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Euro-visión. 15 años del Euro: ¿festejo o funeral? (página 4)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

  • (4) Andrew Moravcsik "Negotiating the Single European Act: national interest and conventional statecraft in the European Community," International organization, Winter, 1991.

  • (5)  A. Cole, "French Socialists in Office: Lessons from Mitterrand and Jospin", Modern & Contemporary France, 1999, pp. 71-87.

  • (6) G. Majone "La Unión Europea y la Crisis Financiera Global: ¿El fracaso de la gobernanza supranacional?", Foro Internacional, vol. 50, no. 1, Abril-Junio, 2010.

  • ""Lo mejor para todos los integrantes de la moneda única en Europa sería que Alemania, y no Grecia, fuera el primer país en dejar el euro", señala un ex directivo del FMI. Ashoka Mody, ex director financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI), y responsable de los rescates llevados a cabo durante la crisis del euro, es uno de los pocos que está de acuerdo con la postura del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, en romper el tabú sobre la pertenencia al euro"… ¿Y si fuera Alemania y no Grecia quien tiene que dejar el euro? (Expansión – 22/7/15)

    Pero el debate, según afirma Mody en un artículo publicado en Bloomberg Views, va en otra dirección al discurso oficial sobre la posibilidad del "Grexit". Mody, ahora profesor visitante de política económica internacional en la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, Estados Unidos, argumenta en su artículo del que este lunes se hacía eco Business Insider que "lo mejor para todos los socios del euro sería que fuera Alemania la que abandonara el club, y no Grecia u otros países periféricos, tal como ha propuesto Schauble sin ambages".

    Este experto considera que el regreso de Alemania al marco causaría una inmediata devaluación del euro, que a su vez se traduciría en una mayor competitividad para los países del sur de Europa que ahora van a remolque.

    "Italia y Portugal tienen un PIB similar al que tenían cuando se introdujo el euro y Grecia está en camino de empeorar las cifras desde su punto de partida en la moneda única, y un euro debilitado les daría una oportunidad de empezar a crecer. Si además, a Alemania le siguieran Holanda, Bélgica, Austria y Finlandia, quizás para formar un bloque económico alternativo con otra moneda común, el euro se depreciaría todavía más".

    Así, Mody, cuyo planteamiento es que la unión monetaria fue "una mala idea", sugiere en Europa dos bloques económicos, un escenario en el que todos los actores saldrían ganando. "Los países del sur compartirían una moneda con un valor mucho menor, lo que sería bueno para ellos, y Alemania tampoco saldría mal parada, ya que aunque el país perdería la inmensa capacidad exportadora que ahora tiene en la eurozona, los alemanes, serían, en la práctica, más ricos de lo que son ahora, ya que aumentaría con creces su poder adquisitivo".

    El ex mandatario del FMI pone un ejemplo: cuando el franco suizo se disparó a comienzos de año tras desligarse del euro eliminando el tipo de cambio mínimo, supuso un fuerte repunte de la moneda helvética. "Esto repercutió negativamente sobre la producción de manufacturas suizas", apunta, "pero la gente acudió en masa a la vecina Francia a comprar artículos mucho más baratos".

    Para Mody, Grecia no ganaría nada en este sentido dejando el euro. Es un país con 11 millones de personas y un PIB similar al de la Baja Sajonia, uno de los 16 Länder (Estados Federados) alemanes. "El "Grexit" no reforzaría el euro lo suficiente para beneficiar a la economía de las familias alemanas y la moneda seguiría siendo demasiado fuerte para Italia, España y Portugal", argumenta.

    Apunta, además, que los alemanes saben cómo vivir con altas tasas de cambio. "Hasta la introducción del euro, el marco alemán se revalorizaba continuamente y las compañías alemanas se adaptaban a la situación ofreciendo productos de cada vez más alta calidad". Reintroducir el marco sería para ellos un incentivo extra para aumentar su productividad ahora en decadencia y elevaría las ventas en el exterior de productos que ahora se están quedando en el mercado interno.

    – La paradoja alemana (El País – 26/7/15)

    Pese a su protagonismo en las últimas crisis de la eurozona, el país no es capaz de desempeñar el papel de potencia hegemónica que muchos le atribuyen. Y la historia nos muestra que la solución no puede estar en una Europa dirigida desde Berlín

    (Por Hans Kundnani)

    Se ha vuelto habitual decir desde que comenzó la crisis del euro hace cinco años que de ella saldría una Europa alemana. Durante estos años, y puesto que se trata del mayor acreedor, es cierto que Alemania ha disfrutado de una situación de extraordinario poder y ha podido imponer en gran medida sus preferencias a los demás miembros de la eurozona, pero no ha sido ni es -como afirman muchos- una potencia hegemónica. Tampoco es posible que lo sea. Alemania sigue siendo demasiado frágil para asumir las cargas que comporta ese papel preponderante, tanto en lo referido a las transferencias fiscales como a la mutualización de la deuda europea o una inflación moderada. Es más acertado decir, como ya sugerí en un artículo publicado en estas páginas a finales del año pasado, que Alemania parece más bien haber recuperado la posición de semihegemonía que ocupó entre 1871 y 1945, aunque, esta vez, en un sentido más geoeconómico que geopolítico.

    En esos años, que desembocaron en la barbarie nazi, la cuestión alemana, tema central de aquella Europa, siempre giró en torno a su incapacidad para ser líder. Tras su unificación en 1871 se hizo demasiado poderosa como para ser desafiada por las demás grandes potencias, pero no lo suficiente como para derrotar a una coalición de estas. El historiador alemán Ludwig Dehio describió la posición de Alemania en Europa como la de una "semihegemonía" más que la de una hegemonía. Esa situación estructural dio lugar, como una profecía autocumplida, a un temor alemán al envolvimiento: lo que Bismarck llamó la pesadilla de las coaliciones.

    Los hechos de las últimas semanas han vuelto a probar lo que la historia nos enseñó: que la solución no puede estar en una Europa dirigida desde Berlín. Los acontecimientos han mostrado también no solo la medida sino también los límites del poder alemán. El Gobierno de Merkel y la opinión pública alemana que le da su apoyo mayoritario esperaban que a estas alturas hubiera acabado la crisis, después de que la periferia de la eurozona emprendiera reformas estructurales y se volviera más competitiva. En Alemania, muchos creen que algo así ya estaba sucediendo, incluso en Grecia, hasta que, en enero, los votos designaron a Alexis Tsipras como primer ministro. Con su elección, consecuencia directa del fracaso de la política de la eurozona en Grecia, la crisis de la moneda única volvió a agudizarse, como era de prever. Sin embargo, en vez de ver la llegada de Tsipras como una señal de alarma y cambiar su estrategia, Alemania y la eurozona decidieron enrocarse.

    La decisión de la eurozona fue en definitiva que, como las exigencias de los últimos cinco años no habían servido de nada, eran necesarias otras aún más duras. En Alemania predominaba el sentimiento de que los acreedores habían perdido la confianza en los deudores. Durante estos cinco años, los políticos alemanes han citado con frecuencia a Lenin, sin saberlo: "La confianza está bien; pero el control es mejor". Desde que tomó posesión el gobierno griego, y en particular desde que el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, envenenó aún más las negociaciones al llamar "terroristas" a los acreedores, estos han exigido más control que nunca. En concreto, exigieron "medidas previas" antes de empezar a discutir un tercer rescate para Grecia.

    Quizá acabemos viendo los acontecimientos del fin de semana del 11 y 12 de julio como un punto de inflexión en la crisis, como lo fue aquel Consejo Europeo de junio de 2012 del que salieron las decisiones que salvaron el euro pero que en Alemania se consideraron una derrota. Vistos aquellos días en retrospectiva, es posible que el plan del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, de colocar 50.000 millones de euros de activos griegos en un fondo en Luxemburgo para luego privatizarlos y, sobre todo, su clara defensa de la idea de expulsar temporalmente a Grecia de la eurozona, hayan transformado la moneda única para siempre.

    Más dudoso resulta que el fin de semana dejara al descubierto una Europa más alemana, como afirman muchos comentaristas. Es cierto que fue llamativo que, en el plazo de 24 horas, las propuestas de Schäuble se convirtieran en la base del documento del Eurogrupo (ministros de Finanzas de la zona euro); pareció la prueba definitiva de que Alemania era la que mandaba. Y también lo es que en la reunión hubo más voces que nunca en apoyo de los alemanes, sobre todo provenientes de los tres países bálticos (ahora miembros de la moneda única), de Eslovaquia y de Eslovenia. La impresión es que Alemania simplemente se dio cuenta de que para imponer unas condiciones más estrictas de las necesarias debía dar la impresión de dominio.

    La pregunta que Europa se plantea desde hace años y que ahora se ha vuelto más urgente es: ¿qué quiere Alemania? No es una pregunta fácil. Es evidente que los alemanes tienen una actitud cada vez más dura y son cada vez más euroescépticos. Desde 2012, su enfado ha ido en aumento, en especial ante lo que consideran una mutualización furtiva e ilegal de la deuda, y sienten que su país ha perdido el control de los acontecimientos. Las concesiones que Merkel se vio obligada a hacer en el verano de 2012 sirvieron de justificación para el nacimiento de Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania), el partido euroescéptico cuyo nombre pretende refutar la declaración de la canciller de que "no hay alternativa" a su estrategia. Desde la elección de Tsipras, la indignación ha crecido, igual que las presiones sobre Merkel.

    En las últimas semanas ha habido mucha especulación sobre las intenciones de Merkel y Schäuble y lo que significan para la política alemana. La paradoja es que a Schäuble se le considera más proeuropeo que a Merkel, se piensa que es el único en Alemania que comparte la visión continental que tenía Helmut Kohl, y sin embargo es él quien ha adoptado la actitud más dura sobre Grecia hasta el punto de desear una salida, un Grexit. Dicen que cree que la moneda única solo puede triunfar si todo el mundo obedece las reglas, mientras que a Merkel le preocupan más los costes geopolíticos de una posible salida, sobre todo dada la postura revisionista del pasado de Rusia desde la anexión de Crimea en 2014. Otros aventuran que la diferencia entre Merkel y Schäuble no es más que táctica, el clásico método de poli bueno / poli malo para obtener concesiones de Grecia.

    Es posible que Schäuble crea que el Grexit ayudaría a impulsar el proyecto europeo igual que, en su opinión, ha ayudado la crisis en los cinco últimos años. No solo porque libraría a la eurozona de su miembro más conflictivo, sino porque obligaría a los demás países a profundizar en la integración para tranquilizar a los mercados sobre la sostenibilidad de la moneda única. Esta interpretación la confirma el antiguo secretario del Tesoro estadounidense Timothy Geithner, en cuyas memorias, Stress Test, relata una conversación del verano de 2012 en la que Schäuble dijo que la salida de Grecia sería tan "traumática" que asustaría al resto de Europa y le obligaría a ceder más soberanía a una unión bancaria y fiscal más fuerte. En otras palabras, es posible que Schäuble esté intentando provocar una crisis para imponer una mayor integración que, en caso contrario, contaría con pocos apoyos.

    Schäuble, más popular hoy en Alemania que Merkel, es tal vez un europeo proalemán, es decir, alguien que de verdad quiere más Europa pero de acuerdo con los intereses de Alemania (aunque, por supuesto, él lo niega y dice que no quiere una Europa alemana, sino solo una Europa fuerte). En la práctica, eso puede traducirse en un núcleo europeo que siga el modelo alemán, en el que los países se integren cada vez más y tal vez acaben incluso creando una especie de unión política, basada en unas reglas ya establecidas y que no se puedan cambiar, como en el caso del freno al endeudamiento introducido por los países de la eurozona en sus constituciones. En resumen, una Europa más integrada pero en la que todas las decisiones importantes, en particular sobre política económica, se tomen lejos del debate político y el control democrático.

    (Hans Kundnani es senior transatlantic fellow en el German Marshall Fund y autor de The Paradox of German Power (Oxford University Press))

    – Tres años después, "lo que haga falta" no basta (El Economista – 27/7/15)

    (Por Matthew Lynn)

    Fueron, sin duda, las palabras más eficaces en la historia de la banca central. Hizo tres años el pasado fin de semana: el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se comprometió a hacer "lo que hiciera falta" para salvar el euro. Pudo parecer una promesa lo bastante obvia en su momento y se recibió no sin cinismo, pero al final surtió efecto.

    Desde entonces, a pesar de la paliza que se ha llevado Grecia y el auge de los partidos populistas anti-euro en el resto de Europa, la crisis del euro ha estado contenida. Los rendimientos galopantes de los bonos que en su día amenazaron con quebrar Italia y España han caído progresivamente. Lo insólito es que ambos países ya pueden pedir dinero mucho más barato que los poderosos Estados Unidos. El temor de que la moneda única pueda desbaratarse de la noche a la mañana por las broncas en los mercados financieros se ha acallado.

    Aunque no basta

    Y, a pesar de todo, tres años después "lo que haga falta" no basta. En realidad, la crisis financiera se ha convertido progresivamente en una crisis económica y está pasando a ser una crisis política. A la vez, la crisis de liquidez ha mutado en crisis de solvencia. No hay indicios de que Draghi vaya a encontrar la respuesta a estas cuestiones y desde luego no las va a solucionar un único discurso.

    Es fácil olvidar lo cruda que era la situación en Europa cuando Draghi tomó las riendas. Cuando subió al escenario del congreso de inversiones en Londres el 26 de julio de 2012, la eurozona se había llevado un golpe de los mercados financieros. Grecia se acababa de hundir y tenía que ser rescatada por sus vecinos. No tardaron en seguirla Portugal e Irlanda. Los rendimientos de los bonos subían de forma alarmante en Italia y España, y en algunos puntos traspasaron el nivel del 6% en el cual las deudas son insostenibles. Los líderes europeos se reunían en cumbres de crisis casi semanales y urdían planes nuevos para salvar la moneda que raramente seguían en pie la mañana siguiente. Imperaba el caos y muchos pensaban que el euro no cumpliría un año más.

    "El BCE está dispuesto a hacer lo que haga falta para salvar al euro", dijo Draghi aquel día. "Y, créanme, bastará". Hasta ahora, ha tenido razón. En aquel momento, el fondo del problema era que los mercados no creían que el BCE fuera un banco central real -es decir, que en última instancia imprimiese bastante dinero como para evitar que un gobierno se hundiera, siempre que aceptase los términos del rescate impuestos por sus socios-. Lo que Draghi estaba dejando claro es que bajo su mandato, sí lo sería. El fondo de cobertura que vendiera en corto bonos italianos o españoles sabía que se enfrentaba al fuego abierto del banco central de lo que sigue siendo el mayor bloque económico del mundo. No sorprende que le apoyaran. De repente, operar se había vuelto demasiado peligroso.

    Los efectos fueron drásticos. En lo más álgido de la crisis, el rendimiento de los bonos españoles a diez años alcanzó el 7,5%. Ahora se encuentran al 1,92. Los bonos italianos traspasaron el 7%; ahora no llegan al 2%. En dos de los países en bancarrota, las caídas fueron todavía mayores. Ahora, Portugal e Irlanda van camino de la recuperación. Los días en que toda subasta de bonos estatales era un morderse las uñas ya son historia. En ese sentido, el discurso intervencionista de Draghi fue un éxito aplastante y se merece el reconocimiento por ello. Tal vez nunca sepamos si hubiera sido capaz de cumplir su promesa, porque no le hizo falta. La amenaza por sí sola bastó para llamar al orden a los mercados de capital.

    Pero no se solventaron todos los problemas subyacentes. Lo que hace dos años era fundamentalmente una crisis financiera se ha convertido en económica. Un vistazo rápido a los números nos recuerda crudamente los apuros en que está metido el continente. Olvídese de Grecia, que ha descendido hasta su infierno económico particular. Finlandia, un país próspero del norte de Europa que se ha adherido a todas las normas, está ahora en recesión, con una contracción más del 0,5% del PIB prevista este año. Su economía ya es un 5% más pequeña que en 2008. Portugal acumula deudas insostenibles, con un índice deuda/PIB del 130%, en su mayoría en manos extranjeras -una situación tan estable como un bebé montado en bici-. Italia sigue siendo un país olvidado para el crecimiento, con su PIB atrapado por debajo del nivel que tenía cuando se unió a la moneda única allá por 1999, mientras el paro crece sin cesar y cobra fuerza el éxodo de jóvenes italianos a países donde tienen posibilidad de conseguir trabajo. España se sostiene como el único ejemplo de país que ha vuelto a la senda de la competitividad a golpe de reformas y está en una racha de crecimiento. Aun así, el paro sigue siendo devastador y afecta a más del 23% de la población laboral, mientras el índice de parados jóvenes supera el 50%. No es exactamente un éxito.

    Y es, sin duda, insostenible. En Grecia, el electorado ya está en rebelión contra una austeridad sofocante, aunque por ahora parece resignado a otra recesión profunda más. España se enfrenta a unas elecciones volátiles el año que viene y se espera que Podemos coseche grandes victorias. En Francia, el Frente Nacional, explícitamente anti-euro, arrasa en las encuestas. En Italia, el Movimiento 5 Estrellas es una fuerza potente. Tarde o temprano, un partido decidido a abandonar el euro se hará con el poder.

    Tres años después del discurso, es cierto que los mercados financieros no van a desmantelar la moneda única. Se ha levantado un cortafuego básico para evitarlo, pero la crisis económica empeora. Draghi es un banquero central avezado y fructífero, y la eurozona es afortunada por tenerle, pero no será capaz de salvar el euro solo, por mucho que lo intente.

    – Europa: hacia una quita de deuda desordenada (Vozpópuli – 29/7/15)

    (Por Juan Laborda)

    Europa y el proyecto europeo se encuentran en un punto muerto. Por un lado, los profundos errores de política económica, donde la mayoría de los economistas aún no han entendido como interaccionan las dinámicas de deuda y el ciclo económico. La inmensa mayoría de ellos no tienen ni idea qué es una recesión de balances. Por otro, la utilización del Banco Central Europeo para extender el poder del bloque acreedor y mantener la hegemonía de la superclase bancaria a cambio de más sacrificios a los deudores. Incompetencia estructural y lucha de clases.

    Existe suficiente evidencia para afirmar que las recomendaciones y recetas de la ortodoxia económica han fracasado. La austeridad fiscal y la flexibilización de precios y salarios, aderezado todo ello con una expansión monetaria, inefectiva cuando el origen de la crisis está en un proceso de sobreendeudamiento masivo, están afectando negativamente al crecimiento económico de Europa. Las consecuencias más graves ya las conocemos.

    Los índices de miseria en aquellos países intervenidos han aumentado hasta niveles insospechados; y, para colmo, el volumen de deuda pública sobre PIB alcanza niveles jamás vistos, hasta el punto de que en diversos países, entre ellos el nuestro, la deuda pública y privada se encuentra en una senda dinámica explosiva e insostenible. Grecia, por ejemplo, no es posible que crezca sin una congelación de pagos de la deuda, simplemente será una nación zombi dedicada exclusivamente a pagar las deudas y, probablemente, necesitará otro rescate.

    Instinto de clase

    Por qué después de tanta evidencia continúan recomendando las mismas recetas. Sólo caben dos respuestas, la incompetencia estructural, o el instinto de clase. En realidad hay una mezcla de las dos hipótesis, pero el empecinamiento de la implementación de políticas fracasadas hace que la balanza se decante finalmente por la segunda. Detrás de las políticas económicas de la Troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea, y Banco Central Europeo) se encuentra la defensa de ciertos intereses de clase.

    Por un lado, se defienden a unos acreedores -especialmente al sistema bancario alemán que canaliza el ahorro de los teutones- que en ningún momento han asumido su mala gestión del riesgo y que no están dispuestos a perder ni un solo euro de su bolsillo por sus errores en la asignación de activos. Por otro lado, se protege a un sistema bancario cuyos balances inflados presentan en líneas generales notorios déficits de capital. Son ellos, acreedores del norte y sistema bancario europeo, quienes han impuesto erróneamente las políticas de austeridad a los habitantes del sur de Europa. Cuidado, digo a los habitantes porque por otro lado se ha rescatado a los diferentes bancos nacionales con dinero público. Este proceso de socialización de pérdidas privadas ha disparado, por ejemplo, nuestra deuda pública hasta niveles récord a la vez que empeoraban nuestras condiciones de vida.

    Hipótesis falsas y paradojas económicas

    Desde este blog hemos denunciado la falsedad de muchas hipótesis y teorías que alimentan a la pléyade de economistas ortodoxos que guían la política económica europea. Hemos combatido y combatiremos la hipótesis de mercados eficientes y de las expectativas racionales; hemos criticado y criticaremos la falacia de la maximización del valor de la acción; hemos puesto en tela de juicio la teoría monetaria neoclásica, la Ley de Say, la Curva de Laffer, las funciones de producción neoclásicas,… Pero a su vez ofrecemos hipótesis y teorías alternativas que preveían lo que ha pasado, que explican las paradojas que se encuentran por el camino la ortodoxia -paradoja de costes, paradoja del ahorro, paradoja de la tranquilidad,… -. Nos referimos a la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky, el principio rector dominante de la demanda efectiva frente a cualquier restricción de oferta, la endogeneidad del dinero -Teoría Monetaria Endógena de Steve Keen-, los modelos de Stock-Flujo de Wynne Godley y Marc Lavoie, la curva de demanda de trabajo Postkeynesiana, la racionalidad procedimental,…

    Europa, frente a las políticas implementadas, tenía alternativas de política económica. Cuando se entra en una recesión de balances es necesaria una reestructuración ordenada de la deuda y de quien la concedió, el sistema bancario. ¿Por qué Europa no redujo el tamaño de su sistema bancario acorde con la economía real, a costa de gerencia y acreedores? Se trataba de una condición necesaria para la reactivación, pero no suficiente. En recesión de balances, además, es necesaria una política fiscal expansiva centrada en gasto social y en un vasto programa de nuevas infraestructuras e impulso tecnológico que arrastre a la inversión privada, que ni está ni se le espera. Esto último no supondría ningún aumento de la deuda pública. Se podría financiar vía bancos centrales, lo que además ahuyentaría el riesgo de deflación. Pero da igual, ¡la deuda pública para rescatar a la superclase y pagar a acreedores!

    Tristemente después de siete años no solo no ha pasado nada de eso. Se continúa subsidiando, vía política fiscal y monetaria, a un sistema bancario completamente zombi, con balances inflados. Y se empobrece masivamente a los países deudores, mientras que la deuda de los mismos no deja de crecer. Pero al final del túnel serán los acreedores del norte quienes también sufrirán las consecuencias de tanto destrozo mediante una quita desordenada.

    La inevitable esquizofrenia alemana

    (Roger Senserrich es un politólogo residente en New Haven, Connecticut)

    Los líderes europeos acabaron por ir a la guerra para contener a Alemania en 1914, impusieron una paz draconiana para desarmarla en 1919, y acabaron con el continente en ruinas apenas dos décadas más tarde. La partición fue de nuevo otro intento de desactivar el problema germano, pero a principios de los años cincuenta la República Federal Alemana no tardo en eclipsar de nuevo a las economías de sus vecinos.

    La respuesta de los líderes europeos y de la propia Alemania, sin embargo, esta vez fue distinta. Lejos de formar alianzas que actuaran como contrapeso o crear fórmulas para limitar su crecimiento, Europa y Estados Unidos buscaron estrategias para poner al coloso alemán al servicio de una causa común. Adenauer y la República Federal aceptaron renunciar a tener una política exterior autónoma, dejando de lado una parte considerable de su soberanía, a cambio de convertirse en el motor económico del continente. De este modo Francia podía seguir jugando a ser un país importante gracias a su asociación con sus vecinos del este, y los alemanes podían dedicarse a reconstruir el país sin el riesgo de ser considerados un peligro público para la humanidad.

    Tras setenta años de fracasos, el acuerdo funcionó. El sistema institucional de las instituciones europeas, los tratados militares con Estados Unidos y todo el andamiaje del continente se construyó bajo estos supuestos. Alemania aceptó su papel de centro económico del continente, con voz pero sin voto, a cambio de dejar de ser considerado un apestado. La Europa de postguerra es, en gran medida, la historia de una estructura institucional diseñada para evitar que Alemania fuera la potencia hegemónica del continente, y fue un éxito admirable.

    Lo que nos lleva a la Unión Europea del 2015, y los problemas de la eurozona. Con contadas excepciones, las instituciones del continente siguen diseñadas bajo estos mismos principios. El euro, sin ir más lejos, fue una de las condiciones de Mitterrand para permitir la reunificación alemana; Francia quiso retirar el control de la moneda a sus vecinos para evitar que el marco fuera aún más dominante. El BCE está diseñado a imagen y semejanza del Bundesbank, pero no se limita a velar sólo por los intereses de Berlín. La ampliación de la UE hacia el este fue lenta y deliberada, con los germanos de nuevo pagando la mayor parte de la factura. Las votaciones dentro del Consejo Europeo siguen primando los estados, limitando el enorme peso demográfico de Alemania y sus aliados naturales, ahora dentro de la Unión.

    La crisis del euro, sin embargo, ha hecho evidente los problemas de este modelo. Las instituciones europeas están diseñadas para evitar que Alemania actúe como una potencia hegemónica e imponga al continente sus soluciones. En un momento en que cualquier solución a los problemas del euro pasa necesariamente por Alemania, estamos ante un escenario en que todo el mundo pide que den un paso adelante para arreglar las cosas, pero bajo unas instituciones que no están diseñadas para responder a su liderazgo.

    Los problemas institucionales del euro nacen en parte por su diseño como un instrumento para limitar a Alemania. La moneda única se crea para evitar que Berlín utilice el privilegio de ser la moneda de reserva del continente y su envidiable posición comercial para dictar la política monetaria a sus vecinos. Con el euro, Alemania conservó su posición comercial pero perdió su vieja capacidad de forzar devaluaciones en la periferia europea cuando las cosas se salían de madre. Grecia, España, Portugal e Italia ahora sufren/disfrutan los desequilibrios en la balanza de pagos (sea en forma de burbuja o el crash posterior) como antes, pero Alemania ya no puede pedirles educadamente que se empobrezcan depreciando su moneda si se portan mal. La hegemonía económica sigue ahí, pero la UE ha creado un mecanismo para evitar que puedan ejercerla.

    Dado que la estructura de la moneda única se basa en desconfiar de las imposiciones alemanas, esto hace que Alemania desconfíe de las decisiones del resto del continente: aunque ellos son los que acaban pagando la factura, las instituciones están construidas para que no puedan hacer efectiva su posición dominante. El resultado es una negociación absurda donde Merkel nunca va a atreverse a dar concesiones significativas ya que nunca tiene instrumentos válidos para hacer cumplir sus condiciones.

    Paradójicamente, es posible que la única forma de arreglar los problemas de la eurozona sea dar más poder de decisión a Alemania, no menos. Si la solución de los problemas del continente pasa porque Alemania pague más ya que es la potencia económica del continente, es necesario también que se le permita ejercer un liderazgo político. En la eurozona llevamos años pidiendo al país más poderoso que ponga dinero sobre la mesa y que renuncie a su capacidad de controlarlo. Si queremos reformar las instituciones europeas de forma efectiva, es hora de dejar de lado la vieja política de intentar contener a Alemania, y darle los instrumentos para poder solucionar los problemas, no sólo para crearlos.

    A medio plazo, esto requerirá una renuncia real de la soberanía de los estados de la eurozona hacia el centro. El euro "desarmó" a Alemania; es hora de crear unas instituciones democráticas europeas (que estarán dominadas por los países del norte, no nos engañemos – el centro demográfico de la Unión está ahí) que permitan hacer una política de transferencias a cambio de reformas efectivas.

    Sí sólo Merkel y los alemanes pueden solucionar los problemas del euro, es hora de darles las herramientas para que puedan hacerlo. Eso significa más democracia en la UE, y más concretamente, una democracia en la que la mayoría del norte nos impone reformas a los países del sur. Esa será la única manera de que Alemania acceda a financiar a la periferia sin imponer austeridad, y una de las pocas vías de escape realistas para salir de la crisis.

    "Quizás, quien mejor ha explicado lo sucedido en la Cumbre Europea de hace un par de fines de semana ha sido el siempre provocador Wolfang Münchau en sus dos últimas columnas de los lunes de "Financial Times". En su opinión, el fruto de esa cita ha sido, precisamente, la concreción de lo que durante los peores años de la crisis del euro se quiso evitar, al menos formalmente: la aparición de dos Europas. Con un "pero" adicional. Entonces la cuestión se abordaba desde un punto de vista monetario y fiscal, mientras que ahora es la propia esencia del proyecto común la que se cuestiona, al establecer exenciones permanentes para uno de sus ¿miembros?"… Brexit o no, la Unión Europea ha quedado herida de muerte (El Confidencial – 1/3/16)

    La posibilidad de que los demás avancen por su lado, señala el analista, es una quimera. La verdad verdadera es que, al calor de lo acordado "para evitar males mayores", no solo una potencial convergencia monetaria de Reino Unido se abandona definitivamente sino que incluso la libre circulación de personas se ve potencialmente alterada con las concesiones realizadas, ventajas a las que sin duda apelarán otros estados miembros, ahora con la excusa de los refugiados. Siendo este como es uno de los pilares en los que se sustenta el proyecto único, es fácil percibir el impacto del daño.

    Se ha abierto la caja de los truenos sin ni siquiera la certeza de que sirva para algo. De nuevo el corto plazo primando sobre las consecuencias a largo de determinadas decisiones… Cambiar las reglas de un club en beneficio de uno de sus integrantes, el que precisamente incumple sistemáticamente las normas de etiqueta, suele provocar más división que concierto entre los que lo forman. Lo que ocurre en la vida real tiende a tener su reflejo en la misma política. Vaya que si lo tiene.

    edu.red

    Fuente: The Economist.

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    Fuente: The Economist.

    ¿Ha perdido Europa una oportunidad? Probablemente sí.

    Solo en los momentos en los que los pilares del edificio comunitario han estado realmente en peligro, han sido los dirigentes europeos capaces de dar pasos encaminados a difuminar aún más las fronteras propias y ceder soberanía a organismos supranacionales. No hay que olvidar el origen de la Unión Bancaria y de la supervisión única por parte del Banco Central Europeo o de los mecanismos de rescate aprobados cuando la cuestión helena. Brexit y los refugiados deberían haber sido/ser una buena ocasión para profundizar aún más en ese camino.  Podar para crecer suele ser algo necesario las más de las veces. Pero nuestros mandatarios ya ni se sienten entre la espada y la pared.

    edu.red

    Fuente: The Economist

    Volviendo a la imagen del club a la que acabamos de hacer referencia, "The Economist" recuerda como los "estadistas" europeos prefieren debatir sobre el alcance de su poder antes que ejercerlo. Una frase lapidaria que encierra una gran verdad. La hoja de ruta de la UE se pierde desde 1957 en el eufemismo de "una mayor unión" sin que tal desiderátum tenga hitos concretos y plazos acotados. Es en esa ambigüedad en la que los problemas particulares encuentran no sólo acomodo sino respuestas ad hoc. En la medida en que el número de participantes se amplia, hasta 28, y la oposición interna al papel de Bruselas en muchos estados crece, la posibilidad de que esa dispersión crezca se multiplica exponencialmente.

    La Unión Europea puede estar certificando, sin apenas enterarse, su sentencia de muerte, algo a lo que contribuye la ausencia de liderazgo en su seno. Ahora es más necesario que nunca un calendario de unión fiscal, judicial y política, por este orden, que establezca una senda de inexorable cumplimiento para los países que conforman la UE. Contemporizar y procrastinar sólo fomentará el desapego y horadará los frágiles cimientos en los que se asienta. Pero, ¿quién es el guapo que enarbola esa bandera?

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    "La UE sigue como primera potencia económica y comercial a pesar de la crisis que estalló en 2008, pero debe acometer reformas que la fortalezcan frente a los desafíos del futuro"… Los siete retos a los que se enfrenta Europa (El Español9/5/16)

    ("Los siete retos a los que se enfrenta Europa" es un contenido elaborado con la colaboración de BBVA)

    "Europa se encuentra inmersa en una trampa. Y por definición, cuando uno está en una trampa no puede moverse hacia adelante ni hacia atrás. Simplemente, no puedes escapar".

    Quien suscribe estas palabras es el politólogo Christopher Bickerton, de la Universidad de Cambridge, para quien el principal problema es que "a pesar de que a la UE se la suele tildar de coercitiva en su relación con los Estados miembros, en realidad no posee ninguna capacidad de coacción propia".

    "Este inmovilismo puede ser contraproducente, sobre todo si recapacitamos y tenemos en cuenta que la UE sigue siendo la primera potencia económica y comercial del mundo, a pesar de la crisis económica".

    Son palabras de Javier Solana, quien fuera comisario de Política Exterior y Seguridad Común (PESC), que sabe muy bien que esta situación podría cambiar rápidamente si la UE no hace frente a los retos que tiene por delante y adopta las reformas oportunas.

    En la misma línea se pronuncia Francisco González, presidente del BBVA, consciente de que la evolución de la economía global, especialmente la de los países desarrollados, y dentro de ellos, la europea, ha planteado interrogantes cada vez más complejos.

    González sabe que la crisis económica que estalló en 2008 ha supuesto la instauración en la zona euro de lo que él denomina "un estado de incertidumbre" que es necesario atajar.

    Son numerosos los autores, académicos y especialistas que coinciden con la visión ofrecida por Solana y González. Algunos de ellos exponen sus tesis en el libro La búsqueda de Europa (kindle, epub y pdf), donde señalan cuáles son los desafíos a los que se enfrenta el Viejo Continente:

    1.- SUPERAR LA CRISIS DEL EURO

    El reputado economista Peter A. Hall indica que la crisis que atravesó la moneda única evidenció las divisiones de la UE, "pero los problemas van mucho más allá". En su opinión, muchas de las dificultades a las que se enfrentan los Veintiocho provienen "de las asimetrías institucionales de las economías políticas de sus Estados miembros".

    Entre las diferencias más importantes en la organización de la economía política se encuentran aquellas que separan las "economías de mercado coordinadas" del norte de Europa, grupo en el que se incluyen Alemania, Bélgica, Austria, Finlandia y los Países Bajos, de las economías mediterráneas de la Europa meridional, donde están encuadradas España, Portugal, Grecia e Italia.

    Tras la crisis, ha surgido de los medios de comunicación una oleada de estereotipos populares arraigados en la imagen de "griegos vagos" y de "alemanes opresores". Como consecuencia, está más claro que nunca que, en la actualidad, la solidaridad social en Europa termina en las fronteras nacionales, y los líderes políticos tienen parte de responsabilidad en ello.

    Según Hall, una condición esencial para el éxito económico es una unión bancaria firme capaz de identificar e ir eliminando las entidades insolventes con el fin de mantener los flujos financieros transnacionales

    Esta misma tesis es la que defiende Francisco González cuando dice que "entre los errores más importantes está el haber abordado una unión monetaria sin una unión bancaria".

    2.- SOBERANÍA NACIONAL VS INTEGRACIÓN

    Aunque profundizar en la integración ha beneficiado a los países en innumerables sentidos, también ha tenido algunos efectos secundarios imprevistos en las democracias nacionales.

    A medida que la Unión ha absorbido una política tras otra, la integración europea se ha inmiscuido cada vez más en ámbitos radicados en el propio corazón de la soberanía e identidad nacionales: el dinero, la política monetaria, la organización económica, el mercado laboral, las fronteras y la inmigración, los servicios públicos y hasta la seguridad social; todo entra de forma gradual bajo la égida de las políticas o normas europeas.

    La profesora Vivien Ann Schmidt, directora del centro para el Estudio de Europa en la Universidad de Boston, explica que en general, la integración europea ha supuesto un impulso de gran envergadura para las democracias de los Estados miembros y les ha permitido enfrentarse a la globalización económica en un mundo cada vez más interdependiente y competitivo, al elevar sus economías nacionales a la esfera supranacional a través de un mercado único y una divisa común.

    Pero los mismos procesos de integración que han servido para mejorar la calidad sustantiva de estas democracias han empobrecido al tiempo la calidad de sus procedimientos y dinámicas políticas.

    El dinero, la política monetaria, la organización económica, el mercado laboral, las fronteras y la inmigración, los servicios públicos y hasta la seguridad social; todo entra de forma gradual bajo la égida de las políticas o normas europeas.

    "Durante la crisis, la UE ha profundizado en la regulación de varias áreas sin mucho éxito, salvo en lo que tiene que ver con la eurozona; ámbito en el que probablemente los Veintiocho han logrado su mayor triunfo. Sin embargo, se trata de un logro relativo: quizás esa regulación haya implicado mayor integración, pero se podría discutir hasta dónde han llegado sus logros en otros aspectos", expone Schmidt.

    Y a continuación ilustra su explicación con un ejemplo: "Hemos observado mucha mayor implicación (en términos de integración) en los problemas que afectaban a los países de la eurozona directamente y esa misma integración e implicación se ha echado en falta respecto a la crisis de refugiados".

    A medida que se avanza en una mayor integración nos enfrentamos a un problema, lo que la titular de la cátedra Jean Monnet denomina: "gobernar a través de la legislación y legislar en función de los números". Es problemático en el sentido de que, según su visión, los países europeos no van a prosperar bajo esos parámetros.

    Para Schmidt, la UE necesita renovarse en términos de políticas y procesos, seguramente descentralizando más la responsabilidad sobre las estrategias en el plano nacional para lograr una mejor representatividad de los ciudadanos, mientras que al mismo tiempo debe seguir garantizando la coordinación en la esfera europea

    La UE es la suma de sus instituciones: la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el Consejo de Ministros y el Consejo Europeo. En esta estructura institucional apenas existe algo que pueda sugerir la aparición de un único Estado europeo. La autoridad sigue en manos de los gobiernos y administraciones nacionales, aunque es concertada por las instituciones de la UE.

    En este sentido, los líderes europeos no pueden contentar a los ciudadanos de sus países porque sus políticas nacionales quedan supeditadas a cumplir con las directrices de la UE. En opinión del profesor Christopher Bickerton, quien defiende la tesis de la trampa expuesta al principio de este artículo, "la única solución para poder escapar de la trampa y lograr una mayor integración sería llevar a cabo las negociaciones en secreto, como se ha hecho anteriormente en el pasado".

    Vivien Ann Schmidt tiene una opinión diferente y cree que la UE ha demostrado que puede salir de esa trampa y moverse hacia Adelante o hacia atrás según cada caso concreto, así ha ocurrido por ejemplo con Grecia, Portugal, Italia o España. Sin embargo, esto viene a demostrar "que lo que no está claro es qué política terminará aplicando la UE. Se van cambiando las normas sin admitirlo".

    Esto pone de manifiesto los problemas entre el norte y el sur de Europa. Y según Schmidt, "sobre la superficie parece que hay una trampa, pero debajo de la superficie se observa un importante cambio: se reinterpretan las normas a hurtadillas".

    Según Bickerton, lo que hay que cambiar actualmente para lograr una mayor integración es el enfrentamiento entre populismo y tecnocracia, una gran amenaza para la defensa del modelo europeo. Y recuerda que aunque la UE nos parezca ubicua, en realidad es institucionalmente débil.

    El ejemplo más claro de las debilidades de la UE lo representa actualmente la posibilidad del Brexit (la salida del Reino Unido de la UE), algo que apoya el profesor Bickerton. En su opinión, el resultado del referéndum va a estar muy ajustado entre quienes defienden el "sí" y quienes apuestan por el "no".

    Él lo defiende principalmente porque considera que a medida que avanza el tiempo, en especial en las dos últimas décadas, "muchos de los problemas a los que se han tenido que enfrentar las democracias europeas no se han entendido como un problema en la democracia británica. Más bien se han considerado como un problema de Reino Unido frente a la UE y eso se traduce en problemas de las instituciones de Bruselas. Por eso pienso que si el Reino Unido abandona la UE, podrá hacer frente a sus propias dificultades, a través de su democracia y sin depender de nadie".

    La profesora Schmidt, en cambio, no es partidaria del Brexit. Y cree que Reino Unido debe resolver sus propios problemas a nivel nacional y al mismo tiempo tratar de ayudar a la UE a mejorar la democracia de sus instituciones, si esto es lo que no les gusta.

    En ese talón de Aquiles de la desconfianza entre países y el escaso apoyo a las instituciones europeas es en el que hay que trabajar para lograr una mayor integración de los Estados miembros y evitar escepticismos.

    3.- LA TRANSFORMACIÓN DEL BCE

    El Banco Central Europeo (BCE) es una institución que está evolucionando. Desde que estallara la crisis económica global ha pasado de ser parte de un problema a ser parte de la solución a ese problema. Sin embargo, el BCE es una institución en proceso de aprendizaje.

    Para Barry Eichengreen, las grandes dificultades que tuvieron los países europeos a partir de 2010 pusieron de manifiesto el disparate de una unión monetaria sin una unión bancaria.

    Tesis que también suscriben Francisco González y Peter A. Hall.

    Desde 2010, "el BCE ha recorrido una distancia considerable en respuesta a la crisis y ahora está evolucionando para llegar a ser un banco central normal", según Eichengreen. Y añade que "se ha mostrado capaz de aplicar políticas no convencionales en circunstancias inusuales y ha asumido las responsabilidades adicionales de la supervisión bancaria y financiera".

    El tiempo dirá si esta renovación y estas mejoras son fruto del liderazgo y el carisma impuestos por su actual presidente, Mario Draghi; o si por el contrario la explicación radica en que se han producido cambios profundos en la cultura del BCE. Si estamos ante esta segunda premisa hay más razones para el optimismo.

    4.- PROGRESAR EN POLÍTICAS SOCIALES

    Otra de las dificultades contra las que tendrá que luchar el proyecto europeo es el escaso interés mostrado hasta ahora por la política social. En ocasiones se ha puesto el énfasis en crear mercados y se ha dejado de lado este último aspecto.

    El profesor Colin Crouch, de la Universidad de Warwick, estima que recientemente la UE ha adoptado una actitud más agresiva hacia la creación de mercados y ha atacado áreas de política social que antes no contemplaba.

    "Si el sistema de protección laboral de las medidas clásicas del pasado industrial ya no funciona eficientemente, y si la combinación angloamericana de flexibilidad del mercado laboral y deuda de los consumidores ha resultado ser un desastre, ¿a qué otros modelos podemos recurrir?", se pregunta Crouch.

    Su conclusión es que en este momento es necesario fortalecer las políticas del mercado laboral a nivel europeo, pero con un conjunto más amplio, más imaginativo y políticamente más diverso de instrumentos políticos que lo que permiten las actuales políticas sesgadas de la UE. Para ello es necesario ir más allá de una perspectiva neoliberal y tener en cuenta una gama más amplia de valores

    De otro modo, si la política social y laboral de la UE continúa siendo como ahora, un mayor grado de europeización será un desastre absoluto.

    5.- LA CONFIANZA Y LA COOPERACIÓN ENTRE PAÍSES

    Para Alberto Alesina, si la UE quiere sobrevivir, es necesario que los Estados miembros aumenten la confianza entre ellos. Asegura que "la confianza mutua es un elemento clave para que un sistema de gobierno funcione sin problemas. Numerosos datos demuestran que la confianza mutua promueve la inversión y el crecimiento, facilita el comercio internacional, mejora el funcionamiento de los mercados financieros, permite a los ciudadanos participar más en actividades sociales productivas y hace que se involucren más en la política".

    El problema que tiene Europa es que según los datos, la confianza entre los habitantes de los diferentes países que forman la Unión es menor que entre los habitantes de un mismo país. Esa desconfianza provoca un exceso de regulación que provoca la ineficiencia de la UE.

    La crisis en Grecia y, de forma más general, la divergencia entre el comportamiento económico de los países del norte y del sur de Europa, ha puesto en cierta forma a los europeos en un "dilema", como señalan los autores Guiso, Sapienza y Zingales: por una parte los europeos son reacios a avanzar hacia una mayor integración (ya que no confían los unos en los otros y están en desacuerdo en aspectos importantes como la política fiscal), pero por otra parte no están dispuestos a renunciar al nivel actual de integración en Europa.

    Según concluye Alesina, los ciudadanos de un área monetaria común necesitan un nivel mínimo de confianza para que su unión funcione.

    Y contempla dos posibilidades: la pesimista, en la que realmente los europeos tienen razón al no confiar los unos en los otros; y la optimista, en la que los europeos irían incrementando su nivel de confianza en las instituciones.

    6.- MEJORAR LA PRODUCTIVIDAD

    La ralentización de la productividad en Europa parece haberse producido en un periodo de rápido auge de la economía digital. El lento crecimiento de la productividad podría ser síntoma de un debilitamiento de la innovación y el cambio tecnológico. Es posible que las empresas sean reacias a invertir en esas áreas por el temor de verse inmersas a largo plazo en una espiral negativa de demanda e inversión bajas, en la que los bajos tipos de interés nominales no son eficaces para potenciar la inversión.

    Al examinar la evolución de la productividad en Europa desde una perspectiva sectorial, se observa una diferencia sorprendente. Antes de la crisis, Europa tenía en su sector manufacturero (excluida la producción de Tecnologías de la Información y la ComunicaciónTIC-) un auténtico bastión de la productividad, mientras que los productos y servicios TIC y, de forma más general, el sector de los servicios de mercado, exhibían una productividad considerablemente más modesta. Sin embargo, desde el estallido de la crisis, Europa también ha perdido su ventaja de productividad en el sector de las manufacturas no relacionadas con las TIC.

    La baja productividad de los servicios de mercado (excluidas las TIC) se ha documentado extensamente, pero se agravó de forma significativa a partir del inicio de la crisis, cuando cayó hasta una tasa negativa del -0,1% entre 2008 y 2013.

    A la vista de los datos, el economista Bart Van Ark cree muy pertinente centrar la atención en la inversión como herramienta clave para reactivar el crecimiento europeo de cara al futuro.

    7.- LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA UE

    El exministro de Exteriores Javier Solana incide en que al considerar la política exterior europea, tanto desde la perspectiva institucional como operativa, debemos tener en cuenta las características del momento y cómo se presenta el futuro. Muchos de los riesgos a la seguridad de hoy son globales, como los ciberriesgos o el terrorismo transnacional; y no se pueden afrontar, de manera completa y eficaz, desde la soberanía nacional.

    Solana indica que actualmente las cuestiones internacionales dominan en gran medida el escenario político europeo. Gran parte de las regiones más inestables y conflictivas del mundo se encuentran en las fronteras de Europa: Norte de África, Oriente Próximo, Turquía, Siria… y esta proximidad acrecienta nuestra responsabilidad en el diseño e implementación de soluciones.

    Desafíos a la seguridad como la proliferación de armas nucleares, el crimen organizado, el tráfico de armas y de personas, la desigualdad o las pandemias, nos afectan a todos. Los ciberriesgos constituyen una de las amenazas globales más evidentes en la actualidad. Lo mismo ocurre con la cuestión del cambio climático.

    La UE tiene que responder de manera adecuada a la magnitud de los desafíos a los que se enfrenta y a lo que se espera de ella en el mundo. Siendo conscientes de ello, se está elaborando una nueva estrategia de política exterior con un enfoque global bajo el mandato de la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, que proporciona las perspectivas y el enfoque necesarios para aumentar la acción y la efectividad de la UE en el exterior. Su eventual aprobación en junio de 2016 supondrá un avance significativo para la UE y se espera que cubra las necesidades más urgentes en este ámbito.

    Según Solana, "una unión política, como es la UE, no puede permitir que cada país miembro tenga que hacer frente en solitario a los desafíos de sus propias fronteras". Para poder construir una verdadera política exterior común a todos los Estados miembros es imprescindible considerar, de manera conjunta, cuáles son los riesgos a los que nos enfrentamos y elaborar -entre todos- una visión acerca de las posibles soluciones y el papel que la UE puede desempeñar en ellas.

    Si trabajamos todos juntos en la misma dirección, si aumenta el grado de confianza y de cooperación, si apostamos por la integración real de los Estados y conseguimos que la unión monetaria vaya acompañada de una verdadera unión bancaria, el futuro que se le presenta a Europa y a los europeos es prometedor.

    Del libro: La búsqueda de Europa Las bases económicas del proyecto europeo Open Mind BBVA

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    Las bases económicas del proyecto europeo

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    – Un DAFO del Euro después de 15 años de existencia (desde la heterodoxia)

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    Fact, non verba: ventajas y desventajas (fuerzas y debilidades)

    Ventajas (fuerzas)

    – Símbolo intangible de unidad europea.

    – Instrumento de estabilidad internacional.

    – Elemento de protección de las instituciones europeas.

    – Instrumento de transformación económica.

    – Ancla de intereses geopolíticos.

    – Desaparición del riesgo del tipo de cambio.

    – Contención de la inflación.

    – Abaratamiento del crédito.

    – Elimina las fricciones con un sistema de tipos flexibles entre los países miembro.

    – No hace necesario tener que realizar constantes transacciones de monedas.

    – Se ha convertido en parte cotidiana de la vida de 338 millones de europeos en 19 países.

    – Es la segunda moneda más transada y se emplea en el 33% de las operaciones diarias.

    – El 40% de la deuda corporativa y pública del mundo está denominada en Euros (porcentaje similar al dólar).

    – Un 56% de los habitantes de la eurozona lo consideran "una buena cosa".

    – El apoyo aumenta al 68% de los más jóvenes (15/24 años).

    Desventajas (debilidades)

    – Menor flexibilidad ante los embates económicos.

    – Estimula sendas de crecimiento desequilibradas.

    – Las áreas monetarias son sumamente inestables a menos que se correspondan con las fronteras nacionales,

    – Sin el efecto amortiguador de los movimientos cambiarios, las uniones monetarias necesitan apelar a las transferencias fiscales como un modo de compartir los riesgos.

    – Europa no tiene una autoridad impositiva central.

    – Falta de unidad fiscal.

    – Falta de posibilidad de trasvases de presupuestos.

    – No hay un banco central prestamista de última instancia.

    – Unión bancaria incompleta.

    – Falta de un fondo común de garantía de los depósitos.

    – Falta un mecanismo de rescate y quiebra bancario.

    – Falta un mecanismo de quiebra para estados y municipios.

    – Falta de creación de un tesoro común.

    – Falta de un ministro de finanzas común.

    – Falta de un seguro común de desempleo.

    – No hay deuda mutualizada (garantizada por todos los estados).

    – Falta de eurobonos y un fondo de solidaridad.

    – Falta de coordinación fiscal (armonización).

    – Falta de legitimidad política (elecciones populares).

    – Falta de "unión" política.

    – Falta de voluntad de cesión de soberanía.

    Pecados "originales", "veniales" y "mortales" de la moneda única

    Los criterios de Robert Mundell (Una teoría de las áreas monetarias óptimas – 1961): unión fiscal, riesgos compartidos, políticas únicas y movilidad interna de personas y capitales. Mundell sostuvo que mientras los trabajadores puedan moverse dentro de la región monetaria para ir allí donde haya trabajo, la región puede prescindir del ajuste cambiario como mecanismo de equilibrio.

    Precaria estructura: la eurozona no es un área monetaria óptima

    La crisis revivió la vieja pregunta sobre si la unión monetaria puede funcionar sin una unión fiscal o al menos reglas fiscales más fuertes y vinculantes. A eso hay que añadir una regulación financiera y políticas de rescate financiero coordinadas.

    Más que de impactos económicos asimétricos los problemas a los que se enfrenta la Unión Europea provienen de las asimetrías institucionales de las economías políticas de los estados miembro.

    El problema más acuciante es si la moneda única puede aguantar y funcionar de forma satisfactoria sin una mayor integración política.

    La moneda única solo sobrevivirá si la eurozona avanza hacia ese tipo de unión fiscal con competencias de control sobre los presupuestos nacionales e, idealmente, un presupuesto propio para ofrecer prestaciones de seguros sociales que protejan a los estados miembro que se enfrenten a una recesión.

    Se debe establecer una unión bancaria para identificar y eliminar las entidades insolventes con el fin de mantener los flujos financieros transnacionales – garantía de los depósitos – resolución bancaria – un banco central con capacidad para hacer préstamos de última instancia (tanto para bancos como para estados soberanos).

    Si todos estos pecados "originales" de la moneda única son conocidos… ¿Por qué no se intenta resolverlos? Por "desconfianza" de los países centrales (Alemania, Holanda, Austria, Finlandia…), por "incompetencia" de los países periféricos (Club Med) y por "soberbia" de la "estatista" Francia (la grandeur… oh, la grandeur).

    No se puede concretar una unión fiscal con competencias de control sobre los presupuestos nacionales si los PIGS (más "pigs" que nunca), intentan (repetidamente) utilizar el gasto público con fines electorales, para mantener cautivo al electorado y sujeta a la administración a la red clientelar que "pasta" en el presupuesto.

    No se puede ofrecer prestaciones de seguros sociales que protejan a los estados miembro que se enfrenten a una recesión, si los PIGS (más "pigs" que nunca), se niegan a realizar las reformas del mercado de trabajo que flexibilicen la contratación y el despido de los trabajadores (eliminación del salario mínimo, convenio laboral por empresa, obligación de aceptar una de tres ofertas de trabajo en un plazo máximo de paro, prestación social sustitutoria mientras se está cobrando el desempleo, descentralización/privatización de las oficinas de empleo…).

    No se puede establecer una unión bancaria para identificar y eliminar las entidades insolventes con el fin de mantener los flujos financieros transnacionales, si no se elimina la banca pública (que utilizan los partidos políticos para cometer las mayores tropelías, corrupciones, connivencias, puertas giratorias, mamandurrias y "negocietes" con los amigos del poder).

    No se puede implantar una garantía de los depósitos, un sistema de resolución bancaria y un banco central con capacidad para hacer préstamos de última instancia (tanto para bancos como para estados soberanos), si no se centraliza la reglamentación y el control de las entidades financieras.

    No parece justo (y es razonable que se opongan los contribuyentes) que Alemania, Holanda, Austria, Finlandia… tengan que pagar intereses más altos para mutualizar la deuda de los países del Club Med, mientras estos no den muestras de recato, orden y disciplina, en el gasto público y en la administración de las cuentas del estado.

    No parece justo (y es razonable que se opongan los contribuyentes) que Alemania, Holanda, Austria, Finlandia… tengan que pagar parte del seguro de desempleo de los países del Club Med, mientras estos quieran mantener un régimen laboral más inflexible, garantista e ineficiente, que el de los países más avanzados.

    Más que un problema de solidaridad (que es lo que reclaman los países periféricos) es un problema de justicia y racionalidad (que es en lo que insisten los países centrales).

    Hasta que no estén "todos" los países (y cuando digo todos, es "todos") dispuestos (comprometidos formalmente) a no vivir por encima de sus posibilidades (cumpliendo, como mínimo, los "Criterios" -tasa de inflación, déficit presupuestario, deuda pública, tipo de interés a largo plazo- establecidos en Maastricht (*)), y lo demuestren fehacientemente, no se puede hablar de unión fiscal y de mutualizar las deudas. Hasta que todos los países no "asimilen" su mercado de trabajo, no se puede hablar de ofrecer prestaciones de seguros sociales que protejan a los estados miembro que se enfrenten a una recesión. Hasta que todos los países no "homogenicen" su sector financiero, no se puede hablar de unión bancaria para identificar y eliminar las entidades insolventes con el fin de mantener los flujos financieros transnacionales, de una garantía de los depósitos, un sistema de resolución bancaria y de un banco central con capacidad para hacer préstamos de última instancia (tanto para bancos como para estados soberanos).

    En cuanto a la menor flexibilidad que el euro impone a los países periféricos (el Club Med) ante los embates económicos, creo que se debería estar agradecidos a esa especie de "cinturón de castidad" que limita los desmanes (margen de maniobra) de los gobiernos "manirrotos", que no dudarían (ni un instante) en devaluar la moneda para "socializar" los déficits, "licuar" las deudas contraídas, y disimular los fracasos de su gestión. La "devaluación interna" (vía ajuste presupuestario, reducción de los salarios, reformas estructurales…) es la fórmula más genuina de restablecer la competitividad.

    Desde siempre, los países miembros del Club Med (PIGS & "pigs") han resuelto sus problemas económicos devaluando su moneda, una manera de bajar pensiones y salarios sin que se note. Ahora no pueden devaluar y se niegan a bajar salarios y pensiones. Y, por otra parte, rechazan las reformas que podrían permitir que sus economías pudieran competir con la alemana. Naturalmente, Alemania tampoco está dispuesta a reformar su economía a peor para que, haciéndola tan ineficaz como la de los miembros del Club Med (PIGS & "pigs"), se alivien los problemas de estos, al menos comparativamente.

    (*) Criterios de Maastricht

    Tasa de inflación

    No puede ser mayor que un 1.5% respecto a la media de los tres estados de la Eurozona con menor inflación (excluyendo aquellos que sufran deflación) durante el año precedente al examen de la situación del país…

    Finanzas gubernamentales

    a) Por una parte el déficit presupuestario de las administraciones públicas no puede representar una cantidad mayor que el 3% del PIB al final de año precedente al examen…

    b) Por otro lado la Deuda pública no puede representar una cantidad mayor que el 60% del PIB al final de año precedente al examen…

    Tipo de interés a largo plazo

    El tipo de interés nominal a largo plazo no debe ser superior en un 2% a la media de los tres estados con menores tasas de inflación (excluyendo aquellos que sufran deflación) durante el año precedente al examen…

    La verdad de la milanesa: un pecado que se creyó "venial" y puede resultar "mortal"

    Europa presta dinero a los bancos para salvar a los fondos soberanos y a los fondos soberanos para salvar a los bancos.

    Europa se enfrenta a un gran dilema (that is the question): dejar quebrar a los bancos o mutualizar el costo del rescate en el margen.

    En algunos aspectos ya se ha avanzado:

    – Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera (FEEF)

    – Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE)

    – Plan de Transacciones Monetarias Directas (BCE-TMD)

    Aunque todavía quedan importantes asuntos por resolver:

    – Unión bancaria

    – Unión fiscal

    Centralización de los poderes financiero y fiscal

    – Mutualización de la deuda

    – Redistribución de la riqueza a gran escala

    – Compartir el costo del seguro de desempleo

    Pero antes, se debe dar respuesta a las siguientes cuestiones:

    ¿La unión fiscal, judicial y política, puede ser eficiente económicamente, pero es legítima desde una perspectiva democrática?

    ¿Se pueden negociar estos acuerdos (de sesión de soberanía) "con un proceso opaco" y "sin que el pueblo europeo apenas se percate"?

    ¿Se va a dejar un proceso tan "sensible" (y definitivo) en manos de unas estructuras burocráticas compuestas por funcionarios no elegidos por los ciudadanos (sin transparencia, control ni autoridad para hacer lo que hacen)?

    El Euro es el "efecto"; la Unión Europea es la "causa". La lógica política y económica, se han pervertido. La verdad objetiva es el fracaso.

    Tanto en la política como en la economía, el "heroísmo" debe tener una proyección práctica. La innata energía de una obra no se puede ocultar ni desoír. Lo esencial acaba siempre por arrebatar la victoria a lo efímero.

    El pragmatismo de la utilidad puede ser muy bien compatible, e incluso complementario, con la ética de la autenticidad.

    La Unión Europea se intenta comportar como un tigre vegetariano, estar "medio embarazada", ser un laboratorio social aséptico, no hacer ruido, no sentir emociones, actuar como unos conservadores domesticados, comportarse como unos progresistas de salón, obrar como unos liberales sin quiebras de empresas (de información privilegiada, subvenciones, sobornos, prevaricaciones, connivencias, socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias).

    En este momento de atmósfera opresiva en que lo trágico raya con facilidad en la sátira, más que nunca (tal vez), a Europa le falta un "estado" de las más extrema pasión.

    Europa debe abandonar el desenfadado y lúdico mundo de los despreocupados, de ahora en adelante su vida debe pertenecer por entero al trabajo, a rematar la obra de los Estados Unidos de Europa (este es el único "negocio principal").

    Del peligro de "morir de éxito" (OTAN + felpudo de USA), al riesgo de "morir por inanición" (NOTAN + flotar a la deriva). Si se ha perdido la seguridad (OTAN), al menos que no se pierda la libertad (de elegir su propio destino).

    Demasiados "pollos sin cabeza" (dando tumbos), para alumbrar algún líder forjado en la adversidad. Esa ausencia de liderazgo ha creado un vacío que ahora ocupan las masas. El nuevo líder de la Unión Europea es la muchedumbre. Todo se somete a referéndum.

    Hombres honrados (unos pocos), pero mediocres (casi todos). Todas las virtudes burguesas -la prudencia, la obediencia, el ahínco, la discreción- todas ellas se funden impotentes en el ardor de uno de los grandes momentos del destino que reclaman siempre al genio y quedan plasmados en una imagen duradera. Con desdén, ese momento decisivo rechaza al pusilánime.

    La Unión Europea ya ha encontrado su "himno" (la Novena Sinfonía de Beethoven), ahora solo le falta hacer su "revolución". Se debe extender como un alud. Debe ser imparable en su marcha triunfal.

    Deberíamos mirar a la Unión Europea como un solo país, aunque sus diferentes partes y personas contribuyan de formas diferentes. Estamos viviendo una época en la que la economía y la tecnología nos separan: algunas personas y lugares prosperan mientras otros languidecen. El objetivo debería ser usar la política como un mecanismo para acercarnos a través tanto de las políticas públicas como del discurso público. La realidad es que no hay europeos reales y falsos europeos.

    Para que la UE siga siendo un símbolo de apertura y democracia liberal, debe proseguir con la integración. Para avanzar, sus líderes tienen que asegurarse de que todos los miembros vayan beneficiándose por igual.

    El año 2016 estuvo lleno de acontecimientos importantes. Además de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de Estados Unidos, quedaron a plena luz algunas de las debilidades de la Unión Europea, en particular con la votación del Reino Unido a favor de abandonar el bloque.

    Pero tanto la presidencia de Trump, como el Brexit no tienen por qué marcar la caída de la Unión Europea. En lugar de ello, pueden servir de llamada de atención y acelerar medidas para abordar los problemas de la Unión Europea.

    Los temidos "efectos colaterales" de las medidas impulsadas por el presidente de los EEUU (abandono de la OTAN, denuncia del TTIP, alianza privilegiada con el RU…), podrían acabar siendo "benéficos" para la Unión Europea. La obligarían a definirse, a madurar, a hacerme mayor… a asumir su propia realidad, su propio destino.

    Las acusaciones a las élites occidentales son ahora bastante conocidas. La globalización fue manipulada a favor del 1% de la población más rica. Los políticos, hipnotizados por los mercados, conspiraron en el robo. Los ingresos de la mayoría de los ciudadanos se estancaron y además tuvieron que soportar la carga de las medidas de austeridad de después de la crisis.

    Los banqueros que deberían estar en la cárcel siguen embolsándose bonus. La inmigración no controlada ha añadido la dislocación cultural a las inseguridades económicas causadas por el cambio tecnológico.

    No se puede hacer caso omiso a estas injusticias.

    La xenofobia de Trump, el voto a favor del Brexit en Reino Unido y el aumento del populismo en Europa han sido alimentados por la complacencia de una clase política esclava del capitalismo sin restricciones. Para poder recuperar la confianza pública, los políticos convencionales deben hacer uso de las herramientas de gobierno -políticas fiscales, educativas y para fomentar el bienestar, y sí, medidas para redistribuir la riqueza- con el fin de contrarrestar los excesos de la globalización.

    No obstante, nadie debería pensar que los populistas tienen la respuesta.

    Algunos estrategas comunitarios están intentando responder a esa llamada, urgiendo a los estados miembro de la UE a "completar la Unión". Argumentan que sin el Reino Unido será más fácil avanzar en la integración, ya que los miembros que quedan son un poco menos heterogéneos, y por ello más propensos a aceptar las medidas a las que se habrían opuesto los británicos.

    En momentos en que varios países miembros de la UE tienen programadas elecciones nacionales y los políticos antisistema avanzan a costa de los partidos moderados, muchos líderes nacionales están poco dispuestos a arriesgar su capital político para impulsar las reformas necesarias para "completar la Unión".

    Pero esto es no entender la cuestión. El ascenso del populismo es simplemente un síntoma de la incapacidad de los líderes políticos para ocuparse de los reclamos económicos de los votantes. En lugar de preocuparse por la degeneración de la democracia en manos de líderes políticos que no pueden cumplir con las promesas que les hicieron a votantes frustrados, se debería definir una mejor forma de gobierno que pueda abordar esos reclamos.

    Ampliar la riqueza, bajar el índice de corrupción, elevar la tasa de empleo, ofrecer unos servicios públicos eficientes de costo reducido, aumentar la inversión estatal en innovación, mejorar la educación, la sanidad y las prestaciones sociales. Responder de manera eficiente a las necesidades y preferencias de los ciudadanos, aplicar la experiencia internacional a la política doméstica, utilizar datos y escenarios alternativos para la planificación a largo plazo.

    Combinar los mejores elementos disponibles para responder a las demandas de los votantes desilusionados que optan (momentáneamente) por votar a políticos populistas. Pero el progreso hacia la implementación de un sistema de estas características requeriría que la mentalidad política europea cambiara sustancialmente.

    Pasados 60 años del Tratado de Roma, 25 años del Tratado de Maastricht y 15 años de la creación del Euro, en medio de una "euroesclerosis" múltiple:

    ¿Podrá hacer la "revolución" (necesaria) una banda de burócratas hiperpagados, ciegos de arrogancia, sin contacto con la realidad, que no sienten sino desprecio por la gente común que hace grande a Europa? ¿Serán capaces de transformar en "triunfo", este "bochornoso" fracaso? ¿Posible? … ¿Probable? … (juzguen ustedes mismos, pueden "votar" -condición suficiente- y "botar" -condición necesaria-)…

    Por las dudas, una fórmula útil contra la incertidumbre puede ser la que dejó escrita el bueno de Pessoa: "Espera lo mejor y prepárate para lo peor".

    – Anexo: "Disparen contra el Euro" (la opinión de ilustres "nobeles", ínclitos "noveleros" mediáticos, y habituales "sospechosos" -favoritos del establishment)

    edu.red

    Fuente: Artículos publicados por Project Syndicate (Hemeroteca)

    ¿Un euro desalineado? (Project Syndicate – 11/9/2000)

    Cambridge.- Atrapado por una inflación creciente derivada de los precios del petróleo y un dólar muy fuerte, el Banco Central Europeo (BCE) ha vuelto a elevar las tasas de interés. Y lo hará de nuevo. El crecimiento es maravilloso; la inflación es mala. Un banco central no puede evitar una decisión: debe recuperar la estabilidad en los precios aun si ello significa sacrificar el crecimiento. Esto es lo que depara el futuro, a menos de que una recuperación del euro traiga un alivio repentino. Pero, ¿acaso es realista esperar que se recupere una moneda que ha estado sitiada desde que nació?

    En el momento de su introducción, el euro alcanzó alturas impresionantes, como una IPO de alta tecnología. Pero la IPO pronto se desplomó. Desde que entró al mercado, el euro ha caído incluso más que el Nasdaq durante la venta de acciones de alta tecnología que se dio hace unos meses. Al igual que en el caso de las acciones de alta tecnología del Nasdaq, las preguntas que más irritan acerca del euro son las siguientes: ¿cuál es su valor fundamental? ¿Existe una mala alineación del euro con respecto a otras divisas (particularmente el dólar) y cuánto tiempo durará? Generalmente se supone (aunque nadie hace grandes apuestas) que el Nasdaq sigue conllevando riesgos muy elevados, mientras que el euro, tarde o temprano, habrá de regresar a la normalidad, lo que sea que eso signifique. ¿Podría suceder lo opuesto?

    Una investigación reciente del FMI estudia las tasas de "equilibrio" derivadas de un modelo de valuación de divisas basado en factores de largo plazo… Según las tasas de equilibrio teóricas del FMI, el euro está seriamente desalineado: tiene una subvaluación del 30% frente al dólar y del 18% frente al yen.

    Para poder juzgar si estos valores teóricos presagian una gran realineación del euro, veamos cuáles son sus causas. Primero, y lo más importante, estas tasas de equilibrio se basan en un modelo teórico donde los balances de cuenta corriente tienden a cero. Bajo este escenario, cualquier país que tenga balances de cuenta corriente persistentemente grandes debe prepararse para un aterrizaje difícil y una corrección del valor de su moneda. Ningún país puede estar pidiendo prestado para siempre o, por lo menos, no a tasas demasiado altas. Pero, ¿se aplican las restricciones de cuenta corriente a países financieramente estables? En los últimos 50 años, Canadá sólo ha dejado de tener déficit de cuenta corriente en tres; en los Estados Unidos ha sucedido lo mismo durante 30 años.

    Mientras un país deudor sea estable y atractivo, el mercado no forzará un trastorno importante debido al balance de cuenta corriente. Eso es lo que ha pasado en los Estados Unidos: a pesar de que existe un déficit comercial abierto, las inversiones son altas, financiadas con entusiasmo por el resto del mundo; las finanzas públicas son formidables y la inflación es insignificante; las nuevas perspectivas económicas no disminuyen y los mercados de valores muestran que incluso si existe una "burbuja" estadounidense, es poco probable que ésta estalle violentamente como sucedió en Japón hace diez años. En un ambiente como ese, los modelos de equilibrio a largo plazo son casi inútiles como guías para el comportamiento a corto e incluso a mediano plazo de los tipos de cambio.

    La segunda limitante de los modelos de largo plazo es que se calculan con base en la historia y, por ello, no dan cabida a cambios bruscos en el lado de la demanda o en el ambiente financiero. Japón, por ejemplo, se encuentra en medio de una crisis de crecimiento y un desastre en las finanzas públicas -elementos que no suelen acompañar a una moneda que se aprecia. En lo que se refiere al dólar/euro, en Estados Unidos hay una tendencia de alta productividad inigualada en ningún lugar. El crecimiento de la productividad en Estados Unidos (combinado con la estabilidad financiera) es el elemento dominante, sin que importe la cuenta corriente. Dado que los tipos de cambio están determinados por comportamientos diferenciales, la contraparte de lo anterior es un desempeño continuamente malo del lado de la oferta en Europa y las incesantes y generalizadas angustias económicas en Japón.

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