Gestualidad transitoria, abalorios
en menguante,
inepcia insignificante, cuchitril de alma
mortuoria.
Nuevamente la memoria contra un vértigo nietzscheano
capta el zigzag de mi mano sobre una estepa lasciva,
y otra vez la subversiva luz
disuelve lo profano.
Entidad en discordancia con su propia estimación
de la lógica,
intrusión dual:
azar/ repugnancia.
Victoria de la inconstancia ingénita sobre el crimen.
Perplejidad frente al himen.
Apetencias y censuras.
Virtud de cribar impuras palabras que no redimen.
Supliciar el malandante transcurrir de una estructura,
dio sentido a la aventura de dar caza a un río mutante,
sin relación importante
con el ámbito unitivo del rastreador.
Lo excesivo debía,
por consiguiente,
no ser un gesto inmanente al microtexto invasivo.
¿La permutación sonora llevada hasta el paroxismo
le restaba al organismo poético
abarcadora duración?
Agua invasora,
agua de germen escénico,
¿impera lo fenoménico sobre el discurrir bullente
que se incorpora,
vehemente,
al socavón ecuménico?
Podar la anécdota,
el nexo que urge contextualizar.
No ser tentado a nombrar
el fascículo complexo de lo asentado.
Conexo con un decir implotable,
se vislumbraba probable añadir al silabario
un trance reescriturario,
y ese fue el rumbo inmutable.
Pero hay logos traicionados, patetismos
germinantes,
responsos beligerantes
y sermones complotados que reemergen.
Hay truncados gerifaltes de regreso,
ponderando un retroceso
al distrito inamovible de la afasia,
un ilegible
descendimiento
inconfeso.
Hoy,
sin las figuraciones díscolas de la lujuria,
soy incontinencia espuria,
fracturación de emociones.
Observo y juzgo los dones desmedidos
del propenso a desdoblarse,
suspenso de un lírico apocrifario
en el que soy mi contrario
mudo,
estólido,
indefenso.
Y ni pergeñar luctuosas cantilenas,
ni formales diatribas
ocasionales
contra apuestas sospechosas
me entusiasma.
Procelosas grafías que no descarto,
con otros entes comparto sólo por manía de orfebre,
porque después de la fiebre sediciosa, las aparto.
Íngrimo ante la pared,
donde lo que se rehace me niega,
soy un enlace burdo
con mi antigua sed.
Luego,
desciendo,
a merced de un claroscuro grotesco
que transforma en arabesco la irrecuperable zona,
pero siempre me traiciona
el remolino
dantesco.
Me incriminan las secuencias insecuentes,
los volúmenes sin concordia,
los resúmenes umbríos,
las fluorescencias.
Perpetro desavenencias de hormiga. Luego, la duda.
¿Qué fascinación tozuda es esta?
¿A qué erial despótico pido disipar mi amniótico carbón
que no se desviuda?
Anular el yo sombrío y ser ente visionario
que, bajo un risco precario, advierte el cauce del río.
Privarle al estrellerío, no su índole anchurosa,
sino la menesterosa brizna,
y ponerla a oscilar
en el sereno telar de la energía misteriosa.
Diluir el trillo estrófico: carne de antífona en marcha.
Entender que no es la escarcha un precursor
hipertrófico,
siempre,
del hielo distrófico.
Puede bullir,
en la artesa,
el barro
y no ser promesa de alfarería imparable
ni es la dimensión mutable
señal
de que el canto
empieza.
II. Claudicación de la Escuela de Nápoles
El ojo inquisitorial, determinista penetra,
en escorzo, hasta la uretra del guijarro primordial.
Profila, raspa el tribal arbotante de ósea entrada,
y en la sombra dilatada donde la emisión corroe,
bulle como un oinocoe tenorino, la quebrada.
La vibración vegetal trae sus alpes provincianos,
al vislumbre de las manos que pulen el pedernal.
Sus entresijos de cal y arborescente rubor,
espejean de claror indialogado la ubre
del cántico, y se descubre el oficiante esplendor.
La antinómica semilla que rebasa en sus hondores
los herméticos hervores de un transcurso que se ovilla,
va de regreso a la orilla del estero, linde y tala,
germen épico que inhala lo germinante-muriente,
y se integra a la corriente como náutico mandala.
Entra el cisco simultáneo, de clandestina modestia,
al muladar de la bestia con gesto contemporáneo.
Entra y cala, subcutáneo adviento, al espirituoso atrio.
Entra memorioso, excogitado en lexías,
a biselar las estrías del estatismo nudoso.
El palmar gnóstico inflama la verbalidad del hato
y adviene el paisaje chato a la rapsódica llama.
Compulsado por la rama que se desenmoviliza,
la elección fraseologiza los verdeantes grisamientos
trocados en monumentos por la música indivisa.
El alto fotomontaje centrípeto del peñasco
desciende como un chubasco al anímico paisaje.
Y asiste un ritmo, el voltaje interior del claustro métrico, a sacrificar lo tétrico del estatismo perenne,
que subyuga lo solemne y deforma lo simétrico.
Es el motete del estro, el silbo vitalizante,
que armoniza el consonante substancioso del ancestro
y acaece por secuestro de reciedumbres innatas,
para verter en sonatas jerarquías de vigor
que organizan lo exterior en esencias inmediatas.
El canto, las inmanencias del canto, lo que se junta
turbándose, la pregunta generatriz, las cadencias
de la pregunta: insolvencias orquestables.
Todo en pos de una juntura veloz, que lo anarquizante tacha.
Todo anegamiento y racha. Dolmen. Pez. Desierto. Voz.
Las presencias expandidas de los seres como ajorcas
silvestres, juntan mazorcas sobre tierras demolidas
y las estrofas vencidas recuperan su desfogue.
Son vestigios del derogue disforme que retrocede
cuando la emoción procede por densas ramblas de azogue.
Y va emergiendo en estratos, desde la fronda sin nombre,
la arquitectura del hombre obsecifrado de datos.
Y emergen los frisos gratos al estupor y al repudio,
y medra, en el interludio, el árbol de savia honda
que se reintegra a la fronda incesante del preludio.
El luminoso poliedro en otro poliedro inscripto
no delata el sobrescripto ni visualiza el arredro.
Persiste contra el desmedro sensorial su faz totémica.
De la conmoción endémica desembarazado, canta,
on la natural garganta de la armonía sistémica.
El rumbo de piedra hirsuta, adusto de trashumancia,
niega, por sobreabundancia, la nulidad de la ruta.
Su infinitud le disputa al leopardo su feraz progenie,
al mar por contras-
te, sólo le escamotea la eventual linde que orea
sobre la arena locuaz.
Desde los valles intensos, el trillo insinúa un viaje
de icarístico linaje a los alcores suspensos.
Summa de caminos densos va el trillo a la inmensidad.
En su magnanimidad multiplicante, va el trillo holográfico,
hacia un brillo de vetusta mocedad.
En su largueza hierática se arromanza la planicie
y encubre la superficie su canción acinemática aparencial,
la gramática de un polvoriento himno arcaico,
transcrito por algebraico intérprete de lo nimio,
que desentierra el eximio menhir del limo prosaico.
El zigzag del voladizo épico que se inmensura,
reconforma la estatura cíclica de lo impreciso:
el intervalo, el caedizo bastimento improrrogable
que bosqueja lo improbable-posible en hojas de acanto,
e introduce un esperanto piadoso a lo inextricable.
Por el consuetudinario asomo cosmovisivo
ventea lo disyuntivo: el dualismo refractario.
Hay un singular binario siempre acezante detrás
del fluido. Hay un quizás. Y hay un es que se proyecta
en la exclusiva analecta interior de lo fugaz.
Percute el vidrio silvestre del pozo ciego,
un retumbo familiar, y traza un rumbo
para el hondero pedestre: la alta pulsación terrestre
que genera, subrepticia, la vocación traslaticia
y la euritmia espiritual que erige la catedral
sobre la tierra propicia.
La mano y el audaz roce engendrativo burilan
los salmos que se perfilan para el vértigo y el goce.
No es el azar quien conoce, quien ordena desde adentro
los pulsares del encuentro prístino de objeto y diestra,
ni la intelección maestra que brota del eposcentro.
Es la palabra en sí misma, en su disturbio y su oblea
quien desovilla la idea al pairo dentro de un prisma.
Palabra es, de melisma a melisma, de rizoma al fruto,
desde que asoma en su legión de clausura,
y distingue y transfigura como un zoomórfico idioma.
Por fractura y ligamento vienen los nuevos registros,
tonsurados por los sistros sacerdotales del viento
a allanar el aposento cantábile del neonato instante,
como alegato contra el ciclo desarmónico
que suprimió lo sinfónico del eurítmico substrato.
Hierve, expresión sibilina, adénsate lengua ubicua
que no truecas por oblicua la incognitez de la ruina.
Prepostera la hornacina en su pabellón enteco,
y extrae del recoveco anodino la mayólica
que centuplica, simbólica, las magnas cifras del eco.
Cuerpo poemático, aleja lo que busca historizarse,
lo que se delata al darse, lo que, en dejadez, no deja.
Si el páramo se refleja en ti, que se desconcierte;
y que, de una vez, deserte el íntimo anecdotario
que entraña el itinerario discursivo de la muerte.
III. El Lébano. Métrica en relatividad especial
Hacia los vastos andenes el ojo: daimon de esperas dilatadas, como bártulos inmensurables que abaten a quien mal sostiene el orbe, va silueteando el camino, caotizándose, desértico de símbolos anhelosos que en la arena se arremansan y, anegándose, trascienden. Intemperante, sanguíneo, registra los engranajes, las zonas bajas, la piedra que preserva a las criaturas del paso ceremonial y deletéreo del cíclope, para ascender al collado donde otras figuraciones, junto a la fogata díscola, beben estrofas licuadas
Hacia el desorden nutricio donde, despacio, destejen sus telares las nefandas sirtes, las laceraciones de la ilación va, in crescendo, hacia el desborde, la mística de lo disperso, la cuántica desesperación que anuncia lo vertiginoso kármico, lo conmocional recóndito. Como carga de sentidos y ensanchamiento de ámbitos, a su animosa hendidura la imagen vuelve. Su entrada es de advenedizos. Quiebra las horas que se atumultan en sus fardos, vapuleados por exterior primacía. Entra y le ofrecen un ánfora y unos brebajes, las sombras.
Porque la atrición rebana a quien porta el huracán como vernácula antorcha, el peregrino dispone sus meteoros, la cruz sobre mesa despoblada al otro lado del círculo, el aguacero, la estrella: febril llama de las islas inflamadas de silencio. El peregrino, la mancha sin rumbo, espiga en la noche, juzga. Las praderas tórridas lo obseden, pero insinúan más allá del laberinto que le ha trampeado sus bosques intuitivos, otras huertas de alabastro y miel. Al sesgo, contra esferas empalmadas a una maldición, se abisma.
Caminante intempestivo por angosto túnel, bóveda quimérica, hilo de sangre de profusa ingeniería, en un remanso se tiende cuando lo excesivo enuncia sus números: cerril álgebra para cifrar la existencia en lo insondable, al amparo de estigmatizantes prácticas.
Intendencias emergentes de la neblina y el barro, no le ofrecen al viajero más que proscripción y fobias, extrañamiento y molicie. Sinuosas vertebraciones de sus baluartes, apremian su retorno a los declives acerbos, a las comarcas que absuelven sus letanías:
Vengo de terciada calle que se desdobla viviendo y voy hacia los andenes irreconciliables. Soy el que no ha puesto el pie nunca en opulento perímetro.
Todas las regiones vienen a mí, y prescindo de ellas como quien prueba su aeróstato en difunta ciudad íngrima.
Al final salgo de mí, soy la imagen, el que absorbe las imágenes ubérrimas de mis prójimos, quien traza sus retornos y sus vértigos en casa de vagabundo, que no es firme habitación ni mastaba para célebres hordas, devastando goznes sin petaloides ardides.
Salgo como un argumento que intenta encarnar en obra y es sólo ruido, el actor-voyeur del secuestro propio, escena paralizante del intérprete que increpa al público, él mismo:
¿Quién de ustedes es la metáfora que escinde al ente en origen y fuga incurable? ¿Quién?
De apolíneas aldeas vírgenes llego y mis vinos dilato en fugitivos tugurios donde no asisten nombrantes sectarios, ni entes que agotan sus fiebres retorizantes dentro de valvas de humo sedicioso. Luego enrumban conmigo beduinos sabios y ejércitos metafísicos.
A exterminarse en mi plétora descendida, en mi atolón de aciagas sonoridades. Desván de roer adversas posesiones, de abstenerme ante la belleza bárbara que, tautológicamente como aposento terrígeno negado, las palpitantes cuerdas de mi viola infaustan.
Los mismos sitios, los magros viejos renovados sitios de la escala, el invariable estar, volver, escurrirse por incompletez, apremio de un desconcertante agobio, cuando los espacios instan a fundirse, las instancias concedidas que renuncian a ser atrios perdurables, pese a entrañar la imprudencia y el boato de sus claustros deseosos, como destino. Los sitios solitariándose pese al ágora, el profuso suceder. Todas las plazas, coliseos, habitaciones, babeles, colosos, templos y la afición a llegar, sin tiempo, a la puerta utópica.
Hacia los vastos andenes. Hacia el desorden nutricio, el peregrino, viajero ávido, aleph del carbunclo inabordable, del Báratro desprendido, la tramoya de sus antífonas ciñe, y en el cardinal reajuste de los límites, lo real restaurado, se disuelve.
En la ambigüedad ecléctica de escoger, saltan los predios aparenciales, la euforia que lo anchuroso disfraza, y escoge el siervo la abrupta pendiente, un lindero al fondo de todas las cosas idas, para ascender al otero. Trágico albur acechante siempre en la espiral del tránsito.
Pasar,
pero pasar yendo como si una carga lóbrega cediera en cada peldaño percibido.
Pasar dándose a los fragmentos que doman el galimatías cósmico, la barahúnda de pausas en el estar.
Ir al ruedo mutante de los albores íntimos, cincel en ristre.
¿Existe algo menos triste que el paso?
¿Alguna entidad más condenada al incierto paso
que el hombre?
¿Otra insignia desemejante al ahogo antediluviano, a expensas del individuo, que adopte las formas de un dios auténtico?
¿Dudas como potestades pueden revertir lo inmóvil en órbitas desplegado: galaxia que se desdobla para subyugar el polvo, su nervio germinativo?
¿Son potestades dudosas las que el ímpetu gobiernan cuando sobreviene el paso de la fortuita entidad?
¿Existe algo más patético que un dios de mirada ausente?
Entre miradas oblicuas, de intemperies a intemperies, sube por calle antitética el intérprete, errabundo clown, a podarle al viento sus lianas de inmediatez soterrada y sutil mímesis, para que se ensanche el túnel y la rapsodia sea un himno grávido, en el horizonte.
¿Existe algo
menos fúnebre que el paso?
¿Alguna entidad
más condenada al errátil paso
que el hombre?
NORGE ESPINOSA MENDOZA
(Santa Clara, 1971)
Obra poética: Las breves tribulaciones (1989); Cartas a Theo (1990); Los pequeños prodigios (1996); Las estrategias del páramo (2000).
VESTIDO DE NOVIA
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero.
Federico García Lorca
Con qué espejos
con qué ojos
va a mirarse este muchacho de manos azules
con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero
y la senda del barco hacia la luna
Cómo va a poder
si vacío de senos está su corazón
si no tienen las uñas pintadas si tiene sólo un abanico de libélulas
cómo va abrir la puerta sin afectación
para saludar a la amiga que le esperó bajo el almendro
sin saber que el almendro raptó a su amiga le dejó solo
ay adónde podrá ir así tan rubio y azul tan pálido
a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos descompuestos
si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad pertenece a la madre
de quién a quién habrá robado ese gesto esa veleidad
esos párpados amarillos esa voz que alguna vez fue de las sirenas
Quién
le va a pagar la luz bajo la cama y le pintará los senos con que sueña
quién le compondrá las alas a este mal ángel hecho para las burlas
si a sus alas las condenó el viento y gimen
quién quién le va a desvestir sobre qué hierba o pañuelo
para abofetearle el vientre para escupirle las piernas
a este muchacho de cabello crecido así vestido de novia
Con qué espejos
con qué ojos
va a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso
llamarse Alicia
que se justifica y echa la culpa a las estrellas
Con qué espejos con qué astros podrá mañana adornarse
los muslos
con qué alfileres se los va a sostener
con qué pluma va a escribir su confesión ay este muchacho
vestido de novia en la oscuridad es amargo y no quiere salir
no se atreve
no sabe a cuál de sus musgos escapó la confianza
no sabe quién le acariciará desde algún otro parque
quién le va a dar un nombre
con el que pueda venir y acallar a las palomas
matarlas así que paguen sus insultos
Con qué espejos ay con qué ojos
va a poder asustarse de sí mismo este muchacho
que no ha querido aprender ni un solo silbido para las estudiantes
las estudiantes que ríen él no puede matarlas
así vestido de novia amordazado por os grillos
Siempre del otro lado del puente siempre del otro lado del aguacero
siempre en un teléfono equivocado no sabe el número
tampoco él sabe
Está perdido en un encaje y no tiene tijeras
así vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer
Con qué espejos
con qué ojos
DEJAR LA ISLA
I
Como si pretendiéramos no haber escuchado
al caramillo en nuestro pecho dibujar cantos antiguos
un santo día de paz, un día ansioso de tormentas
venimos a por el adiós,
a por la angustia mortal de todo viaje.
Como si aún no fuéramos demasiado niños
y allá en nuestra humedad no agonizara extraña liebre,
quebramos el círculo, danzón, esa dulzura
que ofrecía, paternal, el abrazo en su demora.
Todo queda lejos del fulgor que se nos sueña.
Todo engrandece ya nuestro sexo, nuestra brújula.
Y hemos jurado viajar, romper la imagen
del dios languideciente que nuestra casa encendía.
Todo aburre ya.
El paisaje, indefinido, nos ofrece su moneda.
Y el hijo del farsante, el pagador, de sus luciérnagas,
nos enseñan el camino que siempre se apresura.
Y le héroe, el mutilado capitán de gris conquista
nos ha hablado de un lugar donde el fuego es más rabioso.
Y el vendedor de grillos, el igual, el comediante,
fabulan sobre un país similar a los espejos:
dorada estampa,
sangre virgen,
ciudad irrenunciable,
sitio que a nuestra edad saluda y fortifica.
II
Yo siempre obedecí a las miradas que mi madre
lanzaba, tornasol, alrededor de mi cabeza.
Yo nunca fui más allá de su paso, que añoraba
verme atravesar la provincia como un príncipe.
La provincia desbordada por su miel y su leche
La provincia distendida
La provincia no más.
Pero yo supe del carmín que saborean los fugitivos
y tuve por mujer el alma de una extraña.
Y tuve más. Y pude
adivinar el horizonte.
Mi madre me veía atravesar las flores de sus ojos.
Yo era el más hermoso. Su cuerpo en gloria. Más.
Pero el camino me ofrecía la vocación de los danzantes,
me hablaba de parientes, de un color no conocido.
Y fue mayor el juego, mayor aún que la isla
mi voz recién brotada, mi golpe en las estrellas.
Yo siempre obedecí a las pupilas de mi madre.
Pero pudo más el viaje. Todo pudo más.
III
Deja la isla,
abandonarse al polvo elemental de cada aullido,
del almuerzo salvador y del pájaro en la mesa
tan abierta y familiar en la más sagrada hora.
Morir, dejarse
caer a otro sentido lejano al de la fiesta
que giraba en los amigos cuando el saludo era un hallazgo
y el oro nos caía como trino en los bolsillos.
No estar, despedazarse
hacia una nueva orfandad, que lastima y muerde
una y otra vez, y otra
desdorada por el mismo resplandor con que tejí mi podredumbre.
Partir, cifrar el rumbo
que impone a cada rostro la lágrima que nadie podría arrebatarse.
Dejar la isla negando el cáliz de la rosa,
el agua vespertina,
su luz,
tan familiares.
Saltar del mimbre al lienzo, provocando ese espanto
que no diluye otra voz que no sea la furtiva.
Dejar esta isla por otra menos dadivosa,
mucho menos cierta, exacta o calada.
Dejar todo un planeta, una casa, un filo
de luna común abandonado a la intemperie
para corrompernos en jaurías de miserias
y no tener por cardinal ni al árbol ni sus nombres,
y no tener por amigo
sino a un muchacho de ojos peligrosamente verdes.
Todos queremos escapar, destilarnos en el mundo,
trocar nuestra virtud por otros cuerpos más silentes.
Todos queremos detenernos en actos de violencia
que contar a los padres, a los hijos., al cuchillo.
Y así quebramos la falda para huir a lo invisible
asesinando a algún niño, a un corazón que espera.
Viajar, viajar, y en el centro del delirio
tocar a las puertas de maldad, donde la víctima es el pecho
que muestra latitudes de rama pisoteada.
"Adiós, adiós",
decimos, y es la lumbre
el brillo del hogar lo que se quebranta y rueda.
IV
Porque uno esconde el as y una noche lo extravía,
porque el pájaro en la sombra dobla el llanto, dobla el sueño.
Porque uno ha sido cazado en temporadas de naufragio
y carga el peso del mar, y el mar se nos confunde,
siempre tendremos que viajar, que romper nuestra llamada,
nuestras fiestas, nuestra piel, en clamor de indócil fuego.
Porque para crecer debe romperse una estatura
que protege toda flor, nuestra infancia está negada.
Pueblos de mí mismo, isla de mi hambre
aún por aplacar, escucha: te abandono.
Casa de mi hora, de mi pan, jaula
de dormir tranquilo y con el río a cuestas,
nada puede darme en verdad otra aventura
que no sea el viajar, el robarme en lo lejano
esta atardecer que mi impaciencia desmerece.
Parto. Es el fin.
Me despido.
No hay certeza de que vuelva yo soldado, bailarín, ajeno,
o de que vuelva simplemente enfrentado a mi tamaño.
Ya esta ceiba no será el mayor árbol del mundo.
Ya no seré yo, sino el que muere lejos.
Todo hijo se desprende en adiós, se va a lo solo
a vivir a lo terrible, a desgarrarme en qué tabernas.
Todo hombre, poeta, animal indiviso
tiene un camino por hacer: su propio vientre.
Y toda madre se hace bruma, toda morada se nos niega:
Apenas queda errar. Lo demás, es el polvo.
Apenas queda crecer. Lo demás, es el llanto.
Dejemos pues, el sitio
habitual de la agonía, de la estancia ya tan pequeña.
Dejemos, pues, la isla
geográfica y sedienta que el mar no enardece
sino con su silbo en la estación más triste
donde el único poema parece ser el agua.
Porque todo el que ha cantado tiene ansia de su eco,
porque todo el que palpita del vecino morir se extraña
adivinando un mundo que nos promete albores:
un ensueño del cual también regresaremos.
Todo aquello que dejamos está en nosotros mismos,
como este cuerpo antiguo que inocentemente creemos ver partir,
mientras la espuma, pronta y laboriosa,
con su gesto de madre, como a una isla, lo hunde.
Todo el que parte, regresa.
Todo el que regresa, arde.
KUBAS POETER DROMMER INTER MER
I
A la vuelta de unas horas, desarmada la trastienda,
encienden un cigarro, una mujer, una nostalgia
que no podrán beber. Escupen unos pájaros.
Casal los acompañe. Y también Heredia,
para el desasosiego.
Van a cerrar las puertas para escribir a solas.
Traen su verso, su reloj; traen su pan y su enemigo.
Mancos, ciegos, sordos, mudos de golpes y candor
fingen abrazarse, celebrando en las revistas
el único disparo de quien pudo transfigurarles
sobre la nieve estoica donde guardan sus cadáveres
las patrias imposibles que dios no revelará.
Bajo la luz del fondo, mientras corren las noticias
como peces en un mar que da en la sangre sus reflejos,
vuelven los poetas a beber libro por libro
y hablan del novecientos cuando la noche los acoge.
La noche los recibe en los bares, en los cuartos
miserables del hervor que ellos rezuman desde el puerto.
Rones del Atlántico les da, y brújulas, esferas
sobre las que escribir la juventud que los agota.
Exprimen unas algas, visten sedosamente
la forma tersa y pulcra que sus versos van tejiendo
pero no pueden soñar; algo en la Isla les impide
volcarse en la blancura. Y es la niebla lo que cantan.
Cábala nacional,
devuélvenos el párpado.
Cábala nacional,
la bitácora. El hastío
de un paisaje moribundo vacía nuestras páginas
que tan altas quisimos. Nos hace desdecir
las últimas tertulias que la ciudad ha preservado
del lirio y de la costa, parpadeando bajo el trueno.
Qué pocas cosas nos defienden si la tormenta se avecina.
Las cartas del amigo son demoras en el trópico,
los daguerrotipos no bendicen. Remembranza
de un tiempo por llegar, que no alcanza en esos versos
a ser tiempo posible; los poetas traen el sueño
que quisieron soñar o revivir en esas páginas
que el temporal agrupa, ilustra, ve, ilumina.
Los poetas cubanos fundamos en la noche
la cifra tan exacta de una Isla en su orfandad.
Urna, Mausoleo, Sala de Armas, Capitolio:
qué son esas palabras frente a la cerrazón.
II
Largo ha sido el temporal, Apóstol. Y no escampa.
Se escucha en la trastienda su rumor, y nadie puede
volver a tus discursos, a tu paso, sin entrar
al zoclo destrozado donde hallarse las visiones
que pueden sostenernos, aún en la tormenta.
Hambrientos desde el agua, flotando sobre el cáncer
de nuestras certidumbres, volvemos a tu nombre
no en las horas cívicas, Martí, para saberte
sino frágil y cercano al sangror que elegiremos.
Mujeres, niños, dioses del sueño de la Isla, repiten la tristeza
y el tráfago al saberte como ellos, aquí
junto a la mesa única de raras navidades
que despiden al siglo con perfiles de ciclón.
Libro de Cuba
que acaso tú entreviste,
en forma de diario hacia la exaltación. José,
cómo podemos no pensarte cuando sopla
en cada fundación una amenaza del desastre.
Los poetas no podemos soñar, está obligado el ojo
a ver, a ver, a ver: no habrá un pasado
si alzamos contra el viento de la noche en que te hundiste
duda y sólo duda; pero en la habitación
donde nos reunimos para desarmar los versos,
los cuerpos del país, estaremos convocándote.
Isla y temporal, Libro de Cuba. Apóstol;
¿habrá para nosotros también claustros de mármol?
III
Cantar los mismos argumentos nos ha vuelto predecibles.
La Isla sueña y no el poeta que en la medialuz pretende
ver contra la fronda, ser la flecha y ser el blanco.
La fuente amplísima de frutas es gozo que desdeñamos,
pero su sabor rebota en la lengua de los negros
y los indios cautelosos que tampoco nos leerán.
¿Y es que acaso nos leerán,
va a poder escoger alguien la escritura de estos signos
donde todo va mezclando el esplendor y la ceniza,
y la celebración familiar en la promesa
de círculos de polvo, o ámbar que nos corona?
Los poetas juran, elogian los sonetos
perfectos de Zenea: es de románticos su estirpe;
y el mundo encima de sus bocas fluye
si beben en las fiestas los pretextos de la trova
y callan el hedor de las iconografías. Abrazados, son
nombres en el Nombre, Hijos en el hijo
que nos redimirá.
Verbo nacional,
revélanos las puertas,
las casas, el paisaje en que podía ser el parque
y su verde y el fulgor
el latir mismo de Cuba.
Verbo nacional, revela tu elegía
en que sonriamos y haya acabado lo terrible.
Ganas de soñar. Nos salvan esos álbumes
donde ordenarán los padres sus más recientes glorias, hechas de ingenuidad.
Y al volver de la necrópolis, otra vez en la trastienda
beberemos por nosotros el mismo, largo trago
que el ya ausente prometió.
Nos salvan esos días en los cuales nos entienden
los que van a llegar y no desean perdonarnos
el alzar estas preguntas de respuestas infinitas
bajo el árbol general que vamos adentrándonos.
Los poetas cubanos ya no sueñan; en la noche
de la Isla entienden los cuerpos y el abismo, los libros y las armas
del silencio y el origen. Grande es la soledad
y el temor de ser apenas el verso que sobreviva
en el adolescente cuyo rostro no sabemos.
Hora nacional,
danos el alivio
de alzar alguna página contra el sueño tercamente.
El sueño, pero no.
No el dormir si va cayendo
la lluvia entre nosotros y es de fuego y es de azufre
el peso de la gloria y no el de cada libertad. El sueño, pero no.
Los poetas se reúnen, leen el mediodía, desarman la trastienda
de la conversación
cantando estos presagios siempre en la medialuz.
Y no pueden dormir. Y el viento sopla afuera.
Y así pasa el huracán, y pasa el siglo en nuestros nombres.
JOSE LUIS SERRANO SERRANO
(Holguín, 1971)
Obra poética: El mundo tiene la razón (1996), Bufón de Dios (1997), Aneurisma (1998), Examen de fe (2001), La resaca de todo lo sufrido (2002), El yo profundo (2005).
ÁRBOL DE LA ESPERANZA
para Chucho Ruiz (hijo),
por haberme enseñado
que las cargas se arreglan en el camino.
Te han descubierto. Saben que no eres
el que creyeron ver. La fiel oveja
que no se descarría ni se queja
del lobo o el pastor. Saben que quieres
el rebaño evadir. Que no te adhieres
como un molusco más a la gran roca.
Ceñidos por el mar que los convoca
blasfeman de tu absurdo derrotero.
Te han registrado las entrañas, pero
desconocen la suerte que les toca.
Al menos tú comprendes el dibujo
de las constelaciones y la alquimia
con que pretenden avivar la nimia
procacidad del aprendiz de brujo.
Transgredir lo nombrado no es un lujo.
Nombrar no puede ser una quimera.
Hay una firme tapia que oblitera
el sueño y la razón. Una alambrada
para escindir el Todo de la Nada.
Te han descubierto. Te han dejado fuera.
El disco se detiene. Los amigos
bruscamente se marchan de la fiesta.
Hay una claridad que los molesta.
No quieren ser de tanta luz testigos.
Al final del concierto ni enemigos
ni cómplices. Después de la batalla
y muerto el combatiente, ¿qué muralla?,
¿qué lindero ni línea divisoria?
El sagrado reparto de la gloria
nada tiene que ver con la medalla.
Saben que quieres trascender los vanos
artilugios del polvo en las paredes.
Saben que intentas violentar (y puedes
violentar) la canción de tus hermanos.
Lo saben todo, excepto que tus manos
inmaculadas cavan sin permiso,
verso a verso, un oscuro pasadizo
hacia la plenitud. Lo saben todo,
excepto que eres libre, de algún modo,
en medio de un silencio advenedizo.
Ceñidos por el mar que los circunda
conocen de tus íntimas derrotas.
Pueden pulsar las más acerbas notas
y esperar con paciencia que se hunda
tu catedral ruinosa en la profunda
inmensidad del tedio cotidiano.
Pueden hacer de tu cerebro un piano
y tocar el concierto de tus miedos,
virtuosamente, con los mismos dedos
piadosos e implacables de tu mano.
Te han descubierto. Saben de la carta
enarbolada contra el artilugio
del polvo en las paredes, y el refugio
profanado. ¿Qué soledad infarta
a los vencidos? Te han hallado. "Aparta
de mí ese cáliz" -dices- Pero, pobre
bufón que desconoces el salobre
regusto de la infamia, algún hermano
(implacable y piadoso) de antemano
rasgará tu esperanza como un sobre.
A pesar de los altos privilegios
que te concede tu existencia opaca
no podrás discernir entre la alpaca
y el más áureo de todos los arpegios.
A pesar de los dulces sortilegios
y los albatros que la luz prodiga
siempre serás lo mismo, un mal auriga
que conduce su carro a oscura suerte.
Alguien que juega limpio con la muerte.
Bajo el talón de Aquiles, una hormiga.
Hoy llevas la esperanza como un cargo
de conciencia. Hoy eres más adulto
en aquello de disparar al bulto
contra tus enemigos. Sin embargo,
compruebas que tu vino es más amargo
de lo que suponías. ¿Circunstancias?
¿Eufemismo? Lo cierto es que lo escancias
hasta que el último tonel se agota.
Después el tabernero hará su nota
de estériles y mórbidas ganancias.
Por suerte la inocencia es tan impura
que no recuerdas tu remoto origen.
Olvidaste las leyes que te rigen
desde la cumbre hasta la sepultura.
Hay algo en tu memoria que fulgura.
Un escozor que obsceno se repliega.
La conmiseración contigo juega
un ajedrez de mármol transitorio.
Por suerte no estarás en el velorio
de los que morirán en la refriega.
El tiempo ajustará cuentas. Ulises
nunca perdonará a los pretendientes.
Nadie podrá saber cuáles corrientes
serán las favorables. Qué países
de promisión, enormes y felices,
salvarán sus columnas del estrago.
Después de la caída de Cartago
todo resulta gris como la era
imaginaria que de su chistera
se empeña en extraer un triste mago.
Hay un bosque sagrado que se enluta.
Un árbol bien plantado mas danzante.
Un relámpago, apenas un instante
de claridad, para cambiar de ruta.
Tendrás que decidirte por la fruta
que te prohíben o por la demencia
de aparentar atroz indiferencia
frente a la plenitud dulce y redonda
que tienes ante ti, bajo la fronda
que sacude sus ramas con violencia.
Tendrás que despertar con el oscuro
presentimiento de que mucho antes
has vivido esta escena: Los triunfantes
redobles del tambor, y contra un muro
tu cuerpo sostenido por un puro
milagro. Los disparos. El lamento
final de la familia (nunca exento
de un estupor marcadamente fútil).
Tendrás que despertar con el inútil
fardo angustioso del presentimiento.
Te han descubierto. Sabes cómo empiezan
el principio y el fin. Por una serie
de absurdos estarás a la intemperie.
Cubierto por los astros que regresan
cíclicamente a donde se sopesan
como el ambiguo horóscopo de un santo.
Te han descubierto. Miras con espanto
tus manos vulneradas por el pulcro
resplandor de la noche, y el sepulcro
que los verdugos cavan, entre tanto.
Una oscura pradera te convida.
Noche insular, jardines siempre atroces.
Entre los reflectores y altavoces
una oscura pradera te convida.
El momento más grave de tu vida
no ha sucedido aún. Te desespera
pensar que nadie encenderá una hoguera
para alumbrar tus pasos procelosos.
Del otro lado están los caudalosos
y oscuros ríos de la cruel pradera.
Del otro lado están. Del otro lado
comparten una insomne desmesura.
En cualquier templo caben con holgura
las mayores virtudes y el pecado.
Un leviatán enorme es capturado.
Del otro lado oriente y occidente.
El futuro, el pasado y el presente
reunidos en el sueño de un fantoche.
¿Cuándo se encontrarán Cuba y la noche
como Caín y Abel, ya frente a frente?
EL BAILE EXTRAÑO
donde Teresa Melo baila con Edurman Mariño
el rigodón final de la existencia
1
Estas masturbaciones. Este orgasmo
de Satanás. Estas palabras huecas.
Las ramas que el invierno dejó secas
reverdecen oscuras de entusiasmo.
Desde la redundancia al pleonasmo.
Estas sonrisas que parecen muecas.
Estas traiciones. Estas bibliotecas.
Este número impar. Este sarcasmo.
Si quieres ser feliz disfruta el baile
y no te pongas a escribir en braille
las mierdas que te dicta el desespero.
Busca la pleamar, el plenilunio.
Si quieres ser feliz, arde primero
y ocúpate después del infortunio.
2
Habrá que ser feliz. Que los misiles
nublen el sol como un siniestro enjambre.
Que Átropos corte el displicente estambre.
Que Judas encabece los desfiles.
Habrá que ser feliz aunque los miles,
los millones, frecuenten el calambre
de respirar polvillos contra el hambre,
contra los templos, contra los fusiles.
Habrá que ser feliz aunque las letras
y los parcos guarismos que perpetras
enuncien sólo paradigmas viles.
Habrá que ser feliz porque es urgente
ser feliz. Si ya diste el paso al frente,
¿por qué finges la cólera de Aquiles?
3
Igual que quien dispone los trebejos
después de haber perdido otra partida,
piensa que el callejón tiene salida,
que los que van delante no están lejos.
Habrá que ser Edipo sin complejos.
Habrá que ser Tiresias. Qué suicida
ni qué eutanasia; lo que nos liquida
es saber más por diablos que por viejos.
Vivir no es el performance del artista
ni el resultado de un experimento.
Vivir es que te incluyan en la lista.
Ansias de aniquilarme sólo siento.
Habrá que ser un Werther optimista.
Igual que Job habrá que estar contento.
9
Habrá que ser feliz como esos bárbaros
que sin cesar trabajan día y noche,
cristal pisando azul con pies veloces,
el crimen y el perdón entre sus párpados.
Habrá que ser feliz como el inválido
que orgulloso recorre la avenida
sobre las cuatro ruedas de su vida,
vertiginosamente, dios escuálido.
Habrá que ser feliz de un modo enérgico,
de forma radical. Si eres alérgico
a la felicidad, sufre con calma.
Luego de comprender que las parálisis
más que en el cuerpo ocurren en el alma,
¿con qué valor hablar del psicoanálisis?
10
La zarza ardiente del anochecer
siempre te ofrece un astro inoportuno.
Aprende a ser feliz, Giordano Bruno.
Inflámate en las llamas del saber.
A veces la mentira y la verdad
son polizones en el mismo barco.
Aprende a ser feliz, Juana de Arco.
Nadie podrá quemar la libertad.
No le arrojes al diablo tu tintero.
No te flageles como un ocre fraile.
Tú no eres Torquemada ni Lutero.
Aprende a ser feliz. Disfruta el baile,
y no te pongas a escribir en braille
las mierdas que te dicta el desespero.
abril y mayo de 2003
LUIS FELIPE ROJAS ROSABAL
(San Germán, 1971)
Obra: Secretos del monje Louis (2001), Cantos del mal vivir (2004), Anverso de la bestia amada (2004), Animal de alcantarilla (2005).
SOS
para Javier Marimón
a)- yo soy el canario de Martí con este pecho amarillo
no tengo a mis amigos cerca al lado de mi casa
se está cayendo el mundo
están tumbando el muro en que pintaron
a mi hermana muerta
venderán mis lápices oscuros para que no marque
la ciudad que me detesta y ríe
b) ni el canario de Martí podrá salvarme del hambre
de mi madre
el llanto de mi madre las preguntas de las que tocan
a la puerta y no la ven
c) tú eres también el pajarito de martí eres
un leopardo
no tendrás amigos ni ese monte seco para huir
d) te vamos a negar mil veces y nos vamos a comer
las migajas que dejen para ti
e) ella vendrá con la muerte pintada en una mano
con la vida comiéndole las uñas será una mujer
tardía
te va a esperar con los pinceles ya entintados
tienes que aprender la muerte y las canciones
aprender el zumbido de mis dioses
f) será empezar allá en la arena rompiendo los vestidos
las trenzas los lazos de la niña mala la niña que ya es
una mujer y se escapa de los grabados
de ranieri bunf
g) ahora están rajando las sábanas donde yo
he dormido a dios
o al dios que se hace el tonto y ni me mira
dios se hace el tonto el distraído y deja que yo me crea:
yo soy el canario de martí yo tengo el pecho así
por si la muerte es una golpiza y se me abren surcos
zanjas en este rostro fiero
tengo los días jueves en el bolso de mi madre
allí estarán seguros la muerte y los mensajes para dios
h) abriré mis brazos en las puertas del cielo y le diré:
dios mío yo soy el canario de martí tengo el pecho
así de grande amarillo y solitario dispara
pon tu bala en mí
i) dios mío devuélveme mi sangre
MONEDA NACIONAL
ustedes ya de vuelta
entre el puñal y la arrogancia
ya moneda libre y dura
moneda libre grito
cuidado al pisotearme
el maquillaje es chanel
modelo americano
soy el enfermo del hotel deauville
habitación desconocida
residencia en las arenas
no saben cómo se mata a un negro
en moneda nacional
solo hay que poner una mujer de negro
gritar gangarria pacotilla
decir mujer a sueldo bajo
así matan al paisano
mujer de negro en una esquina
como el inocente que pidió chivas regal
le dieron una breva falsa
papel moneda sin valor
moneda nacional para matarnos
para entregar las tiras del pellejo
me asomo a las esquinas
grito chivas regal sobre la espalda
chivas regal mi cara
mis manos mi sombrero
mis veas mi tumor
mi sangre chivas regal
mi mala sangre
qué importa
soy un negro en monedan nacional
EN LOS DAGUERROTIPOS: LA PATRIA, LOS MENDIGOS Y LA INCLEMENCIA DEL INVIERNO
no conozco los abedules de Moscú
y no he visto más
aquellas lágrimas de Liumila Reiss
aquellos besos
aquellas manos cosiendo la paciencia del zar
ahora me conformo con la nieve del cinematógrafo
dormiré mis invenciones
bajo las alambradas de la isla
en las barricadas y los sacos de centeno
he de pasar de un puente a otro
como si fuera un poeta de la isla
evitando rozar los caminos invernales
soy un hombre que sólo ha visto el mar
y las palmeras
y baraja el crimen de sus palabras inventadas
para no pensar
en la sangre de una estudiante de Moscú
un hombre no puede esconder
la alevosía de ser un marginal
será mejor creerla una vivísima mujer
una heroína que se adhiere al lodo de la patria
será mejor limpiar mis rojas manos
en la blancura del invierno
bajo la música de los pinos y abedules
sin conocer a la estudiante de Moscú
ANIMÁLICA
Quién me dirá si en el secreto archivo
de Dios están las letras de mi nombre.
J. L. Borges
este es un país de ferias y holocaustos
donde los amigos esconden la pobreza
para entrar al paraíso
una feria de animales sorprendidos
con el sexo entre las piernas
un país culpable de tanto frío en las praderas
Prohibido está asomarse al mediodía
de este siglo que expira con luces y pancartas
y el señor exige banderitas
para las misas del enero milagroso
día de reyes qué regalos
Savoir el niño Javier
que tejía sus palabras sobre el mar
y los amigos lo abandonan
y lennon mi amigo Lennon que fue
ya no más cenizas
pero qué hago yo batiendo el agua con los pies
sagrada es la feria cuando se embota la memoria
sagrados son los peces liberados
y el hambre asomándose por vicio
¿Quién se obliga al concurso de la feria?
Bendigo a las muchachas que
pintan el rostro de Dios
sobre sus piernas
y se borran el esto
con el falo de un arcángel
A mí la vida a mí la muerte a mí la luna
qué me importan la muerte la vida la luna
si Dios me ha echado de la feria
y mis amigos no aceptan mis muchachas
mis piernas ni mi sexo convertido en aguas turbias
este es un país de ferias y holocaustos
y animales que lucen el descuido.
ANIMAL DE ALCANTARILLA
para Teresa Melo
también odio los nenúfares digo mamacita me escondo a la hora de arrojar bua bua en el lavamanos lo confundo es el lavaplatos pedazos de tortilla frijoles la descomposición la venida de este día que va en picada todo lo confunden en casa ustedes lo confunden todo no sabemos si ese pequeño caracol de la calle habana si la mirada del muchacho o serán las manos de la ajmátova no puede rimarse en idioma alguno sostengo la cabeza de gilberto girón chorrea el pus de tanto siglo tanta vida pensándote solamente mía tú ese ardor que viene a la garganta árido ácido todo se confunde la cabeza de Gilberto o salvador el negro salvador el de aquella lanza salvador el limpiabotas salvador 50021073948 ahora le decimos II K en números romanos hace un tiempo acarreaba yerbas para los negros del dios Ra también confundo esas melenas si la cabeza de gilberto los brazos de balboa lugar de mierda me dice desde las cloacas lugar de mierda como en los muñequitos el negro siempre se jode yo iba delante ahora voy detrás una magnolia más una flor de plástico debe ser igual o parecida a esa muchacha con la cabeza tajada por la vergüenza la escucho en la habitación de al lado raro que las palabras alcantarilla cuartería se vayan convirtiendo en las canciones del dios Ra no sabes medir la ensoñación extraño que no sepas ponerte a tono con la saliva nacional el escupitajo provinciano calor para despotricarse sobre el alcohol verano cunado digan estamos aquí no se sorprenda nadie juro estábamos aquí mi madre jura este era todo el condimento mi padre jura nunca estuve ahí señora no es mi hijo golpeo con más furia que un condenado a exilio si me agazapo quién me salva si la cicuta o la escalera grande de ángel escobar el veneno manufacturado en las unidades policiales o la prensa entonces quién podrá besar a la muchacha de los dedos largos quién va a lamerle la herida el cordón artificial de la cabeza quién para reírse llamarme el convidado las letras dirán un nombre una balanza el ritmo que me lleve de las tuberías a los fosos del poder la silla hace ademán el pueblo tiembla como el osito de la revista me extraño a mí me extraño tanto digo punto me voy a los tragantes empujado entre la yerba el alcohol los restos de comida comida soy hediondo empujado vertido hecho de ti de mí de todos vivo en esta alcantarilla soy comida nacional.
MICHAEL HERNANDEZ MIRANDA
(Cueto, Holguín, 1974).
Obra poética: Viejas mentiras de otra clase (2001), Las invenciones del dolor (2002), En óleos de James Ensor (2003).
EXIT 18 STREET
En Manhattan una tarde Enrique Lihn toma el metro a cualquier lugar una casa/ con algo de catacumba al aire libre desventrada sobre el nivel de las aguas divisa una monja entre la muchedumbre y escribe Monja en el subway pequeña forma de nada que toma al cristalizar la ráfaga/ Ella que no germinó y la persigue hasta ponerle un lindo juego de cuernos que acaba de comprar pero no sabe de pronto dónde se le pierde porque no puede verse dos veces la misma cara en el subway que es un río dice dónde están los extremos de esta rivera de trapo deja pasar un poco el tiempo anota cinco y veintitrés pe eme antes de escribir Vieja en el subway Destino que se desplaza/ hacia una calle en el fin del mundo mira tú una cama sí puede ser una fosa es posible morir en vida antes de ponerle música a Long Island o silbar Summertime como en aquellos años de Agua de arroz no como ahora que está en New York entre los meses de febrero y diciembre de 1978 gracias a una beca otorgada por la John Simon Guggenheim Foundation con un tomo de Eliot ecos/ que no alcanzan a formar una frase completa/ ni una palabra de verdad sino impresiones que llama redundante nimio todo mecánico al mismo tiempo que el aire en el subway le parece el aire en una cárcel inmensa con trenes que conducen de una celda invisible a otra en el centro de la tarde plúmbea como si en el vacío nocturno a uno lo amenazara la irrupción de quien sabe qué horda todo quiso reventar ayer y míranos aquí durmiendo con las ratas en los pasillos húmedos del subway pidiéndole dos monedas al Dios del chocolate caliente para poder leer en paz aunque sea una línea de Blake o Dylan Thomas.
HEMODIÁLISIS
A mi padre, esta doble querencia juntos.
No importa si es lugar común
pero hoy se ha levantado mejor el que implora
ha tomado la ruta hasta perderse.
La muerte se despide huidiza de mi padre
pánico en mí por su previsible ausencia.
Me confirma
este fue el día y no lo supiste
engañé con camuflage
corté los hilos a la misma hora
salté la verja para descubrir agua en los riñones
agua con sangre
agua con miedo
agua sin tiempo.
A mi padre querré tenerlo hasta mañana
comiendo hielo renal
conversándole los rigores clínicos
la edad
el cinismo en estos tiempos es un amargo en el paladar
gusta de decirme
incluso un loto que se escurre
otra fractura en el dializador.
La roja sustancia fluyendo me sostiene
soy el hábito
hospital que se vive
hombre feliz ante Caronte cuando toque mi puerta.
A mi padre no podré retenerlo
cómo no echarme a llorar salirme de este juego
mis hijos preguntarán y este dolor tocando fondo
y escribirán con tiza un día / un hombre solo
será la memoria haciendo diana en mi riñón.
Lo veré partir mano a mano en el verdor
hacia aquellos campos conocidos
mi palabra la cambio por ese artefacto
que lo mantiene vivo / trasplantado.
Los humanos saben por qué lo digo
mi madre lo sabe desde su adentro
para profanarme basta con no estar
ahora y aquí
no estar más.
Mi padre es otro simplemente / es otro desde antes
sube a la felicidad inocente
no importa si es lugar común.
A VER SI LO RECUERDAS
a ney de jesús, en texas
Aquellos eran otros tiempos
era prepararnos para no elegir.
Qué municipal alegría la cerveza
a ver si lo recuerdas
y muchachas que ahora preguntan
cómo le va allá adentro
acaso la distancia pudo cambiarlas.
Piensa Budweiser y golpea
espanta el miedo que sirve para dudar
es tan caluroso Texas
se agita tanto el mundo en las noticias
tu obsesión era ser coherente
cómo lo resuelves
trazar otros puentes hacia la península del odio.
He querido seguirte pero no lo digo
donde creíste echar raíces pongo a secar mis heridas
bajo el vendaje nuevo.
En este círculo propicio nos van a separar
como en mil novecientos noventa y tantos
desde los tiempos está escrito.
Por los días del agua en la cabeza
con sparrings salíamos al garage
el tedio sobre el calor nos hacía volver
pero yo no me cansaba de decirlo.
Eran otros tiempos los del agua en la cabeza
las luces nocturnas
el nocturno sábado
los trenes nocturnos pasando en filas de tres
salir a la calle era salir al alcohol
como un hábito sencillo.
Cuánto corazón cabe en una milla
han venido a preguntar por ti
de frente mi hermano a preguntar por ti
y qué respuesta damos:
con el ausente no hablamos más que por teléfono
siempre a medianoche
cuando todos escuchan.
He ahí el misterio de tu viaje
será entendido por todos con el tiempo
sólo con el tiempo.
Aprende que digo esto sin temblor de voz.
EN ÓLEOS DE JAMES ENSOR
cruzar las aguas
buscar en el viaje la negada virtud que me protege
otros imperiosos deseos me aíslan
la sal de esta espera quebranta el pecho
fija rasgos en el cuaderno de bitácora
dibujos que no asumo
que no podría revelar ahora
yo no entiendo
de agua es mi camino
me detengo a obedecer la magnitud de su paz
¿perderé el sitio en esta mesa?
¿la memoria del viaje no es la memoria de la permanencia?
no entiendo estos signos en mi pañuelo de soplar la nariz
el viaje es posible
aún después de no entender
que las noches del país
son también un viaje inconcluso donde digo
yo no entiendo cómo
yo no entiendo por qué
un salir a tientas
ejercicios estériles en la quietud de las aguas
hacia abajo /
hacia la fragilidad
muevo los hilos
dejo en tierra este dolor que me conduce
la demorada intimidad que rehago
la pérdida tejiendo su queja
como yo /
no vengan a mí retornos estrategias diferentes
he pensado que pude morir ayer
mientras cruzaba una calle o inyectaba con abuso mi cabeza
o escuchaba a Ravi Shankar languideciendo
faltó decirlo
I
este color asfalto tintes celestes que duelen / toda la rue Du Lac fue prolongación de Mercaderes en el olor del pescado la frialdad no te danza no niega su aislamiento de vino blanco
renuncio y no soy puro pero me siento a paladear a declinar filosofía tan remota como sopa de cebollas / este país este iceberg se me va de perfil en un bolero y rompo a llorar/ dicen get down y me echo a llorar
al menos conmigo funcionan los plazos
estaría siempre yéndome de casa en aviones en una balanza/ Europa es esa muchacha que conozco tan bien los abedules que cruzo para llamar a Texas y no morir de escarlatina en Brujas como Serguei Esenin alzando mi copa
tengo un precio bajo/ tengo un dinero que arde y se agota sigues ese camino esa obsesión de aguas fingiendo golpes al bajar escalerilla tierra y aire acusan solo por error lo mismo da la nostalgia allá lejos pero la nostalgia es un temblor una metamorfosis que cantamos es otro asunto / hiere y desangra mi riñón igual a quistes igual a nada sobre nada
una noche sola va y escapo noche sola a completarme isla sola casa a la deriva
dijeron agrede sálvate / esos tintes celestes pueblan mi escudo en Hasselt y pienso la heráldica estoy muerto y describo mi azar como si bebiera vodka hoy tuve miedo lo olvidé fingí trayecto de piedra en ciudad que me ronda
este viaje es largo soliloquio / no te asustes
no confíes
fatiga la espera en cuanto tenga de virtud
enséñame tu idioma Esenin qué son aquellas luces aquellos cuerpos al final de la calle todo se reproduce todo hierve / el escribir con fe se reproduce la soledad grano de arena se reproduce como hermano que emigra
voy a reñir tanto ruido noticias inútiles prodigios
voy a quedarme aquí donde quién sabe a hartarme de ese rumor de playa y así sucesivamente hasta quemar las naves
noche sola / este color asfalto se va a la derivaII
Ensor, la llovizna, rostros. Estoy artístico en ti como escalera al cielo. Entro al boulevar de las arenas, mi rojo es rojo/neón. Artificios, átomo, decías. Ya no es extraño, nos asaltan los negros de las mercaderías monsieur monsieur las mercaderías: reloj-pulsera, acuático, abanico, invierno-con-columnas. Puedo estar a la vez en Flandes y Santiago de Chile, las mismas leyes rigen la elegancia de esos rostros distendidos. Brindo por la sobria elegancia de esos rostros de muchacha. Parto hacia la noche belga como emigrado, hijo proscrito del rojo/neón, a presentir en la muchedumbre el amargo de esta espera. Convierto en gelidez el ancho de las plazas, el vaho tras la puerta que no dice nada. Ensor / no me dices, no me sugieres nada. La llovizna / no me sugiere, no me dice nada. Persigue el agua que se escurre por la boca rojo/neón. Persigue mi sombra por el boulevar de las arenas, asusta mi apellido rojo/neón en la pared. Eso de la patria fue otra cosa y no suena mal. La patria es un conjuro belga en las fotografías, copa alzada al vacío en plena calle. Si te pones a jugar con barro en Lieja, modelas la silueta virgen del hotel para estudiantes, desarmas la brújula del viaje de ida que podrías no ejercer como castigo por migrar.
El bulevar de las arenas tiene color sangre. Mi sangre tiene color rojo / neón, tiene textura de vidriera aperturándose.
III
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