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Apuntes sobre terrorismo (página 2)


Partes: 1, 2, 3

4.3.- REPRESIÓN: A esta fase llegamos cuando los grupos terroristas han alcanzado a un nivel importante de capacidad de acción y ataque, es decir, se han convertido en un grave peligro, sin duda por descuido en la prevención, en la información y creación de inteligencia.

Operativos: – Operaciones policiales antiterroristas.

Guerra psicológica y propaganda.

– Creación de tribunales especiales disfrazados de ordinarios para evitar la coacción a los jueces y jurados.

– Eliminación de beneficios penitenciarios y dispersión de presos para evitar la formación de grupos de opinión, presión y coacción entre ellos.

– Cumplimiento completo de penas.

Negociación para reinserción individual de arrepentidos.

– Anulación de ayuda exterior con acuerdos internacionales.

Trabajo político de partidos en los feudos terroristas.

– Misiones encubiertas de inteligencia operativa (desaparición y eliminación de terroristas, secuestro e interrogatorio, fomento de contradicciones internas con sus compañeros, infiltración y agitación en los entornos terroristas).

Fuerzas participantes: – Servicio Secreto.

– Policía.

Porcentaje de éxito: Medio – Bajo, dependiendo de la inteligencia de la acción.

4.4.- GUERRA: Si llegamos a este estadio es porque no se han tomado los medios necesarios en fases anteriores y la disolución social es alta, el Estado no garantiza la seguridad, la insurgencia es generalizada, aparecen grupos de autodefensa y la guerrilla terrorista amenaza con una próxima toma del poder.

Lo más probable es que en esta situación una democracia liberal no pueda revertir la situación, porque, o el terrorismo y sus acólitos han conseguido enfrentar a los partidos y el Estado está huérfano, o precisamente el terrorismo aprovechó una inestabilidad y disolución anterior para emerger y progresar. La situación, pues, es de auténtica guerra revolucionaria, por lo que habrá que hacer la guerra y suspender la actividad política instaurando la ley marcial ante la evidencia del fracaso de la sociedad civil, si bien hay que precisar que si se siguen los pasos adecuados en las fases anteriores nunca desembocaremos en la guerra insurgente.

Esta extrema situación de violencia y de disolución social se alcanzó en algunos países, a los que se les presentaron dos alternativas: dejar el gobierno en manos de los insurgentes o tomar medidas extremas para evitarlo. Ambas conducen a la dictadura, aunque de distinto signo; en ambas se producirán asesinatos, sufrimientos, falta de libertad, encarcelamientos, etc. Ante esta disyuntiva ha habido naciones que optaron por la cesión ante el terrorismo revolucionario y otras que se enfrentaron a él en una cruel guerra. Los que tomaron el segundo camino aplicaron las siguientes medidas:

Operativos: – Desaparición y eliminación de terroristas de forma generalizada.

– Ataque a su entorno familiar.

– Prohibición de partidos políticos y sindicatos.

– Campañas de propaganda y guerra psicológica.

Fuerzas participantes: Ejército, Policía militarizada y Servicio Secreto.

Porcentaje de éxito: Total.

Terrorismo, la guerra

LA GUERRA Y SUS MODOS

Antes de cualquier otra consideración es de sumo interés enumerar someramente las diferentes modalidades de guerra según la perspectiva desde la que sea observada, y así comprender cómo se inserta en ellas el terrorismo, que, en la mayoría de las ocasiones, convive con cualquiera de ellas u oculta sus intenciones asumiendo sus denominaciones.

Estas son las diversas caras que la guerra puede presentar estudiando las técnicas y las armas utilizadas, los fines perseguidos, el número de participantes y el grado de actividad armada.

Por las técnicas utilizadas

-Convencional

-De guerrillas

-Económica

-Psicológica

-Terrorista

-Subversiva

-Total (utilización de todas las técnicas)

Por las armas utilizadas

-Convencional

-Atómica

-Química

-Biológica

-General (utilización de todo tipo de armas)

Por los fines perseguidos

-Revolucionaria

-De liberación o independencia

-De ocupación o invasión

-Territorial (fronteriza, anexionista, etc.)

Por los participantes

-Limitada (a un grupo o región)

-Civil, interna o nacional (los contendientes pertenecen a la misma nación)

-Internacional (Entre dos naciones o un número limitado de las mismas)

-Mundial (participan la mayor parte de naciones

-Global (participan todas las naciones)

Por el grado de actividad

-Fría o latente

-Caliente o activa

TERRORISMO Y GUERRA

Terrorismo, el reino del terror. Terror, miedo, amedrentamiento, pavor, el fin, siempre el fin de la guerra en persecución de la victoria aceptada, asumida y respetada por el enemigo con las condiciones (que pueden ser políticas, territoriales, raciales, económicas, culturales, etc.) del vencedor en virtud de ese horror extremo infundido en el cuerpo social, en sus dirigentes, en los soldados como individuos diferenciados que tienen familia sufriendo, aunque pudiesen seguir aceptando el castigo como milicia, y en el ejército, descoyuntado por el terror directo en el campo de batalla unido al anteriormente citado terror psicológico producido por la incertidumbre, la desazón y la idea fija de la retaguardia en peligro. Todo esto quiere decir que no habría rendición sin el temor a un sufrimiento mayor o a una continuación ininterrumpida y sin límite de los males sufridos con anterioridad, temor incluso al devenir posbélico, más o menos terrible en relación directa al grado de devastación producida en la nación o bando vencidos.

Como se puede apreciar, estas consideraciones sobre la guerra se pueden aplicar sin variaciones a la acción y métodos con los que pretende doblegar un grupo terrorista a un grupo social, a un gobierno o a una sociedad completa, incluida ésta en un estado-nación o, incluso, distribuida en varias nacionalidades, caso del denominado terrorismo internacional, con la única diferencia de la intensidad de las acciones armadas (más baja en el terrorismo), que sus dirigentes suplen con la imprevisibilidad e imposible localización espacial del supuesto y futuro ataque armado, generando un estado de ansiosa espera que crea una tensión, si no superior, igual a la terrible certeza del diario bombardeo en la guerra convencional, además de las consecuencias económicas que, en las sociedades occidentales, pueden causar un gran miedo a perder el alto nivel de vida que poseen; y aquí, lógicamente, enlazamos con el terror psicológico que estas futuras consecuencias pueden generar, ligándose, como siempre lo están, el terror y la guerra psicológica en acción conjunta, pero incluso el terror que causa la guerra psicológica sin acción violenta alguna, con maniobras engañosas y desmoralizadoras, como ya comprendieron desde la antigüedad los grandes estrategas y teóricos de la guerra desde el Maestro Sun, en su Arte de la Guerra, hasta nuestros días. Como es evidente, "la guerra es la continuación de la política por otros medios", como dijo Von Clausewitz, y no parece difícil concluir que el terrorismo es la continuación o el inicio de la guerra por métodos subrepticios y armados, además de utilizar la guerra psicológica, la subversiva, el sabotaje económico y la lucha ideológica. Es, por tanto, el terrorismo, una forma más de guerra, una variedad más, como tantas otras, de doblegar al enemigo infundiéndole terror, o bien un sistema para desacreditar un régimen político. Es una guerra asimétrica, es decir, el terrorismo no es una amenaza peligrosa en sí misma (los ataques siempre serán limitados en sus dimensiones y nunca llegarían a ser peligrosos por sí solos) sino en las "asimetrías" que genera o induce, como desencadenamientos de guerras convencionales, graves crisis económicas, caída de gobiernos por la presión social, pérdida de elecciones por manipulación del electorado, etc. En resumen, es un arma fabulosa si se maneja con habilidad ¿Por qué, entonces, se acepta mejor una guerra convencional, en la que los soldados están legitimados para matar y son recompensados por ello, y donde mueren millones de personas, que una guerra de baja intensidad basada en el terrorismo en estado puro, con muchas menos bajas, y los actuantes son considerados delincuentes y asesinos? Una vez más debemos acudir a la propaganda y a la desinformación, pues los gobiernos atacados, para defenderse, deben presentar a su enemigo como un vil delincuente, pues ataca de forma inicua ¿Acaso no se ha atacado en las guerras "convencionales" objetivos civiles de forma masiva, no se ha ejecutado a prisioneros, no se han arrasado naciones completas? Sin duda toda forma de guerra es aborrecible, pero cada cual utiliza las armas y los métodos que están a su alcance, y hay grupos o ideologías que, bajo ciertas condiciones, consideran que el terrorismo es la única forma de conseguir sus objetivos.

RECORRIDO HISTÓRICO

Si bien desde antiguo se utilizaron técnicas diversas en los usos de la guerra (terrorismo, desinformación, guerrillas, etc.), siempre se consideraron auxiliares o subsidiarias al enfrentamiento directo y decisivo de grandes masas de combatientes en el campo de batalla, donde se conseguía la victoria definitiva o la total derrota. El terrorismo, tal y como hoy conceptualmente lo conocemos, apareció a finales del siglo XIX con la "propaganda por el hecho" y la "filosofía de la bomba" de los anarquistas. Sin embargo, a lo largo de toda la historia de la humanidad se practicó el terror hacia los civiles y el asesinato político como forma de librarse de un tirano, un régimen o una dinastía. Incluso el tiranicidio era aceptado. En la antigüedad griega los tiranicidas eran considerados como héroes, y Cicerón, en su obra "De Officiis", defendía que era justo terminar con los tiranos mediante el asesinato. Esta forma de pensar pasó al Imperio Romano, y así Séneca dijo: "Nada complace más a los dioses que la sangre del tirano". La Iglesia Católica nunca se pronunció oficialmente sobre el tiranicidio o el regicidio, pero dentro de ella hubo pensadores, con sus seguidores, que opinaban que debía resistirse al tirano que "violara la ley natural y divina". Santo Tomás de Aquino así lo hizo, y también John de Salisbury en el siglo XII, que dijo: "Quien usurpe la espada debe morir por la espada". Más tarde distintos pensadores protestantes también reconocieron la legalidad moral de enfrentarse con las armas al príncipe que violara la ley de Dios. Durante la Revolución Francesa de 1.789 el terror fue utilizado con profusión por todas las partes y, destacadamente, por el gobierno de Robespierre durante la época que se denominó, precisamente, del terror, que se inició tras el golpe de junio de 1793, con el Comité de Salud Pública al frente de la represión. Sin embargo no podemos admitir este terror como sinónimo de terrorismo, pues quienes lo practicaban no tenían plena conciencia de su utilización política, salvo para someter a los oponentes.

Fue en el siglo XIX cuando se forjó el concepto de terrorismo que aún hoy perdura. En el seno de "La Liga de los Justos", que más tarde sería "La Liga Comunista", se debatió sobre la necesidad y utilidad del terrorismo, destacando el alemán Wilhelm Weitling, que llegó a presentar sus teorías a Marx y Engels en 1.843, que las rechazaron por falta de rigor y por estar en contra del terrorismo individual. Con el fracaso de la revolución de 1.848 hubo una efervescencia desatada en defensa de la utilización del terrorismo político, y así, el radical alemán Karl Heinzen (1809-1880), escribió el libro "Der Mord" (El Crimen), en el que defendía que, en el ámbito político, el asesinato no era condenable, incluso que la desaparición de miles, de cientos de miles o millones de seres humanos podía ser beneficiosa para "los más altos intereses de la humanidad" (higiene social). También afirmaba: "Si tuvieras que despedazar medio continente para destruir un grupo de bárbaros, convirtiéndolo en un río de sangre, no sientas escrúpulos de conciencia". Sin duda Heinzen fue el primer teórico del terrorismo, en el que se inspirarían muchos otros con posterioridad.

Los anarquistas asumieron rápidamente la doctrina terrorista y lanzaron su concepto de "la propaganda por el hecho". El anarquista italiano Carlo Pisacane teorizó diciendo que las ideas surgían de la acción y que su difusión por medio de la propaganda era una quimera. Otros anarquistas, también italianos, se unieron a dicha máxima aunque suavizándola. Fueron Cafiero y Malatesta, que daban a la propaganda callejera, a los mítines y la formación un valor relativo, ya que consideraban que los obreros, después de agotadoras jordanas laborales, estaban poco dispuestos a la lectura y el estudio de teorías para cambiar la sociedad, los que, sin recomendarlo directamente, consideraban que el terrorismo hacía más por la propagación de la predisposición revolucionaria que miles de panfletos y discursos. Ganz, uno de los asistentes al Congreso Anarquista de Londres en 1.881, en el que la figura dominante fue la del príncipe Kropotkin, propuso que se estudiasen los principios químicos necesarios para la confección de explosivos, ya que "la propaganda por el hecho" fue plenamente aceptada, y el periódico ácrata francés "La Revolución Social" publicó las instrucciones para confeccionar bombas caseras, lo que ellos denominaban "productos anti- burgueses", al tiempo que lanzaban soflamas de esta guisa: "Sobre la acción no se habla, ni se aconseja, ni se escribe, se ejecuta". En la misma onda de pensamiento, la terrorista francesa Maria Constant, compone una cancioncilla que decía: "Ahora, la trágica danza difunde una música más potente: robemos, incendiemos, destruyamos, dinamitemos".

En ese último cuarto del siglo XIX el terrorismo anarquista se convirtió en un martillo de empresarios y políticos, y lo hizo con la base ideológica que emanaba de sus congresos y por el apoyo de destacados pensadores y teóricos ácratas a la "propaganda por el hecho", además, de acuerdo con su ideología internacionalista, se sustanció como terrorismo internacional. El terrorismo anarquista tuvo dos características novedosas: se convirtió en el primero que practicaba el terrorismo franquiciado y el que dio lugar a la aparición de terroristas que actuaban en total soledad (figura que más recientemente se ha denominado como "lobo solitario", en este caso dentro del terrorismo islámico). Esas particularidades diferenciaban el terrorismo anarquista de otros, como el comunista o el nacionalista, que estaban mucho más constreñidos por la férula de sus organizaciones matrices y por su doctrina estratégica que emanaba de su ideario. A lo largo y ancho de todo el mundo activistas anarquistas, seguidores de las teorías y directrices surgidas de asambleas internacionales y de publicaciones de los grandes ideólogos ácratas, perpetraron atentados, muchos de ellos de repercusión internacional, siguiendo la "ideología franquiciada", puesta al servicio de quien quisiese incorporarse a ella convirtiéndose en su agente ejecutor. Esta forma de actuar dificultaba enormemente la prevención de los ataques, dada su imprevisibilidad y la ausencia de conexiones organizativas, pero no así la detención de los terroristas, porque la mayoría eran arrestados en el acto o bien, muchos de ellos, se suicidaban en cuanto cometían el crimen o se sentían acorralados por la Policía. Todo ello provocó que, no pocas veces, los terroristas anarquistas fuesen utilizados por fuerzas ajenas, realizando, inconscientemente, el trabajo sucio que beneficiaba a otros intereses, la mayoría de las veces enemigos del anarquismo. Debido a estas manipulaciones hay dudas razonables sobre la autoría ideológica de algunos atentados, llegándose a pensar en ataques de falsa bandera. Salvadas todas estas puntualizaciones, que no dejan de constituir excepciones, el terrorismo anarquista se constituyó en el primero internacional y franquiciado y, por esta segunda característica, con activistas solitarios.

Los comunistas hicieron un uso continuo del terrorismo, que ellos llamaban y llaman "lucha armada", e incluso teorizaron convenientemente sobre ella, exponiendo duras críticas a las actuaciones individuales, que emergían con frecuencia entre los anarquistas, y a las que asignaban una nula utilidad, pero propugnando el terrorismo de clase organizado desde el partido para precipitar el advenimiento de la dictadura del proletariado cuando ello fuera posible, teoría puesta en práctica hasta nuestros días en todo el mundo. Algo de acertado debían tener las teorías comunistas, pues el anarquismo y sus acciones se fueron apagando ante la inviabilidad práctica de sus teorías y, sin embargo, las marxistas crecieron por la mayor organización lógica de sus ideas y la contundencia de su puesta en práctica.

En el último cuarto del siglo XIX, el terrorismo ruso emergió con fuerza de mano de los social-revolucionarios, los anarquistas y los nihilistas, que pretendían derrocar a la monarquía zarista, y su influencia alcanzó de forma contundente a toda Europa, e incluso llegó a América y Asia. Uno de los grupos más destacados fue Narodnaya Volya (Voluntad del Pueblo), que asesinó al Zar Alejandro II el 13 de marzo de 1.881 mediante un equipo de lanzadores de bombas. Los socialistas polacos siguieron su modelo con entusiasmo, y cometieron múltiples asesinatos y ataques contra intereses gubernamentales. Sin embargo serían los anarquistas lo que practicarían con mayor profusión su "propaganda por el hecho", que fue imitada en todo occidente. En la India también penetraron las ideas, a través de Rusia, sobre la utilidad del terrorismo, y así en 1.906 el terrorista indio Tilak reconoció que tomaba ejemplo de los activistas rusos e imitaba sus métodos. En 1.908 un químico ruso facilitó al terrorista Senapati Bapat un manual para elaborar bombas que sirvió a toda una generación de terroristas indios. Baghat Singh, fundador en 1.928 de la Asociación Republicano Socialista del Industán, escribió un libro titulado "La Filosofía de la Bomba". En él argumentaba que, si bien el terrorismo no suponía una revolución en sí, la revolución no podría conseguirse sin recurrir a él.

La Primera Guerra Mundial fue la guerra de trincheras por antonomasia, una guerra convencional pura, sí, pero una conflagración cuya chispa fue un atentado terrorista (el asesinato del heredero de Austria-Hungría, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa, por un terrorista serbio) realizado en Sarajevo, justo en una zona geográfica, los Balcanes, donde esta forma de lucha y rebelión ya llevaba años de actuación, y una guerra también en la que se subsumió la Revolución Bolchevique en Rusia en 1.917, con técnicas revolucionarias, subversivas y terroristas, donde el terror blanco y el terror rojo fueron de una intensidad sin límites.

El orden instaurado tras la Primera Guerra Mundial, que acabó con la disposición territorial y política que venía de la Edad Media, en suma, que derribó de un plumazo mil años de historia, exacerbó los ánimos nacionalistas y los irredentismos territoriales y raciales, dando lugar a un rosario de conflictos en los que medraron los grupos fascistas y nacionalsocialistas, que instauraron el uso de su "acción directa", hermana de la "propaganda por el hecho" y de la "filosofía de la bomba". La subida al poder de estos movimientos en varias naciones europeas (Alemania, Italia, España, Rumanía), y en Japón, con la consiguiente alza del poderío económico y militar germano y japonés, condujo a la Segunda Guerra Mundial, que no fue otra cosa que una lucha por la preponderancia económica, cultural y militar en el mundo, que también deseaban los capitalistas Estados Unidos y la comunista Unión Soviética. La Segunda Guerra Mundial fue la suprema y sistemática expresión del terror utilizada por todos los bandos, con la diferencia de que los vencedores, que siempre escriben la historia, camuflaron sus actos de terror y resaltaron los de sus enemigos con interminables campañas de propaganda y desinformación que aún nos alcanzan en el primer cuarto del siglo XXI, donde el imperio capitalista y plutocrático judeo-estadounidense sigue disfrazando una guerra económica como un conflicto ideológico. La 2ª Guerra Mundial, en suma, generalizó el terror y absorbió otros terrores menores, que parecieron así desaparecer cuando se impuso el galopar de su hermana mayor.

La primera posguerra mantuvo oculto el terrorismo en la maraña de guerras y enfrentamientos que se produjeron, tras el armisticio, en algunos países (Grecia, asalto al poder del comunismo en las naciones ocupadas por el Ejército Soviético, guerras en torno a la independencia de Israel, Corea, etc.), y la aparición de la Guerra Fría entre los bloques occidental y comunista. Mención aparte merece el enfrentamiento árabe-israelí, que ya había comenzado en el periodo entreguerras con la emigración masiva e ilegal de judíos a Palestina (Gran Bretaña la propugnó con su famosa Declaración Balfour), donde las organizaciones judías practicaron el terrorismo desde el primer momento para desplazar a los árabes y conseguir la implantación de su estado. Varios grupos terroristas actuaron con profusión (Hanagá, Stern, Irgun) y, tras la independencia de Israel con el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña, se convirtieron en el ejército de Israel que combatió en la 1ª Guerra Árabe-Israelí que se desató en 1.948. Éste fue el más claro ejemplo de la consecución de un estado por métodos de guerra terrorista y que los grupos actuantes se convierten en el ejército oficial, es decir, de villanos a héroes nacionales ¿Cómo pueden reclamar legitimidad las grandes potencias para acusar de terrorismo a otros estados o grupos cuando ellas reconocieron el estado terrorista de Israel? A pesar de ser este caso paradigmático, Estados Unidos siempre ha sido un hábil manipulador de la insurgencia y del terrorismo, como ya demostró apoyando las rebeliones contra España en Cuba y Filipinas, en las que se atacaba a las tropas españolas de forma sañuda, para después intervenir ante una supuesta represión excesiva e ilegal de los insurgentes que ellos apoyaban, consiguiendo así el control sobre dichos países en perjuicio de nuestra Nación. Poco más tarde, en Panamá, región perteneciente a Colombia, volvió a forzar la secesión para controlar la construcción y explotación del futuro canal entre los dos océanos. Veremos, sin embargo, en el futuro, la misma maniobra en muchas otras ocasiones, y se seguirán denominando terroristas a los enemigos y luchadores por la libertad a los amigos, aunque todos practiquen una guerra terrorista.

La posguerra también forzó la formación de dos bloques política, económica e ideológicamente antagonistas entre los vencedores de la contienda (el capitalista, con los Estados Unidos de Norteamérica al frente, y el comunista, con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como líder), así como el advenimiento de nuevas armas de destrucción masiva (nucleares), condujo a la Guerra Fría y al convencimiento por parte de los dos bloques de la imposibilidad de ganar una guerra sin ser destruido por el enemigo (teoría de la destrucción mutua asegurada). La Unión Soviética, con sus servicios de inteligencia al frente (KGB), en su intento de destruir al enemigo, idearon una nueva forma de guerra total y global, al mismo tiempo que de baja intensidad, es decir, las técnicas a utilizar eran todas las disponibles y el teatro de operaciones era todo el globo terrestre, en la que integraron con todos los honores al terrorismo, que alcanzó así la consideración de una técnica más en manos de los ejércitos. Por supuesto el bloque enemigo, con Estados Unidos y sus servicios secretos al frente, tanto militares como civiles, tampoco desdeñaron los métodos terroristas e insurgentes, así como las operaciones encubiertas de inteligencia táctica.

Guerra Fría

La Guerra Fría, en un principio, se desarrolló en ausencia de terrorismo, ya que sobre el mundo, particularmente Europa y Norteamérica, cayó una pesada losa de miedo y recelo ante la posibilidad de un enfrentamiento nuclear, y se instaló un "terror frío". Sin embargo, en África, donde se vivía un proceso generalizado de descolonización, y en Iberoamérica, donde existían graves problemas sociales, económicos y políticos sin solucionar, el terrorismo, la "lucha armada" comunista, brotaba con fuerza regada con profusión por los servicios secretos del bloque comunista. En Europa, de la mano de radicales comunistas que deseaban trasplantar los métodos de lucha armada del Tercer Mundo a las calles europeas, el terrorismo emergió algo más tarde, a finales de la década de los 60 y principios de los 70, y así proliferaron los grupúsculos extremadamente violentos en diferentes naciones. Es un hecho indiscutible que la Unión Soviética quiso y supo despertar la fuerza durmiente de los movimientos de liberación nacional, y los manejó con destreza en apoyo de sus postulados en la Guerra Fría.

Ante la evidencia de la imposibilidad del enfrentamiento directo, los servicios de inteligencia soviéticos desarrollaron una operación de guerra psicológica y subversiva en preparación, en un primer momento, y de apoyo y expansión, más tarde, de la guerra terrorista a escala planetaria que iniciaron. Sus analistas supieron ver y comprender muy bien las inquietudes, frustraciones y deseos de revancha que palpitaban en los pechos de millones de personas de los pueblos que caminaban hacia su independencia en África, donde se desarrolló una campaña de propaganda de apoyo y avivación de los movimientos de liberación enviando agitadores, asesores militares, armamento y fondos dinerarios, encendiendo múltiples focos de terrorismo en todo el continente, e incluso de guerra convencional en zonas limitadas, conducentes a la instauración de regímenes marxistas en la órbita de la URSS, al desgaste de los países coloniales y al control de los enormes recursos en materias primas del continente; en los pueblos de Centro y Sudamérica, donde se explotó el deseo de justicia social y de control de las propias riquezas naturales, en manos de multinacionales estadounidenses, dando lugar una gran agitación política, la reactivación de grupos guerrilleros poco activos o en decadencia, y la aparición de otros de nuevo cuño, algunos de los cuales aún perduran con más fuerza, si cabe, que en su origen, y habiendo añadido a su panoplia de armas el tráfico de drogas (la bomba atómica del Tercer Mundo) con la intención de desgastar a los países más desarrollados e industrializados, todo ello apoyado por el régimen comunista de Castro en Cuba, verdadero acicate y punta de lanza de la agitación en el hemisferio desde su constitución en 1.959; en los deseos de justicia social e irredentismo del pueblo palestino, cuyo movimiento había rechazado la resolución de la ONU (noviembre de 1.947) en la que se le concedía la mitad del territorio para formar su nación independiente, y se quedó sin estado cuando los países árabes que les apoyaron, con Egipto al frente, fueron derrotados por Israel en la guerra de 1.948. No obstante, tras este fracaso, y al contar con el apoyo y la esperanza del Egipto del presidente Nasser, los palestinos no incrementaron significativamente sus acciones terroristas hasta que, en los años sesenta, tras una nueva derrota de los países árabes en la Guerra de los Seis Días en 1.967, comprendieron que también debían valerse por sí mismos además de solicitar ayuda a los países hermanos, muchos de ellos hartos ya de ocuparse del problema palestino que sólo le traía quebraderos de cabeza, naciendo la OLP, con Yasir Arafat al frente, bebiendo en la caudalosa fuente del marxismo, y convirtiéndose ella misma en un gran caudal de terrorismo y matriz de innumerables grupos aún más radicalizados, cometiendo todos ellos sangrientos atentados.

Todo este proceso revolucionario-subversivo-terrorista fue apoyado desde Europa y Norteamérica por la fogosidad y deseos de acción de una parte de la juventud que encontraba su vida anodina y aburrida, sin duda debido a que tenían todas sus necesidades atendidas, lo que les hacía sentirse solidarios con los más necesitados. Toda esa fuerza potencial política, en principio no maligna, se encauzó a través de movimientos y grupos de todo tipo manipulados por agitadores comunistas coordinados desde Moscú, en los que los partidos comunistas nacionales intervinieron, lo que produjo, más tarde, la desafección de algunos de ellos a la obediencia de la Unión Soviética por no estar totalmente de acuerdo con tan férrea disciplina ( caso del Partido Comunista Italiano con Enrico Berlinguer, y del Partido Comunista Español con Santiago Carrillo, movimiento que se dio en llamar "eurocomunismo"). La Unión Soviética, con sus servicios de inteligencia como punta de lanza, desde el GRU hasta el KGB, formó más de una generación de terroristas de ideología marxista que actuaron en todo el mundo, destacando en África en el proceso de descolonización, en Iberoamérica para acercar la guerra a su enemigo Estados Unidos, pues aquella era su zona de influencia más cercana, y en Europa para subvertir el orden político y económico de los aliados de USA.

La Academia de las Américas

Los Estados Unidos no permanecieron impasibles ante la presión enemiga, apoyaron regímenes militares para hacer frente al embate y financiaron a grupos paramilitares en el ámbito americano desde el reducto de Panamá, donde se ubicaba la Escuela de las Américas; allí, bajo la directa supervisión de la CIA, se formaron muchos oficiales superiores, agentes de inteligencia y dirigentes paramilitares-terroristas que actuaron por todo el hemisferio. Hay que tener presente que la penetración comunista en Iberoamérica era interpretada por los dirigentes estadounidenses casi como un ataque a su propio territorio, pues era su hinterland, al que no estaban dispuestos a renunciar. Así su actuación fue allí tremendamente resolutiva y violenta, sin límites y sin admitir refrenos de ningún tipo, lo que se trasformó en maniobras políticas a gran escala, como golpes de estado militares, y a un menudeo terrorista de grupúsculos independientes pero no descontrolados.

Dentro de esa estrategia de generalización del terror antiterrorista se inscribe la "Operación Cóndor". En ella se coordinaron los gobiernos militares de Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia para el control y desmantelamiento de organizaciones marxistas, para lo que efectuaron detenciones, traslados secretos, torturas, asesinatos y desapariciones de activistas de dichas organizaciones, además de atentados de falsa bandera y operaciones de intoxicación y propaganda. En otros países iberoamericanos, que podríamos denominar no "titulares" de esta tela de araña, también hubo colaboradores tanto dentro de las instituciones como de agentes libres a los que unía su anticomunismo.

El entramado de la Cóndor operó primordialmente en América, pero alguno de sus tentáculos se alargó hasta Europa infiltrándose entre las colonias de exiliados, con mayor intensidad en España e Italia; en ambos países se produjeron atentados y asesinatos con colaboración local de grupos de extrema derecha que estaban en la órbita de la Red Gladio.

La red Gladio

Si en América se desarrolló la "Operación Cóndor", en Europa también actuaron los Estados Unidos y sus aliados contra la amenaza comunista durante la Guerra Fría. Así se avivó la actuación de grupúsculos de extrema derecha, de organizaciones paramilitares y de mercenarios que perpetraron atentados de falsa bandera en la operación que se conoce como "Gladio", al tiempo que se creaba una infraestructura secreta con la intención de activarla como quinta columna en caso de invasión soviética de Europa. Era una guerra subterránea, encubierta y sucia que pretendía eliminar y desgastar al enemigo, causarle el mayor daño posible manipulando a la opinión pública y condicionar a los gobiernos, al tiempo que se mantenían tensos toda una serie de resortes tácticos que se liberarían para desencadenar una futura guerra de guerrillas bajo una posible ocupación comunista.

Italia fue uno de los más conocidos campos de batalla terrorista en los "años de plomo", ya que allí se dilucidaba la posibilidad de que el comunismo accediera al poder dada la fortaleza del Partido Comunista Italiano, que se sospecha se sustanciaron, aunque no hay total seguridad, sólo indicios racionales de ello, en algunos sanguinarios atentados dentro de la "estrategia de la tensión", entre otros el de la de Piazza Fontana de Milán en 1969, el intento de golpe de estado del Conde Borghese en 1970, el asesinato del ex primer ministro y líder democristiano Aldo Moro en 1978, dado que había llegado a un acuerdo para un gobierno de concentración con los comunistas, el famoso "compromiso histórico", algo que era visto con gran rechazo por Estados Unidos y otros aliados, y el atentado contra la estación de Bolonia en 1980.

España también fue escenario de aquella invisible lucha, y lo fue porque los poderes subterráneos que tutelaban la Red Gladio se aplicaron a manipular y reconducir, de acuerdo a sus intereses, la etapa final del franquismo y la transición tras la muerte del general Franco. Dentro de ese gran diseño para una España sometida a poderes exteriores se enmarcarían el atentado contra el almirante Luis Carrero Blanco, que pretendía una defensa nacional separada de Estados Unidos y proyectaba el desarrollo del arma nuclear, el ataque contra el bufete de los abogados comunistas de la calle Atocha, donde habrían actuado activistas de la rama italiana de Gladio, los crímenes de Montejurra, donde agentes provocadores habrían precipitado los acontecimientos, el acoso inmisericorde mediante el terrorismo y las bastardas maniobras políticas contra el presidente Adolfo Suárez, que resultaba incómodo por su independencia en política internacional y su negativa a reconocer el Estado de Israel, hasta que se vio forzado a dimitir, y el seudogolpe del 23 de febrero de 1981, que allanó el ingreso en la OTAN de mano del presidente Leopoldo Calvo Sotelo y facilitó la aplastante victoria del PSOE en 1982, que legitimó desde la izquierda la permanencia en la OTAN y el reconocimiento de Israel, así como el ingreso en el Mercado Común en 1986 tras aceptar unas condiciones demoledoras para nuestra patria, también minimizadas por la connivencia de las organizaciones sindicales afines al socialismo y al comunismo. España fue escenario y probeta de la mayor operación de reconducción política de la segunda mitad del siglo XX, además exitosa para los organizadores, y en ello la Red Gladio intervino actuando en momentos críticos de manera preventiva, aunque violenta.

Sin duda aquella campaña encubierta inserta en la Guerra Fría, en la que participaban ambos bloques, se trataba de terrorismo internacional, que no mermó hasta que el Muro de Berlín cayó en 1989 y la Unión Soviética colapsó en 1992 debido a su quiebra económica, momento en que la "Operación Gladio" también habría sido desactivada. En aquellos tiempos oscuros muchos grupos recibieron la comprensión, sustanciada en fondos, armas, formación y apoyo económico, de la URSS y de Estados Unidos, aunque todos lo nieguen o no existan pruebas fehacientes de ello, pues las operaciones eran encubiertas y, en la mayoría de los casos, gestionadas por agentes interpuestos cuya recompensa fue, cuando menos, la indiferencia, olvido y menosprecio de sus amos, y cuando más, la cárcel o la muerte.

Ahora bien, habrá personas que se preguntarán ¿Realmente desapareció Gladio tras la finalización de la Guerra Fría? Y hay quien dice que no, que Gladio, u otra red idéntica bajo la supervisión de los servicios secretos estadounidenses, junto con su dilecto pupilo el MI6 británico, siguen conjurados para mantener un férreo control sobre los países que supuestamente son sus aliados y, más apropiadamente, deben ser tildados de siervos de los intereses anglo-estadounidenses-judíos. No son pocos los que ven en atentados posteriores a la supuesta desaparición de Gladio la huella de los servicios secretos de Estados Unidos y sus más directos aliados, con la intención de conducir a los países europeos hacia una integración completa y total en la Unión Europea, que facilitaría el camino hacia un gobierno de orden internacional, a ser posible mundializado, siguiendo el plan de globalización absoluta que está diseñado por las élites económicas y financieras, en suma la plutocracia internacional, para someter a sus condiciones leoninas a un mundo multicultural, mestizo y, consiguientemente, sin identidad nacional, racial, cultural o religiosa. Toda nación, gobierno, partido político, religión o sector de la sociedad opuesto a estos planes es objetivo de los ejércitos secretos al servicio de espurios intereses políticos y económicos, que es a quien sirven la mayoría de los servicios secretos.

Los ataques a los trenes de Madrid el 11 de marzo de 2.004 habrían sido parte de ese plan, en este caso porque el Gobierno de José María Aznar manifestaba demasiada autonomía; entonces se acusó a los islamistas, como en decenios anteriores se culpaba a la extrema izquierda o a la extrema derecha. Estados Unidos y sus directos aliados (Gran Bretaña, Canadá y Australia), en una especie de liga anglosajona, tienen interés en mantener en crisis o en destruir la unidad económica y política de sus posibles competidores, porque cuanta mayor dependencia y cuanto menor sea el país más fácil de dominar. No en vano esos cuatro países forman parte del Sistema Echelon, una red mundial de espionaje con satélites que permite controlar todas las comunicaciones.

Hay otros hechos que hacen sospechar una mano negra que opera en perjuicio de la libertad de los pueblos a trazar su destino, a mantener su independencia. Así, en mayo de 2002, durante la campaña para los comicios generales de Holanda, fue asesinado el carismático y, según todas las encuestas, gran favorito para la victoria final, el candidato de la derecha nacionalista, Pym Fortuyn; entre otras cosas, Fortuyn defendía la salida inmediata de Holanda de la Unión Europea, así como el cierre de fronteras a la inmigración ilegal extracomunitaria; un "ecologista de personalidad compulsiva" llamado Volkert van der Graaf le asesinó días antes de las elecciones y fue condenado a veinte años de cárcel. Jorg Haider, gobernador del estado federado de Carintia (gobernado por Haider desde 1999 ininterrumpidamente) y jefe de la Alianza para el Futuro de Austria, defendía un programa político muy parecido al del holandés Pym Fortuyn; Haider murió en octubre de 2008 en un grave accidente automovilístico al sur de la ciudad de Klagenfurt; iba sólo al volante de su vehículo cuando se salió de la carretera, supuestamente en un adelantamiento, y se estrelló contra un pilar de hormigón; Haider había sido una figura determinante en el panorama político austriaco de los últimos 20 años; su repentina muerte conmocionó a Austria; Haider era molesto por sus posiciones contra la inmigración y por su oposición a dar poder a la Unión Europea, es decir, era molesto para el proyecto mundialista y multicultural.

Auge del terrorismo yijadista y caída de la URSS

Estados Unidos, en su afán por vencer a su enemigo soviético, hizo florecer a la guerrilla islamista en Afganistán en su lucha contra la invasión de 1.979 por parte de la URSS, que había ocupado territorio afgano en apoyo del régimen comunista que allí gobernaba y que estaba siendo acosado por el extremismo islámico. Allí comenzó sus acciones un tal Osama Bin Laden, que después crearía Al Qaida, y allí, provenientes de todo el mundo islámico, financiados con dinero yanqui de la CIA, se entrenaron decenas de miles de combatientes que también bebieron de la doctrina radical de la secta wahabita, que es mayoritaria en Arabia Saudita, a la que pertenece Bin Laden, y que después difundieron en sus países de origen para dar lugar a toda una constelación de grupos terroristas que actúan como franquiciados de Al Qaida. Después, los prebostes estadounidenses les llamarán terroristas, pero cuando los financiaban los denominaban luchadores por la independencia de Afganistán y leales aliados. El enorme desgaste de la Guerra de Afganistán coadyuvó a la caída del Imperio Soviético y del comunismo entre 1.989 (caída del Muro de Berlín y retirada del ejército soviético de Afganistán) y 1.991, cuando cayó el régimen rojo en su cuna, es decir, en la Unión Soviética, con la consiguiente disgregación de las repúblicas que la formaban. El imperio judeo-capitalista había dado buena cuenta del bloque comunista, y se quedaba sólo en el control mundial. En China seguía en el poder el Partido Comunista, pero ya había comenzado una deriva capitalista en lo económico, aunque manteniendo la dictadura política, que le alejaba de ser considerado un referente ideológico marxista-comunista, pero le metía de lleno en la lucha por la supremacía económica, política y militar mundial.

El comunismo en la Unión Soviética cayó, cayó el Pacto de Varsovia y el muro de Berlín arrastrando todo ello hasta el lodo del olvido, pero el terrorismo de esa ideología había tomado tan altos vuelos y organizado tan tupida red de apoyos y suministros, que supo sobreponerse al golpe y mantener su poder destructivo con los basamentos de su ideología marxista que aún es bandera de supuesta liberación política, social y económica, los ocultos intereses de traficantes de armas y drogas, y la ayuda de algunas naciones terroristas (Libia, Cuba, Corea del Norte, y, ya entrado el siglo XXI, la Venezuela de Hugo Chávez). Pero el final de la Guerra Fría no sólo dejó la secuela de un terrorismo de base marxista-leninista, sino que también los apoyos prestados por el bloque occidental de la OTAN a las guerrillas islamistas, que coadyuvaron decisivamente en el hundimiento del bloque comunista, tuvieron continuidad con la expansión exponencial, de mano de los combatientes retornados a sus países de origen con un fuerte radicalismo religioso, de grupos terroristas salafistas que se convirtieron, con la punta de lanza de la franquicia Al Qaida, en un peligro para la estabilidad internacional y, con los efectos asimétricos (políticos, sociales, culturales, migratorios, todo ello por las concesiones otorgadas por miedo al terrorismo islámico y en el intento de mitigar su expansión), para la supervivencia de Europa tal como la conocemos.

La desaparición del referente ideológico marxista que supuso la debacle soviética, junto con la fuerza y formación que habían conseguido los islamistas en la guerrilla afgana con la ayuda de Estados Unidos, muchos de cuyos combatientes, voluntarios musulmanes de todo el Islam, volvieron a sus respectivos países con una profunda fe salafista sunní inculcada por el líder saudí Bin Laden, favoreció un florecimiento sin parangón de grupos terroristas islamistas, que se fueron gestando y activando a lo largo de la década de 1.990, y que experimento su gran eclosión con el ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2.001. El mundo no volvió a ser el mismo y se empezó a hablar de la "guerra contra el terrorismo", se conoció universalmente la existencia de Al Qaida, la franquicia terrorista conformada por Bin Laden, que ahora pretendía derrotar a su antiguo aliado y expandir la fe musulmana por todo el mundo. Este acontecimiento histórico que abrió una nueva era, que marcó el comienzo del siglo XXI, condujo a la II Guerra de Afganistán, cuando Estados Unidos, con apoyo y participación de la OTAN, atacó y ocupó Afganistán, santuario de la Red Al Qaida bajo el régimen de los talibanes, en noviembre de 2.001, y a la locura de la II Guerra de Irak o II Guerra del Golfo, en la que Estados Unidos atacó y ocupó Irak, y en la que llegaron al extremo paranoico de acusar a su presidente, Sadam Husein, de apoyar al terrorismo de Al Qaida y de tener armas de destrucción masiva, cuando ellos fueron sus verdaderos creadores, y el presidente iraquí un enemigo acérrimo del extremismo islámico enfrentado con los ayatolás iraníes y con los sunníes extremistas. Ya se sabe, los enfermos mentales proyectan sobre los otros sus complejos y trastornos para escapar a su culpabilidad, algo típico del Imperio Estadounidense. Estas dos guerras convertirían a dichos países en un vivero de terroristas debido a la radicalización de los grupos resistentes y a la pésima dirección de la estrategia y de las operaciones militares, pues nunca se utilizó toda la fuerza ni toda la decisión necesarias.

Por otra parte, Rusia, desprovista de su imperio con la independencia de muchas de sus antiguas repúblicas, tuvo también que hacer frente al terrorismo islamista en Chechenia, que no había conseguido la secesión. Allí se produce una guerra de guerrillas despiadada que irradia terrorismo por toda la Federación Rusa, y es clave en la formación militar de miles de combatientes internacionales musulmanes que luego vuelven a sus países a continuar su lucha. Sin duda, si los musulmanes consiguen unirse en alguna forma de colaboración política, económica o religiosa, se constituirán en un nuevo imperio que intentará arrebatar la supremacía a Europa y Norteamérica.

Paralelamente a la caída del Imperio Soviético, tras la caída del régimen pro-occidental del Sha de Persia, y la subida al poder en 1.979 de los ayatolás musulmanes de creencia chií, pues esta fe es mayoritaria en Irán, liderados por Jomeini, se fomentaron los grupos terroristas chií, con el ejemplo más destacado de Líbano, que se hallaba inmerso en su guerra civil (1.975-1.990), donde Hizbulá y Amal son los más destacados.

El irredentismo palestino siguió siendo una causa destacada por la que practicar el terrorismo, con la diferencia que dicha resistencia comenzó a ser dominada por los grupos integristas, cuando en décadas anteriores el monopolio lo tenía la OLP, de ideología socialista y laica. Todo ello dio lugar a la paulatina hegemonía de Hamas, una formación sunní aparecida con la ayuda de los Hermanos Musulmanes. El terrorismo religioso musulmán se había erigido en la principal amenaza de occidente y amenazaba con atacar en Europa, América y, por supuesto, en Asia.

Alborea el siglo XXI con Estados Unidos liderando el gran bloque capitalista y judeo-plutócrata, ya que la Unión Europea aún no decide desligarse de ellos y comenzar un nuevo rumbo como líder mundial, con Rusia resurgiendo económicamente con modelo también capitalista, el mundo musulmán convulso y dividido, pero con un Irán emergente que pretende erigirse en guía del Islam como un imperio enemigo de occidente, y China con una dictadura comunista y una economía capitalista dispuesta a ser potencia dominante. La guerra, sin embargo, sigue presente en todas las tierras que señalan la rosa de los vientos, y también como siempre, puede presentarse de muy diversas formas según los enfoques que le apliquemos, teniendo presente que los contendientes en un conflicto bélico la pueden calificar de diferente manera, y, por supuesto, pueden adjetivarla con varias denominaciones al mismo tiempo. No obstante, el terrorismo sigue siendo una técnica ampliamente utilizada, y sigue contemplándose como una esperanza que solucionará los problemas de otra forma irresolubles, para algunos, y como una de las mayores amenazas para la paz mundial, si bien una amenaza asimétrica, pero que, por esa misma característica puede producir efectos desproporcionados y radicales que cambien el curso de la historia.

Terrorismo yijadista

Antes de cualquier otra consideración hay que dejar claro que no existe un único terrorismo yijadista, sino que éste se ha desarrollado, siguiendo la doctrina de las dos grandes ramas del Islam, una de orientación sunnita (85%) y otra chiíta (15%), en un esquema dual; a su vez ambas corrientes se fraccionan en cierta diversidad grupuscular, pero adaptada siempre a dicha división. También hay que destacar que entre ambas tendencias existe un activo terrorismo sectario que ha causado verdaderos estragos en muchos países de mayoría musulmana. Esta es la razón por la que es conveniente exponer el origen y diferencia de las dos grandes interpretaciones del legado coránico.

Al morir el profeta Mahoma en 632 hubo discrepancias sobre quién debía sucederle, y su yerno Alí parecía el elegido por el propio Profeta, porque había dicho en varias ocasiones que cuando él desapareciera le siguiesen, pero no todos estaban de acuerdo y fueron elegidos sucesivamente otros califas, que fueron Abú Baker, Omar y Osmán; tras el asesinato del tercero, el primo y yerno de Mahoma, casado con su hija Fátima, Alí bin Abí Talib, se erigió como cuarto califa en 656, pero no todos los musulmanes estaban de acuerdo con su liderazgo, ya que le acusaban de ser el causante del asesinato de Osmán, siendo encabezados los disconformes por Muagüiya, gobernador de Siria y perteneciente al clan de los Omeyas, lo que provocó enfrentamientos que condujeron a la batalla de Siffin (657), en la que los partidarios de Alí fueron derrotados. En 661 fue asesinado Alí y le sucedió en la defensa de su facción su hijo Hussein, que murió en la posterior batalla de Kerbala (680), en la que también murió su otro hijo, Hassan. Ahí se produjo la ruptura, siendo los chiítas los seguidores del yerno de Mahoma, Alí, que consideran esa rama la de los legítimos califas, continuada por su hijo Hussein, y los sunnitas los que siguen a los califas de la rama opositora, por lo que consideran usurpadores a todos los califas que sucedieron a Alí. Desde entonces los chiítas celebran, para conmemorar este su hito fundacional, la Ashura, una fiesta en la que se celebran procesiones en las que los penitentes se infligen castigos golpeándose con trallas, cadenas o piedras hasta sangrar.

En su origen, el enfrentamiento entre chiítas y sunnitas fue dinástico y no ideológico, pues los primeros son partidarios de la trasmisión hereditaria del califato y los segundos propugnaban el método tradicional de elección consensuada dentro de la comunidad. No obstante la separación trajo también diferencias doctrinales.

Tanto los chiítas como los sunnitas tienen por libro sagrado El Corán y reconocen la Sunna, y también reconocen los cinco pilares del Islam (profesión de fe, oración, limosna, ayuno y peregrinación a la Meca). Los chiítas consideran a los imanes una cadena que se inició con Mahoma, cadena depositaria de la gracia divina que capacita a los imanes para la correcta interpretación de El Corán, pero sin llegar al nivel de los profetas. Esta es una de las diferencias principales con el sunnismo, pues éste no acepta interpretación de El Corán, que consideran inamovible y monolítico, es palabra divina y así debe ser considerada en su literalidad; incluso las sectas sunnitas salafistas y wahabitas piensan que los chiítas consideran a los imanes como profetas y, por ello, no los incluyen dentro del Islam. Los chiítas también aceptan el culto a los santos y festejan las fechas de nacimiento de Mahoma, Fátima, Alí y Hussein, algo totalmente prohibido por el sunnismo en todos los casos. Los chiítas conceden al dolor un valor de redención y purificación, por eso realizan penitencias dolorosas en determinadas festividades, particularmente en la Ashura. En el caso del matrimonio, los chiítas consideran que hay dos tipos, el temporal y el permanente, siendo muy reacios a la disolución del vínculo matrimonial en el caso del permanente. Los chiítas aceptan la autonomía del individuo, es decir, el libre albedrío, algo que los sunnitas rechazan totalmente.

Una diferencia fundamental entre chiísmo y sunnismo está en la interpretación de El Corán, considerando los segundos que cualquier creyente puede comprender el mensaje divino que contiene, como consecuencia de lo cual no existe una estructura clerical, sin embargo los chiítas admiten varios niveles de conocimiento para interpretar El Corán, siendo el conocedor absoluto el imán y sirviendo como intermediario el clero chiíta. Este abismo interpretativo, que entre los chiítas se manifiesta en el imanato y en el gnosticismo o irfán, hace afirmar a los sunnitas más radicales que los chiítas no son musulmanes.

Chiítas

Reciben su denominación de "shiat Alí" (chi´a-t-Ali), que significa seguidores de Alí. Tienen ciertas particularidades doctrinales, como son las siguientes:

El imán oculto Todos los sucesores de Hussein, cuyo cargo como líder o imán de los chiítas era hereditario, fueron asesinados sucesivamente porque se oponían al poder temporal que estaba en manos de los sunnitas, así que cuando el séptimo imán, Ismail, desapareció, se generó la creencia en una minoría de que se había ocultado por medios sobrenaturales y aparecería al final de los tiempos, siendo llamada esta rama chiíta la de los septimanos, de acuerdo con el ordinal del imán desaparecido, o ismaelitas. Otros chiítas, mayoritarios, dieron a Ismail por muerto y siguieron nombrando imanes, por lo que fueron llamados "imamíes"; no obstante, más adelante, en 874, también se unieron al fenómeno de la ocultación y creyeron que el duodécimo imán huyó de la cárcel por medios sobrenaturales y se ocultó para regresar al final de los tiempos, por lo que también son llamados duodecimanos. Esta creencia es conocida como la del "Imán Oculto".

Gnosticismo o irfán El chiísmo considera que El Corán tiene un mensaje que es interpretable por cualquier fiel, es decir, es claro y literal, pero también piensan que El Corán contiene un mensaje secreto o esotérico que sólo puede ser descifrado y explicado por iniciados. Existirían siete niveles de cifrado, que sólo se pueden ir escalando con el conocimiento previo del anterior. El último sólo es conocido por Dios. El esoterismo tiene especial presencia entre los ismaelitas. Sin embargo la existencia de este mensaje esotérico no tiene una influencia en la práctica religiosa de la mayoría de los chiítas, que siguen el mensaje de El Corán que comprenden. No obstante, el esoterismo chiíta sí está directamente relacionado con otra particularidad chiíta, que es el imanato.

Imanato El imán en el chiísmo tiene una consideración muy diferente al sunnismo, donde simplemente dirige la oración. Sin embargo en el chiísmo el imán tiene un sentido esotérico y místico, tiene un conocimiento perfecto de la ley y es infalible, y nadie puede llegar a Dios si no es a través del imán. Como la creencia musulmana es que con Mahoma se finalizó el ciclo profético, es necesaria una figura suprema que oriente a los creyentes, y en el chiísmo es el imán. Aquí se enlaza con la figura del "Imán Oculto", que volverá al final de los tiempos a impartir la justicia divina. Dado que existe un mensaje oculto y que el conocedor supremo es el imán, y éste está oculto, se necesita a alguien que interprete los mensajes que envía el imán desde su ocultación, y estos son los ulemas, que en el chiísmo están institucionalizados.

Dentro del chiísmo existen diferentes ramas, siendo las más importantes los imamíes o duodecimanos, que son los mayoritarios, los ismaelitas o septimanos, que consideran los preceptos del Islam secundarios a la principal finalidad de conocimiento esotérico del Corán, los alauíes, que también son duodecimanos, y los zaidíes, que consideran al imán sólo como un líder.

A su vez hay que señalar determinados cultos originados en el chiísmo, pero que tienen una fuerte influencia esotérica y mezclan otras creencias, incluso de otras religiones o principios filosóficos, por lo que muchos no los consideran ni chiítas ni musulmanes. Es el caso de los drusos, que consideran al imán como una manifestación de Dios, tienen una gran impronta esotérica y reconocen principios de otras religiones, y que se asientan mayoritariamente en Siria y Líbano. También los alevíes, que tienen una presencia muy importante en Turquía, donde entre el 20 y el 30 % de la población es aleví. Otra secta ismaelita son los nizaríes, que se separaron en el siglo X en el norte de Irán y Siria de los ismaelitas septimanos.

Sunnitas

La rama sunnita cuenta con cuatro escuelas interpretativas tradicionales, que aparecieron en los primeros siglos de la religión musulmana. A partir de estas interpretaciones no se ha aceptado ni se acepta la aparición de nuevas escuelas. Son:

Hanafí – fundada por Abú Hanifa (699-767), de origen iraní. Esta escuela admite la analogía como fuente del Derecho, siendo, por tanto, más abierta a interpretaciones doctrinales.

Malikí – fundada por Malik bin Anas bin Shafí (714-796), de la ciudad de Medina, por lo que esta escuela también se conoce por el nombre de la ciudad donde se asentó. Escuela rigorista pero no en extremo, pues acepta los hadices, que son los hechos ocurridos en tiempos del Profeta e interpretados por él mismo.

Shafí – fundado por Shafí (767-820), que fue alumno de Malik. Es una escuela poco rígida y más abierta. En ella se fundó la jurisprudencia religiosa sunnita; admite el razonamiento analógico (qijyas) y el consenso (ijma) como fuentes del Derecho.

Hanbalí – fundada por Ahmad bin Hanbal (780-855), que fue alumno de Shafí. Es la escuela más rigorista del Islam sunnita, ya que considera como Ley tanto a El Corán como a la Sunna, que no son sólo fuente del Derecho, sino que deben ser interpretados literalmente. Por ello no acepta la analogía ni la interpretación lógica (ijtijad).

A pesar de la existencia de estas cuatro escuelas fundamentales, se producen a su vez interpretaciones, corrientes de pensamiento o sectas variadas que, a pesar de reconocer alguna de las escuelas, sostienen diferentes aplicaciones o puestas en práctica de sus principios, y que en la actualidad tienen mucha importancia por el poder que tienen en determinados países o por su influencia en el fenómeno del terrorismo yijadista. Hoy en día se pueden destacar, entre otras, las siguientes:

Wahabismo secta mayoritaria en Arabia Saudita, donde la escuela interpretativa es la Hanbalí, es decir la más rigorista de todas.

Salafismo es extremadamente rigorista y su nombre deriva de su seguimiento de las creencias y principios de los ancestros (salaf).

Deobandismo doctrina sumamente rigorista de la escuela hanafí, surgida en el siglo XIX en las posesiones coloniales británicas en Asia que pretendía regenerar el Islam, que allí se había mezclado con principios hinduistas y occidentales introducidos por los británicos. Debe su nombre a que se inició en la localidad de Deoband. Aboga por una aplicación estricta de la ley islámica (sharia), la imposibilidad de la relación y amistad con cristianos, hindúes y judíos, y la utilización de la violencia terrorista para conseguir la supremacía musulmana.

Takfir Corriente de pensamiento surgida en los años 70 del siglo XX en Egipto. Su dirigente carismático era Shukri Ahmed Mustafa, desarrolló los principios enunciados por el ideólogo de los Hermanos Musulmanes Sayyid Qutb; según él las sociedades musulmanas habían renegado de la práctica del Islam volviendo a la barbarie pre-islámica, y acusaba a la sociedad contemporánea de vivir en un estado de "yajiliya (jahiliyya)" (periodo preislámico), lo que equivalía a lanzar un "anatema" contra los musulmanes impíos. Por el contrario, los buenos musulmanes debían afrontar el "exilio", como hicieron Mahoma y sus compañeros en Medina, aunque en este caso se trataría de un exilio interior, consistente en el rechazo y desobediencia total a las leyes e instituciones del Estado impío, y solamente debería obedecer a aquella institución nacional que se rigiera por los principios de El Corán.

El yijadismo sunnita

El terrorismo yijadista, en su facción sunnita, estaba latente desde los años posteriores de la I Guerra Mundial, cuando la caída del Imperio Otomano y su desmembramiento dejó sin una referencia política a los musulmanes. Debido a ello nació la organización de los Hermanos Musulmanes, fundada en 1.927 en Islaimiya (Egipto) por Hasan al Banna, con la intención de instaurar un califato basado en la ley islámica (sharia), pues consideraba que "sin un estado islámico, los musulmanes se enfrentarían a su erradicación". Esta idea de liberación de los musulmanes de la colonización de Occidente y de su unificación bajo un único poder, que se regiría de acuerdo con los preceptos coránicos y la tradición del Profeta, arraigaron en los diferentes protectorados occidentales y en ellos se crearon ramas de la organización matriz. En Egipto, tras su independencia al finalizar la II Guerra Mundial, los Hermanos Musulmanes fueron implacablemente perseguidos por el régimen del rey Faruk, principalmente tras el asesinato del primer ministro Mokrachi Bajá el 28 de diciembre de 1.948, presión policial que continuó tras el derrocamiento de la monarquía y el acceso al poder del socialista y nacionalista árabe Gamal Abdel Nasser en 1952, que los ilegalizó en 1954 tras un intento de asesinato contra su persona.

Durante las décadas de los 50 y 60, en Egipto la persecución y la ilegalización de los Hermanos Musulmanes provocarán una mayor radicalización, que en el ámbito intelectual fue desarrollada por Sayyid Qutb, destacado escritor e influyente ideólogo de la organización, encarcelado, condenado a muerte y ejecutado en 1966, lo que tuvo gran repercusión en todo el mundo musulmán y, muy especialmente, entre los elementos islamistas más radicales. Qutb elaboró en su libro "Rasgos en el camino" una nueva formulación respecto a la relación de la comunidad islámica con el Estado, que tendrá una influencia determinante en la evolución del movimiento islamista, proporcionándole el soporte teórico del que carecía para interpretar en categorías islámicas la relación con el poder. Considera que los gobernantes laicos usurpan la soberanía divina arrogándose la potestad de legislar en contradicción con los principios islámicos, y establece que es imperativo de todos los musulmanes lograr un gobierno que siga las leyes coránicas. Además asegura que la "civilización islámica es musulmana y no árabe", y "es religiosa, no nacionalista", principios que extenderán entre muchos musulmanes la falta de sentimiento nacional, de pertenencia a una nación determinada, ya que prevalece en ellos la religión sobre la nacionalidad. De esta enunciación elaborada por Qutb se derivarían varias tendencias radicales, una de las cuales sería la takfir, a la que pertenecía Aimán al Zaguajiri, actual líder de Al Qaida.

Paralelamente, tras la I Guerra Mundial, la dinastía Al Saud consigue la independencia de su reino en 1927 como premio por su apoyo a Gran Bretaña en la lucha contra el Imperio Otomano, conformando el reino de Arabia Saudita. El nuevo país es una auténtica finca privada de la familia real, hasta el punto de que lleva su propio nombre, una monarquía teocrática donde impera la secta wahabita, extremadamente rigorista, y donde toda la legislación se basa en El Corán, por lo que se imponen penas medievales como la ejecución mediante decapitación a espada, amputación de miembros y latigazos que se sustancian en plazas públicas; además existe una discriminación total y absoluta de las mujeres que carecen de cualquier derecho o autonomía sin el tutelaje de un miembro masculino de su familia, ya sea padre, hermano o esposo.

A su vez, en las posesiones de la India británica (actuales India, Pakistán, Afganistán y Bangladesh) en el siglo XIX se desarrolló una tendencia extremista denominada deobandismo, que pretendía la regeneración del islam dado que sus impulsores consideraban que estaba adulterado por principios hinduistas y occidentales introducidos por los colonizadores británicos. Esta tendencia alcanzó gran arraigo en lo que después serían Afganistán y Pakistán, y en este último país, ya independiente, surgió el partido JUI que seguía los principios deobandíes y tenía un marcado carácter antioccidental, y que aún existe con diferentes derivaciones. En Afganistán esas normas musulmanas rigoristas se imbricaron con ancestrales costumbres tribales, conformando un espeso y dictatorial ambiente social, cultural y religioso que, a pesar de los intentos de las administraciones públicas en algunas etapas históricas, se mantuvo en la mayor parte del país, especialmente en las zonas rurales y montañosas.

Cuando la Unión Soviética acudió en 1979 en apoyo del régimen socialista de Afganistán, que estaba acosado por los islamistas, y envió un gran contingente militar al país asiático, se desencadenó una guerra atroz de liberación nacional en la que participaban distintas facciones, una de las cuales estaba fuertemente islamizada. En el curso de la guerra los deobandíes pakistaníes apoyaron a los resistentes afganos contra los soviéticos y crearon madrazas donde a los jóvenes refugiados afganos se les daba casa, alimento, educación y entrenamiento militar, tras lo cual volvían a luchar contra los soviéticos. Al mismo tiempo a Afganistán fluyeron combatientes musulmanes de diversos países para integrarse en la resistencia, todos ellos de tendencias radicales como la takfir y wahabita, que interaccionaron con los deobandíes e influyeron en las enseñanzas de las madrazas, y muchas de ellas pasaron a estar soportadas económicamente por saudíes wahabíes que imponían su doctrina. En estas escuelas el maestro recitaba y el alumno (talib) repetía, por lo que a esos combatientes formados en las madrazas se les denominó talibán.

Los Estados Unidos, para desgastar a su enemigo de la Guerra Fría, y a través de la CIA, lanzó una operación de financiación y suministro de armas a la resistencia islamista afgana en colaboración con Pakistán, y cuyo más importante gestor era el saudí Osama Bin Laden, que creó toda una red de relaciones e intereses que dieron lugar al engendro de Al Qaida, al tiempo que el movimiento talibán crecía hasta hacerse hegemónico en Afganistán. Para cuando las tropas soviéticas se retiraron en 1989 derrotadas por la guerrilla afgana y por el desgaste económico de la URSS, las más importantes facciones extremistas musulmanas se habían mixturado y agigantado, de forma que estaban en condiciones de emprender más importantes misiones, venciendo en la guerra civil que se produjo e instaurando un régimen teocrático dirigido por los talibanes en 1996 bajo el liderazgo del mulá Omar. Fue entonces cuando el monstruo se rebeló contra sus progenitores y Al Qaida dio lugar al terrorismo internacional yijadista sunní, sustanciado en el ataque en Nueva York contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001. Estados Unidos, dado que allí Al Qaida tenía sus más importantes bases y se refugiaba Bin Laden, invadió Afganistán ese mismo año al frente de una coalición internacional, derrocó el gobierno talibán y se inició un conflicto que aún hoy está irresoluto y retroalimenta el terrorismo.

Más adelante, en el marco de la invasión de Iraq en el curso de la II Guerra del Golfo, irresponsable y equivocada decisión de Estados Unidos, Al Qaida comenzó a operar en dicho país tomando aún más fuerza debido a la guerra sectaria que estalló con los chiíes iraquíes, que dominaban el nuevo gobierno apoyado por Estados Unidos, y tras los que se vislumbraba la poderosa sombra de Irán, la gran potencia chií. Dado que Estados Unidos, además de derrocar al sunnita Sadam Hussein, desmanteló en connivencia con el nuevo gobierno chiíta toda la estructura militar y administrativa del régimen baazista de Hussein, una parte de los funcionarios expulsados pasaron a engrosar la resistencia armada, se acercaron a las posiciones islamistas y colaboraron muy destacadamente en la organización de una escisión de Al Qaida denominada Estado Islámico en Iraq, que creció consiguiendo importantes logros militares al estar dirigida su rama militar por antiguos generales y altos oficiales sunnitas del partido Baaz de Sadam Hussein; definitivamente un sustancial núcleo de los nacionalistas laicos baazistas se habían acercado a los radicales religiosos para luchar todos juntos contra los invasores de su país.

Por si todo ello no fuese suficiente, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN decidieron derrocar a los regímenes socialistas y laicos de varios países árabes, los mismos que durante la Guerra Fría habían sido aliados de la Unión Soviética, en lo que fueron instigados y alentados por las monarquías teocráticas de la Península Arábiga, como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes y Qatar, países con importantes acuerdos comerciales y petroleros con Europa y Norteamérica, con lo que la diplomacia y las tropas atlantistas parecen más mercenarios al servicio de los intereses arábigos que diplomáticos y ejércitos de naciones soberanas. Para efectuar el derribo de los gobiernos de Libia, Túnez, Egipto y Siria escenificaron una operación que los periódicos, con inspiración de los servicios de inteligencia occidentales, denominaron "Primavera Árabe", en la que se organizaron revueltas populares impulsadas por distintos grupos opositores, mayoritariamente islamistas. Así cayó y fue asesinado Muamar Gadafi en Libia, desencadenándose una guerra civil entre facciones islámicas que ha dividido el país y que aún perdura, se derrocó a Hosni Mubarak en Egipto y a Ben Alí en Túnez. En Egipto, cuando los islamistas de los Hermanos Musulmanes triunfaron en las elecciones con intención de llevar a la práctica su demencial proyecto, el ejército dio un golpe y recondujo la situación llegando al poder el general Al Sisi, y en Túnez se evolucionó hacia un sistema democrático-secular, debido a la existencia de un colaborador partido islamista moderado, que está resistiendo los embates del islamismo radical que lo quiere hacer fracasar. Sin embargo, en Siria el presidente Bashar al Assad no se amilanó ante el empuje islamista y en marzo de 2011 estalló una guerra civil.

Cuando se produjo el estallido bélico en Siria estaba en el poder el partido Baaz, similar a su homónimo iraquí liderado por Sadam Hussein, estando al frente del gobierno Bashar al Assad, que había heredado el cargo de su padre Hafez al Assad, elevado al poder mediante golpe de estado, perpetrado contra otro militar de su mismo partido, en 1970. Los Assad pertenecen a la minoría alauí, una rama muy secularizada del chiísmo relacionada con el ismaelismo, que ocupaba todos los resortes del poder y de la administración concediendo algún puesto a la minoría cristiana y a sunnitas moderados, estando la mayoría de éstos apartados de la participación política. Debido a esa situación, y habida cuenta que ya se habían producido revueltas islamistas con anterioridad, fue fácil encender una nueva revuelta sunnita en el marco de la "Primavera Árabe". Sin embargo Siria no era una nación cualquiera por su situación geopolítica. En su territorio se asentaba una base militar rusa que ya había sido instalada en tiempos de la Unión Soviética, y tenía fuertes lazos de amistad y colaboración con Rusia. Siria era la pieza más codiciada de la operación de la "Primavera Árabe", pues es la llave para el control de la zona que va desde Irán al Mediterráneo, importantísima zona de transición entre Asia y Europa y rica en yacimientos de hidrocarburos, y ninguno de los bandos estaba dispuesto a abandonar la presa a la que habían hincado sus colmillos.

Rusia, ya recuperada de la debacle que supuso el hundimiento de la Unión Soviética, continuaba siendo aliada de Siria, por lo que apoyó al régimen de Bashar al Assad junto al chiíta Irán, ya convertido en una potencia regional con aspiraciones de hegemonía hasta el Mediterráneo (el importante corredor geoestratégico-económico ya citado con anterioridad) por su influencia en la propia Siria y en Líbano, país este donde ambos habían intervenido durante la guerra civil (1975-92) y con posterioridad, donde habían creado Hizbulá, potente organización armada chiíta libanesa. Fue entonces, ante la resistencia del régimen de Assad a caer frente a la revuelta muñida desde Occidente, cuando Estados Unidos, la OTAN e Israel decidieron, como ya había sucedido en Afganistán, jugar la baza del islamismo integrista sunnita para intervenir en Siria, y todos ellos apoyaron al Estado Islámico en Iraq y facilitaron su entrada en Siria, convirtiéndose en Estado Islámico en Iraq y Siria, para vencer a Assad y sus aliados. Después de todo no les eran extraños los integrismos islamistas, dado que siempre habían mantenido excelentes relaciones comerciales y políticas con Arabia Saudita, donde la secta wahabita impone un régimen de legislación coránica que en nada desmerece de las acciones terroristas del Estado Islámico, aunque las medidas sean impuestas por un tribunal islámico.

Se volvía, pues, a un enfrentamiento de bloques semejante al de la Guerra Fría, con Rusia, Irán y Siria junto a la rama chiíta del Islam con el apoyo de China, por un lado, y Estados Unidos, la OTAN y las monarquías sunnitas radicales arábigas y resto de países sunnitas, por otro. En esta repetición de esquemas los servicios secretos occidentales no hacen ascos a utilizar a terroristas sanguinarios para alcanzar sus fines, y puede verse como los fanáticos del Estado Islámico están magníficamente uniformados, equipados y armados con material occidental, se trasladan en flamantes y enormes flotas de Toyotas, y entran y salen de Turquía, que es miembro de la OTAN, sin ningún tipo de control. La financiación llega de Arabia Saudita y de Qatar, y el flujo de fondos, sorpresivamente, no es detectado por entidad alguna. Los terroristas en combate van ciegos de anfetaminas, se detiene en Líbano a un príncipe saudita con un cargamento de Captagon y ninguna agencia de "inteligencia" hace ningún análisis proporcionado. Los radicales islámicos ocupan los Altos del Golán, fronterizos con Israel y jamás tienen un incidente con su ejército, al contrario, reciben apoyo médico, equipos y armas desde allí. Israel entabla relaciones con Arabia Saudita, que estaban rotas, y establece un sistema de coordinación sin que apenas trascienda a la opinión pública. Y así podríamos continuar enumerando indicios que nos conducen a pensar que los apoyos del Estado Islámico están en despachos gubernamentales, y que, de nuevo como en Afganistán, los servicios secretos occidentales, bajo el mando de sus gobiernos, están jugando la baza del terrorismo yijadista.

El yijadismo chiíta

En 1979 en Irán se produjo el derrocamiento del Sha y la subida al poder del integrista chiíta ayatolá Jomeini, lo que desestabilizó el equilibrio de fuerzas en la zona y amenazó los intereses del régimen del sunnita Sadam Hussein, dado que en Iraq había una mayoría de población chiíta, lo que desencadenó una larga guerra entre Iraq e Irán. El bloque occidental dejó hacer complacido, pues un enfrentamiento entre dos enemigos le convenía. Todo transcurría a favor de Estados Unidos y la OTAN en los años 80 con sus enemigos desangrándose en varios frentes y la Unión Soviética camino del colapso, lo que se precipitó a finales de la década.

El ayatolá Jomeini no disimuló su deseo de ampliar su zona de influencia y defender los intereses de los chiítas en cualquier país, expandiéndose e interviniendo en el Líbano y en otras naciones, así como el objetivo de destruir a Israel "arrojando al mar a todos los judíos" para crear un estado palestino, para todo lo cual recurrió al arma terrorista desde el principio. El instrumento para ello fue la Guardia Revolucionaria, que entrenó a grupos para que actuasen en otros países e incluso participó y participa en operaciones militares externas. Así lo hizo en la Guerra del Líbano, donde dio vida a Hizbulá en 1982, un grupo libanés que ha ido cobrando importancia internacional y que es utilizado para perpetrar atentados en todo el mundo por medio de su brazo armado, que se denomina Resistencia Islámica, y de grupúsculos instrumentales, como es la Yijad Islámica Libanesa. Hizbulá, además, mantiene fuertes lazos de cooperación con las milicias del partido libanés Amal, también confesionalmente chiítas.

Esa práctica terrorista de organizaciones chiítas controladas por Irán, a la que recurrió también para atacar a Iraq en el marco de la guerra que libró contra ese país entre 1979 y 1989, tuvo en ocasiones a España como objetivo, como en los siguientes casos:

  • 1982. Bomba contra el Centro Cultural Iraquí en Madrid.

  • 1983. Intento de asesinato de un funcionario de la embajada libia en Madrid, Ahmed Idris. Son detenidos los chiíes libaneses Mohamed Abbas Rahal, de 20 años, y Mustafá Jalil, de 21 años, cercanos a la organización terrorista libanesa Amal, aliada de Hizbulá. Serían condenados, en su día, a 23 años de cárcel por el intento de asesinato y por tenencia de armas.

  • 1984. Intento de asesinato en Marbella en 1984 de Jalid al Marzook, propietario del diario kuwaití Al Anbaa (Las Noticias), un periódico que defendía los argumentos de Iraq en la guerra que este país libra contra Irán. Marzook resulto ileso pero muere su chofer.

  • Octubre/1984. Secuestro, por parte de terroristas de Amal, del embajador de España en Beirut, Pedro Manuel de Arístegui y Petit, que fue liberado cuatro horas más tarde. Los terroristas exigieron la liberación de los dos terroristas chiíes que intentaron asesinar a un funcionario de la embajada libia en Madrid en el verano de 1.983.

  • Noviembre/1984. En pleno Paseo de la Castellana un palestino dispara contra el libanés Elías Yousef Assad Awad, que resulta gravemente herido, al que acusan de ser un confidente del Mossad (servicio secreto israelí).

  • Diciembre/1985. Atentado contra el restaurante El Descanso, que reivindicó la Yijad Islámica Libanesa. Nunca se ha demostrado esta autoría ni se esclareció el ataque, siendo aún hoy un enigma.

  • Partes: 1, 2, 3
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