- Celebraciòn de muertos en nuestro pais antes de la llegada de los españoles. (México prehispánico).
- Celebraciòn de muertos despues de la conquista (México colonial)
- Celebraciòn de muertos en el México actual (elementos característicos)
- Celebraciòn de muertos en la ciudad de Santiago de Querètaro
- Ofrendas
CELEBRACIÒN DE MUERTOS EN NUESTRO PAIS ANTES DE LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES. (MEXICO PREHISPANICO).
No se sabe exactamente su orígen, pero el día de muertos encuentra en los pueblos de México, como una expresión de verdadero fervor por lo mágico, lo histórico y lo maravilloso
La muerte desde la aparición del hombre sobre la tierra ha generado un culto muy particular. Las culturas prehispánicas concibieron la muerte como una dualidad con la vida. Las Aztecas tenían dos fechas especiales para recordar a sus muertos: En el mes de agosto dedicado a MICCAILHUITONITLI o "muertecitos" y en noviembre la fiesta de los muertos grandes.
"El señor de los muertos": El origen de las ofrendas esta en el culto que las razas autóctonas rendían a sus muertos, que en el temple ofrecían mazorcas, flores y encendían copal para aromatizar el ambiente y así agradar a los Dioses con quienes residía el espíritu de los difuntos.
Dentro del calendario prehispánico de los grupos Nahuas del altiplano central, había por lo menos seis fiestas dedicadas a los muertos. Entre ellas dos eran las principales del 12 al 31 de julio en que se recordaba a los muertos chicos y los veinte días siguientes se celebraba la fiesta de los muertos grandes, que se caracterizaba la magnificencia de las ofrendas.
En nuestro país desde tiempo de la cultura preclásica, (2,000 años A.C.), igual que los teotihuacanos, toltecas, aztecas, huaxtecos, totonacas, otomies, puréchas, mixtecos, zapotecos, mayas, etc., practicaron el culto a la muerte y sus ritos eran similares.
Concibieron la muerte baja una dualidad con la vida y esto lo podemos apreciar en diversas esculturas que existen en la actualidad, como cráneos con la mitad descarnada encontrados en la ciudad de México y en Oaxaca. En figuras pares una encarnada y otra esquelética encontradas en la Huasteca. Representaciones con la muerte sola y de las deidades de la misma en todas las zonas arqueológicas.
La existencia en el mas allá decían, era de acuerdo con la forma de su fallecimiento, no ala conducta observada en vida, por lo tanto no se temía a castigos posteriores a la muerte. Después del deceso, generalmente los ancianos vestían al muerto con papeles de amate o maguey. Le derramaban agua en la cabeza diciéndole, esto es lo que gozaste en la vida. Si su muerte estaba relacionada de alguna forma con el agua lo vestían como Tlaloc, Dios de la lluvia. Se les colocaba un jarro con agua para vencer los obstáculos harta llegar a su destino. Si habían sido importantes le colocaban en la boca una piedra verde llamada Chalchihuitl y si había sido común y corriente, le colocaban una piedra de menos valor. Generalmente incineraban el cadáver, el fuego de la cremación se atizaba al mismo tiempo que se entonaban canciones lúgubres, reducido el cuerpo a cenizas se depositaba en una olla de barro y la enterraban. También quemaban sus pertenencias e instrumentos de trabajo. El entierro se hacía en la casa, en algún templo o en los montes .Se colocaban ofrendas de comida, bebidas, y flores en ese lugar.
Las almas para llegar a su destino final tenían que pasar por diversos sitios que presentaban otras tantas dificultades, para vencerlas, les colocaban a los cadáveres diversos papeles, que les permitían vencer los obstáculos. Esos lugares de paso al mas allá eran: dos sierras que casi se juntan, una serpiente, una lagartija verde (algunos dicen que era un cocodrilo), ocho desiertas, ocho cerros, una zona de vientos helados que cortaban como navajas (por eso les quemaban sus ropas) y por último cruzaban el río Chignahuapan con la ayuda del perro.
Los sacerdotes españoles para Lograr la conversión de los pueblos prehispánicos compararon el Mictlan con el infierno.
El Tlalocan, paraíso de Tláloc, donde reinaba el verano eterno, dónde iban las almas de quienes su muerte de alguna forma se asociaba con el agua, como pulmonía, resfrios, ahogados, hidrópicos, par rayo o por cualquier otro mal hídrico. Ahí disfrutaban eternamente nadando y consumiendo comidas exquisitas.
Otro lugar para estancia de las ánimas se decía el Chichihualco (en la casa de la leche), Allí residían las almas de los niños pequeños. Se alimentaban del Chichiuahuitl o árbol de la leche. Creían que los niños si reencarnaban.
Los antiguos mexicanos dedicaban a sus muertos el noveno y décimo mes del año calendárioco, El noveno mes comenzaba al 5 de agosto y se llamaba Tlaxcochimaco, que significa tierra florida. Ese día daba comienzo la fiesta de las muertitos que se refería a los niños, duraba todos los veinte días del mes, se ofrendaban legumbres. En el décimo mes o Xoco Hhuetzo, que significaba fruta madura, del 25 de agosto al 14 de septiembre, se hacía la fiesta de los muertos adultos, Se lloraba y se hacían ofrendas de comida.
Otro concepto profundamente dialéctico de que la vida trae implícita la muerte, y la muerte trae implícita la vida, Por ejemplo, el maíz que al secarse la milpa conserva la mazorca: muere el tallo pero queda la semilla. Este mismo concepto se aplicaba a las seres humanos: mueren pero su estirpe continúa.
En la época prehispánica los muertos se esfumaban en el reino de Mictlantechutli. Solamente los guerreros muertos en combate y las mujeres en el parto adquirían la calidad de estrellas para acompañar a Quetzalcoatl a sus recorridos celestes. Las muertos relacionados con fenómenos provocados por el agua, ahogados, etc., iban al domicilio de Tláloc, a una especie de paraíso.
DESPUES DE LA CONQUISTA
(México Colonial)
Los evangelizadores cristianos para lograr sus objetivos se vieron en la necesidad de adoptar algunas tradiciones indígenas, mezcladas con sus enseñanzas y así darle una forma nueva y por supuesto, rica en tradición, asignaron una fecha fija dentro del calendario cristiano, primero y dos de noviembre.
Después de la conquista española se estableció en México el día de Todos Santos y de los Fieles Difuntos, que se solemnizaban desde los 827-844 por disposición del Papa Gregorio IV.
Al ocurrir la conquista el país, la religión católica cambió totalmente el concepto sobre la muerte. Se le empezó a ver como algo temible pensando en las penas del Purgatorio y del Infierno, con la esperanza para muchos de la felicidad y del descanso eternos. Se le dio la imagen a la muerte de un esqueleto con guadaña. Se le empezó a rendir culto a las ánimas del purgatorio, Fue en el siglo XVII cuando se trató de quitarle lo terrorífico para darle un aspecto de amabilidad, viéndolas sin miedo y con fe.
La muerte se ve en juguetes, cada año la vemos en diversos mercados del país.
Antiguamente se confeccionaban unos "entierritos" con figuras humanas cuyas cabezas eran de garbanzos y el traje de papal negro, simulando al difunto y a los padres trinitarios, que eran quienes se encargaban de llevar los cadáveres de la gente humilde al camposanto. También se hacían tumbitas de tejamanil negras con adornos blancos y con candelabros de carrizo y una figura de berro representando al difunto.
Esto demuestra que para los mexicanos desde pequeños, la parca, la calaca, la huesuda, la dientona, la flaca, etc., les resulta muy familiar.
Desde el siglo XVI se han redactado numerosas oraciones y plegarias, unas imponentes y otras con esperanza, dedicadas a la muerte.
En canciones y corridos también se han ocupado de la muerte, algunas obras trágicas y espeluznantes. También figura en obras teatrales, como la muy conocida que lleva el nombre de "Don Juan Tenorio", del español José Zorrilla.
Diversas lápidas especialmente de los cementerios antiguos como el Tepeyac, y el San Fernando en México son verdaderos muestrarios de poesía mortuoria.
Es típico en los días de muertos instalar ofrendas, que no solo tienen origen en nuestro país, sino en otros pueblos del mundo.
Las ofrendas son verdaderas obras de arte y tienen sus características propias de cada lugar.
Otras costumbres relacionadas con los difuntos consiste en hacer una cruz de cal o de algún otro polvo en el lugar donde se veló el cadáver, y levantarla a los nueve días. Mandar decir misas por las almas y cuando cumplen el primer año de fallecidos, velar y hacer otra cruz como cuando murió.
EL MÉXICO ACTUAL
(ELEMENTOS CARACTERÍSTICOS)
Cada una de las poblaciones del México actual cuenta con tradiciones y forma de expresar su concepción del culto a la muerte, estas actividades varían de acuerdo con la región, las costumbres de la localidad, el nivel socioeconómico de la familia y en general de la cultura; sin embargo, presenta rasgos y elementos mezclados y derivados del ritual prehispánico y la religión cristiana traída a la nueva España por los misioneros de la época de la Colonia.
La fiesta de muertos tiene significados diferentes para las habitantes de las grandes ciudades, como para los pobladores de las comunidades rurales.
Pero para unas y otras no se ha perdido la costumbre pero si el significado.
Una actitud específicamente mexicana ante la vida se manifiesta el día 2 de noviembre, Día de Muertos, cuyo único punto de contacto con la fiesta de los fieles difuntos, tal como se celebra en Europa, es el hecho de tratarse, aquí y allá, de un día consagrado a la memoria de los muertos queridos. Es extraña y muy arraigada entre las comunidades indígenas la idea de que en el mas allá se otorga al difunto licencia para visitar a sus parientes que aún viven en el mundo terrenal; se trata pues, de un huésped ilustre al que hay que agasajar, festejar y brindar toda clase de atenciones.
Entre los mexicanos la muerte tiene un sentido singular: A veces aparece como una arraigada tradición que hinca sus profundas tradiciones en el pasado indígena; en otras ocasiones, parece un escenario donde se mueven y deslizan figuras del recuerdo, objetivos de ofrendas de la mas diversa índole: Dulces, pan, flores, alimentos y costumbristas. La tradición, de alguna manera es permanente, pero aparece con mayor vigor, como un sentimiento espontáneo, los días 1 y 2 de noviembre cada año.
Los campos donde están los restos de los difuntos, se iluminan con la presencia de inumerables personas que llevan entre sus manos las multicolores ofrendas. El tránsito se convierte en coro de murmullos, bajo la bóveda celeste; la ofrenda no puede faltar, ésta varía según el Estado de la República pero los platillos mas comunes y que difícilmente faltan son: El mole, chocolate, tamales, calabazas en tacha, pan de muerto y calaveras de dulce de diferentes tamaños que generalmente llevan el nombre del difunto y de sus familiares, vivos o también difuntos, los bizcochos en forma de rosca, coloreados por grageas en rosa mexicano y otros colores.
Se escoge un lugar de la casa donde se improvisa un altar con imágenes religiosas, se cubren los espejos, se coloca la fotografía del difunto, todo sobre un mantel blanco al cual se le deshoja cempasúchil, colocando después los alimentos así como los cirios o las lámparas de aceite que arderán toda la noche. El incensario de barro ocupa un lugar importante ya que ahí se quema: el incienso, mirra y estoraque con el fin de limpiarles el ambiente y el camino a las almas de los fieles difuntos. De los alimentos los difuntos solo tomarán la esencia; creencia que vale la pena recordar que también fue practicada por los egipcios.
Para la gran mayoría del pueblo mexicano la celebración pagano-religiosa que con motivo del día consagrado por el rito católico a los fieles difuntos, se desenvuelve en medio de una extraña y desconcertante mezcla de ofrendas, ritos, liturgias, y celebraciones diversas en todos los pueblos, rancherías, y ciudades de nuestro país. Tiene tal colorido, tal riqueza folklórica y costumbrista, que puede afirmarse no exista otro pueblo en donde el culto a los muertos sobreviva con tanto arraigo y con manifestaciones tan definidas como en México. A propios y extraños asombra la dedicación tanto física como económica con la que los mexicanos honramos a nuestros muertos. La gran cantidad de dinero que se invierte y la prolífica imaginación con que las artesanías y los platillos convierten el festejo; causa dolor y pesadumbre en criterios rígidos que no logran comprender el alma de nuestro pueblo.
Todavía en varias poblaciones de México y en el mismo Distrito Federal la ofrenda del día 1 por los "Angelitos", se prepara chocolate, atole, dulces y algunos otros platillos típicos para los niños; en algunas regiones se agregan juguetes de barro o madera y las velas, tantas cuantas son los infantes muertos que la familia recuerda. El 2 de noviembre, las velas y los platillos aumentan de número y de variedad: arroz con leche, arroz con mole, mole negro, tamales, camote, pan dulce, gelatinas, carnes en diferentes guisos, aguas frescas, cerveza, vinos, pulque, frutas de toda clase sin faltar tejocotes, cañas, jícamas, cigarros, etc.
En México se han elaborado hasta la actualidad infinidad de dulces en formas de calaveras hechas de azúcar o chocolate, huesos de leche, pepitas o almendra. Se hacían dulces de alfeñique, se cocinaba y hasta la fecha se acostumbra la calabaza en dulce.
Las ofrendas son verdaderas obras de arte y tienen sus características propias de cada lugar. Se decoran con papel calado siendo la flor típica el cempasúchil. También se decoran con frutas que forman parte de la comida que se ofrece a los muertos. Además se colocan sombreros, rebozos y otros objetos que usaron los difuntos, lo mismo que herramientas y demás utensilios de trabajo.
CIUDAD DE SANTIAGO DE QUERÈTARO
Por lo que respecto a los festejos del día de muertos señala que las particularidades que se dan en Querétaro se manifiestan mayormente en las alabanzas y los rezos que se acompañan a las ofrendas a las ánimas, a los parientes que han pasado a mejor vida.
En Querétaro al igual que en el resto del país. Los días 1 y 2 de noviembre son motivos para celebrar una costumbre y un rito prehispánico que ha perdurado a lo largo de varios siglos y que hasta nuestros tiempos se ha denominado "Día de Muertos".
Si a todas estas manifestaciones culturales y prácticas sociales se les quitara la esencia y el toque prehispánico, se perdería todo y la filosofía que guardaban nuestros antepasados con la muerte, perdería su significado y su identidad.
Los aspectos que mas coinciden en las celebraciones del Día de Muertos, desde el punto de vista social, cultural y antropológico subrayando en primer término la identidad de un pueblo a través de este tipo de manifestaciones, las cuales se pueden afirmar que son únicas en el mundo y hacen que el individuo se sienta perteneciente a un grupo social.
La importancia de las festividades y la necesidad de todo grupo social tiene de mantener la identidad, la cual, está constituida por una serie de códigos además de ser una necesidad de todos los grupos por distinguirse de las demás sociedades y sentirse diferentes.
A pesar de la Conquista y de la Colonia nuestros ancestros continuaron desarrollando una serie de símbolos y de prácticas, muchas de ellas atacadas y reprimidas por el poder de los extraños; sin embargo se mantuvieron latentes desafiando a la propia inquisición, aunque los símbolos variaron un poco.
En la actualidad el culto a los muertos se manifiesta subjetiva y cotidianamente a través de múltiples formas para recordar a los muertos y seres queridos en su fallecimiento, tanto de manera personal como con actos religiosos personales. Por otra parte, en los días dedicados específicamente al culto de los difuntos, los dolientes le rinden un servicio, expresando sentimientos de veneración, cariño y gratitud, cumpliendo con normas sociales establecidas con anterioridad.
Superar el temor o disgusto de los muertos si no se les recuerda y comparte con ellos algo de los goces o frutos obtenidos durante el año, por ello la comida y la ofrenda en la tumba o en el altar, es un desprendimiento significativo de ciertos bienes materiales como pueden ser lo mejor de la cosecha, las flores de temporada, los gustos del difunto o alguna prenda querida.
Otro aspecto que se reseña, es el relativo a la trasladación de los símbolos de poblaciones como San Ildefonso y Santiago Mexquititlán a la ciudad de Querétaro, a fin de que se conozcan los elementos de identidad los cuales también forman la queretanidad por lo que el primero y dos de noviembre se exhiben en el Jardín Zenea los altares y ofrendas que se utilizan en Amealco y Tolimán, aún cuando los significados de los símbolos no sean los mismos pues se trata de que las zonas urbanas asimilen esta parte de nuestro patrimonio cultural.
Otra de las formas tradicionales de celebrar en la Ciudad de Santiago de Querétaro, es con la ya tradicional feria de "Todos Santos", donde se venden todos los juguetes de madera, cartón, los entierritos y muertos hechos de papel maché, los tradicionales dulces de azúcar entre los que encontramos las calaveras, los huesitos, los platillos como enchiladas, mole, pan, etc., todos estos hechos de azúcar, pero como en toda feria en la actualidad también se han adoptado el poner juegos mecánicos en esa feria tradicional. También podemos observar en las casas los tradicionales oltares dedicados a sus muertos, en las casas culturales, en algunas escuelas se organizan concursos para ver quien pone el mejor altar montando diferentes altares de tradición en las diferentes zonas de la República Mexicana.
Durante la era prehispánica, pasando por la época colonial y hasta nuestros días, los alimentos han jugado un papel muy importante en las ofrendas de los muertos. Se podría decir que los alimentos son indispensables en el altar de las ofrendas; estos suelen ser muy variados y que en nuestros días varían según los gustos y las regiones de la república, en donde la tradición culinaria de la región cuenta mucho. Así mismo su variedad radica en las costumbres de quién las coloca.
No importa si es grande o chica, pobre o rica, ya que la ofrenda de muertos se prepara y se exhibe para agradar a los difuntos que puntuales llegan a visitarnos cada año. En ella, que no es sino un altar, se disponen artísticamente las flores, las velas y veladoras las fotografías, el papel crepé, las vasijas, los platones, las botellas y sobre todo los alimentos que habrá de consumir el goloso espíritu visitante. Así, lo más común es que en altares domésticos se coloquen esquisitos panes, tamales de todos sabores y colores, atoles espesos y humeantes guisos de diferentes clases, desde los exquisitos moles hasta los nopalitos preparados de diversas maneras, dulces sabrosos de calabaza y tejocote.
Generalmente el altar se divide en dos niveles marcados por una mesa y el suelo, que según la tradición popular representan el cielo y la tierra respectivamente. Es por ello que en la mesa se localizan las imágenes de los muertos en culto, y los símbolos de fe, así como los elementos agua y fuego representados por líquidos como el atole, pulque, agua u otras bebidas, y por velas, ceras y veladoras. Sobre el suelo se colocan los elementos que simbolizan el aire y la tierra: incienso y mirra, Sahumerios, semillas y frutas.
El día 31 de octubre al medio día, se colocan sobre una mesa aquellos objetos destinados al culto de los niños difuntos: flores blancas, vasos con agua y un plato con sal. Cada vela que se enciende representa a un niño muerto. Se enciende además el sahumerio con copal e incienso.
Por la tarde se ofrece una merienda a los niños, donde se incluye como pan, atole, chocolate, tamales de dulce y frutas. Nuevamente se enciende el sahumerio.
Al día siguiente, el 1° de noviembre, por la mañana, se sirve el desayuno de los niños, antes de que sus almas regresen al lugar que pertenecen. Entre los alimentos que se colocan están el pan, atole, chocolate, tamales y frutas. Al medio día la mesa se adorna con flores amarillas con las que se indica la llegada de los difuntos adultos; se colocan candelabros negros con velas grandes, agua y sal; más tarde se ofrendan frutas, pan, conservas y tamales.
El 2 de noviembre al medio día las almas de los difuntos adultos son despedidos con una comida en donde se pueden encontrar una gran variedad de guisos mexicanos, entre los que destacan el arroz, mexicano en su preparación, cocinado de diferentes maneras; mole con pollo o guajolote, pozole, frijoles de olla, tortillas, frutas como jícamas, tejocotes, cacahuates, dulces entre los que aparecen las tradicionales calaveritas de azúcar o chocolate, cocadas, calabazates, limones rellenos, camotes, amaranto, jamoncillos (dulce de leche), calabaza en tacha, peras e higos cristalizados, tamarindo, arroz de leche y conservas de tejocote, guayaba o durazno. Igualmente hay aperitivos como cerveza, el tradicional pulque, tequila o la bebida favorita de aquellos seres queridos. No podían faltar los cigarillos para quienes acostumbraban fumar.
Como ya se mencionó con anterioridad, los alimentos suelen ser muy variados de ofrenda a ofrenda; sin embargo las ofrendas que actualmente se colocan no son totalmente diferentes a las prehispánicas; en realidad sólo se transformó sustituyendo sus componentes originales. De acuerdo a la tradición debe componerse de nueve elementos esenciales los cuales nunca deben o pueden faltar.
El AGUA. Considerada como fuente de vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de un largo camino y como fortalecimiento para su regreso al más allá.
LA SAL. Elemento de purificación, sirve también para que el cuerpo no se corrompa.
INVITACION AL BANQUETE. Elemento de sabiduría.
EL CIRIO. La flama que produce significa luz, fe y esperanza. Llamarada de triunfo, porque el alma pasa de esta vida a la otra, ala inmortalidad, a lo desconocido.
COPAL o INCIENSO. Ofrenda a los dioses. Elemento que sublima y transmite a la oración o alabanza, uniendo al que ofrece y a quién recibe. Perfume de reverencia soberana, para alejar a los malos espíritus.
LAS FLORES. Las blancas (alhelí y nube) significan pureza y ternura. Las amarillas, cempoaljochitl, significan riqueza, flor de oro. Se cree que antiguamente era usada como medicamento, para curar, conservar la vida y alejar la muerte.
EL PETATE. Es un objeto de ofrenda para el descanso, para merecer el banquete.
JUGUETES. Perro izcuintle para las ánimas infantiles son elemento de juego. Por otro lado, el perro izcuintle ayudaba a las ánimas a cruzar el caudaloso río Chiconahuapan, último para llegar al Mictlán (lugar de los muertos).
EL PAN. Es lo que se invita al recién llegado, alimento que se comparte fraternalmente.
EL GOLLETE y LAS CAÑAS. Este pan en forma de rueda se coloca en ofrenda, sostenido por un trozo de caña. Se podrán relacionarse estos elementos en el zompantli; los golletes podrían significar los cráneos de los sacrificados y las cañas las varas conque se ensartaban.
Existen algunos otros alimentos que al paso del tiempo, al igual que los antes mencionados se han convertido en parte medular de las ofrendas de muertos como lo son:
EL PAN. Es precisamente uno de los alimentos más importantes en la ofrenda. Aunque no es de origen mexicano puesto que el cultivo del trigo y el establecimiento de las panaderías en América tienen su origen durante la Colonia, lo cierto es que en México al pan se le dio una característica propiamente nacional. Una decoración que se puede apreciar durante los primeros días de noviembre, es un pan con una muy especial peculiaridad, y que consiste en adornar su superficie con pequeñas tiras de la misma pasta, las cuales guardan gran semejanza con los huesos que comúnmente son llamados "Canillas", y sobre estos se colocan una gran "Lágrima", que simboliza el cráneo humano.
Es importante señalar que durante la época prehipánica, las "Canillas" cruzadas con el cráneo encima, se referían a la forma en que se expresaban o representaban la muerte o al "Dios de la Muerte" llamado Mictlantecuhtli. Durante la Colonia, una vez que se instituyó la celebración de "Todos los Santos", y el día de "Los Fieles Difuntos", tradiciones provenientes de Europa, algunos elementos del culto a la muerte en ambas culturas se unieron, y originaron una tradición única.
En algunas ocasiones la tradicional "Torta de Muertos" es sustituida por rosquillas o esos panes que tienen forma de cuerpo humano: tanto estos panes, como las rosquillas se decoran con azúcar teñida de color rojo, que simboliza la sangre, y al mismo tiempo nos recuerda la forma en que las ofrendas precolombinas se espolvoreaban con "Cinabrio", un polvo rojo que tenía la función de representar la sangre, de la cual se intentaba proveer al alma del muerto para que pudiera tener otra vida, ya que se tenía la idea de que el cuerpo moría, pero que el alma continuaba existiendo en otro lugar.
LA CALABAZA. Tanto en la cocina indígena prehispánica como en la mexicana actual, ocupa un lugar de privilegio. Junto con el maíz, frijol y chile y ha formado parte de la tetralogía alimenticia del país. De este alimento se aprovecha todo: tallos, guías, flores, frutos y semillas; su uso es muy extenso, y con ella se elaboran muchos de los platillos típicos mexicanos.
En el altar de muertos, la calabaza aparece además a manera de dulce en otras formas: cocida con azúcar, canela, tejocotes, trozos de caña de azúcar, o con otros ingredientes según el gusto de la cocinera. El dulce cristalizado se le llama "Calabazate". De la calabaza se prepara la muy tradicional calabaza en "Tacha", que como se mencionó se prepara durante los días dedicados a los muertos.
La preparación de la calabaza en "Tacha", consiste en introducir dicho fruto en un cesto de palma que se confita en las calderas donde se fabrica el azúcar. Esta es la forma tradicional, pues en las antiguas máquinas de los ingenios se hacía la concentración del "Guarano" o jugo de caña en dos calderas cónicas, colocadas sobre un solo horno (mancuerna); una de las calderas era la "Malera", y la otra la "Tacha". En la actualidad se prepara cocida en miel de piloncillo o panela, antiguamente llamada también "Tacha".
EL MOLE. Su origen se remota a la época prehispánica. Figuraba como uno de los platillos más importantes destinados al consumo de aquellos seres más importantes de la sociedad como gobernantes, sacerdotes y guerreros.
La palabra MOLE, se deriva del náhuatl MOLLI, utilizada para referirse a cualquier salsa con chile.
Con el tiempo el platillo original fue enriquecido con especies, ingredientes traídos de Europa. Actualmente este guiso se elabora con más de 40 ingredientes; hay de todos colores y sabores: mole rojo, mole negro (este es típico de Oaxaca), mole verde, mole amarillo, mole de olla, pipián, manchamanteles. La elaboración del mole variará según la región y según la cocinera. Una especie de mole que se usa mucho en el centro de la república lleva el nombre de "Asado" o "Asado de Boda" casi siempre acompañado con carne de puerco.
Es tradicional que en las ofrendas de los muertos, el mole aparezca servido con arroz y pollo o guajolote.
TAMALES. Al igual que el mole, fue uno más de esos platillos originarios de México antiguo. La palabra proviene del náhuatl TAMALLI con la que se designaba al "Pan" elaborado con maíz. Existen muchas maneras de hacerlos: con anís, rellenos de arroz con leche, mole, chile verde, rajas, con carnes de aves, pescado o puerco, y en algunos lugares se hacen con capulines. En Xochimilco a un tamal pequeño lo rellenan con frijoles y se sirve para acompañar al mole. Cada uno de los estados de la república tiene su propia receta para elaborar los tamales. En Zacatecas, los tamales son de chile rojo, rellenos con carne de puerco; son delgados y cubiertos con hojas de maíz en varias capas. Un tamal muy famoso por las costas del golfo es el zacahuil. En realidad sería difícil enumerar las tantas formas de elaborar tamales.
EL CHOCOLATE. Bebida originaria de México, no puede faltar en los altares de los muertos como ofrenda a niños o adultos. La palabra se deriva del náhuatl XOCOLATL, formada por los vocablos ATL (agua) y COCOTL (CHOCO), que se refiere al ruido que las semillas de cacao hacen cuando el agua comienza a hervir y en la merienda en que se remueve.
Antes de la llegada de los españoles, el cacao se utilizaba para elaborar una bebida con agua que tenía un sabor agrio. Se empleaba además como moneda para llevar acabo el intercambio (trueque) comercial y para el pago del tributo, por lo que se le tenía en gran estima. Se dice que Moctezuma se tomaba entre el día 40 tazas de esta bebida como afrodisiaco. Durante la Colonia, el cacao se comenzó a preparar con leche y endulzarse con azúcar. Con ello paso a convertirse en una de las bebidas más solicitadas no sólo en la Nueva España, sino incluso en Europa, ya que era considerada "Bebida de Reyes".
Estos son sólo algunos alimentos de origen mexicano que aparecen en las tradicionales ofrendas de muertos, pero además hoy en día son de los que cuentan con mayor demanda popular.
CERÁMICA Y VIDRIO. La cerámica y el vidrio no podían faltar en las ofrendas del día de muertos. A lo largo de la historia su presencia se ha encontrado en la importancia con los alimentos; es por ello que el gusto por decorar los altares, es algo que el pueblo vive con gran emoción; muchos objetos han sido creados para utilizarlos únicamente en esta época del año, de tal manera que podemos ver las tradicionales jarras panzonas destinadas al pulque, las ollas para el chocolate, las cazuelas para el mole, los platos para los dulces, los incensarios y candeleros destinados a sostener los cirios, velas o ceras.
El barro ha sido el material que más ha utilizado el hombre para satisfacer sus necesidades casi desde el inicio de los tiempos. Del barro existen una gran variedad de formas y usos en donde además se plasma la expresión cultural de artistas anónimos, los artistas del pueblo.
Muchas ofrendas, en especial las de Dolores Olmedo han sido enriquecidas con cerámica de distintos lugares, como la verde de Michoacán, cuya forma y decoración ha variado poco desde la colonia. Aquí predominan los jarros y ollas de diferentes tamaños con cuerpo globular o de calabaza; cajetes, tinajas, cántaros y gran variedad de objetos.
En fin la creatividad mexicana, el arte y el ingenio no paran ahí, ya que han servido de fuente de inspiración para la composición de canciones, crónicas, y libros.
Existen poemas de autores anónimos, también existen una gran cantidad de refranes pareados, versos al amigo o al compañero de trabajo. Al político, etc., y anónimos populares, como los siguientes:
En este mundo matraca
De morir nadie se escapa.
Muere el buey, muere la vaca,
Y hasta la mujer más guapa tiene que estirar la pata.
Viene la muerte luciendo
mil llamativos colores
ven, dame un beso, pelona
que ando huérfano de amores.
Se va la muerte cantando
por entre la nopalera,
¿En que quedamos, pelona,
me llevas o no me llevas?…
Christian Argandar Monroy.