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Lectura hermenéutica de las características socio-económicas de la comunidad cristiana (página 5)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

De esta manera concluyo el trabajo realizado en el nivel teológico de Hch 2,42-47 y 2Cor 8,1-15, para adentrarme en el siguiente capítulo, en lo que respecta al hecho de la actualización de esta experiencia frente a la realidad socio-económica que enfrenta América Latina desde 1992 hasta el 2007, y como responde la Iglesia frente a este reto en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Aparecida en el año 2007, teniendo como base la visión de la Iglesia frente a esta situación que se da en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada Santo Domingo en 1992, a los quinientos años de la evangelización.

4. Nivel Actualizante

Considerando que, en el marco histórico de los textos de la comunidad y la colecta se presentan elementos ostensiblemente parecidos a los de la época actual, tal como es el hecho de la cultura de exclusión, de la vida individualista, hedonista, mercantilista y explotadoramente corrupta, en donde los planteamientos políticos son más aristocráticos que democráticos, buscando el interés de pocos para mantener el "equilibrio" social, la experiencia de la comunidad y de la colecta como experiencias paradigmáticas, repercuten en su contexto histórico, generando una metamorfosis socio-política y socio-económica, a favor de una nueva sociedad.

La nueva sociedad, imbuida toda ella en el ámbito de la fraternidad y de la solidaridad responsable y común, por medio de procesos de inclusión, propiciado desde la familia como base de la sociedad, genera dinámicas de identidad y de fraternidad generosa, que parten de la experiencia de Dios en ella, enarbolando elementos de justicia y de paz para suscitar un equilibrio bio-psico-social, que ayuda a manera de levadura, a la transformación histórica de su contexto.

Esta transformación histórica del contexto, parte del saber escuchar atentamente la realidad para ubicar en ella su identidad y actuando en ella fraternalmente, generar procesos solidarios de liberación y de "resignificación" humana, frente a las situaciones adversas que lo oprimen y lo ahogan no dejando que en la situación humana, resplandezca el sentido de generosidad e igualdad, que está centrado en el hecho de la justicia y la paz.

Este hecho de centrar el sentido de la generosidad y de la igualdad, en la justicia y la paz, es promovido por la experiencia discipular del oyente que, a partir de esta dinámica cree, creyendo espera, esperando ama y amando, transforma su situación histórica construyendo un nuevo tejido social.

Esta trasformación del nuevo tejido social en América Latina y el Caribe es movida por la libre y dinámica aceptación de la gracia de Dios en la comunidad humana que escucha contemplativa y obedientemente el deseo de Dios en América Latina y el Caribe, siendo su deseo, que éste continente sea tierra de esperanza, tierra de liberación.

Para abordar este capítulo, se tendrá en cuenta primero una lectura de la situación socio-económica de América Latina y el Caribe desde la óptica de la Conferencia Episcopal latinoamericana celebrada en Santo Domingo en 1992 y la reciente reunión en Aparecida, 2007. A partir de esta lectura, se nombrarán algunas de las principales problemáticas a nivel socio-económico.

Posteriormente, se abordarán éstas principales problemáticas de manera consecuente, enriquecida por la opinión de algunos teólogos y autores que desde sus juicios de valor, permitirán un mayor entendimiento de las mismas.

Luego de esta lectura de la realidad, se afrontarán de manera sistemática las respuestas pastorales que las conferencias de Santo Domingo y Aparecida hacen respecto de la problemática vista en el continente de la "esperanza" y como, en éstas, se afrontan las experiencias de la comunidad y de la colecta como experiencias paradigmáticas de trasformación y de dinamización social.

Para finalizar se abordarán acciones, surgidas a partir de la aplicación metódica de las experiencias de la comunidad y la colecta y la renovación en su óptica social de una manera pastoral, que guía el conjunto humano, hacia un horizonte de salvación enraizado en la esperanza.

4.1. Lectura de la situación socio-económica de América Latina y el Caribe desde los documentos de la IV y V Conferencia del CELAM

4.1.1 IV Conferencia del CELAM

Frente a la situación socio-económica de América Latina y el Caribe los obispos, como representantes de la Iglesia Latinoamericana, reunidos en Santo Domingo, conscientes de las repercusiones que estaba empezando a generar el desarrollo del nuevo orden económico mundial en América Latina, se ven obligados a discernir el hecho de hasta dónde debe llegar la libertad de mercado, y que se debe tener en cuenta para que sirva a las mayorías y no se convierta en sistema excluyente.

Según los obispos reunidos en Santo Domingo, "para que la economía de mercado no se convierta en algo absoluto a lo cual se sacrifique todo, acentuando la desigualdad y la marginación de las mayorías"[213] es necesario desarrollar políticas públicas que comprometan el desarrollo de la economía de mercado en un marco jurídico estable y que no sea subvalorado por los generadores de esta economía, con el fin de asegurar "el valor de la persona, la honradez, el respeto a la vida, la justicia distributiva y la preocupación efectiva por los más pobres".[214]

Esta economía de mercado conlleva al ajuste económico de las naciones, promovido y auspiciado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los cuales "suelen producir un grave deterioro del nivel de vida de los pobres"[215], incrementando la desigualdad y la exclusión, y el empobrecimiento agudo de los latinoamericanos, llegando a niveles intolerables de extrema miseria, en donde se cierran los horizontes de la esperanza y se desconoce la dignidad concreta de la persona humana.

Es más, con el ajuste económico "la política de corte neoliberal que predomina en América Latina y el Caribe (.) se desregula indiscriminadamente el mercado, eliminándose partes importantes de la legislación laboral, reduciéndose los gastos sociales que protegían a las familias de los trabajadores, ahondando aun más las distancias en la sociedad"[216]y de este modo propiciando el inconformismo y la revolución.

A este ajuste se le suma el hecho problemático de la deuda externa, la cual no es una problemática principalmente económica, sino además profundamente humana, porque, como menciona Santo Domingo,

"lleva a un empobrecimiento cada vez mayor e impide el desarrollo y retarda la promoción de los más pobres(.) por su pago peligra seriamente la sobrevivencia de los pueblos, cuando la misma población no ha sido consultada antes de contraer la deuda".[217]

Este nuevo desarrollo del "nuevo orden" económico mundial y de la política neoliberal ha llevado a agudizar más "la brecha entre ricos y pobres (.) debido a la inflación y reducción de los salarios reales y a la falta de accesos a servicios básicos, al desempleo y al aumento de la economía informal y de la dependencia científico-tecnológica"[218], difundiendo constantemente y con mayor fuerza una mentalidad consumista ilimitada, a través de los medios de comunicación masivos, impidiendo, por tanto, una sociedad más justa y digna, reduciendo las interpretaciones de la persona y la sociedad al ambiente meramente economicista.

4.1.2 V Conferencia del CELAM

Mientras que en Santo Domingo, los temas que, en relación a la situación de estudio, preocupan a los obispos son el nuevo orden económico mundial, las políticas neoliberales y la deuda externa, en Aparecida, los temas que llaman la atención en la lectura teológica de la situación socio-económica del continente se centran en los tratados de libre comercio, el cambio climático y la reforma agraria, todos estos dinamizados por el gran tema de la globalización.

Según la lectura de los obispos de la situación socio-económica, la globalización como fenómeno, ha influido en gran medida en el crecimiento de la economía regional, pero para su justa valoración, ilustra Santo Domingo,

"es necesaria una comprensión analítica y diferenciada que permita detectar tanto sus aspectos positivos como negativos(.) en la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas".[219]

La eficacia y la productividad, de mano del interés privilegiado al lucro y a la competencia, desarrolla por medio de la globalización, una dinámica de concentración de poder y de riqueza en pocas manos. Este poder y ésta riqueza se sostienen en el conocimiento y en la información y además, en la alta tecnología. Esta concentración del conocimiento, la información y la tecnología en pocas manos, genera una gran desigualdad que se entiende ahora, no con el explotado, sino con el desconectado, es decir, con aquellos que no tiene los medios ni recursos para acceder a los sistemas informativos y tecnológicos.

Esta situación no niega la posibilidad de forjar pequeñas y medianas empresas que, menciona Aparecida,

"se asocian al dinamismo exportador de la economía(.) sin embargo, su fragilidad económica y financiera y la pequeña escala en que se desenvuelven, las hacen extremadamente vulnerables frente a las tasas de interés, el riesgo cambiario, los costos provisionales y la variación de los precios de los insumos".[220]

La situación desfavorable de las empresas nacionales, que no poseen el conocimiento, la información y la tecnología de punta, está en grave desventaja frente a las multinacionales. Ellas conjugan estos tres elementos y mandan en la dinámica empresarial y, por tanto, económica, poniendo en grave riesgo la sostenibilidad de las empresas nacionales estas, abocadas por el no apoyo constante del Estado no rinden sustancialmente con relación a la dinámica del mercado global propiciando así el deterioro de las mismas y su quiebra.

Frente a la forma de globalización monoempresarial que reestructura los prototipos económicos y laborales en los países en vías de desarrollo, condicionando los derechos humanos a la eficacia rigurosa del mercado afectando la dignidad de la persona, se siente, indica Aparecida,

"un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto de los derechos humanos(.) Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera".[221]

Se ha percibido también, en la lectura socio-económica del continente, que las empresas multinacionales están debilitando la función social del Estado y los proyectos de desarrollo que adelantan, los cuales necesitan una inversión de largo plazo sin retorno monetario inmediato. Además se observa en las multinacionales, cuyo soporte económico no ésta regulado por las leyes del Estado, con mucha frecuencia, sigue mencionando Aparecida,

"subordina la preservación de la naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos naturales, con la contaminación del aire(.) la región se ve afectada por el recalentamiento de la tierra y el cambio climático provocado principalmente por el estilo de vida no sostenible de los países industrializados".[222]

Las multinacionales, como grandes sanguijuelas, chupan la sangre de los pueblos desecándolos, desertificándolos y contaminándolos para mantener el buen nivel de vida de los países industrializados y es así como convierten grandes hectáreas de cultivos, que sirven para saciar el hambre de los pueblos y sacarlos de la pobreza, en combustible para sus aviones y sus carros, con la falacia de que serán menos contaminantes, pero manteniendo su creciente producción, algo completamente inhumano.

La globalización como fenómeno de crecimiento económico en la región busca involucrar, a través de medidas de mercado, a la mayoría de los Estados en la celebración de Tratados de Libre Comercio. Estos, no benefician a los países en vías de desarrollo pues atentan contra la dinámica económica interna ya que estos tratados lo que buscan es concentrar la riqueza en los mecanismos del sistema financiero, desarrollando un capital especulativo que no favorece las inversiones sociales a largo plazo, generando lucro inmediato a partir de títulos públicos, monedas y derivados.

Se observa también en esta lectura un alarmante "nivel de la corrupción en las economías, que involucra tanto al sector público como al sector privado, a lo que se suma una notable falta de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía"[223] lo que genera, una destrucción del tejido social y una desvirtualización de la identidad, constituyendo conciencias volubles, sin arraigo en el bien común.

La proyección económica de la globalización a quien más afecta es al campesino y a las tierras de cultivo. Las empresas multinacionales desarrollan un sistemático desplazamiento de los campesinos buscando apropiarse de sus tierras, para construir sus empresas e industrias, volviendo infértil la tierra de cultivo que antes fue fértil, eliminado la herencia del campesino, su tierra, la cual es la salvaguarda frente a la pobreza por tanto, el campesino sin tierra se convierte en mendigo, desenraizando su cultura y su identidad histórica.

4.2 Principales problemáticas en América Latina y el Caribe, según algunos teólogos y autores

Las principales problemáticas que se enriquecen con la ponderante opinión de algunos teólogos y autores son, la situación del nuevo orden económico mundial el cual, propone una política neoliberal, amparada bajo el estigma de la deuda externa, que de manera veloz se ha globalizado, generando grandes víctimas y grandes desafíos para el mundo de hoy.

4.2.1 Nuevo orden mundial

Uno de los temas que mencionan y abordan los obispos en Santo Domingo, y que se quiere ampliar en este estudio, es la situación del nuevo orden mundial el cual empieza históricamente a tomar cuerpo, a partir de la creación del cartel bancario fundado en 1820 por la familia inglesa de los Rothschild, que con su cabeza Nathan Rothschild se convirtieron en el poder económico londinense.

Este cartel bancario históricamente ha realizado apuestas financieras en ambos lados de las guerras, no solo para estimular sus riquezas, que es lo que menos les llama la atención, sino para el desarrollo de un gobierno mundial manejado por pequeñas elites fascistas, en donde ninguna clase de actividad humana es ya privada y donde los servicios secretos, que son el arma más eficaz de las poderosas redes financieras, mantienen el control.

Desarrollando el cartel bancario, la sociedad secreta de la mano negra, junto con la inteligencia británica se propicio la muerte del archiduque austro-húngaro en 1914, generando la primera guerra mundial con el fin de incrementar sus bienes, apoyando ambos lados de la contienda.

Este apoyo armamentista financiado por los bancos controlados por los Rothschild, hicieron caer en profunda bancarrota a los países en contienda, desarrollando luego, bajo el apoyo de los países que tenían alguna deuda, la liga de las naciones, cuyo fin era el desarrollo del gobierno mundial.

La primera reunión de la liga de naciones fue convocada en Paris en 1919, pero muchas naciones, reconocieron esta liga como una amenaza a su soberanía, y frustraron el desarrollo momentáneo de ésta.

Frente a esta no aceptación de liga por parte de algunos estados invitados a ser parte de ella, en 1921 la inteligencia británica, que era una arma elocuente de la familia Rothschild, junto con la familia Rockefeller, crearon el Concilio de Relaciones Exteriores, en sus siglas inglesas el CFR, para el crecimiento del imperio anglo-americano, y cuya misión es abolir todas las naciones para favorecer el gobierno mundial.

En 1930 los promotores del gobierno mundial dividen su planificación en dos sectores, para manejar más elásticamente el poder y éstos son, el socialismo fabiano, en Londres y el fascismo en Italia y Alemania. A partir de esta división, se empieza a fraguar una segunda guerra mundial propiciada de nuevo por el cartel bancario de los Rothschild y sus aliados, especialmente los Rockefeller.

Con el desarrollo y el fin de la segunda guerra mundial, Europa cayó en una profunda crisis a todo nivel, propiciando el surgimiento permisivo de una pequeña élite para favorecer el gobierno global. Esta pequeña élite fue la encargada del desarrollo posterior de la ONU, fundada en abril de 1945 por parte de los triunfadores de la guerra, es decir, el cartel bancario y cuyo plan, que recibe el nombre de plan trilateral, es la formación de tres súper estados continentales. El primero ya está establecido y es la unión europea, que empezó a tomar cuerpo el 5 de Mayo de 1949, en el Concilio Europeo el cual, fue promovido por la banca británica con el fin de establecer vínculos comerciales tales como el TLC y el GATT.

Después de este concilio europeo, en 1954 empiezan las reuniones del grupo Bilderberg cuya misión es, dinamizar de forma acuciosa, la formación de la unión europea, y también la propiciación de la unión Norteamericana y la unión de Asia. Solo a partir de 1980 se empieza a saber de forma no muy clara y objetiva que este grupo existe.

En este orden de ideas, el acontecimiento "cumbre" de dar a luz plenamente el nuevo orden mundial empieza a ser más traslucido, después de los acontecimientos de noviembre de 1989 cuando se viene abajo, con la caída del muro de Berlín, todo el sistema comunista-socialista generando un cambio en la geopolítica mundial en donde las relaciones ya no se desarrollarán este-oeste sino que ahora tomarán la dinámica de norte-sur, haciendo del capitalismo el sistema integrador de la economía mundial, llevando a la ejecución plena de la globalización de los mercados, estableciendo un nuevo orden económico mundial.

En este nuevo orden mundial, propiciado y empujado por el grupo Bilderberg y la ONU, trabajando como su lacayo, el ser humano pasa a constituirse, como menciona Sölle,

"en un homo oeconomicus. Es el ser de la economía, y vive para multiplicar y acular dinero. Este es el sentido de su existencia. Y quien no pueda competir en esta lucha, quien no sea economista, quien no tenga nada que vender o no tenga nada que poder comprar, se convierte en alguien que está demás".[224]

El homo oeconomicus encarna la idea del ser humano en su absoluta soledad convirtiéndolo en un ser autista, solitario, recluido en un celda vacía donde es despojado de todo lo que lo ata a la existencia verdaderamente humana y solidaria, quedándose solo con su imperativo funcional de la racionalidad y la competencia que lo rodea y lo envuelve.

El nuevo orden económico mundial instalado en América Latina incrementa el nivel PIB en el nivel financiero y mercantil, pero esto no insta a que verdaderamente el nivel de la pobreza y la marginación disminuyan, sino que son ocultados y maquillados con el fin de justificar sus políticas devoradoras del hombre.

La característica principal de este nuevo orden "consiste en que el dinero se multiplica vertiginosamente sin necesidad de producir algo útil"[225] beneficiando única y exclusivamente a unos pocos miembros de la hegemonía económica, desarrollando por tanto, una dinámica de separación de los mercados financieros y de la inversión productiva, desregulando las políticas internas económicas de bien común, generando desempleo al tecnologizar la labor humana por medio de las maquinas de última tecnología.

Las exigencias que el nuevo orden económico mundial plantea, a los países deudores del tercer mundo, normas para que puedan seguir teniendo acceso al mercado internacional, "son auténticas exigencias sacrificiales, en éstas, las vidas humanas son inmoladas como pago necesario para poder participar el nuevo ámbito de lo sagrado: el mercado".[226]

El mercado, como ámbito sagrado del nuevo orden económico, es el que pretende dar al ser humano derechos y deberes "humanizando" las relaciones sociales de producción, siempre y cuando tenga algo que comprar o vender, teniendo capacidad de endeudamiento y de pago de este con los intereses adeudados a capital. Por tanto, "las leyes del mercado determinan que es necesario crecer, no para compartir con justicia, sino para pagar los intereses, pues solo así se tendrá acceso a este mismo mercado".[227] De esta manera, el mercado organiza los nuevos derechos humanos sacrificando las vidas de los trabajadores con desempleo y bajos salarios para poder así, sostener el crecimiento económico y mantener el pago de intereses.

La estructura capitalista de mercado solamente da, en nombre del capital, comenta Mo Sung,

"empleo al trabajador, en cuanto que éste va a contribuir al aumento de la rentabilidad y de la ganancia del capital. Cuando el ritmo de acumulación decrece, cuando hay una caída en el nivel de la economía, los trabajadores son despedidos para mantener el nivel de la ganancia y así, son condenados a una muerte lenta. La vida de los trabajadores depende del ritmo de acumulación de capital".[228]

En este sentido, la forma en que se enriquece el capitalismo es empobreciendo al trabajador, subvalorando su obra creadora a través del trabajo y apropiándose de la plusvalía.

En este crecimiento económico se produce el fenómeno de la separación entre los mercado financieros y las inversiones productivas, desarrollando "un crecimiento sin trabajo(.) el sector monetario se desgaja del sector de la economía real. Los mercados de las finanzas y de los capitales se desregulan, es decir, nadie les puede pedir cuentas, ni nacional, ni internacionalmente".[229]

Esta separación es el rasgo principal de esta economía en donde el dinero se multiplica vertiginosamente en el "casino global" sin producir algo de utilidad, por tanto, la distancia entre millonarios y pobres cada vez se hace más grande.

En este nuevo orden económico, Michael Novak, como teólogo del capitalismo, transforma la empresa capitalista en el lugar de la encarnación de Dios, proponiendo que el sistema capitalista es imagen del proyecto de Dios, haciendo notar que las diferencias sociales no son problemas morales, sino que están acorde con el proyecto de "desigualdad" de Dios, en donde el ser humano siendo igual en dignidad es desigual en talentos, en donde la competencia y la consecuente desigualdad son el juego natural de la persona libre.

La lectura teología de este nuevo orden económico, que considera el capitalismo como el mejor modelo, dice Tamayo,

"alega tres razones: es el que más riquezas genera; el que mejor la distribuye; el que más altas cotas de felicidad consigue para la mayoría de la humanidad(.). Los teólogos del capitalismo coinciden con Fukuyama en considerar la democracia liberal y la comercialización global como el fin de la historia y a la humanidad que surge de la globalización neoliberal, como el último hombre. No hay alternativa al modelo político y económico neoliberal(.) afirman que los principios igualitarios del cristianismo se hacen realidad en la economía de mercado, cuando lo que ésta economía genera son desigualdades sin límite y cada vez mayores".[230]

Esta ideología del nuevo orden económico mundial, que en sus raíces tiene un sustento fascista, logra exaltar la idea del mercado frente a la del individuo, utilizando hábilmente los medios de comunicación y concentrando el poder en su "trinidad" que es el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

Esta concentración de poder es aprovechada por los sentimientos de miedo y frustración colectiva, generada por la violencia propagandística del mercado la cual, al volcar toda su agresividad en la persona, sugestionándola a ser impulsiva en el mercado, logra la adhesión de la población, desarrollando un expansionismo imperialista sin fronteras.

Este expansionismo del mercado como imperio, genera por tanto unas políticas internas en los países, para que se amolden estructuralmente a las insinuaciones del mercado y de su "trinidad" y puedan aportar al "desarrollo" de la sociedad a través de la privatización de los elementos que sostienen las políticas sociales.

Las políticas establecidas por parte de nuevo orden mundial buscan ante todo establecer el programa de un gobierno global mundial, supeditando toda democracia y toda frontera al plan Bilderberg. Este busca reducir la población mundial en un 80% por medio de guerras y políticas masivas de control de la natalidad, además del desarrollo y aceptación cada vez más, de la eugenesia y de la eutanasia.

4.2.2 Política neoliberal

Esta política interna generada por el mercado del nuevo orden mundial de bastante preocupación por parte de los obispos, es la situación de la política neoliberal, desarrollada como un programa de reformas económicas donde se pretende hacer que algunos países no se rezaguen en su proceso de "acoplamiento" al mundo globalizado sin embargo, los problemas aparecen al descubrirse que no todos los países tienen capacidad para competir de igual manera en el mundo globalizado.

Estas reformas económicas se llevan a cabo, excluyendo al Estado de la participación y del control sobre el mercado, haciendo de éste, la única forma para lograr la regulación y libre competencia económica en todos los países.

La inhibición del Estado para el desarrollo del mercado libre, sin regulación, se reduce en tres principios que desarrolló Milton Friedman, el economista políticamente más influyente de los últimos 25 años, y estos, que sintetiza Kung son,

"Libertad, en el sentido de la ausencia de coacción permitiendo a los sujetos económicos que persigan libremente sus intereses económicos; libre mercado, pues el bienestar crece no mediante intervenciones estatales, sino a través de la división del trabajo y la magnitud de los mercados, por lo que es preciso fomentar a escala mundial un intercambio liberalizado de bienes y factores de producción; inhibición del Estado, concediendo éste, a los capitales privados una margen de acción lo menos limitado posible(.) las fuerzas de saneamiento del mercado se encargarán, siempre que la reguladora función de los precios no sea obstaculizada por manipulación de los créditos y de los impuestos, de lograr a largo plazo el equilibrio del mercado".[231]

En estos presupuestos de Friedman para el desarrollo de reformas económicas, no cabe el fin último del Estado: el bien común y el interés público. Se desarrolla como único y absoluto deber de la persona, incrementar su bien económico individual, salvaguardando inteligente y duraderamente sus intereses, por tanto, el deber moral de éstos presupuestos es el aumento ilimitado de beneficios personales.

La política neoliberal interpreta de forma unilateral el hecho de que todos los intentos de orientar socialmente la economía conllevan al fracaso, y éste se da por la supuesta soberbia del hombre al intentar cambiar las leyes de la economía y no someterse a ellas humildemente.

Según la política neoliberal, agrega Bonavia,

"una de esas leyes del mercado es que el crecimiento económico implica ineludiblemente la exclusión de los menos competitivos. No es que se desee abandonarlos a su suerte, es que "no se puede" hacer otra cosa, si se quiere el crecimiento económico de la sociedad".[232]

Para la política neoliberal hay un deber de excelencia interpretado en clave individualista: "para ser reconocido como valiosos en la sociedad cada uno debe ser competitivo, debe explorar al máximo sus recursos, en éste sentido, todo es una mercancía, todo puede negociarse y así aumentar el valor en el mercado"[233], constituyéndose éste, como la regla absoluta y motor sagrado y consagrador de la vida humana.

Desde este punto de vista, se inhibe toda moral humana a costa del beneficio económico, pasando a ser la persona un elemento de fluctuación económica en la dinámica del mercado, perdiendo su identidad y su proyección de trascendencia constituyendo por tanto una conciencia contradictoria a sí misma, es decir, individual hasta el extremo, y no social, no hallando sentido entonces al "dedicar tiempo a esfuerzos colectivos de carácter solidario: eso es malgastar fuerzas, perder competitividad".[234]

El neoliberalismo es una radicalización por la vía del individualismo y del interés propio, del liberalismo tradicional, porque por lo menos el liberalismo clásico tenía un cierto componente humanista y venía a proteger y a defender la libertad de la persona. El neoliberalismo arrasa absolutamente con todo y la persona es un simple valor de cambio y deja de ser fin y se convierte en simple medio para conseguir los objetivos que se propone.

Esta política neoliberal se sostiene en estos países, encontrando su seguridad, en la situación de la deuda externa, que compromete de manera efectiva la dinámica del estado frente a la dinámica del mercado, no pudiendo objetar de ninguna manera las decisiones de la "trinidad", so pena de recibir bloqueo económico, el cual afectaría de manera ostensible el equilibrio social.

4.2.3 Deuda externa

La deuda externa, como sostén de la política neoliberal es el as bajo la manga del nuevo orden económico mundial.

La situación de la deuda externa abordada por los obispos en el numeral 197, aqueja en primera instancia a los más pobres quienes se ven afectados por las políticas neoliberales que transmutan los proyectos de desarrollo, beneficiando a largo plazo a una pequeña élite a costa de la gran mayoría de población que lucha por salir de la pobreza y, afectada por estas políticas se ven día a día más empobrecidos, ejecutando ya no una vivencia, sino una sobrevivencia en medio de una sociedad compulsivamente mercantilista y utilitarista.

La deuda externa se debe entender como la deuda contraída en divisas por una nación, en moneda extranjera y que no se pueden pagar en moneda interna. El pago de esta deuda consiste exclusivamente en la capacidad de lograr superavits, mediante las exportaciones, que permitan atender las deudas. Sin embrago, los países deudores no tienen ninguna influencia significativa sobre las condiciones de importación de los países prestamistas.

La deuda externa se explica principalmente por las transferencias de divisas a cuenta de transferencia de ganancias y de intereses. Las ganancias del capital extranjero hay que pagarlas en los países en los que proceden las inversiones y por eso son pagadas en divisas de esos países, al igual que los intereses sobre préstamos. Al pagar estas transferencias en divisas, aumenta la deuda externa, por eso, menciona Mo Sung,

"la nueva estrategia del capitalismo internacional es permitir que una parte de los intereses adeudados sea capitalizado es decir, no pagada y sumada al total de la deuda, para que la economía pueda continuar invirtiendo y sosteniendo el crecimiento. De lo contrario, sería decretar la muerte a la "gallina de oro"".[235]

Con el pago que hacen las diversas naciones a la deuda externa, no se paga la deuda, se pagan los intereses de ella, por tanto la dinámica empobrecedora y dominadora sobre las políticas sociales se acrecienta y se "perfecciona" de manera tal que el capital es divinizado, reverenciándolo en firme contravía al ser humano imagen de Dios.

El continuo pago de la deuda externa trastoca entonces el ideal de salvación de Dios que es un continuo dar, recibir y compartir, conllevando simplemente a coaccionar la libertad de los pueblos en relación a las posturas de las grandes multinacionales. Estas amparadas bajo la deuda externa, influyen en las decisiones políticas de estado, mostrándose como dioses capaces de decidir sobre los ámbitos de vida y muerte de los pueblos.

Como el deudor, en este caso la nación, no pude pagar la deuda, el acreedor aprovechándose de esta incapacidad la transforma en ganancia, conllevando a la perdida de la "libertad" de la nación y, asumiendo dominio sobre ella, proponiendo "medios" para aliviar la deuda, con el fin de mantener el endeudamiento que cada día crecerá con los intereses de mora.

Estos "medios" que proponen los países prestamistas se constituyen en medios sacrificiales en donde el ser humano "con sus derechos y sus necesidades, ya no es el punto de partida, pero si el mercado (.) la inviolabilidad de la vida humana entra en conflicto y es subordinada a la inviolabilidad de las relaciones sociales de producción".[236]

Estos medios consisten en políticas fiscales restrictivas aumentando los impuestos sobre el consumo y reduciendo los impuestos sobre la producción y la renta además de eliminar regímenes especiales y disminuir el gasto público. Con ello se supone que se incentiva la inversión, se sanean las finanzas públicas y se fortalece la efectividad del Estado. No obstante no se distingue entre los niveles de ingreso de los contribuyentes, donde unos pueden pagar más impuestos que otros, y se gravan a las mayorías mientras que se exime a las minorías, deprimiéndose así la demanda, si bien se busque apoyar la oferta, buscando el bienestar de toda la sociedad. Tampoco se reconoce que el gasto público es necesario, tanto para el crecimiento como para el desarrollo; para la protección de sectores vulnerables de la economía y la población; y para la estabilidad social y económica en general.

En estos medios restrictivos de alivio de deuda, la muerte de los pobres es considerada como sacrifico necesario para mantener el progreso desarrollándose, según dice Mo Sung,

"una inversión de los derechos humanos, inversión de normas e inversión ideológica, que hace del sacrificio de la vida humana una parte inseparable de la afirmación política de los derechos humanos. El sacrificio de los hombres pasa a ser parte integrantes de la afirmación de la vida".[237]

4.2.4 Globalización

La temática dinamizadora, en medio de la lectura teológica de la situación socio-económica en Latinoamérica y el Caribe, que encuentran los obispos en Aparecida y que subordina en si las situaciones medio ambientales tales como daños a la biodiversidad, explotación sin consideración de las reservas de agua y de los recursos naturales, contaminación del aire y cambio climático, es la globalización.

La globalización es un fenómeno complejo, inevitable, que pretender pararlo es una empresa inútil, ambivalente, impredecible, pues su proceso abierto, es el resultado de una constante actuación humana, y no de un proyecto concebido de una vez para siempre y además que representa "un gran desafío para la humanidad y para la Iglesia, es un fenómeno no lineal, no homogéneo, con avances dialécticos, con resultados positivos y negativos, que pretende uniformarlo todo: mercado, políticas, derechos y culturas".[238]

Este fenómeno tiene una fuerte carga emotiva, ya que es inevitable e irreversible y genera hostilidad y temor puesto que se considera que suscita una mayor desigualdad entre ricos y pobres amenazando las condiciones de vida y obstaculizando los planes de desarrollo social.

La obstaculización de los planes de desarrollo social se lleva a cabo por la dinámica de una economía sin fronteras, que posee un flujo de capital autónomo y deslocalizado sin regirse ya, por las leyes de los Estados, orientándose, no por la expansión de un capital productivo, que dé respuesta a problemáticas sociales, sino a un capital financiero, generador de especulación por la desregularización del mercado y la privatización en masa de las empresas del Estado.

La privatización en masa hace disminuir los gastos del Estado y su vinculación directa con el ideal proteccionista de lo social, de lo cultural, de lo político y por tanto, de lo económico de la nación, dejándola, como náufrago en medio del océano del mercado global y sus políticas no solo excluyentes, sino además, sobrantes.

La globalización se basa "en la libertad de los flujos de mercancías que, de este modo, fragiliza el mito de la soberanía de los Estados y ha asestado un duro golpe al diseño de la nacionalidad: en las cuestiones de producción, distribución y protección, cada vez tiene menos sentido hablar de Estado nacional".[239] Esta situación de libertad de flujo y desregularización del mercado, agrupado, como medidas, se empieza a generar en el consenso de Washington, en donde su programa general de medidas económicas contempla, una disciplina fiscal de reordenamiento de las prioridades del gasto público, la liberalización de las tasas de interés, desarrollándose una tasa de cambio competitiva, liberalizándose la entrada de inversiones extranjeras directas, propiciando mayor privatización y desregularización de los derechos de propiedad. El consenso de Washington "puso las bases jurídicas de la globalización y fue impulsado muy especialmente desde las instituciones económicas y financieras multilaterales, como el FMI, el Banco Mundial y la OMC".[240]

4.2.4.1 La globalización como fenómeno

La globalización es un fenómeno reciente y acelerado, de cambios radicales, caracterizado primeramente por la integración más estrecha entre los países y los pueblos del mundo, que "ha trastocado la economía y el trabajo, el comercio y las finanzas internacionales, las comunicaciones y las culturas del orbe. Es parte de un auténtico cambio de época porque se viven momentos de innovación, momentos de desarrollo de procesos de interdependencia".[241]

La globalización es un fenómeno no equilibrado y polémico que representa en magnitud mundial los procesos de individualización y de unidad en la uniformidad, prescindiendo de la diversidad. Es un fenómeno acelerado en donde se busca levantar todas las fronteras, incluso las fronteras más profundas del ser humano, dejando al ser humano completamente desnudo en su esencia, completamente débil para hacerlo un instrumento del mercado.

El ser humano, gracias a los procesos de globalización tiene los mejores medios de comunicación, pero ha perdido su esencia dialogal, ha aprendido a hablar más, pero a escuchar, menos. Sabe lo que pasa en su alrededor, y sabe dar respuesta de "que es eso", pero no sabe lo que pasa en su interior y no sabe dar respuesta a "quién soy yo", respuesta que se encuentra en el silencio y en la soledad, medios estos que la globalización se ha propuesto tergiversar y aniquilar. El hombre al no poderse responder "quién soy yo" no tiene la capacidad de preguntarse "quién eres tú" y por tanto "quienes somos nosotros".

La globalización es la etapa crucial del capitalismo que consiste, en la tendencia de mercados y en la extensión de las empresas a nivel mundial suscitando convenios con las empresas nacionales para que éstas sobrevivan, hecho que lleva a la eliminación de puestos de trabajo y al desarrollo de la tecnocracia.

La globalización busca liberar el mercado de tal modo que no tenga límites, privatizando todo lo público, convirtiendo al trabajador en una cosa más del mercado, eliminando sus derechos y libertades laborales, excluyendo las regulaciones públicas de la vida económica y social, y hace que las empresas coloquen sus propias reglas de vida.

En lugar de brindar beneficios para todos, la globalización ha llevado al planeta al borde de la catástrofe ambiental, en medio de una agitación social sin precedentes, con la economía de la mayoría de los países en escombros, y una aumento de la pobreza, el hambre y la carencia de tierras, la migración y la dislocación social, fomenta la adopción de estilos de vida que llevan a altos niveles de consumo y de contaminación debilitando la protección del medio ambiente en vez de protegerlo.

En términos generales la globalización tiene dos significados principales: 1) Como un fenómeno, implica que existe cada vez más un mayor grado de interdependencia entre las diferentes regiones y países del mundo, en particular en las áreas de relaciones comerciales, financieras y de comunicación; 2) como una teoría del desarrollo, uno de sus postulados esenciales es que un mayor nivel de integración está teniendo lugar entre las diferentes regiones del mundo y que ese nivel de integración está afectando las condiciones sociales y económicas de los países.

El hecho de la globalización es ante todo, un hecho social y cultural que ya no es meramente local sino mundial, es decir, que lo local está ahora influido por lo que ocurre en distintas partes del mundo, pero también es un hecho de exclusión.

El proceso de la globalización tiene dos tendencias negativas que son: la exclusión, en los niveles social, económico y político y la homogenización en el nivel cultural, pero como contrapartida a la globalización se está también dando el fenómeno de localización y regionalización cuyo enfoque teológico- pastoral es la inclusión de los excluidos abrigando fuertemente la esperanza contra toda esperanza.

La globalización implica que

"hay una mayor producción y riqueza mundial, aunque cada día peor distribuida; una mayor interdependencia e intercambios entre las naciones del mundo, aunque a manera asimétrica; un mayor conocimiento y dominio de la naturaleza, aunque privilegiando a pequeñas elites hegemónicas y, en la mayoría de los casos, degradando los ecosistemas; una mayor, mejor y más rápida comunicación intercontinental, la conquista del espacio y del átomo, aunque sin beneficio real para grandes mayorías , que no tiene acceso a la red informática en tiempo real; la lucha contra las enfermedades y los desastres naturales, aunque todavía con una falta enorme de equidad hacia los pueblos más vulnerables; los avances, y a veces retrocesos, de la cultura y el arte, pero con desigual distribución de beneficios y deterioros culturales; una mayor insistencia en los derechos humanos universales, aunque todavía en esta nueva época no se ve con claridad una adecuada base de valores y principios éticos".[242]

4.2.4.2 Víctimas y desafíos del mundo globalizado

Frente a las implicaciones de la globalización que en su mayoría generan inequidad a pesar de que se busca una mayor riqueza mundial, el mundo globalizado tiene en su mira a tres tipos de victimas que maneja a su acomodo, con el fin de enarbolar los proyectos expansionistas de unas pequeñas elites hegemónicas.

Estos tres tipos de victimas y desafíos del mundo globalizado se muestran y se justifican claramente, en la carta enviada por Benedicto XVI a la presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, Mary Ann Glendon, con motivo de la sesión plenaria celebrada en el Vaticano, cuyo tema era "Caridad y Justicia en las relaciones entre pueblos y naciones" y que se llevo a cabo entre el 27 de Abril y el 1 de Mayo del 2007.

El primer tipo de victima lo constituye el medio ambiente, destruido y sobreexplotado, frente a lo cual es necesario el nuevo despertar de una conciencia de ecología fraterna en donde de nuevo, se renombre a la naturaleza como "hermana" para protegerla y auxiliarla. Hoy, el afán de lucro no respeta el hábitat de las personas de hoy y del futuro.

Los países de América Latina y el Caribe han visto y ven destruir su medio ambiente por algunas multinacionales de los países ricos, como es el caso de la selva del Amazonas.

"Problemas como la minería a cielo abierto, la contaminación vehicular, la privatización de las cuencas hidrográficas, de los mantos acuíferos y humedales por compañías transnacionales, la deforestación y las deficiencias en la recolección de basuras siguen siendo parte de la vida cotidiana de nuestros pueblos. La conciencia ecológica ha ido creciendo en nuestros países pero, desafortunadamente lo ecológico y lo social no siempre son prioridad para algunos de nuestros gobiernos".[243]

Ante esta víctima, dice Benedicto XVI,

"la comunidad internacional reconoce y debe seguir reconociendo que los recursos del mundo son limitados y que todo pueblo tiene el deber de poner en práctica políticas encaminadas a la protección del medio ambiente, con el fin de prevenir la destrucción del patrimonio natural cuyos frutos son necesarios para el bienestar de la humanidad"[244]

y para el futuro de las próximas generaciones pues ellas, tiene derecho de participar y disfrutar del medio ambiente y del patrimonio natural.

Para enfrentar este desafío, es necesario que los países industrializados adquieran sinceramente su responsabilidad humana en éste planeta azul y verde para "vigilar la dinámica del cambio ambiental y del desarrollo sostenible y de elaborar y aplicar soluciones a nivel internacional"[245] tal como, un mayor respaldo al protocolo de Tokio y a todos los demás protocolos medio ambientales que se propongan. Es necesario ser conscientes del hecho que los países más pobres son los que suelen sufrir más por éste deterioro ecológico, por este "ecocidio" llevado a cabo por las grandes empresas multinacionales las cuales destierran a los campesinos y a los indígenas de sus tierras para poderlas explotar con mayor tranquilidad, acabando con el sentido de la madre tierra, con la "pachamama".

Ante esto, se puede tomar el ejemplo de las primeras comunidades cristianas, estas viven en armonía con su entorno natural, pues viven una completa armonía en su entorno comunitario, tienen clara conciencia del nosotros y por tanto, poseen una clara idea de la protección de los bienes naturales, pues son la base y el sustento de la comunidad.

El segundo tipo victima lo constituyen en gran medida los jóvenes, excluidos algunos, del sistema, por no tener a su alcance los medios interactivos del conocimiento, del avance de la ciencia y de la tecnología y otros, convirtiéndose en autómatas del sistema, consumistas insaciables del mercado que conlleva a una voluntad y libertad delineadas por las líneas de mercado, que encuentran en ellos el material más precioso para aplicar la somnolencia social, cultural, política y económica, dejando en manos de unas pequeñas elites, el destino de sus vidas y por tanto de su futuro.

Esta situación de victimización del joven, conlleva la necesidad de generar procesos en donde se le valore y se le apoye asumiendo todos los riesgos posibles de su desarrollo, sus incertidumbres, sus dudas, sus faltas de compromiso. Las comunidades cristianas ven en los jóvenes su seguro, su esperanza y los motivan a ellos, para que no esperen procesos de esperanza sino que ellos sean la esperanza; no construyen el futuro para los jóvenes sino a ellos les hacen notar que son el futuro. Las comunidades de fe en sus procesos evangelizadores han de plasmar en el joven la sociedad del mañana y han de hacerles entender que ellos o se salvarán con la sociedad o se perderán con la misma, de acuerdo con sus acciones y con sus compromisos. Las comunidades primitivas comprometen a los jóvenes, los miran con confianza y amor edificando en ellos la generosidad, la sinceridad y el entusiasmo para desarrollar un mundo mejor, afirmando en ellos lo que da sentido a la vida: la certeza de la existencia de un Dios justo y bueno.

Frente al fenómeno de la globalización que afecta la identidad de los jóvenes, es necesario,

"generar espacios que ayuden a asumir la identidad cultural propia para salvaguardar las riquezas culturales y la propia historia además, frente al marcado empobrecimiento, desempleo y, la falta de recursos que afecta a la mayoría de los jóvenes, se deben desarrollar procesos formales de economía solidaria para un compromiso con una economía justa".[246]

La sociedad debe aún más, comprometer al joven en la construcción de la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad y otros valores sociales. La no participación en la solución de problemas nacionales se experimenta más como una falta de confianza de los adultos en los jóvenes, que como apatía o desinterés a la realidad nacional.

El tercer tipo de víctima lo constituye el pobre que es y que ha de seguir siendo, la riqueza de la Iglesia. Esta, ha de seguir asumiendo que cuando se es débil, se es fuerte y que ante esto, basta la gracia de Dios. La comunidad eclesial así, como las primeras comunidades cristianas han de ser comunidades de base, comunidades que surgen por la fuerza del Espíritu desde su nivel más humilde, más pequeño, más vital. En las comunidades eclesiales como comunidades de base, el pueblo creyente y humilde se organiza desde la fe, compartiendo solidariamente sus necesidades y generando mutuamente soluciones.

El pobre es la fuerza de la Iglesia y ante los procesos excluyentes de la globalización, la Iglesia se fortalece más, puesto que cuando es más perseguida más se proyecta y más sale de sí hacia el otro, pues, como menciona la Gaudium et Spes,

"los gozos y la esperanzas, las angustias y las tristezas sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos son también gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay de verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón".[247]

Para los intereses político-económicos de la globalización la pobreza es un factor necesario para mantener el equilibrio global del mercado. Frente a esto menciona Mo Sung que,

"para Fukuyama, por ejemplo los bombardeos de Dresden o de Hiroshima que en el pasado fueron considerados genocidios, en realidad no fueron tales porque las miles de personas muertas en estas dos ciudades, lo fueron en nombre del sistema de mercado y de la democracia liberal. Mario Simonsen afirma a la vez que lo que se puede buscar es minimizar, pero no acabar con los sacrificios necesarios para el progreso (..) Lo que significa que los sacrificios se imponen siempre a la población más pobre, mientras que el sector más rico se beneficia de los sacrificios de la vida de los pobres aumentando su riqueza. Todo ello en nombre de las leyes del mercado que promete llevarnos hacia la acumulación ilimitada. Cuando se interpretan sufrimientos y muertes como sacrificios necesarios nos hallamos ante un círculo viciosos perverso".[248]

Frente a esto, la visión de pobreza material vista desde la Escritura "es un estado escandaloso, es algo repudiable, el testimonio de pobreza no puede hacer de ella un ideal cristiano. Sería aspirar a una situación reconocida como denigrante para el hombre".[249] Una situación que significa la muerte, muerte injusta y temprana pero a la vez lenta, en donde se manipula la esperanza del pobre a expensas del mercado desarrollado por las políticas multinacionales, en muchos casos, apoyadas por gobiernos injustos y desleales con su pueblo.

El pobre, como víctima de la globalización, ahonda sus raíces como menciona la CEPAL,

"en la situación de inequidad en la distribución del ingreso que hay en América Latina, así como su rigidez al cambio en la estructura distributiva. Esta desigualdad no solamente excede la de otras regiones del mundo, sino que además permaneció sin modificaciones sustanciales durante la década de 1990 e incluso empeoró en el inicio de la presente década".[250]

En síntesis, para afrontar positivamente estos desafíos es urgentemente necesaria una justa igualdad de oportunidades, especialmente en el campo de la educación y de la transmisión del conocimiento. Apoyando la educación se apoya la cultura, se fortalece la conciencia política y se desarrollan planes socio-económicos que sirvan al bien común, para contrarrestar las políticas agobiantes del mercado global.

En ésta necesaria y justa igualdad de oportunidades, sólo el amor al prójimo puede inspirar la justicia al servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana, "sólo la caridad puede estimularnos a poner una vez más a la persona humana en el centro de la vida de la sociedad y en el centro de un mundo globalizado".[251]

En resumen, "la globalización para algunos ha significado vida y creatividad, avance y realización; y para una gran mayoría es egoísmo y frustración, exclusión y muerte. El reto actual es humanizar la globalización y globalizar la solidaridad".[252]

4.3 Reflexiones pastorales a la lectura de la situación socio-económica de América Latina y el Caribe

4.3.1 Reflexión pastoral desde la IV Conferencia del CELAM

En su reflexión pastoral, frente al nuevo orden económico, Santo Domingo hace énfasis en el conocimiento, difusión y puesta en práctica de la Doctrina Social de la Iglesia,

"impulsando en los diversos niveles y sectores de la Iglesia una pastoral social que parta de la opción evangélica preferencial por los pobres, actuando en los frentes del anuncio, la denuncia y el testimonio, promoviendo iniciativas de cooperación, en el contexto de una economía de mercado, educando en los valores de la laboriosidad y del compartir, de la honestidad y la austeridad, del sentido ético-religioso de la vida, para que desde la familia se formen hombres nuevos para una sociedad más fraterna donde se viva la destinación universal de los bienes en contexto de desarrollo integral".[253]

Además de impulsar la Doctrina Social de la Iglesia, Santo Domingo fomenta,

"la búsqueda e implementación de modelos socio-económicos que conjuguen la libre iniciativa, la creatividad de personas y grupos, la función moderadora del Estado, sin dejar de dar atención especial a los sectores más necesitados. Todo esto, orientado a la realización de una economía de la solidaridad y la participación, expresada en diversas formas de propiedad".[254]

Esta búsqueda e implementación de modelos socio-económicos alternos conlleva por tanto a la denuncia de "aquellos mecanismos de la economía de mercado que dañan fundamentalmente a los pobres"[255], y a recordarle a los laicos, que por su coherencia en la fe "tienen que influir para que el Estado logre una mayor estabilidad de las políticas económicas, elimine la corrupción administrativa y aumente la descentralización administrativa, económica y educacional".[256]

4.3.2 Reflexión pastoral desde la V Conferencia del CELAM

Aparecida contempla en su reflexión pastoral que es necesario y completamente urgente,

"crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales".[257]

Además de esto es necesario que "las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que valla elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo".[258]

En relación con la opción preferencial por los pobres, Aparecida hace mención, a Juan Pablo II, que "convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive en América, significa revisar todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común".[259]

La opción preferencial por los pobres, en Aparecida,

"exige que se preste atención especial a aquellos profesionales católicos que son responsables de las finanzas de las naciones, a quienes fomentan el empleo, los políticos que deben crear las condiciones para el desarrollo económico de los países, a fin de darles orientaciones éticas coherentes con su fe".[260]

Frente a esta lectura teológica de la situación socio-económica, Aparecida recuerda que,

"la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que verdaderamente salva y libera. En efecto, quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas".[261]

En síntesis, las respuestas que dan el documento de Santo Domingo y Aparecida respecto de la situación socio-económica de América Latina y el Caribe consisten en impulsar y promocionar la educación en valores de identidad, de fraternidad y de solidaridad, honestos y austeros, desde la familia como base de la sociedad, donde se ha de vivir la experiencia del bien material, como bien común en un contexto de desarrollo bio-psico-social.

El desarrollo bio-psico-social desde la familia, a la sociedad, sienta las bases de una economía, solidaria, real y eficiente, estructural en el pleno sentido y transformadora de los modelos socio-económicos vigentes, que son usureros y excluyentes, a modelos socio-económicos incluyentes, generadores de igualdad y de corresponsabilidad social.

En esta corresponsabilidad social, la influencia de los fieles laicos en el Estado, ha de concretarse en la promoción y estructuración de una globalización de la solidaridad, constituyendo una economía solidaria, sustentada en el desarrollo del comercio justo que tiene como base, desde el punto de vista teológico, la fructífera operación de la colecta, partiendo desde la experiencia de pequeñas comunidades de base.

4.3.3 La experiencia de la comunidad y la colecta, como acciones paradigmáticas de trasformación y de dinamización social

La experiencia de la comunidad cristiana y de la colecta, como acción paradigmática de trasformación y de dinamización social, difunde los valores de la solidaridad humana comunitaria, como un don que parte del hecho de la situación del compartir de mesa como un asunto de alianza doméstico, en donde las jerarquías vigentes de la sociedad de mercado que generan un sistema de opresor-oprimido se contrarrestan con el sistema del dar y recibir solidario y, como levadura en el mundo. Esta experiencia de comunidad y colecta, fermenta la masa y la hace crecer, siendo ella, alma del mundo, sin ella ,el mundo no tiene vida porque no puede disfrutar vivencialmente la espiritualidad de comunión, que al ser vivida al interior de ella, se proyecta al mundo para transformarlo, buscando que cada vez sea más humano, más fraterno y solidario.

La espiritualidad de comunión que se hace efectiva por medio de la vivencia de la experiencia de la comunidad y la colecta, frente al reto de la dinámica del mercado que inyecta en el mundo individualidad, hedonismo, materialismo y todo esto, con su consecuente pérdida del horizonte de la trascendencia, consiste en volver la mirada al misterio de Dios en el hombre, captando con atención el movimiento del dar, del recibir y del compartir, confrontando de manera elocuente, la dinámica del mercado manifestada en el poseer, en el poder y en el placer y que busca desnaturalizar al ser humano, haciéndolo un elemento mecánico del mercado.

Frente a esta dinámica, el desarrollo de la comunidad, como lugar de la experiencia de la solidaridad, confronta el nuevo orden mundial, con la capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad".[262]

La acción paradigmática de la comunidad, como acción transformadora de la realidad social y confrontadora de las dinámicas absorbentes del capitalismo salvaje reveladas en las posturas neoliberales del mercado que en sí, corroboran su "poder" con las acciones fluctuantes de la economía de las regiones, busca principalmente generar un proceso de conocimiento y reconocimiento por medio del cual, el creyente se identifica, interiorizando la fe e interpretándola, se compromete fraternalmente, por la esperanza, argumentando el proceso comunitario lo cual lleva a que se proyecte solidariamente, ajustado a la caridad.

La vida de la comunidad y el proceso de la colecta en ella, como proceso de generosidad y de igualdad buscando remediar los procesos de pobreza, contrarrestan los procedimientos de masa y anonimato, que literalmente ésta ejecutando el consumismo, como la "mano invisible" del capitalismo neoliberal uniformando, ayudado elocuentemente por los medios de comunicación masivos, la conciencia humana, llevánbandola a que ejecute las acciones de nuevo orden económico mundial como borregos, dominados por hilos de poder, deseosos de mantener el "equilibrio social" sin perturbar sus finanzas, las cuales empujadas hacia el ideal del crecimiento infinito, trastocan el equilibrio global haciendo desiertos donde antes eran estepas.

La vida de la pequeña comunidad eclesial de base que se constituye como signo profético de anuncio y denuncia, ve ante todo "lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mi, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente".[263]

En el desarrollo de estas comunidades prima sobre todo el espíritu de la escucha atenta a la Palabra de Dios, a sus llamados imperativos de bien común contemplados y celebrados obedientemente en el compartir de mesa, fomentando la "cooperación en nombre del Evangelio para responder al clamor de los pobres, con la promoción de la justicia"[264], generando procesos de liberación y de replanteamiento social que implica por tanto lo cultural, lo político y lo económico.

En estos procesos de liberación las comunidades eclesiales de base,

"deben caracterizarse siempre por una decidida proyección universalista y misionera que les infunda un renovado dinamismo apostólico. Son un signo de vitalidad de la Iglesia, instrumento de formación y de evangelización, un punto de partida válido para una nueva sociedad fundada sobre la civilización del amor".[265]

Las pequeñas comunidades ecleciales de base, teniendo como horizonte el desarrollo de la civilización del amor, responden evangélicamente a los problemas, con nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión, denunciando la injusticia, desarrollando una labor concientizadora, anunciando y proclamando nuevos valores, criticando la mentalidad consumista y construyendo un hombre nuevo dentro de una sociedad nueva.

Las respuestas evangélicas generadas por las pequeñas comunidades trastocan la historia, no siendo ya, historia escrita por poderosos, sino historia ejecutada por los pobres. De esta manera, los procesos de exclusión generados por la competitividad salvaje de la dinámica del mercado, son violentados por la comunidad de hermanos, la vivencia de la fe en Jesucristo y el compartir de mesa, que incluyen a los excluidos, dándoles un nombre y una responsabilidad común con ideales y compromisos auténticos que generan alegría fraterna, solidaridad y ayuda mutua.

Los compromisos que generan las respuestas de las pequeñas comunidades son compromisos discipulares y misioneros, de oyentes obedientes a la Palabra, donde asiduamente acuden a la oración, a la fracción del pan y al compartir fraterno, ejecutando de este modo una metodología que se orienta a descubrir la realidad sobre la que se actúa, diagnosticándola con la ayuda de las ciencias humanas y fundamentalmente a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, para transformarla según el plan liberador de Dios.

4.3.4 Acciones de la aplicación metódica de las experiencias de la comunidad y de la colecta

Las acciones que surgen a partir de la aplicación metódica de las experiencias de la comunidad y la colecta, frente a los hechos problemáticos del nuevo orden mundial y su política neoliberal, enraizada ostensiblemente en los países poseedores de una robusta deuda externa, confrontan las "esperanzas" de la trinidad del mercado, en convertir al sujeto humano en un ser economicista, moldeable por las dinámicas del mercado.

Estas acciones buscan mostrar, sujeta al análisis de algunos teólogos y autores, que otro mundo es posible, que el capital no es Dios y que hay maneras para, sino es llegar a la igualdad plena, si al equilibrio social de manera acorde con los principios fundamentales del hombre, el cual por naturaleza es social y que lleva en si la marca de Dios, inclinándolo hacia el bienestar común en el hecho patente de la ayuda mutua, de sobrellevar las cargas.

Por tanto, estas acciones surgen a partir del desarrollo de la globalización de la solidaridad, humanizando la solidaridad por medio de parámetros éticos que irrumpen en el anuncio del Reino de Dios y que por consecuencia generan en la economía el ideal igualitario, propiciando por tanto, una economía solidaria y unas alternativas frente a la economía capitalista mundial.

4.3.4.1 La globalización de la solidaridad

La globalización de la solidaridad, partiendo de las iniciativas de cooperación en el contexto de una economía de mercado, favorece la realización del proceso dinámico de la Encarnación, es decir, "colabora a dilatar la presencia del Reino de Dios, ya desde ahora, promoviendo una cultura basada en la justicia, el amor y la paz"[266], cimentada en la experiencia de la fraternidad solidaria en donde se experimenta el hecho de que, "la multitud de creyentes no tenia sino un solo corazón y una sola alma".[267]

Esta globalización de la solidaridad se desarrolla a partir de la interacción de las individualidades, "buscando servir al prójimo en todas sus necesidades, tanto materiales como espirituales, para que en cada hombre resplandezca el rostro de Cristo".[268] El aspecto de servir al prójimo en todas sus necesidades tiene su substrato en la experiencia del compartir de mesa, la cual es la experiencia socio-económica de los primeros cristianos.

En la experiencia socio-económica de los primeros cristianos se rigen relaciones de identidad, de fraternidad y de solidaridad, donde se expresa acogida, reciprocidad generalizada, igualdad y perdón, frutos éstos de un compartir de mesa como estrategia para edificar una comunidad sobre valores radicalmente alternativos. La aceptación del Reino se traduce necesariamente en hospitalidad y apertura de la propia mesa. El Reino de Dios es compartir la mesa de donde se pasa de un sistema de pureza al principio de la misericordia.

A través de este principio de misericordia sustentado en el compartir de mesa, los integrantes del movimiento de Jesús pueden vencer el hambre, logrando hacer tangible la solidaridad, como fruto fraterno de la identidad y del reconocimiento mutuo que hay entre los integrantes de la comunidad por lo cual, se sirven todos mutuamente y rechazan de esa manera el sistema económico vigente que no les brinda esas posibilidades de solidaridad y menos aún idénticas condiciones de fraternidad.

Este modelo socio-económico de misericordia, que permite que todos se sientan como hermanos, venciendo los prejuicios y discriminaciones y liberándose de numerosas enfermedades, genera comunidades de resistencia, comunidades de esperanza, de hombres y mujeres libres y no coaccionados. Esta dinámica económica en medio de las comunidades, discrepa del modelo socio-económico romano que se impuso en Palestina, donde se clasifica a la gente en pocos ricos cada vez más ricos y muchos pobres cada vez más pobres.

Teniendo en cuenta estos elementos, es claro que el designio divino frente a la vocación humana es su índole comunitaria, su carácter solidario pues "Dios, que mira por todos, con paternal cuidado, ha querido que toda la humanidad formara una sola familia y los hombres se trataran unos a otros con ánimo de hermanos".[269]

El trato de hermandad, el trato de fraternidad solidaria, menciona Juan Pablo II,

"no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y de cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos".[270]

4.3.4.1.1 Una humanización en solidaridad

La determinación firme y perseverante por el bien común se ve enriquecida por una humanización en solidaridad la cual posee tres elementos teóricos éticos que menciona Kaiser y estos son,

"La identidad solidaria del individuo, construida sobre la base trinitaria y teniendo como punto de partida la encarnación solidaria; la ética del comunitarismo, en donde los conceptos de felicidad y bienestar, propios de una ética de lo bueno, son resumidos y contrapuestos conscientemente a una ética de los justo; la ética de la koinonía, como el contexto en que el cristiano actúa. Este contexto viene determinado por una nueva manera de ser persona, que Jesús primero puso en práctica y que se caracteriza por el hecho de que los hombres se gana a sí mismos mediante la entrega a los otros".[271]

La solidaridad como actitud básica de la comunidad cristiana impide instrumentalizar al otro porque el otro es reflejo de Dios. Esto conlleva a la paz, y para que sea verdadera, exige la dinámica de la justicia, favoreciendo la convivencia y la construcción de la nueva sociedad, de la implantación del Reino, del desarrollo de la Civilización del Amor.

La solidaridad también se entiende, señala Baena, como

"Dios Padre que lleva sobre sus hombros, en la persona de Jesús, la fragilidad de la humanidad caída, esto quiere decir, que si uno quiere entrar en ese ritmo del mismo Dios, si quiere ser solidario, tiene que echarse encima el problema ajeno, como si fuera propio; el pecado del otro, como si lo hubiese cometido".[272]

El ejercicio de la solidaridad significa el reconocimiento del "otro" como persona humana, esto impide instrumentalizar al otro porque en el otro se le reconoce la misma dignidad de hijo de Dios. Esto conlleva a que, "la caridad es la fuente inspiradora de la solidaridad la cual llega a ser un nuevo criterio hermenéutico mediante el cual la lectura de los acontecimientos tendrán una connotación distinta".[273] Reconocer al otro en la comunidad parte desde el reconocimiento propio por la comunidad, pues la comunidad da identidad.

La conciencia que tiene la comunidad cristiana de la solidaridad muestra la necesidad de asumir la responsabilidad frente a lo humano, pues hay reconocimiento de la igual dignidad de todo ser humano.

La comunidad primitiva es consciente de que la señal clara de la falta de solidaridad consiste como expresa Mifsud,

"en la mayor presencia de empobrecidos, y descubrían a través de ellos, necesidades básicas no satisfechas, pero no se quedaban sólo en el descubrir, sino que además se empeñaban de manera creativa en mejorar las condiciones de cada uno de los hermanos".[274]

Mejorar las condiciones de cada uno de los hermanos es buscar, analizar y proponer medidas concretas para superar las difíciles condiciones de vida que aquejan a muchos miembros de la comunidad. Ser solidario con las necesidades del otro, significa para la comunidad primitiva, ayudar al otro que es hermano a que pueda hacerse cargo de su vida, mejorando sus condiciones de vida bio-psico-sociales.

4.3.4.1.2 La ética de la solidaridad

La ética de la solidaridad en la comunidad primitiva tiene una visión clara de inclusión de los excluidos y marginados de la sociedad, para conducir a un proyecto de desarrollo, dando respuestas y satisfaciendo las necesidades del otro. Señala Mifsud que,

"para los primeros cristianos era claro que el primer criterio del desarrollo de la comunidad era la solidaridad como camino de realización individual y social. En la primera comunidad, la experiencia fraterna de la solidaridad le aseguraba a ella un crecimiento común y equitativo donde todos los miembros de la misma están invitados a sentirse protagonistas del destino de la comunidad".[275]

El proyecto de la comunidad no se inicia si no hay primero un cambio en la forma de pensar que, conlleva un cambio en las relaciones sociales, en el estilo de vida y en el desarrollo de un nuevo horizonte no individualista sino comunitario.

Este horizonte comunitario se construye sobre el sentir como propio los problemas y necesidades del otro generando una conducta concreta del compartir, lo cual significa organizarse frente a los problemas para poder encontrar soluciones duraderas y estables donde las decisiones que se toman son asumidas por todos y afectan a todos.

El discurso evangelizador de la comunidad "no tiene consistencia si no se fundamenta en la solidaridad misma que es propiamente la conversión cristiana. La cultura de la solidaridad en comunidad cristiana interesa no solo a los cristianos, sino a todo hombre como tal".[276] Por este hecho, el globalizar la solidaridad, tiene una grave obligación moral de parte de todas las naciones y de todas las personas.

Promover una cultura globalizada de la solidaridad que parte del Evangelio, significa servir a cada persona humana, en el reconocimiento permanente de su dignidad y sus derechos, "afirmándola en toda circunstancia como el sujeto, fundamento y fin de todos los procesos sociales y de todas las estructuras, desde el ámbito más pequeño o modesto, hasta el ambiente más complejo e internacional de los centros modernos del poder económico o político".[277]

El hecho solidario, "como actitud de fondo implica, sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a vista de ello, actuar con rigurosa coherencia, pues, fruto de la colaboración y de la solidaridad entre todos los miembros de la sociedad depende el presente y futuro de las nuevas generaciones"[278], y esto parte desde la experiencia comunitaria de base, desde la experiencia comunitaria del anuncio del Reino de Dios, a imagen de los primeros cristianos, en donde todo lo tenían en común y a nadie les faltaba nada.

En el anuncio del Reino, la pobreza resulta con frecuencia como fruto de la deshumanización y de la intolerancia y muy poco propicia para fecundar virtudes morales. La pobreza es vista como un mal, como algo que causa sufrimiento y se opone al plan de Dios, como producto de la injusticia, de la violencia y expresión de la falta de fraternidad.

Cuando el Reino de Dios aparece en la conciencia humana, el poseer es sustituido por el don, y lo que importa ya no son los tesoros en la tierra, sino el tesoro en el cielo. "El Reino de Dios, como irrupción del amor gratuito y desbordante de Dios, sustituye la lógica de la fuerza y del propio interés por la lógica del don y del amor desinteresado".[279]

4.3.4.2 Economía solidaria

El nuevo campo de batalla del cambio social está en la economía y para transformar la sociedad hay que introducirse en la esfera económica, evangelizando la economía desde la frontera de la increencia, teniendo en cuenta que el mundo rinde culto idolátrico hacia el dinero y el capital, desarrollando por tanto la más radical negación de Dios y en consecuencia, del hombre, pues al negar al creador se ésta negando la criatura.

Esta evangelización de frontera busca por tanto, humanizar la conciencia económica del hombre para construir un nuevo orden económico internacional amparado bajo los derechos humanos que son a la vez, eco de la ley divina de Dios.

La evangelización de frontera es un proceso progresivo compuesto de tres escaños: 1) el conocimiento de la realidad a modificar, ejecutado en el escuchar y en el contemplar la realidad contextual con una fija y serena mirada para iluminar con el Evangelio la cultura y de éste modo, construir el entramado social; 2) la asimilación de una estrategia, teniendo en cuenta la obediencia a la real y transparente voluntad del hombre a partir de un discernimiento claro de las inclinaciones del hombre para descubrir en las transformaciones humanas los signos del Espíritu y de éste modo, ser fermento y alma de la sociedad y por último, 3) la inmersión en la acción transformadora, sustentada en la acción liberadora de la escucha de la Palabra, para redescubrir y mostrar la dignidad inviolable del ser humano comprometiéndose en su promoción y denunciado los procesos y acciones deshumanizadoras y excluyentes, que genera la dinámica del mercado y la sed insaciable por el acaparamiento de bienes, sustentado en el imaginario de bienes ilimitados que proyectan y defienden las grandes multinacionales.

La evangelización de la economía se fundamenta en mantener como centro a la persona, para servirla y no para servirse de ella, buscando la satisfacción de sus necesidades y las de su vida comunitaria de forma rentable y sostenible, propiciando actividades de acompañamiento financiero que enaltezcan la dignidad humana y no la mancillen.

La comunidad es el lugar propio de la economía, la cual puede adquirir el carácter de salvación o de perdición dependiendo de la contribución de los miembros de ella, a la trasformación social desde el aspecto del trabajo, de la oferta/demanda y del ahorro/inversión.

La situación de la solidaridad comunitaria, como fruto fraterno de la identidad de la misma, hace tanto del proceso de producción, como del proceso de distribución, un ejercicio del compartir generoso, reafirmando los lazos de amistad de generación en generación, planteando un paradigma opuesto al paradigma de la economía competitiva basada en el modelo individualista y egocentrista del mercado.

A través de la economía solidaria que parte de la experiencia de responsabilidad común, se eleva el nivel del desarrollo de la persona y el mejoramiento de su calidad de vida, logrando por tanto la eficacia plena de la economía.

Esta eficacia plena de la economía a partir de la solidaridad, invierte en la cotidianidad de la gente, en búsqueda del sentido social de la economía, desde la economía familiar que se ejecuta y se dinamiza en el compartir de mesa en donde todos sentados alrededor de ella son iguales.

Esta igualdad domestica que es la cimiente de formación de los nuevos actores económicos, sustentada en los criterios de la equidad y la justicia, mejora las relaciones humanas, tornándolas responsables frente al consumo económico, sin perder de vista el respeto por la persona humana y los bienes de la naturaleza, especialmente aquellos no renovables.

La economía solidaria como elemento del desarrollo integral humano, sujeta a la responsabilidad frente al consumo, advierte concretamente la importancia de superar la cultura individualista no solo, elevando, como alude Juan Pablo II,

"a todos los pueblos al nivel que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios conocerlo y vivir según tal conocimiento".[280]

La economía solidaria, se fundamenta en relaciones de colaboración solidaria, inspiradas en nuevos valores culturales que, sitúan al ser humano como sujeto y finalidad de la actividad económica, en vez de la acumulación del capital.

La economía solidaria, en sus diversas formas, es un proyecto de desarrollo destinado a promover a las personas y las colectividades como sujetos de los medios, recursos y herramientas de la producción y la distribución de las riquezas, buscando la suficiencia como respuesta a las necesidades y el desarrollo genuinamente sustentable. El valor central de la Economía Solidaria es el trabajo, el saber y la creatividad de lo humano y no el capital ni su propiedad.

Por último, la economía solidaria es, además, un instrumento poderoso para combatir la exclusión social, ya que presenta alternativas viables para generar trabajo e ingresos, mostrando así, que se puede organizar la producción y la reproducción de la sociedad, de manera que se eliminen las desigualdades materiales y se difundan los valores de la solidaridad humana.

4.4 Conclusión del nivel actualizante

Con la lectura anterior de todo el panorama encerrado en el nivel actualizante se llega a la conclusión, que solo una dinámica de cambio mental, donde se deje de lado los elementos excluyentes, propiciados por la dinámica del mercado enarbolando el individualismo, el materialismo y el hedonismo, se puede de manera razonable generar procesos de equidad y de redistribución de los bienes que dignifiquen y enaltezcan la condición humana, de manera tal que no haya discriminación ni grandes brechas socio-económicas, y donde prime el principio de equidad y de solidaridad, afianzando los lazos fraternos del género humano, propiciando, la dinámica generosa del dar, recibir y compartir.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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