La pretensión de convertirse en la próxima década en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica, capaz de lograr un crecimiento económico sostenido, acompañado de una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y de una mayor cohesión social, se ha plasmado en la formulación de unos objetivos educativos comunes. A la vista de la evolución acelerada de la ciencia y la tecnología y el impacto que dicha evolución tiene en el desarrollo social, es más necesario que nunca que la educación prepare adecuadamente para vivir en la nueva sociedad del conocimiento y poder afrontar los retos que de ello se derivan. Por ello, la UE y la UNESCO se han propuesto, en primer lugar, mejorar la calidad y la eficacia de los sistemas de educación y de formación, lo que implica mejorar la capacitación de los docentes, desarrollar las aptitudes necesarias para la sociedad del conocimiento, garantizar el acceso de todos a las tecnologías de la información y la comunicación, aumentar la matriculación en los estudios científicos, técnicos y artísticos y aprovechar al máximo los recursos disponibles, aumentando la inversión en recursos humanos. En segundo lugar, se ha planteado facilitar el acceso generalizado a los sistemas de educación y formación, lo que supone construir un entorno de aprendizaje abierto, hacer el aprendizaje más atractivo y promocionar la ciudadanía activa, la igualdad de oportunidades y la cohesión social. En tercer lugar, se ha marcado el objetivo de abrir estos sistemas al mundo exterior, lo que exige reforzar los lazos con la vida laboral, con la investigación y con la sociedad en general, desarrollar el espíritu emprendedor, mejorar el aprendizaje de idiomas extranjeros, aumentar la movilidad y los intercambios y reforzar la cooperación europea. En el preámbulo de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea podemos leer: "[…] los pueblos de Europa, al crear entre sí una unión cada vez más estrecha, han decidido compartir un porvenir pacífico basado en valores comunes. Consciente de su patrimonio espiritual y moral, la Unión está fundada sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, y se basa en los principios de la democracia y del Estado de Derecho. Al instituir la ciudadanía de la Unión y crear un espacio de libertad, seguridad y justicia, sitúa a la persona en el centro de su actuación. La Unión contribuye a la preservación y al fomento de estos valores comunes dentro del respeto de la diversidad de culturas y tradiciones de los pueblos de Europa, así como de la identidad nacional de los Estados miembros y de la organización de sus poderes públicos en el plano nacional, regional y local; trata de fomentar un desarrollo equilibrado y sostenible y garantiza la libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales, así como la libertad de establecimiento. Para ello es necesario, dotándolos de mayor presencia en una Carta, reforzar la protección de los derechos fundamentales a tenor de la evolución de la sociedad, del progreso social y de los avances científicos y tecnológicos."
Por primera vez, se han reunido en un único documento todos los derechos que hasta ahora se repartían en distintos instrumentos legislativos como las legislaciones nacionales y los Convenios internacionales del Consejo de Europa, de las Naciones Unidas y de la Organización Internacional del Trabajo. Al dar visibilidad y claridad a los derechos fundamentales, la Carta contribuye a desarrollar el concepto de ciudadanía de la Unión así como a crear un espacio de libertad, seguridad y justicia. La Carta refuerza la seguridad jurídica por lo que se refiere a la protección de los derechos fundamentales, protección que hasta ahora sólo se garantizaba mediante la jurisprudencia del Tribunal de Justicia y el artículo 6 del Tratado de la UE.La Carta incluye un preámbulo introductorio y 54 artículos distribuidos en los capítulos: a) Capítulo I: Dignidad (dignidad humana, derecho a la vida, derecho a la integridad de la persona, prohibición de la tortura y de las penas o los tratos inhumanos o degradantes, prohibición de la esclavitud y el trabajo forzado); b) Capítulo II: Libertad (derechos a la libertad y a la seguridad, respeto de la vida privada y familiar, protección de los datos de carácter personal, derecho a contraer matrimonio y derecho a fundar una familia, libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, libertad de expresión e información, libertad de reunión y asociación, libertad de las artes y de las ciencias, derecho a la educación, libertad profesional y derecho a trabajar, libertad de empresa, derecho a la propiedad, derecho de asilo, protección en caso de devolución, expulsión y extradición); c) Capítulo III: Igualdad (igualdad ante la ley, no discriminación, diversidad cultural, religiosa y lingüística, igualdad entre hombres y mujeres, derechos del menor, derechos de las personas mayores, integración de las personas discapacitadas); d) Capítulo IV: Solidaridad (derecho a la información y a la consulta de los trabajadores en la empresa, derecho de negociación y de acción colectiva, derecho de acceso a los servicios de colocación, protección en caso de despido injustificado, condiciones de trabajo justas y equitativas, prohibición del trabajo infantil y protección de los jóvenes en el trabajo, vida familiar y vida profesional, seguridad social y ayuda social, protección de la salud, acceso a los servicios de interés económico general, protección del medio ambiente, protección de los consumidores), e) Capítulo V: Ciudadanía (derecho a ser elector y elegible en las elecciones al Parlamento Europeo, derecho a ser elector y elegible en las elecciones municipales, derecho a una buena administración, derecho de acceso a los documentos, Defensor del Pueblo, derecho de petición, libertad de circulación y de residencia, protección diplomática y consular); f) Capítulo VI: Justicia (derecho a la tutela judicial efectiva y a un juez imparcial, presunción de inocencia y derechos de la defensa, principios de legalidad y de proporcionalidad de los delitos y las penas, derecho a no ser acusado o condenado penalmente dos veces por el mismo delito).
En general, los derechos mencionados le son reconocidos a toda persona. No obstante, la Carta hace también referencia a categorías de temas con unas necesidades particulares (menores, personas mayores, personas con discapacidad). Además, el Capítulo V considera la situación específica del ciudadano europeo haciendo referencia a algunos derechos ya mencionados en los Tratados (libertad de circulación y estancia, derecho de voto, derecho de petición), introduciendo al mismo tiempo también el derecho a una buena administración.
1.5.2 Formación en Valores en Asia:
En Occidente, quienes basan sus argumentos en los «valores asiáticos» son los detractores del Estado benefactor. A pesar de esa doble instrumentalización, las enseñanzas del confucianismo ciertamente podrían ser provechosas para el mayor desarrollo de la civilización occidental. Eso requeriría que se pusiera de relieve su carácter genuinamente humanista, un aspecto frecuentemente suprimido por los protagonistas del discurso confuciano, pero con frecuencia también ignorado por los estudiosos. En esencia, los «valores asiáticos» se instrumentalizan políticamente tanto en Asia oriental como en Occidente.[12] De las palabras de Lee se puede deducir que no existen valores asiáticos como tales. Más bien, las presuntas causas culturales del éxito asiático-oriental se designaron ex post como valores asiáticos y se le sugirieron a las sociedades asiáticas para que las pusieran en práctica. Primero que nada en Singapur. Desde los años 80 su gobierno ha estado usando todos los medios a su alcance para tratar de «inculcar» su versión de valores confucianos a la población multiétnica. Pero desde los mismos albores de ese intento el gobierno constató que en el país no se podía encontrar ni un solo experto nacional en ética confuciana, cosa que no era nada sorprendente, considerando que hasta entonces en la vida cotidiana del país no había ninguna orientación confuciana. Así que tuvieron que traer eruditos del exterior, entre otros países, de Estados Unidos. Con su ayuda se desarrolló un plan de estudios para clases de confucianismo en las escuelas y se fundó un «Instituto de Filosofía de Asia Oriental» (Chua, p. 260). Además se inició una campaña masiva para «un sistema moral de la población china de Singapur», al igual que la campaña «hable mandarín» (Balakrishnan, p. 19)[13]. El gobierno de Malasia trató de emparejarse con Singapur en el mismo sentido. El nuevo eslogan del gobierno malayo es «Look East!» (¡Miren al Este!), es decir, los malayos deben contemplar los ejemplos y valores de Japón y Corea y aprender de ellos (Mols/ Derichs, p. 239).
El exagerado énfasis de políticos autoritario-conservadores de Asia oriental no es más que un intento de obstruir el proceso de emancipación en curso en sus sociedades. Es así como las nuevas fuerzas democráticas en la región ven el discurso actual sobre el confucianismo; y lo rechazan, porque los proclamados valores no reflejan ni la herencia cultural, ni las más recientes evoluciones sociales. Antes que nada hay que decir que el debate sobre los valores asiáticos sólo representa una polémica entre tradiciones políticas y culturales diferentes en una forma muy manipulada. Una de las dimensiones características de esa polémica es el conflicto de intereses económicos y políticos entre los viejos países industriales de Europa y Norteamérica y las economías en crecimiento del área del Pacífico. Otra es el propósito de los defensores de esos valores asiáticos de mantener el actual estatus político y social en sus países. Por eso la discusión transcurre más bien en el nivel político-práctico, donde ocupa el primer plano la instrumentalización de los valores asiáticos, y sólo se discute en forma restringida o casi nada en el nivel filosófico y de teoría política.
Desde comienzo de los años 90, los líderes de algunos florecientes países asiáticos, especialmente el ex-primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew, quien renunció después de 30 años en el cargo y ahora es Senior Minister, y el primer ministro de Malasia, Mahathir, irrumpieron en el discurso político que desde el «cambio radical» de 1989 y el ocaso del socialismo real está buscando un «nuevo orden mundial». Al mismo tiempo le hacen publicidad a su política autoritaria presentándola como «el camino asiático». Supuestamente en sus países los denominados valores asiáticos llevaron a la tan celebrada combinación de progreso económico y disciplina social. Por lo tanto, esos valores también deben ser los responsables del empuje y el éxito de Asia oriental. En el año 1991 el gobierno de Singapur presentó su versión de los valores asiáticos en su Libro Blanco. Dos lemas conforman el núcleo de esta versión: «La nación viene del grupo, la sociedad está por encima del Yo» y «Consenso en lugar de controversia» (Buruma, p. 191). En 1993 el ex-embajador de Singapur en Estados Unidos, Tommy Koh, publicó un catálogo de diez puntos donde reúne los valores que presuntamente responden por el éxito y el empuje de Asia oriental (Heinz, pp. 24-25). Esos diez puntos son:
1) Los asiáticos orientales no creen en la forma de individualismo extremo que se practica en Occidente. En la sociedad asiática el individuo busca equilibrar sus intereses con los intereses de la familia y la sociedad; en caso de duda estos últimos son prioritarios; 2) Los asiáticos orientales creen en familias fuertes a las que ven como comunidades protectoras. Luego vienen pretendidos valores asiáticos típicos como: 3) Ansia de aprender; 4) Economía y moderación; 5) Aplicación al trabajo; 6) Espíritu de equipo; 7) Además, Koh opina que hay una versión asiática del contrato social entre el pueblo y el gobierno. El gobierno preserva la seguridad y el orden, y garantiza la satisfacción de necesidades básicas como trabajo, educación y salud. De los ciudadanos se espera que observen las leyes, respeten al gobierno, trabajen duro, economicen y acostumbren a sus hijos a aprender con afán y a ser independientes; 8, En algunos países los gobiernos se han preocupado de que sus ciudadanos sean copropietarios del país. Koh menciona como ejemplo a Singapur, donde más del 90% de los habitantes tendría sus cuatro paredes propias; 9, Los asiáticos orientales exigen que sus gobiernos mantengan un ambiente moral sano, en el que sus hijos puedan crecer. La mayoría de los habitantes de Singapur estaría en contra de la venta de revistas tales como Playboy; 10, Los buenos gobiernos en Asia oriental desean una prensa libre, pero no creen que esa libertad deba ser absoluta, como en Occidente. Es cierto que la prensa no debe ser un vocero del gobierno, pero debe informar en forma responsable.
No es difícil darse cuenta de que esta lista no se diferencia intrínsecamente de la «tesis del capitalismo confuciano» que desde los años 80 se convirtió en el prototipo de explicación del desarrollo del Extremo Oriente. Para muchos defensores de esta tesis, la tradición confuciana es sin duda el secreto del éxito económico de Asia oriental, y destacan la lealtad, la frugalidad, la aplicación, la educación, la apacibilidad y la armonía como características esenciales de esa tradición. Más adelante abordaremos la problemática teórica y práctica de esa interpretación.
Del debate académico sobre el significado y las implicaciones teóricas del «fenómeno asiático», los defensores de los valores asiáticos sacaron la conclusión de que Asia oriental habría producido un modelo de desarrollo más exitoso que el de Occidente. Además siguen poniendo de relieve la irresponsable degeneración de la democracia occidental. La preferencia de las libertades individuales a costa de los nexos sociales y la responsabilidad familiar habría conducido al maligno crecimiento de un individualismo extremo que amenaza la esencia misma de la cohesión de las sociedades occidentales. Según Lee Kuan Yew, en Occidente la primacía del individuo se habría fosilizado en un dogma: y las consecuencias son el desorden social, el colapso de los sistemas de valores y la decadencia moral. En contraste, los éxitos económicos de Asia oriental no se habrían logrado a costa de la «cultura tradicional»; por el contrario, su cultura tradicional continuaría
En 1994 el viejo líder de la oposición surcoreana Kim Dae Jung se dirigió a la opinión pública internacional con su crítica al «camino asiático» de Lee Kuan Yew (Kim). Para Kim Dae Jung, Singapur es un Estado policial cuasi totalitario. Kim es particularmente enérgico al destacar que no existe ninguna contradicción entre la cultura asiática y una forma de Estado democrático. Por el contrario, «Asia tiene patrones de pensamiento democráticos que están tan profundamente arraigados como los de Occidente». La esencia de la ética del gobierno confuciano reside en que «la voluntad del pueblo es la voluntad del cielo» (Kim 1994:191), de donde se desprende sin dificultad que la doctrina confuciana y la democracia no son mutuamente excluyentes; muy por el contrario, armonizan entre sí. Lee y sus correligionarios tendrían un concepto errado de la relación entre una forma de gobierno eficaz y el Estado de derecho. Kim subraya que «una política que busque proteger a la gente de las consecuencias negativas del cambio económico y social nunca será eficaz si se impone a la fuerza» (Kim, p. 190). Como una expresión de su oposición a los gobernantes autoritarios, Kim Dae Jung junto con Corazón Aquino y otros demócratas asiáticos, fundaron en diciembre de 1994 el Forum of Democratic Leaders in the Asia-Pacific, organismo que entre otros asuntos aboga por la libertad de Aung San Suu Kyi y en general por la materialización de la democracia en la región. En el discurso político de Asia meridional y oriental no se refleja el conflicto entre valores asiáticos y occidentales; allí más bien se enfrentan los que abogan por un desarrollo político especial y los que reclaman una democracia totalmente universal. Lo que resulta notable es que los defensores de los derechos humanos y la democracia universal se remitan a la tradición confuciana de Asia oriental –la misma que en los últimos años utilizaron muy comprensiblemente los gobernantes totalitarios como instrumento para legitimar sus mandatos– para el establecimiento de sistemas de gobierno liberales (Pfenning, p. 66).
1.5.3 Formación en valores en América Latina
Cómo generalmente ocurre al considerar la realidad Latinoamericana es posible encontrar tantas maneras de abordar la educación en valores como países y sub-regiones. Sin embargo, al analizar las políticas educativas impulsadas por los gobiernos para promover los valores es posible constatar la existencia de dos modelos distintos que reflejan, a su vez, dos paradigmas sobre lo que implica la formación en valores. En primer lugar, cabe mencionar la larga lista de países que se caracterizan por trabajar la temática de los valores desde una asignatura concreta: Formación ética y ciudadana, Educación moral, Formación ética y cívicas, Educación en valores, Formación para la ciudadanía Existe un sinfín de denominaciones que, mediante asignaturas específicas, ocupan un espacio curricular.
El caso de nuestro país hermano de Chile es interesante. En el año 2004, el entonces Ministro de Educación chileno [14]se mostraba sumamente alarmado ante el hecho de que como resultado de casi dos décadas de dictadura militar en el país, había una ausencia total de muchos tópicos fundamentales para la cultura democrática en los currículos escolares donde no aparecían por ejemplo los propósitos de la Declaración de los Derechos Humanos; la función de los partidos políticos; quién gobierna y cómo se gobierna en una democracia; cuáles son los rasgos de un gobierno democrático. Chile ha optado por integrar la enseñanza de valores y conocimientos necesarios para el desarrollo de la democracia en asignaturas ya existentes como "Comprensión del Medio" en la educación básica ó "Historia y Ciencias Sociales" a nivel de la enseñanza media. Sin embargo, las opiniones y valoraciones de los estudiantes Chilenos no parecen acompasar las propuestas curriculares. Según una encuesta de opinión del Instituto Nacional de la Juventud Chileno (INJUV), "los jóvenes se perciben a sí mismos como poco conocedores de los temas políticos". Sólo la mitad de los jóvenes encuestados consideran a la democracia como el mejor sistema de gobierno. Existe hoy en Chile un replanteamiento acerca de cómo implementar un programa de educación en valores que logre que el currículum deseado se aplique en el aula.
El escaso poder de incidencia que han tenido hasta ahora los programas de educación en valores ha provocado un cambio paulatino en los últimos años hacia programas transversales de educación en democracia y ciudadanía a través de todas las disciplinas, grados y niveles del sistema educativo (Villegas- Reimers; 2006). Existen algunos países que han impulsado programas pilotos de educación en valores en localidades concretas.
En Colombia, por ejemplo, el gobierno ha impulsado un programa denominado "Escuela Nueva" que busca promover la formación de una conciencia ética ciudadana aunque el mismo sólo existe en las escuelas rurales.
En Venezuela se ha buscado establecer el programa "República Escolar" que enfatiza la formación de ciudadanos responsables y éticos pero, hasta el momento, sólo se ha implementado en algunas escuelas experimentales teniendo muy poco alcance.
Nos detendremos ahora en algunos ejemplos de países cuyos gobiernos han impulsado planes nacionales transversales de educación en valores como el caso de Guatemala. En ese país desde inicios del Siglo XX (1900) hasta 1944, la Asignatura de Moral y Urbanidad tenía carácter obligatorio. Luego, de esta fecha hasta 1996, estuvo inmersa como una unidad dentro de la Asignatura de Estudios Sociales y Educación Cívica. A partir de 2004, y en el marco de una Reforma Educativa, se opta abiertamente por una educación en valores considerada como un eje transversal y envolvente de todo el ciclo escolar. El nuevo programa ("APRENDO") tiene como objetivos fundamentales el fortalecer el desarrollo curricular de "Formación Ciudadana" contenido en el nuevo Currículum Nacional Base de pre-primaria, primaria y secundaria y llevar la práctica de valores al aula. Lo interesante del caso de Guatemala es que, si bien provee a cada centro escolar con un marco general para la educación en valores cívicos, existe un gran margen de adecuación y apropiación por parte de cada centro educativo a través de la elaboración de un Proyecto Escolar propio. La implementación de este programa es muy aún reciente cómo para evaluar su alcance real y su efectividad frente a los programas anteriores.
Este viraje en la forma de trabajar los valores hacia programas transversales que permeen todo el centro escolar se observa también en varios países del Mercosur (Palamidessi, 2006). Pese a diferencias importantes, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil presentan una serie de tendencias comunes entre las cuáles se destacan la incorporación de contenidos a los currículos relacionados con la enseñanza de habilidades y valores y la introducción de temas transversales como educación para la democracia, educación para la paz, equidad de género, prevención, salud y drogadicción, o educación para el consumo.
1.5.4 Formación en Valores en el Perú
Recientemente se ha discutido mucho la necesidad de reforzar o reformar la educación en el Perú a fin de promover los valores. Se ha dicho, que, si esto hubiera ocurrido con los personajes nefastos de nuestra historia reciente, se habrían evitado algunos de los problemas por todos conocidos. Sobre este tema, la necesidad de contar con más y mejor educación en valores, hay consenso. El problema empieza cuando se discute qué modelo de educación en valores asumir, qué valores enseñar (algunos de los más mencionados son honestidad, responsabilidad y solidaridad, vinculándolos al tema de la democracia) o qué actividades en la casa o en la escuela deberían implementarse para promover valores democráticos. En un extremo de las posibilidades están los modelos que propugnan una educación basada en la asimilación por parte de los niños y jóvenes de los valores de sus mayores (adoctrinamiento). En un extremo de esta posición estarían las escuelas populares de Sendero Luminoso, donde se pedía básicamente a los estudiantes que no piensen autónomamente, sino que acepten un dogma y las prácticas qué se derivan de él (por algo uno de los apodos del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, era shampoo, por lo bien que lavaba la cabeza). Posiciones menos radicales en este tipo de educación en valores tienen mucha popularidad en los Estados Unidos y otros países, y han sido denominados como educación del carácter. Ejemplos de actividades en estos modelos serían leer descripciones de eventos en la vida de personajes históricos, buscando que los jóvenes los imiten (en nuestro país el ejemplo emblemático con seguridad es la caballerosidad, dedicación a su familia, patriotismo y valentía de Miguel Grau).
El campo opuesto en educación en valores incluye los modelos educativos que propugnan que los estudiantes desarrollen sus propios valores de manera más bien reflexiva y crítica. En un extremo de esta posición está la postura denominada de Clarificación de Valores, que básicamente proponía que nadie tiene por qué imponer sus valores en otra persona. Por tanto, la educación en valores debería estar orientada a ayudar a los niños y jóvenes a que se desarrollen sus propios valores. Esta posición, popular durante los años 60 y 70 en algunos países del norte, fue abandonada dado que, llevada a la práctica en su totalidad, podría impedir la vida en sociedad. Posturas menos radicales han propugnado la reflexión moral sobre la base de situaciones problemáticas que podrían ocurrir en cualquier momento, incitando a los estudiantes a pensar en cuáles serían las respuestas más justas o que demuestren más cariño o solidaridad con quien sufre. En estas posturas sí se asumía que existen normas y principios sociales que finalmente deben ser aprendidos por todos. Seguramente lo más sano, como en muchas circunstancias en la vida, es tomar una posición intermedia entre ambos extremos considerando lo siguiente: – Los valores tienen al menos tres componentes: uno cognoscitivo (lo que el estudiante piensa respecto de un valor); otro afectivo (cómo el estudiante se siente respecto de un valor, si tiene una disposición a favor o en contra); y lo que el estudiante efectivamente hace en su vida cotidiana (que puede tener que ver con lo que piensa y siente o no). Estos tres componentes deben ser incluidos en la educación en valores, pues a menudo se encuentra que no son coherentes en el individuo (el objetivo sería justamente lograr la conciliación entre lo que se piensa, siente y hace). Un ejemplo actual sobre lo anterior respecto de un problema común en nuestro país sería el siguiente: un estudiante puede pensar que es absurdo discriminar a las personas por el color de la piel, pero sentir que no aprecia a las personas de determinado color y apariencia, y como esto último predomina, cuando se enfrenta a una situación concreta actúa discriminando a la persona de maneras más bien sutiles (por ejemplo, ignorando a personas del color o apariencia no deseada). La educación en valores ocurre todo el tiempo. Los estudiantes aprenden no sólo de lo que escuchan, sino de lo que ven que personas que ellos respetan (modelos), hacen y los resultados que obtienen, la responsabilidad de los docentes y los padres de familia es inmensa y no termina en situaciones formales. Por ejemplo, un niño puede aprender mucho cuando su padre le dice que no puede leerle un cuento o ayudarlo en la tarea porque está muy cansado y preocupado por el trabajo.
Los modelos pueden ser cercanos (familia, compañeros de estudios) o distantes (artistas de televisión, personajes de dibujos animados, futbolistas, etc.). Por todo esto es absurdo decir que los docentes en la escuela no deberían tocar el tema de los valores, porque aunque no quieran lo hacen a través de sus reglamentos y prácticas cotidianas. Los niños miran a sus padres y maestros y aprenden lo que es bueno y malo, lo que resulta inaceptable y lo que ocurre cuando uno rompe las reglas socialmente aceptadas. El reto como padres y maestros es lograr que nuestros hijos e hijas desarrollen un sentido interno, autónomo y a la vez social de lo que es moral. Este sentido interno les permitirá en el futuro decidir cómo actuar frente a dilemas que en ocasiones serán similares a los actuales.
Necesidad de educar en valores en la escuela
2.1 Los valores en la educación tarea de todos
La educación en valores, tal y como se recoge en la propuesta tiene un claro sentido socializador en la medida en que pretende dotar a los ciudadanos de las claves éticas, filosóficas, jurídicas y morales que rigen y explican muchos de los comportamientos individuales y colectivos en el complejo mundo de la globalización. Catorce años más tarde, en septiembre de 2004, los más de sesenta ministros reunidos en Ginebra, con ocasión de la 47.ª Conferencia Internacional de Educación convocada por la UNESCO, demostraban la misma inquietud, poniendo así de manifiesto la vigencia del desafío planteado en la década precedente lograr que todos los ciudadanos puedan recibir una educación y una formación de calidad, sin que ese bien quede limitado solamente a algunas personas o sectores sociales, resulta acuciante en el momento actual.
Países muy diversos, con sistemas políticos distintos y gobiernos de diferente orientación, se están planteando ese objetivo, nuestro país no puede en modo alguno constituir una excepción. En primer lugar, se debe concebir la formación como un proceso permanente, que se desarrolla durante toda la vida. Si el aprendizaje se ha concebido tradicionalmente como una tarea que corresponde sobre todo a la etapa de la niñez y la adolescencia, en la actualidad ese planteamiento resulta claramente insuficiente. Hoy se sabe que la capacidad de aprender se mantiene a lo largo de los años, aunque cambien el modo en que se aprende y la motivación para seguir formándose. También se sabe que las necesidades derivadas de los cambios económicos y sociales obligan a los ciudadanos a ampliar permanentemente su formación. En consecuencia, la atención hacia la educación de las personas adultas se ha visto incrementada.
Las sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos y ciudadanas.
Hoy día se plantean un conjunto de exigencias al sistema educativo relacionadas con la formación en valores de los alumnos. Ello obedece a un conjunto muy complejo de razones. Entre ellas podemos mencionar las siguientes:[15] a) El rápido cambio que sufren las sociedades, las economías, las formas de producción, ha ocasionado una incertidumbre acerca de lo que antes no se dudaba y, en muchos casos, una correspondiente "crisis" de valores: los anteriores ya no responden a las realidades actuales, pero no se ha generado el proceso cultural necesario para generar valores nuevos. La comunicación entre generaciones se vuelve más difícil, y se pierden los asideros que otrora permitían la transición progresiva y gradual a nuevos estadios históricos. La incertidumbre provoca el derrumbe de lo compartido, con lo que se corroe el cemento que antes cohesionaba a las sociedades y a las culturas; b) El equivocado rumbo del desarrollo económico, que ha provocado la exclusión de mayorías poblacionales en los procesos sociales, económicos y culturales de determinados países. Se exige una formación que permita exigir principios éticos en los procesos de desarrollo social, político, económico y cultural. Si no existe claridad en valores que deben ser de consenso en sociedades determinadas, se carece de puntos de referencia de carácter cultural o social a partir de los cuales formular los criterios de juicio acerca de las múltiples decisiones, individuales y políticas, que en conjunto va determinando el rumbo del desarrollo; c) A escala mundial, el proceso irreversible de globalización plantea una doble exigencia, aparentemente contradictoria en el terreno de los valores: la necesidad de comprender y respetar las diferencias culturales, y la necesidad de fortalecer el sentido de identidad y pertenencia a un grupo y a una nación con valores, identidad y expresiones culturales propias.
La transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación, La formación para la paz, el respeto a los derechos humanos, la vida en común, la cohesión social, la cooperación y solidaridad entre los pueblos así como la adquisición de valores que propicien el respeto hacia los seres vivos y el medio ambiente, en particular al valor de los espacios forestales y el desarrollo sostenible
Fomentar el aprendizaje a lo largo de toda la vida implica, ante todo, proporcionar a los jóvenes una educación completa, que abarque los conocimientos y las competencias básicas que resultan necesarias en la sociedad actual, que les permita desarrollar los valores que sustentan la práctica de la ciudadanía democrática, la vida en común y la cohesión social, que estimule en ellos y ellas el deseo de seguir aprendiendo y la capacidad de aprender por sí mismos. Además, supone ofrecer posibilidades a las personas jóvenes y adultas de combinar el estudio y la formación con la actividad laboral o con otras actividades. Para permitir el tránsito de la formación al trabajo y viceversa, o de éstas a otras actividades, es necesario incrementar la flexibilidad del sistema educativo. También ocupa un lugar relevante, en la relación de principios de la educación, la transmisión de aquellos valores que favorecen la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, que constituyen la base de la vida en común.
Entre los fines de la educación se resaltan el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades afectivas del alumnado, la formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y de la igualdad efectiva de oportunidades entre hombres y mujeres, el reconocimiento de la diversidad afectivo-sexual, así como la valoración crítica de las desigualdades, que permita superar los comportamientos sexistas. Asimismo, se propone el ejercicio de la tolerancia y de la libertad, dentro de los principios democráticos de convivencia y la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos. Igualmente se insiste en la importancia de la preparación del alumnado para el ejercicio de la ciudadanía y para la participación en la vida económica, social y cultural, con actitud crítica y responsable. Nuestra sociedad ha elegido y establecido un sistema educativo organizado en un modelo de educación obligatoria hasta un límite de edad considerado suficiente para garantizar la autonomía de los jóvenes ciudadanos. Hasta ese momento, como mínimo, las familias comparten con la escuela ese empeño humanista: la educación. Esta corresponsabilidad es un valor indiscutible que merece y es digno de ser bien entendido, por lo tanto, la educación en valores debe inundar todas las etapas educativas.
2.2 Neutralidad educativa valorativa y la educación en valores
En el marco conceptual del trabajo plateamos también la discusión acerca de la supuesta "neutralidad" de la educación en valores. Se trata de un extenso y complejo asunto que ha suscitado polémicas de diversa índole, todos ellos expresan una visión del mundo axiológicamente impuesta. Los valores que cementan una sociedad democrática se aprenden -o no se aprenden- a través de un proceso de socialización en el que intervienen varios agentes. Hoy la escuela ha perdido el papel privilegiado que ocupaba anteriormente en el proceso de socialización y se encuentra en crisis. Para superar esta crisis hay quienes argumentan que la escuela debería jugar un papel más activo en la construcción de valores democráticos. Y para que esto sea posible la educación para la ciudadanía no debería reducirse a un conjunto de valores éticos y cívicos, sino que cabe entenderla mejor como el "currículum básico" indispensable que todos los ciudadanos han de poseer al término de la escolaridad obligatoria (capital cultural mínimo y de competencias necesarias para moverse e integrarse en la vida colectiva), lo que comprende también – sin duda- los comportamientos y actitudes propios de una ciudadanía activa.
La discusión acerca de la supuesta "neutralidad" de la educación es extensa y compleja y ha suscitado polémicas políticas, pedagógicas y filosóficas de diversa índole en los lugares más remotos del planeta (Trilla, 1992). No parece oportuno entrar ahora en esa discusión por lo que me limitaré a explicitar mi posicionamiento al respecto. Parto de la creencia de que una educación "neutral" en el sentido estricto de la palabra no solo no es posible -pues a mí entender implica una contradicción en los términos- sino que tampoco es siquiera deseable.
La educación conlleva una dimensión normativa y siempre supone (sea explícita o no) una escala de valores. No se puede pensar en educar sin poseer previamente una visión, más o menos concreta del modelo de ser humano como paradigma que es deseable alcanzar. Al decir de Camps (1990) " la educación no está libre de valores. Tiene que ser ideológica. Si educar es dirigir, formar el carácter o la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ser neutra. Las finalidades educativas son valores en la medida en que son opciones, preferencias, elecciones". La estructura de la institución, su concepción organizativa, el relacionamiento docente-alumno, las estrategias de enseñanza y de evaluación adoptados por el centro educativo, todos ellos expresan una visión del mundo axiológicamente impuesta (Haydon, 2003). De esto se desprende que los valores son parte constitutiva del centro escolar y trascienden lo explícitamente expresado en los programas curriculares de los centros.
Esto no quiere decir, obviamente, que estemos promoviendo una visión de escuela que deba adoctrinar, manipular o realizar proselitismo pero sí se observa un viraje hacia una concepción de educación que ya no busca únicamente transmitir los conocimientos y contenidos necesarios para una asignatura concreta sino que también busca educar en habilidades, valores y actitudes. Ya decía Einstein en 1952 en el New York Times "No basta con enseñar a un hombre una especialidad. Aunque esto pueda convertirle en una especie de máquina útil, no tendrá una personalidad armoniosamente desarrollada. Es esencial que el estudiante adquiera una comprensión de los valores y una profunda afinidad hacia ellos. Debe adquirir un vigoroso sentimiento de lo bello y lo moralmente bueno.
2.3 Los Valores en la Escuela: Necesidad de educar en Valores
Tal lo expuesto, en líneas anteriores, el análisis de educación y valores involucra un contexto socioeconómico, histórico, cultural e institucional específico. Los apartados que siguen buscan exponer y reflexionar acerca de lo que se está haciendo en materia de educación en valores. Se buscará esbozar, además, un marco para el accionar concreto y la implementación de programas de educación en valores, pero con la connotación de ser encarnados sin olvidar, sin embargo, que no existen recetas generales ni formulas universalmente aceptadas.
La cohesión social, la participación en la vida democrática del centro escolar, la educación en el respeto a la diversidad sexual, cultural, moral y religiosa de todos los alumnos y alumnas son elementos que exigen una formación valorativa, sea de modo transversal o sea de modo específico por medio de un currículo propio. Ésos son los retos teóricos y prácticos a los que se enfrenta la educación para la ciudadanía y que, no se deben aprender solamente como una teoría, sino que son ante todo una práctica permanente, un saber hacer, un saber vivir, un saber convivir.
Desde el punto de vista curricular, la educación en valores se organiza en los países de distintas maneras, en función de los niveles educativos y de la organización del currículo, pero no como una materia independiente obligatoria u optativa. En nuestro país aparece integrada en una o más materias, como por ejemplo en el área de Comunicación, Formación Ciudadana y Cívica, Educación Religiosa, impartidos como tema de lecturas comprensivas, así mismo, en el área denominada Tutoría en el nivel secundaria, se podría tratar ampliamente, pero sin la debida importancia, además el tiempo designado de una hora semanal es insuficiente. En el Diseño Curricular Nacional (DCN), los valores aparecen como temas transversales, dentro de un marco axiológico para todos los niveles educativos.
La década de los 90 y primeros cinco años del 2000, estuvieron marcadas por una serie de conferencias, seminarios, cursos de formación, publicaciones, asistencia técnica y otras actividades patrocinadas por organismos internacionales con el firme propósito de que la educación en valores ocupe un lugar destacado en las agendas ministeriales. La OEA impulsa acciones específicas a través del Programa Interamericano sobre Educación en Valores y Prácticas Democráticas[16]adoptado oficialmente por los Ministros de Educación de los estados miembros en la IV Reunión realizada en Scarborough, Trinidad y Tobago el 11 y 12 de Agosto del 2005. Este Programa tiene como objetivo promover una cultura democrática a través de la educación. Se trata de una iniciativa que apoya y se construye sobre esfuerzos continuos significativos a escala local, nacional e internacional en educación formal y no-formal para la democracia. Entre sus componentes figura el desarrollo profesional de los docentes incluyendo cursos, materiales educativos, y actividades y técnicas para asistir en la enseñanza y aprendizaje de valores y prácticas democráticas, tanto dentro como fuera del sistema escolar.
Por otra parte, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) impulsa desde hace mas de una década un Programa de cooperación técnica en la enseñanza y el aprendizaje de valores morales y ciudadanos enmarcado dentro de los planteamientos de una ética de mínimos que invite a desarrollar competencias de diálogo, razonamiento, crítica, argumentación y sensibilidad hacia los problemas de la convivencia pluralista y democrática que requieren los ciudadanos de nuestras actuales sociedades. Entre las numerosas iniciativas puestas en marcha por la OEI, figura la Red Centroamericana de Educación en Valores para la Ciudadanía y la Democracia. La Red se constituye, pues, como una instancia de apoyo para el fortalecimiento de la ciudadanía, la democracia y los valores en los países de Centroamérica a través de sus sistemas educativos. Ésta está integrada por personas con un interés común que mantienen comunicación directa en forma virtual y presencial. Es posible ver, entonces, cómo la enseñanza en valores se ha transformado en un punto neurálgico de los organismos internacionales y de los gobiernos de los países latinoamericanos. Todos mencionan la educación en valores; los presidentes latinoamericanos y los Ministros de educación se refieren a ella y firman compromisos para apoyarla en sus respectivos países. Sin embargo, asistimos a una gran paradoja: la educación en valores es objeto de debate pedagógico, filosófico, social y político pero no tiene demasiada resonancia en el campo práctico.
Todos proclaman su importancia pero la implementación práctica es escasa. Han sido muy pocos y generalmente muy independientes de los programas centralizados impulsados por los gobiernos. Reflexionar acerca de la educación en valores y comprometerse a incorporarla en los programas escolares es de vital importancia pero siempre y cuando se logre un "efecto dominó" que haga que las nuevas conceptualizaciones y elaboraciones teóricas encuentran repercusión en la práctica. De ahí la importancia del presente ensayo, por cuanto se busca comprometer al Ministerio de Educación, empezando por las instituciones Educativas en todos los niveles; la Educación en valores Encarnados y su Inclusión en la Educación de Hoy.
Actualmente la escuela ha ido relegando la educación en hábitos, actitudes y valores, pensando que cada alumno podría aprender por sí mismo lo bueno o malo, o en cualquier caso era una tarea de la familia. El abandono de esta dimensión ética por parte de la escuela se explica por: a) En primer lugar, en tanto la educación en valores y actitudes fue un componente de la educación religiosa confesional y en aras a una neutralidad ideológica el natural refugio en contenidos instructivos ha ido relegando -en parte- una educación moral y ha dejado -en cierta medida- desarmada a la escuela en general frente a las demandas de los padres y familias. Por mucho tiempo se ha pensando que la vida democrática implica que cada uno tiene los valores que prefiera, puede hacer lo que quiera con tal de que no incida negativamente en otros, y la escuela no debe intervenir en el campo de los valores. Frente a este "objetivismo/neutralismo", se ha de reconocer que una educación sin un propósito moral, en el mejor sentido y más amplio de la palabra, no es nada; b) En segundo lugar, desde un enfoque liberal en educación, se relegó el campo de la educación en valores a la esfera religiosa, dejando de ser objetivo de la enseñanza en las escuelas. El temor a adoctrinar, a caer en el autoritarismo, ha llevado a creer que cada uno lo puede aprender por sí mismo. Cada uno tiene sus propios valores (modos de pensar y actuar), que es preciso respetar. Se ha confundido el valor de la tolerancia con la ausencia de cualquier norma." Minimizar el valor de la disciplina -recuerda Victoria Camps (1.990) – es ignorar lo que los griegos ya sabían y aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir, disciplina" Esta ausencia de normas claras, dice -con razón- Victoria Camps (1.990), nos ha llevado -por debilidad ideológica, que acusamos como docentes al igual que el resto de la sociedad- a una educación "débil", a no tener nada que ofrecer, o mejor, a renunciar a ser responsables del mundo en que hemos colocado a nuestros niños y jóvenes. Frente a no querer intervenir cuando permaneciendo en una falsa neutralidad, cabría comenzar afirmando, como hacía Camps (1.900), que "la tomemos como la tomemos, la educación no está libre de valores. Tiene que ser ideológica. Si educar es dirigir, formar el carácter o la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ser neutra. Las finalidades educativas son valores en la medida en que son opciones, preferencias, elecciones." Los valores en educación son, pues, ineludibles. Pretender ("ser objetivo" o "ser neutral"), no solo es prácticamente imposible o indeseable, es una contradicción en los términos. Cada acción educativa se sostiene en función de que asume, implícitamente, que algo merece ser enseñado/aprendido. Cada acción o enunciado del profesor transmite determinadas preferencias, actitudes, valores. De modo parecido cada aspecto del centro escolar, ya sea su gestión, organización o vida cotidiana, contiene determinadas asunciones valorativas, ya sean explícitas o implícitas (Curriculum oculto); c) En tercer lugar un cierto racionalismo llevó a pensar que la ciencia hace innecesaria la moral. La demanda de formación en buenos hábitos, sentido de autoridad o de obediencia a las normas establecidas (lo que se llama una "buena educación"), hemos de reconocerlo, es hoy exigencia por parte de la mayoría de los padres.
En el presente XXI somos testigos de grandes cambios en el campo del conocimiento, la economía y de la sociedad, cambios que nos muestran por un lado el avance de la ciencia y la tecnología, por otro lado una progresiva pérdida del sentido de la humanidad, manifestado en una creciente pobreza, problemas de corrupción, recrudecimiento de la discriminación y exclusión social, todo ello como herencia del siglo pasado. Algunos afirman que estamos viviendo en una sociedad violenta, sin valores, otros señalan que hay nuevos valores asociados a los nuevos paradigmas que los cambios traen consigo, como grandes retos para el desarrollo socio económico. Nuestro país no es ajeno a estos cambios, que nos coloca en un marco nacional complejo de violencia, intolerancia, criminalidad que nos está conduciendo a ser un país con el más alto índice de violencia y de inseguridad ciudadana.
No se puede pretender hablar de valor sin hacer mención de la persona humana y los elementos constitutivos de su ser. Frisancho (2001)[17] afirma que los valores son "anteojos" desde los cuales se examina la realidad y desde los que se actúa; pueden ser personales, sociales (convencionales) o tener aspiraciones de universalidad y orientan nuestras conductas y acercamiento a la realidad.
Vivimos un tiempo complejo y apasionante donde a diario nos enfrentamos a los desafíos de una sociedad que se transforma a un ritmo trepidante. La globalización, las nuevas tecnologías, el medio ambiente, la inmigración, la salud, la paz, las desigualdades Norte-Sur, la igualdad entre hombres y mujeres, los derechos de las personas con discapacidad, son algunas de las realidades con las que convivimos de forma cotidiana y tangible, no se trata de trabajar con conflictos que observamos de forma lejana y ajena, sino que se trata de formarnos para responder como ciudadanos y ciudadanas a situaciones que vivimos a cada minuto en nuestras aulas, en los barrios o en las familias.
Se trata de lograr que nuestras convicciones, actitudes y acciones contribuyan a construir una sociedad más justa, sostenible, equitativa y solidaria. Y se trata también de relacionar lo que ocurre en nuestro entorno con una mirada más universal que nos vincule con el conjunto de la humanidad; por lo tanto el profesorado debe ser consciente de la importancia de su papel en la sociedad en tanto es artífice indiscutible de ese proyecto cuya finalidad es, ni más ni menos, contribuir a la construcción de una sociedad mejor. Algunos expertos interesados en estos temas como José A. Marina o Fernando Savater, explican que este empeño requiere un modo humanístico de proceder en la enseñanza de las cosas, pues comporta una carga de principios morales y éticos inseparable de la selección de contenidos destinados a ser aprendidos, de manera que lo que finalmente los alumnos aprenden, además de conocimientos y destrezas, es una serie de mensajes que influirán en la construcción de su personalidad y su visión del mundo.
A este respecto citamos a Gimeno (1.996): "Si la educación es responsable de la búsqueda, en lo que a ella compete, de un modelo de individuo y de ciudadano, la escuela tiene que ser militante defensora de la socialización en una serie de valores claros. ( ) La necesidad de un rearme en esta dirección es tanto más urgente, cuanto que los jóvenes no tienen más alternativa que acudir a las escuelas quedando indefensos ante los modelos de socialización potentes que operan en el exterior. Ante esta situación hay que optar porque cada centro escolar tenga sus propios valores, en lugar de una escuela unificada en sus objetivos educativos fundamentales, base de la integración nacional, aunque conformada por diversos públicos y culturas. Con el Proyecto Educativo, los centros escolares están progresivamente siendo requeridos para dotarse en primer lugar y declarar públicamente después los valores que como organizaciones pretenden promover configurando una "personalidad" o "estilo educativo propio". Los centros escolares deben diferenciarse, entre otros factores por la oferta de valores que realizan, forzando a forjar una identidad perdida o negada, para ir encontrando su propio lugar en la oferta educativa.
Los valores tienen fundamental importancia en la educación, debido a que le dan sentido y significación, por estar vinculados directamente con el alumno y su proceso de formación. "Este mundo – dicen Daudinot y Vinent, 2000 -, exige de dinámica y rompimiento de viejos paradigmas educacionales a la luz del surgimiento del desarrollo de la alta tecnología, como consecuencia de la Internet y sus facilidades de acceso a la más novedosa información de cualquier campo, científico o tecnológico, mediante autopistas veloces de transmisión de información. Insoslayablemente, se requiere modalidades pedagógicas también modernas que contribuyan a la formación de individuos inteligentes, honestos, responsables, tolerantes y que convivan en democracia, así como creativos y solidarios, que sean capaces de identificar problemas y localizar información pertinente, para que puedan optar de manera independiente entre alternativas que les posibiliten una vida productiva y feliz, a ellos, y a sus semejantes"[18]
2.3.1 Educación en valores: Aprendizaje y Valores
Entre las razones para desarrollar una Pedagogía de la Educación en Valores están: a) Intencionar: encaminar el proceso docente-educativo hacia el modelo ideal de formación. Desarrollar el vínculo con la realidad a través de lo socialmente significativo de ésta en el, dando sentido a la formación sociohumanista. Determinar estrategias didácticas que involucren a los sujetos del proceso en una actividad consciente, protagónica y comprometida; b) Explicitar: eliminar el curriculum oculto, precisando la cualidad orientadora del proceso docente-educativo. Connotar lo socialmente significativo de la realidad hacia el redimensionamiento humano en todos los componentes del proceso, identificando el modelo educativo a alcanzar con la eficacia del proceso. Precisar los contenidos de los sistemas de valores a formar y desarrollar según la aspiración social; c) Particularizar: integrar las particularidades de la formación y el desarrollo de los valores a la didáctica del proceso de formación (conocer las particularidades del sujeto y sus relaciones, y evaluar las condiciones para llevar a cabo el proceso). Enriquecer la didáctica del saber y del saber hacer.
El ser humano es una subjetividad entretejida de socialidad, pues vive condicionado por la cultura que asimila a través del proceso socializador de los grupos a los cuales pertenece. Dicho proceso favorece el aprendizaje de valores, actitudes, creencias, hábitos necesarios en la persona para participar eficazmente como miembro: individual y/o grupal. El aprendizaje de los valores se alcanza en la vida de relación con los demás; de esta manera, las relaciones interpersonales se convierten en la plataforma del proceso de formación de los mismos, por medio de las interacciones que se crean con personas significativas, es decir, aquellas que dejan improntas importantes en la personalidad de sus alteregos. La vida de relación con los demás surge originalmente en el grupo familiar y se amplía progresivamente con los demás grupos estructurantes de la sociedad. Moleiro, M (2001) identifica al menos cuatro colectivos que tienen gran influencia en la formación de nuestros valores: "la familia, la escuela, los medios de comunicación y el grupo de los iguales que varían según la edad" (Pág. 12). Los valores son parte del acervo cultural de nuestros mayores. Es la verdadera herencia que nos legaron nuestros: padres, maestros, o quienes ejercieron un rol significativo en nuestras vidas.
Vivimos en una época sedienta de paz, compromiso, convivencia social, igualdad social y donde a diario escuchamos decir que hay crisis social, crisis de valores. Ante esta contingencia, la educación es el protagonista central para formar en todos los ámbitos y niveles educativos sobre: educación en valores, formación personal, formación ética y otros temas vinculantes, pero realmente, ¿De qué hablamos cuando decimos educación en valores? Al respecto, Garza, J y Patiño, S (2000) al definir la educación en valores lo hace como "un replanteamiento cuya finalidad esencial es humanizar la educación" (Pág. 25). Los mismos enfatizan que "una educación en valores es necesaria para ayudarnos a ser mejores personas en lo individual y mejores integrantes en los espacios sociales en los que nos desarrollamos" (Pág. 25). Por su parte, Juárez, J y Moreno, M (2000) al referirse a la educación en valores indican que "las cosas pasan pero queda el valor de lo que esas cosas fueron, y es en ese momento cuando el valor comienza a tener sentido en la persona". Asimismo agregan que "todo va cambiando continuamente y lo que ha permanecido en la historia es la valoración dada a las cosas" (Pág. 42). También especifican que "educar se convierte en una realización constante de valores, transmitiéndolos, ponderándolos y cultivándolos, como una forma de internalizarlos y la mejor manera de evaluar la internalización de un valor es a través de la actitud ejemplificante del individuo" (Pág. 43). Los autores mencionados, manifiestan que se puede abordar la formación en valores basados en cuatro aspectos fundamentales: "la persona, las relaciones humanas, la realidad y la espiritualidad" (Pág. 47), en la que la educación en valores juega un papel decisivo. En razón de lo cual se concluye que el rol del educador es conducir al aprendiz a desarrollar sus potencialidades bajo una dimensión moral y ética, en el marco de su realidad social y ayudarlo a interpretarla para que asuma la responsabilidad de sus actos y participe activamente en su vida comunitaria. Por lo antes expuesto, el autor del presente artículo aporta algunas ideas que puedan orientar hacia como educar en valores: a) A través de experiencias, vivencias de la misma realidad de parte de alumnos y docentes, de tal manera, que se compartan intereses comunes para así descubrir más fácilmente los valores que se poseen; b) Humanizando la educación para lograr el crecimiento interior del estudiante, para lo cual la participación de la familia en el proceso educativo es fundamental, promoviendo en cada persona la capacidad de reflexionar, que le permita asumir sus propios valores como guía de conducta; c) Fomentando la convivencia social a través de actividades extracurriculares entre alumnos y docentes desde la educación primaria, inculcándolos y creando estrategias para su reflexión en todos los niveles educativos desde el preescolar; d) Incentivando a los estudiantes en la búsqueda y encuentro dentro de su ser las potencialidades que posee y que le van a permitir su desarrollo integral.; e) Incorporando a la familia y comunidades en la difusión y fortalecimiento de los valores dentro de las áreas educativas; f) Incorporando a los institutos y universidades a través de la extensión y servicio para difundir los valores en las escuelas y facultades; g) A través del modelaje que tenga el docente no sólo en las aulas de clase sino fuera de ella.
La educación en valores debe ser en forma continua y permanente con la responsabilidad de todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa Esto ayuda a la formación integral del estudiante, quien requiere no sólo la adquisición del conocimiento científico, sino también el aprendizaje de patrones culturales impregnados de valores, que lo ayuden a ser una persona útil para sí misma y para los demás. En consecuencia, la visión y la acción de la educación en valores, favorece que sean mejores los actos de los sujetos educativos, modelos para otros, portadores de cultura para un mundo mejor. Traspasando las fronteras conceptuales, se llegaría a proponer dimensiones de cambio, en un plan optimista, futurista y dinámico. Es necesario que la educación inspire y fundamente la transmisión de la cultura con una cosmovisión centrada en los valores, y esta cosmovisión es la que debe unificar las mentalidades científicas, técnicas y humanísticas pertenecientes a un establecimiento educativo. Asimismo, la educación debe llevar a poner en su justo reconocimiento lo: positivo, bello, afectivo, solidario, honesto, verdadero, que trascienda en el tiempo y el espacio; el rescate y el fortalecimiento de los valores para la convivencia humana, dentro y fuera de las comunidades educativas. En tal sentido, Garza J y Patiño, S (2000) refieren que: La escuela y sus aulas se convierten en una excelente oportunidad de educar para la paz, al enseñar y promover los valores que fortalecen el respeto a la dignidad de la persona y sus derechos inalienables, y es por esto que se presta especial atención al proceso de socialización que ocurre entre todos los miembros de la comunidad educativa, y se pretende orientar la formación de los niños y jóvenes hacia los valores y actitudes que posibiliten un desarrollo social más justo y equitativo (Pág. 44). La UNESCO citó en el documento el futuro de la educación hacia el año 2000 el cual especifica que la educación debe: Promover valores para incrementar y fortalecer: el sentimiento de solidaridad y justicia, el respeto a los demás, el sentido de responsabilidad, la defensa de la paz, la conservación del entorno, la identidad y la dignidad cultural de los pueblos, la estima del trabajo (Pág. 71). Ramos, M (2000) enfatiza que la educación como proceso social tiene que responder a las características de la sociedad en la que está inscrita. Es necesario fortalecer los valores comunitarios y cooperativos, lo cual exige que se prepare integralmente a la población. Así mismo especifica que "las soluciones no tienen que ser sólo técnicas sino que tienen una dimensión ética porque está en juego el destino del hombre" (Pág. 121). Además, puntualiza que: La dimensión ética implica que los individuos necesitan un grupo de valores que orienten su comportamiento social en un mundo cambiante, enfrentar los problemas con sentido ciudadano, con autonomía personal, conciencia de sus deberes y derechos y sentimiento positivo de vínculos con todo ser humano comprometido en la búsqueda de una sociedad más justa y solidaria (Pág. 122).
Las ideas antecedentes sobre la educación en valores, denotan su valía en todos los ámbitos de la vida de los seres humanos. Vida que es posible, gracias a la satisfacción de necesidades vitales, de naturaleza biológica, psicosocial y espiritual, indispensables para mantenerla. Por consiguiente, la educación en valores representa el medio propicio para la formación de la persona, en todos los aspectos vinculados con la vida.
Detrás de cada conducta que tenemos y de cada decisión que tomamos, encontramos la convicción interior, propia de cada ser humano, de que algo importa o no importa, vale o no vale. A esta realidad interior, previa a cada acto cotidiano, le llamamos actitud, creencia, valor. El valor es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo [19]Entendemos los valores como guías o caminos que nos orientan en la vida. Los valores constituyen componentes esenciales en el mundo de los seres humanos[20]Como afirma Tincopa, citando a Adela Cortina en su obra "Un mundo de valores", es imposible imaginar una vida humana sin valores, pues no existe ningún ser humano que pueda sentirse más allá del bien y del mal. Son también importantes los valores: estéticos, religiosos, los intelectuales, y los de utilidad, pero son los valores morales los que adecuan estos valores a las exigencias de una vida digna, a las exigencias de nuestro ser "persona"[21].En relación a los valores encontramos las actitudes, las cuales son tendencias o predisposiciones relativamente estables de las personas a actuar de cierta manera. Son la forma en que cada persona concreta su conducta de acuerdo con unos valores determinados. Así, son ejemplo de actitudes: cooperar con el grupo, ayudar a los compañeros, respetar el medio ambiente, participar en las tareas escolares, etc. Pueden manifestarse actitudes de tipo individual como también grupal [22]
Por otro lado encontramos las normas, que son patrones o reglas de comportamiento que debemos seguir en determinadas situaciones, desde el momento que somos parte de un grupo social. Las normas constituyen una forma pactada de concretar valores compartidos por un colectivo. Un ejemplo son las normas de convivencia que se establecen en la institución educativa y que aluden a valores que pueden manifestarse mediante actitudes.
Los valores se expresan a través de las actitudes. Un valor como por ejemplo la solidaridad, se revela en las actitudes de solidaridad, que incluyen entre sus componentes: comportamientos, valoraciones e intenciones
2.3.2 Los docentes y los valores en la escuela
Más allá de lo que prescribe el marco normativo y el currículo oficial en cada país, los valores de los propios docentes tienen un impacto indudable en su práctica y en los efectos de la misma sobre el desarrollo de los aprendizajes y valores en los alumnos. Pero poco es lo que se sabe acerca de los docentes y sus valores ya que los estudios son escasos y limitados (Halstead, y Taylor, 2000). Entre éstos cabe señalar el realizado por el IIPE-UNESCO (Tenti, 2005) en base a una muestra representativa de docentes de Argentina, Brasil, Perú y Uruguay. La investigación se propuso indagar en dimensiones objetivas del cuerpo docente tales como la posición que ocupan en la estructura social, la formación, condiciones de trabajo y salario, los consumos culturales y estereotipos. También se consideraron las representaciones, actitudes y expectativas relacionadas con temas importantes a la acción pedagógica como los fines de la educación, los valores de los jóvenes y otras cuestiones públicas sustanciales para analizar el impacto del trabajo docente en el proceso de socialización de la escuela.
Entre otros temas, se planteó a los entrevistados una lista de valores y comportamientos deseables públicos y privados para que ellos opinaran acerca de su mayor o menor vigencia en los jóvenes. En general, los resultados obtenidos indican una actitud generalizada de pesimismo respecto de las nuevas generaciones en términos de sus valores ético-morales. La mayoría de los docentes de todos los países consideró que estos valores sociales deseables "se debilitan". Sólo cuando se trata de apreciar la vigencia del "amor a la libertad" y el "cuidado de la naturaleza", aproximadamente un tercio de los docentes consideró que se trata de valores que "se fortalecen". Con respecto al resto de los valores propuestos, la mayoría de los docentes tiende a pensar que se debilitan en la juventud de hoy.
La mirada crítica de los docentes respecto de la vigencia en la juventud de ciertos valores sociales tradicionalmente considerados como relevantes es un tema que permite más de una interpretación. En primer lugar, se podría decir que este fenómeno no es ninguna novedad en la medida en que expresa la contradicción objetiva que existe en todas las sociedades modernas entre los diferentes grupos de edades. En efecto, en las sociedades donde se impone la idea de la historia como progreso, la juventud representa, más que antes, una amenaza para las generaciones adultas. Los más jóvenes están destinados a desplazar a los mayores de las posiciones sociales que ocupan. Otros podrán alegar que la percepción crítica de los adultos respecto a los valores de los jóvenes no es arbitraria y por lo tanto no hace más que expresar una realidad objetiva: los jóvenes no comparten los valores de los adultos (Tenti, 2006).
La complejidad del tema analizado obliga a ser extremadamente prudente a la hora de interpretar los resultados presentados. Pero más allá de todas las precauciones, los datos indican que estas representaciones dominantes entre los docentes de alguna manera pueden funcionar como un obstáculo en las relaciones que necesariamente mantienen en forma cotidiana con las nuevas generaciones en las instituciones educativas. Por último parece importante dar cuenta de los resultados de la investigación del IIPE en relación a las actitudes discriminatorias de los docentes. La discriminación es un fenómeno presente en todas las sociedades caracterizadas por la diversidad, como la mayoría de las sociedades complejas contemporáneas. Todas las discriminaciones son construcciones sociales y tienen su historia. Existen muchos factores de discriminación y exclusión social, algunos se basan en el género, otras en la edad, la etnia, la religión, determinadas prácticas sociales, el lugar de residencia, la nacionalidad, el nivel socioeconómico. Importa pues indagar acerca de la presencia, calidad y extensión de estas predisposiciones en una categoría social como la docente, tan estratégica para formación de la subjetividad de las nuevas generaciones.
Para medir la presencia de esta actitud los investigadores del IIPE propusieron a los docentes que manifestaran su predisposición para tener como vecino a un conjunto predefinido de personas caracterizadas por una serie de rasgos típicos: la condición de edad, de nacionalidad, etnia, preferencia sexual, condición social. En la mayoría de los casos se trata de grupos con una alta probabilidad de ser objeto de discriminación y exclusión. Los datos del que sigue presentan un panorama general de la distribución de actitudes discriminatorias según diversos motivos.
En primer lugar se puede observar que sólo una pequeña minoría de docentes (cercana al 20% en Brasil y Uruguay y próxima al 10% en Perú y Argentina) no discrimina por ninguno de los motivos propuestos. Las actitudes de rechazo se dirigen hacia diversos grupos. En todos los países hay una mayoría de docentes que discrimina a personas con antecedentes penales, drogadictos y extremistas de izquierda y de derecha. Los enfermos de Sida son discriminados por minorías variables y significativas en los distintos países. El porcentaje más alto se presenta en el Perú (42.2%) y el más bajo en Brasil (11.5%). La discriminación a los homosexuales es muy clara en Perú, donde la mayoría absoluta de los docentes asume esta posición. En Brasil y Uruguay uno de cada cinco docentes comparte esta actitud negativa. En la Argentina casi un tercio de docentes no quisiera tener a un homosexual como vecino.
La importancia que tiene el evaluar los valores educativos o expectativas que tienen del sistema educativo los componentes de una comunidad específica es incalculable, ya que no solamente permite verificar si existe o no discrepancia, entre la percepción que cada uno (directores, profesores, alumnos, padres), tiene de cómo la educación debería ser, sino que además evita las distorsiones que son producto de factores subjetivos; por ejemplo a veces, los profesores enfatizan un aspecto de la educación creyendo que es lo que desean como prioritario los padres, directores y alumnos (1-largreaves, 1979), sin embargo, cuando son medidas las expectativas que éstos últimos tienen de la educación surgen discrepancias o incompatibilidades.
De esta manera, la Educación en Valores sugiere la presencia protagónica y comprometida de los docentes de aula. Se trata de un docente que viva de manera especial su ser docente desde la dimensión formativa, que entienda y viva su labor como una "vocación especial", que implica que su misión y vocación esencial consiste en educar en y desde los valores a sus alumnos, para que éstos sean capaces de formarse para el diálogo en un marco de valores que desarrollen todos los elementos de su personalidad espiritual, de manera que la vida y el hombre en sí mismo tengan sentido personal y social. El hombre es sujeto que se transforma hacia lo trascendente, desde una realidad concreta y comunitaria. El hombre es consciencia personal y es pueblo. Es individuo y comunidad. Sin embargo los problemas y los interrogantes surgen: ¿Estarán los educadores en capacidad de asumir la responsabilidad de impartir una educación formativa como la que hoy se necesita? ¿Tendrán un conocimiento claro del lenguaje adecuado para educar en valores, capacidad de caracterizar los valores propios del sistema democrático y más concretamente los que están implícitos y explícitos en el ámbito del sistema educativo peruano? ¿Los educadores y las educadoras habrán sido formados de acuerdo al perfil que debe caracterizarlos para la educación de hoy y poder desarrollar las estrategias didácticas adecuadas?
Estas interrogantes pasa por el saber escuchar a los alumnos, la sensibilidad y el respeto hacia lo diferente, son parte de la calidad de la educación y de la competencia profesional de todo buen docente. Prejuicios y actitudes discriminatorias por parte de los maestros, basadas en raza, lengua, género, condición socio-económica o cualquier otro factor, inciden de manera decisiva en los procesos y resultados de aprendizaje de los alumnos. Por todo ello, muchos proponen hoy trabajar expresamente con los maestros el campo de los valores y las actitudes, los prejuicios y los estereotipos que intervienen en la relación con sus alumnos, los padres de familia y la comunidad, e incluso con otros colegas a nivel de la escuela.
2.3.3 Los estudiantes y los valores en la escuela
La formación de valores constituye un problema pedagógico complejo solamente comprensible a partir de un análisis psicológico de la naturaleza del valor en su función reguladora de la actuación humana. José Martí, expresó: "Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive; es ponerlo a nivel de su tiempo, para que el flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote, es preparar al hombre para la vida".[23]
Cada día la sociedad demanda con más fuerza el amor y la disciplina, la fidelidad, la responsabilidad, el sentido de pertenencia, la honestidad, el humanismo, el altruismo, entre otros, constituyen valores esenciales reguladores de la actuación de una persona. A la escuela, le corresponde desempeñar un papel determinante en la formación de valores, para ello es necesario efectuar transformaciones en el trabajo educativo; por lo que resulta fundamental que este se oriente de forma tal que permita potenciar en cada estudiante aquellos aspectos que le permitan conocer de una manera más significativa el momento histórico que vive.
En la institución educacional, el maestro es el máximo responsable de la educación de sus alumnos y la clase ofrece múltiples alternativas y posibilidades para lograrlo. Durante su desarrollo se deben efectuar los ajustes o adecuaciones correspondientes entre los contenidos que se imparten y las características del grupo hacia el cual se dirigen, la situación social en que viven, así como el medio familiar de cada estudiante.[24] La calidad en la formación profesional depende no sólo de los conocimientos y habilidades que desarrolle en el curriculum sino también de los intereses y valores que regulan su actuación personal.
El valor es la significación del objeto para el sujeto, o sea, el grado de importancia que tiene la cosa, para el hombre que se vincula con el objetivo. El valor se forma como resultado de estar el estudiante inmerso en el proceso. El valor tiene en la significación de las cosas su célula y paulatinamente va realizándose en la personalidad, conformando las convicciones.[25]
En su conceptualización psicológica el valor debe ser analizado teniendo en cuenta su naturaleza objetiva-subjetiva. El valor en tanto significación de un hecho es al mismo tiempo objetivo y subjetivo ¿Quién atribuye significado? El ser humano. Por tanto el valor como significado atribuido tiene una naturaleza subjetiva toda vez que existe individualmente en los seres humanos capaces de valorar; pero al mismo tiempo tiene una naturaleza objetiva en tanto constituye parte de la realidad social e histórica en la que se desarrolla el ser humano. En este sentido los valores tienen además de una existencia individual, una existencia supraindividual toda vez que forman parte de la realidad social como relación de significados entre los hechos de la vida social y las necesidades de la sociedad, e histórica como sistema de valores oficialmente instituidos en una sociedad concreta. La comprensión de la naturaleza objetiva-subjetiva del valor es fundamental para su educación. Tanto los valores más trascendentes para una sociedad como la igualdad, la justicia, la solidaridad, como los valores más específicos, son reflejados por cada persona de manera diferente en función de su historia individual, de sus intereses, capacidades; quiere decir que no siempre los valores jerarquizados oficialmente por una sociedad como los más importantes (existencia objetiva del valor) son asumidos de igual manera por los miembros de la sociedad (existencia subjetiva del valor). Esto ocurre porque la formación de valores en lo individual no es lineal y mecánica sino que pasa por un complejo proceso de elaboración personal en virtud del cual los seres humanos, en interacción con el medio histórico-social en el que se desarrollan, construyen sus propios valores.
Se puede hablar de los valores en un doble sentido: de lo que vale un objeto para satisfacer una necesidad y por otro lado, en dependencia de constituir la meta de la vida. Tener valores es estimar un objeto, un principio. Es ubicar las cosas por orden de importancia, es decidir lo que es más importante en un determinado momento y luchar por ello. Es ubicar y jerarquizar los bienes materiales y espirituales en orden de importancia. Esta jerarquía de valores se forma en el individuo en su interacción con las diferentes esferas de la vida: escuela, familia, comunidad, trabajo, ambiente físico, ambiente sociocultural, entre otros.
La personalidad humana tiene como función principal la regulación de la actuación. Ese potencial regulador de la personalidad se expresa a través de los sistemas motivacional-afectivo (mediante el cual se ejerce la regulación inductora) y cognitivo-instrumental (mediante el cual se ejerce la regulación ejecutora). Los valores en el plano subjetivo se ubican en la esfera motivacional-afectiva, en la base de la motivación, al manifestarse como motivos en el sentido más general, y por ende orientan la actuación del hombre como una necesidad interna, o sea, son motivos que orientan la actuación del sujeto sobre la base de sus puntos de vista y sus creencias, hacia la consecución de objetivos que satisfacen sus necesidades. Los valores por tanto, no se insertan en la personalidad, por el contrario se educan, se modelan, se forman a través de la actividad hasta llegar a convertirse en convicciones. De ahí por ejemplo, la importancia que tiene formar valores morales, lo cual implica que sus portadores manifestarán una conducta moral acorde con el sistema de valores que posean5. Esto es posible alcanzarlo en cada clase, en cada actividad docente, en cada momento de interrelación alumno-profesor, lo más importantes que vaya interiorizando el valor de cada objeto o idea, que comprenda su significación social.
Los valores encarnados en la escuela
En su vigésimo tercera edición, el Diccionario de la Real Academia incorpora la palabra "etos", que aparece definida como "Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad."1 En el arte, el Ethos es el estatismo emocional, entendido como contrario del Pathos, el dinamismo emocional. El Ethos forma parte del canon griego desde la época arcaica a la pre-helenística, siendo su mayor expresión la época clásica. El ethos es también uno de los tres modos de persuasión en la retórica (junto con el pathos y el logos), según la filosofía de Aristóteles.
El Ethos designa el conjunto de valores encarnados en la práctica cotidiana de un grupo de personas, institución o comunidad, sus hábitos y su modo de residir en el mundo. El ethos al entenderse como un hábito, como un modo de ser, constituye para la tradición griega una segunda naturaleza. Se trata de una creación genuina y necesaria del hombre, pues éste desde el momento en que se organiza en sociedad, siente la necesidad imperiosa de crear reglas para regular su comportamiento y permitir modelar así su carácter. El uso que se ha generalizado en sociología es el punto de partida de las ideas que conforman el carácter de determinado sistema o escuela de pensamiento. Es el lugar o ámbito intelectual desde donde se conforma una unidad teórica.
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