Historia esoterica y espiritual de chile (página 2)
Enviado por Fernando Edmundo del Cármen Laredo Cárter
Como un epílogo que retrata el alma religiosa de los conquistadores y la devoción de sus mujeres debemos señalar que doña Inés Suárez hizo erigir en la cumbre del Cerro Blanco de Santiago una ermita de Homenaje o culto a la Virgen de Montserrat. Y la Virgen del Socorro, puesta en la ermita cercana al Cerro Santa Lucía, fue el centro de poder espiritual, o la patrona de Santiago y de Chile colonial.
La humilde capilla se transformaría más tarde en el Templo de San Francisco de la Alameda Bernardo O"Higgins, donde aún está sobre el altar la imagen de bulto de Santa María del Socorro que traía Valdivia al anca de su caballo. Este templo es el más antiguo de Chile que aún perdura. Se empezó a construir en 1572 y se concluyó en 1618. Desde luego que otras capillas y templos se construyeron antes, pero no se conservan hasta hoy. La ermita que existió antes del templo de S. Francisco con el nombre de la Virgen del Socorro data de 1543 y fue ordenada su construcción por Valdivia mismo, como se señaló en el comentario adjunto al Acta de la fundación de Santiago, por efecto de la promesa o voto hecho en el Cuzco.
Eso demuestra el doble plano de las motivaciones de los españoles al venir a América: Arreglar su vida material explotando nuevas tierras y promover la gloria de Dios, la salvación de las almas propias y de los aborígenes, injertando sus creencias en las nuevas sociedades que se van creando a partir de la conquista. Fines materiales y objetivos espirituales al mismo tiempo.
¿Cuáles fines predominaban más en la conciencia de esas gentes En el caso de México, Perú y Brasil, los conquistadores cosecharon mucha riqueza material. Pero en el caso de Chile, las dificultades fueron tan grandes, por la belicosidad de los indios y la dureza del medio, que se troncharon muchas ambiciones, y solo quedaron los simples deseos de sobrevivir medianamente, en lo material, y de lograr la propia salvación eterna en Cristo, en lo espiritual.
Chile fue la colonia más pobre de Sudamérica, y la más cara y difícil de mantener por parte de la Corona Española.
Tambien vale la pena recordar al Arcano Número Once del Tarot, titulado como La Fuerza y que muestra a una mujer que con sus manos desnudas domina a un león.
Ese arcano Once simboliza el destino del alma nacional. Una mujer, el alma de Chile, lucha a mano limpia para superar sus problemas y vence a la Bestia de sus dificultades materiales, sus conflictos e instintos, para lograr, al fin, construir un país casi de la nada, con muy pocos recursos. Allí esta profigurado el Neque moral y físico del pueblo chileno. Observen el número 3, el 11, el 14, a traves de las páginas de esta Historia desde el Principio al Fin.
El 3 es el Poder Creativo, que puede estar simbolizado en el Arcano 3 del Tarot, La Emperatriz. El 11 La Fuerza y el 14 los momentos de Kairos o cambios de ciclos que ordena la Providencia Divina, simbolizados en el Arcano 14 La Templanza.
Bibliografía consultada para este Primer Capítulo DICCIONARIO HISTORICO DE CHILE, de Jordi Fuentes, Lía Cortes y Fernando Castillo Infante.
EL PODER OCULTO DE LOS NUMEROS, de Julián Elías Buchelly Bustamante, ( Erudito Rosacruz, Martinista y Maestro Masón, avecindado en Chile por muchos años, fallecido en 1947.) ENCICLOPEDIA TEMÁTICA DE CHILE, varios autores, Editorial Ercilla. 20 Volúmenes. HISTORIA DE CHILE, de Francisco Encina. Obra Completa, no resumida.
HISTORIA DE LA IGLESIA EN CHILE, del Presbítero D. Fidel Araneda Bravo. HISTORIA DE SANTIAGO, de Benjamín Vicuña Mackenna.
LA BIBLIA DE JERUSALÉN Y OTRAS VERSIONES DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS.
LA FUERZA ESCONDIDA, Testimonios de Carmelitas Descalzas Chilenas.
EL TAROT O LA MAQUINA DE IMAGINAR, de Alberto Cousté, Investigador Esotérico.
CAPITULO SEGUNDO.
Místicos iluminados y brujos de la colonia
Muchos historiadores chilenos dicen que la Colonia comienza alrededor del 1598, cuando después de algunos grandes desastres militares, los gobernadores españoles deciden no avanzar más hacia el sur, se establece una guerra mas bien defensiva que ofensiva contra los mapuches, y el poblamiento en gran escala de nuestro país comienza. Los pequeños villorrios que se llaman pomposamente Ciudades, pasan a ser aldeas, luego pueblos grandes, y finalmente Ciudades de verdad. Gradualmente la vida de las distintas oleadas de colonos se va afirmando, económica, social y culturalmente.
Es el tiempo de los corsarios que atacan los puertos chilenos y se llevan sus pocas riquezas y la comida que la tierra ha producido. Es tiempo de repentinos ataques indios, los famosos Malones araucanos, y las represiones del Ejército Mestizo, criollo y español, para rescatar a las mujeres y los niños que eran raptados por la indiada. Tiempos de lento, muy lento progreso material y cultural, pero también fue una época de extraordinaria religiosidad. Religiosidad que tuvo todos los grados de intensidad imaginable, y que abarcaba todas las clases sociales. Nadie era indiferente en materia de religión. Lo que no significa una elevada moralidad personal de todos, ni una elevada cultura teológica de la mayoría.
En algunos aspectos la religiosidad de la colonia era casi mera superstición, pero el temor de Dios era genuino. La religión SE VIVIA realmente. El hombre colonial era realmente teocéntrico, en el sentido más medieval que pueda imaginarse. La influencia intelectual de la Edad Moderna Europea no llegaba acá de manera alguna, pues en los puertos de embarque de España había controles aduaneros especiales, que impedían que personas de otras religiones, o herejías, como se decía en aquel entonces, se vinieran a América. No solo las personas eran controladas, sino que también los libros que venían de Europa. Ni Judíos, ni Musulmanes, ni personas que habían sido juzgadas por la Santa Inquisición, y que hubiesen sido absueltas, podían venirse a Centro y Sudamérica.
Desde luego que esos controles reales y eclesiásticos no eran perfectos. De modo que en secreto algunos judíos y libres pensadores pasaron a América a pesar de todo, pero su situación en el ambiente colonial, tan homogéneo en ideas y creencias, era mala y muy peligrosa para ellos. Debian ocultarse todas las prácticas religiosas que no fueran rigurosamente ortodoxas o las de otras religiones. Los sabbats judios, por ejemplo, debían celebrarse en riguroso secreto.
Los famosos tribunales de la Santa Inquisición también funcionaron en Chile y en Perú, solo que en los casos más graves los acusados eran llevados al Perú para la revisión del caso y la aplicación del castigo, que en dichas ocasiones era prisión perpetua o muerte. En Chile hubo varios casos de Judíos apresados y llevados a Lima como también algunos discípulos del Padre Jesuita Juan Francisco de Ulloa, acusados de Molinismo. (Miguel de Molinos fue un sacerdote acusado de Herejía Quietista a fines del siglo XVII, y fallecido en prisión en l696 en Italia.) Las escuelas para niños y niñas funcionaban en los conventos o al lado de las parroquias. Y en lo que a Educación Superior se trata, en 1619 los Dominicos establecieron una pequeña universidad pontificia que, como en la Edad Media Europea, daba títulos de Maestros en Teología y Arte. Los Jesuitas obtuvieron el mismo privilegio del Vaticano y del rey y organizaron una universidad en 1621. Ambas en Santiago. Pero se estudiaba sólo teología, filosofía, escolástica, gramática latina, retórica, aritmética y geometría.
Aplicando un criterio educativo del siglo XIX o XX, diremos que estos institutos eran en realidad una especie de Liceos de Educación Media. Para estudiar medicina o derecho había que ir a Lima, o a Ciudad de México, o a España. Y así se mantuvieron las cosas hasta la fundación de la Universidad de San Felipe, el ONCE DE MARZO DE 1747. A partir de ese año en Chile se puede estudiar Medicina, Derecho y Matemáticas, además de las materias éticas, teológicas, filosóficas y lingüísticas. Además, los dos Obispados de Chile, el de Santiago y Concepción, tenían Seminarios para formación sacerdotal en sus diócesis.
Obsérvese cómo la fecha memorable de la fundación de la Universidad Real de San Felipe, con títulos válidos para el mundo civil, nuevamente cae en día 11, de acuerdo con una misteriosa ley numerológica ya señalada antes, y que se seguirá cumpliendo a lo largo de toda nuestra historia. Comienzan a hacerse pequeñas y luego grandes obras de Teatro religioso, los llamados Autosacramentales o simplemente Sacramentales, que con actores van representando vívidamente la Pasión de Jesucristo, la vida de los principales santos medievales y trozos de la Biblia. Y como complemento se va desarrollando la vida musical de Chile, en los coros que acompañan la acción litúrgica y los Actos del Teatro Religioso ya explicado. En todo esto Chile no se diferencia del resto de América, pero tampoco se diferencia del Teatro Hindú, por ejemplo. O del Teatro Chino o Nipón, en la misma época. El teatro en estos últimos países también se ocupó principalmente de temas religiosos y míticos, y siguió así hasta comienzos del siglo XX.
Como la mayoría de la gente no sabía leer ni escribir, el teatro religioso era el medio ideal para instruir a la población. Y con el mismo objetivo en esa época chilena también nace el Canto popular a lo Divino y a lo Humano, que con rimas poéticas simples y cantadas, se van fijando en la memoria colectiva datos de la historia Bíblica, de la creación del Hombre, de la redención, de la historia nacional, amores trágicos y diversas creencias. La guitarra acompaña a estos payadores u hombres de la poesía campesina de ingenio.
Pero la colonia es el período de la aparición de místicos que tienen visiones de Dios, de los Santos, de María y de los Demonios. También va apareciendo la Brujería autóctona, mezcla de creencias católicas con magia mapuche o huiliche. Es la época de los pactos con el Diablo, de las promesas o mandas a los santos – que es otro tipo de Pacto con la Luz, en el que se usan intermediarios– del culto a las reliquias de los santos europeos y americanos, como Santa Rosa de Lima o Santa Rita de Casia o Santa Clara de Asis.
Es la época de las cofradías de penitentes autoflagelantes, que encapuchados recorren las calles dándose de latigazos en la espalda. Lo natural se une a lo sobrenatural con toda facilidad, o viceversa. La cosmovisión del hombre de la colonia es eminentemente espiritual. No existe en Chile ni el ateo ni el agnóstico, tan propio de los siglos XIX y XX. Y, desde luego si acaso había alguno, estaba obligado a disimular, pues el juicio público reprobatorio era terrible. De esa época viene lo que en Chile se llamó el Temor al Que Dirán , a la opinión ajena implacable, que aún domina la vida de los pueblos pequeños a lo largo de toda la República.
Aparece el temor a la magia negra, o a la hechicería, y se considera a la religión católica y a sus ceremonias como el antídoto, o el rito salvador o protector de magia blanca contra los males arrojados, que, desde luego, ya existían en el Chamanismo indio o aborigen desde hace más de 10.000 años en Chile, por ser heredero del Chamanismo Siberiano, que nos había llegado vía Estrecho de Bering y Alaska. Antes de la llegada de los españoles las machis eran quienes protegían a la comunidad de esos males proyectados o arrojados, como se decía entonces.
Vamos ahora a los místicos o iluminados de la época. Analizaremos la vida del mejor o del más elevado de todos: Fray Pedro de Bardeci o el Venerable Pedro de Bardeci, como lo llama la Iglesia, según dictamen del Vaticano, como paso previo a la Beatificación.
Pedro de Bardeci nació en España, el 5 de Abril de 1641, exactamente a los 100 años después de la fundación de Santiago del Nuevo Extremo. Su padre era don Francisco de Bardeci y su madre era doña Casilda de Aguinaco, ambos de la región de la Orduña. El 6 de Abril del mismo año el niño fue bautizado por el sacerdote Pedro de Angulo, en la Iglesia de San Clemente. Creció sano de cuerpo y alma en compañía de sus padres y hermanos, desarrollando un filial y fervoroso amor por María Santísima desde muy niño. Francisco y José eran sus hermanos mayores. Cuando Pedro de Bardeci tenía 17 años partió con sus hermanos a México, en busca de fortuna. Su padre dio 500 pesos de plata a cada uno de sus hijos para que se instalaran como comerciantes en Nueva España, como se denominaba a México en ese tiempo. Era el año 1658. El año en que el Joven Pedro comienza a tener visiones en que duendes y demonios se le aparecen y lo tientan para que busque placeres no permitidos en las Sagradas Escrituras. Pero con oración a María Santísima el joven se libera de esos asaltos malignos desde lo invisible. El 3 de Junio de 1658 se embarca en Cádiz hacia América.(Algunos autores dicen que Pedro de Bardeci nació el 6 de Abril de 1644, en esta obra usaremos las fechas que están en la lápida de su tumba en Santiago para todos los cálculos de nuestra narración, es decir, el 5 de Abril de 1641) Entre sus pertenencias Pedro de Bardeci trae una Biblia, que lee con mucha frecuencia. Aún no piensa hacerse religioso, pero pide sabiduría para vivir en armonía con la voluntad de Dios. En México trabaja como socio de un productor de trigo no muy honesto, que a juicio de Pedro, aumenta demasiado los precios de la harina para los pobres, y se rompe la sociedad de ambos. Cambia de rubro y se pone a vender tabaco. Mientras trabajaba en dicha actividad recibe una señal divina providencial para su vida. Un mendigo entra en su negocio a pedir limosna, y cuando Pedro se la da, el mendigo al despedirse, le dice que su trabajo no es agradable a Dios. Y se va. El joven sale tras el mendigo desde detrás del mostrador del local hacia la calle, pero el mendigo había desaparecido. Pedro entendió que el pordiosero era un instrumento de la Providencia Divina y dejó ese negocio de venta de tabaco. Fue a conversar con Nuestra Señora de Guadalupe y a pedir luz sobre su camino. Y la luz llegó por medio de unas cartas de sus hermanos Francisco y José, que se habían convertido en marinos mercantes – el primero como capitán – del buque Nuestra Señora de la Encarnación, y le invitan a embarcarse con ellos. Pedro acepta. Y parten desde Panamá HACIA CHILE, hacia Valparaíso y Concepción. Pero un problema ético de Pedro al descubrir a un polizón a bordo lo hace bajarse en el Callao, sin denunciar su hallazgo del individuo no autorizado en el buque. Se dirige hacia Bolivia, hacia la ciudad de Chuquisaca, cerca de Potosí, que en esa época era parte del Perú. Pero Dios lo quería en Chile, pues después de trabajar un tiempo de profesor de los hijos de un hombre rico del lugar, SE LE APARECIO LA VIRGEN MARIA Y LE DIJO ANDA, HIJO, A SANTIAGO DE CHILE, Y ENTRA DE RELIGIOSO EN EL CONVENTO FRANCISCANO, DONDE SE ME VENERA CON EL TITULO DE MARIA DE LA CABEZA*, Y ALLI ME SERVIRAS POR SER ESTA LA VOLUNTAD DE MI SANTÍSIMO HIJO. (*Santa María de la Cabeza es la esposa de San Isidro, también canonizada como el marido. Son una pareja de santos muy populares en España.) Ese mensaje para Pedro de Bardeci señalaba claramente que no debió bajarse del barco de su hermano Francisco, pues su destino en el Pensamiento de la Mente de Dios era en realidad Chile. Y no solo este país en general, sino que debía ir a Santiago y hacerse monje de la Recoleta o Comunidad Franciscana del Templo de Santa María de la Cabeza, QUE AUN EXISTE CERCA DEL CERRO SAN CRISTÓBAL, Y ES DONDE AUN DESCANSAN LOS RESTOS INCORRUPTOS DE FRAY ANDRESITO, otro santo varón con grandes poderes, pero que vivió en el siglo XIX en Santiago. De él hablaremos en algunos capítulos más adelante.
Pero la visión de Pedro de Bardeci no sólo aclara su destino personal. También aclara el tema del ser nacional de Chile. El mensaje de María SIGNIFICA QUE CHILE SI EXISTIA EN LA MENTE DE DIOS, Y QUE PEDRO TENIA QUE CUMPLIR UNA MISIÓN EN EL ALMA DE LA SOCIEDAD CHILENA DE ESE ENTONCES, MISIÓN QUE SEGÚN LA EXPERIENCIA RELIGIOSA COLECTIVA EN TODOS LOS PAISES DEL MUNDO, NO TERMINA CON LA MUERTE DEL SANTO O DEL ILUMINADO EN CUESTION.
Esa importante experiencia supraconsciente de Pedro de Bardesi demuestra también que María se interesaba personalmente por el destino de Chile, y procuraba poner en esta tierra los instrumentos humanos que servirían a sus fines, que son los mismos que tiene el plan divino para Chile, en virtud de la unidad mística entre la Voluntad de Dios y la Voluntad del Santo o la de María en este caso.
Dios y María tenían y tienen el mismo propósito, que se intuye o se revela en esta visión de nuestro héroe. No en vano el país estaba consagrado ya a su protección desde la Conquista. Dicha consagración continuó generación tras generación, hasta los tiempos de la República, y renovada por los Padres de la Patria, y después, hasta nuestros días.
Y Pedro de Bardeci, como Hijo obediente de la Madre de Cristo, se fue al Callao, y tomó el primer barco que pasó hacia Chile. Solo que no pudo bajarse en Valparaíso, pues el buque no recalaría en ese puerto. Tuvo que desembarcar en Concepción. Y a caballo, acompañado de dos frailes franciscanos, se dirigió a Santiago. Demoró 14 días de cabalgata. Llegó a la Capital en Mayo de 1675. Allí se encontró con su hermano Francisco de Bardeci, quien había decidido quedarse a vivir en Chile y había comprado una gran parcela de terreno en la Capital.
Ahora invito a mis lectores a presenciar otro misterio de los planes de Dios para Chile, que sólo mencionaremos al pasar. Este mismo hermano mayor de Pedro de Bardeci, Francisco, era también un instrumento de Dios al venirse a Chile y comprar tierras en Santiago. El fue quien donó o regaló la parcela donde se efectuó la primera fundación carmelita descalza en Chile. El primer convento de las hijas de Santa Teresa de Avila en Chile, se estableció en los terrenos de don Francisco de Bardeci, y allí están hasta hoy, el Convento de Alto del Carmen. De eso hablaremos más adelante.
Acompañado de su hermano Francisco, Pedro se dirigió a la antigua Capilla de la Virgen del Socorro, que ya hemos mencionado, que ya era una iglesia más grande, para dar gracias por llegar sano y salvo al lugar predestinado por Dios para su misión. Después de arrodillarse ante Dios y María, guiado por su hermano fue a arrodillarse ante la tumba de su hermano José de Bardeci, recientemente fallecido. Nuestro héroe tiene 34 años. En ese año Pedro ingresaría como novicio franciscano y es el tiempo en que comenzarían los prodigios o las maravillas de Dios en esta tierra chilena.
Antes de ingresar como novicio en la Orden Franciscana, que tenía sede en La Recoleta cercana al Cerro San Cristóbal, Pedro distribuyó todos sus bienes entre los pobres. Luego, cuando recibió el hábito de monje franciscano fue al patio de la Congregación a dar gracias a Dios frente a un gran crucifijo que allí había, con la prenda en los brazos. Mientras oraba muy concentrado con su mente en Cristo, comenzó a flotar en el aire, elevándose hasta que su cabeza llegó a la altura de la cabeza de Cristo o del travesaño horizontal de la cruz, y allí permaneció varios minutos, sin darse cuenta de que un par de hermanos de la orden le observaban. Ese es un claro fenómeno de levitación, que varias veces se presentó en la vida de nuestro héroe, pues fue visto atravesando el rio Mapocho sin tocar el agua, como Jesús caminando sobre el Lago de Genesaret.
Al año siguiente, el 8 de Septiembre de 1676, Fray Pedro de la Natividad (de María) de Bardeci pronunció sus votos solemnes y definitivos de pobreza, castidad y obediencia, delante de su Prior y de la comunidad de hermanos de San Francisco. CUANDO TERMINO DE PRONUNCIAR SU JURAMENTO EL EDIFICIO Y EL SUELO DE LA RECOLETA FRANCISCANA TEMBLARON POR UNOS 10 SEGUNDOS, LLAMANDO LA ATENCIÓN A TODOS LOS FRAILES ALLÍ REUNIDOS. El resto de Santiago no sintió el aparente movimiento sísmico.
Para quienes han leído la Biblia con atención y buena memoria, este fenómeno milagroso también se presentó en Jerusalén, cuando después de sufrir persecución y flagelación, los apóstoles del Señor se reúnen en una casa que hacía de templo, para pedir confianza y valor a Dios, para ser perseverantes en la fe. En aquella ocasión la casa entera tembló varios segundos como una respuesta divina. (Libro de los Hechos de los Apóstoles, Capítulo 4 vers. 31.) En la vida de San Pablo de la Cruz y de algunos otros santos se presentan fenómenos semejantes. Es un signo de la Presencia de Dios junto a sus Escogidos.
Pedro fue nombrado en el cargo de limosnero de la comunidad, y como tal debía caminar por toda la ciudad de Santiago y sus alrededores, recogiendo las ofrendas en dinero o especies que la gente daba a la Recolección Franciscana por amor a Dios, o por caridad.(Caridad es la palabra correcta cuando la dádiva es por motivos religiosos. El vocablo solidaridad es una palabra incorrectamente usada por la gente del siglo XXI, para referirse a ayuda fraterna de motivación supuestamente religiosa. Ser solidario es ayudar a una criatura humana, de modo OCASIONAL, Y SIN PENSAR EN EL AMOR AL CREADOR. En cambio caridad es Amor a Dios a través de las criaturas.
Mientras hacía ese oficio el limosnero oficial de una congregación religiosa debía distribuir la Bendición de la Paz del Señor a cada persona con quién conversara, escuchar sus problemas, aconsejar soluciones prácticas o alguna devoción apropiada para el caso, prometer oraciones o intenciones para la Santa Misa del Convento, llevar mensajes a otros vecinos, o medicinas aconsejadas desde la botica.(Botica es el nombre antiguo de las Farmacias), y otros servicios fraternos en caso de muerte, bendecir niños, etc. En suma, mantener vivo el lazo de unión entre la Comunidad de los Monjes y la Comunidad Laica.
Por 25 años Fray Pedro de la Natividad de Bardeci hizo ese oficio, además de llevar la vida conventual de liturgias, ayunos, oraciones, lecturas y meditaciones propias de un franciscano. Su obediencia a sus superiores y la mortificación de su voluntad eran extraordinarias, y desde luego su humildad también. Jamás hacia algo sin pedir permiso a su superior. Usaba las sandalias y la ropa hasta que se le caía a pedazos. Y si le regalaban alguna prenda nueva para él que consideraba que no era necesaria aún en su cuerpo, la regalaba de inmediato. Se acercaba a las mujeres con los ojos bajos y el corazón puesto en el cielo, tal como enseñaba San Francisco antiguamente, para no caer en alguna tentación. En las noches solo dormía una tres o cuatro horas, y el resto del tiempo en oración mental en su celda o en la capilla del convento.
Una anécdota curiosa respecto de esas largas vigilias de oración nocturna del santo personaje que estamos tratando es que en una ocasión un fraile con insomnio, llamado Gregorio de Encinas, se levantó de la cama para pasearse por los pasillos del convento por no poder dormir. De repente escuchó un murmullo de voces que provenía de la iglesia. Fue allí y observó con enorme estupor que Pedro de Bardeci estaba hablando con la Imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, y una voz de mujer respondía a las palabras de nuestro héroe. Y al mismo tiempo observó que el fraile arrodillado y orante estaba RODEADO DE UNA ESFERA DE LUZ RADIANTE. Sin interrumpir la escena, el frater Gregorio de Encinas se fue a acostar maravillado de lo que sus ojos habían visto y sus oídos escuchado. Bendito insomnio, diríamos nosotros.
Esa esfera de luz radiante es el aura glorificada de Fray Pedro. Los clarividentes ven alrededor de las personas comunes y corrientes un aura o campo de energía ovoidal en posición vertical. Por eso se habla en los libros esotéricos del Huevo Aurico. Pero en los hombres muy evolucionados o dotados de conciencia Crística, el ovoide se ve como una esfera de luz que rodea por completo a la persona, tal como la vio el padre Gregorio de Encinas en Pedro de Bardeci. Y puede agregarse el dato de que eso es lo que vio el hermano hasta donde se le permitió ver, pues en la india hay yoguis clarividentes que ven el aura de los grandes maestros como varias esferas concéntricas de luz, de distintos colores.
Esa aura luminosa del siervo de Dios es también un campo de energía protectora contra las fuerzas del mal, las que en el caso de Pedro de Bardeci, trataban constantemente de atacarlo psíquicamente y derrotarlo para que abandonara su misión en el alma de Chile.
Esta aura esférica radiante tiene un magnetismo especial sobre las personas, los animales y las plantas. En el caso de Fray Pedro de Bardeci, además de su simpatía para con las personas, se demostró en dos ocasiones, con testigos, su influencia espiritual sobre los animales. En una ocasión, mientras se paseaba rezando por el jardín del convento un pájaro herido vino volando hasta su mano y permaneció allí varios minutos, como si estuviera conversando con él. El discípulo de San Francisco alzó la otra mano tranquilamente para bendecir al ave herida, que parecía descansar en su mano. Y a los pocos segundos salió volando, al parecer ya sanada.
En otra ocasión nuestro santo personaje estaba conversando en plena calle con el capitán Juan Diez, cerca de una plaza donde se vendían animales mayores, toros, vacas, caballos, etc. De repente se soltó un toro que se largó a correr varias cuadras a toda velocidad, atropellando a todo lo que encontrara a su paso. Bruscamente el toro dobló hacia la calle donde conversaban don Juan Diez y Pedro de Bardeci. Los gritos de la gente alertaron a la pareja y don Juan desenvainó su espada para matar al toro loco. Pero Pedro detuvo la mano armada de don Juan con una mano y con la otra alzada hacia el toro que venía corriendo derecho hacia ellos, le habló al animal directamente, ordenándole que en el nombre de Dios se detuviera y que recibiera la paz. Y el bruto enorme se detiene bruscamente a un metro de ambos personajes, resoplando. Una vez calmado el ímpetu del animal, Pedro le acarició la cabeza y el toro le lamió la túnica del brazo con su lengua. Unos minutos después llegaron los dueños a buscarlo y se lo llevaron. Pero los testigos del prodigio eran varias decenas de santiaguinos.
Milagros como este eran propios de San Antonio de Padua, de San Francisco de Asís, de grandes faquires o yoguis de la India y de magos egipcios. Tigres, toros, leones y serpientes venenosas han sido dominadas por hombres excepcionales en todo el mundo, incluso en Chile, como ahora saben mis lectores. Esos efectos son producidos por esa aura radiante que vió Fray Gregorio, pero también por el poder de un profundo y gran amor por las criaturas vivas de la tierra. Un alma santa que ama el alma de todos los seres puede, si quiere, provocar efectos extraordinarios en los seres que toman contacto con ella. Así se ha observado en todo el mundo y a través de toda la historia de la humanidad.
Recordemos brevemente la muerte de San Pancracio en el circo romano. Una pantera hambrienta fue enviada a matar al joven mártir de Cristo. Pero la pantera se negó a atacarlo. Pancracio oraba profundamente. La arena del Circo estaba impregnada de sangre y olor de miedo, por la muerte de cien personas antes de Pancracio. Pero la pantera se sentó en la arena mirando al joven orante. Los minutos pasaban y la muchedumbre protestaba. Pancracio abrió los ojos y mirando fijamente a la pantera le gritó: ¡pantera, termina tu trabajo!. Y la pantera obedeció al santo. Le dio un solo zarpazo al cuello de Pancracio y se fue a su cubil, negándose a devorarlo.
Pedro de Bardeci amaba tanto a Dios que él le participaba de una enorme cantidad de conocimientos de lo que sucedía en el corazón de las personas. Leía los pensamientos igual que Jesús o que los Yoguis de la India. Una mujer viuda santiaguina estaba sin dinero para el alquiler de su casa y cuatro hijos pequeños que alimentar. No tenía parientes ni trabajo a que recurrir para resolver sus carencias. Y justo cuando va a salir a la calle a prostituirse para obtener algún dinero aparece Pedro de Bardeci en la puerta de su casa y le entrega cuatro monedas de plata en sus manos. Y con dulzura le dice que El Señor le envía su bendición para que no cometa el gran pecado que pensaba cometer, que confíe más en la providencia divina, que recibirá ayuda para ella y sus hijos. Que ore más y no desespere nunca. La mujer cayó de rodillas confesando su intención, llorando. El hermano Bardeci la levantó con suavidad del suelo, le dio su bendición de paz y bien con la fórmula de San Francisco, su Maestro y se fue.
Un mes después volvió con algunas ayudas adicionales y poco a poco la situación económica mejoró con bordados y tejidos, hasta que la mujer se casó de nuevo, y Pedro dejó de preocuparse por ella.
En varias ocasiones, usando el poder mental telepático que Dios le había concedido por su pureza y bondad caritativa, Pedro de la Natividad impidió varios asesinatos con veneno y puñal adivinando los pensamientos de los cuasi-criminales. Los individuos, sorprendidos y arrepentidos, reconocieron sus propósitos mortales delante del santo y nunca volvieron a intentar delinquir contra sus prójimos.
En otra ocasión se acercó a él una mujer llorando en la calle, con un niño o bebé de pocas semanas en sus brazos, y le dice que desde hace dos o tres días sus pechos se han quedado secos de leche, y que no tiene dinero para contratar una nodriza que amamante a su hijo. El siervo de Dios le pregunta si es bautizada ella y el bebé, y luego le dice que rece tres Salves Reinas y que no se preocupe, pues la leche volverá a fluir de sus pechos. Efectivamente, una hora después de la bendición y la promesa de Pedro de Bardeci, los pechos de la mujer volvían a tener leche para su criatura. Así era la poderosa caridad del siervo de Dios.
También era muy buen narrador de las historias de la Biblia. A sus propios hermanos del convento, especialmente a los más jóvenes, les entretenía y enseñaba con la sabiduría de un teólogo, y con gran entusiasmo las escenas del Evangelio, tal como si las estuviera viendo. Y desde luego Pedro de Bardeci ya había sido bendecido por visiones de Jesucristo adulto, que junto a María, le hablaba de que debía seguir sirviendo a los pobres y dando la paz del alma con la misma abnegada caridad con que lo había hecho hasta ahora. Sus visiones eran cosa permanente. Y sus luchas con los demonios también lo siguieron hasta el convento, pues al orar por las almas perturbadas, los espíritus malos se enojaban con el Siervo de Dios y le atacaban psíquicamente mientras oraba o dormía. Pero el los veía clarividentemente y los destruía o alejaba con plegarias adecuadas para conjurar esa clase de peligros invisibles.
No debe olvidarse que el Padre Pío de Pietrelcina, padre Capuchino del siglo XX, estigmatizado italiano, y también discípulo monástico de San Francisco, también era atacado por demonios, debiendo luchar fieramente contra ellos. Tanto el Padre Pío como Pedro de Bardeci fueron favorecido con dones espirituales de profecía y milagros muy semejantes. Entre estos misteriosos dones de Dios está el poder de bilocación. Es decir, ambos siervos de Dios podían estar en dos lugares a la vez con cuerpos visibles. En el caso del Padre Pío ese don se demostró objetivamente muchas veces, pero en el caso de nuestro héroe chileno-español se demostró una sola vez, pero de un modo tan notable que se puede decir de comprobación científica.
Un día se fue a la capilla a orar, y se quedó como inconsciente por unas tres horas, aletargado, con los ojos cerrados, y ningún hermano lo pudo despertar. Cuando volvió en sí dijo a sus hermanos de la Recoleta: Mi madre murió hoy. El Prior, cuando supo el hecho, escribió una carta a España, a la familia de Pedro, consultando por la salud de los padres del Siervo de Dios, pero sin decirles nada acerca de las palabras de Pedro, y de su rara historia de que había viajado a España y que había estado asistiendo al bien morir de su madre, como en una proyección del espíritu a miles de kilómetros de distancia, o en un viaje astral, como se dice ahora.
Pues bien, ocho o nueve meses después llegó la carta de respuesta desde España. Doña Casilda de Aguinaco de Bardeci había muerto el mismo día y a la misma hora en que Pedro había tenido el extraño desmayo en la capilla. Y la misma carta decían los familiares que Pedro, el hijo menor de la Señora, había llegado a la casa a visitarla justo el día de su muerte. Y como era fraile, había ayudado a su madre al bien morir haciendo todas las oraciones de los agonizantes junto a la familia. Y que cuando la dama cerró los ojos para siempre, su hijo Pedro se levantó del lado de la cama, dio la paz a los presentes y desapareció. Los parientes no podían explicar si salió o no por la puerta, pero ya no le vieron más en la casa.
Este fenómeno parapsíquico de bilocación es muy interesante, y no puede clasificarse como una mera experiencia espiritual extracorpórea, sino como una bilocación, pues todos los familiares lo vieron corporalmente en España, y lo escucharon. En la mera proyección astral la persona es un visitante invisible de un lugar, pero no materializa un cuerpo para manifestar su presencia.
Por todo lo dicho hasta aquí podemos decir que nuestro santo personaje NO ES UN ALUCINADO. Sus visiones son reales, su telepatía es real, sus conocimientos sobrenaturales son reales, y su caridad es real, muy aterrizada en lo concreto y en las necesidades que atiende. Y aún queda mucho por contar, pues éste es realmente un libro de Historia, de la Historia del hombre chileno integral, en todas sus dimensiones, especialmente las que han sido ignoradas por la mal llamada Historia Oficial de Chile.
Permítaseme ahora una breve digresión acerca del concepto de lo real, que surge algunas veces en el párrafo anterior. Considerando la pobreza y superficialidad general del concepto de realidad que tienen las personas, hago aquí a la aclaración inmediata de que en este libro se hablará de la Realidad en un sentido amplio, no restringido a la esfera de lo que el materialista denomina realidades objetivas.
Será un concepto de realidad incluyente e integral, no excluyente de los aspectos invisibles o no fácilmente perceptibles de la realidad total que nos envuelve de contínuo. Por ejemplo, decimos que las visiones espirituales de Pedro de Bardeci son reales. NO SOLO PORQUE SEAN REALES PARA EL, EN SU INTERIORIDAD, sino porque TODOS LOS SANTOS Y LOS PROFETAS O VIDENTES DE ORIENTE Y OCCIDENTE DAN TESTIMONIO DE QUE ANTE SU VISTA ESPIRITUAL APARECEN ENTIDADES DE VIVOS Y DE MUERTOS, Y DE ESPIRITUS OSCUROS Y LUMINOSOS, malos los unos y buenos los otros.
La universalidad de esas percepciones de lo invisible, en todo el mundo y a través de todos los tiempos, es lo que nos hace ampliar obligadamente nuestro concepto de realidad, además del importante aporte de la Parapsicología moderna.
Debemos recordar también que en lo que a realidad objetiva se refiere, el 99,9 % de las personas nunca ha visto un átomo o una molécula, o un protón o un fotón, o un neutrino. No obstante esas partículas son denominadas como Realidades. La verdad es que esas cosas sólo pueden ser vistas gracias a un instrumental adecuado para ensanchar la percepción normal del investigador, de lo contrario serían invisibles, meras hipótesis de algún teórico o de algún científico loco. Y a pesar de que sólo el 0,1 por ciento de la población ha visto con sus ojos una molécula con un microscopio electrónico, el 99,9 % restante CREE que los átomos existen, por un voto de confianza tácita, reforzada por la educación y la experiencia cotidiana elemental.
Así mismo, las realidades espirituales o invisibles requieren de un equipo especial para ser percibidas. Ese es el Ojo Interno Abierto, el Ojo Clarividente, el llamado Tercer Ojo, que se desarrolla solo en algunas personas, gracias a ciertos ejercicios de yoga, y que tiene su asiento orgánico en la glándula pineal o epífisis, en el centro del cerebro.
Volvamos ahora a nuestra historia de Pedro de Bardeci. Había en Santiago de ese entonces un Presbítero Juan Ermua, de profesión canónigo, es decir, sacerdote de la Catedral del lugar, que estaba muy enfermo, a punto de morir. Pero en su lecho de agonía estaba desesperado, pues tenía varias cuestiones pendientes, de negocios y pleitos eclesiásticos que le preocupaban muchísimo, y clamaba a Dios por un poco más de vida, solo unos meses más, para arreglar esos asuntos y luego aceptaría de todo corazón irse de este mundo, según lo que Dios dispusiera.
Cada día estaba peor, tanto que llevaron a su dormitorio la Imagen de Santa Maria de la Cabeza, de la misma Recoleta Franciscana de Fray Pedro. Pero como no bastó eso, y el hombre ya estaba inconsciente por dos días, llamaron al siervo de Dios a la casa del Canónigo. Este se arrodilló junto a la cama del moribundo y oró profundamente a su querida Reina espiritual, con tal fervor que fue escuchado por la Madre y por Dios. Al día siguiente Juan Ermua estaba ya consciente, y a los dos días se levantaba de la cama, prolongándose su vida por seis meses más. Pudo arreglar sus asuntos pendientes y luego entregó su alma al Creador, gracias a la intercesión y compasión de Fray Pedro de Bardeci.
La fama de nuestro héroe era tal, que el propio Gobernador de Chile de la época, Don Tomás Marín de Poveda, pidió que el Padrino de bautismo de su hija recién nacida fuese don Pedro de Bardeci, cosa que el siervo de Dios no quiso aceptar, aunque se lo solicitó el Comisario general de los franciscanos chilenos, que hizo de intercesor. No obstante bendecía siempre a los niños, oraba por ellos, y les daba más de alguna catequesis.
Por esos años hubo en Chile una epidemia de viruela (en 1697) que obligó a Fray Pedro a convertirse en el enfermero oficial de la Recoleta, pues muchos hermanos de la congregación cayeron infectados. El mismo no se contagió. Su caridad se extendió entonces a todas partes, de adentro y de afuera del convento. Esta plaga se agregaba a una pobreza material generalizada, pues Chile también venía saliendo de varios años de sequías, que habían arruinado casi todas las cosechas. Pero Fray Pedro instaba a todos a tener fe en Dios y en María, y a no desesperarse, distribuyendo entre los pobres las pocas limosnas que conseguía. Y desde luego, como era costumbre en la época, se hacían rogativas a San Sebastián, como abogado celestial contra las viruelas. Y Pedro oraba constantemente para que El Señor detuviera la peste de viruela, como se decía entonces.
Hacia el año 1698 el siervo de Dios también participó en la conversión de un criminal que estaba condenado a la horca en la plaza de Santiago. El hombre había rechazado todo consejo de los sacerdotes que lo querían ayudar a morir arrepentido, para que salvara su alma. No quería confesarse ni orar. Y llegó el día de la ejecución de la sentencia sin aceptar ningún auxilio religioso. El hombre subió a la plataforma del patíbulo, pero antes que la cuerda fuese puesta en su cuello se acercó a él nuestro héroe, y con mucha suavidad le mostró al criminal una estampa con la imagen de María, y le dijo que pensara en ella a la hora de su muerte, que sería en pocos minutos más. Al mirar la estampa de la Madre de Cristo el hombre rompió a llorar y le dijo a María que se arrepentía de lo que había hecho en su vida.
Entonces Pedro de Bardeci, enfrentando a la autoridad judicial delante de todos, pidió clemencia para Agustín, que era el nombre del criminal, en la forma de un aplazamiento de la sentencia en tres días, para que él y un sacerdote ordenado lo preparara en la fe a bien morir, y lo confesara debidamente. Por el prestigio de la santidad de nuestro franciscano, que era fraile pero no sacerdote, el juez otorgó el aplazamiento, y el hombre fue ejecutado tres días después, pero aceptando todos los auxilios de la religión. Una prueba más de la enorme influencia moral del siervo de Dios en la sociedad chilena de la época, y en los corazones de los hombres.
Pero ya se acercaba el ocaso de la vida de Pedro de Bardeci, y lo que él lograba con los corazones de los chilenos no pudo lograrlo con el corazón de los hermanos de su propia Orden. Graves conflictos dividieron a la comunidad franciscana en dos facciones.
En Chile la comunidad había elegido como Provincial de la Orden en la región al Padre Agustín Briceño, en Julio de 1699. Pero desde España había llegado un designación para que el Padre Tomás Moreno asumiera como Provincial y juez de un nuevo proceso de elección de superior dentro de la Provincia de Chile. El Padre Briceño no quiso someterse y la Orden se dividió. Pedro rezó mucho por la paz y la unidad de sus hermanos, pero no logró su objetivo. Varios hermanos, sabiendo que él era un iluminado, le preguntaron a quién debían obedecer. El santo varón preguntó a María, y ella se le apareció para decirle que debían obedecer a Fray Tomás Moreno, y para decirle que esa división de la comunidad no traería perjuicios mayores.
Así fue como un parte de la comunidad franciscana de Santiago, que estaba situada en el convento de la recoleta cerca del cerro San Cristóbal, se trasladó al Templo de la Virgen del Socorro de la Alameda, y allí formaron un nuevo convento, bajo el mando del Hermano Tomás Moreno, y desde luego, nuestro héroe, obedeciendo a la palabra de María en la Visión, se fue al Convento de la Alameda también. Y desde entonces aquel templo que guardaba la imagen de María de don Pedro de Valdivia, la Virgen del Socorro, Patrona de Chile colonial, se llamó Templo de San Francisco, hasta hoy día, y allí descansan los restos de Fray Pedro de Bardeci desde el 12 de Septiembre de 1700. O para ser más exactos, desde el 14 de Septiembre de ese año, pues el fervor popular impidió por tres días su sepultación.
El fallecimiento de Fray Pedro fue producto de una ofrenda de su vida a Dios por la armonía y unidad entre los franciscanos, hecha por el hermano en profunda oración al Señor. Una vez hecha la ofrenda mental Pedro se dedicó a hacer varios via crucis dentro del convento, orando por su Orden.
Se paseaba por los pasillos arrastrando una gran cruz de madera gruesa y pesada, para hacer penitencia por los pecados de los hombres, imitando a Jesús camino al Gólgota. Sabía que le quedaba muy poco tiempo en la tierra. Era la cuaresma del año 1700. Los cuarenta días de ejercicio religioso lo agotaron para siempre.
Cayó en cama en Julio de ese año. Seguía orando sin cesar, por su orden, por la iglesia y por Chile. Los hermanos le visitaban en la enfermería todos los días, y oraban por su mejoría. Ya a comienzos de Septiembre pidió un confesor, pues sabía que su tiempo se había terminado. El 11 de Septiembre fue su último día consciente sobre la tierra, en que logró hablar con varios hermanos, prodigando consejos piadosos, pero especialmente con su mejor amigo fraile, José de la Cabeza. A las 4 de la madrugada del 12 de Septiembre de 1700, a tres meses y medio antes de la llegada del siglo XVIII, nuestro siervo de Dios, Pedro de Bardeci, partió de este mundo a la Eternidad. Pero la milagrosa vida de este iluminado hombre de Dios no había terminado.
Esa misma madrugada, tal vez una o dos horas después de su deceso, se apareció en visión a su amigo, Fray José de la Cabeza. Ya no usaba el pardo sayal de San Francisco. Vestía una hermosa túnica blanca resplandeciente, y le anunció a su amigo que entraría en la gloria de Dios por un tiempo, y que en un año más vendría a buscarlo. Efectivamente. En Septiembre del año 1701, en el primer año del Siglo XVIII, fray José de la Cabeza falleció, cumpliéndose la profecía-promesa de su amigo del alma, pues lo vino a buscar para llevarlo de la mano el reino de los cielos, donde le santo ya había entrado, a juzgar por sus ropajes y por lo que dice el Apocalipsis acerca de la indumentaria de los santos.
Cuando el pueblo de Santiago supo de la muerte de nuestro héroe, se volcó a las calles, y llenaron el templo de la Virgen del Socorro, tratando de tocar el cuerpo sin vida del Venerable Hermano Pedro. Indios, mestizos, criollos, españoles, hombres, mujeres, ancianos y niños, trataron de recibir la bendición final de un hombre de Dios. Su cuerpo, expuesto por tres días al contacto con la gente, no presentaba rigidez cadavérica alguna. Parecía simplemente dormido. Varios enfermos de males incurables se sanaron instantáneamente.
Un paralítico llamado Juan José Olivares, tullido de ambas piernas y brazos, y úlceras en la garganta, sanó en pocos segundos, y sin recaída. Francisco Calderón, un vecino que era el barbero- cirujano de Santiago, tenía una hija de tres años ciega. Llevaron a la niña ciega ante el cadáver del siervo de Dios, y el Padre Abaitua le levantó una mano del santo muerto para tocar con ella los ojos de la muchachita, y de inmediato pudo ver.
Este último milagro que narramos sirve para demostrar que los prodigios de Pedro de Bardeci están más allá de la sugestión. Pues esa niña nunca conoció a Fray Pedro en vida, ni lo escuchó predicar ni bendecir. Solo tenía tres años. En el caso de los adultos podría esperarse algún tipo de autoengaño, pero no en esa niña. En el caso del paralítico, éste llevaba dos años postrado en cama, y tuvieron que llevarlo en andas al templo. Ambos milagros se asemejan mucho a algunos del Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Pero no fueron los únicos.
El l2 de Mayo de 1706 el Cabildo de Santiago, en presencia del Gobernador de Chile, propuso iniciar los trámites necesarios para la canonización de Fray Pedro de Bardeci ante el Vaticano. El proceso llegó en Roma hasta el punto de reconocer sus virtudes heroicas conforme al Evangelio, y se le nombró como Venerable Hermano. Y allí se durmió el expediente. Reyes de España y Gobernantes de Chile han pedido que el trámite de la canonización continúe. Pero Santa Teresa de Jesús de los Andes y Alberto Hurtado Cruchaga le han ganado la carrera dentro del tiempo, pero no en la Eternidad. Como consuelo diremos que la Iglesia solo RECONOCE A LOS SANTOS, pero de ninguna manera hace a los santos. Ellos son lo que son por la Gracia y el Poder de Dios, y solo Dios los conoce a todos.
Puede asegurarse que hay muchos más santos en el cielo y en la tierra de los que la iglesia puede reconocer o identificar. (Y desde luego los santos no son solo de una sola religión, sino de todas las religiones que Dios ha fundado por medio de sus profetas en todo el mundo, excepto las sectas satánicas o iglesias nacidas de la mente de un falso enviado, cuyo ego se ha hipertrofiado, y no que no cuenta con respaldo divino para su obra. Esas falsas Escuelas o Iglesias no pueden dar salvación a sus miembros).
Actualmente cualquier Chileno o extranjero que lo desee puede visitar el templo de San Francisco de la Alameda Bernardo O"Higgins, cerca del Cerro Santa Lucía, y orar junto a la tumba del Venerable Pedro de Bardeci. Allí verá representados en cuadros los principales milagros y fases de su hermosa vida. Y podrá orar también junto a la imagen de la Virgen del Socorro, que Don Pedro de Valdivia trajo al anca de su caballo.
Antes de continuar debo hacer algún comentario global sobre la vida de este interesante personaje, que me va a servir de base para futuras narraciones. Pedro de Bardeci es un claro ejemplo de un Yogui Cristiano. Es decir, un individuo que ha desarrollado todos los poderes de su alma, incluso su capacidad de unirse con Dios místicamente y con el alma de todos los seres, tal como lo hacen los yoguis de la India.
Sus milagros en lo cognitivo y en lo psicokinético, que mueve materia, como la levitación, por ejemplo, son el fruto de horas y días y años de oración mental constante. Del dominio de sus impulsos naturales como la sexualidad, o del imponer un control radical a su ego personal por la obediencia a sus superiores. La palabra yoga significa dominio, yugo sobre los instintos y los pensamientos, hasta un nivel heroico o extraordinario.
Yoga no significa sólo una técnica mental de excelencia sin Dios. Muy al contrario. Es técnica esencialmente religiosa, que incluye todas las actitudes que el alma pueda asumir en su relación con El Señor, Ishvara o Dios, hasta llegar a la unificación mística completa con el Ser Omnipresente.
Sin embargo, un yogui no surge en el mundo independiente de la voluntad de Dios. Muy al contrario. Es un ser predestinado, inserto en un programa cósmico o plan divino de iluminación o para la salvación de otros. Además de su propia liberación debe servir conscientemente a una causa superior a si mismo, al Opus Dei, es decir, a la Obra de Dios. Todo yogui es un vidente de lo invisible. Ve las causas sutiles o espirituales de lo que ocurre materialmente en la vida.
Un Yogui es un muerto en vida. Vive en el mundo sin ser del mundo, pues el es todo para su Meta, para Dios. En terminología cristiana un yogui completamente desarrollado sería Un Santo, en todo el rigor de la palabra. En Hebreo Santo es Kadosh, lo que se traduce como un Separado para el Servicio de Dios. Un Kadosh o un santo es una persona que siente que PERTENECE a Dios de un modo irrevocable o definitivo, y por eso se considera muerto al pecado en todas sus formas. Eso era Pedro de Bardeci, y no hace falta el juicio de la Iglesia para considerarlo un Santo en todo el rigor de la palabra.
Otra cuestión que debo mencionar ahora es que la mayoría de los santos o de los yoguis, en cualquier parte del mundo, obedecen en sus vidas a ciertas leyes universales sutiles o arquetipos que se encuentran descritos en las Escrituras. Tal es el caso de José hijo de Jacob, o Daniel, o María, O Juan Apóstol, o Pedro, Jesús, etc. El Santo obedece al arquetipo lo sepa o no a nivel consciente. Por ejemplo. A los 17 años Pedro de Bardeci comienza a tener visiones. Pues en la Biblia José ben Jacob empieza a tener visiones proféticas justamente a los 17 años. Y a los 34 años Pedro recibe la orden de venirse a Chile. Y eso significa el doble de 17.
Eso es un arquetipo matemático, cuya huella se halla también en otros santos, pero no en todos, pues en otros casos el arquetipo puede ser otro. Ejemplo. Santa Catalina de Siena, estigamatizada italiana del siglo XIV, murió a los 33 años exactos, siguiendo el arquetipo cronológico de Jesucristo.
Pedro de Bardeci murió a los 59 años, y vivió toda su vida enamorado de María Santísima. Bueno pues, Paramahansa Yogananda, un gran místico hindú, muy amante de la Madre Divina, también murió a los 59 años. Y se hizo discípulo de su propio Maestro, Sri Yukteswar, a los 17 años. Y si quereis más datos, diré que la discípula principal de este yogui famoso, Sri Daya Mata, se hizo alumna y devota de Sri Yogananda con votos monásticos, precisamente a los 17 años. Y el famoso Vivekananda, discípulo de Ramakrishna, empezó a tener visiones de Dios y se hizo discípulo de Ramakrishna justamente a los 17 años. Ambas cosas a los 17.
Por razones como estas y por otras parecidas es que una historia esotérica de un país como Chile ha de mirarse con otros ojos, y con mucho respeto, especialmente en cuestiones numerológicas y en sincronicidades o coincidencias misteriosas. Es el tejido del plan o de la providencia Divina lo que estamos tratando de exponer. Y desde luego, a nivel humano solo se pueden captar y seguir algunas líneas o diseños de ese Tejido Universal.
Otra iluminada de la segunda mitad del siglo XVII, fue doña Ursula Suárez, mujer de visiones y éxtasis permanentes, desde niña. Su exaltación mística era tan fuerte en ella, que obligó a sus padres a hacerla entrar al convento de las Clarisas de Santiago, a los 11 años de edad. Pronunció sus votos perpetuos a los 15 años en la misma rama femenina de los franciscanos. (Santa Clara era discípula de San Francisco de Asís). Pero los frailes franciscanos no quisieron tomar la paternidad espiritual directa como confesores de la vidente. Entonces los Jesuitas tomaron esa responsabilidad. Su confesor principal fue el padre catalán Miguel de Viñas.
A instancias de su director espiritual la monja vidente escribió un libro denominado Relación de las singulares misericordias que el Señor ha usado con una religiosa, indigna esposa suya. Es una autobiografía suya, donde narra sus visiones y diversas experiencias místicas, que no he tenido la fortuna de leer. Tal vez valga la pena agregar a esta sucinta mención, que esta religiosa, además de sus muchas visiones del Señor, de los ángeles, de los Santos y de los demonios, padeció de muchas enfermedades, como producto de su ofrenda personal a Dios como víctima por los pecados de los hombres.
Tal como en Italia lo había hecho Santa Catalina de Siena y Santa Rita de Casia. A pesar de sus muchas dolencias, tuvo larga vida. Y falleció muy avanzado el siglo XVIII en Santiago.
Otro detalle interesante es que esta religiosa profetizó con anticipación de un año el día y la hora de su muerte. Y como lo anunció, así sucedió. Profecías como esa se presentaron en el fallecimiento de Fray Andresito en Santiago, a mediados del siglo XIX. Y en el siglo XX en el caso de Paramahansa Yogananda, en los Estados Unidos de Norteamérica, con tres años de anticipación. La partida consciente del cuerpo de este gran adepto ocurrió en el Hotel Bilmore, en los Angeles, a las 21,30 horas del 7 de Marzo de 1952, delante de 300 personas.
Según el testimonio del investigador británico John Blofield, que recorrió la China y el Tibet y fue iniciado por altos Lamas, es normal que en esos países los adeptos del Yoga Budista, o del Taoismo, el conocer con anticipación la hora y el día de su mahasamadhi o de su Transición, como dicen los adeptos rosacruces.
Eso significa que en Chile hemos tenido varios adeptos avanzados de yoga, y la iglesia y la gente los nombra como beatos o santos, o tal vez, candidatos al reconocimiento universal de santidad.
Otro iluminado de la época, un poco anterior a la Monja Suárez, es el joven Diego López de Salazar. Era secretario del Gobernador Alonso de Sotomayor, y como fruto de una predicación del Padre Jesuita Luis Valdivia se convirtió a la vida monástica, y comenzó a tener visiones de Dios con frecuencia, hecho que confesó a la hora de la muerte, en 1636, al propio Padre Valdivia.
Otra iluminada de la Colonia fue la Hermana Beatriz, que narró en 1697 un encuentro sobrenatural muy interesante con un famoso santo Jesuita, Francisco Javier, Apóstol de Oriente. Dijo haber visto con los ojos corporales y los espirituales al santo a los pies de su cama, vestido de sacerdote con toda su indumentaria y un ramo de azucenas en la mano, y rodeado de un gran resplandor de luz muy blanca, a las cuatro de la madrugada.
Aunque Beatriz levantó las manos para cubrirse el rostro y los ojos por el exceso de luminosidad, lo seguía viendo con el ojo de su espíritu. Y más encima el santo le habló con voz dulce y suave. Y su mente grabó estas palabras: Ya estas buena, sigue las reglas de tus comunidades, que yo te prometo que te asistiré con mi gracia y te llevaré de la mano como el Maestro a la pluma de un discípulo.
Debo hacer notar que esta visión de san Francisco Javier, apóstol de la India, China y Japón, tiene todas las características de ser una aparición de un alma enteramente unificada con Cristo, que irradia la Luz de Cristo en el Monte de la Transfiguración. Esas almas ya no tienen un ego separado de Jesucristo, SON Cristo, se han fusionado y transformado en El. Por lo tanto las palabras que la Hermana Beatriz oyó son las del Mismo Maestro Eterno, que aún camina con nosotros, de acuerdo con su promesa: Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Cristo es Uno con todos los santos en todas las épocas y en todos los países.
Este tipo de experiencias, con casi las mismas características, se presentan en los yoguis de la India, en el Tibet, y entre los adeptos del sufismo y de la Kábalah. E implican, para la persona que las tiene, que ha sido aceptado como discípulo por un Maestro Realizado en Dios. Y que será guiado y protegido por ese Maestro hasta que su alma de buscador esté completamente iluminada por la Verdad y unificada con Dios.
Veamos ahora un breve resumen y comentario acerca de la vida de doña Catalina de los Ríos Lisperguer, más conocida como La Quintrala o la Catrala, mujer muy dada a los excesos de toda índole y famosa por su afición a la brujería. Descendiente de alemanes y de mestiza criolla, la Quintrala nació hacia el año 1600 y falleció en Enero de 1665. Su abuelo era don Bartolomé Blumen, compañero de don Pedro de Valdivia. Como estaba prohibido que alemanes pasaran hacia América, cambió su apellido por Flores. Convivió mucho tiempo con la Cacica de Talagante doña Elvira. De esa unión nació la madre de Catalina, doña Águeda Flores, la cual se casó con otro alemán llegado a Chile a fines del siglo XVI, don Pedro Lísperguer, el padre de la Quintrala. De manera que el nombre de familia completo sería Catalina de los Ríos Lisperguer Flores.
En 1623 se sospechó que causó la muerte de su propio padre, y al año siguiente, de la muerte de Enrique de Guzmán. Para poder controlarla mejor y apartarla de las sospechas que caían sobre ella, y para alejarla de las prácticas de magia negra que practicaba en secreto, su madre doña Águeda Flores, que a la sazón era la nueva cacica de Talagante, la hizo casar con el capitán Alonso de Campofrío. Al parecer logró su objetivo, y normalizó su vida, por lo menos en apariencia. Pero tras 25 años de matrimonio enviudó en 1650. Y volvieron a investigarla a causa de una serie de rumores que circulaban en la Hacienda de la Ligua, de la que era dueña. Se comprobó que había asesinado a 39 personas, la mayoría servidores de la misma Hacienda, mestizos, indios y negros. Fue acusada formalmente ante el tribunal de la Real Audiencia, pero el proceso se alargó muchísimo por falta de evidencias suficientes, y por el miedo a su poder y crueldad.
Falleció de muerte natural y sin auxilio religioso en su casa de la Ligua. Sus restos mortales fueron sepultados en la Iglesia de San Agustín de Santiago. En su Testamento dejó miles de pesos oro a los Frailes de la Orden Agustina para que celebraran misas a perpetuidad por el perdón de sus pecados. Su casa en Santiago estaba ubicada al frente de la Iglesia de San Agustín, en la calle Estado N· 215 esquina con Agustinas. Y aunque la casa original fue destruida hace unos 300 años, y se han construido varias casas y edificios en épocas sucesivas sobre el solar, siguen ocurriendo fenómenos extraños o fantasmales en el sótano del edificio moderno que está frente a esa Iglesia de la Capital, justamente en el mismo sótano donde ella hacía prácticas secretas de invocaciones al diablo y a los dioses del Panteón indígena de sus ancestros.
Lo lamentable para las generaciones actuales de gente joven e inexperta esotérica y espiritualmente, es que existe la tendencia de invocarla en sesiones de espiritismo juvenil, con grave peligro psíquico para quienes participan de esos experimentos. He sido informado de que jovencitos de 12 a 14 años la invocan en las escuelas, simplemente por saber que pasa. E incluso liceanos de 15 y 16 años. Esa curiosidad malsana ha provocado, en el orden físico, fuertes jaquecas que duran 24 horas, y trances mediúmnicos muy prolongados, de los que las adolescentes salen con mucha dificultad, y con sensación de agotamiento nervioso. Esas son las señales de robo de energía por parte de entidades invisibles malévolas que han sido invocadas imprudentemente por los jóvenes.
El autor conoce a un vidente que vio a la Quintrala clarividentemente absorbiendo energía sexual de personas vivas desde lo invisible, en la octava década del siglo XX. Aprovecho de dejar la advertencia en este libro. El espiritismo tiene peligros imponderables de los que hay que apartarse. Y mientras más se invoque al fantasma de esta mujer más se la fortalece. Si se la ignora deliberadamente por varias generaciones se debilitará hasta desintegrarse. Esa es la Ley Oculta. El Olvido mata a los entes del plano astral.
Vamos ahora a Chiloé. Conozcamos cómo nacieron las leyendas del Archipiélago y el origen de su famosa brujería. El autor de esta Historia Esotérica y Espiritual de Chile ha estado once veces en la Isla Grande y en varias islas menores, y ha recopilado muchísima información de los mismos lugareños, y ha efectuado experimentos psíquicos en la Isla para averiguar personalmente cuanto hay de cierto respecto del ambiente mágico del Archipiélago.
Como un marco teórico, histórico y antropológico, debemos decir que la brujería chilota nace del chamanismo huiliche, que se mezcló con creencias católicas y supersticiones españolas. Los huiliches son un grupo de indios chilenos que habitaban al centro sur de Chile, y que fueron desplazados más hacia el sur por la invasión mapuche, antes de la llegada de los españoles. El idioma que utilizaba la magia chilota era el huiliche. Pero como en la actualidad ya casi no se habla esa lengua, la brujería chilota autóctona no se practica. Es reemplazada frecuentemente por las ceremonias que hacen Machis de origen Mapuche que viajan desde Temuco y sus alrededores hacia Chiloé. Sin embargo el autor ha conocido clarividentes que han visto, en vivo y en directo, a los entes invisibles de la mitología chilota, a fines de la década del 90 del siglo XX. Como ya se dijo antes con motivo de Pedro de Bardeci y el concepto de realidad, estamos rodeados de una fauna invisible que el esoterista toma en cuenta en su cosmovisión.
Otra cosa que debe tenerse en cuenta al estudiar la brujería chilota es que no todo el panteón de dioses o de entidades del lugar ha de considerarse como demoníaco. Tal es el caso de la Pincoya, por ejemplo. Esa deidad femenina desnuda es una antigua diosa de las aguas, emparentada con Venus-Afrodita, que trae la prosperidad al mar que rodea las islas, aumentando la pesca de mariscos y peces para los lugareños. Lo que ocurre frecuentemente es que se denomina como magia negra o satánica a toda práctica de invocaciones religiosas o ceremonias que trabajan con entidades de un panteón pagano o indígena. Basta que no sea cristiano o católico un ritual para que ignorantemente se le tilde de Negro o de Demoníaco. Eso es mero prejuicio ignorante o un simple temor a lo desconocido. Por esas mismas razones, en Chiloé son muchos los que consideran a la Masonería como una Hermandad de Brujos Negros y malvados, cosa que desde luego no es verdad.
Ya a mediados de 1552 don Pedro de Valdivia, al llegar con sus hombres al Golfo del Reloncaví, a la altura del Paralelo 41 de Latitud Sur, logra avistar la Isla Grande de Chiloé, pero no logra atravesar el Canal de Chacao, por ser demasiado ancho y profundo, y no tener embarcaciones adecuadas. Aún no sabe que la Isla Grande es solo una de muchas islas que forman el Archipiélago del mismo nombre. Conquistar esas islas, habitadas por Huiliches y algunos indios Chonos, fue obra de otro conquistador, catorce años más tarde, al Teniente General don Martín Ruiz de Gamboa, por orden del Gobernador don Rodrigo de Quiroga. Nuevamente nos encontramos con el famoso número 14, que simboliza un cambio de Era o de Ciclo para la nueva tierra del Archipiélago, como ya se señaló respecto de la Conquista de Chile a cargo de Don Pedro de Valdivia, y un trasvasije de Culturas, como lo indica el Arcano 14 del Tarot, ya mencionado en el Capítulo Uno.
A fines de 1566 Ruiz de Gamboa atravesó en botes a sus hombres y los caballos a nado, para explorar y conquistar el Archipiélago. Los Huiliches fueron dóciles con los españoles, pese a que en Noviembre de 1562 don Pedro de Villagra había hecho una visita relámpago a la Isla Grande y tuvo una batalla con los indios, los que después de varias horas de combate, se dieron a la retirada. El 30 de Noviembre del año mencionado, tras diez días de exploración, y sin dejar ninguna fundación, el conquistador se retiró de la Isla con sus 35 hombres, en su barco, que estaba muy dañado.
En cambio, Martín Ruiz de Gamboa recorrió toda la Isla Principal de Chiloé y decidió fundar la Capital de esa nueva Provincia de Nueva Galicia, como denominó a esas nuevas tierras. La nueva ciudad Capital se llamó San Antonio de Castro, actual Castro, el día 3 de Junio de 1567. Continuó la exploración de las islas menores con sus hombres. Y se quedó a vivir allí por varios años, hasta que el Gobernador de Chile lo mandó a llamar para que le ayudara a resolver graves problemas con los mapuches. Don Martín Ruiz de Gamboa sería nombrado Gobernador de Chile en 1580.
Establecido ya el marco cronológico de la llegada de los españoles al Archipiélago de Chiloé estamos en condiciones de explicar el origen de la leyenda del Caleuche, el barco fantasma que ha causado las delicias y el espanto de muchas generaciones de isleños y chilenos hasta hoy.
Hacia el año 1600 los marinos Holandeses, en guerra con España en Europa, comienzan a interesarse en venir a combatir a sus enemigos al extremo sur de América. Se vienen por el Atlántico y entran hacia Chile por el Estrecho de Magallanes. Se vienen bordando las islas del Sur de nuestro país, el Golfo de Penas, el Archipiélago de las Guaitecas, y antes de tocar el continente en la zona centro sur de Chile, deciden explorar y atacar los asentamientos españoles de Chiloé, de Castro y de Carelmapu.
Se producen batallas, muertos, heridos, incendios, robos, huidas, pánico y reacciones militares conforme al peligro de ataques sucesivos de los buques holandeses. Por más de 50 años los chilotes tienen el alma en un hilo por el peligro de estos corsarios, que roban, matan, violan, y cortan las comunicaciones y los transportes de los españoles. Es piratería con patentes de corso. En esas circunstancias nace la leyenda del barco luminoso, fosforescente como un fantasma. Más de un navegante holandés se perdió y se hundió en los mares que rodean las islas de Chiloe. La Historia cuenta de uno de ellos, Vicente Van Eucht, al mando de un buque llamado el Calanche, que se perdió y se hundió en medio de los relámpagos y la lluvia en una noche tormentosa, y jamás volvió a su patria.
El nombre de este barco, como el lector se ha dado cuenta, es el Calanche, y con el paso del tiempo los lugareños cambiaron levemente por el de Caleúche, el barco que conduce a los marinos muertos-vivientes maldecidos por Dios a causa de que su capitán desafió al Señor en medio de una tormenta cuando bordeaba el Cabo de Buena Esperanza, al sur de Africa, en una aventura anterior a su venida a América. Más tarde, estos marinos holandeses, condenados a vagar por la eternidad por los mares del Archipiélago, fueron asociados a los brujos de las islas, que también se fueron a vivir al barco maldito, pues se supone que los brujos también están bajo la maldición o el castigo de Dios, por practicar el Arte de la Magia, como dicen los Chilotes. Por eso también se le denomina Buque del Arte. Y para probar su origen Holandés, los lugareños lo denominan también como el Holandés Volador.
Como los lectores se darán cuenta este barco fantasma, luminoso, volador, mágico, navegante misterioso y submarino también, con su tripulación maldita, no es diferente a las descripciones que se hacen en otros lugares del mundo, que son famosos por las desapariciones de barcos. En el Triángulo de las Bermudas por ejemplo, o en el Mar de las Antillas, o en el Mar de los Sargazos, o en el Mar Egeo. Todos los barcos fantasmas tienen más o menos las mismas características, excepto en las historias de brujos asociados al buque, lo cual es propio solo de Chiloé, por ser tierra de brujos por excelencia.
Son muchos los lugares de Chile que tienen reputación de paraísos para brujos, por ejemplo, Talagante, cerca de Santiago, tal vez porque allí vivió la madre y la abuela de la Quintrala. También en Salamanca, en la Cuarta Región de nuestro país. Allí, en una cueva ubicada en una profunda quebrada de la precordillera, llamada la Raja de Manquegua, se reunen los Brujos de Salamanca con sus invitados alrededor de una gran mesa, y comen una abundante cena usando servicios y platos de oro y de plata, cena que se hace sólo una vez al año. Según los lugareños la gran reunión de brujos aún se continúa en las décadas finales del siglo XX.
Para los historiadores y los antropólogos el fenómeno de la brujería de Salamanca, como la de Talagante y la de Chiloé, es producto de la mezcla de datos religiosos y mágicos de los aborígenes de la cuarta región, con las creencias europeas, con sus cuentos de magia negra y de pactos con el maligno. Aparte de las historias mágicas que conserva la tradición oral de los salamanquinos lo que se puede observar a simple vista es que en la ciudad y en los villorrios de los alrededores existen en la actualidad muchísimos hombres que santiguan a los niños con mal de ojo, diciendo que son brujos blancos. Este hecho es significativo, pues en el resto de Chile este oficio de santiguadores contra el mal de ojo es ejercido principalmente por mujeres.
Respecto de las técnicas de los santiguadores chilenos, hombres y mujeres, trasmitidas a traves de los siglos, debo señalar una fuerte relación de semejamza que esos ritos antiguos tienen con las técnicas del Reiki Japonés. Los más expertos Santiguadores contra el mal de Ojo dicen que se debe comenzar a hacer cruces en la cabeza del niño, sobre la mollera, luego en la frente, sobre la boca, en el pecho y en el vientre, mientras se van repitiendo oraciones católicas tradicionales con voz suave y monótona. Esas cruces se repiten varias veces sobre esos puntos del cuerpo del niño, de arriba hacia abajo, durante unos veinte a treinta minutos. Al fin el niño se duerme por 4 o 6 horas, y al despertar los síntomas del mal de ojo han desaparecido.
Los que han sido iniciados en el Reiki saben perfectamente que los Símbolos Reiki se aplican primero en la coronilla de la cabeza, en el chakra sahasrara, luego en la frente, en la nuca, cuello, pecho, plexo solar, hara, etc. en el mismo orden de los santiguadores; con la sola diferencia que el operador o canal reiki va repitiendo mantrams japoneses y algunas oraciones en silencio. Y como trabaja generalmente con adultos, les puede recomendar el uso de algunas imágenes y afirmaciones mentales de apoyo y de reprogramación subconsciente para repetir en silencio. Y no deja de ser sugerente y significativo nuevamente el hecho de que los practicantes del Reiki sean en su mayoría mujeres.
Este hecho antropológico de la presencia femenina de santiguadoras vale la pena de ser confrontado con otro dato propio de la tradición mapuche. Ellos cuentan que hace muchos siglos los Machis eran hombres, pero que el oficio entró en decadencia para ese género privilegiando la guerra y el pillaje de los machitunes, y la antorcha fue tomada entonces por las mujeres. En Chiloé, en cambio el ejercicio de este oficio de brujo-machi es y fue ejercido principalmente por hombres. Digo principalmente porque tambien existen historias de mujeres muy poderosas que ya veremos.
Otro lugar tradicional mencionado por Encina es Isla de Cato, desde el siglo XVIII. Pero Chiloé los supera a todos esos lugares. Poco a poco veremos el porqué de esa superioridad mágica.
Llegados a este punto de la historia tenemos que dar una definición de la Magia, para que el lector no la confunda con el ilusionismo o prestidigitación, o con hipnosis colectiva, como ocurre con algunos visitantes de la India. No daremos una definición antropológica, o psicológica. No. Daremos la definición esotérica clásica: Magia es el arte o la técnica de producir cambios en el medio ambiente, en las personas, o en el curso de los acontecimientos, por medio de la operación de seres o fuerzas invisibles o espirituales, que obedecen a la voluntad de un hombre o de una mujer conocedores de ese arte.
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