Cuando son musulmanes, afirman encarnar al profeta Mahoma y en defensa del «pópulo»: frente al cual lucen uniformes militares a la medida de su reputación criminal, y hasta carnavalescos, como esos monstruos de North-África-Mediterránea y arábigos repudiados por las nuevas generaciones de ciudadanos a los cuales no han podido enajenar ni someter a los seculares adoctrinamientos «en nombre de Alá».
La «Vida Civil», es decir, la «Civilización», tiene necesariamente que vencer las obsoletas prédicas de «Guerrasantismo» y «Anti-imperialismo» y propugnar la paz internacional para mejorar las condiciones de existencia de los humanos. Las contiendas por causas «raciales», «religiosas», «secesionistas», de «ocupación» o «dominación» sólo han esparcido millones de cadáveres de inocentes personas en el mundo.
Hay millones de seres a los cuales, desde el instante de su nacimiento, se les expedirá un prematuro certificado de defunción y nunca sabrán que lo significa vivir en paz o que tienen una existencia precaria. Cuando son infantes reciben instrucción para el uso de armas de guerra, aparte de distorsionados mandamientos de «origen Divino».
Y hay quienes propenden a mantener inalterable la malignidad implícita en la «Teosofía del Exterminio de Humanos», por «magnates» propicia, esa que sostiene la presunta «estabilidad» de sus formas de gobierno fundados en el «deicidio» o asesinato de Dios: al cual, infaustamente, nunca se le dio un «derecho de palabra» cuando los comandantes de tropas decidieron purgar de apacibles a la absorta e indevota Humanidad.
Pareciera que, aun cuando ya los «humanos» no estemos en el mundo, proseguirán las detonaciones: porque, los depósitos subterráneos de explosivos en dispensa de «magnates» detonarán por combustión espontánea y la muerte de especies continuará siendo su único legado en el Universo.
(XLII)
La aversión ciudadana hacia toda forma de exarca o férula
«No sería falso ni ridículo que fuese descendiente de otro paria mayor de república porque, conforme a su comportamiento, lo parece: una de sus minúsculas, pero igual lesivas réplicas»
No es fortuito que los hombres y mujeres que obran de buena fe hayan exhibido, y hoy lo hagan todavía, aversión hacia quienes se «hacen del Poder». En el mundo, siempre convulso, nuestras circunstancias sociales tienen causas que pueden develarse hasta en los nombres de los países. Por ejemplo, Alemania (del Lat. «germanus», como se les definió a los crápulas, a quienes se amancebaban en tropel para acometer en aquellos confines de la Historia de los Pueblos, e igual de mi acepta significación «hermandad»). Quienes delinquen «en concierto» encienden luces que develan su hermandad, su infalible comunión durante sus praxis conspirativas mientras sus víctimas nos dispersamos en fatuo discernimiento respecto a las causalidades.
Sobre la Providentia, yo nunca prodigaré ningún discurso a nadie: fuera o en mi psique está, subyace «en sitio» por cuanto discernimos respecto a ella, y no la aboliré filosóficamente. Su filiación con el «Intellectus» es irrecusable. Y, el ejercicio de la (deducción) inteligencia me impulsa a sostener que los seres humanos hemos sido, «en grado de protervus persistencia», víctimas de quienes gobiernan.
Pareciera que el gen (del Lat. «genus»: linaje, raza, también «de acepta significación» botánica «ADN» o «generesis») del mandatario dilucida la irreparable querella entre quienes cohabitan pacíficamente y los que buscan «hacerse del poder» tras diversidad de artificios. Motivo por lo cual, afirmo que quienes pretenden su consecución primero deben instruirse en los oficios del «forajido»: «timador», «usurpador», «aprovechador de bienes e inmuebles provenientes del delito», «violador de los Derechos Civiles que son de humanos» (y, más: diría que ad infinitum porque los crímenes contra la Humanitas se renuevan o evolucionan conforme a las «ciencias», «tecnologías» y la «ficción»).
No me asusta que se infiera que el «exarca» de la Antigüedad Griega (del Lat. «exarchus» o jefatural militar supremo) lo haya sido por concesión de una «Dignidad» inferior al «Patriarca» que simbolizaría a Dios, ello sin menoscabo de sus múltiples nombres. El «Exarca», «Rey», «Virrey», «Monarca», «Emir», «Feudatario», «Primer Magistrado» o «Comandante»: lucen como tropel hermanado en el crimen, representan al «Tyrannus» arquetipal que inspira aversión y suspicacia.
Vemos grupúsculos de intocables convictos, desquiciados, mentirosos, pero letalmente armados: y el Vulgo «falaciego» frente ellos, temeroso, sufragando en «flagrancia de simulación democrática». Y a «tiranocacas» (Lat. «Tyrannus cacare») sometidos al repudio de los pueblos que férreamente someten mediante el ejercicio de su indiscutible férula, y a señalamientos internacionales de sus delitos de «Lesa Humanidad». Los miramos durante el alba del Siglo XXI, que no resiste más violencia política ni tiranías sangrientas.
El auténtico Mesías fue un hombre inteligente y pobre, un filósofo que de sí mismo predijo moriría crucificado: empero, la vida de aquellos que pretenden exhibirse «mesiánicos» transcurre entre lujos extremos: costosísimas aeronaves, vehículos con blindaje, suites, gemas, trajes de plató hollywoodense y cara custodia de importado mercenariado porque no confían ni en sus sombras.
«-All people love to me, and I do not living out my nation» -esputó un tiranocacas, recién, a una dama que lo encaraba en «rueda de periodistas». Mientras pagan con el Tesoro Público innumerables guardaespaldas, pretenden ser amados por los ciudadanos a los cuales vejan: y, mediante inmoral y tendenciosa propaganda, les infunden que están predeterminados a perpetuamente gobernar.
(XLIII)
El sector suicida y falaciego del Vulgo
«Los invidentes que yo respeto miran cuando palpan, pero repudio a los ciegos que observan cómo algunos delinquen en despachos de Estado»
Los ciudadanos que no digerimos las píldoras de «anfetaminas» que los timadores de los ámbitos políticos reparten gratuitamente a la población, sólo podemos «compadecer» (tras luchar contra la «Funestología») al sector «suicida» y «falaciego» del Vulgo al cual dopado conducen como rebaño hacia el fondo de una peligrosa pendiente. En cualquier país donde la importancia de los individuos se califica positivamente según su «capacidad delictiva», no se puede presumir que la Nación se desarrollará.
Se presume que los seres humanos pasamos de la «Infancia» a la «Pubertad», «Adolescencia» y «Edad Adulta» que, por «negligencia criminal», el sector falaciego de la ciudadanía convierte en «Edad Oscura». Los nacionales tienen la suprema responsabilidad de mantener erguidas a sus repúblicas, inclusive constitucionalmente. Es inconcebible que la evadan, que coloquen vendajes en sus ojos, que huyan hacia ninguna parte o que se plieguen a los desalmados que obran sin respeto por los «Derechos de Civiles» que son «de Humanos» y no Ficción Discursiva para adormecidos.
En nuestros países de Ultimomundano y en el Oriente Medio, la espectacularidad de la resistencia ciudadana (producto de la información «multimediática» y la «instrucción» masiva) devela que estamos bajo asedio. En concierto para delinquir, la canalla de indoctos letalmente apertrechados junto con civiles aptos pero insolentes, pretenden socavar la Institucionalidad Universal de Libertades y Derechos Humanos que jamás capitularán (la Historia,en nuestro nombre, así lo ha sentenciado y mantiene ad perpetuum en resguardo jurídico).
La «Hegemoníaca Doctrinal» que tanto daño ha hecho a la Humanidad, y tantos cadáveres ha esparcido por el mundo, la Historia mediante ha tenido y tendrá resistencia pacífica e infaustamente también bélica cuando se trata de eso que en códigos penales se consagra como «Derecho a la Defensa». Sus profesos torpedean toda posibilidad de pulcra competencia ciudadana por la consecución del mando para la bienaventuranza. Lo hacen mediante normas inconstitucionales, y el laxismo con tropas y hampones licenciados para matar.
Lo cierto es que donde no se compite nadie sabrá quién es el mejor y, consecuentemente, todos pudieran ser peores. Quizá por ello, la «Contienda Intelectual y Civil» no tiene demasiados adherentes entusiastas: pero, si hampones y fuerzas armadas mercenarias disfrazadas de institucionales.
(XLIV)
La «Violencia» es instrumento de la Contracultura Humanística
«Cuando (irascibles) vertimos Violencia contra el prójimo por la emancipación pretexta, consumamos un hecho punible y la derogación de nuestra quiescencia: sin previo interdicto de consenso civil o concilio de abadía»
Pienso que la fragilidad física del tetrápodos [23] ese que quizá nos haya precedido, produjo el «accidente cósmico» del advenimiento de la «Inteligencia» en nuestros antepasados «humanerectus»: permitiéndoles equilibrar su permanencia ante predadores y patógenos medioambientales. No nació con un lenguaje, su novísima Inteligencia lo configuró psíquicamente apto para proveerse de uno que lo haría sobresaliente. El lenguaje, que irrumpió junto con la necesidad de vocalizar sus propios e iniciáticos jeroglíficos (Lat. «hieroglyphicus»: grabados pictóricos a base de dibujos o imágenes, himen de la futura fonética y alfabética), que le servirían tanto para «comunicarse» como para instruir y registrar acaecimientos histórico. Del Reino de la Violencia Predadora, nos apartamos.
Debo prodigar mi convencimiento según el cual es patético que los «seres humanos» no podamos deslastrarnos de la Violencia, ni admitir que implica «Contracultura Humanística». Suelo experimentar desagradables desavenencias con «vertebrados racionales» que son, insólitamente, profesos de lo que defino «Guerra Doctrinal Presunta» [24] Comodísimos, ellos haraganean instalados en «claustrofalaces» [25]
Aun cuando muchos se resistan a reconocer que nuestra Inteligencia se debió a la Evolución, y que (mía metáfora) ellos representarían a rezagados «tetrápodos» predecesores de la Especie Humana, la Ira es un inaceptable y persistente instrumento de la desquicia que da forma a lo que califico como «Fenomenología de la Paraplejia Conceptual». La mitad de los razonamientos que dan cuerpo a la defensa «nada doctrinal», sino «visceral», de la «guerra emancipadora» (ya en su amplísima panorámica) se mueve ininteligiblemente. No persuade, pero, por salvaje, asusta.
La vertiente de antropoides ulteriores a los tetrápodos de los cuales se presume descendemos se proveyó, por «accidente cósmico» o mediante la «mutación» de su cerebro, de entendimiento: se forjó una «lengua» [26] y discernió circunscribiéndose a la Razón Suficiente. Se volvió «culto», se confeccionó una «cultura», la nuestra actual, que es «humanística»: «pacífica», «fraterna», «amorosa», «sensible» y «solidaria» a partir de la praxis del raciocinio. Cualidad que, sostengo, es inmanente e inmutable en nosotros: en el «Ser» inexplicablemente oculto que fuimos antes del evento representado en nuestra progresiva iluminación.
(XLV)
El «califato» de gobernantes espurios
«Son los propios gobiernos con amagos imperiales quienes engendran a los sediciosos que les dan sepultura en sus postrimerías, y no los ciudadanos sometidos a indigno vasallaje»
Es importante advertir que numerosos vocablos proceden de hechos relacionados con el ejercicio del mando, como, por ejemplo: «calificado (a)». Una persona lo es, «calificada», cuando de ella se presumen ciertos «méritos» (conocimientos, decencia) por los cuales es respetable en las comunidades que ingenua y consecuentemente le confieren autoridad.
Cuando los ciudadanos creyeron que alguien era «calificado», sufragaron para investirlo: para que lícitamente (o conforme a las leyes) administrase los recursos de una Nación. Era «calificado», pero no por ello debía actuar como un «califa» (del árabe antiguo «halifah», «calife» en francés, un «vicario» de Mahoma entre musulmanes).
A tales sucesos se les da un equívoco trato extinto. Lo digo porque es obvio que persisten sujetos sin «moral» ni sensibilidad social que, mediante diversos métodos, unos peores que otros, que van desde el timo hasta la violencia, se «hicieron del mando» y actúan principescos. Para ellos, el ejercicio del mando que lograron en «democracia» es un burdo «califato». Respecto a los califas, allá (en territorios árabes) los hombres y mujeres intimidados por los vicarios de Mahoma fueron sometidos a tratos vejatorios que incluían la esclavitud sexual y laboral.
La «dignidad» implícita en la expresión castellana «calificado(a)» tiene un pasado abominable. Quizá por eso no es fortuito el comportamiento despectivo de unos hacia otros en las sociedades de nuestra realidad y tiempo, entre quienes se han «instruido» o procurado un título académico que miran «nobiliario» y los que han hecho fortuna o consiguieron fraudulentamente «autoridad» civil o militar. La persona no «potentada» («pataruca», «campesina», «obrera», la que ejerce oficios en hogares ajenos, la «servidumbre») suele todavía recibir tratos indignos.
Podemos advertir lo expuesto en las innumerables protestas públicas contra gobernantes que se sienten «califas» y que, en vez de cumplir con sus responsabilidades administrativas con la Nación, se apropian indebidamente del Tesoro Público que dilapidan: se hacen rogar y hasta esperan negligentes que algunos fallezcan antes de «avocarse» a la resolución de las exigencias de los sectores sociales afectados por quienes se han corrompido en funciones de gobierno con amagos «imperiales». Infortunadamente, al parecer no lo merecimos: no tenemos ni quizá advengan gobiernos nobles sino agujeros negros que todo lo absorben para desaparecerlo.
(XLVI)
El Síndrome de «Inmuno Resistencia Intelectual Asumida»
«Los ciudadanos del mundo no tienen por qué vivir precariamente para que, especialmente quienes deberían (con probidad) administrar los recursos de los nacionales, ciertos canallas adornen con esa desgracia su demagogia discursiva: que desatarán en cónclaves, congresos o eventos internacionales en los cuales suelen repetitiva e hipócritamente disertar sobre las formas de combatir la pobreza»
Ningún asunto atribula más que intentar discernir frente a una o más personas afectadas con el Síndrome de Inmuno Resistencia Intelectual Asumida (SIRIA), cuya pandemia jamás ha sido mitigada por ninguna sociedad de primer o ultimomundano. Cuando infiero que es un «derecho» y «deber» de todo individuo procurarse cada día una mejor existencia, no suelo ser correspondido. Todos merecemos, principalmente: adecuados refugios, bienes de consumo, óptimas condiciones medio ambientales, instituciones educativas y hospitales para nuestra salud y confort (elementos que nos mantendrían felices y aptos para el trabajo). Con la satisfacción individual y colectiva, la Justicia automáticamente emerge.
El descrito, bienintencionado e impostergable propósito no suele ser entendido o admitido por excluidos o segregados. Aunque son las principales e indiscutibles víctimas de los vándalos que accidental, efímera y denigrantemente suelen dirigir o aporrear sus vidas, los vetados del Tesoro Público se rehúsan dar «un paso hacia la Civilización»: para deslastrarse o emanciparse tras exigir respecto por sus «Derechos Humanos». Uno de los oficios más deleznables inventados por el «Homo Facinorosos», el de «Timador de Nación», desde hace demasiado tiempo persiste pese a estar en fase decadente. Y su vigencia se debe, sin dudas, a la «metadona» de la voluntad conocida como «Inmuno Resistencia Intelectual Asumida» y al miedo que exhiben algunos seres humanos a forjarse una «máscara» [27]. El «antifaz» procede del etrusco «phersu», morfema que evolucionaría en «persona».
Cierto que el «temor» es una especie de comportamiento defensivo en los seres vivos, pero ese sentimiento a nadie impide macerarse un «carácter» o «personalidad». La renuncia a enfrentar al agresor, pacífica o violentamente (según la gravedad de las situaciones) es una absurda capitulación en una contienda que ni siquiera se ha suscitado y que está en «fase de tentativa». Cuando la «resistencia» frente a la irrupción de victimarios hiberna, las comunidades se condenan al pauperismo y explotación.
El perfil «indocto» de alguien no es vinculante en el proceso cognoscitivo: mecanismo psíquico que permite al sujeto advertir conductas o actos lesivos e, inclusive, no castra su capacidad para discernir aun de manera primitiva (si mi premisa no fuese cierta, los homínidos no habrían intelectualmente ascendido). La voluntad en cada individuo es su propia representación, sin cuya existencia no le sería posible cohabitar de modo pacífico y fraterno en un territorio. La voluntad individual que se propaga en forma de colectivismo frena la codicia de los desalmados y corrompidos de nuestra especie, hombres y mujeres hábiles: pero, sin tropas no fruncirían sus entrecejos y se ocultarían como escoria en basureros.
(XLVII)
El «mandante», su «mandato» y el «mandatario»
«Que no tuerzan, y mucho menos corrijan, los conceptos que fundamentan la Sociedad de Civiles aquellos reos de la Justicia Intermisa: aquí o allá, poco importa dónde y hasta cómo conspiren para delinquir (en concierto internacional) las crápulas a las cuales tácitamente se les han impartido órdenes de captura pero (gracias al oro-brillo) continúan receptos de los honores reservados a los auténticos dignatarios»
«Mandar» deja de ser un verbo para convertirse en monstruosa aberración. Así como aspirantes políticos, periodistas, analistas y hasta abogados confunden la «Institucionalidad de Gobierno» con la «Majestad de Estado», del mismo modo convierten en «feudatario» a un individuo al cual se le ha confiado una «non infinitus» pero grave labor en una república. Quien, en lamentable y persistente desacierto de vulgata es electo y jura «cumplir», luego convoca a quienes a su lado se empadronarán para la ejecutar el diabólico propósito de aniquilar a una Nación mientras le confiscan sus riquezas que no por ser «públicas» son de la impudicia para que se la apropien o comisen.
El («mandante») pueblo, que decide quién administrará las riquezas de su país, dicta un «mandato» (Lat. «mandatum») que implica un precepto o «asunto preconcebido»: que, sin menoscabo, es profusamente informado al que se cree «apto» y expresa sus anhelos de competir para ser «mandatario» (Lat. «mandatarius») en la Sociedad de Civiles. Virtud a un sufragio, digo, y no a la perversa extensión, que discierno como suceso «de facto», ese individuo firmará el «contrato consensual» que estará obligado a respetar sin recusación alguna. Por ello, jurídicamente se infiere «que los ciudadanos le demandarán su responsabilidad en caso de incumplimiento o desacato».
Todo lo expuesto debería ser inmutable, pero sólo las víctimas de los usurpadores con «mando» sabemos que los actos electorales son «de comics» y «ceremonia» en la Histriónica Universal. El hombre o la mujer a la cual se le contrata firma, mira en derredor, ríe, se quita su agujereado manteo, celebra con una bacanal su triunfo y, cuando los participantes en el convite están dopados, cambia la «puesta en escena» sin «previo aviso e inexorablemente».
Los que («no por extensión») están al mando saben que Dios, si existe, no tiene armas para la «contienda sangrienta». Empero, sospechan que, avergonzado por la conducta de los hombres a los cuales creyó haber dotado de intelecto, envió un «legatus» con suficiente conocimientos para fabricarlas y de ese modo mirar cómo nos exterminamos. Tienen conocimientos, es decir, son «legos» (embajadores de la Divinidad) sólo los profetas de la Suprema Conciencia Universal o Humanidad. Sumido en la Hipnosis Evangelista, los bienintencionados lavamos las llagas de los pies de sujetos que se apresuran en golpearnos: lo hacen, benditos los «litteratus» que lo registramos, sin finalmente advertir que, aun en la territorialidad de sus tinieblas, también a los malignos siempre hay quien los aguarda con provecta jurisdicción para «pasarlos por las palabras».
(XLVIII)
El perverso culto a la «criminalidad» y la sanción moral a la víctima
«-En ámbitos donde se ventilan actos criminales y donde un registro de delitos y penas para castigarlos permanecen judicialmente archivados y enmohecidos, sólo se permite discutir sobre costas procesales: dirimir y redactar sentencias ulterior al ruido de los próceres impresos del individuo juzgado»
En una ocasión, a la salida de una institución bancaria, abordé una buseta del transporte público en compañía de mi hija menor que (en aquellos días) tenía doce años de edad. En el interior del vehículo, pese a no resistirme al atraco, dos delincuentes me golpearon y arrebataron mi dinero tras fallidamente emplear varios y conocidos «artificios». Durante el proceso, pedí al conductor que me auxiliara y no lo hizo. Los tipejos bajaron en la siguiente parada y se internaron en un peligroso suburbio de la ciudad de Mérida.
Posteriormente, en el curso de una plática que sostuve con varias madres, mi hija me pidió que la inscribiese en un liceo lejos de nuestra residencia: situado frente al barrio en el cual se ocultó el par de sujetos que me había lastimado. De inmediato, le expresé mi rechazo a su idea.
«-Es tu culpa que ellos te hayan robado, papá -irrumpió en defensa de su propósito-. No tenías por qué llevar dinero contigo»
Las señoras con la cuales platicaba rieron. En el caso específico que me implica, obviamente mi hija jamás rendiría perverso culto a la «criminalidad». Pienso que, con la inocencia e imprevisión propia de una infanta, quiso minimizar el incidente para persuadirme que la anotase en esa institución educativa. Pero, medité durante el resto del día alrededor del asunto porque recordé otros discursos que (con persistencia y mediante un lenguaje «de vulgata o pueril») escuché desde mis días de infante. He aquí algunos de mis razonamientos o adagios que se aproximan a esas creencias populares:
«Es cierto que es frecuente que políticos sean degenerados y hurten, pero, los de esa casta permiten a otros que también lo hagan»
«La insolvencia moral de quienes usurpan, ultrajan y obran en provecho propio procede de tu propia inamovilidad intelectual y física»
«No aspires que te designen para ocupar cualquier cargo público, sino como jefe donde haya suficiente dinero para administrar»
«Ese hombre fue un importante funcionario público y, cuando terminó el período de gobierno, regresó sin gloria ni fortuna a su antiguo trabajo»
«No se trata que haya personas con inclinaciones delictivas: cuando trabajas con quienes están corrompidos, si decides silenciarte y no te enriqueces con ellos igual serás señalado»
«Quien acepta ejercer funciones de mando lo hace porque tiene la certeza que, para todas las cosas buenas, primero será Él: luego su familia y finalmente el pueblo»
«Cuando planees robar, hazlo abundantemente: porque, si algún día te imputaran, tendrías dinero de sobra para pagar los sobornos de tu absolución o sobreseimiento»
«Declina informar que has visto a tu prójimo en la comisión de hechos punibles y serás exento de todo, hasta de asuntos por ti inimaginados o insospechados»
«No desenfundes un arma frente a un enemigo si sólo pretendes dejarlo levemente herido, porque recuerda que sólo si escupes encima de su mortaja blindarías tu existencia»
«Fue investido, luego no ejercerá mostrándole respecto a los ciudadanos ni acatará las leyes que lo sostienen»
«En culturas donde el subdesarrollo es doctrina de Estado, todos saben que nada semeja más a una ceremonia de parada militar que una Constitución de República»
«En un hipotético juicio contra un poderoso tu más inteligente testimonial sería tu silencio y tu equívoca delación tu seguro boleto al infierno»
«No te enfades cuando quienes representan al Poder Judicial fijen un precio a tu Libertad, hazlo si aun poniéndote a Derecho con dinero en mano persistan en la idea de tu confinamiento»
«Ninguna imagen refleja más fidedignamente a la Justicia de todos los Siglos que los lingotes de oro macizo bajo resguardo de hombres letalmente armados»
«Frente a quien ya elegido te da trato abusivo, comienza por fustigar tus juicios»
(XLIX)
En el «Estado Social» la Justicia declina
«Advierto que, en el curso de la Postmodernidad, con explícita desfachatez el funcionariado procede porque sostiene que no debe ser de Derecho y Justicia el Estado: sino, torcida y curiosamente, Social que además orgulloso exhibe vandálico»
No son «reos de delito» los criminales, sino «privados de sociabilidad». Para los de juicio torcido, nadie es pobre: sólo una persona «sin acceso a las riquezas». Ya no son calvos los hombres, sino excluidos de cabellera. Tampoco hay pervertidos, sino proclives a divertirse. No llamaremos vagos a quienes lo son, sino «inmovilizados». Los desempleados conforman sectores «exceptuados de nóminas institucionales». Los dispendiosos del Tesoro Nacional «simuladores de actos monárquicos». Ninguna pareja dirá que se ha divorciado, sino que «se han ausentado el uno del otro». Y no existen infieles, sólo exploradores de la «Sexodiversidad».
Prohibido decir que existen vándalos, empero se nos permite inferir que hay seres «privados de asistencia psicológica». La «Sexodiversidad» (entiéndase como el estudio de las diferencias entre ser una persona «sexualdivertida», «sexualdiversa», «sexoperversa», «sexualzoofila» y «sexoinfesta») es un compendio o tratado con incipientes doctos, virtud al cual, por ejemplo, ya no existen prostitutas: sólo «damas por paga persistentemente abusadas». Los promiscuos son «gozoduros». El que ultraja es un «visitador de orificio sin tarjeta de invitación». Los gobernantes «objetos mediáticos de distante presencia».
Ahora los corruptos de la Administración Pública son calificados como «apropiadores por tentativa culposa», los políticos ineptos sujetos «aquejados de insuficiencia de pericia» y los sicarios «victimarios no intencionales por urgencia de finanzas». En el «Estado Social», es menester torcer ingeniosamente el lenguaje: revertir los conceptos y las culpas. La pena no es consecuencia del delito, sólo «absolución sustitutiva» con esporádicas presentaciones en recintos judiciales. Los degenerados son unos «imperfectos de origen», y los licenciosos «diversos en gustos». En el adefésico «Estado Social», la Justicia declina a favor de las presuntas «víctimas del Capital» que de victimarios ejercen funciones.
Bajo el universalmente admitido Estado de Derecho y Justicia, los propulsores de la novísima entelequia divulgada como «Estado Social-Lastre detonan ruidosamente su flatulencia de fogueo que no enceguece pero ofusca con su hedor. Los conceptos son deliberadamente malinterpretados con propósitos disuasivos. El «Pueblo», al cual también se le llamó «Vulgo», es «La Vulgata»: «Mutante de Sufragio», «Imbécil-Arreado.
Los conceptos son deliberadamente malinterpretados con propósitos disuasivos. El Pueblo, al cual también se le llamó Vulgo, es «La Vulgata»: «Mutante de Sufragio», «Imbécil-Arreado». Cuando a los burócratas se les impreca por ocultar información sobre asesinatos causados por la violencia delictiva, la terrible de asueto findesemaniano, afirman que los «índices de prescritos disminuyen semana a semana». Y los damnificados por calamidades son «dichosos por el buen vivir, beneficiarios de la acción del Poder Ejecutivo». Advierto que, en el curso de la Postmodernidad, con explícita desfachatez el funcionariado procede porque sostiene que no debe ser «de Derecho» y «Justicia» el Estado: sino, torcida y curiosamente, «Social» que además orgulloso exhibe vandálico.
(L)
«Dignidad» de «Jeque», «Monarca» o Reptilsaurio
«Cuando han gravemente ofendido, los reptilsaurios al mando merecen una férrea y segura respuesta de una de dos hipotéticas víctimas: de quien apresurará su faena en condiciones adversas, o la otra que colocará en fase de hibernación su venganza que final y magistralmente ejecutará en el momento preciso»
Quienes vivimos durante la «Era Posmoderna» estamos, con apego causalidades, en «curso de querella» con los «espíritus» que fueron exhumados para que poseyeran los cuerpos de sujetos que actúan como si hubieren logrado (a perpetuidad) auto-investirse de la «Dignidad» de «Jeque» o de «Monarca»: nada distinto a «Dignidad de Reptilsaurio». Ya en las postrimerías del Siglo XX, la mayoría de los habitantes del planeta se equivocó al presumir que, con el advenimiento del Milenio XXI-XXXI, en el mundo consagraríamos la definitiva abolición de la cursilería y crueldad implícita en prácticas jequesianas o monárquicas con su «hadamiaje»: cuidado porque no escribo andamiaje. Entre las inmutables «hadas» de in-abolidas monarquías, dopado el sempiterno e ignorante Vulgo.
Los primeros registros confiables de la existencia de la figura del «Jeque» (del árabe «sayh», régulo que tiraniza en una provincia) trascendieron por virtud de los mercantes británicos a partir de l820. En la región que hoy conocemos como Emiratos Árabes, los buques de aquellos marinos de imperio caían bajo los feroces asaltos de las tribus endógenas. El Imperio Inglés se persuadió de la necesidad de un «un pacto de no agresión mutua» con los sayhs que capitaneaban la piratería, asesinatos, violaciones y robos perturbando la quietud y el comercio costeño. Ulteriormente, el año 1892, los ingleses acordaron con los jeques, aparte de «infinito protectorado militar» el monopolio del comercio y explotación de los recursos naturales (con las obvias consecuencias de mantener bajo terror a los gobernados).
No es a causa de accidentes de la Historia que las miserias de la Humanidad procedan, por una parte, de los codiciosos reptilsaurios al mando de vándalos armados o ejércitos medio disciplinados: esos que emprendieron la conquista de territorios plagados de famélicos faquires, siempre intimidados por obesos jefaturales: para la consecución de tesoros, imposición de intendentes con maledicencia esclavista y la expansión de dominios imperiales en asentamientos que igual estuvieron sometidos por maleantes nativos. Vicios y sus propulsores que, al cabo de centurias, en Viejo y Ultimo-mundano han sido exhumados sin la previsión de una Teorética del Mal empero con abundantes prácticas de conductas salvajes.
Ya en el curso del Siglo XX, se pudo advertir el éxito que (previo aprendizaje de costumbres monárquicas mezcladas con el Islam) tuvieron los musulmanes con mayor perversidad intelectual para multiplicar faquires en poblaciones lastimosamente atrasadas pero al mando de cúpulas o élites de jeques: cada cual con su respectivo Funcionariado de Oficiosos Aduladores.
Posterior a 1603, irrumpiría, auténticamente, el primer «Monarca» (Latin «Monarcha», soberano de un Estado) en lo que precipitaría el Reino Unido (Inglaterra, Escocia e Irlanda). Fue Jacobo I, tras el fallecimiento de Isabel I. Las jurisdicciones territoriales eran definidas como la Casa Tudor y Casa Estuardo. He ahí el origen de la Transnacional Canalla Tiránica, y sus ceremoniales que en lo falaz comulgan. Los monarcas se sentían «el Estado», y la Nación que lo sostenía en pie era lo que en Ultimomundano se despecta como «El Perraje».
La «Soberanía» residía en Él y no en el pueblo. Que alguien me refute y diga que esas atrocidades, esos insultos contra la Inteligencia y dignidad del Ser Humano, no semejan a las que exhiben quienes nos gobiernan bajo diversidad de excusas: como esa de imponer, Alba XXI mediante y para siempre, la Revolución de Adefesio: capitaneada por exhumados y auto-investidos de tiranos de non sancta y de inventiva providencia. Por lo expuesto, cuando han gravemente ofendido, los reptilsaurios al mando merecen una férrea y segura respuesta de una de dos hipotéticas víctimas: de quien apresurará su faena en condiciones adversas, o la otra que colocará en fase de hibernación su venganza que final y magistralmente ejecutará en el momento preciso.
(LI)
Proyecto de «Ley Universal para la Educación Superior» (PLUPES)
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
Tácitamente investido, y, en ejercicio de mis atribuciones como «Individuo Civil del Mundo». Considerando: que todavía no han sido abolidos los peligros que se ciernen sobre la Humanidad, propugnados por sujetos de mentalidad perversa e irracional, proclives al desacato del Estado de Derecho y al vandalismo diseminados entre las naciones. Sin ambages ni arrogancia, publico mi siguiente (moción) «Proyecto de Ley Universal para la Educación Superior» (PLUPES):
CAPÍTULO I
En cualquiera de los recintos para la Educación Superior donde converjan quienes, a causa de sus vocaciones y propensión al Imperio de la Civilidad, anhelen ávidamente ser instruidos en alguna de las Disciplinas del Conocimiento, sólo serán excluidos por «hostiles» a la Humanidad y la Razón que la sostiene: los «peathomos» y «ruralhomos» que ingresaren armados, con distintivos o esvásticas de nocivo proselitismo político, para cometer uno o varios de los Delitos Contra El Ser, su Inteligencia, la Universalidad de la Academia y su Legado. Infracciones que, previa inquisitoria, enuncio:
(Art. Primero).- «La Infusión del Miedo, Intimidación o Amenaza Directa o Subliminal en perjuicio de toda la Comunidad Universitaria o uno de sus integrantes».
(Art. Segundo).- «El Allanamiento Fortuito e Indebido, sin la motivación que la Flagrancia Dicta, de Recintos para la Instrucción, Aprendizaje, Laboratorio o Creación Intelectual».
(Art. Tercero).- «Someter a una o más personas a la Esclavitud mediante el Adoctrinamiento o Alevosa Orden de la Canallesca Jefatural-Burocrática que, mediante esta ley, se proscribe».
(Art. Cuarto).- «La Apropiación o Destrucción de Bienes Privados o Públicos, de Inmuebles, Obras de Arte, Archivos, Libros y Conexos, Invenciones de Tecnológicas o Hallazgos Científicos producto de la Investigación».
(Art. Quinto).- «Lesiones Físicas Leves o Gravísimas, el Trato Denigrante o Vejatorio contra personas Intra o Extra-Academia».
(Art. Sexto).- «Sabotaje contra la Impartición de Saberes».
(Art. Séptimo).- «El Secuestro, la Violación o Lascivia en perjuicio de personas en Áreas Institucionales o Extramuros».
(Art. Octavo).- «La Persecución contra la Libertad de Pensamiento, Investigación y Creación, el Asedio al Culto no Lesivo, a la Asociación para el Estudio, Divertimento o las Adhesiones no Corrosivas de los Intereses Colectivos».
(Art. Noveno).- «Conspirar para el Exterminio de la Institucionalidad Universitaria»
CAPÍTULO II
Las autoridades institucionales serán seleccionadas mediante «Concurso de Credenciales (extra o) Académicas», sin menoscabo de las aspiraciones de ninguno de los miembros de la Institución Universitaria, que serán responsables de sus actos. Es potestad de los representantes jurídicos de cada universidad:
(Art. Primero).- «La Honestísima Administración y Presentación Pública de Ingresos-Egresos».
(Art. Segundo) «La Contratación Ecuánime de Personal Calificado para la Diversidad de Funciones»
(Art. Tercero).- «Dotar a las instalaciones de los materiales que se precisen para el excelso funcionamiento de las actividades».
(Art. Cuarto).- «Velar por la Proba Impartición de Sabidurías».
(Art. Quinto).- «Llevar ante los despachos de temporales del mando nacional, por escrito y previo riguroso análisis e indagación administrativa, los presupuestos que se requieren para dignamente remunerar al personal y equiparlo».
(Art. Sexto).- «Pasar por las Palabras a Infractores Externos o Internos y dictarles penas no inconstitucionales o Lesivas a sus Inmutables y Humanos Derechos»,
(Art. Octavo).- «Bogar por el respeto debido a todos los peathomos o ruralhomos, universitarios o no, perturbados o lúcidos, y por el resguardo de las edificaciones».
(Art. Noveno).- «En Primera o Última Instancia, la Defensa de la Humanidad y la Razón que la Sostiene»
(LII)
«Cometer Literatura»
«Yo, que deploro a la Vindicta Pública o Vendetta y todas las armas de guerra que le dan forma letal, durante mis días de infante creí que nada a la Humanidad lesivo había en mi existencia hasta cuando tuve que admitir que propendía a convertirme en escritor: es decir, en un incorregible pendenciero de la palabra»
La realidad ha demostrado que la Literatura «se comete» a partir del instante cuando leemos una novela, una pieza teatral o un poema (exceptúo al Ensayo, porque es la percepción docta del parto de los escritores non sacris)
La primera vez que «delinquí» en el territorio de la intelectualidad lo hice al escribir mi primer cuento, a los seis años (según testimonio de mi madre). Luego al leer el Quijote (1605), que admito me aburrió. Empero, reincidí y leí varias «noveletas» del español Marcial La Fuente Estefanía (1903-1984, cuyos lectores creímos que era norteamericano: pero, al parecer, el redactor de westerns jamás visitó USA) En sus textos describía, tan magistralmente como un film, los asaltos a ferrocarriles y bancos: las riñas, las ejecuciones con horcas, los duelos (fundamentalmente con revólveres y rifles) y el ulterior abatimiento de forajidos o comisarios. De él recuerdo la memorable frase de uno de sus personajes: «La muerte une a todos los hombres» (en Caída mortal, 1977) Eran, las suyas, ¿«actos delictivos»?
En sus tramas hubo forajidos y representantes de las leyes que los hostigaban y cazaban. Eran, ¿«obras literarias» o «testimoniales» de «actos delictivos»? ¿Merecen que se les recuerde como textos realmente literarios las novelas de La Fuente Estefanía? A mi me divertían, me conmovían e impulsaban a tener esperanza en hacedores que no provocan tedio como Miguel de Cervantes (1547-1616, Madrid) Ovacioné el talento que exhibió Horacio Quiroga (1878-1937), quien satisfaría mi apetito literario con su compilación intitulada Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917)
Un día llegó a mis manos Crimen y Castigo (1866), cuya lectura me mantuvo exaltado y maravillado. Advertí que, aparte de entretenerme, Fiodor Dostoievski (1821-1881, Moscú) me incitaba a escrutarme psíquicamente. Me narraba un suceso que suscitaría innumerables reflexiones y pláticas entre el criminal y su perseguidor, que parecía admirar la inteligencia del joven asesino. Durante mi pubertad, continué riéndome al leer La aventuras de un cadáver de Robert L. Stevenson (1850-1894, Edimburgo). Me pregunto si me falla la memoria y no se trata de una novela del autor del Extraño caso de Mr. Jekyll y Mr. Hyde (1886).
Cuántas veces no me maravillé adentrándome al mundo «poético-narrativo» de José Antonio Ramos Sucre (1890-1930, alguien que «cometió Literatura y Suicidio») Con el advenimiento de mis más fortísimas depresiones de adolescente, recuerdo haber colocado en la puerta de mi habitación un fragmento de «Preludio» que transcribiré: «Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras» (1925). Admito que me parecía superior al venerado J. L. Borges (1899-1986), cuyo Libro de los seres imaginarios (1967) indultaba a los profesos de ficciones.
Ya me ocurrió hace más de veinte años, en el Hotel Prado Río de Mérida, que fue muchas veces sede de coloquios y encuentros literarios. Conversaba con admirables intelectuales y amigos, y les comenté que me había fascinado un texto de Albert Camus intitulado La muerte feliz (que compré en una librería de Sabana Grande, Caracas). Les dije que el personaje de Albert Camus (1913, la Argelia francesa) era un hombre adinerado, confinado a una silla de ruedas a causa de un accidente. Buscó, mediante avisos de prensa, alguien capaz de matarlo a cambio de su fortuna porque no quería seguir viviendo en tan precarias condiciones físicas. Y halló a un individuo que lo satisfaría. Al cabo, ese criminal se arrepintió y rogó que lo ajusticiaran.
No recuerdo cuál de los presentes me desafió a demostrar que esa narración era de Camus y no una inédita novela «que yo cometí»? La mayoría rendía culto a Baco y, quizá por ello, pensaría que la memoria me fallaba o yo intentaba impresionarlos. Nadie, entre los presentes, sabía de la existencia de esa ficción. Y yo dudé por cuanto no la tenía en mis manos. Años más tarde la recuperé y se la obsequié al poeta y ensayista Fernando Báez Hernández.
A quienes hayan analizado algunas de mis «noveletas» (Aberraciones, Adeptos, Dionisia, Desahuciados, Alucinados, Decapitados o Escorias, por ejemplo), preguntaré: ¿tienen elementos incriminatorios? ¿Soy inimputable? No sólo en derredor a mis novelas y cuentos he sentido cierta presión de índole «socio-política» o «académica», sino en torno a mis anotaciones filosóficas y ensayísticas brevísimas.
A partir de mi pubertad busqué, ansioso, que los narradores me divirtiesen y algunos lo hicieron. Décadas después de haberme topado con Crimen y Castigo, disfruté con textos de Boris Vian (Escupiré sobre vuestra tumba) y otros autores.
Aun cuando no sea un escritor en situación de «reo de delitos intangibles», he cometido Literatura y soy un confeso. Pero, felizmente, permanezco en «Régimen Sustitutivo de Presentación Esporádica» gracias a la benevolencia de los «magistrados» del Tribunal Supremo de la Justicia Literaria (TSJL) de Venezuela. Digo que, a veces, los destellos de la Escritura semejan a los de una detonación: empero, la elijo por cuanto nunca abatió físicamente a nadie.
(LIII)
El Despotismo
«Cuando infelizmente los oprimidos irguen en armas contra el déspota, cruel victimario al cual se le anuncia el propósito rebelde de fijar término a sus abominaciones, pronto asevera que la insurgencia es intención deicida»
Pareciera que un maligno registro de ADN (o ácido «desoxirribonucleico») impulsara a los individuos a querellarse: a imponer sus antojos criminales en perjuicio de inocentes personas, a dominar y hacerlo sin respeto por la dignidad de nadie, a devaluar la vida de quienes no conforman el entorno de los «torcidos de inhumanidad» (esos cobardes y sátrapas que se pavonean siempre flanqueados por pocos «persuadidos» e innumerables «mercenarios», letal e ilícitamente armados). No serán sino los sesudos de la Investigación Médica quienes develen ese misterio, que no de ninguna «trinidad» [28] sino de la «cromosómica». Mentiría sino admitiere las intensas depresiones que me generan los canallescos de la «Burocracia Parasitaria de Estado»: tropel de mujeres y hombres perversamente instruidos, quienes, por billetardos e inmorales privilegios, desdibujan la fidedigna imagen que de la Justicia la Razón Inmutable e Inmanente de la Humanidad fijó en el abecedario de la Civilización. La figura del «déspota» es la antítesis o disociación del «Cristo» («Christus», el «ungido» de la Teología Cristiana). Tomo al «Jesucristo» hijo de Dios sólo referencialmente, porque con otros nombres hubo también ungidos: como «Moisés» (tránsito entre los s.s. XIV-XIII a. d. C., hebreo y legislador del Antiguo Testamento); «Abraham» (2164-1990 a. d. C.) o el profeta «Mahoma» (fundador del Islam, 570-632, La Meca–Medina) a nombre de cuyas doctrinas, aun en el curso de los s.s. XX-XXI, algunos genocidas han dictado el exterminio masivo de seres humanos en status de inocencia e indefensión [29]. No hubo, hay ni habrá inflexiones de modo en las distintas lenguas para enmascarar o minimizar lo que es El Despotismo (praxis abusiva de la autoridad, sin el sometimiento a leyes o normas de convivencia pacífica en el discurrir de los individuos). Conceptualmente, es indiscutible que son «déspotas» quienes ejercen funciones de mando («fáctico» o en virtud de un «sufragio» burlado por la «conductas fraudulentas») apartándose de las constituciones o leyes sancionadas en sus territorios. En el curso del Siglo XXI (o la «Postmodernidad»), son políticamente insostenibles los regímenes de gobierno presididos por «autoritarios» o «tiranocacas» en el planeta. Tales, luego de largos períodos de ejercicio irregular del mando, allá o donde habito, enfrentan a la desobediencia «civil» y hasta «castrense» tras el ridículo pretexto según el cual la intencionalidad del Vulgo para deponerlo u obligarlo a dimitir es un ataque «deicida»: los oprimidos pretenderían extinguir al «Islamismo», «Budismo», «Confucionismo», «Cristianismo», «Marxfalazionismo» o lo que fuere preciso para la iniquidad. Con similares expresiones justifican su aferramiento al «Poder» (con mayúscula y sangrienta «P»). El Ser Humano no merece de otro que igual lo sea algo distinto a trato fraterno, solidaridad y auxilio: magma de cualquier religión fundamentada en el fortalecimiento y defensa de la «vita ad verbum sacris».
(LIV)
¿Es la Propiedad un robo?
«Cuando adviertas que estás insólita e inexplicablemente aquí, procura prepararte para tu partida del Universo persuadido que nada distinto a la ilusión de Existencia y Propiedad rigieron en tu circunstancia»
Hace ya más de dos centurias, un portentoso y autodidacta sujeto llamado Pierre Joseph Proudhon (1809-1865, París. Primero gran amigo y posteriormente blanco de la iracundia de Karl Marxfalso) publicó un extraordinario ensayo intitulado ¿Qué es la propiedad? [30]. Filósofo, economista y sociólogo vulgar, como lo califican todavía los rusos, Proudhon sostuvo extravagantemente [31] «que la Propiedad es robo» [32]. En tanto que las doctrinas filosóficas no proscriben cuando no han sido sometidas a una rigurosa (materialización) experimentación, pienso que aquellas viejas lucubraciones tienen una vigencia indiscutible: más aún durante el «Hoy de la Postmodernidad», tiempo de revisiones, reformas, arrepentimientos tardíos, neo-inclinaciones «comunistas» [33] y contradicciones capitalistas [34].
Los motivos que impulsaron a Pierre Joseph a (volver «sinónimos») o fundir los vocablos «Propiedad» y «Robo» son absolutamente discutibles. Abrumado e insomne al modo de los iluminados que en la Antigüedad pronunciaban profecías, conjeturó respecto a la naturaleza religiosa y política de una «categoría» aparentemente inalienable (esa preterida por resentidos, la Propiedad) fustigándola con la lógica más emocional: la de los «hechos» y no la de la «Razón» o «Voluntad» [35]. Hay instantes en los cuales el famoso pensador francés, tenido universalmente como el (padre) propulsor del auténtico Anarquismo [36] o Mutualismo, al tiempo que brillantemente refuta los conceptos que sus predecesores difundieron sobre la lex, por ejemplo, yerra igual por omisión de transparencia en sus definiciones. Leámoslo:
(…) «La definición de la Soberanía derivaba de la voluntad del Soberano: luego, en una monarquía, las ley es la expresión de la voluntad del Rey; en una república, las ley es la expresión de la voluntad del pueblo. Aparte de la diferencia del número de voluntades, los dos sistemas son perfectamente idénticos: en uno y otro el error es el mismo. Afirmar que la Ley es expresión de una voluntad, debiendo ser la expresión de un hecho… » [37].
A diferencia de Proudhon, sostengo que la Ley procede del Juicio o Razón Apriorística y no «de los hechos»: ello por cuanto se sucede y aplica ulterior a lo incidental que provectamente se analiza, pese a ser una formulación del empirismo. A mi juicio, las leyes son la culminación o el resultado de una suma de reflexiones que respecto a lo perjudicial que el Hombre (en su condición de ente sociable y mediante la Razón Suficiente e Inmutable) postula en bien de la «convivencia pacífica». Los hechos, en sí mismos, implican a personas: y todo lo descendiente de nosotros es consecuencia o efecto, y no dictado o premisa de una «ley tácita» en espera de su develamiento. Una vez consumados («los hechos»), sólo existen en la mente de los espectadores, víctimas y actores, y no en algún Supra-natural Código para el Enjuiciamiento de Criminales.
Similar a sus meditaciones sobre la Ley, que no producto de una Razón Suficiente e Inmutable sobre los acaecimientos (ello puesto que finalmente se admite la rigidez de algunos preceptos del Derecho, hasta la saciedad discutidos por los filósofos de la Jurisprudencia), la necesidad de la Propiedad surge sin traumas de carácter divino o querellas físicas. Nace con el hombre, es su predicado: así, cuando un bebé se aferra a sus padres, lo hace movido por la ansiedad de permanencia en el mundo. Para permanecer y fortalecerse y consecuencialmente sobrevivir, es menester que tanto física como psíquicamente los individuos sintamos que hay asuntos inmanentes a nosotros: la madre, los derechos tribales, la esposa, unos hijos, la tierra donde edificamos la vivienda y los objetos que 1a habitan. En Civilización -y no en barbarie- la Propiedad es también consecuencia «de un hecho» y no de «un derecho»: aunque efímero, el premio que la Razón en la Sociedad otorga al esfuerzo y no la consagración de la pereza.
El hombre viene al mundo y ninguna cosa posee o le pertenece. Ya en lo existente, busca (fijar) forjar (se) y no fortuitamente o por vindicación accidental y colectiva (nivelación) merecer las cosas. Respecto a delegar la Propiedad al Estado después de su abolición, torpemente ensayada por los «marxfalazianos», me parece absurdo. En relación a la Propiedad bajo control estatal, la experiencia comunista fracasó (por ser una vertiente degenerada del Mutualismo, quizá motorizada por la envidia que el soberbio Marxfalso sintió hacia Proudhon).
¿Qué es el Estado sino (lógicamente) una entidad que, sin los ciudadanos o nacionales, no tendría existencia jurídica? La tesis de la abolición real de la Propiedad, según soñó Pierre Joseph, implicaría la delegación de la responsabilidad individual: asunto artificioso, inconcebible y contrario a la Libertad por su condicionamiento. La disolución real de la Propiedad para cederla al Estado no es sino su transferencia a quienes gobiernan y lo representan de facto o por la voluntad de los ciudadanos. Similar a sus meditaciones sobre la Ley, el autor de Filosofía de la miseria (1846) imprime cierto tono confuso a sus percepciones de la Propiedad. Analice el lector lo siguiente:
«De la distinción de la posesión y de la propiedad, nacen dos especies de derechos: el jus in re, derecho en la cosa, por el cual puedo reclamar la propiedad que me pertenece a cualquiera en cuyo poder la encuentre; y el jus ad rem, derecho a la cosa, por el cual solicito que se me declare propietario (…) Esta distinción de jus in re y del jus ad rem es fundamento de la conocida división del posesorio y del petitorio, verdaderas categorías de la jurisprudencia, pues la comprenden totalmente en su inmensa jurisdicción. Al escribir estas páginas contra la propiedad, insto en favor de toda la sociedad una acción petitoria, pruebo que los que hoy nada poseen son propietarios en igualdad de condiciones con los que todo lo poseen. Pero, en vez de pedir que la propiedad sea repartida entre todos, solicito que, como medida de orden público, sea abolida para todos…» [38].
Hábilmente, Proudhon alude a dos importantes «categorías de derecho» (el «jus in re» y el «jus ad rem») para, infalible, demostrar que, ulterior a la formalización de un «petitorio» y al serle automáticamente negado (por su osada naturaleza), la Propiedad se vuelve robo: el propietario ladrón y el Estado (mediante su gobierno) cómplice del «atentado criminal» contra los desposeídos, indistintamente de las categorías.
Admiro la inteligencia que exhibió Pierre Joseph Proudhon, ciertas de sus inflexiones de modo al disertar. Fue -sin dudas- alguien dotado de excepcional lucidez para igual torcer la naturaleza del Ser Humano. En el curso de un siglo en el cual todavía los hombres se creían descendientes de los dioses, y cuyos pensadores intentaban infructuosamente salvarse del purgatorio hostigando a los escépticos y (científicos) visionarios, la tesis de la «Libertad», «Igualdad» y «Fraternidad» que propugnaron los intelectuales de la Revolución Francesa devino en bestia de probeta: que, en el naciente Siglo XXI, infortunadamente hiberna.
(LV)
Proyecto de «Carta Magna» para el Mundo (PCMPM)
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
Perceptibles las múltiples e inagotables abominaciones urdidas, ejecutadas e internacionalizadas por los forajidos del Mundo. Hechos que, en «concierto y alevosamente», configuran crímenes lesivos contra quienes, desprovistos de armas, somos nacionales.
Visto que los malvivientes no cesan en sus propósitos de mantener una ilícita preponderancia mediante «Internacionales y Delictivos Actos Gobierno», en perjuicio de la Institucionalidad de la Moral Inmutable y Universal que nos sostiene a los descendientes y testigos.
Visto que, con «fútiles pretextos religiosos» o «ideológicos», tras blandir sin blindar los «Mandamientos dictados a Moisés» por Entidad Oculta y en la «Torá» explícitos; y en el «Corán», que procedió a la recitación («Mishná») del profeta Mahoma para finalmente dar forma al «Islamismo»; y en la provecta «Theravada» de Siddhartha Gautama o Buda, que edificó al «Hinduismo»; y, también sin menoscabo, igual cito al venerable Confuccio (autor intelectual del «Confucionismo», fundamentado en los Cuatro Libros: «I Ching o «Yijing», «Shih Ching» o «de la Poesía», «Li Chi o Liji» y «Ch"un Ch"iu» o «Chunqiu»). E, inclusive, al «Auténtico que la Lux Porta», que ilumina en Las Tinieblas y cuyo más difundido y apócrifo nombre no puede ser mencionado en las leyes de las y los mortales.
Visto que los «nada hombres ni corajudos» han elegido, con la ventaja que les confieren instrumentos letales (de libre adquisición en la Mercadería del Crimen Organizado y la Diplomafia Transterritorial), cometer violaciones que a la Humanidad socavan; en ejercicio de mis atribuciones como «Individuo Civil y sin Fronteras», elevo (este) mi Proyecto de «Carta Magna para el Mundo» (PCMPM):
ARTÍCULO PRIMERO.- No se admitirá la defensa de ninguna lucubración que propenda a persuadir que el Mundo tiene írritos «aventajados» que se irguen en sus propietarios, por ridícula «ascendencia», «casta» o por virtud de sus acciones violentas.
ARTÍCULO SEGUNDO.- Quedan proscriptas las «ideologías» o «doctrinas político-religiosas» que inciten a la discordia, por motivos innobles como «raza» o «creencias religiosas», «adhesiones políticas» o «situación económica-social» entre los habitantes del Mundo.
ARTÍCULO TERCERO.- Porque a todos los seres al nacer se nos confiere tácitamente la «Dignidad de Humanos», edad no exenta, bogaremos en todos los confines del Universo por la abolición de cualesquiera objeto capaz de producir muerte a los que no somos «faltos de piedad» frente a Entidad Oculta: Yahvé, Alá (…)
ARTÍCULO CUARTO.- Porque nunca algo será De La Nada Infalible Tesis para la Intencionalidad Oculta, ninguna criatura del Mundo será: «Sometida al Hambre y la Sed», «Confinada en Hospicio», «Vejada por su Condición Social», «Excluida de Sabidurías y Repartición de Riquezas», «Adoctrinada para Delinquir», «Obligada a rendir Culto a la Personalidad o Divinidad previa Intimidación», «Exterminada Individual ni Masivamente», «Timada por ser Ignorante». En resumen: ninguna persona podrá ser «Despojada de sus Inalienables, Inmutables y Humanos Derechos Fundamentales»
ARTÍCULO QUINTO.- Unidos por «Intereses Materiales o Espirituales», «De Supervivencia Pacífica», por «Costumbres, Creencias Individuales o Colectivas a la Humanidad Inofensivas», los descendientes y testigos podrán fundar repúblicas dándose leyes que no configuren violaciones a los «Inalienables, Inmutables y Humanos Derechos Fundamentales» de cada habitante del Mundo: «Alimentación», «Hábitat Confortable e Higiénico», «Libertad», «Movilidad», «Trabajo», «Salud», «Cultura», «Educación», «Seguridad Social, Pública y Jurídica», «Propiedad», «Respeto» y «Afecto»
ARTÍCULO SEXTO.- Será calificado como hostil, insociable y desquiciado cualquier sujeto o grupo de individuos que se apertrechen con armas de guerra y arroguen la «Propiedad del Mundo» o «atribuciones para gobernar». Quien ejerza funciones, lo hará por virtud de los «no impíos» que sean «mandantes»: civiles que, a un eventual «Administrador de Provincia» o «Estado», le dicte un «mandato» prorrogable o rescindible. No será «mandatario» o «dignatario», sino «servidor público» cuya honorabilidad la sopesarán los «mandantes» que vigilarán sus actos administrativos.
ARTÍCULO SÉPTIMO.- Previo examen de persuasíquicos, se infiere que: quienes sean «desadaptados», «dementes», «pervertidos» o aquellos «con inclinaciones licenciosas» y «asesinas» tendrán lugares para la consagración de su «Paroxismo de Fase Terminal». Consecuentemente, en las territoriales se crearán: «La Zona para el Hedonismo», «La Zona para la Mutua y Fortuita Aniquilación» y «La Zona para la Espontánea Redención». ARTÍCULO OCTAVO.- Los seres alcanzaremos el máximo estadio del «Humanismo» tras cumplir, y hacer que los demás igual lo hagan, las disposiciones universales que se enumeran:
1.- No matar.
2.- No torturar.
3.- No confeccionar armas letales.
4.- No crear ejércitos.
5.- No someter la voluntad de ninguno para perjudicarlo.
6.- No timar.
7.- No segregar o excluir.
8.- No denigrar.
9.- No difamar o injuriar.
10.- No deshonrar (a sí mismo, familiares o Humanidad)
11.- No practicar, por ninguna causa, la «Omisión de Auxilio»
12.- No abandonar a la pareja o vástago sin mutuo consentimiento.
13.- No utilizar «bienes e inmuebles nacionales o privados», «tesoros públicos», la «superioridad intelectual o física», «armas de guerra» o las «investiduras oficiales» para extorsionar o provocar daños.
14.- No renunciar a la «Libertad», al «Libre Albedrío no Lesivo», al «Librepensamiento» ni quitarle o suspenderle las mencionadas atribuciones individuales a nadie.
15.- No cometer perjurio.
16.- No urdir el desacato a la «Tácita Jurisdicción de la Humanidad sobre Territorios y Asuntos», la cual está por encima de entelequias como «El Gobierno», «El Estado» o «La Patria»
ARTÍCULO NOVENO.- Los conceptos de: «El Bien», «El Mal», «La Justicia», «La Reparación», «La Redención» y «La Humanidad» son inmutables y no se torcerán acomodaticiamente sus significados.
ARTÍCULO DÉCIMO.- Esta «Carta Magna para el Mundo» (CMPM) no podrá ser abolida, enmendada, reinterpretada por apógrafos ni suspendida. Todos los seres del Mundo, de obvia «aptitud intelectual» y «habilidad psíquica», velarán por: su defensa», «aplicación» o «restitución» si, hipotéticamente, fuere, a causa de «conspiraciones criminales», desaplicada.
(LVI)
El espurio nacimiento de la (¿«universalidad»?) Universidad que ya «supura»
«Ningún asunto puede emparentar la Virtud con la Gloria: prosapia de la iniquidad que prospera en la incesante contienda entre los seres que creímos racionales y humanos, víctimas de pertrechos que adquieren en armerías primermundanas y de una agitación doctrinaria ininteligible para la mayoría»
«Antes de mi escisión física, jamás lo ocultaría: conf[i]eso haber sentido infinito amor intelectual por la casa de estudios superiores en la cual transcurrió gran parte de mi vida, universidad en cuyo sello está inscrito: El temor a Dios es el principio de la sabiduría [Initium sapientiae timor Domini]. Igual admito mi reproche a las manipulaciones de diócesis que distorsionarían ciertas categorías filosóficas como: la Libertad, Equidad, Fraternidad, Auxilio, Humildad, Veneración, Misericordia, el Perdón y la Paz entre los seres humanos. Durante el alba de su existencia, aparte de instruir, fue acomodaticia: con el Pudendo y de Facto Poder Militar, con el de la Sociedad Civil Pudiente y el Clerical Aristocrático e Inquisitivo: prejuzgó, persiguió para dar captura a presuntos impíos, enjuició y dio muerte. Ello la estigmatizaría tanto que logró colocar la Verdad en territorio cenagoso y donde el cultivo del conflicto es de altísimo celsius»
A las «Letras» y «Ciencias» se debe el nacimiento de la «Institucionalidad Universitaria». Empero, en el curso de la Era Postmoderna, la primera de las mencionadas es, con sevicia, preterida en tiempos de fascinación por las tecnologías. Qué no decir del socialmente «depreciado» [por la monstruosa «plus valía»] oficio de «Artista». Ello aun cuando algún erudito [profeso de la «prolepsis»] pudiera enervarse y decir que las «Letras», las «Ciencias» y «Artes» conforman la «tríada» de la cual en la Antigüedad Platón [428-347 a. C., junto a quienes en su rededor discernían en el gimnasio de un presunto héroe de la Épica llamado Academo] se basó para dar forma conceptual a la «Academia» [39]. «Mea sententia est»: la Universidad no mereció un Acta de Nacimiento Espurio, como la tuvieron la Historia, Política y Ejército.
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