Internet: el nuevo "objeto-rey"
"En esta sociedad donde la cosa tiene más importancia que el hombre, hay un objeto-rey, un objeto-piloto: el automóvil. Nuestra sociedad, dicha industrial o técnica, posee este símbolo, cosa dotada de prestigio y poder", nos decía Henri Lefebvre a fines de los años 60 (1967-1971: 13). Hoy, en nuestra sociedad llamada "post-industrial", no cabe duda que ese sitial ha pasado a ser ocupado de lleno por la Internet, la expresión emblemática, el ícono de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Referente del "paradigma de la mecánica" el primero; referente del "paradigma del fluido" la segunda. Salto de la circulación por rutas y autorutas de concreto a la circulación por las "autorutas de la información" del "ciberespacio".
Encaramado en su trono, el nuevo objeto-rey, a la par que expande sus dominios, es tributario de todos los honores y pleitesías, como nunca se han visto antaño. No hay actividad social, política, deportiva o cultural alguna que le haga sombra en lo que a exposición pública se refiere.
Tan es así que, ahora, casi no hay programación mediática en la que no se haga una alusión directa o indirecta a tales tecnologías. Es un eje transversal que va desde las radios que frecuentemente nos recuerdan que están transmitiendo para todos los confines de la tierra vía la red de redes, hasta el mundo de la imagen donde la Internet -por lo general rodeada de "efectos especiales"- es un ingrediente más que de moda, pasando por los formatos informativos, por los anuncios publicitarios directos y por un largo etcétera. Y es así que la Internet ha pasado a ser parte constitutiva de nuestro entorno e imaginarios colectivos, más allá de si efectivamente se haya podido experimentar directamente la fascinación y encanto que suele proyectar.
Sin embargo, paradójicamente, como anota Wolton (2000: 86), a las nuevas tecnologías de información "casi nadie osa criticarlas, ni formular la pregunta para saber, de una parte, si ellas merecen un tal lugar en el espacio público, ni si, de otra parte, ellas significan un progreso a tal punto incuestionable que constantemente se llama a la imperiosa necesidad de 'modernizarse'. Para muchos, el número de computadores conectados a Internet parece ser el índice más preciso del grado de desarrollo de un país, incluso de su grado de inteligencia… En todo caso, esta identificación del progreso a las nuevas técnicas está ahí, masiva, omnipresente en el discurso de los políticos, de los medios y de las élites. Es, por lo demás, porque todos van en el mismo sentido, que estos discursos tienen un impacto tan fuerte".
Por lo mismo, acota, cuando se habla del suceso de estas tecnologías, hay que "recordar que se trata de una mezcla de realidad y de fantasía y que el entusiasmo inaudito que les rodea será necesariamente mucho más matizado en una decena de años, cuando los usos habrán relativizado los encendidos discursos de hoy día". (subrayados del autor)
De hecho este "entusiasmo inaudito" no es algo nuevo, sino una constante que se ha manifestado con el aparecimiento de cada innovación tecnológica en el campo de la comunicación. La novedad, en todo caso, radica en esa omnipresencia de tales discursos que, revitalizando al determinismo tecnológico, asignan a las nuevas tecnologías de comunicación un rol causal en el devenir histórico. Esto es, el supuesto de que ahora son éstas las que se han convertido en el motor de la historia, por fuera de cualquier consideración del conflicto social.
Pese a que esta avalancha discursiva no deja de repetir que las NTIC transformarán profundamente nuestras vidas, lo que sorprende es que, consecuentemente, no se haya abierto un serio y amplio debate público sobre el tema. Que esto no se haya dado, no se debe a descuido o negligencia, sino a los imperativos de las lógicas del poder que, parecería, han encontrado en la Internet y las nuevas tecnologías de comunicación la cara más amable para vender la globalización económica, siendo que para amplios sectores de la población mundial, el único vínculo a la globalización ocurre a nivel simbólico o mediático. De ahí la "mezcla de realidad y de fantasía" que caracteriza a tales discursos.
Por lo mismo, para las organizaciones sociales y demás instancias ciudadanas que aspiran a diseñar políticas de comunicación aprovechando plenamente las posibilidades de la Internet, resulta un imperativo ir más allá de los discursos promocionales para desentrañar objetivamente las características y lógicas que son propias a las NTIC, en el entendido que su formalización va a depender de las fuerzas en presencia y de las condiciones circundantes.
Después de todo, conocer el terreno y el espacio de acción es una condición básica para cualquier formulación estratégica. Al menos para saber como vienen las olas -siguiendo la imagen del "surf" que se ha extendido para referirse a las búsquedas en la Web– y tratar de dominarlas y mantenerse sobre ellas… a la postre, para no ser engullidos por ellas.
En efecto, son varios los factores que diferencian a las NTIC de los anteriores sistemas de comunicación, desde las propias características tecnológicas, hasta las nuevas formas de uso e implementación que se vuelven posibles con ellas. No obstante, en el discurso predominante existe una tendencia a confundir estos niveles, de modo que las formas de aplicación aparecen como resultado inevitable de la misma tecnología. De ahí la pertinencia de demarcar tales aguas.
Password: convergencia
En la base del acelerado desarrollo que a lo largo de las dos últimas décadas han registrado las nuevas tecnologías de información y comunicación, se encuentran dos componentes técnicos centrales. El uno es la digitalización, que permite traducir todo tipo de información –datos, texto, sonido, imagen, video, códigos, programas informáticos- al lenguaje de computación, con un sistema de codificación basado en una secuencia binaria de paquetes de "0" y "1" o "bit" (binary digit). El otro tiene que ver con el extraordinario progreso de los componentes electrónicos: semiconductores, circuitos integrados, transistores y microprocesadores. Lo demás, son meras aplicaciones.
A partir de ese lenguaje común, ha sido factible crear protocolos que permiten compartir información entre computadoras, y que al integrarse con los sistemas de telecomunicaciones y la tecnología de redes, hacen posible transmitir cualquier tipo de mensajes por un mismo canal, conformando así la base de las nuevas tecnologías de comunicación e información. Esta integración de tecnologías es lo que sustenta la lógica de convergencia tecnológica, que es una característica fundamental de las NTIC.
Es, a su vez, lo que establece la principal diferencia entre los sistemas digitales y los anteriores sistemas llamados "analógicos", que requieren de canales diferenciados, empleando cada uno distinto tipo de tecnología. Con la digitalización, se puede transmitir los mismos mensajes indistintamente a través de la red telefónica, redes de transmisión de datos, sistemas satelitales, TV por cable, ondas radioeléctricas, etc. O sea, se trata de una tecnología polivalente en términos de la infraestructura y canales requeridos, que es lo que le da su característica de flexibilidad.
La lógica de convergencias se extiende también desde lo tecnológico hacia las formas de su aplicación. Así por ejemplo, el hecho de poder manejar simultáneamente texto, audio, video, imagen y datos ha dado lugar al multimedia, que no es simplemente una yuxtaposición de tipos de medios, sino su hibridación. En consecuencia, las distinciones, antes nítidas, entre tipos de medios: impresos, radio, TV, etc., comienzan a desdibujarse, dando lugar a una convergencia de medios, y de éstos con la Internet, fenómeno que está incidiendo en una reconceptualización de cada medio.
A su vez, y como consecuencia de lo anterior, asistimos también a una convergencia en el plano de los servicios. Para mencionar solamente algunos ejemplos: conexión Internet con telefonía, telefonía con TV cable, televisión por Internet, MP3, etc. Es más, con las nuevas posibilidades de vincular información dadas por el hipertexto y la World Wide Web, se hace posible, como nunca antes, vincular, por ejemplo, centros de documentación y otras fuentes de información.
Otra característica particular de las NTIC es que, al hacer posible las transmisiones en tiempo real a cualquier punto del planeta, impulsan un salto vertiginoso en la compresión del tiempo y del espacio, lo cual repercute en los términos con que ahora se definen las identidades y roles sociales5. Hay autores, como De Rosnay (1999: 10), que consideran que es precisamente el nuevo sentido de espacio y tiempo, y no la oferta tecnológica, lo que está modificando a los individuos, las mentalidades y las estructuras sociales.
Mirando en perspectiva, Pierre Lévy (1997: 36) señala que una de las tendencias de la evolución técnica es "el aumento exponencial de la performance de los materiales (velocidad de cálculo, capacidad de memoria, volúmenes de transmisión) combinado con un descenso continuo de los precios". A ello se añaden los programas cada vez más amigables. En opinión de Lévy, todo deja suponer que estas tres tendencias, o sea "este movimiento permanente de aumento de potencia, rebaja de costos y apertura", van a continuar a futuro; sin embargo, advierte que es imposible predecir las mutaciones cualitativas que se apoyarán en esta ola, ni como la sociedad se apropiará de ella o la modificará.
Los instrumentos de la Internet
Hoy por hoy, la Internet es, de lejos, la expresión más visible de las nuevas tecnologías, y la de expansión más rápida6. No se trata en sí de un medio de comunicación (si bien múltiples medios caben en su ámbito), sino de una red que, mediante un protocolo universal (el TCP-IP), interconecta mundialmente a diferentes redes de computadoras, articuladas en nodos o servidores plenamente autónomos, por lo que también se la conoce como la red de redes, y cuya principal característica es haber posibilitado, por primera vez, la comunicación de muchos a muchos en tiempo real o escogido.
La comunicación se realiza empleando distintos instrumentos que se han desarrollado con esta tecnología. En términos generales, podemos diferenciar dos principales: el uno es el correo electrónico, que consiste en la transmisión de diferentes tipos de mensaje a direcciones privadas; y, el otro, la World Wide Web (WWW, Web o telaraña mundial), que es un sistema universal de vinculación entre documentos. Cada cual responde a una funcionalidad distinta, si bien desde el punto de vista tecnológico, las diferencias entre los dos se tornan a veces borrosas (por ejemplo, con los servicios de correo o listas de discusión en Web).
Existen, por supuesto, otros instrumentos de Internet, algunos ya casi en desuso (gopher, telnet) otros en crecimiento (Chat, Net2phone), en los cuales no nos detendremos aquí, puesto que su uso por parte de las organizaciones sociales de América Latina y El Caribe es mínimo.
El correo electrónico: Es el instrumento más utilizado de la Internet. Permite intercomunicar a personas u organizaciones, bi o multilateralmente, por intermedio de computadoras conectadas en red. O sea, la computadora es el instrumento, pero la interacción es, casi siempre, entre seres humanos.
Sus principales usos son la correspondencia y las listas de intercambio. Estas interacciones tienen lugar, usualmente, entre quienes tienen relaciones preestablecidas o intereses comunes, y el intercambio generalmente sigue una secuencia cronológica (o sea, la vigencia de los mensajes es inmediata y temporal). Las listas de distribución a su vez permiten difundir información a receptores múltiples, quienes tienen la opción de leer o borrarla, mas no ignorar su existencia (como puede suceder con la Web). Esta facultad, utilizada con juicio, permite un alcance muy grande y rápido para llegar a audiencias selectivas. Pero también se presta muy fácilmente al abuso, creando un problema nuevo de sobrecarga y saturación de información, con la consecuente necesidad de desarrollar capacidades y mecanismos de discriminación y selección.
En términos de comparación analógica, el correo electrónico se asemeja al teléfono y al correo postal; pero a ello se añade algo nuevo: la facultad de comunicar en red. O sea, desde cualquier punto de una red determinada, se puede comunicar directamente a todos los demás puntos, con la misma facilidad (y sin costo adicional) que para la comunicación bilateral. Ello significa que, por primera vez, se tiene a disposición la posibilidad de comunicación descentralizada, cuyas ventajas se han demostrado en la práctica en muchas dinámicas de red, desde el ámbito empresarial hasta las experiencias ciudadanas.
La Web o World Wide Web: Se refiere a la "telaraña mundial" que en la Internet enlaza textos, cuya principal -e innovadora- característica es el hipertexto; esto es, el sistema de enlaces, basado en un código universal, que ofrece una gran facilidad para crear conexiones entre documentos, datos, referencias, iniciativas, espacios, objetos multimedia, etc. Cada uno de estos items puede ser localizado mediante su dirección única, o URL ('localizador universal de recursos', por sus siglas en inglés).
Al recorrer el ciberespacio, el internauta establece una ruta propia para acceder a los sitios de su interés. Como lo describe Antulio Sánchez (1998) "Los items informativos no están conectados de manera lineal, como en un texto de papel, sino que se extienden en conexiones hacia un laberinto interminable. Tampoco están referidos a datos adscritos a una memoria específica, ya que los documentos están diseminados en distintos servidores ubicados en diferentes regiones del planeta. De esta forma, navegar en la Web es moverse en un 'mapa' que es tan complicado como la imaginación lo promueva, pero cada liga da paso a una serie de redes".
A diferencia del correo electrónico, en la mayoría de casos, navegar en la Web no implica una interacción entre personas. Se trata más bien de la relación que una persona establece, desde su computadora, con otras computadoras y fuentes de información. De esta forma, la temporalidad (acceder a información nueva o almacenada) queda bajo criterio y control del individuo. La comparación analógica se asemeja a los servicios que proporcionan editoras, prensa, librerías y bibliotecas.
La facultad de establecer una infinidad de rutas de navegación está cambiando radicalmente no solo la manera de acceder a la información, sino la forma de producirla y presentarla. Como sucede con toda innovación, la tendencia es que la producción de contenidos se inicie con parámetros de los medios anteriores, para luego descubrir y explorar nuevos horizontes. Hacia adelante podemos anticipar el desarrollo de nuevos formatos que rompan con el esquema rígido, temporal y secuencial que caracteriza a los medios convencionales de comunicación.
Algunos analistas consideran incluso que, puesto que cada cibernauta puede elaborar sus propios textos con fragmentos que recoge en su recorrido por la red, asistimos a una redefinición de la relación entre autor y lector, entre leer y escribir. O en palabras de Benjamin Wooley (1993: 165): "En el ciberespacio, cada quien es un autor, lo cual significa que nadie es un autor".
La otra característica distintiva de la Web es su interfaz gráfica, con las posibilidades de incorporar diseño, ilustraciones, multimedia, alfabetos no latinos, etc. Sin duda esta facultad ha sido uno de los factores que ha motivado su gran popularidad y con ella se ha desatado la explotación comercial de la Internet7.
Otra diferencia entre estos dos principales instrumentos de la Internet, desde la perspectiva de la difusión de información, es que mientras el correo electrónico llega directamente a su destinatario, a un sitio Web sólo llegan quienes buscan activamente la información contenida allí. En consecuencia, las estrategias de difusión por Internet también necesitan ser diferenciadas. En el primer caso, se trata de dosificar la información para no contribuir a la sobrecarga. En el segundo caso, la masa de información -o vinculos- en un solo lugar es más bien un factor que atrae al internauta, para que encuentre lo que busca de manera ágil.
Y lo que faltaba: el ciberespacio
No obstante, los instrumentos no lo son todo. El término "Internet" se utiliza indistintamente para referirse a la red mundial de computadoras interconectadas mediante redes terrestres, satelitales y/o mezcla de las dos, como también a los flujos de información e incluso a las dinámicas humanas que se generan en este espacio, por el carácter interactivo y polivalente que tiene. Y es que, a diferencia de otros sistemas de comunicación, en el caso de la Internet las demarcaciones entre el emisor, el contenido transmitido, el canal por el que se transmite y el receptor, no son siempre nítidas8. Esta confusión es uno de los factores que conlleva a un énfasis exagerado en la conectividad en sí, por encima de otros elementos que conforman la comunicación.
Por ello, muchos analistas subrayan la necesidad de diferenciar entre la "red" propiamente dicha, y lo que Michael Ogden (1998: 67 y 73) llama la "construcción social" en torno a la Internet, que según él tiene el carácter de "ágora" o "polis virtual". Otros utilizan el término "ciberespacio" para referirse a esta realidad virtual. El ciberespacio sería de hecho una nueva dimensión del espacio, no delimitada por barreras geográficas.
Origen de la Internet
Al igual que las más importantes innovaciones tecnológicas registradas en las últimas décadas, lo que hoy se conoce como Internet nació en la cuna del complejo industrial-militar estadounidense, con participación de centros de investigación universitarios, como parte de los programas experimentales para mantener un sistema descentralizado de comunicación en caso de un ataque nuclear. Específicamente, fue en 1969 que apareció la primera red funcional, Arpanet, en cuyo desarrollo fue gravitante el interés y motivación de científicos y técnicos involucrados -antes que exigencia alguna de aplicación militar-, quienes prácticamente conformaron la primera "comunidad virtual" para compartir sus conocimientos y mancomunadamente ir moldeando esta nueva tecnología.
Luego se extendió al resto de la comunidad académica, donde se cultivó y floreció, precisamente, como un recurso para intercambiar información y conocimientos científicos, incluyendo, por supuesto, aquellos destinados a mejorar la propia herramienta.
En razón del potencial que ofrece para compartir libremente información, a partir de los años 80 esta tecnología es acogida por organizaciones ciudadanas para apoyar sus causas específicas, lo cual se traduce en un innovador desarrollo de aplicaciones en diversas partes del mundo, primero como carteleras locales, luego experimentando con maneras de comunicar a través de las fronteras y océanos.
En todo caso, es en estos dos espacios9 que se dan los desarrollos tecnológicos que apuntalaron lo que hoy es la Internet, con la particularidad de que en ellos gravitaron de manera particular los usuarios, en la medida que desde un primer momento se impuso un sentido de intercambio y colaboración incluso para el mejoramiento del soporte tecnológico que hacía factible tal tipo de interacciones.
Fue en el año 90 que apareció la Internet con el carácter de red mundial de redes interconectadas; tres años después, el World Wide Web se ocuparía de proyectar su carácter de "vitrina mundial", desatando un boom expansivo inédito. Es cuando el sector comercial opta por entrar en esta arena y, por tanto, disputar la conducción a quienes venían piloteando el desarrollo y el manejo operativo de tal tecnología: los sectores académico, gubernamental y ciudadano. Hasta entonces, tampoco se permitía su uso para fines comerciales, existiendo para ello redes paralelas (la red bancaria, la red de transmisión de datos de las empresas telefónicas, servicios privados de correo electrónico, etc.)
En 1994, estas tecnologías adquieren la "carta de ciudadanía", cuando el ex vice-presidente de EE.UU., Al Gore, con ocasión de la conferencia de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, UIT, en Argentina, desarrolla la propuesta de hacer de ellas el pilar de la sociedad del futuro, la "sociedad de la información", que se popularizó bajo el término de "la superautopista de información". Este proyecto prevé la incorporación de todas las redes existentes en un solo sistema. La Internet es -en escala pequeña- un modelo posible de la eventual superautopista: como espacio público sin dueños que facilita la comunicación principalmente para fines no comerciales. Mas al frente tiene un contendiente poderoso: las fuerzas del mercado que apuntan hacer de tal autoruta un gran centro comercial global bajo dominio privado.
En febrero de 1995, el Grupo de los Siete países más ricos del planeta, G7, adoptó el proyecto de "la autopista" con dos principios políticos básicos: liberalización y acceso universal. Hasta ahí un empate entre lo que es hoy Internet y la propuesta del centro comercial global. No obstante, es un hecho que los partidarios de la liberalización tienen un lobby muy poderoso; el servicio universal, no.
A partir de entonces se registra una acelerada expansión comercial en la Internet y, por tanto, de una lógica distinta a la que venía predominando en su desarrollo. Aun así, el bautizo de la Internet en el espacio ciudadano y académico ha permitido que el espacio se mantenga -hasta ahora- con el carácter de foro abierto y sin dueños, característica que poco encuadra en la lógica empresarial predominante.
Si se quiere, esta última conduce a un retorno al principio: al proyecto Arpanet impulsado por consideraciones militares cuyos atributos conllevan a una configuración en red jerárquica, centralizada, vertical y bajo control. Esto es, a reconocer el desarrollo de la Internet, mas no las lógicas y factores que gravitaron en él. Como quien dice, agradecemos el sentido colaborativo y el esfuerzo mancomunado que han permitido el desarrollo de esta tecnología, pero esto ya no va más, ahora que está en nuestras manos, las reglas las imponemos nosotros. Así las cosas, ¿será posible que la configuración descentralizada de la red de redes logre resistir a las tendencias en contrario que cuentan, sobre todo, con la fuerza de la concentración monopólica, que de manera particular se viene operando en el mundo de la comunicación?
Concentración corporativa
Una de las diferencias de la actual "revolución tecnológica" en el campo de la comunicación, en contraste con las anteriores, es que por primera vez está directamente ligada con el sector de punta de la economía. Y es que el peso que han adquirido las nuevas tecnologías en los procesos de desarrollo y la globalización, y su crecimiento vertiginoso, han convertido a este sector en fuente de riqueza, apetecida por las grandes corporaciones transnacionales.
Bajo estas condiciones, se ha desatado un inédito proceso de concentración de la propiedad de las empresas presentes en el sector como mecanismo para asegurar su capacidad competitiva. Esto es, de las tradicionales estrategias de integración -horizontal o vertical- se ha pasado a las fusiones, por medio de las cuales se busca alcanzar un mayor margen de maniobra para maximizar las complementariedades o "sinergias" de las diversas divisiones, con miras a establecer un control exclusivo de la mayor porción posible del mercado.
Es así como asistimos al aparecimiento de "moguls", con ramificaciones en todos los cantos del mundo, que se han conformado vía fusión de medios impresos, cadenas de televisión, TV cable, cine, software, telecomunicaciones, entretenimiento… e incluso turismo, entre otros10. De modo tal que los productos y servicios de sus empresas pueden promocionarse mutuamente entre sus diferentes ramas, en búsqueda de una ampliación de sus respectivos "nichos", pues, como anota Ogden (1998: 76), "a las grandes empresas no les interesa los mercados libres; más bien quieren mercados cautivos".
El investigador de la Universidad de Wisconsin, Robert McChesney, señala que el mercado global de la comunicación ha llegado a estar dominado por las mismas ocho corporaciones transnacionales que dominan el sector en Estados Unidos: "General Electric, AT&T/Liberty Media, Disney, Time Warner, Sony, News Corporation, Viacom and Seagram, más Bertelsmann, el conglomerado con sede en Alemania".(1999: 1)
De esta manera, se ha venido configurando un panorama donde el desarrollo de la comunicación queda supeditado a las consideraciones de rentabilidad, de un puñado de megacorporaciones, por fuera de cualquier posibilidad de control público. Las consecuencias de este fenómeno son innumerables, comenzando por el hecho de que, al pasar al primer plano el criterio de ganancia económica, la función social de los medios de comunicación queda prácticamente en la cuerda floja, relegada a las conveniencias de aquel11.
Para no abundar, remitámonos a las palabras de Gerald Levin, vicepresidente de la poderosa AOL-Time Warner, quien en declaraciones públicas reconoció que tales megacorporaciones han adquirido más importancia que los gobiernos, instituciones educativas o cualquier otro sector de la sociedad. Lo cual no es poco decir12.
Desde esta posición de fuerza, para redondear la figura, en el menú de dichas corporaciones hacia futuro lo que aparece como aspiración central es extender sus dominios al espectro electromagnético -del cual dependen los ordenadores personales, Internet sin cables, telefonía móvil, localizadores, radios y televisión para enviar y recibir mensajes-, exigiendo su privatización, habida cuenta de que hasta ahora se ha mantenido como "bien común-universal", bajo el dominio y administración de los Estados.
De modo que, bajo esta tendencia, las nuevas posibilidades y virtudes que se supone traen consigo las NTIC, se opacan y se tornan inciertas. Uno de los teóricos más fervientes de sus bondades, como es Pierre Lévy (1997), avizorando esta problemática se anticipó a señalar que el discurso del liberalismo económico, promovido entre otros por Bill Gates de Microsoft, pronostica el porvenir de la Internet como un inmenso supermercado donde prevalecerá la libre competencia en un mercado transparente (246); se pregunta, sin embargo, si el discurso liberal no sería el pretexto ideológico para la dominación de grandes grupos de comunicación que "harán la vida dura a los pequeños productores y al fomento de la diversidad" (283).
Promesas y realidades
Business is business
Concomitantemente a la acelerada expansión del carácter comercial en la Red, de la mano de las grandes corporaciones y las inversiones que sólo ellas están en capacidad de realizar, en el terreno de las ideas se ha venido extendiendo el discurso promocional-legitimador, que pone el énfasis en las oportunidades del comercio electrónico y las ventajas para el consumo (por así decir: cómo enchufarse desde la casa al nuevo milenio), antes que en los beneficios en áreas como la educación, el conocimiento, el aprendizaje permanente, la salud, la información pública transparente y la democracia, que el discurso de la "superautopista de la información" se empeñaba en destacar.
En una investigación realizada en Estados Unidos, Norman Solomon verificó que, mientras en 1995 los principales periódicos se refirieron a la "superautopista de la información" en 4,562 artículos y sólo 950 veces al "comercio electrónico", para 1999 esta relación se había invertido sustantivamente: la superautopista fue mencionada apenas 842 veces, mientras que 20,641 artículos hablaron del comercio electrónico13.
Michael Ogden (1998: 74-78) constata que son tres las "visiones" que actualmente libran una lucha por imponerse ante la sociedad. La primera, particularmente presente en la retórica gubernamental, que reivindica la "sociedad de información" poniendo el énfasis en "la primacía de la libertad individual y el compromiso con el pluralismo, la diversidad y la comunidad". La segunda es la promovida por las grandes empresas y se asemeja a lo que es hoy la televisión, en tanto producto de consumo, con la promesa de entrar a la era de la información, mediante conexiones de banda ancha a los hogares, con la opción de 500 canales. Este discurso, según Ogden, busca "marginar las visiones alternativas mientras simultáneamente trata de calmar las preocupaciones sobre las megafusiones propuestas" entre las ramas de la comunicación y el entretenimiento. La tercera visión -que el autor llama la "transición por etapas"- coloca a la comunidad de usuarios al frente de los cambios y desarrollos de la tecnología. Enfatiza en la interactividad y prevé un desarrollo gradual de los requerimientos tecnológicos, en función del crecimiento de necesidades reales.
Ogden considera que la "ganadora" será la que mejor venda su imagen a la comunidad financiera, a las instancias de decisión y al público, si bien "el resultado mismo podría eventualmente contener aspectos de cada visión a la vez que ser completamente diferente de todas tres" (75).
Lo que no se puede esperar es que, por ser un espacio nuevo, este resultado se defina haciendo abstracción de los intereses, juegos de poder y contradicciones sociales del conjunto de la sociedad. Pero justamente lo que caracteriza al discurso dominante de la Internet es la ausencia de referencias al conflicto social. Se habla de "brecha digital", pero no se la vincula a las desigualdades inherentes al sistema social y económico en vigencia.
Es más, el discurso atribuye a las NTIC características -como la transparencia, la horizontalidad, la interactividad, la facultad de democratizar la información y la difusión, ilimitadas posibilidades para acceder al conocimiento y, por ende, al desarrollo igualitario- que no son inherentes a la tecnología, sino que son potencialidades (entre muchas otras), cuya realización depende de sus formas de implementación en el marco de un proyecto social dado.
La oferta del conocimiento
Con la Internet se ha establecido la posibilidad de que cada punto conectado en la red pueda colocar todas las informaciones de que dispone. Si bien esto no necesariamente se cumple en un ciento por ciento, el hecho es que la masa de información en línea crece a un ritmo exponencial.
En su versión más simplista pero ampliamente difundida por el discurso promocional, se ha pretendido establecer que la abundancia de información es de por sí sinónimo de enriquecimiento del conocimiento, estableciendo una relación causal casi directa, entre el uso de las nuevas tecnologías que dan acceso a la masa de información disponible en el ciberespacio, y el acceso al conocimiento -y por ende a la educación y al desarrollo-14.
Si consideramos que el conocimiento es un complejo proceso humano de selección, procesamiento, discernimiento, intuición y análisis sobre la base de la experiencia acumulada, entonces, se vuelve evidente que el acceso a la información es apenas un componente. Para que la información se transforme en conocimiento, se debe disponer de ella en el momento y el formato adecuados a una determinada necesidad o contexto, y además tener las condiciones para utilizarla. Estas condiciones abarcan una amplia gama de factores socio-culturales, económicos y políticos.
Como señala Lucien Sfez: "la desigualdad del saber no puede ser revertida, por las virtudes de la Internet, en una igualdad general. (…) Es que la información no es el saber. Para encontrar la información adecuada, se debe disponer del conocimiento previo que permita formular las preguntas pertinentes… de información" (1999: 22).
Por tratarse de uno de los equívocos inducidos por el discurso promocional de la Internet, abundemos con las precisiones que al respecto formula Sartori: "Informar es proporcionar noticias, y esto incluye noticias sobre nociones. Se puede estar informado de acontecimientos, pero también del saber. Aun así debemos puntualizar que información no es conocimiento, no es saber en el significado heurístico del término. Por sí misma, la información no lleva a comprender las cosas: se puede estar informadísimo de muchas cuestiones, y a pesar de ello no comprenderlas. Es correcto, pues, decir que la información da solamente nociones. Lo cual no es negativo. También el llamado saber nocional contribuye a la formación del homo sapiens. Pero si el saber nocional no es de despreciar, tampoco debemos sobrevalorarlo. Acumular nociones, repito, no significa entenderlas" (1998: 79; Las itálicas son del autor).
Con la ecuación acceso=conocimiento también se pretende colar una valorización implícita de un tipo de conocimiento "universal", el que puede ser codificado en forma de información digitalizable, como las ciencias positivas, por encima de otros tipos de conocimiento menos formales o cuantificables pero no por tanto menos valiosos. Andreas Credé y Robin Mansell (1998:11) hacen una distinción entre aquel conocimiento "formal", y el "tácito", que incluye, entre otros, la experiencia personal, la intuición o la sabiduría, que no siempre son digitalizables. Ambos tipos de conocimiento -formal y tácito- son valiosos y necesarios para las actividades humanas y el desarrollo, insisten Credé y Mansell, precisando que: "La evidencia tanto de países industrializados como de los países en desarrollo sugiere que el éxito para construir nuevas habilidades depende de la inversión continua en la infraestructura técnica y social, el cambio organizativo, la flexibilidad que favorece nuevos métodos de aprendizaje y el fortalecimiento de las capacidades para generar y utilizar el conocimiento 'tácito' (o la experiencia local)".
De hecho, cuando se han desarrollado estas condiciones, las posibilidades de aprovechar plenamente los recursos disponibles -en Internet u otros- son susceptibles de ser mayores que cuando no se cuenta con tales bases; lo cual desmiente la idea de que el acceso a información pueda, por sí sola, desenlazar procesos de conocimiento. No obstante, cuando existan posibilidades de desarrollar estas condiciones, no cabe duda que la Internet puede ser un instrumento muy valioso para el desarrollo de conocimientos.
El acceso universal
Como quedó dicho, la liberalización y el acceso universal fueron los dos componentes básicos de las políticas adoptadas por los gobiernos de los países más poderosos del mundo, agrupados en el llamado Grupo de los Siete (G7) cuando, en la reunión de Bruselas realizada en 1995, adoptaron el proyecto de la "superautopista de la información"; posteriormente han sido ratificados en la Cumbre de Okinawa (Japón) en julio de 2000, por el G8 esta vez, que ahora incluye a Rusia.
Si bien las medidas políticas concretas se han inclinado básicamente hacia la desregulación y la liberalización de los mercados concernidos con la Internet, antes que a la protección del interés general, la promesa del acceso universal -entendido esencialmente como conectividad- se mantiene de manera recurrente en los escenarios de la política internacional, como lo confirma la reciente Cumbre de las Américas (Québec, abril 2001), en tanto ingrediente legitimador de la "sociedad de la información".
Al acceso universal se lo presenta como la panacea que permitiría cerrar la brecha digital, que amenaza con ahondar las desigualdades sociales debido a que quienes están conectados a la Internet mantienen una posición cada vez más ventajosa con relación a quienes no lo están. Por tanto, la única solución sería dar acceso a todos para que pueden gozar de las mismas ventajas. Evidentemente, este discurso hace caso omiso de las causas económicas y estructurales de las desigualdades sociales.
Pero además, como señala Lucien Sfez, el mismo concepto de universalidad de la Internet se presta a una mistificación de sus posibilidades. Se pretende que la Internet se estaría "universalizando", (o sea, que tiende a transformarse en bien de toda la humanidad), cuando, lo apropiado sería hablar de una generalización (o sea, que llega a un número grande de entes o personas). "Hablar a todos y tener acceso a todo el saber, como pretenden los internautas, sólo puede entenderse como una generalidad transformada míticamente en universal. En suma, es una metáfora", afirma el autor, quien considera que a partir de allí "comienza a invadirnos la duda respecto a la capacidad de la red Internet de servir a la democracia, es decir, a la libertad y la igualdad que definen sus entornos". Cuanto más que para poder acceder a este espacio hay que pagar un "peaje". (1999: 21-22)
Para la consecución de la meta del acceso universal, a los gobiernos se les asigna la tarea de crear el terreno propicio para el desarrollo privado y público de los sistemas nacionales y global de información. La implementación, en cambio, se deja cada vez más en manos del sector privado, al cual lo que le importa son los estratos sociales con posibilidades de convertirse en consumidores de servicios y usuarios de aplicaciones. Ello implica que, en la práctica, se pretende llegar a esta universalidad mediante mecanismos de expansión que no favorecen la igualdad de condiciones, ya que las leyes del mercado se inclinan hacia quienes pueden pagar y excluyen a quienes no. Vale decir, una universalidad singular, retórica, pues sólo contempla a unos pocos, diluyendo la noción de ciudadanía para dar paso a la figura de consumidores.
En esta línea, obviamente, queda fuera de juego cualquier posibilidad de propiciar la creación de mecanismos para que los sectores ciudadanos puedan incidir en la definición de políticas. Calificada como una área técnica, la toma de decisiones frente a las NTIC se torna en una prerrogativa de "expertos" e "inversionistas". Esto es, un coto cerrado donde la intervención ciudadana simplemente no tiene cabida. Sino, ¿por qué ni los gobiernos, ni los medios de comunicación se preocupan de abrir un debate público sobre las visiones y las implicaciones sociales de la promocionada "sociedad de la información", ni admiten que existan intereses contrarios en juego, porque ignoran a los que no van en la línea de los intereses dominantes?
De hecho, el amplio acceso a las nuevas tecnologías ha sido, desde hace varios años, una demanda de sectores de la sociedad civil. Estos sectores defienden la validez de un acceso verdaderamente universal, pero para establecer una diferenciación con las posturas oficiales, algunas ponen el énfasis en el "acceso democrático" o "acceso equitativo" 15, concepto que busca tomar en cuenta los factores de desigualdad de condiciones, no sólo en la conectividad, sino también en lo que tiene que ver con el punto de partida -condiciones iniciales-, las posibilidades de uso de la información, de compartir conocimientos, entre otras.
Esta demanda es una respuesta a las evidencias de que la brecha tecnológica, consecuencia directa de las otras brechas sociales y geográficas, pueda también a su vez profundizarlas. Se teme, con cierto fundamento, que a medida que las actividades de punta en la economía, la educación, e incluso algunos aspectos del ámbito político y social, comiencen a desplazarse hacia el ciberespacio, quienes no tengan acceso corran el riesgo de quedar rezagados en términos de desarrollo y participación democrática. Como señalan Gómez y Martínez: "La distribución desigual de poder puede continuar aumentando en el mundo real, gracias a su fortalecimiento en el mundo virtual" (2001: 10). Una respuesta solamente desde las NTIC no podrá cambiar estos desequilibrios.
La información como mercancía
Mientras, por un lado, el discurso oficial de los gobiernos del Norte e instancias multilaterales reconoce que la Internet tiene un potencial para hacer fluir una cantidad ilimitada de informaciones, destacando su disposición para que todos y todas puedan tener libre acceso a ellas y a los conocimientos que se difunden, por otro, son ellos mismos quienes se muestran más empeñados en establecer marcos regulatorios que contradicen tales propósitos. En particular, el que se refiere a los derechos de propiedad intelectual, que incluye patentes y derechos de autor (copyrights), cuyo cometido central es salvaguardar los intereses de los inversionistas más que proteger a los inventores, autores o al bien público.
Una de las particularidades especiales de la información es que es fácil de copiar y compartir. No importa si se presenta bajo el formato de libros, videos, software, CDs… o si se trata de ideas, diseños, invenciones o datos genéticos. Como éste es el punto flaco del negocio de la información, para preservar las super-ganancias de las corporaciones involucradas en el sector -muy pesadas, por cierto-, la salida desde las instancias de poder ha sido volcarse al ámbito de las regulaciones, vía derechos de propiedad intelectual, para establecer a lo largo y ancho del mundo un marco legal basado en un nuevo sentido de propiedad que beneficia sobre todo a los monopolios.
De imponerse esta lógica, se corre el riesgo de que el acceso a cierta información sea privatizado y que se restrinja el uso público de las bases de datos para fines culturales, educativos o científicos. Tales intentos ya se han expresado en las discusiones sobre derechos de propiedad intelectual que los Estados llevan a cabo en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, OMPI. La Unión Europea, por ejemplo, aplica, desde 1996, una normativa "sui generis" a las bases de datos: ya no fundamenta los derechos de autor en la originalidad, sino en los "recursos económicos invertidos y/o tiempo, los esfuerzos o la energía dedicados". Esta normativa permite la privatización de las bases de datos en virtud del derecho de propiedad intelectual, prohibiendo la extracción y la reutilización de información durante 15 años; quien desee acceder a la información debe pagar los precios que fijen los nuevos monopolios del conocimiento.
De acuerdo a las reglas del mercado, el tipo de información y conocimiento regidos por los derechos de propiedad intelectual, tiene un valor mayor que los conocimientos locales o particulares, y el que proviene de los centros de poder vale más que el de la periferia. Ello no impide que la misma información pueda cambiar de categoría, como es el caso de los conocimientos indígenas sobre la biodiversidad, que sólo adquieren "valor" cuando son patentados por empresas transnacionales.
No obstante, el propio desarrollo de la Internet, por la forma como se ha dado -usuarios, científicos y técnicos compartiendo conocimientos para mejorar cada vez más la tecnología-, va a contracorriente de este concepto de la información como bien privado. La gratuidad de la mayoría de fuentes de información en este medio, la gran facilidad de copiar y reproducirla infinitamente, y la ausencia de fronteras geográficas en el ciberespacio, entre otras, son una expresión clara de tal recorrido.
Entre la mercantilización y la naturaleza misma de la información, como se ha dicho, hay una evidente incompatibilidad. Es por eso que se ha mantenido abierto un largo debate, que llevó, entre otros, al padre de la cibernética Norbert Wiener, a señalar que el tratamiento de la información como mercancía sólo podía terminar en un impasse; el valor de la información es primero un valor no mercantil, ligado por una parte a su capacidad de circulación y por otra a su transparencia. Wiener se empeñó en demostrar los absurdos y disfunciones del monopolio privado de la información, sobre todo en relación a la información estética y la científica, que necesariamente dependen de un trabajo colectivo. Comentando a Wiener, Jean Lokjine (1992: 14-15) señala que "La información así creada, que se basa en un trabajo cada vez más colectivo, no puede conservarse, mucho menos enriquecerse, si es apropiada privadamente: pierde su 'valor' (de uso), siguiendo la ley de la entropía, si simplemente es acumulada, almacenada como una mercancía".
En esta línea de pensamiento, por ejemplo, se inscribe el movimiento pro "soft libre", que tiene en el "Linux" a su referente más conocido16, y que en los últimos tiempos ha marcado puntos importantes: varios gobiernos han sancionado -o están a punto de hacerlo- disposiciones legales para implantar su uso en las diversas instancias públicas -salvo cuando no haya más opción que utilizar el software propietario-; a la vez que empresas del sector, como IBM y Samsung, se han volcado hacia esta corriente.
El soft libre, a diferencia del propietario, no sólo está libre del pago por licencia sino que su desarrollo no está controlado por una sola compañía. Esto es, la licencia de propiedad de un soft libre no permite restringir su transferencia, distribución, utilización e incluso alteración de las características originales. Así, nadie queda a merced de nadie, y todos pueden trabajar para perfeccionar las funciones deseadas, a condición de compartir sus innovaciones.
Por tanto, se contrarresta la práctica de los detentores de programas propietarios que sistemáticamente "renuevan" sus versiones, por lo general para introducir "exquisiteces" que no interesan a la mayoría de usuarios a fin de promover nuevas ventas del viejo producto. Además, disminuye la necesidad de tener que comprar nuevos equipos para satisfacer las exigencias técnicas de las sucesivas versiones del mismo software colocadas en el mercado.
De modo que, mientras por un lado el discurso oficial habla del libre acceso a la información y al conocimiento, por otro, los poderes fácticos que gravitan en sus políticas -las megacorporaciones- más bien pujan por restricciones, en tanto los movimientos ciudadanos simplemente tratan de hacer que la retórica se traduzca en realidades. Y es en esta relación de fuerzas en presencia -desiguales por cierto- que las regulaciones legales podrían establecer la diferencia en favor de las fuerzas del mercado. Tal el caso de los proyectos de ley, en discusión en varios países, que para proteger al e-comercio pretenden establecer normas que de un tajo pueden acabar con los servicios de información libre "on-line". De prevalecer esta tendencia, ¿será entonces que en el futuro la Internet nos reservará como opciones, sea una información gratuita, pero banal, o una información de calidad, pero cara?
Mayor democracia: ¿para quiénes?
El ex-vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore (1994), en su defensa de las bondades de las NTIC, que dio el tono al discurso oficial de la "sociedad de información" destinada a inaugurar "una nueva era ateniense de la democracia", sostuvo que: "La infraestructura global de comunicación no será solamente una metáfora de la democracia en funcionamiento, sino que alentará realmente el funcionamiento de la democracia, al realzar la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Favorecerá la capacidad de las naciones a cooperar entre ellas".
Los defensores de la "ciberdemocracia" pronostican una gran expansión del ejercicio de la libertad de expresión y de la participación ciudadana, mediante consultas en línea que orientarán las decisiones políticas: el voto ya no sería cada cuatro o cinco años sino una actividad cotidiana, lo que prácticamente implicaría la evaporación de toda mediación social en el ordenamiento democrático. Para fines prácticos, es en éste plano donde se juega retóricamente con la ecuación información=conocimiento.
Por lo general, este discurso pasa por alto que la libertad de expresión no implica simplemente poder hablar o pronunciarse frente a opciones predefinidas, sino que para ser efectiva, exige que se pueda articular un discurso, elaborar propuestas, confrontarlas y debatir con otras, y hacerse oir a través de medios de difusión pública. Y que para poder formar una opinión ponderada, a fin de incidir en las decisiones públicas, se necesita estar debidamente informados, lo cual implica contar con medios de comunicación pluralistas, independientes y socialmente responsables.
Al respecto, en su exploración sobre el advenimiento en Estados Unidos de la "república electrónica", Lawrence Grossman (ex-presidente de NBC News y del Public Broadcasting Service de EE.UU.) advierte sobre el peso excesivo que tienen las consideraciones de rentabilidad mediática para determinar el diálogo público: "La creciente disparidad en la calidad de la información disponible para algunos ciudadanos, comparado con otros, tiene un efecto corrosivo en el proceso democrático deliberativo, en la capacidad de la gente de formar juicios bien fundados, y en la fe del público en la integridad del sistema político" (1995: 182). Grossman expresa asimismo preocupación por los riesgos de una democracia que dé demasiado peso a una opinión pública instantánea, poca ponderada, mal informada y fraccionada en grupos de presión monotemáticos. Concluye que "es esencial dar pasos urgentes para mejorar la calidad de la deliberación ciudadana en la esfera pública" (1995: 189).
¿Será cierto que la Internet se establecerá como espacio de información pluralista y de debate público? Si bien en sus inicios despertó esperanzas en este sentido, como señaló en una ponencia ante la OIT, en 2000, el presidente de la Federación Internacional de Periodistas, estas esperanzas se han venido desplomando en el corto período de tres años, pues: "los actores que dominan los medios de comunicación tradicionales dominan cada vez más los medios en línea. En casi todos los países, los sitios más visitados pertenecen a los medios tradicionales. Cerca del 80% de los creadores de contenidos en línea son empleados por las compañías de los viejos medios". (Citado por Modoux, 2000).
Así, si bien es cierto que la Internet alberga también a voces y medios plurales, independientes y alternativos, y que éstos tienen posibilidades inéditas de vincularse, animar debates y alcanzar nuevas audiencias, estos espacios bien podrían quedar arrinconados frente al poder de difusión de los medios tradicionales, cuyos contenidos, en la mayoría de casos, son orientados por las demandas del mercado, lo cual, como comenta Grossman (1995: 215), "limita severamente la calidad de información y diversidad de ideas. Ve a la gente como consumidores, no como ciudadanos. Favorece las audiencias con dinero para gastar. El mercado responde a las exigencias de los anunciantes… Tiene poco incentivo para satisfacer la necesidad pública de educación cívica e información seria sobre los asuntos públicos y temas controversiales".
… ¿O mayor control?
Cuando se habla de las implicaciones de las NTIC para la democracia, lo que poco se comenta es que las características propias de éstas también se pueden prestar ventajosamente para fines poco o nada democráticos, como la violación sistemática a la correspondencia privada, o el almacenamiento y venta, sin pedir permiso, de datos personales. Estas tecnologías prestan facilidades inéditas para rastrear el comportamiento, los gustos e intereses, las relaciones y demás datos íntimos de las personas, facultad que está siendo explotada tanto por gobiernos como por empresas. También facilitan enormemente las actividades de espionaje (político o empresarial), además de la vigilancia y control sobre la ciudadanía. Algunos de estos aspectos de las NTIC, ausentes del discurso promocional, son de hecho parte integrante de los proyectos oficiales; y no estamos hablando necesariamente de regímenes autoritarios, sino de los propios gobiernos occidentales democráticos.
No pocos escritores han evocado, a este respecto, la imagen del Big Brother (Gran Hermano) de George Orwell; pero a diferencia de la novela orwelliana que tiene como escenario un sistema altamente centralizado, el de la actualidad es policéntrico y todo indica que las actividades de vigilancia se llevarán a cabo de manera sigilosa y con la colaboración (mas no el consentimiento) de la población, que utiliza entusiastamente los instrumentos puestos a su disposición, sin preguntarse quién está mirando.
El caso de la red de espionaje "Echelon" ha puesto en evidencia las inéditas posibilidades de espionaje que se abren con las NTIC. Una investigación del Parlamento Europeo confirmó la existencia de esta sofisticada red de espionaje a las comunicaciones que opera a escala mundial. En operación por lo menos desde 1988 (algunas fuentes mencionan que sus antecedentes remontan incluso a un acuerdo de 1948), el Echelon fue montado por los países anglosajones (Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda y Australia), bajo el mando y ejecución de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense. Cuenta con una poderosa infraestructura que es capaz de interceptar, mediante satélites -se estima que al menos 120-, flotas de aviones militares, submarinos y otros medios, prácticamente cualquier información transmitida por correo electrónico, fax y teléfono desde cualquier punto del planeta. Potentes computadoras rastrean las comunicaciones en búsqueda de palabras claves, frases, personas y lugares, pero también pueden controlar sistemáticamente las comunicaciones de ciertas fuentes preidentificadas.
Diseñado para recolectar informaciones de inteligencia durante la guerra fría, el informe europeo demuestra que Echelon está siendo utilizado para intervenir comunicaciones personales y comerciales. En el primer caso, hay evidencias de espionaje, entre otros, a organismos de derechos humanos. En cuanto al espionaje comercial, se ha denunciado casos donde empresas norteamericanas han arrebatado grandes contratos a concurrentes europeos, gracias a la obtención de información confidencial, como el caso, en 1998, de la firma estadounidense Raytheon, que obtuvo un contrato que la francesa Thomson lo tenía casi asegurado, para la venta de radares a Brasil para el Sistema de Vigilancia de la Amazonía (SIVAM).
Los países miembros de la Unión Europea, por su parte, desde 1995 han implementado el programa de espionaje Enfopol, y se aprestan a aprobar un cuerpo regulatorio que, entre otros puntos, dispone que cada llamada telefónica, fija o movil, cada fax, cada mensaje electrónico, todo contenido de las páginas Web y toda utilización de la red, se produzca donde se produzca y la efectúe quien la efectúe, quedará debidamente registrada, archivada y disponible por espacio de al menos siete años.
En Inglaterra, con la legislación para prevenir el crimen internacional aprobada en el año 2000, muchas de esas disposiciones ya se encuentran en vigor, como es la facultad otorgada a los cuerpos de seguridad para poder interceptar las comunicaciones electrónicas sin orden judicial y la obligación de los proveedores de servicios Internet de entregar la clave de los mensajes encriptados de sus usuarios, a pedido de las autoridades.
En Estados Unidos el "soplonaje electrónico" es practicado en forma intensa, tanto por las empresas como por las agencias de seguridad del gobierno, para vigilar a grupos y movimientos que son percibidos como una amenaza para el sistema. "Al menos el 70% de los empleadores mayores, monitorean el correo y el uso de internet de sus empleados, mantienen cámaras de video ocultas y vigilan el movimiento de los obreros en los centros de trabajo" (Velásquez, 2001). Por lo general coinciden los servicios de espionaje de los patrones y de la policía y ambos actúan en función de su objetivo de mantener a los centros de trabajo "libres de sindicatos".
Otra amenaza que se cierne para la ciudadanía es la compilación de bancos de datos con información personal, que podría prestarse a la violación de derechos de privacidad, o el riesgo de errores y exclusiones para quienes registran datos personales desfavorables. Estos bancos de datos también son muy apetecidos por las empresas para identificar públicos segmentados para promocionar sus productos y servicios, para lo cual los proveedores de hardware y software han intentado incluso incorporar -inconsultamente- en las computadoras personales, dispositivos que identifican al usuario y rastrean su trayectoria de navegación.
Si algunos países, como los de la Unión Europea y Canadá, se han preocupado de legislar, al menos parcialmente, sobre los derechos individuales en este plano, en otros en cambio no existe ninguna protección. Mathieu O'Neil advierte contra la eventualidad de que la vida privada de las personas se convierta en mercancía. El derecho a la privacidad se vendería a un precio a quienes puedan pagarlo. Asistiríamos al advenimiento de "un mercado de la vida privada, donde los internautas afanosos de discreción pagarán un fuerte precio por la seguridad de sus datos" a su proveedor de servicios, mientras que "los menos ricos, tenedores de informaciones confidenciales 'de segunda clase' serán naturalmente pobres en intimidad" (2001: 25).
Sin embargo, debido al carácter descentralizado y multifuncional de Internet y las circunstancias en que se desarrolló, hasta ahora no ha podido ser controlada, convirtiéndose en un espacio de disputa, en el que están presentes tanto poderosos intereses políticos, financieros y comerciales que pugnan para que sus principales funciones sean vigilar, anunciar y vender (Ramonet, 2001: 21), como intereses ciudadanos y democráticos que aspiran a convertirla en un instrumento al servicio de la democracia, el desarrollo sustentable, la ciencia, cultura, la educación y la salud.
Justamente frente a los intentos, por un lado, de invadir la privacidad ciudadana, y por otro, de comercializar la Internet al punto de someterlo todo a criterios mercantiles, está surgiendo un nuevo frente de luchas sociales que apuntan a preservar la libertad de información y la privacidad de la ciudadanía en el ciberespacio17. En este marco existen un sinnúmero de proyectos e iniciativas democratizadoras de la Internet. No obstante, estas propuestas tienen poco eco en los medios de comunicación de manera que el debate casi no llega al escenario público.
La brecha del desarrollo
¿Se puede pescar con un computador?, se preguntaba Frei Betto (2001a) en un artículo sobre la pasada Cumbre del G8 en Génova, señalando: "'Si un hombre tiene hambre, denle una caña para pescar' reza un proverbio, ahora modificado por la globalización: 'denle un computador'. Y llenen las bolsas de las naciones exportadoras de tecnología cibernética". Para luego acotar que la desconfianza de los críticos de este selecto club se debe a que sus miembros no están "dispuestos a tocar ningún punto que signifique reducción de riqueza para sus naciones. Por eso, el computador es presentado como la nueva caña de pescar…".
En efecto, con el reverdecimiento del tecnologismo -que considera que la aplicación de una tecnología innovadora puede resolver los diferentes problemas del género humano- en la agenda oficial del desarrollo se ha tornado predominante el enfoque según el cual con el acceso a las NTIC, los países "atrasados" podrán rápidamente acelerar el paso para ingresar al mundo de la modernidad, que hoy se ha tornado en equivalente de "sociedad de la información".
Para que este tránsito se concrete, la condición es que tales países, disciplinadamente, adopten todas las medidas del caso para dejarse conducir por "la mano invisible del mercado", comenzando con las privatizaciones y la desregulación de las telecomunicaciones, medios de comunicación y servicios de información, y la adopción de dispositivos legales sobre propiedad intelectual, de acuerdo a los parámetros fijados en foros y acuerdos multilaterales (OMC, BM, UIT, OMPI, etc.), dejando de lado, por tanto, cualquier consideración que remita al concepto de desarrollo nacional y al de Estado–nación mismo.
Bajo el argumento de que éste es el curso inexorable de los tiempos, aunque de por medio estén consideraciones políticas de severas implicaciones, su tratamiento básicamente ha logrado imponerse como un asunto técnico: ampliar la conectividad para abatir o cuando menos reducir la "brecha digital". Operación que, consecuentemente, garantizaría iguales oportunidades al conjunto de países y personas para que puedan beneficiarse de las ventajas de las NTIC. Al límite, se trataría de un asunto de "enchufes" y accesorios del caso, con el supuesto de que el resto llegará por añadidura. Oportunidades evidentes para que las corporaciones del sector hagan buenos negocios, posibilidades futuras para los demás18.
Cierto es que el tema de la conectividad tiene una gran importancia y merece una atención particular, habida cuenta que una mayoría del planeta todavía no tiene acceso a una línea telefónica -pese a que han pasado más de cien años desde que se abrió este servicio-, sin la cual no se puede ingresar al mundo de la Internet; el PNUD (2001: 45) estima que "en los países menos adelantados" apenas hay una línea telefónica estacionaria "por cada 200 personas".
Sin embargo, la cuestión de la conectividad, por importante que sea, apenas es un componente de la problemática. Cabe preguntarse, entonces, ¿por qué ese sobredimensionamiento? La razón: por la primacía que ha adquirido esa visión del desarrollo que pone énfasis en la inserción internacional (sobre todo económica), antes que en consideraciones sociales. Y como la Internet constituye la infraestructura indispensable para habilitar tal inserción, lo que importa es que los "puntos hábiles" se conecten. Una lógica que conlleva a configurar un panorama donde la mayoría de los países del Sur quedarán a la deriva -excluidos-, los que "califiquen" cuando más podrán conectarse desde "zonas francas" o desde las cúpulas de poder económico y político; sin que esto exima que en el Norte también queden amplias regiones segregadas, sobre todo las zonas rurales.
Tan es así que, en el plano de la comunicación, lo que destaca en los programas de los organismos oficiales más relevantes a nivel internacional respecto a las NTIC, es el carácter de "canal" que se le asigna a estas, por sobre otros atributos. En una indagación realizada por Karin Wilkins y Jody Waters (2000: 59), sobre el enfoque de los organismos multi y bilaterales respecto a las nuevas tecnologías de comunicación en 40 proyectos sostenidos por ellos, se constata que: "Por lo general, en el discurso del desarrollo sigue dominando un enfoque centrado en la transmisión para entender el valor de las tecnologías de comunicación. Cuando se las concibe como herramienta para canalizar información, las computadoras no son vistas como algo que facilite la producción de sentidos. Este modelo subordina a los 'participantes' de los proyectos a un rol pasivo que se limita a recuperar información de fuentes existentes, en lugar de propiciar un rol más activo para elaborar contenidos a fin de articular comunidades o resistir a agencias poderosas. Al circunscribir la interacción mediada por computadoras a una forma para acceder a información existente, más que para crear nuevos productos culturales, ese discurso pierde el potencial transformador de las nuevas tecnologías de comunicación".
La necia realidad, por acción de las fuerzas que gravitan en ella, empero, ha terminado por señalar que el mundo es más complejo, pues está lleno de contradicciones. Y es así como, en las esferas oficiales, de a poco ha comenzado a abrirse el debate en esta materia, sobre todo a partir de las lecturas para entender el alcance de la llamada "brecha digital", tanto entre Norte y Sur como al interior de las sociedades.
La brecha digitalLa brecha digital abarca una variedad de dimensiones: geográfica, demográfica, socio-económica, cultural-lingüística, de género, etc. Expresada sintéticamente en cifras, según el "Informe de Desarrollo Humano 2001" del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, entre 1998 y 2000, el porcentaje de la población mundial conectada a Internet aumentó del 2,4 % al 6,7 %, y en América Latina del 0,8 % al 3,2 % de la población regional. En el mismo período, en EE.UU. el porcentaje de población conectada pasó de 26,3 % al 54,3 %. (42)En cuanto a las diferencias sociales, el PNUD registraba que el usuario típico de Internet a escala mundial es hombre, menor de 35 años, con educación universitaria y un ingreso elevado; vive en una zona urbana y habla inglés. O sea, es miembro de una élite muy minoritaria a escala mundial. (1999: 63) Al interior de América Latina también existen grandes desequilibrios: un estudio de Hilbert (2001: 12-13) publicado por la CEPAL estima, basado en algunos estudios de marketing del 2000 y 2001, que casi la mitad de la población conectada tiene menos de 25 años, (49% en Brasil, 55% en México) y cerca de los dos tercios a nivel regional tienen educación superior. La brecha de género persiste en la región, aunque se ha ido cerrando: en 1997, 76% eran hombres; para 2001, en Brasil 57% eran hombres, que pasaban 8.04 horas por mes en línea comparado con 5.5 horas para las mujeres.
Sacando en limpio lo que se ha avanzado en esta materia, se puede decir que el indicio real es que quienes estarán en mejor posición para beneficiarse de las ventajas de las nuevas tecnologías y del acceso a nuevos recursos de información y conocimientos, son quienes de antemano tienen mejores condiciones. Es lo que constata el Informe 1999 del PNUD, en relación a las NTIC: "La sociedad de la red está creando sistemas paralelos de comunicaciones: uno para los que tienen ingreso, educación y literalmente conexiones, con información abundante a bajo costo y gran velocidad; el otro para los que carecen de conexiones, bloqueados por barreras elevadas de tiempo, costo e incertidumbre y dependientes de información que ya no está actualizada. Con la gente de esos dos sistemas que vive y compite lado a lado, las ventajas de la conexión son abrumadoras". Destaca que las soluciones exigen la elaboración de políticas de desarrollo, pues, "el mayor peligro es la creencia complaciente de que una industria rentable y creciente resolverá el problema por sí misma. El mercado por sí solo hará ciudadanos mundiales solamente de los que se lo pueden permitir". (1999: 63)
La brecha digital, en suma, es una expresión de las desigualdades socio-económicas prevalecientes, lo que no impide que si se la descuida, bien puede repercutir en un agravamiento de éstas. Por lo mismo, tampoco se puede pensar que las soluciones que se dirigen únicamente a cerrar la brecha digital, sin abordar las causas más fundamentales de las desigualdades, podrán resolver de por sí los problemas del desarrollo.
Esto es, para los países en desarrollo, el tema plantea un desafío nuevo y complejo, que al sumarse a otros que aún no han sido resueltos, como la alimentación, salud, vivienda, educación, servicios básicos, que son necesidades vitales de su población, obliga a diseñar políticas para el mejor uso de sus escasos recursos.
En esta perspectiva, hay quienes sostienen que la conectividad sólo puede responder a problemas de desarrollo si se generan las condiciones necesarias para poder sacar provecho de la información y la tecnología. Aunque no faltan otros, escépticos frente a la tecnología, que sostienen que las NTIC tienen poca o ninguna relevancia en países y sectores que no han resuelto problemas básicos como el hambre, la salud básica y el agua potable.
Diversos estudios se han dedicado a identificar los elementos necesarios para crear el "ambiente habilitador" apropiado (o "e-readiness") para que un país (o comunidad) pueda sacar provecho de las NTIC para fomentar su desarrollo, tanto en lo que tiene que ver con la implementación tecnológica en sí, como en relación a la apropiación y sistematización de información y conocimiento. Varios de ellos coinciden en señalar que no existe ninguna receta preestablecida que garantice el éxito de la aplicación de las NTIC en las estrategias de desarrollo.
El "Informe de Desarrollo Humano 2001" del PNUD aborda justamente como tema central las condiciones para que los países en desarrollo puedan "Poner el adelanto tecnológico al servicio del desarrollo humano", como reza el título, el cual incluye un nuevo "índice de adelanto tecnológico" para medir el potencial de innovación y aprovechamiento de la tecnología. Los componentes principales de este índice19 son la capacidad de innovación tecnológica (medida en patentes concedidas e ingresos del extranjero por regalías y licencias, per cápita), el grado de difusión de innovaciones recientes (nodos del Internet y exportación de productos de tecnología alta y media) y antiguas (telefonía y electricidad), y los conocimientos especializados (promedio de años de escolaridad y tasa de estudiantes terciarias matriculadas en carreras científicas). (2001: 48)
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