La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas II (página 13)
Enviado por Ricardo Lomoro
Tercero, la cuestión no es si los gobiernos de las economías avanzadas harán ajustes; que los realizarán. La verdadera pregunta se refiere a la naturaleza del ajuste (ordenado o desordenado), a la fecha y al impacto colateral.
Como es natural, los gobiernos aspiran a superar la dinámica de las deudas incobrables a través de la ordenada (y relativamente indolora) combinación de crecimiento y voluntad del sector privado para mantener y aumentar sus títulos de deuda gubernamental. Sin embargo, teniendo en cuenta los índices inusualmente altos de paro, el débil crecimiento, los grandes déficits y la incertidumbre reguladora, ese objetivo afronta importantes contratiempos.
Los países se verán obligados así a tomar difíciles decisiones en relación a las subidas de impuestos y los recortes del gasto. Si estas no se materializan a tiempo, el universo de posibles consecuencias se expandirá para incluir el aumento excesivo de la deuda y, como posibilidad extrema, el impago y la confiscación.
Cuarto, los gobiernos pueden imponer soluciones a otros sectores de la economía doméstica. Lo harán tomando y desviando recursos. Esto adquiere especial relevancia cuando el margen para la migración trasfronteriza de actividades es limitado, tal y como sucede ahora dada la naturaleza generalizada de los daños a las finanzas públicas.
Quinto, la dimensión internacional complicará el ajuste fiscal interno que afrontan las economías desarrolladas. La eficacia de la consolidación fiscal no sólo depende de la voluntad y capacidad de un gobierno para implementar medidas a medio plazo. También se ve influenciada por lo que decidan hacer otros países.
Estos cinco puntos apoyan la idea de que el daño causado a los balances públicos es de gran relevancia para un amplio número de sectores y mercados. Por el momento, sin embargo, la inclinación es a restar importancia al impacto calificándolo de aislado, temporal y reversible.
Todo esto lleva al sexto y último punto. Deberíamos esperar (en lugar de sorprendernos) que los daños tarden en reconocerse por parte tanto del sector público como del privado. No hay estrategias sencillas a las que recurrir ante nuevos problemas sistémicos. Esto lleva a muchos a volver a modelos analíticos retrógrados, cuya idea central consiste esencialmente en hacer caso omiso de la nueva realidad del sistema.
Existe otra complicación más. Es necesario reconocer la situación a tiempo, pero no basta. Debe ir seguido de la respuesta adecuada. Aquí, la historia sugiere que a gobiernos y empresas no les resulta sencillo superar la tiranía de compromisos internos anticuados.
¿Dónde nos lleva todo esto? Nuestra sensación es que la importancia del daño causado a las finanzas públicas de las economías desarrolladas aún no se ha apreciado y comprendido en su justa medida. Sin embargo, con el tiempo, quedará patente su gran trascendencia. Cuanto antes se reconozca, más probabilidades habrá, de evitar los trastornos y no verse afectados por ellos.
– Por qué la Unión Monetaria Europea pasa su mayor crisis (Expansión – 13/3/10)
(Por Wolfgang Schäuble)
Grecia ha llegado a una encrucijada. Por primera vez, la eurozona mantiene un estrecho control sobre la política fiscal y económica de uno de los países miembros de la unión monetaria europea.
El caso de Grecia nos sirve de aviso para extraer lecciones para la unión monetaria. No pienso en medidas específicas para estabilizar Grecia. Tampoco en discutir sobre una forma de gobierno económico que mejore la coordinación en política económica en la UE. Mis ideas van dirigidas a crear una unión monetaria más resistente a una crisis.
El euro ha demostrado ser un elemento de estabilidad fiable durante la crisis. Nos ha protegido de unas turbulencias en las divisas europeas que, de lo contrario, habrían agravado la situación en Europa. Sin embargo, la unión monetaria afronta un momento decisivo. Las secuelas de la crisis se están haciendo más visibles, los mercados laborales de algunos países languidecen y la deuda gubernamental excede los límites permisibles prácticamente en todas las regiones.
Sólo hay un camino a seguir: todos los miembros de la eurozona tienen que adherirse nuevamente al pacto de estabilidad y crecimiento lo antes posible. Hago hincapié en este mensaje porque tengo la impresión de que los mercados financieros globales parecen estar hablando con más claridad que muchas de las voces de la esfera política.
Se han revelado graves problemas estructurales en algunos estados de la zona euro -debilidades que hay que abordar mediante un largo y doloroso proceso de ajuste-. El control de la política fiscal y económica de la eurozona no bastó para evitar tendencias no deseadas. Por lo tanto, debemos hacer un uso más decisivo de los instrumentos a nuestra disposición. A partir de ahora, un estado miembro con un déficit excesivo no debería recibir fondos de cohesión de la UE si no ahorra lo suficiente.
Es obvio que el conjunto de leyes europeas aún está incompleto. La unión monetaria no está preparada para situaciones de extrema severidad como la actual y que demandan una intervención exhaustiva para evitar mayores riesgos para el sistema. La confianza en que el control presupuestario era eficaz, hacía inconcebible el desequilibrio actual.
Si deseamos que el euro sea sólido y estable -que fue nuestra condición para dejar el marco y su alta credibilidad por la divisa común- tenemos que estar preparados para integrarnos más en la eurozona. La coordinación entre los miembros del euro tiene que ser más trascendental; deben asumir un papel activo en las políticas del resto de socios.
Sé que habrá que superar una fuerte oposición política. Sin embargo, estoy convencido de que desde la perspectiva de Alemania, la integración europea, la unión monetaria y el euro son la única opción. La capacidad de los europeos para cooperar a la hora de afrontar las adversidades es decisiva. Por primera vez, ha quedado patente que un miembro de la unión monetaria con débiles fundamentos económicos puede perder con rapidez la confianza de los mercados financieros globales ante una grave crisis presupuestaria. Esto plantea preguntas en torno a cómo sería posible ofrecer apoyo a un estado miembro y, simultáneamente, evitar la amenaza de impago cuando ese país esté consolidando sus finanzas.
Estas funciones las ha asumido tradicionalmente en muchas crisis el Fondo Monetario Internacional, con buenos resultados. Para un miembro de la unión monetaria, este enfoque no está exento de problemas debido a un área central de la política común, que recibe el nombre de política monetaria. Por tanto, la implicación del FMI está siendo objeto de un acalorado debate.
Es mejor que los estados miembros de la eurozona se preparen para esas crisis y aumenten su marco institucional. Podría aprovecharse la experiencia adquirida del uso de los instrumentos de ayuda financiera a medio plazo de la UE para estados miembros que no pertenecen a la eurozona. En mayo de 2009, se aumentó de forma sustancial la financiación en base a las considerables dificultades económicas que afrontaban algunos estados miembros del centro y el este de Europa. Esto ayudó a controlar las consecuencias de una crisis.
Los miembros de la eurozona también podrían recibir liquidez de emergencia de un "fondo monetario europeo" para reducir el riesgo de impagos. Habrá que imponer condiciones estrictas y un precio prohibitivo para que esa ayuda sólo se obtenga en casos de emergencias que supongan una amenaza para la estabilidad financiera de toda la zona euro.
Este efecto debería reforzarse excluyendo al país afectado del proceso de toma de decisiones -la ayuda debe ser el último recurso-. Las decisiones políticas sobre la ayuda deberían tomarse en el Eurogrupo y con el acuerdo del Banco Central Europeo. La ayuda de emergencia también podría vincularse de forma obligatoria a sanciones más estrictas dentro del marco de las medidas relativas al déficit presupuestario.
Las multas monetarias podrían imponerse inmediatamente y, una vez finalizado el periodo de ayudas y normalización, aplicarse contra el estado miembro sin posibilidad de reclamación. La perspectiva de asociar las ayudas de emergencia con severas actuaciones correctivas fiscales aumentaría la confianza de los mercados financieros, previniendo un agravamiento de la crisis y evitando la necesidad de los miembros de la eurozona de recurrir al FMI en el futuro.
La ayuda de emergencia nunca debe darse por sentada. En principio, la quiebra de un estado debe seguir siendo una posibilidad. Afrontar una realidad incómoda podría ser la mejor opción bajo ciertas condiciones. La unión monetaria y el euro están mejor protegidos si la eurozona mantiene su credibilidad y capacidad de actuación, incluso en situaciones difíciles.
Esto necesariamente implica la retirada del derecho a voto en el Eurogrupo de un estado miembro poco dispuesto a cooperar. No debe permitirse que un país en cuyas finanzas reine el desorden participe en decisiones que afecten a las finanzas de otro miembro del euro. Si un estado de la eurozona es finalmente incapaz de consolidar sus presupuestos o de recuperar su competitividad, este país, al menos como último recurso, debería abandonar la unión monetaria, pero podría seguir formando parte de la UE.
Además, debería suspenderse durante un año el derecho de voto de un miembro de la eurozona si se determina que este país violó de forma intencionada la legislación económica y monetaria europea. El verdadero alcance del desastre presupuestario griego no quedó patente hasta que se salió a la luz el pasado otoño la manipulación de las estadísticas. Soy partidario de que la oficina estadística de la UE, el Eurostat, pueda inspeccionar las cuentas públicas cuando la sospecha de manipulación esté justificada.
Sin duda, hará falta una gran voluntad política para adaptar con rapidez las reglas de la unión monetaria de forma que se ajusten a las nuevas realidades. Pero no existe una alternativa a la unión monetaria. Hay algunos que podrían pensar que su escepticismo sobre el euro ha quedado justificado. Están pasando por alto los puntos fuertes de Europa y los problemas que están afrontando otras importantes regiones económicas del mundo.
Se necesita más calma. En términos de estabilidad, el euro está al mismo nivel que el marco, hay poca inflación y los costes de financiación generalmente son bajos. El euro es en la actualidad la segunda divisa de reserva e inversión más importante. Uno de los principales motivos es que los mercados financieros muestran una gran confianza en el BCE.
Para mantener esta confianza, hay que salir con rapidez de la crisis. Esta credibilidad supone una ventaja para la unión monetaria a la hora de superar la crisis financiera. Si conseguimos que las políticas fiscales de los estados miembros vuelvan a la senda adecuada, esta crisis habrá provocado un cambio para mejor.
– Por qué no hay más opción que resolver la crisis griega (El País – 14/3/10)
(Por Paul de Grauwe)
La principal responsabilidad de la crisis griega recae en Grecia, pero las autoridades de la zona euro también tienen parte de culpa. Han permitido que un problema local degenere en una crisis sistémica de toda la zona. Los gobiernos no han indicado claramente que estén dispuestos a ayudar a Grecia. El Banco Central Europeo, a su vez, ha generado dudas sobre la idoneidad de la deuda del Gobierno griego como aval para la provisión de liquidez. Cuando la clasificación de la deuda soberana griega quedó rebajada a BBB+, las instituciones financieras se deshicieron de los bonos del Estado griegos, lo cual precipitó la crisis. Incertidumbres similares penden como una espada de Damocles sobre los mercados de bonos del Estado de los países más débiles de la zona euro.
A largo plazo, es posible que la zona euro necesite crear un Fondo Monetario Europeo. A corto plazo, es imprescindible que se ponga fin a la crisis de la deuda del Gobierno griego, por tres motivos. Primero, si se permite que la crisis griega desemboque en una situación de impago, se corre el riesgo de generar una epidemia que afectaría a otros mercados de bonos del Estado de la zona euro.
Segundo, la epidemia contagiaría al sector bancario de la zona euro. Muchos bancos han empezado a recuperarse de la crisis bancaria solicitando préstamos a corto plazo e invirtiendo en bonos del Estado. Una crisis de los bonos del Estado provocaría grandes pérdidas, y posiblemente otra crisis bancaria.
Tercero, la consecuencia podría ser una fuerte subida de la rentabilidad de los bonos del Estado en varios países. Esto obligaría a los gobiernos a recortar las políticas fiscales, lo que tendría un efecto deflacionario y se correría el peligro de sumir las economías de la zona euro en una recesión aún más profunda después de una ligera recuperación.
Las autoridades de la zona euro se enfrentan ahora a una elección entre dos males. El primero se deriva del riesgo moral. El segundo mal surge a raíz de los efectos contagiosos que tendría el permitir que Grecia incumpla los pagos relacionados con el sistema bancario y las políticas macroeconómicas de la zona euro. Las autoridades tienen que elegir el mal menor, que en este caso es el segundo.
Aunque no cabe duda de que la crisis debe atajarse cuanto antes mejor, se ha cuestionado la legalidad y la capacidad financiera de la Unión para organizar un rescate económico. La cláusula antirescate es mucho menos restrictiva de lo que suele afirmarse. Y Grecia es relativamente pequeña comparada con la zona euro en conjunto.
Otro elemento que falta es una posible declaración del BCE acerca de su política de garantías. Se mantiene la incertidumbre sobre lo que hará el BCE en los próximos meses con la deuda pública griega. El BCE debería indicar claramente que seguirá aceptando la deuda del Gobierno griego como garantía, independientemente de las clasificaciones elaboradas por los organismos pertinentes.
La experiencia que ahora tenemos con la política del BCE respecto a la idoneidad de los bonos del Estado como aval para las inyecciones de liquidez nos lleva a la conclusión de que hay una necesidad urgente de que el BCE cambie de política. Más concretamente, el BCE debería interrumpir su política de encargar los análisis del riesgo de los países a organismos de clasificación estadounidenses. Estos últimos tienen un historial pésimo. Depender de dichos organismos es simplemente inaceptable. Contribuye a desestabilizar los mercados financieros en general y la zona euro en particular. Está claro que el BCE no debería ser una fuente primaria de inestabilidad financiera en la zona euro. El BCE está más preparado que los organismos de clasificación para la labor de analizar la solvencia de los Estados miembros de la zona euro. Cuenta con un conjunto de analistas altamente capacitados que son igual de competentes o más que los que trabajan para los organismos de clasificación.
A la larga, se necesita una reforma mucho más profunda que deje claro que los miembros de la zona euro se toman en serio su deseo de preservarla. De lo contrario, pocas dudas puede haber de que la eurozona no tiene futuro.
(Paul De Grauwe es catedrático de Economía en la Katholieke Universiteit de Lovaina – Bélgica).
– Tribuna: Laboratorio de ideas – Los peligros de la reducción del déficit (El País – 14/3/10)
(Por Joseph E. Stiglitz)
Una ola de austeridad fiscal se precipita sobre Europa y Estados Unidos. La magnitud del déficit presupuestario -como la de la recesión- ha tomado a todos por sorpresa. Pero, pese a las protestas de los antes defensores de la desregulación, que quisieran que el Gobierno siguiera siendo pasivo, la mayoría de los economistas creen que el gasto público ha tenido un impacto positivo que ha ayudado a evitar otra Gran Depresión.
La mayoría de los economistas también coinciden en que es un error mirar solamente un lado de la hoja de balance (ya sea en el sector público o privado). Uno debe evitar fijarse solamente en las deudas de una empresa; también hay que ver sus activos. Esto debería servir para responder a los halcones del sector financiero, quienes están dando la alarma sobre el gasto público.
Después de todo, incluso los halcones del déficit reconocen que deberíamos concentrarnos en la deuda nacional de largo plazo y no en el déficit actual. El gasto, especialmente en inversión educativa, tecnológica y en infraestructura, puede realmente conducir a la disminución del déficit a largo plazo. La visión miope de los bancos contribuyó a crear la crisis; no podemos dejar que la visión miope del Gobierno -empujado por el sector financiero- la prolongue.
Un crecimiento más acelerado y los rendimientos de la inversión pública producen mayores ingresos fiscales, y un rendimiento de entre el 5% y el 6% es más que suficiente para compensar los incrementos temporales de la deuda nacional. Un análisis de costo-beneficio (que tome en consideración otros impactos, además de los del presupuesto) hace que esos gastos, incluso financiados con deuda, sean todavía más atractivos.
Finalmente, la mayoría de los economistas están de acuerdo en que, aparte de estas consideraciones, el tamaño adecuado del déficit depende en parte del estado de la economía. Una economía con poco dinamismo requiere de un déficit mayor, y el tamaño apropiado del déficit frente a la recesión depende de circunstancias precisas.
Es aquí donde difieren los economistas. Las previsiones son siempre difíciles, pero en especial en tiempos tan complicados. Lo que ha sucedido no es (por suerte) algo que ocurra todos los días; sería una tontería mirar las pesadas recuperaciones para predecir la actual.
En Estados Unidos, por ejemplo, la morosidad y las ejecuciones hipotecarias están en niveles no vistos en tres cuartos de siglo; la disminución de crédito en 2009 fue la mayor desde 1942. Las comparaciones con la Gran Depresión también son engañosas porque hoy la economía es muy diferente en muchos sentidos. Y casi todos los llamados expertos han probado ser altamente falibles –muestra de ello son las sombrías previsiones que hizo la Reserva Federal de Estados Unidos antes de que estallara la crisis-.
No obstante, incluso con déficit importantes, el crecimiento económico en Estados Unidos y Europa es anémico, y las previsiones de crecimiento del sector privado indican que, en ausencia de un apoyo continuo del Gobierno, existe el riesgo de un estancamiento sostenido -que el crecimiento sea demasiado débil para que el empleo vuelva a sus niveles normales pronto-.
Los riesgos son asimétricos: si estas previsiones son equivocadas y se da una recuperación más sólida, entonces, por supuesto, se pueden reducir los gastos y/o aumentar los impuestos. Pero si son correctas, entonces una salida prematura del gasto deficitario podría conducir nuevamente a la economía a la recesión. Ésta es una de las lecciones que aprendimos de la experiencia de Estados Unidos durante la Gran Depresión. También es una de las lecciones de la experiencia de Japón a finales de los noventa.
Estos puntos son particularmente pertinentes para las economías más afectadas. Por ejemplo, Reino Unido ha tenido más problemas que otros países por una razón obvia: tuvo una burbuja inmobiliaria [aunque menos grave que la de España] y las finanzas, que estuvieron en el epicentro de la crisis, desempeñaron un papel más importante en su economía que en la de otros países.
El hecho de que el Reino Unido haya tenido resultados más débiles no es resultado de políticas peores; en efecto, en comparación con Estados Unidos, sus rescates bancarios y políticas para el mercado laboral fueron mucho mejores en varios sentidos. Evitó el enorme desperdicio de recursos humanos que acompaña al alto índice de desempleo en Estados Unidos, donde casi una de cada cinco personas que buscan un empleo a tiempo completo no lo encuentran.
A medida que la economía global vuelva a crecer, los Gobiernos deberán preparar, evidentemente, planes para elevar los impuestos y recortar el gasto. Inevitablemente, el equilibrio adecuado será tema de controversia. Principios como el de que "es mejor gravar cosas malas que buenas" podrían sugerir el establecimiento de impuestos medioambientales.
El sector financiero ha impuesto enormes externalidades sobre el resto de la sociedad. La industria financiera estadounidense contaminó al mundo con hipotecas tóxicas, y en consonancia con el principio "el que contamina, paga", se les deberían cobrar los impuestos. Además, los impuestos bien diseñados sobre el sector financiero podrían ayudar a aliviar los problemas causados por un excesivo apalancamiento y los bancos, que son demasiado grandes para fracasar. Los impuestos sobre las actividades especulativas podrían alentar a los bancos a poner más atención en su desempeño social primordial como institución de crédito.
En el largo plazo, la mayoría de los economistas coinciden en que los Gobiernos, especialmente los de los países industrializados avanzados con poblaciones que envejecen, deberían estar preocupados por la creación de políticas sostenibles. Sin embargo, debemos estar atentos al fetichismo del déficit. El déficit para financiar la guerra o para ayudar gratuitamente al sector financiero (como ocurrió en una escala masiva en Estados Unidos) generó pasivos sin contar con los activos que los respaldaran, imponiendo una carga para las generaciones futuras.
No obstante, las inversiones públicas de altos rendimientos que se pagan por sí solas pueden mejorar realmente el bienestar de dichas generaciones, y sería una tontería doble dejarles la carga de deudas correspondientes a gastos improductivos y después recortar las inversiones productivas.
Estas son preguntas para más adelante -al menos, en muchos países, las perspectivas de una recuperación sólida son, en el mejor de los casos, para uno o dos años. Por el momento, la economía es clara: reducir el gasto público no es un riesgo que valga la pena tomar.
(Joseph E. Stiglitz es catedrático de la Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía en 2001. © Project Syndicate, 2010)
– Reducir la eurozona o crear una unión fiscal (Expansión – 15/3/10)
(Por Wolfgang Münchau)
Me sentí desconcertado cuando Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, propuso un Fondo Monetario Europeo (FME). No me esperaba algo así. ¿Era un intento por desviar la atención del rescate que se avecina de Grecia, tal y como me sugirió un observador? No parece verosímil. ¿O tal vez supone un cambio genuino en la postura de Alemania? ¿Me había perdido algo?
Cuando leí minuciosamente la propuesta completa, la niebla se disipó -o tal vez es que mi confusión aumentó aún más-. Me di cuenta de que el FME no es más que una cortina de humo. Lo verdaderamente importante de esta propuesta es que los países podrían abandonar la eurozona sin salir de la UE. No se trata de dar apoyo a los países con problemas, sino de ayudarles a salir.
El mensaje político del plan Schäuble es que Grecia será el último rescate de la historia. A medida que avanzaban los preparativos para un rescate, la reacción de la opinión pública alemana se ha vuelto más hostil. Si el plan Schäuble estuviera en vigor, Grecia ya habría salido del euro. Es difícil concebir una situación bajo ese plan en la que un país simultáneamente cumpla el criterio para recibir ayuda, y la necesite.
La postura alemana es transparente, consistente y equivocada. Se reafirma con cada nueva resolución de su tribunal constitucional. El consenso en Alemania es que la divisa única debe asentarse sobre los pilares de la estabilidad de los precios y la rectitud fiscal. Esto, lógicamente, implica que todos los ajustes deben realizarse a través del sector privado o de las cuentas corrientes. El actual clima global no hace esta última opción muy probable, así que todas las modificaciones recaerán sobre el sector privado. Si la vida en la eurozona se hace intolerable, la salida se convertirá en el mecanismo de resolución de un impago. Y cuando se incluye la posibilidad legal de una salida, la dinámica económica y política cambia, y la amenaza de un abandono podría convertirse en una profecía que conlleve su propio cumplimiento. Esto no se aplica sólo a Grecia, sino también a una serie de países que han perdido competitividad frente a Alemania.
Antes, daba por hecho que Alemania tenía intereses nacionales en preservar la eurozona, ya que sus exportadores son los que más se benefician de una tasa de cambio estable. Por lo tanto, pensé que Alemania -pese a la retórica- haría lo que fuera necesario en última instancia para evitar una ruptura. Sería lo más racional. Pero creo que estaba equivocado.
Además, el plan Schäuble no contiene ninguna disposición que en algún momento pudiera ser vinculante para Alemania. Le permitiría seguir adelante, sin obstáculos, con su estrategia económica unilateral para erradicar el déficit presupuestario en 2016. Incluso si los gobiernos del sur de Europa tomasen conciencia y aceptasen la necesidad de efectuar profundas reformas, tendrían dificultades para reducir una diferencia competitiva con respecto a Alemania que sigue aumentando. Por lo tanto, no veo cómo va a encontrar el plan apoyo político.
No habría ningún problema con un FME como un sencillo sistema de seguro, financiado exclusivamente por países con déficit excesivos en su propio beneficio. Esto podría hacerse mediante una mejora de la cooperación, que permita a un subconjunto de miembros de la UE -en este caso la eurozona- crear instituciones específicas.
La propuesta Schäuble en su estado actual exigiría un cambio absoluto en los tratados europeos -y nadie quiere recorrer esa senda ahora-. Algunas de sus sugerencias son increíblemente extremas, privando, por ejemplo, a los países con déficit excesivos de sus derechos democráticos de voto, o reteniendo los pagos de los fondos de cohesión de la UE. No habrá mayoría en ninguno de estos aspectos, y mucho menos la unanimidad que exigiría un cambio de este tipo. Y a la inversa, dudo de que Alemania aceptase la creación de un mecanismo formal de rescate sin un refuerzo simultáneo del pacto de estabilidad.
Así que la consecuencia más probable es que la situación siga en un punto muerto.
Extraigo dos conclusiones principales de todo este desorden. La primera es que una unión monetaria que comprenda a 16 o más estados miembros de la UE exigirá en última instancia una unión fiscal en toda regla, o se verá abocada al fracaso. En teoría, todo lo que se necesitaría es una autoridad que ordene a Alemania y a España cambiar sus políticas. Pero en la práctica, resultará imposible obligar a grandes países soberanos a adoptar políticas contra su voluntad. El Consejo Europeo desempeñará un papel más importante en la futura coordinación política, pero sería de ingenuos pensar que los líderes europeos abordarán el problema de los desequilibrios internos, cuando ni siquiera lo reconocen. Si lo que se quiere es tratar el problema extremo de la negociación de un nuevo tratado, habría que abordar una unión fiscal, en lugar de malgastar recursos en un fondo monetario trucado. Desde luego, es algo que no sucederá.
La segunda conclusión es que aún es posible una unión monetaria basada en normas, pero sólo entre un grupo de países similares -en términos de desarrollo económico, y de actitud hacia la política económica-. Sólo un número relativamente pequeño de países es capaz de sostener una unión monetaria con Alemania desde el punto de vista político y económico.
La propuesta Schäuble me dice que el conservadurismo alemán anhela la segunda opción. Deberían tener cuidado con lo que desean. De una forma u otra podrían acabar consiguiéndolo.
(The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved)
– Estados de riesgo (Expansión – 17/3/10)
(Por Nouriel Roubini)
La Gran Recesión del período 2008-2009 fue desencadenada por una excesiva acumulación de deuda y apalancamiento por parte de las familias, las entidades financieras e, incluso, el sector empresarial en muchas economías avanzadas. Mientras que se habla mucho de desapalancamiento a medida que la crisis va remitiendo, la realidad es que la deuda del sector privado se ha estabilizado en niveles muy altos.
En cambio, a consecuencia del estímulo fiscal y la socialización de parte de las pérdidas del sector privado, ahora hay un reapalancamiento en masa del sector público. Se ven déficit de más del 10% del PIB en muchas economías avanzadas y se espera que los coeficientes entre deuda y PIB aumenten marcadamente… en algunos casos, hasta duplicarse en los próximos años.
Como demuestra el nuevo libro de Carmen Reinhart y Ken Rogoff, This Time is Different ("Esta vez es diferente"), semejantes crisis en los balances generales han originado históricamente recuperaciones lentas, anémicas e inferiores a la tendencia normal durante muchos años. Los problemas de la deuda soberana son otra posibilidad nada despreciable, en vista del reapalancamiento en masa del sector público.
En los países que no pueden emitir deuda en su propia moneda (tradicionalmente, las economías con mercados en ascenso) o que emiten deuda en ella, pero no pueden acuñar moneda independientemente (como en la zona del euro), los déficit fiscales insostenibles provocan con frecuencia una crisis crediticia, una quiebra soberana u otra forma coercitiva de reestructuración de la deuda pública.
En países que reciben préstamos en su propia moneda y pueden monetizar la deuda pública, una crisis de deuda soberana resulta improbable, pero la monetización de los déficit fiscales puede llegar a provocar una inflación elevada y la inflación es –como la quiebra– un impuesto sobre el capital de los titulares de deuda pública, pues reduce el valor real de las obligaciones nominales con tipos de interés fijos.
Así, los recientes problemas afrontados por Grecia son sólo la punta del iceberg de la deuda soberana en muchas economías avanzadas (y un número menor de mercados en ascenso). Los "grupos de autodefensa" de los mercados de bonos ya han puesto su mira en Grecia, España, Portugal, Reino Unido, Irlanda e Islandia, con lo que han provocando un aumento de los réditos de los bonos estatales. En su momento, pueden poner el foco en otros países -incluso Japón y Estados Unidos- en los que la política fiscal siga un camino insostenible.
En la mayoría de las economías avanzadas, las poblaciones de más edad -problema grave en Europa y Japón- exacerban el problema de la sostenibilidad fiscal, pues la disminución de los niveles de población aumenta la carga de las responsabilidades no financiadas del sector público, en particular los sistemas de seguridad social y asistencia de salud. Un aumento bajo o negativo de la población entraña un posible crecimiento económico menor y, por tanto, una dinámica deuda-PIB peor y graves dudas en aumento sobre la sostenibilidad de la deuda del sector público.
Consolidación y recesión
El dilema estriba en que, mientras que la consolidación fiscal es necesaria para prevenir un aumento insostenible del número de bonos soberanos, los efectos a corto plazo del aumento de los impuestos y de la reducción del gasto del Estado suelen causar una contracción, lo que también complica la dinámica de la deuda pública e impide el restablecimiento de su sostenibilidad. De hecho, ésa fue la trampa que afrontó Argentina en el período 1998-2001, cuando la necesaria contracción fiscal exacerbó la recesión y, con el tiempo, provocó la quiebra.
En países como los miembros de la zona del euro, una pérdida de competitividad exterior, causada por una política monetaria restrictiva y una moneda fuerte, la erosión de la ventaja comparativa a largo plazo respecto de los mercados en ascenso y un aumento de los salarios superior al de la productividad imponen limitaciones suplementarias a la reanudación del crecimiento. Si no se recupera el crecimiento, los problemas fiscales empeorarán, al tiempo que dificultarán más la aplicación de las dolorosas reformas necesarias para restaurar la competitividad.
Entonces puede crearse un círculo vicioso de varios déficit de deuda pública, desfases de la cuenta corriente, empeoramiento de la dinámica de la deuda externa y estancamiento del crecimiento, lo que, con el tiempo, puede provocar una quiebra de la deuda externa y del sector público de los miembros de la zona del euro, además de la salida de la Unión Monetaria por parte de las economías frágiles que no puedan ajustarse ni reformarse con suficiente rapidez.
"Rescates" insuficientes
La aportación de liquidez por un prestador internacional de último recurso –el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional o, incluso, un nuevo Fondo Monetario Europeo– podría prevenir que un problema de falta de liquidez se convirtiera en un problema de insolvencia, pero, si un país es efectivamente insolvente y no sólo carente de liquidez, semejantes "rescates" no pueden impedir una quiebra y una devaluación, tarde o temprano, (o la salida de la Unión Monetaria), porque el prestador internacional de último recurso dejará en algún momento de financiar una dinámica de deuda insostenible, como ocurrió en Argentina (y en Rusia en 1998).
El saneamiento de una elevada deuda del sector privado y la disminución de los coeficientes de deuda pública tan sólo mediante el crecimiento resulta particularmente difícil, si una crisis de balances generales provoca una recuperación anémica y la reducción de los coeficientes de deuda mediante el aumento del ahorro se presta a una paradoja: la de que un aumento demasiado rápido de los ahorros ahonda la recesión y empeora los coeficientes de deuda. A fin de cuentas, la resolución de los problemas planteados por el apalancamiento del sector privado mediante la socialización de las pérdidas privadas y el reapalancamiento del sector público es arriesgada.
En el mejor de los casos, habrá que aumentar impuestos, tarde o temprano, y reducir gasto, con su consiguiente efecto negativo en el crecimiento; en el peor, el resultado puede ser impuestos directos sobre el capital (quiebra) o indirectos (inflación).
Se deben resolver los problemas que plantea la deuda privada insostenible mediante quiebras, reducciones de la deuda y conversión de ésta en acciones. En cambio, si se socializan demasiado las deudas privadas, las economías avanzadas afrontarán un futuro sombrío: graves problemas de sostenibilidad con su deuda pública, privada y extranjera, junto con perspectivas muy poco prometedoras de crecimiento económico.
(Profesor de Economía en Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y presidente de Roubini Global Economics)
– Feldstein: el plan de Grecia fallará y podría abandonar la Eurozona (El Economista – 17/3/10)
El profesor de Harvard Martin Feldstein, que ya advirtió hace dos décadas sobre la viabilidad del euro, cree que el plan de austeridad de Grecia fallará y el país podría verse obligado a salirse del euro para solventar sus problemas fiscales.
"La idea de que Grecia puede reducir el déficit del 12 al 3% en dos años parece fantasía", explicó en una entrevista Feldstein, que ha sido asesor de presidentes de EEUU desde Ronald Reagan y que actualmente también trabaja para Obama. "Las alternativas son algún tipo de default o abandonar el euro, o las dos".
Esta idea de Feldstein, que fue uno de los candidatos a sustituir a Greenspan en la Reserva Federal, llega cinco años después de que dijera que las reglas del euro generaban "un sesgo muy fuerte hacia grandes déficits fiscales crónicos" y apenas un año después de que dijera por primera vez que el bloque podría deshacerse.
Un default educado
Según este reconocido economista, Grecia necesitará encontrar alternativas para afrontar la crisis, como por ejemplo encontrar "una manera educada" de hacer default.
Dentro de esta posibilidad sugiere convencer a los inversores de cambiar bonos que maduran ahora por activos más a largo plazo con menores intereses. También tiene la opción que no desea nadie: salirse del euro, devaluar y volver a Eurolandia una vez que hubiera solucionado sus problemas fiscales, según Feldstein.
El economista advierte que la opción de abandonar la moneda única permitiría mejorar las exportaciones de Grecia, pero que esta estrategia también requeriría recortes de gasto, menores salarios e incrementos de impuestos.
"Si lo pones todo en conjunto, no parece que los países estén deseando ponerse a la cola para hacer esto", explicó a Bloomberg. Y aunque un rescate sería una "solución relativamente menos dolorosa", Feldstein dijo que generaría rechazó entre los votantes y supondría un riesgo, ya que otras naciones podrían demandarlos igualmente.
Feldstein cree que los problemas de origen del euro fueron enmascarados por el crecimiento global durante su primera década, y que ahora esos fallos, como tipos uniformes para economías diversas con diferentes disciplinas fiscales, han aflorado. A pesar de ello, cree que el euro se va a apreciar frente al dólar por el déficit comercial de EEUU.
El economista cree que el abandono del euro por parte de algunos países no es "impensable" y que es "ciertamente posible, incluso si todo el consejo económico que se le diera a un Gobierno fuera 'No deberías hacer esto'". "Los políticos no siempre escuchan a sus economistas".
"No sé si hay una buena solución a este problema", concluyó Feldstein.
– China y Alemania se unen para imponer la deflación global (Expansión – 17/3/10)
(Por Martin Wolf)
"Chimania" habló la semana pasada y el mundo escuchó. ¿Era coherente lo que dijo? No. ¿Mostraba un tono de superioridad? Sin duda. ¿Eran peligrosas sus palabras? Sí. ¿Prevalecerán, pese a todo, ideas más sensatas? Lo dudo.
Es posible que hayan escuchado el término Chimérica -un neologismo acuñado por el historiador de Harvard Niall Ferguson y por Moritz Schularick, de la Universidad Libre de Berlín, para describir una supuesta fusión entre las economías china y estadounidense-. Puede que también hayan oído hablar de Chindia, inventado por Jairam Ramesh, un político indio, para describir al nuevo gigante asiático compuesto. Dejen que les presente a Chimania, una combinación de los mayores exportadores netos del mundo: China, con un superávit por cuenta corriente previsto este año en 291.000 millones de dólares (212 millones de euros), y Alemania, con un excedente estimado en 187.000 millones de dólares.
Sin duda, China y Alemania, son muy distintos. Sin embargo, pese a todas sus diferencias, comparten algunas características: son los mayores exportadores mundiales de productos manufacturados (China ya ha adelantado a Alemania); tienen inmensos excedentes de ahorros sobre la inversión; y disfrutan de enormes superávit comerciales.
Ambos también creen que sus clientes deberían seguir comprando, pero dejar al mismo tiempo de solicitar créditos irresponsables. Teniendo en cuenta que sus superávit conllevan el déficit de otros, esta postura resulta incoherente. Los países excedentarios tienen que financiar a los deficitarios. Si el volumen de deuda crece demasiado, los deudores cometerán impago. De llegar a suceder algo así, los cacareados "ahorros" de los países con superávit demostrarán haber sido una ilusión: los recursos financieros del vendedor se convertirán, a posteriori, en las ayudas a las exportaciones.
Empiezo a preguntarme si la economía global abierta sobrevivirá a esta crisis. Es posible que la eurozona también corra cierto peligro. Las intervenciones la semana pasada de Wen Jiabao, el primer ministro chino, y de Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, muestran perfectamente estos riesgos.
El argumento central de Schäuble no era el discutible Fondo Monetario Europeo, que no podría, incluso aunque se llegase a un acuerdo y se crease, alterar las presiones generadas por los inmensos desequilibrios macroeconómicos dentro de la eurozona. Sus ideas más importantes son: combinar las ayudas a países con excesivos déficit fiscales con severas multas; suspender el derecho de voto de los miembros del eurogrupo que demuestren un comportamiento irresponsable; y permitir que un miembro abandone la unión monetaria, pero que siga formando parte de la UE. De repente, la eurozona no es tan irrevocable: así lo ha dicho Alemania.
Pueden extraerse tres conclusiones de esta propuesta del país más poderoso de Europa: primero, tendrá un impacto principalmente deflacionista; segundo, no es viable; y, tercero, podría preparar el camino para la salida de Alemania de la eurozona.
Expliqué el primer punto la semana pasada. Si Alemania obtiene lo que quiere, la segunda mayor economía del mundo jugaría un papel negativo a la hora de buscar una salida a la crisis global de demanda. La eurozona no exportaría la demanda que el mundo necesita en la actualidad. En su lugar, exportaría un exceso de oferta.
Imaginemos que los países más débiles de la eurozona se vieran obligados a efectuar un fuerte recorte de sus déficits fiscales. Sin duda, esto debilitaría la economía de toda la eurozona. Pero también derivaría en un deterioro fiscal en Alemania y Francia. Imaginemos que Alemania asumiese el coste. ¿Ordenaría a Francia que hiciera lo mismo? Después de todo, el Gobierno francés gestiona ya un déficit que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico prevé próximo al 9% del producto interior bruto este año. ¿Cree Schäuble que Francia podría ser multada? Seguramente no. Sin embargo, no son las finanzas públicas griegas las que amenazan la estabilidad de la eurozona. No son más que una mera bagatela. El peligro reside en las finanzas de los grandes países. Como Alemania no pudo obligar a esos países a mostrar una buena conducta y no tiene posibilidad alguna de expulsar de la eurozona a los miembros cuya gestión desapruebe, tendría que ser ella misma la que se marchase. Esta es la lógica de las ideas de Schäuble. También debe resultar obvio para él.
Alemania forma parte de una unión monetaria supuestamente irrevocable con algunos de sus principales clientes. Ahora quiere que busquen la prosperidad mediante la deflación en un entorno de débil demanda agregada crónica. Wen tiene la misma idea. Pero, en su caso, la economía que quiere que persiga este objetivo es la estadounidense. Muy poco probable.
En un discurso durante la clausura del Congreso del Partido Comunista, Wen declaró: "Lo que no entiendo es que un país deprecie su propia divisa, e intente presionar a otros para que revaloricen las suyas, con el objetivo de aumentar las exportaciones. En mi opinión, eso es proteccionismo". También insistió en que le preocupaba la seguridad de las inversiones de China en dólares.
Me pregunto qué pretendía Wen con todo esto, aparte de decirle a EEUU que deje tranquila la política monetaria china. Si el deseo de EEUU de un dólar más débil es "proteccionista", ¿cuánto más no lo será la determinación de China de mantener un bajo valor para su divisa, pase lo que pase? No hay nada evidentemente "proteccionista" en pedirle a un país con un inmenso superávit por cuenta corriente que lo reduzca, en un momento de débil demanda global. Si entiendo bien la postura de China, lo que quiere es que EEUU recupere la competitividad, en su lugar, mediante la contracción fiscal y monetaria y, es de suponer, la caída de los precios domésticos. Eso sería terrible para EEUU, pero también para China y el resto del mundo. Es algo que no va a suceder. China seguramente lo sepa.
Detrás de todo esto existe una división fundamental. Los países excedentarios insisten en que todo siga como antes. Pero se niegan a aceptar que su dependencia de las exportaciones se volverá en su contra cuando desaparezcan sus clientes. De hecho, es justo lo que está sucediendo. Entretanto, los países que gestionaron altos déficit externos en el pasado sólo podrán reducir los enormes déficits fiscales, resultado del desapalancamiento de sus sectores privados tras el estallido de la burbuja, aumentando sus exportaciones netas. Si los países excedentarios no son capaces de compensar ese cambio, mediante la expansión de la demanda agregada, el mundo se verá sumido inevitablemente en una guerra que le empobrecerá: cada país intentará desesperadamente colocar sus excedentes a sus socios comerciales. Este fue uno de los motivos de la catástrofe de los años 30.
En esta guerra, es muy poco probable que los países excedentarios se alcen con la victoria. Los trastornos en la eurozona serían muy malos para el sector industrial alemán. El proteccionismo en EEUU no beneficiaría a China. Aquellos a los que los dioses desean destruir, primero los vuelven locos. Aún no es demasiado tarde para cooperar y buscar soluciones. Ambas partes tienen que hacer ajustes. Olvídense de tanta moralidad y apliquen algo de sentido común.
(The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved)
– La reforma financiera – Europa se deja arrebatar el liderazgo (Cinco Días – 22/3/10)
Las discrepancias entre los socios y la falta de liderazgo cortan el impulso con el que la UE emprendió el proceso de reformas hace año y medio.
(Por Bernardo de Miguel – Bruselas)
La Unión Europea interpretó la debacle financiera de 2008 como una oportunidad histórica para cuestionar el capitalismo financiero impulsado por EEUU. Y sustituirlo por otro basado en una regulación estricta que pusiera al sector bancario al servicio de la economía real.
Europa ganó en noviembre de 2008 (estreno del nuevo G-20 en Washington) el primer asalto en ese combate gracias al ímpetu de Nicolas Sarkozy, presidente francés y entonces presidente de turno de la UE, y al desprestigio de una administración Bush que agonizaba.
En abril de 2009, en Londres, el G-20 todavía seguía bajo el liderazgo europeo, aunque el recién estrenado Barack Obama empezó a mostrar el desapego de EEUU hacia ese foro. Un año después de aquella cita, el G-20 parece a punto de la desbandada y Europa parece perder aliento. El Viejo Continente sigue sin concretar ninguna de las grandes reformas del sector financiero iniciadas con tanto frenesí tras la caída de Lehman Brothers y su devastador efecto en el sector bancario comunitario.
LOS "HEDGE FUNDS" han sido la última prueba de que la UE no continúa tan unida frente a los supuestos excesos especulativos del sector financiero y de que los operadores pueden explotar las diferencias entre los socios comunitarios. La semana pasada, los ministros de Economía y Finanzas de la UE (Ecofin) debían haber aprobado el primer borrador de la directiva AIFM (gestores de fondos de inversión alternativos), que por primera vez someterá a control a los grandes fondos de alto riesgo y a los de inversión privada (private equity). Pero la resistencia de Londres, con llamada incluida del primer ministro británico Gordon Brown al presidente del Gobierno español y presidente de turno de la UE, José Luis Rodríguez Zapatero, desbarató la iniciativa. La presidencia española insiste en que intentará cerrar un acuerdo antes del 30 de junio. Pero ya nadie se atreve a apostar por el cumplimiento de ese objetivo. Y, mucho menos, sobre la ambición del contenido de la futura ley. La City londinense quiere relajar la norma, para poder comercializar en toda Europa fondos domiciliados en jurisdicciones extracomunitarias de dudosa reputación.
LOS CDS se han convertido en el nuevo frente abierto por la Comisión Europea, forzada por la presión de Berlín y París, que temen el impacto de la crisis griega en los bancos alemanes y franceses. Y la secuencia se repite en relación con otras ofensivas en el sector financiero. Primero, el organismo presidido por José Manuel Barroso descubre el problema, tras cinco años predicando los beneficios de la innovación financiera. Segundo, el Saulo comunitario se recupera de la caída y anuncia una intervención para acabar con el desaguisado. En el caso concreto de los credit default swaps (CDS), ese anuncio llegó la semana pasada por boca del nuevo comisario europeo de Mercado Interior, Michael Barnier. De momento, el objetivo sería prohibir la compraventa de CDS a los inversores que no poseen el título a cuyo riesgo desean dar cobertura. La prioridad es evitar las posiciones bajistas, al menos, en relación con la deuda soberana. Pero instantes después del anuncio empieza la tercera fase. Fuentes comunitarias explican que "aún no se sabe qué instrumento legislativo se utilizará". Ni siquiera, "si tendrá carácter vinculante o no". Para cuando llegue la propuesta oficial, es fácil adivinar la cuarta y última fase, porque ha ocurrido con el resto de iniciativas: el impulso político, alentado ahora por el supuesto daño de los CDS a la deuda griega, se habrá disipado. Y la propuesta vagará entre el Ecofin y el Parlamento Europeo durante meses o años, hasta que una versión aguada llegue al Diario Oficial.
LA REFORMA DE LA SUPERVISIÓN FINANCIERA sí que arrancó con gran fuerza en la Unión Europea. El desplome de algunos bancos transfronterizos, como el belga-holandés Fortis, puso de manifestó la necesidad contar con un mecanismo de supervisión supranacional para algunas entidades. En consecuencia, Bruselas prepara la creación de tres autoridades de supervisión (para banca, seguros y mercados bursátiles) que dictarán normas de obligado cumplimiento por las grandes entidades y podrán zanjar posibles conflictos entre las autoridades de los países donde opera un mismo banco. El proceso está bastante avanzado, pero de nuevo a base de concesiones a los partidarios de un mínimo común denominador, es decir, el Reino Unido. El Parlamento Europeo ha advertido que exigirá un texto más ambicioso cuando se pronuncie el próximo mes de mayo. Y la entrada en funcionamiento de las tres autoridades, prevista para este año, comienza a retrasarse y ya se habla de 2011 como muy pronto. O sea, tres años después de la caída de Fortis.
LOS "BONUS" multimillonarios del sector financiero fueron otro frente de batalla nada más comenzar la crisis. De momento, el plan de limitarlos no ha pasado de ser una recomendación comunitaria. El proyecto de directiva sobre requisitos de capital incorpora algunas normas sobre los sistemas de remuneración en el sector bancario para limitar la asunción de riesgos y permitirá a los reguladores sancionar a las entidades que no las cumplan. El texto se podría votar en el Parlamento Europeo el próximo mes de abril. Pero si todo va bien, no estará en vigor hasta primeros de 2011 como mínimo.
EL FONDO DE RESCATE bancario del que empezó a hablar el viernes pasado el comisario Barnier es otro ejemplo de que Bruselas empieza a perder el liderazgo de la reforma. La Administración Obama lo planteó a principios de año, anunció su financiación a través de un impuesto a la banca e indicó que espera recaudar 90.000 millones de euros. La UE empezará a debatirlo el 16 de abril en el Ecofin de Madrid. Quizá algún día incluso el organismo comunitario llegue a aprobarlo.
– El Fondo Monetario Europeo o no querer ver el problema (El Confidencial – 23/3/10)
(Por J. Jacks)
El profesor Ramachandran del Laboratorio del Cerebro de la Universidad de California estudió el autoengaño en personas con parálisis. Comprobó que los pacientes se auto convencían de que no tenían ningún miembro paralizado. Cuando se les explicaba la cruda realidad, la negaban, inventaban excusas para justificar la falta de movilidad y creaban "mecanismos psicológicos de defensa" antes que aceptar que estaban equivocados. (1)
La reciente descoordinación de nuestros dirigentes hace pensar si de verdad quieren solucionar la crisis o, por el contrario, necesitan una visita al profesor Ramachandran.
En febrero, se proponía aquí un modesto conjunto de propuestas para una reforma total de la presente Unión Europea (UE). Entre ellas, la Propuesta 7, la "creación de un Fondo de Ayuda para momentos de crisis económicas o eventos inesperados".
En vez de una reforma real, y ante la declaración del FMI de estar listo para intervenir en Grecia, Wolfgang Schauble, el ministro alemán de Finanzas, y de la mano de la Comisión Europea, aboga ahora por crear un Fondo Monetario Europeo (FME). El FME se financiaría por los países que incumplieran Maastricht con el pago del 1% anual de sus excesos de deuda (sobre el límite del 60%) y un 1% anual sobre el exceso de déficit (sobre el límite del 3%). Para obligar a mantener las cuentas saneadas, los países incumplidores no podrían acceder al Fondo.
Bien, no es una reforma total pero es algo. Quizás. Miren la panoplia de declaraciones cruzadas.
A pesar del apoyo de la Comisión, el señor Rhen, el comisario para Asuntos Económicos, dice que el FME no serviría para Grecia, ya que "se trata de hacer mejoras para el futuro". Michael Offer, del Ministerio alemán de Finanzas, coincide al decir que "un FME no es la solución para Grecia". Días más tarde, Otmar Issing (antiguo economista jefe del BCE) dice que Grecia debería de ir al FMI ya y olvidarse de ayudas de la UE. Posteriormente, la Sra. Merkel comenta que "el FME sería una buena idea" mientras que el Sr. Stark (BCE) rechaza la idea porque "sería incompatible con los principios de la UE". Ante la falta de ayuda concreta, el premier Papandreu dice que "la solución es el FMI". El presidente francés, Nicolas Sarkozy, desautoriza al premier griego y declara que "si necesita ayuda, estaremos allí" (¿quiénes?) a lo que la Sra. Merkel responde que "nadie, aparte del FMI, tiene instrumentos para garantizar el acceso a los mercados a Grecia".
¿Es posible mayor contradicción en unas autoridades? ¿Puede un país depender de esta descoordinación? ¿Se imaginan una empresa en la que el CEO dijera "blanco" el lunes, el CFO "negro" el martes y el director de Ventas "azul" el miércoles? Pues esa es la UE. Estas contradicciones se originan por dos razones: a) porque se pretende evitar explicar a los ciudadanos que la crisis es, en una gran parte, por la forma en la que la UME se creó, b) porque los agentes de esta UE persiguen sus intereses y no los de sus ciudadanos.
Del primer motivo ya se habló. Respecto al segundo, ¿qué intereses buscan estos actores que impiden una postura única y coherente sobre Grecia y el FME?
1. Francia & el Sr. Sarkozy: Sarkozy no puede permitir que el FMI ayude a Grecia porque el Sr. Strauss-Kahn aparecería como el salvador de la Unión en las elecciones francesas. Pero por otra parte, las entidades financieras francesas están comprometidas en Grecia, con lo que el FME es una solución aceptable.
2. Alemania & la Sra. Merkel: Por política domestica y legislación constitucional, la Sra. Merkel no puede aprobar una ayuda a Grecia. Pero por otro lado, debe proteger a "sus" entidades. Garantizar préstamos bancarios a Grecia en lugar de préstamos directos o usar el KfW sería un mal menor, y si no, que intervenga el FMI.
3. Grecia & el Sr. Papandreu: el Sr. Papandreu prefiere el FMI que las medidas alemanas. Reducción de salarios públicos y devaluación interna como propone Berlín se entendería como una entrega de la soberanía a Alemania. Pedir ayuda a la Unión implicaría perder la capacidad de voto en la Unión, así que mejor un SBA a 36 meses con el respaldo del FMI (EEUU) y de paso se evitaría los ataques "especulativos".
4. Entidades Financieras francesas y alemanas: ya están protegidas del impago y algunas incluso apuestan por ello. Mejor el FME para así poder canalizar las ayudas y recibir las comisiones junto con la seguridad del cobro de los préstamos concedidos.
5. Wolfgang Schäuble: el FME es el "comodín" para que un país salga, se le expulse o se vaya del euro sin dejar la Unión. Se evitaría la ruptura y se crearía un núcleo "duro" con Alemania y países del Norte y Francia con el Benelux. Lógico que se le eligiera para impulsar la idea. Jefe de la Oficina de Kohl, creador de la UE, parte en la Unificación y amigo de K. Lamers. Nadie mejor para el trabajo.
6. El BCE: que unos miembros apoyen la creación del FME mientras otros la rechazan solo evidencia que el BCE esta en otros asuntos más importantes. (2) (3).
7. España: el cambio de actitud de nuestra Presidencia sobre los Hedge Funds después que la propuesta estuviera ya pre-aprobada da cierto tiempo al Gobierno. ¿Y algunos todavía no entienden porque España coloca su deuda sin problema y mantiene su rating? (4)
Todos estos dimes y diretes para no admitir que "esta" Unión fue un error. Que no hay intención real de ayudar a los países con problemas y que Grecia no tiene capacidad por si sola para reducir su déficit al 3%, salvo que aplique un ajuste brutal que implique la destrucción del 30% de su PIB.
Al menos la ministra de Finanzas francesa se atreve a decir que la competitividad de Alemania ha llevado (junto con los desmanes de gobiernos, entidades financieras y parte de sus ciudadanos) a Grecia, España, Portugal e Irlanda a su situación presente y que mientras no se resuelva este problema, reducir salarios y gastos no solucionará nada.
Mientras, en España, a lo nuestro, discutiendo sobre el IVA como si lo que decidan sobre qué hacer con Grecia no nos afecta. El IVA no es la cuestión. La cuestión real es cuándo se admitirá que se necesita ayuda para salir de esta crisis. Seguimos perdiendo el tiempo. Lo demás son excusas de los pacientes del profesor Ramachandran.
(1) Con el debido respeto y consideración para las personas con parálisis, en este artículo sólo se describe el estudio.
(2) Será motivo de otra columna los lamentables "manejos" en la renovación del BCE con Constancio, Mersch, Draghi y Weber.
(3) Christian Noyer, el gobernador del Banco de Francia, acaba de ser elegido nuevo chairman del BIS. Volveremos sobre esto más tarde.
(4) Muy descriptiva la "doblez" de la Comisión Europea y del comisario Barnier ante la carta del Sr. Geithner. Si alguien creía que la City estaba acabada, que espere sentado. Si alguien pensaba que el euro y la Unión eran competencia al dólar y a EEUU, también.
Encuesta para los lectores (que deseen responder evidentemente):
Cuando la Sra. Merkel dice en marzo de 2010 que se necesita "un Tratado en el cual se pueda excluir a un país del euro si rompe una vez y otra los Criterios de Maastricht", ¿a qué países creen ustedes que se refiere?:
a) ¿A Alemania cuando sistemáticamente incumplió el Criterio del 60% de deuda sobre PIB hasta alcanzar el 67.9% en 2006?
b) ¿A Alemania cuando incumplió el Criterio del 3% de déficit en 2002 (3.7%), en 2003 (4%), en 2004 (3.7%) y en 2005 (3.2%)?
c) ¿A Grecia, España, Portugal y a Irlanda en estos momentos?
– El euro necesita un Tesoro único y emitir su propia "deuda" para competir con el dólar (El Confidencial – 23/3/10)
(Por María Benito)
El papel del euro tras diez años de vida y una grave crisis financiera mundial ha sido puesto en entredicho por unos y destacado por otros. La divisa europea ha sido un eficaz paraguas ante el entorno económico adverso de los dos últimos años, pero la crisis ha constatado que los mecanismos de coordinación macroeconómica en la zona euro son mejorables.
También ha puesto en evidencia que la unión monetaria no cuenta con un mecanismo de toma de decisiones suficientemente centralizado y efectivo. Estas son dos de las conclusiones del libro "El euro, al rescate de Europa", publicado por el Real Instituto Elcano y coordinado por Federico Steinberg, uno de los investigadores de la institución. Ahora es el momento de superar las debilidades del euro, tal y como destacó ayer en la presentación del documento el comisario europeo de Competencia, Joaquín Almunia.
Además, existen importantes diferencias en cuanto a la confianza que los Gobiernos tienen en la efectividad de la política fiscal discrecional, subraya Steinberg en su introducción, en la que afirma que "en contra de lo que los europeos más optimistas deseaban, la crisis ha demostrado que el euro todavía no está preparado para reemplazar al dólar como moneda de reserva interior".
La moneda única, que no tiene detrás ni un Estado, ni un ejército como el dólar, seguirá por detrás del billete verde "mientras no emita su propia deuda", destaca Steinberg. Esta es una de las tesis del estadounidense Barry Eichengreen, autor del primero de los cinco capítulos del libro. Eichengreen, profesor de economía en la Universidad de Berkeley (California), considera que "hasta que la zona euro no emita un instrumento homogéneo de deuda y cohesione su gobernanza interna, tendrá problemas para rivalizar con el dólar". Se trata de construir un Tesoro Único en la eurozona que financie las políticas económicas impulsadas desde Bruselas, como hace EEUU.
Por su parte, Charles Wyplosz, profesor del Graduate Institute de Ginebra y autor de otro de los capítulos, piensa que es necesario avanzar en la creación de un "mercado financiero único" con un regulador central. Aunque no cree que esto vaya a suceder a corto plazo, debido a las luchas territoriales y a "los desacuerdos filosóficos e ideológicos".
Todos los autores coinciden en que la respuesta europea a la crisis fue la adecuada y sin la moneda única podría haber tenido unas "consecuencias económicas y sociales catastróficas". Pero en el libro se subraya que, además de contar con mecanismos más flexibles de respuesta a la crisis, sería bueno tener una cara del euro. Una idea en la que insistió Almunia, que dijo que uno de los "límites claros" de la moneda única es "la débil representación exterior: hay demasiadas voces, está mal organizado".
Otro de los límites que el comisario percibe es que "el Pacto de Estabilidad está lastrado en la opinión pública, porque desde la crisis de noviembre de 2003 -cuando Francia y Alemania se enfrentaron al pacto tras superar el déficit público que permite- hay un déficit de credibilidad".
Como dicen Jean Pisani-Ferry y André Sapir, "el meollo del problema es la falta de una entidad política en la zona euro que sea capaz de tomar decisiones financieras y fiscales apropiadas en tiempos difíciles". Creen que las debilidades del euro se podrían subsanar, en parte, mediante el aumento del poder del Eurogrupo, aunque son pesimistas sobre que esto se pueda conseguir a corto o medio plazo.
El euro se ha ganado la confianza de los mercados internacionales en poco tiempo, pero aún le falta mucho camino por recorrer para alcanzar el estatus internacional que tiene el dólar. Guillermo de la Dehesa, otro de los autores del documento, defiende que la moneda única todavía sufre "una clara desventaja estructural, con poco atractivo más allá de las fronteras de Europa" y salvo que se haga un esfuerzo importante para superar los obstáculos que tiene por delante, el euro seguirá sin alcanzar al dólar.
De la Dehesa se pregunta si los líderes europeos podrán emprender las reformas necesarias para mejorar la estructura de gobernanza de la Unión Económica Monetaria y si podrán elaborar las políticas necesarias para promover el papel del euro sin provocar un conflicto grave con Estados Unidos. De momento, afirma, Europa no ha aprovechado la oportunidad que le ha brindado la crisis para tomar impulso como divisa de referencia.
Por otra parte, ayer el banco BNP Paribas advertía de que el problema de deuda de Grecia no es la única preocupación que mina al euro. La entidad apuntaba a los riesgos deflacionarios derivados de la consolidación fiscal en los países de la periferia de la eurozona, que serán aún mayores si los países centrales de la unión, como Alemania, cumplen la limitación fiscal que piden algunas voces. "Se espera que el euro siga extremadamente vulnerable y seguimos apostando por aprovechar cualquier rebote del euro frente al dólar como una oportunidad para vender", dijo el banco.
– Stiglitz apuesta por nuevos estímulos para evitar una doble recesión (Libertad Digital – 24/3/10)
EEUU y Europa no están camino de la recuperación económica y si no hay una segunda ronda de paquetes de estímulo económico hay un riesgo muy serio de una doble caída o de que el crecimiento sea cercano a cero, aseguró en Pekín el premio Nobel de Economía (2001) Joseph Stiglitz.
(Por Rita Álvarez Tudela / Pekín)
Los gobiernos deben ser muy cuidadosos acerca de qué hacer con su estímulo, o de lo contrario la economía puede volver a bajar, dijo Stiglitz, quien puntualizó que países como EEUU, China y otros europeos deben ser conscientes de que si no tienen cuidado las señales de recuperación podrían ser sustituidas de nuevo por la recesión.
"El crecimiento y el empleo son, en última estancia, el centro de atención entre Estados Unidos y China", recalcó el profesor de la Universidad de Columbia, quien se situó al lado de los pesimistas sobre la situación de la economía.
"Antes de la crisis, la economía estadounidense y la de todo el mundo era un boom de consumo unido a una burbuja inmobiliaria, pero esa burbuja era insostenible", añadió Stiglitz, quien también nombró a España en varias ocasiones.
El resultado de la burbuja inmobiliaria fue que los ahorros en EEUU bajaron hasta cero, mientras que cuando estalló volvieron a situarse a un nivel más normal, aunque todavía no alcanzan el 7%, considerado históricamente como el nivel normal de ahorro.
"En EEUU el ahorro doméstico ha aumentado, pero el estatal ha bajado y esto es uno de los motivos de preocupación", puntualizó el economista, que participa estos días en el China Development Forum.
Stiglitz recordó las estadísticas que señalan que en 2010 el número de estadounidenses que podrían perder su casa serían entre unos 2,5 y 3 millones, una cifra más alta que la registrada en los dos años anteriores.
Además, precisó que uno de cada cinco estadounidenses que quieren obtener un trabajo de jornada completa no consiguen encontrarlo, y mirando de cerca el ejemplo de grupos sociales como los jóvenes, "los números son más altos, con unas estadísticas oficiales del 25% de desempleados".
Los consejeros del presidente de EEUU, Barack Obama, dieron una respuesta insuficiente a la crisis para minimizar sus efectos, lamentó Stiglitz. Además, agregó que dieron la impresión al público de que la situación había estallado "sin haber hecho nada malo". Por esta razón, el paquete de estímulo que se presentó fue "demasiado pequeño", aunque sirviese para bajar la tasa de desempleo.
"La lección es que debemos de ser muy cuidadosos con la forma en que gastamos el dinero", dijo, dando el ejemplo militar, en el que "hemos gastado millones de dólares en explosivos que no funcionan y en objetivos que no existen, así que ésta sería un área a la que volvería y gastaría ese dinero en tecnología".
Respecto a la decisión tomada por la Reserva Federal estadounidense de parar de comprar la deuda hipotecaria este mes, Stiglitz dijo que dejar de hacerlo puede conducir "a un incremento de la tasa de interés hipotecario".
Aunque el premio Nobel cree que la situación de la deuda hipotecaria en algunos países es peor que en EEUU, y citó la presión que se está produciendo en países como España y Grecia, donde ahora se pretende recortar el gasto público.
"China debe ser consciente de esto", dijo Stiglitz, ya que aunque su crecimiento económico se situó en un 8,7% en 2009 y es un país que presenta signos de recuperación, cuando se habla de retirar el estímulo fiscal, China tampoco está preparada. "Estará lista cuando los otros estén listos".
Para Stiglizt, el crecimiento de China depende en parte de la recuperación económica de las grandes potencias, ya que si el resto del mundo se vuelve más débil, las exportaciones del país asiático se verán también disminuidas.
– Europa, en la encrucijada (Libertad Digital – 23/3/10)
(Por Manuel Llamas)
Se acerca el momento de la verdad. La resolución de la crisis griega modificará los actuales mimbres sobre los que se sustenta la estructura política comunitaria. La zona euro, y la Unión Europea en su conjunto, se enfrentan al reto más complicado y farragoso desde la puesta en marcha de la moneda única.
Como resultado, la tensión se masca en el ambiente: Sarkozy, Zapatero y Barroso defienden el rescate de Grecia mediante la concesión de créditos bilaterales; la canciller alemana, Angela Merkel, rechaza frontalmente esta opción y abre la puerta al desembarco del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Atenas; una postura que no comparte su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que apoya el rescate y la creación de un Fondo Monetario Europeo; mientras, el Banco Central Europeo se opone a la petición griega de recibir créditos blandos (a tipos de interés inferiores al mercado).
El proceso, de momento, se mantiene en stand by, pero el tiempo se agota. El Gobierno griego necesita colocar en el mercado bonos por valor de 10.000 millones de euros en las próximas semanas, y el interés de su deuda a 10 años ronda el 6,4%, el más alto desde finales de febrero. La situación se agrava y el tono de las declaraciones se dispara, hasta el punto de que Atenas tacha de "miserables" a los alemanes.
Por si ello fuera poco, también saltan chispas entre París y Berlín, los ejes de la UE, después de que el Gobierno francés denunciara la alta competitividad de la economía germana como detonante de los desequilibrios internos que vive la Unión.
Pero, ¿qué le pasa a Europa? Bruselas se encuentra en una encrucijada. El rescate griego crearía un peligroso precedente a nivel político y minaría la fortaleza del euro. Por su parte, la intervención del FMI chocaría, inevitablemente, con las competencias de Bruselas y el BCE. Por último, la expulsión o abandono del euro por parte de Grecia marcaría el principio del fin del bloque común, además de un impacto colosal en la economía griega y en la banca europea.
Sin embargo, lo más preocupante es la sombra creciente de un gobierno único, un "gobierno económico común" a nivel europeo, tal y como reclaman ahora al unísono Sarkozy y Zapatero. Con la excusa de la crisis, la elite política comunitaria aspira a acrecentar su ya de por sí elefantiásico poder. Llegado el caso, la hegemonía de Bruselas sobre los países socios acabaría por eliminar de facto la escasa soberanía política de la que gozan hoy en día los europeos. Y es que, un "gobierno económico" es la antesala de un "gobierno único europeo", que escapará por completo al control de los individuos. Huyan, como del demonio, de las "gobernanzas" en bloque, ya que la historia nos ha demostrado, una y otra vez, que a más gobierno menos libertad, y a mayor expansión geográfica menor posibilidad de escapatoria (voto con los pies).
Espero y deseo que Merkel imponga su criterio y, en caso de rescate, sea finalmente el FMI el que acuda en ayuda de los griegos, por más que les pese a Barroso y a los defensores del "gobierno mundial".
(Manuel Llamas es jefe de Economía de Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana)
– La excesiva eficiencia puede ser perjudicial para la economía mundial (Expansión – 24/3/10)
(Por Martin Wolf)
Alemania dijo "no". Es la conclusión más importante que puede extraerse del debate sobre la política económica de la eurozona. Lo que el Gobierno alemán dice es que la eurozona debe convertirse en una Alemania más grande. Pero esta política tendría implicaciones profundamente negativas para la economía mundial.
La carta de Ulrich Wilhelm, secretario de Estado y portavoz del Gobierno, a Financial Times esta semana, y el artículo de la semana pasada de mi amigo Otmar Issing, ex miembro del consejo del Banco Central Europeo, son significativos no sólo por lo que dicen sino por lo que dejan de decir. La observación que hacen es que Alemania no se arriesgará a minar su competitividad. Lo que no reconocen es que a la economía mundial le aguarda un difícil ajuste, al que tienen que contribuir la eurozona y Alemania.
Sobre el primer argumento, Issing es bastante claro: "Tras años de divergencias entre el coste laboral por trabajador y la pérdida de competitividad en una serie de países, está ganando terreno la idea de que la economía con el mayor superávit, Alemania, debería ayudar subiendo los salarios en interés de los países deficitarios y del conjunto de la comunidad". Sin embargo, insiste, los salarios incluso en Alemania siguen siendo demasiado altos, teniendo en cuenta el elevado índice de desempleo.
Me cuesta discrepar. Muchos países entraron en la unión monetaria sin reconocer las implicaciones para los mercados laborales. En lugar de efectuar las reformas que exige la pertenencia, disfrutaron de una fiesta irrepetible. La fiesta se ha terminado. Teniendo en cuenta que los costes laborales por trabajador se han estancado en Alemania y que el euro aún muestra solidez, los costes laborales en los países periféricos de Europa tienen que caer marcadamente. A estos países no les queda otra alternativa, dentro de la unión monetaria en la que decidieron entrar.
Sobre el segundo, en cambio, Wilhelm comenta algo inquietante: "La clave para corregir los desequilibrios en la eurozona y recuperar la estabilidad fiscal está en mejorar la competitividad en el conjunto de Europa. Cuantos más países con déficit por cuenta corriente sean capaces de aumentar su competitividad, más fácil les resultará reducir su déficit público y de comercio exterior. Una política menos centrada en la estabilidad en Alemania perjudicaría al conjunto de la eurozona".
No puedo estar de acuerdo. Lo que resulta fascinante de estas palabras es que no se hace mención alguna a la demanda. Wilhelm es partidario de una política egoísta en base a la cual cada país intente arrebatar cuota de mercado al resto. En un momento de debilidad global, es un consejo contraproducente tanto para la eurozona como para el resto del mundo.
Lo que Alemania quiere, más concretamente, es una fuerte reducción de los déficits fiscales en toda la eurozona. Ante la contracción del déficit fiscal y el debilitamiento de la producción, la solución para cada país estaría en la caída de los costes laborales relativos por empleado y el aumento de las exportaciones netas. De dar resultado, cada nación traspasaría la debilidad económica a otros países de la eurozona o, más probablemente, del resto del mundo, gracias a un mayor superávit de las exportaciones netas de la eurozona.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el déficit fiscal general de la eurozona se aproximará al 7% del PIB este año. Asumamos que se reduce rápidamente al 3%, mientras que el superávit del sector financiero se mantiene próximo al 7% del PIB, tal y como se prevé implícitamente en la actualidad. Entonces, la balanza por cuenta corriente de la eurozona tendría que aumentar cerca de un 4% del PIB. Eso supondría casi 600.000 millones de dólares (443.892 millones de euros), una suma no muy distante del 1% del PIB mundial.
¿Dónde piensa Alemania que podrían aumentarse los déficits fiscales? Sin duda, esta política haría inviables los ajustes post-crisis para los antiguos países deficitarios, incluidos, sobre todo, EEUU y Reino Unido. ¿Sobreviviría una economía mundial abierta?
Tal vez sea demasiado pesimista sobre las repercusiones que se esperan del previsto ajuste fiscal. Puede que en algunos países la mejora de la credibilidad fiscal estimulase el gasto privado. Sin embargo, sobre todo, es probable que la demanda volviera a caer en la eurozona o que esta la exportase al exterior.
¿Podría marcar la diferencia una agresiva política monetaria? El BCE ha conseguido mantener el rápido crecimiento del agregado monetario M1 durante la crisis, mejor, de hecho, que la Reserva Federal de EEUU y el Banco de Inglaterra. Pero el crecimiento del agregado monetario M2 se ha colapsado. Además, la agresiva política monetaria no ha conseguido evitar una fuerte caída del PIB nominal, que se hundió un 2% hasta el cuarto trimestre de 2009 dentro de la eurozona.
Por desgracia, parece que la política monetaria no consigue fomentar el crédito de los bancos y el gasto de los consumidores. Ha dado beneficios a los bancos y enriquecido más a los banqueros, con modestos beneficios para la economía real. Es poco probable que esta situación cambie pronto.
Una solución alternativa podría ser la de ayudar al mundo a absorber mayores excedentes de exportaciones de la eurozona, EEUU, Japón y Reino Unido. Sí, no se puede concebir salida alguna de este atolladero sin que aumenten los flujos netos de capital a los países emergentes. También parece evidente que es aquí donde debería terminar el superávit mundial de ahorros. Pero va a hacer falta tiempo y muchas reformas para lograr que esto suceda.
Permítanme que deje claras mis ideas sobre el papel de Alemania dentro de la eurozona y de la eurozona dentro del mundo.
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