento «La casa nº 500», reconoce en su entramado, los trasvasamientos de la ironía y las paradojas, que instauran lo extraño, lo caótico y lo demencial.

Si la narrativa de JIMÉNEZ URE se abisma por caminos extraños, inexplicables, la fisura gestada, en cuanto obra literaria, dentro de las letras venezolanas, no ha sido suficientemente estudiada, salvo casos muy precisos y valiosos, como los de Rafael RATTIA y Juan LISCANO, por sólo mencionar a dos de sus más serios estudiosos. Su escritura escatológica ha permitido la observancia de una narrativa que se sustenta desde planos disímiles, y que casi a la par ha sido desarrollada por ese otro excelente escritor venezolano, Gabriel JIMÉNEZ EMÁN, autor de textos breves como Los Dientes de Raquel, (1973) y Saltos sobre la soga, (1975).

La valoración de JIMÉNEZ URE está dada no sólo desde el extrañamiento de su narrativa, sino desde la aproximación a esos ámbitos otros, desde donde juega con la ficción, la ciencia, la religión, la filosofía, el demonismo, etc., creando una fisura en la realidad, en el lenguaje, en la manera tradicional de narrar y contar. El crítico y estudioso español Alfredo PÉREZ ALENCART, considera a la ironía como una de las grandes herramientas de JIMÉNEZ URE: «El autor que comento maneja en sus cuentos -y dentro de unas atmósferas cargadas de absurdos y de personajes atormentados- una sutil ironía, importante si consideramos que ella es una de las grandes armas de la inteligencia. En sus cuentos pueden descubrirse hilos invisibles que se vuelven brillantes por un segundo, al trasluz de una lectura meditada, difícil, pues la escritura de JIMÉNEZ URE no hace concesiones a la belleza, pero va fecundando unos relatos pletóricos de sarcasmo y una entrañable aproximación a la muerte. Entiendo que busca atrapar en sus relatos todos los matices del comportamiento humano. Por ello, en su lectura encontramos el abrupto deseo: la nostalgia de lo primario, instantáneas del horror, la purga y la embestida, la intensidad de las emociones, el amor y la muerte, como corresponde; es decir, la destrucción por el eros o las intensidades femeninas»

Por ello, Alberto JIMÉNEZ URE significa, no sólo un latigazo para las letras venezolanas, sino su conciencia misma, al considerar las distintas posibilidades creativas que pueden ser abordadas por nuestros escritores. Posibilidades que han de ser acometidas por los críticos y los estudiosos a través de nuevos ojos, de otras miradas, o quizás de otras generaciones, menos escandalizadas y menos propensas a subterfugios y vanas discriminaciones.

BIBLIOGRAFÍA DIRECTA

Jiménez Ure, Alberto. Moralejas. Mérida, Asociación de Escritores de Mérida, 2004. (Cuentos).

TEÓRICA:

Eagleton, Ferry, 1988. Una introducción a la teoría literaria. México, Fondo de Cultura Económica.

Foucault, Michel. 1968. Las palabras y las cosas. México, Siglo Veintiuno.

Pavel, Thomas. 1994. Mundos de Ficción. Caracas, Monte Ávila.

Pérez Alencart, Alfredo. Alberto Jiménez Ure: sobre el dulce panal de la conciencia. En: Jiménez Ure, Alberto. Confeso. Mérida, Universidad de Los Andes, 1999. Rank, Otto. 1976. El doble. Buenos Aires, Orión.

-XXXIII-

Acertijos y respuestas

(Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1979)

«Le récitn´est plus l´escrutyred´ybeaventure, maisl´aventured´uneécriture» (Jean RICARDOU)

Por Gustavo GUERRERO J.

En un principio, la Literatura Fantástica y de Ficción sirve como pretexto -en cierta medida- para formular temáticas que los autores (debido al margen de censura existente) no osaban proponer de modo distinto. Tal y como lo señala el crítico rumano Tzevetan TODOROV, una revisión de diversos temas de esa literatura permitiría hacer el balance de las secuencias prohibidas por las necesidades de quienes se las dieron. Así, por ejemplo, la sexualidad es una latencia presente en la Literatura Fantástica de las culturas europeas a lo largo del Siglo XIX. A grandes rasgos, es la parte de la «función social» que correspondió a la gran mayoría de los trabajos literarios en ese género.

Hoy, el planteamiento va un poco más allá. La Literatura de lo Maravilloso y del Absurdo cumple su función en tanto pone en duda a la realidad presente (constituida a base de la razón de «la gran costumbre») con lo cual verifica un aspecto que pertenece a la naturaleza misma de la literatura, ya que, como señala el británico Northrop FRYE en su «TheAnatomy of Criticism» (Princeton UniversityPress, 1957): «[…] La Literatura, antítesis del Ser y del No Ser, tan importante para el pensamiento discursivo […] No puede decirse de HAMLET y FALSTAFFF que existen o que dejan de existir». Dando un paso más, diríamos con Jean RICARDOU: «[…] La Literatura es lo que pone en duda al mundo sometiéndolo a la prueba del lenguaje […]»

Acertijos, segundo libro de Alberto JIMÉNEZ URE (Universidad de Los Andes, 1979), llena, a cabalidad, el cometido antes mencionado y responde, precisamente, a esa dicotomía que se resuelve en el trabajo literario entre «lo que es» y «lo que puede ser». Nos presenta la ficción como medio de indagar el renglón ontológico a través del «absurdo», que desenmascara nuestra tradición «lógica-occidental». Utilizando justamente la Lógica, por medio del diálogo que maneja reiteradamente en sus narraciones (tal vez lo mejor de ellas), en una especie de «Mayéutica» elaborada por las preguntas y respuestas de sus personajes (entre los cuales él se confiesa uno más), el autor de Acertijos va construyendo una serie de silogismos que, desde el marco de la Lógica Formal, sin calificación previa de sus premisas, revelan una notable influencia de Lewis CARROL. Pero, quizá sea mucho más fuerte la incidencia de escritores franceses como Alfred JERRY o LAUTREMONT debido al «tono irreverente» y «contestatario» que marca este libro y que da a sus relatos una dimensión crítica e intimidatoria.

Por otra parte, encontramos mucho humor: que se desprende de las narraciones al constatar las contradicciones inherentes al medio tiempo en el que ellas se desarrollan, pero también al arribar a las conclusiones a las que nos llevan los «diálogos conceptuales» de los protagonistas. Cabría señalar, sin embargo, que las soluciones a los relatos y, en general, el absurdo mismo, requieren siempre de una «significación» (sin necesidad de caer en lo alegórico) que en este tipo de literatura a veces se pierde por la aparente sencillez de su manejo y la pluralidad de salidas que ofrece, desembocándose, entonces, en una respuesta trivial a lo tramado que redunda en un «absurdo» del «absurdo» y que, como toda doble negación, reafirma lo negado: es decir, deshace la duda frente a la realidad al subsumirla otra vez en ella.

En Acertijos las «maneras sacrílegas» de su escritura, el «terreno riesgoso» y de «cuestionamientos» en que ésta se mueve y la sorpresa desubican y molestan –sin dudas- al lector tradicional. Creemos que es lo que busca JIMÉNEZ URE: autor poco complaciente, para quien la Literatura no es sólo un campo crítico sino también una vivencia.

-XXXIV-

Sobre su libro Pensamientos, amigo Ure

(Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1995)

Por Ángel J. CAPPELLETTI

Durante nuestro almuerzo en el apartamento del honorable RODRÍGUEZ ARIAS-BUSTAMANTE, Ud. me formuló algunas preguntas que, con respecto a su dedicación «ex aula» al cultivo del Pensamiento Filosófico-Libertario, no pude responderle con exactitud. Ello se debió a nuestra dispersión, la suya, de Don Lino y la mía, claro, propia de la frivolidad que experimentábamos. En las comidas disfruta más el paladar que el cerebro. Además, recuerde que abordaría un avión para viajar a Caracas.

Ya en el hotel, cuando leí su libro inédito de enunciados decidí escribirle porque me inquieta la posibilidad que Ud. dude que realmente yo profese mi propia tesis según la cual «[…] la pedagogía anarquista no tiene otro fundamento distinto a la Libertad: toda coacción e imposición constituyen violaciones de derechos y deforman el alma […]». No quiero que se confunda y sospeche que sólo hago un profesoral y rutinario ejercicio filosófico, de «ceremonia académica-intelectual». Pero, JIMÉNEZ URE: ¿para qué escribir y publicar nuestros pensamientos cuando ambos sabemos que la única prioridad del Vulgo es procurarse alimentos y no «educarse»? Ni Ud., ni yo dudamos que, durante mucho tiempo, quizá no seremos lo suficientemente leídos: pero, igual no renunciamos a la práctica del pensamiento filosófico («extramuros» o formal de claustro que, finalmente, parto inteligente de la psiquis) ni tenemos por qué claudicar. En su condición de escritor, y aun si no lo hubiese sido, Ud. no confisca nada a la Academia ni la ofende cuando piensa y publica reflexiones como: «De habitantes salvajes de un mundo primitivo y violento, pasamos a formar parte de un enjambre fanático del crimen y diestro en provocar querellas». O, también éste: «No puede haber libertad bajo (regimiento) reglamento»

Hay en estos pensamientos una admirable voluntad de captar la verdad más allá de los esquemas, ideologías, prejuicios. Desgajados de una ya vasta obra periodística, adquieren sabor nietzscheanos por su osada agudeza y ponen una nota inusitadamente reflexiva y profunda en las letras venezolanas de hoy (Caracas, 1988)

-XXXV-

Sobre Jiménez Ure a contracorriente

(Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 2006)

Por Sebastián ARENA

En cierta forma es verdad lo que dice GIL OTAIZA de esta obra en su crítica (ya incluida): «[…] se muestra al Liscano humano […]». Y es curioso esto, porque, dentro de mi familia, al mencionar que trabajaba un libro de Juan LISCANO, todos bajaban la mirada como si de una figura que estuviera en plena y permanente apoteosis se tratara.

En mi caso, conocí primero a JIMÉNEZ URE, entre un montón de libros antiguos de mi abuela, que ejerció durante 28 años como profesora de castellano y literatura. La obra se titulaba Suicidios (1982, libro que pronto trabajaré para EPL), y mentiría si dijera que no lo pude soltar desde que lo descubrí, y que tuve que sentarme a leerlo inmediatamente (lo que me llevó dos días). El ingenio de su autor, aparte de la franqueza y sobriedad de su expresión, me resultó extraña, pero muy estimulante. De pronto, como por encanto, creí en la posibilidad de la existencia del protagonista de uno de los relatos, un psicólogo que había experimento con sus dos hijos varones de formas extremas (aquí no caben especulaciones sobre abusos sexuales, y lo anoto por si acaso).

En lo que respecta a Liscano, me vi sorprendido por la reacción que tuviera frente a URE, allá en 1978, cuando había leído su primera obra. Recordé débilmente lo que revela un personaje ficticio: «[…] En ocasiones el crítico también se arriesga para defender algo nuevo […]». Lo que apunta ya OTAIZA es lo que intuitivamente uno puede vislumbrar, existe la posibilidad de que LISCANO se identificara de tal manera con URE, que la acción de leer y comentar sus obras fuese similar, figurativamente, a verse y hablar con su propio reflejo en un espejo. Pero, lo que considero pudo ser el principal catalizador de la relación amistosa entre ambos escritores y entre el lector ureliano y su principal hacedor de ficciones, es que, tan sutil realidad despliega JIMÉNEZ URE en sus historias, que, uno empieza a dudar sobre el posible elemento experiencial detrás de cada palabra. Es decir, la posibilidad de que lo narrado tenga un trasfondo real, por pequeño que fuese; tal y como revelaría GALLEGOS en un prólogo a la Doña Bárbara de 1954. Un ejemplo para este planteamiento es la duda razonable que surgió en mí cuando, leyendo por vez primera Crimen y castigo, saboreé la posibilidad de que DOSTOIEVSKY hubiese al menos conocido personalmente a un criminal, y que de allí se hubiese servido para describir con total franqueza, irónicamente llena de tautologías, su psicología.

De cualquier manera, conocer cómo desde 1978 hasta 1997 permaneció firme una amistad, donde uno pudiera pensar que sólo cabría la envidia, es esperanzador. Lo único que realmente provoca temor al leer las lucubraciones de LISCANO frente a URE, es que exista aún y permanezca así, el desinterés frente al talento literario:

«Venezuela es un país sin tradición creativa literaria. GALLEGOS, después de su gran trilogía Doña Bárbara, Cantaclaro Canaima, se asustó de sus fantasmas interiores, y suplantó la creación literaria por la acción política. Fuera de esos tres libros, lo demás es malo, malo. La nombradía política le gusta más a un escritor que el trabajo auténtico creativo, porque este no retribuye en prestigio social. Pero eso sucede porque, a su vez, la gente es indiferente a la labor creativa literaria. Le repito, en literatura, aquí no pasa nada, salvo cuando factores extraños a la misma, entran en juego. Y esa es la tentación peligrosa para el joven deseoso de imponerse: buscar el escándalo para atraer la opinión, el público.

«Muchos de los desplantes escriturales o públicos culturales se deben a ese deseo de llamar la atención. Pero eso es caer en el juego de inoperancia literaria, de bastardaje o de ignorancia. Hay que resignarse con voluntad pesimista de combate y estoicismo: los escritores y la literatura son minoría y para minorías. Si se quiere ser estrella, en un país como el nuestro, allí están las telenovelas y la política». (III. Carta de LISCANO a Alberto JIMÉNEZ URE sobre la Literatura Venezolana, incluida en Jiménez Ure a contracorriente.)

Respecto a esto, el único consuelo llega cuando se considera que se vive en un mundo de indiferentes selectivos.

-XXXVI-

Jiménz Ure y el «Goliatismo Literario»

(Sobre Aberraciones. Editorial Venezolana, 1987/II Edición por Universidad de Los Andes, Venezuela, 1993)

Por Gabriel MANTILLA CHAPARRO

Cercano a los cuarenta años, JIMÉNEZ URE mantiene una actitud permanentemente «subversiva» contra las manifestaciones que desvirtúan el Oficio de Escritor y sus connaturales preocupaciones. Afincado en la provincia venezolana, facturando una obra periodística y literaria que ha alcanzado un amplio espectro (labor que ha sido reconocida por propios y extraños). Confiesa que, desde temprana edad, se sintió atraído por la escritura (lo que corrobora en su prolífica producción). En sus libros hallamos referencias concretas –salvando la distancia «ficcional» de una «realidad» que le resulta inaceptable y entrampada en lo «absurdo». Encuentra en ella el fruto podrido que le ha llevado a reflexiones maduras, las cuales traslada a la «ficción», al «artículo de opinión» y a la «poesía».

Apasionado, desmedido, cruel, irónico, afilado y punzante, directo, sin eufemismos, sin «sombras» en su pensamiento, se reconoce impactado por las «aberraciones» de los hombres y las sociedades: de la Historia de Ayer y Hoy, y que le llevan a presagiar un oscuro porvenir al Mundo. Como SHOPENAHUER, CAMUS, KIERKEGARD y TRACK. Se ve envuelto en un pesimismo sin tregua. Considera que lo que hoy el Hombre considera «progreso», «racionalidad», «futuro» y «felicidad», no es más que la íntima aceptación, terca y torpe, de un descarrilamiento espiritual y moral donde se ha victimado la Ética, el pensamiento y la vitalidad del Ser. Para el escritor, hemos perdido el «Derecho a la Sustancia» y nos hemos quedado asidos a la «forma» y «materia» (interpretación que hacemos de la manera aristotélica para acceder al pensamiento y la realización). Obsedido, siempre, por una profunda preocupación filosófica, literaria y estética, que descansa en una heterogénea plataforma compuesta por: COMTE, BERKELEY, MARÍAS, EMPÉDOCLES, CAPELLETTI, PLATÓN, ARISTÓTELES […].

JIMÉNEZ URE desentraña los vicios que han terminado en normas sociales y que buscan su disfraz conforme a los niveles sociales, políticos, literarios, culturales, académicos o marginales donde se asientan. Nos dice: «[…] No es tremendismo mío llevar a mis escritos, como se capta, por ejemplo, en Aberraciones (1) cosas que -extraídas de la realidad- inserté a mi ficción narrativa […] En esa novela, vemos que personajes y situaciones son, claramente, reflejos de ambientes y circunstancias muy específicas de su vida como hombre y creador, como ser movido por la imaginación: el submundo editorial, político y sus prácticas a veces abominables en el concierto (inarmónico) de la Sociedad. Agrega: «[…] Personajes que entre más nombradía tienen, pueden manifestar iguales o peores actitudes abominables que otros de menor cultura y ventajas económicas o sociales. Esto, más que una simple denuncia, es algo que, como escritor y humano, me conmueve, me subleva, y constituye, por desgracia, una situación que observo con frecuencia, una mala experiencia en la vida […]» (2)

Una «mala experiencia» que le toca íntimamente, pues Alberto JIMÉNEZ URE es un hombre sensible. Quien lo conozca personalmente no logrará «encuadrar» al escritor con el hombre. El primero es maduro, punzante (como ya dijimos) y el otro, en cambio, mesurado, amable, sencillo, algo tímido: aunque no pierde su locuacidad, su criterio ni su decisión. Para R. J. LOVERA DE SOLA «[…] Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor siempre afincado sobre la página en blanco, quien, contra viento y marea, a veces contando con la oposición, envidia o el veneno de quienes no respetan su fidelidad a su vocación, se ha ido imponiendo con su obra –lo único que tiene el creador- como uno de los más coherentes hombres de letras de su generación. Tiene ya un puesto en nuestra Literatura, y su voz hay que saber oír […]» (3)

En la novela Aberraciones se describen las patologías sociales [de la «República de Pathos»] como el «incesto», la «violación», «sodomía», la relación conyugal «viciada», «drogadicción» y los «delitos de omisión». Todo lo «animal» del Ser: lo «escatológico», lo «neurótico», lo «irracional», lo «esquizoide» de una sociedad «aberrante», enquistada en una permanente duda, en su inconsciencia y en la destrucción de los valores que deberían constituir su verdadero fin, es lo que vemos en el «pensamiento acusador», «contracorriente» de JIMÉNEZ URE. De allí su convicción según la cual el Hombre es «abraxiano» (Dios-Demonio) y vive en constante pugna consigo mismo: cuya parte más insana, destructiva y maligna ha terminado imponiéndosele.

Para Hernando TRACK [un olvidado más] la clave de la existencia no consiste en «ser feliz», sino en «ser consciente». SÓCRATES, «El Viejo», optaba por el conocimiento de la Virtud, de la Justicia, del Valor, para llegar a la felicidad. ARISTÓTELES indagaba sobre ella auscultando en los objetivos y los métodos del filósofo, el político y el voluptuoso. Para él, al filósofo le complace en el empleo de sus horas a una inteligente, intensa y prudente indagación de la verdad. El voluptuoso (¡oiga y lea bien!) «[…] ejecutando actos nobles […]». Sin embargo, no deja de advertir que la gruesa parte de ellos no llevan dignamente ese calificativo por cuanto no son, en realidad, políticos. Y, como dice el poeta Orlando FLORES MENESSINI: «[…] Nos interesa cada vez más la Política porque los políticos nos interesan cada vez menos […]»

Alberto JIMÉNEZ URE busca la Felicidad en un mundo que agrede desmedidamente a los seres conscientes y honrados, pero logra hacerlo mediante una inextinguible lealtad a sus propias convicciones y junto con algunas de sus amistades. Y, al derecho (o al deber) que tiene de insertar en su obra (literaria o periodística) todo lo que le conmueve y determina su forma de pensamiento. Con ello no se traza el «norte de comulgar» con las «mafias literarias» o «políticas», pero si de «rebelarse» y «revelarse» contra lo que considera errado, contra lo que cree inauténtico. Juan LISCANO pesó muy bien los elementos que dan forma a la obra de JIMÉNEZ URE: […] Los ingredientes de su narración son lo fantasmal, el crimen, la sexualidad, el sadismo», lo monstruoso, lo aberrante, lo deforme, sin resquicio alguno de sublimación por el espíritu, obsesiva y creadora voluntad de creación […]» (4)

Se le ha calificado de «Yoísta» o «Narciso Literario» por parte de quienes se le oponen, precisamente, porque sus reflexiones causan escozor en quienes ideológicamente están ubicados al margen de sus convicciones: de su territorialidad conceptual. Pero, lo más extraño es que quienes viven de confesarse «derechistas» no se sienten con fuerzas para volver por él (tampoco lo necesita). Es obvio que esto ocurra en este rompecabezas de acomodos e intereses desviados y de espejismo político-cultural: cada bando tiene su cuota de chantaje y ambos se necesitan.

Debo aclarar que no comparto parte de sus premisas «ideológicas» y hasta, públicamente, nos hemos enfrentado. Pero, ello no es óbice para esconder la amistad con el renegado o escatimar el respeto que se merece por su coherencia: principios y su valentía al exponerlos. Sobre la acusación de «Yoísmo» declara: «[…] Yoísta, ¿yo? –dice con sorna-. Si lo fuera me hubiese silenciado e integrado a los grupos de poder para obtener ventajas. Viviría más preocupado por mí mismo que por mi obra literaria. Tengo mis opiniones, mis ideas, y las manifiesto, a través de mis escritos, en cualquier género. Si por ello la Sociedad Cultural me considera un renegado, o su enemigo, no es mi culpa. Hasta amenazas telefónicas he recibido (se sabe) porque creo que en una sociedad como ésta hay que retar y apostar a la civilidad. BORGES daba a conocer su número telefónico porque creía que la gente debía aprender actuar […]»

JIMÉNEZ URE profesa un profundo respeto hacia sí mismo, a su libertad personal. No aspira alcanzar el rango de «polemista enfermizo» que se le pretende endilgar. Lo desespera no ver salida alguna a las situaciones absurdas que padecemos; le desespera ver a los escritores amordazados ante la realidad, lo que contradice la verdadera línea de acción de un creador; le molesta la activación mafiosa de «promociones literarias» que han hecho mímesis de los pecados capitales de las agrupaciones políticas; le desespera la disolución de la Ética en ciertas personas que respetó. En fin, emerge contra una casta y su gama de actitudes que han convertido el pensamiento, el futuro, y «[…] la Literatura en un asunto de funcionarios […]», en un consorcio de redactores, asesores editoriales con una lista negra en la manga, jueces de concursos, premios y publicaciones, becas, bolsas de trabajo, et. Ese es un gran conflicto, aunado al derrumbe moral generalizado. Según él, somos una «[…] comarca cultural […]» (5) con un buen número de escritores inteligentes y abundantes lectores incultos que reconocen a Salvador GARMENDIA –para citar un caso- más por su trabajo de «libretoratura» (adaptaciones televisivas) que por su obra literaria.

JIMÉNEZ URE conoce sus caminos: los perceptibles, los íntimos y es consciente de lo abominable del Hombre en la Sociedad. Pero, no cesa en la búsqueda de un sentido. Cortázar decía: «[…] No puede ser que estemos aquí para no poder ser […]. De allí la inmersión definitiva de J. URE en la Filosofía, una de sus obsesiones. Esto, quizá, no responda a la pregunta que Juan LISCANO se hacía sobre el escritor: «[…] ¿Por qué JIMÉNEZ URE rechaza cualquier vía de sublimación? Se entiende la mofa, la sátira, la ironía, la blasfemia, demolición de mitos, la iconoclasia, el develamiento, la fascinación por el horror, pero, ¿con qué objetivo meta-literario? […]» (6)

LISCANO lo ubica, honorablemente (junto a Salvador GARMENDIA, José BALZA y Arturo USLAR PIETRI) entre las cuatro tendencias narrativas que él distingue como más sobresalientes en la actualidad. Las cuales son ampliadas a seis por JIMÉNEZ URE, quien agrega a Eduardo LIENDO y Gabriel JIMÉNEZ EMÁN. Respeto a ellos, opina: «[…] JIMÉNEZ EMÁN se ha forjado una narrativa propia, con características o rasgos que representan una corriente bien definida en el ámbito literario. Gabriel es original. Tanto LIENDO como él buscan imponer sus personalísimas ficciones, sin las influencias de escritores universalmente conocidos. En Eduardo se entrevé una fusión de estilos de personajes clásicos de la Literatura. Ambos trabajan en tendencias muy válidas y que no sé por cual causa LISCANO desatendió […]» He aquí la semblanza de un hombre que respeta la constancia y maduración de sus colegas intelectuales, y lo hace sin mezquindad ni estrabismo. El David de la provincia venezolana en constante pugna con el Goliat del Poder Político Cultural.

NOTAS

(1) JIMÉNEZ URE, Alberto: ABERRACIONES [Editorial Venezolana, 1987, 121 pp. Hay una II Edición por la Universidad de Los Andes, 1993]

(2) Entrevista realizada en su residencia, el 26 de Julio de 1991.

(3) DE SOLA, R. J.: JIMÉNEZ URE. LAS FANTASÍAS DE UN ÁCRATA (Diario El Nacional, Caracas, Venezuela, Diciembre 07 de 1987.

(4) LISCANO, Juan: ABERRACIONES DE JIMÉNEZ URE (Diario El Nacional, Caracas, Venezuela, Enero 31 de 1987)

(5) JIMÉNEZ, Maritza: VENEZUELA ES UNA COMARCA CULTURAL (Entrevista realizada a JIMENEZ URE para El Universal, Caracas, Venezuela, Agosto 02 de 1986)

(6) LISCANO, Juan (Art. ya citado)

-XXXVII-

Vigencia de la novela Desahuciados

(Edición de Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1998)

«En la lucha que emprendemos/para dignamente vivir,/todos somos ideólogos y propulsores/de la desigualdad y criminalidad./No hay una persona en el mundo/que ignore que es finita;/pese a lo cual, siempre irrumpequien propugna ventajas/de unos en perjuicio de otros,/tras condenar a la mayoríaa recibir vejámenes/y padecer hambre fortuitamente./Amadosseamos los habitantes de Terrado,/porque pronto serán abolidos los sufrimientos» (A. J. URE en «Desahuciados»)

Por Melissa URANGA

A pesar que nunca había escuchado sobre la ciudad de «Humandetritus», al leer por primera vez sobre ella en la novela Desahuciados (de Alberto JIMÉNEZ URE) tuve la impresión que ya la conocía: o, quizás, fue que los habitantes de Humandetritusme hicieron recordar a mis amigos de Cuba, quienes, durante más de 40 años, no han gozado de Libertad de Expresión. O, tal vez, recordé a las mujeres de Afganistán, que, por años, han sido sometidas a seguir unas reglas que considero estúpidas y ortodoxas (disculpen la palabra, pero no encontré otra más original que esa), donde las obligaban a usar un velo para no mostrar el rostro. No se pueden escuchar sus pasos, ni disfrutar de sus sonrisas. O, ¿será que la ciudad de Humandetritus me recuerda a mi país Venezuela? Que, durante años, ha sido gobernada por unos cuantos «Tiranushocicos Demócratas» (traducido yo los llamaría tiranos demócratas)

Ya que estoy hablando sobre mi país, sería interesante conocer como defino su política. Es momento para aclarar que, de asuntos políticos, no sé nada; lo único que sé sobre ella, y eso porque lo leí en un artículo, es que «[…] es el arte referente al gobierno de los estados […]» Asimismo, revisé un reportaje sobre el nicaragüense Sergio RAMÍREZ, donde él define la política como «[…] una droga […]», porque el poder tiene muchos atributos; luego, agrega «[…]los hábitos del poderoso son muy distintos a los de uno, siempre hay alguien que te abre la puerta, alguien que te carga el maletín e inclusive alguien que paga por uno […]»Esta es una pequeña idea, hasta ahora, de lo que entiendo por política.

Cuando leí por primera vez sobre los personajes «Afrodita Amelians», «fósfurus de Antares», «Palas de Athenais», «Dioscuro» y «Esculapio», de la novela Desahuciados, no pude dejar de pensar en el término «escuálidos»: muy común en nuestros días, y cada vez que los veía en mi lectura los calificaba como escuálidos. No voy a negarles que, entre risas, llegue a pensar que «Tiranushocico Demócrata» fue CHÁVEZ,y me asustaba el hecho que este señor hubiese tenido la oportunidad de leer este libro e introdujera esas leyes en su gobierno. No me hubiese extrañado que un día lo hiciera, y en cadena nacional de cuatro horas. Pudo decirnos que había formulado tres nuevas reglas para la Constitución: Primera.- «A quien expresara su deseo de conspirar, instigase a terceros para que lo hiciesen, con el propósito de fomentar actitudes insurgentes o rebeliones contra mí, le será impuesta la Pena de Devoramiento Vivo»; Segunda.- «Difundir oralmente ideas u opiniones contra mi persona o mi régimen, es una osadía que cobraré al infractor con la Pena de Amputación de Lengua»; Tercera y última.- «Diseminar, por escrito, ideas u opiniones contra mi persona o mi régimen es un atrevimiento que castigare con Pena de Amputación de Manos». ¿Ustedes se imaginan si esto sucede? Dios nos libre de semejante situación!

Cuando se habla de Política, un mar de interrogantes navegan sobre mi mente. Yo asocio el término «Política» con poder, no hay otra razón para que tantos quieran formar parte de ella, sino el maravilloso poder que la acompaña siempre, sobre todo cuando se trata de gobernar un país y ser nombrado «El Indiscutible».Desde hace años, grupos de personas como los desahuciados han estado luchando por la libertad, esa palabra de solo ocho letras, pero, de gran importancia que significa mucho para todos los seres humanos. ¿Cuántas «Afrodita Amelians» han existido y seguirán existiendo en diferentes geografías, y cambiando de género en genero? Pero, al igual que ella: ¿cuantos han fracasado?

Que lo diga Carlos MARX, con todo su «Materialismo Histórico», y su cuestión social. Como hay otros que han triunfado en sus objetivos, para más tarde decaer ante el poder y tirar sus ideales al pipote de la basura, como ocurrió con el personaje Meghomio de la novela: «[…] Dieciocho años más tarde, el presidente publicó un decreto en el que anunciaba la abolición de las elecciones en Terrado. Se autonombró Humanuntiranus» ¿Saben a quién me recuerda Meghomio? Al presidente cubano, Fidel CASTRO, quien comenzó con las mejores propuestas de la mano de su Movimiento 26 de Julio desde la provincia de oriente (la Sierra Maestra) acompañado de un grupo de personas que creían en él y lo veían como el gran «Therion», el salvador de su libertad. Los cubanos pensaron ese era el hombre que los haría un pueblo libre. Al fin se librarían del (c…) Fulgencio BAPTISTA (le antecede una palabra que no vale la pena repetir).

Pero, en la Habana los cubanos quedaron como seguramente quedarían los ciudadanos de Terrado: con los ojos pelados, las manos abiertas y sin poder decir ni hacer nada. Otra que también quedo sorprendida fue AfoditaAmelians quien lucho tanto por el Universal derecho a la Existencia Digna, y su propio hijo terminó convirtiéndose en un déspota: «[…] AfroditoPtteAmelians gobernó en Terrado en el curso de más de cincuenta años de la centuria XXI. Se hizo llamar Primer Príncipe, o El Indiscutible […] doblegaría cada vez más a los habitantes que se le resistían y los condenaría a experimentar crueldades que, por indignación, no narraré […]» El poder siempre vence sobre la moral y más cuando se es humano.

¿Cuántos venezolanos han soñado con el país perfecto? A estas alturas, ya se cansaron de creer en la honestidad: porque siempre se encargan de ensuciarla. Pienso: ¿cómo será el mundo en el 2100? ¿Será que los carros ya no andarán por carretera, vendrá la era espacial? ¿Todo será virtual? ¿Ya no tendré que usar la cocina? ¡Yuppppiiii! ¿Se acabara la corrupción? ¿Renacerá un Juan Vicente GÓMEZ? Con tantos avances tecnológicos, nunca se sabe. ¿Será que encontraran la fórmula perfecta para clonar a las personas? ¿Ya no se necesitarán los hombres para procrear? ¿Y la reproducción será «una acción exclusiva de los científicos de la Casta Mayor de Aventajados, de la novela Desahuciados»? ¡Ojala nunca llegue a suceder!. Vale la pena aclarar que llamamos aventajados a todo aquel que sostenga el poder, así sea por un dedo y los medios para manejarlo.

¿Llegara el día que nos convertiremos en «esperpentos»? Si la situación del país sigue por este camino necesitaremos más que un grupo de personas para combatir y luchar por nuestro país, pero… «[…] aún en fase esperpéntica, puedes combatir contra el imperio de aventajados y nuestra muerte tendría otra significación: la defensa de la dignidad de nuestra especie […]»Hace muchos años los venezolanos salieron de sus casas a votar y creyeron que, al fin, había llegado «El Hombre» (el mesiánico que escuché decir a muchos). El cambio «revolucionario» llegó: ¿se acabo la corrupción, la pobreza, el hambre, ya no habrá más niños en la calle? ¿Bravoooo! ¡Ah¡ ¡ah¡ ¡ah¡, somos felices para siempre, al fin. Y, a los pobres terracos«[…] les faltó malicia para sospechar que algo tramaba el TiranushocicoDemocratta».

Nunca se imaginarían los pobres terracos que el hombre los decepcionaría, ¡y de qué manera! Aunque, no voy a negar que si hubo un gran cambio, pero de peor a peor + 1 millón de Meghomios. ¡Ya se! ¡Tú eres el verdadero Meghomio! Y, el Presidente dijo: 1.- «[…] Rescatare de las calles a los dementes, niños abandonados, mendigos, ancianos e indigentes» 2.- «[…] Aboliré esas mafias institucionalizadas conocidos como partidos políticos» 3.- «Suspenderé los cursis, costosísimos e inútiles viajes presidenciales» 4.- «Aboliré los inútiles e infames parlamentos». Acabamos de ver unas cuantas mentiras al Soberano.

¿Cuántas personas no hemos deseado un país «libre de infamias»? Donde… «[…] vivirán emancipados de todo lo que duele, nunca de la palabra y la acción». No sé mucho sobre política, ni partidos políticos, pero, pienso y aun tengo el libre derecho de opinar. Lo único que espero es que nunca nadie me lo quite porque no lo pensaría dos veces para convertirme en una Afrodita Amelians, y lucharía por mis derechos. Espero no se tenga que llegar a los extremos de una guerra para socorrer y librar a nuestro país de manos de otro «Tiranushocico Demócrata».

Señores: desahuciados somos todos los que vivimos bajo un sistema político que no esté dispuesto a razonar. Desahuciados aún hay en Venezuela, lo único que no quiero ni deseo es llegar a ser un esperpento y… «[…] si intentan imponer límites a mi libertad de expresión lo hacen por carceleros o prepotentes[…]»

-XXXVIII-

Acercamiento a la ironía en «Lucubraciones»

(Edición de Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1994)

Por Javier Alexander ROA

Con un filoso bisturí, Alberto JIMÉNEZ URE se sumerge en la «ironía» que expele en Lucubraciones («Universidad de Los Andes», 1994). Sin ninguna vacilación, describe, mediante su rítmica poética, a «quien le acecha» (en la Edad Media habría sido censurado por la Iglesia, calificándolo como adorador de Luzbel: y he ahí la confusión entre «Satanismo» e «ironía» en la «Conciencia Filosófica Pura»). Sabemos que, durante los Años 80, al escritor le censuraron y rechazaron la novela intitulada Adeptos (más tarde publicada por Fundarte, en Caracas, 1994). Según sus verdugos, rehusaron editarla para proteger la «Moral y Buenas Costumbres» de los venezolanos.

Con Lucubraciones, JIMÉNEZ URE busca librarse de las «trampas terrenales» y rescatar el espíritu de la angustia. En la Primera Parte (Contra Súcubo) el autor nos envuelve en la sensualidad seductora de lo «maléfico», de la cual escapa y se refugia en la soledad. Rechaza lo que le hiere y atormenta, con intensa fuerza: «[…] (Maquillado) oculto en la belleza, Súcubo de acecha/Y espera, cual gato, detrás de una columna de edificio;/Viste, como siempre, sus mejores ropas:/Su cuerpo se mueve frente a mí, desafiante, una vez más./Porque cree que su poder excede./El trampeador asume que los hombres debemos pagar/Un altísimo precio para penetrarlo:/Ignora –quizá- que aún transformándose en Ella/Su poder no se instaurará, bajo artificio, en la obscuridad./Elige el nombre de Luzbel para no ser advertido Lóbrego,/Pero sus ojos no iluminan los caminos./Busca maravillarme con exquisitos bailes y mediante pócimas […]» (Ob. cit. P. 7)

Se hace difícil evitar nombrarla, pues, a quien se describe es a «Ella» (¿su mujer?): quien, cotidianamente, lo espera en un apartamento para materializar en él sus morfológicos rituales de alma convulsa. «[…] ¿Qué hacer frente a hechos que me lastiman/Y no tienen alternativas?»/Súcubo me ofende, me humilla con su calculada frigidez./En esos instantes he querido estar definitivamente lejos/De (él) Ella, falsa diosa que aun ni adorando al Demonio/Podría admitirla e ignorar que me lesiona./Exhibe azules ojos, pero su belleza no oculta/Su auténtica y abominable naturaleza […]» (Súcubo tiene ojos azules. Ídem., p. 10)

Esa forma irónica de protestar no lo hace sólo contra quien pareciera su pareja, sino también contra la Sociedad (ese cúmulo de momias endurecidas). Se lamenta a causa de los «malos poetas» y escritores de este Siglo XX, y de los políticos mediocres «camuflados de académicos». Su «depresión» lo impulsa a colocar a Dios lejos de él: «[…] Me he quedado sin Dios:/Yo, que alguna vez fui su devoto./Me he transformado en un hombre/Cuyo destino de sí mismo depende./La oscuridad y el insomnio, una vez más,/Vuelven a hostigarme y precipitar/Cuanto a otros se presentó impío:/¿No será que debo experimentar/La redención mediante el desencanto religioso?/¿Por qué el Evangelio ya no es mandamiento/A seguir en este pueril, secular y mediocre Mundo […]» (Sin Dios. Ibídem, p. 17)

La poesía de JIMÉNEZ URE es reflexiva, pero carnal. Algunos dirán que el autor luce «individualista» y «sentimental», propenso a lucubrar sobre lo «doméstico». Tal vez porque alude a su esposa e hijas en la «Cuarta Parte» del libro: «[,…] Alguna vez pensé que no amaría de verdad:/Que semejante (emoción) sensación psíquica/A los frívolos correspondía. Hoy, después de verlas,/Admito que jamás experimenté felicidad y dolor mayores/Ante sus alegrías y padecimientos./A ustedes, Gretell Sally y Alejandra Linssey, las amo sin límites […]» (Mis Hijas. Cfr., p. 21)

Sin embargo, a pesar de tanta angustia y lamento, el escritor no pierde la sensibilidad para enamorarse y ver a otra «Hermosura Divina y Diabólica» y se rinde ante la tentación lujuriosa que se presenta ante cualquier mortal. La «Cuarta Parte» del libro («Tarde Poética») es un rito profundo del Ser para el Amor, pero «contra Súcubo», y permitiéndole recuperar su espiritualidad. Los anhelos, el encuentro con otra probable y nueva amante, hacen que el autor olvide su desencanto. Aquí JIMÉNEZ URE nos alerta respecto a otro rasgo de su Ser: «[…] Hoy he visto más explícitamente la delicia de tu cuerpo/Frente a mí: muy próximo –en extremo- a resistirlo./He deseado tocarlo cual si fuese indisoluble al mío./Hoy he recordado las veces que te acaricié en mi alcoba,/Las ocasiones cuando –presa de una inenarrable felicidad-/Sin cortejo pueril falotré profundamente tu sexo./He soñado incontables veces que,/ Luego de tenerte desnuda bajo mi Ser Físico/La muerte podría sobrevenirme./Pienso que no es finalmente temible ni tan real como tu orgasmo/Y mi eyaculación: como el agua que purifica nuestras pieles/De la contaminación de un Universo maldito, y fuera del Mundo Sacro (Ella. Ibídem., p. 32)

JIMÉNEZ URE rescata lo perdido de las «garras de una mercenaria» y encuentra en otra la «Luz Divina». Lucubraciones tiende a la acusación, al señalamiento «de lo mundano», a la comodidad de entregarse libre con la amante para la consumación de lo fálico y su santificación. Es, intensamente, alegórico, irónico, pero igual lírico. Su poesía logra cierta densidad con la experimentación «semántica» y «sintáctica» en su Lenguaje Poético, a la vez que impulsiva y existencialista. Lucubraciones es una «ceremonia» que devela a dos personas opuestas, el maniqueo rostro del Hombre frente el Mundo y sus tentaciones: representados en el «Bien» y el «Mal».

-XXXIX-

Aproximaciones a la Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure

(Edición de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela, 1991)

«Los filósofos más sagaces han advertido que los hombres somos, irremediablemente, desalmados: cuanto más ostentamos benevolencia, más ocultamos nuestra propensión al crimen en nombre de la Justicia. Cuanto más juzgamos a otros por sus abominables acciones, más estamos en condición de ser castigados por las propias. Y, en los hechos que de la Inteligencia del Ser Humano dependieron, siempre estuvo presente la Soberbia» (A. J. URE, 1988)

Por Juan Gregorio RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

Este libro es la «puesta en orden» de la casa intelectual de un desordenado y trasnochado escritor, que asoma a la cubierta como ascendiendo a una sima. Es, también, un compendio de «dicciones»: una selección, escogencia y eliminación. Por tanto, lectura, agrupación y clasificación de lo que otros han dicho sobre «el que se asoma» por el agujero de la portada: Alberto JIMÉNEZ URE. El autor de la selección es Fernando BÁEZ, un joven ensayista que apenas sobrepasa los veinte años. Publicar ensayos a esa edad es valentía, y hacerlo sobre JIMÉNEZ URE es audacia: pero, manifestar públicamente que lo admira es «locura». Báez tiene la grandeza de ser sincero con lo que cree y «con aquellos en quienes cree». De JIMÉNEZ URE aquí, en Mérida, y otros lugares, o «no se habla» o «se habla mal». Esto es, al menos, lo que consciente, inconsciente subrepticiamente se nos ha hecho creer. Los que se callan es porque no tienen nada que decir, o no saben o no saben o no tienen «los corajes» para decirlo. Los que «hablan mal» exhalan, por lo general, «husmos de envidia»,  «tufos de resentimientos» o «vaharadas de odio». Pero, vino Fernando BÁEZ y  «violó la Omertá» (1): reveló «el secreto» y puso de manifiesto que sobre el escritor JIMÉNEZ URE se han ocupado Juan LISCANO, Juan CALZADILLA, José Napoleón OROPEZA, Amparo PASTOR Y COS, y más estudiosos de la Literatura. Esos «otros muchos»,  «o pocos», no sé, andan preocupados por lo que publica y son los quienes tejen «velos de silencio» sobre su obra, los que traman «La Conjura de la Omertá contra J. URE». El opus que presenta Fernando BÁEZ rompe el silencio, deshace la urdimbre y «saca de quicio» a los presuntos despreocupados: los cuales se indignan, amenazan, injurian, denuestan, lo subestiman y lo vetan en ciertos círculos. Escudándose, por lo general, en «ideas progresistas» o «revolucionarias» falsas o mal digeridas.

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