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Antología de poesía cubana. Cuba y la noche (página 8)

Enviado por Orlando Desiré


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21

Digo como debían ser el ocio tan suave y el paso regio y la ternura

graciosa del paseo

cuando volvían a la casa despacio entre las aguas limpias de la fuente,

mirados por las criaturas extáticas del parque,

cuando la noche no siempre comenzaba en la caída, sino que también

era la tiniebla lustrosa del inútil recodo

socavando el tedio de la cal, el horror de la pared como vacío

deslumbrante.

Aquel negrito, aquellos hipogrifos que gustaban magistralmente

de la lluvia

saboreando las gotas y el color gris como si el frío fuese de veras parte

de sus almas,

y el nombre de la quinta, que las filosas enredaderas trenzaban con

variadas flores de reluciente hierro,

los gobernados arroyuelos de piedra por donde navegaban los

bergantines dorados de las hojas

sin saber el tamaño menudo y deleitoso de su aventura ni el agradable

olvido de aquel sombrío puerto,

el jardín de la quinta donde termina la calzada y comienza el

nacimiento silencioso del campo y de la noche,

raído por el sol lo miro, melancólicamente desolado como el feo

pensamiento de un idiota.

Digo estas cosas con la tristeza de quien a solas dice cuántos años

y deja caer la inútil mano sobre la frescura del mimbre

y en su comodidad encuentra algún consuelo.

BAJO LOS ASTROS

Es así que la casa deshabitada, por la tarde, suena de pronto como el

cordaje de un barco.

Vibran a solas los cristales vacíos, la penumbra quisiera conmovernos,

y el animal pequeño, el de lustrosa piel en los rincones, trémulo huye,

como siempre, a los altos distantes.

Es aquí donde decíamos: qué tiempo maldito hace debajo de los

álamos, suerte que vino usted a tiempo, buenas tardes, oh padre,

que mala noche, que buen día siempre.

Aquí, en el umbral que los nortes menudos de las puertas asuelan de

gris y leve polvo,

alguno de nosotros, los de casa, debe vestir los pesarosos, los oscuros

ropajes del sacrificio para decir: aquí esperaba, y aquí cosía mamá sus

misteriosas telas blancas

y aquí entró aquel día el tímido lagarto, y aquí la mosca extraña que

zumbaba, y aquí la sombra y los cubiertos, y aquí el fuego, y aquí

el agua.

Porque llega una hora en que todas las casas se despueblan de sus

ruidos mortales

y las vidrieras son frías como esos invernaderos desolados, lisos ojos

de muerto, que nadie supo nunca donde quedan,

es preciso que alguien, alguno de nosotros, venga y diga: los cubiertos

de casa, qué se hicieron, alguien sin duda los ha robado.

Grave silencio, sobre mi hombro descansas como el peso conmovedor

de una muchacha sollozante.

Es así que ahora todo nos falta. Si alguien nos ofreciera un poco de

café nos salvábamos

porque la casa deshabitada es adusta como la justicia del fin

y el viento que pasea por los altos no es sino el viento, las estancias

no son más que las estancias de la casa vacía

y es como si no hubiese venido nadie, como si nadie mirase los

recintos del hombre, bajo los astros.

NO ES MAS

por selva oscura

Un poema no es más

que una conversación en la penumbra

del horno viejo, cuando ya

todos se han ido, y cruje

afuera el hondo bosque; un poema

no es más que unas palabras

que uno ha querido, y cambian

de sitio con el tiempo, y ya

no son más que una mancha, una

esperanza indecible;

un poema no es más

que la felicidad, que una conversación

en la penumbra, que todo

cuanto se ha ido, y ya

es silencio.

ODA A LA JOVEN LUZ

En mi país la luz

es mucho más que el tiempo, se demora

con extraña delicia en los contornos

militares de todo, el las reliquias

escuetas del diluvio.

La luz

en mi país resiste a la memoria

como el oro al sudor de la codicia,

perdura entre sí misma, nos ignora

desde su ajeno ser, su transparencia.

Quien corteje a la luz con cintas y tambores

inclinándose aquí y allá según astucia

de una sensualidad arcaica, incalculable,

pierde su tiempo, arguye con las olas

mientras la luz, ensimismada, duerme.

Pues no mira la luz en mi país

las modestas victorias del sentido

ni los finos desastres de la suerte,

sino que se entretiene con hojas, pajarillos,

caracoles, relumbres, hondos verdes.

Y es que ciega la luz en mi país deslumbra

su propio corazón inviolable

sin saber de ganancias ni de pérdidas.

Pura como la sal, intacta, erguida,

la casta, demente luz deshoja el tiempo.

DAGUERROTIPO DE UNA DESCONOCIDA

Esa muchacha que en el daguerrotipo está mirándonos,

que no sabemos quién fue ni como se llamaba;

esa muchacha tan deliciosamente fresca bajo su blusa de encajes,

frágil con el temblor del pájaro que una vez hemos tenido en la mano;

el óvalo de cuya cara nos hiere de belleza,

las líneas de cuyas manos dibujan la esperanza o la ternura;

esa muchacha está en peligro, ya ven, y no se da ni cuenta.

El día se le está yendo como el aroma escapa de la rosa,

el nombre se le está yendo como está yéndose la música, no se da

cuenta.

Sólo un instante más y ya no podremos ampararla, no podremos;

el rumor de su falda se ocultará en la sombra de los márgenes;

ligera se habrá ido como si no tuviese un cuidado en el mundo

y en su lugar habrá cosas sin alma que el polvo aquieta con la punta

de sus dedos.

No estará la muchacha, la perfección, la gloria de la luz, sino su

imagen

manchada ya, tocada ya, dañada, como por una mosca, por la fecha.

Es demasiado joven para el odio del tiempo.

JESUS ORTA RUIZ (INDIO NABORÍ)

(La Habana, 1922- 2005)

Obra poética. Guardarraya sonora (1939); Bandurria y violín (1948); Estampas y Elegías (1955); Boda Profunda (1957); Sueño reconstruido (1961); El pulso del tiempo. (1966); Entre, y perdone usted (1973); Pase de lista en décimas a la medida de sus nombres. (1973); Cantos breves (1978); Dos estilos y un cantar: El Indio Naborí y Chanito Isidrón (1982); Al Son de la Historia. Poemas patrióticos y políticos (1986); Entre el reloj y los espejos (1989); Viajera Peninsular (1990); Con tus ojos míos (1994); Mis nietos en escena (1995); Desde un mirador profundo (1997); Décimas para la historia. La controversia del siglo en verso improvisado, Indio Naborí-Ángel Valiente (1997); Biopoemas (1998); La medida de un suspiro (1999); Esto tiene un nombre (1999); Décimas para la historia. Poesía oral y escrita (2000); Eros en tres tiempos (2000); Por tu milagro sonoro (2001); Cristal de aumento (2001); Epigramas de Juan Claro (2004).

CANTO A LA DÉCIMA CRIOLLA

Viajera peninsular,

¡Cómo te has aplatanado!

¿Qué sinsonte enamorado

te dio cita en el palmar?

Dejaste viña y pomar

soñando caña y café,

y tu alma española fue

canción de arado y guataca,

cuando al vaivén de una hamaca

te diste a "El Cucalambé".

Amaste a Cuba, al Caney

que, huérfano de fortuna,

se levanta como en una

persistencia siboney.

La ceiba te habló de Hatuey,

te embridó el azul del cielo,

te conquistó el arroyuelo

con musical bienvenida

y te quedaste prendida

al verde imán de mi suelo.

Dijiste al guajiro: canta,

no llores más, infeliz,

que yo te haré una raíz

de música en tu garganta.

Tendiste bajo su planta

dulce alfombra de ilusiones;

y fuiste en los callejones

de las tierras del central

anestesia musical

aplicada a sus pulmones.

Desde entonces, el guajiro

te prendió al pecho angustiado

y ocho sílabas le han dado

la medida de un suspiro.

Te hospedas en su retiro,

lo alientas en sus labores,

melificas sus dolores

y eres, hecha madrigal,

la confesión musical

de sus tímidos amores.

Con blancura de azucena

llegaste al cañaveral

y el sol del camino real

te dio la gracia morena.

Cuando una bandurria suena

como un corazón doliente,

allí tu dices "presente"

al trovador que medita,

y no anuncias tu visita:

te apareces de repente.

A veces te desenfrenas

en combate desvelado,

cual si hubieras inyectado

sangre de gallo en tus venas.

Tiemblan las noches serenas

en que tu pasión estalla,

porque frente a la batalla

de dos improvisadores,

sueñan los espectadores

con la emoción de una valla.

Pero cuando el monte fue,

Cuba, en su corcel montada,

y la manigua incendiada

dio un grito y se puso en pie,

abriste surcos de fe

para sembrar patriotismo;

y ya con un espejismo

de libertad y derecho,

te brillaron en el pecho

diez medallas de heroísmo.

Pensaste que ya en tu frente

jamás habría una sombra,

que no tendría tu alfombra

de lirios, un cardo hiriente.

Pero, desdichadamente,

tu alegría pasó en fuga:

en tu ceño hay una arruga

y en tus ojos un desvelo…

¡Todavía eres pañuelo

que un llanto de sal enjuga!

Has visto a ese labrador

que, mientras piensa y trabaja,

es árbol que se desgaja

en lágrimas de sudor.

Y en tanto el explotador

sueña en una nueva orgía,

lo has visto en la noche umbría

desprenderse del arado,

con el hombro doblegado

por todo el peso del día.

La sordera del camino

escuchó tu grito rojo

la tarde que un desalojo

mató el hogar campesino.

Y envuelta en ese destino

de triste desalojada,

tomaste desesperada

la Carretera Central

y al verte la Capital

se volvió una carcajada.

Vals, sonata y opereta

y aburguesados danzones

te echaron de los salones

por no vestir de etiqueta.

Afrancesado poeta

te vio con fría mirada;

sólo en la pobre barriada

te dieron sombra y calor

son y rumba con dolor

de negra discriminada.

Yo desde niño te llevo

del brazo como una esposa,

guajirita lastimosa

con hambre de mundo nuevo.

Incubaste como un huevo

de sinsonte el alma mía,

desde que en la sitiería,

junto al arroyo sonoro,

como una botija de oro

encontré la Poesía.

¡Como no cantar por ti,

canción sudada en mi padre,

ritmo de cuna en mi madre

y la misma vida en mí!

Yo contigo recorrí

la ciudad y la espesura,

y en ti guardo la dulzura

de los besos que apuré

como sorbos de café

en jícara de aventura.

(1940)

A TRAVÉS DE UN OLOR

Mi niñez descalza y pura

como la misma ignorancia

me viene por la fragancia

de una guayaba madura.

Me viene con la espesura,

la choza y el callejón,

y se abre en mi evocación

la vieja herida de un trillo

conde en caballo de millo

cabalgaba la ilusión.

Una vocación marina,

un sueño de barco y agua

navega sobre una yagua

la falda de la colina.

La inocencia cristalina

de unas manos infantiles

con diminutos frontiles

pone un yugo a dos botellas

vacías, y sueña en ellas

bueyes verdes y reptiles.

En una Y griega del monte

y una piedra del camino

anda la muerte de un trino

registrando el horizonte.

Canta feliz un sinsonte

ante el verde atril del llano,

quédase un flechero enano

distraído en sus endechas

dulces… ¿Y hay un tiraflechas

cayéndose de una mano!

1940

MI PADRE

Poeta con la agonía

de no atrapar la expresión,

de ti, de tu corazón,

me vino la Poesía.

Sentiste una melodía

honda, que no tradujiste,

y yo, el heredero triste

de tu inefable sentir,

sigo empeñado en decir

el canto que no dijiste.

Tu emoción analfabeta

era un poema frustrado.

Estaba crucificado

en la palabra el Poeta.

Y yo supe tu secreta

pena de ave sin volar,

siempre que para cantar

te era esquiva la palabra

como una jíbara cabra,

como un anillo en el mar.

Eras sonoro hasta el hueso,

y en tu pecho de paloma,

en pugna con el idioma

andaba un canto travieso.

Y como cantabas preso

en tan estrecha prisión,

un ansia de aparición

de tus cantares arcanos,

te hacía inquietas las manos

y musical el bastón.

Viejo, a orillas del abismo

gris de una muerte aguardada,

a través de tu mirada

sonreía el optimismo.

Cantante, alegre, lo mismo

que el niño más inocente,

hasta que sobre tu frente

se posó una paz traidora

y vi llama tan sonora

en un hielo tan silente.

Y luego vi el ataúd,

velas, flores, lagrimear,

¡y tu ansiedad de cantar

en una blanca quietud!

¡Y no sembrar un laúd

en tu silencio enterrado,

para que, en el perfumado

tiempo de la primavera

subas por la enredadera

a decir lo que has callado!

1952

CORRIDA DE CINTAS EN EL MAR

Sueltas las riendas de argento,

loca la crin musical,

en caballos de cristal

vienen jinetes del viento.

Sobre el azul pavimento

ninguno choca ni frena…

Corren, se acercan; y suena

un aplauso de rumores

cuando pasan, triunfadores,

las argollas de la arena.

1939

MADRIGAL DE LA NEBLINA

No hay iris. Se difumina

el color de las violetas

y convivo con siluetas

en un mundo de neblina.

Una mujer me encamina

y de guijarros y abrojos

va librando mis pies flojos…

¿Ay, quién me diría que

los ojos que ayer canté

hoy fueran mis propios ojos!

1995

TU VOZ

Tu palabra tiene el arte

de iluminar la ceguera:

háblame, que no hay manera

de verte sin escucharte.

Sólo así puedo mirarte

exacta, como si un dios

conmovido por mis dos

linternas de rotas pilas,

me hiciera nuevas pupilas

con el cristal de tu voz.

1995

MAGIA

Estoy viendo, como quien

sueña en una noche triste,

paisaje que ya no existe

con ojos que ya no ven.

Magia de supremo bien

hay en el recuerdo mío,

cuyo visual poderío

desde un mirador profundo

está repoblando el mundo

que se me quedó vacío.

1995

DESALOJO INTIMO

Compay, ¡qué triste está el río,

cómo solloza la palma!

Para siempre murió el alma

del guateque en el bohío.

Aquella que en el bajío

endulzó mi amarga suerte

un día se quedó inerte,

¡y yo no sé en que carreta

se me fue por la secreta

guardarraya de la muerte!

¡Ay! ¿Quién le abrió tan de prisa

la tranquera de otro mundo?

¡En qué pozo tan profundo

se le cayó la sonrisa!

¿Qué mocha oculta en la brisa

cortó de su voz el vuelo?

Mire, compay, el pañuelo

me pesa de tan mojado…

¡Cómo me ha desalojado

la guardia rural del cielo!

En el país sólo veo

escarbar la tierra el gallo

y renunció mi caballo

a su triunfo en el torneo.

¿Cantar? ¡No! Llorar deseo

el vacío de su almohada.

Deja en la pared, colgada,

la bandurria evocadora,

que su cuerda más sonora

está rota y enterrada.

1939

LA FUGA DEL ANGEL

¿Adónde fuiste, ángel mío,

en la última travesura?

Tal vez quiso tu ternura

mudarse para el rocío.

Te fuiste como en el río

un pétalo de alelí;

y has dejado tras de ti

una estela de cariño,

recuerdo que, como un niño

sin cuerpo, va junto a mí.

Eres, pues, un niño abstracto

y vienes cuando te invoco,

vida intocable que toco

en una ilusión del tacto.

Te veo vivo y exacto

andando a mi alrededor,

y escucho tu voz-rumor

como de ala que se aleja-:

¡qué zumbido sin abeja!

¡qué trino sin ruiseñor!

Es que estás, aunque no estás,

cual vuelo de mariposa

sin mariposa, cual rosa

de perfume nada más.

Te fuiste y conmigo vas,

aunque el mundo no te ve,

ni sabe como yo sé

que, diluido en la brisa,

aun vives, como sonrisa

sin boca, y paso sin pie.

Es todo lo que me queda

de ti: verdad sin verdad;

una como suavidad

de seda, pero sin seda;

aroma de rosaleda

sin mas presencia que aroma;

donaire de la paloma,

pero no más que donaire;

niño pintado en el aire

hablándome sin idioma.

Una piedad de la muerte

hay en esto de mirarte

sin mirarte, y de palparte

sin palparte, ni tenerte;

pues evocarte, traerte

por la ruta de un clamor,

es endulzar el dolor

de la ausencia más glacial,

con un sabor de panal

que sólo fuera sabor.

1955

UNA PARTE CONSCIENTE DEL CREPUSCULO

¡Y en un olvido largo….me olvidaré de mí!

Rubén Martínez Villena

I

El tiempo cae sobre nosotros, pero

no se siente caer mientras la vida

va ruidosa, embriagada, enloquecida,

como el andante que no ve el sendero.

El tiempo cae sobre nosotros, pero

mientras haya una meta prometida

no se siente el gotear de su caída

ni consulta relojes el viajero.

Arrobados de sueños y paisaje

creemos infinito nuestro viaje,

pero ¡ay! el viaje es demasiado breve.

En vísperas del fin viene la calma

y se siente caer –cernida nieve-

el tiempo gota a gota sobre el alma.

2

Yo no sé qué especial malabarismo

para cambiar el rostro hay en mi espejo:

sólo unos días de mirarme dejo,

vuelvo a mirarme…. y ya no soy el mismo.

¿Dónde está mi otra cara? ¿De qué abismo

me vienen esta mueca, este entrecejo,

estos ojos marchitos…? Soy reflejo

de no sé qué silente cataclismo.

¿Y este algodón añoso, esta blancura

de nube de la tarde en la negrura

de mi antigua cabeza? Es, simplemente,

el final de una ola que tropieza

y se rompe en la laya de la frente,

dejándonos espuma en la cabeza.

III

Estoy con el paisaje cara a cara,

contemplando la tarde que agoniza.

Hay una estrella que espiritualiza

al horizonte, como si pensara.

Reina una sombra todavía clara.

El día es una terquedad rojiza.

¡Qué lenta rapidez en la plomiza

hora que de la noche me separa!

Todo se queda en un recogimiento:

los cálices, los pájaros, el viento,

la luz que sosegada se retira,

la yerba leve y el palmar mayúsculo,

y yo –la tarde que a la tarde mira-

soy la parte consciente del crepúsculo.

IV

– Anda por tu camino, caminante,

– dijo a mi juventud el horizonte-:

atraviesa los llanos, sube el monte,

que tienes larga vida por delante.

Anduve desde entonces anhelante

sin pensar en la barca de Caronte.

A cada rama demandé un sinsonte,

a cada roca reclamé un diamante.

Agoté con mi sed más de una fuente.

Seguí mordido por la sed ardiente.

Ahora tengo la muerte por delante,

se aproxima la barca de Caronte,

y me dice la voz del horizonte:

– Anda por tu camino, caminante.

V

Me queda por decir no sé qué cosa

que me parece inusitada y bella.

He gastado palabras como estrella,

rocío, rosicler, sonrisa, rosa.

Y en lo pobre del verso y de la prosa

no he logrado apresar el alma de ella.

La he visto: fugitiva mariposa

o pájaro con alas de centella.

Cuando callo, la escucho y la medito,

pero se pierde en el poema escrito.

Me queda poco tiempo de palabra.

Me desespera la que nunca encuentro.

¿Y de morir sin que mi mano abra

puertas al ave que me canta dentro?

VI

Los anónimos huesos que el arado

indiferentemente desentierra

aparecen fundidos con la tierra,

el paso y las excretas del ganado.

El tiempo su amarillo y verde ha dado

a la blancura que el secreto encierra.

¡Qué paz más honda en lo que fuese guerra,

en lo que fuera incendio enamorado!

Digo al despojo: ¿Dónde están los besos

que llegan en la vida hasta los huesos?

¿Cuál era tu figura? ¿Cuál tu arte?

Y él me responde en su silencio duro:

-De mi pasado, nada puedo hablarte;

mírame, y hablaré de tu futuro.

VII

Canta la lluvia una profunda nana,

expresión de un telúrico cariño.

No cabe duda de que el viejo es niño

y el agua es madre de la vida humana.

Siento que toma mi cabeza cana

para dormirla sobre su corpiño.

De todo aquello con que sufro y riño

me aísla, mientras besa mi ventana.

Cuando escucho llover, me quedo inerme,

La lluvia tiene el don de conmoverme

y dedos finos con que me acaricia

como si salpicara en el desierto.

Si es que se prolongara esta delicia

me dormiría y soñaría muerto.

VIII

Animan los colores de mi tarde

los abrazos y besos con que atizas

el último rincón que entre cenizas

para el invierno de nosotros arde.

No es el amor aquel, todo un alarde

de fuerzas, aquel mar de nuestras risas,

sino las filosóficas sonrisas

ante la fuga de una luz cobarde.

La pasión se suaviza y es ternura

cuando como una fruta que madura

el corazón se va poniendo viejo.

Algo queda en el fondo de la copa.

Bebamos lentamente el vino añejo.

No importa el frío si el amor arropa.

IX

No me asusta morir, sólo lamento

no tener ojos para ver las cosas

que se transformarán: zarzas en rosas,

lobos en hombre, polvo en monumento.

No me asusta morir… Sólo lamento

ser sordo como el frío de las losas

cuando vengan las músicas gloriosas,

cuando una larga risa sea el viento.

Sólo lamento no tener mi tacto

cuando sea concreto el mundo abstracto

que en crisoles de sueño se moldea.

No me asusta morir… Sólo lamento

quedarme quieto cuando todo sea

la perfecta expresión del movimiento.

X

Vendrá mi muerte ciega para el llanto,

me llevará, y el mudo en que he vivido

se olvidará d mecí pero no tanto

como yo mismo que seré el olvido.

Olvidaré a mis muertos y mi canto.

Olvidaré tu amor siempre encendido.

Olvidaré a mis hijos, y el encanto

de nuestra casa con calor de nido.

Olvidaré al amigo que más quiero.

Olvidaré a los héroes que venero.

Olvidaré las palmas que despiden

al sol. Olvidaré toda la historia.

No me duele morir y que me olviden

sino morir y no tener memoria.

1979

FINA GARCIA MARRUZ

(La Habana, 1923)

Obra poética: Poemas (1942); Transfiguración de Jesús en el Monte (1947); Las miradas perdidas. 1944-1950; Visitaciones (1970); Poesías escogidas (1984); Viaje a Nicaragua (1987); Créditos de Charlot (1990); Viejas melodías (1993); Nociones elementales y algunas elegías (1994); Obra poética (1998); Habana del centro (1997); Poesía escogida, con Cintio Vitier (2000); El libro de Job (2000).

UNA DULCE NEVADA ESTÁ CAYENDO

Una dulce nevada está cayendo

detrás de cada cosa, cada amante,

una dulce nevada comprendiendo

lo que la vida tiene de distante.

Un monólogo lento de diamante

calla detrás de lo que voy diciendo,

un actor su papel mal repitiendo

sin fin, en soledad gesticulante.

Una suave nevada me convierte

ante los ojos, ironistas sobrios,

al dogma del paisaje queme advierte

una voz, algún coche apareciendo,

mientras en lo que miro y lo que toco

siento que algo muy lejos se va huyendo.

EN LA PEQUEÑA MESA

En la pequeña mesa se han reunido

el retrato, las flores y el hilado,

juntos en la mirada los que han sido

apartada figura, tarde, prado.

Hilo a su nívea tarde entretejido,

flor que afuera el recuerdo ha comenzado,

persona que ya el fuego ha destruido.

Interminable olvido goteado.

Sueña el retrato por mi vida oscura,

junto a otra tarde mira y se detiene

y en mi recuerdo extraño se madura.

Vendrá la muerte sobre el viejo día,

seré yo en una tarde diferente

y en otros ojos lucirá mi vida.

VISITACIONES

1

Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna

como a la casa de la infancia, a algunos

días, rostros, sucesos que supieron

recorrer el camino de nuestro corazón.

Vuelven de nuevo los cansados pasos

cada vez más sencillos y más lentos,

al mismo día, el mismo amigo, el mismo

viejo sol. Y queremos contar la maravilla

ciega para los otros, a nuestros ojos clara,

en donde la memoria ha detenido

como un pintor, un gesto de la mano,

una sonrisa, un modo breve de saludar.

Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,

los ojos no comprenden, la mano ya no toca

el alimento innombrable, lo real.

2

Uno vuelve a subir las escaleras

de su casa perdida (ya no llevan

a ningún sitio), alguien nos llama

con una voz querida, familiar.

Pero ya no hace falta contestarle.

La voz sola nos llama, suficiente,

cual si nada pudiera hacerle daño,

en el pasillo inmenso. Una lluvia

que no puede mojarnos, no se cansa

de rodear un día preferido.

Uno toca la puerta de la casa

que le fue deparada a nuestras manos

mortales, como un tímido consuelo.

3

El que solía vernos, el que era

de todos más amado, suave vuelve

a la sala sencilla, cada día

más real y más leve, ya de humo.

¿Cuándo tocó la puerta? No podemos

recordarlo. Estaba allí, estaba!

Y no se irá jamás ni puede irse.

No nos trae la memoria las palabras

del adiós. Sólo podrá volverse

por la puerta de un ruido, de un llamado

de ese mundo que borra, ignora y vence.

4

¿Qué caprichosa y exquisita mano

trazó, eligió ese gesto perdurable,

lo sacó de su nada, como un dios,

para alumbrar por siempre otra alegría?

¿Participabas tú del dar eterno

que dejaste la mano humilde llena

del tesoro? En su feliz descuido

adolescente ¿derramaste el óleo?

¿Qué misterio fue el tuyo, instante puro,

silencioso elegido de los días?

Pues ellos van tornándose borrosos

y tú te quedas como estrella fija

con potencia mayor de eternidad.

5

Y cuando el tiempo torna ingenuo un rostro,

una vida que amamos en su hora

cierta de dar, por siempre más reales

que su verdad presente, lo veremos

cuando lo rodeaba aquella lumbre,

cuando el tiempo era apenas un fragmento

de un cuerpo más espléndido, invisible.

Todo hombre es el guardián de algo perdido.

Algo que sólo él sabe, sólo ha visto.

Y ese enterrado mundo, ese misterio

de nuestra juventud, lo defendemos

como una fantástica esperanza.

6

Y lo real es lo que aún no ha sido!

Toda apariencia es una misteriosa

aparición. En la rama de otoño

no acaba el fruto sino en la velada

promesa de ser siempre que su intacta

forma ofreció un momento a nuestra dicha.

Pues toda plenitud es la promesa

espléndida de la muerte, y la visitación

del ángel en el rostro del más joven

que todos sabíamos que se iría antes

pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna.

7

A aquel vago delirio de la sala

traías el portal azul del pueblo

de tu niñez, en tu silencio abríase

una lejana cena misteriosa.

Cayó el espeso velo de los ojos

y al que aguardó toda la noche abrimos.

Partía el pan con un manto de nieve.

Con las espaldas del apstor huiste,

cuando volviste el rostro era la noche,

todo había cambiado y sin embargo

en la granja dormían tranquilas las ovejas.

8

«¿No sentías que ardía tu corazón

cuando nos hablaba de las Escrituras?»

(Los peregrinos de Emmaus)

Huésped me fue palabra misteriosa.

Huésped es el que viene de muy lejos,

de algún pueblo que nunca habremos visto.

Huésped es el que viene por la noche,

toca la aldaba de la puerta y todo

el umbral resplandece como nieve.

Huésped es quien se sienta a nuestra mesa

sólo por una noche, y no se acierta

sino ya a oír lo que su boca dijo.

Huésped es el que alegra con su rostro,

y alumbra con sus manos nuestro pan

y no logramos recordar su nombre.

Huésped es el que ha de partir, al alba.

9

«There is a wind where the rose was»

Walter de la Mare

Oh vosotras, lámparas del otoño,

más fragante que todos los estíos!

¿Por qué ha de ser aquel que devenimos

con el tiempo, más real, menos efímero,

que aquel que fuimos a tus luces pálidas?

¿Por qué el polvo desierto, la agonía

junto a las armas bellas, quedan sólo

del resplandor de la victoria? Lejano

es todo vencimiento. En otro espacio

sucede, más allá del moribundo

rostro que hunde la gloria y deja ciego

junto al viento que lleva las banderas

espléndidas que huyen. Fiera es toda victoria.

10

Amigo, el que yo más amaba,

venid a la luz del alba.

Cómo ha cambiado el tiempo aquella fija

mirada inteligente que una extraña

ternura, como un sol, desdibujaba!

La música de lo posible rodeaba tu rostro,

como un ladrón el tiempo llevó sólo el despojo,

en nuestra fiel ternura te cumplías

como en lo ardido el fuego, y no en la lívida

ceniza, acaba. Y donde ven los otros

la arruga del escarnio, te tocamos

el traje adolescente, casi nieve

infantil a la mano, pues que sólo

nuestro fue el privilegio de mirarte

con el rostro de tu resurrección.

11

«Since I have walk´d with you through Said lanes»

Keats

¿Quién no conoce ese sendero en sombras,

ese continuo hablar, interrumpiéndose

el uno al otro amigo, en el gozoso

diálogo hasta la puerta de la casa,

servida ya la cena? ¿Quién no escucha

las nocturnas pisadas en la acera

tornarse más opaca al cruzar por la yerba

que nos atrae al amigo, al bien llegado?

¿A quién, ya tarde, no le cuesta mucho

despedirse y murmura generosos deseos,

inexplicables dichas, bajo los fríos astros?

12

«…qui laetificat juventútem meam…»

Sólo vosotras, bestias, claros árboles,

podéis seguir! Mas, eterno es el hombre.

Salvaje privilegio de la muerte,

heredad sólo nuestra, mientras derrama el astro

su luz sobreviviente sobre ese rostro altivo

de ser fugaz, junto a los ciclos fijos,

y ese verdor, eterno! Se fue yendo

la gloria de los rostros más amados,

y tornamos, como ola ciega al tiempo

del cuerpo incorruptible que esperaste

y no pudimos retener, llorando

en la perdida lámpara, las voces,

lo que encuentro creímos y es partida.

Oh lo real, el mundo en el misterio

de nuestra juventud, que nos aguarda!

Nos ha sido prometida su alegría.

Nos ha sido prometido su retorno,

Eres lo que retorna, oh siempre lo supimos.

Pero no como ahora, amigo mío.

AMA LA SUPERFICIE CASTA Y TRISTE

"Sé el que eres"

Píndaro

Ama la superficie casta y triste.

lo profundo es lo que se manifiesta.

La playa lila, el traje aquel, la fiesta

pobre y dichosa de lo que ahora existe.

Sé el que eres, que es ser el que tú eras,

al ayer, no al mañana, el tiempo insiste,

sé sabiendo que cuando nada seas

de ti se ha de quedar lo que quisiste.

No mira Dios al que tú sabes que eres

-la luz es ilusión, también locura-

sino la imagen tuya que prefieres,

que lo que amas torna valedera,

y puesto que es así, sólo procura

que tu máscara sea verdadera.

CARLOS GALINDO LENA

(Caibarién, Villa Clara, 1929-Santa Clara, 200)

Obra poética: Ser en el tiempo (1962); Hablo de tierra conocida (1964); Mortal como una paloma en pleno vuelo (1988); Rosas blancas para el Apocalipsis (1991); Siempre es bueno recordar a Tebas (1994); Últimos pasajeros en la nave de Dios (1996); Aun nos queda la noche (2001); Vientos de cuaresma (2001).

POEMA ENCONTRADO SOBRE UN MURO I

Qué hacer si he perdido las llaves y estoy solo.

Por los techos de la noche oigo los pasos de un

animal salvaje.

Gimen los árboles bajo el peso de unas formas

que sirven para clasificar los astros.

Afuera es otoño y alguien llora.

Alguien que conoce el peso de su llanto.

Enmudece la habitación en la que antaño ardía

una lámpara de vida.

Yo estoy solo.

Las llaves se han perdido.

Y en las manos surge una flor súbita de sangre.

Padre, oh padre mío, diez primaveras han pasado

sin que el mantel fuera quitado de la mesa.

El pan junto a la jarra

y el cuchillo junto a las flores de papel.

Nadie osa decapitar esas flores de antaño,

ni el rostro alucinante que se pudre en su marco.

Las cortinas aún conservan la forma de su llanto.

Pero qué hacer ahora, padre, qué hacer,

si he perdido las llaves estoy solo.

Todas las puertas se han cerrado definitivamente,

y el carcelero torpe grita de pie junto a los muros:

"El que ha quedado afuera que se pudra."

Es otoño y alguien flora.

El carcelero arroja las llaves al pozo de la noche.

TACITA DECLARACION DE AMOR

Con la magnificencia de un crepúsculo

puesto a morir en las arenas,

así era tu cuerpo aquella tarde

de mi resurrección.

Sabía que tu piel daría a mi piel

el encanto de la soledad,

y que tus ojos, libres de la

condición divina,

me ayudarían a encontrar

los pozos execrables de la desesperación.

No en vano hemos vivido

junto a las alas muertas

de los pájaros marinos,

exótica prolongación de tu belleza.

Dulzura de una edad

en que la razón, tan pequeñita,

es obnubilada por la música del alma.

Y lo perecedero se amontona a nuestros pies

como un suburbio de la inmortalidad.

Hemos escuchado juntos a Vivaldi

para renacer frente a la ignominia.

Hemos cantado el himno unánime de la verdad

entre las piedras del poniente,

en la pequeña parroquia que da al mar.

Dios nos libre de la sangre inocente

que no se derramará

como en la noche de san Bartolomé.

Ya la música de la compasión

comienza a vivificar

nuestros cuerpos desnudos.

Lo que más me sorprende

en esta edad agobiante

es la falta de pudor entre los hombres.

Enero 1988

DESDE EL MIRADOR

Topes de Collantes

Tu rostro emerge de esos cedros

que se consuelan a la luz de la luna.

¿Quién puede evitar que su presencia nos devuelva

a la vida?

¿Quién puede evitar que las cavernas se conviertan

en nuestra fortaleza

nos inclinemos a rezar

por todos los que desafían la tormenta?

La pradera se incendia con el trotar de los caballos

que huyen de la noche

en que decapitaron a todas las criaturas inocentes.

El mirador nos devolvía la imagen

de ese pequeño puerto calcinado por el sol

donde también hay hombres que aman, sueñan

y transitan diariamente

por los angostos caminos de la vida.

Atrapados entre el salitre y el profundo sudor

de la montaña

cumplen su itinerario de amor desconocido

y reciben a Dios cuando en el alba

abren sus puertas al olvido.

SIGLO XX

Sus pies estaban descalzos,

como en las visitaciones del señor.

El pecho herido y tan confuso,

como un cielo que se creara

en medio del desastre.

La desesperación tallaba

en mármol su cabeza altiva.

Toda su humanidad cabía

en la pequeña hoja del almendro.

Y en medio del furor aconteció

el milagro.

Una lágrima terca,

rota,

obstinada, totalmente obligada

por la cólera,

o tal vez por la inocencia,

saliendo de sus ojos, nos devolvió,

miembro a miembro,

gota a gota,

toda su humanidad perdida

en el combate.

Bastó hermanos esa lágrima

para darnos toda la dimensión de

su ternura.

Ay, la guerra es tan infame como la amarga

soledad del hombre.

Agosto, 1985

UTOPIAS

Yo era entonces un niño cargado de utopías

las estrellas me indicaban un camino de luz

intransitable y soñé siempre

acercarme hasta la piel de dios.

Yo era entonces un niño cargado

de utopías que pensaba que todos los hombres

eran como Aliosha

y que el mundo era ya como un anticipo del eterno

paraíso. Yo sigo siendo el niño cargado de utopías;

lo único que ha crecido en mí es tu amor.

VIENTOS DE CUARESMA

Los vientos soplan desde el alma hacia

las cumbres,

no mengue jamás ese deseo del ver el rostro

de dios en la cuaresma

porque es como si el mundo

quisiera renacer de los escombros del pasado.

Ese brutal viento de cuaresma

me clava en el madero

donde el espíritu demanda para siempre

y ya no sirve para morir, resucitar,

todo se quema entre las paredes del corazón

del hombre.

FINAL

Está lloviendo sobre ti y sobre mí

y sobre todos los abismos de la tierra.

Esta lluvia borrará nuestra inocencia,

y tal vez nuestra memoria.

No sé, porque es solidaria y tenaz

como la muerte,

y como ella predice los

fantasmas del hombre,

y llega interminable y casta

a sus dominios.

Pero la muerte como la lluvia

no borra nada

y deja intacto al hombre.

Sólo establece un veredicto:

si fue bueno crece como la luz

en los abismos,

si fue malo,

regresará al polvo mortal de donde vino.

QUEDARÁ DE TU SER LO QUE HAS GANADO…

Quedará de tu ser lo que has ganado:

la multitud de amor frente a la noche.

No hay espacio vital para el reproche

aunque se pierda el sol de lo allegado.

Cuando el camino ha sido transitado

con pie de abismo a flor, sin un derroche,

queda la esencia de la luz, la noche.

Vuelve a su ser el ser de lo logrado.

Y florece el espacio, el tiempo cede,

vive en la eternidad del que te nombra

y que a nacer de ti forja su estrella.

No ves que el hombre tonto que te agrede

no se resuelve en luz, queda en la sombra

y al fin crece y renace de tu huella.

SIEMPRE ES BUENO RECORDAR A TEBAS

Siempre es bueno recordar a Tebas.

Eteocles no supo distinguir nunca entre la rúbrica

de un pájaro en el cielo

y la muerte de un héroe.

Señales siempre existen en el polvo de las

sandalias del vencido.

Porque hay una sangre que no debe ser

derramada a pesar del deseo de los dioses:

la sangre del hermano debe correr libre entre la

primavera, el tiempo y la esperanza.

No era la hora de dejar insepultos a los muertos

y Antífona vistió a Polinice con los aromas más

sutiles de la tierra.

Mas yo, un hombre de su tierra y de su tiempo,

no sabe aún dónde está al tumba de la madre.

Por las lágrimas de Antífona sabremos dónde

está enterrada Polinice,

porque siempre los sensibles mueren en la séptima

puerta.

Pero ¿no es acaso esa la puerta del Paraíso?

Oh dioses, decidme: ¿Eteocles o Polinice?

A mí, oh Antígona, un pedazo de mar me separa

del último abrazo de la madre,

pero siempre ha sido así para que se cumplan

las nuevas y las viejas profecías.

En la cruz murió el hombre un día por el furor

y el odio de las almas.

Pero decidme: qué emblema, qué sol, qué cielo

puede amparar al que se entrega con las

manos atadas

o con el corazón ebrio de amor.

Polinice retorna para morir en la séptima puerta.

Yo, hermanos míos, muero porque un pedazo de

mar me separa

del último abrazo de la madre.

Sabed que sufro cuando el Corifeo entona su

canto de piedad

y Antífona toca con sus manos purísimas el sol.

¿Es así como los muertos entierran a sus muertos?

SAGRADA ESTIRPE

Quién ha vaciado, oh Patria, tu espíritu

tu inocencia, tu poder,

tu amor consagrado siempre a la libertad

del hombre

¿Quién es tan sabio que puede comprender tu

corazón de imagen,

tu inventario de sueños,

el fracaso de tu estirpe sagrada?

Oh no, sigue tu diálogo feroz y triste con tus

muertos

y atiende sólo a la eterna voz de tus dioses.

Yo no sé cuándo, oh Patria, descansará tu corazón

Tu Elegguá travieso te lama niña arrodillada

frente al mar

pero yo te llamo sufrida portadora de un tiempo

inexistente,

de una raza inexistente,

de una verdad y un sueño inexistentes,

pero en ti, oh Patria, todo devienen en virtudes,

en sabia esperanza,

aún cuando Caín y Abel vive eternamente sus

querellas,

sin comprender siquiera

que están totalmente ganados por la muerte.

Oh virtud de los que aman,

tu esencia es hoy la imagen invertida de Dios,

porque te traiciona la sangre de los hijos

que no amaron ni aman tu verdad.

FRANCISCO DE ORÁA

(La Habana, 1929)

Obra poética: Es necesario (1964); Celebraciones con un aire antiguo (1965); Por Nefas (1966); Con figura de gente y en uso de razón (1968); Bodegón de las llamas (1978); Ciudad ciudad. (1979); Desde la última estación (1983); Haz una casa para todos (1986); Bodas (1986); Mundo mondo (1989); La rosa en la ceniza (1990); A la nada que actúa (2000); Noche y fulgor (2002)

COMO SI TE SACARAN A PATADAS DEL SUEÑO

Un día más y ya es de noche. Un día más

para saber que estoy metido ya en la noche sin

fondo,

para pensar: qué se ha hecho la vida,

a repasar qué ha hecho la vida de mi vida.

Sigo gastando calles como perro

y no salgo del ruido oscuro en mi cabeza,

pero caigo,

con todos mis ojos caigo en el rincón callado de la

fonda

a contemplar el tiempo cuajado ya en mi plato de

soltero,

soñando con el humo, paciente como la insípida

pasta,

meditando uno a uno como los taciturnos frijoles,

pero dando a entender que sabemos tratar con

señorío al tiempo.

Un día más para saltar del sueño

tal como si te hubieran empujado a paradas de su

sombra

y condenado a repetirse todo el puñetero día

cómo caíste del amor, atragantado de asco

y quedándote más estúpido que un hueco,

ya sin poder averiguar quién pensó esta broma;

pero en los parques te das cuenta de que tu vida es

un error

pasando en boca ajena

con figura de gente y corazón oscuro como un

muerto

atravesando un sueño con ropas de mendigo

(a los dormidos diles

que saben bien que todos estamos enredados con la

muerte)

y te preguntas todavía cómo hay que ser:

-arregla

bajo cuerda una broma con la vida

y da a entender que tratas con señorío a la muerte.

"Como si te sacaran a patadas del sueño" está dedicado a Fayad Jamís.

FAYAD JAMIS

(Zacatecas, México, 1930-La Habana, 1988)

Obra poética: Brújula (1949); Alumbran. Seco sábado (1954); Los párpados y el polvo (1954); Vagabundo del alba (1959); Cuatro poemas en China (l962); Por esta libertad (1962 y 1977); La pedrada (1962); Los puentes (l962); La victoria de Playa Girón (1964); Cuerpos (1966) ; Abrí la verja de hierro (1973); La pedrada (antología, 1981); Poesía (1990); Entre la muerte y el alba (1994); Historia de un hombre (1995).

SI ABRO

A Gilberto Ramírez, maestro, en México

Si abro esa puerta nada se fugará.

Todas las cosas volverán, serán de nuevo ellas en el cuarto encendido;

todas las cosas viejas y sucias, revueltas bajo el polvo.

La luz trae zumbidos, aguas que despiertan.

El viento hincha, estremece las tablas, los libros,

me hiere a mí que contemplo miedoso.

Miedoso, sí. Me asustan ciertas visitas diurnas,

ciertos pasos de mediodía muerto entre esplendores.

Miedoso. Mi familia está lejos. No voy a abrir la puerta.

Tengo mucho miedo.

Aquí en lo oscuro, en lo cerrado.

Pero ¿cómo serán ciertas estas cosas? Parecen hundidas, hundirse.

Me miran. ¿Cómo serán ciertas?

Algunas brillan, a pesar de todo: parecen bellas así, sin que la puerta

se abra.

Ese muñeco es bello, vive; busca las manos gruesas de su padre, feliz

en Ciudad México.

Ese cuchillo alumbra como nunca: su filo está dividiendo los temores

y el fuego de esta espesa vida.

No abriré, no, no abro; tengo miedo

de que algo imprevisto salte y se confunda entre las cosas que no

amo.

CUERPO DEL DELFÍN

A José Lezama Lima

En el palacio de la memoria, en el humo del cuerpo,

una palpitación extraña, un remoto aleteo:

la sombra roja de un delfín entra suavemente.

¿Qué importa la marca del arpón?

¿Qué importa si el nombre del barco es "Little Fish" o

"Cheval"?

¿Qué importa el rostro encendido del arponero?

¿Qué importa un delfín muriéndose en la memoria?

Nada. Un delfín muerto no importa nada, lo mismo que una

hormiga.

El delfín y la hormiga son realmente dos monstruos, pero

no importan nada.

Sin embargo, yo veo ahora un muro y escucho una ciudad;

y ahora veo una ciudad y escucho un muro.

Y pienso que sí importa la muerte de un delfín, porque su

aleteo es cada vez menos remoto en mi memoria.

Pero el delfín no acaba de morir y yo siento que me pierdo

y que mi pérdida es menos bella y menos perceptible que

la muerte de una hormiga.

En el jadeo de las aguas, en la incesante eclosión de las

verdosas aguas,

¿qué cuerpo es más durable que la espuma?,

¿qué arrecife salta más arriba que la espuma?,

¿qué templo es más inmóvil que el templo de la espuma?

La ciudad está aquí, el mar está aquí,

tú y yo estamos aquí, entre e mar y la ciudad,

miedosos del mar y la ciudad,

amando el mar y la ciudad

y olvidando el mar y la ciudad por temernos y amarnos y

olvidarnos a nosotros mismos.

¿Me oyes?, ¿me conoces?, ¿estás viva?

Mi cuerpo vacío habla para un cuerpo vacío.

Yo soy un caracol, una piedra, un simple cuerpo vacío que

habla sobre el muro

para otro cuerpo vacío que duerme sobre el muro.

Y las olas estrellándose, y la noche estrellándose,

¿qué son sino brillos deshabitados, hielo y sal sobre el muro?

Oh cuerpo de mi cuerpo, qué lejos, imposible, la roca

henchida de la espuma,

el opulento, inmortal, blanco muro.

Un ave transparente, gimiendo, allá arriba construye un

nuevo mar,

entre la vieja ciudad y el viejo mar,

encima de nuestros cuerpos y del muro.

En el pequeño mar, ¿no habrá hundimientos?,

¿no habrá delfines?

Hay el hermoso templo de la espuma, que dorándose

transfigura tu rostro, oh cuerpo de mi cuerpo.

¿Qué cosa hay más hermosa que una niña de vidrio,

inmóvil, distraída, callada bajo un velo de oro,

bajo el ave transparente de la eternidad?

En el pequeño mar un áureo delfín juega,

su música mueve tus cabellos;

(yo no recuerdo nada, no espero nada;

sueño de siglo en siglo mientras tu sombra brilla y reposa

sobre el muro.

En tu inmovilidad, eres más áurea y giras con más gracia

que el delfín allá, en lo alto.

Despierta, entre los dos ha venido a posarse el ave

transparente.

¿Qué busca?

Nosotros somos simplemente dos cuerpos vacíos que sueñan

sobre el muro.

¿Habrá venido para construir otro mar entre tu sueño y mi

sueño?

Mira: desaparece; su cristal se quiebra mientras tú parpadeas.

¿Adónde el ave de cristal, adónde el ave de eternidad?

Escucha, niña mía, cuerpo mío: nos llaman;

de la ciudad nos llaman, ¿serán destruidos?,

nuestros cuerpos, ¿serán destruidos?

Como el ave me miras, como la eternidad al lado mío

fulguras.

Oh, mi niña, mi cuerpo, mi ave transparente,

¿quién enciende nuestros nombres en la ciudad y en las

aguas?

Yo siento que me gasto, que mi sombra se quiebra, que olvido.

Ruidos que no hace el viento, rostros que ni el mar ni la

memoria crean.

Todo queda muy cerca;

los barcos que se borran, las torres de la ciudad se reducen

como una llovizna, como un polvo soplado por destrucciones.

Y la noche y las aguas estrellándose.

Oh memoria, ¿por qué le abres al monstruo tu palacio?

Yo no sé lanzar el arpón, ni tengo arpón,

ni quiero que el velo rojizo de la muerte cubra ningún cuerpo.

¿Y huir?, ¿huir?, ¿huir?

Oh en el tiempo no se huye, no queda ninguna chispa lejos

de este humo.

Nadie está más allá ni más acá del centro.

El mismo temblor que platea las aguas llena mi memoria

y funde mi cuerpo con el viento y con el muro.

Si el moribundo delfín conquistara su muerte,

si el ardiente delfín escamara de pronto,

¿por cuántos años olvidaría sus ojos más grandes y mis ojos?

Pero la muerte duerme y el herido delfín y yo nos contemplamos

resignadamente.

Cuerpo mío, niña mía, oh ave,

¿qué soy sino tu sombra medida y coloreada por la sangre?

Para tu luz inmóvil, ¿qué es ayer, qué mañana?

¿Miras? Ni la nube ni el barco se deslizan,

ni la nube y el barco sumergen sus cenicientos vientres.

Ave mía, ¿me miras?

Yo soy un árbol rojo sobre el muro.

Allí la fría ciudad, allí las frías aguas; y entre la fría ciudad

y las frías aguas,

entre los días y los días,

tu dorado cristal, tu sueño inmóvil, tu silencio.

Y mi cuerpo de árbol, mi crujido de árbol, mi paciencia de

árbol,

frente a tu hielo

Pero tú no me oyes, y yo quiero dormir:

quiero soñar que un furioso delfín rompe de pronto tu sueño,

eternidad.

EL AHORCADO DEL CAFÉ BONAPARTE

A Pablo Armando Fernández

Para no conocer los abismos del humo

para no tragarse los periódicos de la tarde

para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña

El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos

tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos

sino el ruido de la pobre llovizna

El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos

lejos de los leones morados de todas las guerras

hizo un cordón con una hoja de papel

en la que estaban escritos el nombre del Papa el nombre

del Presidente

y otros dos mil nombres Ilustres

y a vista de todos los presentes

se colgó del sombrero que brillaba sobre su cabeza

El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de

un policía

Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido

como una gata furiosa en un tejado

Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador

y el ahorcado después de mecerse dulcemente un

cuarto de hora

con su voz muy lejana

comenzó a pronunciar un hermoso discurso:

"Maintenant je suis pendu dans le Bona"

La lluvia es el cuarzo de mi miseria

Los políticos roen mi bastón

Si no me hubiera ahorcado moriría

de esa extraña enfermedad

que sufren los que no comen

En mi bolsillo traigo cartas estrujadas

que me escribí yo mismo

para engañar mi soledad

Mi garganta estaba llena de silencio

ahora está llena de muerte"

"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de

la noche

Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido

Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los

periódicos

Sabrá que me llamaba Louis Krizek

ciudadano del corazón de los hombres libres

heredero de la ceniza del amanecer

He vivido como un fantasma

entre fantasmas que viven como hombres

He vivido sin odio y sen mentira

en un mundo de jueces y de sombras

La tierra en que nací no era mía

y tampoco el aire en que reposo

Tan sólo he poseído la libertad

es decir el derecho a sufrir a errar

a ser este cuerpo frío

colgado como un fruto

entre los que cantan y ríen

entre una playa de cerveza

y un templo edificado para adorar el miedo

La mujer que guarda las llaves de la noche

Sabrá que me llamaba Louis Krizek

y que cojeaba un poco y que la amaba

Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo

va a desaparecer un viejo mundo

definitivamente borrado por el alba

Así como la nieve a veces aplasta

las flores del cerezo

la muerte ha aplastado mi voz"

Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre

el ahorcado del Café Bonaparte

ya no era más que el humo tembloroso del cigarro

bajo el sombrero

sobre una taza con restos de café.

MANUEL DIAZ MARTINEZ

(Santa Clara, 1936)

Obra poética: Soledad y otros temas (1957); El amor como ella (1961); Los caminos (1962); El país de Ofelia (1965); La tierra de Saúd (1966); Vivir es eso (1968); Mientras traza su curva el pez de fuego (1984); Alcándara (1991).

COMO TODO HOMBRE NORMAL

1

Yo, como todo hombre normal, soy maniático.

Me llevo bien con mis obsesiones.

Mis relaciones con la angustia son cordiales

porque no creo que

en el mundo todo está ganado,

pero tampoco que todo está perdido.

Simplemente pienso que falta por hacer la

mejor parte.

(Cuenten conmigo.)

Pero pide que se razone y se hable claro.

Y pido que se condene a Dios por incapaz y

al Diablo por ridículo

y a la Gloria por exagerada y a la Pureza por

imposible y al Iluso

por iluso y al Burgués por dolo y al fanático

por pandillismo y nocturnidad.

2

Yo, como todo hombre normal, estoy

enamorado de una mujer,

de una gran mujer nerviosa, bellísima, al

borde de la histeria,

de una espléndida mujer que le gusta vivir,

que hace el amor como una niña de convento

a pesar de sus grandes ojos dibujados, de sus

largas piernas duras y del temblor de primavera,

del frenético temblor obsceno

que desgarra la blancura de su vientre.

Y estoy enamorado de mi tiempo con los

nervios de punta,

con la cabeza rebotando entre el estruendo

y la esperanza,

entre la usura y el peligro,

entre la muerte y el amor.

Y sueño y vocifero

frente a una sorda, ululante multitud de turbina,

pozos de petróleo, gigantescas combinadas

siderometalúrgicos donde el hombre

crece en la presteza de sus dedos sobre los

controles y las herramientas, fundido al cuerpo

caliente y brillante de las máquinas, que se

desgastan incesantemente fabricando un mundo

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21
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