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La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas I (página 10)

Enviado por Ricardo Lomoro


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En cierto sentido, el euro es un experimento arriesgado, una alianza económica forjada en torno a una moneda común, pero que deja la política fiscal en manos de cada país miembro. La promesa de que ningún integrante gaste en exceso ha sido violada por Grecia en reiteradas ocasiones durante los últimos diez años.

Se calcula que el déficit fiscal de Grecia para 2009 ascienda a cerca del 13% de su Producto Interno Bruto (PIB), muy por encima del límite de 3% fijado por la UE.

Durante la mayor parte de su existencia, el euro siguió su marcha a pesar de que países como Grecia e Italia no respetaban los límites fiscales. Los inversionistas no prestaban mucha atención a las escasas facultades del brazo ejecutivo de la UE para obligarlos a cumplir sus compromisos.

Ahora, sin embargo, el mercado ha enviado una clara señal de que el juego tiene que terminar y la UE tiene una difícil decisión por delante.

Cualquier solución que se configure para Grecia podría convertirse en un modelo para futuros rescates, apuntan analistas. ¿Debería Portugal recibir ayuda también? ¿Cuál es el mensaje que esto envía a los países de Europa del Este que tratan de incorporarse a la UE? ¿Qué ocurrirá con Irlanda, que no ha obtenido asistencia y que ha puesto en marcha severos recortes de gastos?

"El incendio puede apagarse de un día para otro. No es tanto dinero", dice Stephen Jen, del fondo de cobertura londinense BlueGold Capital Management. "Nos encontramos ante un problema mucho mayor".

Cualquier asistencia que preste la UE tendrá que hallar un equilibrio entre impedir una catástrofe de mayores proporciones, por una parte, y no castigar lo suficiente a países proclives a gastar en exceso, como Grecia, por la otra. Esto último podría mermar la confianza en el euro.

"Mientras quede muy claro que cualquier respaldo vendrá aparejado de condiciones muy severas, no va a afectar el tema del riesgo moral", indica Fabian Zuleeg, economista jefe del Centro de Política Europea, un centro de estudios de Bruselas. De todos modos, añade, "hay que elegir entre dos males".

Un rescate generaría grandes interrogantes acerca del pacto de estabilidad y crecimiento de la UE, como se conoce el mecanismo en que los países de la zona euro manejan su deuda. La UE ha sostenido que el pacto por sí solo es suficiente para ordenar las finanzas de los miembros más gastadores.

El martes hubo una leve señal de un cambio de parecer en Bruselas cuando Joaquín Almunia, en su último día como comisionado de Economía de la UE, afirmó que esperaba que otros miembros de la UE estuvieran dispuestos a ayudar a Grecia, pero que Atenas tenía que reconocer que no podía "recibir apoyo gratis".

"Es muy pronto aún para calibrar los efectos del posible rescate de Grecia por parte de Bruselas pero, si éste se confirma, supondrá sin duda un peligroso precedente para los países miembros de la Unión Monetaria e, incluso, para la futura viabilidad de toda la Unión Europea. El edificio de la moneda única, que vio la luz hace apenas una década, se sustenta sobre el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que impone un déficit público máximo del 3% del PIB y una deuda que, en ningún caso, debe superar el 60%"… Un peligroso precedente (Libertad Digital – 9/2/10)

Pues bien, las políticas de estímulo aplicadas por los gobiernos comunitarios para solventar la crisis económica han hecho saltar por los aires estas líneas rojas a nivel presupuestario. Todos los países de la zona euro, sin excepción, incumplen el Tratado que hace posible la moneda única. De hecho, algunos países, como es el caso de Grecia, Irlanda y España, lideran el desequilibrio fiscal, con déficits superiores al 10% del PIB.

Ahora, sin embargo, se ha demostrado que el Estado, al igual que una empresa o familia, también puede quebrar. El problema no es sólo de Grecia, sino de toda la Unión. Las necesidades de financiación de la zona euro en su conjunto están batiendo todos los récords conocidos hasta la fecha. En concreto, los dieciséis países miembros precisarán créditos por valor de 2,2 billones de euros, tan sólo en 2010, para cubrir sus necesidades de financiación (deuda pública), lo que equivale al 19% del PIB de la eurozona.

Ante esta enorme demanda de créditos, sin contar las necesidades de financiación de otras grandes potencias como Japón, Reino Unido o Estados Unidos, resulta evidente que los mercados (esto es, los inversores) discriminarán entre unos y otros a la hora de conceder los préstamos requeridos. Así, si una empresa atraviesa por graves problemas económicos y, en lugar de ajustar plantilla y reducir costes, apuesta por gastar lo que no tiene, es muy probable que ningún banco o inversor se arriesgue a concederle un crédito. Y, en caso de hacerlo, resulta del todo lógico que a cambio exija un tipo de interés muy superior respecto a otras empresas solventes y saneadas, debido al mayor riesgo de impago.

Esto mismo es lo que sucede con los países. Los mercados no están dispuestos a seguir manteniendo una línea de crédito a tipos bajos de forma ilimitada y a todos por igual. Grecia, con un déficit próximo al 14% del PIB -tras falsear sus cuentas– y una larga historia de evasión fiscal, es el típico deudor de baja calidad crediticia (subprime) y, por lo tanto, está obligado a pagar unos intereses muy superiores al de otros países más solventes y sólidos. De ahí, precisamente, que en las últimas semanas haya tenido que ofrecer a los inversores una rentabilidad superior a la de la deuda alemana para lograr colocar sus bonos en el mercado (es lo que se conoce como spread o diferencial).

Si a una familia muy endeudada y con escasos ingresos le triplican de repente los tipos de interés, su situación financiera se vuelve dramática e insostenible por momentos. Esto mismo es lo que le ha sucedido al Gobierno heleno y, de hecho, es justo lo que está empezando a experimentar en sus propias carnes el Gobierno socialista de España.

El rescate, sin embargo, es una inmoralidad. En esencia, Bruselas pretende que los contribuyentes europeos (sobre todo, alemanes y franceses) se hagan cargo de los disparates cometidos por el Gobierno de Atenas. Todo ello se materializará, sin duda, en más impuestos para todos.

Habrá que ver si los alemanes, que conocen a la perfección los terribles efectos que conlleva una creciente deuda pública, aceptarán el citado plan en caso de que la canciller Angela Merkel dé finalmente su brazo a torcer. No obstante, la broma le podría salir muy cara electoralmente. Además, tras Grecia, posiblemente, irán otros (España y Portugal son firmes candidatos).

Además, salvar a los gobiernos que han hecho mal los deberes impedirá el necesario ajuste que precisan la mayoría de balances presupuestarios en el seno de la Unión. El rescate tan sólo será un parche a corto plazo para prolongar la agonía en caso de que los países más débiles y con mayores desequilibrios fiscales no pongan en marcha de forma urgente drásticos planes de austeridad en el gasto público. Y cuando me refiero a drásticos, me refiero a recortes presupuestarios mínimos del 30% ó 40% en un período de dos o tres años. Tan sólo así se podrá solventar la crisis de deuda pública que acaba de comenzar.

"El rescate de Grecia por parte de Alemania -vale, aceptamos la UE- provocó un enorme alivio en los mercados de deuda y en la Bolsa de Nueva York, que hoy debería trasladarse a las europeas. Pero no significa el fin de los problemas, ni mucho menos. A pesar del precedente que sienta esta medida, rescatar digamos a España es bastante más difícil que a Grecia"… El problema de la deuda europea no ha hecho más que empezar (El Economista – 10/2/10)

Y tampoco hay que circunscribir el problema a los países periféricos del euro, porque hay amenazas, mucho mayores.

Juguemos a un juego. Quitamos algunas palabras del siguiente análisis de deuda y ustedes deben adivinar a qué país se refiere el autor: "El país necesita urgentemente un plan de austeridad creíble y contundente. La preocupación de los inversores en ***** es que, pese a todos los anuncios de ******, los políticos no asumen la magnitud del problema. Las consecuencias pueden ser graves, los bonos aguantan en el aire y el escenario de fondo es amenazante".

¿A que lo primero que se les viene a la mente es España? Pero podría ser perfectamente Grecia, o Portugal. Pero no, es de Reino Unido de quien habla el estratega jefe de crédito para Europa de Schroders, David Scammell. En todo caso, podría estar hablando de muchos países en la UE y fuera de ella. Y ése es precisamente el problema. Porque los mercados se habían acostumbrado a los temores sobre los países periféricos de la zona euro, pero el dolor apenas ha empezado en muchos más países occidentales.

A juicio de Scammell, el derrumbe de la deuda griega es un claro aviso a navegantes de que los mercados están dispuestos a castigar a cualquier país que da por seguro que podrá financiar su déficit sin problemas porque los inversores le van a comprar toda la deuda que haga falta. A su juicio, el Gobierno británico tiene que prestar mucha atención a los inversores y a sus temores, porque tiene que colocar 220.000 millones de libras (260.000 millones de euros) este año, y más de 550.000 millones (640.000 millones de euros) en los próximos tres.

Frente a esto, la retirada de los estímulos extraordinarios por parte del Banco de Inglaterra, es decir, los bancos contarán con mucha menos liquidez para comprar estos bonos. Y los compradores privados no bancarios de deuda fueron vendedores netos de deuda por 40.000 millones de libras el año pasado. Encima, existe la amenaza de que las agencias de rating rebajen la actual calificación de triple A del país, algo sobre lo que corren ríos de tinta estos días y que dificultaría y encarecería notablemente esas ingentes emisiones que debe realizar.

A juicio de muchos comentaristas, el problema de la deuda masiva en que han incurrido muchos Estados para reactivar sus economías y salvar sus sectores financieros es una enorme amenaza que se cierne sobre los mercados. Y EEUU no se escapa después del enorme gasto público en que ha incurrido en los dos últimos años.

Aunque la opinión general es que la UE no va a dejar caer a ningún país -después de Grecia rescatará a Portugal o España si hace falta-, todo tiene un límite y los presupuestos de los grandes países europeos también. Y algunos recuerdan que la crisis del Sistema Monetario europeo a principios de los 90 o la asiática de finales de la década nos han enseñado que las crisis no se circunscriben a los países donde se originan, sino que se extienden a todo el mundo.

"Bruselas baraja varias opciones para rescatar a Grecia – Préstamos bilaterales, avales o incluso compras masivas de deuda son las opciones más claras"… La primera crisis del euro – Europa contra los especuladores (El País – 10/2/10)

Los problemas de Grecia han empezado a arrastrar a Portugal y España, han desatado la especulación sobre una posible crisis fiscal en estos países, llevan unos días metiendo una enorme presión sobre las Bolsas, sobre los mercados de deuda pública, sobre los Gobiernos más afectados. Pero no se trata de Grecia, ni de Portugal, ni siquiera de España, la cuarta economía de la Unión. La pieza es mayor. La crisis griega -y sus réplicas a lo largo del Mediterráneo- amenaza con convertirse en un huracán contra la deuda soberana que en última instancia podría desestabilizar a la eurozona en su conjunto, desde Helsinki hasta Tarifa. Tras varias semanas de negar la posibilidad de una suspensión de pagos griega, de declaraciones tibias que han atizado el fuego en los mercados, la Unión apuesta ahora por cocinar un rescate y acabar con las apuestas de casino de los especuladores que amenazan a los países sureños. ¿Cómo? No es sencillo.

Hay expertos que consideran que un rescate de un país desde dentro de la eurozona sería simple y llanamente ilegal. Que es el Fondo Monetario Internacional (FMI), el habitual apagafuegos en la crisis de deuda, quien debería tomar las riendas. "Pero el rescate es perfectamente legal", asegura Paul De Grauwe, "además de necesario". Grecia supone apenas un 3% de la eurozona, pero una suspensión de pagos abocaría al sistema financiero europeo a una tremenda sacudida: una parte significativa de los bonos griegos está en los balances de los grandes bancos europeos, muy castigados por la crisis subprime. Y provocaría un efecto contagio muy peligroso en la deuda pública de otros países, como España y Portugal han podido constatar.

Las cláusulas del Tratado de Maastricht impiden categóricamente que sea el BCE quien salga al rescate, y dejan claro que ningún país puede ser forzado a salvar a otros. Pero eso no excluye que los Gobiernos decidan libremente lanzar un salvavidas financiero a uno de los Estados Miembros, en situaciones excepcionales y a cambio de contrapartidas: básicamente, de que Grecia se apriete el cinturón y ponga en marcha un durísimo ajuste. Algo que en teoría ya ha hecho.

Al igual que Grecia y España, Europa se enfrenta a un problema grave de credibilidad. La UEM está en entredicho "como área monetaria óptima", tradicional eufemismo que usan los economistas para asegurar que no puede funcionar un área que deja su política monetaria en manos del BCE, pero que convive con políticas fiscales muy diferentes (países irresponsables, cuyo epítome es Grecia, por oposición con los rígidos corsés fiscales de Alemania), con políticas laborales muy diferentes. Con políticas económicas divergentes, en suma.

Hasta ahora, Bruselas ha jugado al gato y al ratón. Ha exigido a Grecia un fuerte ajuste presupuestario, una subida de impuestos, una rebaja de salarios y un tijeretazo en las pensiones. España y Portugal han dado pasos en esa misma dirección. Pero los mercados no captan el mensaje. "Ahora la UE pasa a la acción: lo más probable es que haya una declaración inequívoca de intenciones, una estrategia disuasoria para que los especuladores se retiren", dice De Grauwe.

Las alternativas son numerosas: préstamos bilaterales, avales, créditos del Banco Europeo de Inversiones, incluso un nuevo mecanismo financiero que evite el desastre. Incluso se baraja usar un fondo extraordinario creado hace unos meses (con el apoyo explícito del FMI) para ayudar a los países del Este. O la compra masiva de deuda pública griega por parte de los bancos centrales más poderosos, con Alemania a la cabeza. Desde el Reino Unido y Suecia -los aledaños del euro, más euroescépticos que nunca- se prefiere la opción del FMI, pero eso sería casi una humillación para Bruselas, una suerte de reconocimiento de la derrota del euro.

"Si hay voluntad política puede haber rescate", aseguró Brian Coulton, de Fitch. En ese caso surgiría otro problema, el denominado riesgo moral. Un rescate implica que se salva a quien ha actuado de forma irresponsable. Pero dejar caer a Grecia supone un enorme riesgo de contagio: un Lehman Brothers a la europea.

Brumas en el apoyo a Grecia

¿Cómo? Ya se verá. Pese a esta falta de concreción, esperada por unos y decepcionante para otros, la actitud de la UE tiene varias lecturas. La primera, que Bruselas no está dispuesta a dejar caer a ninguno de sus miembros. La segunda, que, con independencia de cómo se vehicule la ayuda, sus dirigentes parecen convencidos de que el coste de no hacer nada sería muy superior al de hacerlo. Y la tercera, que la reunión franco-germana ha vuelto a poner de relieve que, más allá de la existencia de una divisa común en 16 países miembros, la UE sigue siendo una entelequia en el resto de aspectos, incluidas su nueva y ya devaluada presidencia estable y la presidencia de turno. ¿Dónde estaba ayer Zapatero mientras Merkel y Sarkozy decidían lo que había que hacer y decir?

Banca en peligro

Pero con independencia de su marcado carácter político, el paso al frente de Alemania y Francia tiene también una lectura económica. Sus bancos serían los más castigados por una eventual debacle griega y por su posterior contagio a otros países periféricos. Las cifras son elocuentes: la exposición de las entidades financieras galas y germanas al polvorín griego asciende a 119.000 millones de dólares y a más de 900.000 millones si se suman sus intereses en España, Irlanda y Portugal.

A la luz de lo que se juegan, resulta evidente por qué Merkel y Sarkozy han asumido la riendas de los planes sobre Grecia, aun a costa de relegar al resto de Estados miembros, y erosionar aún más la imagen de una Europa débil y desunida. El apoyo político a Grecia se escenificó ayer y el económico parece que viene en camino, pero ello no fue suficiente para convencer a los inversores, que esperaban más.

El Ibex perdió un 1,66%, más del doble que sus principales homólogos europeos, mientras que el riesgo país se redujo, pero no sin sufrir tensiones durante el día. Las espadas siguen en alto en los mercados y su comportamiento en los próximos días dependerá de que Europa consiga transmitir la sensación de que es capaz de resolver sus problemas.

Dada la situación, el golpe de autoridad de Alemania y Francia bien merecería la pena si finalmente derivase en una mayor coordinación de la política económica europea y sirviese para meter en vereda a aquellos países, entre ellos España, que parecen desconocer la importancia que la estabilidad presupuestaria reviste para su futuro y el de la Unión.

"La moneda comunitaria cae un 10% en dos meses y medio, penalizada por los elevados desequilibrios públicos"… El mercado afila las armas para castigar al euro (Cinco Días – 13/2/10)

Probablemente haya ahora mucha gente en Grecia que empiece a pensar que el euro ha sido un mal invento. Los problemas económicos del país mediterráneo, creados no por la pertenencia al euro, sino por su propia coyuntura, han puesto a la economía helena al borde del colapso, con múltiples consecuencias: el coste de la deuda se ha disparado, no sólo en Grecia, sino también en el resto de países periféricos, entre los que se incluye España, las Bolsas se han visto penalizadas y la cotización del euro ha caído a plomo, pasando de 1,432 dólares por unidad a los que comenzó el año a situarse antes de mediados de febrero en el entorno de 1,362, con el horizonte técnico de 1,35 dólares muy próximo. No es un problema coyuntural, la situación va a continuar.

"La UE no se puede permitir una suspensión de pagos de Grecia, tendría un efecto contagio que no es deseado. Pero la gestión de la reducción de los déficits no va a ser sencilla. Hay que ser austeros y mandar un mensaje muy contundente ante la sociedad, que no es nada fácil", expone Marián Fernández, responsable de estrategia de Inversis Banco, que advierte: "El dólar seguirá siendo una moneda fuerte durante todo este año".

La resistencia social a los planes de austeridad y recorte de gasto no es de extrañar. "La gente no entiende por qué se ha gastado tanto dinero en rescatar al sistema bancario, tanto dinero que al final ha ido a pagar bonus, tanto dinero para ayudar a quienes han cometido errores muy graves, mientras el desempleo no mejora y sigue siendo alto", subraya Christophe Donay, estratega jefe del banco suizo Pictet. En dos años, la tasa de desempleo en la UE ha pasado de poco más del 7% al 10%, una cifra que en España es prácticamente del doble.

"Hay una serie de factores fundamentales en marcha en contra del euro. En el pasado, cuando un país tenía problemas, esto solía desembocar en una salida masiva de inversores en la moneda concreta y la presión se aliviaba devaluando dicha moneda. Eso ya no es posible en la eurozona. Las soluciones son ahora más difíciles de digerir, porque impactarán en todo el área", explica Stuart Frost, gestor de Threadneedle, que pronostica una caída hasta 1,2 dólares.

El euro ha cedido terreno contra casi todos sus socios comerciales. La moneda comunitaria ha perdido un 8,6% frente al yen; un 6,5% contra el peso mexicano; un 5,3% contra el dólar canadiense; un 3,9% frente al dólar australiano; un 2% contra la libra esterlina… (hasta el 15/2) La excepción es el real brasileño, que se deprecia un 1,3%; pero no por méritos europeos, sino porque la economía suramericana ha comenzado su propio proceso de enfriamiento, para mantener su competitividad exportadora; se espera que el PIB Brasil crezca entre 4% y 5%.

Esta debilidad del euro no es precisamente una mala noticia para la eurozona. El presidente francés, Nicolás Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, ya habían manifestado públicamente su incomodidad por un tipo de cambio de 1,5 dólares. "El euro parecía sobrevalorado a medida que avanzaba la crisis y éramos muchos los que habíamos tomado posiciones cortas", explica Roddy MacPherson, director de inversiones en la gestora británica SWIP. "Un euro más débil puede suponer un respiro para la zona y atraer más turistas a países como Grecia, España y Portugal", añade. A comienzos de año, el consenso de mercado se inclinaba por un tipo de cambio a 12 meses vista entre 1,5 y 1,6 dólares, dado el permanente déficit público y por cuenta corriente de EEUU. Esas previsiones están empezando a cambiar y el ajuste añadirá presión al euro.

Apuesta masiva contra el euro

Las perspectivas de debilidad del euro están provocando una apuesta masiva de los inversores especuladores contra la moneda. Febrero ya comenzó con récord histórico en posiciones netas cortas frente al euro, según los datos divulgados por la Comisión de Futuros y Materias Primas de EEUU. Pues bien, esas posiciones netas se incrementaron en la segunda semana de febrero un 30%, según las cifras publicadas este viernes, hasta alcanzar 57.152 contratos netos. Una señal de cómo ven los inversores a la zona euro.

Preocupa Grecia, su deuda pública asciende a 240.000 millones, el 100% de su PIB y subiendo. Para un mortal cualquiera, el dato puede parecer mareante. Pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que es sólo un 3,2% de todo lo que debe la eurozona. La proyección inicial de deuda pública de la zona euro para este año, según la Comisión Europea, es del 84% del PIB, unos 7,5 billones de euros; ese sí que es un número que da verdadero vértigo. La capacidad de los Gobiernos para gestionar ese ingente volumen de deuda y los eventuales problemas de financiación determinarán la evolución del euro en los próximos ejercicios.

"Con la mayor economía de la euro zona y la mayor tradición de pensamiento estratégico europeo en materia económica, Alemania es el país mejor dotado para protagonizar las enmiendas que la situación requiere ¿Por dónde irán los tiros? De momento el mensaje esencial es desdramatizar la situación. El barco del euro no se está hundiendo ni hay peligro de que eso ocurra. Aun ha pasado poco tiempo desde la "explosión griega", y el debate apenas comienza, pero es evidente que se empiezan a sacar conclusiones, tanto para el ámbito global como regional"… Alemania desdramatiza la eurocrisis (La Vanguardia13/2/10)

La crisis financiera evidenció la debilidad de organismos y prácticas económicas "internacionales", que en realidad son instrumentos de Estados Unidos y de su moneda, el dólar. Una idea comúnmente aceptada es la de que la política monetaria global no puede ser un asunto nacional, sino que debe ser organizado y controlado de forma verdaderamente internacional.

En los años sesenta y setenta Estados Unidos llevó a cabo una política monetaria "extremadamente egoísta", adoptando decisiones que sólo le beneficiaban a él, "sin tener en cuenta las tasas de cambio de otros países", señala Peter Bofinger, miembro de los "cinco sabios" que asesoran al gobierno alemán en materia económica. Bofinger propone un "sistema tripolar", con el dólar, el euro y el yuan (la moneda china) actuando como reserva global.

"En lugar de tipos de cambio fijos, el valor de las monedas sería determinado estrictamente por tasas de interés diferenciales. Por ejemplo, si la eurozona tiene un tipo de interés superior al de Estados Unidos, el euro se devaluaría respecto al dólar, así cada país podría pegar su moneda a una de las tres monedas del sistema tripolar de reservas", dice el economista en declaraciones a Der Spiegel.

Es una vieja idea que Pascal Lamy, actual Director de la Organización Mundial de Comercio, predicaba en China cuando era Comisario Europeo de Comercio. A los chinos tampoco les parece mal. Tal sistema, controlado por el FMI, "haría imposible las políticas monetarias egoístas", lo que redundaría en la estabilización de la economía global", dice Bofinger. Esta solución también imposibilitaría la especulación, que el caso griego ha vuelto a poner de actualidad.

Especulación y responsabilidades

El 8 de febrero los especuladores invirtieron 8000 millones de euros contra el euro, la mayor apuesta por la expectativa de la caída de una moneda jamás conocida. Fue un ataque en la línea del que George Soros capitaneó en 1992 contra la libra, obligando a devaluarla mientras él se enriquecía.

Según el "Financial Times Deutschland", "lo que está pasando en los mercados tiene muy poco que ver con los problemas económicos de Grecia, y mucho más con los intentos de inversores que especulan contra la eurozona para obtener beneficios". El diario estima que "si el gobierno alemán hubiera ayudado a Grecia antes, la operación de salvamento habría sido mucho menos costosa, y la situación no habría llegado tan lejos". Los inversores especulativos que ahora juegan con la quiebra del Estado, "se habrían pillado los dedos especulando contra el euro y los griegos". La tardanza ha permitido a los especuladores, "poner a prueba a la eurozona", lo que era innecesario. En ese sentido, señala el comentario, "el gobierno alemán tiene parte de responsabilidad en el drama griego".

Histerias y realidades

En Alemania se considera que la crisis del euro se ha sacado de quicio."Si todos mantienen la calma, se verá que en la eurozona no se producirá ni una sola quiebra estatal", señala un comentario del "Handelsblatt", que resume una posición bastante común. "No obstante", continúa, "en el futuro los miembros de la Unión Monetaria tienen que actuar de forma más convincente, es decir: con claras profesiones de fe en la reducción de deudas y actuaciones correspondientes en cuanto se hayan superado las consecuencias inmediatas de la crisis económica y financiera".

Ese es precisamente el propósito de la Canciller Angela Merkel y de su Ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble: la crisis griega debe contribuir a una mayor coordinación entre países para poder controlar con mayor eficacia los déficits.

El Consejero Bofinger cree que la verdadera envergadura del problema griego es menor de lo que se ha dicho. "La eurozona lo está haciendo mejor de lo que muchos dicen. Las deudas públicas y el préstamo estatal son más bajos que en Estados Unidos, y, llegados a la emergencia podría asumir una bancarrota de Grecia, país que sólo produce el 2,6% del PIB de la eurozona", dice. La deuda pública europea (88% de su PNB) es inferior al 92% de Estados Unidos y al 197% japonés, explica. También el déficit presupuestario de Inglaterra es mucho peor. "Durante meses California ha estado al borde de la quiebra, cuando su peso en el PNB de Estados Unidos es del 13%, así que mis temores de un efecto dominó (griego) son limitados", dice este observador.

Propaganda

Entonces, ¿por qué tanto ruido? La "crisis griega", y sus efectos colaterales ibéricos, ha recordado, una vez más, los problemas con el "aparato de propaganda" de la City y de Washington, en materias económicas que afectan a intereses europeos. Trátese de Airbus en su pelea con Boeing, o de la competencia entre dólar y euro, se constatan carencias en medios de comunicación, donde la hegemonía anglosajona es aplastante y se ve incrementada por el seguidismo inercial que practican los medios de comunicación continentales que frecuentemente hacen suyas causas claramente "antieuropeas".

De la misma forma en que la denominación "•Pigs" persigue la denuncia y la degradación de los países azotados por la crisis, "los mercados también han reaccionado hace poco de forma histérica ante el fantasma de la bancarrota de Grecia, un país con la potencia económica de Baja Sajonia o de Bremen", señala el diario berlinés "Tagespiegel".

Lo que hay que reparar

Cuando, el día 4 de febrero, el jefe del Deutsche Bank, Josef Ackermann presentó en Fráncfort su balance anual con 5000 millones de beneficios obtenidos el año pasado, el Estado alemán hizo de tripas corazón. Más de dos tercios de los beneficios de Ackermann, uno de los hombres más impopulares de Alemania, se obtuvieron a través de la "banca de inversión", es decir no como resultado de una buena gestión empresarial sino especulando con el dinero del contribuyente que los bancos recibieron en los paquetes de salvación del año pasado.

"Cuanto más ganan los bancos, mayor es el clamor en favor de unas reglas estrictas", constata "Die Zeit". La Canciller Angela Merkel ha hablado mucho de esas "reglas estrictas", pero aun no ha hecho nada, ni a nivel global, ni en Alemania: los bancos siguen funcionando como antes de la crisis.

Respecto a los problemas estructurales de la eurozona, la lista es abultada y compleja; poner coto a la especulación subiendo tipos de interés e interviniendo en los mercados para "quemar a los especuladores", como dice el Premio Nobel Josef Stiglitz. A largo plazo, fortalecer el gobierno económico europeo y los más complicado para Berlín, corregir los desequilibrios internos de la eurozona, que benefician, en primer lugar a Alemania, primera economía exportadora.

"En lugar de reparar eso, los dogmáticos neoliberales de la Comisión y del Banco Central Europeo, que son quienes deciden, impedirán con todas sus fuerzas que se ponga fin a la nefasta política de dumping fiscal y salarial, y continuarán haciendo creer que una moneda común es viable sin política económica coordinada ni compensación financiera", se lee en el semanario "Der Freitag". Respecto a los "cinco sabios" que asesoran al gobierno proponen un pacto de consolidación europeo por el que todos los países miembros se comprometan, de una forma transparente y creíble, a lograr presupuestos equilibrados.

"En 1998, Milton Friedman advirtió de que el compromiso de Europa con el euro se pondría a prueba cuando llegara la primera recesión de calado. Doce años después, ese momento ya está aquí, como también lo está el desafío lanzado por el economista"… La reválida del euro (ABC – 14/2/10)

Tras la caída de Lehman Brothers y el estallido de la crisis financiera en 2008, el dólar ganaba peso y valor en los mercados gracias a la liquidez con que la Reserva Federal había inundado los mercados. Entonces, la Unión Monetaria no se cuestionó.

Ahora, sin embargo, la apreciación que ha registrado el billete verde se ha cimentado, según los expertos, en una imparable percepción de riesgo en las cuentas públicas del hogar de su contrario, el euro. Las fuertes diferencias de gestión que se encuentran en los países del Viejo Continente y las dificultades que afrontan para equilibrar los desajustes de sus cuentas países como Grecia, Irlanda, Portugal y España han hundido la confianza de los inversores en la divisa de la Eurozona, arrastrando la cotización del euro más de un 4% desde noviembre.

Otra muestra de la desconfianza que la inestabilidad de las cuentas públicas ha desatado entre los inversores ha sido el ensanchamiento del diferencial de la deuda pública de estos países con respecto a la de Alemania, referencia de este mercado.

Ahora bien, ¿está cerca el fin del euro tal y como ha existido hasta el momento? La mayoría de los expertos no lo creen así. "Al mercado no le importan tanto los niveles de déficit que se alcancen sino la presentación de un plan creíble y convincente que permita vislumbrar una plausible consolidación fiscal en los próximos años", asegura Banif en su informe semanal (11/2) de estrategia.

Y son muchos los "eurodefensores" que destacan que una depreciación de la divisa europea será incluso positiva para la zona: "Animará las exportaciones y esto es clave en un momento como el actual", reflexionan. "Lo importante ahora es que la Unión Monetaria transmita el mensaje de que también es una verdadera unión económica y apoye a Grecia. ¿Habría algún problema si en EEUU salieran en apoyo del maltrecho estado de California? Lo que está ocurriendo debe hacernos más fuertes, no más débiles", asegura un economista y directivo español.

No obstante, no son pocos los factores de riesgo que los especialistas detectan en la divisa. El principal se centra en la denominada "Europa de las dos velocidades". Y es que, aunque el apoyo desde la UE a Grecia logró calmar en un principio el pánico de los mercados y acotar el riesgo soberano, el mercado ha empezando a leer ya el último episodio de volatilidad -en lo que va de febrero, la moneda única ha caído un 2,18% y desde comienzos de año pierde un 5,30% frente al dólar- en clave de política monetaria.

"Es inevitable, las fuertes divergencias entre los países limitan mucho el margen de maniobra de la Eurozona a la hora de abordar un momento de tensión futuro", advierten desde una casa de análisis nacional. Por ello, hay quien, aún bajo la hipótesis de que se pusiera un plan de rescate a Grecia sobre la mesa, se muestra escéptico sobre su recuperación cercana. "Los problemas de la región periférica van a persistir", explican en la unidad de banca privada del Grupo Santander.

Lo cierto es que el inicio del euro implicó, para varios países, una sustancial bajada de tipos que, entendida como permanente, impulsó la deuda del sector privado. Al cabo de unos años, fue el endeudamiento total el que creció, a pesar de que el superávit fiscal relucía en las cuentas públicas. La falta de convergencia en la inflación fue la puntilla, pues hizo que el grupo de los lentos en la carrera europea acumulara las mayores pérdidas de competitividad. Cuanta más inflación había, menores eran los tipos de interés reales, y más "rentable" el endeudamiento.

"Pero ahora, la crisis reciente ha provocado un incremento de los déficits públicos y ha tendido a difuminar la diferencia entre la deuda pública y la privada, debido a que los gobiernos, al salir como garantes de estabilidad financiera, respaldaron los pasivos de los bancos, los cuales habían articulado la expansión del crédito al sector privado en los años de bonanza", explica el servicio de estudios de Banca Mayorista de Banesto.

Ahora, el debate está servido. Desde el principio de la Unión Monetaria se consideró que la estabilidad de las cuentas públicas era un elemento clave para el buen funcionamiento del área, pero nada se dijo del sector privado, cuyas finanzas quedaron ajenas al Pacto de Estabilidad. Y no es difícil encontrar voces que claman por reformas que garanticen el equilibrio financiero para el conjunto de la economía.

"La primera crisis del euro pone en evidencia los límites y deficiencias de la unión monetaria"… Lo que Grecia ha enseñado a Europa (El País – 14/2/10)

Grecia enseñó al mundo a pensar. De la Antigua Grecia arranca la tradición filosófica occidental, el intento del ser humano por explicar el mundo mediante la razón y no a través de mitos y formas religiosas. Muchos siglos después Grecia vuelve a ofrecer una importante enseñanza al mundo. Su crisis fiscal ha puesto en evidencia las debilidades de la unión monetaria a la que tanto le costó acceder -trampas estadísticas incluidas-, ha expuesto cuáles son las deficiencias estructurales del euro y cuáles los límites de la propia Unión Europea. Grecia, en el germen mismo del nacimiento de Europa, ha precipitado la primera gran crisis del euro y sus consecuencias aún están por ver.

Dado que no hay otra unión monetaria en el mundo con la que comparar la marcha del proyecto europeo, hay quienes argumentan que estos son los contornos propios de una unión monetaria sin más, que no se trata de que las reglas impuestas por Bruselas hayan sido equivocadas o insuficientes sino que, en ausencia de una unión política, estos son los elementos con los que hay que trabajar y convivir.

"Los actuales problemas están en el origen mismo del euro. Es su pecado original porque se unifica la política monetaria de los estados miembros pero cada uno de ellos mantiene su soberanía fiscal", asegura Gerardo della Paolera, profesor de Economía de la Universidad Americana de París.

Sin embargo, las cosas se podían haber hecho de otra forma, se podían haber fijado otros límites y las herramientas elegidas podían haber sido también distintas. "Los niveles de vigilancia establecidos, a través del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), claramente no son suficientes. No se tienen en cuenta desequilibrios que ahora se han probado tan graves para la eurozona como los déficits comercial y por cuenta corriente, la evolución de los salarios, del crédito, la política prudencial…. No hay duda de que hace falta mayor supervisión", asegura Jean Pisani-Ferry, director del think tank Bruegel, con sede en Bruselas.

Las críticas al Pacto de Estabilidad son un episodio habitual para los expertos. Y la verdad es que no parece que un límite del 3% del PIB, en el caso del déficit, y del 60%, en el de la deuda pública, basten para dotar de estabilidad a una unión monetaria en un mundo tan complejo como el actual y en el que están tantos elementos en juego.

Precisamente, el PEC fue el origen de otra pequeña crisis de la moneda única en estos 11 años de existencia. En 2004, la Comisión Europea dejó en suspenso la aplicación de sanciones a Francia y Alemania por haber superado el límite del 3% de déficit el ejercicio anterior. Entonces se apostó por una reforma del Pacto que flexibilizara su cumplimiento para los países ricos, algo que algunos auguraron como una carga de debilidad permanente para el euro. No fue así. Pero ya entonces ese episodio permitió intuir algunos problemas estructurales de la Unión: la dificultad de acomodar unas reglas comunes a países con momentos del ciclo muy dispares y con trayectorias económicas muy diferentes. "El euro ha funcionado bien porque el 85% del comercio se desarrollaba dentro de la UEM", apunta Della Paolera.

Sólo que hay desequilibrios que no se pueden mantener de forma indefinida. "La estructura del crecimiento en Europa está desequilibrada de forma peligrosa, con un gran superávit por cuenta corriente en Alemania que tiene su reflejo en los grandes déficits que soportan otros países de la Unión. Esos países sufren entonces una pérdida de competitividad que no pueden aliviar mediante una devaluación del tipo de cambio", afirma Marco Annunziata, economista jefe de Unicredit desde Milán. "Al mismo tiempo, Europa no cuenta con un mecanismo lo suficientemente fuerte como para redistribuir recursos de forma efectiva entre países y cuenta con una movilidad laboral limitada. Una unión monetaria en esas circunstancias, sin mayor integración fiscal y política, no puede funcionar", sentencia.

Con todo, mientras las cosas han ido razonablemente bien -fuerte crecimiento, liquidez, optimismo- el euro ha funcionado. Los problemas de verdad surgen cuando la economía se deteriora. "Es la primera vez que las economías en dificultades tienen que lidiar con el rigor desde dentro de una unión monetaria y todo ello en medio de una enorme crisis fiscal", recuerda desde su despacho de Londres Peter Westaway, economista jefe para Europa de Nomura.

Aunque la magnitud de la crisis actual ha superado cualquier previsión, algunos escenarios sí que se podían anticipar, al menos en parte. Las crisis financieras suelen venir acompañadas de una reducción de la deuda -desapalancamiento, según la jerga económica- del sector privado y ésta, a su vez, de un aumento de la deuda pública. La historia concluye entonces que las suspensiones de pagos por parte de los Estados aumentan considerablemente después de las crisis financieras, como recogen Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en su libro Esta vez es diferente: ocho siglos de locura financiera. Si bien "las posibilidades de una suspensión de pagos son muy bajas, especialmente dentro de la eurozona, las incertidumbres que (esta situación) conlleva son considerables", admiten Ben Broadbent y Nock Kojucharov, de Goldman Sachs, en un reciente informe. Es decir, que los problemas por los que atraviesan economías como Irlanda, Grecia, Portugal o España, por poner un ejemplo, no eran tan difíciles de prever. Y menos después de la suspensión de pagos de Dubái.

Los mercados están castigando con un aumento de la prima de riesgo -medida por el diferencial de rentabilidad frente a la deuda alemana que hay que pagar para financiarse o por el coste de asegurar la deuda, los CDS- a los países con peor desempeño fiscal "y en este punto entra en juego la credibilidad, conseguida a lo largo del tiempo", como recuerda Citigroup en una nota a clientes. Porque hay un poco de todo. Desde luego en el caso de Grecia.

Cuando el nuevo gobierno griego del socialista Giorgios Papandreu asumió el poder, en octubre pasado, afloró la verdadera dimensión de las cuentas públicas. Frente a un déficit inicial estimado del 3,7%, los números rojos iban a avanzar a finales de año hasta el 12,7% del PIB. Lo peor es que se trataba de la enésima vez que Grecia falseaba sus datos, incluidos los que le permitieron acceder a la moneda única en el año 2000. Desde entonces Atenas ha estado inmersa en una carrera contrarreloj frente a los mercados para intentar ganar su confianza con sucesivos planes de ajuste que devuelvan a la economía helena al marco de las reglas comunitarias. Pero no hay credibilidad posible a la que Papandreu pueda apelar y menos para un gobierno que llegó al poder prometiendo subidas salariales a los funcionarios.

No hay duda de que la inestabilidad se ha cebado con los países del Sur de Europa más Irlanda, aunque el gobierno de Dublín ha acometido un plan de ajuste tan severo -incluyendo recortes del 15% del salario de los funcionarios- que parece haber recuperado la calma. Una coincidencia geográfica que ha llevado a los analistas a rescatar para sus informes el despectivo acrónimo PIGS, que significa cerdos, en inglés, y las iniciales en ese idioma de Portugal, Italia, Grecia y España. Una denominación que tuvo cierto éxito en los años previos a la entrada en vigor de la moneda única pero que la convergencia y el buen desempeño económico habían hecho caer en el olvido.

Claro que, si nos atenemos a las economías que pueden verse arrastradas en caso de una suspensión de pagos de Grecia, el nuevo acrónimo de moda entre los analistas es STUPID, las siglas en inglés de España, Turquía, Reino Unido, Portugal, Italia y Dubái. Algunos añaden otra U para incluir a Estados Unidos. La referencia del acrónimo en este caso es innecesaria.

Ante el alcance y la extensión que está cobrando la crisis, la Unión Europea se ha visto obligada a plantearse un escenario que había querido ignorar desde su creación: la posibilidad de un rescate financiero a un miembro de la unión monetaria. Es más, los estatutos fundacionales del Banco Central Europeo excluyen explícitamente la posibilidad de un rescate por parte de la autoridad monetaria. Sólo dejan la puerta vagamente abierta a que lo hagan los Estados miembros, pero bajo circunstancias muy concretas.

"No hay un mecanismo de gestión de crisis, estamos en proceso de inventarlo", reconoce Jean Pisani-Ferry. En algunos ámbitos ya ha habido avances. La Unión Europea estableció una línea de ayuda junto al Fondo Monetario Internacional (FMI) para acudir al rescate de Hungría, Rumanía y Letonia, países miembros de la unión pero no de la moneda única. Una opción que, sin embargo, parece descartada de plano cuando afecta a los países del euro.

No sólo por la humillación que puede suponer para los europeos que sean otros los que le resuelvan la crisis sino porque, además, el Fondo nunca ha aplicado sus programa en países que carecen de control sobre el tipo de cambio o sobre los tipos de interés. Y eso comprometería en buena medida la independencia del propio banco central. Pero no hay margen para la discusión. El que era comisario para Asuntos Económicos hasta el pasado martes, Joaquín Almunia, lo dejaba claro. "Coincido con los diputados que han dicho que no necesitamos llamar al FMI. Lo podemos y debemos hacer nosotros", declaró ante el Parlamento.

Y a ello se han puesto. El primer intento institucional de armar ese plan de rescate ha tenido lugar en la segunda semana de febrero en Bruselas y el resultado ha sido, cuando menos, decepcionante. Una declaración política asegurando que los Estados miembros no dejarán caer a Grecia parece lejos de transmitir la claridad que demandan los mercados. Y eso que los mismos países que más reticencias expresan a la hora de socorrer financieramente a Grecia -Francia y Alemania, principalmente- son los mismos que tienen una mayor exposición, a través de su banca, a estos mercados.

"Lo que tendrían que hacer los jefes de Estado y de Gobierno es clarificar cuáles pueden ser las modalidades de ayuda que están dispuestos a prestar a Grecia y fijar qué condiciones establecen ahora, y de cara al futuro, para los planes de asistencia a Estados miembros. Eso es lo que necesitan los mercados: no sólo bonitas palabras prometiendo futuras ayudas sino saber cuáles son las reglas del juego de la Unión para una situación de crisis", insiste el director de Bruegel.

Es ahí cuando los más puristas apelan al riesgo moral. El mismo temor que surgió entre las autoridades estadounidenses y que les llevó a dejar caer al banco Lehman Brothers, en septiembre de 2008, pero que no impidió el rescate meses antes de Bear Sterns o el de la aseguradora AIG, pocos días más tarde.

El mismo miedo de los países teóricamente más cumplidores de la Unión a subvencionar a gobiernos fiscalmente irresponsables, a que sus contribuyentes acaben costeando con sus impuestos comportamientos de gasto irresponsable.

En parte, no les falta razón. "¿Cómo va a aplicar Irlanda recortes de salarios públicos superiores al 10%, con la impopularidad que ello implica para su gobierno, si Grecia se acoge a un plan de rescate que le exime de adoptar ajustes dolorosos?", pregunta retóricamente Westaway. Es evidente que nadie va a optar por la disciplina presupuestaria si existe un camino más fácil. Y el riesgo moral apela, precisamente, a que pueda producirse una especie de contagio de países solicitando un rescate.

"Eso no lo sabes nunca y no se debe tener en cuenta en este momento. Lo importante es clarificar las reglas del juego para hoy y para mañana, no sólo hacer algo a medida de Grecia", incide Pisani-Ferry.

En todo caso, la Unión Europea también ha modificado sus normas cuando las circunstancias así lo han exigido, sin pararse a pensar si ello implicaba o no un riesgo moral sino la magnitud de los problemas en juego.

No en vano, el consejo de BCE acordó en pleno estallido de la crisis financiera aceptar deuda pública con calificación por debajo de A-, la mínima categoría exigida hasta entonces, como activo colateral a los bancos para facilitar su acceso a líneas de financiación preferente. Una regla que ya ha advertido que revertirá a finales de este año y que, en caso de deterioro de la calificación griega, podría hacer que sus bonos no pudieran ser utilizados por la banca para recibir financiación barata del BCE. Sería la primera vez que un banco central no acepta deuda de un Estado miembro. Un nuevo episodio de inestabilidad en los mercados estaría, sin duda, servido.

"Eso hace que resulte inconcebible que el BCE no vaya a encontrar una vía, si fuera necesario, para ayudar a un Estado miembro que permanece en riesgo sistémico. Al igual que es también inconcebible que el BCE vaya a precipitar deliberadamente los problemas de países en dificultades por unas reglas altamente procíclicas", explican los analistas de Moody's. Si el BCE ha reescrito sus reglas una vez, y lo ha hecho para ayudar al sistema financiero, bien puede volver a hacerlo en una segunda ocasión, sobre todo si se trata de garantizar la viabilidad de la Unión monetaria y el futuro del euro.

Porque de lo que no cabe duda es que la Unión Europea está viviendo situaciones para las que claramente no estaba preparada y siempre es buen momento para reformar aquello que no funciona.

Lo quieran o no, los ministros de Finanzas se van a ver forzados por las circunstancias a concretar algún tipo de hoja de ruta. Ya sea ahora o lo dejen para algo más adelante. Porque la crisis de deuda que ha estallado en el seno de la UEM se ha producido con los tipos de interés en el nivel más bajo de su historia, el 1%. Y si la recuperación de las economías se empieza a concretar como parece, la estrategia de salida del BCE pasa indudablemente por ir elevando los tipos de interés, lo cual añadirá más presión a las economías más altamente endeudadas. Todo en un contexto de fuerte competencia a la hora de colocar deuda, lo que les va a obligar a pagar sustanciosas primas a los inversores.

Al final, la Unión Europea va a acabar dando la razón al jefe de gabinete de Barack Obama, Rahm Emmanuel, cuando dice que "una crisis es una oportunidad que no se puede desaprovechar. Nunca".

– El gran riesgo del euro era el paro (El Mundo – 14/2/10)

(Por John Müller) Lectura recomendada

A veces, las advertencias teóricas se hacen realidad con gran crudeza. Hace 49 años, el profesor canadiense Robert Mundell formuló su teoría de las áreas monetarias óptimas que serviría de base a la Unión Monetaria Europea. En ella, Mundell, que obtuvo el premio Nobel de Economía en 1999, advertía que si los ciclos económicos de los países miembros no estaban acompasados, se producirían shocks asimétricos que harían que economías bajo una misma moneda se comportaran de modo distinto.

Y ya advertía que sólo había dos maneras de paliar este problema: una gran movilidad laboral o fuertes transferencias presupuestarias entre los países miembros.

Estas últimas semanas, distintos gurús económicos (Nouriel Roubini, Paul Krugman) han sugerido que la zona euro puede romperse por los desequilibrios que presentan Portugal, Irlanda, Grecia o España, los llamados PIGS. Un hecho así desautorizaría toda una escuela teórica, precisamente la que desde el Bundesbank alemán tomó las ideas de Mundell y favoreció la creación de la zona euro y el Banco Central Europeo (BCE).

Cuando en 1999 los 11 países fundadores del euro comenzaron a contar en esta moneda, su situación era muy diversa pese a que se habían fijado en Maastricht cuatro criterios de convergencia (inflación, deuda y déficit público, tipo de cambio y tipos de interés). Alemania, por ejemplo, llevaba unos años malos por la pesada digestión de su unificación.

En el caso español, lo peor que nos pudo ocurrir es que durante una década mantuviéramos un diferencial de inflación con la zona euro de casi un punto anual.

La inflación, unida a los bajos tipos de interés, desató una auténtica orgía de consumo y gasto que desembocó en la burbuja inmobiliaria y otros dispendios.

La fiesta fue considerable. En la evolución de los tipos de interés reales (el euríbor menos el IPC) en España y en Alemania desde 1999, se aprecia claramente cómo durante 49 meses las tasas en España fueron negativas, cosa que no ocurrió nunca en Alemania.

Esto significa que debido a que España tenía una inflación mayor que Alemania, aquí era más atractivo endeudarse. No sólo porque la tasa real era mucho más baja, sino porque durante casi cuatro años la inflación se comió nuestras deudas. ¿Cómo? La explicación es simple: si en enero tenemos un billete de 100 euros y la inflación es del 5% anual, el mismo billete al cabo de un año sólo valdrá 95 de los euros de enero. Si lo que ocurre es que alguien me presta ese billete y tardo un año en devolvérselo, habré ganado cinco euros.

En España, a diferencia de la mayoría de los salarios que están indexados con la inflación los tipos de interés no lo están. Por eso nuestros tipos eran muchos más altos que en Europa: para que la inflación no hiciera desaparecer las deudas a largo plazo.

Si no hubiéramos estado en el euro, el mercado se habría ajustado solo y los tipos de interés habrían subido. Como consecuencia, menos gente habría podido gastar en casas y otros bienes. La inflación hubiera devaluado nuestra moneda y habríamos preservado nuestra competitividad.

Pero como estábamos en la zona euro y las tasas de interés las fija para todos el BCE, los tipos no se movían y el dinero del resto de Europa fluía hacia España atraído por la demanda. Eso disparó el déficit de nuestra balanza por cuenta corriente (la diferencia entre ingresos y pagos de un país), un dato que suena tan técnico que muchos políticos no lo reconocen como una luz roja.

España ha sufrido un shock asimétrico, porque aunque todos los países sufren la crisis financiera, lo que nos diferencia es nuestro elevado endeudamiento, una alta inflación que además ha destrozado nuestra productividad y el monocultivo que suponía el ladrillo.

Cuando Mundell planteó los requisitos básicos para crear un área monetaria óptima, entre ellos figuraba que los factores de producción -capital, trabajo y tecnología– tuvieran una gran movilidad. Una unión monetaria suponía enormes beneficios para sus integrantes y aunque los miembros perdían el control de los tipos de interés y del tipo de cambio, las crisis se podían combatir con otras herramientas. Por ejemplo, Mundell recomendaba una alta movilidad laboral para que si un país del euro generaba paro, la mano de obra pudiera desplazarse a otro. El problema es que si ya en España la movilidad interna de los trabajadores es muy baja, ni hablar de los flujos hacia Europa.

En EEUU, en cambio, cuando Detroit ha entrado en crisis, muchos desempleados cambian de ciudad o de Estado en busca de nuevos empleos, una situación impensable para un parado español.

Por eso Mundell nunca consideró que la zona euro fuera un área monetaria óptima. De hecho, siempre insistió en que o los países acompasaban sus ciclos o había que flexibilizar el mercado laboral o permitir las transferencias fiscales entre estados, cosa que Bruselas descartó desde el principio.

Un problema añadido es que los pocos estudios que hay sobre los shocks asimétricos en Europa han sido muy optimistas. Uno de 2005 concluía que las divergencias inflacionarias dentro de la zona euro no representaban más fricciones que las que se producen entre los mercados de Canadá y EEUU operando juntos bajo el NAFTA. El estudio recomendaba al Banco Central Europeo que exigiera a los gobiernos que se eliminaran las rigideces de los mercados europeos. El informe lo suscribían los profesores Gunter Beck y Axel Weber, éste último el actual candidato de Angela Merkel para presidir el BCE.

Ahora, con cuatro millones de parados en España, descubrimos con desazón como las advertencias teóricas se convierten en cruda realidad. Descubrimos, por ejemplo, que el euro tiene un pecado original que ahora purgamos: nadie puso suficiente énfasis en la necesidad de construir un mercado laboral europeo único y flexible antes de poner en marcha la moneda única.

"Europa quizá necesite desembolsar hasta 320.000 millones de euros si decide rescatar a Grecia, porque abriría la puerta al salvamento de otros países con problemas financieros, según BNP Paribas"… El coste del rescate de Grecia para la UE podría ascender a 320.000 millones de euros (Cinco Días – 17/2/10)

"Un plan de rescate que tenga posibilidades razonables de éxito debería cubrir a todos los candidatos más probables, y tendría que ser grande", dijo Paul Mortimer-Lee, director mundial de economía de mercado para BNP en Londres. "El tamaño importa cuando se intenta ahuyentar a los especuladores y confortar a los bonistas nerviosos".

Para hacer el cálculo, Mortimer-Lee utilizó el 20% del producto interno bruto como regla general, basándose en los paquetes recientes del Fondo Monetario Internacional. Y también tiene en cuenta la ayuda proporcionada a la aseguradora American International Group Inc., el mayor rescate de Estados Unidos, que costó 182.000 millones de dólares.

La semana pasada, los líderes europeos se comprometieron a garantizar la estabilidad de la eurozona, aunque no nombraron medidas específicas para ayudar a Grecia. Los bonos de España y Portugal han caído por temor a que esos países también tengan problemas para reducir sus déficits. "No es de sorprender que el apoyo dado hasta ahora a los países europeos periféricos haya sido principalmente moral", dijo Mortimier-Lee. "Como dicen, prometer no empobrece, pero un rescate convincente sí que costará".

Por su parte, la Comisión Europea insistió hoy que vigilará de cerca que el Gobierno de Atenas aplique las medidas de ajuste a las que se ha comprometido para rebajar en 2010 su déficit cuatro puntos porcentuales (del 12,7% al 8,7%). Si el plan fracasa y finalmente es necesario rescatar a Grecia de la quiebra, el Ejecutivo comunitario afirmó que elaborará un marco europeo para coordinar la actuación de los Estados miembros.

"La Comisión Europea va a seguir muy de cerca de manera regular las medidas propuestas por el Gobierno griego y su impacto presupuestario con el objetivo de ayudar a las autoridades griegas a aplicarlas para lograr los objetivos de déficit público", dijo el portavoz de Asuntos Económicos, Amadeu Altafaj, tras la reunión semanal del colegio de comisarios de mediados de febrero.

En caso de sea necesario un rescate para evitar la insolvencia de Grecia, el portavoz insistió en que "tenemos los medios y los instrumentos necesarios para salvaguardar la estabilidad financiera de la eurozona". "En este caso, la Comisión está dispuesta a poner en marcha un marco europeo para coordinar la acción", señaló Altafaj, que subrayó que de momento el Gobierno de Atenas no ha pedido ayuda financiera y no precisó qué medidas concretas de rescate se adoptarían ni el reparto de la carga entre los Estados miembros.

Los ministros de Economía de la UE pidieron este martes a Grecia que de aquí al 16 de marzo prepare nuevas medidas de ajuste por si fracasa su plan anticrisis. Entre las medidas que la UE podría exigir a Atenas se encuentra el aumento del IVA y de los impuestos sobre la energía y la creación de una nueva tasa sobre productos de lujo.

Al mismo tiempo, la oficina estadística comunitaria, Eurostat, ha pedido información a Grecia sobre el uso, con la ayuda del banco de inversión Goldman Sachs, de instrumentos financieros derivados para maquillar su nivel real de deuda y espera una respuesta para el viernes. El portavoz dijo que la Comisión todavía no tiene una opinión definitiva sobre si el uso de estos instrumentos era legal en el año 2001. Y reiteró que Bruselas no descarta investigar a otros Estados miembros si se confirma si utilizaron estos derivados.

El Ejecutivo comunitario está convencido de que los Gobiernos de la UE aceptarán ahora, tras las falsedades griegas, su propuesta de dar a Eurostat más poderes para que pueda auditar directamente las cuentas públicas de los Estados miembros en caso de sospechas sobre la veracidad de los datos, pese a que el Ecofin rechazó una propuesta similar presentada en 2004. "La fiabilidad y la transparencia de los indicadores principales sobre las finanzas públicas es crucial", señaló Altafaj.

Al ser preguntado por el impacto que las medidas de ajuste exigidas por Bruselas pueden tener en una fuerte caída del crecimiento económico de Grecia en 2010, el portavoz explicó que "no es posible mantener un crecimiento sostenible ni garantías de crecimiento y de empleo adecuadas si aumenta de forma desproporcionada el gasto público". "Esto supone una hipoteca para las generaciones futuras que tiene también un coste mucho más elevado que las decisiones que se toman en términos de gasto e ingreso público en tiempos de crisis", señaló.

– Alemania ante el "trilemma" del euro (Expansión – 18/2/10)

(Por Pedro Schwartz) Lectura recomendada

La mayoría de los alemanes se resiste a ayudar a los griegos, refinanciando su abultada deuda pública, sólo porque sus dos países pertenezcan al área del euro.

Los alemanes abandonaron su querido marco por idealismo europeo, porque Helmut Kohl les convenció de que la nueva moneda suponía un gran paso en la construcción de una Europa unida. Ahora ven que la mala gestión de los asuntos públicos en los países periféricos de la Unión está minando la moneda europea. Se encuentran ante el dilema de permitir una quiebra del Estado griego o evitarla creando expectativas de que, en el futuro, otros Gobiernos manirrotos serán rescatados de manos de sus deudores.

Se habla de una solución intermedia, la de combinar la ayuda a la Hacienda helena con la imposición de drásticas medidas de saneamiento, controladas por el Banco Central Europeo y la Comisión. Esto equivale a dar un paso más en la centralización, lo que no es acorde con los tratados europeos. Como ven, los alemanes en realidad se enfrentan con un "trilemma" de salidas, todas ellas malas.

El Tribunal Constitucional de Karlsruhe aprobó los Tratados de Maastricht, y el más reciente de Lisboa, bajo condiciones muy estrictas. Para que las normas básicas de la UE fueran compatibles con la "Ley básica" o Constitución alemana, la UE debía quedarse en ser una Federación de Estados, sin trasponer el umbral de convertirse en un Estado propiamente dicho. La intervención directa de la Comisión de Bruselas en la gobernación económica de Grecia supondría, en opinión de un gran número de constitucionalistas alemanes, una intromisión en los asuntos internos de un Estado miembro y, para los alemanes, una posible infracción de su Ley básica.

Un referéndum daría la victoria sin duda a los victorianos. Por desgracia, o por suerte, los referendos están prohibidos por la Constitución alemana. Ya saben: esta prohibición se debe al temor de los plebiscitos hitlerianos. Adolf Hitler nunca ganó unas elecciones parlamentarias en Alemania, sólo un plebiscito libre en Austria, después del Anschluss. Los alemanes suelen ponderar lo listos que son los austriacos, que han convencido al mundo de que Beethoven era austriaco y Hitler alemán.

Además, ese tipo de ayudas, condicionadas a un mejor comportamiento, después de un primer momento de alivio, no se agradecen. La prueba son las manifestaciones en las calles de Atenas contra los recortes presupuestarios y la reducción del número de empleados públicos. Cunden las acusaciones de conspiración contra Grecia y el euro por parte de interesados especuladores.

Regeneración

En un reciente sondeo de opinión, más del 70% de los alemanes consultados se ha opuesto a prestar ayuda a Grecia con su dinero. Preguntan por qué no se deja que la Hacienda griega suspenda pagos.

Los propios griegos pagarían el coste de ese desfalco con tipos de interés más altos en sus próximos empréstitos. Esa firmeza comunicaría una señal a los Gobiernos y votantes de toda Europa de que la irresponsabilidad a la postre se paga. Lo malo de esta solución es que los mercados financieros comenzarían inmediatamente a apostar contra otros países endeudados. Se tambalearía el crédito de algunos Estados de los Balcanes o del Báltico, de Portugal, de Italia y, seguramente, de España.

Aunque los ministros del Gobierno de Zapatero insistan en que el porcentaje de la deuda pública española sobre el PIB no es de los más altos, a nadie se le oculta que les resultará muy difícil reducir el déficit presupuestario del actual 12% del PIB al 3% exigido por el Tratado de Maastricht.

España necesita crecer vigorosamente para reducir ese déficit hasta el límite del 3% establecido por Maastricht, para lo que es necesaria una fuerza de trabajo y una economía más productivas. Para que los mercados financieros creyeran posible esta regeneración, sería necesario otro Gobierno en España. No se olvide que los que han acabado de hundir a Grecia eran conservadores, no socialistas.

El presidente francés Nicolas Sarkozy quiere ayudar directamente a Grecia, pero la canciller alemana Angela Merkel se opone. Han llegado a un típico compromiso europeo, el de decir que apoyan políticamente a Grecia y que, quizá, estarían dispuestos a avalar los 30.000 millones de euros que necesita refinanciar en los meses de mayo y de junio.

La cuestión, sin embargo, es más profunda. Se trata de hacer saber al mundo, y no sólo a los mercados financieros, que el euro se gobierna por reglas firmes y que quien no las obedece corre el peligro de hundirse solo. No olvidemos que la moneda europea debería ser una barrera contra los abusos de los políticos populistas, siempre a la caza de votos. La tragicomedia griega también debería servir para que los votantes dejaran de pensar que hay servicios públicos gratuitos.

"Los profetas del fin del mundo siempre han aprovechado las situaciones de zozobra para poner en cuestión los fundamentos del sistema, sea cual sea.

Siempre vende más achacar una catástrofe natural al calentamiento global, o certificar el ocaso del capitalismo, en lugar de examinar los factores de riesgo que condujeron al reciente colapso financiero. Algo parecido ocurre ahora con el euro, designado como responsable de la crisis griega y factor que frena todo posible ajuste real en los países atrapados en tan malévolo invento. No se repara en los beneficios que ha reportado en el pasado, ni en su contribución a evitar una dislocación de las economías en los momentos más negros de la actual recesión"… Los males del euro (Expansión – 26/2/10)

Se dice que una moneda fuerte constituye una invitación a endeudarse a bajo coste, en ausencia de mecanismos comunes de disciplina suficientemente constringentes. Algo hay de cierto en ello, y tampoco hay motivos para tolerar la deficiente supervisión de las finanzas griegas por sus pares. Pero, en última instancia, el deudor compulsivo sabe muy bien a qué se enfrenta y sobre todo tratándose de un Estado.

Más serio parece el argumento que asocia una unificación monetaria a una dificultad intrínseca para operar ajustes reales y recuperar la competitividad dilapidada. Asegurar una senda de crecimiento a base de reducciones en los salarios nominales y en los precios de los activos resulta utópico. Pero sanear la situación a medio y largo plazo, manteniendo una estricta política de moderación salarial y de control de la demanda y los precios, constituye la única opción viable.

Las devaluaciones sólo aportan un alivio temporal si no se acompañan de un severo plan de austeridad que aleje el fantasma de la espiral de inflación y sucesivas depreciaciones. Por firme que resulte el compromiso de actuar sin contemplaciones siempre resultará más fiable la estabilidad otorgada anclando la economía al euro, al crear así un marco de predictibilidad en las expectativas tan esencial para que la actividad productiva y la inversión se desenvuelvan sin sobresaltos.

Las recetas avanzadas muestran, más si cabe, las ventajas del euro. Los más radicales propugnan desde sacar a Grecia de la moneda común a que se vaya Alemania, lo que equivale a defender la vuelta al inestable sistema monetario fraccionado que afortunadamente superamos.

Otros se lamentan de la inexistencia de un gobierno europeo dotado de suficiente capacidad presupuestaria para ejercer un efecto equilibrador, sin reparar que, de fijarse uniformemente en toda la UE las prestaciones sociales al nivel de Alemania, los incentivos al trabajo en los países del sur se evaporarían.

Si los países del sur son menos productivos que los germanos no pueden aspirar a cobrar lo mismo y pretender al tiempo generar aquí actividad y empleo. La única respuesta realista reside en una mayor coordinación de las políticas económicas que fuercen a quienes disponen de margen a incrementar su demanda interna y obligue a frenar a tiempo a quienes han mostrado tendencia a vivir de prestado.

El mal europeo debe buscarse en las carencias para diseñar un plan de reactivación propio, sin fiarlo todo a una hipotética recuperación de los EEUU. Enfrascarse en la agenda 2020 en lugar de actuar en 2010. Culpar al euro equivale a cortar la cabeza del mensajero, por recordarnos con su callada, pero inexorable, disciplina que las alegrías se pagan tarde o temprano.

– ¿Se puede romper el euro? (El Confidencial – 1/3/10)

(Por R. J. Lapetra) Lectura recomendada

La moneda única, forjada en las profundidades de la antigua Comunidad Económica Europea, afronta días difíciles. Quizá su examen más crítico, como vaticina la cancillería alemana Angela Merkel. En los buenos tiempos, la Unión hizo la fuerza, pero desvió la atención de las debilidades. Más de una década después de activarse la divisa que unió a doce monedas nacionales como la peseta española, el franco francés, el marco alemán o la lira italiana, entre otras, ha resucitado uno de los fantasmas de los euroescépticos: su rigidez.

El debate sobre una potencial desmembración parcial del euro se ha extendido en las últimas semanas sobre muchas economías europeas y, en particular, sobre las más débiles. Países como España, Italia o Portugal han visto como frente a la crisis económica y financiera carecen del arma principal que les ayudó en el pasado a salir del pozo: la devaluación de su divisa, que consigue ajustar los desequilibrios económicos adquiridos (déficits, salarios, competitividad…) en periodos de bonanza. Pero la pertenencia al euro impide este truco macroeconómico utilizado en el pasado en tiempos de crisis.

Los países más débiles están ligados a los más fuertes como Alemania o Francia a través de la Unión Monetaria. Este caldo de cultivo se asemeja al que se produjo en el nacimiento del sistema monetario europeo a principios de los años 90, con el ataque de varios hedge funds a la libra británica, que tuvo que salir del de aquella primitiva unión pese a la intervención del Banco de Inglaterra. Esta misma semana, George Soros, el protagonista de aquella gran batalla en los mercados, ha reaparecido en pleno debate sobre el euro tras revelarse una reunión con otros inversores para apostar por la paridad euro-dólar.

Los analistas consideran que es muy difícil que alguno de los estados miembros, o todos, abandonen la disciplina del euro. "No creemos que la Unión Monetaria Europea se vaya a romper. Los costes de romper el euro, en esta fase, superan con mucho sus beneficios. Mucho mejor, en nuestra opinión, es entrar en suspensión de pagos en el seno del euro que incurrir en los costes políticos, económicos y sociales de tratar de sobrevivir en el exterior", añaden desde UBS.

En este sentido, las consecuencias de un hipotético abandono del euro para un país consistirían en denominar la deuda pública viva en la nueva-antigua divisa, un cambio tan radical de las condiciones del país emisor que se igualaría al de una bancarrota o suspensión de pagos. Coinciden en alertar de esta tentación desde la agencia de calificación S&P y añaden que si se opta por mantener la deuda en euros, la profunda devaluación de la nueva divisa multiplicaría el valor real de la deuda mantenida en euros, con lo que la capacidad de repago y el acceso a nuevas fuentes de financiación quedarían en una misión casi imposible.

Antecedentes de rupturas monetarias

"A pesar de que pensamos que el euro se ha conservado intacto es evidente que, en términos económicos, el euro no funciona. Es decir, hay partes de la eurozona área que hubieran ido mejor económicamente si nunca se hubiesen unido. Esto no es un argumento para apartarse [del euro], pero plantea preguntas acerca de los factores que construyen el éxito económico en las uniones monetarias y que ocurre cuando estos factores no aparecen", añaden desde esta firma.

En cuanto a los antecedentes históricos de la unión monetaria se mencionan la intervención temporal de EEUU en 1933, y el colapso de la Unión Checo-Eslovaco monetaria en 1993, referentes históricos de lo que se hace mención. A mediados de los años 30, en plena Gran Depresión estadounidense, una mayoría de estados de EEUU adoptaron restricciones a las transferencias bancarias y una especie de corralito que no fue seguido por todos. Sin embargo, después de casi un lustro de cierta flexibilidad interna en materia de tipos de interés y emisión de dinero, se reconstruyó la unión.

Un escenario que a algunos economistas les recuerda a la fase previa de pertenencia al euro de las monedas que van a ingresar en él, como les ocurre a los futuros candidatos a ingresar en la unión. Durante varios años se convierten en monedas y economías satélites que gravitan alrededor de la moneda única hasta que cumplen los criterios de convergencia y se ratifica su adhesión. La posibilidad de volver a esta fase de cuarentena y vigilancia es precisamente uno de las posibilidades planteadas para dotar de flexibilidad monetaria a los Estados miembros del euro más débiles.

"Existen algunos tentadores paralelismos entre la situación de EEUU en la década de 1930 y la posición del euro en la actualidad. La unión monetaria de EEUU, aunque efectivamente terminó a principios de 1933, fue capaz de restablecerse mediante la adaptación de sus instituciones. En particular, la movilidad del mercado laboral y las transferencias fiscales a través de fronteras fueron finalmente decisivas en la generación de un área monetaria más suave de funcionamiento", dice el informe.

Esto explica como en plena crisis fiscal de Grecia se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de un rescate liderado principalmente por países más prósperos como Alemania. "Las uniones monetarias implican el sentido de comunidad económica. Esto significa que las zonas más prósperas deben, de hecho, subvencionar las partes de la unión monetaria que se encuentran en una situación de desventaja económica. Las transferencias fiscales son el precio que tiene que ser pagado para crear una unión monetaria de un tamaño significativo", señalan.

"El euro está siendo sometido a una dura prueba y "quizá no sobreviva" a la crisis del déficit de Grecia, dijo el inversor multimillonario George Soros.

La constitución de la moneda europea tiene "fallos" porque hay "un banco central común, pero no hay un Tesoro común", dijo Soros en el programa Fareed Zacharia GPS de CNN"… Soros: El euro "quizá no sobreviva" a la crisis griega (Cinco Días – 1/3/10)

"El tipo de cambio es fijo. Si un país se mete en problemas, no puede depreciar su moneda, lo cual sería lo normal", dijo Soros. "Y tampoco cuenta con los pagos de transferencias que los estados estadounidenses reciben si les va peor que a otros estados".

La deuda de Grecia ha hecho que el euro tenga la racha bajista más prolongada frente al dólar desde noviembre de 2008. Los inversores también están preocupados por los déficits de presupuesto en otros países de la eurozona, como España.

Soros pronosticó que Grecia sobrevivirá a su crisis fiscal, "pero que España y los otros países" encararán dificultades similares. "Así que si Europa no toma las medidas institucionales que se requieren para compensar la deficiencia, quizá no sobreviva", dijo sobre el euro.

La semana pasada, Soros escribió en el Financial Times que si los países miembros de la Unión Europea no dan el próximo paso hacia la unión política, la moneda común puede desintegrarse.

La mejor solución para Grecia sería que los países de la UE vendieran eurobonos para refinanciar aproximadamente el 75 por ciento de su deuda por vencer, a condición de que alcance sus objetivos, y dejar que el país financie sus necesidades restantes como mejor pueda, dijo Soros en el diario.

El economista Martin Feldstein, profesor de la Universidad de Harvard, que en 1997 advirtió que la unión monetaria europea desencadenaría un mayor conflicto político, dijo el 12 de febrero que los problemas fiscales de Grecia exponen las fallas del proyecto de moneda única.

– Pan para hoy… (Expansión – 6/3/10)

(Por Juan Pedro Marín Arrese) Lectura recomendada

La crisis griega ha demostrado, una vez más, que todo mal inicio conduce a pésimo final. Si el Consejo Europeo, y Angela Merkel en persona, se hubieran abstenido de dar a entender su apoyo incondicional al socio en apuros, no estaríamos en el actual atolladero. Papandreu ha cumplido con su parte del trato, instaurando un plan de austeridad sin precedentes, y espera ser correspondido, por parte de quienes le han impuesto los deberes, con la compra de la deuda que emita.

El problema es que el mercado descuenta este desenlace y, de verse defraudado, podría desencadenar una tormenta que arrastrase a los más vulnerables, sin realizar distingo alguno. Hemos comunitarizado el problema por jugar a crear expectativas, sin pensar en las consecuencias de sentar un precedente reflotando a Grecia.

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