- Introducción
- Aproximación al tema: educación, socialización y política y valores
- Necesidad de educar en valores en la escuela
- Los valores encarnados en la escuela
- Conclusión
- Bibliografía
"Educar en valores es como tallar un diamante. Para que despliegue la plenitud de su esplendor debe ser tallado íntegra y armónicamente. Dejar una de sus facetas sin tallar le impedirá cualificarse con todos sus visos, belleza y perfección como diamante. Una persona a quien no se le proporcione una intencionada, adecuada y oportuna educación en valores, no podrá realizarse a plenitud como humano."
(A. Ramos)
El premio Nobel de la paz de 1993 Nelson Mandela afirma que la Educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo, y sin duda tiene razón. La educación es uno de los derechos fundamentales que facilita no sólo nuestro desarrollo integral como personas, sino que nos proporciona los instrumentos para participar de forma crítica y comprometida en este tiempo en el que vivimos. De ésa afirmación podemos enfatizar que la educación en valores es un proceso sistémico, pluridimensional, intencional e integrado que garantiza la formación y el desarrollo de la personalidad consciente; se concreta a través de lo curricular, extracurricular y en toda la vida de nuestros estudiantes.
Los individuos manifiestan interpretaciones valorativas y formas de actuación propia de la cultura en un momento histórico; así, los valores adquieren un significado que es interpretado a partir de los códigos de una época. Desde la antigüedad siempre ha sido preocupación de la humanidad la formación y el desarrollo ético de las personas más allá del momento histórico, de las corrientes políticas o las tendencias religiosas de la sociedad, incluso más allá de la situación de desarrollo cultural alcanzada por ella. Cortina (2000)[1] señala que los valores son un componente de la vida humana, son un aditamento, que tienen mucho que ver con lo que nos va a las personas.
Con este documento se pretende resaltar la importancia de una buena educación en valores, pero no simples valores, que teóricamente se mencionan en cada oportunidad que los "expertos" nos señalan que hay que educar en valores para transformar la sociedad, de lo que se trata es que éstos valores "se hagan carne en cada uno de nosotros" para sentirlo y poder a lo largo de toda la vida vivirlo, tomando forma como un ser espiritual que se impregna en lo más profundo de nuestro ser, siendo difícil su separación, ser uno sólo carne y valor( idea).
Aproximación al tema: educación, socialización y política y valores
A modo de introducción a esta reflexión sobre educación, socialización y valores, considero necesario realizar tres consideraciones básicas que implican tres decisiones respecto al cómo y desde dónde se abordará la temática. Educación, socialización y política, y educación en valores se han vuelto categorías muchas veces "residuales" donde se colocan un sinfín de problemáticas y cuestiones. Es pues imprescindible realizar un breve recorrido por los conceptos medulares que articulan el presente ensayo.
1.1 Educación un término polisémico:
Las sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos y ciudadanas.
Dado que la noción "educación" es casi tan antigua como la reflexión misma sobre la sociedad, este concepto ha trascendido la comunidad académica, convirtiéndose en un término de uso cotidiano en la sociedad. La mayoría de las veces, se tiende a identificar educación con los conceptos de escuela y nivel de instrucción; se los usa indistintamente a pesar de que no quieren decir lo mismo. No tienen un significado idéntico pero tampoco contrapuesto. La educación es un concepto amplio que designa un conjunto de actividades y prácticas sociales mediante las cuales, los grupos humanos promueven el desarrollo personal y la socialización de sus miembros. Desde siempre, los grupos humanos han utilizado simultáneamente diversos tipos de prácticas y actividades sociales con el fin de facilitar a las nuevas generaciones el acceso a las formas y saberes culturales considerados fundamentales para la supervivencia colectiva y cuya apropiación individual se juzga necesaria, para llegar a formar parte de ellos como miembros de pleno derecho (Coll, 1999). La noción de educación abarca todo lo que ocurre en la escuela pública y privada; en el currículo formal pero también en el "oculto"; lo que ocurre dentro del sistema escolar pero también fuera del mismo, en ámbitos formales e informales. Cada sociedad posee métodos educacionales que le son propios y que responden a sus necesidades (Durkheim, 1916).Tales los conocimientos y creencias sobre el mundo, lenguaje e instrumentos para conocer la realidad y actuar sobre ella, tecnologías y técnicas, tradiciones, sistemas de valores.
Hay otro concepto que es el de educación escolar, el que supone la puesta en marcha de escenarios institucionales (los centros educativos) y actividades (de enseñanza y aprendizaje) con una función y unas finalidades orientadas al conjunto de la población. En este trabajo nos referiremos a la educación escolar, y más concretamente la educación escolar básica y obligatoria que es en realidad sólo una, entre otras muchas, de las prácticas sociales que han utilizado los grupos humanos a lo largo de la historia para llevar a cabo esta tarea de socialización y promoción del desarrollo personal de sus miembros.
La educación escolar aparece en el siglo XIX vinculada a la transición de las sociedades señoriales y estamentales a la sociedad industrial. En su origen convergen dos planteamientos, netamente distintos entre sí, que no han dejado de confrontarse a los largo de los años y cuyo predominio relativo da cuenta de la organización y funcionamiento de los sistemas educativos y de las funciones que éstos acaban cumpliendo en la práctica. Por un lado, está la idea de que una sociedad industrial debe contar con una mano de obra cualificada capaz de hacer frente a las exigencias de los nuevos modos de producción. Es responsabilidad del estado proporcionar esta cualificación a las clases populares. Por otra parte, está la idea de que el conocimiento es un patrimonio universal que, en una sociedad auténticamente democrática, debe ser accesible a todos los seres humanos sin exclusión alguna, siendo también responsabilidad del Estado garantizar la igualdad de oportunidades ante la educación (Coll, 1999).
Mientras la primera idea surge del Estado liberal y de la burguesía emergente del siglo XIX, la segunda se vincula con el pensamiento ilustrado y se desarrolla en el marco del Estado social y de las luchas sociales que jalonan el siglo XX. Los sistemas nacionales de educación, nacen en la mayoría de los países en el siglo XIX al amparo del primer planteamiento pero han ido incorporando progresivamente a los largo del siglo XX, y en mayor o menor medida según los casos, elementos del segundo. La universalización de la educación básica y obligatoria, su ampliación progresiva y los esfuerzos por incrementar y mejorar la capacidad de los sistemas educativos para ofrecer una educación para todos sin exclusiones son algunos de los hitos que marcan esta evolución que resulta altamente relevante para comprender el proceso de democratización de la enseñanza a lo largo del último siglo (Coll, 1999). Sin embargo, como veremos en el siguiente apartado, no se debe observar este proceso de democratización de la enseñanza con "ingenuidad" en el sentido de que los objetivos globales y teóricos de los sistemas nacionales muchas veces se alejan de sus accionares y resultados concretos.
En cada fase de su evolución, los sistemas educativos han tenido que responder a unos retos prioritarios. En la segunda mitad del siglo XX se enfrentaron a la exigencia de hacer efectivo el derecho de todos los ciudadanos a la educación. En los años finales del siglo XX, el desafío consistió en conseguir que esa educación ampliamente generalizada fuese ofrecida en unas condiciones de alta calidad, con la exigencia además de que tal beneficio alcanzase a todos los ciudadanos. En noviembre de 1990 se reunían en París los ministros de Educación de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, con objeto de abordar cómo podía hacerse efectiva una educación y una formación de calidad para todos. El desafío era cada vez más apremiante y los responsables educativos de los países con mayor nivel de desarrollo se aprestaron a darle una respuesta satisfactoria.
1.2 Valores: Socialización y política como agentes de transformación en la escuela
Los valores que cimentan una sociedad democrática se aprende -o no se aprenden- a través de un proceso de socialización política en el que intervienen varios agentes. Si bien no cabe ahondar aquí en las nociones de socialización política y agentes de socialización, las mismas constituyen conceptos clave a partir de los cuales comprender la crisis por la cual atraviesan nuestros sistemas educativos hoy en día. Nos referiremos aquí a la socialización política como: "el proceso mediante el cual la gente adquiere orientaciones consistentes en cuanto a política en general y en relación con los sistemas políticos en particular" (Merelman: 1986: 279). Este es un proceso de aprendizaje acumulativo, aunque muchos autores destacan que el periodo más "intenso" es el de la infancia y la juventud ya que durante este lapso conformamos lo que se ha denominado orientaciones políticas básicas (Sigel, 1985, Easton y Dennis, 1969) a partir de las cuales se configuran los universos políticos de la vida adulta.
Podemos realizar una distinción entre socialización formal, planificada y prescrita por las instituciones sociales, e informal, más propia de las vivencias y experiencias de la vida cotidiana. La socialización ha de ser entendida en el marco de un proceso dinámico que genera un intercambio complejo y a través del cual cada sujeto interactúa con su medio y con agentes de muy diverso tipo. Tal como planteaban Berger y Luckman (1968), la socialización se puede describir desde dos puntos de vista: objetivamente; a partir del influjo que la sociedad ejerce en el individuo; en cuanto proceso que moldea al sujeto y lo adapta a las condiciones de una sociedad determinada, y subjetivamente; a partir de la respuesta o reacción del individuo a la sociedad . En ambos procesos los agentes de socialización política –entre los que se distingue la escuela- juegan un papel de primordial importancia.
Podemos afirmar que la escuela deja de ser una agencia formativa que opera en un medio estable de socialización. Vivimos un período en el cual las instituciones educativas tradicionales—particularmente la familia y la escuela—están perdiendo la capacidad para transmitir eficazmente valores y pautas culturales de cohesión social. Este "déficit de socialización" no ha sido cubierto por los nuevos agentes sociales de la cultura—los medios masivos de comunicación y, en especial, la televisión—, los cuales no fueron diseñados como agentes encargadas de la formación moral y cultural de las personas. Las interrogantes que esto abre son apremiantes. ¿Cómo organizar la educación en vista de los cambios en la familia? ¿Cómo proceder frente a una cultura pluralista, donde distintos valores comandan la lealtad de diferentes grupos y personas? ¿Y qué papel le corresponderá jugar en el desarrollo de una cultura cívica democrática en este nuevo contexto?
La escuela instruye, en el sentido que busca, a través de un proceso formalizado, transmitir conocimientos generales imprescindibles para desenvolverse en la sociedad (leer, escribir, hablar con propiedad, los principios de las ciencias…). Pero sobre todo socializa, dado que se encarga de inculcar un código amplio de normas y creencias que se transmite de generación en generación. Existe una tradición de estudios sociológicos y políticos que examinan del papel de la escuela en la configuración de las identidades políticas y culturales. La tradición dominante en la década de los años 60 y 70 fue la de la socialización política fuertemente vinculada a la teoría de sistemas (Easton y Dennis 1969, Almond y Verba, 1963, entre otros). La familia y la escuela aparecían como los agentes de socialización política por excelencia, fundamentales en el proceso de transmisión de conjuntos normativos de actitudes y de conductas fundamentales el buen funcionamiento de la democracia, de una generación a las siguientes.
Hoy esa visión se encuentra sometida a duras críticas. En primer lugar porque la escuela ha perdido el papel privilegiado que ocupaba anteriormente en el proceso de socialización. En segundo lugar, porque han surgido teorías que atribuyen al individuo un rol más activo y protagónico. Gutman (1987), por ejemplo, reivindica en papel fundamental de la educación en tanto agente socializador pero plantea que en las sociedades democráticas la educación debe ser permeable a la participación activa de los ciudadanos, los debe proveer de los insumos necesarios para poder influir en la "reproducción" de la sociedad. La escuela contribuye en este sentido a reproducir el orden social vigente pero puede también contribuir a mejorar ese orden. Las escuelas caminan orientadas así entre el pasado y el futuro. Es hora de preguntarnos qué tipo de educación queremos.
Tradicionalmente, los valores han sido trabajados en las aulas de forma implícita, sin aparecer en la documentación curricular de planificación de la enseñanza, conformando una parte del "currículum oculto", donde se establece por un lado, el reconocimiento de la importancia de la enseñanza y el aprendizaje de los valores en la Educación, y de otro, el carácter normativo mediante el cual los centros educativos han de planificar y desarrollar el proceso de integración curricular de los valores en el aula, al establecer entre las finalidades y principios básicos de la educación el desarrollo de valores socialmente deseables, se ha hecho eco de las demandas de una sociedad que desea implicar directamente a la escuela en la educación ética y moral de sus ciudadanos; de una sociedad que busca que los profesores y las profesoras compartan con la familia la difícil tarea de construir el proyecto personal de sus miembros más jóvenes, en el que los valores tienen que ocupar un lugar destacado.
1.3 Los Valores: Análisis Filosófico
La palabra valor viene del latín valere, que significa "ser fuerte". Los valores son las cualidades del alma, que aparecen como la entereza de ánimo para cumplir las obligaciones y deberes que tiene un ser humano como tal, sin amedrentarse por los peligros, amenazas, burlas y vejámenes a que se expone; son los principios que impulsan a luchar por el bien en contra del mal; son las características que enaltecen a una persona y la destacan como un verdadero modelo para los demás.
La persona como sujeto histórico – social hace valoraciones y al hacerlo crea los valores, y los bienes en los que aquellos se representan. Es decir, los valores son construcciones que subsisten y se realizan en el ser humano, por y para éste. En consecuencia, las cosas naturales o creadas por el sujeto, sólo adquieren un valor al establecerse la relación entre aquellas y éste, quien las integra a su mundo como cosas humanizadas. Ello determina, según Moleiro, M (2001) que: las cosas no son valiosas por sí mismas, sino que tienen el valor que nosotros les damos y, por eso cada persona tiene su propia escala de valores. Asimismo, especifica, que no todos nos comportamos igual ante las vivencias y los problemas de la vida; según los valores a los que les damos prioridad, le damos sentido a lo que hacemos (Pág. 10). Se reconoce así, que los valores son cualidades peculiares, que poseen ciertas cosas llamadas bienes, y se originan en la relación que se establece, entre el sujeto valorante y el objeto valorado. Sin embargo, es necesario reconocer la existencia de valores con respecto a los actos representativos de la conducta humana, esencialmente de la conducta moral. Todo acto humano implica la necesidad de elegir entre varios actos posibles, por ende, hay selección, pues preferimos uno a otro acto, el cual se nos presenta como un comportamiento más elevado moralmente. Según Zambrano de Guerrero, A (2003): La persona expresa su elegibilidad, mediante la captación de realidades éticas percibidas del mundo exterior, a través de los sentidos genuinamente selectivos, que siempre la realiza de diversos estímulos, aceptando sólo aquellos, vinculados con los esquemas sensorio- motrices y los esquemas noéticos que el ser humano ha construido o está en vías de construcción (Pág. 150).
Cómo y cuándo percibimos los valores? Esta es una pregunta inicial que considero nos puede mostrar aspectos importantes de nuestro tema. Tenemos experiencia de cosas y personas valiosas o buenas, como por ejemplo cuando conocemos una persona generosa o vemos un animal de gran vitalidad como un caballo corriendo libre en una pradera, o contemplamos una escultura de gran belleza como La Piedad de Miguel Angel, o un heroico soldado luchando en condiciones desventajosas y aún así entregando su vida en la contienda para salvar su patria, o una persona genial, o un mártir que acepta la muerte con tal de no negar a Dios. Es decir conocemos personas buenas y aún santas, personas hermosas o cosas hermosas, seres de gran vitalidad, hombres o bien animales, conductas heroicas, actos de martirio. Pero no tenemos experiencia directa de la belleza, la santidad, la vida, el martirio o la salud y tampoco sus opuestos. Y podríamos seguir en la enumeración. Es decir, no tenemos la experiencia de los valores sino en cuanto se encarnan en algún individuo concreto y es ahí donde se nos aparecen, esta es la aprehensión estimativa del fenómeno valioso, ésta constituye el momento fenomenológico y allí podemos ver no sólo al valor o al disvalor encarnados, sin también percibir las constantes que los acompañan, como enseñaba Wojtyla en el estudio citado.[2]Pero también vemos que todos los valores nombrados y los que podemos nombrar son algún bien, y en este punto rozamos el aspecto metafísico del mismo, pero me voy a detener aquí.
Dado que el valor es un bien, ¿todo bien es un valor? Sí y no, cosa que pide una adecuada distinción. Digo sí pues todo lo bueno es valioso. Pero digo no porque para que lo bueno se perciba como valioso es preciso que una persona lo perciba en tanto que bueno y valioso, es decir tome conciencia de su bondad o valor. Un animal realiza y encarna diversos bienes, como su vida, su salud, su alimentación, su coraje; o una planta que vive y es hermosa; o una hermosa piedra como un diamante. Pero ninguno de estos entes aprecia y percibe a todo el bien que encarnan y de que se rodean en tanto que valores. Únicamente para el hombre que es inteligente y libre cobran sentido los bienes como valores y éstos pueden o no ser realizados y, en algunos casos deben ser realizados, como los valores morales. O sea que la primera condición que requiere un bien para constituirse en un valor es que sea percibido como tal y constituya algún bien para el que lo percibe como valor, o bien que se perciba como un valor necesario o conveniente para alguien.
En la ponencia de Santo Tomás sobre los valores visto desde la perspectiva de la filosofía pareciera carecer de sentido, dado que éste nunca escribió sobre los valores en la acepción moderna del término, es más, en toda su obra no encontramos dicha palabra. El término surge como respuesta de la fenomenología al formalismo kantiano, adonde se llegó después de varios siglos de desarrollo de la llamada Ética de la Obligación, nacida del voluntarismo de Guillermo de Ockham [3]en el siglo XIV, quien centra la moral en torno a la relación entre la ley y la libertad bajo la forma de la obligación. Contra lo que se conocía hasta entonces de las obligaciones morales subordinadas a las virtudes y éstas a la felicidad, como ampliamente las enseña Santo Tomás.
Debido a la imposibilidad de fundar la moral en la metafísica después de la crítica de Kant, la fenomenología desarrolla la doctrina del Valor en el orden de la razón práctica que dirige la actividad del hombre en el obrar moral y el hacer técnico artístico[4]Esta es una de las consecuencias de su redescubrimiento del carácter intencional de la conciencia,[5] y da origen a la axiología contemporánea, doctrina de gran fecundidad en el orden moral. Respecto de la obra de uno de los filósofos más importantes en este terreno, Max Scheler, el entonces profesor de Cracovia Karol [6]Wojtyla hoy Papa Juan Pablo II hace una profunda investigación sobre el sistema del filósofo alemán y su utilidad para la ética cristiana. Con un método riguroso estudia el sistema de Scheler y su teoría de los valores bajo sus dos aspectos, el fenomenológico y el metafísico, concluyendo en la insuficiencia del sistema de Scheler para el desarrollo de una ética cristiana con todas sus exigencias, no obstante sostiene la fecundidad de la fenomenología para el estudio de la experiencia moral, y en este sentido la recomienda vivamente.
A su vez, la valoración favorece la creación de valores que actúan como directrices para la conducta humana, pues son los que dan sentido y finalidad a la persona tanto individual como social. Al respecto, Izquierdo C (2003) expresa que los valores son "los ejes fundamentales por los que se orienta la vida humana y constituyen a su vez, la clave del comportamiento de las personas" (Pág. 14). El autor admite que, los valores "dinamizan nuestra acción y nuestra vida; dignifican y ennoblecen a la persona e incluso a la misma sociedad" (Pág. 13). Esto reafirma la idea de que en la perspectiva de toda conducta humana, subyacen los valores, los cuales dirigen y dan sentido al proceder individual y social de cada persona.
Desde la antigüedad, la palabra "valor", ha sido usada para indicar la utilidad o el precio de los bienes materiales, y la dignidad o el mérito de las personas. El uso filosófico del término "valor", comienza (estoicos 300 a. C.) cuando su significado se generaliza para indicar cualquier objeto de preferencia o de selección. En el lenguaje filosófico, a las personas o las cosas se les denomina: seres, entes, sustancias, esencias y a las cualidades o propiedades de las personas o las cosas se les llaman valores.
El hombre al referirse a los objetos, emite sobre ellos dos clases de juicios, ejemplo; de existencia: Juan existe; de valor: Juan es bueno. Si los valores no son cosas y ninguna cosa nos es indiferente, pues nos agrada o nos desagrada, juzgamos a los valores o impresiones subjetivas por el agrado o desagrado que las cosas nos producen, es decir los valores nos parecen puramente subjetivos (apreciaciones del sujeto), y dentro del subjetivismo (así se le llama a esta corriente) existen a su vez matices fisiológicos (Robot: "El único gran valor para la inmensa mayoría de los hombres, es el que satisface sus necesidades y apetitos"); matices sociológicos (Dukheim opina que "Los valores dependen de la conciencia colectiva de la sociedad") y matices metafísicos (J. P. Sartre: "Es nuestra propia elección y libertad la que hace que una cosa o un hecho, sea considerado con o sin valor").
Pero existe otra corriente (objetivismo) que sin dejar de reconocer que hay ciertos valores que no son más que preferencias subjetivas, asevera que existen muchísimos valores superiores como lo son los espirituales, morales, estéticos e intelectuales. Se puede juzgar que la traición, la mentira, la hipocresía y la falsedad son condenables (antivalores) y que la verdad, el heroísmo, la justicia son laudables, aún independientemente de mis utilidades, caprichos y gustos; son de todos, valen o no a pesar mío; existen fuera de mí, como la verdad de un teorema o la belleza de un cuadro de Miguel Ángel, mismos sobre los que puede discutirse [7]
1.4 Características y concepciones de los Valores
Adela Cortina señala las siguientes características de los valores: Los valores son cualidades que nos permiten acondicionar el mundo, hacerlo habitable. Los valores como la libertad, la justicia, la belleza valen porque nos permiten construir un mundo más humano en que podamos vivir plenamente como personas. Un mundo injusto, insolidario, sin libertades, sin belleza, sin eficacia, no reuniría las condiciones mínimas de habitabilidad. Los valores son cualidades reales a las que le damos cuerpo. Un valor no es una cosa, tampoco es una persona, sino que está en la cosa (un hermoso paisaje), en la personas (una persona solidaria), en una sociedad (una sociedad respetuosa), en un sistema (un sistema económico justo), en las acciones (una acción buena). Los valores son siempre positivos o negativos. Al percibir un valor, podemos captar si éste es positivo o negativo, si nos atrae o nos repele. La justicia, la igualdad de oportunidades, la salud son ejemplos de valores positivos, mientras que la desigualdad, la injusticia, la enfermedad constituirían valores negativos.
Los valores poseen dinamismo. Dinamizan y humanizan nuestra acción, nos sentimos motivados a alcanzar los valores positivos y a erradicar los valores negativos. Como toda nuestra vida se encuentra impregnada de valores: positivos o negativos, pocas cosas pueden ser neutrales. La génesis del valor humano se desprende del vocablo latín aestimable que le da significación etimológica al término primeramente sin significación filosófica. Pero con el proceso de generalización del pensamiento humano, que tiene lugar en los principales países de Europa, adquiere su interpretación filosófica. Aunque es solo en el siglo XX cuando comienza a utilizarse el término axiología (del griego axia, valor y logos, estudio).
En los tiempos antiguos los problemas axiológicos interesaron a los filósofos, por ejemplo: desde Sócrates eran objetos de análisis conceptos tales como "la belleza", "el bien", "el mal". Los estoicos se preocuparon por explicarse la existencia y contenido de los valores, a partir de las preferencias en la esfera ética y en estrecha relación, por tanto, con las selecciones morales, hablaban de valores como dignidad, virtud. Los valores fueron del interés además de representantes de la filosofía como Platón para el cual valor "es lo que da la verdad a los objetos cognoscibles, la luz y belleza a las cosas, etc., en una palabra es la fuente de todo ser en el hombre y fuera de él"[8]
A su vez Aristóteles abordó en su obra el tema de la moral y las concepciones el valor que tienen los bienes. En el Modernismo resurge la concepción subjetiva de los valores, retomando algunas tesis aristotélicas. Hobbes en esta etapa expresó: "lo que de algún modo es objeto de apetito o deseo humano es lo que se llama bueno. Y el objeto de su odio y aversión, malo; y de su desprecio, lo vil y lo indigno. Pero estas palabras de bueno, malo y despreciable siempre se usan en relación con la persona que los utiliza. No son siempre una regla de bien, si no tomada de la naturaleza de los objetos mismos"
Hasta este momento de la historia de los valores y luego en la axiología burguesa se expresa el significado externo de los objetos para el hombre, se hace un análisis idealista subjetivo, y desde este punto de vista los valores se fetichizan o se reducen a propiedades naturales. Los filósofos burgueses aumentaron su interés por los problemas axiológicos. Lo cual estuvo dado por las condiciones concretas de esa nueva sociedad, que conducían a sus ideólogos a justificar el ficticio sistema de valores de la burguesía. Así se aprecia que la necesidad del estudio de los valores ha existido siempre a través de las diferentes etapas históricas, aunque respondiendo a los intereses de clases y a las condiciones concretas existentes. Max Scheler fue el filósofo burgués que más abordó el tema en esta etapa. Para él los valores son cualidades de orden especial que descansan en sí mismos y se justifican por su contenido. El sentimiento de valor es una capacidad que tiene el hombre para captar los valores. Para Scheler: "el hombre es hombre porque tiene sentimiento de valor".
En la segunda mitad del siglo XIX, con la agudización de las contradicciones propias de la sociedad capitalista, es cuando el estudio de los valores ocupó un lugar propio e independiente en la filosofía burguesa convirtiéndose en una de sus partes integrantes. En igual marco histórico se desarrollaron los clásicos del marxismo, pero no se detuvieron en el análisis de los valores, no los analizaron de forma independiente, aunque sí crearon las bases para una solución científica de este problema. Entre algunas de ellas se encuentran: un profundo análisis crítico de todo el sistema de valores de la sociedad capitalista, que sirve de fundamento para el reconocimiento de los verdaderos valores de la humanidad. El estudio del papel del factor subjetivo para el desarrollo social, esta es la base para comprender el significado de la valoración. En la teoría marxista del capital se analizan los valores económicos. La doctrina leninista acerca de la coincidencia de los valores subjetivos de clase del proletariado con las necesidades objetivas del desarrollo social. También los postulados acerca de la posibilidad de diferentes valoraciones de determinados fenómenos en dependencia de la pertenencia de clase del sujeto valorante. Estos señalamientos y postulados constituyen una guía o fundamento metodológico para la teoría marxista general de los valores.
A fines del siglo XIX y principios del XX con estos aportes del marxismo se comienza a abordar el concepto de valor sobre la base de la relación sujeto-objeto, de la correlación entre lo material y lo ideal. De ahí que la filosofía marxista leninista establezca el análisis objetivo de los valores, a partir del principio del "determinismo aplicado a la vida social, donde se gesta el valor y las dimensiones valorativas de la realidad", es decir, esa capacidad que poseen los objetos y fenómenos de la realidad objetiva de satisfacer alguna necesidad humana.
Precisamente de estas tesis parten todos los filósofos marxistas de la contemporaneidad. En especial los filósofos cubanos que según la literatura consultada, a partir de los últimos años de la década del ochenta, tienen un pensamiento axiológico de corte marxista.Los valores surgen en la relación práctico – objetal y no en el simple conocimiento de las cosas por el hombre. Son el resultado de la actividad práctico del hombre. Aunque las necesidades del hombre desempeñan un papel importante en el surgimiento de los valores, no implica que la actividad subjetiva haga que los valores sean también subjetivos pues están determinados por la sociedad y no por un individuo aislado. En valor también pueden convertirse determinadas formaciones espirituales las ideas, las teorías. Pero aún estos fenómenos espirituales siendo subjetivos por su existencia, sólo se convierten en valor en la medida en que se correspondan con las tendencias del desarrollo social. De tal forma los valores no existen fuera de las relaciones sociales, de la sociedad y el hombre. El valor es un concepto que por un lado expresa las necesidades cambiantes del hombre y por otro fija la significación positiva de los fenómenos naturales y sociales para la existencia y desarrollo de la sociedad.
De acuerdo con este análisis que hiciera el filósofo cubano José Ramón Fabelo en su tesis de doctorado, se considera que los valores son objetivos, pues expresan las necesidades objetivas de la sociedad, expresión de las tendencias reales del desarrollo social, un resultado de la necesidad histórica.[9] A fines de los ochenta igualmente otra autora Zaira Rodríguez aborda los valores con una diferenciación entre los valores de las cosas (valores objetivos) y valores de la conciencia (valores subjetivos). En primer lugar esta concepción se refiere a bienes y materiales naturales, valores de uso, al carácter progresivo o reaccionario de los acontecimientos históricos, a la herencia cultural y a las características estéticas de los objetos, en el segundo caso se trata de valoraciones, situaciones y actitudes, representaciones normativas, así como del sentido de la historia de los ideales y principios.
De esta forma para Zaira "los valores como objetos o determinaciones espirituales no son otra cosa que la expresión concentrada de las relaciones sociales."[10] Por lo que finalmente los valores para Zaira tienen un carácter objetivo. En la actualidad, a través de la década del noventa, las condiciones se han trasformado, han cambiado. De ahí que el pensamiento filosófico capte las actuales condiciones, confirme así el carácter histórico concreto del valor, y ofrezca nuevas tesis. Exactamente el 8 de octubre de 1995 fue convocada una audiencia pública, por la asamblea nacional, en la ciudad de Santa Clara. Donde Fabelo expone un concepto de valor más diferenciado, más amplio, aunque mantiene su esencia objetiva. Establece ahora tres planos de análisis: el primero son los valores objetivos, como las partes que constituyen la realidad social tales como: los objetos, fenómenos, tendencias, ideas, concepciones, conductas. Estos pueden desempeñar la función de favorecer u obstaculizar la función social, respectivamente será un valor o un antivalor. Este es un sistema de valores objetivos, el segundo plano es un sistema subjetivo de valores y se refiere a la forma en que se refleja en la conciencia la significación social ya sea individual o colectiva. Estos valores cumplen una función como reguladores internos de la actividad humana, pueden coincidir en mayor o menor medida con el sistema objetivo de valores. El tercer plano es un sistema de valores institucionalizados, que son los que la sociedad debe organizar y hacer funcionar. De este sistema emana la ideología oficial, la política interna y externa, las normas jurídicas, el derecho y la educación formal. Estos valores pueden coincidir o no con el sistema de valores objetivos. Aunque el proceso subjetivo, de concientización de un determinado sujeto, es importante, no es ajeno a los otros dos momentos. Pues los valores que se forman son el resultado de los valores objetivos y los socialmente institucionalizados.
En nuestro país de manera general existe una juventud que es heredera de valores como la libertad, la democracia, la solidaridad, y la justicia social. Sin embargo, en una parte de esa juventud pueden observarse síntomas evidentes de crisis de valores. Entre los síntomas están los siguientes: inseguridad acerca de cuál es el verdadero sistema de valores, que considerar valioso y que antivalioso, sentimiento de pérdida de validez de lo que hasta ahora era valioso y por tanto atribución de valor a lo que hasta entonces era antivalioso, se piensa que todos son deshonestos, que la corrupción es una actitud normal, que toda autoridad es susceptible de ser corrompida, otorgándole mayor prioridad a valores que eran más bajos, Pero se considera que no se ha producido una crisis total del sistema de valores; si no que estos síntomas indican un debilitamiento de determinados valores, en determinados grupos sociales dado un proceso de reordenamiento, o reacomodo en el campo político, económico y social.
No obstante en nuestro país reafirmamos lo que señala Sánchez Linares "que la solidaridad es más rentable que el egoísmo, que el costo de la codicia es superior al de la generosidad, que la eficiencia basada en la administración democrática es superior a la genialidad de cualquier burócrata y que el economismo no puede ser la supraideología de una nación que aspira a seguir siéndolo con todos y para el bien de todos". [11]Los individuos manifiestan interpretaciones valorativas y formas de actuación propias de la cultura en un momento histórico; así, los valores adquieren un significado que es interpretado a partir de los códigos de una época. Cortina (2000) señala que los valores son un componente de la vida humana, son un aditamento, que tienen mucho que ver con lo que nos va a las personas. No se puede pretender hablar de valor sin hacer mención de la persona humana y los elementos constitutivos de su ser. Frisancho (2001) afirma que los valores son "anteojos" desde los cuales se examina la realidad y desde los que se actúa; pueden ser personales, sociales (convencionales) o tener aspiraciones de universalidad (valores morales) y orientan nuestras conductas y acercamiento a la realidad. Esta autora plantea que los valores personales, parten de los deseos, intereses y preferencias de las personas, desde su experiencia como ser humano; y que la construcción de normas propende por el orden y la convivencia y por ello, toda persona puede reconocer lo que es institucional y socialmente aceptable. Los valores morales se distinguen por ser universales, inalterables y de naturaleza ética; son normas de vida que se aseguran en el intercambio dialógico, participativo y de sentimientos entre las personas de una comunidad, como respetar la vida, respetar la dignidad de las personas o ser honesto con uno mismo y con los demás. Cortina (2000) considera como valores morales, libertad, justicia, solidaridad, honestidad, tolerancia activa, disponibilidad al diálogo y respeto a la condición humana.
Si consideramos que los valores son todo aquello por lo que estamos a favor o en contra, son estos los que dan sentido y dirección a nuestras vidas (Howe y Howe p.19), Bosman (1991) advierte sobre el uso a menudos del término de "valores", puntualizando que "constituyen la fibra moral inherente a cada sociedad, describiendo lo que a niveles profundos proporciona integridad y dirección a la conducta del individuo, proporcionando coherencia a todo orden social" (p.661). Los valores personales, parten de los deseos, intereses y preferencias de las personas, desde su experiencia como ser humano; y que la construcción de normas propende por el orden y la convivencia y por ello, toda persona puede reconocer lo que es institucional y socialmente aceptable.
1.5 Marco Mundial en la Formación de Valores
1.5.1 Formación en Valores en Europa
Uno de los principios en los que se inspira la humanidad consiste en un compromiso decidido con los objetivos educativos planteados por todos los países del mundo, dentro de ellos los de la Unión Europea para los próximos años. El proceso de construcción europea está llevando a una cierta convergencia de los sistemas de educación y formación, que se ha traducido en el establecimiento de unos objetivos educativos comunes para este inicio del siglo XXI.
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