Digo como debían ser el ocio tan suave y el paso regio y la ternura
graciosa del paseo
cuando volvían a la casa despacio entre las aguas limpias de la fuente,
mirados por las criaturas extáticas del parque,
cuando la noche no siempre comenzaba en la caída, sino que también
era la tiniebla lustrosa del inútil recodo
socavando el tedio de la cal, el horror de la pared como vacío
deslumbrante.
Aquel negrito, aquellos hipogrifos que gustaban magistralmente
de la lluvia
saboreando las gotas y el color gris como si el frío fuese de veras parte
de sus almas,
y el nombre de la quinta, que las filosas enredaderas trenzaban con
variadas flores de reluciente hierro,
los gobernados arroyuelos de piedra por donde navegaban los
bergantines dorados de las hojas
sin saber el tamaño menudo y deleitoso de su aventura ni el agradable
olvido de aquel sombrío puerto,
el jardín de la quinta donde termina la calzada y comienza el
nacimiento silencioso del campo y de la noche,
raído por el sol lo miro, melancólicamente desolado como el feo
pensamiento de un idiota.
Digo estas cosas con la tristeza de quien a solas dice cuántos años
y deja caer la inútil mano sobre la frescura del mimbre
y en su comodidad encuentra algún consuelo.
BAJO LOS ASTROS
Es así que la casa deshabitada, por la tarde, suena de pronto como el
cordaje de un barco.
Vibran a solas los cristales vacíos, la penumbra quisiera conmovernos,
y el animal pequeño, el de lustrosa piel en los rincones, trémulo huye,
como siempre, a los altos distantes.
Es aquí donde decíamos: qué tiempo maldito hace debajo de los
álamos, suerte que vino usted a tiempo, buenas tardes, oh padre,
que mala noche, que buen día siempre.
Aquí, en el umbral que los nortes menudos de las puertas asuelan de
gris y leve polvo,
alguno de nosotros, los de casa, debe vestir los pesarosos, los oscuros
ropajes del sacrificio para decir: aquí esperaba, y aquí cosía mamá sus
misteriosas telas blancas
y aquí entró aquel día el tímido lagarto, y aquí la mosca extraña que
zumbaba, y aquí la sombra y los cubiertos, y aquí el fuego, y aquí
Porque llega una hora en que todas las casas se despueblan de sus
ruidos mortales
y las vidrieras son frías como esos invernaderos desolados, lisos ojos
de muerto, que nadie supo nunca donde quedan,
es preciso que alguien, alguno de nosotros, venga y diga: los cubiertos
de casa, qué se hicieron, alguien sin duda los ha robado.
Grave silencio, sobre mi hombro descansas como el peso conmovedor
de una muchacha sollozante.
Es así que ahora todo nos falta. Si alguien nos ofreciera un poco de
café nos salvábamos
porque la casa deshabitada es adusta como la justicia del fin
y el viento que pasea por los altos no es sino el viento, las estancias
no son más que las estancias de la casa vacía
y es como si no hubiese venido nadie, como si nadie mirase los
recintos del hombre, bajo los astros.
NO ES MAS
por selva oscura
Un poema no es más
que una conversación en la penumbra
del horno viejo, cuando ya
todos se han ido, y cruje
afuera el hondo bosque; un poema
no es más que unas palabras
que uno ha querido, y cambian
de sitio con el tiempo, y ya
no son más que una mancha, una
esperanza indecible;
un poema no es más
que la felicidad, que una conversación
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio.
ODA A LA JOVEN LUZ
En mi país la luz
es mucho más que el tiempo, se demora
con extraña delicia en los contornos
militares de todo, el las reliquias
escuetas del diluvio.
La luz
en mi país resiste a la memoria
como el oro al sudor de la codicia,
perdura entre sí misma, nos ignora
desde su ajeno ser, su transparencia.
Quien corteje a la luz con cintas y tambores
inclinándose aquí y allá según astucia
de una sensualidad arcaica, incalculable,
pierde su tiempo, arguye con las olas
mientras la luz, ensimismada, duerme.
Pues no mira la luz en mi país
las modestas victorias del sentido
ni los finos desastres de la suerte,
sino que se entretiene con hojas, pajarillos,
caracoles, relumbres, hondos verdes.
Y es que ciega la luz en mi país deslumbra
su propio corazón inviolable
sin saber de ganancias ni de pérdidas.
Pura como la sal, intacta, erguida,
la casta, demente luz deshoja el tiempo.
DAGUERROTIPO DE UNA DESCONOCIDA
Esa muchacha que en el daguerrotipo está mirándonos,
que no sabemos quién fue ni como se llamaba;
esa muchacha tan deliciosamente fresca bajo su blusa de encajes,
frágil con el temblor del pájaro que una vez hemos tenido en la mano;
el óvalo de cuya cara nos hiere de belleza,
las líneas de cuyas manos dibujan la esperanza o la ternura;
esa muchacha está en peligro, ya ven, y no se da ni cuenta.
El día se le está yendo como el aroma escapa de la rosa,
el nombre se le está yendo como está yéndose la música, no se da
cuenta.
Sólo un instante más y ya no podremos ampararla, no podremos;
el rumor de su falda se ocultará en la sombra de los márgenes;
ligera se habrá ido como si no tuviese un cuidado en el mundo
y en su lugar habrá cosas sin alma que el polvo aquieta con la punta
de sus dedos.
No estará la muchacha, la perfección, la gloria de la luz, sino su
imagen
manchada ya, tocada ya, dañada, como por una mosca, por la fecha.
Es demasiado joven para el odio del tiempo.
JESUS ORTA RUIZ (INDIO NABORÍ)
(La Habana, 1922- 2005)
Obra poética. Guardarraya sonora (1939); Bandurria y violín (1948); Estampas y Elegías (1955); Boda Profunda (1957); Sueño reconstruido (1961); El pulso del tiempo. (1966); Entre, y perdone usted (1973); Pase de lista en décimas a la medida de sus nombres. (1973); Cantos breves (1978); Dos estilos y un cantar: El Indio Naborí y Chanito Isidrón (1982); Al Son de la Historia. Poemas patrióticos y políticos (1986); Entre el reloj y los espejos (1989); Viajera Peninsular (1990); Con tus ojos míos (1994); Mis nietos en escena (1995); Desde un mirador profundo (1997); Décimas para la historia. La controversia del siglo en verso improvisado, Indio Naborí-Ángel Valiente (1997); Biopoemas (1998); La medida de un suspiro (1999); Esto tiene un nombre (1999); Décimas para la historia. Poesía oral y escrita (2000); Eros en tres tiempos (2000); Por tu milagro sonoro (2001); Cristal de aumento (2001); Epigramas de Juan Claro (2004).
CANTO A LA DÉCIMA CRIOLLA
Viajera peninsular,
¡Cómo te has aplatanado!
¿Qué sinsonte enamorado
te dio cita en el palmar?
Dejaste viña y pomar
soñando caña y café,
y tu alma española fue
canción de arado y guataca,
cuando al vaivén de una hamaca
te diste a "El Cucalambé".
Amaste a Cuba, al Caney
que, huérfano de fortuna,
se levanta como en una
persistencia siboney.
La ceiba te habló de Hatuey,
te embridó el azul del cielo,
te conquistó el arroyuelo
con musical bienvenida
y te quedaste prendida
al verde imán de mi suelo.
Dijiste al guajiro: canta,
no llores más, infeliz,
que yo te haré una raíz
de música en tu garganta.
Tendiste bajo su planta
dulce alfombra de ilusiones;
y fuiste en los callejones
de las tierras del central
anestesia musical
aplicada a sus pulmones.
Desde entonces, el guajiro
te prendió al pecho angustiado
y ocho sílabas le han dado
la medida de un suspiro.
Te hospedas en su retiro,
lo alientas en sus labores,
melificas sus dolores
y eres, hecha madrigal,
la confesión musical
de sus tímidos amores.
Con blancura de azucena
llegaste al cañaveral
y el sol del camino real
te dio la gracia morena.
Cuando una bandurria suena
como un corazón doliente,
allí tu dices "presente"
al trovador que medita,
y no anuncias tu visita:
te apareces de repente.
A veces te desenfrenas
en combate desvelado,
cual si hubieras inyectado
sangre de gallo en tus venas.
Tiemblan las noches serenas
en que tu pasión estalla,
porque frente a la batalla
de dos improvisadores,
sueñan los espectadores
con la emoción de una valla.
Pero cuando el monte fue,
Cuba, en su corcel montada,
y la manigua incendiada
dio un grito y se puso en pie,
abriste surcos de fe
para sembrar patriotismo;
y ya con un espejismo
de libertad y derecho,
te brillaron en el pecho
diez medallas de heroísmo.
Pensaste que ya en tu frente
jamás habría una sombra,
que no tendría tu alfombra
de lirios, un cardo hiriente.
Pero, desdichadamente,
tu alegría pasó en fuga:
en tu ceño hay una arruga
y en tus ojos un desvelo
¡Todavía eres pañuelo
que un llanto de sal enjuga!
Has visto a ese labrador
que, mientras piensa y trabaja,
es árbol que se desgaja
en lágrimas de sudor.
Y en tanto el explotador
sueña en una nueva orgía,
lo has visto en la noche umbría
desprenderse del arado,
con el hombro doblegado
por todo el peso del día.
La sordera del camino
escuchó tu grito rojo
la tarde que un desalojo
mató el hogar campesino.
Y envuelta en ese destino
de triste desalojada,
tomaste desesperada
la Carretera Central
y al verte la Capital
se volvió una carcajada.
Vals, sonata y opereta
y aburguesados danzones
te echaron de los salones
por no vestir de etiqueta.
Afrancesado poeta
te vio con fría mirada;
sólo en la pobre barriada
te dieron sombra y calor
son y rumba con dolor
de negra discriminada.
Yo desde niño te llevo
del brazo como una esposa,
guajirita lastimosa
con hambre de mundo nuevo.
Incubaste como un huevo
de sinsonte el alma mía,
desde que en la sitiería,
junto al arroyo sonoro,
como una botija de oro
encontré la Poesía.
¡Como no cantar por ti,
canción sudada en mi padre,
ritmo de cuna en mi madre
y la misma vida en mí!
Yo contigo recorrí
la ciudad y la espesura,
y en ti guardo la dulzura
de los besos que apuré
como sorbos de café
en jícara de aventura.
(1940)
A TRAVÉS DE UN OLOR
Mi niñez descalza y pura
como la misma ignorancia
me viene por la fragancia
de una guayaba madura.
Me viene con la espesura,
la choza y el callejón,
y se abre en mi evocación
la vieja herida de un trillo
conde en caballo de millo
cabalgaba la ilusión.
Una vocación marina,
un sueño de barco y agua
navega sobre una yagua
la falda de la colina.
La inocencia cristalina
de unas manos infantiles
con diminutos frontiles
pone un yugo a dos botellas
vacías, y sueña en ellas
bueyes verdes y reptiles.
En una Y griega del monte
y una piedra del camino
anda la muerte de un trino
registrando el horizonte.
Canta feliz un sinsonte
ante el verde atril del llano,
quédase un flechero enano
distraído en sus endechas
dulces… ¿Y hay un tiraflechas
cayéndose de una mano!
1940
MI PADRE
Poeta con la agonía
de no atrapar la expresión,
de ti, de tu corazón,
me vino la Poesía.
Sentiste una melodía
honda, que no tradujiste,
y yo, el heredero triste
de tu inefable sentir,
sigo empeñado en decir
el canto que no dijiste.
Tu emoción analfabeta
era un poema frustrado.
Estaba crucificado
en la palabra el Poeta.
Y yo supe tu secreta
pena de ave sin volar,
siempre que para cantar
te era esquiva la palabra
como una jíbara cabra,
como un anillo en el mar.
Eras sonoro hasta el hueso,
y en tu pecho de paloma,
en pugna con el idioma
andaba un canto travieso.
Y como cantabas preso
en tan estrecha prisión,
un ansia de aparición
de tus cantares arcanos,
te hacía inquietas las manos
y musical el bastón.
Viejo, a orillas del abismo
gris de una muerte aguardada,
a través de tu mirada
sonreía el optimismo.
Cantante, alegre, lo mismo
que el niño más inocente,
hasta que sobre tu frente
se posó una paz traidora
y vi llama tan sonora
en un hielo tan silente.
Y luego vi el ataúd,
velas, flores, lagrimear,
¡y tu ansiedad de cantar
en una blanca quietud!
¡Y no sembrar un laúd
en tu silencio enterrado,
para que, en el perfumado
tiempo de la primavera
subas por la enredadera
a decir lo que has callado!
1952
CORRIDA DE CINTAS EN EL MAR
Sueltas las riendas de argento,
loca la crin musical,
en caballos de cristal
vienen jinetes del viento.
Sobre el azul pavimento
ninguno choca ni frena
Corren, se acercan; y suena
un aplauso de rumores
cuando pasan, triunfadores,
las argollas de la arena.
1939
MADRIGAL DE LA NEBLINA
No hay iris. Se difumina
el color de las violetas
y convivo con siluetas
en un mundo de neblina.
Una mujer me encamina
y de guijarros y abrojos
va librando mis pies flojos…
¿Ay, quién me diría que
los ojos que ayer canté
hoy fueran mis propios ojos!
1995
TU VOZ
Tu palabra tiene el arte
de iluminar la ceguera:
háblame, que no hay manera
de verte sin escucharte.
Sólo así puedo mirarte
exacta, como si un dios
conmovido por mis dos
linternas de rotas pilas,
me hiciera nuevas pupilas
con el cristal de tu voz.
1995
MAGIA
Estoy viendo, como quien
sueña en una noche triste,
paisaje que ya no existe
con ojos que ya no ven.
Magia de supremo bien
hay en el recuerdo mío,
cuyo visual poderío
desde un mirador profundo
está repoblando el mundo
que se me quedó vacío.
1995
DESALOJO INTIMO
Compay, ¡qué triste está el río,
cómo solloza la palma!
Para siempre murió el alma
del guateque en el bohío.
Aquella que en el bajío
endulzó mi amarga suerte
un día se quedó inerte,
¡y yo no sé en que carreta
se me fue por la secreta
guardarraya de la muerte!
¡Ay! ¿Quién le abrió tan de prisa
la tranquera de otro mundo?
¡En qué pozo tan profundo
se le cayó la sonrisa!
¿Qué mocha oculta en la brisa
cortó de su voz el vuelo?
Mire, compay, el pañuelo
me pesa de tan mojado
¡Cómo me ha desalojado
la guardia rural del cielo!
En el país sólo veo
escarbar la tierra el gallo
y renunció mi caballo
a su triunfo en el torneo.
¿Cantar? ¡No! Llorar deseo
el vacío de su almohada.
Deja en la pared, colgada,
la bandurria evocadora,
que su cuerda más sonora
está rota y enterrada.
1939
LA FUGA DEL ANGEL
¿Adónde fuiste, ángel mío,
en la última travesura?
Tal vez quiso tu ternura
mudarse para el rocío.
Te fuiste como en el río
un pétalo de alelí;
y has dejado tras de ti
una estela de cariño,
recuerdo que, como un niño
sin cuerpo, va junto a mí.
Eres, pues, un niño abstracto
y vienes cuando te invoco,
vida intocable que toco
en una ilusión del tacto.
Te veo vivo y exacto
andando a mi alrededor,
y escucho tu voz-rumor
como de ala que se aleja-:
¡qué zumbido sin abeja!
¡qué trino sin ruiseñor!
Es que estás, aunque no estás,
cual vuelo de mariposa
sin mariposa, cual rosa
de perfume nada más.
Te fuiste y conmigo vas,
aunque el mundo no te ve,
ni sabe como yo sé
que, diluido en la brisa,
aun vives, como sonrisa
sin boca, y paso sin pie.
Es todo lo que me queda
de ti: verdad sin verdad;
una como suavidad
de seda, pero sin seda;
aroma de rosaleda
sin mas presencia que aroma;
donaire de la paloma,
pero no más que donaire;
niño pintado en el aire
hablándome sin idioma.
Una piedad de la muerte
hay en esto de mirarte
sin mirarte, y de palparte
sin palparte, ni tenerte;
pues evocarte, traerte
por la ruta de un clamor,
es endulzar el dolor
de la ausencia más glacial,
con un sabor de panal
que sólo fuera sabor.
1955
UNA PARTE CONSCIENTE DEL CREPUSCULO
¡Y en un olvido largo .me olvidaré de mí!
Rubén Martínez Villena
I
El tiempo cae sobre nosotros, pero
no se siente caer mientras la vida
va ruidosa, embriagada, enloquecida,
como el andante que no ve el sendero.
El tiempo cae sobre nosotros, pero
mientras haya una meta prometida
no se siente el gotear de su caída
ni consulta relojes el viajero.
Arrobados de sueños y paisaje
creemos infinito nuestro viaje,
pero ¡ay! el viaje es demasiado breve.
En vísperas del fin viene la calma
y se siente caer –cernida nieve-
el tiempo gota a gota sobre el alma.
2
Yo no sé qué especial malabarismo
para cambiar el rostro hay en mi espejo:
sólo unos días de mirarme dejo,
vuelvo a mirarme . y ya no soy el mismo.
¿Dónde está mi otra cara? ¿De qué abismo
me vienen esta mueca, este entrecejo,
estos ojos marchitos ? Soy reflejo
de no sé qué silente cataclismo.
¿Y este algodón añoso, esta blancura
de nube de la tarde en la negrura
de mi antigua cabeza? Es, simplemente,
el final de una ola que tropieza
y se rompe en la laya de la frente,
dejándonos espuma en la cabeza.
III
Estoy con el paisaje cara a cara,
contemplando la tarde que agoniza.
Hay una estrella que espiritualiza
al horizonte, como si pensara.
Reina una sombra todavía clara.
El día es una terquedad rojiza.
¡Qué lenta rapidez en la plomiza
hora que de la noche me separa!
Todo se queda en un recogimiento:
los cálices, los pájaros, el viento,
la luz que sosegada se retira,
la yerba leve y el palmar mayúsculo,
y yo –la tarde que a la tarde mira-
soy la parte consciente del crepúsculo.
IV
– Anda por tu camino, caminante,
– dijo a mi juventud el horizonte-:
atraviesa los llanos, sube el monte,
que tienes larga vida por delante.
Anduve desde entonces anhelante
sin pensar en la barca de Caronte.
A cada rama demandé un sinsonte,
a cada roca reclamé un diamante.
Agoté con mi sed más de una fuente.
Seguí mordido por la sed ardiente.
Ahora tengo la muerte por delante,
se aproxima la barca de Caronte,
y me dice la voz del horizonte:
– Anda por tu camino, caminante.
V
Me queda por decir no sé qué cosa
que me parece inusitada y bella.
He gastado palabras como estrella,
rocío, rosicler, sonrisa, rosa.
Y en lo pobre del verso y de la prosa
no he logrado apresar el alma de ella.
La he visto: fugitiva mariposa
o pájaro con alas de centella.
Cuando callo, la escucho y la medito,
pero se pierde en el poema escrito.
Me queda poco tiempo de palabra.
Me desespera la que nunca encuentro.
¿Y de morir sin que mi mano abra
puertas al ave que me canta dentro?
VI
Los anónimos huesos que el arado
indiferentemente desentierra
aparecen fundidos con la tierra,
el paso y las excretas del ganado.
El tiempo su amarillo y verde ha dado
a la blancura que el secreto encierra.
¡Qué paz más honda en lo que fuese guerra,
en lo que fuera incendio enamorado!
Digo al despojo: ¿Dónde están los besos
que llegan en la vida hasta los huesos?
¿Cuál era tu figura? ¿Cuál tu arte?
Y él me responde en su silencio duro:
-De mi pasado, nada puedo hablarte;
mírame, y hablaré de tu futuro.
VII
Canta la lluvia una profunda nana,
expresión de un telúrico cariño.
No cabe duda de que el viejo es niño
y el agua es madre de la vida humana.
Siento que toma mi cabeza cana
para dormirla sobre su corpiño.
De todo aquello con que sufro y riño
me aísla, mientras besa mi ventana.
Cuando escucho llover, me quedo inerme,
La lluvia tiene el don de conmoverme
y dedos finos con que me acaricia
como si salpicara en el desierto.
Si es que se prolongara esta delicia
me dormiría y soñaría muerto.
VIII
Animan los colores de mi tarde
los abrazos y besos con que atizas
el último rincón que entre cenizas
para el invierno de nosotros arde.
No es el amor aquel, todo un alarde
de fuerzas, aquel mar de nuestras risas,
sino las filosóficas sonrisas
ante la fuga de una luz cobarde.
La pasión se suaviza y es ternura
cuando como una fruta que madura
el corazón se va poniendo viejo.
Algo queda en el fondo de la copa.
Bebamos lentamente el vino añejo.
No importa el frío si el amor arropa.
IX
No me asusta morir, sólo lamento
no tener ojos para ver las cosas
que se transformarán: zarzas en rosas,
lobos en hombre, polvo en monumento.
No me asusta morir Sólo lamento
ser sordo como el frío de las losas
cuando vengan las músicas gloriosas,
cuando una larga risa sea el viento.
Sólo lamento no tener mi tacto
cuando sea concreto el mundo abstracto
que en crisoles de sueño se moldea.
No me asusta morir Sólo lamento
quedarme quieto cuando todo sea
la perfecta expresión del movimiento.
X
Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
me llevará, y el mudo en que he vivido
se olvidará d mecí pero no tanto
como yo mismo que seré el olvido.
Olvidaré a mis muertos y mi canto.
Olvidaré tu amor siempre encendido.
Olvidaré a mis hijos, y el encanto
de nuestra casa con calor de nido.
Olvidaré al amigo que más quiero.
Olvidaré a los héroes que venero.
Olvidaré las palmas que despiden
al sol. Olvidaré toda la historia.
No me duele morir y que me olviden
sino morir y no tener memoria.
1979
FINA GARCIA MARRUZ
(La Habana, 1923)
Obra poética: Poemas (1942); Transfiguración de Jesús en el Monte (1947); Las miradas perdidas. 1944-1950; Visitaciones (1970); Poesías escogidas (1984); Viaje a Nicaragua (1987); Créditos de Charlot (1990); Viejas melodías (1993); Nociones elementales y algunas elegías (1994); Obra poética (1998); Habana del centro (1997); Poesía escogida, con Cintio Vitier (2000); El libro de Job (2000).
UNA DULCE NEVADA ESTÁ CAYENDO
Una dulce nevada está cayendo
detrás de cada cosa, cada amante,
una dulce nevada comprendiendo
lo que la vida tiene de distante.
Un monólogo lento de diamante
calla detrás de lo que voy diciendo,
un actor su papel mal repitiendo
sin fin, en soledad gesticulante.
Una suave nevada me convierte
ante los ojos, ironistas sobrios,
al dogma del paisaje queme advierte
una voz, algún coche apareciendo,
mientras en lo que miro y lo que toco
siento que algo muy lejos se va huyendo.
EN LA PEQUEÑA MESA
En la pequeña mesa se han reunido
el retrato, las flores y el hilado,
juntos en la mirada los que han sido
apartada figura, tarde, prado.
Hilo a su nívea tarde entretejido,
flor que afuera el recuerdo ha comenzado,
persona que ya el fuego ha destruido.
Interminable olvido goteado.
Sueña el retrato por mi vida oscura,
junto a otra tarde mira y se detiene
y en mi recuerdo extraño se madura.
Vendrá la muerte sobre el viejo día,
seré yo en una tarde diferente
y en otros ojos lucirá mi vida.
VISITACIONES
1
Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna
como a la casa de la infancia, a algunos
días, rostros, sucesos que supieron
recorrer el camino de nuestro corazón.
Vuelven de nuevo los cansados pasos
cada vez más sencillos y más lentos,
al mismo día, el mismo amigo, el mismo
viejo sol. Y queremos contar la maravilla
ciega para los otros, a nuestros ojos clara,
en donde la memoria ha detenido
como un pintor, un gesto de la mano,
una sonrisa, un modo breve de saludar.
Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,
los ojos no comprenden, la mano ya no toca
el alimento innombrable, lo real.
2
Uno vuelve a subir las escaleras
de su casa perdida (ya no llevan
a ningún sitio), alguien nos llama
con una voz querida, familiar.
Pero ya no hace falta contestarle.
La voz sola nos llama, suficiente,
cual si nada pudiera hacerle daño,
en el pasillo inmenso. Una lluvia
que no puede mojarnos, no se cansa
de rodear un día preferido.
Uno toca la puerta de la casa
que le fue deparada a nuestras manos
mortales, como un tímido consuelo.
3
El que solía vernos, el que era
de todos más amado, suave vuelve
a la sala sencilla, cada día
más real y más leve, ya de humo.
¿Cuándo tocó la puerta? No podemos
recordarlo. Estaba allí, estaba!
Y no se irá jamás ni puede irse.
No nos trae la memoria las palabras
del adiós. Sólo podrá volverse
por la puerta de un ruido, de un llamado
de ese mundo que borra, ignora y vence.
4
¿Qué caprichosa y exquisita mano
trazó, eligió ese gesto perdurable,
lo sacó de su nada, como un dios,
para alumbrar por siempre otra alegría?
¿Participabas tú del dar eterno
que dejaste la mano humilde llena
del tesoro? En su feliz descuido
adolescente ¿derramaste el óleo?
¿Qué misterio fue el tuyo, instante puro,
silencioso elegido de los días?
Pues ellos van tornándose borrosos
y tú te quedas como estrella fija
con potencia mayor de eternidad.
5
Y cuando el tiempo torna ingenuo un rostro,
una vida que amamos en su hora
cierta de dar, por siempre más reales
que su verdad presente, lo veremos
cuando lo rodeaba aquella lumbre,
cuando el tiempo era apenas un fragmento
de un cuerpo más espléndido, invisible.
Todo hombre es el guardián de algo perdido.
Algo que sólo él sabe, sólo ha visto.
Y ese enterrado mundo, ese misterio
de nuestra juventud, lo defendemos
como una fantástica esperanza.
6
Y lo real es lo que aún no ha sido!
Toda apariencia es una misteriosa
aparición. En la rama de otoño
no acaba el fruto sino en la velada
promesa de ser siempre que su intacta
forma ofreció un momento a nuestra dicha.
Pues toda plenitud es la promesa
espléndida de la muerte, y la visitación
del ángel en el rostro del más joven
que todos sabíamos que se iría antes
pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna.
7
A aquel vago delirio de la sala
traías el portal azul del pueblo
de tu niñez, en tu silencio abríase
una lejana cena misteriosa.
Cayó el espeso velo de los ojos
y al que aguardó toda la noche abrimos.
Partía el pan con un manto de nieve.
Con las espaldas del apstor huiste,
cuando volviste el rostro era la noche,
todo había cambiado y sin embargo
en la granja dormían tranquilas las ovejas.
8
«¿No sentías que ardía tu corazón
cuando nos hablaba de las Escrituras?»
(Los peregrinos de Emmaus)
Huésped me fue palabra misteriosa.
Huésped es el que viene de muy lejos,
de algún pueblo que nunca habremos visto.
Huésped es el que viene por la noche,
toca la aldaba de la puerta y todo
el umbral resplandece como nieve.
Huésped es quien se sienta a nuestra mesa
sólo por una noche, y no se acierta
sino ya a oír lo que su boca dijo.
Huésped es el que alegra con su rostro,
y alumbra con sus manos nuestro pan
y no logramos recordar su nombre.
Huésped es el que ha de partir, al alba.
9
«There is a wind where the rose was»
Walter de la Mare
Oh vosotras, lámparas del otoño,
más fragante que todos los estíos!
¿Por qué ha de ser aquel que devenimos
con el tiempo, más real, menos efímero,
que aquel que fuimos a tus luces pálidas?
¿Por qué el polvo desierto, la agonía
junto a las armas bellas, quedan sólo
del resplandor de la victoria? Lejano
es todo vencimiento. En otro espacio
sucede, más allá del moribundo
rostro que hunde la gloria y deja ciego
junto al viento que lleva las banderas
espléndidas que huyen. Fiera es toda victoria.
10
Amigo, el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Cómo ha cambiado el tiempo aquella fija
mirada inteligente que una extraña
ternura, como un sol, desdibujaba!
La música de lo posible rodeaba tu rostro,
como un ladrón el tiempo llevó sólo el despojo,
en nuestra fiel ternura te cumplías
como en lo ardido el fuego, y no en la lívida
ceniza, acaba. Y donde ven los otros
la arruga del escarnio, te tocamos
el traje adolescente, casi nieve
infantil a la mano, pues que sólo
nuestro fue el privilegio de mirarte
con el rostro de tu resurrección.
11
«Since I have walk´d with you through Said lanes»
Keats
¿Quién no conoce ese sendero en sombras,
ese continuo hablar, interrumpiéndose
el uno al otro amigo, en el gozoso
diálogo hasta la puerta de la casa,
servida ya la cena? ¿Quién no escucha
las nocturnas pisadas en la acera
tornarse más opaca al cruzar por la yerba
que nos atrae al amigo, al bien llegado?
¿A quién, ya tarde, no le cuesta mucho
despedirse y murmura generosos deseos,
inexplicables dichas, bajo los fríos astros?
12
« qui laetificat juventútem meam »
Sólo vosotras, bestias, claros árboles,
podéis seguir! Mas, eterno es el hombre.
Salvaje privilegio de la muerte,
heredad sólo nuestra, mientras derrama el astro
su luz sobreviviente sobre ese rostro altivo
de ser fugaz, junto a los ciclos fijos,
y ese verdor, eterno! Se fue yendo
la gloria de los rostros más amados,
y tornamos, como ola ciega al tiempo
del cuerpo incorruptible que esperaste
y no pudimos retener, llorando
en la perdida lámpara, las voces,
lo que encuentro creímos y es partida.
Oh lo real, el mundo en el misterio
de nuestra juventud, que nos aguarda!
Nos ha sido prometida su alegría.
Nos ha sido prometido su retorno,
Eres lo que retorna, oh siempre lo supimos.
Pero no como ahora, amigo mío.
AMA LA SUPERFICIE CASTA Y TRISTE
"Sé el que eres"
Píndaro
Ama la superficie casta y triste.
lo profundo es lo que se manifiesta.
La playa lila, el traje aquel, la fiesta
pobre y dichosa de lo que ahora existe.
Sé el que eres, que es ser el que tú eras,
al ayer, no al mañana, el tiempo insiste,
sé sabiendo que cuando nada seas
de ti se ha de quedar lo que quisiste.
No mira Dios al que tú sabes que eres
-la luz es ilusión, también locura-
sino la imagen tuya que prefieres,
que lo que amas torna valedera,
y puesto que es así, sólo procura
que tu máscara sea verdadera.
CARLOS GALINDO LENA
(Caibarién, Villa Clara, 1929-Santa Clara, 200)
Obra poética: Ser en el tiempo (1962); Hablo de tierra conocida (1964); Mortal como una paloma en pleno vuelo (1988); Rosas blancas para el Apocalipsis (1991); Siempre es bueno recordar a Tebas (1994); Últimos pasajeros en la nave de Dios (1996); Aun nos queda la noche (2001); Vientos de cuaresma (2001).
POEMA ENCONTRADO SOBRE UN MURO I
Qué hacer si he perdido las llaves y estoy solo.
Por los techos de la noche oigo los pasos de un
animal salvaje.
Gimen los árboles bajo el peso de unas formas
que sirven para clasificar los astros.
Afuera es otoño y alguien llora.
Alguien que conoce el peso de su llanto.
Enmudece la habitación en la que antaño ardía
una lámpara de vida.
Yo estoy solo.
Las llaves se han perdido.
Y en las manos surge una flor súbita de sangre.
Padre, oh padre mío, diez primaveras han pasado
sin que el mantel fuera quitado de la mesa.
El pan junto a la jarra
y el cuchillo junto a las flores de papel.
Nadie osa decapitar esas flores de antaño,
ni el rostro alucinante que se pudre en su marco.
Las cortinas aún conservan la forma de su llanto.
Pero qué hacer ahora, padre, qué hacer,
si he perdido las llaves estoy solo.
Todas las puertas se han cerrado definitivamente,
y el carcelero torpe grita de pie junto a los muros:
"El que ha quedado afuera que se pudra."
Es otoño y alguien flora.
El carcelero arroja las llaves al pozo de la noche.
TACITA DECLARACION DE AMOR
Con la magnificencia de un crepúsculo
puesto a morir en las arenas,
así era tu cuerpo aquella tarde
de mi resurrección.
Sabía que tu piel daría a mi piel
el encanto de la soledad,
y que tus ojos, libres de la
condición divina,
me ayudarían a encontrar
los pozos execrables de la desesperación.
No en vano hemos vivido
junto a las alas muertas
de los pájaros marinos,
exótica prolongación de tu belleza.
Dulzura de una edad
en que la razón, tan pequeñita,
es obnubilada por la música del alma.
Y lo perecedero se amontona a nuestros pies
como un suburbio de la inmortalidad.
Hemos escuchado juntos a Vivaldi
para renacer frente a la ignominia.
Hemos cantado el himno unánime de la verdad
entre las piedras del poniente,
en la pequeña parroquia que da al mar.
Dios nos libre de la sangre inocente
que no se derramará
como en la noche de san Bartolomé.
Ya la música de la compasión
comienza a vivificar
nuestros cuerpos desnudos.
Lo que más me sorprende
en esta edad agobiante
es la falta de pudor entre los hombres.
Enero 1988
DESDE EL MIRADOR
Topes de Collantes
Tu rostro emerge de esos cedros
que se consuelan a la luz de la luna.
¿Quién puede evitar que su presencia nos devuelva
a la vida?
¿Quién puede evitar que las cavernas se conviertan
en nuestra fortaleza
nos inclinemos a rezar
por todos los que desafían la tormenta?
La pradera se incendia con el trotar de los caballos
que huyen de la noche
en que decapitaron a todas las criaturas inocentes.
El mirador nos devolvía la imagen
de ese pequeño puerto calcinado por el sol
donde también hay hombres que aman, sueñan
y transitan diariamente
por los angostos caminos de la vida.
Atrapados entre el salitre y el profundo sudor
de la montaña
cumplen su itinerario de amor desconocido
y reciben a Dios cuando en el alba
abren sus puertas al olvido.
SIGLO XX
Sus pies estaban descalzos,
como en las visitaciones del señor.
El pecho herido y tan confuso,
como un cielo que se creara
en medio del desastre.
La desesperación tallaba
en mármol su cabeza altiva.
Toda su humanidad cabía
en la pequeña hoja del almendro.
Y en medio del furor aconteció
el milagro.
Una lágrima terca,
rota,
obstinada, totalmente obligada
por la cólera,
o tal vez por la inocencia,
saliendo de sus ojos, nos devolvió,
miembro a miembro,
gota a gota,
toda su humanidad perdida
en el combate.
Bastó hermanos esa lágrima
para darnos toda la dimensión de
su ternura.
Ay, la guerra es tan infame como la amarga
soledad del hombre.
Agosto, 1985
UTOPIAS
Yo era entonces un niño cargado de utopías
las estrellas me indicaban un camino de luz
intransitable y soñé siempre
acercarme hasta la piel de dios.
Yo era entonces un niño cargado
de utopías que pensaba que todos los hombres
eran como Aliosha
y que el mundo era ya como un anticipo del eterno
paraíso. Yo sigo siendo el niño cargado de utopías;
lo único que ha crecido en mí es tu amor.
VIENTOS DE CUARESMA
Los vientos soplan desde el alma hacia
las cumbres,
no mengue jamás ese deseo del ver el rostro
de dios en la cuaresma
porque es como si el mundo
quisiera renacer de los escombros del pasado.
Ese brutal viento de cuaresma
me clava en el madero
donde el espíritu demanda para siempre
y ya no sirve para morir, resucitar,
todo se quema entre las paredes del corazón
del hombre.
FINAL
Está lloviendo sobre ti y sobre mí
y sobre todos los abismos de la tierra.
Esta lluvia borrará nuestra inocencia,
y tal vez nuestra memoria.
No sé, porque es solidaria y tenaz
como la muerte,
y como ella predice los
fantasmas del hombre,
y llega interminable y casta
a sus dominios.
Pero la muerte como la lluvia
no borra nada
y deja intacto al hombre.
Sólo establece un veredicto:
si fue bueno crece como la luz
en los abismos,
si fue malo,
regresará al polvo mortal de donde vino.
QUEDARÁ DE TU SER LO QUE HAS GANADO
Quedará de tu ser lo que has ganado:
la multitud de amor frente a la noche.
No hay espacio vital para el reproche
aunque se pierda el sol de lo allegado.
Cuando el camino ha sido transitado
con pie de abismo a flor, sin un derroche,
queda la esencia de la luz, la noche.
Vuelve a su ser el ser de lo logrado.
Y florece el espacio, el tiempo cede,
vive en la eternidad del que te nombra
y que a nacer de ti forja su estrella.
No ves que el hombre tonto que te agrede
no se resuelve en luz, queda en la sombra
y al fin crece y renace de tu huella.
SIEMPRE ES BUENO RECORDAR A TEBAS
Siempre es bueno recordar a Tebas.
Eteocles no supo distinguir nunca entre la rúbrica
de un pájaro en el cielo
y la muerte de un héroe.
Señales siempre existen en el polvo de las
sandalias del vencido.
Porque hay una sangre que no debe ser
derramada a pesar del deseo de los dioses:
la sangre del hermano debe correr libre entre la
primavera, el tiempo y la esperanza.
No era la hora de dejar insepultos a los muertos
y Antífona vistió a Polinice con los aromas más
sutiles de la tierra.
Mas yo, un hombre de su tierra y de su tiempo,
no sabe aún dónde está al tumba de la madre.
Por las lágrimas de Antífona sabremos dónde
está enterrada Polinice,
porque siempre los sensibles mueren en la séptima
puerta.
Pero ¿no es acaso esa la puerta del Paraíso?
Oh dioses, decidme: ¿Eteocles o Polinice?
A mí, oh Antígona, un pedazo de mar me separa
del último abrazo de la madre,
pero siempre ha sido así para que se cumplan
las nuevas y las viejas profecías.
En la cruz murió el hombre un día por el furor
y el odio de las almas.
Pero decidme: qué emblema, qué sol, qué cielo
puede amparar al que se entrega con las
manos atadas
o con el corazón ebrio de amor.
Polinice retorna para morir en la séptima puerta.
Yo, hermanos míos, muero porque un pedazo de
mar me separa
del último abrazo de la madre.
Sabed que sufro cuando el Corifeo entona su
canto de piedad
y Antífona toca con sus manos purísimas el sol.
¿Es así como los muertos entierran a sus muertos?
SAGRADA ESTIRPE
Quién ha vaciado, oh Patria, tu espíritu
tu inocencia, tu poder,
tu amor consagrado siempre a la libertad
del hombre
¿Quién es tan sabio que puede comprender tu
corazón de imagen,
tu inventario de sueños,
el fracaso de tu estirpe sagrada?
Oh no, sigue tu diálogo feroz y triste con tus
muertos
y atiende sólo a la eterna voz de tus dioses.
Yo no sé cuándo, oh Patria, descansará tu corazón
Tu Elegguá travieso te lama niña arrodillada
frente al mar
pero yo te llamo sufrida portadora de un tiempo
inexistente,
de una raza inexistente,
de una verdad y un sueño inexistentes,
pero en ti, oh Patria, todo devienen en virtudes,
en sabia esperanza,
aún cuando Caín y Abel vive eternamente sus
querellas,
sin comprender siquiera
que están totalmente ganados por la muerte.
Oh virtud de los que aman,
tu esencia es hoy la imagen invertida de Dios,
porque te traiciona la sangre de los hijos
que no amaron ni aman tu verdad.
FRANCISCO DE ORÁA
(La Habana, 1929)
Obra poética: Es necesario (1964); Celebraciones con un aire antiguo (1965); Por Nefas (1966); Con figura de gente y en uso de razón (1968); Bodegón de las llamas (1978); Ciudad ciudad. (1979); Desde la última estación (1983); Haz una casa para todos (1986); Bodas (1986); Mundo mondo (1989); La rosa en la ceniza (1990); A la nada que actúa (2000); Noche y fulgor (2002)
COMO SI TE SACARAN A PATADAS DEL SUEÑO
Un día más y ya es de noche. Un día más
para saber que estoy metido ya en la noche sin
fondo,
para pensar: qué se ha hecho la vida,
a repasar qué ha hecho la vida de mi vida.
Sigo gastando calles como perro
y no salgo del ruido oscuro en mi cabeza,
pero caigo,
con todos mis ojos caigo en el rincón callado de la
fonda
a contemplar el tiempo cuajado ya en mi plato de
soltero,
soñando con el humo, paciente como la insípida
pasta,
meditando uno a uno como los taciturnos frijoles,
pero dando a entender que sabemos tratar con
señorío al tiempo.
Un día más para saltar del sueño
tal como si te hubieran empujado a paradas de su
sombra
y condenado a repetirse todo el puñetero día
cómo caíste del amor, atragantado de asco
y quedándote más estúpido que un hueco,
ya sin poder averiguar quién pensó esta broma;
pero en los parques te das cuenta de que tu vida es
un error
pasando en boca ajena
con figura de gente y corazón oscuro como un
muerto
atravesando un sueño con ropas de mendigo
(a los dormidos diles
que saben bien que todos estamos enredados con la
muerte)
y te preguntas todavía cómo hay que ser:
-arregla
bajo cuerda una broma con la vida
y da a entender que tratas con señorío a la muerte.
"Como si te sacaran a patadas del sueño" está dedicado a Fayad Jamís.
FAYAD JAMIS
(Zacatecas, México, 1930-La Habana, 1988)
Obra poética: Brújula (1949); Alumbran. Seco sábado (1954); Los párpados y el polvo (1954); Vagabundo del alba (1959); Cuatro poemas en China (l962); Por esta libertad (1962 y 1977); La pedrada (1962); Los puentes (l962); La victoria de Playa Girón (1964); Cuerpos (1966) ; Abrí la verja de hierro (1973); La pedrada (antología, 1981); Poesía (1990); Entre la muerte y el alba (1994); Historia de un hombre (1995).
SI ABRO
A Gilberto Ramírez, maestro, en México
Si abro esa puerta nada se fugará.
Todas las cosas volverán, serán de nuevo ellas en el cuarto encendido;
todas las cosas viejas y sucias, revueltas bajo el polvo.
La luz trae zumbidos, aguas que despiertan.
El viento hincha, estremece las tablas, los libros,
me hiere a mí que contemplo miedoso.
Miedoso, sí. Me asustan ciertas visitas diurnas,
ciertos pasos de mediodía muerto entre esplendores.
Miedoso. Mi familia está lejos. No voy a abrir la puerta.
Tengo mucho miedo.
Aquí en lo oscuro, en lo cerrado.
Pero ¿cómo serán ciertas estas cosas? Parecen hundidas, hundirse.
Me miran. ¿Cómo serán ciertas?
Algunas brillan, a pesar de todo: parecen bellas así, sin que la puerta
se abra.
Ese muñeco es bello, vive; busca las manos gruesas de su padre, feliz
en Ciudad México.
Ese cuchillo alumbra como nunca: su filo está dividiendo los temores
y el fuego de esta espesa vida.
No abriré, no, no abro; tengo miedo
de que algo imprevisto salte y se confunda entre las cosas que no
amo.
CUERPO DEL DELFÍN
A José Lezama Lima
En el palacio de la memoria, en el humo del cuerpo,
una palpitación extraña, un remoto aleteo:
la sombra roja de un delfín entra suavemente.
¿Qué importa la marca del arpón?
¿Qué importa si el nombre del barco es "Little Fish" o
"Cheval"?
¿Qué importa el rostro encendido del arponero?
¿Qué importa un delfín muriéndose en la memoria?
Nada. Un delfín muerto no importa nada, lo mismo que una
hormiga.
El delfín y la hormiga son realmente dos monstruos, pero
no importan nada.
Sin embargo, yo veo ahora un muro y escucho una ciudad;
y ahora veo una ciudad y escucho un muro.
Y pienso que sí importa la muerte de un delfín, porque su
aleteo es cada vez menos remoto en mi memoria.
Pero el delfín no acaba de morir y yo siento que me pierdo
y que mi pérdida es menos bella y menos perceptible que
la muerte de una hormiga.
En el jadeo de las aguas, en la incesante eclosión de las
verdosas aguas,
¿qué cuerpo es más durable que la espuma?,
¿qué arrecife salta más arriba que la espuma?,
¿qué templo es más inmóvil que el templo de la espuma?
La ciudad está aquí, el mar está aquí,
tú y yo estamos aquí, entre e mar y la ciudad,
miedosos del mar y la ciudad,
amando el mar y la ciudad
y olvidando el mar y la ciudad por temernos y amarnos y
olvidarnos a nosotros mismos.
¿Me oyes?, ¿me conoces?, ¿estás viva?
Mi cuerpo vacío habla para un cuerpo vacío.
Yo soy un caracol, una piedra, un simple cuerpo vacío que
habla sobre el muro
para otro cuerpo vacío que duerme sobre el muro.
Y las olas estrellándose, y la noche estrellándose,
¿qué son sino brillos deshabitados, hielo y sal sobre el muro?
Oh cuerpo de mi cuerpo, qué lejos, imposible, la roca
henchida de la espuma,
el opulento, inmortal, blanco muro.
Un ave transparente, gimiendo, allá arriba construye un
nuevo mar,
entre la vieja ciudad y el viejo mar,
encima de nuestros cuerpos y del muro.
En el pequeño mar, ¿no habrá hundimientos?,
¿no habrá delfines?
Hay el hermoso templo de la espuma, que dorándose
transfigura tu rostro, oh cuerpo de mi cuerpo.
¿Qué cosa hay más hermosa que una niña de vidrio,
inmóvil, distraída, callada bajo un velo de oro,
bajo el ave transparente de la eternidad?
En el pequeño mar un áureo delfín juega,
su música mueve tus cabellos;
(yo no recuerdo nada, no espero nada;
sueño de siglo en siglo mientras tu sombra brilla y reposa
sobre el muro.
En tu inmovilidad, eres más áurea y giras con más gracia
que el delfín allá, en lo alto.
Despierta, entre los dos ha venido a posarse el ave
transparente.
¿Qué busca?
Nosotros somos simplemente dos cuerpos vacíos que sueñan
sobre el muro.
¿Habrá venido para construir otro mar entre tu sueño y mi
sueño?
Mira: desaparece; su cristal se quiebra mientras tú parpadeas.
¿Adónde el ave de cristal, adónde el ave de eternidad?
Escucha, niña mía, cuerpo mío: nos llaman;
de la ciudad nos llaman, ¿serán destruidos?,
nuestros cuerpos, ¿serán destruidos?
Como el ave me miras, como la eternidad al lado mío
fulguras.
Oh, mi niña, mi cuerpo, mi ave transparente,
¿quién enciende nuestros nombres en la ciudad y en las
aguas?
Yo siento que me gasto, que mi sombra se quiebra, que olvido.
Ruidos que no hace el viento, rostros que ni el mar ni la
memoria crean.
Todo queda muy cerca;
los barcos que se borran, las torres de la ciudad se reducen
como una llovizna, como un polvo soplado por destrucciones.
Y la noche y las aguas estrellándose.
Oh memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?
Yo no sé lanzar el arpón, ni tengo arpón,
ni quiero que el velo rojizo de la muerte cubra ningún cuerpo.
¿Y huir?, ¿huir?, ¿huir?
Oh en el tiempo no se huye, no queda ninguna chispa lejos
de este humo.
Nadie está más allá ni más acá del centro.
El mismo temblor que platea las aguas llena mi memoria
y funde mi cuerpo con el viento y con el muro.
Si el moribundo delfín conquistara su muerte,
si el ardiente delfín escamara de pronto,
¿por cuántos años olvidaría sus ojos más grandes y mis ojos?
Pero la muerte duerme y el herido delfín y yo nos contemplamos
resignadamente.
Cuerpo mío, niña mía, oh ave,
¿qué soy sino tu sombra medida y coloreada por la sangre?
Para tu luz inmóvil, ¿qué es ayer, qué mañana?
¿Miras? Ni la nube ni el barco se deslizan,
ni la nube y el barco sumergen sus cenicientos vientres.
Ave mía, ¿me miras?
Yo soy un árbol rojo sobre el muro.
Allí la fría ciudad, allí las frías aguas; y entre la fría ciudad
y las frías aguas,
entre los días y los días,
tu dorado cristal, tu sueño inmóvil, tu silencio.
Y mi cuerpo de árbol, mi crujido de árbol, mi paciencia de
árbol,
frente a tu hielo
Pero tú no me oyes, y yo quiero dormir:
quiero soñar que un furioso delfín rompe de pronto tu sueño,
eternidad.
EL AHORCADO DEL CAFÉ BONAPARTE
A Pablo Armando Fernández
Para no conocer los abismos del humo
para no tragarse los periódicos de la tarde
para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
sino el ruido de la pobre llovizna
El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
lejos de los leones morados de todas las guerras
hizo un cordón con una hoja de papel
en la que estaban escritos el nombre del Papa el nombre
del Presidente
y otros dos mil nombres Ilustres
y a vista de todos los presentes
se colgó del sombrero que brillaba sobre su cabeza
El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de
un policía
Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
como una gata furiosa en un tejado
Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
y el ahorcado después de mecerse dulcemente un
cuarto de hora
con su voz muy lejana
comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
"Maintenant je suis pendu dans le Bona"
La lluvia es el cuarzo de mi miseria
Los políticos roen mi bastón
Si no me hubiera ahorcado moriría
de esa extraña enfermedad
que sufren los que no comen
En mi bolsillo traigo cartas estrujadas
que me escribí yo mismo
para engañar mi soledad
Mi garganta estaba llena de silencio
ahora está llena de muerte"
"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de
la noche
Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los
periódicos
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
ciudadano del corazón de los hombres libres
heredero de la ceniza del amanecer
He vivido como un fantasma
entre fantasmas que viven como hombres
He vivido sin odio y sen mentira
en un mundo de jueces y de sombras
La tierra en que nací no era mía
y tampoco el aire en que reposo
Tan sólo he poseído la libertad
es decir el derecho a sufrir a errar
a ser este cuerpo frío
colgado como un fruto
entre los que cantan y ríen
entre una playa de cerveza
y un templo edificado para adorar el miedo
La mujer que guarda las llaves de la noche
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
y que cojeaba un poco y que la amaba
Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
va a desaparecer un viejo mundo
definitivamente borrado por el alba
Así como la nieve a veces aplasta
las flores del cerezo
la muerte ha aplastado mi voz"
Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
el ahorcado del Café Bonaparte
ya no era más que el humo tembloroso del cigarro
bajo el sombrero
sobre una taza con restos de café.
MANUEL DIAZ MARTINEZ
(Santa Clara, 1936)
Obra poética: Soledad y otros temas (1957); El amor como ella (1961); Los caminos (1962); El país de Ofelia (1965); La tierra de Saúd (1966); Vivir es eso (1968); Mientras traza su curva el pez de fuego (1984); Alcándara (1991).
COMO TODO HOMBRE NORMAL
1
Yo, como todo hombre normal, soy maniático.
Me llevo bien con mis obsesiones.
Mis relaciones con la angustia son cordiales
porque no creo que
en el mundo todo está ganado,
pero tampoco que todo está perdido.
Simplemente pienso que falta por hacer la
mejor parte.
(Cuenten conmigo.)
Pero pide que se razone y se hable claro.
Y pido que se condene a Dios por incapaz y
al Diablo por ridículo
y a la Gloria por exagerada y a la Pureza por
imposible y al Iluso
por iluso y al Burgués por dolo y al fanático
por pandillismo y nocturnidad.
2
Yo, como todo hombre normal, estoy
enamorado de una mujer,
de una gran mujer nerviosa, bellísima, al
borde de la histeria,
de una espléndida mujer que le gusta vivir,
que hace el amor como una niña de convento
a pesar de sus grandes ojos dibujados, de sus
largas piernas duras y del temblor de primavera,
del frenético temblor obsceno
que desgarra la blancura de su vientre.
Y estoy enamorado de mi tiempo con los
nervios de punta,
con la cabeza rebotando entre el estruendo
y la esperanza,
entre la usura y el peligro,
entre la muerte y el amor.
Y sueño y vocifero
frente a una sorda, ululante multitud de turbina,
pozos de petróleo, gigantescas combinadas
siderometalúrgicos donde el hombre
crece en la presteza de sus dedos sobre los
controles y las herramientas, fundido al cuerpo
caliente y brillante de las máquinas, que se
desgastan incesantemente fabricando un mundo
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