LA MAESTRA DE LA GRADUACIÓN PIDE EL SINSENTIDO
[para Bederre y para Hilario Mijanio]
«Háblame de mi poesía/ para no pensar en ti/ cada
vez del alba
y todo el día/ hasta la pared que se pospone/ o se
adelanta
siempre en burlas».
Necesitamos/ cualquier belleza/ no la única.
Necesitámosla.
La profesora se distiende, se hará una pelota;
escuchará todo el canto proveniente;
descansará en ti, como en un pecho firme lo hace
una casada.
Sé – la. Sé la casada que vuelve con el ángel nada
más,
que aún arrebola/ arrebola aún —matadora por su
parte.
No podemos de nuevo pedir más libertad
mientras se viva el rollo de las constelaciones.
Dame un beso/ y las palabras,
y el devenir estalla/ por su centro
como una brizna que pudiera arder/ hacer arder/
las puertas irreales.
FRUTOS Y VENTANAS
De aquellos no tratamos. Es otra dirección
cada palabra.
Lo salido, y lo que ha pasado a mí
—viéndolo, parado, alejarse más y más hacia mi dentro y mi interior.
Engañosa y equivocada se muestra la vía
de cada palabra. Nada 32. No es esa rosa/ para
marineros del aire «ni tampoco».
La ventana traga lo que miro.
Afuera estuvo la comida del fruto
lo que siempre comimos
alimento de la línea de pos-pos.
LA FAMILIA FRANCESA
La familia francesa estaba ahí, condescendiente
me dio alegría
había tenido que decirme:
"La condescendencia ha de cesar/ cesará".
Azul la victoria y ya estoy aquí
casas desde el aire.
Y estamos en la zona/ donde nunca habrá jamás.
LA NIÑA ME PREGUNTA
[a Patry]
Debo amarla por un hálito de cosa blanca
que expande y me acompaña/ incluso,
cuando estoy en realidad.
Que así te beneficie un día un hombre,
un sol, o una encrucijada. ¿Serías tú
el hálito de alguien que, confiado en ti,
irá por su camino contando?
Sé. Haz la cosa blanca.
RITO RAMÓN AROCHE
(La Habana, 1961). Escritor. Obra poética: Material entrañable (1994), Puerta siguiente (1996), Cuasi II (1997), Cuasi I (2002).
I. LAS MIGRACIONES
Los moradores. La cura
a T.
¿Llegaríamos al puente? -Orea tu garganta
un sorbo y sé (sabes) de ciertas dosis.
«Va hacia ti una arenilla…»
Más aliviado:
«Ya una vez mi osamenta». Incluso,
antes: «Donde una piedra el sol -¿vimos?
Donde unas piezas».
¿Se ha perdido el espacio esta vez
indico el ciclo se ha perdido?
Me separa de ti
un estupor. Y un cielo
líquido de ti difuso me separa.
Y el Coruscante:
«¿Llegaríamos al puente?» Preparo
una cocción.
A la mañana
procura aún dormir. Danos la prueba.
Vidrieras
Espera
nada crece tranquilo debajo
de estos cedros.
A medianoche ¿en la armería?:
«Je suis le savant au fauteuil sombre. Les
branches et la pluie se jetlent à la croisée
de la bibliothèque».
Afortunadamente
nada crece tranquilo día a día
debajo de los árboles.
¿Siguen
en busca de proferir su propia historia?
Escucha
según los tiempos
no poco valen, estos amotinados pájaros
de inviernos. Afortunadamente…
Algunas profesiones
Indaga y ya no es -cuento
frecuente el álamo.
Toca al aceite. Toca al verano, al
muro,
«es como
ver hacer del forraje».
Toca
en la mañana al mundo un agua, al muro
¿Y ya no es? –Cuento: frecuente el álamo.
Hacia un lado la espuma, y en el charco
tu
nombre como un silbo allí -juras
de entre sábanas.
Ante la luz mojada de unas cerillas
¿también mojadas?
Encuentro una estación – ¿todas las veces?
Sentíamos- el olor húmedo de los forrajes.
Cerca vi las escamas.
Fugan
de la orilla a la orilla.
Toca
volver a la erosión, al brillo, al germen.
Toca al verano.
II. FUGANTES
Lejos -de yo apuntar con esas (mis) dos mil palabras de tono y trazo sentenciosos… «tendenciosos» según esa manera tuya de contradecirme y, de expresarte el-otro-día tumbada en la sala de bain y-al-otro-día con ese paño que tú o alguien llama (llamaba según tú, y entonces) «un paño koljosiano» tumbada aviesamente aviesa sobre esas (mis) dos mil palabras se habría notado afuera, seguramente un viento muy terroso, un poco antes, de caediza el agua, la oscuridad del agua, el cielo, un poco antes, caedizo.
Y todo sitio de una casa mostraría.
La piedra de amolar (sonante) debajo del imbondeiro.
A espera de si llueve hay una tina de barro. Y hay, las
raicillas mustias de la enredadera.
Se ven sobre los zincs (distantes, amontonados) algunos
gatos.
¿Cierto? -Un cuerpo deseado. «No sé qué puedas con una
cortina roja… ni qué entonces con un abanico laqueado».
Los olores (pesados) de los gatos, también en la escalera.
Ojalá que más nunca. «Sería metanga». Una tarde, des-
pués de rociarnos de tal líquido (y tal brillo) aducían:
«No merece que mientas».
Y al golpe de la puerta escucho (al menos hoy) el golpe
de otro puño seco.
«Ya lo hice y lo dije una vez: no siento efectos».
Nada aquí es un continuum. Nos declararon pérfidos por
esa tarde, en Obra-Pía.
En la calle de La Obra-Pía. ¿Los muros carcomidos, las paredes?
Hay madera de antaño y piedra, ante la piedra -esperan. Una
tarde.
¿Avanzarán en mayo nubes –las primeras que alientan?
Si al flujo resinoso traes, en una mano el incienso hacia, la
Puerta Regia, oh fruta, desconocida o cerca, a ver, hoy, des-
de la calle. En mayo –¿hay una luz brumosa? Ante la Ca-
sa Regia; en una mano el incienso, oh fruta, desconocida y
vuelta, oh ¿sabes de alguien que pueda?
Mirar si entro a la pared de fondo: una vez cada quince
días –al menos. En Los Umbrales.
Barría en la mañana el patio muy terroso.
«Tus libros encuentro siempre en librerías húmedas».
En días tales -nunca miro a sus ojos: directamente a
los ojos ni a sus labios.
Veo inclinarse al almácigo (¿otro?) en Los Umbrales.
«Aquí debajo [señala] siento un escozor espléndido y profano».
«Un escozor espléndido» me dice. Extrañamente señala.
Muchas horas mi rostro hundido entre las manos, mi rostro
entre las páginas amarillentas del Gran Libro.
«Supuse que no iríamos a ver».
Ante la luz probada de unas cerillas -también probadas. Y di-
jiste:
«Deja que levante el verano».
Sobre el Gran Libro yo, como calígrafo. Mi rostro hundido
entre las manos cada día, de intentos según órdenes aquí, des-
de mi encierro, por cifrarlo.
Cada día.
¿Otro remedio no nos queda ya más que percibir? Haz una
prueba. Del lado oeste, la tarde te va en ello, el lunes. Del
ventarrón oscuro. Hay un aumento… Más bien una llegada
húmeda y flotante (tú dices: «un aumento») de esporas. Se-
ría en Rilke: «erzähls, daß wir solches vermochden». ¿Sería
en Rilke? «Proclámalo, di que fuimos capaces de estas co-
sas»Y no lo hubiéramos creído (ondeaban, en la fronda los
paños más livianos) si afuera, la luz que parpadea…
«¿La tarde me va en ello?» pensabas. Mientras, buscaras definir
(en la llovizna) los muros de La Fortaleza: «erzähls / proclámalo».
«Es difícil a mi vuelta, que no hubiera podido encontrar
algo siquiera, o medianamente interesante en el verano».
Y sobre el patio adoquinado: «Pues nada debe ser privilegio
de nadie». Vestía, con vieja indumentaria alsaciana. En su
vasija té. «Vasija y té -decíanos- muy barata en el puerto de
O…»
«Acá una piedra. Allá…» decíanos. Enmudecidos, mirábamos
cómo nos mostraba, es cierto, en aquel patio objetos cada vez.
Y decía de costumbres -las costumbres- alsacianas, decíanos,
cada vez.
Seguramente es eso: primero, cuando me olías el pecho
todo y, bueno, todo el cuerpo. Y me olías. «Siento un olor a
orégano», dices… (digo, decías). La lengua un poco incierta,
recuerdo. ¿Segundo?: «Il cuore mi scopri sotterraneo» (S. Q.)
leías, inmersa entre esas (mis) dos mil palabras y te quedara
un tanto ahí ¿espúreo? ahí, en la lengua, no sé si exactamente
pero sí un poco, de ese gusto terroso ¿la lengua tropelosa? Y
no es extraño -eso. Y una rara quejumbre y un ardor como
en mis labios un poco fragoroso.
Fijamos una ruta -interior- y, pronto, una fecha.
Al teléfono: «Qué cosa si no». Mueve los drelos. «Sé que
estarás durmiendo» Y le digo: «Tu vino es…» digo. Luego,
era todo el silencio.
Cuchillo y cuchillo: uno siente, el polvo, en la escalera.
«I think we are in rats" alley
Where the dead men lost their bones.»
En la oscura escalera, ese olor denso -¿y de orine?
La poca luz que podía haber entrado apenas favorece.
Cuchillo y cuchillo: que ya no dicen qué si no dónde presunta
secreción mientras dormías.
¿Mancha la fruta en su estación? -Espero, a menos que
me expliques si has oído decir sobre ese entorno el Bar Co-
mercio. Su pulcritud, las luces. Algunas mesas. Yo dije: «Par-
didas de m…» dije, claro, en un tono distinto. Una botella vino
a dar en el centro, otra en la caja. Lastimoso fue ver a uno de
ellos (un melómano) caer sobre mí ebrio como yo estaba. Gri-
tos. Ruido de sillas. Vidrios. La voz del mesero: «Nadie podría
socorrerte» dijo. Golpeábame, junto a la barra. La voz del me-
sero, el puño.
Su sangre quedó allí -si ves- donde mi sangre.
Tan sólo unas cuantas monedas y ya está el fondo (vaya are-
nilla) color vino, el fondo, y desde el puente…
Luz es (puede ser) extroversión. La noche un velo. ¿El sueño
adensa? «De noche, la claridad rápida». «La oscuridad…» Y
tú: «Olvídalo» 30 dineros ¿por unas hierbas? «Te veo hacer unas
volutas henchido, desde el puente» Más que un mínimo. «Aho-
ra piensa si no deberías estar lejos, piensa» Más que un mínimo.
30 dineros ¿por otras hierbas? Que irían justo y desde el puente
al fondo. Vaya arenilla.
Los restauradores de la calle de los Oficios al vernos
«Supimos que no eran ruidos ni querellas».
Nos llevan.
«Por la ventanilla gritos -y a veces unos quejidos- espo-
rádicos».
Corrimos a donde una luz baja (¿de aceite?) en el taller.
«Je suis sorti chez moi à 5 heure».
Y no todos escuchamos. Por la ventanilla, y ya en el viejo
taller, ¿una voz tenue?… -Calábanos.
Y qué dijimos de paso ya por ese barrio de Santa Tere-
sinha o en ese otro Cacola. En la vieja gasolinera «Em-
baixador» reímos por un instante dada su herrumbre páli-
da. Militares, de traje casi abiertos (raídos casi) bajo la luz
de aceite; dijeron: «Puede ser que los borren». No mucho
dejamos en el pote de miel. Y la frazada, que te pudo haber
cubierto un poco y hasta más allá de las piernas -un poco.
Les habríamos mostrado tus piernas ya venosas (muy veno-
sas) en tanto íbamos de paso si recuerdas por ese barrio de
Santa Teresinha o a ese otro de Cacola.
Produce nada. Como si de alguna cabeza impávida colgara,
y de la boca, la saliva al caer (elástica) del Puente Negro.
Nada, nada. –Con muy poco de anhelo. Primero una
luz rasa, inconexa.
Del lado opuesto unos minutos leo:
«A rat crept softly through the vegetation
Dragging its slimy belly on the bank
While I was fishing in the dull canal
On a winter evening round behind the gashouse»
Bisbiseante unos minutos yo del lado opuesto.
«¿Un sueño vasto? -Que puedas como yo acaso en otro
tiempo por el río Cunene: las tribus Cuañamas y Gangue-
las, las nómadas tribus, los Muimuilas, por un río tan vas-
to: el rio Cunene.»
En Los Umbrales cada techo de zinc o tejas acanaladas.
Alguien: «Por fin hay un poco de sol» dijo.
Y las paredes de ladrillos rojo rojo.
«Sería el tiempo en que llegaban los faroles de gas -creo».
Que prepararan bien el alcanfor, las siembras.
En Los Umbrales, en un tiempo eran las bostas sobre el ado-
quín del Puente Negro.
Sería pernicioso que intentáramos abrir, o siquiera acercarnos,
al Gran Libro.
(…) en cierta jerga alsaciana:
«Encuadernado en cuero»-. Y, se nos decía: «Edición
única…»
Teníamos la sospecha fundada (¿infundada?) de que
fuera "piel humana".
Con sus letras en oro -bien lo habríamos visto- el Gran Libro.
Niebla. Puso incienso. Con ello el agua. Puso, sobre
mis labios un dedo tembloroso. Ya no escuchábamos a
Jandl, ni era el momento en que (se entiende) vagaba yo
con esas (mis) dos mil palabras frente a la Puerta Regia,
tan grávidas, el título aún por definir y tú, oh Charmides,
con esa piel digamos tersa y esa bata (vestido por más
nombre) «zulú» oh Charmides ¿una resina juzga y me anonada?
SIGFREDO ARIEL (Santa Clara, 1962)
Obra poética: La imprenta (1985), Algunos pocos conocidos (1987) El cielo imaginario (1996), El enorme verano (1996), Las primeras itálicas (1997), Hotel central (1998), Los peces & la vida tropical (2000), Manos de obra (2002), Escrito en Playa Amarilla (2004), Born in Santa Clara (2006 y 2007), Cielo imaginario (2008).
LA LUZ, BRÓDER, LA LUZ
Mirar caer la nieve en la oficina de registro cuando uno es la señal como un pañuelo, un sauce que huele a mar del trópico, un animal aislado. Pudiera caer ahora mismo la nieve sobre los edificios en copos graves pudiera morirme si me viera en una cerrazón que tumba la cabeza hasta las manos de los padres que esperan sentados en un parque y que no saben nada.
Un hombre quitaría con una vieja pala esta ceniza. vagamente regresa a aquel lugar donde llovía detrás de la cabeza cuando tuvo otro nombre y una cicatriz en la barbilla y era hipócrita y humano como un pobre diablo. Bebía en los circos de ocasión y tenía el bolsillo repleto de llaves inservibles y un temor absoluto de la soledad. Seré yo mismo acaso si fuera tenedor de libros o fuera neerlandés y conociera la magia y si en el extremo de mi vida la nostalgia me pasmara las manos sobre el hielo.
Job pudo reposar sin violentarse sobre este caracol marino y las sabanas pudieran estar llenas de alfalfas o de termas brillantes o de casas de troncos. Quiénes seríamos entonces / calle abajo acaso compraríamos el periódico de la mañana cayéndonos de sueño y las mandarinas y el pan dulce.
Estos años románticos los querrán los hijos de los hijos y buscarán la letra en el registro, nuestros discos los papeles sucios. Voy a morir sin ver la nieve qué hubiéramos adelantado bajo la nieve harinosa esa pequeña aventura de nuestra luz: el paso de un astro, la carrera de una estrella.
Estos días van a ser imaginados por los dioses y los adolescentes que pedirán estos días para ellos. Y se borrarán los nombres y las fechas y nuestros desatinos y quedará la luz, bróder, la luz y no otra cosa.
EPÍSTOLA A LA SEÑORA ANDREW JACKSON
Pongo en sus manos el destino de este avión
atestado de santos, collares de cuentas,
sagradas pedrerías que atendieron plegarias
en arcaicos idiomas africanos
para hacer por fin el viaje.
Le encomiendo, señora, esta forma volátil
que atraviesa solitaria un estrecho de agua,
que es estrecho de tiempo.
Mire cómo su sombra corre sobre el mar caliente,
el mismo en que ahora mal navegan dos o tres
barcazas ilegales repletas de familias que ennegrecen
al resistero de un sol con forma de pez,
o mejor dicho:
del hambre humana de un gran pez
acostumbrado a probar el sabor de la gente.
Para que las maniobras en el aire lleven menos esfuerzo
haga soplar al viento en dirección favorable, si es posible,
desde la dimensión pragmática que usted debe habitar.
Detrás de la sustancia de este viaje
hay interminables plazos con días y noches
ante la puerta oficial de amigos y enemigos,
escarnecidos y escarnecedores.
Piense que para los emigrantes la incertidumbre
siempre finge cierta forma de interés,
gira en su silla satélite, escribe y sobre escribe
nombres de parientes con dos dedos
en su piano eléctrico, acepta sobornos y se deja acariciar
como una gata de cuartel que juega todo el día
con su bola de estambre.
(He visto parcas, señora, cortando hilos y anudando hilos
en la piel de una recepcionista o de un hombre mecánico
en la cima de una enorme montaña de expedientes.)
Ruego que detenga todo impulso del viento
cuando cese la espiral de las turbinas y los del avión
desciendan por caminos en forma de spaghetti.
En especial, que se respire calma en el instante
en que ajusten una Ley sobre la gente esperanzada,
muchedumbre que llega con sus estribillos
y dicciones callejeras ante la ventanilla altiva:
entonces se internan en la Ley –papel puesto de canto–
mi señora, que sólo atiza carbones encendidos,
no la dicha.
Mire cómo se sienta un instante una mujer
en el lomo de una íngrima maleta donde ha metido fotos
de una remota boda de unos remotos primos,
la escritura de la casa perdida en Santa Fe
y la partida de bautismo de un vecino de enfrente.
Mire cómo la Ley se curva brevemente describiendo
una media luna, cómo permanece indescifrable,
señora, como un reloj que no señala horas
sino sobresaltos y puertas y puertas de emergencia.
Y aunque entre en la boca
la gente no le reconocerá sabor alguno
ni peso conocido sobre la lengua del amor,
y las porfías sobre espartanos juegos de pelota.
Nada tiene qué ver.
Toda ley parpadea como una doncella
que han dejado esperando en una esquina.
Toda ley se redacta con precipitación una noche
sobre dos rodillas juntas sobre el destino
de gente esperanzada que decide un cambio
de estación, de trenes, un cambio
de casa, simplemente.
Y llegará el animal doméstico aún aletargado
por la química de la transición, y una pareja trunca,
el amante y su fantasma solos llegan, un estibador que aspira
a no ser más estibador y una niña que aspira
el humo de la Ley, una y otra vez dormida.
En esa multitud distinga, si es posible, a mi hijo.
Viste una ropa vagamente militar o una camiseta
de algún grupo de rock del que ni usted ni yo, señora,
jamás conoceremos nada.
Sáquele la gorra de visera hacia atrás,
organice en lo posible el mechón castaño
que cae sobre la frente, tapándole los ojos.
Verá qué dulce peso adquieren las palabras
total indiferencia ante la ley o lámina de sueño
sobrevuela el mar Caribe.
No olvido que en el cielo, señora,
también hay un gran pez
del tamaño del cielo.
CHINESE SOUP
En la esquina donde vienen las putas en la alta noche
hay una fonda china que las putas frecuentan
poco antes que cierre a cal y canto
y el cerrojo caiga como un trueno.
El olor histórico a verdura hervida
se disipa con el olor ahistórico de la calle Monte
con sus altas luminarias que hacen que tu sombra
se convierta en sombra de esquimal.
En el extremo de la fonda donde las putas fuman
sus cigarros bermejos está mi sopa china de 50 centavos
vigilante, sin nada qué esconder y en la televisión
hay interferencia y fútbol: Italia y Argentina
con los mismos gritos sicilianos.
Un camarero lanza su terrible profecía sobre nuestro futuro:
gota persistente cayendo del extraño cielo raso
en una boca de cerámica
que no es por cierto china, sino turca o malaya,
industrias de la imaginación central.
Entonces la cerveza caliente evoca
no sólo la cerveza nativa del carnaval de julio
frente al mar caminando de una punta a la otra punta
donde pudren su esplendor los castillos españoles
/ también caliente la gota de cerveza
lleva estos ojos de gato hasta la almohada
de aquella duermevela y la anterior y la anterior,
tan poco dignas en la esquina fumando
con sus nombres supuestos
quejándose de todo tras el biombo chino,
sierra madre para guarecerse de afilados diluvios
y la noción de que estamos siempre en tránsito
es decir, siempre de viaje hacia un lugar
que muy poco se parece
según dicen
a este
CON MARILYN BOBES
Con un lápiz en papel cuadriculado
a la luz de una vela de ciclón
la mano pasajera se ha acordado
de tu conversación
acerca de cómo permanecen
las personas en uno. Sobre marismas
y cambios de gobierno personal
algunas, por cierto, no parecen
ser las mismas que dejamos entrar
por puerta angosta un día. Lo real
no vive en el país que habitan: allí no crecen
ni obran ni maduran.
Más de llegar
una noche a tu puerta un otro, el mismo
a quien no reconoces, esas personas quitan
al recién llegado intruso del lugar
sin miramiento alguno
y continúan sin cambiar, pues así duran
igual que dura y dura en Cuba el comunismo.
EMILIO GARCÍA MONTIEL
(La Habana, 1962)
Obra poética: Squeeze play (1987); Cartas desde Rusia (1988); El encanto perdido de la fidelidad (1991).
CARTAS DESDE RUSIA
I
Como un buscador de oro me escapé a esta tierra.
Mentí a mi país y a mi madre que me creyeron un hombre de bien.
Mi pasaje no lo tuvo ningún muchacho honrado
ni su familia gritó como la mía; a Rusia, se va Rusia.
Pero no me importaba esa tristeza.
Mentía por delito:
yo deseaba un viaje, un largo y limpio viaje para no pudrirme
como veía pudrirse los versos ajenos
en la noria falaz de las palabras.
Yo deseaba cosas flexibles y silvestres,
calladas y útiles
con su filo asentado en la vieja nobleza del hombre
y cosas que no eran más que otro país y otras ciudades
las ciudades de graves monumentos y de mujeres altas
las que nos traen el deseo por lo desconocido.
Los aplausos, la rápida fortuna,
todo lo que cayó en mi mano con la simpleza del agua
al fin se quedarían tras el muelle.
Algo se había roto en el mejor alumno.
Yo deseaba un viaje. Un largo y limpio viaje.
Para sentirme hinchado en lo mejor del viento
como una ropa blanca.
II
El mar se abría lentamente en los amaneceres y no lo vi distinto
sino ancho y azul
como se ha visto desde siempre el mar.
No mintieron las cartas ni los libros de viaje.
En el mar se descubre el infinito.
Ese infinito que augura la inocencia del hombre,
el delirio de Dios.
Todo empieza en el mar.
La verdadera proa de un barco es el delfín
y un barco es sólo viento, niebla, latido de seres abisales:
así de simple
como los sueños de un vigía en las gaviotas.
Y si alguien teme al mar o al silencio del mar
es porque teme el dolor de esa simpleza:
el hombre, que imagina ser dueño y grita
ante el naufragio
no por miedo a la muerte, sino por vanidad.
Yo también busqué con furia mi país porque temía al mar.
Pero en el mar no hay banderas ni habrá país alguno.
Y fue bueno saberlo.
Yo iba descalzo, tendido en la cubierta, en su madera húmeda
iba de espuma a espuma indiferente.
Y sentí bajo mi cuerpo la oscuridad del agua.
Y palpé sobre mis ojos el claror del océano.
Yo iba descalzo y vi pasar las costas:
de Algeciras a Trípoli, de Brindis a Estambul. Los puentes y las costas
como dibujos que aparecen al doblar una página
escrita con tinta invisible.
Yo conozco el mar de mi país y es un mar de delicias.
Privado a veces, extranjero a veces.
Un mar de delicias casi melodramático,
seguro en su retorno.
Pero no es el mar.
No el que se cierra lentamente en los atardeceres para dejar la noche.
La noche donde se extienden los brazos y se sabe que hay algo.
Donde aprendí de golpe el miedo de lo eterno.
LAS COSTAS DE FRANCIA
Bajo el gustado fresquecillo del amanecer,
bajo su fría niebla, yo vi pasar las costas de Francia.
Las luces fugadas de los autos iluminaban brevemente el mar,
el reposado perfil de algunos botes, cierto oro interior.
Yo me dije: he aquí el mediodía de Francia, he aquí su Provenza
bucólica, ligera en torridez.
Nunca más, nunca más la glorieta de mi pueblo será el centro
del mundo.
Nunca más el boticario o el fotógrafo contarán las mejores historias.
El Ródano, que acude tras los suaves dorados, pasa también por mí.
Las mansardas caprichosas donde se quiebra el aire.
Los dragones, los caballos de nervio fino sobre el polvo de Arlés.
Toda la verdad desconocida pasa también por mí.
Una muchacha que abre las puertas de un granero y queda a contraluz.
Eso me dije y ya no estuve solo.
La gente se agolpaba en la cubierta, sobre las barandillas.
Yo les oí decir: ¡Es Francia, es Francia!
Y así los vi inclinarse. Con la misma inocencia.
Con la misma seriedad de quien escoge un papel de regalo
o una revista de modas.
UN DIA DE INOCENCIA
A Rey Vicente Anglada
Yo recuerdo a los hombres en el momento mejor de su caída.
Cerca ya de la noche.
Cuando apenas se advierte una sombra, una nostalgia, un temblor
hacia el fin.
Yo los recuerdo en días apacibles:
hechos sobre un pasado de extraña lucidez.
Graves por la confianza o por la fama, o tal vez por el tiempo.
Pero nunca en la gloria.
La gloria es vanidad para creer que somos fieles, que alguna vez
lo fuimos.
Tampoco es la tristeza.
Porque nada es peor que la tristeza para engañar a un hombre.
Yo los recuerdo en días apacibles:
loados o innombrables bajo tanta blasfemia.
Doce o treinta y seis: ¿a qué dios pertenecen las jugadas?
¿A qué dios suplicar no ser ni héroes ni traidores?
Alguna vez estos silencios ya no tendrán sentido.
Alguna vez sobre mis ojos el temor se hará inútil.
Sé que habrá un día –un día de inocencia-
en que no me será dado decir más.
Yo lo bendigo, igual que a esas mujeres que tendrán mis palabras.
Que sabrán murmurar: "ha hablado de los hombres en días apacibles".
Igual, a los amigos, que cubrirán mis versos con su rostro.
Para bien –para mal- mucho les pertenece.
Yo recuerdo a los hombres en el momento mejor de mi caída.
En el momento de llamarme con simpleza Juan o Rey.
De no sentirnos héroes ni traidores.
De no llegar al fin.
ALBERTO RODRÍGUEZ TOSCA
(La Habana, 1962). Poeta, ensayista y narrador.
Obra poética: Todas las jaurías del rey (1987), Otros poemas (1992), El viaje (2003), Las derrotas (2006).
.EL SUFRIMIENTO ARMADO
Se sufre porque la vida sin dolor es una desvergüenza, un acto de cobardía que el que esto escribe ni ninguno de sus amigos se permitiría jamás. Rafael Alcides.
Que yo no sufra este dolor como César Vallejo no me da tanta pena como que no lo sufra como yo mismo. Lo sufro como mi otro yo y eso me llena de una doble amargura. Y si ese otro fuera mi segunda posibilidad tampoco me dolería tanto, pero resulta que ese Otro es en Sí Mismo una voluntad de ser Uno, y lo que es peor, una voluntad que me obliga a ser la falsa imagen de su esperanza en el espejo. .Cuando el otro se mira yo lo estoy engañando, sin embargo estoy a su servicio. Entre él y yo hay tanta distancia, como entre yo y mi deseo de ser Uno. .La vida sin dolor es una desvergüenza, pero si el dolor no encuentra un cimiento donde pararse a cavilar es desvergüenza dos veces. El dolor es como el hombre, si el techo es propio come hasta llenarse, si es ajeno come lo que le sirven y espera a llegar al suyo para servirse él mismo. .No se tema llevar el dolor por ahí con uno, sentarlo a la mesa y presentarlo a los amigos, con ternura, con dignidad, como se presenta una novia. Si no lleva carné no se identifique con el dolor porque estaría provocando la ira de los dioses y de los hombres, y la desvergüenza sería infinita. .Y si alguna vez se le ocurre escribir un poema sobre el dolor, -que por muchos disfraces que le ponga siempre será su dolor- no se le ocurra escribir otro, pues no lo sufriría como César Vallejo, ni como usted mismo, y el primer cuchillo podría cortarle la mano.
LA SUBLEVACIÓN DE LOS MONOS
El domador insiste en que los monos salten por el aro de fuego el látigo ya no silba en el aire arden los monos brilla en las galerías como el aro de fuego por el que los monos no quieren saltar. .(Primero es una lección de suerte luego es una idea fija en el aire y una verdad disfrazada para horas de certidumbre y fantasía y aunque el tiempo ha echado flores sobre esta historia de circo todavía se escuchan los arrebatos de la persecución y algún pelo flotando sobre las escaleras del mundo) .Un mono deja escapar un grito ¡ay! Como un lamento de hombre pero es una palabra de mono una orden de no saludar de no saltar de no bailar de no caerse muerto sobre la alfombra manchada así el tiempo de hombre del domador se estrellará contra lo inesperado y no habrá otro para anudar los hilos de su gloria maldita para borrar ese instante ese sueño esa garra ese relámpago en que se estremecen los instintos del más extraviado espectador ni otro para nada sólo la travesía de sus antiguos brazos por un océano olímpico en cuyo fondo los monos se quitan los zapatos y los lanzan al vacío ellos también tienen su no ser su otro yo su nada su abismo recurrente y los utilizan como el hombre para ocultar su incapacidad de explicarse su ser su yo su todo su explanada cubierta sino para afianzar sus pasos al rodeo ser ellos dos veces y una y dar el triple salto mortal en medio de la contradicción y los fantasmas del deseo y la permanencia .Otro mono se saca el pipi y orina en las corbatas de los fotógrafos ellos tratan de retener la imagen click no para que los hijos los nietos tengan constancia gráfica de aquella sublevación de los monos sino para enviarla a un concurso de fotografía click y ganar el premio quinientos pesos en moneda nacional y un abrazo del viceministro de Cultura el domador se muere de vergüenza el público se muere de la risa los monos se mueren de dolor la tres muerte se juntan en una pirámide de ceniza son la misma muerte aunque científicos e historiadores se debaten en diferenciarlas en codificarlas archivarlas en distintas gavetas son la misma oscura horrible vertiginosa Muerte sólo que para despistar se cambian el disfraz pasean juntas compran granizado saludan a los científicos y a los historiadores (es decir se burlan de ellos) somos tres hermanitas ¡ah que gracia esos monitos han de tener el lomo ardiendo! Y ese arañazo en la cara del domador si fueran leones no estaríamos riendo dice un señor del público pero son monitos ¡ah que suerte! y si fueran de nuestra familia ya les hubiéramos quitado el látigo al domador eso es otra suerte sí pero señor no me hable de política los periodistas empiezan a entrevistar a los payasos a los acróbatas a las bailarinas -los monos se sublevaron por orgullo no sabe usted lo orgullosos y lo aristócratas que son los monos no les gusta trabajar se creen los dueños del circo- la primera fila ha tenido que subir a la segunda y la segunda junto con la primera y la tercera han tenido que subir a la cuarta -claro no comen bien y el domador los maltrata pero por favor eso no lo publiquen -el mago y los malabaristas y algunos hombres del público tratan de ayudar al domador arman un círculo abren los brazos como si fueran a abrazar pero no iban a abrazar y los monitos se dieron cuenta y los atacaron ¡que monitos más inteligentes !dicen el mago los malabaristas y los hombres del público con arañazos en las nalgas y en la cabeza de nuevo el domador está solo ¡este es el mejor espectáculo de la temporada! dice otro señor del público el domador también dice algo pero las risas y los aplausos no dejan oír si ruega a los monos o los ofende si hace por renovar la estrategia o se olvida de la psicología de los monos si platanito para los monitos o me cago en la mona que los parió (Los monos se sublevaron por pasión por despecho por angustia por vanidad por snobistas por cobardes por valientes por monos porque le dio la gana de sublevarse no sólo contra el domador sino contra la ciudad la selva los escenarios oscuros y engañosos y si mañana se planifican será por lo mismo y arañarán y asustarán y sus garras expedirán el veneno suficiente para matar o adormecer y las liturgias del engendro serán expuestas día tras día en la plaza mayor entre dos columnas de humo transparente para que sean asimiladas y descritas por halcones de vuelo rasante en cuyos picos viajen los mensajes del ojo a la lengua de la tarde a la noche mientras se define la victoria de Abel sobre Caín de David sobre Goliat). .La historia ya saben como sigue los monos serán atrapados y fusilados en público a la mañana siguiente sin preguntas ¡preparen! Bajo cargos de intento de fuga masiva y abuso de tentación ¡apunten! Monos de mierda ¡¡fuego!! y el fuego estará ahí el tiempo justo entrando en la carne de los monos haciendo su labor fuego se queman los monos por dentro el tiempo necesario por dentro se deshacen los monos en el fuego el tiempo por dentro por dentro y esa idea del fuego revisando los órganos como si fueran piojos en una cabeza y reduciéndolos a Nada pasará a los siglos de los siglos como la Gran Metáfora de la Resurrección los monos no importarán ni el muro que les amortiguo la caída sino el fuego el fuego la belleza del fuego y la gravedad de su origen causa efecto demolición historia de circo Eráclito fuego todo para creer en el veneno que se acomoda entre el tiempo de nacer y el tiempo de morir entre el tiempo de matar y el tiempo de curar entre el tiempo de llorar y el tiempo de reír entre el tiempo de amar y el tiempo de aborrecer entre el tiempo de abrazar y el tiempo de alejarse de abrazar ese intermedio perpetuo y esquivo que nadie ve y todos exhiben como unas segunda respiración un trofeo de paz en la fiesta de los asesinos bueno para decir esto es la vida y echarse a morir de pura salud en el entierro de los monos mientras llega la próxima temporada. .
EL EXTRANJERO
Hoy me puse mis galas de extranjero para salir a caminar. Esta ciudad no es mía. La recorro sin prisa. Dejo que me recorra como lo haría la mano de una niña abandonada en una caja de cartón ante la puerta de un prostíbulo. La ciudad ignora que yo existo. Me escurro entre portales, columnas, puentes, autos, muros, gente. Soy un fantasma aferrado a su túnica como al último madero de un bosque a punto de zozobrar entre las ruinas de un suburbio en llamas. En cada esquina me aseguro de que aún llevo la isla en peso doblada en el bolsillo. Asechan los ladrones. Los asesinos cumplen su ronda alrededor de los ensueños del paseante solitario. Despiertan exhaustos los amantes al regreso de la dura faena. Si algo le pasara a la isla en peso que llevo en el bolsillo, la lluvia que ha empezado a caer quedaría congelada en el aire y tendríamos que abrirnos paso por entre espadas de hielo. Si algo le pasara a la isla que llevo en el bolsillo. Me resguardo en la barra de un bar del barrio La Concordia y pido una cerveza y un reloj. Busco el aturdimiento en el reloj y la hora exacta en la cerveza. Escribo este poema al dorso de la carta donde me advierten que debo seis meses de alquiler. ¿Será muy tarde ya para rendirle cuentas de las derrotas de anoche a la noche de las derrotas de mañana? En la mesa contigua un hombre llora, otro habla con la sombra de un barco que navega desconsoladamente en la pared. Yo pago la cerveza y vuelvo a la intemperie de un mundo que gira a la velocidad de un lirio. Sí, esta ciudad no es mía, pero tampoco de quienes la heredaron. Es del alba, es del sueño, es de la noche. Por eso hoy todos nos pusimos las galas de extranjero para salir a caminar.
LAS DERROTAS
Aquí comienza la enumeración de mis derrotas. Las que me propiné me propinaron. Les ordeno marchar en fila india como bestias marcadas con broquetas de azufre a la vista de una horda de ángeles. Les tapo los oídos para que no se distraigan con la euforia de los triunfadores. Las beso en la boca para que se distraigan con mi beso mientras pasa la quinta columna de los hombres felices. Este lunes, mis derrotas y yo nos pusimos de acuerdo para mirarnos a los ojos. Ya nos estamos viendo, rozando con los dedos, casi amándonos a la sombra indiferente de un cielo en llamas: Amigos idos, cuerpos enfermos, espíritus en ruina, vinos baratos, endiablados alcoholes, heridas en la cara, lenguas traidoras, mujeres en fuga, puertas clausuradas, plegarias, miedos, hambres, fiebres, cansancios, filias, fobias, héroes, mártires, extravíos de fe, hojas en blanco, naves a la deriva, falsos poemas, entierros, destierros, nombres propios, recónditos adioses, mis 38 años, todas las tumbas: mi madre en una de ellas, y polvo, polvo, mucho polvo cayendo sobre la realidad como chispas de agua sin consagrar en un bautizo embrujado. Ya fueron despedidas todas las plañideras. No habrá lamentos pero habrá un gemido. Un solitario gemido de papel a la luz de dos lunas. La mía y la vieja luna del mundo sobre cuyas laderas se acuestan con la muerte todos los derrotados. Buenos días, siglo. Por fin nos encontramos. Ojalá no hayamos llegado tarde a la cita.
Celebración del agua
Tantas noches pensando que iba a llegar el día. Tantos días rumiando en la oquedad las suaves canciones que antaño nos sirvieron de incienso para espantar el frío. Tantos fríos apenas espantados. Agua y más agua. Rigurosas corrientes arrojando montañas de cadáveres en las biliosas cuencas de un océano vacío. Nadie para partir. Nadie para llegar. Una garganta sangrando a borbotones y nadie para calmar la sed con agua. Agua. Agua y más agua. Rigurosas corrientes acunando sierpes de doble cola y lenguas de marfil. Horizontes con muros. Océanidas salmodiando en la distancia adustas canciones sobre las penas y las glorias del mar. Prisas del cielo por encubrir la tierra. Apremios de la tierra por renegar del cielo. Recias campanas doblando a lágrima y espuma. Una ola de fuego arrastrando el carro de Neptuno hacia la callada vigilia de una segunda eternidad. Tantas noches pensando que iba a llegar el día y ahora que llega los caprichos del verbo lo convierten en una lúgubre celebración del agua. Agua. Agua y más agua: la tradicional fiesta de los náufragos apenas comenzó.
MI SOMBRA Y YO
No estamos para nadie mi sombra y yo. No estamos para el cobrador de impuestos, la prostituta, el argonauta, el ministro, el alienígena, el banquero, el bibliotecario, la viuda alegre, la monja, el cura, el pastor cuáquero, el hijo pródigo, el aprendiz de brujo ni para el último de los Mohicanos. No estamos para el Señor de los Anillos, el Corsario Negro, el dueño de las nubes, el cazador solitario, la voz de la conciencia, la mejor usanza, los días de guardar, el Ángel de la Jiribilla, los ratones de Hamelin, el Cardenal Masarino, Rómulo y Remo, Hansel y Gretel, Tristán e Isolda, Jonás y su ballena, San Jorge y su dragón. No estamos para el coleccionista de mariposas, el general de cinco estrellas, el soldado desconocido, el vendedor de Biblias, la niña, el parapléjico, el suicida, el borracho, el proxeneta, el médico de guardia, el terrorista talibán, el falso amigo, el jugador de póker, el corredor de bolsa, el contrabandista de huracanes. No estamos ni para Dios si llega con sus perros a llevarse mi sombra.
SE PUEDE NO SE PUEDE
con los traidores no se puede con los traidores sí se puede sólo hay que darles tiempo para que ordenen su crimen con los charlatanes no se puede con los charlatanes sí se puede sólo hay que darles agua para que escupan su baba con los asesinos no se puede con los asesinos sí se puede sólo hay que darles la noche para que asesten el golpe con los falsos profetas no se puede con los falsos profetas sí se puede sólo hay que darles la mano para que hieran el ojo con los amores imposibles no se puede con los amores imposibles sí se puede sólo hay que darles un mapa para que entierren la aguja cuídate de los traidores de los charlatanes de los asesinos de los falsos profetas y de los amores imposibles pero cuídate más de tu cuidado pues la prudencia es torpe cuando juega a ser déspota y en su desapacible tiranía prohibe toda misericordia para los amores imposibles los falsos profetas los asesinos los charlatanes los traidores y otras desdichadas criaturas de la inconmensurable realidad.
JUAN CARLOS FLORES
(La Habana, 1962)
Obra poética: Los pájaros escritos (1994); Distintos modos de cavar un túnel (2003), Un hombre de la clase muerta (2008), El contragolpe (y otros poemas horizontales) (2009).
EL ATIZADOR
En países como este lo mejor que uno hace es alquilar un quita-manchas portátil, si Escardó viviera sería un roedor, en la maleza, hambriento y perseguido por los rastreadores, no lo imagino Don de guayabera, hilando séquito de un clero tropical, alegre y putañero, en países como este lo mejor que uno hace es alquilar un quita-manchas portátil, si Escardó viviera sería Don de guayabera, hilando séquito de un clero tropical, alegre y putañero, no lo imagino un roedor, en la maleza, hambriento y perseguido por los rastreadores, en países como este lo mejor que uno hace es alquilar un quita-manchas portátil, pero Escardó está muerto, ya se le hizo misa, para que se despegue, sus ojos de pulidor, que taladraban los gestos, no pueden ver los tantos edificios con puntales, en países como este lo mejor que uno hace es alquilar un quita-manchas portátil, que te vuelvas afásico, me dicen, que te vuelvas afásico, en países como este lo mejor que uno hace es alquilar un quita-manchas portátil.
EL SINDROME DE IBAR
Cheo Ibar, lanzador preciosista, quien ha sido el máximo ganador de juegos, en las ligas cubanas, durante dos temporadas seguidas, pierde los partidos más importantes, esos que tendría que ganar para que su team se corone yo le digo a mi madre, mientras que con paciencia de sastre por el tosco utensilio preparo el aliño que se ha de comer, junto al flaco pescado y el poquito de arroz Cheo Ibar, lanzador preciosista, quien ha sido el máximo ganador de juegos, en las ligas cubanas, durante dos temporadas seguidas, pierde los partidos más impor-tantes Santa, cambia el dial del radio, y por tu amor no llores Yo, que mi oficio soy semejante a ese pitcher, he visto mi mirada en la suya, cuando abandona el montículo después de haberle cedido la bola a un sellador
META VOLANTE Ninguna parábola me gusta más que la parábola del segador, mi cabeza es un aspa, mi cabeza es un aspa, mi cabeza ha usurpado la función de mis pies, ¿aún queda hierba en el césped? En esa caravana me hubiera gustado a mí enrolarme, ir tocando harmónica hasta los fuegos verdes de Jerusalén. Ninguna parábola me gusta más que la parábola del segador, mi cabeza es un aspa, mi cabeza es un aspa, mi cabeza ha usurpado la función de mis pies, ¿aún queda hierba en el césped? En esa caravana me hubiera gustado a mí enrolarme, ir tocando harmónica hasta los fuegos verdes de Miami Beach. Nana, para festejar, a la vuelta de todo, si es que hay vuelta de todo, guárdame, otra bolsa de plástico
LA COLUMBINA Bababababa. El Síndrome de Down no es enfermedad, estar exento del Síndrome de Down es padecer la enfermedad. Sulamita, mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, guajirita, mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, mi cabeza lasqueada, sulamita, mi cabeza lasqueada, guajirita. Hombre, aura regordeta del buen Patch, revendiendo tenis deportivos, suelas y agujeros. Bababababa. El Síndrome de Down no es enfermedad, estar exento del Síndrome de Down es padecer la enfermedad. Sulamita, mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, guajirita, mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, mi cabeza lasqueada, sulamita, mi cabeza lasqueada, guajirita. Hombre, aura regordeta del buen Patch, revendiendo tenis deportivos, suelas y agujeros. Bababababa. El Síndrome de Down no es enfermedad, estar exento del Síndrome de Down es padecer la enfermedad. Sulamita, mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, guajirita, mi cabeza un barquillo en el que echaron cemento, mi cabeza lasqueada, sulamita, mi cabeza lasqueada, guajirita. Hombre, aura regordeta del buen Patch, revendiendo tenis deportivos, suelas y agujeros. Al individuo a su alcance se dirige: seas tú el nacional o seas tú el extranjero, compra tus tenis deportivos. Te queden grandes o te aprieten, poco importa, compra tus tenis deportivos. Por si vienen rabiosos atomistas, compra tus tenis deportivos. Cava otra vía, topo, al limbo. (….Bababababa….)
FACTORÍAS Fábricas de lo torcido, porque los gremiales seres torcidos, hacen allí sus ritos, echan allí sus fetos, los demonios nacionalistas. Cómo representar a los gremiales seres torcidos, sin maquillarles, para ocasión de catálogo, si no soy la mandrágora F, ni el ojo distorsionante de la mandrágora F, ni la mano distorsionadora de la mandrágora F, entre torres de hormigón policial, soy el judío, soy el jodido, un bailarín de trompos anarquistas, cuando más. Fábricas de lo torcido, porque los gremiales seres torcidos, hacen allí sus ritos, echan allí sus fetos, los demonios nacionalistas. " A cada estanco, un aro de niebla alrededor, no le vendría mal, pero el pedo caliente, saliendo por las tuberías, le quedaría mejor". (derivado de una conversación con José Kózer)
MAQUI-NACIÓN Futura pieza, en almacén de antiguallas o museo arqueológico, hay la-biomáquina-animista. Pesado automóvil gigante, para cumplir hoja de ruta, tiene que continuar extrayéndoles la sangre, como si los donantes fueran el pozo de la sangre, y no esos seres anémicos, seres de piel pegada al hueso, seres lamiendo las marcas de la usura, sin poderse correr hacia un punto de corte, punto sin regresión ni reciclaje posible. Algo que borre definitivamente la memoria, quizás. EL LEPROSO Soy el Emperador del helado, por el sabor domino, mansión horizontal, con ventanas redondas, de vidrio, casa marina tuve, casa marina tuve, casa marina, en pueblo de los taladradores tuve, si hubiera un soto, al menos, soy el Emperador del helado, por el sabor domino, mansión horizontal, con ventanas redondas, de vidrio, casa marina tuve, casa marina tuve, casa marina, en pueblo de los taladradores tuve, si hubiera soto, al menos, era el Emperador del helado, otro más en el interior de los muros, paso y suena la campañilla.
POR UNAS BOTAS TEJANAS "Cambiábamos de país como cambiábamos de zapatos", Brecht, antes de ser escritor de la izquierda, comprometido, para decirlo de algún modo, era un hombre cuyo sentido del tacto captaba la aspereza del suelo, si has caminado toda una mañana, sobre asfalto caliente, al mediodía, en tienda por departamentos, te puedes convertir en un místico, viendo unas botas tejanas, "Cambiábamos de país como cambiábamos de zapatos", Brecht, antes de ser escritor de la izquierda, comprometido, para decirlo de algún modo, era un hombre cuyo sentido del tacto captaba la aspereza del suelo, yo, ya que no puedo cambiar de país, quisiera por lo menos poder cambiar de zapatos, ¡Virgen María, que me caiga una plata pa´ comprarme unos tacos!
ALEMANIA, 1843 Después de batallar, ese sujeto abyecto, murió tranquilamente, la cara puesta en la madera de la ventana, viendo caer y acumularse la nieve, sobre los mismos sitios donde los dioses transitaron. Círculos que nunca se completan, nosotros, vamos extinguiendo nuestro tiempo de vida, unas veces hombres exteriores, otras, hombres interiores, sin ser el hombre cabal, de ahí la precariedad de nuestros gestos, círculos que nunca se completan, alguien, en un tiempo más propicio quizás, pueda resolver esta ardua cuestión. Después de batallar, ese sujeto abyecto, murió tranquilamente, la cara puesta en la madera de la ventana, viendo caer y acumularse la nieve, sobre los mismos sitios donde los dioses transitaron.
THE JOCKEYS
Máximo Guiardinú, cuando picaba su caballo, sobre la hierba fresca del hipódromo, sentía la sensación dorada, dinámica y al mismo tiempo estática que otros llaman la felicidad, (Máximo Guiardinú, es Máximo Guiardinú, de la misma manera que Virgilio Piñera es Virgilio Piñera, José Lezama Lima es José Lezama Lima, Nicolás Guillén es Nicolás Guillén), Máximo Guiardinú, cuando picaba su caballo, sobre la hierba fresca del hipódromo, sentía la sensación dorada, dinámica y al mismo tiempo estática que otros llaman la felicidad, (Máximo Guiardinú, no es un heterónimo, pero pudiera serlo, JCF, no es un escritor, pero pudiera serlo, Máximo Guiardinú, no es un escritor, pero pudiera serlo, JCF no es un heterónimo, pero pudiera serlo), Máximo Guiardinú o alguien, o nadie, cuando picaba su caballo, sobre la hierba fresca del hipódromo, sentía la sensación dorada, dinámica y al mismo tiempo estática que otros llaman la felicidad.
MARATONES TERRY FOX
Por la vereda tropical, las mascotas pasan y sonríen frente a las cámaras de la televisión, (Sócrates, nada sabía, aunque el conjunto de mascotas, cree saber lo que es el cáncer circular, el conjunto de mascotas, ignora lo que es el cáncer circular, porque son un conjunto de mascotas, no la célula del cáncer circular, la célula, celulizando), por la vereda tropical, las mascotas pasan y sonríen frente a las cámaras de la televisión, (Santa Teresa, oraba, aunque el conjunto de mascotas, cree saber lo que es el cáncer circular, el conjunto de mascotas, ignora lo que es el cáncer circular, porque son un conjunto de mascotas, no la célula del cáncer circular, la célula, celulizando), dos dimensiones tienen las mascotas, el cáncer circular, no es una broma, por la vereda tropical, las mascotas pasan y sonríen frente a las cámaras de la televisión.
LA CONVERSACIÓN CON EL MONJE
Los amigos de hoy, no son los amigos de ayer, lo mismo un perro San Bernardo sol, que un perro San Bernardo luna, que un perro San Bernardo mitad sol, mitad luna, necesidad de tener un perro San Bernardo, los amigos de hoy, son los amigos de ayer, lo mismo un perro San Bernardo sol, que un perro San Bernardo luna, que un perro San Bernardo mitad sol, mitad luna, necesidad de tener un perro San Bernardo, la epilepsia, es una enfermedad, frase gramatical simple, la epilepsia, es un don, aunque la medicina moderna afirme lo contrario, frase gramatical compleja, lo mismo un perro San Bernardo sol, que un perro San Bernardo luna, que un perro San Bernardo mitad sol, mitad luna, necesidad de tener un perro San Bernardo.
REINALDO GARCÍA BLANCO
(Sancti Spíritus, 1962)
Obra poética: Textos para elogiar a la novia y al país (1991); Larguísimo elogio (1990); Advertencias (in) fieles para escuchar el pájaro de fuego de Stravinski (1992); Abaixar las velas (1994); Perros blancos de la aurora (1994); Reverso de foto & dossier (2000); País de hojaldre (2004); Instrucciones para matar un colibrí (2002).
LARGUISIMO ELOGIO
Un país es como una novia
Uno ama sus precipicios
Y todos los días conoce un poco más de sus aguas
Una novia es como un país
Te siembras
Y no pones en peligro su perfume
Y es aquí donde radica el misterio
La casa es larga y viene a la deriva. de un machetazo han muerto al bandido que asustaba a bichos y perros que perdían el sentido de ladrar. Yo estoy desde siempre e esa foto. Veo flotar la bandera, al parecer le han comido dos puntas, pero es el viento que mezcla las cosas malas con las buenas
A la novia le han hecho uno tajos
Ni el zumo de la verdolaga cura estas diatribas de la guerra
Tengo al país a un soplo de la mano
Y hablo con los héroes
Martí dice la palabra Exilio y se queda mirando las tablas de mi casa, que ya dije, era larga y viene a la deriva. Yo sigo en esa foto, me rodean unas frutas, algo milagroso v a caer del techo. Mi padre enseña unas revistas Este es Máximo Gómez, éste es el Che y los caballos pasan sin otro ademán que poner los puntos sobre las íes o en mapa que cuelga en mi cuarto
Cuando la novia no está
anochece del país para adentro. Ella no sabe las comidas que hicieron posible al calígrafo que en 1940 mandó postales
por encima del mar
País Novia, largo y acomodado, te amaso con los dedos y escucho el sonido de los jinetes que ya han puesto los puntos sobre las íes y el mapa no resiste tanta quietud
Novia / estás condenada a esos ríos que al llegar a la ciudad
son turbios pero inseparables. te elogio como a este país
que me gano todos los días y ya sabrás las circunstancias en que uno detesta la sal y el almanaque
Sigues con esos tajos y el mejunje que puede salvar no está
en los que al otro lado se retratan orondos y no han paseado
por un camino de vaca escapada de los corrales y las mieles
Novia hasta los huesos
País mío por siempre
quisiera para ustedes un largísimo elogio que diga de la carne el silencio y el metal, abuelos y dictaduras
Los amo tanto que los confundo
País-Novia
Novia- País
Este / mi larguísimo elogio.
FABULA DEL SOLO
Si esta ventana diera al mar
a esos pájaros que una vez vi en la costa norte
y caían extenuados del viaje
Si esta ventana
fuera al menos las luces de la ciudad
el tintineo de las torres que avisan alturas
Pero aquí no soy más que una mesa y un árbol
velador del sueño de mi mujer
que ahora aprende a leer las manos
y no sabe que yo detesto los jueves diez
y que en mi mano no va a encontrar
el cáncer que me ronda
las veces que pronuncio su ojo derecho
los días que caminé ciudad afuera y fui asaltado
por los miedos y me defendí con su perfume
Esta ventana son cuatro pliegos de madera
comidos por el agua y el tiempo
torpes hilos que un día serán fuego
temblores del jamás y siempre acabar
Por esta ventana que entro y salgo
llegaré a fantasma o diluvio
llegaré a definitivo y complaciente
Por esta ventana he de perder o ganar el oro de bastos
que mi labio y mi insistencia merecen
¿Qué seré yo sin entrar en esas lunas calladas
paseante en la hora que todo es río
que baja lento y golpea el cuello de los ahogados
¿Quién encontrará mi carné de identidad
y reconoce el labio
y cierto, un día bebimos café
y él pasaba por mi casa
y dicen, tenía una mujer bella
y qué malo, el tiempo, el voraz
En las mañanas el sol cae diagonal yo lo he visto
adentro la esposa prefiere dormir hacia la pared
Para que los bichos no le coman los pezones
Para que descifre mi antigua contradicción
los cielos que acompañan
los mendrugos que me van a negar
el hospital blanco para decir como T.S. Eliot adiós
tras los cristales
¿Quién a esta hora me escribe una carta
o recuerda el pan y los potajes
y la cerveza
en la plenitud de la madera y los niños que me
rodeaban para que yo les perdiera una moneda y
sacara pájaros y arrecifes?
¿Pájaros? Pero esta ventana gira su aire
y he aquí s verde, su tenuidad
y es otro extremo de la isla
¿Cuál de ustedes heredará mis libros
o se ría de la vez que lloré al leer:
"Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser
cadáveres de
una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron
siempre de vida.
Estáis muertos".
He aquí la harina que tiembla
el niño que cruza a nado las mínimas aguas
y un día se va de su casa
se va al brebaje de la esposa
a la trampa del cilantro
a la deidad de no decir las veces de empuñar su espada
y arremeter de lobo y colibrí
leerse en voz alta: "quiero decir mi trémulo, patriótico
peinado
y no me siento al borde de la cama para que me surquen
o pleiteen y yo le beso el cuello alto y quiero deletrear
el reverso de las postales que envié el pasado diciembre
Las hierbas me van a merecer
aunque yo no estrene una corbata
o silbe más o menos feliz
y me quede a mirar el cielo como un trasnochado
Yo he recobrado mi oscuridad
nunca puedo calcular estos regresos
de niño yo miraba al ojo del buey
y tenía miedo del cuerpo cóncavo y aturdido
del buey que me miraba
Labio y tentación no son más que una verdad
y todas las naves no tienen coraza y bandera
algo que resguarde del frío
Mañana o pasado me acodaré en la ventana
y haré memoria del vino
memoria de cuando yo era un solo
y hacía la fábula
y no besaba el cuello alto de la esposa
y de lejos llegaba un rumor de árbol y sentencia.
REVERSO DE FOTO
Amigo
está por acabarse el siglo
y me gustaría que vieras esta foto
antes que los copos de nieve y sangre
borren de por siempre esas noticias
De izquierda a derecha
con una mirada de ángel hay una mujer con bigotes es Frida Khalo y su mano reposa sobre el hombro de un tal Trotsky (que se lleva a los ojos una manzana) luego hay una columna dórica (ahora está sepia pero en el momento de la foto era roja). Le sigue un hombre con un cocuyo en la mano y un tabaco en la boca (hace círculos de luz para que veamos en esta oscuridad) y parece darle la espalda a una niña que se llama Greta Garbo (ella juega con un papalote y esa mano que sale de la nada en un ademán de arrebatarle su juguete es Salvador Dalí. Muy al fondo puedes leer un cartel que dice «Proletarios de todo el mundo Uníos» hacia el extremo derecho un hombre agrega con un pincel «Último aviso» la memoria me falla pero me jugaría la vida que es Pablo Picasso. Le siguen otras personas que a juzgar por las vestimentas son cuáqueros y rusos o chechenios sabe Dios. Sobre la mesa hay cebollitas búlgaras y unos vinos René Barbier Rosado. La muchacha y el viejito son María Kodama y Jorge Luis Borges. El que se está bajando de la cruz es Jesús. La del traje de enfermera de la Segunda Guerra Mundial es Isadora Duncan y ese de mirada tenue que tiene un disco de Los Beatles en la mano es Mao Se Tung.
Amigo mío
está por acabarse el siglo
y me gustaría que vieras esta foto
antes que los copos de nieve y sangre
borren de por siempre estas noticias aunque lo más importante es que recuerdes que esto fue hace tiempo cuando no éramos de dos bandos y había cebollitas búlgaras y unos vinos René Barbier Rosado y un hombre con un cocuyo en la mano y un tabaco en la boca.
INSTRUCCIONES PARA MATAR UN COLIBRÍ
Cuán triste. Estoy detenido al filo de la bandera
con miedo de esos tres azules
y los blancos repartidos en puntas y franjas
Otra cosa es el rojo
-Almácigo tenaz donde los héroes
y las luciérnagas vienen a tragar oscuridad
Estallan los caballos en la planicie
me apresto a buscar el pajarillo
y sacarle los ojos
hacer enaguas de sus plumas
poner en su pico un epitafio
hacer del colibrí un bebedizo amargo
y regarlo por el jardín al amanecer
Amotinado y célebre
he oído contar unas mentiras
que sobrepasan las hierbas y coronan
los huesos de las mujeres que nunca me besaron
y ahora pasan con unos trajes de dril
y torbellinos menos o torbellinos más
se quedan a mirar cómo el rumoroso vuelo
extermino de una vez
Cuán triste. El viento inicia su litigio con la blanca pared
donde se espera mi sombra –la sombra recortada
y extranjera-
y de un estornudo me apodero del cuchillo:
ese simulacro de metal
que han puesto en mis manos
Esto será el Apocalipsis
será abrir siete puertas en siete casas:
-Una para la estrella no tan solitaria junto
a los anillos del platero Darío Romano
-Otra para las franjas azules que resguardan un baúl
lleno de los escritos de Martí
-Una para esa blancura dividida en dos por el tiempo
como aquel cuadro de la santísima trinidad
de Manuel del Socorro
-Otra para el triángulo donde se confunden
las frutas pintadas por Rubalcaba
-Una para el viento que lo enarbola todo y se cuida
de no esparcir
las cenizas de Heredia
-Otra casa donde estoy conversando con Tristán
de Jesús Medina:
brillante y sombrío como un faisán de indias
-y finalmente una casa el colibrí
y las mujeres se disputan las peinetas de Plácido
aquellas peinetas ideales para Fina García-Marruz
o la condesa de Merlín
He aquí los siete sellos que traen la silueta
de un pájaro degollado
(nada tan solemne que esa avecilla
cuando desoye las cornetas que amonestan al dragón
que se quiere comer al colibrí, a los dos monstruos
que quieren reducir el ojo a vidrios que luego uno
se encuentra bajo los árboles
La sangre del colibrí cae en siete copas
una es para derramarla en la tierra (cinco leguas
a la redonda)
otra es para verterla en el mar
y que nazcan azucenas para estar más cerca
del colibrí
La tercera copla la voy a derramar en el Cauto
o en el San Juan de Matanzas
(ya tendremos, José María, nuestra catarata)
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