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Antología de poesía cubana. Cuba y la noche (página 11)

Enviado por Orlando Desiré


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que libres se derraman y fluyen

mucho más valiosas que esa edad y esa belleza

que constituyen tu único tesoro

incalculablemente más valiosas

cifra

moneda

energía

divisa

sombra

oscuridad

las aguas escapando lacia Leonero

escapando hacia el mar

aireada y cristalina como tu belleza

el agua

cae

y corre a lo largo de las calles

de la ciudad donde anduvimos juntos

y donde todavía a menudo creo verte

como una sombra transcurrir bajo los portales

una estación en que las aguas

fluían a mi alrededor desesperantes como en el diluvio

la sequía crepitaba al norte

y tu edad hubiera podido hacer reventar manantiales

(pura tontería)

los soldados estaban al borde del canal

o dentro del canal

las piernas y las caderas y el pubis en el agua

y pescaban

con una pita sola (sin varas)

prodigioso para los extranjeros repetir el milagro

pero las aguas corrían más veloces esta vez

corrían hacia el mar arrastrando el anzuelo

corrían hacia Leonero entre espigas y los huevos de las yaguasas

y las altas garzas blancas y el sol sobre nuestras cabezas

(cinco o seis hombres al fin ociosos casi al atardecer)

Los soldados entran al Bretones, llegan junto a la caja

piden maltas croquetas extienden el billete

y reciben el vuelto una décima una centésima parte

de aquellas jornadas oro ganado sin usura

despojado de toda sospecha a través de tus ojos

de toda mirada rencorosa

En esos días luminosos una vez al mes podíamos encontrarnos

"iremos en las vacaciones

y yo te mostraré los lugares de pesca

las compuertas cerradas

y las aguas bajas

las biajacas de a dos libras

las truchas largas como machetes

que sólo pican con quimbolo

o una lagartija atada

o algo que baile…"

tu hermosa cabeza contra las espigas

en la época de su maduración

y así más tarde vendrán en nube los patos salvajes

sus huevos recogidos por los pescadores

arrastrados por los drenajes

a través de tus ojos la pavorosa lejanía en la intemperie

cobra el sentido estricto de las cifras

manejadas por un económico eficiente

la lejanía cuadra justa precisa sin erratas

derramadas

a través de las granjas y los cambiantes destinos de los hombres

¿qué puede importarme el destino de esta agua?

Llegan a parecérsete como extensiones navegables

lejos

lejos

lejos

el tiempo te llevará lejos

no sólo la distancia sino el lento fluir y deshacerse

de los días como aguas o mejor como gotas gotas

cayendo en la apretada noche de una ciudad

Yo caminé a lo largo de la costa y las casas

de podrida techumbre

entre el mar y la tierra

el viento empujaba fragmentos de maderas despedazadas

y yaguas

manglares adentro

los pescadores habían extendido sobre una vara

y expuesto al sol pescados salados

bebían café en resplandecientes vasijas de lata

caminé largamente entre el mar y la tierra

y allí terminaba el mundo conocido

la propia isla prodigiosa a los efectos de tu edad

allí terminaba la mirada rencorosa no en virtud del amor

propiamente

sino porque olvidaba el destino del agua

y de mi propio cuerpo

desasido del valor real de las cosas.

DEL OTRO LADO DE LA PARED DEL SUEÑO

Sobre ideas de Howard Lovecraft

Se hunden, oh hijo mío, se hunden

los ciclópeos monolitos de basalto del Este

del otro lado de la pared del sueño

que amasamos en las tardes de este aparente invierno de las islas

Vamos atravesando la bahía, tu pie

hace huella en la arena, yo voy

jugando con tu imagen, no con tus años

Voy situando fragmentos de ambos en otras latitudes

libres del ojo riguroso del shoggoth

Se hunden, oh hijo mío, se hunden

los ciclópeos monolitos

Oh, reinos de insondable horror

reinos de inconcebible anormalidad

cerebros cautivos por una edad de sombras

que dramáticamente ahora se derrumba

dramáticamente el muro se derrumba

del otro lado de la pared del sueño

y una multitud de olas

va imprimiendo sobre la arena apetecida

las novedosas señales

Qué negra nana, oh hijo mío,

nos cantaron durante años, que negra nana

la de la eternidad de los monolitos

que ahora se hunden irremediablemente, qué negra nana

para dormir al hijo de Lavinia Whateley, no humano

agonizando sobre el libro

"Yog-Sothoth ¿conocerá la puerta?

Yog-Sothoth, ¿será la puerta?

Yog-Sothoth, ¿será la llave y el guardián de la puerta?

Voy situando minutos de ambos, tuyos y míos

en latitudes libres del Ojo riguroso: espejos

donde se incendian nuestros rostros, espadas

cruzadas en la noche, tu risa

donde gravita, puro, el arco de la alianza

Oh, hijo mío, sobre las playas del mentido invierno

Y la belleza del mundo es irritante afuera

en las provincias y en las islas

y en los febriles campos, oh, hijo mío

sobre la hierba que la gente joven está pisando ahora

rabiosamente

ROCK DE LOS CABALLOS

Caballos y la certidumbre de encontrar

Un limpio abierto en la manigua

En el tapiz que diciembre

(el sol en Sagitario la casa del amor

expuesta al viento) dispone

el mar por pared buenas nuevas

en el primer día cercando la espada del querubín que ordena entrar

"la fuerza es la del ácana y la flor matinal la del roble"

cómo reina la palma en la espesura de mi pecho

las rosas sangre de Atalía dan fe de vida

en esa balada gráciles los Ibeyis

—uno en su constelación otro en su finca de obstinados gnomos—

repiten en lo oscuro esta es la Zorra y este el Cuervo

cómo se hacen densos opacos los labios

en el rastro que los besos han ido dejando en los iconos

tú corona de pina sálvanos

tú nuevo cuerpo que vienes

mis manos buscan ese claro en el monte

mis pies el equilibrio entre las ramas

cuerpo del viernes yo acumulo sobre ti mi dudosa victoria

qué color te conviene y qué música estela de los contrastes

Cronos ha incendiado con cuarenta y una velas mi lecho

que con la madrugada

levemente deriva hacia el Seol

mi corazón devorado por álgidos caballos

sus cascos bajo los manzanos dilatándose en Cnosos

los belfos en las arenas licuadas

dan al alba el blanquizal de la neblina y los gallos como en Rubliov

es la sed narrativa de devolver al padre

a un olimpo de bien cultivados cuadriláteros

a la madre a una abundancia de yareyes

las mujeres tejiendo la bahía y la espuma a los pies virgen negra

y a los hermanos devolverlos a la incesante cerveza

como a egipcios

y al corrido mejicano y a la lidia de gallos/ Isadora

que solo para nosotros ahora desafía

la fina lluvia en los altos vestíbulos del viento

la gallera es circular y el Universo

el alba más blanca elaborando los lirios en Cnosos

extendiéndolos mar para que tú los lamas

senos en Lam güiras en los altos vestíbulos del viento

para que tú los lamas mar

y para los vencedores la recompensa de las frutas

las alegorías que ávidamente escogen su narrador

("esa sed narrativa")

la mudada de las hojas (no el otoño de fuego)

Tigris arriba los argonautas cantan

el anón presta sus ojos al ave consagrada a Juno y Cnosos se extiende

al amanecer cada fresco y cada balcón y cada cúpula en Cnosos

extienden

canción adentro bogando palmerales

pueblos que un día me consolaron patria con jitanjáforas y güiras

qué desnudo mi corazón cuando amanece y tiendo el velero de mis

brazos un poco más allá

no puedo contra la redondez del mundo

Exhalas limonero tu olor a huerto del Edén

mi cuerpo hecho añicos contra los arrecifes en el remolino

pero como los caballos que mi padre guardaba

me recupero en el limpio del bosque (centauro y flecha)

a buen recaudo contra los salteadores

Siento el calor del bosque nutricio y desde el río

la canción de los que vienen del día de mañana

EMILIO DE ARMAS

(Camagüey, 1946)

Obra poética: Un deslinde necesario (1978), La extraña fiesta (1981), Reclamos y presencias (1983), El oro de los árboles (1984), La frente bajo el sol (1988), Junto al álamo de los sinsontes (1988 y 1989), Con la abrupta esperanza del amor (1991), José Lezama Lima (1992), Blanco sobre blanco (1993) y Sólo ardiendo (1995).

Que en algunos de mis poemas las palabras tengan el tenso brillo de este primer día de agosto, y el esmalte del juguete perdido entre la hierba. Que en otros haya la medida secreta, el ritmo de mi propio pecho al respirar, recién amanecido. Cuántos habrá que sólo valgan por ofrecerles eco a los de oscura luz, a los de clara sombra. Un tanto de belleza compartible, un poco de secreto para mi propio regocijo, y el diezmo que reclama la noble preceptiva para dar voz al tiempo en que me borro, como un poeta.

DESDE EL TENAZ SILENCIO Siento crecer junto a mi tiempo el tiempo estricto de los otros, como un manto sin augurios, que cae sobre mis hombros. Quienes ganaron ya la sed del polvo están viviendo en mí. Sus rostros esparcidos miran desde mi rostro, como bestias oscuras que recuerdan el sitio de morir. Con estos rotos signos vengo desde el tenaz silencio, como un extraño más que deja sus palabras en un papel sin firma cuando el alba es una mancha pálida en los ojos del último paseante, con la certeza del poema que no sabré escribir.

BLANCO SOBRE BLANCO He escrito árboles, plantado hijos, engendrado libros: ¿por qué no morir? Y antes aún: ¿por qué no estar sereno de este afán por descender adónde? Comencé a hablar hace ya tanto, y sé que en algún sitio alguien escucha mi señal, la anota, la traduce a otro lenguaje -¿el verdadero? Pero no sé más, no veo el rostro, no escucho la respuesta. ¿Acaso no es bastante colmar a la mujer, dar amparo al niño, desear la bondad y la belleza? Mis árboles, mis hijos y mis libros no responden: el lenguaje se me quiebra entre los versos, pero sigo, bajo, ahondo, escapo, busco, adónde, qué: no hay mar ni cielo, sino un vacío blanco sobre blanco, semejante a la nada.

EL QUE SE ALEJA El poeta, en el alba, ha vuelto a ser el que se aleja confiándose a los árboles que la luz humedece, escuchando las voces que le reclaman permanencia para seguir creciendo de su amor, para seguir hablándole al oído este lenguaje que él traduce en cantos o en silencio.

DE UNA NOCHE La vida, ¿es este viaje? La intemperie, el lugar seguro, la intemperie otra vez. Tú lo sabías ya cuando escogiste el húmedo silencio de los árboles y encontraste la voz que entre ellos te esperaba para hacerse tu voz, la que ha llamado en ti sabiendo que no habría respuesta, sino voces que esperan ser halladas para seguir llamando en soledad, altivo coro de los que no regresan. Pero la vida es este viaje, y no hay llegada: sólo sitios seguros de una noche borrándose en el alba.

SONATA La puerta de mi casa está cerrada. Adentro están mis hijos y mi padre. Mi madre, mis amigos y mi perro. Y el cuerpo del amor: todas sus sombras. Adentro crecen árboles y ríos, y unos veloces potros ya sin dueño. Y se escuchan palabras, y alguien nace. Y todos están muertos, y la hierba es cada vez más verde. Y todos cantan. De pie sobre las hojas amarillas, los estoy acechando desde un sueño. Y siento que me sueñan, y que hay alguien que viene a abrir la puerta: Los dos sueños se encienden como el día entre los pinos, cegando a los de adentro y al de afuera en una sola muerte. O un nuevo sueño.

SOBRE LA BLANCA LUZ DE UNA CUARTILLA Amé a los animales y a los árboles y a los hondos caminos de la tierra. Estuve en amistad con el silencio y conocí en la voz de la materia el reclamo de Dios, y de la nada. Cuando cerré los ojos de mis padres sentí lo que sentía al enterrar, para que dieran vida, unas semillas. Los mejores amigos fueron míos, y sé que una mujer va por el mundo ya para siempre niña en mis palabras. Me acompañó el amor en soledad y regresé a mi hogar en la intemperie. Un día me dijeron que jamás podría decir esto, la sencilla plenitud de vivir en la alegría. Jamás, hasta esta noche en que lo escribo como quien va a morir y permanece.

UNA SOLA PALABRA No creo en las palabras: las he visto borrarse apenas se agrupaban como guerreros solitarios cercados por las fauces de la nada: herirse unas a otras como hermanas henchidas de avaricia: las he visto afirmar, negar, mentir al pie de los altares y patíbulos. Han venido a mis manos como animales fieles sedientos de esperanza -y me han dejado solo, como fieras que vuelven a los bosques saciadas de su presa. Cuando la noche cae y la intemperie arrecia en torno, sin embargo, les ofrezco el silencio en que me ahondo para que aniden: sierpes listadas de oro y negro: hermosas como frascos de veneno entre las manos del amor. Sus dislocadas sílabas regresan como sombras dementes, pidiéndome razón que las retenga unidas mientras la ronda gira y pasa: voz que las devuelva al agua, al fuego, al aire y a la tierra: verdad donde apagarse hasta estallar de luz y ser palabra sola: una sola palabra: pura como el grito de Dios contra la nada.

SOBRE LA BREVEDAD DE LA CENIZA He conocido el frío del fuego que se apaga en medio de la noche y siente las estrellas, altas, ardiendo eternamente sobre la brevedad de la ceniza. Y he dado al fuego las palabras, como el ciego que ofrece su única respuesta al severo reclamo de la luz.

MIENTRAS SE ROMPEN LAS PALABRAS Dejar el último poema frente al mar de la tarde, cuando ascienden las primeras estrellas sobre el Golfo, y no escuchar después sino el silencio que me acoge, por fin, como las olas: vida tras vida, llamarada abriéndose en mi frente mientras se rompen las palabras.

MUERTE Y RESURRECCIÓN ¿Y si acaso esta tarde -Mientras la melodía secreta del invierno Transcurre como el río de los siglos, Y el crujir de tus pasos en la hierba Se ahonda en soledad- Dejara de latir tu corazón? Tan sólo eso, que dejara De contraerse y dilatarse en armonía Con las sístoles y diástoles del universo, Y un oscuro silencio sobreviniera entonces, Y te quedaras ciego, sordo y mudo -Las manos sobre el pecho, como fronteras ávidas De retener el aire que se escapa: Ya sólo cuerpo: un cuerpo solo Entre la interrumpida música, Entre la interrumpida luz, Entre el interrumpido roce de tu ser con las cosas Que sería -¿cómo decirlo de otro modo?- Tu caída en la muerte, y no escucharas nada, Y no se dilataran tus pupilas Al golpe de otra luz, Ni tus manos asieran otra forma, Y pasaran -eternos y fugaces- Los siglos y crepúsculos y pájaros, Y la música toda que ya no aprenderás, Y las formas que ya nunca aprehenderás, Y los nombres que no te servirán para llamar a nadie, Y el fulgurante río de universos Como barcas que mira alejarse un niño absorto, Y entonces -¿cómo decirlo de otro modo?- Tu detenido corazón se contrajera Al inundarlo la sangre de Dios, Tu detenido corazón se dilatara Al desbordarlo la sangre de Dios, Y latiera, latiera en otro golpe De música, de luz, de tacto ávido y total Como late y se dilata un universo, Sin que nadie sintiera Pasar, como una sombra, la palabra, Sin que los siglos y crepúsculos y pájaros Se dieran cuenta alguna De que tu corazón se había detenido Sobre la abierta cuchilla de la nada, Salvo -tal vez- tu perro, Que tiraría de la cuerda, jubiloso De seguir juntos el camino.

PARA CRUZAR LAS AGUAS De pronto vi a un anciano junto al río: una figura breve, erguida como un junco en la otra orilla. Y me tendió la mano, como para apartar el agua entre ambas márgenes -la suya bajo el fuego del crepúsculo, la mía en sombra ya, apagándose. Y su mano tembló como una paloma entre la luz, y vino en vuelo hasta la mía. Y fue una mano niña lo que estrechó mi mano, y todo lo demás era silencio: mi propia mano asiéndome para cruzar las aguas.

ALEJANDRO QUEREJETA BARCELÓ (Holguín, 1947). Poeta, narrador, periodista, editor y profesor. Obra poética: Arena negra (1989), Cuaderno griego (1991), Cartas interrumpidas (1993), Álbum para Cuba (1998), Círculo de dos (2006)

DE CAMINAR A TIENTAS VENGO

Escuchadme, y hablaré yo,

y véngame después lo que viniere.

Job, 12,13

Te hablo desde el borde del brocal

de un pozo distante y de fuego.

Voy a reconstruir el mundo que la noche

dispersó y que para él pide muy poco.

Te busqué

y el tiempo parecía abrirme paso

entre los caminos cruzados que nos unen.

Vengo, sin embargo, de andar a tientas.

Te nombro y busco en la oscuridad,

entre viejos jardines desolados.

Digo tu nombre tal como se dicen

las palabras sagradas y los exorcismos.

Ayúdame, que a veces la muerte se acerca:

en mi costado con su lanza implacable

la muerte y su rostro vacío.

Por estos días

los cedros pierden sus hojas y cubren

el espacio de mis puertas y ventanas.

Ayúdame a que este mundo sea siempre

abierto a la luz que cada uno pide para sí.

Adolescentes, desnudos bajamos a bañar

cuerpos y sueños en las aguas

abiertas a nuestros pasos.

¡Cuántas heridas recibí,

cuánto de hostilidad me rodeaba!

Oh, tal vez nos falte el tiempo

y todo no sea más que una broma.

Y el mar un espejo

distante y efímero, fantasma de lo que fue.

Tengo miedo de que el hilo entre los dos

se rompa y de que el tiempo nos ahogue

como ahogó a muchos.

Un miedo

que en la noche asoma su lengua húmeda.

He vuelto y el amor

hará reverdecer los cedros que se mecen

y levemente tocan los aleros.

Pero ahora que acaricio este triunfo pequeño,

presiento que de nuevo la oscuridad

y el ir y venir sin voluntad por la arena

volverán negándonos el intenso sabor del mar.

Tantos y tantos hilos se resumen,

hilos de vida y, a veces, de dolor.

Quiero que la soledad me olvide

en esta hora, que olvide las puertas

que siempre la condujeron hasta nosotros.

Regreso a tientas, es cierto, pocas

han sido mis ciudades, pocas mis casas,

muy poca plenitud pude paladear.

Pero mis manos han comenzado a descubrirte.

Vine por ti y para ti arriesgándolo todo,

y a mi paso hubo puentes derruidos,

paredes que no cedían a mi fuerza.

Siento

que me va a faltar el tiempo para el poema

y el horror vuelve a agitarse a mi lado.

Escribo con lentitud.

Para mí no existe la gracia del decir

a la manera de la lluvia

o del trueno

en su instante y su magia.

Temo que todo concluya y pido

que tu voz me devuelva el poema.

Sólo anhelo,

como tantos otros, dar sitio

a todo lo que debimos tener por nuestro.

Hasta ahora hablar de ti era entrar en la Nada

y de la Nada vamos por fin a rescatarnos.

Es una victoria pequeña, peor al hombre

pocas veces se le conceden cosas mayores.

Marchamos hacia el poniente absortos,

trazando en el suelo una señal, una clave,

una marca que indique dónde encontrarnos.

Y el mar, el mar

rehaciéndose ante nuestros ojos

e su complejo y difícil tejido de aguas,

y el júbilo de encontrar tu cuerpo

en un amable desgobierno de paz y hermosura.

Todas las historias

culminan en esta historia lenta y enorme.

Cuerpos, aguas, atardecer, muros

que tendrán que cambiar su piel y sus destinos.

Sólo el amor real podrá salvarnos,

salvar al mundo como quien salva a una hoja,

como quien con igual decisión detiene la tempestad

para que la luz vuelva con su reino milenario.

Escucha por un momento toda esta sed

que por dentro estalla como una ola

tras un golpe de espuma.

Te amo, y ciego, sin saber cuándo

llego a tus labios, y sólo entonces

la vida comienza, de una vez y para siempre

la vida.

FÉLIX LIZÁRRAGA (La Habana, 1948)

Poeta, narrador y dramaturgo.

Obra poética: Busca del Unicornio (1991); A la manera de Arcimboldo (1999), Los panes y los peces (2001).

LA MONTAÑA MÁGICA, V, 9 Deja su velo a un lado la Afrodita de Cnido, Se abre como una concha que a la vez es la perla, Y la Venus de Reynolds retoza con Cupido Y muestra un pezoncillo de rosa madreperla. Leve como la espuma, navega entre las algas Esta de Boticelli, y aquella del Tiziano Se reclina en la doble lujuria de sus nalgas Mirándose en un límpido espejo veneciano. Juega a cubririse alguna, o finge que nos deja Atisbarla en su baño, tal vez, o en su reposo, Y esconde una sonrisa detrás de un claroscuro. Su belleza es un puro cristal que nos refleja El deseo más profundo en su misterio y gozo, Agua de luz que mana del pozo más obscuro.

ELOGIO DEL ESPÍA ………………a Rolando Sánchez Mejía, a Antonio José Ponte

En la mesa de al lado está el espía. Es en vano callar. De alguna forma Espiará tu silencio todavía. Leerá lo que no dices en la horma Única de tu nuca o de tu mano. En tu mirada como en tu silueta Acecha a que aparezca tu secreta Cifra o fulgor. Es apenas humano. Si bebe o come como tú, si ama, Es porque quiere penetrar la extraña Fórmula de tu vida y de tu amor. Como la mariposa hacia la llama, Avanza, avanzas, se urde la maraña Del otro, el mismo, nadie, el escritor. .

LUNA EN EL AGUA ………………Rayuela, 7.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche, Dijo alguien una vez, y pienso que esa noche, Al escribir sus versos, se sentía exactamente Como me siento ahora. Sus versos y mis versos Tienen el mismo aire de adiós a todo esto. Me he sentado en un lago, a la orilla de un lago, Y he mirado la luna tendida sobre el agua. (La luna reflejada, pensaba, es la del cielo.) He tocado esa luna con mis dedos de insomnio, Con mis dedos de ciego, de maestro alfarero, Mis dedos de suicida: he tocado la luna De tu cuerpo en la sombra, tu cuerpo tan liviano Que no siento su peso. Las aguas del abismo Reflejaban mi rostro secreto, y engañado Pensé que era tu rostro el rostro que miraba En las aguas del hondo espejo de la luna. El perfil de tus pechos es una media luna, Luna llena en la mano: rosa del plenilunio Es tu pezón pequeño, tu pezón opalino. Quisiera hundirme en ti, hundirme nuevamente En tus aguas de azogue, de temblor, de crepúsculo. He tocado la luna de tu cuerpo en la sombra Creyendo que tocaba la luna verdadera. (La luna reflejada, pensaba, es la que riela En las aguas del cielo; el cielo, ese otro abismo.) Me engañaba el reflejo de mi rostro secreto. La puerta de tu vientre se abre sobre la nada.

POR EL CAMINO DE LA FE Un modesto poblado, La Fe. Existe. Una mañana, en bicicleta. Un mogote, una loma asomada, caprichosa, redonda, en medio del camino. El camino le da la vuelta, luego. Pedaleamos, mientras tanto, hacia la loma que va creciendo, alternando texturas vegetales y de piedra desnuda. A la manera de los paisajes de Arcimboldo, parece que toda aquella complicación de follajes suntuosamente festoneados, de yerbales translúcidos, de peñascos veteados en matices de gris, va a resolverse, súbita, en las líneas de un rostro. Cuando el rostro está a punto de formarse, la loma queda atrás. Por el camino de La Fe, a la manera de Arcimboldo, una loma parece decidida a mostrarnos un rostro, y no lo muestra, o tal vez nos lo muestra y no lo distinguimos. .

MEA CULPA, FELIX CULPA Yo, ni más vil ni menos vil que nadie, Me declaro culpable. Ciertamente Soy el secreto, el único culpable Del llanto de aquel niño en la ventana, De la imperfecta rosa que no nace, De la lluvia plomiza en este invierno. He de pagar el precio de la culpa Que arrastro desde siempre como un fardo, Como se arrastra a nuestros pies la sombra. Como una dura losa de sepulcro Al centro de mi ombligo encadenada. He de pagar el precio de mi culpa. He de aceptar el cáliz, la cicuta, He de colgar del árbol nueve noches, He de arrancarme un ojo que ha pecado. He de arder en el fuego jubiloso. He de nacer de nuevo.

RUBLIOV, EL MAR, UNA ESCOPETA AL AGUA A la playa han llegado tres muchachos. Han venido cargados con sus avíos de pesca. Escopetas, arpones, una cámara, un par de patarranas. Ninguna cosa es nueva, a no ser los muchachos mismos que las cargan, que las tiran al agua. Sus gestos al tirarlas son habituales, exactos, vigorosos, de algún modo rebosantes de gracia. La trusa de un muchacho, del más fino, ofrece desafiante el pesado racimo genital. Otro tiene ojos claros, bajo el arco tendido, perfecto, de las cejas. El tercero, un mulato, luce como fundido en una sola pieza de bronce reluciente. Ya se tiran al agua, ya se alejan. No sé, no sabré nunca, cuál ha sido la vida que han llevado, qué vida llevarán cuando salgan del agua. Pero el mar y los gestos precisos de la pesca los invisten, en este mediodía, de una inocencia inmemorial. Pienso, mientras miro alejarse a los muchachos por las olas antiguas, en unos vasos rebosantes de gracia. En ánforas. En cálices. En los tres ángeles de oro que bendicen un cáliz, pintados por Rubliov. Así pudieron ser esos varones a los que Lot dio albergue. Una carne de bronce, unas cejas como un arco tendido, ofrecidas las frutas del amor. Intocables, lejanos, sin embargo. Protegidos, como por una torre transparente, por la inocencia precisa de los gestos que se hacen junto al mar, arrojando una escopeta al agua.

ESCRITO EN EL CREPÚSCULO Y las sombras son largas, son qué largas, Tendidas a secar en el crepúsculo, Y como el té se van volviendo amargas Igualando lo inmenso y lo minúsculo. El oro en sombra ya la luz disuelve. (Kagé en nipón significa ambas cosas, Oscuridad y luz.) La noche vuelve. Apenas su perfume son las rosas. Como cada momento que nos toca, Cada placer y cada desconsuelo, Es fugaz el crepúsculo y eterno. Y acaba el oro, y comienza la loca Danza de las estrellas por el cielo, Y alza la luna su mudable cuerno.

LIEBESTOD

Perdonen si no canto en alemán, Porque una situación tan elevada No se da su lugar si no es cantada En una lengua fina, y con champán. Yo soy Isolda: Isolda Valdés. Muero de amor porque a Tristán González Le han dao tres puñalás, y se le sales La sangre toda, y ha estirado el piés. ¡Se me ha muerto mi macho, Dios bendito! ¡Ay, llévame contigo, papacito! Sin ti tengo fatiga y tengo frío. Por ti dejé yo al bueno de tu tío. ¡Arayé! ¡Qué dolor! ¡Qué desespero! Ay que me muero, papi, que me muero.

TOMORROW AND TOMORROW ………………Macbeth, V, 4..Mañana, y mañana, ay, y mañana,

Y de nuevo mañana persiguiendo Otro mañana, y otro, y sigo viendo Un mañana, un mañana, y un mañana. En vano espero desde mi ventana Mirar que el bosque venga ya subiendo; Quiero morir, peor aún sigo viviendo; Quiere perder mi brazo, y siempre gana. La vida es sólo un cuento de camino Lleno de estruendo y furia y blablablá Que narra un tonto y nada significa, Una sombra que pasa, y es la mímica De un actor que recita y que se irá: Estar atado a ella es mi destino. LOS CABALLEROS DE LA TABLA REDONDA ………………a Rick Wakeman.

En una biblioteca de mi infancia Pueblerina (suelen ser las mejores) Hallé en libros de pálidos colores Historias suyas, y las leí con ansia. Supe de la remota nigromancia Del buen Merlín, de almenas y de alcores, De Arturo y Perceval, y los amores Tristes de Lancelot, y la constancia Con que buscamos el Grial bendecido. No sé si Camelot o Brocelianda Fueron alguna vez; no sé si el lago Donde se oculta Excalibur ha sido. Leyenda o no, por nuestros sueños anda De arpas y espadas un murmullo vago.

ANGEL ESCOBAR VARELA

(Guantánamo, 1947-La Habana, 1997)

Obra poética: Viejas palabras de uso (1978); Epílogo famoso (1985); Allegro de sonata (1987); La vía pública (1987); Malos pasos (1991); Todavía (1991); Abuso de confianza (1994); Cuando salí de La Habana (1996); La sombra del decir (1997); El examen no ha terminado (1997)

GRAFFITI

Tuve una casa, una ciudad, una provincia, un país.

O la vanidad que perdió a Pilles de Rais me hizo afirmar

que eran míos. En sucesivos atlas, tan precarios

como minuciosos, me señalé con ellos.

Fui una cruz o una raya, o un circulo cuya imperfección

testimoniaba la traición de mis nervios

y el error de los atlas. La práctica deficiente

de esta pictografía asustada y el juicio

exagerado sobre mí no me hicieron comprender

sino ya tarde que era yo quien les pertenecía.

Padecí una puerta, un parque, un río, y un idioma

que era todas las puertas, todos los parques y un río.

Esa certidumbre, el vértigo, el abuso del lunes

me cegaron. Creí palpar en mi lomo las inscripciones

que antes con displicencia urdía en los mapas.

Me esforcé. Pero la cruz, la raya, el círculo

que sobre mí ejercieron su mandato

demostraron ser un inescrutable jeroglífico

cuya prolijidad delataba el desdén de su ejecutoria

y al suma de equívocos que toda inversión de órdenes

comporta. Sin querer escapé de esas figuras.

Hoy no las hago en parte alguna. No las haré.

Creerme marcador o marcado

en la brumosa rosa de los eventos

que el pagado de sí llama la vida

fue otro pequeño gran malentendido. Creí:

Los documentos, sellos y delimitadores que requisan

la aventura recíproca de los sitios

y del sitiado animal con recuerdos que soy

se tornarán irreales. Giré en torno al alto

de sus pliegos. Impugnables, todo cuando el azar

o la necesidad habían cometido entre nosotros

era una tercera caligrafía, otro sobrado código

donde lo irreal fui yo y fueron mis nostalgias

de lugares. Acaté ese argumento. O me sometí a él

por haber olvidado los tópicos

de mi educación dogmática. O por no encontrar otro

que justificara las cenizas de mis ocupaciones

y de mis días. Ignoro si en verdad pude vivir

veintiocho años o soy tan sólo el fruto

de la prodigalidad y el sentido común

de mis contemporáneos. se daban a entusiasmos tales

y a tan disímiles creencias que puede que yo

y esta discordia hayamos sido una de esas creencias,

uno de esos entusiasmos. Quizás necesitaron

mi fantasma para soñar el acuerdo

entre lo arduo de su producción de ininteligibles

sofismas y la improbabilidad de su hermenéutica.

Pero alguien o algo toma esta cuchilla de rasurar.

Alguien o algo termina en Sitiocampo u Oklahoma,

bajo la luna de Liberia, en Piura o Praga.

Sólo esto

que me aniquila aquí –ente el aserrín y las bombillas

fluorescentes, entre las piedras de olor y los espejos-

continúa. Y su repetición te involucra. También

a ti, oh inmundo. En los hoteles de acceso limitado

o en tugurios mugrientos. Al menos eso necesito creer.

Ahora. Cuando antes de morir

escribo todas estas sandeces en la pulcra pared

de un baño público.

Para María Elena Diardes

ABUSO DE CONFIANZA

No me has visto. Siglo. Siglo. Oh, prestidigitador.

Al lado de la carpa inmensa venden barquillos.

¡Y algodones de azúcar!

Y dicen: "Ya estamos hartos de tus opiniones".

No me has visto. No has venido a preguntar por mí,

el de los dedos cortados. Yo era dos muchachos

corriendo. Los remos junto al agua blanca,

el jadeo, sudorosos, y el no hallar suficiente aquello

de las estatuas sepultadas. Qué querías-

era correr sobre las manos negras, los pies rotos

hasta el filo del agua, hasta el filo del agua.

Oh, reino frío. No sean joyas los hierbajos podridos

que refracto. No son dadas aún mis confesiones.

Por ellas, sólo por ellas, tú has condecorado

a aquél de más. Y yo preferí ser el húmedo campante

que huye. El trapecio y las gradas, y las victorias,

y tus actas policiales: ¡Vaya plácemes! Es evidente:

Yo he podido morir, no deshacer el exceso de la razón

y el uso. No al tropezar con la piedra el muslo, el mito,

las caras de los gladiadores. Dicen: "Eso sería suficiente".

O aquello de que a uno le bastan un transistor

y una ventana, un transistor y una ventana.

Éramos las espaldas cuando empezamos eso ¡Basta!

¡Basta! La música y el camino resecos – el fardo

al que le dice no a los parabienes y la clemencia

al listo-, pero tú no ves cómo levanto el arco. Lejos

de los comedores donde hay líderes juntando las cabezas

para el final feliz del espectáculo. El plexo solar

sobra; no tu yesquero, mi cigarrillo, las sonrisas.

Diles, Príncipe: Huraños, lenguaraces bastardos. Y a mí:

Mentira que de un sol mal no escapas. Los otros

en el calor se aburren, por ejemplo. Salen de camiseta,

balanceando los brazos. Salen. Balanceando los brazos.

Miran hacia lo alto. un edificio. Y otro. Y otro.

-Eh, tú. A nosotros nos gustan los relojes automáticos.

En realidad (¡Simón! ¡Simón! no me aprendí las reglas-

sólo alcancé la paz que se otorga a los huesos

del conejo, el borboteo del oso

que alguien insiste ahogar en la bañera-.

Podrían cesar el brillo ahora, y los ademanes

con excesivo vetiver de las doncellas.

Y así como separan los codos los camareros

y van, y van y vienen

en esa retahíla, nosotros nos percatamos: Escupimos

sobre su litografía. No fue el padre de aquellos quien ordenó

desfallecer. Así no. Nadie más vuelva a fila. nadie más.

Yo me llego al horror del que estoy hecho.

(¿Van los pobres ramajes que me golpearon

loco en la carrera a prescindir de mí?)

Veo tu pulmón rosado. Veo el hielo y la gangrena

de tus vísceras. Sé de los aptos para lustrar

las mascarillas de oro. Sé del trasiego que me expulsan;

"El ve, él ve la repetición incesante de muertas no marciales".

-¡Hey! ¡Il sole non si mueve! –Ja.

Bailando Sudan como chicos.

Hacen las alharacas de los picaneados por ti.

Mienten: "¡Oh!, ¿qué es esto? ¿Un hombre tapado?"

Giran: "¿Ves algún dios detrás de mí?"

¿Ves algún dios?

Chillan. Arriscando los labios. Il sole non si mueve.

Salta. Y dice: "Maldita cosa qué me importa".

Enola Gay tenía un pubis tan tierno (el Organon)

como Albertine en Spoon River. Y: "Ya hemos

explicado por qué ellos es así". ¿Habrían de importar

los excesivos tics nerviosos, Franz?

Vivimos adornando con potes de cerveza la Antología

de Kuei Mei. Tal vez eso nos reconforta. Al haragán

empleado de banco, al traidor. Le pendu, el fusilado-

de Beulah comentábamos con ganas de astillar

las vitrinas-: Qué pocas las pepitas.

Gritan: "¡Fuego! ¡Fuego!"

Y ya. No hay casa para nosotros. Ni siquiera la otra

a un paso de los farallones, la de los platos azules

del borracho. Sólo el desfiladero es para mí.

Y las piedras

que prefiguran el agua. ¿No lloré acaso por todas

esas sonrisas que me cercaron?: "Sin embargo

eres tú quien pone el nombre". ¿Yo? ¿O Juan Inaudi?

¿Un edificio? ¿Y otro? ¿Y otro? No. Se sigue siendo

el orangután imbécil que fascina.

¿Acaso somos aquellos camareros para llevar-

ay los gladiolos. Ay, el pelo de las muchachas púberes-

y traer las vísceras así? ¿Así no más? ¿Así?

"Dos muchachos corriendo". Es evidente. Y alguien

los ve pasar, sudoroso. Ahora bien: Nosotros somos

el tercero. Incluso digo que nadie nos espera; ni a Dios,

ni a la Naturaleza: Excelentes paraguas rotos-

e medio del trasiego de insecticidas-.

¿No lo querían? Me he detenido a sopesar las utopías

histéricas, dividendos y usuras.

(Es la puerta cancel. Ceo al cruzado.)

Las caras sobre los pergaminos. (No eran.) Y ya.

(Los dedos que entran.) Dicen: "El barro tan filoso

hiere". Y en verdad hiere. El barro tan filoso

hiere.

Estas palabras no son para ti. Yo no juego

en la arena. No estoy en un aeropuerto internacional

pateando una caja vacía de Original Russian Vodka.

Ni me rajé la cara con una botella rota. Yo no cargo

a mi hermano. Ni a ningún otro muerto. Yo no me cargo

a mí. Las olas muerden. No hay ni un puñadito de candor.

Tu ojo me ve bailando sobre el filo de las imprecaciones.

La arena es la que es verde, el mar arena. Duermen tres;

cuatro te hablan; dos mil se hacen añicos. Sólo uno,

entre el cristal del trópico y la esperma del lunes, vocifera-

y eso que está de vacaciones, que está de vacaciones.

No soy yo. No eres tú. No son cuatro ni tres.

Ni dos mil. Ni los posibles datos del Obispo,

nuestra computadora. También tú buscas enemigos,

y hay quien te usurpa el nombre. (Alguien lo cumplirá-

se está cumpliendo, se cumplió.) Realmente no te molesta

la frivolidad metafísica de Scheler. Nadie, ¡Atón! ¡Atón!-

Oh, aquellos tres viejitos del basural cantando, ay,

danza extraña; mira sus marcapasos. Míralos. No al héros

Saturday Evening Post. También se gasta mi cigarrillo-

y miente. Al final uno vuelve a cavar otro túnel- uno,

viejo topo corrupto, Franz, al arca, al arca,

Franz.

Para Efraín Rodríguez

RAÚL HERNÁNDEZ NOVÁS

(La Habana 1948-1993)

Obra poética: Da Capo (1982); Enigma de las

aguas (1983); Embajador en el horizonte (1984); Al más cercano amigo (1987); Animal civil (1987); Sonetos a Gelsomina (1991); Atlas salta (1994); Amnios (1998).

SOBRE UN EXTRAÑO PEREGRINO

Sólo cuando perdimos su presencia

supimos que era él, y que él estaba

en nuestros pasos mientras nos hablaba

como entrega la flor su oscura esencia.

No lo vimos, ingrávida apariencia,

mientras a nuestro lado caminaba

aunque con sus palabras penetraba

como a un sepulcro infiel nuestra conciencia.

Le vimos blanco caminar, le vimos,

miga de pan, el traje reluciente,

y su nombre secreto no supimos.

Pero él regresará con el poniente

al camino u hogar donde lo vimos

y arderá en nuestro pecho eternamente.

TOPANSE CON EL TONTO EN LA COLINA

"Home is the sailor, home from sea,

And the hunter home from the hill"

R.L.Stevenson

"All, all, are sleeping on the hill"

Edgar Lee Masters

"The dancers are all gone Ander the hill"

T.S.Eliot

Día tras día, solo en la colina,

con mueca tonta está, perfectamente

quieto, desconocido de la gente.

Nunca da una respuesta, Gelsomina.

Con la cabeza en una nube, pozo

en el camino, el hombre de mil voces

habla, perfectamente clamoroso.

Mas nadie escucha, y él no los conoce.

Nadie lo quiere. El nunca les atiende.

Sabe: ellos son los tontos. Y no siente.

Pero el tonto que habita en la colina

ve el sol, que rueda al mar, cómo desciende.

Y ven los ojos en su testa endrina

girar el mundo en derredor, demente.

A la memoria de John Lennon

RIESGOS DEL EQUILIBRISTA

Yo pronto moriré, yo me iré pronto.

Es una idea que he tenido siempre.

Este junio tal vez será diciembre.

Sobre la cuerda no haré más el Tonto.

No andaré mucho más sobre este hilo

que me levanta de la tierra hambrienta,

lejos, tan lejos de su lid sangrienta,

como sobre un alado y cauto filo.

¿Cómo podrá el funámbulo un asilo

cavarse en aire, eterno, de manera

que sobre el hilo nazca, viva y muera?

Mas aquellos que van entre la guerra

de abajo, también marchan sobre un hilo,

y con igual traspié caerán a tierra.

YO TE PERDI, UNA TARDE

Yo te perdí una tarde, en el camino,

como un fardo tiránico y helado.

Porque no delataras mi Pecado

te dejé abandonada en el camino.

No supe si dejarte la trompeta

y con ella el concierto de la infancia,

pero te vi soñar, quieta y sin ansia…

Te dejé el manto, un pan, y la trompeta.

Volaron años. Y creí olvidada

la melodía tonta que yacía

en un nicho del alma abandonada.

Y hoy escuché a una joven, entonando

como un rezo tu misma melodía,

y aquí me tienes, frente al mar, llorando.

SOBRE EL NIDO DEL CUCO[1]

Ellos tienen unas vitrinas y usan unos zapatos.

En esas vitrinas alternan el maniquí con el quebrantahuesos disecado,

y todo lo que ha pasado por la frente del hastío

del búfalo solitario.

Si no miramos la vidriera, charlan

de nuestra insuficiente desnudez que no vale una estatuilla de Nápoles.

Si la atravesamos y rompemos los cristales…

José Lezama Lima: "Pensamientos en La Habana".

I

En estas tardes medrosas

en que no llama nadie a la puerta

y no suenan los timbres y la casa

es un gran frigorífico lleno de silencio

en estas tardes que gravitan sobre los parques

impidiendo la vida y los juegos

-tardes que pesan como un fardo hiriente

sobre los hombros de la estatua inmóvil-

en medio de esta lluvia que no cae y moja

los huesos tan desnudos en la ausencia de voces

sin nadie en mi experiencia I think of you

Billy

yo ta también pienso en ti Bi Billy

reconstruyendo mis memorias de piedra

tan pesadas como fuente de sangre

y no tengo nada que decirte porque no

llama nadie

y no hay nadie en mi experiencia

Quizás juguemos en el mismo parque

un teléfono mudo entre nosotros

un eléctrico hilo que devano temblando

trabajando en la blanca rueca de la

distancia

la senda en cuyo fin cae una nieve triste

un vuelo de pájaro callado

un empeño de ave que emigra

viste con tierra de Wisconsin mis huesos

al garete

un telegrama que las aves llevan y entre

nosotros

no más una vitrina luminosa

que yo atravieso sin romper los vidrios.

II

Qué gaviota de azúcar rozó las olas

de aquellos mares de Virginia

donde viaja la barca de los locos

con todos nosotros Billy con todos nosotros

Dios mío somos nada más unos pendejos

somos unos locos en un barco que gira

y echamos velas y anclas y gobernalle al

mar

y echamos a suerte el viento enemigo y

estamos esperando

esperando a Jaws y Jaws no viene

y no hunde el barco y la ballena blanca

como una tumba de cristal no viene

Mac Mac dónde te has metido

me has dejado al timón y yo no sé

gobernar esta nave y te escondiste te

escondiste with candies

pero en vez de ocultarte riendo estabas

triste

Por qué dime te escondiste con tu dulce

luminoso en los labios y nos dejaste solos

por qué hermano

por qué padre nos has dejado solos en esta

barca de los locos

que no sé gobernar

denme el cuaderno

de bitácora que han repasado las sirenas

con esas manos verdes como nubes

con sus manos de algas y jacintos

Y en el cuaderno de bitácora

tras la noche estéril sin dulces y sin juegos

tras el juego soñado without candies

sin la estrella de azúcar en la boca

vacía la piñata de los cielos

y el garrote tierno en nuestras manos el

garrote

con que hemos de golpearnos a ciegas sin

dar con la piñata

poniéndonos el rabo vergonzoso y las

orejas del indecible burro

sin dar con la pelota redonda como el

mundo en el vacío estadio

después del halloween lluvioso y de puertas

cerradas

(han envenenado los dulces han enterrado

agujas en las manzanas

y mudas calabazas sin luz las calabazas

de ella

junto a un cuerpo d estrellas parpadeante

en el cuaderno en blanco de bitácora

Billy yo escribo rien como el monarca

en la noche vacía de sus bodas

III

Yo know

If you break my heart I´ll go

But I´ll be back again

"Y llevé las flores y así le dije Would

you

marry me anyway? World you have my

baby?

y ella sonrió con labios de caramelo con

sus colmillos de azúcar el ángel vigilaba

el telón de las hojas del jardín soñoliento

y yo le dije quieres compartir esta suerte

la barca sin estrella mar hiel enamorada"

no es usted a quien aman

compréndalo

renuncie gentilmente

"Le llevaba unas flores al retablo vacío

descorrían las hojas su telón soñoliento

una escena una escena el carnaval del

mundo

en medio de la turba de feos monigotes

una estrella riendo como un ángel de

azúcar

tan sólo un torbellino que la dejara a ella

ángel y marioneta en el jardín del sueño"

no es usted a quien aman

"El tablado vacío seguiría aplaudiendo

las luces se apagaron me quedo sin

embargo

siempre hay algo que ver se hizo lo

oscuro ahora

vendrán caras extrañas sobre el tablado

a ciegas

compréndalo las hojas del telón se

cerraron

y cerraron las puertas de la ciudad

hiriente"

renuncie gentilmente

"Que la siga leal en extramuros

el perro de la casa es un consuelo

ser gozque de su falda el halloween

lluvioso

por los lejanos pueblos que la siga

llevando

la cántara de flores junto al jardín

dormido

velado por el ángel con su espada de

fuego

ante el telón cerrado junto al jardín me

dijo

no es usted a quien aman

compréndalo

renuncie gentilmente

"Lleva el cántaro al río trae el cántaro a

casa

llénalo de tu leche la leche de tu piel

las olas de tu pecho hondos cielos de

leche

los hilos de tu entraña filamentos de nube

escucha esta vasija sus latidos de barro

trae el cántaro a casa lleva el cátaro al

río"

"La lecherita ciega

quebró mi corazón"

…but I´ll be back again

IV

I never lost as much but twice

and that was in the sod.

Emily Dickinson

Cerré la puerta y dejé el mundo afuera

me recluí intramuros de mí misma

y no había nadie en mi experiencia

y no se lo dije a mi madre

y no se lo dije a mi padre

cuando cerré la puerta a la tarde vacía

de Amherst

y me quedé a intramuros los ángeles llegaban

recibía

la visita de Walt con sus barbas de nieve

su pecho tormentoso sus regalos

de blanca navidad yo estaba sola

y había perdido y ganado dos veces

todo ocurrió en la tierra y en el césped

sólo llevaba pequeños presentes

a los graves vecinos a mi dueño

dulces pequeñas estrellas de azúcar

y fui dos veces dueña del tesoro

y no se lo dije a mi madre

y no se lo dije a mi padre

y me encerré a morir entre los muros

para guardar avara mi tesoro

sedoso intramuros de mí misma

Padre

estoy llamando tirándote la puerta

mira mis ojos aún vacíos

de los anillos de la felicidad

y yo gritaba ¡despierta!

burglar banker father

I´m poor once more!

V

Someone is knocking at the door

Somebody is ringing the bell

Someone is knocking at the door

Somebody is ringing the bell

Open the door

Let them in

Billy I have long dreamed without candies

la estrella de azúcar et rien

et rien nada ha pasado

que no lo sepa el padre que no lo sepa

madre

ni el maestro y su mujer la señorita

las personas mayores

estoy en la habitación vacía

en el viaje vacío de los locos

en el hueco oscuro del árbol que cruje

como un frigorífico de silencio

Billy crece la sombra

como una marea sin estrellas

y ya está muy oscuro

hello darkness my old friend

Billy yo estoy contigo

¿Vendrá el doctor Noel con sus barbas de

nieve

a dejar caramelos en las habitaciones

a abrir los corazones y restañar los

cántaros deshechos?

¿Vendrá a despertar al niño muerto

al que durmió a tu lado without candies?

No hallo las indicaciones señorita

enfermera

miss Ratched la enfermera está hablando

con su lengua de fuego

y de su boca salía una espada aguda de

dos filos

una espada de fuego para guardar el camino

del árbol

Billy yo estoy contigo

Déjenlo que entre let him in

a la terraza donde están dormidos

a los dormidos los cuidará quejoso

se agrupará la mañana helada en terrones

de azúcar

Let the sunshine

Let the sunshine in

the sunshine in

Alguien está tocando a la puerta

a la puerta cubierto de rocío

pasas las noches del invierno

Open the door

Let him in

Billy un teléfono mudo entre nosotros

estás sangrando en el manicomio helado

Let it be Let it bleed

déjenlo déjenlo que sangre

con que ha de convencer al mundo

y ha de vencer al mundo

y melar la espada del ángel

la espada de la boca de miss Ratched

Let it be let him bleed

Billy yo estoy contigo

tú estás bajo la nieve yo en mi cuarto

yo estoy con los dormidos without candies

ruedan mis ojos por la nieve

es una blanca estepa ¿se da cuenta?

allí vi a un conocido y lo detuve

gritándole ¡Hernández!

rueda la nieve en pelotas que no hemos

de golpear

muñeca de la nieve como blanca mujer

en pelotas que no hemos de acertar

que no hemos de acertar con nuestros

leños

en este juego en el vacío estadio

las pelotas fantásticas de nieve

blancas esferas de algodón dulce

y no podremos romper la piñata del cielo

para que caigan las estrellas de azúcar

Billy yo estoy contigo

en la tarde medrosa y vacía donde no

suenan timbres

en el juego vacío donde no acude nadie

en el cuarto vacío donde todos dormimos

sin dulces con pastillas

en la barca vacía de los locos que gira

como el mundo

en la noche vacía de las bodas del rey

en la casa callada como un gran frigorífico

vacío

en el parque vacío donde la tarde abruma

los hombros de la estatua

Billy yo estoy contigo yo estoy contigo

madre

padre yo estoy contigo

río manzanares

yo estoy contigo

señorita Ratched

déjame pasar

entremos todos juntos

let us in

Alguien está tocando a la puerta

Alguien está sonando el timbre

Alguien está tocando a la puerta

Alguien está sonando el timbre

Abran la puerta

Déjenlos entrar

VI

Como sueñan humillarnos

repitiendo día y noche con el ritmo

de la tortuga

que oculta el tiempo en su espaldar:

ustedes no decidieron que el ser habitase

en el hombre…

Como quieren humillarnos les decimos

the chief of the tribe descended the staircase.

Ellos que cargan con sus maniquíes

a todos los puertos

y que hunden en sus baúles un chirriar

de vultúridos disecados

Ellos no quieren saber que trepamos

por las raíces

húmedas del helecho…

y que aunque mastiquemos su estilo

we don´t chose our shoes in a show

window.

José Lezama Lima: "Pensamientos en la Habana".

Let us enter the tree

Let us enter the room

Let us enter the garden

Romped la sórdida vitrina

Quitad al ángel de la puerta

con su espada flamígera

la tierra será el paraíso

el guardián a la puerta de la ley

poned en su lugar al cherokee de roble

con la frente de hastío del búfalo diezmado

y vio en sueños una escala

el jefe de la tribu descenderá la escala

porque no entre el ángel de exterminio

con su lengua neutrónica de fuego

que crezca el Gran Teatro de Oklahoma

para cubrir para abrigar al mundo

como la sangre cálida del tonto en la colina

y en la muralla china otra torre de Babel

para escalar el árbol de la vida

para tocar las barbas de nieve del cielo

como el pecho finísimo de Walt

la hierba perfumada de los muertos

Venga Noel a repartir regalos

dulces de miel a las habitaciones

a reparar los viejos corazones

de hiriente maquinaria enmohecida

y a restañar los cántaros deshechos

Somos los humillados los pendejos

Los abalorios que nos han regalado

han fortalecido nuestra propia miseria

Somos los parias íngrimos del mundo

ah look at all the lonely people

los descosidos los amarrados los ateridos

trepamos por las raíces del helecho

no escogemos nuestros zapatos en una

vitrina

nuestra alma no está en un cenicero

aquí estamos los negros y los indios

a la puerta cubiertos de rocío

allí vi a un conocido y lo detuve

gritándole ¡Billy!

somos un tal chatterjee un tal Hernández

somos un tal zuzuki un tal kuusinen

un tal jones un tal muller un tal nguyen

Aquí estamos todos los negros

que no venimos a rogar

Estamos

llamando tirándote la puerta

y yo gritaba ¡despierta!

Let us in

Let us in

Donn´t worry

Billy

Te enviaré un telegrama con las

aves

viajeras:

Romperemos la piñata

del cielo

Y habrá estrellas para todos.

7 de noviembre de 1982

ARAMÍS QUINTERO

(Matanzas, 1948). Poeta, narrador y ensayista.

Obra poética: Diálogos (1981), Una forma de hablar (1986), Cálida forma (1987), Como la noche incierta (1991), La sal estricta. (1996), Voz de la madera (1999), Caza perdida (2006).

PASO EN LO ALTO Firme paso en lo alto, desfiladero que amo. Difícil, ciertamente, mas no traicionero, sino acoge mi pie, que cruza el más amable y entregado a su hierba. Hondo paso, reducida distancia: el más amable cruce es el mío, paso en lo alto que recorro y amo, si por tan frágil, ofrecido, por la distante, rechazada lejanía que es valle o lago y al fin cercanos ojos. Paso en lo alto, y yo me cruzo, y callas Mientras algo más hondo que los dos, más fuerte, calla o habla, es lo mismo, sobre nosotros, votiva hierba, y es la distancia que no rindes ni rindo, la distancia que ha ardido en esta suave oblación, si enemiga y hermosa, sacrificada, fiel, hermosa, desmentida por este paso en lo alto, ofrecida feliz, violentada, qué cruce es este en que hemos puesto piedra de fundación amada más que la ciudad a que renuncias y renuncio y amada más que todo porque podemos removerla, volvernos y llegarnos a este sitio y edificar de nuevo y con los mismos nombres, en memoria de conocidos lugares, repetir este gesto

de fundación, que es nuevo. Y otra vez, paso en lo alto, tú sonríes.

CÁLIDA, SIMPLE FORMA

la sencillez de estar reunidos Emilio de Armas.

Mis palabras se han vuelto suave escoria. Un color va envolviéndolas, y les va dando ese leve desprecio, ese callado vencimiento con que lo nuestro acaba y se olvida. No tienen voz, se quedan cada vez más donde las llama su propio peso, su pobreza. La poca luz en que estuvieron -amigo fuego, mínimo- era la de unas pocas manos que las pasaban entre sí como el pan. Cálida, simple forma de estar aquí nosotros, con lo nuestro. Y decir poco, apenas algo que ilumine Brevemente la mesa, tan desnuda, Y las manos, por un momento duraderas, Sólo por un momento tan hondamente Acompañadas. Luego el pan, solo se va secando y es barrido.

JUNTO EL FUEGO Hablan los hombres junto al fuego, tras los árboles. Casi en el fuego, como criaturas de la llama. Son unos pocos hombres, y no tienen Sino ese fuego, y unas pocas palabras que dicen como el pan que se entregan. Hasta ese círculo de luz no llega el hambre, ni el silencio, ni las mil bestias de la noche. Son unos pocos hombres, tras los árboles, mientras la noche en torno cierra sin poder acercarse.

COMO UN PÁJARO APOYADO Como un pájaro apoyado en la nada, o sobre los mangles de un pantano, o debatiéndose en el aire. No como un pájaro, como una lenta, silenciosa barquita que un día orilla y se detiene, o la sorprenden unos rápidos y la espuma la traga. No una barquita, un puente suspendido en la niebla. No un puente, un breve cuento que acaba bien o mal pero acaba. No un cuento, un largo diálogo, un vocerío confuso, un monólogo absorto. No un monólogo, el llanto de un niño. De una vieja, la risa de una muchacha. No el llanto, no la risa, el silencio perplejo del actor que ve de pronto que no hay nadie. No el silencio, el estruendo imaginario de las aguas, la catarata irreal. No el estruendo o las agua, el polvo seco, finísimo, la arena interminable del desierto. No el desierto, la selva delirante, magnífica. No la selva, la orilla del mar, en la que el viento nos sobrecoge, nos azota, y nos trae las sílabas sueltas de unas palabras poderosas, espléndidas, que dicen que es un pájaro -sobre la nada, los pantanos, los fieros remolinos del aire- remontándose.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21
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