La Unión Europea llama a revisión al Euro la casa está en llamas II (página 6)
Enviado por Ricardo Lomoro
Pero quizás lo más preocupante es que los escenarios más pesimistas no sólo vienen lanzados por quienes aprovechan la mínima ocasión para predecir el colapso y la tragedia más absoluta, sino que vienen avalados, al menos parcialmente, por datos. Algunos de estos datos los analizaba recientemente el analista independiente Charles Hugh Smith.
En primer lugar, dice Smith que en este año se estima que el Tesoro necesitará encontrar compradores para alrededor de 1,6 billones de dólares en bonos estadounidenses, lo que refleja el gran y creciente agujero fiscal que se proyecta para 2010 y 2011. Esta cifra superaría la de 1,42 billones de 2009, que a su vez multiplicaba casi por tres la de 2008. Por poner estas desorbitadas cifras en contexto, los dos mayores acreedores de EEUU del mundo, China y Japón, poseen juntos unos 1,65 billones de dólares en bonos americanos. Dicho de otra manera, estos dos países deberían doblar en un solo año la cantidad total de deuda norteamericana que poseen para financiar todo el déficit.
La pregunta, pues, es obvia: ¿existirá demanda para una cantidad tan ingente de deuda pública? En el último año, según muestran algunos analistas, el ritmo de compra de deuda americana por parte del exterior se ha desacelerado, mientras que las familias norteamericanas han incrementado notablemente sus préstamos al Gobierno. El restante, que es una cantidad muy notable, ha sido absorbido por la Reserva Federal en su programa de expansión monetaria de "relajación cuantitativa" (quantitative easing).
Pero, volviendo a lo que decía el profesor Argandoña, en cualquier momento el público, ya sea nacional o extranjero, puede decidir reducir su flujo de fondos hacia la compra de bonos del Tesoro. Así que no sería improbable ver en el futuro próximo cómo suben los tipos de interés -con las consecuencias que ello genera-, como vía para atraer una demanda que escasea, y quizás unido a una mayor percepción de riesgo por parte de los inversores.
Una alternativa a este escenario consistiría en que la Fed continúe expandiendo su balance mediante la compra directa de deuda pública. Pero los riesgos inflacionarios de esta estrategia deben tenerse muy en cuenta, a pesar de que es una opción atractiva para los políticos. Tampoco debe despreciarse la posibilidad, mucho más halagüeña pero quizás poco realista, de que la economía norteamericana se recupere de manera inminente, y genere los ingresos necesarios para tapar, siquiera de manera chapucera, algunos de los agujeros fiscales más urgentes.
Un riesgo añadido que perciben diversos analistas es el efecto contagio que se podría desencadenar si se recrudecen los ya graves problemas de algunos estados con respecto a su deuda soberana: la Torre de Babel de deuda estadounidense podría sufrir temblores significativos.
Entonces, ¿aguantará Estados Unidos? En estos tiempos pocas certezas acerca del futuro pueden sostenerse, y esta cuestión no es ninguna excepción. Lo que sí parece cierto es que la probabilidad de default de la deuda norteamericana ya no es cero.
Aunque ciertamente, tampoco le haría ningún mal la administración Obama el sobreestimar la posibilidad de impago, si ésa es la única forma de garantizar una pizca de disciplina fiscal.
– Es más seguro prestar a Buffett que a Obama (El Confidencial – 26/3/10)
(Por Marc Vidal) Lectura recomendada
Esta semana hemos sabido que es más seguro prestar a Warren Buffett que a Barack Obama. El mercado de bonos lo dice bien claro. Resulta que la deuda a corto que vende la empresa Berkshire Hathaway, propiedad de Buffett, ofrecía hace pocos días una rentabilidad 3,5 puntos por debajo de los propios bonos del Tesoro norteamericano con un vencimiento también de no más de dos años.
Los 2,59 billones de dólares de deuda vendida por el Departamento del Tesoro desde principios de 2009 han excedido lo que el mercado está en condiciones naturales de aceptar. Los inversores están atiborrados de tanto papel higiénico convertible. Al final sólo podrán atender a las deudas soberanas los propios bancos centrales de cada uno de esos países, empaquetar sus contenidos y repartirlos con el ventilador a máxima potencia entre jubilados, amas de casa y diablillos de medio planeta. Como la que anuncié en 2006, una nueva bola de estiércol avecinándose por el horizonte.
En estos precisos momentos el déficit del presupuesto de los Estados Unidos está a los niveles posteriores a las se disparó a la segunda Guerra Mundial. Pensemos que cuando la primera potencia del mundo, cuya economía representa un tercio del PIB mundial tiene un déficit del 10 por ciento, es que lo que se debe a sí mismo el mundo es tal ingente cantidad de dinero que parece inasumible. En esas condiciones sólo hay dos opciones: el no retorno o el encasquetarle el muerto a los de siempre. Pobres países pobres.
En estas condiciones parece absurdo que a la deuda emitida por la Reserva Federal se le mantenga la calificación de AAA en las agencias de rating. Mientras los demócratas siguen con sus películas sanitarias, el ciudadano medio busca trabajo, ve recortadas sus opciones y el país se aboca a un desfiladero cada vez menos diáfano.
El sueño del presidente Zapatero es parecerse a Obama. Lo está logrando pero por eliminación. No es nuestro presidente el que se ha ido acercando al americano, no, parece todo lo contrario, es el de allí que va tomando un tono leonés que espanta. El presidente norteamericano sigue preocupado en confirmar su capacidad para cumplir promesas de discutible calado y profundidad aun a costa de una economía que se debilita y una carrera por el gasto público que los mercados pronto marcarán con velas negras.
Estados Unidos gasta más del 7% de su presupuesto a pagar deudas contraídas. Lo peor es que eso no va a disminuir sino todo lo contrario. A finales de 2013 el presupuesto de la administración Obama estará utilizando más de un 12% en pagar esa deuda creciente. Obviamente la triple AAA está temblando…
La Europa invertebrada (¿quo vadis?)
"En las últimas horas de la cumbre de Copenhague sobre el cambio climático, el primer ministro chino, Wen Jiabao, organizó una reunión con otros líderes de grandes países en desarrollo, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y sus colegas, indio, Manmohan Singh, y sudafricano, Jacob Zuma.
Al rato, apareció Barack Obama con Hillary Clinton, y un par de horas después sellaron el pacto que cerró la cumbre. El presidente de turno de la UE, el sueco Fredrik Reinfeldt, se enteró del acuerdo por SMS"… La Unión Europea lucha contra la irrelevancia (El Mundo – 31/10/09)
La Comisión Europea asumía que el primer ministro sueco quedaría desplazado al final de las negociaciones por José Manuel Durão Barroso, en nombre de la UE, que ya se ha comprometido a aportar más de 7.000 millones de euros en los próximos tres años para ayudar a los países en desarrollo a hacer la transición verde.
Pero, mientras los europeos debatían su fragmentada representación, el presidente de EEUU lograba el trato sin que ninguno de los presentes echara de menos alguna voz del viejo continente.
Declive de la influencia
El año en que la UE empieza a funcionar con el Tratado de Lisboa -la reforma que hace una década se vendía como el instrumento para guiar al mundo-, las ambiciones europeas se han quedado en intentar contener la pérdida de relevancia en las negociaciones mundiales, donde, sea en la lucha contra el cambio climático, el proceso de paz de Oriente Medio o la guerra en Afganistán, la UE ya está acostumbrada a pagar y esperar las directrices de otros.
"Hay un claro peligro de declive de influencia. Aún hay que ver si Europa sigue contando. Puede que no esté decidido", explica a este diario Thomas Klau, presidente del European Council on Foreign Relations en París. El experto cree que el Tratado "pone a Europa en una posición mejor para ser un actor en el escenario internacional", aunque todo dependerá de lo que los dirigentes nacionales quieran hacer con él.
La primera decisión con Lisboa ha dejado mucho que desear. Los Veintisiete han optado por dos figuras sin contactos, experiencia o presencia internacional para representarlos, el ex primer ministro belga, Herman Van Rompuy, cuya vida política se ha centrado en resolver conflictos en la periferia bruselense, y Catherine Ashton, experta en Justicia, pero discreta comisaria sin práctica diplomática. Aún así, Klau confía en que los dos crezcan en el puesto.
"El gran test será cuando una gran crisis internacional, o de otro tipo, golpee a Europa. Ahí deberán demostrar si tienen capacidad de liderazgo efectivo", asegura, con la esperanza de que el Gobierno español sea generoso en su semestre europeo y apuntale a los nuevos.
Cambios prácticos
Algunos líderes ven, sobre todo, un refuerzo de la suma de los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete. Con los cambios introducidos por el Tratado, el Consejo Europeo, que reúne a los presidentes y primeros ministros, se ha convertido en una institución reconocida, regulada y con más poderes.
Uno de los cambios es que los jefes están solos, completamente, en las reuniones. No hay sitio para los ministros de Exteriores o de Economía que antes los acompañaban, ni para ningún otro asesor.
Uno de los presentes, describía el primer cónclave de estas características como "frío al principio", con los Veintisiete solos en la gran sala del Consejo. "Después, se fue animando", contaba el premier, que acabó concluyendo que "el poder se ha desplazado hacia el Consejo" de los Gobiernos y que la discreción de Van Rompuy y Ashton no es una mala noticia. "También estamos los primeros ministros que tenemos que decir la nuestra", explicaba el líder.
Con los jefes en primera línea en Bruselas, la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy lo tendrán más fácil para afirmar sus posiciones y para continuar con la labor de portavoces de Europa que desempeñan cada vez más. De hecho, en la reunión en Copenhague que Obama les dedicó a los europeos, eran ellos dos, más Gordon Brown, quienes departían con EEUU, la superpotencia imprescindible que puede confiar en que la UE actuará primero sólo en algunas zonas.
"En los grandes conflictos, se necesita a EEUU, aunque la UE aún cuenta como primera fuerza en algunas partes de África. En ocasiones, antes de que las crisis pasen al Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York, la mediación de los europeos junto a la Unión Africana funciona bien", asegura a este diario Louise Arbour, presidenta del International Crisis Group.
Pero después de todo, contar, como EEUU, también llega con fuertes responsabilidades y expectativas. El precio de ser una potencia con intereses económicos y políticos en todo el globo es el mayor presupuesto militar del mundo y la participación en los peores conflictos de la tierra. La irrelevancia, al final, puede no ser tan trágica. Como dice un alto diplomático europeo, "Suecia o Noruega han así vivido siglos y les va bastante bien".
"No corresponde a la Unión Europea rescatar a los países miembros con problemas de presupuesto, como Grecia, según indicó el martes un importante portavoz presupuestario del partido Conservador de la canciller alemana Angela Merkel.
Norbert Barthle indicó que Grecia tan sólo es "la punta del iceberg", y señaló a Italia, España, Irlanda, Letonia y Hungría como otros países europeos con problemas, informa Reuters"… Alemania avisa: no es trabajo de la UE "rescatar a estados en quiebra" (Libertad Digital – 16/12/09)
Barthle añadió que cualquier país que necesite ayuda debería acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI), entidad a la que Alemania ha ayudado con fondos adicionales para manejar la crisis financiera. El Gobierno socialista de Atenas anunció el 14 de diciembre una serie de medidas fiscales, incluyendo recortes en los gastos en seguridad social y un impuesto del 90 por ciento en los bonos a los banqueros.
A pesar de las nuevas políticas, que fueron diseñadas para controlar los elevados niveles de deuda, el mercado de acciones griego cayó y los diferenciales entre los bonos griegos y alemanes se ampliaron el martes, luego de que el mercado estimara que las medidas eran insuficientes.
– Imposibilidad matemática de cumplir con Maastricht (El Confidencial – 12/1/10)
(Por ) Lectura recomendada
"Llegará un día en que tú, Francia; tú, Inglaterra; tú, Alemania, sin perder vuestras cualidades distintas y vuestra individualidad, os fundiréis en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea" (Victor Hugo, Congreso de la Paz de París, agosto de 1849).
Y así fue. Un proceso que comenzó con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero terminaría en el Tratado de la Unión de febrero de 1992, instrumento que permitiría elevar una simple Unión Monetaria a la categoría de unión política, según lo dictado en el Acta Única Europea. Todo ello orquestado por alguien que, con el tiempo, acabaría formando parte de un grupo de sabios que, sin duda alguna, encontrará soluciones para que nuestra economía salga de su crisis.
Por el lado financiero, el Tratado fijaba el establecimiento de una Unión Monetaria y Economía dentro del euro, de un Sistema Europeo de Bancos Centrales y de un Banco Central Europeo que buscarían el objetivo de la permanente cooperación entre países. Para formar parte de este club de solidaridad, cooperación y amor entre hermanos europeos, los candidatos tendrían que cumplir cuatro condiciones establecidos en el Protocolo sobre los criterios de convergencia:
un nivel máximo de Déficit Publico del 3% y Deuda del 60% del PIB.
un nivel general de precios menor en 1.5% a la media de los tres países menos inflacionistas.
un tipo medio de interés nominal a largo plazo no superior en más de un 2% el de los tres estados con mejor estabilidad de precios.
respetar los márgenes de fluctuación dispuestos por el mecanismo de tipos de cambio del sistema monetario europeo.
Como recompensa por cumplir con esos criterios y adherirse a la Unión y al Euro, la Comisión Europea prometía décadas de imparable crecimiento económico, bienestar de los ciudadanos y cooperación ilimitada.
Imposibilidad matemática del cumplimiento simultáneo de los Criterios de Convergencia.
Sin embargo, para algunos economistas ese tipo de Unión Monetaria era inviable. En 1991, A. Bovenberg en "Economic and monetary Union in Europe and contraints on national budgetary policies" alertó de que, si se dejaba libertad a los gobiernos nacionales para manejar la política fiscal, estos criterios no solo no impedirían que incurrieran en déficits excesivos sino que los terminarían provocando. Por lo tanto, la única forma efectiva de evitarlos era imponer restricciones sobre el déficit y el volumen de la deuda pública emitida, impuestos sobre el endeudamiento público y la inclusión de una cláusula de "no bail-out". De lo contrario, ciertos países de la Unión no podrían evitar incurrir en gastos improductivos que los avocaría a su salida de la Unión. No fue el único. Otros ejemplos fueron Barry Eichengreen o Carl Walsh o Paula Hildebrandt.
La idea era simple: dado que los países partían de posiciones diferentes en materia fiscal y presupuestaria, y ante la carencia de una Unión Fiscal previa, el imponer estos criterios de entrada suponía que, a largo plazo, los países que tradicionalmente habían tenido déficits solo podrían cumplirlos si mantenían tasas de crecimiento nominal de sus economías de, al menos, el 5.25% anual.
Expresado matemáticamente, suponiendo un país con un Déficit Publico De formado por la suma de un Déficit Publico Primario D (la diferencia entre lo que gasta G y lo que recauda vía impuestos T) más los intereses de su deuda ya existente iBt-1 y que su PIB nominal Y crece a una tasa natural n de forma que el PIB de un periodo depende del PIB del periodo anterior Yt-1,
De = D + iBt-1
D= G-T
Y = (1+n) * Yt-1
Si b es la proporción entre la Deuda Pública y el PIB nominal y d la relación Déficit Publico Primario versus PIB nominal, obtendríamos que
b = d + (1+i) / (1+n) * bt-1
Lo que indica que los límites del 3% y del 60% nunca podrían impedir el endeudamiento irremediable y creciente de la deuda. La única forma en la que un país que partiera desde una posición de desventaja podría cumplir a largo plazo con el máximo del 60% y del 3% tendría que ser que:
b < (1+n) / n * De
Con lo que si la economía de un país crecía a una tasa menor, la única forma para cumplir a la vez con todas los criterios sería con tasas de inflación superiores al 3%, lo cual, a su vez, incumpliría el criterio del 1.5%. Pura contradicción.
Sin embargo, aún así hubo un empeño colectivo en su cumplimiento.
Aun conociendo estas limitaciones, se establecieron esos Criterios. Como resultado, algunas economías sólo pudieron sostener sus tasas de crecimiento sobredimensionado sus gastos, favoreciendo la aparición de burbujas en sectores económicos inapropiados y abusando de la política fiscal, lo que en el medio plazo implicaba su propia bancarrota.
Y eso fue lo que ocurrió: el cuadro inferior refleja la evolución de los tres Criterios principales (sin incluir el cuarto por razones obvias) según Eurostat.
En el 2006, ya existían varios países que incumplían los Criterios. Así, por ejemplo, si en 1998 solo Grecia incumplía el criterio del nivel de precios (4.5 frente a la Referencia del 2.2) en el 2006 se unieron España, Luxemburgo y Portugal. Respecto al Criterio de Deuda, el número de países que lo incumplían en el 2006 se había triplicado respecto a 1998…
… con la salvedad que no tiene las mismas consecuencias económicas aumentar en siete puntos la deuda pública (Alemania) que duplicar el IPC (España). Lo cual explica, en parte, quienes dentro del euro ganaron posiciones en Competitividad y quienes perdieron según el WEF Global Competitiveness Report:
PAÍSES / AÑO | 1995 | 2002 | 2007 |
Estados Unidos | 1 | 1 | 1 |
Alemania | 6 | 14 | 7 |
Francia | 17 | 30 | 16 |
Reino Unido | 18 | 11 | 12 |
España | 28 | 22 | 29 |
Italia | 30 | 39 | 49 |
En el 2006, esas desviaciones se hubieran podido corregir dado que las diferencias no eran excesivas. Bastaba que la Comisión Europea hubiera penalizado a esos países efectivamente, que se hubieran implementado esas recomendaciones o que se hubiera establecido un fondo para cubrir los desequilibrios para los países ya miembros y no crear uno para los países candidatos a entrar. Pero no se hizo nada.
El 2009 es resultado en gran parte de lo anterior. Si en el 2006, con crecimiento económico algunas economías, ya se presentaban desajustes, ¿qué no ocurriría durante un periodo de crisis?
Y ahora la voluntad de remediarlo llega en el peor momento.
Es ahora cuando Eurostat (la Comisión Europea) no se cree la voluntad de algunos países (Grecia, aunque sí la de España) de reducir su déficit y de volver a cumplir los criterios. No en 2006 cuando su deuda era "sólo" el 104% de su PIB y era corregible. No en 2006 cuando Alemania, Francia, Bélgica o Austria también lo incumplían.
Es ahora cuando Eurostat (la Comisión Europea) inicia el proceso de los Artículos 104.3, 104.4, 104.5, 104.6 y 104.7 del Tratado y recomienda a ese gobierno que termine con ese desequilibrio en un plazo inferior a 24 meses pero, eso sí, a diferencia del FMI, deja al país que tome sus propias medidas. Todo sea por la hermandad europea.
Dentro de 6 meses, cuando el Gobierno no haya sido capaz de tomar las medidas, la Comisión Europea le solicitará que tome medidas de tipo estructural y le enviará una Comisión para analizar in situ la situación de las finanzas públicas, que a su vez, propondrá nuevas medidas. Cuando aun así, el Gobierno no las haya implementado, se le volverá a dar un nuevo plazo de 16 meses, y al final, se enviará al estado al FMI. Al final, a estos países, les quedaría acudir al mismo Tratado de la Unión que en parte les ha llevado a esta situación. El apartado 2 del artículo 100 establece que la Comisión Europea puede conceder asistencia un Estado en dificultades por eventos excepcionales más allá de su control.
Las responsabilidades de gobiernos y agentes económicos son indudables y la forma en la que esta Unión fue planificada no puede ser un eximente que justifique la penosa situación de sus finanzas, pero esta forma distaba mucho de ser la ideal para crear una Unión basada en la cooperación, el crecimiento de las economías y la mejora de todos los ciudadanos.
Surgen tres preguntas conclusivas:
¿Por qué se dejó absoluta y conscientemente la política monetaria en manos "profesionales" pero la fiscal en manos de los Estados?
¿Por qué se fue tan estricto en el cumplimiento de criterios de entrada imposibles para algunas economías para pasar después a la total laxitud y la falta de controles efectivos sobre los incumplimientos una vez dentro?
¿Ineptitud?, ¿a este nivel? ¿Falta de conocimientos previos?, ¿con todas las recomendaciones publicadas? ¿Deseo de que ocurriera así?
España no tendrá el mismo final que Grecia pero ha sufrido y sufrirá aún más como resultado, en gran parte, por la forma en la que esta Unión se planificó. Llegados a este punto, ¿a qué esperar como Grecia 16 meses a que suceda lo inevitable si la cooperación europea será inexistente? ¿O no era la cooperación uno de los objetivos reales de esta Unión?
– Que nadie espere nada de Alemania (El Confidencial – 19/1/10)
(Por J. Jacks) Lectura recomendada
Como continuación al artículo de la semana pasada y esperando clarificar algunas cuestiones desde un punto de vista económico (que no legal) sirva este resumen de preguntas y respuestas a cerca de nuestra Unión Monetaria Europea (UME).
¿Es responsable la UME de la situación actual de algunas economías nacionales?
Parcialmente si, aunque las decisiones políticas de sus propios gobiernos y la crisis financiera han contribuido a amplificar el problema. De lo que si sería responsable la UME es de establecer esta Unión cuando puedo establecer otra, de fijar unas condiciones de entrada que eran en sí mismas una condena futura para esas economías y de establecerse como algo que no era ni es, una OCA, un área monetaria óptima.
La UME no era un área monetaria y óptima por carecer de las condiciones necesarias y suficientes para ello: movilidad perfecta de factores de producción, igual reacción ante crisis, flexibilidad de salarios y precios y transferencias fiscales.
De haberse corregido estas deficiencias antes de la creación de la UME, probablemente las economías de algunos Estados que están ahora en serios problemas no lo estarían tanto…pero se prefirió no hacerlo.
¿Existían informes previos a la creación de la UME que alertaban de estos riesgos?
Si, múltiples. En el artículo de la semana pasada mencionábamos tres (Eichengreen, Carl Wash y Paula Hildebrandt) pero existían más.
¿Si entonces existían estos informes porque aun así se adoptó esta UME?
Estos informes alertaran de las consecuencias negativas futuras para algunas economías pero también reconocían el efecto positivo para otras (Alemania y Francia).
La base ideológica desde el punto de vista económico de la UME era el trabajo de unos economistas sobre el modelo de crecimiento de Solow: con una moneda única, la tasa de crecimiento no depende ni del ahorro, ni del tipo de interés ni del stock de capital, sino del incremento de la mano de obra y su eficiencia, lo cual garantizaba la política de desinflación del futuro Banco Central Europeo y a las economías de los países más competitivos.
Por eso la UME necesita crecer, porque su modelo de crecimiento económico se basa en una necesidad constante de incorporar nueva mano de obra con menores costes que mejore la competitividad. Lo que importa es que entren nuevos países. Lo que le ocurra a los que ya están dentro no importa. En este sentido, con las reservas necesarias y a modo de simplificación, la UME seguiría un "esquema Ponzi".
¿Existe algún fondo ad-hoc de ayuda a los Estados para las crisis financieras?
No, aunque antes de la entrada en vigor de la UME existían informes que alertaban de los riesgos futuros de la falta de cohesión monetaria y que exponían la necesidad de crear un "Fondo de Cohesión" monetario para hacer frente a los shocks financieros.
Nadie ni en la UME, ni en el BCE, ni en la Comisión Europea ni en el Ecofin pensó que, tal vez, algún día ocurriría una crisis financiera en Europa.
¿Por qué Alemania se opone a la propuesta de la Presidencia española de sanciones?
La propuesta española es muy positiva…solo que llega con una década de retraso. De haberse implementado en 1999, muy probablemente, los gobiernos de ciertas nacionales no hubieran podido dispendiar tanto como lo han hecho y sus déficits no estarían ahora fuera de control…pero, evidentemente, la UME no habría durado tanto.
De implementarse las sanciones ahora, ello supondría que algunos países de futura incorporación se lo pensaran antes de entrar, lo cual se quiere evitar a toda costa.
¿Llegados a este punto, ayudarían la UME o Alemania o Francia a las economías con problemas?
No, y cuanto antes se olvide esta opción, mejor. Si la UME hubiera querido ayudar a las "menores" economías, habría constituido un fondo de ayuda en 1999 o habría impuesto sanciones correctivas cuando los déficits públicos eran aun corregibles o simplemente se habría constituido de una forma diferente.
No es solo que la UME no prevé ayudar a estos países sino que el propio BCE ya ha dicho que las economías con problemas tienen doce meses para que sus sistemas financieros vean afectados sus relaciones con el BCE. Pasado este plazo, las entidades financieras tendrían dificultades para usar la deuda como colateral en las operaciones de préstamo del BCE.
Lo que sí ha venido haciendo el BCE es apoyar a los sistemas financieros de los Estados, e indirectamente probablemente monetizando deuda, comprando cedulas hipotecarias e inyectando liquidez a las entidades. Lo que el BCE tiene prohibido es actuar directamente sobre la deuda soberana.
¿Es posible para un país miembro abandonar la UME?
Si. El Tratado de la Unión no establece ninguna restricción a la salida de un país. En su día, el Tratado ni tan siquiera estableció el periodo de duración de la UME a diferencia de, por ejemplo, el Tratado sobre el Acero y el Carbón que si lo hizo.
Sin embargo, el reciente Tratado de Lisboa si establece esa posibilidad en su artículo 50, bien como decisión unilateral del Estado o como negociación con la Comisión…pero solo con efecto futuro, no retroactivamente.
Como resultado de este vacío con respecto a este tema en el Tratado de la Unión, un Estado podría acogerse a la Convención de Viena que establece que si bien esta opción es contraria al espíritu de un Tratado, un Estado podría solicitar la salida de existir "un cambio fundamental en las circunstancias" que constituyeron la aceptación del tratado, aunque esta posibilidad es cuestionada en el Legal Working Paper.
No obstante, y a pesar de la oposición de la Comisión Europea, el BCE reconoce que un Estado miembro podría pedir la salida si otro(s) Estado(s) incumple(n) (han incumplido) el tratado o "si un Estado sufre extraordinarias dificultades para cumplirlo".
¿Qué ocurriría entonces con las deudas y obligaciones pendientes?
La cuestión de una salida no está definida per se en el Tratado pero sus consecuencias pecuniarias sí. Las deudas continuaran pendientes y el Estado seguirá obligado al pago. Sin embargo, para el futuro, el Tratado de Lisboa, si ofrece una cierta posibilidad de repudiar las obligaciones asumidas, aunque las consecuencias serian muy negativas para el Estado en el caso de que decidiera una vuelta futura a la UME.
En cualquier caso, las deudas tendrían que ser re-denominadas en la nueva moneda del Estado. La autoridad monetaria del Estado saliente pondría fin a su vinculación directa con el BCE, re-establecería su Banco Central y terminaría su participación en los órganos de decisión de la política monetaria europea, Ecofin y BCE.
No está claro si el Estado miembro podría usar o bien vincular su nueva moneda al euro, pero sería lógico pensar que la CE no permitiría que ello ocurriera.
¿Es posible que la UME expulse a un país miembro de la Unión?
Si, parcialmente. No existe ninguna cláusula específica que impida la expulsión temporal de un Estado de la UME (el artículo 7 del Tratado así lo exponen como "resultado de un serio y persistente incumplimiento de los principios del artículo 6 del Tratado") pero no la expulsión definitiva.
Si sería posible, y tampoco existe impedimento legal en el Tratado al respecto, que un grupo de Estados acordara un nuevo Tratado con "una estructura institucional independiente fuera del marco de la vieja UE" que en todo caso "sería aprobada solamente por los Estados participantes en esta nueva entidad" (página 37 del Legal Working paper).
¿Afrontaría la economía española la crisis mejor fuera del Euro?
De seguir las circunstancias actuales, la economía española tiene dos opciones:
a) Seguir dentro de la UME y del Euro: a falta de política monetaria el ajuste solo podrá continuar viendo vía desempleo. Confiar solamente en la política fiscal para salir de la crisis es utópico. La mejora en las tasas de ahorro es positiva pero no suficiente. Quedaría como alternativa una depreciación interna sui-generis vía precios y salarios que a todas luces parece imposible que ocurra.
b) Salida de la UME y del Euro: recuperación de la política monetaria, devaluación, recuperación de la competitividad perdida, negociación de la deuda y petición de ayuda al FMI.
Independientemente de la opción elegida, el proceso será gravoso y largo. La economía necesita auto ajustarse y eso es lo que está haciendo y lo que seguirá haciendo. La única diferencia está en donde se desea que recaiga el peso del ajuste, únicamente en el empleo o parcialmente en el empleo y parcialmente en la parte política.
La elección está clara.
(El Legal Working Paper del BCE completo, pueden solicitarlo por correo electrónico a: [email protected])
"Salta la espita en el seno de la UE. La Comisión Europea (CE) estudia acudir al rescate de Grecia, evitando así la ignominia que supondría que un país de la zona euro acuda al Fondo Monetario Internacional (FMI). El Gobierno griego niega este plan y responde que no necesitan un "rescate"… La UE estudia rescatar a Grecia mediante créditos extraordinarios o avales (Libertad Digital – 21/1/10)
¿Está Grecia a punto de caer? El dilema sigue su curso. La CE está estudiando seriamente la posibilidad de acudir al rescate del Gobierno griego mediante la concesión de préstamos o ayudas extraordinarias, según informa el diario European Voice, especializado en noticias relacionadas con la burocracia de la UE.
La idea es evitar que Grecia, país miembro de la zona euro, tenga que acudir al FMI para subsanar el intenso deterioro que sufren sus finanzas públicas. Los funcionarios de Bruselas, sin embargo, están preocupados por el posible impacto que conllevaría una intervención de estas características sobre el sistema financiero europeo y la deuda pública de otros países miembros en situación delicada como España, Portugal, Irlanda e, incluso, Italia.
Hace varios meses, la CE puso en marcha un fondo extraordinario dotado con 50.000 millones de euros para ayudar a los países miembros del Este de Europa, pero no pertenecientes a la zona euro, muy afectados por la crisis financiera internacional debido a sus elevados déficits por cuenta corriente. El programa, que cuenta con el apoyo del FMI, ha concedido créditos extraordinarios a países como Hungría, Letonia o Rumanía.
Sin embargo, la CE quiere evitar acudir a este fondo para rescatar a Grecia, ya que en él coparticipa el FMI. Por ello, según el diario, se está estudiando la posibilidad de crear un nuevo mecanismo financiero para inyectar la ayuda que precisa el Gobierno de Atenas. Asimismo, también se discute la posibilidad de que la CE emita avales a corto plazo para apoyar la deuda griega en caso de que sus bonos se sigan deteriorando al ritmo actual.
En este sentido, fuentes de Bruselas señalan que desde hace semanas se debate en el seno de la Unión cómo solventar el problema griego. La principal preocupación entre los gobiernos europeos es que los graves problemas fiscales en Grecia acaben por socavar la credibilidad de la zona euro y la crisis de la deuda pública se contagie a otras economías débiles de la UE.
Los CDS se disparan
El coste de asegurar la deuda griega alcanzó el 20 de enero un diferencial récord de 347,1 puntos básicos, lo que supone un coste de 347 dólares al año para asegurar 10.000 de deuda a cinco años, según los precios de la prima por cobertura de crédito (CDS) de CMA Datavision.
Por su parte, el coste de protección del crédito también se disparó en el caso de España, donde el diferencial subía hasta los 130,5 puntos básicos desde los 122 puntos básicos. Según CMA Datavision, asegurar 10.000 dólares a cinco años tendría un coste de 130,5 dólares por año.
Asimismo, también aumentaba el diferencial de rendimiento de los bonos gubernamentales y los bonos griegos a diez años alcanzaron un nuevo máximo, con 309 puntos básicos sobre los alemanes con el mismo vencimiento. Los diferenciales de rendimiento de los equivalentes españoles alcanzaron su máximo desde julio.
El rendimiento de la deuda griega creció 24 centésimas en esta sesión, hasta el 6,16%, después de que se conociera que las autoridades comunitarias expedientarán a Grecia por comunicar datos falsos sobre su déficit presupuestario, que se situó en el 12,7% del PIB el año pasado, informa Efe.
Ante las noticias de un posible rescate, el presidente griego, George Papaconstantinou, ha salido de inmediato para señalar que su país no precisa ser rescatado por la UE. "No estamos esperando a que alguien acuda a nuestro rescate", señaló el 21 de enero en una conferencia en Atenas. De hecho, negó que la Unión Europea estuviera preparando un préstamo para ayudar a Grecia, y dijo que su Gobierno será capaz de satisfacer sus necesidades de financiación para 2010 en el calendario previsto.
El 30% de la deuda griega en manos foráneas
Uno de los factores que puede jugar a favor del rescate del país heleno es el elevado volumen de deuda pública (casi el 30% del PIB) que está en manos de inversores extranjeros (sobre todo, bancos europeos), tal y como muestra el siguiente gráfico de Deutsche Bank. Algunos analistas vienen advirtiendo la posibilidad de que, incluso, sea Alemania la encargada de orquestar el rescate, dada la elevada exposición de su banca a los bonos griegos.
La incertidumbre que rodea la sostenibilidad de las finanzas griegas y la credibilidad de sus planes de contención del gasto público ha provocado que en los últimos días los inversores buscaran refugio en la deuda alemana, cuya rentabilidad bajaba cinco centésimas, hasta el 3,22%, mientras que el rendimiento del bono estadounidense descendía también cinco centésimas, hasta el 3,64%.
Los inversores se han lanzado a la compra de bonos alemanes en una muestra de confianza en la locomotora económica de la región. Al contrario, deshacen posiciones en bonos españoles -en máximos de rentabilidad en seis meses-, irlandeses, italianos, portugueses y griegos, informa Invertia.
Así, el bono español con ese periodo de vencimiento renta al 21 de enero un 4,042% tras superar el día anterior la cota del 4%, según datos recogidos en Bloomberg, Se trata del nivel más alto desde el 27 de julio de 2009 (4,058%). El 1 de diciembre, el rendimiento era del 3,73%, lo que refleja un deterioro de las perspectivas del mercado respecto a la salud de la economía española, además de prever un entorno de tipos más altos. Los bonos portugueses (4,25%), italianos (4,07%) e irlandeses (4,85%) siguen la misma tendencia que el español.
– Los sueños de grandeza de Europa menguan (The Wall Street Journal – 30/1/10)
La aparición de un mundo G-2, dominado por EEUU y China, amenaza su relevancia
(Por Marcus Walker) Lectura recomendada
Este año, se suponía que la Unión Europea formada por 27 países, alcanzaría la mayoría de edad como protagonista en el escenario mundial, impulsada por el Tratado de Lisboa, que ha simplificado la engorrosa estructura institucional de la UE. En cambio, Europa está empezando a verse como el perdedor en un nuevo orden geopolítico dominado por Estados Unidos y las potencias emergentes, lideradas por China.
Mientras la elite política y económica del mundo se reúne en Davos, Suiza, para el Foro Económico Mundial, gran parte de la conversación se centrará en el surgimiento de un mundo "G-2" en el que EEUU y China son los protagonistas.
Un número creciente de políticos europeos y analistas cree que la influencia internacional de la UE puede haber alcanzado su punto máximo debido a una combinación de divisiones políticas y perspectivas negativas a largo plazo para su economía.
"Los esfuerzos de la UE por ser un actor internacional coherente parecen cada vez menos eficaces", dice Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea, un centro de estudios pro-UE en Londres.
La esperanza de Europa de jugar un papel de liderazgo en un mundo multipolar se desvaneció el mes pasado en Copenhague, en la cumbre sobre el cambio climático auspiciada por las Naciones Unidas. Los países de la UE se consideran líderes en el tema.
Pero ninguna autoridad europea fue invitada cuando el presidente estadounidense Barack Obama y el primer ministro chino Wen Jiabao sostuvieron una importante reunión el 18 de diciembre en la que negociaron el modesto acuerdo de Copenhague. Wen Jiabao invitó a los líderes de India, Brasil y Sudáfrica.
Esa reunión y la ausencia de Europa marcaron "la auténtica imagen de 2009", señaló un diplomático europeo. "Fue una señal de que estamos cada vez más marginados".
Últimamente, los países de la UE no han ayudado a su propia causa. El Tratado de Lisboa, que entró en vigor en diciembre después de ocho años de batalla, fue creado con el objetivo de convertir a la UE en un actor más coherente, en parte a través de la creación del puesto de presidente para liderar a la UE en las cumbres y un alto representante que presentara una política exterior unificada.
A fines del año pasado, sin embargo, los dirigentes de cada país indicaron que no querían que figuras más poderosas les hicieran sombra. Nombraron a Herman Van Rompuy, el primer ministro de bajo perfil de Bélgica, para que encabezara las cumbres y a una desconocida funcionaria del Reino Unido, Catherine Ashton, para que liderara la política externa común.
Capitalismo de bienestar
Con todo, Europa sigue siendo un jugador global importante. Su economía de US$ 16 billones (millones de millones) representa 28% de la producción económica mundial, más que EEUU. En su total, el mercado de consumo de la UE es el principal destino de los productos chinos. Alemania, su motor industrial, sigue siendo la cuarta economía del mundo y exporta casi tantas mercancías como China. Gran Bretaña y Francia todavía pueden desplegar un poder militar significativo en el extranjero y tienen asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. Los europeos también están bien representados en las instituciones globales y los comités, como el Fondo Monetario Internacional y el Foro de Estabilidad Financiera, donde tienen influencia a la hora de negociar nuevas normas bancarias.
Además, Europa representa un modelo de "capitalismo de bienestar" para la gente en todo el mundo a la que no le gusta la versión más individualista del capitalismo estadounidense.
La UE sufrió en 2009 una contracción económica más profunda que la de EEUU, aunque éste último fuera el epicentro de la crisis global. El bloque enfrenta una recuperación más lenta, en parte por la gigantesca deuda pública en muchos países.
Los economistas de Goldman Sachs -que acuñaron el término "BRIC" para Brasil, Rusia, India y China- prevén que las principales economías emergentes superarán de manera estable a los principales países de Europa Occidental en las próximas décadas, y que EEUU, China e India superarán de lejos a los demás para mediados de siglo.
Una mayor unidad podría ayudar a la UE a lidiar mejor con China, Rusia y otras potencias, pero su rápida expansión en los últimos años ha hecho que la unidad se haya vuelto un objetivo mucho más escurridizo.
"Los funcionarios europeos no tardan en ridiculizar cualquier especulación sobre un rescate de Grecia e insisten en que lo que Atenas necesita es poner en orden sus finanzas.
Pero si se intensifican los temores que han infectado a algunos de los miembros más débiles de la zona euro y Grecia tiene dificultades para refinanciar su elevada deuda, las autoridades europeas dispondrán de varias opciones para ayudar al país a salir del atolladero"… En caso de ser necesario, ¿quién saldría al rescate de Grecia? (The Wall Street Journal – 9/2/10)
Estas alternativas, sin embargo, apenas se discuten en público, puesto que un rescate financiero sería un reconocimiento de que las normas presupuestarias de la Unión Europea para mantener la estabilidad del euro son inadecuadas.
Los costos de financiamiento de Grecia se han disparado en los últimos meses ante el temor de que el país no pueda controlar su creciente déficit fiscal, que el año pasado representó alrededor del 13% del Producto Interno Bruto, muy por encima del límite del 3% de la zona euro. Grecia se apresta a ingresar en un período crítico en los próximos meses, cuando necesitará pedir prestado casi 23.000 millones de euros (US$ 31.500 millones).
Las dificultades de Grecia subrayan una debilidad en el gobierno de la moneda común. Aunque la Comisión Europea puede exigir que los países reduzcan sus déficits, el control de los presupuestos sigue en manos de cada país.
La ayuda a Grecia no sería un proceso sencillo, ya que el Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales no pueden rescatar países, según el tratado que gobierna la UE.
No obstante, varios diplomáticos y expertos de la zona euro afirman que los gobiernos a título individual no tienen tales restricciones. No se puede obligar a los países de la región a aceptar responsabilidad por el endeudamiento de otro país miembro, pero no hay nada que les impida asistirlos voluntariamente.
Los diplomáticos de la UE en Bruselas afirman que el plan de contingencia más plausible para Grecia es un paquete de ayuda encabezado por Alemania y Francia, las economías más grandes y estables de la zona euro. Un portavoz del gobierno alemán afirma que Berlín "tiene muy claro" que Grecia debe resolver sus problemas. Funcionarios franceses, por su parte, han dicho en repetidas ocasiones que no contemplan la opción de un rescate.
Los estatutos de la UE dicen explícitamente que el bloque puede aportar ayuda financiera en caso de que se trate de "circunstancias excepcionales". Esta cláusula del tratado por lo general se refiere a catástrofes naturales, pero en teoría podría ampliarse a una crisis financiera de magnitud.
"En principio, los otros estados miembros de la Unión Europea pueden enfrentar esta situación", dice Paul De Grauwe, profesor de economía de la Universidad Católica de Lovaina. "No hay nada en el tratado que diga que no pueden hacerlo". Añade, de todos modos, que "no hay un marco institucional" para rescatar países miembros y la UE tendría que encontrar soluciones ad hoc. Una opción, afirma, podría ser deuda garantizada por las mayores economías de la UE, algo similar a los bonos Brady creados durante la crisis de la deuda externa de América Latina en los años 80.
Funcionarios de países de la UE y de la Comisión Europea afirman que quieren evitar que Grecia recurra al Fondo Monetario Internacional (FMI). El FMI ha rescatado a tres países de la UE -Hungría, Letonia y Rumania- en la actual crisis, pero a ninguno de la zona euro. El bloque teme que el FMI ofrezca a Grecia condiciones más benévolas que las que demandan la comisión y otros miembros de la UE, lo que concedería a Grecia más tiempo para reducir sus déficits, según un diplomático de la UE. Esta inquietud resurgió en marzo del año pasado cuando la UE y el FMI concedieron conjuntamente a Rumania un crédito de emergencia. La comisión advirtió al FMI que su plan original de préstamos permitiría a Rumania ignorar las normativas presupuestarias de la UE.
Si Alemania y Francia movilizan apoyo, también podrían solicitar la ayuda de Italia y Holanda, las otras economías de la zona euro que podrían tener la capacidad de asistir a otros miembros en apuros. Este rescate podría ser de muchas maneras, incluyendo una subvención directa en efectivo, una línea de crédito vinculada a otros programas de endeudamiento o una garantía contra una cesación de pagos de la deuda griega.
Un paquete de ayuda directa podría ascender a los 25.000 millones de euros (US$34.200 millones), según un diplomático de la UE.
– Los rezagados de Europa necesitan a los consumidores alemanes (Expansión – 10/2/10)
(Por Martin Wolf) Lectura recomendada
La crisis financiera de 2009 está derivando en las preocupaciones fiscales de 2010, algo que sucede especialmente en el caso de la eurozona. Los márgenes entre los tipos de interés de los bonos griegos y de los bonos alemanes, alcanzó 3,86 puntos porcentuales a finales de enero.
Existe el riesgo de que emerja una crisis de confianza que tendría nefastas consecuencias para otros miembros vulnerables. Gran parte de la atención se ha centrado en lo que sucedería de no resolverse la situación: se ha hablado de rescates, impagos o incluso salidas del euro. Pero, ¿qué habría que hacer para resolver la crisis, sin llegar a esos extremos? Es la demanda, estúpido.
La opinión generalizada en la eurozona es que esta crisis es el resultado de una mala política en los países periféricos. En concreto, la política fiscal ha sido demasiado flexible y las economías muy rígidas. Esos pecados se pagan con la austeridad. Después, tras una larga penitencia, las ovejas descarriadas vuelven al redil de la estabilidad.
Como señalé hace tres semanas, Grecia desempeña el papel de ese pecador que busca la perfección: su Gobierno admite que el país ha falseado los datos. Sin embargo, Irlanda y España también han sufrido dramáticos deterioros fiscales. Las previsiones sobre el déficit financiero de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico apuntan a un deterioro de más del 12% y el 10% del producto interior bruto (PIB), respectivamente, entre 2007 y 2010. Estos países no eran pecadores fiscales a largo plazo.
La idea general también afirma que una vez que se han hecho los ajustes fiscales y se ha introducido flexibilidad, las economías afectadas pueden volver a crecer, tal y como sucedió en el caso de Alemania a principios de la pasada década. Además, añade esta creencia aceptada, la existencia de grandes desequilibrios por cuenta corriente dentro de la eurozona no guarda relación ni con el problema ni con la solución. No hay más motivos para preocuparse por los "desequilibrios" internos de la eurozona que por los de EEUU.
Esta idea no tiene ningún sentido. Hasta que los políticos lo reconozcan, están condenando a la eurozona a padecer graves tensiones. No hay forma de decir esto con delicadeza. Mientras el Banco Central Europeo tolere una demanda débil en el conjunto de la eurozona y los principales países, sobre todo Alemania, sigan gestionando inmensos superávit comerciales, a los miembros más débiles les resultará casi imposible escapar de sus trampas de insolvencia. Su problema no puede resolverse sólo con austeridad fiscal. Necesitan una importante mejora de la demanda externa de sus productos.
La característica común de los países en una situación difícil es que disfrutaron de periodos de auge alimentados por el crédito. Tal y como expliqué en otra columna, sus sectores privados se lanzaron a gastar más de lo que ingresaban, lo que elevó los ingresos fiscales, redujo el gasto público y generó inmensos déficits comerciales, pero de fácil financiación. Esto también benefició a las exportaciones y a la actividad económica de los socios comerciales.
Entonces estalló la crisis. El número de prestatarios privados solventes en las economías en las que se habían formado burbujas se redujo drásticamente. El gasto privado se colapsó y, como resultado directo, también las posiciones fiscales. El endeudamiento fiscal reemplazó a los créditos privados como contrapartida de grandes déficit externos.
¿Qué sucedería si los gobiernos también recortaran su gasto? Ante la imposibilidad de una economía de modificar las políticas monetarias o de tipo de cambio, es probable que una reducción del gasto provoque como mínimo un recorte a corto plazo equivalente en la producción (un "multiplicador" de uno). Un intento de rebajar el déficit fiscal un 10% del PIB, mediante recortes en el gasto, requeriría una reducción real del 15% del PIB, dando por hecho una caída de los ingresos fiscales. El PIB también se contraería un 15%. Tal y como señaló recientemente Desmond Lachman, del American Enterprise Institute, el descenso podría ser aún mayor.
Parece una situación grave -y lo es-. Así que, ¿qué se puede decir de las comparaciones con la "desinflación competitiva" de Alemania de principios de la pasada década? Que son irrelevantes. Primero, el déficit fiscal alemán tocó techo en sólo el 4% del PIB en 2003. Segundo, Alemania pudo compensar la extrema debilidad de la demanda doméstica con una sólida demanda exterior, tanto dentro como fuera de la eurozona. De hecho, hasta un 70% del incremento del PIB alemán entre 1999 y 2007 derivaba del aumento de sus exportaciones netas.
Alemania tiene que devolver el favor. Más concretamente, la única forma de que los países de la eurozona reduzcan sus inmensos déficit fiscales, sin que sus economías se colapsen, es creando otra burbuja crediticia del sector privado o logrando una fuerte expansión de las exportaciones netas. La primera opción es poco deseable. La última requiere una mejora de la competitividad y una boyante demanda externa que no existen en la actualidad. Es difícil recuperar la competitividad cuando el euro muestra tanta solidez, debido en parte a la competitividad de Alemania, y la inflación de la eurozona es tan baja.
Los mercados llevan razón al cuestionar la voluntad de los gobiernos y la sociedad para tomar la senda de la deflación. El hecho de que no me quepa duda de que el euro no es una opción sensata para Reino Unido se debe a que estoy seguro de que este país nunca iniciaría esa senda. Este es también el motivo de que los desequilibrios por cuenta corriente preocupen en la eurozona. No es sólo que el déficit por cuenta corriente represente un lastre para una demanda ya débil. Es que se trata de países, no de regiones dentro de una sola nación. Sus electorados darán importancia a la insolvencia de sus gobiernos o a la posibilidad de que sus países se vean sumidos en décadas de crisis. El Gobierno federal de EEUU desempeñará sus funciones pase lo que pase con California. Europa no dispone de un Gobierno así.
Así que, ¿qué se puede hacer? Si el objetivo es evitar el desastre, la respuesta es un apoyo fiscal temporal a los países en dificultades, una sólida demanda en el conjunto de la eurozona y un reequilibrio sustancial de esa demanda, con el liderazgo de Alemania. La ayuda fiscal estaría destinada a evitar que un colapso de la confianza a corto plazo derive en un impago. A cambio, los países débiles tendrían que comprometerse a reducir los salarios nominales y a implementar un programa de reducción de gastos. No veo motivo alguno para involucrar al Fondo Monetario Internacional, aparte del aporte de asistencia técnica. De hacerse, quedaría patente que esto no es una verdadera unión.
Otra posibilidad sería la de dejar a los países vulnerables a su suerte. Pero una unión monetaria en la que su principal país no sólo exporta deflación, sino que también permanece al margen mientras otros miembros se derrumban, está en serios problemas. Alemania puede decidir si desea, o no, que prospere esta unión.
(The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved)
"La quiebra del gigante estadounidense de la banca de inversión Lehman Brothers en septiembre de 2008 cortó la respiración del sistema financiero mundial, igual que el desplome de las Torres Gemelas tras los sangrientos atentados del 11-S en Nueva York marcó un antes y un después en el orden mundial.
En las semanas siguientes al caso Lehman, las entidades bancarias a ambos lados del Atlántico comenzaron a caer como moscas, y sólo la intervención de los Estados evitó lo que iba camino de convertirse en una masacre financiera.
Las más o menos discretas maniobras en las últimas semanas de los Gobiernos de la UE para apuntalar las finanzas públicas de Grecia y evitar su bancarrota persiguen precisamente evitar que el efecto dominó que vivió la banca a finales de 2008 se repita, pero con los Estados como víctimas. El objetivo de los líderes europeos es dejar claro a los especuladores que las capitales del Viejo Continente serán solidarias entre ellas. Y que apostar por quebrar eslabones débiles como Grecia, Portugal o España no tendrá premio porque no se romperá la cadena"… El euro pone a prueba la solidaridad de la UE (El Economista – 11/2/10)
El apoyo a Atenas, encabezado por Francia y Alemania, no es únicamente por solidaridad y puro altruismo. A los alemanes les causa pavor la idea de que la crisis debilite su divisa. Y les vienen a la memoria, como si de pesadillas colectivas se tratara, las depreciaciones y la inflación galopante sufridas en el pasado.
En Francia, aunque la necesidad de sentirse arropada por una moneda indiscutiblemente fuerte no es tan marcada como en la otra orilla del Rihn, y aunque una ligera depreciación del euro es bienvenida por su industria exportadora tras los dolorosos máximos encadenados frente al dólar en los últimos años, el Gobierno tampoco está dispuesto a dejar que se resquebraje bajos sus pies la zona euro, ni a que los problemas del vecino sean fuentes de inestabilidad.
Berlín pone firme al mercado
Grecia no es el primer país de la UE que ha pasado por el trance actual. Irlanda fue el primer socio del club comunitario cuya solvencia se vio seriamente comprometida por la crisis. Según los cálculos de la Comisión Europea, el PIB irlandés se contrajo un 3% ya en 2008, y el desplome fue del 7,5% en 2009. Dublín era por tanto la primera presa fácil para los depredadores de los mercados.
Cuando hace un año el nerviosismo empezó a cundir porque ya habían identificado a Irlanda como el bocado más asequible, Alemania dio un golpe de autoridad. El socialdemócrata Peer Steinbrück, en aquel entonces ministro de Finanzas alemán, aseguró en público que Berlín no permitiría el desplome de un miembro de Eurolandia: el grupo de 16 países que comparten el euro como moneda única.
La especulación se zanjó. Y el Gobierno irlandés se embarcó en un programa agresivo de subida de impuestos y recorte del gasto público para sanear sus arcas y dejar de estar a tiro de los carroñeros.
¿Por qué desde finales del año pasado nadie ha puesto la mano en el fuego por Grecia con la claridad con la que en su día la puso el ex ministro germano? José Luis Rodríguez Zapatero (presidente del gobierno español) aseguró en enero en Davos que la solidaridad europea estaba garantizada, y que la zona euro no se rompería. Pero estaba sentando en el Foro Económico Mundial en el banquillo de los acusados junto a Grecia; de modo que no era la voz que podía acobardar a los especuladores.
Desconfianza en Atenas
Los mensajes que en las primeras semanas de febrero destilaban la Comisión Europea y el Gobierno alemán dejaban entrever una posible ayuda europea, al admitir que el problema griego era una preocupación común. Pero el mensaje principal era una contundente invitación a que el Gobierno de Atenas fuera responsable y dejara de dar a sus socios quebraderos de cabeza.
El Gobierno griego saliente acababa de repetir el pecado original con el que el país entró en el euro: falseó sus cuentas públicas para enmascarar ante sus socios la gravedad de su déficit. Y del hartazgo de saber que el instituto oficial de estadísticas griego era poco creíble, en las capitales europeas se pasó a la cólera porque en plena tormenta económica y financiera volver a incurrir como hace una década en falta de credibilidad de las cuentas públicas era demasiado espolear el nerviosismo del mercado.
Atenas prometió ejecutar un doloroso programa de saneamiento de sus Presupuestos. Y el socialista español Joaquín Almunia, hasta la segunda semana de febrero comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, asumió el papel de profesor riguroso que pide más esfuerzos a los alumnos perezosos.
Aunque Grecia obtuvo a finales de enero una demanda cinco veces superior a la oferta en una emisión de deuda pública, los mercados no terminaron de tranquilizarse y el coste de financiación de la misma siguió encareciéndose. Las noticias de que el Gobierno griego buscaba financiación en Francia y Alemania fueron desmentidas. Pero la credibilidad de los desmentidos fue menor que la de los rumores.
En las capitales europeas se abría camino la necesidad de tener lista una operación de salvamento por si acaso. Oficialmente, los responsables comunitarios recordaban que el Tratado de la UE prohíbe financiar a un Estado de la zona euro para evitar su bancarrota. Igual que antes de la caída de Lehman Brothers puntualizaban que sería un problema moral acudir con el dinero del contribuyente al rescate de un banco que por su mala gestión estuviera al borde de la quiebra. Pero en otoño de 2008 les faltó tiempo para inyectar fondos públicos en entidades bancarias como el belga-holandés Fortis.
La solidaridad tiene precio
Oficiosamente comenzó a correr como la pólvora por los pasillos de Bruselas que aunque estuviera formalmente prohibido que la UE como tal rescatara a un país de la zona euro, existían vías para hacerlo. Pero que nadie se compadecería de Atenas si su Gobierno no demostraba antes que era por fin un socio creíble, y que era inquebrantable su voluntad de erradicar los agujeros negros de su Presupuesto.
El objetivo era volver a colocar su déficit público por debajo del 3% de su PIB en 2013, déficit que según las previsiones de la Comisión Europea iba camino del 12,8% en 2011 si no se tomaban medidas. Grecia tuvo que presentar a finales de enero un plan que el Ejecutivo comunitario avaló, y puso bajo vigilancia casi diaria por si no daba resultado.
Para que Atenas pusiera toda la carne en el asador, por las esferas comunitarias circulaba otro aviso a navegantes: si los Estados de la UE finalmente se veían obligados a ayudar a Grecia a financiar su deuda y su déficit, sería con condiciones tan duras como las que impondría el Fondo Monetario Internacional. Estas señales seguían siendo oficiosas para evitar que nadie en Grecia diera por garantizada la ayuda y las reformas emprendidas fueran olvidadas.
La cumbre crea expectativas
En esa combinación de firmeza y posible generosidad solidaria estábamos cuando los gurús, los mercados, foros como el de Davos, y comisarios europeos como Joaquín Almunia comenzaron a meter a países como España y Portugal en el mismo saco que a Grecia por compartir problemas como una pérdida constante de competitividad. El miedo a un contagio se disparó, a la par que el nerviosismo en los mercados aumentó y se encareció la financiación para estos tres países, pero también para otros como Francia o Bélgica.
Y llegó la segunda semana de febrero, en la que estaba prevista con mucha anterioridad celebrar en Bruselas una cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de los 27 países de la UE. El objetivo único era abrir un debate sobre la estrategia de reformas económicas vía las que Europa intentaría retomar el crecimiento y la generación de empleo con el horizonte puesto en el año 2020.
A la cumbre se auto invitaron la lucha contra el cambio climático y la ayuda a Haití. A la par que crecieron las expectativas de que una reunión a tan alto nivel no podía pasar de puntillas sobre un tema tan candente como una posible cadena de quiebras de Estados y la ruptura del euro. Y se filtraron informaciones sobre negociaciones en la sombra para apoyar a Grecia. Si de la cumbre no sale un plan claro, al menos se espera una declaración firme de que Grecia no renunciará a sus reformas, y sus socios no la dejarán sola.
"La crisis griega brinda la oportunidad a París y Berlín de controlar a sus vecinos y marcar las directrices de la política de la zona euro"… Merkel y Sarkozy sacan tajada (El Mundo – 14/2/10)
El miércoles 10 de febrero por la noche, el Elíseo filtró que unas horas después Nicolas Sarkozy daría una rueda de prensa conjunta con Angela Merkel al margen de la cumbre de los Veintisiete en Bruselas. La intención era que los grandes financiadores de Europa tranquilizaran a los mercados con una declaración de solidaridad con Grecia.
A la mañana siguiente (11/2), después de retrasar un par de horas la cumbre, Herman Van Rompuy -el presidente del Consejo Europeo, que se intenta hacer un hueco entre los egos de la UE- los convocó a los dos en su despacho junto al primer ministro griego. Incluso los convenció para que, tras ese encuentro, desfilaran en silencio ante las ansiosas cámaras y le dejaran a él pronunciar la breve declaración de apoyo a Atenas.
Mientras el ex primer ministro belga leía unas cuantas veces y en varios idiomas su hoja, José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión y algo desplazado en este debate, lo observaba con ganas de meter baza.
Van Rompuy organizó bien la foto europea, pero lo cierto, como reconocen diplomáticos y funcionarios, es que Francia y Alemania mandan ahora más que nunca, mientras la recesión ha paralizado la zona euro y sus alrededores.
Pese a que también están en números rojos (París prevé este año un déficit de más del 8% del PIB y Berlín, del 5,5%) y a que su producción es sólo algo mejor que el resto (en el último trimestre de 2009, Francia creció un 0,6%, mientras Alemania se quedó estancada), sólo las dos grandes economías de la zona euro tienen dinero y autoridad. "Es normal, son los países que pagan", comenta un experto comunitario.
El presidente José Luis Rodríguez Zapatero, fuera de las charlas clave sobre el rescate, sorprendió a sus colegas al decir, en privado y en público, que España, con un déficit ya del 11,4%, está dispuesta a arrimar el hombro y financiar la deuda pública griega si fuera necesario. Pero los ministros de Economía de la zona euro, que se reunirán mañana en Bruselas, tienen muy claro quién pondrá, al final, su peso detrás de los bonos de Grecia o de cualquier otro país en apuros.
A cambio, Francia y Alemania lograrán colar sus dictados, una vieja aspiración que ahora se puede materializar. Sarkozy aboga por un Gobierno económico de la UE desde que llegó al poder, aunque su idea era un mayor control del Banco Central Europeo y sus políticas. Y Merkel siempre ha defendido más disciplina y vigilancia de las cuentas de sus algo revueltos vecinos del euro.
Aunque sea en condiciones poco deseables, los dos están logrando sus sueños. Grecia se someterá a un control técnico y político como nunca lo ha hecho un país en los 11 años de historia de la moneda única, con revisiones casi mensuales de los funcionarios de la Comisión, otros Estados miembros y hasta el Fondo Monetario Internacional, y bajo las directrices de los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete, que incluso podrían reunirse cada mes, como tanto le gusta a Sarkozy. El esfuerzo que se le pide a Grecia -y a cualquier otro país que espere recibir el apoyo de los grandes- es inédito: en plena recesión, bajar este año cuatro puntos el déficit desde el 12,7%, con el objetivo de estar otra vez por debajo del 3%, el límite recomendado por el Pacto de Estabilidad, en 2012.
"Son condiciones iguales o incluso más duras que las que impondría el FMI", explica un experto de la Comisión involucrado en las negociaciones, marcadas por el constante deseo germano de austeridad.
Si bien el control es de la Comisión, Alemania y Francia han dibujado una estrategia muy clara, en lo que es un desafío a los mercados, mientras intentan desembolsar el menor dinero posible. No pretenden dar detalles de cómo ayudarán a los griegos para no "crear agitación y expectativas" en los mercados, según explica un diplomático francés. "Hay que evitar que los inversores empiecen a presionar para conseguir una garantía alemana. Está claro que la preferirían a la griega", comenta.
– Las limitaciones políticas de la eurozona (Expansión – 15/2/10)
(Por Wolfgang Münchau) Lectura recomendada
Los primeros pasos siempre son los más difíciles. Es posible que la declaración de la semana pasada del Consejo Europeo a favor de un rescate griego no haya ido todo lo lejos que deseaban algunos. Ni siquiera llegó a lo acordado en el borrador de la declaración la noche anterior. Pero fue, en cualquier caso, un hecho histórico.
La UE ha reconocido, por primera vez, que la eurozona tiene una dimensión política, y que está dispuesta a defenderse contra los ataques especulativos. Al mismo tiempo, la UE impondrá fuertes condiciones a cualquier ayuda. La reacción airada del primer ministro griego es el mejor indicativo de que no deberíamos preocuparnos demasiado por el riesgo moral. Una importante cuestión técnica es si los estados miembros de la eurozona comprarán bonos griegos directamente, o sólo los garantizarán, pero la parte más difícil era el acuerdo político de la semana pasada.
Espero que la garantía ponga fin a esta fase aguda de la crisis griega, siempre y cuando el Gobierno heleno no renuncie a sus promesas. También podría reducir la presión sobre las primas de los seguros contra el impago de otros países de la eurozona. Los detalles técnicos del paquete definitivo incluirán severas condiciones para evitar el riesgo moral. Será generoso y duro al mismo tiempo. Pero, pese a la importancia de la decisión, no resolverá los problemas de la eurozona por sí sola.
Consideremos, por un momento, la posición alemana en todo esto. La reacción de los medios de comunicación alemanes a este rescate bordeó la histeria. Hay importantes discrepancias incluso dentro del propio partido de la canciller Angela Merkel. Merkel también se ve limitada por la sentencia del tribunal constitucional de Alemania sobre el tratado de Maastricht de 1993 -que, a mi parecer, fue importante a la hora de determinar su posición el pasado jueves-. El tribunal estipuló que la estabilidad es un requisito inalienable para la participación alemana en una unión monetaria.
Si se violara este principio, la base legal para la participación de Alemania dejaría de ser válida. El artículo 125 del Tratado de Lisboa -"la tristemente célebre "cláusula de no rescate"- es, en términos legales, un aspecto importante de la estabilidad global del sistema. Y no hay duda de que algunas personas expondrán que un recate de Grecia violaría el artículo 125.
El fallo del tribunal constitucional alemán el año pasado sobre el Tratado de Lisboa añadió más trabas al gobierno económico efectivo de la eurozona. El tribunal dictaminó inequívocamente que la política macroeconómica debe seguir siendo competencia de los estados miembros. Desde luego, los jueces nunca son intérpretes objetivos de la ley, y siempre se ven influenciados por la tendencia política del momento. Tampoco están de acuerdo con el tribunal constitucional todos los abogados alemanes. Pero la sentencia, de momento, sigue vigente. No deberíamos hacernos ilusiones sobre el margen político y legal de maniobra de Alemania. Berlín está dispuesto a mostrar su solidaridad con los miembros más débiles de la eurozona si son objeto de ataques especulativos. Esto supuso un gran paso para ellos. No esperen mucho más.
La discusión surrealista sobre el futuro de la eurozona tiende a ignorar las limitaciones políticas y legales. Consideremos el argumento que expone que los bancos centrales, y no sólo el Banco Central Europeo, deberían contemplar el aumento de los objetivos de inflación, situados en torno al 2%. No hay riesgo de que el BCE apruebe esta propuesta. Si lo hiciera, el tribunal constitucional de Alemania invocaría su resolución de 1993. Y, lo que es más importante, creo que la opinión pública alemana, después de haber tragado con el rescate griego, sacaría a Alemania de la eurozona.
Así que el debate sobre el futuro de la eurozona debería tener en cuenta las restricciones políticas y legales. La unión fiscal no va a producirse. La UE tampoco va a embarcarse en otra modificación del tratado.
¿Qué puede hacerse bajo el marco actual? La principal prioridad es abordar los desequilibrios internos. España y Grecia han sufrido una significativa pérdida de competitividad frente a Alemania, que tiene que invertirse parcialmente esta década. Incluso ahora, la diferencia entre los costes salariales reales sigue aumentando. Por ello, es necesario un mecanismo de coordinación política que implique a los líderes políticos, no sólo a los ministros de Finanzas.
España, Portugal, Grecia e Italia deberían reformar sus mercados laborales, y habría que animar a Alemania -dentro de los límites fijados por la constitución– a aumentar la demanda doméstica. La enmienda constitucional del año pasado para obligar a mantener un presupuesto equilibrado no fue útil a este respecto. Durante los dos próximos años, la mayor esperanza probablemente resida en la prometida reforma del impuesto sobre la renta.
La segunda prioridad es la consolidación fiscal. Resulta descabellado pensar que el crecimiento económico baste por sí solo para ocuparse de la deuda. Es probable que el ritmo de crecimiento en esta década sea incluso inferior que en la anterior. En casi todos los países de la eurozona, el mejor medio para conseguir la consolidación son los recortes de gastos, no las subidas de impuestos.
La reducción de los desequilibrios y la deuda del sector público deben tener prioridad esta década. Requerirá decisiones muy difíciles por parte de los líderes políticos que las han rehuido durante la última década. La declaración del pasado jueves supuso un gran paso en la dirección adecuada. Pero lo peor que podría suceder ahora es que se dé un salto al mundo imaginario de las opciones fáciles. Eso significaría el final de la eurozona.
(The Financial Times Limited 2010. All Rights Reserved)
– La tragedia griega que cambió a Europa (The Wall Street Journal – 16/2/10)
El rescate de Grecia no sólo afectará la deuda soberana en el viejo continente sino la soberanía de cada país.
(Por Simon Johnson y Peter Boone) Lectura recomendada
Pluto, el dios griego de la riqueza, no tuvo una vida fácil. Según la mitología, Pluto quería conceder riqueza sólo a "los justos, los sabios, los hombres de vida ordenada". Zeus le cegó por envidia, haciendo que Pluto distribuyera sus obsequios indiscriminadamente.
Puede que la Grecia moderna sea justa y sabia, pero no ha tenido una vida ordenada. Como resultado, ha despilfarrado la gran oportunidad y la riqueza concedida por la integración europea. Y unas tasas de interés bajas en la última década llevaron al aumento del déficit y ayudaron a acumular una peligrosa deuda gubernamental.
Ahora, Pluto quiere que le devuelvan el dinero. Europa está cayendo sin preparación en una seria crisis económica, y la incipiente recuperación global podría colapsar fácilmente debido a la insostenible acumulación de deuda gubernamental en los países más débiles.
Los problemas que enfrentan los países de la zona euro son claros: en la última década, Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (conocidos en los mercados financieros como los PIIGS, que en inglés se puede leer como "cerdos") experimentaron rápidas expansiones financiadas por créditos extranjeros y bancarios. A finales de 2008, estas burbujas explotaron.
Como custodio del euro, el Banco Central Europeo (BCE) respondió lanzando discretamente salvavidas a estos países, comprando bonos del gobierno a través de ventanas especiales de crédito. La periferia de Europa era frágil pero sobrevivió gracias a esta línea de crédito intravenosa del BCE hasta hace unas semanas, cuando de repente quedó claro que Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, y el país que lo apoyaba, Alemania, decidieron dejar a Grecia fuera de este subsidio implícito.
Los alemanes ya se cansaron de apoyar países que, en su opinión, no se esfuerzan lo suficiente. Naturalmente, los inversionistas huyeron de la deuda de Grecia. A la vez, su sistema financiero quedó al borde del colapso, a medida que inversionistas y ahorradores salieron del país.
Pero ya no se trata sólo de Grecia. Otros países podrían dejar de recibir este financiamiento fácil del BCE, por lo que la inquietud se extiende a España y Portugal. Los mercados también van a reconsiderar qué hacer con Irlanda e Italia, y Austria y Bélgica podrían seguirles. Si no se afrontan estos problemas rápida y eficazmente, la economía europea podría descarrilarse, con serias implicaciones -si bien difíciles de cuantificar- para el resto del mundo.
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