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El hijo póstumo (página 13)


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Abuelita querida me da mucho gusto volver a saludarte espero, con ansias tu llegada y que acá en Cuenca seas bien recibida y bien homenajeada, porque yo te amo y te quiero mucho abuelita querida, el domingo 6 de octubre, me tirare hacia ti con todas las fuerzas del mundo, junto a un abrazo y un beso.

Disculparame por no contarle mucho en mi carta anterior, aquí finaliza mi carta chao, un beso tu nieto querido Marcelito.

Todas estas tarjetas y comunicaciones de mis hijos y cónyuge, las mantengo en un cofre físico y en mi corazón, con sus rasgos y letras, que con el tiempo se han ido perfeccionando por ser de personas queridas que se han ido desarrollando física, intelectual y espiritualmente.

Universidad Católica de Cuenca

Al decidir mi separación y retiro del Ejército, fue un acto meditado, voluntario, con proyección de mi futuro hacia la vida civil, pues estaba en Quinto año de Derecho, pero ya tenía un título intermedio de Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas; requería después de la decepción de la Academia de Guerra, en donde en primera llamada, en forma inexplicable, teniendo un rendimiento promedio de dieciocho sobre veinte, sobre las materias y exámenes rendidos, por mi amputación de mi brazo izquierdo, se me declaró por escrito "No idóneo", realmente fue como un golpe que me puso en alerta, además que lo hice por mi familia, mi cónyuge e hijos, que requerían raíces y paz, una vida más tranquila, pues la vida militar es ingrata, requiere muchos sacrificios, los hijos y en general la familia, sufre los efectos de los diversos pases, a regiones inimaginables, sin ningún respaldo ni garantía y afectando la pobre economía y sueldo; al salir del Ejército me vi en un ambiente el cual no me afectó, pues siempre me relacioné con las personas, en las que encontré afecto y respeto; pero aparte de esto me quería probar académicamente, dudando de mi capacidad, logrando grandes triunfos académicos, de dirigencia estudiantil y hasta de notas y calificaciones con fracciones para llegar a Cien, así al concluir seis años de estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Cuenca, obtuve dos títulos, Licenciado en Ciencias Sociales y políticas y Doctor en Jurisprudencia y Abogado de los Tribunales de Justicia de la República del Ecuador y por mi promedio de notas de 99,397 sobre 100; además el Consejo Universitario acordó condecorarme con la presea Anillo Universitario y el pergamino, al concluir mi mandato presidencial, el 27 de Enero de 1989; posteriormente obtuve el diploma por el postgrado de la especialidad de Docencia Universitaria; hice el curso de mediadores, siendo adscrito al Centro de Mediación del Colegio de Abogados del Azuay y al Centro de Mediación de la Universidad Católica; obtuve el reconocimiento y el pergamino, de la Unidad Académica de Jurisprudencia Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Católica, por la obra Derecho Civil y Doctrina, Libro primero, Las personas. Desde mi retiro del Ejército, no he dejado de laborar, en la actividad del Derecho y en la Cátedra universitaria, constatando personalmente que soy un hombre útil a la sociedad; méritos, disciplina y habilidades aprendidas en el Ejército que me han servido todo el tiempo; sin embargo en el 2009, abril, el Presidente actual de la República, de la Revolución ciudadana, se ha permitido con decreto, con su Socialismo del Siglo XXI, perjudicar a más de 14.000 miembros de Fuerzas Armadas y Policía, rebajándonos el sueldo ínfimo de la pensión jubilar que percibimos de la Institución, rubro denominado "Descuento del Estado", a los que tenemos otra actividad remunerada, en mi caso de Catedrático en la Universidad Católica; violando los derechos adquiridos en la pensión jubilar y perjudicando nuestro bolsillo, en el cuarenta por ciento de los valores que sobrepasan de los QUINIENTOS TRECE DÓLARES, que según este Dictocrata, cuesta la canasta familiar; perjudicando a quienes hemos seguido trabajando dignamente, después de salir de las Fuerzas Armadas, por la puerta grande, con honores y hasta mutilados; este ciudadano, que no se podrá perennizar con todo su gobierno, y que espero me dé la razón el tiempo, pues desconoce nuestra actividad, en los oficios, arte, ciencia, tecnología, academia y que nos quiere ver en mi caso, sentados en las bancas del parque Calderón, de las plazas públicas tomando el sol y conversando incoherencias; hombre irracional, resentido con sus mismos conciudadanos guayaquileños, sin identidad, pues se ha pasado estudiando fuera del país, desconoce la realidad nacional, las necesidades de los ecuatorianos, admirador de Cuba y Venezuela, que le encanta cantar la canción al Che Guevara; que no es ni la caricatura de grandes talentos y Presidentes que han gobernado el Ecuador, sin las bonanzas petroleras; el tiempo lo dirá, pues únicamente son las Instituciones las que quedan, los hombres pasan; la Historia y la memoria de los perjudicados, del pueblo le pedirán cuentas a este ciudadano.

Como puede ser posible que ostentando un grado de Oficial superior, de Mayor del arma de Transmisiones, gane Setecientos dólares al mes y de este paupérrimo sueldo o pensión jubilar, se me descuente Ciento setenta y cinco dólares, con cincuenta y un centavos mensualmente, y que este rubro al igual que de los de catorce mil hombres, militares retirados, conste en el rol de pagos, "Descuento del Estado", vivir para creer, tamaña injusticia, que va en perjuicio de la familia del militar en servicio pasivo, que entregó treinta años de servicio de su vida y hasta partes de su cuerpo mutilados por el combate o las minas enemigas o en actos del servicio activo; esto es un perjuicio al altar de una iglesia, es una arbitrariedad contra un derecho adquirido, la pensión jubilar, es quitar el pan de la boca a catorce mil familias ecuatorianas, a título del socialismo. Tiempos desastrosos en los que vivimos, luchamos y seguimos trabajando, laborando a brazo partido o con las ideas e inteligencia a disposición de la sociedad, de la juventud estudiosa, tiempos de economía difícil y de gobernantes improvisados por el populismo, gobiernos que no sacian su voracidad, creando más impuestos, tasas y contribuciones.

Ejemplo simple de la voracidad es el Municipio de Cuenca, y de los similares en todo el país, cuando al pagar el impuesto del predio urbano o rural, le adosan y obligan al pobre contribuyente a pagar una sábana de adicionales, así de seguridad ciudadana, del puente, del parque, de la iglesia, que ha quintuplicado el valor correspondiente hace algunos años, más valdría arrendar la casa o el departamento; no se diga de matricular el vehículo de transporte familiar, donde se hace cola para cancelar, un valor en el Banco, otro a la Prefectura, denominada tasa solidaria, otro al SOAT, seguro obligatorio de accidentes de tránsito, a Cuenca aire otro rubro, para finalmente regresar a otra agencia del Municipio a pagar el dos por mil del valor del vehículo, y aquí no termina el vía crucis para el ciudadano, pues hay que hacer una larga columna para que un empleado del Municipio, haga la revisión del carro, para luego ir de ventanilla en ventanilla mínimo por cinco para que le extiendan la matrícula y un documento llamado historial del vehículo; más vale no tener vehículo y tomar el bus o el taxi; estos trámites ante una serie de oficinas diseminadas en la ciudad, con derroche de infraestructura, con cantidad de empleados inútiles, groseros e inexpertos, que determinan la corrupción y burocracia.

De todas formas, ante la dinámica y cambios absurdos, en los que se añora los tiempos pasados como los mejores, hay que seguir laborando y en la profesión libre de Abogado y de Catedrático en la Universidad, que determinan a simple vista, que mientras más años de experiencia se tiene, se llega a dominar las materias de Derecho, la práctica en los juzgados y Tribunales de justicia, es fundamental para resolver los problemas y litigios de los clientes; así como enseñar a los estudiantes, que están deseosos de alcanzar una carrera profesional; enseñar, facilitar una disciplina de Derecho, con solvencia y calidad, sin egoísmo, dando un trato humano a los dicentes.

Ya han pasado veinte años de mediador de los conocimientos, procedimientos y de explotar las actitudes y destrezas, en procura de una educación de excelencia; han pasado por las aulas, cátedra a mi cargo y mi buena voluntad y predisposición para enseñar como veinte generaciones, grupos de amigos que me reconocen y saludan en la calle y en los ambientes sociales, son mis estudiantes con los que compartimos por un año los conocimientos; espero que Dios me de fuerzas para seguir en este camino de la educación, de la enseñanza; que me proporciona grandes satisfacciones y estar en contacto con grupos de personas interesantes, así como en mi profesión de Abogado, para resolver los constantes conflictos de la sociedad.

Conforme he estado en contacto con la ley y el derecho, hace muchos años practico las artes marciales, por convicción y para estar en buena forma, mis instructores en el Batallón de paracaidistas, comenzando por mi jefe de curso de comandos, mi compañero de promoción del Colegio Militar "Eloy Alfaro", Eduardo Maldonado, quien me enseño los primeros principios del judo y del tae kuan do, coreano; el maestro Nan kiu back, que conozco que es fallecido, que en paz descanse su alma y mi maestro FRANCISCO CISNEROS ABRIL en Cuenca, con quien obtuve el 9 de Noviembre de 2007, el título de maestro en TAEKWONDO, en el grado de Cinturón negro segundo Dan, reconocido por la Federación deportiva del Azuay, Club Gimnasio República de Korea, a mis 63 años, me dan satisfacciones personales, recordando a mis compañeros de gimnasio y a los grupos de soldados que adiestre en esta disciplina cuando estuve en servicio activo, en el Ejército ecuatoriano.

TITULO.-

"Federación Deportiva del Azuay

Club Gimnasio República de Korea

CONCEDE EL PRESENTE TITULO DE MAESTRO EN TAEKWONDO

A DR. MARCELO BOANEERGES ALMEIDA FIGUEROA

Por haber ascendido al grado de 2 DAN

Equivalente a cinturón negro.

En el examen rendido el 09 de Noviembre de 2007

Cuenca Ecuador.

Profesor Francisco Cisneros Abril. DIRECTOR. CLUB GIMNASIO REPÚBLICA DE KOREA. Dr. René Sánchez Z. PRESIDENTE. CLUB GIMNASIO REPÚBLICA DE KOREA"

El matrimonio

Es un contrato solemne y una Institución basada en fuertes lazos de amor de solidaridad, de responsabilidades, en especial cuando nacen los hijos, se hacen más exigentes, con la manutención, educación, valores morales y el cuidado y abnegación de los padres de Familia hacia los hijos de Familia, descendientes consanguíneos de nuevas generaciones; además que constituye un contrato, por el cual un hombre y una mujer se unen para vivir juntos, para cohabitar para ser mutuamente fieles, para procrear y concebir y darse auxilio mutuo en todos los avatares y momentos difíciles y felices de la vida conyugal.

Durante mi vida de soltero, no me preparé nunca para el Matrimonio, preferí tener amistad con muchas chicas, a las cuales traté con delicadeza, sin hacerles ilusionar y cuando se trataba ligeramente del tema de la seriedad, del matrimonio, preferí dejar esa amistad; esto se reforzó por el hecho de ser un Subteniente del Ejército, recién graduado, que por reglamento no podía contraer nupcias, sino en el grado de Capitán sin ningún limitante, como así procedí cuando me case, pero con el grado de Teniente próximo a ascender al grado inmediato, con la autorización de mis superiores jerárquicos, previo un estudio detallado de la documentación que presente para tal efecto, mi novia Ruth Beatriz, tenía 16 años y meses, era por tanto una menor adulta, por lo que tuve que pedir el asenso de sus Padres, por ser menor de 18 años; la Sección de personal del Ejército, exigió a mi futuro padre político Juanito y a mi futura madre política Virginia, que garanticen documentadamente, una pensión del triple de mi sueldo; la que lógicamente nunca la hice efectiva, pues pobremente iniciamos con el matrimonio con mi cónyuge y proseguimos la vida conyugal con nuestros propios recursos y esfuerzos, sacrificios, con todo orgullo, llegando a ser dueños de nuestro patrimonio con trabajo y sacrificio.

Recuerdo una larga lista de chicas, amigas desde estudiante escolar, del Colegio "Montufar; de cadete y hasta de Oficial del Ejército en los diferentes regiones del país, a donde iba con el pase y a cumplir en mi grado militar funciones a favor de la Patria. Siendo necesario destacar que algunas hasta me asustaron por sus pretensiones matrimoniales, cuando yo pensaba únicamente en amistad, en conocer recién a la persona, de tratarla, de auscultar sus pensamientos, sus gustos, de conocer a sus familiares; a veces decepcionado, o traicionado, o en pleno conocimiento de que yo no constituía una persona especial, tal vez era un pasatiempo, con quien lucir, con quien asistir a la fiesta de gala, al cine o a algún baile, a veces una persona insignificante; pero en todo caso, no me había llegado al corazón la mujer que esperaba y soñaba, pero que en la realidad no aparecía; muchas veces me topé con la resistencia y el odio al militar que era; otras veces catalogué que realmente la persona a la que trataba estaba interesada en mi uniforme y mi posición de Oficial de la Institución armada, pero que en contraposición esas personas estaban equivocadas, pues la carrera militar es difícil, sacrificada, ingrata, mal pagada; no obstante yo ingresé al Colegio Militar "Eloy Alfaro", con beca del señor Presidente Constitucional de la República, a quien siempre honrare su memoria y admirare como uno de los hombres más cultos y sobresalientes del Ecuador, el Doctor José Marías Velasco Ibarra; mantuve mi beca durante cinco años, y en mi formación militar y grados de oficial hasta el de Mayor, todo lo que soy lo debo a las invalorables enseñanzas en la Institución Armada, a la cual rindo mi pleitesía y homenaje, como militar convencido, de vocación, pero con la gran fe a Dios Todopoderoso.

De Subteniente me vi de pronto involucrado y comprometido con una novia, cuyo padre, sin el menor recelo, me propuso que me case con su hija, y que me retire del Ejército, ofreciéndome tres veces más de mi sueldo de militar, puse con la novia fecha, recuerdo Mayo, para cambiar de aros y comprometerme seriamente, pero sin dejar mi profesión; pero con una total inseguridad en el importante y único paso que se da para establecer un nuevo estado civil, el de soltero a casado; pero conforme pasaban los días y se acercaba la fecha, mi indecisión aumentaba, hasta que definitivamente decidí decirle a la chica, que yo no estaba listo para el matrimonio programado, por su Padre; medio la desesperación y el hecho de quedar mal ante la sociedad y a ruego, cambie de aros, sin la presencia de mis Padres, que no les gustó ese compromiso, para días posteriores, romper el compromiso, ante las lágrimas y desesperación de la novia, a la que pedí me perdone pero no era el momento, ni la persona indicada; este hecho me afectó mucho y durante algún tiempo recrimine esto en especial a mi Madre, que en paz descanse pero que me dijo, algún día cuando te cases y seas feliz me agradecerás que hoy me haya opuesto a tu matrimonio.

La característica de la Patria potestad de parte de los hijos, no concluye con la mayoría de edad, pues es la obediencia que los hijos deben a sus Padres, el respeto, la veneración, el amor filial, la gran admiración y agradecimiento por los desvelos de los padres, que proveen a sus hijos con tanto sacrificio, todas las necesidades, la manutención, el cuidado, la educación, la protección, en fin un sinnúmero de permanentes requerimientos, hasta el punto de encaminarlo en su matrimonio y hasta en su estabilidad económica, moral y psicológica; con su invalorable experiencia y buena intención, tratando de lograr en el hijo un objetivo de paz y felicidad, éxito y seguridad.

Nunca estuve seguro de consolidar una relación, de tener novia formalmente, y peor aún de tener planes para entrar en el camino de los serios, mi casa y trabajo estaba en el cuartel y de vez en cuando visitaba a mis Padres, además de que la profesión militar es exigente y a tiempo completo, no se puede disponer libremente del tiempo, con las funciones militares, de instrucción y administrativas a desempeñar, en aquel año de mi graduación 1967, la Unidad militar, se concentraba en una competencia de territorio, del cual no se podía abandonar o alejar, era severamente castigado el abandono de la Plaza, en el Oro, donde militaba en ese entonces, conocido en derecho como domicilio legal.

Recién graduado y en pleno invierno de la región costera y montañosa, fui asignado en mi grado de Subteniente al DES- 1, era una Unidad de Fuerzas Especiales, ubicada en Quevedo, a la margen izquierda del río navegable del mismo nombre; llegué a esa Unidad, conformada por personal de tropa y oficiales, que salieron de la Región Oriental, después de pacificar territorio ocupado por los Aucas, que habían victimado a misioneros jesuitas; así mismo se formó el DES-2 en Santo Domingo de los Colorados, siendo asignado a esa unidad mi compañero el Subteniente de Transmisiones Francisco Quiroga Soria; y, el DES- 3 en Esmeraldas, a donde fue con el pase mi compañero el Subteniente de Transmisiones, Manuel Silva; eran Destacamentos de Selva, nuevos, de los cuales, ni siquiera los Oficiales más antiguos a los cuales preguntábamos su ubicación, al salir de la Oficina del Jefe de Personal del Ejército, en el Ministerio de Defensa Nacional, no sabían en donde estaban ubicados esos Destacamentos de Selva; en fin después de tanto indagar, sabía que debía presentarme en 48 horas en Quevedo; me presente ante el oficial de guardia, el Teniente Ramiro Romero de Fuerzas Blindadas, el que me condujo al segundo piso de una edificación, donde compartiría la pieza con el Subteniente Fernando Zurita, dos soldados me ayudaron con mis dos maletas rectangulares de cuero, en las cuales llevaba mi equipo, ropa y uniformes, mi pistola Brownnnig de dotación y mis documentos personales, vestía ropa de civil y el calor era insoportable; después de arreglar ligeramente mis efectos personales, ante la gentileza de mi superior, vestí el uniforme de tricot gris, me puse mis accesorios y sable y me dirigí a la oficina Comando, para mi presentación de rigor, al Jefe de personal y luego al comandante del DES 1, Mayor de Caballería, Marcelo Acosta Briones; al presentarme, me miró con curiosidad y señaló mi ala de paracaidista, inquiriéndome del curso e indicándome que en la Unidad había otro paracaidista el Cabo Shunaula, lojano; me hizo preguntas sobre mi preparación en selva, le indique que había realizado el curso de contraguerrillas en Santo Domingo de los Colorados y en Fort Gulick en Panamá otro curso de contra insurgencia, hizo un gesto ligero y me ordenó que al día siguiente me incorpore al curso de guerrillas y tigres junto con el personal de tropa, y que estudie un grupo de libros de las materias respectivas, su tono era claro, pero autoritario, su voz alta y firme; todos los Oficiales y el personal de tropa, éramos solteros y vivíamos dentro del cuartel; con el tiempo lo conocería y hasta admiraría, como un Oficial pulcro, disciplinado, ejemplar, cumplidor al máximo de sus obligaciones y que el cuartel para él era lo más sagrado, siempre nos dio ejemplo, se preocupaba por cada uno de los miembros de la Unidad, nos mantenía ocupados, en la instrucción, en el deporte, en las actividades de patrullaje, en actividades de ayuda a la población civil; no fumaba, no tomaba, no le gustaban los juegos de azahar; siempre tenía una tarea positiva y constructiva, un proyecto a ejecutar, un patrullaje con el respectivo levantamiento cartográfico, el conocimiento del sector selvático, de las montañas y ríos, por los que nos desplazábamos frecuentemente o navegábamos en balsas construidas con palo de balsa y caña guadua, siempre utilizando la supervivencia, de día y de noche, construyendo pistas, actuando en los diferentes cursos, de Oficiales y tropa, como instructores y personal de guerrillas; realizando abastecimiento a tropas en tierra, desde avionetas piper de la Aviación del Ejército y con paracaídas de circunstancia; con su autorización construí una cancha de indor fútbol, y un gimnasio con cabos para trepar, argollas, caballete, salto alto y salto largo y una pista de pesas y balancines; creo que al mantenerme sumamente ocupado, unas veces de Oficial de guardia, otras de semana, o en funciones de rancho, cantina o bodega de víveres, no quedaba tiempo para nada; al ser mi sueldo de Novecientos sucres, que nunca recibí íntegramente, por gastos que tenía que hacerlos, la mayoría del tiempo estaba en uniforme camuflaje o verde oliva, raras veces vestía de civil, parecía que el tiempo se quedó en el limbo y todos los Oficiales y algunos de tropa, fueron dados el pase a excepción mía, que permanecí por dos años, tres meses en esa unidad, pasaron cuatro Comandantes más; y, yo era el referente para toda información. Nuestro Comandante, comprendiendo nuestra situación económica, nos hizo socios del Club de Leones, cuando había fiestas, nos facilitaba gratuitamente las entradas y el wiski, situándonos en un buen nivel social, siempre en nuestro santo o cumpleaños, ordenaba una merienda especial, nos daba un obsequio, consistente en ropa, pantalones, camisas y hasta corbatas, nos felicitaba, hacia el brindis y al segundo turno de tragos se retiraba del sitio de reunión, como emitiendo un mensaje de que el evento había concluido, ni por idea podíamos estar chuchaquis o extendernos, oler a licor al siguiente día, pues recibía el parte, fresco y con impecable presencia, pasaba revista a Oficiales y tropa, de corte de cabello, barba, uniforme y calzado brillante; sancionando a los mal presentados, con flexiones.

Nuestro rígido Comandante, soltero, accedió a prestarnos un jeep americano para la franquicia, pero previo nos hizo tomar un curso de manejo a los que no sabíamos manejar vehículo y nos hizo entregar licencia y breve, para la conducción.

Es necesario recorrer estos recuerdos, para llegar al tema que no me gustaba, el Matrimonio y para el cual seguramente no estaba dispuesto y preparado anímicamente, económicamente y psicológicamente; además de que después de cinco años en la iniciación de mi formación y carrera militar, había estado interno en el Colegio Militar, y me integraba a la vida activa como Subteniente, no contaba con más recursos, que mi exiguo sueldo de Novecientos sucres, en mi estado civil de soltero empezaba sin tener bienes de capital, ni bienes raíces, tampoco un vehículo propio; mi equipo y uniformes, mi sable y mi pistola de reglamento eran mi patrimonio, sin embargo de alguna forma ayudaba económicamente a mis Padres, en sus letras para pagar un préstamo con el que adquirieron una casa, en una ciudadela nueva sobre la México y camino antiguo a Sangolquí, en Quito; recuerdo que pude ayudarles hasta que se canceló el valor.

Precisamente la escasez de recursos económicos, también contribuyeron para que no me casara pronto.

En mi Unidad militar, ubicada en San Camilo, un barrio creciente y mezcla de casas de madera, construcción mixta, y bananeras, además de una pista de aterrizaje de avionetas de fumigación, de calles lodosas y polvorientas según la temporada de invierno o verano, que se accedía, por el Puente Velasco Ibarra, desde la ciudad, y en una red de vías, hacia la Maná y Latacunga, hacia Buena Fe y Santo Domingo de los Colorados; y, hacia El empalme y Guayaquil, de un verdor impresionante y cruzado por el río Quevedo, ancho y profundo, a cuyas orillas estaban instaladas, empacadoras y procesadoras de banano de exportación, además de productos como el café y el cacao, entre diversos productos; la ciudad tenía una fuente de electricidad en base a diesel, y había luz hasta las once de la noche; hora en la cual se encendían motores a gasolina y diesel, para las diferentes industrias y procesadoras, así como a un increíble y gigantesca ciudadela nocturna, sobre el cementerio, que se vestía de luces y música de rocola y de baile al son de orquestas el fin de semana, en bares y cabarets, con una vida nocturna intensa, que contrastaba con la poca actividad del día, de mercado y barracas donde vendían y comerciaban los víveres de primera necesidad; la Iglesia de los Salesianos y su unidad académica de jardín de infantes, escuela y colegio como el "Nicolás Infante Díaz", como la actividad de unos tres colegios fiscales; la población conformada por gente del sector, inmigrantes chinos, con sus restaurantes con especialidad de comida china y una población flotante como nosotros los militares de diversas provincias del país; los principales negocios, restaurantes y el cine de propiedad de chinos; el Destacamento de Policía, la autoridad civil y los bomberos, el Club de Leones y otros deportivos; había además comerciantes turcos, con almacenes de ropa de mujer y hombre y artículos eléctricos; había mucha actividad en el río, con una playa en la que se comerciaba maderas finas, balsa, bejuco y tabaco, y además un mercado de pescado y mariscos; habían residenciales y en especial diferentes clínicas de especialidades y dos farmacias.

Un Oficial especial que lo conocía desde el Colegio Militar, el Subteniente Fernando Zurita de Caballería, y luego el Subteniente Bolívar Fierro de Transmisiones que tenía una camioneta del año, Toyota Corona; salíamos los días de francos, a tratar de relacionarnos con la población en especial con gente joven, así descubrí que el barrio donde estaba la Unidad, era en honor al señor Camilo Arévalo, un potentado, dueño de muchas tierras, que en épocas pasadas tuvo el negocio del puente de gabarra sobre el río Quevedo, precisamente para pasar de la ciudad, en dirección a Guayaquil, Santo Domingo de los Colorados y hacia Latacunga, paso obligado para los convoyes de camiones que conducían los productos como el banano de exportación, el café, cacao, palma africana, palo de balsa y maderas finas; este ciudadano oriundo de Quevedo, ponía el precio del peaje y cada día mencionaban que llevaba el dinero producto del cobro del peaje en saquillos de yute; hasta que una noche, el Doctor José María Velasco Ibarra, Presidente constitucional del Ecuador, en una de sus travesías por el país quedó en medio de la columna de ese peaje y puente privado; y tuvo que hacer turno para pasar el río y continuar con su recorrido hacia Guayaquil; inteligenciado de quien era el puente y peaje, el señor Presidente, hizo construir en cinco años el puente que lleva su nombre, dejando fuera del negocio al señor Camilo Arévalo, quien cuentan, que antes de la inauguración del puente de concreto y con las tecnologías de la época, por parte del cinco veces mandatario del país, le propuso que le venda el puente, pagándole lo que se señale como precio, lo cual lógicamente fue rechazado de plano y puesto en servicio gratuito del pueblo. A continuación de la unidad, estaba la propiedad del señor Camilo Arévalo, que la habitaba con su cónyuge, señora Esperanza Delgado y sus tres hijas y servidumbre.

Conocí al vecino, pues mi Comandante, nos ordenaba por turno, que demos un discurso alusivo a fechas de la Patria, y me refirieron los mismos militares, que el señor Arévalo, un autodidacta y hombre culto, tenía una excelente biblioteca, única en el sector, además que era identificado y tenía buenas relaciones con la sociedad y con los militares; tenía que disertar sobre la Batalla de Pichincha, en uniforme de campaña, llegue a su residencia, me recibió personalmente, me presente y le pedí me proporcione algunos libros para preparar mi conferencia, me dio todas las facilidades e inclusive le invite para esa fecha, en que la unidad se vestía de gala y se realizaba un acto solemne; en la sala se presentaron su esposa y sus tres hijas, de 19, 17 y 16 años, que se pusieron a las órdenes y que ya estaban enteradas de mi llegada, estableciendo mis primeras amistades; en todas las actividades administrativas o de mis días libres hice muchas amistades, en definitiva se trataba de una ciudad muy pequeña; hice amigos con el indorfutbol, y de hecho había una pequeña cancha de tierra en el cuartel y allí acudían los amigos civiles, así como a la cancha de vóley bol; los amigos crecían con los comerciantes, dueños de negocios, restaurantes, de Instituciones a las que iba en representación de mi Comandante, el Club de Leones, con los chinos y con los turcos y personas en especial de Cañar, Tungurahua, de Quito, con Médicos y odontólogos, pues la Unidad solo tenía enfermero, luego llegó un Médico civil de apellido Hidalgo, también soltero, precisamente porque falleció con malaria y paludismo el Cabo Shunaula, paracaidista; con el que me llevaba mucho al ser yo también paracaidista, éramos dos lunares entre todos los miembros de mi unidad militar. Al fallecer mi amigo y subordinado, me tocó hacer el listado de sus pertenencias, una caja de madera, con candado Yale, en su interior entre otras pertenencias exiguas había su boina roja, su ala de paracaidista de metal y un puñal, de los primeros paracaidistas, tres bienes que me hice quedar como recuerdo; pues el resto de sus prendas al llegar a sus funerales y entierro en Quito, los entregué a su cónyuge superviviente, con el pésame correspondiente del DES 1, sus Oficiales y tropa compañeros del decesado, murió atacado por la malaria y paludismo, en la más absoluta pobreza; recuerdo vivamente su memoria y genio, siempre me decía que éramos especiales los paracaidistas, y un día cuando acostumbrábamos a bañarnos en la orilla del río, que estaba crecido, delante de todos los soldados, me dijo crucemos el río mi Subteniente, fue como un reto al cual accedí, pero este cruce causó enorme alarma, pues el río nos llevaba en vilo como hojas, él me gritaba y animaba entre risas, déjese llevar y cuando pueda trate de nadar con la corriente y hacia el frente, somos paracaidistas; ese cruce duro exactamente dos horas, llegamos a la orilla opuesta y al muelle de la hacienda del señor Chang, por nuestros esfuerzos, mientras llegaba ayuda con una lancha con motor fuera de borda y un jeep, con el Sargento Guerrero y otros soldados, con boyas para rescatarnos; con el tiempo yo mismo ayude en el rescate de cadáveres, el río era muy caudaloso, mi Comandante después de mi explicación, me observó pero me felicito, que habíamos hecho una prueba, que iba a implementar posteriormente pero con chalecos salvavidas y con uniforme y armamento completo, inclusive lo hice nuevamente saltando desde un helicóptero al río ancho y correntoso, al que ya no tuve miedo y más bien aprendí que era un momento psicológico de fácil superación y dominio, con la instrucción militar aprendida por años, el río era más bien una vía de transporte, de inmensos conocimientos y una fuente inagotable de peces.

Trataba de relacionarme con gente joven y con chicas, el Odontólogo Doctor González, el comerciante señor Suárez y sus familias, y diversas familias de la sierra y del Guayas, así como de Quevedo, me acogieron en sus casas como un amigo, con los cuales disfrute mucho, sintiéndome parte de esa región del país, apreciado en mi calidad de persona y de militar; mientras el Ejército se había olvidado de mí, pues permanecí en esa unidad por dos años tres meses, saliendo esporádicamente a Quito en comisión, de vacaciones a visitar a mis Padres; quienes posiblemente se sentían defraudados, por mi ausencia, por mi conformismo como buen militar y ante una situación económica exigua, inclusive por los peligros que constantemente me acechaban en los cursos de contraguerrillas, por mi salud un tanto afectada por el clima y los insectos, pero dando gracias a Dios, nunca estuve mal y de todas las actividades militares salí sin novedad alguna, mi cuerpo se curtió más con el sol y las actividades militares, aprendí el oficio de militar de vocación, me gane siempre el pan del día con sudor y esfuerzo, con iniciativa e inteligencia, y siempre decía que estoy muy bien, sólo bien, gozaba de la confianza de mis superiores jerárquicos y el respeto de la tropa, que confiaba mucho en mí, y hasta me confiaba sus diversos problemas, los cuales si podía coadyuvar o directamente a ayudarles a resolver, no dudaba en hacerlo.

Los alimentos eran cocidos utilizando leña, para lo cual de vez en cuando nos internábamos en la montaña, para regresar cargados de leña para un mes en la camioneta de la unidad, aprendí a manejar el machete y la vara así como el hacha, a trozar árboles, lo que miraban con beneplácito los soldados, aprendí a compartir las comidas con la patrulla y a prestar ayuda al que lo necesitaba; compartí los campamentos y bohíos, a utilizar y vestir los refugios con las plantas y vegetales de la montaña; lo que no aprendí fue a fumar, largos cigarros de hoja de tabaco, que consumían casi todos los soldados, para pretextar ahuyentar a los zancudos, en medio de la selva y donde nos tocaba pernoctar, siempre me desvestí para dormir, quedándome en pantalón de baño, nunca temí a los reptiles y parece que cree en mi cuerpo, los suficientes anti cuerpos, bañándome y nadando en el río, o con la lluvia mientras cumplíamos misiones las patrullas; me acostumbre a caminar en la noche y oscuridad y en especial una gran habilidad en la orientación; comí de todo, en especial iguanas, reptiles como la boa constrictor, monos y diferentes peces, agua de lluvia, de caña guadua; comí frutas y vegetales abundantes en el sector, desde comején, larvas y hojas de yuca, los mariscos que llamábamos a los diferentes variedades de banano; bebí sin problemas de charcos y agua de riachuelos y del río.

Quevedo, no era más que una pequeña población de agricultores y comerciantes y con un enorme índice de prostitución, bares y cabarets, en donde gastaban todo o lo que ganaban los jornaleros y procesadores de empacadoras y agricultores, se consumía mucho la cerveza pilsener, así como el wiski.

Mi Comandante, el Capitán Marcelo Acosta Briones, del arma de Caballería, era un hombre pulcro, inteligente, recio, autoritario, siempre concentrado en su grado y función, nos daba buen ejemplo a Oficiales y tropa; recibía constantemente a cursos de Oficiales y tropa, que realizaban el curso de contraguerrillas, de insurgencia, de tigres o expertos en selva, exigidos para los ascensos correspondientes.

Así, llegó el curso de Capitanes, en los que entre otros estaban los Capitanes José Gallardo Román y Francisco Moncayo; para realizar en forma práctica, patrullajes, persecución a núcleos guerrilleros, paso de pistas de reacción y combate, evasión y escape, supervivencia; paso de pistas de obstáculos y poleas sobre el río Quevedo y sus afluentes, abastecimiento aéreo, comunicaciones; teniendo los Oficiales y tropa especializados en cursos de guerrillas, llamado de "Tigres", o boinas verdes, la planificación e instrucción de las actividades, hasta una graduación; en este curso de Capitanes, volví a ver al que en el Colegio Militar era Subteniente, la primera antigüedad, seguía siendo un hombre bajito, de cuerpo delgado, que compensaba con su exagerada voz fundamentalista y su inteligencia, que tomaba todo en serio, recuerdo de este personaje, cuando cadete, conversaban y a voz popule que desde cadete, era un hombre que se deseaba infringir castigos, buen prospecto de cura perdió el clero, cuando cambio de profesión y se hizo militar, en una ocasión sino son algunas, el cadete Gallardo regresó de la calle estando franco y apenas había tocado la acera opuesta al Colegio en la Avenida Orellana y se regresaba al interior del Colegio, se presentaba al Oficial de guardia y le pedía quedarse pretextando que quería estudiar u otra de esas justificaciones incomprensibles, posiblemente al proceder de la Provincia de El Oro, le aterraba la capital, se sentía solo, no estaba en relación con los demás, no se llevaba con nadie; y hasta le decía al Oficial que admirado le escuchaba, que en la conciencia de él, no era justo que saliera el domingo franco; ya siendo Oficial y Subteniente en el Colegio Militar, nunca alternó con sus colegas y superiores, no tomaba licor alguno, no fumaba y no se relacionaba con mujeres, pues apenas se gradúo en el Colegio Militar contrajo matrimonio, sin disfrutar de su soltería, pues su mayor satisfacción era estar dentro del Cuartel y en uniforme; habiendo como en ese entonces Oficiales bohemios, una noche en el que estaba el Subteniente de guardia, en la noche, decidieron jugarle una broma los otros Oficiales, mientras se desarrollaba en el Casino, una fiesta con chicas; le introdujeron en la pieza del casto Subteniente, una hermosa mujer, que le esperaba desnuda debajo de las sábanas; después de ser relevado de su puesto de guardia, el Subteniente llegó a su pieza, desviándose y escapando de la atención de los Oficiales que gozaban del baile, de la música y del licor en el casino de oficiales; entro y a obscuras se desvistió, dejando sus prendas dobladas y bien puestas en su armario, se puso sus piyamas, sus pantuflas y cansado decidió meterse en su cama, mientras los oficiales detrás de la puerta esperaban silenciosos su reacción; al darse la vuelta se encontró con una dama desnuda, cual la maja que le sonreía y le ofrecía sus encantos, pego un grito de indignación, prendió como un resorte la luz y recrimino a la damisela, ordenándole que tenía un minuto para salir de su cuarto, que él era un hombre casado, ante las risas y hasta lágrimas exageradas de los integrantes de la fiesta, hombres y mujeres; Oficial de guardia, que cuando yo era cadete recluta y estaba de servicio en el sector del Zoológico, un domingo me castigo con cuatro domingos, cuando estaba recién saludando con mi Padre que me entregaba un pequeño paquete con galletas y algunas golosinas; y, de Oficial, en mi grado de Mayor, en la Brigada de Infantería Loja, cuando me hizo la vida imposible y los mayores problemas, tratando de impedirme que estudie Derecho en la Facultad de la Universidad Nacional de Loja, lo cual no pudo conseguir.

En este curso de Contraguerrillas para el curso de Capitanes, nos vimos nuevamente, él como alumno y yo como instructor y jefe de un núcleo guerrillero, y mi rol en las patrullas fue precisamente el de guerrillero y las experiencias y destrezas adquiridas, surtían efecto en el día, tarde, noche y madrugada, con el conocimiento del terreno selvático y lleno de fuentes hidrográficas, pantanos, terreno montañoso, selvático y lleno de quebradas, hacia la Provincia de Cotopaxi; en estos cursos de efectividad casi real, me di cuenta que el guerrillero tiene enormes ventajas sobre grupos regulares, en muchas ocasiones y junto a las picas, preparamos fosas que perfectamente camufladas y estando dentro y con paciencia, veíamos pasar a las patrullas de estudiantes del curso, les contábamos y les veíamos pasar uno a uno y oíamos sus quejas y observábamos su cansancio, teniéndoles a la mira de nuestras armas y trampas con explosivos; en otras ocasiones junto a la pica, hacíamos explotar cargas manuales de dinamita, TNT, o explosivos plásticos, que poníamos a árboles, produciéndose la explosión y talada de árboles, junto a la columna o patrulla; nosotros dormíamos por turnos y nos alimentábamos regularmente, en especial con comida fría, no dejábamos de perder el contacto visual y cercano con los miembros de las patrullas antiguerrillas, que no podían dormir, descansar, comer o bañarse tranquilamente, pues les atacábamos en todo momento. En este curso de contraguerrillas, participaba el Capitán Proaño, de Ibarra, piloto del Servicio Aéreo del Ejército, que en su avioneta paiper, hacia vuelos sobre el sector de trabajo, para supervisión y para abastecimiento de alimentos, desde el cual yo abastecía a las patrullas paquetes con paracaídas de circunstancia y con paracaídas T-10 americano. Estuvimos en el curso, con la instrucción de poleas, con el objeto de cruzar ríos, con un punto de salto, sobre un cable de acero sobre el río, que desde una altura de ciento veinte metros, descendía a la orilla opuesta, el cursante tenía que sujetarse con las dos manos al aza de nylon y saltaba a mi orden y la polea le impulsaba a la orilla izquierda del río, con un tope de una llanta, para la polea que llegaba a alta velocidad y detenía el impulso de quien estaba utilizando este medio, pero el hombre tenía que soltar el asa y caer al río antes del tope en una señal roja, caer al río y salir nadando, con la calificación previa de su decisión; estaba a punto de golpear con mi palma en la pantorrilla de otro oficial, pero me detuve ante una fuerte tensión, del cable de acero con el ala de la avioneta piloteada por el Capitán Proaño, compañero de los oficiales del curso; el diestro piloto, sin fijarse en el cable a través del río, trato de hacer un vuelo rasante y pasar por debajo del puente "Velasco Ibarra", cuando quiso esquivar el cable fue tarde, el ala derecha de la avioneta, chocó violentamente con el cable de una pulgada de espesor, hizo tensión y a manera de una cata pulcra, expulso a la aeronave a la playa y orilla izquierda del río, cerca de un grupo de estudiantes e instructores que ya habían pasado la prueba, se estrelló la frágil avioneta contra la arena y piedra, en la desesperación tres Capitanes se treparon a la avioneta por el ala izquierda, tratando de sacar a su compañero que estaba casi inconsciente, golpearon la cabina para tratar de romperla, y cuando lo lograron, en segundos, al extraer el cuerpo, se produjo la explosión y llamas, el cuerpo del piloto cayo en tierra y en llamas y los tres valientes socorristas también en llamas saltaron al río; yo veía con los demás desde lo alto, la tragedia y que la avioneta se consumía en una columna infernal de llamas y humo, sin que los bomberos pudieran hacer algo, con mucho riesgo rescataban al piloto y apagaban su llamas como podían, mientras se oían gritos desesperantes, llegaron el enfermero Sargento Celin, especializado en Panamá y los heridos fueron trasladados a una clínica de la ciudad. Yo me imagine que la instrucción y ejercicio terminaría, pero se presentó el Comandante del Destacamento y jefe del curso y me ordenó que prosiga con la instrucción y ejercicio planificado; en otros días me indicó que en un caso real de guerrillas, no se puede interrumpir las acciones, pues se aplicaba el curso como un caso real; es más al día siguiente continuaba el curso, se presentó otro piloto con otra avioneta y me ordeno mí Comandante, que realice en los próximos ocho días abastecimientos aéreos en la nueva avioneta Paiper, misión que la cumplí bajo tensión, pero ya en la parte trasera y única plaza de la aeronave, no tenía otra opción que cumplir en forma meticulosa las operaciones de preparado en tierra fardos con víveres, colocación de paracaídas y lanzamiento de las cargas, en las coordenadas donde estaban operando las fuerzas de contraguerrillas.

Al final del curso, en acto solemne, en el patio del DES-1 de Quevedo, en correcta formación castrense tanto los instructores, como los alumnos, en la mañana de un día viernes, se graduaron los Capitanes, pero había a más de la felicitación de los graduados para los instructores, un pedido del Capitán José Gallardo Román, al Comandante del Destacamento; como nunca en el transcurso del curso, pudieron capturarme las patrullas, pedían que como no era bautizado, el honor de bautizarme, bautismo castrense, obligado y que en mi unidad no me habían hecho, me entrego el peticionario un equipo compuesto de un calzón, gorra y biberón de niño, prendas blancas, y que en cinco minutos esté listo para la ceremonia, en la que el Capitán Andrade, "El cavernario" hacia de cura, con una serie de verdugos, disponibles, me presenté, me hicieron subir y acostar en una carretilla, me dieron algunas vueltas y el bautizo central con reprimendas por no haberles dejado en paz durante todo el curso, en las patrullas, de vez en cuando recibía correazos, y me exigían comer puñados de sal mientras me obligaban a beber una biberón de dos litros, con una mezcla de wiski, licor de caña y café, ante las risotadas generales de los oficiales, a los que les iba viendo desfigurados y cada vez más lejos mientras bebía el brebaje, después perdí la noción del tiempo y espacio y me había dormido, siendo conducido como un fardo por el enfermero Cabo Celín con otros soldados del Destacamento, a mi pieza, donde quede dormido hasta el siguiente día, al despertarme el sábado, tenía un chuchaqui infernal, como nunca en mi vida y una sed insaciable, los verdugos habían partido a Quito en la mañana.

Estos acontecimientos marcaban los primeros años de mi vida como militar y como profesional; siempre admiré la sinceridad y acogida de los habitantes del Cantón Quevedo en el que inicie mi carrera militar; hasta que llegó un día en que fui dado el pase de Quevedo al "Grupo de Artillería Bolívar", en la Parroquia El Cambio, en la Provincia de El Oro, cuyo comandante era el Coronel Jorge Azanza, Oficial del arma de Artillería; y a cuya unidad militar posteriormente en misión atacaría con una patrulla de comandos paracaidistas. Seguía soltero y mi reflexión de hoy y análisis, es la desorganización del Ejército, al dar los pases o nuevas asignaciones, desaprovechando las destrezas y conocimientos de Oficiales y tropa; siendo un experto en contraguerrillas, me daban el pase a una unidad de Artillería, y como es lógico para rellenar las funciones, vieron en mi al oficial administrativo, para cargos de ranchero, bodeguero, cantinero y por poco encargado de la Hacienda de la Unidad de Artillería; sin aprovechar inclusive mis conocimientos de comunicaciones y a esa arma era a la que pertenecía; mis superiores de Transmisiones, me desconocían, no sabían de mi existencia. La Unidad de Artillería y su Comandante, eran de lujo en todo sentido, a más de las funciones militares de guardia, de semana, al primer mes me nombraron ranchero; habían en la Unidad reglas muy claras, así los Oficiales disponían de un casino y comedor, al cual los fines de semana podíamos compartir con nuestros familiares o amigos, especialmente los casados y los solteros con sus amistades; en los fines de semana, los invitados de los Oficiales, podían brindar un turno de licores como wiski o vino, los demás turnos los pagaba el oficial anfitrión; mi comisión de ranchero, para la confección de desayuno, alimentos entre el día, el almuerzo, alimentos entre la tarde y la cena, de Oficiales y tropa del Grupo, como para familiares de Oficiales casados, tenía recursos al contado que cancelaba el Oficial pagador al ranchero y éste a los proveedores, que eran de Machala o de Puerto Bolívar, en definitiva con un equipo de cocineros, compuesto de un Sargento jefe de cocina y varios saloneros; el jefe de cocina me extraño que pedía todos los días, una botella de wiski y otra de vino o champaña extranjero, lo cual le proveía, sin más la explicación que me dio, de que su tarea era difícil, por el clima cálido húmedo, el calor de las cocinas, además que era diestro con todo tipo de menús; el mercado de Machala muy variado, como Puerto Bolívar estaba relativamente cerca, había variedad de mariscos frescos, como otros tipos de carnes, todo tipo de especias y artículos para postres, agregado la producción de la Hacienda que administraba el Grupo; a los oficiales casados y que vivían en las villas de la Unidad, les proveía cada quince días, de bebidas, cerveza, café, té, chocolate, hielo, frutas, azúcar y otros elementos que requerían y me pedían, sin costo alguno. El rancho salvo pequeñas diferencias como la entrada en el almuerzo, lo hacía en forma igual para oficiales y tropa, con mi experiencia en esta área administrativa en el Batallón de Paracaidistas; al terminar mi gestión, hice las cuentas, pagué a los proveedores y tenía un saldo a favor de la partida de rancho de Treinta mil sucres, bajo una liquidación diaria documentada y fiscalizada por el Oficial de logística del Grupo; entregué las cuentas al Oficial Pagador y P-4, Oficial de logística y me preparaba para otra función para el siguiente mes, pero a fin de mes fui llamado por el Comandante del Grupo, me presenté en su oficina, estaba presente el oficial de Logística; el Coronel Azanza, me felicitó por mi gestión en el rancho del mes que fenecía y me preguntó por qué había un saldo a favor, y no me dejó contestar su pregunta, simplemente agregó que repita el siguiente mes la función de ranchero, pero que no deje saldo a favor alguno y que estaba muy satisfecho de los menús y de mi trabajo; de esta forma prácticamente me di cuenta, de su confianza y de que era posible una excelente comida, con la partida de rancho que nos daba el Estado; no pasaron más de seis meses, cuando en la Orden general, me leían y estaba tomado en cuenta para realizar el XIII Curso de Comandos, lo que no le gustó al Comandante y a los oficiales que había llegado a ganar su respeto y confianza; a tal punto de que me hicieron regresar del Terminal, a la Unidad, para que desista del curso, a lo cual les exprese que sentía mucho pero que era mi petición realizar el curso de Comandos y que si estaba nombrado no podía fallar, tenía que presentarme puntualmente en el Batallón de paracaidistas.

Al llegar del clima cálido de la Provincia de El Oro, a la Escuela de Fuerzas Especiales, en la Villa Flora, en Quito; la mayoría de Oficiales y tropa ya me conocían, pues les había instruido a muchos de ellos en Quevedo, en el DES- 1, recuerdo bien a un cabo comando paracaidista, que fue en el curso mi instructor, pero un año antes, en el paso de la pista de reacción, en Quevedo, por no reptar bien recibió un proyectil de fusil FAL, alojándose el proyectil en su glúteo izquierdo, a nivel de la epidermis, y con el enfermero Celin, especializado en Panamá, le evacuamos, mientras gritaba del dolor, ya en el curso de comandos, una tarde de lluvia reptábamos en el lodo y césped frío los compañeros y éste cabo con cicatriz en su glúteo, me indicaba que agache la cabeza, que pegue bien el cuerpo al suelo y que me mueva dentro del obstáculo y tejido de alambre de púas, regresé mi cuello y le dije como anda su herida, sorprendiéndose. Las pruebas de natación en la fría piscina de El Sena, con botas, uniforme, cananas, cinturón con bayoneta y fusil Máuser, el salto del tablón de 5 metros, el cruce del reservorio de Cumbaya, pruebas físicas y demás, las supere fácilmente con mi juventud y agilidad, localizándome en un curso con siete oficiales, inclusive, entre otros Nelson Suárez mi compañero de promoción, el Teniente Gutiérrez, Ordóñez, Juan Almeida y doscientos voluntarios de tropa, de diferentes armas, unos cuantos voluntarios de la Marina y de la Fuerza Aérea; curso que duraría seis meses, y terminaría con una fase practica de misiones en patrullas, en la región interandina, en las montañas de Santo Domingo de los Colorados; yo seguía soltero y sin preocupaciones, a más de alguna relación con amigas el fin de semana y las visitas a mis Padres, cuyo domicilio estaba ubicado en su casa en la Pío XII, en Quito; había un excelente grupo de Oficiales e instructores de fuerzas especiales, pioneros en paracaidismo y comandos, en hombres ranas, nadadores de combate, Jefes de Salto, Guías de salto o precursores, adiestradores de canes, expertos en mantenimiento y construcción de paracaídas y equipos de salto, Andinismo, expertos en selva; a los siete oficiales que iniciamos el curso y lo terminamos, nos graduamos y fuimos designados con el pase y funciones de instructores en el Batallón de paracaidistas; graduándose 120 voluntarios de tropa de diferentes grados, a los que directa o indirectamente comandamos en todas las fases y materias del curso de comandos, con un éxito y destreza total.

La actividad diaria del Curso de Comandos comenzaba a las 05h00, con una hora de trote y baño, desayuno, instrucción; diariamente de 10h00 a 11h00 ejercicios en la pista de pesas y aparatos de abdominales, balancines, tira prosas, poniendo en tensión todos los músculos del cuerpo; lo más simpático y admirable es que mientras realizábamos los ejercicios y sudábamos, en el jarro de dotación, de medio litro de capacidad, de aluminio, el cocinero nos llenaba con leche hervida y junto un pedazo de un cuarto de panela, lo que comíamos y bebíamos en descansos de estación en estación.

Las clases de judo y artes marciales, eran en la hierba en campo abierto, y no se interrumpían por la lluvia, culminaban con combates; el instructor en esta disciplina era mi compañero de promoción y del Arma de Transmisiones, el Subteniente Eduardo Maldonado; recuerdo una mañana en que realizábamos por parejas los ejercicios de caídas, tomas, defensas y combate, cuando casualmente llegaba a pie un instructor coreano, ex sargento del Ejército de Korea, cinturón negro sexto Dan, y llegaba todos los días a dar clases a Oficiales y tropa, le pidió nuestro instructor, que pruebe en combate a sus estudiantes, el profesor de talla alta, contextura atlética, de un peso de doscientas libras, sonrió, se sacó los zapatos y nuestro instructor nos hizo que formáramos un circulo y nos sentáramos, y señalo al comando Ordóñez, "El combo", un teniente de Fuerzas Blindadas, cuál era el motivo de su sobrenombre, pues desde cadete, a los reclutas les dormía de un combazo, un puñetazo de su mano sobre la cabeza de sus víctimas; el "Combo", se presentó al centro del círculo, con su mirada verde refulgente, confiado en su poderosa fuerza y músculos hasta en el cerebro, a segundos de saludarse, el maestro coreano sonrió morbosamente y lanzo un chirlazo que alcanzó en plena cara de nuestro compañero, que no pudo bloquear el golpe y rodó por la hierba, se levantó furioso y una patada barrio su humanidad, cayendo pesadamente por el piso, nuestro instructor intervino y dijo gracias está bien; el cinturón negro seguía sonriendo estúpidamente; mi compañero de promoción señaló hacia mí y dijo comando Almeida al frente; me puse de pie, salude a mi oponente quien casi me correspondía con una sonrisa siniestra y con su mirada oblicua y penetrante; no pensé en otra cosa que en mi patada callejera, cuando le tuve al alcance al corpulento enemigo, quien en un descuido dejó filtrar mi pie y empeine izquierdo a sus ingles y se inclinó dolorido y sorprendido, al agachar la cabeza, asenté un puñetazo derecho cerca de la nuca y éste rodó por el suelo cogiéndose los cojones, ante el grito y alegría de los compañeros comandos, inmediatamente el coreano se incorporó avergonzado sin su cara sonreída ahora estaba bravo, rojo de ira, y dispuesto a masacrarme, pero mi instructor le dijo al profesor gracias y este patojeando se retiró al interior del cuartel; ya más tarde y con el tiempo nos enfrentaríamos en combate en el gimnasio de la Presidencia de la República a pedido de este maestro y dos veces salí expulsado a las paredes del gimnasio, con un gracias de mi parte y la satisfacción todavía no convencida del maestro y cinturón negro, cuando mi grado era únicamente de cinturón amarillo.

En este curso de comandos, adquirí fortaleza física, mental, psicológica y sobre todo, valores más profundos de compañerismo, solidaridad, amor a la Patria y el convencimiento de que mi preparación de militar iba en aumento, tomando un gran trecho de diferencia con otros compañeros de promoción, que pasaron desapercibidos, casi invisibles, sin comprometerse pero que llegaron a ser Generales de la República, sabiendo sus falencias y sin mérito alguno, como es el espíritu militar, la vocación y capacidad para ser de corazón miembros de la milicia.

Muchos talentos han sido cercenados por el llamado Consejo de Generales y por cuantas injusticias se eliminaron Coroneles; sin analizar la gran pérdida económica que el Estado invirtió en su preparación, se los puso en la calle, en donde no hay plazas de militares; cuanto desperdicio y sacrificio de hombres dignos, que nunca agacharon su cabeza, que siempre la mantuvieron dignos y altivos, que no se humillaron a la tarea servil y mezquina de la adulación; pues solo bastaba un desafecto y voto de un miembro del Consejo, daba como resultado que se truncara una brillante carrera militar, una de las profesiones más dignas y sacrificadas, desde milenarias milicias en Roma, Grecia; en Esparta y Atenas y en el Ecuador; de esta clase obediente y no deliberante, guardiana de la soberanía nacional; pero, así mismo, cuantos enanos de cuerpo, de inteligencia y de espíritu, llegaron a la cima sin darse cuenta y sin estar conscientes de la noble responsabilidad, objetivos y misión delicadísima de la Fuerza terrestre, a la sombra de sus protectores, de los políticos y hasta de sus mezquindades y egoísmos; amparados hasta en esos informes nefastos de inteligencia, que desmenuzaron su vida en el tiempo y espacio, llegando a introducirse dolosamente hasta en la intimidad familiar; pobre de aquel que cayera en desgracia por una aparente apatía o formal carácter incomprendido, tergiversado; o por no saber dominar el sueño en largas noches de bohemia, de póker, tabaco y licores. En mi vida militar, siempre me caracterice por decir la verdad, por apreciar los hechos en su real dimensión, por no esconder mezquinamente lo que me molestaba; por tener ideas diferentes cuando se trataba de desconocer el sentido común, la razón, la verdad, resaltando la dignidad, el coraje, la valentía; sacando a flote la iniciativa, las buenas ideas y proyectos, que no eran patrimonio del superior jerárquico.

Muchas cosas reales, francas y excelentes, aprendí de insignes oficiales superiores del Batallón de Fuerzas Especiales; que me sirvieron en lo posterior para mis funciones en otras unidades de la República donde estuve destacado.

Pero sorpresivamente, y luego de tener una decepción en el amor, me vi nuevamente, en el grado de Subteniente de tres años en el grado, desarrollando el Curso de Jefes de Comunicaciones en Panamá, en el Comando Sur, a responsabilidad de los Estados Unidos de Norte América, en el Fuerte Gulick; en medio de este importante curso, con mi compañero de promoción Jorge, me dediqué a fondo a los estudios, practicas con medios de comunicaciones, a la práctica e instrucción, junto con unos treinta oficiales de México, Brasil, Honduras, Nicaragua, Panamá, Venezuela, Colombia, El Salvador, Perú, República Dominicana. En los fines de semana, con mi compañero de promoción, nos dedicamos al deporte en especial a la natación y a realizar saltos en paracaídas convencional T-10 americano, desde una avioneta de patrullas, utilizadas en Viet Nam, con la autorización por escrito que había pedido previo al viaje y curso, a mi iniciativa, en el Ministerio de Defensa Nacional, en el Tercer departamento de instrucción; sin darme cuenta que mi compañero de promoción, cuyo hermano era el Jefe de logística del Ejército, más tarde me desplazaría de mi Unidad, para yo ser dado el pase a mi primera Unidad de Transmisiones, la Compañía de Transmisiones, en Progreso, perteneciente a la Brigada de Infantería Guayas. Es en Fuerte Gulick, en Panamá donde obtuve mi ascenso al grado de Teniente así mismo en la graduación del Curso, los dos ecuatorianos recibimos el ala de paracaidista americana, plateada, imponiéndonos en nuestro uniforme, al lado izquierdo y sobre el corazón, debajo de nuestra ala de paracaidismo ecuatoriana, más el diploma de aprobación del curso de Jefes de Comunicaciones; al presentarme en el Ministerio de Defensa, en la Oficina de personal, el Jefe de la sección, me informo que estaba dado el pase a la Brigada de Infantería Guayas, al presentarme en Guayaquil, fui asignado a la Compañía de Trasmisiones situada en Progreso, a la que me presenté de inmediato con el Comandante Mayor Cornejo y me designaron la función de Oficial P-4 de logística; siempre reflexiono sobre las incongruencias del Ejército, al dar los pases, mi especialidad no la podía poner en práctica; me molestó sobre manera, la forma desleal y olímpica como mi compañero se ubicó tranquilamente en el Batallón de Paracaidistas en mi reemplazo, pero nunca le reclame por tal maniobra.

La Unidad de Transmisiones, ubicada en el Cantón Progreso, en una bifurcación de caminos, el uno hacia Playas y el otro hacia Salinas; al mando del Mayor Cornejo, había dos Capitanes, ellos pioneros del Arma de Transmisiones, que cambio de nombre y hoy es de Comunicaciones; y dos Tenientes, inclusive, y un Subteniente; unos ochenta voluntarios, de diferentes grados y unos ciento veinte conscriptos; la Unidad, estaba a unos ochocientos metros del pueblo, con Iglesia y Escuela y unas treinta casas de construcción mixta, pocas tiendas y una fonda y bar, la luz eléctrica del pueblo servía hasta las diez de la noche, en una planta de diesel y luego todo era oscuro; con una población de campesinos, agricultores, comerciantes informales, casi todos desconfiados; la Unidad, en unas seis hectáreas de terreno casi plano, tenía una serie de instalaciones, con techos de eternit y paredes prefabricadas, pisos de cemento y otros de madera; a más de las instalaciones militares, para la administración, cocina, comedor de tropa, patios de instrucción, sector central cívico, donde siempre estaba flameando la bandera del Ecuador, había un sector de villas para Oficiales y un gran casino con juegos de villa y muebles abundantes; elegí una villa cerca del casino, en donde me instale, pues los Oficiales todos casados inclusive el Subteniente, que con el transcurso del tiempo llegaría a ser mi concuñado, tenía una hija infante y junto con los otros Oficiales y Comandante de la Compañía, vivían con sus cónyuges e hijos en las villas ubicadas después de las canchas deportivas y hasta en una sección de la Unidad militar pasando la vía a Salinas, en un sector reservado y lleno de árboles de tamarindo, ciruelos y flores; habían los medios motorizados y material, para tendidos alámbricos, para la Brigada de Infantería, los equipos y materiales de transmisiones, los diferentes medios de radio y antenas; el armamento correspondiente individual para combate, los rastrillos con especies bélicas, accesorios y municiones, más un refugio subterráneo, con material bélico de la Brigada, cuyo mantenimiento hacia un equipo de militares al mando de un Teniente especialista en material de guerra, y compañero de promoción del Subteniente casado y de mi arma. Para mi alimentación diaria tenía a disposición el casino de oficiales, con un gran comedor y mesa, y un conscripto para servirme los alimentos, al que le ordené que coma en mi mesa, pues el resto de Oficiales comían en sus villas y con sus familias, mi convidado a la mesa, de Manabí, resultó ser un buen conductor y cuando salía franco lo hacía en un jeep americano, conducido por este ciudadano, que más tarde se licencio, quedándome nuevamente solo, como en una isla, y viéndome obligado a conducir yo mismo, con la venia de mi Comandante, cuyas hijas señoritas, así como las hijas de los dos capitanes, que empezaron a hacerme invitaciones, pero que después de excusarme diplomáticamente preferí no aceptar dichas invitaciones, dedicándome más bien a los deportes y a adecuar una de las villas para gimnasio, entrenando a un grupo de conscriptos en judo y karate, en defensa personal; sin contar con mis actividades, de servicio de guardia, de semana, de funciones administrativas, de ranchero, bodeguero y cantinero, en colaboración con un Sargento que le tocaba realizar dichas funciones. Muy pocos voluntarios casados habitaban en el pueblo, los demás casados y sin sus familias vivían en la instalación militar; podría decir que fue mi servicio de Destacamento, por decir menos, pero precisamente el destino me tenía preparada una sorpresa que daría un giro total y fin a mi vida de soltero. Era el mes de Julio de 1970, estaba de guardia y recibí una llamada telefónica a la línea militar de parte del Subteniente compañero de la Unidad, compañero de cadetes en el Colegio Militar, él del curso de bachilleres y para Oficial de servicios, yo para Oficial de arma, en Cuarto curso de bachillerato, su nombre Hugo, me pedía que este pendiente, pues en la tarde en un transporte que venía de Guayaquil llegaba su cónyuge, su hija infante, sus padres y una cuñada, que les de las facilidades y lo necesario a su llegada; como es lógico, inmediatamente dispuse que en la villa del compañero este todo dispuesto y se hizo la recepción de sus familiares, mientras atendían a esas personas, yo estaba en la garita, cumpliendo el servicio de Oficial de guardia, el clase de mi grupo me indicó que ya estaban en la villa, en donde previamente les había enviado colas, hielo, agua helada, que dispusieron en su refrigeradora, así como la merienda correspondiente y al día siguiente el desayuno y hasta el almuerzo, cuando llego Hugo y me agradeció, le indique que era mi obligación.

Mi actitud hacia la vida presente era fría, calculadora, de vez en cuando al salir franco a Guayaquil, Playas o Salinas, no tenía atractivo alguno, todo me parecía cansado y trivial, más parecía que había sido desterrado, todo circulaba a mis obligaciones de militar, con recursos limitados, sin vehículo propio, teniendo como único medio el terrestre, por carreteras de segundo orden, mi única comunicación con mi Familia, con mis Padres y conocidos en Quito, era de vez en cuando por teléfono.

Y a cada rato reflexionaba porque había sido dado el pase a esa Unidad, en la que lo rutinario y monótono era lo constante y exasperante; todo lo contrario pasaba con los Oficiales casados, que parecía que les habían premiado con ese pase y las comodidades mínimas de las que gozaban, en esa Unidad del arma de transmisiones.

Al estar destacado en Progreso, y en la unidad militar, donde no había muchos Oficiales de grado inferior, las tareas eran múltiples, la semana, la guardia y las comisiones; detrás de la Unidad había una loma con respaldo incluido en donde regularmente hacia tiro con mi pistola de servicio, o con el fusil FAL, como afición adquirida en la Artillería.

En una tarde y después de que conduje al personal a la merienda, regresaba a la garita de guardia, por un camino bordeado de piedras pintadas con cal blanca, y en sentido contrario hacia el interior de la Unidad venía una señora, que supuse era la madre del Subteniente Hugo, acompañada de una jovencita, una niña de tez blanca, de cabello largo y rojo, conforme nos acercamos vi que tenía una fulgurante mirada y bellos ojos verdes, el encuentro el saludo y la presentación fueron obligados; la señora era efectivamente la madre de mi compañero y la chica que me presentó era la cuñada, hermana de su cónyuge, se llamaba Ruth; alguna cosa querían a lo que ordene al subalterno de guardia les consiga, quedando inmediatamente y sorpresivamente enamorado, pero en forma fulminante y total; como dentro del cuartel habían teléfonos internos, en los siguientes días converse con Ruth, le invité a que dispare, en mi polígono, después de indicarle el manejo de mi pistola Browning, le indique la posición de disparo, tomó mi arma y disparó una sola vez, tiro la pistola al suelo y salió a la carrera, hacia la villa donde estaba alojada por vacaciones con su cuñado y hermana Gladys, me enteré que había sido la Reina de su Colegio "Ciudad de Cuenca", y que estaría de vacaciones unos quince días; el fin de semana; con mi compañero y su Familia, fuimos a Playas, y estando a orillas del mar, decidí declararle mi amor y mis ideas, pensamientos, a esta mujer niña, pues tenía menos de 17 años, ella me acepto, lo que sellamos nuestro compromiso con un beso, delante de los que nos rodeaban; así se daba inicio a mi sino o destino, con esta mujer a la cual adoro y que es mi complemento, mi compañera abnegada, la mujer dulce que me ha dado fortaleza en las buenas y hasta cuando casi agonizaba al sufrir la amputación de mi mano izquierda, en el Putumayo; nunca me ha exigido grandezas, hemos compartido, la mayor parte de veces, alegrías y satisfacciones, como pobreza, en especial con nuestros cuatro hijos; hemos superado los obstáculos de la unión matrimonial, y hemos visto y seguimos viendo el paso del tiempo y del espacio, mientras maduramos más y se han ido presentando la superación y la experiencia. Conocer e iniciar la relación con esta bella niña, podía haber quedado trunca y haberse olvidado, pero Dios dispuso, que en Cuenca, en la Tercera Zona Militar, haya un Teniente de mi arma, que salió castigado y me reemplazo en mi Unidad, así en contados meses, fui asignado con el pase a Cuenca.

Ruth me expuso francamente, que tenía un pretendiente y yo actué de la misma forma, descubrí parte de mi vida, le conté que había estado de novio pero en un compromiso que yo mismo no creía, que actualmente no tenía relación alguna, y le puse a escoger, le dije que si realmente ella estaba segura de mí, hable con su enamorado y termine su relación, así lo hizo. Apenas salí franco de mi nueva Unidad en la Zona Militar en Cuenca, me dirigí al domicilio de mi enamorada, estaba ubicada su casa en la calle Benigno Malo y Vega Muñoz, no tenía teléfono, pero me dirigí con terno y corbata a su dirección, al preguntar por ella salió un joven, que resultaría más tarde ser mi cuñado, me indicó que esperara, luego salió Blanca Virginia, una mujer bella, de ojos azules, la mamá, que después de saludarle, me identifique como un amigo de su hija y le pedí me permita visitarla, y con el mismo propósito le pedí hacerlo con su marido, al que no tenía el gusto de conocerle, que era un hombre serio y que tenía la mejor de las intenciones y respeto por su hija; cuando salió por fin Ruth, o como yo suelo llamarle "señorita Ruth", "Ñatita", ella estaba sorprendida, pensaba que únicamente había viajado de Progreso a Cuenca, para visitarla, pero le explique que estaba en Cuenca, con el pase y para continuar nuestra relación, siempre he identificado en mi amor, su diáfana sinceridad, su atracción y aceptación a mí, en definitiva siempre me sentí correspondido y esa conexión que se siente y se demuestra, cuando realmente se está enamorado; ella seguía sus vacaciones, llegue a conocer a sus hermanos, Hugo Virgilio, Rosa Elvira, Edgar Raúl, Giovanni Mauricio, María Eulalia, desde luego a Gladys, casada con el Subteniente Hugo y al menor Paúl que era en ese entonces 1971, un infante. Desde el inicio Hugo y Gladys, me dieron su aprobación y apoyo, para mi noviazgo con su hermana Ruth, lo que duró apenas dos meses para luego casarnos, civil y eclesiástico en la Iglesia María Auxiliadora, en cuenca, domicilio civil de mi novia.

Conforme pasaban los días, en que fijamos nuestro Matrimonio que se efectuó el 19 de Marzo de 1971; lo cual le propuse en una tarde a Ruth, ella acepto inmediatamente mi propuesta, acudí a la casa de sus Padres, pedí su mano directamente yo, acompañado del Subteniente Aguirre; Juanito mi futuro suegro, era propietario de una joyería, ubicada en la calle Gran Colombia, comentó después de mi pedido, "esta malcriada", fijamos la fecha de la boda civil y eclesiástica, los permisos y papeles al Comando del Ejército y a mis superiores, que por reglamento requirieron una garantía económica, una dote equivalente a tres veces más el valor de mi sueldo y que tenían que proveerme mensualmente los padres de mi novia, pues Ruth era menor de edad, recursos para el mantenimiento del futuro hogar, quedó en letra muerta, ya que siempre iniciamos y nos hemos sostenido con lo que yo he ganado, como militar y luego como civil, en otros empleos, como Abogado, y como Catedrático universitario, caminando despacio y con el pensamiento de que Dios nos ha provisto; mientras Ruth ha sido una pieza fundamental, al ocuparse de la crianza, educación de nuestros cuatro hijos, dos hijas y dos hijos en ese orden, y gracias a ese apoyo inmenso, todos ellos se han realizado, son profesionales, e hijos amorosos y bien formados en valores morales, intelectuales y psicológicos.

Mientras yo hacia estos preparativos de mi futuro matrimonio, hice conocer a mis Padres, ellos aceptaron mi próximo compromiso y me acompañaron, incrédulos, pues tenían de mí un concepto diferente, del soltero libre y sin compromisos, además confiaron en mi palabra y fueron confidentes de mi impresión y enamoramiento a primera vista de Ruth; y llegó posteriormente una visita de mi Padre al domicilio de mi futura familia, así como el pedido formal de la mano de mi novia. Todos los anteriores compromisos e imágenes de mujeres se borraron de mi mente, estaba totalmente enamorado y convencido de culminar con el Matrimonio, realizando mi vida y mis expectativas futuras, con la seguridad e ilusiones de formar una familia, de procrear hijos, de formar un hogar en términos de felicidad, comenzando únicamente con los regalos del Matrimonio eclesiástico, arrendando un pequeño departamento, haciendo las cosas juntos, desde el mercado, hasta la comida, enseñando a mi mujercita especial, a cocinar, a lavar y planchar la ropa, con la intensidad y esperanza de la mayor parte del tiempo estar juntos. Todo tiene un inicio y en el nuestro empezó y ha sido de intensa felicidad, sobrellevando los pases y la vida y actividad militar, casi todo el tiempo viviendo juntos y con nuestros hijos, los cuales crecieron, se hicieron mujeres y hombres adultos y cabezas de sus hogares, creciendo la familia con un Arquitecto, una Psicóloga industrial y un Médico, quienes nos han dado hasta ahora tres nietas y tres nietos, nueva sabia y nuevas generaciones, que pedimos a Dios, sean mujeres y hombres importantes en la vida, superando inclusive a sus progenitores.

Al ser ya observado, excluido, ya no importante para la Institución Armada, el Ejército, al que por vocación ingresé, mi vida se volcó al Derecho, empezando una nueva edificación, en esos sólidos y fuertes cimientos, que son los construidos en mi vida militar, graduándome como Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas, posteriormente de Doctor en Jurisprudencia y Abogado de los Tribunales de Justicia de la República del Ecuador, en la Universidad Católica de Cuenca, con honores, donde además por más de veinte años sigo colaborando en formar a la juventud, con la cátedra en diferentes materias de Derecho; en una vida, dos carreras, que han exigido de mi darlo todo con dedicación, en busca de la supervivencia en la lucha diaria y difícil de la vida; pero, en mis últimos treinta años radicado en Cuenca, a actividades profesionales, académicas y de Familia con raíces propias, con el afecto y cariño de los familiares de Ruth, quienes me han brindado su confianza, su apoyo, su estima, a los que debo mis agradecimientos y respeto, comenzando por mis padres políticos, hermanos y hermanas políticas; aquí en esta tierra bendita, regada de generosas fuentes de agua, en este paisaje hermoso, en sus campos sembrados de mieses, en especial del dulce maíz blanco, que da un carácter altivo y generoso y sus gentes hablan con un acento propio y castizo, en esta tierra en donde tenemos nuestra casa, nuestro terreno rural sembrado de pinos pátula y de capulíes, en nuestra oficina jurídica en el quinto piso, en donde se avizora a gran distancia, la urbe, el campo y el cielo azul, aquí donde nacieron tres de mis hijos mayores, mientras que Paúl el último, nacido en Quito, como yo nos identificamos con Cuenca, esta ciudad, que me ha dado felicidad, mi profesión, mi vehículo del año; en donde saludo y la gente me saluda y me identifica, redondeando el hecho de que nadie es profeta en su propia tierra; aspiro con los años seguir sirviendo a la ciudad y a sus habitantes, con mi conocimiento, hasta que tenga las fuerzas y el talento suficientes, pues cuando yo fallezca, que sea acogido al pie de un árbol de los que yo he plantado, ha crecido y he visto crecer, dando fresca sombra y frutos; en una pequeña cajita de madera descansen los residuos después de la cremación, cuando sea la voluntad de mi Creador; mientras tanto quiero tener lucidez, ideas claras, poder seguir transmitiendo en mis estudiantes en la Universidad, ideas modernas, actualizadas y que se identifiquen con la solución de los problemas actuales, coadyuvando y solucionando los problemas más urgentes de mis potenciales clientes, gozando de su confianza, ganándome mis honorarios honrada y limpiamente; siendo todas mis actuaciones éticas, honradas y de diestros conocimientos, quiero sentirme útil y necesario hasta el último de mis días, quiero ser dirección, timonel, guía de los que confían en mí.

Nunca hice mal a nadie y mis ideas y actuaciones de acción u omisión han sido siempre en procura de unir, de construir, de solucionar; casi siempre me he sentido con la conciencias tranquila, y en mis angustias y peligro de muerte, siempre he invocado a Jesús, a su madre, la Virgen santa, siendo convencido y de fe católica; cuantas veces he rogado e invocado al Todopoderosa su ayuda, el milagro, la paz y conformidad y estoy seguro de que siempre que he pedido, Dios me ha proveído; cuantos peligros se han cernido sobre mi cabeza, y he pedido perdón y piedad para mis ascendientes, descendientes, mi cónyuge, para mis padres y familiares; y, hasta para mis enemigos gratuitos o imaginarios, que estoy seguro son pocos.

Siento dentro de mi ser, mi alma, que soy apenas un pequeño puntito minúsculo dentro del Universo, al que con todas sus fallas y defectos, seguramente le falta mucho para dispensarse de ser un ser humano, lleno de defectos, tan ansioso de cubrir tantas necesidades, buscando siempre lo bueno y de llegar por lo menos en forma minúscula a alcanzar la perfección, pero para esto me faltan inconmensurables vidas más; tantos objetivos y proyectos que quisiera alcanzar, pero presiento que mi pequeña vida no me alcanza y llega tanta mi desesperación que quiero aunque sea profanamente, dibujar ideas y plasmarlas en prosa, con talentos que no dispongo.

Muchas veces incursiono en los pasajes de mi vida, y pienso la forma de solucionar y dirigir de mejor forma, algo que faltó voluntad, o impulso; como corregir errores pasados, físicos, intelectuales y prácticos; como volver al tiempo y espacio para hacer las cosas diferentes, para corregir los errores del pasado; los arrepentimientos de cosas pasadas, no queridas, nos dan más fortaleza, la madurez concuerda con la reflexión, con un mayor aprecio al prójimo y a la vida; no es tan fácil asimilar los conceptos de nacer, crecer, reproducirse y morir, son elementos filosóficos muy generales e inalcanzables a veces imposibles de cumplirlos en forma total, sino se desenvuelven, con el carácter, con el físico, con la psiquis, con los conceptos más profundos del ser y del alma, vestido interior del estropajo que es el cuerpo humano.

Los errores de la juventud, nos llevan más tarde al arrepentimiento, o a veces a tener el problema por toda la vida, aunque sea dentro de la conciencia, que nos está reclamando y reprochando sin descanso, con una voz interior sabia y profunda.

Nunca herí intencionalmente en forma sentimental, siempre dije la verdad y tuve la hombría de retirarme a tiempo sin hacer daño; a veces presentí el interés únicamente físico o biológico, que me hizo desistir muchas veces con una ideología diferente, a como yo he pensado deben ser las cosas; poniendo distancia con las personas y sus intereses, volviendo a la búsqueda de lo que llenara mi corazón, mis expectativas.

Muchas veces y hasta de día y de noche caminé desorientado, triste y solitario, mientras llegaba mi momento, y ese instante inicio cuando conocí a la compañera de mi vida, a la que posiblemente no he llegado a entregarle todo mi corazón, a la que a veces he ofendido y no he valorado su verdadera dimensión, a la cual no he cumplido en sus más pequeñas expectativas, a la que posiblemente he defraudado, he engañado y me he engañado yo mismo, recibiendo a cambio su generoso e incondicional perdón, su fuerza y seguridad, sin condición alguna, demostrando lealtad y fiel cumplimiento.

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