1. Introducción 2. Globalización 3. Análisis del Mercado Venezolano 4. Características del Mercado Venezolano 5. Crisis de la cultura democrática en Venezuela y el impacto de la globalización 6. Integración del Mercado Latinoamericano 7. Organismos Multilaterales de Integración 8. Factibilidad de la Integración. 9. Beneficios para la Industria Venezolana 10. Proyectos 11. Economía Venezolana en el Mundo 12. Organismos Multilaterales de Integración fuera de Latinoamérica 13. Beneficios para la Industria 14. Tendencias 15. Conclusión
A pesar de los innumerables trabajos dirigidos al estudio y análisis del fenómeno de la globalización no es fácil encontrar un intento de definición que vaya más allá del nivel descriptivo. En términos generales, por globalización se entiende el movimiento acelerado de bienes económicos a través de las barreras regionales y nacionales. Este intercambio incluye personas, productos y por sobre todo, las formas tangibles e intangibles de capital. El efecto inmediato de la globalización es la reducción de la "distancia económica" entre países y regiones, así como entre los actores económicos mismos, incrementando, de este modo, las dimensiones de los mercados y la interdependencia económica.
En los últimos dos decenios del siglo veinte se han desencadenado una serie de procesos de gran trascendencia, tanto por la magnitud de los efectos generados como por la complejidad que estos asumen en su expresión fenoménica, en donde se advierte la inmediata y recíproca dependencia con la cual están concatenados. De estos procesos destacan dos: las formas en las cuales se desarrolla competencia en el mercado global y; la acelerada dinámica del desarrollo científico tecnológico ambos, responsables de las transformaciones que de manera dramática alteran la configuración tecno-económica, modificando el conjunto de premisas organizativas y científico-tecnológicas así como de las formas de comprensión que durante largo tiempo posibilitaron el despliegue de un cierto modelo de desarrollo (centro-periferia) y de una particular estructura bipolar del poder mundial.
Por otra parte, estos proceso también han provocado el derrumbe de muchas de las certezas que guiaron gran parte de la actividad en la época moderna; certezas derivadas a partir de marcos teóricos de interpretación hoy bajo serios cuestionamientos, pues ellos no facilitaron una compresión ni mucho menos la previsión de la dinámica y magnitud que asumen las actuales transformaciones. Junto con ello, se desdibujan valores, ideologías y doctrinas políticas, sociales y económicas que impregnaron de sentido a los proyectos individuales y colectivos de una parte importante de la humanidad. Por ello, han sido abandonadas, o por lo menos no tienen el poder de convocatoria que antes tuvieron. Sin embargo, se advierte que, aunque en forma precaria, a finales del siglo se han impuesto una serie de consideraciones en torno a las determinaciones centrales de la política económica contemporánea.
En el plano económico, por ejemplo, parece evidente que al mercado le fue otorgado un rol preponderante: se impone como el instrumento más apropiado para manejar los intereses competitivos. En el plano político, por su parte, la democracia representativa es considerada como el medio de mayor eficacia para elegir entre orientaciones políticas diferentes. En el plano social, las cosas no están muy claras. Sin embargo, una tendencia parece imponerse; los gobiernos abandonan la pretensión de una sociedad más equitativa que asegura el bienestar social para el conjunto de los ciudadanos, propiciando en cambio, el surgimiento entre los individuos, de atomizadas formas de autoayuda, mediadas por el mercado y no por formas colectivas de solidaridad.
Estas consideraciones que dominan en la política económica contemporánea, de algún modo, configuran un sistema político, económico y social ligado en forma indisoluble a dos procesos estrechamente relacionados, mismos que emergen como distintivos en este último cuarto de siglo: la competencia derivada de la economía global y; la dinámica del desarrollo tecnológico, que además de generar las condiciones para la consolidación de un cierto sistema, impone a escala planetaria un nuevo paradigma del que hacer eficiente, entendiendo por ello la sustitución de un modelo rector del progreso tecnológico-comercial que las empresas utilizaban para identificar y desarrollar los procesos, productos y sistemas de gestión mas rentables a partir de las alternativas tecnológicas que estaban disponibles en el mercado.
Globalización es una palabra de origen inglés, la cual se refería inicialmente a la expansión de las empresas multinacionales a través del mundo. La globalización se ha desarrollado más allá de la actividad de las multinacionales y se define hoy en día como el proceso de expansión de las relaciones culturales, políticas y económicas entre todas las naciones del globo. El fenómeno de la globalización afecta en mayor o menor grado a todos los países del mundo. Al lado de la globalización se presenta la regionalización, la cual no es más que el mismo fenómeno con una extensión geográfica menor.
Podríamos señalar que la globalización es un proceso en el cual desaparecen las fronteras tradicionales, donde se produce una integración acelerada en el ámbito internacional, en el área de los bienes, la tecnología, el trabajo y el capital; donde, en los últimos 20 años, se ha producido un crecimiento masivo en el comercio internacional, en el movimiento y la movilidad de la tecnología, el trabajo, el capital. Entre los países se han formado bloques, las fronteras empiezan a ser determinadas hoy en día, cada vez más, por la comunidad de intereses económicos y políticos, en lugar de las jurisdicciones territoriales tradicionales.
La globalización económica tiene tres manifestaciones: la del comercio de bienes y servicios entre países, denominada la globalización comercial; la creación del mercado de capitales globales, denominada globalización financiera o geofinanza; y el traslado de personas entre países en búsqueda de mejores oportunidades de trabajo (globalización del factor trabajo). El recíproco de globalización es la autarquía, en la cual un país se asila del comercio internacional, a través de aranceles y restricciones, y controla los movimientos de capital. Un país en autarquía trata de bastarse por sí mismo.
Finalidad
Con la globalización comercial, los países tratan de mejorar sus niveles de productividad a través de mejor formación de los medios de producción, que permita que el país desarrolle industrias exportadoras. Un país que ignore la existencia de la globalización comercial, normalmente se vuelve un país importador de materias primas y algunos productos manufacturados, y presenta periódicamente problemas en sus balanzas de pago.
Este proceso de transformación ha dado lugar también a una búsqueda en paralelo sobre nuevas concepciones de las políticas de desarrollo económico, puesto que está visto que el reto que las economías enfrentan es más complejo y mucho más impresionante y, en muchos casos, ya no hay ni siquiera el tiempo que las sociedades de antes podían dedicarle a la meditación y a la negociación; las exigencias son mucho más difíciles.
Ambito
La globalización comercial comenzó en 1948, con el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) y, recientemente con el tratado de Marrakech, Marruecos. Igualmente forman parte de la globalización comercial los acuerdos regionales de libre comercio, como lo son el Mercado Andino y el Mercosur.
Los tratados de libre comercio tienen como fin facilitar el comercio entre diferentes países, mediante la eliminación de barreras arancelarias. Cuando se eliminan las barreras arancelarias, los bienes producidos en un país se pueden exportar y vender libremente en otro país. La globalización comercial coloca al productor en un mercado abierto donde puede vender sus productos en el mundo, pero también tiene que competir con el mundo. El efecto de la globalización comercial ha tenido un crecimiento sostenido en el comercio mundial, el cual alcanzó un total de 5.500 millardos de dólares en 1998 (FMI
3. Análisis del Mercado Venezolano
La economía para el ciudadano corriente no es fácil de entender, a menos que se pueda aplicar estrictamente pegada al sentido común, lo que no es frecuente, especialmente en cuanto al significado práctico de los índices económicos. Cierto diario Capitalino publicó unos comentarios en donde expone que el venezolano común quizá no muestra todo su valor. Afirmaba que el ingreso familiar del venezolano cubre 37,1% de la canasta básica, según los datos recogidos por el Cenda (Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores), información que ilustra la disminución de nuestro poder adquisitivo, al menos en cuanto a la canasta básica.
Por otra parte, el Banco Central ratifica que el Sistema de Bandas y la Oficina de Asesoría Económica del Congreso, al igual que bancos de inversión y organismos multilaterales afirman que el bolívar está sobrevaluado 35,8% de acuerdo al cálculo de la paridad de compra con las monedas de los 16 principales socios comerciales del país. Días antes el Banco Central había informado que la inflación durante 1999 había alcanzado alrededor de 20%, considerándolo muy exitoso si se la comparaba con la del año 1998 que a su vez había sido inferior a la de 1997 y que espera además que este año llegue a sólo un dígito.
Para el ciudadano corriente que sólo dispone de su sentido común esos índices e informaciones resultan contradictorios y difíciles de entender en conjunto, lo que debe ser posible. La infografía, esa gran ayuda de que disponen ahora los medios y los comunicadores para ayudarnos a comprender con un vistazo lo que se expresa en cuartillas de texto, es, sin embargo, muy reveladora. Ella mostraba un hombrecillo con los brazos levantados que indicaba el poder adquisitivo del ingreso familiar del venezolano frente a la respectiva columna por meses, indicativa del valor de la canasta básica, la que cada mes desde Agosto hasta Diciembre de 1999 iba subiendo desde Bs. 534.778 hasta Bs. 646.602.
El hombrecillo está cada vez más distante de alcanzar la cima de la columna respectiva pues su poder adquisitivo, por el contrario, ha disminuido en esos mismos meses desde 44,8% hasta 37,1% de la respectiva canasta. La infografía es muy clara, aunque quizá lo hubiera sido más si el cuerpo del hombrecillo se hubiera empequeñecido y sus brazos se hubieran alargado, mostrando que su pedido de auxilio, su angustia, hubieran aumentado.
Qué pasaría si todos esos índices: inflación, poder adquisitivo, sobrevaluación del bolívar, etcétera, se integraran en uno solo o al menos se indicara su influencia mutua o en cada uno de ellos la inflación, por ejemplo, lo que suponemos se podrá hacer en la práctica; asimismo la sobrevaluación del bolívar debería permitir bajar o mantener el precio de algo de lo que adquirimos cada día, aun o sobre todo, en los productos que conforman la cesta básica que tienen muchos componentes importados. Sin duda estas informaciones se correlacionan y el ciudadano común, sin comprender completamente, intuye que algo falta en la información oficial que le llega a través de los medios. Nos hacemos preguntas, pero no estamos en capacidad de analizar y sacar conclusiones.
4. Características del Mercado Venezolano
Naturaleza y características de la cultura democrática del venezolano
Podríamos decir que en Venezuela, así como en América Latina en general, ha prevalecido al menos desde la década de los años 30 del presente siglo una cultura basada en una visión colectivista y redistribuida que privilegia los elementos valorativos de "solidaridad" e "igualdad" que tiende a liberar al individuo de la necesidad de elegir y competir, y lo lleva a acogerse a la protección de otra voluntad. Se trata de una concepción que contrasta abiertamente con aquella derivada de la tradición anglosajona, la cual ha contribuido a desarrollar una cultura de tipo más individualista, que se centra en el valor de "libertad" y que propicia en los individuos una conducta de mayor responsabilidad y participación ciudadana, disponiéndolos a tomar decisiones y realizar escogencias por sí mismos.
Ciertamente, los estudios realizados hasta el momento en Latinoamérica aunque no son muy específicos en cuanto a los valores culturales propios de cada país, muestran un perfil cultural bastante común, cuyas características psico-sociales son las siguientes, según el especialista venezolano Alfredo Keller.
1) Presencia de una fuerte tendencia generalizada a percibir el entorno como algo que cambia sin que se le pueda controlar, razón sobre la cual se ha nutrido el fenómeno del paternalismo de Estado y, por derivación, de una fuerte relación de dependencia del ciudadano hacia las estructuras sociales dominantes.
2) Bajos niveles de confianza en las instituciones dado el carácter paternalista e instrumental de las relaciones del individuo con la sociedad.
3) Fuerte personalidad autoritaria que refuerza o magnifica la necesidad de sociedades dominadas por superestructuras poderosas, referidas a la concepción del Estado y a las demandas de un orden previsible.
4) Doble racionalidad entre el discurso y los hechos que pone de relieve la conflictividad entre las costumbres y las normas que explica, en buena medida, las dificultades para asumir compromisos colectivos bajo marcos jurídicos comunes.
5) Cierta sobrevaloración del "yo" dentro de una cultura mágico-religiosa destinista e igualitaria que, en conjunción con la externalidad del control, deriva en actitudes que privilegian relaciones basadas en la solidaridad sobre las relaciones de productividad y que llevan, por ejemplo, a considerar la competencia como una cosa indeseable.
6) Dominio de lo emocional sobre lo racional, y permanente conflicto entre la esfera de intereses variables y los normativos, por la superioridad de aquellos sobre éstos.
7) Bajo nivel de información y superficialidad en los niveles cognitivos.
8) Finalmente, un cuerpo hiperbólico y acrítico de creencias sobre el entorno, reflejo de los bajos índices de conocimiento e información.
Estas características psicosociales que conforman una base cultural cuyos orígenes deben buscarse en nuestras herencias y tradiciones políticas, económicas, sociales, religiosas y ético-morales propias de cada nación latinoamericana pero que en general nos identifican como sociedades de fuertes tendencias autoritarias, dependientes y clientelares se nutren, a su vez, de un cuerpo de creencias sumamente arraigado que refuerza la necesidad de un Estado todopoderoso y redistribuidor, a la par que desalienta las iniciativas personales y competitivas.
Todo ello explica, en gran parte, el desarrollo en América Latina y en Venezuela en particular de sistemas políticos acentuadamente presidencialistas, centralistas, populistas y partidistas, de modelos económicos de naturaleza rentista y de intervencionismo de Estado, y de sistemas sociales poco estructurados, con niveles bajos de asociación, organización, participación y pluralismo. Este es el caso, precisamente, de la democracia que se instaura en Venezuela a partir de 1958, cuyas bases sociopolíticas básicas se establecieron entre los años 1945-1948.
Y es a este perfil cultural que también se deben como veremos más adelante las resistencias a los cambios por una economía abierta y una democracia apegada realmente al Estado de Derecho, más participativa y moderna, que se han producido en prácticamente todas nuestras sociedades latinoamericanas. De hecho, las inevitables reformas económicas y políticas producto de la globalización mundial en sus aspectos de liberalización y democratización introducidas en la mayoría de los países de la región a partir de finales de la década de los ochenta, fueron al menos en un principio rechazadas por sus respectivas poblaciones (como ha sido el caso venezolano en 1989 y 1993) y posteriormente aceptadas pero bajo un contexto de autoritarismo abierto (caso chileno con Pinochet) o de autoritarismo velado al estilo civil (siendo el caso del régimen Fujimorista en Perú el más destacado).
Para entender cabalmente la naturaleza de la cultura democrática venezolana se hace necesario explicar, aunque sea muy brevemente, el modelo o proyecto democrático que nace en 1958 y que entra en crisis a partir de la "década perdida" de los 80, ya que ambos están íntimamente vinculados. Este modelo de democracia se caracterizó en el ámbito político por ser un sistema altamente partidista en virtud de que los principales partidos políticos del status (Acción Democrática y Copei) monopolizaban el proceso político, jugaban el rol tanto de mediadores principales, y casi únicos, entre el Estado y la Sociedad Civil como de canales de agregación y articulación de intereses sociales. Se trataba a su vez de una democracia pactada y populista porque funcionaba sobre la base de un esquema complejo de negociación y acomodación de intereses acordado por las elites políticas y sociales del país, y porque se basó en el reconocimiento de la existencia de una pluralidad de intereses sociales, económicos y políticos, así como en la necesidad de su incorporación en el nuevo sistema.
El sistema político era de carácter populista, además, porque su ideal giraba en torno a un gobierno que respondiera en grado máximo a los deseos y preferencias efectivas de la mayoría de los electores, aun cuando este populismo estuvo signado por fuertes rasgos demagógicos y clientelares. el ámbito económico, el sistema democrático del 58 se basó en un modelo de desarrollo capitalista de Estado dado que ese Estado jugaba un papel central en la estructuración de las principales coordenadas de la nación al fungir como propietario de la fuente principal de recursos (el petróleo) y como agente de distribución de la riqueza nacional. De allí que la renta petrolera haya sido el factor dinamizador de la economía, mientras que el sector privado cumplía un papel secundario.
Este modelo estatista fue orientado a la diversificación del aparato productivo nacional de manera de sustituir productos importados por el establecimiento de industrias productoras o ensambladoras de bienes terminados (modelo cepalista de sustitución de importaciones), proceso también financiado por la renta petrolera. Por último, en vista de las características político-económicas señaladas, el sistema social venezolano manifestó un carácter de extrema dependencia del Estado y los partidos políticos. La creación por parte del Estado de una extensa y compleja red asistencial que se ejercía y funcionaba esencialmente a través de los partidos políticos, produjo una sociedad civil débil, basada en pocas organizaciones no partidistas y con un nivel precario de institucionalización, asociación y participación.
Ahora bien, es preciso señalar que dentro del proyecto específico de democracia se garantizaron formalmente los valores fundamentales de una cultura democrática moderna al estilo occidental. La libertad, la igualdad y la justicia quedaron consagrados en la Constitución de 1961. Después de diez años de dictadura, la libertad se convirtió en el valor fundamental, especialmente en la esfera de los derechos individuales, sociales y políticos; sin embargo, la libertad económica estuvo contraía por muchos años en virtud de las facultades y funciones desproporcionadas que se le dio al Estado en materia económica.
La libertad de expresión, el derecho de libertad política y el derecho al voto fueron los valores más desarrollados. La igualdad fue especialmente atendida en el ámbito social, no obstante siempre asociada más a la búsqueda de la igualdad de recursos (con un marcado sesgo redistributivo y colectivista) que a la igualdad de oportunidades.
La sistematización de la distribución por parte del Estado, aunque no fue necesariamente equitativa, (y consecuencia sin que ello haya significado una sociedad más igualitaria) permitió un mayor bienestar colectivo. La justicia, aun cuando fue proclamada como el gran ideal democrático, fue en la práctica el valor menos atendido e inculcado. De hecho, la igualdad para acceder oportuna y eficazmente a la solución jurídica de conflictos fue poco asegurada por un sistema de administración de justicia que perdió aceleradamente independencia, autonomía y eficacia.
En este modelo democrático también se garantizó y desarrolló el pluralismo no sólo entendido en términos estrictamente políticos (existencia de una sociedad conformada por diversos grupos políticos y centros de poder) sino como actitud cívica respecto a la diversidad de ideas y posiciones, de tolerancia, moderación y diálogo para el manejo de las diferencias, divergencias y antagonismos. La actitud participativa se dio principalmente en el ámbito político dando lugar a niveles altísimos de participación partidista y electoral. Pero la participación económica y cívica fue precaria porque se llevó a cabo casi en forma exclusiva por intermedio de los partidos políticos, y en consecuencia fue poco activa y efectiva. La actitud de responsabilidad ciudadana y de rendición de cuentas entre el Estado y la sociedad fueron, sin embargo, prácticamente inexistentes.
Pero con todas sus debilidades y diferencias con respecto al ideal democrático occidental, entre 1958 y 1989 (aunque lógicamente estas fechas son imprecisas) prevaleció en Venezuela una cultura democrática y en estrecha correspondencia con la evolución del sistema político y el modelo socioeconómico aquí esbozado. Una cultura en donde los rasgos populistas, estatistas, nacionalistas, centralistas, rentista fueron los predominantes, pero en la que también se desarrollaron los valores y actitudes de libertad, pluralismo, competencia e individualismo.
Esta cultura fue sólida en el sentido que existía un gran apoyo y confianza hacia el ideal de la democracia y su sistema por parte de la mayoría de la población venezolana, a pesar de la oposición y critica a determinados gobiernos o formas de gobernar (Torres 1990). Sin duda, este basamento cultural fue un factor de suma importancia en el proceso de estabilidad, consolidación, legitimidad, alternabilidad y gobernabilidad democrática del Estado-nación venezolano, y un paso de avance significativo con relación a la cultura política prevaleciente durante los períodos autoritarios del siglo XX.
5. Crisis de la cultura democrática en Venezuela y el impacto de la globalización
No obstante, durante la década de los 80 y en particular en la década de los 90, esta cultura democrática ha empezado un proceso de resquebrajamiento y cambio. Su crisis y deterioro se puede deducir y palpar más nítidamente de las opiniones que la mayoría de la población venezolana viene manifestando con relación a la democracia como sistema, hacia sus instituciones fundamentales, sus procesos y actores; así como en las actitudes y creencias políticas y económicas que expresa, las cuales también han sido detectadas y seguidas en múltiples estudios cualitativos y sondeos de opinión pública (Fundación Pensamiento y Acción et al. 1996; Zapata 1996). De ellos sabemos, por ejemplo, que la mayoría de la población venezolana manifiesta que la democracia es, sin lugar a dudas, el sistema de gobierno preferible pero que en algunas circunstancias un gobierno no democrático podría ser aceptado. Para el año de 1990, una minoría (5.2%) de la población manifestaba estar "muy contenta" con la democracia; alrededor del 66.2% indicaba que estaba "más o menos contenta"; y algo más de una cuarta parte (28.6%) expresaba que el sistema debería ser sustituido. Y al preguntársele por cuál sistema debería ser sustituido un 37% decía que por una dictadura, un 30.8% por una mejor democracia y un 23.6% por un modelo socialista).
Aunque la oposición al sistema democrático no era mayoría, abarcaba en 1990 a un sector bastante apreciable de la población. Con estas cifras en mente, no debe sorprendemos que los intentos de golpes de Estado acontecidos en 1992 hayan tenido más eco y apoyo del esperado por parte de los venezolanos. Para 1996, el nivel de satisfacción con la democracia ya era francamente escaso (24%) en contraste con los niveles de insatisfacción 75%); y esta insatisfacción venía dada porque los aspectos negativos que se ven y sufren en esta democracia (corrupción, falta de justicia, desorden, delincuencia, falta de seguridad personal, pobreza, inflación, desempleo) son más y mayores que los positivos, referidos casi exclusivamente a la libertad de expresión y de votación
Con estas cifras, que sin duda han aumentado en 1997 y 1998, tampoco nos debe asombrar que en la actualidad el 82,8% de los venezolanos quiera cambios radicales en el sistema democrático, que un 53% los quiera a través de una Asamblea Constituyente (es decir, eliminando el Congreso Nacional) y que un 47% de la población venezolana se encuentre dispuesta a votar por el exmilitar golpista Hugo Chávez (Datanálisis-El Universal 1998). Los estudios también demuestran actitudes de muy poca participación política y electoral (de hecho los niveles de abstención electoral han crecido exponencialmente en las elecciones presidenciales y regionales que se han dado a partir de 1988); de rechazo y desconfianza hacia las instituciones fundamentales de la democracia tales como los partidos políticos tradicionales (que hoy congregan un 60% de rechazo en promedio), el congreso, el ejecutivo y el poder judicial; así como actitudes de confusión, apatía y anomia colectiva.
En suma, los venezolanos de hoy desean una democracia distinta que les proporcione orden y bienestar. Si ese cambio democrático no se da, están dispuestos a aceptar, al menos circunstancialmente, un régimen no democrático. Pero dentro de este deseo de cambio no se observa una inclinación clara por una democracia de economía abierta y menos estatista o dependiente de la renta petrolera. La mayoría de la población continúa pensando que el bienestar depende del Estado, que el petróleo nos beneficia a todos los venezolanos y que si bien es necesario reducir el tamaño del Estado, éste no debe dejar los controles y subsidios. La mayoría espera acción gubernamental más que incentivo a la sociedad para que asuma la propiedad de las empresas (Datanálisis – El Universal 1998). No obstante, en comparación con años anteriores, una buena parte de la población empieza a considerar la importancia y funcionalidad de la empresa privada, de las privatizaciones, de la inversión extranjera y del valor de la competencia.
Estos hallazgos acerca de los valores, actitudes y creencias del venezolano actual ponen en evidencia valoraciones y patrones de conducta mixtos y contradictorios, en los que resaltan tanto los aspectos modernizadores (democracia liberal) como especialmente los aspectos tradicionales (democracia populista y estatista). Todo este perfil cultural confirma, que la cultura democrática se encuentra en proceso de crisis, de acentuada transición sea hacia una reconstrucción o hacia una deconstrucción democrática.
Es difícil precisar cuál de los dos caminos se terminará adoptando ya que ni siquiera está claro aún si la evolución sistémica de la democracia terminará por mantener una continuación de la democracia populista o imponer un modelo de democracia moderna al estilo liberal o una dictadura abierta o velada de autoritarismo-civil.
Basta señalar, en líneas generales, que este modelo de democracia partidista, populista y pactada fue agotándose en la medida que entraba en crisis el modelo de desarrollo económico de carácter rentista y estatista, y en la medida que colapsaba el esquema clientelar adoptado por los partidos políticos como mecanismo de intermediación entre el Estado y la sociedad, al ir creando un estado de frustración con relación a las expectativas que se tenían en torno a la eficiencia del sistema mismo.
El modelo democrático dependió de la presencia y adecuación de tres factores fundamentales: la abundancia de recursos económicos provenientes de la renta petrolera, con los que el Estado pudo satisfacer las demandas de grupos y sectores heterogéneos; un nivel relativamente bajo y de relativa simplicidad de tales demandas que permitía su satisfacción con los recursos disponibles; y la capacidad de las organizaciones (partidos y grupos de presión) y de su liderazgo para agregar, canalizar y representar esas demandas, asegurando la confianza de los representados. Pero al producirse un cambio negativo en estas tres variables lo cual sucedió durante la década de los años 80 y muy especialmente a partir de 1989- el deterioro y la crisis del modelo se hicieron presentes.
Pero la crisis sistémica y cultural de la democracia también se deben a factores externos. Y aquí es que entra en juego el proceso de globalización. Se podría decir que la globalización entra en Venezuela y que Venezuela mira hacia el nuevo orden global, a partir del año de 1989 cuando el entonces recién instaurado II gobierno del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez del partido Acción Democrática toma la decisión de implementar un programa radical de ajuste y reestructuración – mejor conocido como "El Gran Viraje"- destinado básicamente a transformar la economía pero que fue acompañado de reformas para transformar el Estado y modernizar el sistema político.
6. Integración del Mercado Latinoamericano
El proceso de integración regional es un elemento fundamental para insertarnos en la globalización. Ciertamente la integración regional es una de las salidas estratégicas en Latinoamérica, para aumentar la escala de nuestros mercados, para sumar recursos y para complementarnos. Esto se ha visto no sólo en materia estrictamente comercial, sino también en materia financiera. En tal sentido, la integración regional juega un papel importante, pero vista como un proceso abierto, como un proceso integrado a esa internacionalización de los mercados de los que hemos estado tratando.
El rol preponderante de las corporaciones transnacionales, en el campo de la reestructuración o regionalización industrial, se visualiza especialmente con relación a las dos áreas principales, en las cuales se ha incrementado la competencia internacional, el comercio y la inversión directa. Justamente aquí, es donde se expresan las tendencias que impulsan la competencia internacional y lo que lleva a la regionalización e integración con los mercados.
En este sentido, el crecimiento económico y la transformación sería acompañada por un cambio en los patrones de las ventajas comparativas, relativas y absolutas de cada país. Las empresas transnacionales que actúan en el mercado global deben concebir e implementar estrategias específicas para cada uno de los tres más importantes mercados que componen la tríada, específicamente con relación al diseño de los productos, el mercadeo y distribución, la red de abastecimiento, finanzas, comercio e inversión externa.
Las industrias de alta tecnología que se convierten en las empresas líderes de la competencia global no están igualmente distribuidas entre los países. Esto implica, muchas veces, que ante un incremento de la competencia, los gobiernos se sientan impulsados a generar políticas diseñadas para alcanzar o mantener sectores económicos competitivos, al mismo tiempo que generan medidas que dificultan el desarrollo de los negocios de las empresas "extranjeras".
7. Organismos Multilaterales de Integración
Estos organismos de una manera u otra forman parte de la Integración Latinoamericana:
- América Latina y el Caribe Asociación Estados del Caribe – AEC
- Asociación Latinoamericana de Instituciones Financieras para el Desarrollo – ALIDE
- Asociación Latinoamericana de Integración – ALADI
- Banco Centroamericano de Integración Económica – BCIE
- Cámara de Integración Económica Venezolana Colombiana – CIVC
- Centro de Formación para la Integración Regional – CEFIR
- Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo – CLAD
- Centro Americano de Administraciones Tributarias – CIAT
- Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva – CeLGyp
- Centro Regional de Información sobre Desastres para América Latina y el Caribe – CRID
- Comisión Económica para América Latina y el Caribe – CEPAL
- Comunidad Andina – CAN
- Comunidad del Caribe – CARICOM
- Corporación Andina de Fomento – CAF
- Federación Latinoamericana de Bancos – FELABAN
- Foro Electrónico de Micro, Pequeñas y Medianas Empresas Latinoamericanas
- Grupo de Países Latinoamericanos y del Caribe Exportadores de Azúcar – GEPLACEA
- Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe – INTAL
- Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura – IICA
- Mercado Común del Sur – MERCOSUR
- Organización de Estados Americanos – OEA
Acuerdos de Integración:
Europa viene desarrollando nuevas e interesantes formas de organización político-administrativas durante las últimas dos décadas. Espacios y competencias económicas tradicionalmente reservados al Estado nacional, han sido deliberadas y conscientemente adjudicados a ese singular Estado supranacional que es la Unión Europea (políticas comunes en el ámbito agrícola, monetario, protección al consumidor, e industria del gas natural, para mencionar sólo algunas).
Tres formas de organización político-administrativa parecen fortalecerse en Europa: la supranacional, la regional y la municipal, ante lo cual la instancia nacional, si no pierde significación, sí cambiará radicalmente su papel. Este fenómeno, sin embargo, no es ajeno a la tradición y cultura política de Europa, como lo demuestran el status federalizado de Alemania o Suiza. Más recientemente, se destacan las autonomías españolas, la regionalización en la Francia de Mitterrand y las ofertas de una mayor autonomía político-administrativa a Escocia y Gales en el Reino Unido de Tony Blair.
La política exterior de un país en vías de desarrollo, de medianas dimensiones económicas y de extenso territorio como Venezuela, no puede estar ausente de tan trascendentales procesos simultáneos de integración supranacional y de regionalización cultural en el viejo continente, máxime cuando nuestras propias instituciones son hijas del ordenamiento político-administrativo europeo y de la cultura grecoromana y judeocristiana de Occidente, que tuvo su cuna también en el Mediterráneo. La diplomacia moderna de Venezuela viene asignándole a Europa el sitio estelar que le corresponde ante las nuevas realidades de una unión total en el orden económico y monetario, por una parte, y de una marcada descentralización regional con claro acento cultural y lingüístico, por la otra.
Son innumerables los proyectos de integración que tiene Venezuela con el resto de Latinoamérica, estos son un ejemplo que tomamos al azar de tres organismos:
- Grupo andino:
Países Participantes: Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela .
La Comunidad Andina es una Unión Aduanera y la Zona de Libre Comercio funciona plenamente entre sus Miembros, por lo que el intercambio de las mercancías originarias de los países miembros, está libre de restricciones y de derechos de importación en la Sub-región. Asimismo se ha avanzado en la facilitación del movimiento de factores productivos a través del Comercio de Servicios y la liberalización del Régimen de Inversiones Extranjeras.
Las relaciones comerciales del Grupo Andino, hoy Comunidad Andina, han adquirido una importante dinámica desde 1992. Dentro de ese auge comercial, tiene una gran significación el intercambio desarrollado entre Venezuela y Colombia, con un crecimiento del 300% entre 1993 y 1994.
- Grupo de los tres g-3:
Países Participantes: Colombia, México y Venezuela.
Es un acuerdo de libre comercio que entró en vigencia el primero de enero de 1995, creando un mercado potencial de 149 millones de consumidores. El acuerdo estipula una reducción arancelaria del 10% anual, durante diez años (comenzando en 1995), para el libre comercio de bienes y servicios de los países miembros. El G-3 es un acuerdo de tercera generación y no se limita a la liberalización comercial, sino que incluye una serie de nuevos tópicos del comercio internacional, tales como servicios, inversión, adquisiciones gubernamentales, regulaciones contra la competencia desleal y propiedad intelectual.
- Asociación latinoamericana de integración – aladi:
Países Participantes: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay, México, Venezuela.
El tratado de Montevideo de 1980, que sirve de marco para la actuación de la ALADI, tiene como objetivos:
- La promoción y regulación del comercio recíproco, la complementación económica y el desarrollo de las acciones de cooperación económica que ayuden a la ampliación de los mercados.
- Fomentar y regular el comercio agropecuario intraregional.
- Establecer en forma gradual y progresiva un mercado común Latinoamericano.
Dicho tratado contiene además, ciertos principios que los países deben tomar en cuenta para la ampliación del mismo y la evolución hacia el objetivo final, los cuales son:
Pluralismo: voluntad de los países para su integración
Convergencia: multilateralización progresiva de los acuerdos de alcance parcial.
Flexibilidad: permite la concertación de acuerdos de alcance parcial.
Tratamientos diferenciales: aplicado de acuerdo al grado de desarrollo de los países.
8. Factibilidad de la Integración.
La globalización, es decir, el viejo crecimiento de la actividad económica por encima de las fronteras políticas de las naciones, se ha intensificado en la última década. El impulso procede del desarrollo de las comunicaciones, la avalancha informativa y la muerte de la bipolaridad económica e ideológica que marcó la Guerra Fría. También han contribuido las nuevas estrategias corporativas geográficamente flexibles.
Alianzas estratégicas, crecimiento del mundo de los servicios, intenso flujo de capitales y si faltaba algo, ahora también avanza una visión convergente de los riesgos ambientales, los derechos humanos, la expansión de la democracia, la descentralización y la participación de la sociedad civil. Cada vez hay más cosas consideradas como patrimonio universal.
Nos enteramos en segundos sobre eventos y declaraciones. Capitales e Inversionistas migran hacia donde encuentran las mejores condiciones. Hasta las fábricas son portátiles. Los gobiernos con visión se adaptan al cambio redefiniendo estrategias.
Algunos futuristas perciben a la globalización consolidada dentro de pocos años. No creemos que sea así, todavía hay mucha tela que cortar. La regionalización y la tendencia a construir un mundo multipolar es quizá la fuerza más importante que se opone a la globalización y está funcionando. Así lo entendió hace años la Unión Europea y nos preguntamos si ese es el rumbo general de la política del presidente Chávez. En efecto en su viaje por Asia ha repetido varias veces la palabra 'multipolar' y con la misma frecuencia mencionó a 'un gran bloque económico latinoamericano', ¿Vamos hacia la regionalización como alternativa?
La regionalización está mostrando ser un movimiento de defensa bastante efectivo en el ajedrez de la globalización. Un estudioso del tema la describió como una fuerza centrípeta opuesta a la centrífuga de la globalización. Una estrategia política y económica dirigida a ampliar el mercado interno, mientras se dosifica la competencia externa. Si el Gobierno de Venezuela quiere practicar este difícil arte, es necesario hacer cambios profundos en la política económica actual y mirar primero a ese mercado, antes de endeudarse de nuevo para impulsar cierto tipo de producción.
Formar un bloque económico demanda políticas coherentes, compartidas con los potenciales socios comerciales y elevar la competitividad. No puede dominar el discurso minúsculo que a veces nos envuelve para proteger algún nicho del mercado interno o efectuar grandes inversiones sólo para el consumo local. Hay que pensar en grande y hacia fuera como lo han hecho Japón, Corea del Sur y Chile, como lo están haciendo México y China.
Venezuela a duras penas, ha realizado un tambaleante esfuerzo integracionista con los países andinos. Un negocio entre pobres era mejor que ningún negocio, decían algunos. Pero los Andes no son suficiente mercado y estamos ¿con acierto? atisbando en otras direcciones: Mercosur es una de ellas, Brasil, en un contexto bilateral, es otra.
Ahora el Presidente tiene la mirada puesta, en los grandes mercados de Japón, China e Indonesia. Pero ellos también están mirando, con oriental pragmatismo, la confusión de quinientos y pletóricos artículos del proyecto constitucional, los atrasos en la privatización, la inercia de la política económica y la retórica parroquial que ve árboles aislados sin percibir el bosque.
Vender orimulsión, café o cacao en Asia, luce bien interesante, siempre que lleguemos, allende el mar, con precios competitivos. Pero China quiere colocar aquí sus textiles. Japón sus miles de productos industrializados, y hasta con algo de suerte, quizás arriesgue unos miles de milloncejos en las tan anheladas sus inversiones.
Algunos ven en estos viajes la inscripción del Presidente en la globalización. Hay quienes temen que nos atrapen las tenazas de los grandes bloques, mientras, aletargados, no hacemos lo suficiente por elevar la competitividad. Otros prefieren consolidar primero al CAN antes de aventurarse en Mercosur y no faltan quienes anhelan volver a los golilleros tiempos de protección total. Pero no hemos llegado al fin de la historia y como nos gusta tanto vivir de ilusiones, a lo mejor se logra el milagro de globalizar la golilla sentados en un barril de petróleo.
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