Historia esoterica y espiritual de chile (página 5)
Enviado por Fernando Edmundo del Cármen Laredo Cárter
No existe duda alguna acerca de la pertenencia del Prócer a la Logia Lautarina, pues don Benjamín Vicuña Mackenna, en un viaje que hizo al Perú, tras la muerte de O"Higgins, encontró entre los papeles personales del Padre de la Patria el reglamento de las Logias Lautarinas, escrito de puño y letra de O"Higgins. Y lo trajo a Chile, junto con los demás papeles hallados en la Hacienda de Montalbán, que era propiedad del Libertador, por donación del Gobierno Peruano, en agradecimiento por enviar la Escuadra Libertadora del Peru y el Ejército Chileno-Argentino para liberar al Perú y así sellar la Independencia del Cono Sur de América, lo cual era uno de los fines perseguidos por las Logias Lautarinas.
La fundación definitiva y de efecto permanente de una Logia Masónica en el Territorio de Chile, fue obra de otro Masón, amigo de O"Higgins y ex miembro de la Logia Lautarina de Buenos aires, del argentino y luego nacionalizado chileno, don Manuel Blanco Encalada, almirante de nuestra Armada, en la ciudad de Valparaíso, el 15 de Marzo de 1827. Fue la Respetable Logia Filantropía Chilena. Un año antes de fundar esta Logia en Valparaíso este notable marino patriota fue Presidente de Chile, por dos meses, al final del Gobierno de don Ramón Freire, durante la Anarquía Chilena. Los miembros de ese taller masónico fueron los siguientes:
Venerable Maestro = Manuel Blanco Encalada. Primer Vigilante = Manuel José Gandarillas. Segundo Vigilante = Manuel Rengifo.
Orador = Tomás Ovejero. Secretario = Juan Francisco Zegers.
Tesorero = Ventura Blanco Encalada.(Hermano mayor de Manuel Blanco Encalada) Experto = Ángel Argüelles.
Queridos Hermanos sin cargos en la Logia fueron: Vicente Tur, Francisco Douster, Victorino Garrido, José Manuel Gómez de Silva, Jorge Lyon, Carlos Renard, José Domingo Otaegui, y Mariano Álvarez. Todos hombres influyentes durante la Independencia y verdaderos organizadores de la República y constructores de la sociedad, y también fundadores de la Masonería chilena estabilizada en el tiempo. Entre ellos hay varios Ministros de Estado del Período Portaliano y un Auditor General del Ejército.
Poco a poco se fueron fundando otras logias en el territorio de Chile bajo la obediencia del Gran Oriente de Francia. Por ejemplo, el 7 de Agosto de l850 se fundó en Valparaíso la Respetable Logia Etoile du Pacífique.(Según una breve reseña de una página web de la Gran Logia de Chileesta logia fue fundada el 7 de Julio de ese año, pero puede ser una confunción creada por la fecha de la segunda, fundada tres años después).
Una segunda Logia dependiente de Francia se fundó el 27 de Julio de 1853, denominada Unión Fraternal.
El l4 de Diciembre de l854 se levantaron columnas a la Respetable Logia Bethesda, también en Valparaíso, pero dependiente de una Gran Logia Norteamericana. En l862 se fundo la Logia Fraternidad en Concepción y dos más en Copiapó, la Logia Hiram y la Orden y Libertad, bajo obediencia francesa.
En ese mismo año 1862 el Ilustre Hermano Don Juan de Dios Arlegui independizó a la Masonería chilena del la tutela de Francia, fundando la Gran Logia de Chile en Valparaíso, la cual, después del terremoto de 1906 de esa misma ciudad, se trasladó a Santiago.
Con el objeto de destruir algunos prejuicios, desconfianzas y malos entendidos acerca de la Hermandad Masónica, debo decir que ninguno de sus fines es innoble, o antirreligioso, o conspirativo, exceptuando el álgido período de la lucha por la Independencia. Su ideal es construir el templo universal de la fraternidad humana bajo el dosel de la Gloria del Gran Arquitecto del Universo (Dios o sus equivalentes filosóficos), luchar contra la ignorancia, el fanatismo, la ambición, contra el vicio y males morales de todo tipo.
Usan un simbolismo arquitectónico-religioso-moralizante, creen en la inmortalidad del alma, en la razón, la tolerancia, en el cultivo de las virtudes cívicas y personales, el amor a Dios y al prójimo, en la libre búsqueda de la Verdad y de la sabiduría. Juran sobre la Biblia, realizan rituales hermosos y muy ordenados, que sirven como una pedagogía evolutiva o gradual para el desarrollo del espíritu humano, para guiar a los hombres a la plena iluminación metafísica o mística. Actualmente cultivan el secreto como una disciplina esotérica de grados más que como un medio de protegerse de los extraños en tiempos de persecución.
Frente a las personas desinformadas que opinan que todo secreto es materia de actividades sospechosas debe saberse que los cristianos primitivos por casi 300 años tuvieron que trabajar en secreto, apareciendo a los ojos del Imperio Romano como una secta hermética y peligrosa. Y aún cuando se volvió pública y aparentemente sin secretos, conservó un conocimiento místico o esotérico hasta el día de hoy, como ya se explicó en el capítulo sobre Místicos y Brujos de la Colonia. Recordemos que los Cardenales de la Iglesia, cuando van a elegir un nuevo Pontífice, sesionan en secreto. Esa costumbre data ya por unos 800 años, o tal vez más.
Y que en todas las cámaras legislativas del mundo existen momentos en que, dada la gravedad de los temas a tratar, sesionan en secreto, para que sus miembros tengan plena libertad para opinar sin temor a reacciones del ámbito de los profanos, o de los que no saben. Lo mismo ocurre en el Poder Judicial. Y en el seno de las familias o en las parejas que se aman. Hay cosas tan sagradas o delicadas que al volverse públicas se degradan o se envilecen.
Recuérdese que Jesús mismo hacía uso del secreto, y por buenas razones. Los Abogados, los sacerdotes, los psicólogos y los médicos, hacen uso del secreto, y también por buenas razones. Hasta los sabios expertos en Física Nuclear usan del secreto como parte indispensable de su ciencia, pues ellos serían responsables de la destrucción de la Humanidad y del Planeta si sus secretos atómicos fuesen divulgados promiscuamente, y si algún grupo terrorista usara esa información libremente, no habría lugar seguro en el mundo.
En parte esto es una actitud deliberada, pero en parte es un problema derivado del lenguaje que utilizan los especialistas. No todo el mundo posee el lenguaje y el entendimiento necesario, y la estatura moral adecuada para utilizar el Conocimiento.
Volviendo al pensamiento y la constitución del alma de Bernardo O"Higgins, es digno de hacerse notar el trato con su hijo, Pedro Demetrio O"Higgins Puga, nacido el 29 de Junio de 1818. A mediados del año 1817, estando el Director Supremo en Concepción, conoció a una dama, María del Rosario Puga, casada y separada con escándalo, de un oficial subalterno, un tiempo antes de conocer al Libertador.
De esa relación, la única que se le conoce en Chile, aparte de la que tuvo con Carlota Eels, en Richmond, Inglaterra, nació este niño, cuya madre no quiso criarlo, entregándoselo a su padre. Doña Isabel Riquelme lo prohijó junto con Rosa, la media hermana de O"Higgins, y gozando del cariño de su padre, don Bernardo, durante toda su vida, hasta la muerte. Todo lo contrario de lo que le sucedió a él como niño, en que sólo vio una sola vez a su padre, en toda la vida, a los 9 años de edad.
Siendo O"Higgins un niño rechazado por su padre, y apartado violenta y tempranamente de su madre, trató a su hijo de un modo absolutamente diferente. Al punto que cuando partió al ostracismo, en Julio de 1823, llevaba a su hijo en el barco, con su familia, rumbo al Perú. Allá el joven Pedro Demetrio, tras la muerte de su padre en 1842, y siendo un próspero hacendado, fue entrando en la política peruana, llegando a ser Diputado por Cañete, Provincia donde estaba ubicada la Hacienda de Montalbán. El amor que O"Higgins no recibió como hijo de don Ambrosio, él trató de dárselo a manos llenas a su hijo. Y la abuela y la hermana reemplazaron el cariño de la madre irresponsable.
Esa actitud paternal de O"Higgins y sus cartas suplicantes de afecto y comprensión dirigidas a su padre, demuestran que el Prócer estaba dolido en el alma por la falta de cariño y atención de su padre don Ambrosio, el que sólo se preocupó de darle una buena educación formal, propia de la época, pero a distancia, negándole las caricias, el diálogo, y el apellido. Tal padre, duro y ambicioso de poder, sólo aflojó su actitud al borde de la tumba, dejándole al hijo un testamento con bienes adecuados a su dignidad y su apellido. Le dejó una casa en Santiago, y la Hacienda Las Canteras, de los Ángeles, con 3500 cabezas de ganado vacuno.
Gracias a esos bienes el Prócer pudo vivir decentemente, pagar las deudas contraídas en España después de la muerte del padre, y prosperó de tal manera, que hacia 1810 su Hacienda de Las Canteras tenía unas 8500 cabezas de ganado, a pesar de que para pagar sus deudas vendió más de 500 vacas.
Le agradaba el trabajo del campo, mucho más que el campo de batalla, y muchísimo más que las traiciones y asperezas de la vida política del país, según confiesa de algunas de sus cartas. De los inquilinos de su Hacienda el Prócer formó el primer batallón de combate que lealmente lo acompañó en las luchas de la Patria Vieja. De esa antigua Hacienda de las Canteras no quedó nada, pues por venganza política fue desmantelada por los realistas durante la Reconquista y arruinada completamente.
El abandono emocional en que don Ambrosio O"Higgins tuvo a su hijo por 23 años, produjo otro efecto, además del cariño especial por Pedro Demetrio de parte del Prócer. Le hizo valorar mucho la amistad de la mayoría de las personas que le dieron afecto fraternal. Y sobre todo le hizo buscar un padre espiritual que reemplazara al padre carnal ausente. Por eso valoró tanto las palabras, la persona y el ejemplo de don Francisco de Miranda. Y desde luego, le acercó muchísimo a su madre, doña Isabel Riquelme, a Rosa, su media hermana, y finalmente, a la Virgen María, su protectora celestial.
En varias cartas personales del final de su vida, habla de su especial devoción por la Virgen como Señora de los Dolores, de la cual dice que amaba desde su infancia. Lo cual concuerda con la consagración del Ejército Libertador a la Virgen del Carmen y el Voto de Maipo. Tras la muerte de su madre, en 1839, O"Higgins se refugió profundamente en el sentido místico de la vida. Estando en Lima iba a misa todos los días, y entraba en oración por horas enteras, en silencio. El contacto con su Creador era el foco principal de sus sentimientos, luego atendía asuntos de su Hacienda y después se interesaba en saber noticias de Chile. Quería volver a nuestra país a la primera ocasión. Ya tenía los pasajes comprados para retornar a su amada patria, cuando le sobrevinieron varios ataques al corazón, que cortaron de golpe y en forma dramática su propósito de venirse a fines de Septiembre de 1842.
Previendo el fatal desenlace, el General dictó su Testamento. En el cual, además de dejar parte de sus bienes a su hermana y a su hijo, dispuso por amor al progreso de Chile, que una parte de su dinero sirviese para fundar un observatorio astronómico en el Cerro Santa Lucía, y para crear un Colegio Agrícola en Concepción. Sus restos mortales debían quedar en el mismo terreno de aquella Escuela para Técnicos Agrícolas. Obsérvese su amor por la tierra y por el progreso científico. Religión, Patria, Ciencia, Familia, Fraternidad.
No tuvo tiempo para redactar su testamento político, pero en su reemplazo hay cientos de cartas y decretos con sus ideas en geopolítica, orden público, unidad nacional, americanismo, sentido republicano, anti-federalismo, progreso tecnológico, etc. Su preocupación y amor por Chile, su sacrificio por el logro del bien común y la libertad de su patria, le merecen plenamente el título de Padre de la Patria, tanto en su sentido espiritual como material. Hizo nacer a un país de su sangre, de sus ideales, de su dolor y de su pensamiento.
O"Higgins amó la libertad y la deseó para su patria, y pensó en un ordenamiento contitucional que protegiera ese bien tan precioso. Así nos dice don Raúl Silva Henríquez, arzobispo de Santiago, en una homilía del 18 de Septiembre de 1976. En el alma de Chile, se dá, como componente esencial, el aprecio y costumbre de la libertad, individual y nacional, como el bien supremo, superior, incluso, al de la vida misma. Libertad que nunca los Chilenos identificamos con anarquía ni con arbitrariedad. Libertad regulada y protegida por un ordenamiento jurídico objetivo y una autoridad impersonal, sometida ella misma a la Ley y al permanente juicio de su pueblo.
Esa fue la gran intuición y el gran legado de nuestros padres de la patria. Por eso escribía don Bernardo O"Higgins:·A PESAR DE HABERSEME ENTREGADO EL GOBIERNO SUPREMO SIN EXIGIR DE MI PARTE OTRA COSA QUE OBRAR SEGÚN ME DICTASE LA PRUDENCIA, AL FUNDAMENTAR EL NOMBRAMIENTO DE UNA COMISIÓN CONSTITUYENTE, NO QUIERO EXPONER POR MÁS TIEMPO EL DESEMPEÑO DE TAN ARDUOS NEGOCIOS AL ALCANCE DE MI JUICIO. AHORA QUE, POR EL VALOR Y LA VIRTUD DE NUESTROS SOLDADOS HEMOS CONSEGUIDO VENCER Y DESTRUIR A LOS TIRANOS, SOLO ME OCUPO EN PREPARAR AQUELLAS MEDIDAS QUE ASEGUREN LA LIBERTAD DE LOS CHILENOS, SIN INTRODUCIR LA LICENCIA EN QUE ESCOLLARON OTROS ESTADOS NACIENTES. Decreto del 18 de Mayo de 1818 en que nombra una comisión de ciudadanos notables para estudiar un reglamento constitucional o una Constitución adecuada para nuestro país.
También el mismo Arzobispo de Santiago, recordaba en la misma homilía, que O"Higgins se preocupaba de que en aque cuerpo legislativo se consideraran los derechos de todos los ciudadanos, al inaugurar las sesiones de esta Comisión Constituyente: Decía: DEBE CUIDARSE QUE TODOS LOS DERECHOS SEAN REALMENTE GARANTIDOS, PORQUE DE OTRO MODO VACILAN LA AUTORIDAD, LA SEGURIDAD Y TODOS LOS FUNDAMENTOS DE LA SOCIEDAD Y LA PROSPERIDAD SE CONMUEVEN Y ANULAN. He aquí otros aspectos del Testamento espiritual de Bernardo O"Higgins para Chile y para todo su futuro.
Finalmente existe otro testamento espiritual de don Bernardo O"Higgins, frente al cual sentimos extrañas e importantes emociones, casi todos los años, en fechas o momentos precisos, pero que tenemos olvidado su origen. Se trata de nuestra Bandera de la Estrella Solitaria, nuestra bandera tricolor, roja, blanca y azul. Entre Septiembre y Octubre de 1817, el Libertador dio órdenes y algunas ideas para que se diseñara una nueva bandera nacional, al ministro don José Ignacio Zenteno. Éste pidió ayuda al ingeniero Antonio Arcos para hacer el diseño, el que era un poco diferente a la gráfica de la bandera actual.
Como se dijo anteriormente, la bandera de transición era de tres bandas horizontales, azul, blanca y roja, en ese orden, de arriba hacia abajo. Su diferencia respecto de la bandera de la Patria Vieja era que el rojo inferior había reemplazado al amarillo. Pero el nuevo diseño, símbolo de la Patria Nueva y definitiva, debía tener más rojo abajo, hasta la mitad, precisamente. Y su sección superior dividida en un 40% Azul y un 60% de Blanco. Y una Estrella plateada e inclinada en el centro del azul.
Ese era el diseño de la Bandera que se usó en la jura de la Independencia, el 12 de Febrero de 1818. Esa reliquia se guardaba en el Museo Histórico Nacional de Santiago, pero fue robada por desconocidos pertenecientes a grupos de extrema izquierda, a comienzos de los años "80 del Siglo XX. Finalmente, tras casi veinte años de estar perdida, fue devuelta al Museo Histórico Nacional durante el último año del Gobierno de la Sra. Bachelet.
El autor de este libro se congratula de haberla podido ver personalmente este pabellón original en su vitrina unos años antes del robo mencionado. El diseño original ha ido evolucionando hacia la reducción del azul a un tercio del la sección superior, y el blanco ha crecido hasta los dos tercios de la parte superior. Y la Estrella plateada e inclinada se ha enderezado y tomado el mismo blanco de las nieves de la cordillera o de los hielos de nuestra Antártica.
Otro elemento eliminado en esta evolución del diseño original es un Escudo nacional pequeño de forma ovoidal, con una columna, un globo terráqueo y una estrella pentalfa, sobre el capitel de la columna, cruzados por dos banderolas tricolores flameantes hacia ambos lados. Ese escudo nacional ya no está vigente. Fue cambiado durante el gobierno de don José Joaquín Prieto, por el del Huemul y el Cóndor, la estrella pentalfa y el lema por la razón o la fuerza, herencia conceptual de un lema de un escudo anterior que decía por el consejo o la espada.
Ahora bien, es conveniente conocer las razones que tuvo O"Higgins para agregar a los tres colores clásicos, el símbolo de la Estrella Solitaria, o la Pentalfa luminosa, como la nombran los adeptos de la magia blanca o del esoterismo blanco. No existen documentos de primera fuente acerca del tema. Se pueden inferir las razones de O"Higgins cuando se conocen los elementos constitutivos de su mentalidad profunda como chileno indigenista, patriota, cristiano e iniciado en los misterios herméticos y el simbolismo de la masonería.
Como admirador de los indígenas que habían luchado contra el invasor español, don Bernardo sabía que entre los emblemas araucanos más importantes había uno que se llamaba la Guñelve o Estrella de Arauco de Ocho puntas, símbolo del Lucero del Alba, o de Venus. Pero como cristiano culto sabía también que en el Apocalipsis Cap. 2,28 Dios Nuestro Señor prometía la Estrella de la Mañana a los triunfadores de la guerra espiritual, y Chile había triunfado en su guerra propia contra los realistas.
Era el signo o señal de un nuevo amanecer para Chile como país, lo mismo que Venus o el Lucero del Alba anuncia la llegada de un nuevo día. Además, el cristianismo mariano de aquellos días consideraba a la Madre de Cristo como La Estrella de la Mañana. Y María era la protectora de Chile, por lo tanto Ella era esa Estrella.
Además, como político, como hombre que siempre había estado en contra de las divisiones sociales y las luchas fraticidas de las guerras civiles, y del federalismo que separa a los pueblos de un mismo país, le interesaba promover el ideal de una república unitaria, una especie de sello distintivo del Principio de la Unidad Nacional. En ese sentido la Estrella Solitaria le servía perfectamente a sus fines.
Pero como iniciado en una Escuela Hermética de Sabiduría Antigua como la Masonería, O"Higgins sabía que la Estrella Solitaria, o la Pentalfa luminosa, era el símbolo por excelencia del Hombre Iluminado por la Luz Divina, del Adam Kadmón o Adam Celestial no caido, del Hombre como Reflejo de la Inteligencia Divina.
La Pentalfa, erróneamente llamada pentagrama en algunos libros ocultistas de poco fondo, es un símbolo excelente de la misma inteligencia divina, de la misma razón pura que viniendo de lo Alto, alumbra a todo hombre y mujer que viene a este mundo, según las palabras del primer capítulo del Evangelio de San Juan, y que le ayuda a vencer a sus pasiones desordenadas por el pecado y la ignorancia.
Es el emblema del hombre de pie, con brazos y piernas abiertos, dominando los cuatro elementos por medio del Quinto Elemento, su Esencia Espiritual, o su Voluntad iluminada por la Sabiduría de Dios. E incluso, según otros simbolistas, es el símbolo de la Diosa Ishtar, la Diosa Madre del Amor, que muere al anochecer, de pena por la muerte de Adonis, y que luego emerge, al amanecer del día siguiente, anunciando el retorno de la Luz de su vida, pues su amante ya viene saliendo de las tinieblas.
Sin embargo, para que los chilenos de hoy vean el espíritu religioso de los patriotas y de O"Higgins en particular, en lo que se refiere a la Bandera de la Patria Nueva, debo decir que ella fue usada antes de la Jura de la Independencia del 12 de Febrero de 1818, en la ciudad de Concepción. La hermosa y nueva bandera tricolor de la Estrella solitaria fue presentada en la Catedral ante la Virgen del Carmen, para su aceptación y bendición celestial solemne el día 12 de Noviembre de 1817.
Fue confeccionada y ofrendada gratuitamente por las Hermanas Pineda, como servicio devocional a la Señora del Carmen y a la Patria naciente. Y entregada a las manos de don Bernardo O"Higgins al final de la ceremonia, y luego izada en lo alto de su asta en medio de las salvas de fusiles y la alegría popular del pueblo penquista.
Esa bendición sacramental y la intención simbólista del Prócer hace que esa tela tricolor ya no sea solo eso. Desde ese momento, pasa a ser un trapo sagrado, un símbolo de la patria y de la unidad nacional deseada por La Providencia Divina, una imagen de los ideales que Dios ha puesto en el alma de los grandes próceres, una mortaja adecuada y digna para sus héroes y servidores a la hora de la muerte.
Por lo tanto, ruego a mis lectores, que la próxima vez que miren la Bandera de Chile, y a su Estrella Solitaria, recuerden a O"Higgins. El Prócer de nuestra nacionalidad quiso representar en esa Estrella Luminosa y solitaria y en esa Bandera tricolor, algo más que un sentimiento. Quiso encarnar la luz interna y el amor que embargaba su ser profundo, su alma misma, que era tan sabia, elevada y generosa, que ni a la hora de la muerte se olvidaba de Chile y de su gente.
Dios y la Virgen del Carmen han bendecido y seguirán bendiciendo a quienes amen al Señor y sirvan a su país como lo hicieron O"Higgins, Prat, Portales, Zenteno, Blanco Encalada, Luis Cruz Martínez, Carmela Carvajal Briones, Paula Jaraquemada, Santa Teresa de Jesús de los Andes, y muchísimos otros héroes y servidores anónimos del alma nacional, tanto en la guerra como en la paz.
Antes de cerrar este capítulo sobre O"Higgins, y tal como hicimos una aclaración acerca de la Masonería, y para evitar confusión en los lectores, debe saberse que en la trama o el tejido profundo de la realidad de los pueblos del mundo nunca ha estado separada la política de la religión, ni el espíritu separado de la materia, o el alma separada del cuerpo.
El hecho de que en 1925 se haya separado el Estado de la Iglesia por efecto de la puesta en vigencia de la Constitución Política de Don Arturo Alessandri Palma, es algo enteramente superficial y formal, una mera ruptura externa del grueso tejido social y espiritual que envuelve a Chile en varias capas creadas por la Naturaleza humana y la Tradición.
Si se observa la historia de Turquía, por ejemplo, se verá que el famoso gobierno revolucionario de Ataturk o de Mustafá Kemal Pasa, en los años 20 del siglo XX, y los gobiernos siguientes, trataron de borrar radicalmente la poderosa influencia del Islam en la sociedad turca. Llegando hasta el punto de eliminar el Califato. En la superficie de la realidad el país se occidentalizó hasta hoy, aboliéndose en la forma, el pesado fardo estructural de la tradición musulmana, que impedía hacer una verdadera justicia social. Ese era su propósito consciente.
Pero treinta años después, los lugares de peregrinación sagrada y las mezquitas, que habían dejado de recibir apoyo estatal, habían vuelto a florecer plenamente. E incluso altos líderes del Estado Laico asistían en secreto a esos lugares sagrados. Se llegó hasta la persecución de los líderes religiosos más notables. Pero el país seguía siendo porfiadamente Islámico. Y las injusticias continuaban existiendo, tal vez algo menos que antes.
Lo mismo ha sucedido en la Israel Laica. Y en la Unión Soviética, a pesar de las sangrientas y constantes represiones de las autoridades marxistas anticristianas, que provocaron decenas de millones de muertes, por más de 70 años. Sin embargo, la Rusia actual es cristiana católica ortodoxa, como era antes de 1917. Los Soviéticos también persiguieron a los musulmanes el sur de Rusia, pero no lograron cambiar la textura espiritual de esos pueblos.
Y lo mismo Chile, en 1891, en 1925 y en 1970. Las revoluciones sólo rasguñan la superficie de la realidad, pero provocan mucho dolor y sangre. Y corregir sus errores también cuesta sangre y dolor. Es mejor la evolución gradual de la realidad social.
El ser humano es un animal religioso, no solo un animal racional. Por lo demás, la religión, en su esencia, nunca ha sido irracional. Solo lo es para el que no la comprende. Y desde luego, cuando digo religión, no digo exclusivamente catolicismo romano. La religión y la cosmovisión espiritual o esotérica de la realidad es un hecho universal.
No existe pueblo alguno de la tierra que no tenga su religión y su magia o su esoterismo secreto para los pocos que buscan la Verdad de todo corazón. Pero se podría ahorrar mucho daño moral y dolor inútil a los pueblos, si los gobernantes se abstuvieran de sus ilusos propósitos de aniquilar la cosmovisión cristiana o las visiones espirituales de la realidad. Eso se logra por algún tiempo. Pero siempre retorna, aunque sea un siglo después. Por eso un General O"Higgins espiritualista, creyente y devoto está mucho más cerca del alma de su pueblo que un lider ateo o materialista.
Además, cuando uso la palabra ilusos gobernantes en el párrafo anterior, quiero decir fuera de la realidad. La ilusión es un estado de conciencia fuera de la realidad. Es decir, un gobierno sabio NUNCA debe ir ni abierta ni encubiertamente en contra de la religión de su país, porque la religión es un componente esencial del Bien Común de la sociedad y es una expresión directa de lo mejor que hay en cada hombre, su conciencia espiritual, la luz que Dios puso en su interior desde el Origen. Por eso la Biblia dice, en Proverbios 20,27, que: Lámpara de Yahvé es el espíritu del hombre.
Gran parte de la inmensa crisis moral o valórica de nuestras sociedades occidentales ha sido causada por poner en duda o bajo crítica los valores morales de la cosmovisión religiosa de la vida humana.
El materialismo y el ateismo sistemático, que han promovido diversos líderes políticos y académicos del mundo entero, han quitado a muchísima gente el motivo o la razón superior de su actuar con rectitud, al destruirles su visión sobrenatural o espiritual de sus vidas. Ese es un éxito del Anticristo o del demonio en la conciencia de la humanidad actual. Y no hablo sólo a nombre de los cristianos o de los musulmanes del mundo europeo u occidental. En oriente ha ocurrido otro tanto con el Budismo, pues los representantes y seguidores de esa religión han sido sangrienta y violentamente reprimidos en el Tibet por las autoridades marxistas chinas desde 1949 hasta la fecha.
Lo mismo sucedió con los representantes del Taoismo. Pero como estas personas no aparecen en la Televisión y están muy lejos de nosotros, es como si no existieran. Grave pecado de ignorancia es ese.
En capítulos posteriores profundizaremos más el concepto de cosmovisión y del Bien Común, y lo que es una antropología esotérica o un correcto concepto del hombre en todas sus dimensiones, desde lo físico hasta lo divino. Pero debe recordarse siempre que dañar una cosmovisión religiosa de un grupo humano significa siempre dañar su sistema ético de vida, sus jerarquías humanas, sus valores y su convivencia. Ambas cosas son inseparables. Y eso es el mayor perjuicio que puede recibir el alma de una nación.
El Libertador de Chile tenía claros estos conceptos en su mente. O"Higgins nos dio la libertad y una organización política unitaria, una conciencia de pueblo o un rudimento de identidad nacional con ideales nobles, apertura al mundo exterior y al progreso material, tolerancia a las ideas y creencias extranjeras mientras no dañaran el Bien común. Y él, siendo hombre de armas, veterano de muchos combates, siempre buscó la paz social y la unidad nacional. Y como prueba de esa apertura a las ideas religiosas distintas de las propias, y fiel a sus doctrinas católico-masónicas dispuso en el articulado de su Constitución de 1822 lo siguiente:"La religión del Estado es la católica, apostólica, romana, con exclusión de cualquiera otra; su protección, conservación, pureza e inviolabilidad es uno de los primeros deberes de los jefes de Estado, como el de los habitantes del territorio su mayor respeto y veneración, CUALESQUIERA SEAN SUS OPINIONES PRIVADAS". Y en el Artículo 215 agrega un punto netamente masónico y O"Higginiano:"A nadie se le castigará por su pensamiento, ni por la manifestación de ellos, siempre que no contengan calumnias, injurias o excitaciones a los crímenes".
Personalmente, con sus acciones de auto-sacrificio o de abnegación, detuvo varias guerras civiles, tanto bajo el gobierno de don José Miguel Carrera, como ante la asonada militar del ejército del Sur bajo el mando del General Ramón Freire, la cual le obligó a renunciar a su alto cargo de Director Supremo, aún teniendo el apoyo del Ejército de Santiago. En el caso de la Patria Vieja, bajo el control de los Carrera, O"Higgins fue miembro de la Junta de Gobierno de don José Miguel, pero al no armonizar políticamente con el joven aristócrata, el Libertador se retiró del gobierno a su hacienda del sur, antes que arrastrar a otros en el conflicto.
Posteriormente ambos se reconciliaron. Pero por poco tiempo. En 1814, el ejército patriota se dividió en dos secciones de dos mil hombres cada una. Una bajo el mando de Carrera y la otra bajo O"Higgins, llegando a combatir entre ellas. Pero cuando el Libertador supo que había llegado a Concepción el General Mariano Osorio con sus fuerzas, de inmediato colocó su sección del ejército, y a el mismo, incondicionalmente bajo el mando de José Miguel Carrera, pues la patria estaba primero que sus rencillas personales, y no se podía enfrentar al enemigo con las fuerzas divididas por una guerra interna.
Eso se llama abnegación y triunfo sobre su orgullo y sus pasiones. Sin formación religiosa O"Higgins no habría sido la persona noble y sacrificada en bien del país como fue. Así era su alma, grande, generosa y responsable.
Don Bernardo poseía un alma religiosamente coherente y unificada, pues sus acciones y actitudes eran concordantes con las palabras de sus cartas de toda su vida. En un mundo donde la gente tiene el alma profundamente dividida e incoherente, O"Higgins es un modelo clásico a seguir. Dios lo construyó desde adentro y los hombres sabios desde afuera, y el resultado fue un excelente instrumento dócil y unificado en las manos de Dios para hacer nacer a un Chile libre, independiente, estable y unificado políticamente. Con una poderosa Escuadra Naval y un Ejército capaces de darse la libertad a si mismos y al Perú, y una visión geopolítica realista, abierta al concierto de las naciones.
Chile es lo que es hoy por su profunda influencia espiritual sobre quienes le siguieron. Su obra y su alma fueron eclipsadas por acontecimientos y factores ajenos a su voluntad de hombre de Bien y de servidor de Dios. Pero ya un par de décadas después de su muerte física se le comenzó ha hacer justicia. Aunque si uno observa la realidad con los ojos de un clarividente o de un esoterista, hombres como O"Higgins nunca mueren de verdad, solo desaparecen del escenario del tiempo, pero siguen trabajando tras de el telón. La hora de su verdadero descanso será al final de los tiempos, cuando Chile sea solo un recuerdo en la inmensidad de la mente de Dios y el mundo haya sido sacado de la existencia espacio- temporal. Bibliografía consultada acerca del pensamiento y el alma De Don Bernardo O"Higgins Riquelme.
El Libertador Bernardo O"Higgins, su vida y su obra. Pablo Valderrama Hoyl y Manuel Vega Olivares. Editorial Lord Cochrane S. A. 1978.
El Libro del Aprendiz, Manual para Instrucción de los Iniciados de Primer Grado. Oswald Wirth, de la Gran Logia de Francia. Editado en Chile con permiso del Autor, en 1954. Contiene anexo acerca de la fundación de las primeras Logias Chilenas y de la Gran Logia de Chile.
Diversas Obras de Simbolismo Hermético.
El Cardenal Nos ha Dicho. 1961 a 1982. Recopilación del Padre Miguel Ortega. Editorial Saleciana, 1982.
Episodios de Don Bosco. Juan Zin- Alejo Roa. Editorial Salesiana. 1985.
Historia de Chile. Obra completa. Francisco Encina.
Historia de la Iglesia en Chile. Presbítero Fidel Araneda Bravo. 1985.
Historia de la Masonería en Hispanoamérica. Ramón Martínez Zaldúa. Edit. Mex. 1967. La Biblia. El Apocalipsis. Diversas versiones.
La Estrella de Chile. Gastón Soublette. Ediciones Universitarias de Valparaíso. 1984. O"Higgins. Jaime Eyzaguirre. Editorial Zig-Zag. 1946.
La Masonería, su Influencia en Chile. De Fernando Pinto Lagarrigue. Editorial Orbe, Santiago de Chile, 1966.
Manual de Piedad para las Hijas de María Auxiliadora. Editorial Salesiana. 1943. Pensamiento de O"Higgins. Adela Carrasco. Edit. Gabriela Mistral. 1974.
Revista Masónica de Chile.(Con el texto completo de las Constituciones de Anderson) Oriente de Santiago de Chile. Septiembre-Octubre de 1974.
San Juan Bosco. Obras Fundamentales. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. 1989.
CAPITULO QUINTO
Fray andresito, el poderoso santo del periodo portaliano.
Dos años después de la trágica muerte del Ministro Diego Portales y Palazuelos( el 6 de Junio de 1837), y tres años antes del fallecimiento de don Bernardo O"Higgins, es decir, en 1839, llegó a Chile un humilde personaje, de insignificante apariencia, llamado Andrés García Acosta. Era un monje franciscano, de origen Canario, que venía llegando desde Montevideo, en barco, a fines de Mayo del año ya mencionado. Consta que compró su pasaje a Valparaíso el 8 de Abril de 1839. A partir de ese momento entrará en la Historia esotérica y espiritual de Chile con letras de oro.
Tal como se indicó en el Capítulo sobre la Conquista de Chile, en la vida de este santo humilde, poderoso profeta y taumaturgo de la ciudad de Santiago, también se cumple el misterioso ciclo de catorce años de conquista de almas para Dios, tal como se dio en la conquista de Chiloé y en la obra global de don Pedro de Valdivia.
Su meteórica y prodigiosa vida culminó justamente a las ocho de la mañana del día viernes 14 de Enero de 1853, a los 53 años de edad recién cumplidos. Había nacido en las Islas Canarias el 10 de Enero de 1800. Obsérvese el doble 14, de años y del día de su fallecimiento. La fecha es notable no solo por ser el día de la muerte de un hombre de Dios, sino porque fue profetizada por él mismo, varias semanas antes, y confirmada con la hora exacta de su partida al enfermero que lo atendía en el convento, dos días antes de producirse el deceso.
No era sacerdote, igual que Pedro de Bardeci, y que el propio San Francisco. Los tres eran laicos con votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia. E igual que Pedro de Bardeci, era el limosnero oficial de la comunidad franciscana que vivía junto al templo de Santa María de la Cabeza, donde en 1675 había profesado y levitado Pedro de Bardeci, en la Presencia del Señor. Y allí mismo reposa su cadáver incorrupto desde hace más de 150 años.
Sus milagros, durante la vida y después de la muerte son numerosísimos. Es otro santo enviado por Dios, que vino para quedarse entre nosotros, e impregnar el alma nacional de espíritu franciscano.(No debe olvidarse que O"Higgins falleció con la túnica y el cordón de la Orden Franciscana puestos sobre su cuerpo, a modo de mortaja y que lo mismo hizo doña Gabriela Mistral en 1957, otra gran personalidad impregnada de espíritu franciscano). Los hechos que se narrarán de sus intervenciones, después de su muerte, a fines del siglo XIX y en pleno siglo XX, demostrarán el aserto.
Pero antes debe decirse que fray Andrés Filomeno García es un excelente medio para entender algunos de los estados de conciencia superiores que experimentan los grandes yoguis de la India. En varios momentos de su vida veremos que se había unido al Dios Omnipresente y Omnisciente. En muchos instantes de su existencia obtuvo conocimientos que solo el Ser Omnipresente tiene por estar en todas partes. E incluso dones proféticos extraordinarios, de vocaciones sacerdotales, y de vida o muerte, de salud y enfermedad, de diversas personas que se cruzaron con él. Imitaba muchas veces el modo de hacer milagros que utilizaban los profetas del Antiguo Testamento, e incluso a la metodología del mismo Cristo. Y en ocasiones nuestro misterioso Fray Andresito será un instrumento de la Providencia Divina para hacer justicia contra las profanaciones del sentido de lo sagrado.
En esta Historia Esotérica y Espiritual de Chile nos apartaremos del criterio de la iglesia católica contemporánea, que pone énfasis en las virtudes cristianas de los santos y no en sus milagros. Analizar ambas cosas es necesario. Pero para equilibrar el error del criterio católico actual, nos centraremos en las maravillas o los prodigios que Dios hizo por medio de Fray Andrés, con el mismo criterio de Jesús. El decía: Si no viereis señales y prodigios no creereis(Evangelio de Juan 4,48). Y eso es así porque la fe se alimenta de los hechos, de los porfiados hechos maravillosos, que en este caso, y en el de la iglesia primitiva, son los milagros de Cristo y de los Apóstoles.
Los hechos maravillosos y las palabras de Cristo son inseparables. Gran parte de los errores del hombre contemporáneo al enfrentar el tema de la moral cristiana es separar la enseñanza de Jesús de los hechos de su prodigiosa vida. Ambas están entrañablemente unidas. Solo un lector sesgado y prejuiciado puede hacer esa separación. En Cristo y en los santos los hechos y las palabras van esencialmente unidos. Separarlos es desnaturalizarlos.
Ya hemos definido ante nuestros lectores el concepto objetivo de milagro que utilizamos en estas páginas. Ya hemos dicho que no se trata de interrupciones de las leyes naturales, explicando que el mismo orden natural, el universo mismo en su estructura, contiene ventanas, por decirlo de modo gráfico, que permiten la acción de leyes de otro cosmos en nuestro cosmos.
Sin embargo, en un sentido cristiano o teológico-cristiano, los milagros son signos o señales que Dios le hace al hombre caído en el pecado y en la ignorancia. Signos o señales de su misericordia salvífica permanente. Signos y señales maravillosos que muestran el propósito del Creador de restablecer el Orden y la Armonía en medio de un mundo humano que ha sido alterado sustancialmente por el poder del pecado y del maligno.
Así, cada milagro es entendido como un retorno al orden primero de la Creación de Dios, cuando el pecado no existía y cuando el maligno aún no había inficionado la razón humana, haciéndola caer de su elevado y puro estado original. Por lo tanto, cada enfermedad física, mental, emocional o social, tiene, además de causas naturales, causas invisibles o sobrenaturales, o factores sutiles, sobre los que actúan los santos, restableciendo la armonía primera del cosmos.
Ese es el marco teórico y teológico adecuado para entender los hechos que se narrarán a continuación, pues no se trata de maravillarse por maravillarse, sino de mejorar nuestro entendimiento de la vida y conocer o comprender los sabios designios de la Providencia Divina, como decía O"Higgins, y todos los sabios Teistas de la Historia de todos los pueblos de la tierra.
La Recoleta Franciscana adjunta al Templo de Santa María de la Cabeza tenía una joven benefactora llamada Javiera Echaurren Huidobro. Esta madre de varios hijos había tenido un mal parto y tenía fiebre puerpueral por infección adquirida al dar a luz, acompañada de inconsciencia. Los médicos que la habían visitado en su casa habían comunicado a la familia que la muerte era inminente. Ya llevaba varios días inconsciente y se había presentado una septicemia, cuadro nada de raro en un época en que no habían antibióticos. Era casi un cadáver que apenas respiraba en su cama.
Pero en esos instantes llega fray Andresito a preguntar por la enferma como parte de su recorrido habitual por las calles de Santiago. Le hacen pasar. Mira fijamente a la mujer yaciente en el lecho. Toma su cordón sagrado de franciscano en la mano derecha y con la punta de este traza el signo de la cruz sobre la cabeza de la moribunda, luego traza otras cruces con el mismo cordón sobre el pecho, el vientre, las piernas, murmurando una plegaria y una bendición. Se levanta y gira para irse del cuarto. Al salir se cruza con el hermano de la enferma, Francisco Echaurren Huidobro, y al escuchar al hombre decir que su hermana va a morir de un momento a otro, fray Andrés le asegura que su hermana vivirá muchos años, que no morirá. Lo afirma con una certeza que sorprende al joven. Y se va.
A la media hora de la ida del franciscano, la mujer abre los ojos, comienza a hablar, pregunta por sus hijos, la palidez desaparece siendo reemplazada por el rosa natural del color de la piel de una persona sana. Y se sienta en la cama, pidiendo que le pongan unos almohadones en su espalda. La familia, muy triste un momento antes, no podía creer lo que había sucedido. La enferma no entendía el motivo de tanta sorpresa, pues su inconsciencia era total. Le narraron los sucesos de los últimos días, en los que, además de las visitas de los médicos, había recibido hasta la extremaunción de un sacerdote. Y por último, pocos minutos antes, había recibido la visita y la bendición curativa de fray Andrés García.
Apenas se pudo levantar, la enferma y la familia fueron a dar gracias a Dios al templo de la Recoleta ya mencionado, cerca del Cerro San Cristóbal. En este caso, como puede verse no hay posibilidad alguna de hablar de una sugestión, sea hipnótica o no, verbal o visual, pues la mujer no tenía conciencia de la presencia de fray Andrés. Y además, la septicemia puerpueral de origen microbiano no tiene nada de psicosomático, es algo netamente orgánico. Pero desde otros mundos la realidad de este mundo se maneja y se percibe de otra manera.
Este milagro de Fray Andresito fue informado en carta de Francisco Echaurren Huidobro, fechada en 5 de Noviembre de 1891, para ser agregada al proceso de recopilación de antecedentes para la beatificación de fray Andrés.
En el Puente de Cal y Canto de Santiago, que atravesaba el río Mapocho, era habitual ver a un hombre paralítico de ambas piernas, de nombre Pedro, que pedía limosna, como es costumbre en todas las ciudades del mundo. Santiago tiene varios puentes que, como Bagdad o París, permiten unir a dos grandes sectores de la Capital de Chile.
Un buen día pasó por allí el hermano Andrés, y el paralítico le pidió una limosna al fraile. Este no tenía un céntimo. Pero imitando al Apóstol Pedro en los Hechos de los Apóstoles 3,6 fray Andrés le dijo: no tengo oro ni plata, pero de lo que tengo te doy, en el nombre de Jesucristo el Nazareno, LEVANTATE Y ANDA. E hizo la señal de la cruz con el cordón de san Francisco sobre la cabeza y las piernas del postrado, y el hombre empezó a mover las piernas, se afirmaron sus tobillos y se levantó y caminó delante de varios testigos, entre ellos, un niño de unos doce años, que al ver ese milagro, quiso ser sacerdote de Jesucristo, y que llegó a serlo, unos años más tarde, era don Manuel Antonio Romo.
El, como sacerdote, también aportó su testimonio a los documentos de postulación a la canonización de Fray Andresito, por ser testigo del prodigio, y por que la acción milagrosa del franciscano fue el factor desencadenante de su vocación religiosa. Así fue cómo un hombre que no era sacerdote, pero si un consagrado, iluminado y recto instrumento de Dios, fue el medio para que un jovencito se hiciera sacerdote. Y no fue el único caso en los 14 años de las humildes actividades apostólicas de Andrés García.
Y, desde luego, fray Andresito, en ese mismo instante, al realizar el milagro, demostraba sin palabras a los ojos de todos los testigos y de la comunidad santiaguina, que el mismo Dios que obraba por medio de San Pedro en Jerusalén 1800 años atrás, también estaba actuando en medio de los Chilenos, en 1850, por medio de este ejemplar y humilde franciscano. Es decir, tal como se dijo en la narración y comentario de la visión de Pedro de Bardeci, en la que María Santísima le enviaba personalmente a Santiago de Chile, la Providencia Divina o el Señor mismo tenía a Chile en sus planes. Nuestro país estaba en la Mente y el Corazón de Dios. Y ese Dios era el mismo que aparecía como Señor de la Vida y de la Historia, en la Biblia, en los Hechos de los Apóstoles.
Una piadosa familia santiaguina tenía una pequeña hija de once meses, llamada María Ascensión. Era la delicia de sus padres cuando ya empezaba a dar sus vacilantes primeros pasos y a pronunciar sus primeras palabras. Pero un ataque cerebral repentino, de origen desconocido, dejó a esta niña sin conexión con el mundo exterior, sin vista, ni oído, sin movimiento. Solo vida vegetativa había en ella. Circulaba su sangre y respiraba. Eso era todo. En medio del drama de esta familia, aparece el siervo de Dios por la casa a pedir la acostumbrada limosna por amor a Dios para el convento. Le piden de inmediato que interceda por la vida de la niñita, ya que los médicos no le han dado esperanza. El franciscano mira a la bebita, y recomienda a sus padres ofrecer cinco monedas de cualquier valor a las cinco llagas de San Francisco, y se retira. Los padres hacen la ofrenda de inmediato al Señor por medio de san Francisco estigmatizado. Pero la niñita sigue igual e incluso peor, por 24 horas más.
Al día siguiente el siervo de Dios vuelve a visitar a la familia y le dicen que la guagua de once meses se va a morir de un momento a otro. Pero fray Andresito sonríe, bate las palmas de las manos sonoramente delante de todos, con un amplio gesto de alegría contra la tristeza de la familia, y pide que le traigan a la niña a sus brazos. Se la traen, la acaricia unos instantes, luego hace la señal de la cruz con la punta de su cordón sobre la cabeza de la bebe, le pone saliva suya en los ojos de la niña, como Cristo al ciego, recitando una bendición, y la guagua casi muerta, abre los ojos. Los padres se inquietan porque los ojos han quedado fijos, como si estuviese ciega.
Pero el siervo de Dios manda a buscar una flor al jardín a otro de los niños de la familia. Le traen una rosa. Fray Andrés se la entrega a la niña y le dice que la mire. La pequeña obedece y luego se la entrega a su madre, con rosa y todo, sana y salva. Y se retira silenciosamente, del lugar donde antes reinaba la tristeza, ahora reina la alegría. Pero ha dejado una profecía al pasar. La niña, en el futuro, dedicará su vida al servicio de los pobres. Y así fue.
Carmen Guzmán y Pedro González han formado una familia acogedora y acomodada. Han sido bendecidos con el nacimiento de una niña a la que también le pusieron Carmen, como su madre, por la devoción que todo el grupo tiene por la Virgen del Carmen, Reina de Chile. La niña crece sana y normal, pasando su feliz infancia entre un fundo de sus abuelos en la precordillera y su casa en Santiago. Pero a los diez años empieza a perder la vista gradualmente. Tres médicos amigos de la familia la han examinado concienzudamente. El nervio óptico está dañado. Se le aplican recetas que no ayudan a la pequeña enferma. Finalmente queda enteramente ciega por varios meses. Unos tíos comerciantes llevan a la niña a su casa por algunos días para distraerla.
Justamente, uno de esos días pasó fray Andresito por el negocio a pedir la limosna mensual para los pobres y el convento de la Recoleta. Le entregaron la ofrenda de caridad establecida, y antes de irse le piden un remedio para la pequeña ciega, para Carmencha. El siervo de Dios la mira, luego saca una botellita de agua que llevaba en su bolso, y pide a la tía que le traiga una pluma de ave. Luego toma la pluma y moja la punta en el agua del frasco. Es solo agua bendita. Y le pasa la pluma humedecida por los ojos cerrados sin luz, murmurando una oración al Señor. En seguida pide a la señora que vuelva a hacer lo mismo en la tarde y en la noche, pasándole la pluma y el frasco. Y se marcha, prometiendo sus oraciones del día para la enferma. Al día siguiente la niña amaneció viendo perfectamente la luz del sol y el rostro de sus parientes. Estaba enteramente sana y feliz por haber recuperado la vista después de varios meses de oscuridad completa.
Los datos de este prodigio fueron narrados para el proceso de canonización en carta al Obispado de Santiago, por la madre de la niña, doña Carmen Guzmán Viuda de González, el 13 de Diciembre de 1897. Curiosamente el mismo día de Santa Lucía, la que sana a los ciegos.
Veremos ahora a fray Andresito en la faena de ser dentista y lector de pensamientos ajenos, el año 1847. Había en esa época una gran cantidad de personas con horribles problemas a la dentadura. No existía la cantidad de dentistas que hay ahora en Chile, ni cepillos de dientes, ni hilos dentales, ni pastas dentífricas, ni enjuages bucales antisépticos. Si la comida se quedaba entre los dientes, un palito fino o una simple pitilla o hilo de coser podría servir para sacar la molesta partícula de alimento en cuestión. Los dentistas eran simples sacamuelas itinerantes, que sin anestesia, extraían las piezas dentales destruidas por las caries, utilizando un alicate apropiado, el que, desde luego no tenía la fina o precisa construcción que tienen hoy las pinzas dentales.
Ahora bien, ya hecho el marco ambiental de la situación de ese tiempo, diremos que había un niño púber de 13 años que tenía muy buena dentadura para la época, llamado Silverio. Solo tenía una muela cariada que le estaba dando mucho dolor. Tanto dolor tenía que sus padres lo habían llevado a varios sacamuelas, pero ninguno había podido extraer la pieza dañada, porque como se sabe hay personas que tienen muelas de raíces muy firmes, o por que están muy al fondo de la boca, son más difíciles de sacar de las mandíbulas. Ante el intenso dolor del joven Silverio sus padres le dijeron que solo quedaba una solución al problema. Llevarlo a Fray Andresito. El joven, sabiendo que el pobre fraile no era ni médico ni sacamuelas, exclamó ante sus padres: "¡Que va a saber de muelas ese lego!" y se negó a ir.
Pero el dolor se hizo más intenso, y al final fue con su madre a la Recoleta cercana al San Cristóbal para ver que podía hacer el hermano Andrés García. En la portería del convento hablaron con el humilde fraile y este, sonriendo, mojó la punta de su cordón franciscano con su propia saliva y comenzó a hacer cruces sobre la cara de Silverio varias veces, murmurando una plegaria. Después le hizo abrir la boca para mirar la muela maldita, la toca con sus dedos pulgar e índice, y con voz risueña y algo burlona dice:"¡Que va a saber de muelas ese lego!".
Y le muestra la muela completa, con raíces y todo, ya fuera de la boca, entre sus dedos, al joven y a su madre, sonriendo. El asombro fue inmenso, sin dolor, y sin esfuerzo alguno, fray Andresito había extraído la muela cariada de Silverio, y le había leído sus pensamientos, expresados unas tres o cuatro horas antes, delante de sus padres y que nadie más conocía.
Al comenzar este estudio de la vida de Fray Andresito dijimos algo acerca de la Omnipresencia y de la Omnisciencia de Dios. Y afirmamos que el siervo de Dios muchas veces había participado de esos atributos del Señor en sus estados místicos.
Efectivamente, el 8 de Diciembre de 1851, día de la Batalla de Loncomilla, (el río de ese nombre está a unos 200 kilómetros al sur de Santiago, en la Séptima Región) nuestro poderoso santo estaba dentro del convento completamente ensimismado, como si estuviese en otra parte, pero no inconsciente como en la bilocación de Pedro de Bardeci. Parecía escuchar y ver cosas que no estaban ocurriendo allí.
Los frailes que lo observaron por varias horas, le escucharon decir que lejos de la capital se estaban matando unos a otros muchos hermanos. Su ánimo, normalmente alegre, estaba triste y acongojado, y parcialmente ausente. Solo en la tarde, después de las 15 horas, reanudó su alegría habitual en el trato con los hermanos, y les dijo que la batalla había terminado. El prior anotó en su crónica de sucesos de rutina del convento la extraña conducta de Fray Andresito, y sus palabras, con hora y fechas.
Luego salió de la Recoleta y fue a visitar al centro de Santiago a doña Enriqueta Pinto, la esposa del General Manuel Bulnes, que pocos días antes había abandonado el cargo de Presidente de Chile y lo había entregado en manos de don Manuel Montt. La ex –primera dama estaba muy angustiada por el resultado de la batalla, pensaba que su marido, que comandaba las fuerzas gobiernistas de defensa de la Constitución, había muerto, o tal vez herido o hecho prisionero por las fuerzas del sur al mando del General José María de la Cruz.
Fray Andresito fue a calmar a la ilustre señora, y a decirle que su marido, don Manuel Bulnes estaba bien, vivo, y que volvería triunfante. Efectivamente, así fue. El general rebelde se sometió al gobierno tras perder buena parte de sus fuerzas en dicha batalla de Loncomilla, que terminó precisamente a las 15 horas. Algunos días después firmaba el Tratado de Purapel y deponía las armas.
Pero ninguno de los prodigios que Dios obraba por medio de fray Andrés lo hacía sentirse orgulloso o superior a los demás. Simplemente pensaba que en todas aquellas maravillas era El Señor mismo el que se llevaba todo el mérito y la gloria o la gratitud, y que todo ocurría por su soberana y misericordiosa voluntad omnipotente. Incluso llegaba a considerar los milagros como algo natural y nada especial o notable.
Casi no tenía conciencia de lo excepcional de los acontecimientos de los que era protagonista. Solo Dios, Cristo y su grandeza estaban siempre llenando su mente. Su amor al Señor era tanto que pasaba absorto en la Conciencia de Dios día y noche.
En realidad cada minuto de su vida lo pasaba consciente de la Presencia celestial y de muchos seres sobrenaturales a los que tenía devoción: Santa Filomena, San Francisco, el Santo Ángel de la Guarda, San Pedro de Alcántara, Santa María, San Rafael Arcángel, etc. Tal vez su devoción por San Rafael Arcángel era una de las causas de los prodigios de sanación que efectuaba con frecuencia, pues este Espíritu Bienaventurado es el ángel de la medicina, como indica su nombre hebreo y como lo señala el Libro de Tobías de la Biblia.
El General Manuel Bulnes volvió unos diez días después a los brazos de su mujer muy contento, y sin saber que había sido objeto de un milagro cognitivo del Dios Omnipresente y Omnisciente que operaba en Chile por medio de Fray Andresito. Claro está que después supo lo sucedido, y debe haber dado gracias a Dios por triunfar en su empresa de detener una guerra civil, afianzar la Constitución y al Gobierno de Montt, y volver sano y salvo a su casa. El mismo Dios que lo había protegido y le había dado la victoria en la Batalla de Yungay, en Perú, también lo había protegido y le había dado el éxito en la Batalla de Loncomilla.
La República de Chile, con su austero régimen Portaliano de autoridad impersonal, espíritu de fe y sabiduría, orden y progreso, podía seguir adelante en su camino de libertad. El Bien Común de la Patria estaba asegurado por algunas décadas más. La Providencia Divina seguía interviniendo en nuestra Historia, y fray Andresito, junto con O"Higgins, Portales y Bulnes, era uno de sus Instrumentos. Y lo sigue siendo, como se verá más adelante.
No debemos olvidar que el famoso Padre Pío de Pietrelcina también fue consultado por el resultado de Batallas lejanas durante la Segunda Guerra Mundial, y nunca se equivocó respecto de la sobrevivencia o la muerte de soldados cuyos angustiados parientes interrogaban al santo en comunión con el Dios Omnisciente y Omnipresente. E incluso numerosos soldados italianos narraron episodios en que vieron al Padre Pío materializarse en pleno campo de batalla y salvarlos de la muerte inminente obligándolos a desplazarse unos metros más lejos del punto de impacto de una granada del enemigo. Una vez salvado el hombre encomendado a sus oraciones desaparecía del campo de batalla, tal como desapareció Pedro de Bardeci de su casa en España el día en que ayudó a su madre a bien morir.
Claro que esto es bilocación, pero fray Andresito no fue visto físicamente en el campo de batalla. Su proyección al lugar fue solamente en espíritu. Sus ojos y oídos mentales estaban a 200 kilómetros al sur de Santiago, como un periodista corresponsal de guerra en medio del combate. Y por su conocimiento sobrenatural del evento fue el primer santiaguino que supo el resultado de la batalla antes que cualquier otra persona, y mientras toda la población de Santiago se debatía en la incertidumbre y el miedo, él estaba sereno, y trasmitía la tranquilidad que le daba su conocimiento místico y exacto del suceso. Así son los yoguis de la India, los adeptos iniciados, los profetas y los santos de cualquier país de la tierra.
Otra muestra de participación en la Omnisciencia y en la Omnipresencia de Dios de fray Andrés García se dio el 6 de Junio de 1848. Un empresario minero santiaguino llamado Pedro José Fernández había mandado a hacer una apelación judicial en los Tribunales de La Serena, a 350 Kilómetros al norte de la Capital de Chile, por unos títulos de propiedad de yacimientos de plata en la zona de Copiapó.
Su abogado terrenal era el gran abogado Manuel Antonio Tocornal, el cual hizo una brillante defensa de los intereses y derechos de don Pedro José. Pero este mismo empresario, hombre piadoso y conocedor de las virtudes y del poder de intercesión de fray Andrés, se había encomendado a otro Abogado, es decir, a las oraciones del siervo de Dios, después de explicarle cual era su reclamación legal con toda claridad. Fray Andresito ya en el mes de Mayo de 1848 comenzó a orar por el triunfo judicial de su benefactor, persuadido de la justicia de su causa, delante del Señor.
El 6 de Junio de ese año, al medio día, la Corte de la Serena dio su sentencia favorable a la apelación de don Pedro José Fernández. El abogado triunfante de inmediato escribió una carta a su cliente a su domicilio en Santiago, y la remitió por barco en la tarde del día 6 de Junio, para que llegara a Valparaíso en unos tres días, y de allí a Santiago a caballo, dos o tres días más de demora. No existía ni telégrafo, ni tren entre la Serena y Santiago, y tampoco entre Valparaíso y Santiago.
Pero ese mismo día, fray Andresito, a las 13 y treinta horas, se presentó en la oficina del señor Pedro José Fernández para felicitarlo por el triunfo judicial obtenido en la Serena, con grandes gestos de alegría fraterna. Don Pedro se alegró de la noticia que implicaba la felicitación de fray Andrés. Pero unos instantes después de la sorpresa, el empresario le preguntó al siervo de Dios cómo era que él sabía lo de la Corte de la Serena, pues aún su abogado no le comunicaba nada. Ante esa pregunta, hecha sin mala intención, el humilde fraile se dio cuenta que Dios le había hecho una broma muy especial con un destello de Omnisciencia.
Para su conciencia individual sumergida en Dios esa noticia era algo tan evidente y real que todo el mundo debería estar enterado. Pero ante la pregunta de don Pedro, acompañado de su hijo en la misma oficina, Andrés se dio cuenta que nadie sabía lo que para él era una sólida realidad.
Cambió su actitud, inhibiéndose completamente, murmuró unas excusas nerviosas y se retiró rápidamente.
De inmediato el empresario, conocedor de las virtudes de nuestro santo, escribió en un papel la noticia con fecha y hora, delante de su hijo, y esperó tranquilamente. Seis días después, el 12 de Junio llegaba a su casa la carta del señor Tocornal, con todos los detalles del asunto. Y la fecha de la sentencia favorable a don Pedro José Fernández era pues, el 6 de Junio de 1848. ¿Quién estaba dentro de los tribunales de la Serena, invisiblemente, junto al abogado El Dios Omnipresente. Y la conciencia del santo, unificada con el Señor, supo lo mismo que era sólo Conocimiento de Dios, y lo traspasó a su cerebro. Por eso, inocentemente, el siervo de Dios fue a felicitar a don Pedro, pues para su mente humilde no era posible que esa noticia tan importante fuese algo de su propiedad exclusiva, e imaginaba que todos lo sabían ya.
En otra ocasión fray Andrés García visitó la casa de una familia santiaguina, cuya madre estaba muy contenta de que su marido, muchos años ausente de los sacramentos de la iglesia, se hubiese confesado sus pecados y reconciliado con el Señor hacía una semana. El caballero, presente en la entrevista, confirmó el aserto de la dueña de casa.
Fray Andrés lo miró fijamente a los ojos y le dijo que no era cierto que se hubiese confesado, que le había mentido a su mujer para que no lo molestara más con la persuasión permanente que la buena señora hacía sobre la conciencia del esposo. Pero que no volvería a mentirle en el futuro y se confesaría de verdad en poco tiempo más.
Efectivamente, el hombre quedó muy impresionado de la lectura de su alma que le hizo el siervo de Dios, y prefirió retornar a la práctica religiosa habitual junto a su mujer y se confesó, comulgó y recobró la paz de su alma.
En aquella época no existían las ecografías para conocer el sexo de las criaturas por nacer en las mujeres embarazadas. Había en la capital una señora que tenía abortos espontáneos y frecuentes, y naturalmente quería tener un hijo que llegara a buen término en un parto feliz, y una vida pos- natal sana. Y estaba, una vez más, encinta. Se cruzó en la plaza con fray Andresito, y aprovechó de preguntarle que sería su niño, si viviría o no, si sería hombre o mujer. El fraile la miró por un instante fijamente, luego le dijo que esta vez el embarazo llegaría a buen término por la misericordia del Señor, y que sería una niña.
Y que le pusiera por nombre Filomena. La señora se alegró mucho de esa noticia, pero alegó que de ninguna manera le pondría Filomena, pues esa santa acostumbraba a llevarse al cielo a las almas de los infantes de ese nombre. El siervo de Dios le dijo entonces que en este caso santa Filomena no haría eso. Que la niña viviría muchos años, pero que debía ponerle Filomena, por ser su patrona personal.
La señora, humildemente, acató las palabras de fray Andresito. Tuvo una niña con un parto sin complicaciones, le puso por nombre Filomena y efectivamente, vivió hasta muchos años después de la partida del siervo de Dios de este mundo. Como dato adjunto necesario hay que decir que fray Andrés García, el hombre de ojos de rayos X o de los ojos de Scanner, era un ardiente devoto de santa Filomena, al punto que los demás frailes le decían Andrés Filomeno García, y en algunos documentos de la época aparece con ese nombre.
El Venerable Hermano Andrés García Acosta hizo el bien a ricos y a pobres, irradió la paz del Señor, dio ejemplo permanente de austeridad y de caridad, curó cuerpos y almas atormentadas, sanó tumores uterinos, inflamaciones del nervio ciático, deformaciones óseas, enseñó a orar a las nuevas generaciones de muchachos que se acercaron a él, acarició y bendijo con energías misteriosas a niños de futuro glorioso, profetizó destinos y misiones de hombres notables para el alma de Chile, como don Abdón Cifuentes Espinoza, don Ramón Ángel Jara Ruz y don Crescente Errázuriz Valdivieso, inteligentes y eminentes hombres de la Iglesia Católica Chilena, cuya influencia espiritual aún subsiste, en libros, oraciones, discursos, y en la fundación de la Universidad Católica de Chile.
He aquí una parte importante de la trama de hilos del Tejido de la Providencia Divina para nuestro país. Líneas de Báraka* o de Influencia Espiritual como dirían los Sufíes.(Báraka es una palabra árabe y hebrea que significa Bendición y relámpago de luz divina, vocablo muy frecuente en el Korán y en la Biblia.) Pero ahora corresponde narrar y analizar los conocimientos sobrenaturales e intuiciones proféticas del siervo de Dios en cuanto a su contacto con la muerte, y la severidad de los juicios de Dios. Una de las cosas más difíciles de entender al hombre contemporáneo es el tema del Temor de Dios como séptimo don del Espíritu Santo, o del Temor de Dios como el comienzo de la sabiduría, y la cuestión de los castigos del Señor.
Los tres temas son reiterativos en las Sagradas Escrituras Judeo-Cristianas, en el Korán, en el Bhagavad Gita y en la Mitología de los Pueblos Antiguos. Existe una tradición unánime en la historia de todos los pueblos de la tierra, basada la experiencia religiosa vital y constante, que dice que Dios o los Dioses castigan a los desobedientes o a los pecadores. Pero la humanidad actual, desgajada de sus raíces espirituales y de la experiencia religiosa de sus antepasados se atreve a decir que Dios o los Dioses no castigan.
A este autor le sorprende y le abisma tanta ignorancia e incultura en los que hoy se dicen creyentes, al afirmar neciamente que no existen los castigos divinos. O que un Dios de Amor no castiga, o que la paciencia de Dios es infinita o que El Señor lo perdona todo. Todas esas opiniones son pura y crasa ignorancia, y contienen grave daño moral para quienes escuchan y toman esas opiniones como doctrinas de Dios.
El origen de esas opiniones es netamente humano, no de un conocimiento superior o de una autoridad divina, aunque vengan de un sacerdote.
La Biblia dice, desde el Génesis al Apocalipsis, que Dios castiga a los pecadores, aquí y en el Más Allá. Quien opine lo contrario es que no ha leído la Biblia, o solo ha leído lo que le conviene y nada más, como hacen los herejes, o simplemente no la ha leído, prefiriendo al humanismo naturalista ignorante como su maestro o su gurú personal. O si la ha leído, ha filtrado o interpretado su mensaje de un modo sesgado o parcial, desechando enseñanzas vitales para su propia salvación, como es el caso de la doctrina del Temor de Dios.
El cristiano semiculto de hoy ha llegado a la aberración máxima que es desnaturalizar o cambiar el concepto de Dios que tenían nuestros antepasados. Se insiste mucho en la idea de que Dios es un Padre Amante y protector de sus criaturas, pero se olvida que Dios también es el Juez de los Vivos y de los Muertos, y que el rol de un juez puede ser perdonar, pero también puede sentenciar o castigar o dar una pena temporal o eterna, a los que desobedecen sus mandatos o a los que rechazan sus llamados.
El amor de Dios es disciplinante y exigente con sus criaturas racionales. Es necedad afirmar lo contrario, es estar ciego ante la realidad de la vida profunda en que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, según el decir de San Pablo. O es negar la justicia divina inmanente de la existencia.
Incluso el Papa Juan Pablo II, en su libro Cruzando el Umbral de la Esperanza, dice que la Iglesia pos-conciliar se ha equivocado en su camino o en su conducta pastoral, al eliminar de su prédica el juicio de Dios y el castigo del pecador en el infierno. Desde luego no han sido eliminados completamente esos temas, pero su énfasis se ha debilitado de tal manera que la Iglesia de fines del siglo XX ha desfigurado a Dios y ha puesto en un severo peligro moral al pueblo creyente, que ya no cree que hay infierno ni un Dios-Juez, y por eso peca sin cargo de conciencia y sin temor.
Se tiende fuertemente a olvidar que Dios jamás separa Misericordia y Justicia, pues esos dos son atributos permanentes de su ser. Y con eso se han apartado de la Biblia y de la Tradición Apostólica, que son las dos fuentes de La Palabra de Dios o de la Verdad revelada para la salvación de los hombres.
Han querido hacer más atractivo a Dios y a las doctrinas reveladas, presuponiendo que las generaciones anteriores habían entendido mal el mensaje de salvación, y han intentado inicuamente de corregir a los sabios doctores de la misma iglesia. Eso es el colmo del orgullo intelectual del cristiano actual. Menos mal que el famoso y monumental Catecismo de la Iglesia Católica de publicado por orden de Juan Pablo II en 1992, insiste en la doctrina del Temor de Dios y en el riesgo de condenación o de muerte del alma para los que persisten en pecar. Pero pareciera que esa doctrina la tienen clara la gente del Vaticano, pero así no los agentes pastorales de la periferia de la iglesia, salvo honrosas excepciones.
Fray Andresito conocía mística o interiormente los designios de vida y de muerte de las personas que se cruzaban con él, e incluso sabía quién debía morir a corto plazo y a distancia, antes de conocer a dicha persona. Tal es el caso de don Félix de Gacitúa, un amigo personal del Intendente de Colchagua, don Juan Nepomuceno Parga, durante el gobierno del General Manuel Bulnes. El señor Gacitúa estaba enfermo y planeaba ir a Europa para atenderse por mejores especialistas, siguiendo el consejo de médicos chilenos que no podían dar con la cura de su mal.
Conociendo la fama de Fray Andrés García como profeta del Señor, envió con su amigo el intendente Parga, doce monedas de oro como ofrenda para el culto de Santa Filomena y una consulta acerca de su salud. Quería saber si le convenía ir a Europa para mejorarse o no. Don Juan Nepomuceno Parga pudo hablar con fray Andrés durante una visita que el fraile hizo a la casa de don Manuel Antonio Tocornal, famoso abogado ya mencionado en estas páginas.
Al escuchar la pregunta de don Félix de Gacitúa y al ver la ofrenda que se le quería entregar el siervo de Dios se negó a recibirla, diciendo que no podía recibirla en justicia. Y que si el caballero quería ir a Europa podría hacerlo pero que no alcanzaría el objeto que esperaba con el viaje. Sorprendidos quedaron los dos hombres con la rara respuesta del siervo de Dios, la cual fue trasmitida a don Félix de Gacitúa con toda fidelidad.
Un mes después, justo el día de santa Filomena, don Juan Nepomuceno Parga y el señor Félix de Gacitúa visitaron el convento de fray Andresito, y el mismo salió a recibirlos con mucha amabilidad. El siervo de Dios hizo pasar a ambos al templo, pero llevó a don Félix hacia la escalinata del altar para hablar un poco en privado con el enfermo. Pero el señor intendente se quedó cerca, y casualmente pudo oír lo que conversaron los dos de rodillas frente al Señor. Fray Andrés escuchó algunas explicaciones acerca de cómo el señor Gacitúa había desistido de su viaje a Europa, siguiendo la sugerencia de nuestro profeta.
Repentinamente, con el rostro sonriente, fray Andrés le preguntó a don Félix si quería irse al cielo justo hoy, en el día de la festividad de la santa. El caballero respondió que con gusto se iría, pues gracias a Dios estaba en buena relación con El.
De inmediato el Hermano Andrés tomó su cordón franciscano y lo puso sobre los hombros de don Félix, como queriendo envolverlo con él, sin dejar de sonreir. Unos segundos después don Félix de Gacitúa se desplomaba suavemente al suelo, muerto. Don Juan quiso ir a ayudarlo, pero fray Andrés informó al amigo que don Félix estaba muerto, y que iba a buscar una mortaja. Momentos más tarde el Intendente salía a conseguir un médico para certificar la muerte de su amigo y conseguir un ataúd.
Ya tarde, ese día, llegó a casa de don Manuel Tocornal, para narrarle lo sucedido, y de maravillarse acerca de cómo el Hermano Andrés podía leer el Libro de los Designios de la Mente Universal, o de Dios, con tanta claridad.
En otra ocasión, un grupo de muchachos decidieron hacer una broma al Siervo de Dios, en razón de su fama de milagroso, en el popular sector de la Chimba, por donde el fraile debía pasar todos los días a buscar las limosnas para los pobres y para su convento. El líder de la pequeña banda le dijo a uno de ellos, llamado Polín, que tenía fama de actor o de imitador, que se hiciera el muerto, simulando un accidente de caída de un muro.
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