La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas II (página 12)
Enviado por Ricardo Lomoro
Al ser preguntado por si Portugal sería el siguiente país que tendrá que recurrir al fondo de salvamento, Van Rompuy insistió en que "las situaciones no son comparables y los mercados se darán también cuenta los próximos días", insistió, dando a entender que ninguno de los dos países necesitará recurrir al mecanismo acordado para rescatar a Atenas.
En este sentido, el presidente del Consejo Europeo resaltó que el diferencial de interés de la deuda de Portugal respecto al bono alemán se sitúa en torno a un punto y el de España en 0,7 puntos, mientras que el spread de Grecia se llegó a acercar a los 4 puntos.
Según explicó que "estamos convencidos de que el hecho de que el Eurogrupo y el FMI se conviertan en garantes de que no se dejará caer a Grecia bastará para reducir los spreads y hacer que la situación sea soportable", afirmó el presidente del Consejo Europeo.
"El problema griego sería también completamente diferente si no hubiera habido ese fraude estadístico que ha provocado grandes dudas sobre la credibilidad de todas las medidas e iniciativas griegas", añadió.
Van Rompuy consideró que la decisión sobre el plan de rescate es "muy importante no sólo para Grecia, sino también para la estabilidad de la Eurozona y para la estabilidad monetaria internacional". "Hemos adoptado las decisiones que debíamos adoptar", aseguró.
También explicó que todos los países de la eurozona se han declarado dispuestos a participar en el mecanismo de préstamos bilaterales a Grecia, pero se declaró convencido de que no será necesario desembolsar los fondos. "Esperamos que no deba ser activado porque confiamos en que dé garantías a todos los poseedores de deuda griega de que la eurozona nunca dejará caer a Grecia", insistió.
Sobre la posibilidad de que se reformen los Tratados para poder expulsar en el futuro de la eurozona a los países que incumplan los límites de déficit y deuda, tal y como pide Alemania, Van Rompuy dijo que sólo se hará esta propuesta si hay "consenso".
Por su parte, el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, defendió la participación del FMI en el plan de rescate, pese a las reticencias iniciales de la mayoría de los países de la eurozona, porque "era la única manera de lograr el consenso".
– El rescate griego costará 75.000 millones y abre la puerta a expulsar países (Libertad Digital – 26/3/10)
El eurogrupo oculta información. El plan de rescate griego podría costar 75.000 millones de euros, el triple de lo estimado. El FMI será el protagonista, Berlín tendrá capacidad de veto y se debate la expulsión de países y eliminar el derecho de voto a Grecia.
(Por M. Llamas) Lectura recomendada
El comunicado oficial publicado ayer por los líderes de la UE sobre el plan de rescate griego no descubre todas sus cartas y da una imagen distorsionada de la realidad. El plan, que logró el respaldo de los jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona, fue pactado previamente por Francia y Alemania y, en esencia, consiste en la combinación de préstamos bilaterales voluntarios por parte de los países miembros con una aportación "sustancial" del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Preguntado por los detalles del reparto de las contribuciones o de los tipos de interés aplicables, el presidente galo, Nicolas Sarkozy, rechazó hablar de cifras bajo la excusa de que serían "utilizadas de inmediato por la especulación". "El objetivo es decir que Grecia no está sola", recalcó, para después apuntar la "solidaridad" de los países europeos. Las claves anunciadas giran en torno a tres ejes fundamentales:
En primer lugar, se trata de un plan "preventivo" y su objetivo es "no utilizarlo", según Sarkozy. Pero ¿cómo? La cuestión es que será el FMI el primero en desembarcar en Atenas, aportando la primera tanda de ayudas financieras, siempre y cuando Grecia pida apoyo oficialmente. Es decir, una vez que el Gobierno heleno se declare en quiebra. Algo que es tan sólo cuestión de tiempo, según los analistas de la banca internacional. Si la ayuda del FMI no es suficiente, será entonces cuando se discutirá la aprobación de créditos bilaterales "voluntarios" por parte de los socios comunitarios.
En segundo lugar, el plan estará dotado con hasta 25.000 millones de euros. El FMI contribuiría con 10.000 millones de euros, mientras que los préstamos bilaterales voluntarios oscilarían entre los 12.000 y los 15.000 millones de euros. Según las fuentes consultadas, las contribuciones de los países de la eurozona se basarán en sus respectivas cuotas en el capital del Banco Central Europeo (BCE).
La cuota de España en el capital del BCE asciende al 8,3%. No obstante, la contribución final española podría situarse alrededor del 12,5% del total, teniendo en cuenta que los países de fuera de la eurozona, que también aportan capital al Banco, no contribuirán en principio al rescate griego.
Considerando estas variables, las autoridades españolas calculan que aportarán al plan unos 2.000 millones de euros. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aclaró que esta participación computará como deuda y no como déficit al tratarse de préstamos. La cuota de Alemania se sitúa en el 18,9%, la de Francia en el 14,2% y la de Italia en el 12,4%.
Nuevas sanciones
En tercer lugar, se creará un grupo de expertos con representantes de los Gobiernos, la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE) para endurecer las sanciones contra los países que superen los límites de déficit y deuda, y evitar así que se repita un nuevo caso como el de Grecia. Las propuestas deberán estar listas antes de que acabe el año. Asimismo, el eurogrupo trabajará para avanzar hacia una gobernanza económica europea, reforzando la cooperación de los socios en esta materia.
Por último, dos medidas adicionales. Los créditos bilaterales no ofrecerán financiación "a los tipos de interés medios de la zona euro", sino que fijarán "incentivos para volver a la financiación del mercado lo antes posible mediante un precio basado en el riesgo". Es decir, los tipos de interés no incluirán ningún tipo de subvención.
En la actualidad, Grecia paga un interés superior al 6% en su deuda pública a 10 años. Además, el BCE acordó ayer extender más allá de 2010 sus mecanismos de liquidez para seguir aceptando como colateral deuda de baja calidad. De este modo, permitirá seguir usando los bonos helenos como garantía para conceder préstamos, salvando así a las entidades alemanas y francesas y, por extensión, dando aire al sistema financiero griego, que podrá descontar tales bonos en la ventanilla del BCE para lograr liquidez.
Las variables ocultas
Hasta aquí lo que se ve, pero existen otras variables no tan explícitas que se han intentado ocultar. La más importante se refiere al coste real del rescate. El eurogrupo estima que ascenderá a cerca de 25.000 millones de euros, pero esta cuantía tan sólo serviría para cubrir las necesidades de financiación de Grecia hasta mayo. Por ello, según los analistas consultados por la revista británica The Economist, la factura será muy superior. En concreto, 75.000 millones de euros, el triple de lo estimado inicialmente por Bruselas.
El plan tan sólo es una "solución temporal. Se necesitarán años para reparar las finanzas públicas de Grecia, lo que significa un fondo de rescate mucho más grande si se quiere evitar la quiebra". Atenas deberá recibir asistencia financiera mientras lleva a cabo un ambicioso plan de ajuste fiscal, el mayor de su historia. Y ello, sin poder devaluar su moneda. De ahí que, según los expertos, precisará mucho más tiempo para lograr el ansiado reequilibrio fiscal. En concreto, cinco años para reducir el déficit al 3% del PIB (en la actualidad roza el 13%).
Las proyecciones indican que Grecia precisará un endeudamiento extra de 75.000 millones de euros hasta 2014, con lo que su nivel de deuda escalará hasta el 152% del PIB. "Esta cifra es un indicador aproximado de la cantidad de ayuda financiera que puede requerir Grecia", indica el semanario.
Expulsión de países
Por otro lado, en el ámbito del endurecimiento de sanciones, los líderes de la UE han rechazado ofrecer detalles. Sin embargo, el acuerdo alcanzado entre Berlín y París, base del plan acordado ayer, incluye la posibilidad de reformar los tratados de la UE para negar el derecho a voto en el seno de la UE a los países que precisen ayuda y sean reiteradamente incumplidores con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (déficit máximo del 3% y deuda del 60% del PIB).
Es más, ambos países acordaron también la expulsión de países de la zona euro, tal y como exigía la canciller alemana, Angela Merkel. Sobre este aspecto, los líderes reunidos ayer tan sólo señalaron que están abiertos a estudiar "todas las opciones", incluida pues la expulsión del euro acordada entre ambas potencias.
Además, la concesión in extermis de los citados préstamos bilaterales voluntarios, en caso de que sea necesario, dependerá en última instancia de la voluntad de Berlín, ya que deberán ser acordados por unanimidad entre los miembros de la zona euro.
Por último, la intervención del FMI no es vista con buenos ojos por el BCE. El presidente de la entidad, Jean-Claude Trichet, señaló ayer en la cadena de televisión francesa Public Senat que el apoyo financiero a Grecia procedente del exterior (FMI) es "muy, muy malo".
Horas después, sin embargo, Trichet negó haber criticado la intervención del Fondo. "Nunca lo he dicho. Siempre he dicho que lo que era importante era preservar la responsabilidad de los gobiernos de la zona euro", aseguró Trichet en rueda de prensa en Bruselas al término de la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea. "Estoy contento con el acuerdo".
"La Comisión Europea aseguró este martes que la crisis económica y financiera internacional ha generado una especial "necesidad" de consolidación de las cuentas públicas en la mayoría de los países y que en el conjunto de la Unión Europea la consolidación fiscal para restablecer la sostenibilidad podría exceder los 800.000 millones en los próximos años"… Bruselas calcula que la UE necesitará más de 800.000 millones de euros para consolidar sus cuentas públicas (El Confidencial – 6/4/10)
En un informe presentado el día 6 y que analizarán a mediados de abril en Madrid los ministros de Economía y Finanzas de la UE, Bruselas plantea por tanto analizar fuentes de financiación innovadoras, para paliar el impacto presupuestario de los retos mundiales vinculados al sector financiero, el cambio climático y el desarrollo. Entre las propuestas, figura aplicar un impuesto a las prácticas de riesgo de los bancos y gravar las emisiones de carbono.
Entre otras cosas, el documento recuerda que los planes de rescate del sector público para acudir en ayuda de los bancos fueron del orden de más de 1,5 trillones de euros y que eso "no se puede repetir".
También subraya que el acuerdo de la cumbre de Copenhague para que los países desarrollados ayuden a los menos desarrollados a luchar contra el cambio climático fue de 30.000 millones de dólares de aquí a 2012, cantidad a la que la UE aportará 7.200 millones.
Además, se quieren movilizar para 2020 fondos públicos y privados por un montante aproximado de 100.000 millones de dólares para que los países pobres cumplan sus objetivos.
A ello hay que añadir, prosigue el informe de la CE, los compromisos adquiridos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio mediante el aumento de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) al 0,7% del PIB en 2015, lo que supondrá unos 100.000 millones de euros.
En principio, todas estas pruebas a las que se verán sometidas las arcas públicas pueden superarse reduciendo otros gastos o incrementando los ingresos de los impuestos tradicionales.
No obstante, la CE considera que, mientras que este tipo de esfuerzos siguen siendo necesarios y deben ser prioritarios en la agenda política, tienen que explorarse "nuevas vías" a la luz de que las necesidades financieras serán altas y las fuentes innovadoras de financiación pueden tener un papel nada desdeñable tanto en la consolidación fiscal como en el crecimiento sostenible que, por lo demás, figura en la estrategia económica de la UE para 2020.
Anexo: El rincón de los gurús (la dictadura intelectual)
Coda: Sería de agradecer que algunos de estos "escribas" (no digo todos) recuperaran su capacidad para armar las conciencias, inspirar entusiasmo y ofrecer esperanza en una vida más digna que su actual caricatura. Bastaría con decir la verdad y enfrentarse a las consecuencias. ¡Ah, pero son relativistas culturales! Y por lo tanto para ellos (no digo todos) la verdad es un efecto mediático. Ahí estamos… entre la pantalla total y el tecno-utopianismo. De la falacia "ultraliberal" al socialismo "de mercado". Una perspectiva binaria del autoritarismo posmoderno.
No todo el "capital intelectual" creado por estos gurús mediáticos está destinado a producir "bienes sociales"; los "males sociales" son también inevitables. Aunque hay muchas razones para ser escépticos, les ofrezco algunas "deposiciones" y dejo a vuestro criterio su reflexiva "interpretación". ¿Caperucitas o lobos? En su caso: ¿le corresponde a la Unión Europea representar el papel de la "abuelita"?
– La tragedia griega merece el interés global (Expansión – 20/1/10)
(Por Martin Wolf)
El Gobierno griego ha prometido reducir su déficit fiscal desde aproximadamente el 12,7% del producto interior bruto (PIB) el año pasado al 3% en 2012. ¿Podrá conseguirlo? No es muy probable.
Pero Grecia no es más que el canario de la mina de carbón fiscal. Otros miembros de la eurozona también sufren presiones para rebajar sus déficits fiscales. ¿Qué efecto podría tener esa presión sobre los miembros más vulnerables, la eurozona y la economía mundial?
Después de haber falsificado sus datos durante años, defraudando la confianza de sus socios, Grecia ha caído en desgracia. Sin embargo, incluso si merece parte de la culpa, la labor que va a acometer es de proporciones astronómicas. En particular, a diferencia de la mayoría de los países con enormes déficit fiscales –como, por ejemplo, Reino Unido–, Grecia no puede compensar el impacto del ajuste fiscal relajando la política monetaria o depreciando su divisa.
Grecia es miembro de una unión monetaria que cuenta con la política de divisas más severa de entre las grandes economías, tal y como señalaba esta semana en Financial Times Paul de Grauwe, de la universidad de Leuven. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la demanda doméstica final real de la eurozona se estancará en 2010. En el caso de Alemania, la previsión es que crezca un 0,2%.
El euro también se ha fortalecido en términos reales más que ninguna otra divisa desde su lanzamiento en 1999. Para agravar la situación, Grecia y otros países periféricos han perdido competitividad dentro de la zona. Los costes laborales por empleado crecieron en Grecia un 23% con respecto a Alemania entre principios del año 2000 y el segundo trimestre de 2009, algo que también sucede en el caso de otros miembros periféricos.
Finalmente, incluso si el ajuste fiscal redujera los márgenes de los bonos griegos frente a los bonos alemanes -un indicador del riesgo de impago de Grecia-, no supondría un gran beneficio para las finanzas públicas y la economía. Es cierto, a principios de esta semana, el diferencial griego sobre los bonos germanos era de 2,74 puntos porcentuales. Pero los márgenes sólo han sido amplios dos años. También es probable que el impacto de los tipos de interés más bajos del sector público sobre los pagados por el sector privado sea bastante pequeño.
Teniendo en cuenta estas severas restricciones, un fuerte ajuste fiscal estructural dará lugar a una profunda recesión. Seguramente, eso aumentará el déficit cíclico. Asumamos, con prudencia, que por cada punto porcentual de endurecimiento fiscal hubiera, en compensación, 0,2 puntos de deterioro fiscal. Entonces, el ajuste estructural necesario para reducir el déficit actual al 3% del PIB se aproximaría a los 12 puntos porcentuales. El Gobierno griego se encontraría con que, por cada paso que diera hacia adelante, sufriría un pequeño retroceso. Hasta el momento, Grecia no ha sufrido una recesión significativa. Parece que eso cambiará. El Gobierno pronto se encontrará con unos sectores público y privado en una situación lamentable, sin instrumentos políticos.
Los problemas de Grecia son extremos, porque de entre los países miembros vulnerables de la eurozona, sólo ella sufre tanto un alto déficit fiscal como una alta deuda. Otros países que cuentan con altos déficits fiscales son Irlanda (12,2% del PIB en 2009) y España (9,6%). Pero, mientras que los préstamos netos públicos alcanzaron el 86% del PIB a finales de 2009 en Grecia, según la OCDE, en Irlanda y España sólo ascendieron al 25% y el 33% respectivamente. Entretanto, Italia, con un ratio de deuda neta del 97%, registró un déficit de "únicamente" el 5,5%. Portugal se encuentra en un término medio, con una deuda neta del 56% del PIB y un déficit del 6,7%. Así, el reto para Grecia es mayor y más apremiante que para el resto de países.
En un artículo en Financial Times la semana pasada, Desmond Lachman, del Instituto de Empresa Americano, concluía que Grecia se vería obligada a abandonar la eurozona. Simon Tilford, del Centro para la Reforma Europea londinense, expuso en estas páginas, por el contrario, que debe ser rescatada. Existen otras dos posibilidades: que Grecia no ceda; o que simplemente cometa impago.
¿Cuál es más probable? No lo sé. Pero el impago no puede ser una solución. Grecia se vería obligada a reducir su déficit en medio de una debacle económica nacional. La salida de la eurozona supondría una catástrofe política. Cualquiera de estas eventualidades (por no hablar de las dos juntas) contagiaría a los miembros vulnerables, con efectos letales. De repente, lo impensable sería posible. La eurozona podría tener que hacer frente, entonces, a una oleada de crisis de la deuda soberana y del sector financiero que haría que lo sucedido en 2009 pareciera una fiesta.
Al mismo tiempo, un rescate de la eurozona originaría un enorme riesgo moral para los políticos. Sólo sería posible si la eurozona ejerciese posteriormente cierto grado de control directo sobre las decisiones fiscales de los estados miembros. En pocas palabras, sería la vía más rápida hacia la unión política que muchos consideraron en un principio una condición necesaria para el éxito del proyecto.
Dada la terrible dificultad de todas las alternativas, estoy seguro de que se harán esfuerzos para evitarlas el máximo tiempo posible. Lo mismo sucederá en el resto de países. Todos se verán obligados a aceptar prolongadas recesiones. Pero en ausencia de una sólida demanda en el resto de la eurozona o de un tipo de cambio más bajo -ambos dependientes de las decisiones del Banco Central Europeo- es muy probable que la vía de la desinflación competitiva para alcanzar la prosperidad fracase. Algunos países pueden verse sumidos en un estancamiento a largo plazo.
Entretanto, tras haber perdido sus viejos motores de demanda interna, a la eurozona sólo le queda esperar un crecimiento más rápido de las exportaciones netas. Lo mismo sucede en el caso de los países afectados por la crisis financiera, como Reino Unido y EEUU. Y en el de un Japón en recesión. También, especialmente, en China. O el resto del mundo comienza a consumir en masa, o estos países -que representan el 70% de la economía mundial- se van a sentir defraudados.
Algunos, sabiendo de mi oposición a la entrada de Reino Unido en la eurozona, supondrán que siento cierto placer con estas dificultades. Todo lo contrario, temo las peligrosas consecuencias. Pero este es, sin duda, el tipo de dificultades que me preocupaban. La mayor parte del tiempo, disponer de una divisa independiente no es más que un incordio. Pero, de vez en cuando, y de forma bastante impredecible, los países necesitan desesperadamente una válvula de seguridad. Tal y como el profesor de Grauwe nos recuerda, en los años 30 esa ayuda era necesaria. Nuestra propia época plantea retos que parecen similares. Los problemas surgen. Los miembros de la eurozona deseaban con fervor la creación del euro. Ahora deben superar las dificultades que se presenten cuando, como ahora, surge algún problema.
(The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved)
– Aprender de Europa (El País – 24/1/10)
(Por Paul Krugman)
La reforma sanitaria ha provocado muchos lloriqueos y rasgado de vestiduras entre los conservadores. Y no me refiero solamente a los más radicales. Hasta los conservadores más serenos han estado lanzando advertencias atroces sobre que la sanidad de Obama convertirá a EEUU en una democracia social de tipo europeo. Y todo el mundo sabe que Europa ha perdido todo su dinamismo económico.
Sin embargo, por extraño que parezca, lo que todo el mundo sabe no es verdad. Europa tiene sus problemas económicos; ¿quién no? Pero la historia que oímos constantemente (de una economía estancada en la que los impuestos elevados y los beneficios sociales generosos han eliminado los incentivos, y detenido el crecimiento y la innovación) se parece poco a los hechos, sorprendentemente positivos. La lección de Europa es en realidad la opuesta a la que cuentan los conservadores: Europa es un éxito económico, y ese éxito demuestra que la democracia social funciona.
De hecho, el éxito económico de Europa debería resultar evidente incluso sin estadísticas. Para aquellos estadounidenses que han visitado París: ¿les parecía pobre y atrasada? ¿Qué me dicen de Frankfurt o Londres? Siempre deberían tener en cuenta que cuando se trata de qué creer -las estadísticas económicas oficiales o lo que uno ve con sus mentirosos ojos- son los ojos los que dicen la verdad.
En cualquier caso, las estadísticas confirman lo que ven los ojos. Es cierto que la economía de EEUU ha crecido más deprisa que la europea en la última generación. Desde 1980 -cuando nuestra política giró bruscamente hacia la derecha, mientras que la de Europa no lo hizo- el PIB real de EEUU ha crecido, de media, un 3% al año. Mientras tanto, la UE de los 15 -el bloque de los 15 países que eran miembros de la Unión Europea antes de que ésta se ampliase para incluir a una serie de antiguos países comunistas- sólo ha crecido un 2,2% al año. ¡EEUU se impone!
O puede que no. Todo lo que nos dice esto es que hemos tenido un crecimiento demográfico más rápido. Desde 1980, el PIB real per cápita -que es el que importa para determinar la calidad de vida- ha aumentado casi al mismo ritmo en EEUU y en la UE de los 15: 1,95% al año en EEUU; 1,83% en Europa.
¿Y qué pasa con la tecnología? A finales de los años noventa, era posible sostener que la revolución de la tecnología de la información estaba pasando de largo a Europa. Pero, desde entonces, Europa ha acelerado en muchos sentidos. La banda ancha, en concreto, está casi igual de extendida en Europa que en Estados Unidos, y es mucho más rápida y barata.
¿Y qué hay del empleo? En esto se puede afirmar que a EEUU le va mejor: las tasas de paro europeas suelen ser significativamente mayores que la estadounidense, y la fracción de la población con trabajo, menor. Pero si la visión que tienen es la de millones de adultos con la edad perfecta para trabajar sentados sin nada que hacer, viviendo del paro, piensen otra vez. En 2008, el 80% de los adultos de entre 25 y 54 años de la UE de los 15 tenían trabajo (y el 83% en Francia). Eso es aproximadamente lo mismo que en EE UU. Los europeos tienen menos tendencia que nosotros a trabajar cuando son jóvenes o mayores, pero ¿es eso algo negativo?
Y además, los europeos son bastantes productivos: trabajan menos horas, pero la producción por hora en Francia y Alemania está cerca de la de EEUU.
La cuestión no es que Europa sea una utopía. Como EEUU, está teniendo problemas para lidiar con la actual crisis financiera. Como Estados Unidos, los grandes países de Europa se enfrentan a graves problemas fiscales a largo plazo y, como algunos estados concretos de Estados Unidos, algunos países europeos se tambalean al borde de la crisis fiscal. (Sacramento es ahora la Atenas de Estados Unidos, en el mal sentido). Pero desde una perspectiva general, la economía europea funciona; crece; es tan dinámica, teniéndolo todo en cuenta, como la nuestra.
Entonces, ¿por qué muchos expertos nos pintan un cuadro tan diferente? Porque, según el dogma económico dominante en EEUU -y al decir esto me refiero a muchos demócratas, así como a prácticamente todos los republicanos- la democracia social de tipo europeo debería ser un completo desastre. Y la gente tiende a ver lo que quiere ver.
Al fin y al cabo, mientras que la información sobre la defunción económica de Europa se exagera, no se hace lo mismo con la referida a sus impuestos elevados y beneficios generosos. Los impuestos en los principales países europeos están entre el 36 y el 44% del PIB, en comparación con el 28% en EEUU. La asistencia sanitaria universal es, bueno, universal. El gasto social es inmensamente superior al de EEUU. Así que, si hubiese algo de verdad en las suposiciones económicas que predominan en los debates públicos estadounidenses -sobre todo, la creencia de que la subida, incluso moderada, de impuestos a los ricos y las prestaciones para los pobres eliminarían radicalmente los incentivos para trabajar, invertir e innovar- Europa sería la economía estancada y decadente de la leyenda. Pero no lo es.
Europa se presenta a menudo como una historia con moraleja, una demostración de que si uno trata de hacer la economía menos brutal, de ocuparse mejor de sus conciudadanos cuando pasan por malos momentos, uno terminará destruyendo el progreso económico. Pero lo que la experiencia europea realmente demuestra es lo contrario: la justicia social y el progreso pueden ir de la mano.
(Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. (c) 2010 New York Times News Service)
– Joseph Stiglitz critica el plan de reducción de déficit de Grecia (The Wall Street Journal – 2/2/10)
(Por Sebastián Moffett)
El plan de Grecia para recortar su déficit presupuestal en medio de la creciente presión de sus vecinos europeos podría frenar el crecimiento del país, advirtió el economista Joseph Stiglitz.
El gobierno griego ha esbozado recortes de gastos y medidas para incrementar los ingresos por impuestos, en un esfuerzo por frenar el déficit presupuestal a 3% de producto interno bruto para 2012 frente a 13% del PIN en 2009. El primer ministro George Papandreu anunció el martes un congelamiento para todos los salarios de los empleados públicos y dijo que se movería para elevar los impuestos a la gasolina.
Pero sin medidas para estimular la economía, tales como fondos de desarrollo y otros medios para incrementar la liquidez, la reducción del déficit podría desacelerar el crecimiento, dijo Stiglitz, profesor de la Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de economía en 2001.
Un crecimiento más lento a su vez podría generar menos ingresos impositivos y terminaría incrementando el déficit.
"Yo advertiría seriamente en contra del fetichismo del déficit", dijo Stiglitz en una conferencia de prensa en Atenas. "Si usted tiene menos éxito (estimulando la economía a través de otros medios), entonces me comenzaría a preocupar".
La Comisión Europea planea publicar el miércoles un informe que ofrece su apoyo a las medidas de austeridad griegas, que se ajustan a los procedimientos establecidos en el tratado que gobierna a la UE.
Cuando un país del bloque rompe el techo de déficit presupuestal de 3% del PIB, la comisión y los ministros de finanzas de la UE establecen un cronograma para regresar a esa meta.
El presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, dijo el martes que la comisión apoyaría el plan presupuestal del país, indicando que aún quedaban riesgos para la economía griega.
Los mercados financieros, siguiendo el ejemplo de la rebaja de calificaciones por parte de las firmas calificadoras, han vendido deuda del gobierno griego. Grecia ahora tiene que pagar más para tomar prestado dinero que otras economías de la euro zona. El diferencial entre el rendimiento del bono a 10 años del gobierno y su equivalente alemán alcanzó más de cuatro puntos porcentuales la semana pasada.
Los efectos en la economía griega de estas medidas podrían ser devastadores. Recortar el déficit del sector público a la mitad impulsaría la tasa de desempleo del 9,3% actual a 16%, según predijo el martes la firma de investigación financiera estadounidense High Frequency Economics.
Stiglitz dijo que las medidas anteriores de austeridad no funcionaron como se anticipaba, como por ejemplo sucedió en Asia occidental hace una década. Él aseguró que Irlanda, la cual recortó los salarios de los empleados públicos para tratar de arreglar su déficit, vivía una experiencia similar en estos momentos.
"El tipo de política que Irlanda usó no tuvo los efectos" anticipados por la gente que los recomendó, dijo. "Hay cierta gente en la Unión Europea que creen en el fetichismo del déficit y obtienen un cierto confort al hablar con dureza".
– Dejemos que Grecia se tome unas vacaciones de la eurozona (Expansión – 18/2/10)
(Por Martin Feldstein)
Las garantías de crédito o los préstamos temporales de Alemania y Francia pueden permitir a Grecia evitar una nueva crisis de refinanciación a finales de esta primavera.
Pero los parches financieros temporales no abordarán el verdadero problema: el déficit presupuestario de Grecia, que asciende al 13% del producto interior bruto (PIB). Para evitar una explosión del ratio deuda gubernamental/PIB, Grecia debe reducir sus futuros presupuestos anuales y subir los impuestos de forma que, juntos, equivalgan al menos al 10% del PIB.
Por desgracia, semejante contracción fiscal provocaría un fuerte aumento de la tasa de desempleo, que se sitúa ya en el 10%; y la oposición política hace que una actuación así sea imposible.
Si Grecia dispusiera aún de su propia divisa podría, en paralelo, devaluar el dracma para reducir las importaciones y aumentar las exportaciones, recortando su déficit comercial del 15% del PIB. El PIB y el índice de ocupados de Grecia podrían crecer entonces si el aumento de las exportaciones y el descenso de las importaciones aportasen más al empleo y a la producción que lo perdido por medio de las subidas de impuestos y el recorte del gasto gubernamental. Pero como Grecia no dispone ya de su propia divisa, no es libre para seguir esta estrategia.
Así que, ¿qué puede hacer? Puede, sencillamente, subir los impuestos y reducir el gasto, pidiendo a su población que sufra muchos años con un alto índice de paro. O puede buscar un rescate real de sus socios europeos, por el que estos den al Gobierno griego, año tras año, suficiente dinero como para pagar sus deudas sin tener que aumentar los impuestos.
Incluso si el pequeño tamaño de la economía griega lo hiciera posible, esta opción sería rechazada, ya que Alemania y Francia temerían, con acierto, que al hacerlo surgieran presiones para efectuar rescates similares de países de la eurozona más grandes. Otra opción es que Grecia salga de la eurozona, iniciando, tal vez, un proceso en el que otros países con grandes déficit fiscales y comerciales también la abandonen.
Ninguna de las opciones anteriores resulta atractiva para Grecia o sus socios de la eurozona. Pero existe una mejor idea que podría preservar la moneda única al tiempo que ayudase al atribulado país a ajustar sus déficits.
El resto de la eurozona podría permitir a Grecia ausentarse temporalmente con el derecho y la obligación de volver con un tipo de cambio más competitivo.
Para ser más exactos, Grecia cambiaría su divisa del euro al dracma, con una tasa inicial de cambio de un euro por dracma. Los balances y las deudas de los bancos seguirían estando denominados en euros. Los salarios y los precios se establecerían en dracmas.
Si el acuerdo exigiese que Grecia se reincorporarse con un tipo de cambio de 1,3 dracmas por euro, la divisa griega caería inmediatamente cerca de un 30% en relación a la moneda común europea y a otras divisas. Si la inflación inducida de Grecia es baja, o simplemente inexistente, los productos griegos serían sustancialmente más competitivos tanto en el mercado doméstico como en los extranjeros.
A cambio del permiso para reajustar su tasa de cambio, Grecia tendría que aceptar severas medidas fiscales para reducir su déficit con rapidez y mantenerlo en un nivel bajo. Aunque el mayor coste de las importaciones reduciría los ingresos reales locales, el daño se vería limitado por el hecho de que las importaciones representan menos del 20% del PIB griego.
Cabe la posibilidad de que otros miembros de la eurozona pusieran objeciones a concederle a Grecia esta mejora en la competitividad. Podrían temer que otros países con grandes déficit comerciales presionen para obtener acuerdos similares. Pero permitir que Grecia reajuste su tasa de cambio podría seguir siendo mejor que la opción de que el país abandone de forma permanente la eurozona. Sería sin duda preferible a condenar a los griegos a una década de padecimiento. También sería mejor que la idea de que Alemania y otros países ofrezcan una asistencia financiera constante a Grecia, ya que ese proceso podría hacer que el propio Berlín quiera abandonar la eurozona.
La unión económica y monetaria europea tiene dos imperfecciones básicas. Primero, obliga a los distintos países a vivir con un tipo de interés y de cambio que puede no ser adecuado para todos los miembros. Segundo, la combinación de una divisa única con políticas presupuestarias independientes fomenta el derroche fiscal. La situación griega es la manifestación de estos defectos. Si los líderes políticos quieren, no obstante, preservar el actual sistema, permitir que Grecia reajuste su tasa de cambio de forma temporal puede ser la mejor opción.
(Martin Feldstein, profesor de Economía en Harvard y presidente emérito de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas)
– "No es la mejor idea, pero es la única viable": Marc Faber habla del rescate de Grecia (El Economista – 19/2/10)
(Por José Luis de Haro / Nueva York)
El influyente inversor internacional Marc Faber aseguraba durante una conversación con elEconomista que tanto España como Portugal "se encuentran en la misma mala situación que Grecia". "En el caso español hay que tener en cuenta que su economía es más grande y eso podría ser peligroso", dijo. Grecia podría emitir bonos a 10 años la semana que viene por 5.000 millones.
El inversor apuntó que la Unión Europea tiene dos opciones a partir de ahora: disolverse o permanecer unida y "después de todo este tiempo, todos los esfuerzos se orientan a permanecer en un mismo bloque".
Con este objetivo, Faber puso de manifiesto que "la Unión Europea acabará prestando dinero a todos estos países pero las condiciones de los préstamos serán bastante duras, algo que no beneficiará a dichas economías a largo plazo".
En este sentido, el gurú explicó que el rescate de la UE al gobierno griego "no es la mejor idea, pero es la única viable a día de hoy".
"El problema es que en la actualidad es difícil aumentar los impuestos lo suficiente para corregir estos excesos, por eso tanto en Europa como algunos estados de EEUU tendrán que ser ayudados por los bancos centrales o por otros gobiernos", apuntó.
Ante la polémica suscitada por los artículos publicados en Der Spiegel y The New York Times, en los que se destapó la relación entre varias entidades de Wall Street y algunos gobiernos europeos, incluído el griego, para maquillar las cuentas públicas, el famoso gurú confirmó este hecho y reiteró la necesidad de regular este tipo de operaciones.
"Por supuesto que los bancos de inversión, como Goldman Sachs, han ayudado a gobiernos europeos a esconder algunos esqueletos en el armario pero ante todo hay que entender el contexto donde ésta situación tuvo lugar", aseguró Faber.
Al fin y al cabo estos hechos "tuvieron lugar ante la falta total de supervisión regulatoria y en un momento en que la política monetaria tomaba un rumbo expansivo", matizó el Faber.
EEUU y su deuda
En lo que se refiere a la deuda de Estados Unidos, Faber no dudó en reiterar que el país perdió hace tiempo la triple A y que el gobierno norteamericano "siempre solventa sus problemas deficitarios imprimiendo más dinero".
Desde su punto de vista esta "es una forma de impago de deuda", aunque, por supuesto, siempre provocará que las agencias de calificación mantengan impoluto el rating de la deuda estadounidense.
Aún así, el inversor recordó que "AIG o muchas otras entidades también mantuvieron su calificación hasta tener que ser rescatadas o sometidas a la bancarrota".
Por último, Faber aseguró que la volatilidad seguirá estando presente en la renta variable de EEUU. "En las últimas semanas hemos visto una caída media del 10 por ciento por lo que en las próximas jornadas podríamos experimentar un nuevo rally alcista", aseguró. "En general creo que este año no será tan bueno para las acciones convencionales como fue 2009", añadió.
– Turno para Italia: Robert Mundell cree que es "la mayor amenaza para el euro" (El Economista – 18/2/10)
Empezó por Grecia, se trasladó a Portugal y después a España. Y ahora le toca el turno a Italia, que se ha convertido en el nuevo blanco de las especulaciones por sus cuentas públicas y por el uso de derivados por parte de sus ayuntamientos para "esconder" deudas. En palabras del Nobel de Economía, Robert Mundell, "Italia es la mayor amenaza para el euro". Grecia podría emitir bonos a 10 años la semana que viene por 5.000 millones.
Ayer, el Tribunal de Cuentas italiano (Corte dei Conti) advirtió de que los derivados que habían adquirido los municipios del país pondrían en peligro las finanzas públicas durante décadas. Y es que el uso de derivados no se limita a los gobiernos, como en el caso de Grecia o la propia Italia, que los utilizó para unirse al euro.
El problema no es pequeño, ya que el tribunal calcula que unos 500 municipios tienen contratos por valor de 35.000 millones de euros, cantidad equivalente a un tercio del total de la deuda conjunta de las regiones, provincias y ayuntamientos.
Este tipo de contratos estaban diseñados, entre otras cosas, para cubrir los riesgos que suponen las variaciones de los tipos de interés para las emisiones de bonos. Sin embargo, al igual que en Grecia, se utilizaron para obtener liquidez para el gasto corriente o incluso, según el tribunal, con "fines especulativos".
El Gobierno italiano permitió este tipo de maniobras en 2002, pero el año pasado las prohibió y obligó a que toda la liquidez obtenida por estos medios tuviera que ser contabilizada como deuda. Aún con todo, los municipios italianos se enfrentan a pérdidas potenciales enormes, que en 2008, según el Banco de Italia, ascendieron a casi 2.000 millones de euros. El único respiro es que al estar muchos de ellos ligados a los tipos de interés, la bajada de los mismos ha aliviado las pérdidas.
La batalla entre las instituciones y los bancos ya se ha trasladado a los tribunales. El año pasado, por ejemplo, fueron incautados 476 millones a JP Morgan, Deutsche Bank y UBS, entre otros, acusados de haber estafado al ayuntamiento de Milán con contratos de derivados.
Italia: "La mayor amenaza para el euro"
Por otro lado, Italia, cargada con la segunda deuda más onerosa de la Eurozona, es la "mayor amenaza" para la economía del bloque de 16 miembros, según el premio Nobel de Economía Robert Mundell.
"Italia tiene que preocuparse", dijo ayer Mundell, profesor en la Universidad de Columbia, en una entrevista a Bloomberg en Nueva York.
"Sería muy difícil rescatar a Italia. Tenemos que asegurarnos de que lo que se haga con Grecia, y posiblemente con Portugal y quizá con Irlanda, salve a Italia de ese problema".
Las autoridades italianas han tratado de impedir que se meta a Italia en el mismo saco que a otras economías menores de la Eurozona, las cuales han creado preocupación respecto de su capacidad para controlar sus déficits y deudas.
El primer ministro Silvio Berlusconi dijo el 10 de febrero que esos países estaban "mucho peor" que Italia y que "los mercados nos brindaron su confianza".
Mundel explicó que el alto nivel de deuda de Italia crearía problemas para toda la región del euro si los crecientes costes financieros dificultan el pago de intereses por los préstamos del país. Italia tiene una deuda de cerca de 1,8 billones de euros, más de cinco veces la de Grecia y el equivalente de alrededor de un cuarto de la deuda de la Eurozona.
El déficit italiano es del 5,3% del PIB, mucho menos que los de España o Grecia. Sin embargo, los bonos italianos a 10 años cotizan con un diferencial respecto al bund alemán de 85 puntos básicos, en niveles muy similares a los de los bonos españoles.
– Los obstáculos políticos impedirán que Grecia salga del euro (Libertad Digital – 19/2/10)
Grecia se mantendrá en el euro. Al menos ésa es la apuesta de Credit Suisse, que en su último informe sobre la economía europea lo deja claro: "hay obstáculos políticos" que impedirán que se deje caer al país heleno.
(Por D. Soriano)
El banco suizo asegura que "las probabilidades de salida de la Unión Monetaria son mucho menores", puesto que la permanencia de Grecia dentro de la zona euro hace mucho más sencillo que otros países le ayuden en caso de dificultades.
De esta manera, los analistas de Credit Suisse aseguran que la salida del euro no es sólo una "cuestión de competitividad", sino que tiene otras implicaciones dentro de la UE. Por eso, destacan que la retirada debería ser "pactada" con el resto de los miembros (lo que evitaría el efecto sorpresa) y provocaría numerosos "problemas políticos" dentro de la Unión.
Además, el mismo informe señala que la salida del euro supondría "una importante subida" de los tipos de interés y, además, "no hay certeza de que la subsiguiente depreciación de la moneda griega" fuera a suponer una mejora de su competitividad por un largo período de tiempo.
"Buena dirección"
En el aspecto puramente económico, el estudio defiende que las medidas planteadas por el Gobierno griego son "particularmente ambiciosas" y van encaminadas en la "buena dirección". Además, el "apoyo" del pueblo que muestran las encuestas hará más fácil su implantación.
En el otro lado de la balanza, el documento destaca que los mercados se mantienen "escépticos" ante el "esfuerzo sin precedentes" que requerirá su aplicación. Así, para incrementar el peso del Estado en la economía, aumentar la recaudación impositiva y rebajar la deuda pública, el Ejecutivo ha planteado "un incremento permanente en numerosos impuestos", estimado en 2.600 millones de euros; un aumento del tipo aplicable a los beneficios empresariales (supondrá 1.300 millones); y una mejora en los mecanismos de "lucha contra la evasión fiscal" (que podría aportar hasta 1.200 millones).
– Enseñando a los PIIGS a volar (Expansión – 21/2/10)
(Por Nouriel Roubini)
Los problemas fiscales de Grecia son, como he dicho en muchas oportunidades, sólo la punta de un iceberg global. Ya que el próximo capítulo de la reciente crisis financiera global será el creciente riesgo soberano, especialmente en las economías avanzadas que tienen voluminosos déficits presupuestarios y acumulan grandes cantidades de deuda pública, a la vez que socializan las pérdidas financieras privadas para reanimar el crecimiento económico.
Por cierto, la historia sugiere que una recesión severa y la socialización de las pérdidas privadas suelen derivar en un incremento insostenible de la deuda pública. Es más, después de unos años, a las crisis financieras ocasionadas por una deuda y un apalancamiento excesivos, les siguen impagos soberanos y/o una inflación alta que aniquila el valor real de las deudas públicas.
Grecia también es una temprana advertencia para la eurozona, donde todas las economías PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) padecen los problemas gemelos de la sostenibilidad de la deuda pública y la sostenibilidad de la deuda externa. El acceso al euro y las "operaciones de convergencia" alcistas empujaron los rendimientos de los bonos en esos países hacia el nivel de los bonos alemanes, con el consiguiente auge del crédito que favoreció un crecimiento excesivo del consumo.
Salarios y productividad
La mayoría de estas economías sufría una pérdida de sus mercados exportadores a manos de Asia, con sus bajos salarios. Una década de crecimiento salarial que superó las ganancias de productividad condujo a una apreciación real, a la pérdida de competitividad y a grandes déficits por cuenta corriente.
En España e Irlanda, el boom inmobiliario exacerbó los desequilibrios externos al reducir la tasa de ahorro nacional, inflar el consumo y fomentar la inversión residencial. Y la apreciación del euro en los últimos años -impulsada en parte por la política monetaria excesivamente ceñida del Banco Central Europeo- fue el clavo final en el ataúd de la competitividad.
En consecuencia, restablecer la competitividad, no sólo el ajuste fiscal, es necesario para reanimar el crecimiento sostenido. Existen sólo tres maneras de lograrlo. Una década de deflación funcionaría, pero estaría acompañada por una estagnación económica, volviéndose así -como sucedió en Argentina a principios de esta década- políticamente insostenible, con el resultado de una devaluación (salida del euro) e incumplimiento de pago.
Acelerar las reformas estructurales para aumentar la productividad controlando al mismo tiempo el crecimiento de los salarios públicos y privados es la estrategia correcta, pero, igual que antes, resulta políticamente difícil de implementar.
O se podría tener un euro más débil si el BCE estuviera dispuesto -cosa poco probable- a relajar la política monetaria un poco más para permitir una depreciación real. Sin embargo, un euro más débil no eliminaría la necesidad de reformas estructurales; de lo contrario, los beneficios muy probablemente irían a parar a países como Alemania que implementaron reformas dolorosas para restablecer la competitividad mediante una reducción de los costes laborales unitarios relativos.
Un programa sombra o real del Fondo Monetario Internacional mejoraría enormemente la credibilidad de una política de reducción fiscal y reformas estructurales. En ese marco, la Comisión Europea impondría una condicionalidad fiscal y estructural a Grecia, mientras que la UE y/o el BCE ofrecerían financiación, algo que sería absolutamente necesario, porque aunque se anuncie el programa de reforma mejor concebido, no bastaría para restablecer la credibilidad perdida en las políticas.
Los mercados seguirían mostrándose escépticos, especialmente si la implementación conduce a manifestaciones callejeras, disturbios, huelgas y una pereza parlamentaria. Hasta que no se restablezca la credibilidad, perduraría el riesgo de un ataque especulativo sobre la deuda pública -reflejado en el actual aumento de los márgenes de las coberturas por riesgo crediticio-, en vista del actual déficit presupuestario y la necesidad de refinanciar deuda por vencer.
Teniendo en cuenta que la Unión Europea no tiene antecedentes en materia de imponer condicionalidad, y que la financiación del BCE podría ser vista como una forma de rescate, un programa formal del FMI sería la mejor estrategia. Los programas más exitosos emprendidos en presencia de un riesgo de crisis de financiamiento de deuda fiscal y/o externa fueron aquellos -como México, Turquía y Brasil– donde una gran cantidad de apoyo para liquidez/financiamiento por parte del FMI fortaleció un compromiso cada vez más creíble con el ajuste y la reforma.
Las garantías de préstamos de Alemania y/o la UE son menos deseables que un programa del FMI, ya que resulta muy difícil diseñar e implementar condicionalidad de manera creíble con estas garantías. El respaldo del FMI, por otro lado, se paga en cuotas y está condicionado al logro de varios objetivos de políticas en el transcurso del tiempo.
Hasta hace poco, las autoridades griegas y la UE habían negado la necesidad de financiación, por temor a que esto se viera como una señal de debilidad y creara un estigma. Fue un grave error. El ajuste fiscal y la reforma estructural sin financiación son más frágiles y tienen más riesgos de fallar sin un fondo de liquidez que impida una gran demanda de deuda pública mientras se implementan las políticas apropiadas y gradualmente se gana credibilidad.
Al mismo tiempo, si Grecia no ajusta plenamente sus políticas para restablecer la sustentabilidad fiscal y la competitividad, un rescate parcial por parte de la UE y del BCE seguiría siendo posible a fin de evitar el riesgo de contagio al resto de la eurozona y la consiguiente amenaza a la supervivencia de la unión monetaria. Un incumplimiento de pago de Grecia, después de todo, podría tener los mismos efectos sistémicos globales que el colapso de Lehman Brothers en 2008.
Los diferenciales de riesgo soberano ya le están poniendo precio al riesgo de un efecto dominó de Grecia a España, Portugal y otros miembros de la eurozona. A la UE y al BCE les preocupa el peligro moral de cualquier "rescate". Pero ésa es precisamente la razón por la cual un programa creíble del FMI que vincule el respaldo financiero al logro progresivo de los objetivos de reforma fiscal y estructural es la manera correcta de enseñarle a Grecia y a otros PIIGS a volar.
– El test del euro va más allá de Grecia (Expansión – 23/2/10)
(Por George Soros – Financial Times)
Según recuerda Otmar Issing, uno de los padres del euro, los principios bajo los que se fundó la moneda única contemplaban la unidad monetaria, pero no política.
Los estados que lo integran establecieron un banco central común. El euro, cuya viabilidad se pone ahora en entredicho, se basó en unos principios únicos y extraordinarios.
Para su correcto funcionamiento, una moneda debe contar con un Banco Central y un Departamento del Tesoro; este último debe estar disponible en tiempos de crisis. Cuando el sistema financiero esté a punto de colapsar, el Banco Central puede proporcionar liquidez, pero sólo el Tesoro puede resolver los problemas de solvencia.
La UE estableció objetivos limitados, pero políticamente factibles, consciente de que se necesitarían medidas adicionales en el futuro. Pero, por diversas razones, el proceso se quedó en punto muerto. Lo mismo ocurre con el euro. La crisis de 2008 puso de manifiesto su defectuoso sistema, cuando los miembros tuvieron que rescatar a sus sistemas bancarios de forma independiente. La crisis de la deuda griega ha llevado la situación a un punto culminante. Si los países miembros son incapaces de avanzar, el proyecto del euro podría fracasar.
Aunque Maastricht estableció unos límites que los miembros de la eurozona debían respetar, los anteriores gobiernos griegos los incumplieron. La situación llegó al límite cuando el Ejecutivo de Papandreu anunció un déficit presupuestario del 12,7% en 2009, noticia que alarmó tanto a las autoridades europeas como a los mercados. Aunque las autoridades europeas han aceptado el plan de reducción del déficit griego, los mercados siguen nerviosos.
La prima de riesgo de los bonos del Gobierno griego ronda el 3%, privando a Grecia de la mayor parte de los beneficios de los miembros del euro. De continuar así, es probable que Grecia no sea capaz de salir de su difícil situación. Llevar más allá los recortes presupuestarios incrementaría la depresión económica, reduciendo los ingresos impositivos y empeorando el ratio deuda/PIB. Teniendo en cuenta ese peligro, la prima de riesgo no volverá a su nivel anterior, en ausencia de ayuda exterior. La situación se ve agravada por el mercado de swaps de crédito (CDS). La especulación en CDS puede conducir a un incremento de las primas de riesgo.
Conscientes de la gravedad de la situación, en la última reunión del Ecofin los ministros de Economía y Finanzas de la Unión se comprometieron por primera vez a garantizar la estabilidad financiera en la zona euro. Pero aún no han encontrado un mecanismo para hacerlo, porque las medidas institucionales actuales no garantizan esa estabilidad. Lo más eficaz sería garantizar solidariamente la refinanciación de deuda griega, por ejemplo, el 75% de la deuda a su vencimiento, siempre que Grecia cumpla sus objetivos, y dejando que Atenas financie el resto de sus necesidades como mejor pueda. Esto reduciría significativamente el coste de financiación, y equivaldría a medidas de préstamo condicionadas por el FMI.
Pero esto es políticamente inviable ahora mismo, dado que Alemania se opone firmemente a cubrir el despilfarro de sus socios. Por lo tanto, habrá que encontrar acuerdos provisionales. El gobierno de Papandreu está decidido a corregir los abusos del pasado y goza del apoyo de la opinión pública, dispuesta a aceptar la austeridad mientras se corrigen los abusos presupuestarios. La asistencia provisional debería ser suficiente para Grecia, pero no para España, Italia, Portugal e Irlanda.
Sus economías son una parte demasiado extensa de la eurozona para recibir ayudas similares a las de Grecia. La supervivencia de ésta no garantiza el futuro del euro. Sin duda, serán necesarios un control más exhaustivo y medidas institucionales condicionadas. La cuestión es si existe voluntad política para adoptar las medidas necesarias para la supervivencia de la eurozona.
Rogoff asegura que "unos cuantos" países suspenderán pagos (El Economista – 23/2/10)
El profesor de Harvard y ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff cree que el incremento de la deuda pública va a provocar que algunos países suspendan pagos y obligará a EEUU a recortar drásticamente el gasto.
Rogoff, en un discurso en un foro en Tokio, ha destacado que tras las crisis bancarias "normalmente vemos unos cuantos defaults de países en unos años. Predigo que lo volveremos a ver". Además, el economista cree que los mercados finalmente elevarán de nuevo los rendimientos de los bonos y que países europeos como Grecia o Portugal "tendrán muchos problemas".
"Es muy difícil calcular cuándo, pero pasará", explicó Rogoff. "En los países ricos -EEUU, Alemania y Japón- vamos a ver un crecimiento lento. Se apretarán el cinturón cuando llegue el problema con los tipos de interés. Lo manejarán".
Ahora mismo, la deuda de Grecia es de 298.500 millones de euros, según el gobierno heleno. Esto es más de 5 veces lo que debían Rusia cuando suspendió pagos en 1998 y Argentina en 2001, cuando también dejó de pagar.
La mayor deuda del mundo es la de Japón, 10,7 billones de dólares, y según Rogoff la política fiscal del país "está fuera de control". Esta deuda supone más que el PIB del Reino Unido, Francia e Italia, juntos.
Rogoff anticipó en verano de 2008 que lo peor no había pasado y predijo que quebraría alguno de los grandes bancos de EEUU. En septiembre, cayó Lehman Brothers, desatando la tormenta financiera.
– Apostar por Grecia (El Mundo – 28/2/10)
(Por Robert J. Samuelson)
Sería posible en otras circunstancias desechar las noticias de Grecia y su deuda como la aburrida crónica de los mercados financieros. Pero hay mucho más. Lo que está sucediendo en Atenas ilustra dos problemas más generalizados que afectan a centenares de millones de personas en todas partes: el futuro del estado del bienestar y el destino de la moneda única europea. La relevancia de Grecia trasciende las altas finanzas.
Todas las sociedades avanzadas, incluido Estados Unidos, gozan de las ventajas del estado de bienestar. Aunque los detalles difieren, sus fines son similares: apoyar a los parados, los pobres, los discapacitados y los ancianos. Todos los estados del bienestar se enfrentan a problemas similares: su emergente coste a medida que las poblaciones envejecen; la excesiva dependencia de la financiación de la deuda y la presión por reducir el endeudamiento, lo que genera más tensión para reducir el gasto social. Deuda elevada y estado del bienestar son antónimos. Que la colisión despierte la agitación social y económica o no es una cuestión abierta.
Grecia es el primer acto de esta obra. Sus problemas presupuestarios ya han generado protestas callejeras. Según las cifras, la tesitura en la que se encuentra el país mediterráneo es delicada. Durante el ejercicio 2009, su deuda pública -básicamente suma de los déficits de los ejercicios anteriores- fue del 113% de su economía real (PIB), el déficit presupuestario era del 12,7% del PIB y los extranjeros son acreedores de los dos tercios de la deuda, según informa el Instituto de Finanzas Internacionales.
La crisis se originó a causa del temor a que Grecia no fuera capaz de refinanciar casi 17.000 millones de euros (alrededor de 23.000 millones de dólares) en deuda pública con vencimiento en abril y mayo de este año, según indica Jeffrey Anderson, del Instituto. Si los agentes de crédito se echaran atrás, el Estado griego quedaría en situación de descubierto y el incumplimiento de las obligaciones causaría pérdidas a los bancos y al resto de inversores. Por sí solo, esto no sería una calamidad, porque Grecia es un país pequeño (su población es de 11 millones de habitantes). Pero un descubierto griego podría socavar la confianza de los mercados en la capacidad del resto de países de la zona euro de extinguir su deuda. Los descubiertos en cadena amenazarían la recuperación económica mundial. Los países que se mencionan con mayor frecuencia son España, Portugal e Irlanda.
Cómo evitarlo es lo que los 16 países de la zona euro, con Francia y Alemania a la cabeza, debaten ahora. La adopción del euro por parte de Grecia ha contribuido a la crisis. Durante años se permitió que Grecia se endeudara a tipos de interés muy bajos, gracias a la premisa generalizada de que el bloque euro no permitiría que uno de sus miembros quedara en descubierto, por lo que sería rescatado por los demás. Estas expectativas constituyeron la garantía implícita de la deuda de Grecia y de otros países de la zona euro. Si Grecia no paga, la garantía se evapora y ello, eventualmente, provoca la huida de la deuda pública de otros países.
Pero en la práctica, el plan de rescate está resultando ser tremendamente polémico. Si se ayuda a Grecia, ¿no pedirán -o exigirán- los demás países el rescate? ¿Es esto posible, teniendo en cuenta que hasta Francia y Alemania tienen deudas considerables, y que el plan de rescate griego es especialmente impopular en Alemania? Una forma de acallar la polémica es que Grecia implante una dura austeridad que reduzca su endeudamiento. Atenas ya se ha comprometido a reducir el número de funcionarios y a aumentar los impuestos de las bebidas alcohólicas, el tabaco y los combustibles. Pero los demás países de la zona euro quieren más. Su dilema reside en que tanto abandonar como rescatar a Grecia es una apuesta de riesgo.
Para algunos economistas, la situación de Grecia es tan grave que el descubierto en la servidumbre de la deuda es inevitable, aunque sucederá dentro de unos años. La austeridad requerida sería demasiado rigurosa, según Desmond Lachman, del American Enterprise Institute. Grecia necesitaría recortes del gasto y subidas tributarias equivalentes al 10% del PIB, dice. La recesión galopante resultante agravaría el paro existente, cifrado ya en torno al 10%. "Ningún país en su sano juicio va a aceptar eso", dice Lachman. Grecia podría lograr un rescate temporal, pero en algún momento dejaría de poder pagar la servidumbre de la deuda y volvería a su antigua moneda: el dracma.
Concebido como instrumento para unir a Europa, el euro divide cada vez más. Nadie quiere a Grecia en descubierto, pero tampoco pagar el precio de la prevención. Lachman cree que con su propia moneda Grecia seguiría el camino de la depreciación para impulsar las exportaciones y la reactivación económica. Pero si otros países abandonan el euro, podrían estallar conflictos de cambio. La amenaza para el bloque euro proviene en última instancia de un estado del bienestar saturado. La situación de Grecia es muy difícil porque una baja tasa de natalidad y una población que envejece muy rápido han elevado automáticamente el gasto público en la tercera edad, a la vez que el Gobierno intenta recortar su propio gasto. La viabilidad del estado del bienestar actual está en el aire.
Casi todos los países avanzados -Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, Japón, Bélgica…- se enfrentan a una combinación de enorme déficit presupuestario, importante endeudamiento, una población que envejece y parálisis política. Es una mezcla inestable. Los déficit actuales pueden ayudar a la recuperación económica, pero su persistencia amenaza la prosperidad a largo plazo. Las mismas opciones desagradables a las que ahora se enfrenta Grecia aguardan a las naciones más ricas. Incluso si se actúa como si sucediera lo contrario.
(Robert J. Samuelson es analista del diario The Washington Post)
– La pesadilla de Alemania con la crisis de la eurozona (Expansión – 10/3/10)
(Por Martin Wolf)
Desde que se fundara la República Federal, Alemania ha tenido dos objetivos estratégicos fundamentales: finanzas sólidas e integración europea. Ambos eran los imperativos aprendidos de las calamidades del siglo XX. El euro es la encarnación de estos objetivos, que ahora parecen incompatibles.
¿Cuál sería entonces la respuesta adecuada, acudir al rescate de los infractores, fortaleciendo la cohesión de la eurozona, pero poniendo en peligro la estabilidad monetaria o permitir la quiebra de aquellos reforzando la credibilidad monetaria pero debilitando la cohesión? Alemania fue capaz de evitar esta tesitura antes de la adopción de la moneda única: los países menos competitivos sencillamente se devaluaban.
El debate interno que hay en Alemania asume, erróneamente, que la respuesta está en que todos los miembros adopten su modelo. Pero Alemania sólo es el país que es, una economía con disciplina fiscal, débil demanda interna y un enorme excedente de exportaciones, porque los demás miembros de la eurozona no se le parecen.
Su actual modelo económico vulnera el principio de universalidad del mayor filósofo alemán, Emmanuel Kant. Es fácil llegar a la conclusión de que un país está inmerso en una crisis por culpa de sus descuidos en el caso de Grecia.
Según el último informe sobre las perspectivas económicas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el año pasado, la deuda pública bruta del país fue del 115% del PIB, el déficit gubernamental alcanzó el 12,7% del PIB y el déficit por cuenta corriente se situó en el 11,1%.
Éste, por tanto, sería el clásico ejemplo de intervención del FMI. El organismo ofrecería liquidez de forma temporal a cambio de un mayor rigor fiscal. Sin embargo, el Ejecutivo alemán rechaza la idea de que un organismo externo dicte la política de un país de la zona euro.
Como alternativa propone la creación de un Fondo Monetario Europeo que proporcione liquidez con condiciones. Bajo la dirección de otros miembros de la zona euro, el FME diseñaría la política fiscal del país al que ha destinado su ayuda.
El Gobierno alemán también insiste en la imposición de penalizaciones. Entre las propuestas están: la suspensión de los subsidios de la UE, los llamados "fondos de cohesión", a países que no cumplan con la disciplina fiscal, la suspensión de los derechos de voto en las reuniones ministeriales e incluso la exclusión de la eurozona.
La idea que ha despertado menos polémica es la imposición de penalizaciones, que ya contemplaba el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE. No obstante, para la creación del FME sería necesario un nuevo tratado, al igual que para la exclusión de las instituciones de la eurozona (aunque el país afectado siguiera utilizando el euro). No obstante, hasta ahora no ha servido de mucho penalizar a los países con dificultades fiscales. Además, ahora mismo, habría que sancionar a casi todos los miembros. Un grave error es pensar que la mayor amenaza es la falta de disciplina fiscal. Grecia es un caso excepcional.
Sus actuales excesos fiscales no son resultado de su indisciplina monetaria, sino de la falta de disciplina privada. Sin embargo, esta última es un elemento inherente al funcionamiento de la propia eurozona. La actual situación tiene su origen en la situación económica de la zona euro antes de la crisis, con un nivel razonable de demanda global. La explicación se entiende mejor comparando los balances financieros de los miembros de la eurozona en 2006, antes de la crisis, y en 2009, en su peor momento.
El balance entre ingresos y gastos en los sectores público y privado debe sumar cero. En 2006, Alemania, Holanda y Austria registraron enormes excedentes privados con respecto al PIB, frente a los cuantiosos déficits de los sectores privados de Portugal, Irlanda, Grecia y España. Las posiciones fiscales se mantuvieron bajo control en todos los países: Irlanda y España llegaron incluso a tener excedentes fiscales importantes, aunque ilusorios.
Mientras, los excedentes privados de Alemania y Holanda compensaron las cuantiosas salidas de capital. En conjunto, hay ciertos desequilibrios del sector privado, aunque una aparente estabilidad fiscal, en países que cumplen los criterios del déficit fiscal establecidos en el Tratado.
Después llegó la crisis y, con ella, el recorte de gastos de los sectores privados. En 2009, estos registraban enormes excedentes en casi todos los países de la eurozona: ¡ahora todos son alemanes! ¿Dónde está el contrapeso? En los déficit fiscales. El panorama de Irlanda y España es desolador. A corto plazo, es imposible cambiar los balances externos de la noche a la mañana, sobre todo cuando la demanda interna de los países excedentarios es tan débil.
Ahora Alemania insiste en que todos los países eliminen su exceso de déficit fiscal cuanto antes. Sin embargo, eso sólo sería posible si los balances por cuenta corriente o los balances privados sufrieran un deterioro. Para que un balance privado vaya a menos, tendría que producirse un aumento del gasto privado financiado con deuda. En el caso de los balances por cuenta corriente, hay dos opciones: primera, deben sufrir un deterioro en el resto de la eurozona para que países como Alemania reduzcan sus excedentes privados. Segunda, el balance general de la zona euro debe acercarse al excedente, una política proteccionista.
En la práctica, el resultado más probable consecuencia de los recortes fiscales sería una crisis en los países con grandes déficit externos y fiscales. Dada la falta de competitividad de países con esos déficits externos y la debilidad de la demanda en el resto de la eurozona, esas crisis podrían prolongarse durante mucho tiempo. La cuestión es si las poblaciones de estos países soportarían una situación de estas características. De no hacerlo, surgirán crisis políticas de consecuencias impredecibles.
Pongamos las cosas claras: El sector privado de Alemania y sus excedentes por cuenta corriente hacen que a sus vecinos les resulte imposible eliminar sus déficits fiscales, a menos que estén dispuestos a asumir una larga crisis. El problema podría solventarse si la eurozona se desplazara hacia el excedente externo. Me pregunto qué explicación les daría a sus socios mundiales.
También podría resolverse con una política monetaria expansionista del BCE que estimulara el gasto público en los países con excedente y aumentara la inflación de Alemania muy por encima de la media de la eurozona. Alemania está atrapada en su propia concepción. Quiere que sus vecinos se le parezcan lo más posible, algo tremendamente difícil, dado que no se puede extender su deficiente demanda interna a todo el mundo.
Como habría dicho Hegel, otro gran filósofo alemán, la tesis alemana necesita una antítesis en España. Ahora que la burbuja del sector privado ha estallado, asistimos a un caos fiscal de la eurozona. Paradójicamente, Alemania tendría que renunciar a parte de su idiosincrasia para que la eurozona pudiera acercarse a su modelo.
(The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved)
– Angela Merkel y los especuladores (Expansión – 11/3/10)
(Por Pedro Schwartz)
Los gobernantes de los grandes países de la UE se quejan de que los especuladores han puesto en peligro la solvencia de Grecia e, incluso, han arrojado dudas sobre la solidez de la moneda europea.
La señora canciller de Alemania, Angela Merkel, ha llegado a decir que no era tolerable que esos especuladores hicieran tambalearse algún Estado de la Unión, como si tuvieran bula los Estados aunque falten a todos sus deberes.
No son los especuladores los culpables de esa debacle. Son los gobiernos griegos los que se han puesto en el disparadero de suspender pagos. Son esos gobiernos los que, durante años, no sólo han gastado más de lo que se podían permitir, sino que han falseado las cuentas públicas para esconder el tamaño del déficit.
Más aún, al añadir a la pródiga política fiscal una detestable política económica, con concesiones laborales y sociales demagógicas, y mucha indulgencia ante la corrupción y la evasión de impuestos, esos gobiernos han reducido la capacidad de crecimiento del país y, por ende, los ingresos esperados del Estado. Durante los años de bajos tipos de interés marcados por el BCE, disimularon todos estos fallos tomando crédito en el extranjero. Los mercados financieros han estado indulgentes con Grecia durante más tiempo del razonable. De repente, todo se ha descubierto, y la señora Merkel se vuelve contra los mercados y acusa a los operadores de especular "contra" la deuda pública griega y el mismísimo euro.
El airado público y la prensa oportunista han dirigido sus dardos contra dos dianas: los financieros del estilo de George Soros y los mercados privados de Credit Default Swaps (CDS). Cuando Soros escribe un artículo sobre el euro, como el del 21 de febrero pasado en Financial Times, en el que se leía que "el sistema del euro tiene un defecto evidente", los mercados de divisas se echan a temblar. Todos recordamos cómo Soros apostó contra la libra esterlina en 1992 y consiguió expulsarla del Sistema Monetario Europeo. De hecho, hizo un gran favor a Reino Unido, cuyo Gobierno conservador, bajo la dirección del europeísta John Major, se empeñaba en mantener la libra pegada al marco, a un tipo de cambio excesivamente alto: el Gobierno quedó tocado, pero la economía respiró. Soros no tenía la culpa de que la esterlina estuviera enferma, ni tampoco de que la deuda soberana griega sea poco de fiar.
Cobertura de riesgos
Igual pasa con los CDS. Son instrumentos financieros que la gente no entiende, y menos los políticos. Un swap es un contrato por el que un comprador hace unos pagos regulares al vendedor, para recibir un abono si ocurre el incidente cubierto, como podría ser una subida de los tipos de interés o la devaluación de una moneda. En los CDS, el comprador del swap contrata una indemnización si un bono o préstamo no se atienden debidamente. Se parecen a un contrato de seguro, sólo que, en este caso, se permite al comprador del swap no ser dueño del bono en cuestión y sólo estar buscando un hedge o cobertura. Esos CDS son en realidad puts sobre la deuda griega. Por ejemplo, un banco alemán que hubiera dado un crédito a un naviero griego podría comprar un CDS sobre un bono soberano que no posee para cubrirse del riesgo-país.
Precisamente esa posibilidad de comprar swaps "desnudos", contratados sin poseer el activo subyacente, es la que ha puesto nerviosos a políticos y periodistas, apurados por los incidentes griegos. Sostienen que eso supone apostar contra la deuda pública griega y encarecer los fondos que el Estado griego quiera pedir al mercado. Eso equivale a decir que los posibles demandantes de deuda soberana griega se han venido fijando en la sobreprima que los compradores de CDS han tenido que pagar para obtener el seguro: muy dudoso, cuando el volumen de los swap es tan exiguo en relación con el montante total de la deuda griega.
Los clientes que Goldman Sachs invitó a desayunar al Hotel de la Grande Bretagne, a la vista del Partenón, decidieron comprar CDS porque habían perdido la confianza en el Estado griego y porque esos instrumentos estaban aún muy baratos. Cuando los bancos comerciales, especialmente alemanes, descubrieron de repente lo poco que valía el papel griego en cartera, se lanzaron a comprar CDS, que estaban más baratos que si Goldman Sachs y sus clientes no los hubieran acumulado. Los especuladores les hicieron un gran favor, al tiempo que, como en el dicho, "se ponían las botas".
Tampoco veo porqué el comprar CDS sin tener el activo protegido pueda dar lugar a un conflicto de interés. Cuando los dueños de restaurantes chinos de San Francisco se aseguraron hasta las cejas antes de que, ¡oh casualidad!, hubiera una epidemia de incendios, el hecho de que fueran dueños del activo asegurado más bien fue un incentivo de las conflagraciones. Si los hedge funds que compraron CDS contra la deuda soberana griega hubieran tenido en cartera los bonos así cubiertos, el incentivo para inundar el mercado vendiendo ese papel habría sido vehemente. En este mundo de envidiosos, sólo pueden ponerse las botas Messi o Ronaldinho.
– Cómo gestionar la explosión de deuda soberana (Expansión – 11/3/10)
(Por Mohamed El-Erian)
Cada cierto tiempo, el mundo se enfrenta a un grave suceso económico que se malinterpreta en un primer momento y se considera poco relevante, y que posteriormente coge desprevenidos a gobiernos, empresas y hogares.
Hemos asistido a varios ejemplos en los últimos 10 años, entre ellos la emergencia de China como una importante influencia sobre la dinámica del crecimiento, los precios, el empleo y la riqueza en todo el mundo. También incluiría la dramática sobre-expansión, y el espectacular colapso posterior, del sector inmobiliario y de la banca en la sombra en las economías estadounidense y británica, regidas por las finanzas.
Ahora, todos deberíamos estar prestando atención a un nuevo problema: el significativo deterioro simultáneo de las finanzas públicas de muchas economías desarrolladas. En la actualidad esto se analiza principalmente -y en exceso- a través del estrecho prisma de Grecia. En el futuro, se reconocerá por lo que es: un importante cambio de régimen en las economías desarrolladas con efectos trascendentales y duraderos. Para adelantarnos al proceso, deberíamos mantener en mente los siguientes seis puntos.
Primero, a nivel más básico, lo que estamos experimentando se define mejor como el último de una serie de trastornos en los balances. En 2008 y 2009, los gobiernos tuvieron que actuar para evitar la implosión simultánea del sector inmobiliario, las finanzas y el consumo. El mundo tiene que afrontar ahora las consecuencias derivadas de cómo se hizo.
La deuda soberana estadounidense ha aumentado 20 puntos porcentuales del producto interior bruto (PIB) en menos de dos años, una cifra antes inconcebible. Incluso bajo un escenario de crecimiento favorable, se prevé que el ratio deuda/PIB siga aumentando los próximos 10 años.
Son muchos los análisis que señalan la naturaleza generalizada de los trastornos en las finanzas públicas. Mi preferido es el de Willem Buiter, economista jefe de Citi. Más del 40% del PIB global se localiza ahora en jurisdicciones (en su inmensa mayoría en las economías desarrolladas) que gestionan déficit fiscales del 10% del PIB o superiores. Durante gran parte de los últimos 30 años, esta cifra fluctuó entre el 0% y el 5%, y se concentraba en las economías emergentes.
Segundo, el impacto sobre las finanzas públicas está minando la relevancia analítica de las clasificaciones convencionales. Consideremos el viejo concepto de una gran división entre las economías desarrolladas y emergentes. A un creciente número de los primeros se le presentan ahora unas perspectivas económicas y financieras significativamente peores, y más puntos vulnerables, que a un número cada vez mayor de los últimos.
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