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Inmigración y literatura (página 16)


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Contar

En los recuerdos de los inmigrantes se reitera la alusión al gusto que sus mayores sentían por la narración. De estos padres que narran sus historias de la tierra natal, nacen hijos que las relatan en el seno del hogar o profesionalmente, o que las escriben en libros. La vocación se transmite; sólo cambian los medios de expresión.

La tradición oral es cara a los italianos. Lo relata Laura Pariani, lombarda nieta de un emigrante: "Mis estudios me alejaron de la cultura campesina; sin embargo, esa cultura quedó ligada al mundo de mi infancia, de los recuerdos, de los afectos, o más bien, de los cuentos. Cuando yo era chica, la única diversión era escuchar historias. Yo me crié rodeada de mujeres que contaban cuentos. Ellas eran las herederas de la tradición oral, las que transmitían el pasado. Como en todas las zonas pobres, los hombres jóvenes se iban solos para encontrar un trabajo mejor y luego nunca regresar. Nosotras permanecíamos apegadas a los hechos que nos llegaban de boca en boca. Mi pueblo estaba diezmado por la partida de los hombres, al menos hasta la Segunda Guerra Mundial. Las mujeres casadas eran las viudas blancas, abandonadas para siempre, como mi abuela, cuyo marido vino de joven a este país" (1).

Roberto Raschella escribió Si hubiéramos vivido aquí, novela distinguida con el Segundo Premio Nacional de Novela en 1998. En esa obra, el narrador evoca a su abuela italiana y su afición por la transmisión de historias: "La abuela era digna de amor, porque sostená las fiebres de Antonio y revisaba sus ropas gurnas buscando señales de mujeres repudiables y de alcoholes bárbaros, más allá del vino rojo de la región. También su memoria era digna de amor, porque narrar es amar, y ella al contarme me amaba, me amaba como me amaban los amigos de la pubertad que confiaban a mi silencio sus primeros magnicidios de tristeza y de libertad. Debía corresponderle, debía seguir escuchando cada concepto suyo. Debía perderme muchísimas veces todavía, hasta encontrar en ella, o fuera de ella, la palabra más terrible" (2).

Ese gusto por la narración llegó a América. Para Ana Padovani, narradora, "el momento de mayor auge de la narración oral tuvo lugar en el siglo pasado y a principios del presente". Recuerda algo que escuchó: "Mi abuelo me contaba que cuando vino en barco a la Argentina, los pasajeros de la primera clase bajaban a la bodega para oír los relatos de los inmigrantes de tercera clase" (3).

Cuando se le otorgó a Ernesto Sábato la ciudadanía italiana y la Medalla de Oro a la Cultura Italiana en la Argentina, expresó el escritor con respecto a sus padres: "Al igual que tantos hijos de inmigrantes, crecimos oyendo sus mitos, sus leyendas y sus cantos tradicionales, viendo casi sus montañas y sus ríos de los cuales mi padre me hablaba por las tardes, cuando yo era apenas un niño sentado en sus rodillas" (4).

Para Dal Masetto, ser hijo de inmigrantes fue un conflicto que tardó en resolver. Cuando lo logró, se abocó a escuchar historias: "La inmigración es un tema. Yo nunca había escrito nada sobre eso. Supongo que durante cuarenta años estuve tratando de pelear para que no me confundieran con un extranjero. Quizás un psicoanalista me hubiera resuelto este problema más rápidamente. Decidí entonces rendir un homenaje a toda esa gente que vino desde tan lejos, y también a mi madre. Un día llegué a Salto y le dije que me contara todo lo que sabía. Al sacar el grabador, la campesina se asustó. Lentamente fue desgranando recuerdos" (5).

Griselda Gambaro se basó en el pasado de sus mayores para escribir su novela de inmigración: "Desde hacía unos años experimentaba el impulso de escribir la historia de mi familia a partir de su origen, no porque en ella se hubieran producido hechos resonantes, sino porque esa familia guardaba para mí el secreto de sus sentimientos. (…) Develar el secreto, intentar comprender fue mi propósito". Lo logró, ya que al finalizar la escritura, se sentía más cercana a ellos: "Cuando concluí El mar que nos trajo percibí el peso y significado de esas raíces que todos tenemos y a las que no prestamos especial atención. En mi caso, los seres borrosos que estaban en mi origen se tornaron presentes y vivos, y pude comprenderlos en sus alegrías, desazones y sueños. Experimenté una especie de gratitud porque de algún modo sentí que me habían preparado el camino, alisado las piedras para que yo pudiera recorrerlo más fácilmente. Agradecí incluso la dura pobreza que marcó sus vidas porque esa pobreza, al cabo de años, me permitió identificarme, no sólo desde el razonamiento sino desde la sangre y su deseo de justicia, con los que en esta época sufren parecidos pesares" (6).

María Teresa Andruetto reunió en un libro dos historias que le relató su abuela, acerca de quien escribe: "Ella habìa nacido en un pequeño pueblo del Piamonte, al norte de Italia, y de esa regiòn vinieron hasta mì las aventuras de Gioaninn ca boija (Juancito, el que se las ingenia) y Ciavtin cit (el zapatero pequeñito) que nos contaba, tal vez para mostrarnos que, por màs pequeño que uno sea, puede, con algo de astucia y un poco de suerte, engañar a los lobos y a los ogros" (7).

En casa de los Villafañe trabajó "una señora española", de la que dice Javier, el titiritero: "tenía una memoria extraordinaria y decía romances antiguos españoles –aprendí de ella el Romance del cebollero-. Pablo Medina destaca: "La insistencia con que Javier Villafañe vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones sobre la figura de aquella gallega Rosa, la cuentacuentos, poemas, romances y otros decires, es significativa no sólo por su evocación sino también porque la califica como imagen formadora" (8).

Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el "legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les relataba "anécdotas para él imborrables de su infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el lomo del río" (9).

Cuanto escuchó en su hogar sirvió a Gladys Onega para escribir Cuando el tiempo era otro, acerca de cuya génesis afirma: "Todo parte de un hecho real, pero hay ficción en cuanto hay una creación lingüística muy grande. Nunca junté papeles ni documentos, pero en mi casa todo el tiempo se estaban contando cosas. No había otra manera de conectarse con la gente de España; no los conocíamos. (…) los gallegos siempre contaban historias diferentes y muy amenas, y completamente extrañas sobre el viento, el frío, la nieve, y las contaban en todo el pueblo" (10). Responderían al chamado antergo al que aluden Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas Pinto, en el poema "Soy el llamado ancestral", en el que expresan: "Son a voz que pradica, incansabele/ antre os do meu pobo/ lonxe da terra,/ a qu’os exhorta/ a non anuzar de si mesmos" (11).

Guillermo Saccomanno, nieto de una gallega, también recuerda esa afición de la anciana, a la que se sumaba la de su parienta: "A mi abuela le gustaba mucho escuchar y contar historias, y me hablaba de una parienta de ella, que entonces vivía enfrente de mi casa. En su aldea en España, esa mujer había tenido un hijo con el cura, y el chico se le había ahorcado a los treinta y tres años. Cuando yo tenía siete u ocho años, a la tardecita me cruzaba a la casa de esta otra gallega, que me contaba la historia de San Jorge y el dragón mientras me daba pan mojado en vino con azúcar" (12). Narrador él mismo, Saccomano fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura correspondiente al año 2000 por su novela El buen dolor.

Mi abuela gallega contaba el amargo relato de un hijo que abandonaba a su padre bajo el mismo árbol bajo el cual, décadas antes, el anciano había abandonado al suyo. También el del zapatero que tenía una herramienta tan afilada, que se cortó el delantal de cuero, el pecho y a una vieja que estaba del otro lado de la pared.

En la película Luna de Avellaneda, dirigida por Juan José Campanella, don Aquiles, un inmigrante gallego, relata el cuento de "los tres galleguitos", a los que se les descompone el coche en el que viajaban, y juegan un picadito a la luz de la luna. Esa circunstancia da origen al club y al nombre que lleva. Cuando la institución corre peligfro, debido a las deudas, le piden al gallego que cuente su cuento, como una manera de hacerlo sentir feliz.

"Mi abuela fue una gran narradora de cuentos, una mujer con una gracia muy especial, una castellana con el gracejo de los andaluces en su manera de narrar historias y en la que su tierra tomaba giros místicos. A mi hermana y a mí no dejaba de sorprendernos que aquella mujer hubiera sido testigo de tantas maravillas –recuerda con cariño y admiración Norma Aleandro-. Fue la persona que más influyó en mi vida. Ella me crió y me abrazó en esas noches de miedo, hasta que me quedaba dormida. Porque de chica era muy miedosa. (…) Aleandro confiesa que sigue con la tradición de narradora de cuentos, esa que la formó y que le permitió hoy vivir de lo que ama y seguir soñando" (13).

Ana María Bovo menciona a su familia de allende el mar como una influencia decisiva en su carrera. Recuerda a su abuelo Francisco, andaluz de Almería, como "un extraordinario conversador, que me enseñó a decir con gracia y humor; pero al mismo tiempo a saber escuchar; comprender que las cosas tienen un tiempo y que en un diálogo hay que saber respetar el tiempo del otro". Se refiere asimismo a una tía: "En Andalucía, conocí a una prima de mi madre, mi tía Ana María (igual que yo), otra narradora fabulosa, casi iletrada; había ido a la escuela sólo durante tres semanas. Muy querida, la gente del pueblo decía de ella que era graciosita como ninguna, fina como los corales, que los mayores llegaban hasta su reja en busca de consuelo y oraciones, y los chicos, de coplas y chascarrillos". Esta experiencia fue también muy importante para ella: "Me maravilló poder unir el mundo de la literatura de la memoria de aquellos que dicen bonito, aunque no sepan leer, con el mundo que yo había aprendido con estudio y lecturas" (14).

Narró sus desventuras una española a su hijo. Así nació el libro Mamá, escrito por Jorge Fernández Díaz: "Esta historia se convierte en libro el día que su hijo, editor y periodista, advierte un hecho estremecedor: las experiencias de su madre hacen llorar a la psicóloga que la atiende. Decide entonces entrevistar a "mamá", la escucha durante más de cincuenta horas y luego reconstruye este relato emocionante y lúcido, que plantea el gran dilema actual, y de todos los tiempos: irse o quedarse" (15).

" ‘Muchas de las tradiciones que se mantienen aquí, los cuentos, las canciones o los chistes, son los que había en Irlanda en el siglo XIX y no las que hoy imperan en la isla’, dice Guillermo MacLoughlin Bréard, cuyo tatarabuelo llegó a estas tierras en 1851 y que participó, en 1991, del Primer Congreso de Genealogía Irlandesa, en Dublín. ‘Fui una rareza –dice-. Era el único expositor que no venía de un país de habla inglesa" (16).

Narraba la madre del protagonista de Crónica de la noche, del irlandés Colm Tóibín: "Mi madre vino a la Argentina con su padre y su hermana, Matilda, a principios de la década de 1920, justo después que su madre muriera. Cuando yo era niño, siempre quería que me contara la historia de su viaje otra vez. Días y días en el mar, sin ver tierra, el océano chato y monótono, siempre igual. La historia del hombre que se murió y cuyo cadáver fue arrojado por la borda. Y la tormenta. Y el momento en que pasaron por el Ecuador, y los mareos, y la comida terrible. Y el constante movimiento del barco, y los pasajeros de primera clase. Y después el puerto de Buenos Aires, la larga espera para desembarcar, y ese idioma nuevo, y ellos que no entendían una sola palabra de lo que decía la gente. Yo conocía esa historia como si sus detalles fueran más reales y absolutos que cualquier cosa que sucediera en nuestro departamento, o en la escuela, o en nuestras vidas, durante aquellos años de infancia" (17).

Deborah, la protagonista de Letargo, de Perla Suez, recuerda "las historias que le contaba su bobe, recolecciones que llevan al lector una gran distancia en el espacio y el tiempo, a la ciudad de Odessa a fines del siglo diecinueve. En aquel entonces, la familia de su abuela huyó de los pogroms del Zar Nicolás II, buscando refugio en Lyon, Francia antes de emigrar a la Argentina, donde se establecieron en una de las colonias agrícolas de Entre Ríos, como miles de otros judíos refugiados, incluso los antepasados de la autora" (18).

Los relatos de un húngaro judío perviven en la memoria de sus hijos: "Luis siempre había sido un padre muy pródigo en el relato de historias de su vida pasada, las que sus hijos habían escuchado con pasión, considerándolo a él una suerte de super-héroe, quien había logrado vencer a todos sus enemigos y problemas a lo largo de su vida" (19).

Una inmigrante turca narra a sus descendientes: ""Recuerda cuando en su casita de Posadas llenaba un bracero con carbón por las noches, lo dejaba en medio del cuarto y reunía a sus chicos en torno de él. ‘Les contaba historias de cómo vivíamos en Turquía, el viaje en barco a la Argentina o simplemente cuentos‘ " (20).

El protagonita de "Rubishimón Benyojai", cuento de Luis León, recuerda los relatos de su abuela sefaradí: "- Rubí Shimón Ben Iojai, mos acompaña akí y en la kái, Alfridico. Cuando lo bushkaron para matarlo, fuyieron él y su isho a la muntanyia. Era un cuento como cualquier otro. A la abuela Masaltó le agradaba narrarnos trozos bíblicos, que de vez en cuando mechaba con un poco de cábala y fábulas de Esopo. Yo la escuchaba con admiración, y habitualmente, haciendo dibujos sobre cartón, yo levantaba cada tanto mi cabeza, para controlar que no callara, y volvía a bajarla en silencio, para zambullirme en el dibujo, sin saber en realidad si debía entender todo lo que ella me contaba, o simplemente disfrutar del misterio de escucharla" (21).

 

Notas

1 Patat, Alejandro: "El país de los sueños perdidos", en La Nación, 28 de abril de 2002.

2 Raschella, Roberto: Si hubiéramos vivido aquí. Buenos Aires, Losada, 1998. 205 pp.

3 Itzcovich, Mabel: "De profesión, contadoras de cuentos", en Clarín, Buenos Aires, 20 de octubre de 1997.

4 Sábato, Ernesto: "La memoria de la tierra", en La Nación, Buenos Aires, 5 de diciembre de 1999.

5 Roca, Agustina: "Historia de vida", en La Nación Revista, Buenos Aires, 12 de julio de 1998.

6 Gambaro, Griselda: "Crónica de una familia", en Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de 2001.

7 Andruetto, María Teresa: Benjamino. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.

8 Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en Villafañe, Javier: Antología. Obra y recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

9 Alonso, Rodolfo: Entrevista en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).

10 Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 1999.

11 Mauas Pinto, Eliseo y Castro Cambeiro, Manuel: "Soy el llamado antiguo", en Legado Celta. Buenos Aires, Editorial Tres + Uno, 1993.

12 Chiaravalli, Verónica: "Un corazón tomado por la memoria", en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de 1999.

13 Scherer, Fabiana (texto); Lucesole, Martín (fotos): "Norma Aleandro Señora de la escena", en La Nación Revista, Buenos Aires, 5 de junio de 2005.

14 Aubele, Luis: "A boca de jarro. Ana María Bovo. ‘El poder de los sin poder’ ", en La Nación, Buenos Aires, 29 de diciembre de 2002.

15 Fernández Díaz, Jorge: Mamá. Buenos Aires, Sudamericana, 2002. (gacetilla de prensa).

16 Guyot, Héctor M.: "Sociedad. Irlandeses en la Argentina. Una verde pasión", en La Nación Revista, Buenos Aires, 13 de marzo de 2005. Fotos de Daniel Pessah.

17 Tóibín, Colm: Crónica de la noche. Buenos Aires, Emecé, 1998. 304 pp. Traducción de Eduardo Hojman. (Narradores actuales).

18 Buchanan, Rhonda Dahl: "La madriguera de la memoria en ‘Letargo’ de Perla Suez", en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura judeoargentina / 2 Literatura y artes plásticas. Buenos Aires, Editorial Milá, 2004.

19 Weisz, José Martín: …mientras los violines tocaban csárdás. Un viaje a Hungría. Buenos Aires, Milá, 2002.

20 S/F: "Una mamá que hoy celebra sus 100 años", en La Nación, Buenos Aires, 20 de octubre de 2002.

21 León, Luis: "Rubishimón Benyojai", en SEFARaires, Nº4, 2002. Buenos Aires. (sefaraires[arroba]fibertel.com.ar).

Cantar

Así como les gusta contar, a los inmigrantes también les gusta cantar. Cantan en su tierra, en el barco, y cantarán también en la tierra nueva.

Villoldo evoca al gringo que canta: "Sos para el canto, che, gringo/, como para el bofe el gato/ tomá una grapa d’Italia/ y descansemos un rato" (1). En el tango "La Violeta", de Nicolás Olivari, encontramos al inmigrante nostálgico que bebe y canta: "Canzoneta de pago lejano/ que idealiza la sucia taberna/ y que brilla en los ojos del tano/con la perla de algún lagrimón…" (2). En el poema "Antiguo Almacén ‘A la ciudad de Génova’", evoca al italiano Miquelín, quien "Mientras le duraba la plata cantaba,/ cantaba las lejanas canciones milanesas de su tierra/ y hombreaba recuerdos como hombreando cereal…/" (3).

Gustavo Riccio, en el poema "Elogio de los albañiles italianos", asocia el canto con la realidad social de los inmigrantes. Ellos cantan mientras trabajan, pues "en lo alto sienten ellos/ que una canción de Italia se les viene al encuentro" (…) Más líricos que el pájaro son estos que yo elogio:/ el nido que construyen no es para su reposo,/ el lecho que levantan no es para sus retoños…/ ¡Ellos cantan haciendo las casas de los otros!" (4).

Cantaba un italiano que vivía en Villa Pueyrredón. Escribe Manuel Enrique Pereda: "Recuerdo al viejo Don José cuando regresaba del ‘laburo’ en el ferrocarril, previas paradas en fondas y bodegones, gustando con sus paisanos el vino servido directo de la bordalesa, entrar a casa entonando canzonetas de la Italia que un día dejó para venir a ‘hacer la América’ " (5).

Roberto Fontanarrosa presenta en una de sus historietas a un italiano amante de la música. Es don Nino, que lleva en el hombro un loro, al que le ha enseñado a cantar el himno de su tierra (6).

Canta uno de los gauchos judíos de Gerchunoff: "Jacobo, cansado del caballo, afila la daga en el alambre del corral, y al oír a Rebeca, comienza a cantar como Remigio: Pensamiento mío… Vidalitá" (7).

Cantaban los picapedreros en Tandil: "Siempre se cantaba en las canteras: en las fiestas, en las huelgas, en las calles, en las casas, en el trabajo, en la soledad y en la compañía" (8).

En Solané, drama de Francisco F. Fernández, cantan los hijos de un napolitano, acompañándolos el inmigrante con el violín: "Yo sé que aquí, Argentina,/ el alivio puedo hallar/ en tu gran justicia y libertad!/ Aunque extranjero, vivo/ cual en mi propio hogar: / mi arpa canta tu amplia fraternidad" (9).

La investigadora Olga Weyne destaca la afición por el canto que sentían los alemanes del Volga que emigraron a América: "Parte del cancionero popular fue, por su lado, recuperado por estudios e investigaciones específicas salvándose así del olvido una fuente importante para el rastreo de su cultura. El canto sigue siendo, en efecto, una de las manifestaciones grupales preferidas de esta comunidad. Es de lamentar que mucho de este material existente en nuestro país continúe sin traducción, manteniéndose así el desconocimiento de gran parte de este rico folklore. Tanto en el Volga como aquí, si bien los lugares considerados naturales para cantar eran la iglesia o el templo, siempre tenían una canción adecuada para cualquier circunstancia. Los momentos festivos o de trabajo comunitario: bodas, bautismos, cosechas, o aún las situaciones dramáticas como entierros y funerales, servían para que armonizaran melodías a dos o tres voces, con absoluta naturalidad" (10).

Entre los galeses, "El Eisteddfod –(‘estar sentado’ en idioma galés) tradición heredada de los antiguos juegos florales celtas- se transformó en la más antigua celebración cultural de la región, ya que es un festival anual del canto y la poesía y hoy está incorporado al patrimonio Patagónico" (11)

De su tierra trajo el croata Kovacic los villancicos. Los transcribe en sus memorias, para que en América también puedan cantarlos (12).

La cantante lírica Ana Moraitis expresó: "Al igual que el dibujo, (el canto) es algo que viene de mi familia, de origen griego, y que hago desde que tengo memoria (13).

Cantan los armenios. En su futuro hogar –piensa el protagonista de una novela de Bedrossian-, "seguramente, su padre podría entonar aquellas nostálgicas canciones armenias que canturreaba los sábados, después de cenar. Krikor, extrañamente, sólo cantaba Anush karún (hermosa primavera) en invierno y en las noches de lluvia" (14).

Y cantan los gitanos. Algunas de sus composiciones han sido recopiladas por Perla Miguelí y transcriptas musicalmente por Pedro Leguizamón. Escribe Miguelí: "las canciones nuestras están basadas siempre en hechos reales, en acontecimientos que han pasado. Son anécdotas cantadas, inspiradas por el protagonista o por algún antepasado que transmitió el caso como canción. Pequeñas historias que pueden haber parecido importantes sólo para el grupo, en el momento de componerse, pero que con el paso de las generaciones adquieren una grandeza especial, una ternura, una bella sencillez, una frescura que nos cautivan a los que tenemos en nuestros oídos mucho más material de música (por discos, cassettes, compactos, radio, televisión, etc) que los que se podrían tener en otras épocas. Muy ocasionalmente, hoy en día en alguna fiesta o reunión se entonan canciones gitanas, para sorpresa y deleite de los presentes" (15).

El canto lírico era la pasión de un antepasado de Ana María Shua: "un muchacho joven, polaco, bohemio, pobre y enamorado de la música. También un excelente tejedor, especialista en fajas, ducho en la destreza textilera de entrelazar los hilos de goma con los de algodón. No sólo de pan vive el hombre: el tío vivía también de su amor a la música. Se las había arreglado para que lo tomaran como comparsa en el Colón. Sus patrones apreciaban su trabajo, pero cuando había ensayo general, el hombre desaparecía. Inútil amenazarlo con el despido: nada le producía tanta felicidad como estar disfrazado, compartiendo el escenario con los mejores tenores del mundo. ¡Estuve a un metro de Tchaliapin! Gritaba entusiasmado. ¡Ian Kepura me cantó casi al oído! decía, con una alegría inmensa" (16).

La afición por el canto se hereda en la familia de Julia Zenko: "El abuelo de Julia cantaba en los templos judíos y era actor aficionado. El papá era carnicero y cantante de tangos. Ella jugaba a ser cantante desde que aprendió a hablar (…) ‘Yo fui criada con muchas músicas en mi cabeza’, reflexiona" (17).

"El tango `La Morocha’, embajador de nuestra cultura, llevado a Europa y Asia en miles de partituras por la fragata Sarmiento, fue también un auténtico vehículo en el proceso de socialización para muchos chicos nacidos en esta tierra, al ser la primera canción de cuna y la primer palabra que en nuestra lengua, pudieron escuchar de sus mamás inmigrantes" (18).

No sólo las ocasiones alegres se acompañan con canciones. Cantaba un inmigrante en la cárcel de Neuquén, en 1943. En El árbol de la gitana, escribe Alicia Dujovne Ortiz: "Carlos permaneció dos años en esa célebre prisión centenaria de la que parecía haber guardado los mejores recuerdos. Sus relatos eran tan seductores que provocaban la nostaliga de la gente libre: si era así la cárcel, para qué estar afuera. Según él, los comunistas encarcelados en 1943 se habían organizado con su proverbial disciplina, habían hecho gimnasia, habían dejado de fumar y se habían dado los unos a los otros cursos de ruso y de historia argentina. Un camarada ucraniano dirigía un coro. En ese entonces a nadie se le ocurría cantar el folclore de las provincias y, entre los presos políticos, más impensable aún hubiera sido un tango". Años después, la escritora se entera de que la música no salvó a este inmigrante: "El ucraniano del coro se había vuelto loco y había terminado sus días en un manicomio" (19).

Enrique Novick evoca, en "Balada para un padre ausente", el efecto que la música de su tierra tenía en un padre enfermo de Alzheimer: "Cuando le/ cantaba,/ próximo/ a su lecho,/ canciones/ antiguas/, sin nombre/ ni dueño,/ que hablan/ de una aldea/ con hornos/ de piedra,/ cerca de las/ casas,/ sus pisos/ de tierra,/ Marc Chagall/ brotando/ de acequias/ y techos;/ que él/ acompañaba/ con su voz/ pausada,/ rescatando/ estrofas/ tras un gesto/ austero,/ y un temblor/ extraño/ que escurría/ en su cuerpo,/ peces abismales/ y negros,/ hasta ser un eco/ más/ entre los ecos,/ que suelen/ merodear/ por mi cerebro" (20).

Otra canción es la que evoca, en "Celestes ojos italianos", el poeta Francisco de Madariaga, quien pregunta a su madre fallecida: "¿Estarás cantando la canción que cantaban/ tus celestes ojos italianos?/ ¿O estarás escuchando cómo canta mi corazón,/ que fue la única maravilla en tu terror a/ los viejos gauchos bandoleros y en tu/ fracaso?" (21).

En el cantar se advierte una espontánea vocación artística, y una memoria que no quiere fenecer.

Notas

1 Villoldo, citado por Colegio Schönthal en "Bajaron de los barcos", www.monografias.com.

2 Olivari, Nicolás: "La Violeta" citado por Gustavo Cirigliano, en "Disquisiciones tangueras", en El Tiempo, Azul, 30 de septiembre de 2001.

3 Olivari, Nicolás: "Antiguo Almacén ‘A la ciudad de Génova’", en L. Lugones, B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La poesía argentina. Antología, prólogo y notas por Alberto M. Perrone. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).

4 Riccio, Gustavo: en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).

5 Pereda, Manuel Enrique: Nuestra querida Villa Pueyrredón. Buenos Aires, Del Carril Impresora, 1986. Citado por Eduardo Criscuolo en "Páginas para el recuerdo de Villa Pueyrredón", El Barrio Periódico de Noticias, Año 6, N° 62, Buenos Aires, Mayo de 2004.

6 Fontanarrosa, Roberto: "Inodoro Pereyra ‘El renegáu’ ", en Clarín Viva, 24 de febrero de 2002.

7 Gerchunoff, Alberto: Los gauchos judíos, en Feierstein, Ricardo (selecc. y prólogo): Alberto Gerchunoff, judío y argentino. Buenos Aires, Milá, 2001.

8 Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es historia, N° 178, Marzo de 1982.

9 Fernández, Francisco F.: Solané Drama psicosociológico en cuatro actos. Instituto Nacional de Estudios de Teatro, S/F. Precedido por "Noticia" por Jorge M. Furt.

10 Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis/Instituto Torcuato Di Tella, 1986.

11 S/F: Hotel Gwesty Tywi, Gaiman, Patagonia-Hosteria Galesa-Welsh ColonialB&B.

12 Anzorreguy, Chuny: El ángel del capitán. Biografía del capitán croata Miro Kovacic. Buenos Aires, Corregidor, 1996.

13 S/F: "Puro universo femenino", en La Nación Revista, Buenos Aires, 28 de noviembre de 2004.

14 Bedrossian, Eduardo: op. cit.

15 Miguelí, Perla: "Introducción", en Miguelí, Perla y Leguizamón, Pedro: Primer cancionero gitano de la Argentina. Recopilación y notación musical. Mar del Plata, 1995.

16 Shua, Ana María: "Por amor a la música", en Clarín, Buenos Aires, 18 de mayo de 2003.

17 Kiron: "El canto es magia", en La Nación Revista, Buenos Aires, 27 de octubre de 2002.

18 Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela: "100 años de ‘La Morocha’ ". E-mail enviado en diciembre de 2005.

19 Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la gitana. Buenos Aires, Alfaguara, 1997.

20 Novick, Enrique: "Balada para un padre ausente", en La Prensa, Buenos Aires, 10 de enero de 1999.

21 Madariaga, Francisco: en La Nación, Buenos Aires, 10 de mayo de 1998.

…..

La ética, la solidaridad, el amor por los más pequeños, el respeto por los mayores, el recuerdo de quienes quedaron en la tierra natal, el contar y el cantar, son las constantes en las costumbres inmigrantes, que aún perviven en los descendientes americanos.

XI Festejos

El Cruce del Ecuador, las Fiestas patrias argentinas, las Fiestas patrias y tradicionales de los inmigrantes, la Fiesta del Inmigrante, los aniversarios, la finalización de las diferentes guerras, la iniciación de la Guerra de las Malvinas, la creación e independencia del Estado de Israel, los cumpleaños, el Año Nuevo, el Carnaval y el Mundial de Fútbol 1978 son algunas de las ocasiones en las que se evidencian las costumbres que los inmigrantes trajeron de sus tierras; son circunstancias en las que ellos y sus descendientes exteriorizan su alegría y su agradecimiento a la nación que los recibió. Me refiero asimismo a festejos rechazados por algunos de los inmigrantes, por diferentes motivos. No me ocupo de los festejos religiosos, ya que reuní información sobre algunos de ellos en el capítulo VII, "Religión".

Cruce del Ecuador

Al pasar la línea del Ecuador –relata el valesano Johann Bodemann, en 1857-, los pasajeros debían someterse a una costumbre marinera: "El trece de junio habíamos pasado el ecuador, y estábamos del otro lado del hemisferio. Los marineros hicieron un gran fuego para festejarlo. Al día siguiente nos hicieron saber que todos debíamos someternos al bautismo de la línea, como era la costumbre sobre todos los barcos que cruzaban la línea del ecuador. Las personas adultas tenían que sentarse sobre una silla, mientras los marineros llegaban disfrazados: uno como cura con un gran libro en las manos, otro como peluquero con una navaja de madera, seguido por tres o cuatro hombres con grandes baldes de agua, y un último con una sábana mojada que arrollaba de esta manera: el peluquero pintaba de negro el cuerpo del bautizado y lo rascaba con un cuchillo de madera. De pronto surgían detrás de él, los hombres con baldes de agua que vaciaban sobre la cabeza del bautizado. Después el cura inscribía el nombre y el apellido en el gran libro. Una vez esto cumplido, el capitán llegaba y le hacía beber aguardiente. Fue así con cada uno de los hombres, fueran presidentes de la comuna o simples ciudadanos. Después le tocó el turno a los marineros, y para terminar, al capitán. Muchos rehusaron este juego, pero fueron más maltratados que los voluntarios. En cuanto a las personas del sexo femenino se les pedía solamente descalzarse y mojarse los pies en un balde de agua fría. A los chicos no se les hizo nada. Después los marineros nos pidieron la propina, se vistieron con trajes de fiesta y se divirtieron" (1).

En Mestizo (2), novela de Ricardo Feierstein, uno de los personajes se refiere al festejo en el barco: "Me dieron el pasaporte hacia Uruguay con visa de salida únicamente. Cosa de enviarme bien lejos y que no regresara. Me fui a Hamburgo y tomé un barco de carga francés, el Aurigne, y de allí recorrí un montón de puertos. Iba parando en todos. Pasé por Amberes, después Marsella, Lisboa, Río de Janeiro… unos treinta días hasta llegar a Montevideo. Al principio estábamos en tercera o cuarta clase, no sé, la última. Eramos unos 35 inmigrantes judíos de Polonia y Lituania, podía hablar con ellos en ídisch, y el capitán tenía una cocina cusher (1) para nosotros. Pero no era gran cosa, no había vino para tomar, así que al tercer día me fui a comer con los marineros y allí la pasaba bien. Viajaban además como 200 inmigrantes españoles en el barco, hacíamos cantos y bailes en el puente, nos entendíamos con señas y algunas palabras. Hubo un festejo grande cuando cruzamos el Ecuador, es una tradición bautizar a los marineros que lo hacen por primera vez. Fue una linda fiesta". (1) Apto para el consumo, según las normas dietéticas de la religión judía.

Notas

1 Bodemann, Johan: "Viaje sobre el mar", en Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1992.

2 Feierstein, Ricardo: Mestizo. Buenos Aires, Planeta, 1994.

Fiestas patrias argentinas

En su cuento "Mate amargo", Samuel Glusberg alude a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo: "Antes del primero de mayo –día señalado para inaugurar su nuevo comercio– el tío Petacovsky descargaba en su casa cerca de un millón de láminas entre estampas para cuadros, retratos, alegorías patrióticas, copias de monumentos y tarjetas postales. Las ventas fueron iniciadas enseguida. Varios viajantes se encargaron de las provincias, y el tío Petacovsky de la capital. Durante seis meses las cosas anduvieron a todo trapo. Mas no obstante esa actividad y las proporciones que alcanzaron las fiestas del centenario en toda la República, el negocio fracasó" (1).

En Agatha Galiffi, La flor de la mafia, novela de Esther Goris, Juan Galiffi deja el Hotel de Inmigrantes: "todavía era de noche. Ahora sí, Juan Galiffi sentía que el país le abría las puertas; hasta ese momento había permanecido en un limbo indeterminado, en el vestíbulo de su futuro. Donde creyó encontrar una ciudad dormida, se tropezó con una población desvelada, inquieta y festiva. A las pocas cuadras de la solitaria zona portuaria, las luces de los faroles sólo eran opacadas por las de las tiendas y los bares que permanecían abiertos. Ruidosos celebrantes repetían una y otra vez los brindis por la patria. Las banderas abundaban, no sólo la argentina, también otros colores se mezclaban con el celeste y blanco: entre ellas reconoció la tricolor. Galiffi se admiró. Había llegado al país de la jauja y el derroche, donde la fábula era tan verdadera como las tristezas de Europa. Ignoraba todavía que en el amanecer del 25 de Mayo de 1910 se celebraba el Centenario de la Nación" (2).

Carlos Molina Massey evoca, en su cuento "La muerte del pingo" (3), un festejo patrio, en el que confraternizan nativos e inmigrantes. Es el 25 de Mayo. En Mercedes se aprestan a conmemorar la fecha patria: "En la plaza, embanderada, había música y cueterío. Desfile de escolares. Aglomeración de curiosos. Por las calles jinetes gauchos paseaban el lujo de sus fogosos caballos. Don Contreras realizaba su programa anual desde el almacén de don Quintino, el portugués, situado en la esquina crucera de la plaza. Allí tenía concentrada su gente. -A ver, gringo: atále otra gruesa e cuetes a la cola el colorao –ordenaba el bolichero. O si no: -Al escuro atale una lata e kerosén vacida. Enloquecidas por las deflagraciones, por el olor de la pólvora y el ruido de los tachos, los potrillos de don Contreras obligaban a los peones, y aun al mismo patrón que no rehusaba el número, a soportar las más violentas bellaqueadas".

Francisco Montes es el autor de Leyendas y Aventuras de Alpujarreños. En "El desafío" relata que, para las fiestas patrias, en Malargue se realizaba una competencia de doma. Un indio puelche desafía a un andaluz de dieciséis años: "no se sabe en qué tris fatal Miguel dio una voltereta en el aire y cayó en pie. Un silencio espeso acogió el final inesperado. El desafío había terminado. Miguel saludó al domador (cortesía indígena), reunió su caballada y a sus secuaces y desapareció. Dicen que nunca más volvió por aquellos pagos. El domador con carita de extranjero, flaco, velludo y colorado, de ojos azules era el mismo que desde las Alpujarras había llegado con dos años de edad en la búsqueda de insondables destinos. Y cuentan todavía en los fogones malarguinos el gesto de un huaso chileno que había presenciado el desafío, rico el hombre, que había llegado con una tropill de alazanes y mulas de alzada cordillerana. Montaba un caballo de leyenda con apero chapeado en plata. Se acercó al jinete y ofreciéndole las riendas de su montado, le dijo: -Tome, joven. Este es mi regalo. El apero nada más valía un Perú" (4).’

En Entre Ríos vivió su infancia Máximo Yagupsky, quien relata, en diálogo con Mario Diament: "como faltaban maestros y el gobierno no podía afrontar ni la demanda ni el presupuesto, los jóvenes más instruidos de la colonia se ofrecían como maestros. De modo que tomaban cursos acelerados en la escuela que allí teníamos – la ‘Alberdi’- y de inmediato se abocaban a la enseñanza. Y pese a esta preparación abreviada, la escuela ‘Alberdi’ produjo maestros de gran calidad, algunos de los cuales llegaron a profesores secundarios, lo que en ese entonces era una cosa tenida en gran jerarquía. Mi maestro, que se había graduado en la "Alberdi", sabía que al llegar el 25 de mayo había que cantar el Himno Nacional, porque ésas eran las instrucciones que se le habían impartido. Pero el problema era que habían aprendido la letra, pero no la melodía. De modo que cantábamos el Himno Nacional con la melodía del Hatikva, que era el himno judío. Porque, en cierto modo (Hatikva significa "esperanza") esto condecía con lo que eran sus esperanzas: veían en la Argentina una Sion, la Sion de sus sueños" (5).

Felipe Fistemberg Adler relata en sus memorias que, en Moisés Ville, provincia de Santa Fe, "Cuando llegaban las fiestas patrias, el pueblo se vestía de gala, las ventanas lucían banderas azules y blancas y a la plaza San Martín, en el centro del poblado, concurría toda la población luciendo la escarapela y manifestando con orgullo su agradecimiento a la nueva patria. Por ser uno de los más altos, y seguramente porque mamá me almidonaba para la ocasión el guardapolvo, ya en los grados superiores las maestras me elegían abanderado, y escoltado por otros niños caminando entre aplausos y cálidas sonrisas nos dirigíamos a la plaza. Las autoridades y los directores de todas las instituciones pronunciaban emotivos discursos. Se cerraba el acto con un esperado reparto de golosinas entre los chicos. Con premura, nos despojábamos de los guardapolvos y corríamos al bosque de eucaliptos frente a la administración de la J.C.A. para ver y participar de la fiesta popular que premiaba a los ganadores, con ponchos, frazadas, camisas, camisetas o pantalones" (6).

Un acto escolar es una excelente oportunidad para destacar los méritos de una alumna asturiana. Jorge Fernández Díaz, el hijo de la inmigrante, relata que la maestra dijo: " ‘Sé que muchas de ustedes no están de acuerdo. Pero quiero gratificar a esta alumna que no es argentina y que tanto perseveró en aprender lo nuestro. Ninguna se atrevió a contradecir a la señorita Valenzuela, y mi madre llevó la bandera de ceremonias en un acto cualquiera que sus tíos observaron uniformados, firmes y solemnes, henchidos de orgullo y de argentinidad" (7).

En Tucumán se llevó a cabo un "Acto Islámico", un 25 de Mayo. En ese acto, manifestó el Secretario de la Asociación Pan-Islámica Ing. José E. Ibrahim: " Quiero agradecer a todos por este Momento Sagrado para el Islam y en el día del Aniversario de la Revolución de Mayo darles la Bienvenida a los Representantes Islámicos de Jujuy y Salta, Santiago del Estero, a los representantes de la Universidad Nacional de Tucumán, a los de la Universidad Tecnológica de Tucumán, a los del Instituto Argentino Árabe, al señor Cónsul de Siria, a los hermanos de la Provincia de Santa Fe, al Señor Iman de Córdoba Sheij Mounnif al Sukaria, a las autoridades políticas y religiosas de nuestra comunidad y a todos los hermanos de fe de nuestra ciudad por responder a nuestra invitación. Dejó para lo último y para darle el relieve que corresponde a la presencia en este acto del Arquitecto Mohamed Iusef Hallar, Director de la Oficina de Cultura y Difusión Islámica Argentina y Miembro de la Liga Mundial Islámica con asiento en la Sagrada Meca que es el artífice del presente acontecimiento" (8).

"Aunque pocos lo saben –señala Loreley Gaffoglio-, el Día de la Bandera se instituyó en 1938, luego de dos años de intensos debates, y surgió como un acto de desagravio impulsado por jóvenes argentinos ‘afectados e indignados por frecuentes manifestaciones extranjeras’ en los tiempos de la Guerra Civil Española. (…) La historia cuenta que el 1° de mayo de 1936 las calles de Buenos Aires se poblaron de banderas de los grupos que enfrentaban a republicanos y nacionalistas en España y que tuvieron en el alzamiento de Franco en Marruecos el cruento inicio de la Guerra Civil Española. Un grupo de jóvenes argentinos, ‘afectados e indignados por frecuentes manifestaciones extranjeras portando símbolos exóticos de nuestra nacionalidad y que desfilaban impunes por las calles de Buenos Aires’, resolvió entonces donar una bandera a la Municipalidad, a manera de desagravio, para rendirle tributo el 20 de junio de 1936, en un nuevo aniversario de la muerte de Belgrano" (9).

En "20 de junio" (10), Luis León se refiere al sentimiento patrio de un inmigrante. Cuando Nissim llegó a la Argentina "No sabía por qué la ‘djente’ se ponía una cintita celeste en su ropa y la colgaba en el frente de algunas casas, pensó en una fiesta cristiana, él no sabía muchos de eso porque venía de un país musulmán y él mismo era judío, los cristianos que había conocido no usaban esa cinta, eran griegos y armenios, pero debía ser algo así: esas cintitas le agradaron mucho, simpatizó con ellas porque fue lo primero que reparó al recorrer las calles del centro de Buenos Aires, al salir del puerto. (…) Él junto a unos pocos amigos, fundaron el club sefaradí del Centro. Rechazó la presidencia que le ofrecieron, porque no sabía leer ni escribir. Pero en cambio recibió con gran alegría el cargo de presidente de ceremonias. Inauguraba con un discurso las reuniones de cada fecha patria argentina y repartía antes de comenzar, una escarapela a cada concurrente, fijándoselas con un alfiler con sus propias manos".

En La fuga, novela de Eduardo Mignogna distinguida con el Premio Emecé 1998/99, se inaugura el Obelisco: "Eran las dos de la tarde del sábado 23 de mayo de 1936, cuando la banda terminó de tocar el Himno y el intendente De Vedia dijo a la multitud un discurso donde vaticinó que el Obelisco sería, con el correr de los años, el alma de Buenos Aires y el recuerdo más auténtico del día en que la ciudad cumplió cuatrocientos años. Todos estábamos muy juntos y mirando hacia el palco de las autoridades que quedaba a los pies del Obelisco. Yo era uno más entre tantos. Toleré un rato aquel discurso, y ya estaba a punto de empezar a forcejear para mandarme mudar, cuando descubrí a un costado al Francés que me saludaba con una mano en alto y una indescifrable expresión de ansiedad en el rostro. El hombre no estaba solo. A su lado, una mujer alta y bella de melena oscura lo abrazaba por los hombros" (11).

Notas

1 Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo", en La levita gris. Cuentos judíos de ambiente porteño. Buenos Aires, BABEL.

2 Goris, Esther: Agatha Galiffi, La flor de la mafia. Buenos Aires, Sudamericana, 1999. 415 pp.

3 Molina Massey, Carlos: "La muerte del pingo", en Luis Gudiño Kramer, J. P. Sáenz y otros: El cuento argentino 1930-1959* antología. Selección, prólogo y notas por Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo).

4 Montes; Francisco: "El desafío", en Leyendas y Aventuras de Alpujarreños, en Unisex. Buenos Aires, Bruguera. 163 pp.

5 Diament, Mario: Conversaciones con un judío. Buenos Aires, Fraterna, 1986.

6 Fistemberg Adler, Felipe: Moisés Ville Recuerdos de un pibe pueblerino. Buenos Aires, Milá, 2005. 112 pp. (Testimonios).

7 Fernández Díaz, Jorge: Mamá. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.

8 S/F: "Acto islámico", en www.revistaarabe.com.ar.

9 Gaffoglio, Loreley: "Una historia poco conocida El Día de la Bandera nació en 1938 como un acto de desagravio", en La Nación, Buenos Aires, 20 de junio de 2004.

10 León, Luis: "20 de junio", en SEFARAires Nº38, Junio de 2005, sefaraires[arroba]fibertel.com.ar

11 Mignogna, Luis: La fuga. Buenos Aires, Emecé, 2001. 216 pp. (Escritores argentinos).

Fiestas patrias de los inmigrantes

Gladys Onega dedica un capítulo de sus memorias a la descripción de un festejo de la comunidad italiana de Acebal, provincia de Santa Fe. Transcribo un fragmento de ese capítulo, titulado "De cómo la hija de los Onega llegó a cantar la Giovinezza":

"(…) llegado el 20 de septiembre, fui una bambina más invitada a la fiesta de la Sociedad Italiana para celebrar la gran fiesta de los italianos. (…) La maravilla me cundió cuando llegamos al salón de la Sociedad Italiana; no me bastaban los oídos para gozar de ‘faccetta nera, faccetta nera, bella abisinia’, ni los ojos para ver lo que veía. Allí todo eran banderas de seda, todo eran cocardas de papel crepe, todo eran pendones colgados de lámparas, ventanas, puertas y telón, todo eran cintas colgadas de las lámparas y todo eran servilletas de colores que honraban la patria italiana. Por obra de magia, el cine ya no era el cine sino una piazza romana, nuestro conocido escenario de matinés y noche no era escenario sino un gran palco y las mesas hechas de tablones sostenidos por caballetes y cubiertos de papel de blanco de panadería no eran tablones sino mesas cubiertas de manteles adamascados".

"Cada primero de agosto –escribe Alejandro Stilman, a partir de un informe de Pablo Bizón y Diana Pazos-, en Colonia Esperanza, conmemoran el aniversario de la Federación Helvética, la fiesta patria suiza y, dos semanas más tarde, el nacimiento de la Asociación Suiza Guillermo Tell. (…) Esta ‘pequeña Europa’, integrada además por alemanes, franceses y belgas, a los que se sumaron italianos, españoles, polacos, rusos, checos, judíos y árabes, se fundó en 1856. La llaman ‘la primera colonia agrícola organizada del país’ " (2).

En la colonia Pigüe, fundada por cuarenta familias francesas, se festeja "el 14 de julio, la fecha patria, que es comienzo de la gran Semana de Francia" (3). "Mientras las estrofas del Himno Nacional conmovían el corazón de los judíos de Rajil, otro grupo de inmigrantes arraigados a 130 km al norte de Bahía Blanca ensayaba una versión a su manera: ‘Entendez mortels le cri sacré/ Liberté, liberté, liberté…’ Sólo que allí se cantaba todos los 14 de Julio en conmemoración de la toma de la Bastilla y era seguido por las notas de la Marsellesa. Con desfiles, cañonazos, discursos y premios artísticos, los franceses celebraban solemnemente su fecha patria en Pigüé, un pueblito barroso de la pampa donde todavía se agitaba el fantasma de las chuza indias" (4).

El protagonista de Mestizo (5), novela de Ricardo Feierstein, participa en una fiesta sionista: "Así pasé varios años, trabajando. Hasta que conocí a mi esposa, en una fiesta sionista, creo que era un aniversario de Herzl. Yo fui y allí estaba ella. Pero eso fue bastante después, cuando era todo un señor, ya tenía el negocio de Boedo".

Notas

1 Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro Una historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires, Grjalbo, 1999.

2 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): "Suizos Colonia Esperanza / Santa Fe La vida en una pequeña Europa", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.

3 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): "Franceses Pigüé / Pcia. de Buenos Aires La colonia de la omelette gigante", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.

4 Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración. Ilustraciones: Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. 6° ed. (Sudamericana Joven Ensayo).

5 Feierstein, Ricardo: Mestizo. Buenos Aires, Planeta, 1994.

Fiestas tradicionales de los inmigrantes

"Los primeros sábados de marzo, Colonia Caroya festeja la Semana de la Vendimia que culmina con un almuerzo popular sobre la avenida San Martín al ritmo de danzas friulanas. En julio, la Fiesta de las Comidas Típicas Caroyenses son la oportunidad de saborear la polenta blanca con codeguín (un chorizo hervido y picante), y la típica bagna cauda (leche con anchoas y ajo). En octubre, la Fiesta del Salame Casero, reafirma su legendaria calidad" (1).

En Villa del Parque, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se lleva a cabo la Bierfest, organizada por un colegio del barrio. Escribe al respecto Pablo Hacker, en 2003: "Más de 100 tanques de cerveza helada de 30 litros cada uno. Una enorme parrilla con 3.000 chorizos asándose a las brasas. El olor penetrante y tentador del chucrut casero. Cientos de tortas de chocolate y manzana, exquisitos strudels. Música en vivo para todos los gustos, desde un chamamé hasta un rock & roll, pasando por una marcha nupcial alemana. Y cerca de 3.500 personas reunidas en una pequeña plaza en el corazón de Villa del Parque. El resultado de la ecuación: una fiesta barrial que generó felicidad, panzas llenas, y a más de uno un poquito de resaca mañanera. La 12° edición de la Fiesta de la Cerveza, organizada por el colegio alemán Schiller el sábado pasado, fue un éxito a pesar de la lluvia que obligó a cerrar los grifos de las choperas una hora antes de lo que muchos hubieran deseado" (2).

Entre los galeses, "Un histórico evento es, desde hace 109 años, el festival literario-musical de Eisteddfod, que evoca las tertulias de los celtas. Hay dos versiones patagónicas del Eisteddfod: en la segunda semana de septiembre, el de la Juventud, en Gaiman, y en octubre, el de Chubut, en Trelew" (5).

Refiriéndose a los daneses, señala María M. Bjerg: "En noviembre se organizaba una fiesta de fin de curso a la que llamaban Skovtur, evocando una celebración tradicional en el calendario campesino danés. Tan bien captada por Bille August en su película Pelle el conquistador, en la imagen de las carretas adornadas con flores y banderas transportando hacia el bosque a ufanos campesinos dispuestos a beber, cantar y bailar celebrando la llegada del verano nórdico, el Skovtur encerraba un sentido fuertemente comunitario en las aldeas campesinas de Dinamarca. Resignificado, el Skovtur de las escuelas danesas de la Argentina se celebraba al finalizar el año escolar y era una salida de la que participaba el grueso de los miembros de la cngregación" (6).

Los japoneses en la Argentina festejan el Natsu Matsuri (Festival de Verano). Acerca del evento llevado a cabo en 2002, encontramos esta información: "Como todos los años la Fundación Cultural Argentino Japonesa invita a todos los argentinos al "Festival de Verano" en el Jardin Japones (Casares y Figueroa Alcorta ), siguiendo la costumbre japonesa de realizar un festejo popular en cada estación del año. Dos atardeceres recreando las disciplinas y costumbres de la cultura japonesa, música con bandas y tambores japoneses, danzas tradicionales, artes marciales, desfiles de kimonos y feria de comidas y artesanías japonesas". Habrá "una galeria de arte y se darán workshops de Sumie (pintura a la tinta china). También se podrá disfrutar de la exposición Kokeshi Ten, Muñecas japonesas, cedidas por la embajada del Japón", shows culturales: danzas, demostraciones de artes, teatro, música y audiovisuales con una pantalla de video gigante, el show "Robotech Time" –"Espectáculo audiovisual con sinfónica de 50 músicos que interpretarán canciones de la famosa serie de dibujos Robotech con proyecciones de la famosa saga"-, desfiles de Kimonos y la colección Heiwa Uchi de la escuela de Roberto Piazza, recitales de bandas de anime, pop y rock, exhibiciones de artes marciales, Karaoke, Cosplay (concurso de disfraces) y "en la cumbre Otaku se reunirán todos los fans clubes de famosas series", exposición de Bonsái, masajes japoneses y de relax gratuitos, Feria Artesanías y artículos japoneses, platos de la gastronomía japonesa y oriental" (7).

"El 3 de marzo es el ‘día de las niñas’ o hina matsuri: se exhibe una colección de muñecas que representan la antigua corte imperial y la presencia del bambú garantiza fortaleza y flexibilidad en las futuras mujeres" (8).

"La fiesta de los niños se celebra el 5 de mayo, cuando se muestran figuras de muñecos representando samurais y se comen bizcochos especiales" (9).

Notas:

1 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): "Italianos Colonia Caroya / Córdoba Los sabores artesanales del Friuli", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.

2 Hacker, Pablo: "El barrio festejó con cerveza, chucrut y baile", en Clarín, Buenos Aires, 19 de noviembre de 2003.

3 Maier Schwerdt, Héctor y Melchior, Julio César: Antiguas tradiciones de los alemanes del Volga. Barragán & Asociados.

4 S/F: "La fiesta de ‘Kerb’ ", en La Prensa, Buenos Aires, 7 de junio de 1998.

5 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): "Galeses Gaman / Chubut Una fiesta de té con torta y literatura", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.

6 Bjerg, María M.: Entre Sofie y Tovelille Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1930). Buenos Aires, Editorial Biblos, 2001. 191 pp. (La Argentina plural).

7 S/F: "AGENDA Natsu Matsuri (Festival de Verano)", en www.global-art.com.ar, Febrero de 2002.

8 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A LA MESA Ritos y retos de la alimentación argentina. Buenos Aires, Grijalbo, 2000.

9 ibídem

Visitas reales

En El Sur y después –obra teatral de Roberto Cossa-, una pareja relata que ha visto los festejos del Centenario: "-Lo que nos costó llegar…! – ¡Vieran lo que son los festejos! Tuvimos que dar un rodeo por detrás de la Municipalidad! -¡Pero vi a la Infanta Isabel! ¡La vi! –Y el presidente dijo: Cumplimos cien años de libertad y tendermos libertad por cien años más" (1).

La protagonista de Lunas eléctricas para noches sin luna, novela de Belén Gache, relata: "Para los festejos del Centenario, nuestro país recibirá una serie de visitas de representaciones diplomáticas, económicas y culturales de países extranjeros. Se han organizado, así mismo, una serie de recepciones de gala, funciones teatrales, desfiles militares, inauguraciones de monumentos, un tedéum en la Catedral e, incluso, una serie de exposiciones internacionales que abarcarán disciplinas como la agricultura, la industria y las bellas artes y que se desarrollarán en distintos puntos de la ciudad. (…) En los alrededores de la Plaza de Mayo han colocado una serie guirnaldas de luces resaltando las líneas arquitectónicas de todos los edificios. Cerca de la Casa de Gobierno han armado un lujoso palco desde el cual la Infanta Isabel saludará al pueblo argentino". La Infanta llega a la Argentina el 18 de mayo de 1910: "Los habitantes de Buenos Aires han salido de sus casas y se han convocado en la Plaza de Mayo. Criollos e inmigrantes, italianos y polacos, ricos y pobres se han reunido todos en este día memorable" (2).

Años después, llegó a la Argentina Humberto de Saboya: "Bajó del barco a sonrisa plena, con el gesto de un joven que se sabe marcado por la realeza y por el destino. El heredero del trono de Italia, Humberto de Saboya, príncipe de Piamonte, llegó a Buenos Aires y sedujo a su auditorio con espontánea simpatía. Era el 6 de agosto de 1924 cuando arribó al puerto de Buenos Aires a bordo del San Giorgio, nave integrante de la marina de guerra italiana. Su garbosa presencia fascinó al público argentino. (…) En Buenos Aires lo recibió el Presidente Marcelo T. de Alvear junto a sus ministros, representantes de la Embajada de Italia, funcionarios, militares y un enorme público deseoso de saludarlo. Ese público estaba conformado sobre todo por italianos nmigrantes que habían venido a la Argentina a hacer ‘L’America’. Para esos trabajadores, ‘era la patria misma que llegaba’. Los agasajos fueron interminables. Bailes, comidas, recepciones, almuerzos en el Hipódromo, funciones de gala en el Teatro Colón y en el Cervantes, unja visita a la estancia San Juan de Pereyra Iraola. Como en toda historia de príncipes, también hubo un baile que él mismo organizó en el Palacio Bosch (donde se alojaba) y hasta apareció una Cenicienta vestida de princesa para la ocasión" (3).

La ciudad de Mendoza se engalana para la visita del príncipe italiano: "La capital de la provincia, con ser una hermosa ciudad como quiera que se contemple, se vistió de gala y de fiesta embelleciéndose extraordinariamente con motivo de la visita de S:A:R: el Príncipe Humberto de Saboya. En verdad ni aún para las solemnidades en que el patriotismo nacional reclama toda la pompa y el buen gusto de la ornamentación pública, se ha admirado en nuestra ciudad, como en tal circunstancia, el brillante exponente de plausibles inciativas oficiales y particulares adoptadas para probar, en el homenaje al joven y gallardo príncipe, todo el calor y la simpatía que nos merece su persona, su investidura y el nombre de Italia" (4).

Notas

1 Cossa, Roberto: Gris de ausencia, en Teatro 3. Buenos Aires, Ediciones de la Flor.

2 Gache, Belén: Lunas eléctricas para noches sin luna. Buenos Aires, Sudamericana, 2005.

3 S/F: "Imágenes del Siglo 1900 1999 Las fotos que hicieron historia Vigésima entrega", en Clarín, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1999.

4 S/F: "La ‘Perla Andina’, 1924", en Prov. de Mendoza, A su Alteza Real Umberto di Savoia…, 1927, incluido en Historia de Ciudades Mendoza. Selección y prólogo: Rosa Guaycochea de Onofri. Buenos Aires,Centro Editor de América Latina, 1983. (Historia Testimonial Argentina).

Fiesta del Inmigrante

Las Fiestas del Inmigrante se realizan en muchas localidades, y agrupan a quienes llegaron de otras tierras, a sus descendientes y a los nacidos en el país que los recibió. Me refiero a algunos de estos festejos:

El 8 de septiembre de 2002 tuvo lugar en los jardines del Ex Hotel de Inmigrantes la Fiesta de las Colectividades. Semejante a la que se realizó otros años en el Rosedal, incluyó la presentación de conjuntos folklóricos de diferentes comunidades, la venta de productos típicos y la degustación de comidas regionales, así como también el obsequio de posters y folletería. En esa oportunidad, el profesor Jorge Ochoa de Eguileor, la arquitecta Seró Mantero y sus colaboradores presentaron más material del Museo de la Inmigración.

En Berisso se llevó a cabo una nueva Fiesta del inmigrante. Acerca de la realizada en 2004, leemos: "La emotiva jornada se vivió en la capital provincial del inmigrante, con motivo del tradicional desfile que, como sucede desde hace 27 años, volvió a reunir a miles de descendientes de aquellos trabajadores que poblaron estas tierras y forjaron la Nación. El encargado de dar las palabras de bienvenida fue el Presidente de la Asociación de Entidades Extranjeras, Jorge Pagano, quien estuvo acompañado por el gobernador Felipe Solá y los intendentes de Berisso y Magdalena, Enrique Slezack y Fernando Carballo. En tanto, se presentó en público, la nueva Reina del Inmigrante, la joven Roma Nerea Bergonzi (colectividad italiana), quien se mostró muy emocionada. Lo mejor de la jornada fue, el desfile de las distintas colectividades, que desde hace años constituye el broche de oro de la Fiesta del Inmigrante. (…). El cierre del tradicional desfile estuvo a cargo de instituciones civiles y tradicionalistas. La emotiva jornada concluyó con un festival y con un show de fuegos artificiales" (1).

Se acerca una nueva Fiesta del Inmigrante en Oberá, Misiones, una fiesta que reúne a inmigrantes llegados de otros continentes y de países limítrofes: "Del 3 al 17 de septiembre (a excepción de los días 5 y 12 que serán de descanso), se realizará la XXVI Fiesta Nacional del Inmigrante en Oberá. Los atractivos serán varios, y entre ellos se cuenta un stand atendido por personal del Ministerio del Interior que proporcionará información a quienes buscan sus orígenes, además de un mini "jurasic park" con especímenes de dinosaurios en escala, encontrados en la Patagonia argentina. La incorporación de la colectividad checa y la construcción de un helipuerto son también, novedades para este año. "Hemos analizado la situación de prolongar durante 14 días la fiesta, tal cual el año pasado y se decidió organizar mejor, de manera tal, que los visitantes tengan más espacio en el tiempo para apreciarla", dijo Julio Barchuk, presidente de la Federación de Colectividades. (…) Barchuk también dijo que el 29 de mayo viajarán a Buenos Aires, invitados por el Canciller Rafael Bielsa a efectos de exponer en lo que será la conformación de la Asociación Nacional de Colectividades. "Esto es muy importante para nosotros, teniendo en cuenta que nos abrirá las puertas a contactos con el exterior u otras organizaciones que implique el acercamiento a las colectividades y sus paises de origen", apuntó. Entre los números que están evaluando para la edición de este año, se analiza traer a los Tucu Tucu, Fito Paez, la Mona Jiménez,entre otros" (2).

Notas

1 S/F: "Fiesta del inmigrante BERISSO Y LAS COLECTIVIDADES", en La Gran Capital, Número 76, octubre de 2004, www.lagrancapital.com.ar.

2 S/F: "Ya está en marcha la Fiesta del Inmigrante", en Oberáonline, 17 Mayo de 2005, www.oberaonline.com.ar.

Aniversarios

En 1996, en el marco de las Jornadas Patrióticas Gallegas, los inmigrantes de ese origen y sus descendientes celebraron el 17° aniversario del Centro Galicia de Buenos Aires, con una Gran Romería en el "Campo Galicia". La jornada se inició con una misa solemne y procesión, luego hubo danzas gallegas a cargo de los grupos que integran la escuela del Centro Galicia y actuación del grupo de gaitas del Centro Galicia. Más tarde se llevó a cabo el almuerzo "17 aniversario" y, finalmente, el baile con la participación de renombradas orquestas de la colectividad gallega y española (1).

"Entre las costumbres curiosas de los galeses existía la de celebrar conciertos-exposiciones que atraían la concurrencia de hasta siete leguas a la redonda. Estos festivales (eistedvod) duraban largas horas –se almorzaba en el intervalo- con programas variados: canto declamación, concursos poéticos y exhibición de artesanías elaboradas por los colonos. Un jurado repartía modestos premios. A veces una distinción; otras, una pequeña suma de dinero. La Navidad, el Año Nuevo y la Fiesta de Desembarco –28 de julio, aniversario de la llegada al Chubut- motivaban estos encuentros a los que asistían hasta seiscientas personas" (2).

"La Cofradía Mundial de los Caballeros de la Omelette Gigante con sede en Pigüé, tiene su gala el primer domingo de diciembre. Se calienta la sartén de cuatro metros de diámetro, se rompen 14 mil huevos, se incorporan 30 litros de aceite y con remos y rastrillos se hace la monumental omelette. A la colonia le sobran celebraciones: (…) en diciembre, la fiesta de la fundación. (…) En octubre de 1884, en Burdeos, cuarenta familias oriundas de Aveyron –en el sudoeste francés- abordaron el barco que los trajo a Buenos Aires. El 4 de diciembre arribaron a esa antigua tierra mapuche y para nombrar a la colonia adoptaron una de sus voces: pi-hue, que significa ‘lugar de encuentro’. No se equivocaron aquellos pioneros al tomar ese nombre. Había encontrado su lugar" (3).

"Todo empezó el 3 de octubre de 1964 –escribe Mónica Beltrán-. El presidente argentino Arturo Illia y su par de la República Francesa, general Charles De Gaulle, firmaron en Buenos Aires un acuerdo de cooperación cultural, científico y técnico. Dos días después, el jefe de Estado francés, en visita oficial al país, colocó en un terreno de más de una hectárea la piedra fundamental de lo que hoy es el Liceo Franco Argentino Jean Mermoz, en el barrio de Belgrano. (…) La última semana los casi 1.600 alumnos del Liceo organizaron diversas actividades para festejar los 30 años: los chicos de jardín y preescolar soltaron en el patio cientos de globos con los colores de la bandera francesa; los de primaria bailaron el pericón y los más grandes exhibieron sus investigaciones sobre la vida del piloto Jean Mermoz, que prestó su nombre a la escuela" (4).

"El Club Portugués , en el barrio de Isidro Casanova, reconoce como orígenes fundantes la migración de un grupo de familias durante la dictadura militar de Antonio Oliveira Salazar (entre 1933 y 1968), que se instalaron como quinteros, horneros y comerciantes en el área metropolitana, especialmente en el partido de La Matanza. (…) El aniversario del club se conmemora con platos típicos como la sopa de conquilhas, la cazuela de pulpo con salsa bechamel y salsa de pimientos, y como postre: helado de crema portuguesa con dulce de almendras" (5).

El Boletín N" 1 (6) de la Familia Lombarda de Paraná informa que "En el marco de los festejos por el 140º Aniversario de la Sociedad Italiana en Paraná, se realizó una Convocatoria a formar todas las familias correspondientes a las distintas regiones de Italia en nuestra Ciudad. Se convocó a los descendientes de la Región de Lombardía en fecha 13/12/04. En dicha Reunión –con notable concurrencia – nos conocimos y en otros casos reencontramos, familias de lombardos e intercambiamos opiniones sobre la factibilidad de formar la Familia Lombarda. Se acordó comenzar con un Censo y con la confección de los futuros Estatutos de la Sociedad. Además se trató la posibilidad de elaborar un Boletín – como el presente – a fin de hacernos conocer y convocar a otros descendientes de lombardos. También se hizo hincapié en la voluntad y necesidad de rescatar las tradiciones de nuestros ancestros a través de historias, recetas, recuerdos, etc. En posteriores reuniones se avanzó en estos objetivos y nos estamos preparando para participar de los distintos Actos programados para la Conmemoración de los 140º años de la Sociedad Italiana".

El Boletín N° 2 (7) informa que el 27 de abril de 2005 se realizó "en la Sede de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos un café literario, en el marco de los festejos por el 141º Aniversario de la creación de la misma, y destinado a la participación de las diferentes regiones de descendientes de italianos que estuvieran constituyéndose en nuestra ciudad".

Refiriéndose a los daneses, escribe María M. Berg: "Frente a la recreación de las tradiciones del pasado, los maestros nativos orientaban su trabajo al desarrollo de una identificación de los niños con la cultura argentina. Gradualmente, la comunidad fue gestando un tenue sentido de pertenencia al país de adopción. En 1923, la participación de la escuela y de la congregación en los actos públicos del centenario de la fundación de Tandil revela la naturaleza de esta identificación. Haciendo gala de las banderas de sus dos patrias, los alumnos desfilaron para honrar al fundador de la ciudad, el general Martín Rodríguez. La congregación ofrendó al pueblo dos valiosos jarrones de porcelana danesa diseñados en Copenhague para la ocasión y el pastor Andresen , por entonces ministro de la iglesia y rector de la escuela, se dirigió a los vecinos de Tandil en un discurso que destacaba la estrecha vinculación de los daneses con la historia de la ciudad (…)" (8).

"Admirables sinagogas, exquisiteces tradicionales y celebraciones milenarias ambientan el paisaje de Moisés Ville, la primera colonia judía agrícola que se fundó en 1889, al noroeste de Santa Fe. Los inmigrantes venían de Kamenetz, Podolia (hoy Ucrania), región de la ‘Zona de residencia rusa’. (…) Todo el pueblo se reúne en las fiestas patronales (24 de setembre, y en el Aniversario de la Colonia, en octubre" (9).

Notas

1 S/F: "Jornadas Patrióticas Gallegas", en Viajero Celta. Año I, N° 9. Buenos Aires, Julio de 1996.

2 Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración. Ilustraciones: Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. 6° ed. (Sudamericana Joven Ensayo).

5 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): "Franceses Pigüé / Pcia. de Buenos Aires La colonia de la omelette gigante", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.

6 Beltrán, Mónica: "LOS TREINTA AÑOS DEL LICEO FRANCO ARGENTINO Un colegio con acento francés", en Clarín, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1999.

7 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A LA MESA Ritos y retos de la alimentación argentina. Buenos Aires, Grijalbo, 2000.

8 Familia lombarda de Paraná: Boletín N° 1, csaboldelli[arroba]hotmail.com.

9 Familia Lombarda de Paraná: Boletín N° 2, Abril de 2005. csaboldelli[arroba]hotmail.com.

10 Bjerg, María M.: Entre Sofie y Tovelille Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1930). Buenos Aires, Editorial Biblos, 2001. 191 pp. (La Argentina plural).

11 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): "Judíos Moisés Ville / Santa Fe Los colonos que vinieron de Ucrania", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.

Fin de guerra

Los avatares de las contiendas se vivían con gran tristeza Lo recuerda en una entrevista María Trepicchio de Danna, a los 101 años: "Ah, la Primera Guerra se sufrió mucho porque todos los inmigrantes tenían a sus familiares en Europa". La ayuda a los damnificados no se hizo esperar: "Con el Círculo de Damas Francesas tejí para los soldados partidarios de De Gaulle". Cuando la guerra llega a su fin, también en la Argentina festejan: "la paz se celebró con locura, en casa entonamos La Marsellesa aquel día, con la bandera desplegada en el living" (1).

La pequeña descendiente de irlandeses que protagoniza Secretos de familia, novela de Graciela Beatriz Cabal, relata: "Mi papá no va a la guerra porque la guerra se acabó. Como ya no hay guerra, todos están contentos y salen a la calle y se abrazan, igual que si fueran parientes. Entonces mi tía la soltera se hace la simpática y pide que me vistan de cumpleaños, que ella y yo nos vamos a parrandear. Mi mamá me pone la blusa de los perritos colorados, que está recién lavada, y los zapatos nuevos de charol, que no se limpian con pomada sino con manteca, porque son carísimos. Mi tía la soltera, que es muy copiona, también quiere estrenarse algo y se estrena una banana. Pero no una banana de comer: una banana para ponerse en la cabeza, con horquillas. (Rellena con pelo de muerto está la banana, pero eso a ella no hay que contárselo nunca jamás para que no vomite, dice la Felisa). Yo quiero y quiero ir de parranda al Zoológico, y andar en elefante y en trencito y comer barquillos. Mi tía la soltera quiere y quiere ir de parranda a la confitería, a tomar copetín con papitas, aceitunas y otras cosas que hacen mal a la salud" (2).

Afirma Carlos Szwarcer, en su trabajo "El Café Izmir": "Pasaron los años y el Café lzmir se consolidó como referente de la colectividad. La Segunda Guerra Mundial agitaba los ánimos de sus habitués y sus paredes pintadas con arabescos —dibujos de palmeras y siluetas orientales que simulaban las Mil y una Noches—, eran parcialmente cubiertas por banderas de los países vencedores de la contienda" (3)

Escribe Felipe Fistemberg Adler, en la evocación de sus años en Moisés Ville: "Cuando la noticia de la finalización de la Segunda Guerra Mundial llegó al pueblo, y el triunfo de los aliados nuevamente traía esperanza al mundo, el Pueblo Judío quería festejar. Pero no era fácil pensar en festejos. No había nadie que no guardara luto por algún ser querido. Toda mi familia esperaba diariamente recibir alguna noticia de algún pariente afortunado. Pero no fue así: abuelos maternos, tíos, primos, y todos los demás sin un lugar donde ir a llorarlos. Las autoridades del pueblo entendieron que somos la "Zarza que Arde y no se Consume" y que debíamos sobreponernos a la masacre y pensar que el día llegaría y el Pueblo Hebreo retornaría a su tierra ancestral, la Tierra de Israel. Hicieron un llamado al pueblo e inmediatamente aparecieron donadas siete gordas vaquillonas, pan, bebidas, frutas y muchísimos voluntarios para organizar un asado gratuito y colectivo que permitiera a toda la población festejar el fin de la guerra. El shoijet (matarife), los carniceros y los ayudantes trabajaron como nunca. Al espectáculo de tamaña envergadura asistió una inusitada concurrencia" (4).

Notas

1 Muzi, Carolina: "El siglo que yo vi", en Clarín Viva, 26 de septiembre de 1999.

2 Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos Aires, Debolsillo, 2003. 280 pp.

3 Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en Todo es historia, N° 422, Septiembre de 2002.

4 Fistemberg Adler, Felipe: op. cit.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21
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