Descargar

La Barbarie Doctrinal de Gobierno (página 2)

Enviado por Alberto JIMÉNEZ URE


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Nadie nace signado para enfrentarse a miembros de su especie por motivaciones raciales, a causas de doctrinas [políticas, religiosas] que impulsan el segregacionismo, la exclusión de unos en beneficio de [mafias] cofradías de gobernantes y sus inescrupulosos adhesos.

Nadie nace para propiciar o aprobar el genocidio en sus numerosas facetas, la persecución u hostigamiento contra quienes no inclinan su cerviz frente a la tiranía institucionalizada de sediciosos resguardados por tropas de enfermos mentales a la espera de una orden para matar. Nadie nace para ser un déspota o ser sometido a un espécimen obviamente desnaturalizado como el tirano.

Los Derechos Humanos no tienen límites, no son «secuestrables» o «bienes sujetos a confiscación», «interdictos», «tregua», «trueque» o «extradición». Son naturales, inmutables, intransferibles e inmanentes al Ser Humano, a cualquier entidad pensante que pueble el planeta, próximo o equidistante de nuestra realidad y tiempo.

Nadie puede arrogarse una enteléquica, transcósmica, virtual y absurda «Ordenanza Divina» para monitorear los pensamientos, creencias y comportamientos de los ciudadanos apacibles que respetan los derechos individuales Del Otro que igual anhela vivir en la paz.

Mucho menos quien emplea intimidatoria y hostilmente las armas letales, los soldados y recursos financieros [que determinada comunidad, tras fallida decisión, le hubiese confiado para que resguardara la vida de todos los ciudadanos y mantuviese en funcionamiento las instituciones del Estado].

La Moral Aprobatoria no es presea de trifulcas, el trofeo que sólo tiene el derecho a exhibir quien ha participado «exitosamente» en una riña con ventajosa alevosía provocada contra indefensos.

Todo Ser Humano tiene el derecho a pensar lo que le plazca, a procurarse un trabajo digno para sobrevivir, a la satisfacción de sus necesidades básicas, a no ser perseguido, encarcelado o asesinado por disentir. Todos merecemos ser [por nuestra condición de humanos] médicamente auxiliados y tenemos el derecho a no ser despedidos de nuestros trabajos por razones políticas. Todos tenemos [tenemos, tenemos, tenemos… ad infinitum, Derechos Naturales, inmutables.

(X)

Segunda, tercera, cuarta […] Naturaleza Humana

«The peace don´t need a chance, because is the Providence Soul: and, I sow that she will be the World Empire Life Center for ever»

Me parece inadmisible e insólito que la Naturaleza Humana esté sujeta -circunstancialmente- a las «convenciones» de grupos de individuos que siempre bogarán por sus mezquinos y de secta intereses.

Similar a nosotros, los primeros hombres que sistematizaron el pensamiento estuvieron inquietos frente a los objetivos y metas básicas que debían admitirse como [indiscutibles] «inmanentes» e «inmutables» al Ser, al «Ser Humano».

¿De dónde proceden la Solidaridad, Respeto por la Vida, Tolerancia, Filantropía e ideas que promueven la Igualdad entre las personas sino de un desprejuiciado y límpido razonamiento?

Existe una Naturaleza Humana que es -simple y llanamente- Inmutable, y no una comprensible genética de la Conducta Criminal. Los hombres de [aberrada, incorregible] torcida mentalidad aprendieron a ser premeditados en pro de la maledicencia. Sus [acciones] comportamientos proceden de prácticas sociales o costumbres. Tienen un ascendiente, una matriz, un abuelo, abuela padre y madre.

Los científicos infectos de nuestra realidad y tiempo van, cuestionablemente, más atrás: afirman, de modo irresponsable, que las conductas criminales pudieran ser de naturaleza genética y apelan al inextricabilis ADN.

En cambio, los sentimientos fidedignamente humanos son naturales y responden a la Razón. Cuando un individuo lastima a otro obra impulsado por resentimientos, odios [in] fundados, por vendetta o crueldad y en pocas ocasiones por padecimientos mentales. Lo adecuaron o adoctrinaron para transgredir las reglas impositivas y necesarias que nacen del Derecho Natural. Contra ello [el Derecho Natural de los Individuos] nadie debe arremeter. Es una obligación recíproca entre quienes cohabiten territorialmente.

Análogo al Poder del Mando Político, la Propiedad «Privada» no es un «derecho», sino una necesidad adquirida, suntuaria. Y surgió de la incesante e indebida apropiación de lo conquistado o construido por El Otro. La Propiedad no forma parte del Derecho Natural, es cierto. No es inteligible que se le atribuya, a un concepto o entelequia denominada Nación, a un individuo con eso que fallifinimos «personalidad jurídica», indiscutibles derechos de propiedad. Ya, de hecho, el vientre materno es tránsito: estancia finita y embrionaria.

Ninguna mujer es «propietaria» de cuanto engendró en el interior su cuerpo y expulsó en parto hacia otro ámbito igualmente ajeno, donde el vástago proseguirá su crecimiento hasta desarrollarse y quizá reproducirse.

Sin embargo, en el pandemónium que heredamos como forma de organización social, la Propiedad por «Privada» entendida o admitida es el más aceptable de los instrumentos conceptuales con los cuales cuentan los mortales para resguardarse junto a sus familiares o vecinos con derechos y deberes ciudadanos [mi postura es contraria a la de Pierre Joseph Proudhon, 1809-1865, al cual sólo adhiero cuando expresa que «la Libertad es inviolable y que no se puede vender ni enajenar»]

Tampoco la búsqueda del Poder del Mando Político es un Derecho Natural, sólo una vulgar necesidad de dominación. No es cosa «privada» en manos de quien lo [usufructúa] ejerce fraudulenta o legítimamente previa convención organizacional-social.

Cuando, desde la Antigüedad, los pensadores intentaron darle rango científico al «Método Filosófico» se condujeron bajo la presión del ultimátum. En las sociedades que tendían hacia la «Modernidad», fue gradual y progresiva la ilustración de los ciudadanos. Y los infectoambiciosos necesitaban de los discursos e inferencias doctas para que legitimaran su maledicencia y timar [¿lícitamente, acaso?] al vasallo.

Salvo excepciones más propias de la estrategia que del temor al Vulgo, a los déspotas siempre les ha inquietado la apariencia. En todas las épocas, la instauración del Despotismo ha requerido de maquillajes. De lucubraciones en redor de una supuesta Segunda, Tercera o Cuarta Naturaleza Humana, que [obscenamente] apela a la «Soberanía y Bienestar del Pueblo»: desdoblada en el Tirano, en el Estado-Nación que es Él, sin [discusión] confusión posible, sin discernimiento.

A diferencia de la Propiedad «Privada», nadie experimenta resguardo ni usufructo bajo un gobierno despótico. Ni siquiera quienes lo arengan para lograr determinadas prebendas: una mayor ración de alimentos o confort. Siempre padecerán al que los intimida y mantiene como malabaristas encima de una endeble y floja «cuerda» atada a dos columnas estructurales, porque el vasallaje no es cosa distinta a una llaga purulenta según la percepción que del ciudadano a veces oculta y en otras ocasiones expresa sin pudicia el tirano.

Cuando los déspotas sonríen a sus aduladores no pierden de vista a sus regimientos, las cachas de sus armas personales de guerra y se aseguran de aprovisionarse de suficientes portabalas.

En pleno desarrollo de la Civilización, la Propiedad Privada es prescindible: empero, aún más sin la [fétida, oprobiosa, fraudulenta] Institucionalidad Gubernamental. Podríamos vivir sin bienes de fortuna, billetardos, inmuebles, sin tropas o jefaturales [que son distintos a sabios ductores]. Podemos vivir en naciones demarcadas, sin la vastedad que inspiraban los infinitos territorios y zonas costeras que transitaban los nómadas [esos que recurrían a la pesca y caza sin establecerse], pero no sin la Razón Inmutable que nos emancipa auténticamente y nos guía. La Naturaleza de los entes reflexivos es una sola e interpelable: humana, bienhechora, civil.

Gobierno, [ese] especialmente despótico, fórmula dolosa de ocupación de la Conciencia Lúcida y Libre.

(XI)

Agenda del Despotismo

«Absurdamente, con tus decisiones, pareces amar a quien, a través de su infinita crueldad, lastima tus sentimientos y quietud: enmascaras el Gran Terror que no ceja de infundirte esa Bestia que te advierte presa del Síndrome del Digno y Apacible»

Es falso que los tiranos no necesiten de las organizaciones políticas. Entre ellos, hay quienes vociferan que sólo son apéndices extirpables. Los ¿gobiernos? o regímenes ilegitimados o despóticos tienen asesores que les idean y redactan agendas cuyas ocultos propósitos no pueden ser dilucidados por la población inculta e iletrada. El tirano requiere de un lapso de incubación, de enmascaramiento. Querrá alcanzar, obstinadamente, el Poder del Mando Político: pero, maquillará una intencionalidad en estado de hibernación.

Durante su campaña publicitaria para merecer el Poder del Mando Político, el déspota se desdoblará en el color de la vestimenta que sesudamente le confeccionan los expertos en Propaganda. Se presentará ante su [acorralado] desesperanzado Vulgo como un intachable y recto individuo: respetuoso de la Constitución y Leyes vigentes. Los días del pueblo estarán en «fase mortuoria» porque le aguarda la sepultura «revolucionaria» con antelación, alevosía y diligencia cavada.

Promulgo [eyecto] la palabreja «revolucionaria» por haber sido la más eficaz entre las empleadas por quienes han desmembrado o desfigurado las funciones de mando durante centurias. No es probable entender lo que significa una «Revolución» sin la presencia activa de criminales que la motoricen. En versos [por admirar el estilo escritural de algunos filósofos de la Antigüedad], al amanecer del Siglo XXI escribí un enunciado poético que ilustra mis inferencias:

[LA VERDADERA

Emancipación

DEL Hombre]

Qué pena, que la «Revolución» no sea Liberación:/Que no materialice la abolición del miedo,/Que no permita el imperio de la hermandad y librepensamiento,/Que estimule la persecución oficial de los disidentes,/Que no vulnere la igualdad ante la Ley,/Que no consagre el acatamiento de los Derechos Humanos,/Que no logre que todos cohabitemos y vivamos felizmente

en paz,/Que no luzca como el sacudimiento de lo socialmente pútrido/ Y la redención de los individuos […] Qué pena que la «Revolución» no sea una auténtica Revolución/E instaure una república sin demarcaciones territoriales:/Sin exclusiones de opositores, racismo, miseria,/Sin Pena de Muerte, torturadores, Terrorismo de Estado y Judicial,/Sin segregados a causa de credos o ideologías […] Qué pena que en el mundo la Revolución/Haya históricamente devenido en la santificación del genocidio y el crimen político:/Que no sea un suceso odorífico e hieda/ En cualquier lugar donde se dicta […] Qué pena que la «Revolución» esté condenada/A ser perpetuamente una utopía […] Qué pena, para la Revolución, que yo sea un incómodo y verdadero revolucionario:/Alguien persuadido de que la auténtica emancipación de los expoliados/Empieza en su conciencia para adquirir forma suprema/Con el mayor cúmulo de Actos benévolos que ejecute,/Jamás con los que simbolicen la destrucción, el asesinato y pauperismo.

Los mentores del potencial tirano utilizarán fascinantes recursos tecnológicos como La Internet, transmisión de imágenes y sonidos satelitales y todavía los nada despreciables medios impresos para presentarlo como una «preclara» opción política.

A esos maquiavélicos asesores les urge transformar la mentecatería del «Prometeo», convertirlo en un maestro de la oratoria ofensiva contra la institucionalidad que se quiere [corregir] «adecentar».

El candidato repetirá que ama al Pueblo, que finalmente «perraje de sufragio». Logrará persuadir a la mayoría ignorante que suele votar impulsada por la Propaganda.

Será investido y sentará su fétido trasero en la Silla Presidencial. Desvirtuará la autonomía de los «poderes públicos», derrochará, malversará y robará la riqueza nacional, perseguirá, torturará, asesinará o encarcelará a sus detractores. Develará su oculto patán, su odio y pillería, empero tendrá trato de «Dignatario» y a quien se le ocurra ajusticiarlo lo llamarán magnicida.

¡Que magnanimidad ostenta la escoria con Poder de Mando Político!

Admitirá, con soberbio descaro, su vitalicia crueldad y oprobio que legitimará con la mascarada clásica o la simulación de elecciones libres en las cuales quienes sufraguen tendrán la garantía del «voto secreto».

Bajo el Despotismo, nadie es salvo de balas que no son de salva. Nadie es salvo del hostigamiento. Todos son defenestrados para convertirse en rehenes de cuartel por órdenes del Tirano, y forman –aterrados- filas para su factible fusilamiento: cuya suspensión está condicionada.

A todos se les advierte que son reos de una tácita Pena de Muerte. Vivirán, aun cuando sea precariamente, si el Jefatural de Estado no se enoja con ellos. La adhesión al Despotismo es el camino a la Vida, su detracción la gruta hacia la Muerte.

(XII)

El Poder y sus perversiones

«Hubo un admirable imperio que no lo fue tras diseminar cadáveres por el planeta, a cuyos vestigios doctrinales adhiero: sus vasallos eran tratados como parias porque habían sido persistentemente expatriados, crucificados por quienes portaban instrumentos letales y purgaban sus instintos criminales en los coliseos de los monarcas»

Es difícil que alguien [no borrego] reflexivo tenga una buena opinión de la praxis del Poder del Mando Político. Es la práctica más [merecidamente] fustigada en el mundo, situación que se presenta con mayor patetismo y enmascaramientos en naciones donde no se respeta lo que se conoce como Estado de Derecho: donde sus presidentes son interpósitos [títeres o bellacos] del Despotismo Ése, el Antropomórfico [fantasmal monstruosidad, sin auténtica «personalidad jurídica» ni misericordia: Ése –repito iracundo- siempre deplorable y A la Humanidad Lesiva.

El «poder del mando» es perverso porque sólo lo buscan, ávidamente, quienes tienen inclinación y placer por lo abominable. Quiero enfatizarlo con vehemencia: que es nocivo por la perfidia irremediable de quienes lo ejecutan sin probidad ni nociones morales.

Todos lo codician y ninguno quiere merecerlo. Como fuere, lo relevante es conseguirlo. Los forajidos no anhelan que les sea dejado a su buen resguardo por haber acumulado méritos o a causa de sus virtudes ciudadanas. Están [esa peligrosa casta de Ellos] dispuestos a tomarlo y retenerlo mediante la Violencia y el Crimen. El sufragio, consenso o la encuesta sólo son ridículos antifaces. Los timadores del ámbito político no capitulan por presiones de la denominada Voluntad Popular.

Infaustamente, la Concesión Tribal de la Responsabilidad del Mando ya dista mucho de la toma moderna del «Poder», ello por cuanto en las organizaciones tenidas por primitivas los hombres no administraban próceres impresos: no comandaban regimientos apertrechados con armas de tan inimaginable [letalidad], ni manipulaban computadoras que les asegurasen triunfos electorales o intimidaban mediante medios de comunicación universales al incauto y aterrado Vulgo de la [Post] Modernidad. En nuestra realidad y tiempo, con ceremonias vico-militares de sufragio o efemérides obscenas, conferimos el «Mando» a sátrapas que pujan por el [la involución] movimiento entenebrado del mundo hacia el [La Hecatombe Última] la extinción de nuestra especie, los ecosistemas, La Vida [con mayúscula]

En las tribus, el «Mando» era otorgado al más sabio y anciano entre los hombres. En nuestras sociedades, el más hábil [timador] fablapústula o los más violentos logran que se les conceda constitucionalmente [aun cuando luego no acaten ni hagan respetar las leyes que rigen en los países donde gobiernan]

En nuestras naciones, donde todavía se promueve –absurda e ingenuamente- la adoración a las efigies de próceres que fueron genocidas, la ejecución del «Poder del Mando Político» está plagada de perversiones administrativas y violaciones a los Derechos [que como pertrechos bélicos miran] Humanos.

En el Escorialmundo, las «Razones de Estado» son las de los grupos de saqueadores que están frente a las instituciones públicas. La consecución del Poder [con mayúscula y en cursiva] es la llave de acceso al Tesoro Nacional, que para ellos es el máximo botín que arrebatarán a sus verdaderos dueños: al Pueblo. Apropiación fraudulenta que les servirá para la pueril y ostentosa de insospechados placeres y la que presumen sempiterna opulencia que legarán a sus legiones de vástagos adoctrinados para continuar con la usurpación de investiduras oficiales.

Entre las perversiones del Poder están igual la retaliación totalitaria con motivaciones [¿ideológicas?] batardas, la destrucción física o psíquica del otro al cual se le tiene por opositor. El «Poder del Mando Político» es el máximo galardón que aspiran los menos [aptos] inteligentes o probos, esos que [desde su infancia] se plagaron de frustraciones y cometieron actos repudiables en el curso de edad adulta.

El Poder es una pócima que produce adicción. Quien la prueba no quiere dejar de tenerla a su alcance. Por ello presidentes, gobernadores, ministros, alcaldes, concejales y diputados –o como se les antoje llamar- quieren perpetuarse en el ejercicio de sus [funciones] «cargos». El Síndrome de Abstinencia del Poder del Mando Político es tan terrible que Los Ex se esfuerzan, con obcecación y hasta homicidios, por retornar. El infectoambicioso obtendrá [abrupta e ilícitamente] dinero y reputación pero, igual, culminará en un hospicio o sepultura.

(XIII)

El «Racismo», «Segregación» y «Genocidio» post modernos

«Intenta cuestionar la legitimidad de mi presencia en el mundo y mi librepensamiento, entonces no dudaré que urdes segregarme o exterminarme bajo la Doctrina del Racismo»

En materia de «Racismo», «Segregación» y «Genocidio», el advenimiento del («postmoderno») Siglo XXI despertó una infundada esperanza en millones de habitantes del Planeta Tierra.

En algunas naciones, donde el desprecio hacia el otro por su raza estigmatizó a los ciudadanos, las conductas racistas disminuyeron fáctica y exponencialmente (caso Norteamérica, donde, por primera vez, un blackman fue electo Presidente de esa república).

Pero, insólita y oficialmente, en otras como Venezuela, de población «plurimestizada» o «mulatizada» (multiétnica), tales comportamientos han comenzado a ser promovidos por quienes capitanean ese «estilo de gobierno» chatárrico y monstruoso «Revolucionario-Bolivariano»: mal parido durante las postrimerías del Siglo XX, y que dudo pluguiese a personas civilizadas del mundo.

Es explícita la instigación «revolucionaria» del «Racismo», «Segregación» y «Genocidio» en nuestro sudamericano país, cuando, trajeado de combatiente y rodeado de apertrechados soldados, el máximo agresor o jerarca de este (a causa de sus dolarfagos y mercenarios hijos) preterido territorio esputa lesivas calificaciones contra sus detractores. Sólo por disentir millones de seres humanos somos sistemática y alevosamente fustigados, excluidos y declarados «objetivos militares» por las transnacionales turbas de dolarfagozoarios que nos definen como «escuálidos» u «oligarcas». Los «revolucionarios» sienten regusto torciendo e invirtiendo el auténtico significado de las palabras. Acusan de «oligarcas» a hombres y mujeres de las clases sociales «media»-«baja» que se mantienen en legítima resistencia frente un oprobioso y de corte neo monárquico régimen. Volitivamente, enmascaran a los soberbios predadores del Tesoro Público que gobiernan sin respeto por los «Derechos Humanos» y semejan a jeques bituminosos.

Infortunadamente, lo que el vulgo «iletrado» («analfabeta funcional») ignora es que el «Racismo» es una doctrina antropológica o política: y, por ello, premeditada pendencia. Si, de pendenciero y genocida: por cuanto, en el curso de esa especie de reedición del Siglo de Las Luces que debería ser el XXI (por sus avances científicos, humanísticos y tecnológicos), el vocablo «Genocidio» amplía su acepción. También es exterminio la destitución masiva de trabajadores de la Administración Pública o Empresa Privada (en cualesquiera lugar) por su «raza» o «creencias» y hasta «condición social» (que fuese un indocumentado, por ejemplo).

(XIV)

«Fábrica de Pobres»

«Escucha las quejas y anhelos de los ciudadanos, mira dónde viven felices o con penurias (…) Qué mueve la existencia de esas personas en materia política, religiosa o laboral (…) Luego, si de ti depende sus destinos en la Sociedad de Civiles, reflexiona por qué impulsas la Filosofía de la Fábrica de la Miseria»

Salvo que haya sido providencialmente investido del «Don del Conocimiento Apriorístico», nadie puede calificarse como «revolucionario» sin saber qué significa serlo y quiénes fueron sus predecesores más difundidos en la Historia de la Civilización. Hoy, idéntico a sus días de parto, la «Revolución» deviene en histerismo: aparta la Inteligencia y Moral de su humanístico y auténticamente originario Manual de Procedimientos de Catequesis.

Con el advenimiento de la «Ilustración», los ciudadanos franceses y otros del mundo -que pretendían transformaciones sociales en pro de los «Derechos Humanos»- súbitamente advirtieron que quienes los gobernaban eran monarcas (es decir, tiranos). E irrumpieron en el ambiente de la «Ilustración» Maximilien De Robespierre y Georges Jaques Danton, inicialmente inspirados en la Tesis Nihilista del fisósofo alemán Friedrich H. Jacobi (Siglo XVII)

¿Qué propugnaban aquellos hombres? –La «Libertad», «Igualdad» y «Fraternidad» entre los ciudadanos. Hoy luce sospechoso que durante la escritura de su slogan fundamental hubiesen olvidado o subestimado el vocablo «Justicia».

Quizá por ello degenerarían e impulsarían el más cruento genocidio (mediante la guillotina) jamás conocido en nombre del pueblo y la «Revolución» que inauguraban y presidían. Paradojalmente, no hubo revolucionario que no fuese decapitado porque nadie puede impunemente defecar encima de quienes le han conferido el mando.

En la «Fábrica de Pobres» en la cual devinieron todas las revoluciones en trescientos años, cada cierto tiempo todavía florecen déspotas que (tras dotarse de armas letales) se diseminan por nuestro infausto planeta: por supuesto, tácitamente enmascarados de «progresistas» timan a quienes por su situación de iletrados propenden a ser arreados similar a rebaños de ovejas.

A nadie que ejerza, con sensibilidad y sabiduría, el poder del mando (y que se sienta afligido por las penurias de su pueblo) se le ocurriría someter a obsoletos estilos de vida anclados en los siglos XVII-XVIII-XIX y principios del XX a los ciudadanos que lo hayan elegido para que los gobierne. En la Historia de la Humanidad, las revoluciones «Francesa», «Rusa» y «Cubana» no son cosa distinta a registros de abominaciones.

Los ciudadanos del mundo experimentamos, maravillados, logros del Intelecto como la «Internet», «Clonación de Especies», «Aerodinámica», «Medicina Curativa y de Prevención», «Pensamiento Filosófico», «Imaginación y Creación Literaria o Artística», estatutos nacionales e internacionales por la «Defensa y Promoción de los Inalienables e Inmutables Derechos Humanos» que no admiten disfraces o presentaciones fraudulentas.

A todo gobernante instruido se le está prohibido enmascararse, mancillar la Constitución y Leyes del territorio a su cargo o mirar con aires de superioridad a su prójimo. Debe experimentar una especie de sacra obligación de auxiliar a las víctimas de los criminales que se colocan el antifaz de «progresista» o «revolucionario»: esos, sempiternos, cuya urdimbre maligna no cesa. No fomentará el odio entre los ciudadanos, ni exigir ciegas adhesiones o tramar perjuicios contra sus detractores políticos. George H. Sabine nos advertiría que «en el Estado Libre la Ley y no el gobernante es soberana» (Historia de la Teoría Política. Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1976. P. 278). Por mi parte, he irreversiblemente creído que mi peor enemigo es aquél que se enmascara cuando tiene que mirarme a los ojos.

(XV)

La distorsión conceptual del vocablo «Burguesía»

«Miles o millones de seres humanos mueren para que un sátrapa auto-investido de iluminado, de Ba o Baal (por no se sabe cuál Providencia) distorsione la Historia Política y el Conocimiento Científico y se afiance ilegítimamente en funciones de mando perpetuus»

Qué mejor caracteriza o «estigmatiza» a los autócratas que una proverbial ignorancia y formulación de Interdictos de la Meetingmediática [1] Ciertamente, son arquetípicos en nuestro (sudamericano) Ultimomundano continente. Fabladores que no estudiarían la Historia de las Ideas Políticas (de George H. Sabine, por ej.) para formarse, sino para intentar la resurrección de la Doctrina Necrófila [2] que mantuvo en zozobra a los hombres y mujeres durante el Bajo Medioevo a causa de los terroristas con mando. Es decir: los monarcas en ejercicio y los reyezuelos que «estaban por venir» [3] o «por cometer» Crímenes de Lesa Humanidad para superar las abominaciones de sus predecesores en funciones de gobierno. Triste tradición, irreparable hábito de codiciosos.

A sus neo-súbditos, enajenados a causa de la abusiva y distorsionadora propaganda oficiosa, no cejan de fomentarles iracundia contra la «Burguesía». Empero, a esas víctimas del babequio adoctrinamiento de naciente siglo, pregúntenles: ¿qué asunto es «eso» de «Burguesía»? Que expresen contra cuál (inanimado o no) objetivo, grupo o imponderables ideas a gritos los instigan para que viertan odio. Acaso, ¿saben esos vasallos que los apologetas de guerras civiles están empujándolos a criminar al prójimo para luego justificar asesinatos de indefensos? Advierten, realmente, ¿que los profesos de la meetingmediatinesca y enjuta Doctrina Necrófila buscan el derramamiento de la sangre de sus detractores con propósitos de opresión (mercenaria) miliciana?

En primer lugar, es necesario advertir que la extinta y distorsionada «Burguesía» fue un fenómeno social-comercial acaecido en el curso de la Edad Media (s.s. V-XV) Estuvo relacionado con las iniciáticas pretensiones emancipadoras de habitantes de la eurocéntrica Germania que, pacífica y lícitamente, buscaban marcar distancia entre ellos y los feudatarios convirtiéndose en independientes productores del campo y hacedores de artesanías. Es decir, nada vinculado a las organizaciones aborígenes del Ultimomundano [4] durante el mismo período.

En Burgos (burgus, Latín y burgs germano), fue una fortaleza edificada por nobles feudales para vigilar los territorios en los cuales laboraban comerciantes, artesanos y productores en franco proceso evolutivo de la Pre-modernidad. Igual se le llamaba «Burguesía» a toda circunscripción política que estuviese bajo los dominios de la estirpe de jefaturales mayores (equivalente a los «caciques» caribeños, señores de vasallos con taparrabos o guayucos cachifollados sin piedad ni capitulación)

A los oprimidos de este tiempo de ruido ultimomundano (a esos asalariados a los cuales cachifollan los jerarcas que imponen lo peor de las ideologías caducas, como el marxfalazcianismo), se les platica y obliga a rendir culto al «Neo-señor de Vasallos» que puede exhibirse con manteos plagados de charreteras o también con gala no castrense ni miliciana. Y se les dice que la «Burguesía» es la culpable de su miseria, aun cuando los majaderos que los humillan sean quienes administran dispendiosamente los recursos de la nación a la que pertenecen y actúen como súper privilegiados.

Si tuviésemos que trasvasar los tiempos de la germánica burgensis, entonces serían los cófrades de estos gobiernos «de alaridos canallescos» que padecemos (ellos, sólo ellos) los auténticos «burgueses»: porque directa o indirectamente son los usurpadores de las finanzas e industrias, porque son feudatarios o dueños de facto que fingen dictar la abolición de la «propiedad privada» a favor de los desposeídos (la cual, de hecho, pasa de la «confiscación» hacia la eufemística «apropiación indebida» de bienes inmuebles o medios de producción)

Son «autócratas» o «autocrápulas», no importa cómo se les invoque o recuerde según las adhesiones o antipatías: se auto invisten de «Señores de Vasallos» y ejercen sin límites, y tuercen los conceptos que la historia registra, y se sienten deidades religiosas. Excepto ellos, «nihil is sacris». Son los sacrosancta «en concierto» y «gavilla» para universal e impunemente delinquir. Y sus malas testas gritan a los plebeyos que hay una «Burguesía» culpable que deben extirpar. Y lo aseveran con premeditación y alevosía, cuando ya hace siglos quedó extinta. Profanan su sepultura para sus rituales necrófilos.

Está explícito: el individuo no propenso a ciegamente adherirse a teologías, ideologías o doctrinas de cualquier índole no es un tácito burgués o burgrave («conde de villa», en la ya fósil Burgs) Que el vocablo «Burguesía» haya trascendido y tenga la acepción de «grupo económicamente bienaventurado». Si de ese modo lo decidimos los no anglosajones, dándole otra significación, no connota un hecho delictivo. Pero, no es discutible que burgus idem mortis est.

(XVI)

La sempiterna y manipulada plebe

«La Humanidad periódicamente me crispa cuando, frente a la pendular reaparición del incorregible Trux Troglodyta Perpetum que ha de lastimar a los benévolos, elige vendar sus ojos»

Históricamente, nada más deprimente que el timo «en grado de continuidad» haya tenido por objetivo fundamental a los desposeídos: quienes, de esclavos, pasaron a caricaturescos «hombres libres» llevados a palcos para aplaudir a sus opresores o purgar sus pasiones mirando barbaridades (como sucedía en los coliseos, del Latín «colisseo», anfiteatro para espectáculos públicos de la Roma Imperial)

En La Románica, se usó el vocablo latino «plebs» para encasillar a quienes conformaban los grupos económica y políticamente más pobres. A los cuales, la infamia dicta, se les tenía por «villanos» o forajidos de villa. No distorsiono nada. Prueba cuanto afirmo la trascendida expresión «plebeyez» (cualidad de «malviviente») Los más pobres, o «marginales», han sido los destinatarios de la maledicencia entre los pleités: o, mejor los defino, entre los proclives a la riña por «la dominación del otro» y a los cuales los intimidados tuvieron que ofrendar pleitesía o rendición.

No es sabiduría de «peripatos» (paseo cubierto para discípulos platónicos en el Lykeios, sitio de Apolo) sostener que la nada novísima «división de clases sociales», y consecuentemente «división del trabajo», ha mantenido inmerso en formaldehido a ciertos privilegios de casta. Son intocables, por ejemplo: A.- Los militares (que no suelen ser cultos ni adhesos de La Civilización) B.- Los industriales o empresarios, plegados a quien temporal y fortuitamente gobierna.- C.- Los soberbios de la Meetingmediática, expertos en el fraude y arte de timar, que logran ser elegidos por la Nación para ejercer los máximos cargos de conducción política y administrativa del Estado mediante actos de Gobierno. Los aduladores que dan sentido al cortejo de sumisión funesta, esos que se auto infligen el «¡Ave Cesar, morituri te salutant!» [5]

Es doloroso advertir que, aun cuando no sea obviamente plausible, durante el Alba del Milenio XXI-XXXI todavía persistan individuos que –dotados de carisma- se «hagan del mando» por encima de los benévolos y cultos: siempre avasallando a La Plebe Sempiterna, tras agavillarse con los castrenses: e igual con los financistas y vándalos de mercenariazgo.

En un hipotético plató, en cuya didáctica «puesta en escena» el que nada posee acepta bromear con quien lo gobierna para luego darle la espalda, y que consuma un sesudo apotegma shopenhaueriano, la moción del espectador debería ser que el jefatural exija la misma y severa responsabilidad social a su conducido: para fortalecer al Estado y no pervertirlo mediante el bochorno, dispendio, la extorsión al ciudadano, bacanales circenses con dineros públicos ni las «paradas militares» que no tienen propósitos distintos a la intimidación contra los ciudadanos.

En el Primermundano (donde los jefaturales de Estado rara vez abusan del meetingmediatinismo que tortura la psique del Vulgo) se percibe una lenta abolición de la morbosa, lesiva y aparencialmente irreparable discordia entre mandatario-gobernado. Ello no significa que me halle conforme: el Ideal de la Sublime Civilización non consumatum est [6] Allá y aquí, en El Naciente y Poniente, las armas de guerra y pendencia económica-ideológica persiste.

(XVII)

La Arbitrariedad de Comandancia

«Aun la Inteligencia Mayor puede ser seducida por la Tesis de la Legítima Arbitrariedad de Comandancia, sin ser necesariamente compensada con la porción del botín que los despóticos reservan a los mercenarios del ambiente político»

Durante muchos años (décadas de los años 70, 80 y 90, S. XX), mediante artículos de opinión, numerosas veces enfrenté a reyezuelos que actuaban sin respeto por la Constitución y Leyes (lo hice en la extinta «Página A-4» Editorial de El Nacional y en El Universal de Caracas, entre otros diarios). Cuando evoco aquellos soberbios y deplorables comportamientos de los políticos, todavía experimento cierto enfado porque siempre he guiado mi existencia conforme a lo que en el mundo se ha consagrado como «Institucionalidad» y «Estado de Derecho».

Aun sin ser jurista sino escritor, siempre he sentido regusto por el estudio y análisis de los preceptos constitucionales y las leyes. Me gusta la Filosofía del Derecho. Por ello, admito que me parece confusa la redacción de algunos párrafos de la Constitución Venezolana de 1999, la «Bolivariana». Empero, en general, es fluida, clara: motivo por lo cual la evocaré para dilucidar mis tribulaciones de ciudadano.

Por ejemplo, cuando en el Art. 62 (Capítulo IV, «Derechos Políticos») leemos que «Todos los ciudadanos tienen el derecho de participar libremente en los asuntos políticos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas», es inconcebible que ciertos abogados y jerarcas de la «Revolución» intenten torcer lo que ello significa. Pero lo hacen.

Es obvio que, bajo la violencia y descalificación revolucionaria contra «el otro o disidente» en mala hora institucionalizada, no todos los ciudadanos tenemos el descripto «derecho político». Prueba de ello es que, en algunas plazas importantes de Venezuela, sólo los activistas de La Chatarra o «Revolución» pueden caminar y departir si2__€riesgarse a ser apedreados o abaleados.

Irrespetando la Constitución, el Supremo Jefatural de La Chatarra o «Revolución» designa ilícitamente «virreinas» o «virreyes» en jurisdicciones irrespetando la voluntad «¿soberana?» del Vulgo. Los auto-investidos de «revolucionarios» legitiman infaustamente la inconstitucionalidad bajo el alegato según el cual un líder y Jefatural Supremo puede ejercer la «Democracia Directa» no estatuida en la llamada Carta Magna.

Los forajidos de gobiernos ilegitimados por sus conductas despóticas cometen, lento, sus abominaciones para lucir más eficaces en la praxis de la prevaricación y criminalidad. El «maquillaje caciquesco y revolucionario» de los preceptos constitucionales socava, explícitamente, el «Estado de Derecho». Me apena que personas talentosas e incorruptibles se erijan, en mitad del «Caos Revolucionario», en máximos expositores de la nada novísima y torcida corriente jurídica que santifica la Arbitrariedad de Comandancia. En el curso de la Revolución Francesa, también de Robespierre se afirmaba que era «incorruptible». Y nadie diría que no tuvo un cerebro privilegiado.

(XVIII)

«Dignidad» de «Patriarca» y «Patraña» de Corrupto Ultimomundano

«Cuando hayas muerto, soberbio, no lo divulgues a tus víctimas: porque, en vez de acudir a la ceremonia de tu sepultura para esputar encima de tu féretro, irán al Despacho del Demonio a notificarle tu deceso»

Lo que inició como una «Dignidad (Papal) de Ecclesiae», allá en los confines de un tiempo ya extinto, otorgada por la suprema autoridad religiosa de quienes heredaron la Doctrina de Cristo, el «Patriarca» trasvasó el concilio de templo para constituirse en sistema de gobierno («Patriarcado») en los numerosos enclaves. Por sus experiencias o sabiduría, las comunidades acogían como mandatario al «Patriarca» en las jurisdicciones territoriales.

Ex aula, mi convite es para que el lector reflexione respecto a lo denigrante que (ya en el curso del Postmoderno Siglo XXI) lucen quienes aspiran ser vistos como «patriarcas» en el Ultimomundano. El «Patriarcado» devino entre la vertiente de los prelados y la organización social política primitiva: de hecho, ambas incuestionables. Hubo el «patriarca» al que se le había conferido una «Dignidad» religiosa, empero que no incluía gubernatura; y, el otro, de impronta nada mística: al cual se le obedecía por su sapiencia, honorabilidad y senectud.

Preguntemos: ¿en qué venerable asunto podría parecerse el «Corrupto Ultimomundano», cuya «patraña propagandística» consiste en ser socialmente admitido como un «Patriarca», al histórico que le fue conferida una «Dignidad»? ¿Cuándo universalmente se santificó que los dispensadores de improperios, amenazas, ilícitos encarcelamientos y miseria son «dignos»?

Tan cretino fue Aristóteles cuando, tras la muerte de Alejandro, se auto desterró [7] temiendo ser juzgado por «impiedad», advirtiendo que su muerte sería la segunda más grave contra la Filosofía después de la infligida a Sócrates [8], como el bárbaro de este tiempo que representa a la «Institucionalidad del Estado» con la efigie de un monstruoso reptil que se le parece. Entre el primero y el otro, adhiero al filósofo sólo por su portentosa frase siguiente: «ex nihilo nihil» (nada puede existir donde nada hubo)

Un pensador de gran talento enfrentó la cicuta y otro también admirable exculpó su cobardía alegando, curiosamente, que la disciplina mayor de la Humanidad experimentaría una segunda muerte si encaraba (como lo hizo Sócrates) un juicio por «impiedad».

Entiendo que no es fácil que los ciudadanos desacaten los «infames actos de gobierno» cuando proceden de sujetos que se sienten «patriarcas», siempre rodeados de sus «patricios» que le aplauden toda estupidez y propósitos criminales: algo similar a mercenarios civiles o militares en incesante ejercicio adulatorio. La Postmodernidad hace rato está exigiéndonos la disolución del Tótem y el Tabú. Toda demarcación territorial o psíquica tiene un traspatio que le es inmanente.

Admito tres figuras «adversarias», y dos son tumultos: Luxfero, Las Bestias y Los Demonios. El primero ilumina el firmamento para que percibamos los cuerpos celestes, los senderos, pastizales y arbustos; los segundos carecen de dimensión intelectual y simulan que son investidos de malignidad metafísica para ejercer dominio sobre los benévolos; y los terceros son horrendas figuritas de palco, en una especie de plaza de lidia donde jamás indultan a ningún animal racional o no. Es decir: nada distinto a corrompidos, insolentes y caducos «patriarcas» que eyaculan cuando hacen daños que (además) convierten en shows.

(XIX)

La provecta y fatídica «alienación»

«Salvo que sean ideas accidentalmente apriorísticas, nada irrumpe en el intelecto sin descender de una pro intencionalidad: por cuanto es irrefutable que el Ser deviene»

Durante los procesos políticos donde los siniestros (Lat. «sinistras») no gobiernan, la «alienación» suele ser un persistente tema para pláticas contra los «diestros» (Lat. «dexters») En claustrofalaces, bares y los café, la pandemia de intelectuales autodefinidos «progresistas» los acusan de ser los ideólogos de la «opresión» y «miseria» de los pueblos ultimomundanos.

En tertulias de academia, al demócrata exento de inclinaciones pendencieras se le dice que fue manipulado mediante propaganda «engañosa» por quienes urden a favor de la «Doctrina Capitalista». Frente a las «salvajadas de los pudientes», ese ciudadano habría perdido su «identidad» y jamás pensará ni actuará conforme a la naturaleza de su Ser Psíquico [9] convirtiéndose en un «alienado».

A mi juicio, y la Historia lo registra, la «alienación» (Lat. «alienatio») ha sido la dopamina más utilizada para adormecer o adocenar a los individuos con la mala intención de compactarlos en silencioso «vasallaje». Que alguien elija definir de otra forma a esos (por mi) nada ex-culpables, no importará: están bajo pueril hipnosis para obedecer, y absurdamente defender, a quienes propenden a gobernar sin respeto por el «Estado de Derecho»

Acaso: ¿no produce perplejidad ver a hombres y mujeres, más o menos inteligentes, más o menos cultos, bienaventurados o no, vencidos por la «provecta» y «fatídica» propaganda política de adoctrinamiento? Para «adoctrinar» es menester primero «alienar»: hacer de la persona una víctima de extrañamiento de su Ser Psíquico.

Importantes psicoanalistas (caso Wolff) han desestimado el poder del «Conductismo» [10] para mantener, con propósitos de dominación, drogada a la mayoría de las población que se pretende castrar. Así escribió: «Un error frecuente es considerar la personalidad como una especie de sistema fijo, parecido a un reloj: pero, estando relacionada con el crecimiento y desarrollo, su constancia acaece en períodos limitados» [11]

Pienso que ese razonamiento podría aplicarse igual para entender las conductas de quienes son niños, púberes, adolescentes y adultos. En descargo de mi anhelo por mirar a mi prójimo fortalecido frente a los maestros de la «alienación», presumo que la personalidad no puede ser presa de una irreversible manipulación.

El «alienado» va progresivamente transformándose en una persona introvertida, es cierto: pero, la reflexión no inducida pudiera extra-verter o eyectar su auténtica personalidad para que se emancipe.

(XX)

¿Quién es un «esclarecido»?

«Siempre que le señales su nada adusto o probo comportamiento, quien porta instrumentos letales y uniforme militar solicitará a un fiscal que te imputen un absurdo delito: Ofensa a las Fuerzas Armadas. Empero, ¿cuándo son castigados los castrenses que vejan y lesionan física o moralmente a la Sociedad de Civiles? Esos que deberían defender al ciudadano, al Estado de Derecho y el territorio: jamás a los parias que circunstancial e infamemente gobiernan naciones y a los desalmados de la Oficialista e Internacional Subversión»

Es predecible que los de psique torcida se presenten como pirómanos en el inocuo, boscoso y floreado valle habitado por fraternos. Ellos sólo veneran la «Violencia». Quieren incinerar todo lugar donde la «Libertad», «Equidad», «Probidad», «Fraternidad» y «Transparencia» conformen la estructura de la Justicia y Civilización: que, sin ninguna de esas categorías, nunca podrá instaurarse en cualquier país.

Nadie más fachudo que quien se ha apropiado del vocablo «esclarecido» para referirse, insólitamente, a su condición política contraria a la pluralidad ideológica. Un individuo «esclarecido» lo es porque está filosóficamente iluminado, porque es un intelectual insigne. Un sujeto que rinde culto a la Violencia, profeso o adepto de la Tesis del Militarmilicianismo y la Destrucción de lo Edificado, no semeja a un «esclarecido». Alguien que promueva el odio, el segregacionismo y la exclusión en perjuicio de quien no comulgue con sus pretensiones no es un «esclarecido». Pero, si es un indiscutible forajido que está «clarísimo» en la praxis de su misantropía e insociabilidad.

No fueron «esclarecidos» ni siquiera los próceres ultimomundanos, que, ambiciosos, lucharon por emanciparse del «Reino Dinástico»: muchos de los cuales eran «mantuanos» [12] de origen europeo y gozaban de los privilegios del «godo» [13] En mi libro intitulado Librepensamiento perpetuus, afirmo en un capítulo que el «oligarca» es un antiguo «godo» y explico mis razones. No lo fueron, «esclarecidos», pero tenían muy «claro» el propósito de imponer formas republicanas de gobierno independientes de Hispania. En esos tiempos, hubo un auténtico «esclarecido» cuya obra trascendió: Don Andrés Bello.

No se pueden hallar hombres «esclarecidos» entre pendencieros de los ambientes políticos o cuarteles. Es difícil toparse con uno de ellos. Sólo puede suceder en los recintos de la Academia, en templos sagrados, en ámbitos de escritores y artistas. No concibo que se le confiera la «Dignidad de Esclarecido» a los combatientes, con o sin causas, a los conspiradores que han vencido o se mantienen en querella, a los opresores e intimidadores y rufianes del Canallaje Institucional.

Un «esclarecido» no exhibirá armas de guerra, no comandará tropas, no fundará un partido político para buscar el poder del mando. No es el ridículo de prosopopeya que se transmuta en la institucionalidad abstracta de una «Fuerza Armada», «Constitución» y «Leyes» que explícitamente irrespeta. Un «esclarecido» no matará e incesantemente bogará por la Quiescencia, la Instrucción, Solidaridad, Prosperidad y la Paz: es decir, por la Justicia y Civilización.

(XXI)

El psicogénico «Hombre Nuevo»

«No es el engendro definido como Hado quien, sucesivamente, ha fracturado al Homo Sapiens con la fatalidad: es su Alter Ego, de su habilidad e inteligencia malnacido»

No presumo buena fe en los tenidos por eruditos que, durante el alba de lo que llamamos Civilización, enmendaban los textos bíblicos frente a los descubrimientos y demostraciones de los investigadores y científicos. En 1650 de la Era Cristiana, hubo quien –fehacientemente- sostuviera que la creación del mundo se sucedió el 23 de Octubre del año 4004 a. C. (a las 9 am.)Ese personaje dirigía el Saint Catherine´s College de la Universidad de Cambridge. Frente a lo cual, los custodios de la Biblia Autorizada se apresuraron a imprimir semejante conjetura en sus márgenes. Empero, ya en el Siglo VIII el astrónomo-matemático chino I-Hsing había advertido que la Tierra tenía millones de años de creación.

La resistencia de los inobjetables progresistas (¿«hombres nuevos»?) o científicos, ante lo bíblicamente expuesto con rasgos oscurantistas, tuvo por irrefutables pruebas el hallazgo de fósiles de animales ya extintos. Ante ello, una vez más, los custodias de la Biblia maquilaron sus errores aseverando que se trataba de especies que desaparecieron tras el Diluvio.

¡Oh, el Hombre! Aquél: inculto, obtuso, supersticioso, religioso, manipulador, sabio, inteligente, abominable, benévolo o codicioso conforme a la personalidad de cada individuo, siempre fue el mismo y todavía lo es. Y, no dudo que lo será. El «Hombre Nuevo» es psicogénico.

Es absurdo hablar de un «Hombre Nuevo», que ciertos adherentes del Terrorismo (¿Ideologizado?) pretenden con artificios inseminar en los óvulos de la Humanidad. Es impertinente que los propugnadores de tiranías se arroguen poseer la semilla de un «Hombre Nuevo».

Frente al pensamiento científico, todavía en el Siglo XIX la resistencia de los bíblicos era fortísima. Y decían que cada vez que las catástrofes naturales acababan con la fauna y flora, Dios poblaba de nuevo el planeta con las especies que Noé logró salvar en el Arca.

Cuando se discute respecto a la formación de un «Hombre Nuevo», propenso al progreso, tácitamente se infiere que hubo otro «viejo» y equivocado que se oponía a la evolución de la Humanidad. Fue, acaso, ¿ese de «Jehosua homini salvatore»? (por Jesucristo salvado). La Humanidad no tiene por qué estar ni a la espera de un «Hombre Nuevo» u otro «adventicio» o «providencial». Ese Hombre «psicogénico» y «utópico», prometido por opresores cínicamente enmascarados de fieles funcionarios públicos, temprano deviene en esclavo.

La Humanidad requiere de la incesante enseñanza doctrinal de la «benevolencia», «solidaridad» y «fraternidad» entre los pobladores de nuestro planeta: inmersos, desde la Antigüedad, cuando el vejamen de faraón [14] fustigaba, en querellas por la consecución del «bienestar» y la «justicia» que fundamentan la paz. El Hombre nunca será «nuevo», pero si podría ser cada día mejor. Puede superar su ignorancia, soberbia, resentimiento, supersticiones y fortuita ira hacia quienes le rodean. Y tiene la obligación de comprenderse en la Humanidad, insertarse útilmente en ella: rechazar la «non natura criminalis» («lo criminal que nada natural es») de su mente, del cúmulo de sus hábitos y costumbres.

El «Homo Erectus», en el curso de su transformación física y síquica, se asumió como tal sin perder su condición de «Homo Habilis». Era el Hombre en su irrefrenable evolución hacia mejor, que no hacia la sordidez y empantanamiento intelectual. Es el mismo de la actualidad, a veces contradictorio, en otras ocasiones enfermo de perversidad y amnesia, pertinaz e imaginativo: creador-hacedor (de Literatura, Arte, Ciencia y Tecnología) desde sus días de caverna, místico escrutador del Universo.

(XXII)

La «Carta Magna» de la Inhumanidad

«La obsesiva crueldad e ignorancia parecieran de origen cromosómico en el mandatario con botas, armado y extravagante del Ultimomundano: ese que es persistentemente procreado en tumultuoso apareamiento entre personas desalmadas y promiscuas»

Ya durante el alba del Milenio XXI-XXXI, nada ilustra mejor la Infamia Universal que lo conocido bajo el nombre de «adoctrinamiento». Si alguien pretende refutarme, primero dirija su mirada hacia los jefaturales sátrapas y adherentes de Hamas, Al Fathad de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) y del Bolivarianismo Falaz [15]

Los «líderes» de Hamas instruyen a sus infantes menores de diez años para el presuroso uso de fusiles, tras adoctrinarlos e infundirles odio hacia los israelíes: bienaventurados herederos de las enseñanzas de su maiore (Lat., antepasado) yehudi (Hebr., judío) Moisés. Los niños no pueden con el peso del libro del Corán que adorna los recibos de sus residencias, mucho menos levantarían el arma de guerra con la cual son conminados (sin pudicia) a disparar contra objetivos fijos que representan a Judea: ayudados por sus progenitores asesinos, madres u otros familiares moralmente obligados a participar en una conflagración interminable y en cuyo curso jamás se fomentan treguas para dialogar.

Igual hacen los también extremistas «fathadianos» en Gaza, actos emulados por «estupicacas» del Bolivarianismo Falaz que se sienten «guerrilleros» aun ejerciendo el mando político en repúblicas ultimomundanas. Estos sujetos, sin personalidad ni juicio, adoctrinan para matar a quienes difieren o disienten de sus malévolos propósitos: simple y llanamente, sólo para desahogar inculcados resentimientos y no para liberar a las naciones de presuntos «opresores de imperio» (¿Qué tiene que ver un individuo del Ultimomundano con la milenaria discordia de origen territorial judeocristiana-musulmana?).

La Violencia Fortuita para la Consumación del Crimen, la de Dogma, Liberación, Preservación, Defensa, Dominación u otras: que todas, a mi parecer, advienen por desquiciamiento y conforman la «Carta Magna» de la Inhumanidad. Es la «pudenda» de bestias que emplean su maligna letalidad para exterminar a inocentes. Para ridículamente exhumar restos de guerreros dieciochescos o decimonónicos y buscar en ellos arrogados parentescos genéticos. De tan absurdo modo, pretenden justificar sus patentados genocidios (sí, aun cuando luzca insólito, los patentan en «Notarías de Gobierno» y no de «Estado de Derecho» donde serían apresados sino tuviesen el poder hegemónico).

Todos deberíamos sumergirnos en categorías diferentes a la «yihad» (guerra ¿santa?) de los fundamentalistas musulmanes, también a las contrarias de la percepción «antiterrorista» imperial y esa lastimosa de forajido Ultimomundano que exculpa su mediocridad transfiriéndosela a quienes tienen éxito y respetan los Derechos Humanos. Hay otra «carta magna» que es El «Magma» de la Humanidad y de la cual escribiré en próximo capítulo.

(XXIII)

¿La tropa es pacífica pero está armada para intimidar?

«El que fue forzosamente reclutado, en cuclillas lustra las botas de su comandante empero no ceja de mirar cómo tu (que sólo lo adulas) lucras bajo su inmoral amparo»

(La Historia de la Humanidad mediante) es inobjetable que, para garantizarse la supervivencia, todos los animales de incipiente raciocinio propendieron a conformar tribus. Previo concilio, cada quien expresaba para cuál asunto laboral era hábil. En el curso de la instauración de una sociedad que será «situacional», es impostergable que todos se informen de cómo cada individuo participará en el fortalecimiento de la «unión». Los que buscarán o producirán la comida y los custodias de los asentamientos aceptarán que quienes cuidan a las crías son tan dignas o dignos y respetables como ellos.

Siempre que determinada sociedad pretenda desarrollarse y trascender, tiene que impulsar la comunión de propósitos básicos entre sus miembros: proveerse de alimentos, construir viviendas, confeccionar su vestimenta, asistirse fraternamente, respeto hacia la personalidad, preferencias sexuales, afectos e ideales del otro, prevenir potenciales peligros y enfrentar la irrupción indeseable de elementos extraños que sean hostiles.

Empero, cuando las amenazas proceden de uno o varios integrantes de la «Sociedad de Civiles» sobreviene el caos: la confusión, discordia y disturbio. A causa del acecho de los predadores que padecían las tribus primitivas, no se sucedían agresiones de racionales contra racionales. La unión para la defensa y preservación de los individuos de la misma especie es primordial frente a quienes les place su disolución: impulsada, criminalmente, por minorías de codiciosos o desadaptados.

Los que rehúsan participar en labores de cría de ganado vacuno o aves; de siembra, aseo, producción industrial o comercio; de creación intelectual, artística o enseñanza, aducen anhelar la defensa de quienes en la Posmodernidad legitimamos lo que se entiende como «Nación». Ellos son dotados de uniformes distintivos y armas sin intenciones ofensivas, mucho menos para que a sus empleadores nos opriman o vejen a su antojo.

La tropa institucionalizada debe ser conceptualmente «pacífica», pero «armada» en tiempos cuando todavía infaustamente no impera lo que defino Razón Inmutable. Contrario a formular, en tono agresivo e insolente, de pendenciero, que es «pacífica» pero está «armada» en pro de un sobrevenido e inconstitucional proyecto político-financiero-religioso de secta (Es obvio: para apriorísticamente intimidar, que no persuadir o disuadir, a hipotéticos infractores futuros de esa abominación jurídica) Lo sublime sería abolir todo instrumento letal. Universalizar la plática fraterna entre los pobladores del planeta. Pero aquí persisten los apertrechados regimientos, y deben acatar las bienintencionadas exigencias de la «Sociedad de Civiles» que remunera sus servicios prestados.

Los hombres a los cuales la «Sociedad de Civiles» hubiere conferido la responsabilidad de portar armas, y luego se auto invistieren de «supremos» por enfermiza ambición o desquiciamiento, para que los miren similar a efigies vivientes a las cuales se debe rendir culto de paganismo, no merecen algo distinto al repudio de los ciudadanos. El convite que suelen oficiar a los corruptibles para lucrarlos a cambio de adhesiones, de ovación de palco, es el tedeum que a la Nación esos desalmados ofician. En la venerable lengua sacra y para culminar, enunciaré: «Nonnihil cupio mea: alienus idea deleo»

(XXIV)

Los «tiranocacas» al mando no conforman un «Estado Bueno» ni su antítesis

«La figura del Estado es avasalladora con su mercenariado, y ninguno bajo su influencia requiere de observación docta o culta para advertirlo: suficiente con ser humano, que la sensibilidad le es emérita y no la herejía de su victimario»

El «Estado» (Lat. «Status») no puede ser ni «bueno» ni «malo»: empero, con su infinita cursilería y falta de juicio, los «tiranucacas» (Lat. «tyrannus», «tirano», y «cacare», «estiércol») suelen conferirle atribuciones humanas a un concepto. Ellos, que sólo son diestros en el «Arte de la Demagogia» y el timo, deberían abstenerse de formular ideas propias de la Literatura Infantil: donde, todos lo sabemos, la «ficción-fantástica» es importante para divertir a los chiquillos.

El «Estado» es, procedimentalmente, el reconocimiento de la Cualidad Jurídica-Territorial que específicos y asociados individuos pudieren lograr para una entidad bajo su ocupación o conquista: donde se hubieren estatuido, en concilio de ciudadanos, normas: para el desarrollo de la producción de alimentos y de bienes inmuebles, su comercialización y consumo; el fomento de las Artes, Educación y Ciencias (es decir, La Cultura). Tiene su origen en el cúmulo de segmentos sociales que, durante la Pre-Modernidad, dieron cuerpo a las comunidades organizadas: con sus divisiones eclesiásticas, de nobles y plebeyos.

En tiempos cuando los «tiranocacas» pretenden, impúdicamente, que experimentemos temor hacia sus «investiduras» y los reverenciemos como a deidades, parte de cuanto nos exigen es que aceptemos que son «la institucionalidad del Estado» en sus respectivas circunscripciones (en eso están en concierto y sintonía, pese a las distancias que los separan) Los «analistas políticos» u «ociosos de claustrofalaces» presumen que esos ensoberbecidos «castigadores de disidentes», ilegitimados por sus «decisiones de facto», aun aquellos elegidos mediante sufragio, por ignorancia confunden el concepto de «Estado» con el de «Ministro Principal» o «Mandatario de Nación». No se ofuscan, discrepo, pero sí intentan atribular al Vulgo al cual perciben idéntico a una potencial «presa de cacería vespertina» (ellos despiertan al mediodía con resaca, para almorzar, porque todo esfuerzo no será matutino jamás)

Si el «Estado» es una cualidad jurídica, los «tiranocacas» lo dilucidan con su mínima cognición, y emplean su esencia para magnificarse: fusionándose con ella, amancebándose. Lo «Otro Concepto» es «Él» frente a los nada querellantes y desposeídos de fortuna, o la Dignidad que creíamos propia «de la gregaria». El «marginal» lo es, una persona aislada, por sentimiento de culpa frente a la todopoderosa e impalpable «institucionalidad de Estado»: con funcionariado de civiles ofendidos y humillados, gendarmería, servidumbre castrense, miliciana o paramilitar, fiscales, jueces y demás «estupicacas» designados para el resguardo de los intereses del Supremo Engreído.

La figura del Estado que los «tiranocacas» definen «bueno» es, deliberadamente, henchida y en su derredor se redactan interdictos destinados a penalizar como Deicidio «en Grado de Frustración» cualesquiera de los esfuerzos de la intelectualidad por desenmascarar a quien dice «encarnarlo». Pero el dócil e ignorante se «margina» y encorva, siempre abatido por la infusión de la «culpa». Persistentemente se le dice, de forma abierta o subliminal, que es un «cerril» y estará obligado a salir de su cuchitril para «defender con su vida» al Señor: «Feudatario», «Ministro Principal», «Monarca», «Emir» o «Jeque». No importa cómo evoquemos esas «pústulas» que plagan el mundo.

En sus enclaves, los «tiranocacas» al mando no conforman un «Estado Bueno» ni su antítesis. Son críos «eméticos» (Lat. «emeticus», «vomitivos»), porque nada que con alevosía produzca daño a la Humanidad puede sostenerse en un estómago. Refutar mi afirmación es dar preeminencia a la prosopopeya por encima de la Razón Inmutable, es convidar a los ignorantes al sepelio del Juicio. Ante la Verdad, que incomoda al hostil con representatividad en el «Status», los que declaran «nada ver» son falaces ciegos a causa de tanta y prolongada cobardía.

(XXV)

«Derechos Humanos» son el «Magma» de la Humanidad

«Son de la Humanidad, que jamás de cofradías de individuos apertrechados para ejercer con apego a doctrinas criminales. Son los Derechos Universales de las Personas sobre los cuales platicaría eternamente porque develan el auténtico y Gran Magma que la antropomórfica Razón Inmutable aborrece se mantenga oculto»

Mea sententia, los «Derechos Humanos» son el «Magma» de la Humanidad. La lucha por su consecución no es reciente, porque, obviamente, «Homo homini lupus» (eso, sesudamente, pensó el filósofo Plauto, 251-184 a. C, en Roma: «El Hombre es un lobo para el Hombre»). Se ha difundido que el Rey Ciro «El Grande» (Persia, 579-529 a. C) formuló un documento, una «declaración» relacionada con lo que hoy definimos como «Derechos Civiles» (no dudo que apócrifo, hallado en 1879 y tomado en serio por la Organización de Naciones Unidas). Aun cuando se diga, en descargo de su despotismo, que obró a favor de los admirables judíos, expandió más allá de Babilonia eso que los historiadores llaman «dominios».

Cuando escribo o diserto personalmente sobre tiranos adventicios, alrededor de quienes, tras pugilato de propaganda, buscan el «mando político» para rápido traicionar a sus electores, quienes me leen o escuchan suelen transferirme hacia los corredores de limbo donde moran los críticos forenses del poder «propensos a ser ejecutados en cualquier instante». De hecho, ya ello infiere que no es de gobernantes el acatamiento de los «Derechos Humanos».

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente