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Antología inmigrante argentina (página 7)


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Sin mención de origen

Guillermo House evoca, en "El mangrullo", la agonía de un hijo de inmigrantes, y el heroísmo del camarada sanjuanino que intenta protegerlo: "El conscripto Colombo (un hijo de gringos de la provincia de Santa Fe) es regular tirador, pero flojazo para las penurias. (…) Como Colombo no puede moverse, él le introduce en la boca su dedo meñique húmedo de rocío. Pero el sol no tarda en disipar este engaño, y desde temprano se deja sentir" (1).

En "El salón dorado 1904" (2), de Manuel Mujica Láinez, la dueña de una mansión en decadencia se entera de que muchas de las habitaciones se han transformado en locales. Uno de ellos es ocupado por un sastre presumiblemente italiano: "El ama de llaves la detiene delante de la puerta que da al comedor. En su panel central hay clavado un cartel: ‘Bruno Digiorgio, sastre’. Entran allí. Los cortes de género se apilan sobre un mostrador; los maniquíes rodean a la estufa, encima de la cual permanece, como un testigo irónico, el lienzo pintado de la ‘Carrera de Atalanta’ que imita un gobelino".

Sebastián Jorgi es el autor de "Un día de vida", cuento en el que evoca la triste existencia de una italiana y su hija, víctimas de un padre despótico (3).

Giusseppe el zapatero protagoniza un tango de Guillermo del Ciancio. En un cuento de Horacio Vaccari, el hijo médico escribe una carta a Giuseppe. Le dice: "Hoy me duele decir todo esto, pero necesito torturarme con la verdad, con mi triste verdad y he de asumirla hasta el fin. Cumplí con la voluntad que usted me impuso desde la cuna. Estudié Medicina, fui uno más en el montón, aunque sacaba buenas notas. Tenía que hacerme perdonar mi origen, si bien mis compañeros me respetaban porque era callado y estudioso" (4).

Humberto Costantini escribe acerca de un gringo; en su "Historia de una amistad": "a mí me gustaba cuando don Aldo me hablaba de sus cosas. Cuando vine a América, ¿sabe?, me soñaba tener una casa y una familia. Muchos hijos, sabe. Así como usted. O más todavía. Ocho, diez. Una mesa larga, larga, y todos allí a la noche comiendo con buen apetito. En mi ciudad había un sastre que tenía doce. Todos carabineros. ¿Se imagina? Con estos sombreros grandes…, me decía" (5).

En el cuento "Niebla", escribe José Luis Pérez: "Era el patio de ladrillos de un inquilinato, pulido por los pasos de fatigados inmigrantes, con enrejados verdes de varillas de maderas entrecruzadas, grandes macetas rojas y amarillas de formas acampanadas llenas de plantas, un gran piletón en el centro, el parral cubriéndolo todo y en una silla baja, sentado, con una chaqueta en su falda y una aguja en su mano, cosiendo con destreza y chupando su pipa, estaba él. Un aroma de uva madura y tabaco fuerte llenaba el espacio, de una vieja radio salía la voz de Beniamino Gigli, cantando "Wien, Wien, nur du allein’ " (6).

Un amor imposible causa la emigración de un italiano, en un cuento de José Luis Cassini: "El mismo día en que Enrico se hizo cargo de la sastrería, el único auto de la villa se detuvo enfrente. El chofer entró: ‘La hija del Patrón se va a casar con un doctor de Zóppola, como él ha dispuesto; y aquí te manda este dinero a cuenta del traje de novia que le vas a confeccionar’. Enrico lo entregó y se embarcó" (7).

En "La confesión" (8), Víctor Casafús relata un extraño suceso en el que intervino un italiano: "Antes de irme, se me ocurrió pasar por la Sacristía para averiguar el nombre del Santo que tanto bien me había hecho. Para mi sorpresa me dijeron: -No. Con motivo de la pintura se quitaron todos los Santos. Al único que puede encontrar por ahí es a Don Giuseppe, el pintor".

La historia secreta de un italiano es el tema de "El último patio" (9), de Haydee Massa, que se inicia con estas palabras: "Resolví ir a Jujuy porque en una de las últimas cartas tío Antonio rogaba que lo visitase. Era el hermano menor de mi padre y a éste le hubiese gustado que satisficiera su deseo. Ambos vinieron muy jóvenes desde Italia para establecerse en la Argentina. Después de convivir varios años en Buenos Aires, la afición por la arqueología incitó a tío Antonio a promover investigaciones en los yacimientos indígenas del país. Con el paso del tiempo quedóse definitivamente a vivir en Jujuy".

En "Desarraigo", cuento de Ana María de Benedictis, el narrador, que piensa en emigrar de la agobiada Argentina del siglo XXI, se arrepiente, evocando una historia familiar vinculada con la guerra: "Recordó que una mañana muy temprano llegó una carta bordeada de una franja verde, blanca y roja; que la abrió su abuela materna y comenzó a secarse las lágrimas con el delantal; que una a una iban llegando sus tías tratando de frenar el llanto que brotaba sin pedir permiso" (10).

Escribe Marta Díaz Gioffré, en su cuento "El nieto del italiano", que al protagonista "Siempre lo asombraron los ojos de su abuelo, claros como gotas de agua, y el pincel descarnado con que compuso sobre las paredes de la casa antigua paisajes montañeses hechos con puntitos de colores; debían mirarse de lejos para entenderlos: rebaños derramando su blancura sobre praderas verdes; de cerca, un tul de pintitas sin forma. Se quedó sin preguntarle si conocía la escuela puntillista o era sólo su intuición y la nostalgia de su tierra hecha paisaje. A Vicente esa añoranza se le fue cayendo, como propia, por una mejilla" (11).

Notas

1. House, Guillermo: "El mangrullo", en L. Gudiño Kramer, J.P. Sáenz y otros:: El cuento argentino 1930-1959* antología. Selecc. prólogo y notas de Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL, 1981. Pág. 83.(Capítulo, vol. 77).

2. Mujica Láinez, Manuel: "El salón dorado 1904", en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.

3. Jorgi, Sebastián: "Un día de vida", publicado en la revista Unión Personal Civil de la Nación, Enero-Abril de 1967.

4. Vaccari, Horacio: "Final de juego", en Cuentos elegidos. Buenos Aires, Troquel, 1978. 138 págs.

5. Costantini, Humberto: "Historia de una amistad" (fragmento), en www.abanico.edu.ar.

6. Pérez, Jose Luis: "Niebla", en Varios autores: Nosotros el Sur. Selección de Nené D’Inzeo. Buenos Aires, Tu Llave, 1992. 124 pp.

7. Cassini José L.: "El mar en los ojos", en Rotary Club de Ramos Mejía Comité de Cultura. Buenos Aires, 1994.

8. Casafús, Víctor: "La confesión", en La esquina literaria. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave, 1996.

9. Massa, Haydee: "El último patio", en La esquina literaria. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave, 1996.

10. De Benedictis, Ana María: "El desarraigo", en El Tiempo, Azul, 24 de marzo de 2002.

11. Díaz Gioffré, Marta Iris: "El nieto del italiano", en Ni siquiera molinos.de viento. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave, 2006.

Japoneses

Anna Kazumi Stahl es la autora de "Sueño tanguero de un japonés" (1), cuento que comienza así: "Toshiuri Matsushiro arribó a Buenos Aires en 1947 a bordo de un enorme barco vacío. Había viajado –a buen precio– en las apagadas cámaras frigoríficas de la Estrella Austral que proveía al mayor país exportador de carne vacuna en todo el mundo. Cuando bajó, se puso a caminar por la ciudad. Era una figura pequeña y enflaquecida entre tantas personas corpulentas y bien nutridas que poblaban las calles".

Notas

1. Kazumi Stahl, Anna: "Sueño tanguero de un japonés", en Catástrofes naturales. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. Pp. 200-206.

Polacos

En "Una patada", escribe Samuel Glusberg, bajo el seudónimo de Enrique Espinoza: "es necesario estar al tanto de las crueles trabas impuestas en Rusia y Polonia por los secuaces zaristas, para impedir a los jóvenes judíos llegar a las profesiones liberales; y conocer los sacrificios heroicos de aquellos estudiantes de toda la vida, para explicarse el valor que una madre judía concede a su diploma universitario" (1).

En "El barón polaco", Adolfo Pérez Zelaschi relata la historia de un impostor que decía tener esa nacionalidad (2).

En "Permiso, maestro", Isidoro Blaisten presenta a "La Colorada", "una polaca llamada Vlasta, es la prima de la pollera" (3).

En "Carroza y reina", escribe: "Ya se ven las guirnaldas en la laca restallante, las guardas, las cenefas y las volutas de color de fuego, las letras en alegre novecientos en la madera calada, y los lises, las rosas, los tréboles, las fustas con diamantes, los escudos argentinos, las amapolas de cinco pétalos, las guitarras encintadas, los facones con chispitas y el bandoneón desplegado que el maestro filetero León Untroib ha pintado en las cuatro barandas de la carroza, en seis días desde el alba al crepúsculo" (4).

Los inmigrantes padecen las secuelas de la guerra. En un cuento de Sebastián Jorgi, un hombre dice a su mujer: "A la semana de vivir juntos, mamá Freda se largaba a llorar todas las noches en la habitación contigua. Vos me explicaste que estuvo en el Ghetto de Varsovia y no quiere dormir sola porque tiene mucho miedo de sólo pensar que los nazis la llevarán a la casona del fondo del campo" (5).

En "El hijo de Butch Cassidy", escribe Osvaldo Soriano: "La guerra en Europa había interrumpido los mundiales. Los dos últimos, en 1934 y 1938, los había ganado Italia y los obreros piamonteses y emilianos que construían la represa de Barda del Medio en la Argentina y las rutas de Villarrica en Chile se sentían campeones para siempre. Entre los obreros que trabajaban de sol a sol también había indios mapuches conocidos por sus artes de ilusionismo y magia y sobre todo europeos escapados de la guerra. Había españoles que monopolizaban los almacenes de comida, italianos de Génova, Calabria y Sicilia, polacos, franceses, algunos ingleses que alargaban los ferrocarriles de Su Majestad, unos pocos guaraníes del Paraguay y los argentinos que avanzaban hacia la lejana Tierra del Fuego. Todos estaban allí porque aún no había llegado el telégrafo y se sentían a salvo del terrible mundo donde habían nacido" (6).

Weronicka, la protagonista de un cuento de Natalia Kohen, manifiesta: "vinimos a la tierra elegida por nosotros, a la Argentina, donde rehice mi vida y tuve a mi hija. A pesar de eso, a veces añoro mi tierra natal. En Polonia, cuando tenía dieciocho años, soñaba con ser médica. Aquí soy masajista, hice masajes a todos los que me llamaban, a las gentes más dispares. Ahora, gracias a Dios me doy el lujo de poder elegir…" (7).

El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky, "Con la gente del conventillo se había ido encariñando, había cinco polacos, una pareja de gallegos, una pareja de judíos con un hijo, tres italianos y dos alemanes. Era gente humilde, cariñosa, generosa y solidaria. Algunos habían probado suerte como él, pero, también, habían perdido" (8).

En "Gratitud" (9) -cuento de Leonel Giacometto distinguido con la Tercera Mención en el Concurso Internacional de Cuentos de Temática Judía, convocado por la AMIA-, la narradora recuerda a su abuela inmigrante: "Abuela había nacido en Polonia, y muy joven llegó, en barco, a la Argentina, más precisamente a la ciudad de Rosario. Era lo único, en mis tardes de siete años, que sabía sobre la vida de abuela, que se llamaba Hanna, y no Anna, así, como decía madre que se escribía, con dos enes".

En "1994 Treblinka: 52 años despues; la carta del abuelo", de Alberto Mazor, el antepasado le escribe: "Es triste pensar que voy a ser asesinado a sangre fría, es por eso que prefiero no aceptarlo y vivir en funcion del desentendimiento" (10).

Notas

1. Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo", en La levita gris Cuentos judíos de ambiente porteño. Buenos Aires, BABEL.

2. Pérez Zelaschi, Adolfo: "El barón polaco", en el gRillo Año 16, N° 47, Julio-Agosto de 2007.

3. Blaisten, Isidoro: "Permiso, maestro", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

4. Blaisten, Isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

5. Jorgi, Sebastián Antonio: "Tardes del Lorraine", en Tardes del Lorraine. Buenos Aires, Ediciones del Valle, 1996.

6. Soriano, Osvaldo: "El hijo de Butch Cassidy", publicado originalmente en el diario Página/12, forma parte de "Cuentos de los años felices", Editorial Sudamericana, 1993. Incluido en Letrópolis (www.letropolis.com.ar), Diciembre de 2006.

7. Kohen, Natalia: "Weronicka, la masajista polaca", en Todas las máscaras. Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 1997.

8. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en El Jardín de la Esquina / ÆQUALIS

9. Giacometto, Leonel: "Gratitud", en León, Luis et al.: Rostros de una identidad. Relatos premiados del Concurso Internacional de Cuentos de Temática Judía. Buenos Aires, Editorial Milá, 2004. 96 pp.

10. Mazor, Alberto: Sobre encuentros y despedidas. Buenos Aires, Milá, 2006. 88 pp. (Imaginaria)

Portugueses

Carlos Molina Massey, en uno de sus cuentos, evoca a un comerciante portugués establecido en la provincia de Buenos Aires. Es el 25 de Mayo. En Mercedes se aprestan a conmemorar la fecha patria. "En la plaza, embanderada, había música y cueterío. Desfile de escolares. Aglomeración de curiosos. Por las calles jinetes gauchos paseaban el lujo de sus fogosos caballos. Don Contreras realizaba su programa anual desde el almacén de don Quintino, el portugués, situado en la esquina crucera de la plaza. Allí tenía concentrada su gente" (1).

En "La caza del yacaré", escribe Elías Carpena: "de pronto se oyeron unos gritos que surgían de la maraña del monte. Era el portugués Jaime. Entró en la senda con los mismos gritos y se nos allegó. Lo descubrimos transfigurado: en él se dibujaba el espanto. Se puso en los más descontorsionados aspavientos; con el habla trabada e hipando" (2).

Notas

1. Molina Massey, Carlos: "La muerte del pingo", en El cuento argentino 1930-1959 antología. Buenos Aires, CEAL, 1981.

2. Carpena, Elías: "La caza del yacaré", en Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973.

Rusos

"La siesta" (1) se titula uno de los cuentos que Alberto Gerchunoff incluyó en Los gauchos judíos. Así comienza: "Sábado, día del santo reposo, día bendecido por los escritos rabínicos y saludado en las oraciones de Yehuda Halevi, el poeta. La colonia duerme en una tibia modorra. Blancas las paredes y amarillos los techos de paja, las casuchas lucen al sol, sol benigno de la primavera campestre. Del cielo, lavado por la lluvia de la víspera, desciende una paz religiosa, y de la tierra se elevan rumores apacibles".

Alberto Gerchunoff dejó, en el cuento "El día de las grandes ganancias", testimonio de su época de vendedor ambulante, durante la adolescencia. "Necesitaba poco para abandonar el comercio a que me dedicaba. Era yo entonces alumno del colegio nacional. Había dado examen de primer año, encontrándome imposibilitado para continuar los cursos. Me faltaba el dinero para la matrícula, carecía de libros, del traje de cierta apariencia, a fin de que los camaradas de aula no se burlasen demasiado de mi aspecto gringo" (2).

En "Mate amargo", escribe Samuel Glusberg: "Las alpargatas criollas y el mate amargo fueron los primeros síntomas de adaptación del tío Petacovsky. Pero la prueba definitiva, la evidenció dos meses más tarde, concurriendo al entierro del general Mitre. Aquella imponente manifestación de duelo popular, lo conmovió hasta las lágrimas, y durante muchos años la recordó como la expresión más alta de una multitud acongojada por la muerte de un patriarca".

Glusberg evoca en ese cuento, a propósito de la circuncisión del hijo del inmigrante llegado a la Argentina en 1905, un hecho luctuoso: "Sabido es que: de cien judíos que llegan a juntar algunos miles de pesos, noventa y nueve gustan instalarse como verdaderos ricos. De ahí que el tío Petacovsky, que no era de la excepción, amueblara regiamente su casa, comprara piano a la pequeña Elisa, y con motivo del nacimiento de un hijo argentino, celebrara la circuncisión en una digna fiesta a la manera clásica. Era justo. Desde el asesinato del primogénito, en Rusia, el tío Petacovsky esperaba tamaño acontecimiento. Igual que Jane Guitel, él había soñado siempre un hijo varón que a su muerte dijera en su recuerdo esa oración del huérfano judío, que el mismo Heine recordaba en su tumba de lana: Nadie ha de cantarme misa,/ Nadie ‘cádish’ me dirá,/ Sin cantos y sin plegarias/ Mi aniversario fatal…" (3).

En "Las noches de Goliadkin", H. Bustos Domecq –seudónimo de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares- evoca el exilio argentino de una princesa rusa. Goliadkin relata su historia: "Veinte años lo separaban de esa noche de pasión, de robo y de fuga; en el interín, la ola roja había expulsado del Imperio de los Zares a la gran dama despojada y al caballerizo infidente" (4).

En "Permiso, maestro", de Isidoro Blaisten, el narrador cuenta: "Estaba cortando un kilo de colita para la Raquel porque era viernes. (…) La Raquelita, maestro, la de la tiendita, la hija del ruso Mauricio. Todos los viernes me compra colita. La religión de ellos. Los jueves compran marucha, los miércoles entraña de adentro o tortuguita, o entraña finita. Los otros días no compran nada. Le dan al pescado. La religión de ellos" (5).

En "Carroza y reina", Blaisten escribe: "conseguí que el ruso Kaminski donase las banderas y los banderines" (6).

En "El baile", Jorgi relata: "Había sido Mariuska, hija de una princesa rusa con veleidades de artista plástica, la que lo inició en pormenores del arte. Con tal de conquistarla al fin, le siguió el tren. Después de haberla conocido –recién finalizada la Segunda Guerra Mundial- en un bailongo de la Boca, simuló interesarse por la pintura" (7).

El bisabuelo de Zahira Juana Ketzelman llegó a Azul con su familia, pero, molesto por la actitud de los lugareños para con sus hijas casaderas, se fue de esa localidad (8).

En uno de sus relatos, narra Hilel Resnizky: "En 1870 su abuelo, José Molinas, era el propietario de grandes estancias, de casas de comercio, e incluso de buques y astilleros en la Patagonia. En 1870 apareció un judío ruso, Jacobo Alter Grun, quien se convirtió y casó a su hijo Marcos con la hija de Molinas" (9).

Notas

1. Gerchunoff, Alberto: "La siesta", en Los gauchos judíos. Incluido en R.J.Payró, J.C.Dávalos, R.Mariani y otros: El cuento argentino 1900-1930 antología. Selección y prólogo por Eduardo Romano, notas por Alberto Ascione. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 60).

2. Gerchunoff, Alberto: "El día de las grandes ganancias", en Cuentos de ayer. Buenos Aires, Ediciones Selectas América, Tomo I, Nº 8, 1919.

3. Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo", en La levita gris Cuentos judíos de ambiente porteño. Buenos Aires, BABEL.

4. Bustos Domecq, H.: "Las noches de Goliadkin", en H. H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros: El cuento policial. Selección de Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo, vol. 104).

5. Blaisten, Isidoro: "Permiso, maestro", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986.

6. Blaisten, isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986.

7. Jorgi, Sebastián: "El baile", en Fuga y vigilia. Buenos Aires, Ediciones del Valle, 1996.

8. Ketzelman, Zahira Juana: "Hilda", en Autorretrato al infinito. Buenos Aires, el gRillo, 2006.

9. Resnizky, Hilel: Peregrinación entre patrias. Buenos Aires, Milá, 2001.

Sirios

En "El camello ciego", relata Francisco Montes: "Los sirios sueñan siempre con la dorada esperanza de América. Y Rachid no era diferente. Esas esperanzas, los sueños de riqueza y unas libras en oro que Ibrahin colocó en su bolsillo, lo decidieron. Y días, después, en Lataquia tomaba un buque atiborrado de mugrientos emigrantes con su carga de sueños" (1).

Notas

1. Montes; Francisco: "El camello ciego", en Leyendas y Aventuras de Alpujarreños, en Unisex. Buenos Aires, Bruguera. 163 pp.

Turcos

En la "Cantata para los hijos de Gracimiano", escribe Daniel Moyano: "Yo conocí a Gracimiana cuando ella todavía era una niña. (…)Los obrajeros y los turcos más ricos de la zona querían casarse con ella. Su desgracia fue Gracimiano. Todavía iba a la escuela cuando lo conoció. Gracimiana envejeció a los treinta años, gastada por él y por los hijos. Después la perdimos de vista, pero quien tuvo la suerte de conocer a Anita, su hija, podía ver otra vez a Gracimiana con las mejillas paspadas por el aire" (1).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar", Héctor Tizón describe al "Turco": "Con la negra barba cortada a golpes de tijera, el pelo sucio, abundante y revuelto de tal manera que pueda encajar dentro del pasamontaña y mantenerse allí por días y noches y días y sobre todo con su andar cauteloso, asentando con seguridad la planta de los pies evoca sin lugar a dudas largas travesías de camelleros en los arenales de Yemen, o en las faldas de Sinaí, o quién sabe dónde" (2).

Escribe Marta Lynch, en "Entierro de carnaval": "Pasó una murga en traje de raso negro y amarillo que llevaba un cartelón ‘Los pesados de San Justo’ y un conjunto de chicas de la fábrica, disfrazadas de hawaianas. Pasó el carro del lechero adornado como para las fiestas patrias con una familia entera que cantaba cumbias y estribillos de Perón y pasó también el turco de la carnicería con un traje nuevo" (3).

El protagonista de "Rubishimón Benyojai", cuento de Luis León, recuerda los relatos de su abuela sefaradí: "- Rubí Shimón Ben Iojai, mos acompaña akí y en la kái, Alfridico. Cuando lo bushkaron para matarlo, fuyieron él y su isho a la muntanyia. Era un cuento como cualquier otro. A la abuela Masaltó le agradaba narrarnos trozos bíblicos, que de vez en cuando mechaba con un poco de cábala y fábulas de Esopo. Yo la escuchaba con admiración, y habitualmente, haciendo dibujos sobre cartón, yo levantaba cada tanto mi cabeza, para controlar que no callara, y volvía a bajarla en silencio, para zambullirme en el dibujo, sin saber en realidad si debía entender todo lo que ella me contaba, o simplemente disfrutar del misterio de escucharla" (4).

En el cuento de Luis León, "Izmir, Vísperas de Pésaj", judíos de Esmirna preparan su viaje hacia la "Aryintina, como Ierushalám, tierra prometida de leche y miel…" (5).

En "Chacarita, Vísperas de Pésaj", otro sefaradí proveniente de Esmirna recuerda con disgusto su paso por el hotel de inmigrantes: "Cuarenta días en el vapor no fueron menos que cuarenta años en el desierto, y al llegar, ese hotel. Parecido a la timaraná de Chesmé, igual a ese manicomio donde murió Doudou, su madre que nunca lo abandonaba, y comenzó a dejarlo un día, de a poco, en su cerebro, poco a poco hasta olvidar quién era su único hijo, y otro día se fue entre esas paredes ajenas. Esas inmensas salas llenas de camas, donde cada uno hablaba de lo suyo y sin que nadie los entienda" (6).

Dyusepo –protagonista de "El sueño de Dyusepo", cuento de Luis León distinguido con el Primer Premio en el Concurso Internacional de Cuentos de Temática Judía, convocado por la AMIA- "reconocía su dicha al llegar al Río de la Plata. Dios había sido hartamente piadoso con él, aquel día en que Nissim Janná esperó largas horas en el puerto hasta que el enorme cuerpo de metal llegó a la dársena y con su mujer y sus dos pequeñas hijas, subieron al carro que los llevaría a esa pieza de 25 de Mayo y Viamonte" (7).

Un inmigrante, personaje de un cuento de José Mantel, relata su historia: "-Apenas tenía quince años cuando vine de Izmir con mi padre viudo. No tuvo suerte, y al tiempo decidió probar en otro lado, dejándome con una prima suya. No lo vi nunca más, no sé nada de él, ni siquiera si está vivo o muerto. La prima estaba casada con un mal hombre, que cuando se hacía ‘preto candil’ le daba ‘jaftonás’. Un día quiso pegarme a mí, y le partí la cabeza con un banco que había en la cocina. Salí de la casa, sabiendo que no podría volver más" (8).

En dos cuentos de Carolina de Grinbaum aparece el turco comerciante. En "La inocencia de los culpables", escribe: "Nadie faltó al convite, desde el boticario, el Juez de Paz, el turco del almacén, el cura párroco, el comisario y algunos vecinos de vieja data. La cosa daba para gran jolgorio". En "Un amarillo hiriente", leemos: "Estaban sólo ellos y el pudor en la rústica cortina comprada al turco, única escenografía florida, entre esa aridez" (9).

En "El elegido", Alberto Benchouam relata: "Los bordes ajados lo dificultaban, pero tras un minucioso examen a trasluz, Víctor Pardo logró descifrarla: la fotografía había sido tomada en el mes de marzo de mil novecientos veinticinco. Desde la imagen en sepia, amarillenta y borrada en la parte inferior, una mujer joven semi acostada en un sillón, sostenía sentados, uno en cada rodilla, a dos niños vestidos de idéntica forma y aparentemente de la misma edad, de rasgos iguales, aunque uno de ellos miraba la cámara de frente, mientras que el otro giraba un poco el rostro, como si en ese momento se hubiera distraído con una imagen o palabra. Un poco más atrás, y sosteniendo el vestido de la mujer, una niña de unos cuatro años, con una muñeca cuyas piernas se iban del encuadre" (10).

En "El comisario Gorra Colorada", de Alberto E. Azcona, relata uno de los personajes: 'Nadie se movía. Mejor dicho, algunos movimientos se escuchaban, pasos, sables, espuelas, desde los árboles donde estábamos emboscados; pero nadie aparecía en el claro que rodeaba el refugio del 'Turco Azul'.

No insistí, por que es malo ordenar y que no le obedezcan; así que para no complicarme en esa cobardía del montón, enderecé callado y ligero como una luz hacia el rancho.

Y cuando todos creían que iba a forzar la puerta y ya veían salir al Turco a trabucazos y cuchilladas, me trepé por los costados y subí al techo de paja brava de aquella miserable habitación.

Separé un poco las pajas, y allí abajo lo ví dormido al gigantesco matrero. Rápido me largué hacia adentro y caí parado con el revólver en la mano, que lo puse despacito con la boca del caño en la sien del paisano. Abrió los ojos muy grandes, se hizo cargo de la situación, y mansito se entregó.

Cuando salimos, él adelante con los brazos en alto y yo cargándolo de atrás con el 45 gatillado, los vigilantes avanzaron y le apuntaron aparatosamente con los rémington. Nada me dijeron y nada les dije".

Notas

1. Moyano, Daniel: "Cantata para los hijos de Gracimiano", en Hernández, J.J., Tizón, H., Blaisten, I. y otros: El cuento argentino 1959-1970 antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

2. Tizón, Héctor: "El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar", en Hernández, J.J., Tizón, H., Blaisten, I. y otros: El cuento argentino 1959-1970 antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

3. Lynch, Marta: "Entierro de Carnaval", en Los cuentos tristes. Buenos Aires, CEAL, 1967, pp. 132-3.

4. León, Luis: "Rubishimón Benyojai", en SEFARaires, Nº 4, 2002. Buenos Aires. (sefaraires[arroba]fibertel.com.ar).

5. León, Luis: "Izmir. Vísperas de Pésaj", en SEFARAIRES.

6. León, Luis: "Chacarita. Vísperas de Pésaj", en SEFARAIRES.

7. León, Luis: "El sueño de Dyusepo", en León, Luis et al.: Rostros de una identidad. Relatos premiados del Concurso Internacional de Cuentos de Temática Judía. Buenos Aires, Editorial Milá, 2004. 96 pp.

8. Mantel, José: "La historia de Yaquito Péres (3) La confesión de Yusef", en SEFARaires, N° 13, Mayo de 2003..

9. Grinbaum, Carolina de: La inocencia de los culpables. Buenos Aires, e.g, 2003.

10. Benchouam, Alberto: "El elegido", en SEFARAires, Nª 49, Mayo de 2006.

Ucranios

En "Lotz no contesta" (1), el narrador, Pecheny, tiene el apellido de algunos inmigrantes llegados de Ucrania.

Natalia Kohen evoca, en "El gran sueño" (2), la festividad de Pesaj. Relata la narradora, refiriéndose a su abuela llegada desde Ucrania: "Me pide que la ayude ‘aunque sea un poquito’: estamos en Pesaj (1) y me transformo en su ayudante de cocina. Colaboro con el guefilte fish (2), con los farfalaj (3) para la goldene iuj (4), y con los kneidlaj (5). Con qué fruición hundo mis manitas en la harina de matze (6) húmeda, para moldear los bocadillos. Qué trabajo me da pronunciar esas palabras en idisch, la abuela me ayuda, y también a percibir los aromas apetitosos con que se va saturando nuestro entorno". (1) conmemoración de la salida triunfal del pueblo judío de su cautiverio en Egipto / (2) pescado relleno / (3) masa cortada en trocitos para acompañar sopas y guisos / (4) caldo de gallina / (5) bocadillos de harina de matze / (6) pan ácimo.

Notas

1. Blaisten, Isidoro: "Lotz no contesta", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

2. Kohen, Natalia: "El gran sueño", en Todas las máscaras. Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 1997.

Sin mención de origen

En "Doña Rita Material", relato de Juan Bautista Alberdi, una mujer se queja de la imparcialidad de un juez: "Mi primo, el alcalde de este barrio, con quien nos hemos criado juntos, uña y carne con Donato, mi marido, que todos los días viene a casa, y muchas veces se queda a comer, a quien no hace tres días le mandé un pastel de choclos, ha tenido alma de sentenciar en contra nuestra, en una demanda que tenemos contra un gringo, ¡y contra un gringo, vea Ud!, por unos espejos que nos vendió muy caros, y se los quisimos devolver a los seis días" (1).

En "El pozo" (2), de Benito Lynch, relata el narrador: "Si ‘El Gringo’ estaba en ‘La Fortuna’ a pesar de las múltiples ocupaciones que le reclamaban desde la capital: remar, nadar, levantar pesas, arrojar la bala ‘y hasta’ prepararse para dar alguna materia de ingeniería en los complementarios de febrero; era simplemente por hacer una obra de caridad…".

En "Lotz no contesta", cuento de Isidoro Blaisten que integra Carroza y reina, volumen distinguido con el Premio Fortabat, aparece una alusión a los gringos: "Pecheny (…) dio vuelta varias veces el sobre del papel, lo abrió, leyó todo lo que decía: Papel de fumar – 75 hojas. El Surubí . Marca registrada. Tírese suavemente de la hoja. Selecta SAIC – Goya. Corrientes Papel engomado. Lotz se reía: ¿Cuándo piensa comprar los cigarrillos hechos, Pecheny? Ya ni los gringos de las colonias" (3).

En "Esperanza", escribe Santiago Korovsky: "Un 27 de Abril partió de su casa. En el viaje, la mitad de los días se los pasó en la borda, con la cara verde, el estómago revuelto, mirando cómo lo poco que había comido caía al mar. Cuando se sentía mejor lo obligaban a entrar de nuevo a una bodega, sin ventanas, donde había unas cuatrocientas personas más. Ahí era peor, el movimiento del barco se sufría más, y el aire no circulaba bien" (4).

En su cuento "El cardenal", Márgara Averbach escribe: "Yo siempre había querido un cardenal. En ese entonces, había muchos en los árboles de la casa de las tías, como flores rojas más rápidas que las otras. Y el abuelo, -que había nacido en una ciudad de Europa y después se había visto obligado a convertirse en gaucho judío, una conjunción inimaginable para él, supongo- me había prometido cazar uno para mí ese verano" (5).

De otro agricultor judío, "Aarón", y su esposa, dice María Inés Krimer: "Aarón cerró la Biblia y se puso de pie para apagar la hornalla de la cocina. Dio unos golpecitos al mate para asentar la yerba y empezó a cebar. Vivía en un campito con su mujer, Clara. Nadie pudo explicar por qué terminaron ahí, perdidos en el medio de la pampa, cuando parientes y amigos se habían dirigido a las colonias de Santa Fe, Entre Rios y Chaco" (6).

Hilel Resnizky dedica Peregrinación entre patrias a la memoria de sus padres y su hermano, "como homenaje a la judería argentina, que supo unir valores". El volumen consta de tres partes, cada una de las cuales muestra "características distintas que van de un realismo sentimental a un surrealismo –o metarrealismo- de mirada alerta". La primera, "Argentino y Judío a mucha honra pretende presentar esbozos, aunque sean aislados, de la epopeya de la colonización judía en la Argentina". Aparecen entonces los gauchos judíos, los conservadores y radicales, la discriminación, el tesón, la victoria y la desazón que caracterizaron a toda una época (7).

Notas

1. Alberdi, Juan Bautista: "Doña Rita Material", en Varios autores: 20 relatos argentinos 1838-1887. Selección y prólogo de Antonio Pagés Larraya. Ilustración en colores de Horacio Butler. Buenos Aires, Eudeba, 1961.

2. Lynch, Benito: "El pozo", en Lynch, Benito: Cuentos. Selección, prólogo y notas por Ana Bruzzone. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 70).

3. Blaisten, Isidoro: "Lotz no contesta", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

4. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en El Jardín de la Esquina / ÆQUALIS /

5. Averbach, Márgara: "El cardenal", en Aquí donde estoy parada. Córdoba, Alción, 2002.

6. Krimer, María Inés: en El Tiempo, Azul, 9 de febrero de 1997.

7. Resnizky, Hilel: Peregrinación entre patrias. Buenos Aires, Milá, 2001.

Varios

En "Santana", uno de los Cuentos de la oficina, Roberto Mariani se refiere a los habitantes de un conventillo: "Una de estas antiquísimas mansiones actualmente agoniza en conventillo. En sus espaciosas habitaciones donde acaso en 1815 ó 1820 algún general de la Independencia abandona esposa e hijas para ir a satisfacer su sed patriótica en los abiertos campos de batalla, hoy conviven apretujadas seis u ocho familias de las más diversas nacionalidades, y costumbres contradictorias hasta la beligerancia. Italianos, franceses, turcos, criollos. La última habitación la ocupa un griego relojero" (1).

En "Una patada", escribe Samuel Glusberg, bajo el seudónimo de Enrique Espinoza: "es necesario estar al tanto de las crueles trabas impuestas en Rusia y Polonia por los secuaces zaristas, para impedir a los jóvenes judíos llegar a las profesiones liberales; y conocer los sacrificios heroicos de aquellos estudiantes de toda la vida, para explicarse el valor que una madre judía concede a su diploma universitario" (2).

En "Trampa" (3), escribe Elías Carpena: "El niño Prudencio Suárez mantenía con Aquiles una amistad más entrañable que la fraternal. (…) Hacían juntos los deberes y estudiaban en la casa de Aquiles. Los afligían las mismas cosas y recibían por igual el contento. En las siestas de verano salían unidos a las quintas; a la del francés le quitaban los melones y sandías a las del vasco".

Víctor Juan Guillot, en "Un hombre", evoca a inmigrantes de varias nacionalidades. Un danés es el protagonista: "Como hombre, el teniente Christiansen era verdaderamente un hombre. Eso no lo había dicho el capitán Romero, y el capitán Romero, en Chile, se batiera con tres oficiales en tres días seguidos, matando a uno, hiriendo a otro y recibiendo del tercero ese sablazo que le alcanzaba de la sien izquierda al ángulo de la boca; ni el escocés Mac Dougall, un antiguo administrador de yerbales, del que se contaban en voz baja muchas cosas; ni, finalmente, Morand, el suizo Morand, tirador infalible, que arrojaba al aire una caja de fósforos y la incendiaba de un tiro de revólver" (4).

En "Mamá reencuentra a granmamá", relata Anderson Imbert: "Jeanette creció en un hogar modesto: su padre, Humberto Groppa, fotógrafo: su madre, Yvonne, ama de casa. (…)¡Conque ella, Jeanette, descendia de una familia linajuda! AI menos por el lado de la madre, porque por el lado del padre… bueno… EI padre, socialista, Ie habia contado que los Groppa que dejó en Italia eran proletarios (del "Iumpenproletariat" recalcaba, orgulloso de haber superado ese humilde origen). Lo extraño era que su madre nunca Ie dijo que los Longueval fuesen de abolengo. 0 quiza se lo dijo, pero sin énfasis, y por eso ella tampoco Ie dio importancia" (5).

En "Carroza y reina", relata Isidoro Blaisten: "La señora Zúñiga, subiendo la pollera de su largo sari turquesa, corre por el medio de la calle y sus altos tacones repiquetean como un eco. Detrás el padre Agustino del Mónaco y el maestro filetero León Untroib hablan mientras corren. En la vereda del Banco Popular, el vocal Cavalcanti ha abierto una brecha por donde pasan el representante de Sadaic, la viuda de Borsini y el presidente del Hogar Croata. Enredadas en los ruedos de sus vestidos, las esposas de los vocales suplentes corren detrás de sus esposos" (6).

El protagonista de "Unisex", de Francisco Montes expresa: "Yo, Tufic Farjat Gurruchaga (hijo de libanés y catalana) funcionario municipal de la noble San Luis de la Punta de los Dos Venados, mercedino de nacimiento, categoría 22 en el escalafón municipal, con tres años de filosofía (que no me sirven para nada) y tres de francés en la Alianza Francesa (que de algo me sirven ahora), tomé la excursión a Europa con mi mujer y dos parientes, antes de jubilarme y quedar anclado por secula seculorun" (7).

En "El hijo de Butch Cassidy", escribe Osvaldo Soriano: "La guerra en Europa había interrumpido los mundiales. Los dos últimos, en 1934 y 1938, los había ganado Italia y los obreros piamonteses y emilianos que construían la represa de Barda del Medio en la Argentina y las rutas de Villarrica en Chile se sentían campeones para siempre. Entre los obreros que trabajaban de sol a sol también había indios mapuches conocidos por sus artes de ilusionismo y magia y sobre todo europeos escapados de la guerra. Había españoles que monopolizaban los almacenes de comida, italianos de Génova, Calabria y Sicilia, polacos, franceses, algunos ingleses que alargaban los ferrocarriles de Su Majestad, unos pocos guaraníes del Paraguay y los argentinos que avanzaban hacia la lejana Tierra del Fuego. Todos estaban allí porque aún no había llegado el telégrafo y se sentían a salvo del terrible mundo donde habían nacido" (8).

En uno de sus relatos, narra Hilel Resnizky: "En 1870 su abuelo, José Molinas, era el propietario de grandes estancias, de casas de comercio, e incluso de buques y astilleros en la Patagonia. En 1870 apareció un judío ruso, Jacobo Alter Grun, quien se convirtió y casó a su hijo Marcos con la hija de Molinas" (9).

El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky, "Con la gente del conventillo se había ido encariñando, había cinco polacos, una pareja de gallegos, una pareja de judíos con un hijo, tres italianos y dos alemanes. Era gente humilde, cariñosa, generosa y solidaria. Algunos habían probado suerte como él, pero, también, habían perdido" (10).

Notas

1. Mariani, Roberto: "Santana". Citado por Páez, Jorge en El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.

2. Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Una patada", en La levita gris Cuentos judíos de ambiente porteño. Buenos Aires, BABEL.

3. Carpena, Elías: "Trampa", en Carpena, Elías: Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973. Pág. 121.

4. Guillot, Víctor Juan: "Un hombre", en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y otros: El cuento argentino 1900-1930 antología. Selección y prólogo por Eduardo Romano; notas por Alberto Ascione. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 60).

5. Anderson Imbert, Enrique: "Mamá reencuentra a granmamá", en Dos mujeres y un Julián (1982), en Narraciones completas, Vol. II. Buenos Aires, Corregidor, 1990.

6. Blaisten, Isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y reina. Buenos Aires, Emecé, 1986.

7. Montes, Francisco: "Unisex", en Unisex. Buenos Aires, Bruguera.

8. Soriano, Osvaldo: "El hijo de Butch Cassidy", publicado originalmente en el diario Página/12, forma parte de "Cuentos de los años felices", Editorial Sudamericana, 1993. Incluido en Letrópolis (www.letropolis.com.ar), Diciembre de 2006.

9. Resnizky, Hilel: Puentes de papel. Buenos Aires, Milá, 2004.

10. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al Concurso Literario 1997", El Jardín de la Esquina / Aequalis.

Cuentos infantiles y juveniles

Arabes

En Palermo, en las primeras décadas del siglo XX, Fernando Da Salerno, protagonista de un cuento de Fernando Sorrentino, se casa con una descendiente de libaneses. Relata el narrador: "En aquella época los árabes –o, al menos, los libaneses de doña Ibrahima- tenían la costumbre de que los recién casados se retirasen temprano de la fiesta para tener su primera cena en su nueva casa" (1).

Notas

1 Sorrentino, Fernando: "Hombre de recursos", en La venganza del muerto y otros cuentos con astucias. Buenos Aires, Alfaguara, 1997.

Españoles

Gallegos

Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (1), uno de los seis relatos del Premio La Nación 1999 de Cuento Infantil. En ese relato, la escritora recuerda la oportunidad en que su padre, "un gallego fornido" le trajo un pichón. Acerca del texto premiado, afirma la autora: "Este cuento nació en un momento muy especial de mi vida, donde los recuerdos de la niñez se hacen vívidos, provocados por un hecho sutil: encontrarme de frente con los grandes ojos amarillos de un pichón de lechucita, parado en un alambre de un camino de tierra rumbo a un campo".

Notas

1. Guimil, Elena: "Mi búho", en El desafío. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

Franceses

Carlitos Gardel protagoniza una historia de Graciela Beatriz Cabal, quien relata que el pequeño "se había ido por esas calles de Dios, colgado del pescante de algún carro lechero. Cuando aparecía de vuelta en el conventillo, la madre lo corría por el patio, con la chancleta en lo alto, las peinetas a medio salir y los pelos tapándole los ojos. -¿Dónde anduviste metido, desgraciado?- parece que quería decirle. Pero como estaba muy enojada se lo decía en francés (idioma rarísimo pero que era el de ella). Y entonces los vecinos, que habían sacado las sillitas a la puerta de las piezas para observar todo con detalle (sin intervenir porque una madre es una madre), se quedaban en ayunas" (1).

En "El ovillo del destino", escribe Emilio Saad: "no podía negarse que Buenos Aires progresaba. Ya tenía ferrocarril, calles empedradas y alumbrado público. La aduana proveía riquezas y al puerto llegaban cada vez más inmigrantes. Algunos llamados por el propio gobierno, como Monsieur Duclós, el otro habitante de la casa. Un biólogo que tenía la misión de estudiar la flora de la provincia. Era un caballero alto y distinguido y al hablar, apenas se notaba su acento. A Lina lo que mas le sorprendia era su sencillez" (2).

Notas

1 Cabal, Graciela Beatriz y Contarbio, Delia: Carlitos Gardel. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.

2 Saad, Emilio: "El ovillo del destino", en Varios autores: La ultima rebelion y otros cuentos de nuestra historia. Ilustraciones: Graciela Sennes. Buenos Aires, Amauta, 2006. 112 paginas. (Narrativa infantil argentina)

Galeses

Cuentan en la Patagonia (1), de Nelvy Bustamante, reúne siete relatos en los que se honra al indígena y en los que se homenajea la gesta de los galeses que cruzaron el mar para asentarse en Chubut. "Rachel" evoca las penurias de los galeses en sus primeros tiempos en la nueva tierra. Cuando todo parece perdido, una idea de la mujer hace que la situación se revierta. "El trueque", narrado a partir del cuento "Kaliats", de Huberto Cuevas Acevedo habla acerca de la bonhomía del indio que cambia su caballo por un reloj y, al ser sospechado de robar el animal, lo busca hasta restituírselo al dueño. "Una nota para el Hen Wlad" se titula este cuento basado en un relato que forma parte de las memorias de John Daniel Evans; en él se denuncia la crueldad de algunos hombres blancos para con los indígenas, y el inmenso dolor de un galés que encuentra prisionero a su amigo tehuelche: "John se arrimó a su amigo. Le dio el pan y los alimentos que tenía, y apretando sus manos cuarteadas a través del alambre, se despidió prometiéndole que volvería a buscarlo". Cuando el galés vuelve, el indio ha fallecido. "Malacara" relata la historia del caballo que salvó al galés Evans, caballo que vuelve como fantasma para salvar a un descendiente del hombre.

Notas

1 Bustamante, Nelvy: Cuentan en la Patagonia. Ilustraciones: Lucas Nine. Buenos Aires, Sudamericana, 2005. 64 pp. (Cuentamérica).

Húngaros

En "El amigo", de Susana Goldemberg, relata el protagonista: "Hungría es mi país de origen. Argentina, mi patria. Mi casa natal, las casas de mis primos, las de todos los miembros de mi familia, eran hermosas y amplias residencias enclavadas en la campiña" (1).

Notas

1. Goldemberg, Susana: "El amigo", en Cuentos de la bobe. Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1976 (Colección Entre Ríos). Prólogo de César Tiempo. Foto de tapa: Pedro Luis Raota (E. FIAP).

Italianos

Campania

En Palermo, en las primeras décadas del siglo XX, vive Fernando Da Salerno, protagonista de un cuento de Fernando Sorrentino, con su madre. En la calle Costa Rica -relata el narrador-, "en un cuartucho de un conventillo grisáceo, nos arrinconábamos mi madre y yo. Mi madre, llamada doña Ferdinanda, y siempre vestida de negro, pertenecía, simultáneamente, a tres categorías (no incompatibles), a saber: a) santa viejecita; b) viuda; c) napolitana. A pesar de lo Rica que era la Costa de nuestra calle, vivíamos en la peor de las pobrezas y no teníamos ni dónde caernos muertos" (1).

Piamonte

Del Piamonte vino la abuela de María Teresa Andruetto, quien contaba a sus nietas los relatos que la escritora reunió en Benjamino (2). Dedica este libro, en el que reescribe dos cuentos tradicionales, "a la nonna Felicitas". Sobre ella expresa: "Mi abuela Felicitas, la mamá de mi mamá, fue colchonera, en el tiempo en que los colchones eran de lana, se apelmazaban y debían desarmarse y rehacerse cada tanto. De ella recuerdo casi todo, porque la tuve hasta que fui grande: su casa de Arroyo Cabral, donde nací, el piso fresco de ladrillos de esa casa, las máquinas de tisar lana, sus amigas hablando en una lengua desconocida para mí, sus comidas deliciosas (¡el dulce de leche azucarado!), su cara gordita, las mejillas coloradas, el pelo blanco que prendía con horquillas en un rodete… Horquillas, rodetes, colchones apelmazados, máquinas de tizar lana… nombres de cosas que ya no existen".

Comenta el origen de los dos cuentos incluidos en el libro –"Benjamino" y "Zapatero pequeñito"-: "Ella había nacido en un pequeño pueblo del Piamonte, al norte de Italia, y de esa región vinieron hasta mí las aventuras de Gioaninn ca boija (Juancito, el que se las ingenia) y Ciavtin cit (el zapatero pequeñito) que nos contaba, tal vez para mostrarnos que, por más pequeño que uno sea, puede, con algo de astucia y un poco de suerte, engañar a los lobos y a los ogros" .

Sicilia

Ema Wolf afirma que no sólo venían personas en los barcos. Venían también extraños personajes como el Mamucca, un duende que llegó desde Sicilia: "Con toda seguridad llegó acá en un barco. Lo habrá traído algún inmigrante en su bolsillo, en la bocamanga de los pantalones o en el pliegue del sombrero. Lo habrá traído sin querer, sin darse cuenta. Porque uno puede mudarse de continente llevando hasta un ropero, pero a nadie se le ocurriría cargar a propósito con algo tan fastidioso como el Mamucca" (3).

Notas

1 Sorrentino, Fernando: "Hombre de recursos", en La venganza del muerto y otros cuentos con astucias. Ilustr. Jorge Sanzol. Buenos Aires, Alfaguara, 2003.

2 Andruetto, María Teresa: Benjamino. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.

3 Wolf, Ema: "El mamucca" en Clarín, Buenos Aires, 22 de marzo de 1998.

Rusos

Acerca de Cuentos de la bobe, escribe Susana Goldemberg: "El presente libro es netamente histórico. No me he apartado un ápice de la verdad. La totalidad de su contenido es auténtico, real; ha ocurrido tal cual como se narra. Por respeto a los niños. Por respeto a los protagonistas. Y porque son tan bellas y profundas sus experiencias, que no cabe ninguna modificación que las altere, ni en favor de la poesía, ni en pro de la fantasía".

Uno de los cuentos incluidos en este volumen escrito "Por y para" sus hijos, es "Papá". En él, Goldemberg recrea una despedida: "Argentina. El nombre raro. Otro país. Del otro lado del mar. Papá trató de explicarme: -Es un país grande, rico, generoso. Allí respetan a todos los hombres del mundo que quieran trabajar sus tierras. No importa en qué templo o en qué idioma le hablen a Dios. Enseguida papá me alzó en sus brazos. Con torpes manos, recorrió mi cara: los rulos sobre la frente, las cejas, el dibujo de mi nariz, la línea de los labios. Y pellizcó mi mentón, como siempre lo hacía cuando me daba el beso de las buenas noches" (1).

El pequeño protagonista de "Historia con tango y misterio", de Oche Califa, pregunta por qué sus abuelos emigraron de Rusia. El padre le contesta: "Por el ejército del zar. Cada vez que aparecían por la aldea donde vivía era para llevarse a los jóvenes a pelear en alguna guerra en la otra punta del país" (2).

Notas

1. Goldemberg, Susana: "Papá", en Cuentos de la bobe. Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1976 (Colección Entre Ríos). Prólogo de César Tiempo. Foto de tapa: Pedro Luis Raota (E. FIAP).

2. Califa, Oche: "Historia con tango y misterio", en Un bandoneón vivo. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.

Sin mención de origen

Marcelo Birmajer evoca su experiencia en la primaria. A propósito de un hecho que está relatando, dice: "La historia transcurre en el colegio Doctor Hertzl, una institución judío-laica donde cursé hasta el cuarto grado de la escuela primaria. No pasé de cuarto grado porque el estudio simultáneo del inglés, el hebreo y el castellano, sumado a una confusa situación familiar, me dejó varado en una dislexia consistente en escribir el castellano de derecha a izquierda, como el hebreo; y el hebreo de izquierda a derecha, como el castellano. Sin duda podría haberme presentado como atracción en un circo grafológico, pero no era la habilidad más indicada para cursar regularmente el cuarto grado" (1).

Notas

1 Birmajer, Marcelo: No es la mariposa negra. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

Varios

Había inmigrantes entre los personajes de "No hagan olas", de Elsa Bornemann: "En aquel conventillo de Buenos Aires, cercano al puerto y donde vivían hace muchos años, los inquilinos argentinos tenían la costumbre de poner apodos a los extranjeros que –también- alquilaban alguna pieza allí. No eran nada originales los motes, y errados la mayoría de las veces, ya que –para inventarlos- se basaban en el supuesto país o región de procedencia de cada uno. Tan supuesto que –así, por ejemplo- don José era llamado ‘el Ruso’, aunque hubiera nacido en Ucrania… A Sabadell, Berenguer y sus esposas les decían ‘los gallegos’, si bien habían llegado de Barcelona sin siquiera pisar Galicia… Apodaban ‘los turcos’ al matrimonio de sirilibaneses; ‘los tanos’, a la pareja de jóvenes italianos de Piamonte que jamás habían conocido Nápoles e –invariablemente- ‘el Chino’, a cualquier japonés que diera en fijar allí su transitorio domicilio. Sin embargo, podríamos deducir un poco más de conocimientos geográficos, de información y hasta cierto trabajo imaginativo por parte de aquellos pensionistas argentinos, de acuerdo con los sobrenombres que les habían adjudicado a la dueña de la casona y a su hijo. Ambos eran griegos. Por lo tanto ‘la Homera’ y ‘el Homerito’, en clara alusión al autor de La Ilíada y La Odisea, el genial Homero. Por supuesto, a todas las criaturas que habitaban esa construcción tipo ‘chorizo’ (cuartos en hilera, cocina y bañitos ídem, abiertos a ambos lados de un patio), los `rebautizaban’ con los mismos motes que sus padres, sólo que en diminutivo" (1).

En Historias de inmigrantes, escriben María Cristina Alonso y Marta Pasut: "El mar es como una sábana grande, tan grande que no tiene bordes", decía la mamá de Catalina mientras guardaba camisas, manteles, cacerolas y herramientas en un baúl enorme. Y del otro lado de esa sábana sin bordes hecha toda de agua, le contaba, estaba América. ¿Serían los campos de América como una sábana grande sin bordes, toda llena de hierba? Catalina llevaba sus tesoros: una muñeca de trapo, un librito con flores y peces y una caja con piedritas de colores. Como tenía miedo de olvidarse de las cosas que amaba, había anotado en papelitos las palabras que nombraban su mundo. Le parecía que si escribía fuente, río, montaña, oveja, árbol, casa, se llevaría esas cosas con ella. Y junto a esos papelitos, llevaba otro muy importante para ella: ¡una carta de amor!" (2).

Notas

1 Bornemann, Elsa: No hagan olas (Segundo pavotario ilustrado. 12 cuentos). Ilustraciones: O´Kif. Buenos Aires, Alfaguara, 1998.

2 Alonso, María Cristina y Pasut, Marta: Historias de Inmigrantes. Ilustraciones: Mirella Musri. Editorial Homo Sapiens, 2005. (La Flor de la Canela)

Apéndice

INMIGRANTES Y EXILIADOS LLEGADOS A LA ARGENTINA HASTA 1810

Manuel Mujica Láinez, en "El espejo desordenado (1643)", relata: "Simón del Rey es judío. Y portugués. Disimula lo segundo como puede, hablando un castellano de eficaces tartamudeos y oportunas pausas. Lo primero lo disfraza con el rosario que lleva siempre enroscado a la muñeca, como una pulsera sonora de medallas y cruces, y con un santiguarse sin motivo. Pero no engaña a nadie. Asimismo es prestamista y esto no lo oculta. Tan holgadamente caminan sus negocios, que sus manejos mueven una correspondencia activa, desde Buenos Aires, con Chile y el Perú. Se ha casado hace dos años con una mujer bonita, a quien le lleva veinte, y que pertenece a una familia de arraigo, parapetada en su hidalguía discutible. La fortuna y la alianza han alentado las ínfulas de Simón, hinchándole, y alguno le ha oído decir que si se llama del Rey por algo será, y que si se diera el trabajo de encargar la búsqueda a un recorredor de sacristías, no es difícil que encontraran un rey en su linaje" (1).

En "La Casa Cerrada 1807", de Manuel Mujica Láinez, el protagonista escribe una carta a un sacerdote, en la que manifiesta: "La circunstancia de haber nacido en Orense, aunque mis padres me trajeron a Buenos Aires cuando empezaba a caminar, hizo que después de la primera invasión inglesa me incorporara al Tercio de Galicia. Intervine con esas fuerzas en acontecimientos que ahora, tantos años después, su osadía torna mitológicos" (2).

Notas

1 Mujica Láinez, Manuel: "El espejo desordenado (1643), en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.

2 Mujica Láinez, Manuel: "La casa cerrada (1807), en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.

INMIGRANTES EN EL FUTURO

Uno de los personajes de "Tiresias", cuento de Carlos Gamerro incluido en Buenos Aires 2033 (1), es el Tano.

En "Timbuctú", cuento de Carlos Gardini, aparece el polaco Olsanski.

Notas

1 Guralnik, Gabriel (comp.): Buenos Aires 2033. Buenos Aires, Norma, 2006. 128 páginas.

….

Los inmigrantes que se afincaron en la Argentina aparecen en estos cuentos con sus sentimientos, sus costumbres y peculiaridades. Son personajes de ficción entrañables, testimonio de una época que muchos conocen sólo a través de los relatos de sus mayores.

Poemas

1. alemanes

2. armenios

3. búlgaros

4. españoles

5. estadounidenses

6. franceses

7. galeses

8. ingleses

9. italianos

10. japoneses

11. libaneses

12. lituanos

13. noruegos

14. polacos

15. rusos

16. sirios

17. ucranios

18. sin mención de origen

19. varios

20. en conjunto

21. antología

En este trabajo compilo algunos de los poemas en los que los inmigrantes llegados a la Argentina entre 1850 y 1950, sus descendientes u otros escritores argentinos, cantan a la tierra de origen, a la inmigración o a los inmigrantes.

Transcribo parcialmente un poema de cada poeta, aunque muchos de ellos han escrito otros poemas sobre la inmigración, además del que incluyo en este trabajo. Varios de estos poemas han sido musicalizados, por eso incluyo canciones, tangos, milongas y schotis.

En general, utilizo un criterio cronológico para ordenar los poemas, a excepción de los poemas sobre españoles e italianos, que han sido ordenados por la región de origen, dejando al final de cada apartado aquellos que no indican procedencia del inmigrante.

Alemanes

José Pedroni se refiere, en el poema "Peter y Anna" (1), a "los fundadores de Esperanza. Naturales de Hintertiefenbach (Alemania). Peter murió de pena a los catorce días de su llegada".

Su mujer no tiene dónde enterrarlo:

No hay una caja para Peter Zimmermann

muerto en la madrugada.

‘Los ataúdes de Hintertiefenbach

eran de pino y haya’-.

Anna Elisabeth Leiser

está vaciando el arca.

En su poema "En el día de la recolección de los frutos", Alfredo Bufano dice "Salud!" "también a vosotros, hombres de la vieja Alemania" (2).

Homero Manzi es el autor de "Rosedal" (3), poema en el que alude a un alemán que fue descuartizado y arrojado al lago:

Cada vez que contemplo tu lago

sarcófago de fetos y de un descuartizado

siento unas ganas locas de adornarlo con tachos

latones

botas viejas

con una cama jaula

con una escupidera

igual que en los fanales de Pompeya.

Notas

1. Pedroni, José: "Peter y Anna", en Hacecillo de Elena. Santa Fe, Colmegna, 1987. Pág. 112.

2. Bufano, Alfredo: "En el día de la recolección de los frutos", en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.

3. Manzi, Homero: "Rosedal", en Salas, Horacio: Homero Manzi y su tiempo, en Eurindia.galeon.com http://ar.geocities.com/webratacruel08/enverso08.htm

Armenios

Eduardo Bedrossian canta a la inmigración de ese origen. En su novela Hayrig Detrás del silencio de un millón y medio de voces incluyó el poema "Armenia" (1), que transcribo parcialmente:

Aquellos que dejando el amparo de tus manos,

en la tarde oscura del invierno se marcharon

peregrinos, a otras tierras, otros mares,

grabando en tu alma el recuerdo

de sus risas frescas de días lejanos.

Preguntas al viento si vuelven los tiempos pasados,

y su tímida brisa, acaricia;

y la caricia: suspiro

y el suspiro de amor un respiro,

como una esperanza cercana, con toda certeza, contesta:

¡Volverán tus hijos errantes!.

Notas

1. Bedrossian, Eduardo: Hayrig. Buenos Aires, 1991. búlgaros

Búlgaros

Paulina Vinderman habla a su padre en un poema (1):

-Anoche soñé que sacaba un pasaje para Bulgaria-

quiero decirle.

Llego a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en un

mar interior (un mar de manual, con muchos barcos enhiestos.)

Inexplicablemente la ciudad está callada

y resuenan mis pasos sobre las calles.

En Hospital de veteranos (2), ella escribe:

Soy el guardián de mi padre, el guardián

del lenguaje, títulos nobiliarios sacudidos

por el temporal…

(…)

Me quedaré con nuestra colección de monedas

y tus zapatos enormes, vacíos para siempre

de tus pies y tus sospechas.

Notas

1 Vinderman, Paulina: "Bulgaria", en Bulgaria. Biblioteca Virtual Beat 57.

2 Vinderman, Paulina: Hospital de veteranos. Córdoba, Alción, 2006. 56 pp. Versos citados en Madrazo, Jorge Ariel: "Entre la extrañeza y la zozobra", en La Nación, Buenos Aires, 31 de diciembre de 2006.

Croatas

Ante Sudar es el autor de "In Memoriam", poema que comienza con estos versos:

Patria, madre amada,

Tu hijo de nuevo regresa

Después de muchas décadas pasadas

Del extranjero trae flores

A la tumba de su padre, tu héroe croata.

Notas

Traducción: Ante Sprljan. Fuente: Historia de la inmigración croata en Córdoba, por Cristian Sprljan, Córdoba, febrero de 2002 – csprljan[arroba]yahoo.com

http://cursa.ihmc.us/servlet/SBReadResourceServlet?rid=1103314482185_1030380497_992

Españoles

Andaluces

En su poema "En el patio" (1), Evaristo Carriego elogia a una inmigrante andaluza:

Me gusta verte así, bajo la parra,

resguardada del sol de mediodía,

risueñamente audaz, gentil, bizarra,

como una evocación de Andalucía.

Con olor a salud en tu belleza,

que envuelves en exóticos vestidos,

roja de clavelones la cabeza

y leyendo novelas de bandidos.

Notas

1 Carriego, Evaristo: "En el patio", fragmento incluido en Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración. Ilustraciones de Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. Sexta edición. 226 páginas. (Sudamericana Joven Ensayo). Pág. 53.

Asturianos

En "Los pájaros ciegos" (1), escribe José Portogalo:

Junto a un charco de sangre estaba yo,

Juan Pérez, asturiano, profesión panadero,

veinte años de Argentina, con tres hijos,

un río de esperanza entre mis manos,

el corazón del mundo en mi garganta

y una copla en mi pecho.

La primavera, ciega, se amontonó en mi sangre.

Desde entonces mi copla perdura entre los pájaros.

Notas

1 Portogalo, José: "Los pájaros ciegos" (Fragmento), en Portogalo, José: Los pájaros ciegos y otros poemas. Selección: José Portogalo. Prólogo: Josefina Mercado Longhi. Buenos Aires, CEAL, 1982. Pág. 72. (Capítulo, Vol. 132).

Cántabros

A su abuela española canta Baldomero Fernández Moreno, en "Inicial de oro" (1):

"Nací, hermanos, en esta dulce tierra argentina,

pero el primer recuerdo nítido de mi infancia

es éste: una mañana de oro y de neblina,

un camino muy blanco y una calesa rancia.

Luego un portal oscuro de caduca arrogancia

y una abuelita toda temblona y pueblerina,

que me deja en la cara una agreste fragancia

y me dice: -¡El mi nieto, que caruca más fina!-.

En "Viejo Café Tortoni", soneto de 1925, habla a su padre:

¡Cuántas veces, oh padre, habrás venido

de tus graves negocios fatigado,

a fumar un habano perfumado

y a jugar el tresillo consabido!

Notas

1 Fernández Moreno, Baldomero: "Inicial de oro", en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.

Castellanos

En "Regreso" (1), Rubén Benítez canta a su madre española:

Nuestra madre,

la pobre exclamaría

Has vuelto muy cambiado

como si fueras otro.

Jamás serás el mismo

que se ha ido.

Naciste con silencio

de abismo

en tu costado

y cuando te mecía

velaba ya en tu piel la indiferencia.

Tu cuna ya era un barco

de mares demorados

y de ausencias.

Pobre madre,

portaba en su mirada

distante y abatida

la luz del desencanto

triste flor de su tierra prometida.

Notas

1 Benítez, Rubén: "Regreso", en La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 3 de septiembre de 1998.

Gallegos

En "El espiante" (1), escribe Bartolomé R. Aprile:

Se junaban con bronca las viejabas

-gaitas tolas, cabreras por un cuento-

y se fajaban a lo potro biabas

al lado ‘e la pileta del convento

Una decía: -¡Se le van las tabas

a ese reo por m’hija de contento!-

Otra decía: -¡Se le caen las babas

a esa lora por m’ hijo y le da vento!-

Se fajaban de nuevo: el amasijo

para los ‘cosos’ era espiant’en fija

hacia el nido de amor que cabuliaron.

Y al gritar una: -¡M’hija nos pa su hijo

y la otra: -¡Qué más quisiera su hija!

los chingolos el vuelo levantaron.

En el poema "Cuando mi padre habló de su infancia" (2), José González Carbalho enumera las posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia: un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones. En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta:

Ay, el dueño de valles

y misteriosos bosques

por el que andaba yo

mi perro y mis canciones.

Mis canciones que vuelven

sólo para que llore.

Mi perro ya olvidado

de obedecer al nombre.

Yo, que perdí mis cielos,

¡y soy tan pobre!.

Francisco Luis Bernárdez llora a su madre gallega (3):

Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella carretera de España.

Detrás quedaba Carballino, con sus casas envueltas por la madrugada.

Dejando mi corazón mucho más a obscuras, el amanecer despuntaba.

¿Era posible que pudiera venir, como todos los días, la mañana?

El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad de sus almas.

Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al peso de una montaña.

El paisaje abría los ojos como si no se hubiera enterado de nada.

Nunca olvidaré que en el monte de Corzos había un ruiseñor que cantaba.

Al llegar a Dacón oímos el nombre querido en la voz de la campana.

Mamá y el mundo habían muerto para siempre y sólo aquella voz los lloraba.

En "Tríptico a Galicia" (4), Enrique Urbina García canta la nostalgia del inmigrante de esa región:

Y aquel que por Vigo, apabulló su sombra;

en su misterio –pompas de luna- ocultará olvido

y por las vides de Galicia como raíz sangrante

tendrá su mente endulzando retornos válidos.

(…)

Todo el que con un gallego trata, alcanza

sólo un poco lo que el corazón de ese hombre

desparrama, porque el amor, vive en su España.

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