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El abandono del progreso (posibilidades económicas para nuestros nietos) (página 6)

Enviado por Ricardo Lomoro


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Finalmente, yendo hacia atrás en el tiempo (1985-86), recordé, con melancolía, un magnífico testimonio (y enseñanza) que dio la madre (italiana) de uno de los compañeros de estudio de mis hijas, en las reuniones de padres, con el objeto de crear un fondo de capital, para financiar las obras de ampliación de la escuela (Columbia School) a la que asistían todos ellos, para incorporar la enseñanza secundaria, al jardín de infantes y colegio primario, originales.

Como el propietario y director del colegio no contaba con los recursos suficientes para encarar la obra en solitario, propuso a un grupo de padres, adelantar los fondos para el proyecto (que luego se irían descontando de las matrículas anuales). La "Comisión Gestora" la integramos, la mencionada señora (italiana), un médico dietólogo muy prestigioso (y mediático), un académico de economía (que luego fue vice-ministro del ramo), un director ejecutivo de una empresa multinacional y este modesto "escribidor" (supongo que para "empujar el lápiz").

Mientras el afamado médico, el distinguido economista, el director de la escuela, el ejecutivo multinacional y el "empujador del lápiz", debatíamos sobre la fórmula de devolución de los anticipos realizados por los padres, para financiar las obras de ampliación: montos, plazos, tasa de interés… etc., tomó la palabra la señora italiana y en un castellano propio del Topo Gigio, dijo: "los hijos no se ponen en plazo fijo" (refiriéndose a la ecuación financiera en cuestión).

Fin del "debate" presupuestario. El colegio secundario, pudo construirse… y a los hijos no fue necesario ponerlos al tanto por ciento. Muchas gracias Señora, por su clase de moral, de ética y de economía. Han pasado casi 30 años y aún lo recuerdo con rubor…

Desnutrición: el futuro robado (ahorrando con la alimentación y la salud infantil)

La desnutrición es una enfermedad causada por una dieta inapropiada, hipocalórica e hipoproteica. Ocurre principalmente entre individuos de bajos recursos y principalmente en niños de países subdesarrollados. Ahora ya sabemos, lamentablemente, que también está ocurriendo en los países avanzados (en vías de subdesarrollo).

En los niños la desnutrición puede comenzar incluso en el vientre materno. Las consecuencias de la desnutrición infantil son:

Niños de baja estatura, pálidos, delgados, muy enfermizos y débiles, que tienen problemas de aprendizaje y desarrollo intelectual. Mayores posibilidades de ser obesos de adultos. Las madres desnutridas dan a luz niños desnutridos y las que padecen anemia o descalcificación tienen más dificultades en el parto con niños de bajo peso.

En los niños con desnutrición se puede observar que no crecen, están tristes, no juegan, no quieren comer, lloran con facilidad, y se enferman muy fácilmente. En medicina se puede detectar la malnutrición o la desnutrición midiendo la talla y el peso y comparando estos con tablas de crecimiento, verificando si hay un desvío de los valores normales de talla y peso para la edad dada del niño.

La desnutrición crónica en infantes, niños y adolescentes, queda reflejada en el retraso del crecimiento esperado para una edad dada, en el peso y la talla del menor. En niños o adolescentes en fase de crecimiento, el cuerpo retrasa su desarrollo ante la falta de nutrientes provocándole falencias que lo afectarán en el futuro. Esta desnutrición puede ser moderada o severa de acuerdo a la talla y peso que se registre.

Como resultado la desnutrición crónica y anemia en menores de 0 a 3 años produce deterioros en la capacidad física, intelectual, emocional y social de los niños, también riesgos de contraer enfermedades, infecciones o causar la muerte. El deterioro que produce genera dificultad de aprendizaje escolar, y detiene el acceso del niño a una educación superior. De adulto trae limitaciones físicas e intelectuales, que pueden aumentar las dificultades de inserción laboral.

Este tipo de desnutrición está muy ligado a la pobreza, y en condiciones socioeconómicas muy desiguales la desnutrición crónica es mayor. Entre algunas de las causas relacionadas a la pobreza encontramos: no contar con dinero para comprar alimentos, inadecuada distribución de los alimentos en la familia, difícil acceso o escasos servicios de salud, interrupción de la lactancia materna (destete) a edades muy tempranas, introducción tardía e insuficiente de alimentos complementarios a la leche materna, infecciones frecuentes: diarreicas y/o respiratorias e higiene inadecuada en alimentos.

"Cuando un niño nace con menos de 2.500 gramos se trata de un cuadro de desnutrición fetal, como consecuencia de un retraso en el crecimiento intrauterino, salvo que sea causado por un nacimiento prematuro", dice el pediatra Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni). (Infobae – 7/12/09)

Este peso insuficiente es el corolario de una mala alimentación de la madre antes y durante embarazo y de falta de controles. Dado que el feto se adapta a esas condiciones, "en el recién nacido, el bajo peso comprometerá todos los sistemas metabólicos que se están conformando en la gestación", explica Carmuega, quien consideró que esta situación "es más frecuente en hogares de bajos recursos, pero sucede también en aquellos en los que la mujer tiene un extremo cuidado por su imagen".

Así, nacer con un peso inadecuado implica no sólo perder masa corporal (alrededor de 5 cm de altura final, 5 kilos de fuerza en las manos, 5 puntos menos en el coeficiente intelectual promedio) sino además, perder la flexibilidad de adaptación de nuestro metabolismo, lo que nos expone a un riesgo 50% mayor de padecer enfermedades crónicas en la vida adulta.

Nacer con bajo peso es una de las principales causas de no crecer bien en la primera infancia. A este fenómeno se lo denomina desnutrición crónica y si bien se mide como un retraso en la talla, debería entenderse como la cicatriz en el crecimiento que deja la falla de una adecuada nutrición temprana.

Un niño puede recuperar en sus primeros dos años el crecimiento en altura y el de todos sus órganos, incluido el cerebro. Pero, para ello, debe contar con una lactancia exclusiva durante seis meses, la cual debe continuar hasta el año con el agregado de alimentos complementarios de elevada calidad nutricional y una cuidada crianza. Este es uno de los momentos más críticos.

La falta de nutrientes esenciales en esta edad (como el zinc o la vitamina A) no sólo condicionan un menor crecimiento sino que los hace más vulnerables a padecer infecciones que en otros niños suelen ser banales (como la diarrea y las neumonías) y que en los niños desnutridos son más severas y prolongadas, y en consecuencia comprometen aún más su crecimiento. Por esta razón, la OMS considera que más del 53% de la mortalidad infantil por causas prevenibles reconoce a la desnutrición como responsable.

La carencia de micronutrientes que no afectan el crecimiento se denomina desnutrición oculta y el caso paradigmático es la deficiencia de hierro, aunque éste no sea el único. Esto afecta a uno de cada 3 niños menores de dos años, que pierden, en promedio y de manera irreparable, alrededor del 10% de su capacidad intelectual. Cuando se diagnostica y trata a la anemia se ha llegado demasiado tarde. La deficiencia en la infancia debe prevenirse a través de una alimentación rica en hierro biodisponible.

"Si un niño nació con peso normal pero no recibe seis meses de lactancia materna exclusiva más la adecuada provisión posterior de nutrientes, o no crecerá lo esperable o lo hará con funciones afectadas y esto deja secuelas", aseguró Carmuega, quien ejemplificó a la anemia como uno de los más comunes casos de desnutrición oculta.

"Uno de cada tres lactantes es anémico y la anemia deja una cicatriz en la capacidad cognitiva, que representa hasta el 10% de la capacidad intelectual", remarcó.

Así, como todo lo que a la medicina atañe, cuando se está frente al diagnóstico es tarde. "Cada edad tiene acciones preventivas que deben tenerse presentes porque de poco sirve detectar la desnutrición; la clave es abordar a la persona lo largo del ciclo vital", subrayó el médico.

Y finalizó: "Si bien es difícil saber cuánto marca a una persona una mala alimentación, dado que la vida no está condicionada por un solo factor, todas las afecciones relacionadas con una mala alimentación comprometen el potencial del niño y dejan secuelas".

Una disminución calórica o una alimentación que no tenga la suficiente cantidad de proteínas, frutas y verduras o hidratos de carbono pueden generar deficiencia de minerales como el hierro y de vitaminas. Eso afecta al crecimiento y también al desarrollo cerebral de los niños, que es muy importante en los cuatro primeros años de vida, y que se sigue formando hasta la adolescencia. Además, las carencias de principios inmediatos y nutrientes pueden dar lugar a rasgos como tener el pelo débil, problemas de piel o lesiones en las encías. También puede darse que la alimentación no sea escasa pero sí inadecuada, excesiva en hidratos o con grasas de mala calidad.

Las organizaciones caritativas también se están encontrando de frente con el problema de la mala nutrición. "Hay una necesidad real", dice Julián Cabezas, que lleva 25 años en Aldeas Infantiles. "En los últimos tres años la situación se ha agravado", señala Eva Alonso, secretaria general de Cáritas Toledo (España), que lleva 20 años en el puesto. Y señala que el perfil de los que acuden a Cáritas en Toledo ha cambiado. Antes se trataba, fundamentalmente, de inmigrantes. Ahora, la población inmigrante es un 40% de los que acuden en busca de ayuda.

Números de salud y pobreza

El 55% de los pediatras estima que la disminución de ingresos de las familias está afectando a la salud de los niños. Casi uno de cada cuatro encuestados considera que está afectando "bastante" o "mucho".

El 44% cree que la crisis implica que se están incumpliendo los consejos sobre alimentación infantil.

En las conclusiones de la encuesta, la Asociación Española de Pediatría ya advertía de que los recortes pueden generar un repunte de enfermedades infecciosas y deficiencias nutricionales a corto y largo plazo.

El 84% de los pediatras constata un aumento de los problemas de salud mental en las familias derivados de la crisis, como ansiedad, depresión o adicciones. Y el 80% cree que esta circunstancia está influyendo en los niños.

En el hogar, la falta de ingresos o su reducción se puede constatar en un empeoramiento de la calidad de la alimentación (relacionada con el menor consumo de productos frescos) y de las condiciones del hogar (hacinamiento, frío en la vivienda, etcétera). También afecta a la calidad de la convivencia y a las relaciones entre padres hijos…

En la Introducción del Paper: "Los daños causados por la crisis ya abarcan "tres generaciones" (abuelos -pensionistas, padres-trabajadores o parados, e hijos-empobrecidos y sin futuro)" (Parte I), publicado el 15/4/16, decía:

Europa (en vías de subdesarrollo): entre Latinoamérica y el África ("blanca", por ahora)

La exclusión social ha pasado de ser riesgo a realidad en Europa (y en Estados Unidos)

Introducción: En el nombre del nieto

Este Paper lo comencé a "imaginar" durante las Navidades del 2014, aunque si lo permiten los hackers (y otros censores habituales) será publicado en diciembre del 2015.

En esas entrañales fiestas, me encontraba rodeado de mis cuatro nietos (entonces de 7, 4, 3 años y el último de 7 meses), que motivaron mi análisis, crítica y arrepentimiento.

En medio de la nebulosa (¿penitencial o piadosa?) que provocan mis 70 años, presentía una pregunta de alguno de ellos (o de todos a coro): abuelo ¿por qué nosotros tendremos un futuro peor que el de nuestros padres, que a su vez lo han tenido peor que tú?

Pregunta de difícil respuesta. Ninguna buena. Ninguna justa. Ninguna razonable.

En los países avanzados (y hasta en algunos de los países en vías de desarrollo, ahora "emergentes") estábamos generacionalmente "programados" para lo contrario. Y así, fuimos criados. Cada generación, casi con seguridad, sería mejor que la anterior (al menos educacionalmente), y tendría mayores oportunidades y provecho. Ley de vida.

Ese devenir "existencial": los hijos tendrán un futuro mejor que sus padres, se ha roto. Hoy los abuelos tienen que ayudar a sus hijos, que no pueden mantener a sus nietos. Una escalera social descendente. Una fórmula de involución permanente.

En los países ¿avanzados?, entre la globalización y la crisis, han enviado al subdesarrollo a tres generaciones (padres, hijos y "espíritus" santos). Y sin embargo la brecha (de la crisis) sigue creciendo.

Detrás de las frías estadísticas, las vidas se arruinan, los sueños se desvanecen y las familias se desintegran (o no se forman), a la par que el estancamiento -que llega a la depresión en muchos lugares- se arrastra año tras año.

Lo que la crisis nos legó: inseguridad, paro y pobreza (el itinerario siniestro).

Las consecuencias de una desigualdad salvaje: tres generaciones (y lo que queda por venir) avasalladas, atropelladas, conculcadas, descompensadas… anonadadas.

Los efectos ¿colaterales? de la depresión: una miseria estructural, un avasallamiento social extremo, el exterminio del Contrato Social, la perpetuación de una tendencia devastadora.

Del total del daño que inflige la desigualdad en nuestras economías, sociedades y ámbitos políticos, el daño que causa a los niños debería ser el más preocupante.

Hace años que vengo reflexionando sobre nuestro gran problema como seres humanos y como sociedad en los países desarrollados. La incapacidad para pedir perdón. Y de ahí deriva automáticamente la hipocresía.

Siento deseos de pedir perdón a los hijos y a los nietos, en general, por no haber sido consciente de la tamaña injusticia e hipocresía que como sociedad estábamos acometiendo defendiendo un sistema económico que desprotegía precisamente a aquellos que no tenían capacidad de elegir. Pido perdón por no haber denunciado con la suficiente energía a los políticos a los que no les importara dejar enormes deudas pagaderas por aquellos que nunca tuvieron oportunidad de votarlos. Pido perdón porque hipócritamente, les he y les hemos fallado a nuestros jóvenes.

La esperanzadora conclusión que resulta, es que no podemos volver a decepcionarles… Tenemos que reparar el daño causado, y dicha reparación se conseguirá cuando volvamos a orientar la economía social a su génesis. Proteger al más débil de verdad.

Palabra más, palabra menos, este era el "discurso" de apertura que tenía preparado para la Introducción (en el nombre del nieto), cuando, como tantas otras veces, se cruzó ante mí un testimonio que vale más que mil palabras, y que en una frase supera toda mi letra.

Cuando el papa Francisco realizó su viaje a Filipinas (18/1/15), una niña de la calle de doce años provocó, con sus lágrimas y preguntas, que Francisco, visiblemente conmovido, dejara de lado todo el discurso que tenía preparado.

En la misa celebrada en el parque Rizal de Manila se congregaron entre 6 y 7 millones de personas, a pesar de la lluvia incesante que cayó durante todo el día. Se puede considerar que la ceremonia ha sido el evento más numeroso de la historia de los viajes de los papas. Los devotos filipinos habrían batido de esta forma la asistencia a la misa ofrecida por el papa Juan Pablo II en Manila en 1995, a la que acudieron unos 5 millones de personas.

La última jornada de actos del viaje del papa a Manila, que comenzó el pasado 15 de enero, tras dos días pasados en Sri Lanka, empezó con un emocionante encuentro con los jóvenes en la Universidad de Santo Tomas. En este viaje papal lleno de improvisaciones, como las visitas a sorpresa del pontífice, y de imprevistos, como el rápido regreso desde Tacloban debido a la tormenta tropical que se iba a abatir sobre la zona, una niña también cambió el discurso del papa. Glyzelle Palomar, filipina, de 12 años, fue una niña de la calle y sus lágrimas y preguntas al papa Francisco hicieron que el pontífice dejara de lado el discurso que tenía preparado. "Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchas víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o las prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? y ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?", preguntó la niña entre lágrimas.

El santo padre, visiblemente conmovido, respondió consolando y abrazando a Palomar. "Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas", dijo el papa. Y después, instó a los cerca de 30.000 fieles que se reunieron en el campus a "no tener miedo a llorar". "Al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar", agregó.

En la misa en Manila, el papa Francisco ha afirmado que "la pobreza y la corrupción han desfigurado el mundo", ha denunciado que el hombre ha destruido "la unidad y la belleza de la familia humana con estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción", y ha dicho que "tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle", según Europa Press.

Gracias Glyzelle, por poner a la sociedad ante el espejo público… Gracias papa Francisco, por señalar los pecados de la democracia de mercado… Gracias a ambos, por dar "testimonio de vida" a esta ("cristiana") Introducción: En el nombre del nieto.

"Los hechos no dejan de existir por el hecho de ser ignorados" (Aldous Huxley)

En el Ensayo: "El adiós europeo al Estado del Bienestar: la "sociedad participativa", el "gasto social privado", la "gran sociedad", y demás experimentos de laboratorio (¿otra vez el triunfo de la ideología sobre la razón?)", publicado en octubre de 2014, decía:

Recordando a Pablo Neruda podría decirles que: "puedo escribir los versos más tristes esta noche".

Si algo "envidiaba" de Europa, hace, tal vez, cuarenta años (cuando aún vivía en la lejana, remota, falaz y fugaz Argentina, era su "socialdemocracia", su "estado del bienestar", su justa y razonable "distribución de las riquezas", su "equilibrio social", su "igualdad de oportunidades", su "paz social"…

Si algo me "inspiró a emigrar" a Europa (exilio voluntario), hace ya veinticinco años, fue ese modelo de socialdemocracia, comunitario, responsable, participativo, amplio, generoso, solidario, equilibrado, incluyente, redistributivo, ético, justo… donde deseaba ver crecer a mis hijas y ver nacer a mis nietos, en un espacio de unión económica con un desarrollo armónico, previsible y sostenible…

Creía haber visto el futuro, y que funcionaba. Estaba en el corazón de la vieja Europa.

Que equívoco más grande. Hoy (octubre 2013) el sueño europeo se ha transformado en una pesadilla (desastre económico) y el despertar, en un infierno (catástrofe social). El sufrimiento humano derivado de la crisis es tanto o mayor que en los Estados Unidos, donde nunca existió (ni se le espera) un estado del bienestar equivalente. Hoy al riesgo de colapso, podemos agregar un desastre impecable. Más que un proyecto acabado de Unión, podemos decir (con gran dolor), que estamos presenciando el final anunciado de un proyecto comunitario.

Todo eso ha quedado barrido por el tsunami de la mayor crisis económico-financiera vivida por EEUU, con réplica en Europa, desde los años 30. Ahora (seis años después del inicio de la depresión) estamos viviendo la post guerra de una guerra librada con armas financieras de destrucción masiva, disparadas desde frentes instalados en lujosos despachos de bancos, agencias bursátiles, fondos de inversión, fondos de cobertura,… por audaces aventureros especulativos, que han utilizado el capital de los ahorristas desprevenidos e incautos, para abatirlos con su propio fuego.

La Real Academia define el término "recuperación" como la acción y efecto de recuperar o recuperarse. Obvio. Pero precisa en una segunda entrada que algo se recupera cuando vuelve a tomar o adquirir "lo que antes tenía". Sería absurdo pensar que la recuperación de la economía europea va a devolver a los países miembros a los niveles previos a la crisis.

En el mejor de los casos, Europa saneará su economía, ajustará sus grandes desequilibrios y volverá al crecimiento, incluso de una manera robusta. Hasta la devastada Europa de 1945 salió de la tragedia. Pero los países que salgan de esta crisis serán muy distintos. Muy parecido a lo que Ulrich Beck denominó -ya en 1986- la sociedad del riesgo. Y todavía el muro no había caído.

¿Y qué es la sociedad del riesgo? Pues aquella en la que lo relevante ya no es la distribución de la riqueza, sino la producción de bienes y servicios de forma suficiente para financiar un determinado nivel de vida. Algo que, en última instancia, dependerá de su capacidad de adaptación en una economía globalizada.

Lo que se ha roto son las certezas y el mundo previsible. El mundo de la seguridad, del que hablaba Stefan Zweig. Hasta hace bien poco, se pensaba que los avances técnicos -y su corolario en términos de productividad– serían suficientes para lograr el progreso social. Hoy ya no es así.

Mientras que en la sociedad industrial o de clases la cuestión social giraba en torno a cómo repartir la riqueza producida de forma colectiva (y la historia del siglo XX refleja hasta qué punto la lucha entre los diferentes agentes económicos fue encarnizada), en la nueva sociedad del riesgo se seguirá produciendo de una manera desigual, pero su volumen ya no estará garantizado. Y es aquí cuando surge lo que ha venido a definirse como los "nuevos pobres". O la nueva pobreza, como se prefiera. Un fenómeno en el que se ven envueltos nuevos colectivos que antes se consideraban protegidos contra las inclemencias económicas: profesionales, empleados públicos, pensionistas, parados de larga duración o estudiantes con dificultades para su inserción laboral.

Antes el trabajador era necesario para que algunos ganaran, ahora hay gente que gana sin necesidad de que nadie trabaje para ellos. El resultado de esta situación es una profunda desigualdad. Que no solo alcanza a los parados, sino también a una gran parte de los trabajadores asalariados.

"Aparentemente, cuando el banco de inversión estadounidense Lehman Brothers colapsó en 2008 y detonó la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, se formó un amplio consenso sobre la causa de la crisis. Un sistema financiero inflado y disfuncional había asignado incorrectamente el capital y, en vez de gestionar el riesgo, lo creó. La desregulación financiera -junto con el dinero barato- contribuyó a una excesiva toma de riesgos.

Cinco años más tarde, mientras algunos se felicitan a sí mismos por evitar otra depresión, nadie en Europa o Estados Unidos puede afirmar que la prosperidad ha regresado. La Unión Europea recién está emergiendo de la recaída en la recesión (y, en algunos casos, de una doble recaída), mientras que algunos estados miembros están en depresión. En muchos países de la UE, el PBI se mantiene por debajo, o insignificantemente por encima, de los niveles previos a la recesión. Casi 27 millones de europeos están desempleados.

Algo similar ocurre en Estados Unidos: 22 millones de personas que desean un empleo a tiempo completo no logran encontrarlo. La tasa de actividad en la fuerza de trabajo estadounidense ha caído a niveles que no se veían desde que las mujeres comenzaron a ingresar al mercado laboral en forma masiva. El ingreso y la riqueza de la mayoría de los estadounidenses se encuentran por debajo de niveles que habían registrado mucho antes de la crisis. De hecho, el ingreso típico de un trabajador masculino a tiempo completo es menor que hace más de cuatro décadas…

Otros problemas continúan sin ser tratados y algunos han empeorado. El mercado hipotecario estadounidense aún sigue conectado a un respirador: el gobierno ahora asegura más del 90% de las hipotecas y la administración del presidente Barack Obama ni siquiera ha propuesto un nuevo sistema que garantizaría préstamos responsables con términos competitivos. El sistema financiero se ha concentrado aún más, algo que exacerbó el problema de los bancos que no solo son demasiado grandes y están demasiado interconectados y correlacionados para caer, sino que también son demasiado grandes para ser gestionados y responsabilizados. A pesar de un escándalo tras otro, desde lavado de dinero y manipulación del mercado hasta discriminación racial en los créditos y ejecuciones ilegales de hipotecas, ningún funcionario de alto nivel ha sido responsabilizado; cuando se impusieron sanciones financieras, fueron mucho menores de lo necesario, no fuera a ser que las instituciones sistémicamente importantes pudieran verse en peligro.

Las agencias de calificación de crédito han sido declaradas responsables en dos juicios privados. Pero también en este caso lo que pagaron fue una fracción de las pérdidas que causaron sus acciones. Algo más importante aún, el problema subyacente -un sistema de incentivos perversos en el que reciben dinero de las empresas a las que califican- aún debe cambiar.

Los banqueros presumen de haber pagado totalmente los fondos de rescate del gobierno que recibieron cuando comenzó la crisis. Pero nunca parecen mencionar que cualquiera que hubiera recibido enormes créditos gubernamentales a tasas de interés cercanas a cero podría haber ganado miles de millones con el mero hecho de prestar nuevamente ese dinero al gobierno. Tampoco mencionan los costos impuestos al resto de la economía -una pérdida acumulada del producto en Europa y EEUU que supera largamente los $ 5 billones.

Mientras tanto, resultó que quienes sostuvieron que la política monetaria no sería suficiente estaban en lo cierto. Sí, todos fuimos keynesianas, pero por demasiado poco tiempo. El estímulo fiscal fue reemplazado por la austeridad, con efectos adversos predecibles -y predichos- sobre el desempeño de la economía.

Hay en Europa quienes están contentos porque la economía puede haber tocado fondo. Con el regreso del crecimiento del producto, la recesión -definida como dos trimestres consecutivos de contracción económica- oficialmente ha terminado. Pero, sin importar cómo se la mire en busca de resultados significativos, una economía en la cual los ingresos de la mayoría de la gente se encuentran por debajo de sus niveles previos a 2008, aún está en recesión. Y una economía en la cual el 25 % de los trabajadores (y el 50 % de los jóvenes) están desempleados -como ocurre en Grecia y España- continúa deprimida. La austeridad ha fracasado y no hay perspectivas de un pronto regreso al pleno empleo (no sorprende que las perspectivas para Estados Unidos, con su versión más limitada de la austeridad, sean mejores).

El sistema financiero puede ser más estable que hace cinco años, pero eso implica un bajo listón: en ese momento, se tambaleaba al borde del precipicio. Quienes se felicitan a sí mismos en el gobierno y el sector financiero por el regreso de los bancos a la rentabilidad y las tibias -aunque difíciles de conseguir- mejoras regulatorias, deben centrarse en lo que todavía resta por hacer. Solo un cuarto del vaso está, como mucho, lleno; para la mayor parte de la gente, las tres cuartas partes están vacías". Cinco años en el limbo (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate – 8/10/13)

En nombre de una austeridad unilateral (aplicada sobre los sectores más débiles de la sociedad), proclamada y no practicada por la casta política (amoral y corrupta), las grandes corporaciones (subvencionadas y protegidas por el estado), los bancos quebrados (rescatados con dinero público) y sectores ricos de la sociedad (que han salido beneficiados con la crisis), han "denunciado" el contrato social, con total frialdad, indiferencia, arrogancia, ignominia, imprudencia, insensibilidad y osadía.

El pago de la deuda soberana se ha garantizado con la expropiación de los fondos necesarios para atender la deuda social, bajo la bendición de los acreedores, previamente rescatados de la quiebra con dinero de los contribuyentes, que vuelven a ser expoliados (reiterativamente), para "salvar" la crisis de la deuda.

Para preservar el "cielo" de la deuda han condenado al "infierno" a los grupos más vulnerables de la sociedad. Se ha asegurado la "tranquilidad" de los mercados, con la "paz" de los cementerios (donde ha sido enterrado el Estado del Bienestar). Sin haber celebrado su funeral, siquiera. Eso es lo que sucede cuando se desprecia el pensamiento. Eso es hacer un pan como unas hostias.

Europa (y ya no digamos los EEUU) ha dejado de ser una "comunidad" autogobernada y responsable frente a los deseos de sus ciudadanos, para transformarse en un imperio incontrolable dominado por banqueros y corporaciones, y los políticos que les pertenecen. Los ciudadanos (contribuyentes) están siendo tratados como meros siervos de la gleba y los gobiernos se han convertido en simples sirvientes del poder económico.

La deuda excesiva de los gobiernos ha sido causada por el rescate de los bancos quebrados (pretendidamente sistémicos), y no por políticas de gasto público para sostener un sistema de bienestar social exagerado o demagógico. Y ahora se quiere resolver (garantizar) su pago (sin juzgar y condenar, al menos, a los culpables de la quiebra privada y pública, ni crear los mecanismos necesarios para evitar la repetición de la crisis), desarmando un estado de bienestar (justo y necesario) que ha costado más de medio siglo de luchas sociales y sacrificios a los trabajadores.

De la "socialización" (estatatización) de las perdidas privadas (bancos y otros especuladores financieros quebrados), pasamos a la "mutualización" de la amortización de la deuda pública (devenida del rescate) por la vía del "expolio" de los sistemas de pensiones, salud y educación pública.

A los líderes políticos que "padecemos" podría llamarles inmorales, deshonestos, corruptos, arrogantes, irresponsables, vanidosos, frívolos, sectarios… pero vamos a dejarlo en "imprudentes" (porque son incapaces de intentar -al menos- salvar su propia supervivencia de casta). Están tratando a los ciudadanos como súbditos, y eso es muy grave, y puede tener consecuencias catastróficas imprevisibles (animosidad en aumento, conflictividad social y rebelión cívica). Sin descartar el paso previo (y merecido) de una rebelión fiscal en toda regla, que vaciaría las arcas del estado plutocrático, prebendario y venal. Fin del juego.

Por ahora, ya llevan cosechado el fruto más perverso de una democracia: la fractura social. Y me extraña que tenga que ser un "invitado" extranjero (con 25 años de residencia en Europa) quien les tenga que recordar los peligros de dividir a la sociedad. Se está jugando con la familia, con la seguridad, con el futuro, y eso es peligrosísimo, porque esos sentimientos son muy sensibles al radicalismo.

No hay otra salida para Europa que volver a establecer un consenso en torno al cumplimiento de los Derechos Humanos contenidos en el Preámbulo y los 30 artículos de la solemne Declaración de 1948 y demás documentos que los desarrollan. Esa opción exige hacer de los planteamientos económicos puros conceptos instrumentales sometidos al desarrollo de la gran opción descrita.

Ni que decir tiene que la lógica de los mercados supuestamente independientes debe dejar paso a la centralidad de la política como impulso y evaluación de los procesos puestos en marcha para el fin acordado. La democracia, entendida como convenio entre seres libres e iguales para seguir conviniendo sobre el estado de su contrato social, exige de por sí el control sobre la macroeconomía dejando en todo caso partes de la microeconomía al juego de la oferta y la demanda.

A los que no miran más allá del PIB, el déficit fiscal, la sostenibilidad de la deuda o la competitividad de las empresas, les propongo (humildemente) que sustituyan alguna (o tal vez, todas) de esas grandes magnitudes que son usadas para calibrar la eficacia económica por el Índice de Desarrollo Humano, aunque ello les implique un inmenso dolor y esfuerzo de parto que, sin duda, será mucho menor que el de la agonía del actual sistema que como decía Schumpeter se muere de éxito.

Cuando el pragmatismo se convierte en cinismo

De ser cierta la propuesta de la "sociedad participativa" (a la holandesa), o de la "big society" (al british style), o de la "reinvención del Estado del bienestar" (según el modelo sueco), para "acostumbrar" a la gente a no ver al Estado como una "maquinita de la felicidad", en un alarde de pragmatismo, tal vez, sería bueno empezar por limitar la "hipocresía" de esas propuestas o similares, dejando de cobrar tan altos impuestos y cargas sociales al contribuyente para financiar unos servicios menguantes y dejar "que cada santo aguante su vela" (empezando por la administración del estado y todos los que "maman" del presupuesto).

Fuera máscaras, basta de cinismo, y si vamos a imponer el "darwinismo social", que sea en toda regla, y se apliquen la misma receta los miembros de la casta política, sus patrocinadores y beneficiarios, dejando de disparar con pólvora del contribuyente. Podrían hacer suyo aquello de "La bien pagá": na te debo na te pido… Aunque me sospecho que esas "economías"… no llegarán al río…

Mientras "la gente quiere cuidar por sí misma, organizar su vida y cuidar unos de otros" (sic – Koning Willem Alexander), el Fondo Monetario Internacional "cuida de los acreedores, y organiza el pago de la deuda" (un regreso a la Edad Media).

El contribuyente europeo (cautivo y desvalido) trabaja más de la mitad del año para mantener el "leviatán gubernamental", recibiendo poco o nada a cambio. Los políticos han duplicado el déficit público (en muchos casos) y aumentado la deuda pública en un 50% (en muchos casos), en los últimos dos o tres años (hipotecando a varias generaciones) para rescatar a los bancos quebrados, y no conformes con incrementar la presión fiscal hasta límites insoportables, disminuyen la prestación de los servicios públicos y sociales hasta niveles tercermundistas. No satisfechos con tamaño expolio fiscal e incumplimiento del contrato social, ahora viene el FMI y "propone" una exacción adicional del 10% del patrimonio de los agotados impositores. Lo dicho, un regreso a la Edad Media, en toda regla.

¿Un juicio exagerado?…

En definitiva el Fondo Monetario Internacional (FMI) no esconde una nueva vuelta de tuerca a los bolsillos de los contribuyentes europeos. El organismo que preside Christine Lagarde plantea, en su informe Fiscal Monitor de octubre, una eventual quita a la riqueza de las familias europeas para que la deuda pública de 15 estados europeos recupere sus niveles de 2007. En el citado informe, la institución económica llega a concretar una cifra: el 10% de los ahorros familiares.

Se define como capital levy o impuesto sobre el capital. Y sería un one-off. Es decir, la posible reducción se efectuaría de una sola vez. "Sería una medida excepcional para restaurar la sostenibilidad de la deuda pública", explica el FMI en su informe. Para justificar esta posible decisión, el FMI cita que es una medida defendida por destacados e históricos economistas como Pigou, Ricardo, Schumpeter o Keynes.

En el conjunto de países de la OCDE, la deuda pública media se situará el año próximo en un 113,1% sobre el PIB, cuando en 2007 el promedio apenas superaba el 74%. El mayor nivel de deuda pública bruta corresponderá a Japón, con una cifra del 233,1% sobre el PIB en 2014. Además de España, otros nueve países de la OCDE estarán por encima del 100%. Grecia registrará un 189,2%, figurando a continuación Portugal e Italia con niveles superiores al 140%. Irlanda (126,4%), Islandia (124,4%) y Francia (116,3%) también se situarán por encima del promedio de la OCDE. El Reino Unido alcanzará un 113%, mientras que los Estados Unidos llegarán al 110,4% y Bélgica al 104,5%. Austria, los Países Bajos y Alemania superarán el 85%, mientras que Finlandia rozará un 70%.

Entre los países de la OCDE que pertenecen a la Unión Europea destacan los niveles relativamente bajos de endeudamiento de Dinamarca (58,4%), Suecia (52,7%) y, sobre todo, Luxemburgo (32%). Estas tres naciones son la excepción en el conjunto de países de la OCDE, donde la deuda pública media se situará el año próximo en un 113,1% sobre el PIB, cuando en 2007 el promedio apenas superaba el 74%.

Estos "illuminatis" no solo nos "laminan" las prestaciones sociales hasta la extenuación, sino que nos "expropian" de un plumazo, un 10% adicional de nuestro menguado patrimonio. Me queda una sola duda: ¿para cuándo el "derecho de pernada"? (no sé si le apetecerá a Ms. Lagarde, pero estoy seguro que a Mr. Strauss Kahn le hubiera gustado "muchísimo". A verlas venir… entonces.

Lo auténticamente "insostenible" es el círculo vicioso entre estados y bancos

No se entiende el peso excesivo del sector financiero en el PIB. Nunca antes fue tan elevado. Las finanzas se han divorciado del comercio y la economía real, su razón de ser primigenia.

Es necesario volver a encarrilar el sistema financiero. Rediseñarlo introduciendo mecanismos que impidan tropelías como las que todavía seguimos padeciendo. Prohibiendo los instrumentos financieros absurdos que exacerban el riesgo a cambio de nada, cuya letra pequeña nadie entiende, empezando por aquellos que los adquieren y contratan.

Es necesario reducir abruptamente la concentración financiera promovida como consecuencia de la crisis financiera en vigor. Poniendo al mando de las entidades resultantes a gente decente y honrada. Reconvirtiendo el contubernio manipulado en que se ha convertido el sistema financiero mundial obligándolo a retornar a sus esencias mercantiles y comerciales.

La banca nació con el fin de servir como simple intermediario entre comprador y vendedor. Se dedicaba a facilitar las transacciones económicas. Apadrinaba de manera rápida, segura y fiable nuevas aventuras mercantiles otorgando crédito de manera sensata.  

Desgraciadamente, las finanzas han dejado de ser un medio capaz de propulsar el bienestar y el comercio para convertirse en un fin en sí mismo. En un lastre y en una bomba de relojería recurrente generadora de burbujas diversas destinadas a explotar cada cierto tiempo una vez los gurús han vuelto a hacer caja con sus prédicas absurdas. Cambio conceptual que tomó carta de naturaleza desacerbada durante los años 80 del siglo pasado.

La economía financiera, el simple intermediario de antaño, se ha convertido en protagonista absoluto del presente económico, pervirtiendo el sistema y empobreciendo a la mayoría de la población.

El crédito sigue sin fluir hacia particulares y empresas, su razón de ser primigenia. Su único destino actual es financiar a reyes metafóricos y tiranos. La burbuja de deuda pública se incrementa, aquí o acullá, hasta que acabe por reventar. Los sistemas financieros, por el contrario, han dejado de funcionar con aquello para lo cual fueron creados. Se vuelve al trueque, se llamen "bitcoins" u otras iniciativas que están surgiendo fuera del sistema. Brutal paradoja.

En vez de analizar con profundidad los hechos y actuar con sensatez, desde que comenzó la crisis se han reforzado los mecanismos financieros que nos han llevado al desastre. La banca mundial se concentra cada vez en menos actores alejándola del objetivo tradicional: la mera intermediación que promueva el crédito, proporcionar facilidades a los empresarios y agilizar el comercio. El crédito ya apenas se otorga a particulares y empresas más que para especular. Su objetivo primigenio raramente se cumple ya.

El motor económico no podrá arrancar mientras no vuelva a haber un entramado financiero diverso y disperso con objetivos claros, con activos más reducidos respaldados con algo más que aire. Con entidades sanas y profesionales. El poder financiero debe dejar de seguir concentrado en manos de unos pocos desalmados…

(Enero 2017) El agujero negro del presente (la anatomía de la melancolía)

No permitamos que el presente sea el futuro. Que este presente de pobreza y exclusión (que nos asestan) no sea el espejo del futuro. La cultura europea y norteamericana actual (¿podríamos llamarla, cultura de mercado?) materialista, adquisidora, adversa a Dios y la familia, parece fría, muerta y poco satisfactoria, a los ojos de muchos de sus ciudadanos (¿podríamos llamarlos súbditos, o mejor decir, siervos de la gleba?). Puede parecer 1933 o preludiar 1938, en tanto los responsables políticos y financieros sigan empeñados en admitir, lo que no pueden negar y en negar, lo que no pueden admitir.

MARGARET MACMILLAN

Directora del St. Antony's College en la Universidad de Oxford

– Un nuevo populismo para el nuevo año

En 2016, la palabra "populismo" estuvo en boca de todos. Líderes políticos que dicen hablar por la gente obtuvieron importantes victorias en Europa, Asia y (con la elección de Donald Trump) Estados Unidos.

El término "populismo" se refirió al principio a las protestas de agricultores estadounidenses a fines del siglo XIX contra los bancos y monopolios ferroviarios. Ahora describe la rabia y el resentimiento contra élites privilegiadas y poderosas en los sectores público y privado por igual. En Italia, el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo ataca al "establishment", un término que engloba por igual a periodistas, empresarios industriales y políticos. Asimismo, en Estados Unidos Trump prometió "limpiar la ciénaga" (el gobierno federal).

El nuevo populismo tiene objetivos más imprecisos y hace afirmaciones más genéricas que su predecesor decimonónico. Los líderes populistas actuales son generosos en odios, pero ofrecen pocas políticas concretas. En cambio, echan mano de propuestas de izquierda y de derecha, a veces al mismo tiempo: Trump, por ejemplo, promete licencia de maternidad paga y aumento del salario mínimo, por un lado, y rebajas impositivas para los ricos y desregulación financiera y medioambiental, por el otro. La orientación política no es importante para el populismo, porque este no trabaja con evidencias o propuestas de cambio detalladas, sino con la manipulación de las emociones por parte de líderes carismáticos.

A diferencia de los partidos conservadores o socialistas tradicionales, el nuevo populismo no apela a la clase socioeconómica, sino a la identidad y la cultura. Les habla a los que se sienten económicamente amenazados por la globalización, temerosos de que los inmigrantes les quiten el trabajo o cambien la composición de la sociedad, o simplemente descontentos por lo que perciben como su pérdida de estatus (sentimiento que se refleja en hostilidad, especialmente entre hombres blancos, hacia la "corrección política").

Los economistas podrán sostener que los niveles de vida mejoraron, o que la desigualdad en muchos países desarrollados no está creciendo, pero no pueden contrarrestar la insatisfacción de aquellos que se sienten marginados, subestimados y ridiculizados.

Los movimientos de protesta del pasado, como las "suffragettes" y los primeros socialistas, fueron muchas veces cantera de ideas y líderes que luego se integraron al sistema político. El nuevo populismo es diferente, porque rechaza categóricamente la legitimidad del establishment y las reglas del juego. Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del RU, es un auténtico populista; el senador Bernie Sanders, ex candidato presidencial en los Estados Unidos que tras perder la batalla por la nominación del Partido Demócrata hizo campaña por Hillary Clinton, no lo es.

En la cosmovisión moralista del nuevo populismo, el "pueblo" virtuoso está en lucha contra las "élites" malvadas. Pero al ser el lenguaje populista tan emocional e impreciso, no queda claro quién es quién. El pueblo es la "mayoría silenciosa": los "buenos estadounidenses ordinarios" de Trump o "la gente común" de Farage y la líder del ultraderechista Frente Nacional francés, Marine Le Pen. En mi ciudad, Toronto, es "la nación de Ford": residentes suburbanos muy decentes a quienes no importó que su alcalde, el difunto Rob Ford, fuera un hampón chauvinista adicto al crack.

Al afirmar el derecho a definir al "pueblo", los populistas se arrogan el poder de excluir. Las "élites", que no saben de las necesidades de la gente, son naturalmente ajenas al círculo encantado de los populistas. Pero también lo es cualquiera que tenga opiniones contrarias a la voluntad popular, lo que incluye aproximadamente a la mitad de los votantes estadounidenses, que eligieron a Hillary Clinton, o al 48% de británicos que votaron por la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea.

Nominalmente los populistas de izquierda y derecha se diferencian por su elección de a qué "otros" excluir y atacar; los primeros apuntan a las grandes corporaciones y a los oligarcas, mientras que los segundos eligen las minorías étnicas o religiosas. Una vez identificados los enemigos, es posible endilgarles los reveses de la "voluntad popular". Así como Trump ataca a mexicanos y musulmanes, el presidente venezolano Nicolás Maduro (desafortunado e incompetente sucesor de Hugo Chávez) echa la culpa de la crisis creciente de su país a una maligna potencia extranjera, Estados Unidos.

Un nacionalismo estridente y una retórica de recuperación de la soberanía son componentes esenciales del atractivo populista. También lo es la historia (o más exactamente, la nostalgia de un pasado idealizado). "Hacer grande a Estados Unidos otra vez", como diría Trump. En Europa, líderes populistas como el primer ministro húngaro Viktor Orbán y el líder del Partido por la Libertad holandés, Geert Wilders, pintan una Europa cristiana asediada por hordas musulmanas (pese a que los europeos que van a la iglesia son cada vez menos). Durante la campaña por el Brexit, los partidarios de dejar la Unión Europea invocaron la Batalla de Dunkerque de 1940, cuando los británicos pelearon solos contra el Eje liderado por Alemania.

Es verdad que para muchos las cosas no están yendo bien. La globalización y la automatización eliminan puestos de trabajo en los países desarrollados; en muchos lugares, corporaciones poderosas y ricos se quedan una tajada cada vez más grande y pagan menos impuestos. Y las condiciones de vida siguen empeorando para la gente del viejo cinturón industrial estadounidense o el noreste de Inglaterra y Gales.

Pero los líderes populistas no ofrecen soluciones estudiadas, sólo fantasías. Las propuestas de Trump de erigir un muro "grande y bonito" en la frontera con México, prohibir el ingreso de inmigrantes musulmanes, reabrir las minas de carbón e imponer aranceles a China no sólo son inviables, sino que probablemente provocarían una guerra comercial que empeoraría la ya difícil situación económica de sus partidarios.

El atractivo del populismo aumenta cuando se percibe que los sistemas políticos y económicos están fallando, lo que explica el ascenso de los jacobinos en las primeras etapas de la Revolución Francesa, los Know-Nothings en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, los fascistas en la Italia de Mussolini y los nazis en la Alemania de Hitler. Todos ellos se proclamaban poseedores de la pureza moral y prometían barrer todo vestigio del viejo sistema corrupto en nombre del "pueblo".

La política populista actual, con su pretendido monopolio de la verdad, también es profundamente antidemocrática. En Hungría, Polonia y Turquía, ya podemos ver que cuando los populistas obtienen el poder usarán todos los resortes a su alcance (incluido el Estado) para destruir las instituciones democráticas.

Esta forma de populismo plantea una seria amenaza nacional e internacional en 2017. Debemos prepararnos para lo peor; pero ojalá estas nuevas fuerzas políticas antisistema saquen a los partidos tradicionales de su letargo y los impulsen a adoptar reformas que se necesitan con urgencia, como Sanders trató de hacer durante la primaria demócrata. Quizá entonces las estructuras actuales serán suficientemente fuertes para resistir la embestida de los que prometen la salvación y sólo crean el caos.

© Project Syndicate 2016

Mi respuesta a Margaret Macmillan

– Hombres necios que acusáis…

Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis. Si con ansia sin igual / solicitáis su desdén, /¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?… Así comenzaba Sor Juana Inés de la Cruz (Méjico – 1648-1695) su poema: "Hombres necios que acusáis".

Me resulta interesante (sugerente) utilizar ese poema (con una ligera modificación), para iniciar este comentario:

"Ricos y poderosos" (*) necios que acusáis / al "elector" sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis. Si con ansia sin igual / solicitáis su "sumisión", /¿por qué queréis que "voten" bien si los incitáis a la "rebelión"?… (perdón Sor Juana Inés, por la "malversación" de su poema).

Las primeras reacciones de los analistas políticos de los Estados Unidos han quedado ejemplificadas por el título de un artículo de la revista Foreign Policy: "Trump ganó porque sus electores son literalmente ignorantes". Según esa interpretación, trabajadores blancos de pequeñas ciudades y condados rurales con escasa instrucción, que odian a los inmigrantes y que son sexistas y racistas habrían sido la clave del triunfo de un magnate que usa su oro para darle lustre a su estupidez. No es que todos estos datos sean falsos. Pero las grietas del razonamiento empezaron a verse de inmediato: tampoco la mayoría de los latinos y de los afroamericanos se inclinaron por Hillary Clinton y, a la vez, ésta fue rechazada por amplios sectores populares que antes habían votado a Obama. Es más: hay razones para sostener que Trump no ganó gracias a su racismo o a su desprecio por las mujeres, sino a pesar de ellos.

Una primera reflexión concierne al modo en que opera la democracia republicana en el país más poderoso del planeta, que se jacta de ser un ejemplo en la materia. Claro que, según los manuales, en una democracia los ciudadanos discuten antes el rumbo a seguir y eligen después a los representantes para que ejecuten sus decisiones (es el gobierno del pueblo). Pero jamás fue así -ni allí ni en ninguna otra parte-: cada par de años, los votantes se limitan a escoger entre las propuestas más o menos vagas de un número reducido de políticos profesionales que son quienes luego toman las decisiones (es el gobierno por el pueblo). Nunca fue tan evidente como ahora.

Ante todo, las elecciones presidenciales norteamericanas son indirectas: se elige a los miembros del colegio electoral y es éste el que designa al presidente. Con el agravante de que al partido que obtiene la mayoría de los sufragios en un estado le corresponden todos los integrantes del colegio electoral que le tocan a ese estado. El tema empeora dada la alta abstención electoral, que en estas últimas elecciones llegó al 45%.

Imaginemos un Estado hipotético donde Trump haya ganado por 60 a 40. Dada la abstención, en términos reales lo habría apoyado allí solamente un tercio de la ciudadanía, pero ese tercio bastó para darle el 100% de los representantes en el colegio electoral. Por eso obtuvo un 46% de los votos emitidos (Hillary logró un 48%), pero un 56% de los representantes en el colegio electoral. ¿Cuál fue el origen de esta práctica tan anacrónica? Cuando los 13 estados de la Unión se reunieron en la Convención Constituyente de 1787, la población del país no superaba los 4.000.000 de habitantes y los medios de comunicación eran muy precarios. Se supuso entonces que las elecciones directas llevarían a los ciudadanos a votar por los candidatos de su propio estado que conociesen, de manera que ningún aspirante a la presidencia obtendría una mayoría suficiente o, en todo caso, dominarían las elecciones los estados más poblados. De ahí la solución de las elecciones indirectas, que hoy carecen de todo sentido.

Si me detengo en estas cuestiones es porque no resulta exagerado decir que está en juego el destino de la humanidad y no sólo el de los EEUU. Me apresuro a agregar dos cosas. Una, que tampoco Hillary era demasiado representativa del pueblo dado la baja implantación territorial del Partido Demócrata fuera de los grandes centros urbanos. La otra, que, para ensombrecer aún más el panorama, nadie sabe a ciencia cierta qué se propone hacer Trump. Su campaña estuvo plagada de falsedades y contradicciones y sacó buen provecho de las redes sociales, a sabiendas de que en los 140 caracteres de un tuit no hay lugar para fundamentar nada.

¿Es un populista nacionalista y autoritario que embarcará a su país en un proteccionismo trasnochado que va a desatar una guerra mundial de comercio y victimizará a los inmigrantes y a las minorías? ¿Se trata de un republicano ultraconservador que incrementará el militarismo, bajará los impuestos a los ricos, no hará nada por frenar la corrupción y repelerá el emblemático sistema de salud de Obama en desmedro de millones de pobres que lo votaron? ¿O, como ha señalado David Brooks, no estamos ante un "national leader" sino ante un "national show", que va a terminar delegando el manejo del gobierno en su gabinete, en un Congreso ampliamente dominado por los republicanos y en la burocracia civil y militar?

Pero, dado todo esto, ¿por qué diablos ganó, así las elecciones sean indirectas? Porque mucha gente está harta. Manda el capital financiero, la industria se ha achicado, la mayoría trabaja más y cobra menos, el 1% de la población controla el 40% de la riqueza y el 80% tan sólo un 7%, la paga de los CEO es 300 veces superior a la del trabajador medio y el 52% del total de los nuevos ingresos va hoy a engrosar las arcas de aquel 1%. Hillary (bastante conocida por su falta de escrúpulos) y los demócratas se erigieron en paladines de la diversidad (sexual, racial, etc.), pero se olvidaron por completo de la desigualdad. Y Trump, para quien la hipocresía es una virtud, se apropió del tema, con la ventaja adicional que le da no pertenecer al gastado mundillo de Washington.

¿Hay salida a esta situación, que tanto nos concierne? Seguramente no en el corto plazo y menos con la alianza que ya están armando Trump y Putin, con la bendición de las grandes corporaciones. Para llevarlas a la práctica hace falta una revolución… pero no se trata de apelar a la violencia. Sí, de romper con la lógica de los antecedentes. Es esta lógica la que ha llevado a los EEUU al lugar en que se encuentra y el multimillonario Trump no encarna su ruptura, sino su cara más fea. Por eso se vuelve urgente una discusión crítica en profundidad y sin concesiones acerca de esos antecedentes, que datan de los años 70 y continúan operando. Un buen comienzo consiste en advertir que el famoso "es la economía, estúpido" forma parte de esa lógica. Y en reemplazarlo ya mismo por "es la cultura, estúpido".

La socióloga Dominique Méda se preguntaba hace unas semanas en "Le Monde" (enero 2017) por qué los pobres y los obreros votan a millonarios como Trump. O por qué un tercio de los franceses parece estar dispuesto a apoyar a Marine Le Pen como presidenta de la República. La respuesta que daba la propia Méda no ofrece dudas: "La izquierda, simplemente, ha renunciado a desarrollar una política de izquierdas". En su opinión, Clinton, con sus desregulaciones financieras; Tony Blair, con su Tercera Vía; Schröder, con sus reformas económicas liberales, y Hollande, con su obsesión por la ortodoxia fiscal, han dado alas a la derecha radical, que, lejos de amilanarse, ha escarbado en el caladero tradicional de votos de la izquierda.

Es decir, entre los trabajadores no cualificados, los pobres, los inmigrantes o los desheredados de la globalización. Incluso Obama, con su pasión por la firma de tratados de libre comercio con Europa y Asia-Pacífico, no ha hecho más que dar munición a Trump con su discurso proteccionista.

Su conclusión es que es la izquierda es la culpable de que el populismo de derechas -que tiene en Trump a su sumo sacerdote- viva momentos de gloria, como muy probablemente se pondrá de manifiesto en las próximas elecciones a celebrar en Holanda, Francia y Alemania mientras que la socialdemocracia hace su particular travesía del desierto. Un castizo diría que la izquierda se lo ha ganado a pulso.

Los partidos moderados de centro derecha, por su parte, han aguantado mejor el temporal. Básicamente, porque su electorado tradicional (pensionistas, trabajadores cualificados o clases medias asentadas) ha sufrido menos los rigores de la crisis y de la globalización, lo que ha provocado un escenario político impensable hace pocos años.

Hoy, en la vieja Europa, las miradas están puestas en François Fillon, el líder conservador francés, y en la canciller Angela Merkel. Si caen París y Berlín en las próximas elecciones, y con Trump como presidente de EEUU, la guerra contra el populismo está perdida. De ahí que votantes tradicionales de izquierda estén dispuestos a votar a candidatos conservadores para detener la marea del populismo. Fillon y Merkel son hoy la línea Maginot contra la demagogia.

Un viejo aserto que se utilizaba de forma frecuente durante la Transición sostenía que no hay nada más tonto que un obrero de derechas. Ni que decir tiene que en aquellos tiempos la fragmentación ideológica (aunque hubiera muchos partidos) era poco relevante y la política se dividía en derechas e izquierdas, en línea con el mundo bipolar surgido tras la II Guerra Mundial, y que, como se sabe, enfrentaba a EEUU y la Unión Soviética. Los partidos centristas o liberales eran la bisagra del sistema político. Pero básicamente la alternancia ha sido la norma electoral europea hasta la caída del Muro.

Ese modelo es el que se ha roto con la aparición de nuevos partidos que en realidad son más un movimiento que una organización coherente, como ocurre en España con Podemos. Se ha roto, seguramente, como sostiene Méda, por la torpeza de la izquierda, pero también por un cambio estratégico en el discurso conservador de indudable valía.

La mayor catástrofe que se puede producir hoy en Europa -donde la mayoría de los partidos conservadores están desideologizados- es desmontar el Estado de bienestar a partir de una nueva revolución liberal de corte thatcheriano. O anteponer la ideología al pragmatismo. O pensar que los tiempos están para nuevas desregulaciones. Sería como entregar el centro político al populismo y a los neodemagogos que solo buscan crecer sobre las ruinas del sistema.

Aquella revolución liberal de Thatcher o Reagan -con un fuerte contenido ideológico- se produjo en un contexto político y económico muy diferente. En el caso del Reino Unido, en medio del colapso del sistema económico británico tras décadas de hegemonía de políticas laboristas diseñadas a partir del célebre "Informe Beveridge". Pero no parece que esa sea la situación presente.

Los problemas actuales de las economías más avanzadas no tienen que ver con la eficiencia de su sistema productivo, sino con algo mucho más pedestre. Con la competencia (desleal) de países donde los costes de producción son más bajos porque la regulación laboral es muy deficiente, los salarios son muy reducidos, los impuestos marginales y las normas medioambientales se pisotean todos los días.

Estados Unidos es un nuevo ejemplo de que las condiciones económicas pueden influir claramente en las preferencias de los votantes. En situaciones de precariedad económica, aquellos que la sufren tienden a observar con interés y esperanza propuestas vacuas y vaporosas, en un contexto dialéctico que termina enfrentando y dividiendo la sociedad en una casta o "establishment" y unos perdedores o "pueblo".

Europa no es ajena a esta tendencia. En los últimos años una parte considerable de los ciudadanos han entregado su confianza a un discurso populista que en otras circunstancias quizás no hubiera tenido tanto eco como hoy indudablemente sí tiene. Aunque de nuevo pueden existir razones variadas para tal entrega, el deterioro de las condiciones económicas ha sido un preciado caldo de cultivo para ciertos aduladores que han atraído hacia su causa a quienes depositan sus esperanzas en un gran cambio de rumbo de las decisiones políticas y económicas del país.

Esto nos lleva a pensar que los tiempos políticos no están para hacer ensayos neoliberales. La mejor forma de protegerse ante el populismo pasa por mantener sólido el Estado del bienestar, porque, de otra manera, surgirá el populismo y la erosión social. Lo contrario sería una catástrofe. Reformar no es sinónimo de suprimir.

Durante la pasada campaña electoral en EEUU, Clint Eastwood declaró: "Secretamente, todo el mundo se está hartando de la corrección política, del peloteo. Estamos en una generación de blandengues; todos se la cogen con papel de fumar". Aun así no era plenamente consciente del peligro que se avecinaba: tarde o temprano el virulento efecto péndulo invierte las magnitudes, la gente acaba hastiada de tanta censura, y como reacción… vota a Donald Trump.

Sánchez Dragó (El Mundo – 20/11/16) dijo que hemos llegado al fin de la "progredumbre", generada por los jacobinos, los bolcheviques y los "bobos" -burgueses bohemios- de la primavera del 68.

(*) Entre los "ricos y poderosos" (necios) incluyo a los: políticos corruptos, despilfarradores del dinero público, miembros del establishment, falsos liberales, borradores de cabeza, serpientes encantadoras de hombres, anestesistas sociales, intoxicadores y manipuladores de la información, pánfilos profetas de lo políticamente correcto, académicos, analistas y gurús mediáticos de estómago agradecido, empresarios que privatizan las ganancias y socializan las pérdidas, especuladores de alta frecuencia, inversores con información privilegiada, represores financieros, controladores amnésicos, patrimonializadores del estado, politizadores de la justicia, cómplices por acción u omisión de la economía de casino, fundamentalistas de mercado, demonizadores del Estado de Bienestar, paracaidistas de oro, bonus-adictos, beneficiarios de las puertas giratorias, empresarios que hacen negocios con la ignorancia o la miseria de la población: Apple, Facebook, Twitter, Pokemon Go, Youtube, Instagram, Airbnb, Uber… Si no están todos los que son, son todos los que están.

MINXIN PEI

Profesor de Gobierno en el Claremont McKenna College y miembro sénior no residente en el German Marshall Fund de Estados Unidos

– Un año peligroso para Xi Jinping

Podría parecer absurdo sugerir que el presidente chino, Xi Jinping, el líder más poderoso del país desde Mao, estará en peligro en 2017. Pero las apariencias pueden ser engañosas, y su consolidación del poder tal vez no sea tan irrefutable como parece. La prueba se producirá el año próximo, cuando el Partido Comunista Chino lleve a cabo su decimonoveno Congreso Nacional para elegir un nuevo equipo de líderes que se desempeñen bajo las órdenes de Xi.

Sin duda, desde que se convirtió en secretario general del PCC en noviembre de 2012, Xi hizo grandes avances en cuanto a establecer su propia autoridad. Con una campaña anticorrupción sostenida, Xi puso en prisión a más de 200 altos funcionarios y generales -muchos de ellos, miembros de facciones rivales-. Sin poder montar una contraofensiva efectiva, los rivales de Xi lo han visto poner a sus propios seguidores en puestos clave del partido.

Pero eso podría cambiar en el congreso del partido del año próximo. Si bien Xi tiene garantizado un segundo mandato, podría resultarle difícil superar la oposición a una serie de decisiones de personal que se espera que tome -o se niegue a tomar.

En la era post-Tiananmen, el PCC ha evitado desestabilizar las luchas de poder designando al próximo presidente y primer ministro años antes del verdadero traspaso de poder. En 1992, Deng Xiaoping eligió a Hu Jintao para asumir el poder en 2002. En 2007, los máximos líderes del partido acordaron ungir a Xi como el sucesor de Hu, cinco años antes de que expirara su mandato.

Pero el sistema es informal y, por ende, inejecutable. De modo que mientras el PCC aspira a elegir el próximo año a quien asumirá como presidente y primer ministro en 2022, no hay ninguna garantía de que Xi lo acepte. Después de todo, si no se eligiera un sucesor, Xi tendría una enorme flexibilidad en 2022, para buscar un tercer mandato o para designar a un candidato fiel al régimen que lo suceda. Si, por el contrario, se elige un sucesor -un resultado que sería mucho mejor para la confiabilidad y legitimidad del PCC-, Xi se convertirá en un hombre de paja.

Además de la definición esperada sobre la cuestión de la sucesión, Xi también podría enfrentar una resistencia por dos cuestiones adicionales de personal.

La primera es el tamaño del Comité Permanente del Politburó, el principal organismo de toma de decisiones del partido, que actualmente tiene siete miembros, cinco de los cuales se retirarían el año próximo, al haber llegado al límite de edad informal. Si Xi reemplazara sólo tres, creando un comité compacto de cinco personas compuesto por hombres que le son fieles, obtendría un predominio total en la cima. Pero no será una maniobra fácil, ya que los rivales de Xi se opondrán con firmeza.

La otra cuestión es el destino de Wang Qishan, el jefe de la comisión de disciplina del PCC y el líder de la campaña anticorrupción de Xi. Si Wang se retira el año próximo, como exigen las normas del partido, Xi perderá a su aliado más confiable. Pero si Wang se queda, otros miembros del comité que han alcanzado la edad de retiro también pueden negarse a retirarse, poniendo efectivamente fin al límite de edad para los funcionarios del PCC.

Dados los antecedentes de Xi de someter a sus enemigos casi sin esfuerzo en los últimos años, es tentador apostar a que se impondrá en la confrontación decisiva del próximo año. Pero hay una trampa: el Comité Central del PCC debe rubricar los cambios propuestos de personal clave y, a pesar del arresto de nueve miembros, un porcentaje sustancial de sus 205 miembros siguen siendo leales a los rivales de Xi. Si pueden actuar en conjunto y ganar el apoyo de los miembros retirados del PCC -gente como el ex presidente Jiang Zemin, que sigue ejerciendo una influencia sustancial-, tal vez puedan sabotear los planes escrupulosamente pensados de Xi.

Un arma política que los rivales de Xi pueden usar es su historial de políticas fallidas desde 2013, que incluyen una desaceleración económica persistente, una deuda en rápido ascenso, un progreso lento en materia de reestructuración económica y una burbuja inmobiliaria. Inclusive la iniciativa tan promocionada de "un cinturón, una ruta" que apunta a conectar a Asia con Europa a través de una serie de proyectos importantes de infraestructura, podría ser una vulnerabilidad para Xi, si los líderes del PCC deciden que es demasiado ambiciosa.

Es muy probable que haya una resistencia a la agenda de Xi, dado que pareciera que los problemas económicos de China se van a intensificar el próximo año. En tanto se desvanece el impacto del estímulo alimentado por el crédito, el crecimiento se desacelerará aún más. Un shock externo, como una guerra comercial iniciada por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, o inclusive el esperado aumento de las tasas de interés de Estados Unidos, podría hacer que el renminbi se depreciara, precipitando potencialmente una nueva ronda de fuga de capitales. Una crisis en el mercado inmobiliario al rojo vivo de China en ciudades de primera y segunda línea intensificaría esa fuga de capitales, ejerciendo una inmensa presión sobre un sistema financiero que ya está sobrecargado por préstamos morosos.

Es imposible saber quién saldrá vencedor en la lucha de poder del año próximo en China. En este momento, Xi, que acaba de ser coronado el "líder principal" del partido, parece llevar la delantera. Pero sería un error menospreciar a sus adversarios, para quienes las apuestas no podrían ser mayores: el decimonoveno Congreso del Partido es, después de todo, su última oportunidad de preservar el orden post-Tiananmen. Eso significa que 2017 será un año peligroso para Xi.

© Project Syndicate 2016

Mi respuesta a Minxin Pei

– "No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato" (*)

(*) De un discurso de Deng Xiaoping en 1962, durante un encuentro del secretariado del Partido Comunista Chino.

(Deng Xiaoping (22 de agosto de 1904-19 de febrero de 1997) fue un prominente político reformista chino, y el principal líder del Partido Comunista Chino (PCCh) entre 1978 y comienzos de la década de 1990. Deng nunca fue formalmente jefe de Estado ni de gobierno, pero fue el líder de facto de la República Popular China. Desarrolló el "socialismo con características chinas", fue el padre de la reforma económica aperturista del país (también conocido como "socialismo de mercado" o "economía de mercado socialista"), abriendo a China al capitalismo y a los mercados mundiales).

Creo realmente, aun a riesgo de hacer un análisis simplista de la situación, que China tiene otros problemas más importantes que resolver que el futuro de Xi Jinping.

¿Vive China una triple burbuja: inmobiliaria, de crédito y finalmente de inversión?

Agosto 2015

El crédito, la inversión y mercado inmobiliario representan grandes amenazas para la salud del gigante asiático y, en consecuencia, para la economía global. Algunos analistas sugieren que el riesgo de que revienten es real.

"Un "hard-landing" (aterrizaje violento) chino sigue siendo el mayor riesgo macro a largo plazo que vemos en el mundo", señaló a mediados de julio de 2015 Credit Suisse. Tres burbujas podrían generar este peligroso escenario para la economía peruana e internacional: la tercera burbuja de crédito, la segunda burbuja inmobiliaria y la burbuja de inversión más grande de la historia. En los siguientes párrafos, se repasan cada una de ellas y las señales de peligro que identifican los analistas internacionales.

Burbuja crediticia

El boom del crédito relativo al PBI en China solo ha sido menor a los de España e Irlanda, dos países que han sufrido crisis financieras recientes. La deuda total en China se cuadruplicó entre el 2007 y mediados de 2014 de US$ 7 millones de millones (trillions) a US$ 28 millones de millones, según un estudio de McKinsey Global Institute. Este monto de deuda equivale 282% del PBI -e incrementándose-. Este es el producto del programa de estímulo que lideró el gobierno para contrarrestar la desaceleración que implicó la crisis financiera global en su economía.

El endeudamiento del sector privado es especialmente preocupante al ser más grande que incluso el de Estados Unidos en la cima de su burbuja crediticia. La deuda privada se sitúa 40% por encima de la tendencia histórica mundial de los últimos 25 años después del despegue del crédito desde el 2010 -cuando crisis financieras han sido precedidas por crédito que se situó desde 10% por encima del promedio-.

Burbuja de inversión

La inversión como porcentaje del PBI chino es "más alta que cualquier otro país en la historia moderna, incluso los que han atravesado una rápida industrialización", señalaba Credit Suisse. Mientras que los picos de las burbujas de inversión en Japón y Corea del Sur se situaron en 36% y 38% del PBI en 1973 y 1991 respectivamente, el de China bordea hoy 44%. Tal es la magnitud de la inversión en China que el Servicio Geológico de los Estados Unidos estima que China ha consumido más cemento en los últimos tres años que la potencia americana en todo el siglo XX.

Lo que la historia económica sugiere es que el crecimiento de los países se reduce significativamente después que la inversión como parte del PBI llega a su punto máximo. La transición de una economía dirigida por la inversión a otra por el consumo -un proceso que China está atravesando en el momento- genera que el crecimiento del PBI se reduzca aproximadamente en la mitad como ocurrió en Estados Unidos y Japón desde los 80s y Corea del Sur desde los 90s, indicaba Credit Suisse

Burbuja inmobiliaria

Hay tres indicadores para verificar que hay una burbuja, señalaba Credit Suisse. Primero, el tamaño del sector inmobiliario como parte del PBI (23% directa e indirectamente, según Moody´s) es el triple que en los Estados Unidos en el pico de su burbuja y está a niveles similares que España e Irlanda. Segundo, hay sobrecapacidad en el sector. 18% de casas construidas en China están vacantes y los inventarios en ciudades de tercera y cuarta categoría (ciudades de desarrollo económico medio) ahora equivalen a la demanda de cinco años. La última es la sobrevaluación el sector, pues el ratio del precio de casas a sueldos es excesivo incluso para los estándares del centro de Londres, advertía Credit Suisse.

Caída violenta

El surgimiento de nuevos factores está generando la posibilidad cada vez más real de una fuerte caída en el crecimiento de la economía china, el temido "hard-landing". Uno de los factores claves para que suceda este escenario puede ser la creciente deflación, particularmente en el sector inmobiliario.

El índice de precios de productos industriales está en los niveles más bajos desde la crisis financiera mundial del 2009 -y continúa a la baja-. La sobreinversión generó un exceso de oferta que a su vez está empujando los precios hacia abajo. Este fenómeno se está agravando: en enero (2015) la inflación fue -4.3% mientras que en julio (2015) llegó a -5.4%. Ya está generando un mayor costo real de financiamiento, lo que hace que el pago de deudas y crédito sea más costoso, señala el banco de inversión.

La deflación también está presente en los activos inmobiliarios. A principios del año (2015) la venta de terrenos en términos de volumen y valor total de las transacciones cayó en 30% comparado al año anterior. Desde setiembre 2014 los precios de casas recién construidas están reduciéndose hasta llegar a -6.1% interanual en marzo y abril de 2015. Aunque desde allí se ha dado una mejora -hasta llegar a -3.7% en julio (2015) – es la primera vez que caen los precios de casas sin que medie la intervención del estado.

La dificultad que atraviesa el sector se evidencia en un estudio del economista jefe de Deutsche Bank en China: 43% de subastas de terrenos realizados por gobiernos locales fueron ganadas por empresas fantasmas. En un intento de subir los precios de sus activos. Esto sugiere que los precios pueden haber caído aún más de lo evidenciado en la data pues muchas compras fueron ficticias. Los precios de terrenos son especialmente importantes para estas entidades dado que el incremento de los precios de propiedades permitió una masiva expansión de crédito y su venta representó para el 2013, el 46% de los ingresos de los gobiernos locales, dijo la profesora de finanzas de Yale Zhiwu Chen en Foreign Affairs. La estabilidad de los precios inmobiliarios es tan importante que si caen 15% o más "es probable que tengamos un "hard-landing" y que las autoridades (del gobierno chino) corran el riesgo de quedarse sin armas fiscales", advierte Credit Suisse.

Otro factor importante que puede catalizar un "hard-landing" se refiere a la liquidez de los bancos. Ahora los préstamos de bancos chinos a las empresas estatales dependen del crecimiento de depósitos bancarios. Si se detiene el aumento de depósitos bancarios la capacidad de los bancos de prestarles a empresas estatales se pondría a prueba, advierte Credit Suisse.

El mismo Estado chino reconoce que los años de mayor crecimiento han pasado, al usar el eufemismo del "nuevo normal" para llamar a su economía en proceso de desaceleración. La pregunta es cómo y qué tan bien se va a poder adaptar China a su nueva realidad en su transición de una economía basada en inversión a una dirigida principalmente por consumo. Las señales mixtas que está brindando el país deben ser causa de preocupación.

Octubre 2016

China intenta luchar contra su "burbuja" inmobiliaria

Pisos de 12 metros a 117.000 euros vendidos en unas horas en Shenzhen; más de 5.000 viviendas despachadas en tan solo un día en Hangzhou; o matrimonios que se divorcian en masa en Shanghái ante el rumor -a la postre falso- de que se planeaba encarecer la compra de pisos a parejas casadas, son tan solo algunos de los casos registrados en las últimas semanas (octubre 2016) que certifican que algo grave está pasando en el mercado inmobiliario de China. En el mes de septiembre (2016) , los precios de las viviendas de la nación más poblada del mundo experimentaron su mayor subida de los últimos seis años, desafiando las nuevas políticas implementadas para frenar la especulación excesiva en las grandes ciudades y las advertencias del Gobierno sobre los peligros de que se hinche demasiado la burbuja.

Si en grandes urbes como Shenzhen los precios han crecido hasta un 60% en el año 2015, ciudades más pequeñas -para los estándares chinos- como Xiamen (3,5 millones de habitantes) lo han hecho casi un 44%, con 64 de las 70 principales ciudades chinas experimentando subidas según la Oficina Nacional de Estadísticas. "Es la burbuja más grande de la historia", declaró hace unos días en una entrevista con la CNN el hombre más rico del país, Wang Jianlin, dueño del conglomerado empresarial Wanda que despuntó hace años gracias al negocio inmobiliario. Wang no oculta su preocupación por un mercado que se ha convertido en "incontrolable" frente al apetito de los inversores por el ladrillo, mucho más rentable que el mercado de valores, cuyos vaivenes del último año han espantado a muchos de los inversores, o los depósitos bancarios, sujetos al tipo que fija el Banco Central.

Dado que los precios de las viviendas continúan escalando en las grandes metrópolis y enfriándose en las pequeñas, donde existen ingentes volúmenes de viviendas vacías y proyectos paralizados, el empresario aseguró que no ve una buena solución. "El Gobierno ha puesto en marcha todo tipo de medidas, limitando las compras y el crédito, pero nada de eso ha funcionado". Las propias autoridades chinas han expresado en numerosas ocasiones su preocupación por estos precios demasiado inflados, una situación que se empezó a generar en octubre de 2015 tras dos años de estancamiento, ya que temen que el estallido de la burbuja perjudique el crecimiento del país, en el que la inversión inmobiliaria supone una gran parte de la inversión total.

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