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Una aproximación teórica a la resolución de problemas matemáticos (página 4)


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Desde el punto de vista de la imagen, Hessen (op.cit): "la imagen del objeto en el sujeto es un ente lógico y, como tal, objeto de la lógica" (p.23). Pero al igual que el punto de vista anterior, la lógica no resuelve el problema del conocimiento puesto que la misma tiene que ver con la concordancia del pensamiento consigo mismo y no con el objeto; así el objeto queda fuera del alcance de la lógica y no se resuelve el problema planteado.

Desde el punto de vista del objeto el mismo autor considera: "así como no puede eliminarse del conocimiento el objeto tampoco puede eliminarse el sujeto" (p.23). En todo conocimiento entran en juego los tres elementos: sujeto, imagen y objeto. Los tres pertenecen a la esencia misma del conocimiento y es una relación indisoluble; por tanto no puede desconocerse a ninguno de ellos. Así al quedar el sujeto fuera, tampoco se resuelve el problema del conocimiento.

En vista de lo antes señalado, ni la psicología– el sujeto- ni la lógica- la imagen- ni la ontología – el ser del objeto- pueden resolver el problema del conocimiento conduciendo al hecho que estos tres elementos relacionados deben ser objeto – en efecto lo son – de estudio de otra rama de la ciencia o mejor dicho, de la filosofía. De este modo surge la filosofía de la ciencia, epistemología, teoría del conocimiento o gnoseología – dependiendo de los diferentes autores – que se encarga o al menos trata de resolver el problema del conocimiento.

Valdez (s.f) señala: "el ser humano puede captar un objeto en tres diferentes niveles: sensible, conceptual y holístico". Al hablar del conocimiento sensible, la referencia es sensorial, es decir, la captación del objeto por medio de los sentidos. El conocimiento conceptual se refiere a conceptos inmateriales pero universales. El mismo autor considera: "que la principal diferencia entre el nivel sensible y el conceptual reside en la singularidad y universalidad que caracteriza, respectivamente, a estos dos tipos de conocimiento". Cuando se hace referencia al automóvil propio, el concepto es singular al referirse a una persona en particular, pero al mencionar el objeto automóvil, éste adquiere carácter universal al referirse a cualquier vehículo automotor de ese tipo. El conocimiento holístico por su parte, significa, como indica Valdéz (op.cit.):"captarlo dentro de un amplio contexto, como elemento de una totalidad, sin estructuras ni límites definidos con claridad". Así mismo formula la diferencia entre conocimiento holístico y conceptual al indicar: "el primero carece de estructuras o por lo menos tiende a prescindir de ellas. El concepto en cambio, es un conocimiento estructurado". Un buen ejemplo de conocimiento holístico lo constituye la captación de valores; así se puede ver a un ser humano, se puede conceptualizarlo y definirlo como hombre o mujer pero además se pueden intuir los valores de ese ser en el trabajo o familia.

Lo anterior indica las formas de captación del objeto- formas del conocimiento – pero al igual que el intento de las diferentes ramas de la filosofía por resolver el problema del conocimiento, éste continúa ahí. Posiblemente, como lo plantean Hessen y Fingermann, el problema no es único, es decir, es necesario estudiarlo desde diferentes vertientes. En este sentido, se contemplará la división del mismo en cinco problemas particulares y analizar cómo, a lo largo de la historia, se han señalado y presentado diferentes formulaciones que tratan de dar respuesta a cada uno de ellos.

Las particiones a las que se hizo referencia en el párrafo anterior tienen que ver con la posibilidad del conocimiento, es decir, saber si es posible conocer algo, saber si en la relación sujeto-objeto ¿ puede realmente el primero aprehender al segundo?. El siguiente problema a resolver es el del origen del conocimiento, es decir, las fuentes de donde parten los conocimientos. El hombre está formado por sentido y espíritu, ¿derivan los conocimientos de la experiencia o la razón? El tercer punto de vista se refiere a la esencia del conocimiento en el sentido de si se corresponde con una realidad objetiva o son simples ideas. El problema central radica en la determinación del sujeto por el objeto o el objeto por el sujeto ¿quién trasciende a quién? El siguiente punto de vista se refiere a las formas del conocimiento, es decir, en qué formas se aprehende el objeto. Además de la aprehensión racional del objeto ¿existe otra forma? El último punto de vista está relacionado con el criterio de la verdad, en el sentido de reconocer cuando un conocimiento es o no verdadero.

Posibilidad del conocimiento

Esta primera faceta del problema del conocimiento está relacionada con la posibilidad que el sujeto aprehenda el objeto, si es posible conocer algo de él. A lo largo de la historia se han producido diversas teorías o posturas las cuales han tratado de dar una respuesta plausible al planteamiento hecho. Las principales de estas corrientes por la posición asumida referente al punto en cuestión son: el dogmatismo, el escepticismo, el subjetivismo, el pragmatismo, el criticismo y el positivismo.

Dogmatismo. En el sentido histórico es la posición más antigua. Aparece en los comienzos de la filosofía griega con los pitagóricos, los eleáticos, con Heráclito, entre otros; en general, los presocráticos. Estos pensadores no ven en el conocimiento un problema. Consideran al contacto entre sujeto y objeto como real, una existencia per se donde el sujeto aprehende el objeto de hecho. Como señala Hessen (op.cit.): "este hecho que el conocimiento no sea todavía un problema para el dogmatismo descansa en una noción deficiente de la esencia del conocimiento" (p.26). Es evidente la inexistencia del problema en este sentido al no considerar al contacto sujeto-objeto como una relación. Otros dogmáticos, en la antigua Grecia, fueron Platón y Aristóteles. En los tiempos modernos, los prekantianos Descartes y Leibniz se convierten en los mayores representantes de esta doctrina.

Escepticismo. Esta posición filosófica es completamente contraria al dogmatismo. Niega que el sujeto pueda aprehender el objeto y por tanto adquirir conocimiento de él. Mientras el dogmatismo prácticamente niega el sujeto, el escepticismo hace lo propio con el objeto. El fundador de esta doctrina es Pirrón de Elis (360 a.c – 270 a.c). Su posición es completamente radical al considerar en la conciencia cognoscente la imposibilidad de aprehender el objeto no existiendo, por tanto, conocimiento. Al no existir juicio verdadero sobre el objeto, cualquiera de ellos tendrá esa característica contradiciendo las leyes lógicas. La salida de Pirrón a este problema fue el de no emitir juicio acerca del objeto sino una mera opinión- doxa. El escepticismo radical queda así descartado, por contradictorio.

Posterior a esta posición extrema, Arquesilao (316 a.c – 241 a.c) y Carnéades de Cirene (214 a.c – 129 a.c) plantean una posición escéptica moderada al considerar que, aún cuando no hay certeza de un conocimiento verdadero, existe la probabilidad de serlo. Esta posición también crea una autocontradicción puesto que el hecho de la probabilidad encierra el carácter de verdad y al rechazar ese carácter, es necesario negar la probabilidad. Queda así negada la posibilidad del escepticismo como tal.

En la era moderna los mayores representantes del escepticismo fueron el francés Montaigne (1533 – 1592) y el inglés Hume (1711 – 1776) quienes conformaron nuevas ramas del mismo conocidas como escepticismo ético y escepticismo metafísico, respectivamente.

Al escepticismo, con todo, no se le puede negar su gran contribución al desarrollo del pensamiento humano. En este sentido, las palabras de Hessen (op.cit.) son bastante adecuadas:

Mientras éste [el dogmatismo] llena a los pensadores e investigadores de una confianza tan bienaventurada como excesiva en la capacidad de la razón humana, aquel [el escepticismo] mantiene despierto el sentido de los problemas. El escepticismo hunde el taladrante aguijón de la duda en el pecho del filósofo de suerte que éste no se aquieta en las soluciones dadas a los problemas, sino que afana y lucha continuamente por nuevas y más hondas soluciones (p.32).

Subjetivismo. Esta corriente filosófica está emparentada al escepticismo. Este niega la posibilidad de conocimiento verdadero en tanto el subjetivismo establece que si bien existe una verdad, ésta es limitada. En el subjetivismo, la validez de la verdad se limita al sujeto ya sea individual o colectivo: el primero constituye un subjetivismo individual y el segundo, un subjetivismo general. Existe una corriente, el relativismo, muy ligada al subjetivismo en el sentido según el cual, ambas limitan la validez de la verdad. La diferencia entre estas dos tendencias radica en el hecho que mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento a factores propios del sujeto cognoscente, el relativismo hace lo propio pero acreditándolo a factores externos.

Las raíces tanto del subjetivismo como del relativismo es necesario buscarlas en la Grecia antigua en las palabras de Protágoras (486 a.c – 410 a.c) quien en su obra Sobre el Ser plasmó sus célebres palabras " el hombre es la medida de todas las cosas". Así lo remarca Fingermann (op.cit): "porque éstas [las cosas] son lo que parecen ser a cada uno, en un momento dado. La verdad depende, como el gusto, del sentimiento momentáneo del individuo" (p.33).

El relativismo ha encontrado su más conspicuo representante en Spengler (1880 – 1936) quien en su obra Decadencia de Occidente, citado por Fingermann (op.cit): "sólo hay verdades en relación a una humanidad determinada" (p.124). Así mismo se pronuncia Hessen (op.cit.): "el círculo de validez de las verdades coincide con el círculo cultural y temporal de que proceden sus defensores. Las verdades filosóficas, matemáticas y de las ciencias naturales sólo son válidas dentro del círculo cultural a que pertenecen" (p.33). Tanto el subjetivismo como el relativismo presentan una contradicción similar al escepticismo. Este último niega la posibilidad de la verdad en tanto los dos primeros la aceptan pero con la condición de no ser universal. En este hecho radica la contradicción puesto que toda verdad lleva consigo el carácter de universalidad; si un juicio es válido lo es para todos, si un juicio es falso, no es válido para nadie.

Pragmatismo. En esta doctrina, al igual que en el escepticismo, el concepto de verdad como concordancia entre imagen y objeto es dejado de lado y sólo es tomado como válido cuando es útil y práctico al sujeto cognoscente. Para el pragmatismo, Fingermann (op.cit.): "será verdad todo aquello que le permita [al hombre] actuar con congruencia en la vida, todo aquello que le resulte útil y provechoso, especialmente para la vida social" (p.125). Para el pragmatismo el hombre no es un ser pensante sino un ser práctico y su verdad consiste en la congruencia que exista entre conocimiento y practicidad. El padre de esta corriente filosófica es James (1842 -1910) y uno de sus principales seguidores en Norteamérica es Dewey (1859 – 1952). En Alemania, su más conspicuo representante es Nietzche (1844 – 1900).

El error principal o contradicción del pragmatismo radica en enlazar conceptos tan disímiles como verdad con útil. Así mismo la experiencia revela que algunas verdades pueden ser no útiles. Si bien es cierto, como señala Hessen (op.cit): "el pensamiento y el conocimiento están ciertamente en la más estrecha conexión con la vida" (p.37) y en ello radica la esencia del pragmatismo, también es cierto que el pensamiento es autónomo y no depende de la vida humana como pretende esta filosofía.

Criticismo. Esta doctrina concibe una posición intermedia entre el subjetivismo, relativismo y pragmatismo – que son formas del escepticismo – y el dogmatismo. El criticismo tiene del dogmatismo la confianza excesiva en la razón y la existencia de una verdad en el conocimiento pero se aleja de él al no aceptar como válido todo lo proveniente de la razón humana. Hessen (op.cit.) "el criticismo examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente. Dondequiera pregunta por los motivos y pide cuentas a la razón humana" (p.37). En otras palabras, el criticismo toma cuenta de los problemas que puede resolver y los que están fuera de su alcance.

En la antigüedad griega aparece algo de criticismo en Platón y Aristóteles. Más modernamente en Descartes, Leibniz, Locke, Hume y Kant quien fue el verdadero creador de esta corriente. Con Kant se accede al conocimiento reduciéndose éste al mundo de los fenómenos conociendo la realidad sólo como ésta se presenta. Hessen (op.cit.) define el criticismo como "aquel método de filosofar que consiste en investigar las fuentes de las propias afirmaciones y objeciones y las razones en que las mismas descansan, método que da la esperanza de llegar a la certeza" (p.38).

Positivismo. Esta corriente tiene su génesis en el criticismo kantiano. Sostiene la existencia de límites al saber y constriñe el conocimiento al campo de la experiencia considerando sólo los hechos fenoménicos y no las causas primeras ni los fines últimos; por esto, en el positivismo los hechos son explicados por otros hechos. El principal representante de esta doctrina es el francés Comte (1798 – 1857).

Origen del conocimiento

Esta segunda faceta del problema del conocimiento está relacionada con la fuente de donde deriva dicho conocimiento. Existen situaciones o hechos de la realidad, como por ejemplo: el agua al congelarse expande su volumen, lo cual es conocido por el sujeto a través de los sentidos. Puede observarse – sentido de la vista – como mediante el frío el agua cambia de fase – de líquida a sólida – y a través de una simple medición, como ha modificado sus dimensiones. Hubo algo que indicó el cambio de fase – la experiencia – pero hay otro aspecto del fenómeno producido como consecuencia del primero – la expansión- el cual no es sensorial sino fruto de la inteligencia pudiéndose establecer una causalidad entre uno y otro. La cuestión radica en conocer cual fue la fuente u origen del conocimiento: la experiencia sensorial o la inteligencia o razón. Diversos autores a lo largo de la historia han tomado posición al respecto. Para algunos sólo es la experiencia la que promueve el conocimiento; para otros, sólo lo es la razón y otro grupo, quienes asumen la posición que ambos aspectos coadyuvan a su producción.

Sobre este aspecto del problema, diversos filósofos en diferentes épocas de la historia han formulado sus teorías al respecto considerándose como las más importantes: el racionalismo, el empirismo, el intelectualismo y el apriorismo. De cada una de ellas se hará una breve reseña señalando sus principales características y sus más conspicuos seguidores.

Racionalismo. Esta corriente filosófica ejerció una influencia decisiva en el pensamiento moderno a partir de la segunda mitad del siglo XVII. La misma sostiene que la razón es la fuente determinante en el conocimiento. En este sentido Hessen (op.cit.):

Un conocimiento sólo merece, en realidad, este nombre cuando es lógicamente necesario y universalmente válido. Cuando nuestra razón juzga que tiene que ser así, y que no puede ser de otro modo; que tiene que ser así, por tanto, siempre y en todas partes, entonces, y sólo entonces, nos encontramos ante un verdadero conocimiento… (p.40).

Las características principales del racionalismo son, entonces, la necesidad lógica y la validez universal. Al establecer el juicio "si a=b y b=c, entonces a=c" se establece una necesidad: tiene que ser así por encima de cualquier experiencia sensorial; así mismo, este es un razonamiento el cual tiene validez para toda la humanidad racional. La principal crítica hecha al racionalismo radica en el hecho de tomar como fuente de inspiración la matemática, en la cual sus axiomas y postulados están por encima de cualquier experiencia sensorial.

En la antigua Grecia, los filósofos Parménides (515 a.c – 440 a.c) y Demócrito (460 a.c-370 a.c) consideraban al conocimiento como sólo fundado en el raciocinio puesto que el sensorial era oscuro y no podía conducir a un verdadero saber. En este mismo orden de ideas se pronunciaban Sócrates (470 a.c – 399 a.c) y su discípulo Platón (427 a.c-348 a.c). Platón considera que de los sentidos sólo puede obtenerse una mera opinión y no un conocimiento verdadero al estar el mundo de los sentidos en contínuo cambio debiendo existir un mundo suprasensible del cual se obtiene el conocimiento.

El gráfico siguiente muestra esquemáticamente como concebía Platón la creación del conocimiento.

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Gráfico 1. El origen del conocimiento según Platón. Fuente: En http://www. luventicus.org/articulos/03U012/platon.html

Existe un mundo inteligible o de las Ideas que no son más que los modelos de las cosas empíricas donde el alma las contempla. Al reencarnar el alma en el cuerpo se produce un olvido del conocimiento adquirido pero como las cosas del mundo sensible son copias de las Ideas hechas por el Demiurgo, son percibidas por el cuerpo al estar éste en comunicación con el alma lo cual despierta en ésta un recuerdo o reminiscencia de las ideas olvidadas. Esta teoría platónica es así conocida como Teoría del Recuerdo o Reminiscencia.

Posterior a Platón se encuentra en Plotino (205 – 270) una forma de neoplatonismo en el cual se sustituye el mundo de las Ideas por el Nus Cósmico o Espíritu del Universo quien es el autor de todo, produciéndose el conocimiento por la simple relación entre el hombre y el Espíritu Universal. Posteriormente, Agustín (354 – 430), asume la teoría de Plotino dándole un sesgo cristiano al transformar el Nus de éste en el Dios del cristianismo de donde se recibe todo conocimiento por iluminación. Se conoce así esta teoría como Teoría de la Iluminación.

El racionalismo alcanza su máximo apogeo con Descartes (1596 – 1650) en la era moderna. El racionalismo trascendental de Platón y el teológico de Agustín dejan paso a un racionalismo metódico o inmanente. Al hacer referencia a esta doctrina Hessen (op.cit.) señala: "según ella, nos son innatos cierto número de conceptos, justamente los más importantes, los conceptos fundamentales del conocimiento. Estos conceptos no proceden de la experiencia, sino que representan un patrimonio originario de la razón" (p.44). Descartes, por tanto, prioriza el raciocinio como medio para lograr el conocimiento y señala el primer intento de establecer un método para alcanzarlo: la duda metódica. En sus magistrales obras El discurso del método y Reglas para la dirección de la mente, Descartes presenta la manera cómo alcanzar el verdadero conocimiento de todas las cosas accesibles al conocimiento humano.

El siguiente gráfico presenta un esquema de la manera como entiende Descartes el proceso del conocimiento:

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Gráfico 2. El conocimiento según Descartes. Fuente: En http://www.luventicus. org/articulos/03U012/descartes.html.

Descartes en su búsqueda de la veracidad del conocimiento, comienza considerando como falsa toda afirmación de la que se pueda dudar. Así, pone en duda el conocimiento sensible puesto que los datos de los sentidos no son seguros e incluso indica la no existencia de indicios ciertos para distinguir sueño de vigilia. De igual manera pone en duda el conocimiento racional al afirmar que aún cuando este conocimiento no es sensible, es posible equivocarse al realizar un cálculo matemático llegando al extremo de considerar la presencia de un "genio" o dios maligno que engaña al sujeto. Por encima de cualquier cosa e incluso del engaño causado por ese genio maligno, está la propia existencia del hombre de la cual no puede haber duda por ser una evidencia que se impone.

A pesar de encontrar una certeza absoluta – pienso luego existo – y haber definido un criterio de verdad para todas las otras cosas – claridad y distinción – existe aún la hipótesis del genio maligno que puede inducir al error. Descartes subsana esta hipótesis al colocar a Dios como garante, recobrando el conocimiento matemático toda su seguridad quedando superada así esta hipótesis. Las ideas adventicias y facticias se perciben por los sentidos, las primeras, y mediante la imaginación, las segundas, en contraposición a las ideas innatas cuales son las verdaderamente claras y distintas. Las ideas innatas constituyen el conocimiento absolutamente seguro; las otras mencionadas, provenientes del exterior, están sujetas a duda.

Seguidor de Descartes, Leibniz (1646 – 1716) considera a las ideas innatas como sólo existentes potencialmente en contraposición a Descartes que las considera acabadas. En este sentido se pronuncia Fingermann (op.cit.) cuando señala:

Nuestro espíritu tiene la facultad innata de formar ciertas ideas independientemente de la experiencia. Por esto corrige el célebre aforismo aristotélico: "nihil est in intellectu quod prios non fuerit in sensu", con este agregado: "nisi ipse intellectu", es decir, "nada hay en el intelecto que antes no haya estado en los sentidos, salvo el intelecto mismo" (p.129).

El racionalismo peca de exclusivista al considerar a la razón como única fuente del conocimiento así como de dogmático al deducir de conceptos, conocimiento.

Empirismo. Esta doctrina filosófica es completamente opuesta al racionalismo. La misma sostiene que la única fuente de conocimiento radica en los sentidos y en el sujeto cognoscente no hay ninguna idea "innata" ni ningún concepto a priori de la razón. Los empiristas deducen sus conclusiones de los hechos observables – ciencias naturales – los cuales, después de ser comprobados, son fuente de nuevos conocimientos, es decir, una condición indispensable para adquirir conocimiento es tener nuevas experiencias.

El origen del empirismo se encuentra en los sofistas, principalmente Protágoras, y en los estoicos quienes fueron los primeros en considerar el alma como una tábula rasa o tabla en blanco donde escribe la experiencia. En la filosofía moderna, Locke (1632 – 1704) es considerado el fundador de esta corriente. Combate fuertemente al racionalismo sobre todo en el concepto de las ideas innatas de Descartes y plantea la existencia de dos experiencias: interna y externa. A este respecto "en Locke aparecen la experiencia externa (sensorial) y la experiencia interna (reflexión) como dos fuentes casi independientes del conocimiento cuya relación no está claramente determinada, pero cuya independencia es señalada categóricamente por el filósofo". Sin embargo aún cuando Locke establece el valor sensorial del conocimiento, no deja de admitir que existen verdades que no proceden de la experiencia y señala, por ejemplo, las verdades de las matemáticas. Es así como Locke infringe el principio empirista al admitir ideas a priori.

Hume (1711 – 1776) se constituyó en el principal continuador de la doctrina de Locke. Aplicó el método científico al estudio del espíritu humano en un análisis similar al realizado por Newton a los fenómenos físicos. Combate fuertemente el principio de las ideas innatas de Descartes pero al igual que Locke reconoce en la matemática un conocimiento independiente de la experiencia con lo cual también infringe el principio fundamental del empirismo.

En el siguiente gráfico puede verse esquemáticamente el proceso del conocimiento tal como lo entendía Hume:

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Gráfico 3. El origen del conocimiento según Hume. Fuente: En http://www. luventicus.org/articulos/03U012/hume.html

Hume entiende por percepciones a los elementos básicos de la actividad del espíritu dividiendo a las mismas en impresiones e ideas. Las impresiones son percepciones intensas que pueden provenir de la sensación externa – ver, oír, tocar – o de la interna – desear, odiar -. Las ideas por su parte son las representaciones de la memoria y la fantasía siendo más débiles y oscuras que las impresiones y surgen en nosotros sobre la base de éstas. De esta manera asienta Hume el principio según el cual todas las ideas proceden de las impresiones y no son más que copias de ellas. A partir de las ideas el espíritu razona y construye proposiciones e ideas complejas. Las ideas más generales provienen de las simples y si no se dan en el mismo orden en el cual se dan las impresiones de donde provienen, la idea compleja no responde a dichas impresiones sino a la imaginación. Las proposiciones construidas sobre la base del razonamiento son de razón – necesarias – o de hecho – contingentes. En las primeras, la verdad depende de las mismas ideas pensadas permitiendo alcanzar un conocimiento verdadero puesto que su contenido es necesario. En las segundas, no hay posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto ya que no hay necesidad sino contingencia pudiéndose pensar lo contrario sin contradicción.

Como fue señalado, Hume al igual que Locke infringen el principio básico del empirismo al considerar que cierto conocimiento puede ser alcanzado sin la intervención de la experiencia. En este sentido, Hessen (op.cit.) se refiere a algunas relaciones matemáticas, como el Teorema de Pitágoras: "pueden ser descubiertas por la pura actividad del pensamiento, y no dependen de cosa alguna existente en el mundo. Aunque no hubiese habido nunca un triángulo, las verdades demostradas por Euclides conservarían por siempre su certeza y evidencia" (p.48).

Condillac (1715 – 1780) transformó el empirismo en sensualismo reprochando a Locke la presencia de una experiencia interna al considerar la sóla existencia de una fuente u origen del conocimiento como lo es la sensación. En clara referencia al sensualismo, Hessen (op.cit.): "el alma sólo tiene originariamente una facultad: la de experimentar sensaciones. Todas las demás han salido de ésta. El pensamiento no es más que una facultad refinada de experimentar sensaciones" (p.48). Con posterioridad a los nombrados, Stuart Mill (1806 – 1878) se presenta más radical en el empirismo al reducir el conocimiento matemático a la experiencia. Para este filósofo nada hay independiente de la experiencia incluyendo las leyes lógicas del pensamiento.

Intelectualismo. Esta corriente epistemológica se encuentra ubicada entre el racionalismo y el empirismo. Sostiene, coincidiendo con el racionalismo, la existencia de juicios con carácter de necesidad y universalidad pero no concibe a los conceptos – elementos de los juicios – con existencia a priori en la razón. Del empirismo toma el hecho que los conceptos provienen de la experiencia, por consiguiente, tanto la razón como la experiencia contribuyen a formar el conocimiento humano.

El intelectualismo nace con Aristóteles (384 – 322) al hacer una síntesis entre el racionalismo – proveniente de su maestro Platón – y su inclinación hacia la naturaleza -empirismo -. El gráfico que ha continuación se presenta, muestra esquemáticamente la manera como este filósofo concebía al proceso del conocimiento:

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Gráfico 4. El origen del conocimiento según Aristóteles. Fuente: En http://www. luventicus.org//articulos/03U012/aristoteles.html

Para Aristóteles el objeto del conocimiento es la substancia, la cosa en sí con materia – particular – y forma – universal -. Las Ideas de Platón no forman ya un mundo supraterreno, un mundo independiente del objeto, sino que se encuentran dentro de las cosas dándole forma a la substancia. La facultad sensible – sentidos – percibe el objeto formando una imagen donde está contenida la Idea de la cosa. Aristóteles afirma que sin representación sensible el alma no puede pensar; si carecemos de un sentido, carecemos de los conocimientos correspondientes y lo reafirma al señalar como "un ciego de nacimiento no tiene conocimiento de los colores". Lo percibido por los sentidos es, en cierta forma, filtrado por el sentido común para que pueda ser captado por la imaginación elaborándose una imagen del objeto. Las imágenes de la fantasía o imágenes sensibles poseen la esencia, la Idea de la cosa, sólo hace falta extraerla para realizar el conocimiento. Esto se logra mediante una facultad del intelecto: el entendimiento real – abstracción – quien según Aristóteles "ilumina o alumbra el fondo de las imágenes sensibles, la Idea de la cosa" para ser recibida por el entendimiento posible – pasivo – generándose el concepto de la cosa.

La teoría aristotélica del intelectualismo tuvo en Tomás de Aquino (1225 – 1274) su continuador en la edad media. Este admite, como Aristóteles, un intelecto activo – agente – y un intelecto posible – pasivo – quien juzga sobre las imágenes que recibe del agente.

Apriorismo. Esta doctrina filosófica configura otra manera de mediar entre el racionalismo y el empirismo. Contra el empirismo afirma la existencia de ideas a priori las cuales no se originan en la experiencia; contra el racionalismo señala que no se conoce la realidad de las cosas en sí sino tal como se manifiestan en los fenómenos; es decir, mientras el racionalismo considera los elementos a priori como conceptos perfectos, el apriorismo los trata como de naturaleza formal. Con respecto al intelectualismo, coincide en admitir un factor racional y un factor empírico en el conocimiento humano, pero se separan cuando éste deriva lo racional de lo empírico. El apriorismo rechaza esta idea al significar que lo a priori no deriva de la experiencia sino de la razón.

El creador de esta posición filosófica es Kant (1724 – 1804) para quien su filosofía es un intento mediador entre el racionalismo de Descartes y Leibniz y el empirismo de Locke y Hume. Y lo hace, Hessen (op.cit.) "declarando que la materia del conocimiento procede de la experiencia, y que la forma procede del pensamiento" (p.52).

El siguiente gráfico muestra un esquema del proceso del conocimiento como fue concebido por Kant:

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Gráfico 5. El origen del conocimiento según Kant. Fuente: En http://www. luventicus.org/articulos/03U012/kant.html

Kant no duda sobre la posibilidad de alcanzar el conocimiento científico: Newton ya lo había demostrado. Y sabe que este conocimiento no puede estar centrado en la experiencia por lo cual sienta sus bases en el sujeto cognoscente. En la filosofía kantiana, el sujeto no encuentra el objeto como algo acabado, sino que lo construye.

Para Kant la cosa en sí – noúmeno – es la realidad como es en sí misma la cual permanece incognoscible. Los sentidos forman impresiones del noúmeno que penetran en el intelecto en forma caótica el cual, a través de las formas a priori de la sensibilidad – espacio y tiempo – las ordena construyendo el fenómeno. Hessen (op.cit.) lo refiere así: "las formas de la intuición son el espacio y el tiempo. La conciencia cognoscente empieza introduciendo el orden en el tumulto de las sensaciones, ordenándolas en el espacio y en el tiempo, en una yuxtaposición y en una sucesión" (p.52). Estos fenómenos, vinculados a través de las categorías del entendimiento, los cuales también son formas a priori, permiten elevar estos fenómenos a objetos fenoménicos quienes a través del raciocinio se unifican en tres grandes Ideas de la razón pura: mundo, donde se entrelazan los fenómenos de la sensibilidad externa; alma – o el yo – donde se agrupan los fenómenos de la sensibilidad interna; y Dios, donde se unifican los dos anteriores.

El apriorismo toma base en la experiencia pero termina de construir el conocimiento con las leyes inmanentes del pensamiento. Si se hace una comparación entre apriorismo e intelectualismo con el racionalismo y empirismo, se nota que el intelectualismo se acerca al empirismo y el apriorismo, al racionalismo.

Esencia del conocimiento

Esta faceta del problema del conocimiento tiene que ver con la correspondencia del mismo con una realidad objetiva o no. El núcleo del problema radica en la determinación del sujeto por el objeto o viceversa, es decir, ¿ quién trasciende a quién? Si se deja fuera el carácter ontológico de ambos: sujeto y objeto, se está en presencia de una respuesta premetafísica del problema la cual puede asumir dos posiciones: objetivismo y subjetivismo según que lo decisivo sea el objeto o el sujeto en la relación del conocimiento. Si, por otra parte, se considera el carácter ontológico del objeto se está en presencia de una solución metafísica al problema con sus tres acepciones: idealismo, realismo y fenomenalismo. Finalmente, Hessen (op.cit.), se puede tener una tercera solución al problema cual es la teológica. En este sentido se hará una breve reseña de las diferentes soluciones presentadas así como sus más conspicuos representantes.

Las principales soluciones de carácter premetafísico al problema de la esencia del conocimiento son: el objetivismo y el subjetivismo. En el objetivismo lo fundamental es el objeto quien determina al sujeto el cual sólo reproduce las cualidades del objeto. Para esta corriente, el objeto es algo dado, algo acabado que enfrenta al sujeto cognoscente quien se limita a reconstruirlo. El primer representante del objetivismo fue Platón quien con su Teoría de las Ideas encarna el principio fundamental de la corriente. Para Platón las ideas son realidades objetivas y así como se descubren las cosas del mundo sensible mediante la percepción, así se descubren las ideas del mundo inteligible o suprasensible mediante la intuición de las ideas – contemplación. Más recientemente, Husserl (1859 – 1938) se convierte en el principal representante de esta doctrina siendo el fundador de la fenomenología. Este filósofo, Fingermann (op.cit.), "distingue una intuición sensible, que tiene por objeto las cosas concretas, las cosas individuales, y una intuición no sensible, cuya finalidad son las esencias generales de las cosas. Lo que Platón llama Idea, Husserl lo denomina esencia" (p.133).

El subjetivismo es una posición opuesta al objetivismo donde lo fundamental es el sujeto. Pero no el sujeto individual sino un sujeto superior – trascendente – lo que trae a colación el racionalismo plotiniano y agustiniano cuando colocan el mundo de las Ideas platónicas en el Nus cósmico o espiritual y en el Dios cristiano, respectivamente. Es así como lo principal del conocimiento no consiste en enfrentar un mundo objetivo sino mirar hacia aquel sujeto supremo de quien recibe el espíritu cognoscente todo conocimiento en una especie de iluminación. En el siglo XX el subjetivismo encontró adherencia en los neokantianos de la Escuela de Marburgo: Cohen, Natorp y Cassirer quienes consideran, Fingermann (op.cit.), "el sujeto en quien se opera el conocimiento es un sujeto lógico, es decir, una conciencia en general, formada por el conjunto de las leyes y los conceptos supremos de nuestro conocimiento" (p.133). De esta forma es la conciencia del sujeto la que determina al objeto.

Con respecto a las soluciones metafísicas del problema en cuestión se tienen tres figuras que tratan de responder al mismo: realismo, idealismo y fenomenalismo. En lo que concierne a la primera de las soluciones, el realismo considera que existen cosas reales independientes de la conciencia. Las percepciones de los objetos se corresponden exactamente con la cosa. Así, por ejemplo, los colores de las cosas son condiciones intrínsecas a ellas, le pertenecen, sin intervención alguna del sujeto percipiente. Este realismo data de los principios de la filosofía griega y es conocido como realismo ingenuo.

Otra acepción del realismo se tiene en el realismo natural el cual, si bien es cierto que coincide con el ingenuo en su característica fundamental de la copia exacta del objeto, se aparta un tanto de él al hacer reflexiones críticas sobre el conocimiento; es decir, no identifica el contenido de la percepción y el objeto, sino que los distingue. Otra forma de realismo más moderno, si bien tiene su primer representante en Demócrito (460 a.c – 370 a.c), es el realismo crítico quien considera que las cualidades de las cosas yacen en la conciencia y surgen cuando ciertas condiciones o estímulos actúan sobre nuestros sentidos. Es sin embargo menester, Hessen (op.cit.): "suponer en las cosas ciertos elementos objetivos y causales para explicar la aparición de estas cualidades. El hecho de que la sangre nos parezca roja y el azúcar dulce ha de estar fundamentado en la naturaleza de estos objetos" (p.61).

En relación al idealismo éste sostiene, en antítesis al realismo, que no hay cosas reales independientes de la conciencia cognoscente. Se presenta en dos formas: el idealismo subjetivo o psicológico y el idealismo objetivo o lógico. En el primero toda la realidad se encuentra en la conciencia del sujeto. En este sentido se pronuncia Fingermann (op.cit.):

Los cuerpos no son otra cosa que los contenidos de nuestra percepción. Una manzana, por ejemplo, no consiste más que en un complejo de sensaciones visuales, olfativas, gustativas y táctiles. La existencia de las cosas consiste en su percepción; de ahí la fórmula esse est percipi: existir es ser percibido (p.134).

Respecto al otro formato del idealismo, el objetivo o lógico, es esencialmente distinto del anterior al tomar como punto de partida la objetividad de la ciencia tal como aparece en las obras científicas. El ser de las cosas no se reduce a ser percibido sino a ser creado por el pensamiento. Un ejemplo tomado de Fingermann (op.cit.) ayudará a diferenciar las formas del idealismo con el realismo:

Consideremos un trozo de madera. Para el realista la madera existe como objeto fuera e independientemente de la conciencia del sujeto. Para el idealista subjetivo la madera sólo existe en nuestra conciencia como conjunto de fenómenos. Para el idealista objetivo o lógico, la madera no existe ni en nosotros, ni fuera de nosotros. Necesita ser engendrada por el pensamiento, y esto se produce en la forma siguiente: al formar el concepto madera, nuestro pensamiento produce el objeto madera. La madera no es, por lo tanto, un objeto real, ni un contenido de la conciencia. No es más que un concepto, un ser lógico, un ente ideal (pp.134-135).

La tercera solución metafísica al problema de la esencia del conocimiento lo constituye lo fenomenológico. El fenomenalismo, como doctrina, propende a conciliar las otras dos tendencias: realismo e idealismo. Así como en el problema del origen del conocimiento Kant con su apriorismo trata de conciliar el racionalismo con el empirismo, así mismo trata de hacerlo acá con lo fenomenológico. En su esencia esta corriente señala que las cosas no se conocen como son en sí sino como se aparecen. Al tratar la posición conciliadora del fenomenalismo, Hessen (op.cit.) hace la siguiente consideración: "el fenomenalismo coincide con el realismo en admitir cosas reales; pero coincide con el idealismo en limitar el conocimiento a la conciencia, al mundo de la apariencia…" (p.70). De esta forma el fenomenalismo kantiano puede sintetizarse en lo siguiente: no se conoce la cosa en sí, el conocimiento se limita a los fenómenos y surge en la conciencia al ordenar las impresiones con arreglo a las formas sensibles a priori de la sensibilidad y entendimiento.

La tercera solución al problema de la esencia del conocimiento lo constituye la forma teológica con sus dos vertientes: monista- panteísta y dualista- teísta. La solución teológica pretende, como señala Hessen (op.cit.), "remontarse al último principio de la realidad, lo absoluto, y tratar de resolver el problema partiendo de él" (p.75). En el monismo se trata de confundir en una sola unidad el objeto y el sujeto quienes son, en el fondo, dos aspectos de una sola realidad. El mayor representante de esta corriente fue Spinoza (1623 – 1677) quien coloca en el centro de su teoría a la sustancia. Por otra parte en el dualismo- teísta la solución del problema está en la idea de Dios – divinidad – como origen de objeto y sujeto. Su mayor auge lo experimentó en la edad media con Agustín y Tomás de Aquino aún cuando se presenta también en Descartes y Leibniz.

Formas del conocimiento

Esta cara del problema del conocimiento se refiere a la forma como se aprehende el objeto. Köhler, citado por Hessen (op.cit.), señala en su obra El problema de la Realidad: "estamos inermes frente al problema de la realidad si sólo admitimos con Kant dos fuentes de conocimiento: la sensación y el pensamiento" (p.90). El mismo autor señala que la verdadera solución al problema sólo es posible si se considera otra fuente de conocimiento diferente a las mencionadas: la experiencia interna y la intuición.

La conciencia cognoscente discurre en torno al objeto de modo de aprehenderlo realmente produciéndose un conocimiento mediático o discursivo. Pero así, como señala Köhler, no es la única forma de conocer el objeto, existe otra manera no sensible llamada intuición espiritual. Hessen (op.cit.) manifiesta: "cuando, por ejemplo, comparamos el rojo y el verde y pronunciamos el juicio: "el rojo y el verde son distintos", este juicio descansa patentemente en una intuición espiritual inmediata" (p.78).

Esta intuición ha sido planteada a lo largo de la historia por diferentes filósofos: Platón la señala al referirse al mundo de las Ideas, Plotino con el Nus espiritual, Agustín con el Dios cristiano, Descartes al reconocerla como un medio autónomo de conocimiento. Así mismo Pascal pone al lado del conocimiento por el intelecto un conocimiento por el corazón; Hume la denomina "belief" entendiendo por tal una aprehensión intuitiva; Messer reconoce la intuición en el terreno de los valores; Volkeet la asume como una vivencia inmediata de algo inexperimentable; Bergson considera que sólo la intuición puede penetrar la esencia de las cosas; para Dilthey es entrar en contacto con la realidad de un modo emotivo y volitivo.

Este concepto de intuición ha tenido detractores a lo largo del tiempo estando entre ellos: Aristóteles y Tomás de Aquino quienes consideran sólo un conocimiento lógico, discursivo; Spinoza, Leibniz y Kant para quienes la intuición no juega papel de importancia en el conocimiento; Cohen, de la Escuela de Marburgo, se vuelve contra los predicadores de la intuición; la Escuela de Baden y Geyser tienen una opinión claramente negativa. Probablemente la idea más apropiada sea la de Messer, en Fingermann (op.cit.), "las intuiciones podrán conmover nuestro corazón, pero no suministran un conocimiento. Sólo podrá suministrar ciertos datos para el conocimiento, pero será menester que estos datos sean elaborados e interpretados por el pensamiento" (p.137).

Criterio de la verdad

Esta última vertiente del problema se refiere a la condición de veracidad o no de un conocimiento. De acuerdo con Fingermann (op.cit):

Si consideramos cualquier conocimiento, se nota fácilmente que dicho conocimiento ofrece una triple relación:

1º En primer término, todo conocimiento está en relación con el objeto que es conocido

2º En segundo lugar, el conocimiento de ese objeto se halla en relación lógica y necesaria con otros conocimientos, vale decir, que hay una coherencia entre ellos.

3º El conocimiento se encuentra relacionado con la vida práctica, con lo útil para nuestra existencia (p.140).

Con anterioridad se mencionó el hecho según el cual para la conciencia, la verdad del conocimiento consiste en la concordancia del contenido del pensamiento con el objeto. Esta concepción de la verdad posee rasgo trascendente pero existe otro concepto en este sentido el cual señala que un conocimiento es cierto si el contenido del pensamiento concuerda con el pensamiento mismo constituyendo la inmanencia de la verdad. De esta forma se pueden considerar dos criterios de verdad: el trascendente, en la concordancia de pensamiento y objeto, y el inmanente, en la concordancia del pensamiento consigo mismo. Sin embargo algunos autores como James consideran que la verdad del conocimiento radica en el hecho de su utilidad para la vida práctica.

Los conceptos de verdad mencionados han tenido críticas a favor y en contra a lo largo de la historia. El concepto trascendente de la verdad del conocimiento es una posición asumida por el realismo al considerar que existen cosas reales independientes de la conciencia, todo lo contrario del idealismo el cual se identifica con la idea de que no existen cosas reales fuera de la conciencia cognoscente identificándose claramente con el concepto inmanente de la verdad del conocimiento. Este concepto es también recogido por el fenomenalismo quien aún cuando acepta la presencia de objetos reales, éstos son incognoscibles por el sujeto negando por tanto el carácter inmanente de la veracidad del conocimiento. En cuanto a la tercera opción, en el pragmatismo, se deja de lado la concordancia entre sujeto y objeto y sólo se considera válido aquel conocimiento que es útil y práctico al sujeto cognoscente. Esta idea de verdad del pragmatismo se contradice puesto que enlaza conceptos tan diferentes como verdad con utilidad.

Con la cuestión del carácter de verdad del conocimiento se culminan los cinco aspectos señalados del problema del conocimiento. Se ha pretendido plantearlos en forma sucinta pero con bastante claridad a manera de promover un fácil entendimiento toda vez que este aspecto – en profundidad filosófica – no es objetivo de la investigación más que introducir a la consideración de las teorías cognitivas del aprendizaje quienes serán planteadas en el capítulo próximo.

La Ciencia como Sistema de Conocimientos

Al comienzo del capítulo se trató acerca de la aparición de la mente humana – raciocinio o inteligencia – y se mencionaron diversas teorías que explican o tratan de explicar la presencia del fenómeno. Así mismo se señaló el hecho según el cual, con la aparición de la mente, se produjo un crecimiento o evolución más complejo en el hombre y su sociedad con la solución creativa de problemas lo cual se tradujo en un aumento del conocimiento y, como consecuencia, la aparición de las primeras formas de ciencia – protociencia o presciencia -. La sedentarización primero y el comercio después produjeron avances significativos en las artes y técnicas primitivas señalando el camino para que escribas y sacerdotes fungieran como los primeros científicos de la historia.

Actividades religiosas y culturales de ese remoto pasado tales como: observación de los astros, comunicación con el mundo de los muertos, interpretación de sueños, adivinación del futuro, entre otras, las cuales en la actualidad se considerarían como supersticiones o supercherías constituyeron o sentaron los cimientos de lo que, con el devenir del tiempo, sería la astronomía, astrología, psicología, sólo por mencionar algunas de las ciencias del presente. No es válido caer en el error de considerar esas antiguas creencias como ignorancia; antes por lo contrario, constituyeron los primeros intentos de entender y explicar los fenómenos de la naturaleza.

En este orden de ideas pueden señalarse los avances de la matemática, astronomía, medicina, arquitectura, entre otras, en los pueblos babilónico y mesopotámico y egipcio – sobre todo a partir del 2.000 a.c – en el cercano oriente, y los pueblos hindú y chino en el oriente más alejado. Grandes fueron los avances en las "ciencias" mencionadas en esas civilizaciones conduciendo a la creación de conocimientos extrañamente similares cuando se presume que no hubo contacto alguno entre ellos, lo que continúa siendo uno de los misterios de la humanidad.

En el mundo occidental se desarrolló una ciencia más avanzada con los griegos – sobre todo a partir del siglo V a.c – en campos como matemática y filosofía produciéndose las primeras explicaciones de cómo el conocimiento es aprehendido por el hombre. Los eleáticos y pitagóricos como Heráclito, Zenón, Pitágoras, entre otros, fueron al comienzo de la filosofía griega los precursores de esta actividad que con el correr del tiempo devino en ciencia: epistemología, gnoseología o filosofía de la ciencia. Los mencionados fueron dogmáticos al igual que Platón y Aristóteles; Protágoras fue el padre del relativismo; las raíces del racionalismo se encuentran en Parménides y Demócrito; el origen del empirismo se tiene en los sofistas; el intelectualismo nace con Aristóteles; es decir, todas las corrientes principales de la filosofía de la ciencia tuvieron su origen en la filosofía griega.

Como se mencionó en el capítulo III, la era de oro de la filosofía y ciencia griega llegó a su fin hacia el 300 d.c. Las invasiones bárbaras se sucedían por toda Europa causando – entre otras razones – la caída del Imperio Romano de Occidente y el comienzo de una era de oscurantismo que se mantuvo por toda la edad media hasta el siglo XVI. A la par de esta situación, el cristianismo experimentó un auge inusitado fungiendo como depositario del arte y ciencia conocidos haciendo prevalecer su doctrina filosófica escolástica basada en el dogmatismo de Agustín y Tomás de Aquino. Este escolasticismo esgrimía como problema fundamental la relación entre conocimiento y fe teniendo ésta última prioridad sobre la razón. Hacia mediados de la Edad Media – siglo XIII – con la figura de Bacon (1220 – 1292) se comienza a experimentar un vuelco en la escolástica y un nuevo entender de la ciencia al separar la noción de materia de la noción de Dios. Bacon planteaba ya que el experimento era una fuente del saber pero no bastaba por si sólo y había de recurrir a una instancia superior.

El renacimiento se presenta con una nueva cultura oponiendo el carácter laico de la ciencia al escolástico-religioso predominante en la edad media. Se comienza un estudio sistematizado de la ciencia de manera experimental haciendo al hombre centro del universo: Galileo (1564 – 1642) funda el método experimental-matemático de investigación de la naturaleza dando pié al desarrollo de una nueva etapa en el pensamiento filosófico de los siglos XVII y XVIII; Bacon (1561 – 1626) trató de establecer las reglas del método científico teniendo como norte que el objeto de la ciencia es permitirle al hombre dominar la naturaleza. Bacon rompe con Aristóteles al señalar, Castro (1994): "el verdadero método consiste en la reelaboración mental de los materiales proporcionados por la experiencia. El método es el medio principal de la investigación" (p.48).

En los siglos XVII y XVIII, como observa Castro (op.cit.), "la divisa de los filósofos y naturalistas de los nuevos tiempos no es "la ciencia por la ciencia" sino la multiplicación del poderío del hombre sobre la naturaleza, el perfeccionamiento, la potenciación, su salud y belleza. La nueva ciencia se apoya sobre todo en la práctica de la producción material (p.49).

En este escenario nacen dos de las concepciones más importantes sobre el origen del conocimiento: el racionalismo de Descartes y el empirismo de Locke, ya presentados en párrafos anteriores del presente capítulo. Para el primero es la razón y no los sentidos la fuente del conocimiento, para el segundo es lo contrario. Comienza así un nuevo periodo para la ciencia. En este sentido, Castro (op.cit.) al referirse a Descartes indica: "su distinción entre existencia y esencia material condujo a la dicotomía entre abstraccionismo científico y existencialismo humanista… [lo que] culminó en la creación de las matemáticas modernas y las ciencias físicas" (p.49). Con el racionalismo de Descartes, Spinoza y Leibniz, y el empirismo de Locke y Hume, se produce un cambio radical en el modo de pensar de la época tanto en las ciencias naturales – geología, química, fisiología – como en los aspectos culturales. Estos cambios unidos a la filosofía kantiana de finales del siglo XVIII marcan el camino hacia otras doctrinas del siglo XIX que conformarán la idea de ciencia de ése y del venidero siglo XX.

El irracionalismo de Shopenhauer (1788 – 1860); el existencialismo de Kierkegard (1813 – 1855); el materialismo antropológico de Feuerback (1804 – 1872); el socialismo de Marx (1818 – 1883) y Engels ( 1820 – 1895); el positivismo de Comte (1798 – 1857); el empirismo clásico de Stuart Mill (1806 – 1873) y Spencer ( 1820 – 1903), son sólo algunos de los más importantes movimientos filosóficos del siglo XIX que condicionan la aparición de otras corrientes – en el siglo XX – preparatorias de la concepción de ciencia contemporánea.

La Ciencia en el Siglo XX

El racionalismo cartesiano dictó las pautas de la ciencia desde el siglo XVII hasta el siglo XIX. El cogito ergo sum presenta al hombre como centro del universo desviando la atención del dogmatismo escolástico que veía en Dios la fuente suprema del conocimiento. Galileo funda la mecánica moderna e introduce la matemática para la explicación de las leyes de la física al establecer una formulación para el principio de inercia y una interpretación acerca del movimiento rectilíneo de los cuerpos y en caída libre sentando las bases para que Newton hacia 1687, en los Principios Matemáticos para la Filosofía Natural, desarrollara toda una ciencia basada en la dualidad causa-efecto la cual sería pilar fundamental de la era conocida como modernidad.

Los finales del siglo XIX con las corrientes filosóficas ya mencionadas: materialismo, positivismo, empirismo, entre otras, unidas a un vertiginoso crecimiento de la física: la unificación de los campos eléctrico y magnético por Maxwell en la teoría electromagnética; el descubrimiento de las geometrías no-euclídeas como las de Riemann y Lobatchesky; la teoría cuántica de Planck, entre otras, decretan el "fin" de la física newtoniana y el comienzo de una nueva – la relativista de Einstein – que sienta las bases de la ciencia del siglo XX.

Visto de esta manera pareciera que la ciencia ha avanzado por un camino mullido y sin mayores contratiempos. ¡ Nada más alejado de la realidad!. Morales (op.cit.), en este sentido, aclara:

Repensar la ciencia no es algo que ocurre de la noche a la mañana, de ello dan cuenta los grandes pensadores como Galileo, Kepler y Copérnico. Ellos cargaron el peso de iniciar el nuevo paradigma… y fueron cuestionados por los principios "teocéntricos" imperantes en el momento; sin embargo, se abrieron paso entre las vicisitudes y opiniones desfavorables al intentar dar a conocer lo profundo de sus descubrimientos… (p.122).

Los primeros años del siglo pasado se caracterizan desde el punto de vista filosófico por una discusión a fondo de los principales problemas epistemológicos y ciertas fisuras, en este sentido, comenzaron a distanciar a las diferentes escuelas del pensamiento. Durante la casi primera mitad del siglo XX las discusiones sobre filosofía de la ciencia se concentraron en dos grandes polos: la Escuela de Berlín, bajo la tutela de Reichenbach y la Escuela o Círculo de Viena con Carnap como guía. García (2003) establece los principios rectores de estos movimientos:

Es posible extraer tres ingredientes que constituyeron el meollo de la teoría que surgió de estas escuelas. Estos son: a) los criterios de Ernst Mach referentes a la física y, en general a las ciencias empíricas; b) los criterios de Henri Poincaré, relativos al papel de las matemáticas en la física; c) la revolución en la lógica iniciada por Frege y que culminó en los Principia Matemática de Whitehead-Russell (p.39).

Respecto a Mach, estas escuelas tomaron su insistente principio de la verificabilidad como criterio para justificar el sentido. De esta manera se afirmó que todo conocimiento podía reducirse a un análisis de las sensaciones y se promocionó una nueva mecánica en crítica a la newtoniana la cual hizo tambalear los rígidos preceptos de ésta en una época donde se estaban produciendo los grandes cambios paradigmáticos de la física conocida. El segundo aspecto asimilado por las escuelas mencionadas fue la Tesis de la Convencionalidad de Poincaré la cual llenó el vacío dejado por Mach caracterizado por dos temas primordiales: el papel que juegan las matemáticas en la física y el hecho de poder explicar ciertos fenómenos físicos no observables. La tesis de Poincaré establece que las leyes de la mecánica son sólo convenciones no arbitrarias, las cuales tienen un origen experimental y cuyos términos teóricos pueden expresarse en lenguaje matemático.

El tercer ingrediente que marcó definitivamente a las Escuelas neopositivistas de Berlín y Viena fue la tremenda revolución en la lógica conducida por Frege y remarcada con gran maestría por Russell y Whitehead. Estos pretendieron demostrar que la matemática podía reducirse a las leyes de la lógica influyendo definitivamente en la concepción de las teorías científicas sobre todo en el Círculo de Viena.

El neopositivismo de las Escuelas de Berlín y Viena pronto tropezó con obstáculos graves que se convirtieron en insalvables para esta teoría de la ciencia. El ejemplo más notorio con el cual se refutó la teoría neopositivista fue el concepto de fragilidad. Dicho ejemplo es el siguiente: Sea "x es frágil "(1). Así mismo, "en cualquier momento, si x sufre un golpe en ese instante entonces x se romperá en ese mismo momento" (2). La trampa quedó así montada. En la lógica, base de la teoría, el condicional "si… entonces" establece que si el antecedente es falso, el consecuente es verdad. La expresión (2) es verdad para cualquier objeto x que no ha sido golpeado siendo también verdadera la fórmula (1). En consecuencia, un objeto x no golpeado es, por definición, frágil no siendo ésta la acepción dada a esta palabra. Por tanto la proposición es incorrecta.

Los problemas del neopositivismo fueron aumentando y la cuestión se centró en el término "directamente observable" de las teorías empíricas. En este sentido, García (op.cit.) señala:

Ya sea que se crea poseer definiciones directas de términos teóricos en términos observables, o que se dispone de definiciones parciales siempre relativas a la experiencia o que se de un significado empírico a la teoría como un todo, y no a cada término en si mismo, en todos los casos se termina en el concepto de observaciones directas (p.42)

Y es éste el punto que plantea un problema más para el neopositivismo, como ya se indicó, siendo que es sumamente difícil establecer una demarcación clara entre los observables y los no observables. Para un físico, por ejemplo, inferir una propiedad como consecuencia de una medición, es un observable lo cual puede no serlo para el filósofo quien entiende por el término lo percibido por los sentidos. Todos estos puntos fueron haciendo mella en la teoría al llegarse a la conclusión según la cual las observaciones directas involucran algún tipo de construcción por parte del observador.

La década de los 50`s y 60`s , con la entrada en escena de las computadoras, la transición del conductismo hacia el cognitivismo, el cambio de la física relativista a la probabilística, entre otros, marca también un repensar del concepto de ciencia y como ésta se produce y desarrolla. Reichenbach señala que la ciencia se produce en forma caótica y es necesario establecer dos conceptos para definir una teoría científica: el contexto del descubrimiento y el contexto de la justificación. García (2000) se refiere a Reichenbach: "una teoría de la ciencia no debería tratar de explicar como se construyen las teorías científicas, como surgen en la mente de los científicos. Su tarea sería más bien justificar, establecer sobre bases sólidas las pretensiones de la teoría" (p.43). La crítica a esta posición de Reichenbach es, como señalaron en la época, que una teoría no puede ser explicada independientemente de cómo fue formulada y es dentro de su contexto como se entiende su significado real y como puede ser justificada.

La posición de Reichenbach fue, por tanto, rechazada y sustituida por una nueva teoría de la ciencia liderada por Kuhn quien sostiene que la ciencia no progresa en forma caótica sino a saltos y presenta el concepto de paradigma (op.cit.) como "realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica" (p.13). En este sentido establece lo que es "ciencia normal" y "ciencia en períodos de crisis o revoluciones" señalando en la ciencia períodos de equilibrio y momentos en los cuales ocurren "saltos o revoluciones científicas" siendo éstos cuando la ciencia experimenta su progreso. El paradigma que daba cuenta de un problema ya no puede explicarlo y en esos momentos de "revolución" es sustituido por otro incompatible con el primero. En este sentido Kuhn coincide con Bachellard quien en sus obras " La formación del espíritu científico" en 1938 y el "Materialismo racional" en 1953 presenta sus conceptos de "obstáculo epistemológico y ruptura epistemológica", respectivamente.

La crítica efectuada a Kuhn proviene principalmente al hecho de señalar que el progreso de la ciencia se debe a la aceptación de un paradigma por una comunidad de científicos con lo cual, implícitamente, acepta la decisión de las masas. En este sentido y al hecho de preconizar que la ciencia progresa a saltos es donde se sienta la polémica más fuerte con Popper. Este último considera al desarrollo que experimenta la ciencia como un contínuo y lo demuestra refiriéndose a la historia de la ciencia. Pero Kuhn también demuestra su punto de vista apelando a la misma historia. Los más recientes descubrimientos de la Escuela de Ginebra dan apoyo a la tesis de Kuhn en el sentido de haber comprobado de manera concluyente que la evolución cultural de un niño se sucede en etapas de cuasiequilibrio entre la asimilación y la acomodación a diferentes niveles. Del mismo modo se encontró la existencia de un paralelismo sorprendente en la evolución de los sistemas cognoscitivos entre el nivel de desarrollo intelectual del niño y el nivel de evolución de la ciencia.

Las controversias desatadas el pasado siglo referente a la ciencia, su progreso y desarrollo, están bastante lejos de haber terminado. Las posiciones de Carnap y Reichenbach sobre el empirismo lógico, las posiciones encontradas entre Kuhn y Popper, los estudios de la Escuela de Ginebra sobre la aprehensión del conocimiento y su correspondencia con la evolución genética, las consideraciones de Fayerabend y Lakatos sobre epistemología de las ciencias, entre otros, afianzan claramente lo mencionado.

La ciencia hoy

Pareciera paradójico establecer en un mundo con tan avanzada tecnología, producto de una "ciencia", un concepto único de ciencia. Como se mencionó, existió la llamada preciencia o protociencia desarrollada en los albores de la civilización basada fundamentalmente en la necesidad o curiosidad por conocer lo desconocido. O como decía Aristóteles: "en todos los hombre hay un deseo innato y natural de conocer". Con el devenir del tiempo, pasando por la antigüedad griega y el medioevo, se hizo ciencia básicamente sin sistematización o axiomatización hasta la aparición de las ciencias positivas quienes constituyeron la verdadera ciencia y la definieron como tal.

La filosofía fue considerada como la madre o reina de las ciencias hasta tanto el método experimental comenzó a utilizarse a comienzos del siglo XVI y en tanto las diferentes corrientes filosóficas se mantuvieron enclaustradas en un dogmatismo permaneciendo fieles al estudio de la razón y el espíritu dejando de lado lo que se constituiría en conocimiento científico. Los desarrollos de la física, fisiología, astronomía, entre otras, en los siglos XVII y XVIII comienzan a promover un distanciamiento cada vez mayor entre empiristas y racionalistas al acentuarse en los primeros el método experimental de investigación. Posiblemente la ruptura definitiva ocurre hacia fines del siglo XIX con la separación definitiva de la psicología.

El mundo, Bueno (s.f), "no es "la totalidad de las cosas" – omnitudo rerum -; sólo es la totalidad de las cosas que nos son accesibles en función del radio de acción de nuestro poder de conformación de las mismas." Cada animal y cada hombre posee su propio mundo – entorno – no en forma independiente sino entrelazado con el de cada congénere lo que conformará – en cierta manera – una sociedad. Así mismo, cada rama del conocimiento posee un entorno propio que le es característico donde una comunidad de hombres desarrolla una determinada actividad científica. Esta investigación o estudio de la ciencia no procede en forma caótica, como señalaba Reichenbach, sino más bien en forma progresiva, no como una simple yuxtaposición de conceptos e ideas sino en un entrelazamiento de las mismas.

Bueno (op.cit.) presenta cuatro vertientes desde las cuales se puede definir la ciencia: el concepto de ciencia como saber hacer, como sistema ordenado de proposiciones derivadas de principios, como sinónimo de ciencia positiva y como sinónimo de ciencias humanas. La primera vertiente es considerada la acepción más antigua de ciencia y se refiere más al arte o a la habilidad humana que a otra cosa. Así se habla de la "ciencia de la navegación", la "ciencia de manejar", y así sucesivamente. Es una concepción no científica que desde el punto de vista estricto no tiene mayor validez hoy día. Respecto a la segunda vertiente, Bueno (op.cit.), indica: "esta acepción sólo puede aparecer, obviamente, en un estado del mundo-cultura en la que exista escritura, debate, organización lógica de proposiciones…" Se puede notar en lo anterior que este concepto se corresponde con el modelo aristotélico y fue quien se mantuvo vigente por casi 20 siglos- hasta el siglo XVII- por las razones ya comentadas. Es un concepto escolástico-dogmático que pierde vigencia con la entrada del renacimiento – humanismo.

El tercer punto de vista se presenta con la entrada de la modernidad en el escenario mundial y trae consigo la aparición de la ciencia basada en lo observable, medible y verificable. Es la ciencia de Galileo y Newton la cual se mantendrá vigente hasta el siglo XX. La nueva ciencia basada en la física relativista y probabilística conforma junto al positivismo lógico una nueva forma de concebir el conocimiento. Respecto al último punto, éste pudiera considerarse como una extensión del anterior. El desarrollo experimentado por el conocimiento sobre la historia, la sociología, la psicología, entre otras, llevó al mundo científico a hacer una separación de las ciencias en fácticas y humanísticas simplemente por sus contenidos u objeto de estudio entendiendo que estas ciencias también son positivas.

El desarrollo tecnológico ha producido la aparición de nuevas ciencias: ciencias de nuevos materiales, biología genética, astronáutica, por nombrar sólo algunas, las cuales han llevado a repensar el concepto de ciencia sobre todo por las implicaciones éticas, políticas y sociales que conllevan. Las palabras de Valdez (op.cit.) son adecuadas a este respecto: "el siglo XXI clama por una epistemología profundamente antropológica… se trata entonces de que ahora como nunca antes, el avance del conocimiento registra connotaciones éticas, económicas, jurídicas, políticas y por supuesto ideológicas" (p.46). La ciencia del siglo XXI es así un sistema de conocimientos parcelados que interactúan o se entretejen los unos a los otros y que, como un "retorno" a la modernidad, deben considerar lo humano como núcleo de su objeto. Una ciencia humanista y ecológica, como señalan diversos autores, tendiente a mejorar la calidad de vida y preservar el medio ambiente en este planeta el cual constituye nuestra temporal morada.

CAPITULO V

Teorías del aprendizaje

Introducción

El capítulo precedente se dedicó, entre otros, a considerar uno de los problemas más relevantes de la filosofía de la ciencia cual es el del conocimiento. Entre las diferentes facetas del mismo se trató lo referente a su origen señalándose al racionalismo y al empirismo como las corrientes filosóficas más importantes relacionadas con la fuente de donde deriva. El racionalismo sostiene que la razón es la fuente determinante; por otra parte, el empirismo afirma que la única fuente de conocimiento radica en los sentidos no existiendo, en el sujeto cognoscente, ninguna idea innata ni ningún concepto a priori de la razón. Como posiciones mediadoras entre estas dos corrientes se encuentran el intelectualismo y el apriorismo kantiano, pero son las primeras nombradas las que mayormente influenciaron la ciencia hasta bien entrado el siglo XX e inclusive, en la actualidad.

La realidad se aprehende y como tal es menester conocer de qué manera, desde el punto de vista subjetivo, se realiza dicha aprehensión. El estudio de este fenómeno es materia de una ciencia: la psicología, quién al separarse de la filosofía hacia finales del siglo XIX, dio origen al estudio científico de las formas de aprehensión de la realidad por parte del sujeto cognoscente. Se toma como fecha cierta de este comienzo el año 1878 cuando Wundt (1832- 1920) funda su laboratorio en Leipzig (Alemania). Es a partir de este momento cuando se crean o formulan las primeras teorías psicológicas del aprendizaje. El estructuralismo de Wundt, el funcionalismo de James, el conductismo de Watson y el gestaltismo de Wertheimer constituyen, entre otros, los primeros intentos de la psicología por resolver el problema del aprendizaje.

Acerca del Concepto de Teoría

Aragón (op.cit.) define una teoría como "un sistema organizado de proposiciones que trata de explicar un fenómeno determinado y de orientar las investigaciones dirigidas a ampliar los conocimientos que ya hayan sido recogidos sobre el mismo" (p.18). Dos aspectos resaltan en esta definición: el primero es considerar la teoría como "sistema organizado de proposiciones" y el segundo, la idea de investigación. La información disponible y la nueva obtenida, como sustento de dicha teoría, debe ser organizada puesto que de lo contrario se convertiría en una serie de proposiciones sin orden ni concatenación las cuales en poco o nada ayudarían a concretar dicha teoría. La investigación produce información, dentro de un contexto, dando sustento a la misma; en pocas palabras, ambas se complementan para constituir una totalidad coherente.

Kerlinger (1988) afirma: "el objetivo básico de la ciencia es la teoría. Dicho en un lenguaje más llano, su objetivo básico es explicar los fenómenos naturales. Tales explicaciones se llaman teorías" (p.9). Como el mismo autor señala, el comentario anterior puede parecer extraño puesto que se ha generalizado la idea de ser el mejoramiento de la humanidad el objetivo de la ciencia, cuando no es así. Su objeto principal es la teoría. De esta manera, Kerlinger (op.cit.) define teoría como:

Un conjunto de constructos (conceptos) interrelacionados, definiciones y proposiciones que presentan un punto de vista sistemático de los fenómenos mediante la especificación de relaciones entre variables, con el propósito de explicar y predecir los fenómenos (p.10).

En el capítulo precedente se señaló que la ciencia avanza de forma caótica – Reichenbach – o a saltos – Kuhn – o en forma progresiva – Popper. El hecho cierto es que las teorías hacen la ciencia y las mismas explican o tratan de explicar determinados fenómenos. Estas explicaciones pueden ser utilizadas para predecir o no; así mismo, las mismas no tienen porqué ser probadas o confirmadas. Es más, una teoría no puede ser confirmada ya que al representar la posición de un científico o comunidad de éstos, deja un margen de probabilidad de la no explicación del fenómeno en cuestión. Popper, en el sentido de la verificabilidad de la teoría, propone su método del falsacionismo. Así, Sira (s.f), se refiere al mismo: "él [Popper] propone la falsabilidad como criterio de demarcación en el que los enunciados nunca son verificables con la experiencia empírica pero si son contrastables con ella mediante la falsación (ensayo-error) o por la contradicción interna (lógica)".

Lo señalado en párrafos anteriores viene a colación para demostrar que las teorías científicas sirven para explicar un fenómeno en un contexto determinado y son temporales. Servirán como base para nuevas teorías o serán desechadas a la luz de nuevos conocimientos. Es así como ha sucedido con las teorías psicológicas del aprendizaje, como se verá en lo siguiente, las cuales han servido para formular nuevas teorías o por el contrario han sido descartadas al proponerse nuevas explicaciones del fenómeno del aprendizaje.

Teorías Psicológicas del Aprendizaje

Diversas son las interrogantes que surgen cuando se plantea el problema psicológico del aprendizaje: ¿qué es aprendizaje?, ¿ qué factores influyen en él?, ¿qué función cumple la memoria y la motivación?, ¿ existe un solo tipo de aprendizaje? Al responder o tratar de clarificar las interrogantes planteadas han surgido diversas posiciones o teorías a lo largo de la historia las cuales comenzaron a aparecer desde el momento mismo de la separación entre psicología y filosofía.

Pérez Gómez (1994) ha señalado:

La mayoría de las teorías psicológicas del aprendizaje son modelos explicativos que han sido obtenidos en situaciones experimentales, y hacen referencia a aprendizajes de laboratorio, que sólo relativamente pueden explicar el funcionamiento real de los procesos naturales del aprendizaje incidental y del aprendizaje en el aula (p.36).

Como podrá verse en lo siguiente, al presentar las diversas teorías del aprendizaje, éstas han surgido de experimentos con animales – los primeros intentos – en laboratorio y cuyos resultados han sido extrapolados al ser humano. Algunas de ellas han sido descartadas y otras relanzadas – a la luz de nuevos descubrimientos – a fin de presentar situaciones reales cuando el sujeto aprehende la realidad. Estas nuevas teorías contemplan situaciones de intercambio y comunicación con el entorno social del individuo así como fenómenos particulares que le afectan. Así mismo, el orden de presentación seguirá, en lo posible, el orden histórico de su aparición con el fin de enmarcarlas en la corriente filosófica imperante para ese momento y como influyó en su conformación.

El primer grupo de teorías a considerar son las llamadas asociacionistas, conexionistas o conductistas las cuales fueron las primeras en ver luz y se llamarán teorías clásicas. El segundo grupo lo constituyen las teorías del aprendizaje social, las teorías cognitivas y de la gestalt, que se denominarán, siguiendo a Pérez Gómez (op.cit.) teorías mediacionales. Los grupos tercero y cuarto lo constituyen las teorías genéticas y de procesamiento de la información. El quinto grupo lo conforma la posición constructivista.

Teorías clásicas del aprendizaje.

En el aparte anterior se comentó que el comienzo de la psicología del aprendizaje se corresponde con el momento cuando la psicología como tal se separa de la filosofía y se señaló a Wundt, al fundar su laboratorio en Alemania, como iniciador de esta nueva ciencia. A partir de ese momento nacen una serie de teorías – todas basadas en el empirismo – las cuales constituyen los primeros pasos por tratar de explicar los fenómenos del aprendizaje. Las primeras escuelas psicológicas que surgen en estos albores y quienes producirán las diferentes teorías clásicas son:

Estructuralismo.- Nace en el laboratorio de Wundt siendo su principal representante Titchener (1867 – 1927). Aragón (op.cit.) se refiere a esta posición

El estructuralismo es asociacionista, atomista y empirista y su objeto de estudio es la conciencia o experiencia humana inmediata… utiliza preferentemente el método introspectivo o introspección, que consiste en una forma de autoobservación mediante la cual el sujeto, sometido a un estímulo, observa lo que sucede en su interior y lo verbaliza (p.44).

El problema fundamental del estructuralismo radica en el hecho mismo de la introspección ya que depende de la propia interpretación hecha por el sujeto del estímulo y de las sensaciones que vivencia. Los estructuralistas no sólo se preocuparon por el estudio de los contenidos de conciencia sino también por las relaciones entre dichos contenidos. Estos contenidos: sensaciones, imágenes y sentimientos se combinan entre sí para producir percepciones, emociones e ideas.

Funcionalismo.- Es adaptativo en el sentido según el cual la psicología debe priorizar en el estudio de aquellos aspectos mentales más relevantes para la adaptación,tales como el aprendizaje y la atención, entre otros. Sus más conspicuos representantes fueron James (1842 – 1910), Dewey (1859 – 1952) y Carr (1873 – 1954), mencionados por Aragón (op.cit.) quienes trataron inútilmente de presentar una posición consolidada. Como señala Aragón (op.cit.):

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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