Comunicación social y magisterio de la Iglesia desde Pío XII hasta Benedicto XVI (página 6)
Enviado por Manuel González C
7. Los medios de comunicación social pueden ser a la vez eficaces instrumentos de unidad y comprensión mutua y transmisores de una visión deformada de la vida, de la familia, de la religión y de la moralidad -según una interpretación que no respeta la auténtica dignidad ni el destino de la persona humana-(4). En particular, los responsables familiares de muchas regiones del mundo han expresado una comprensible preocupación respecto a los filmes, videocasetes y programas de televisión que sus hijos están en condiciones de ver, así como grabaciones que pueden oír y publicaciones que pueden leer. Y se niegan a que los valores morales inculcados en el hogar queden destruidos por producciones rechazables, en todas partes de fácil acceso gracias a estos medios.
8. Se trata de ilustrar en este documento los efectos más graves de la pornografía y la violencia en el individuo y en la sociedad, así como señalar las causas principales del problema tal como se plantea hoy. Por último se tratará de indicar los pasos necesarios que han de dar los comunicadores profesionales, los padres y educadores, la juventud y el público en general, las autoridades civiles y eclesiásticas, las organizaciones privadas y religiosas, para poner el remedio necesario.
EFECTOS DE LA PORNOGRAFÍA Y LA VIOLENCIA
9. La experiencia cotidiana confirma los estudios realizados en el mundo entero acerca de las consecuencias negativas de la pornografía y de las escenas de violencia que transmiten los medios de comunicación social (5). Se entiende por pornografía, en este contexto, la violación merced al uso de las técnicas audiovisuales, del derecho a la privacidad del cuerpo humano en la naturaleza masculina y femenina, una violación que reduce la persona humana y el cuerpo humano a un objeto anónimo destinado a una mala utilización con la intención de obtener una gratificación concupiscente. La violencia, en este contexto, puede ser entendido como la presentación destinada a excitar instintos humanos fundamentales hacia actos contrarios a la dignidad de la persona, y que describe una fuerza física intensa ejercida de manera profundamente ofensiva y a menudo pasional. Los especialistas a veces no están de acuerdo sobre el impacto de este fenómeno y sobre el modo en que afecta a los individuos y los grupos aquejados por el mismo, pero las líneas maestras de la cuestión aparecen claras, limpias e inquietantes.
10. Nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente vulnerables y expuestos a ser víctimas. La pornografía y la violencia sádica deprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan los individuos – especialmente las mujeres y los niños-, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales y debilitan la fibra moral de la sociedad.
11. Es evidente que uno de los efectos de la pornografía es el pecado. La participación voluntaria en la producción y en la difusión de estos productos nocivos ha de ser considerada como un serio mal moral. Además, esta producción y difusión no podrían tener lugar si no existiera una demanda. Así, pues, quienes hacen uso de estos productos no sólo se perjudican a sí mismos, sino que también contribuyen a la promoción de un comercio nefasto.
12. Una exposición frecuente de los niños a la violencia en las comunicaciones sociales puede resultar turbadora para ellos, al ser todavía incapaces de distinguir claramente la fantasía de la realidad.
Además, la violencia sádica en estos medios puede condicionar a las personas impresionables, sobre todo a los jóvenes, hasta el punto de que la lleguen a considerar normal, aceptable y digna de ser imitada.
13. Se ha dicho que puede haber una vinculación sicológica entre la pornografía y la violencia sádica. Una cierta pornografía ya es abiertamente violenta en su contenido y expresión. Quienes ven, escuchan o leen un material así corren el riesgo de introducirlo en el propio comportamiento. Acaban perdiendo el respeto hacia los demás, en cuanto hijos de Dios y hermanos y hermanas de la misma familia humana. Una vinculación tal entre pornografía y violencia sádica tiene especiales implicaciones para quienes están afectados de ciertas enfermedades mentales.
14. También la llamada pornografía blanda ("soft core") puede paralizar progresivamente la sensibilidad, ahogando gradualmente el sentido moral de los individuos hasta el punto de hacerles moral y personalmente indiferentes a los derechos y a la dignidad de los demás.
La pornografía -como la droga– puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante ("hard core") y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso.
15. La pornografía favorece insalubres preocupaciones en los terrenos de la imaginación y el comportamiento. Puede interferir en el desarrollo moral de la persona y en la maduración de las relaciones humanas sanas y adultas, especialmente en el matrimonio y en la familia, que exigen confianza recíproca y actitudes e intenciones de explícita integridad moral.
16. La pornografía, además, cuestiona el carácter familiar de la sexualidad humana auténtica. En la medida en que la sexualidad se considere como una búsqueda frenética del placer individual, más que como una expresión perdurable del amor en el matrimonio, la pornografía aparecerá como un factor capaz de minar la vida familiar en su totalidad.
17. En el peor de los casos, la pornografía puede actuar como agente de incitación o de reforzamiento, un cómplice indirecto, en agresiones sexuales graves y peligrosas, tales como la pedofilia, los secuestros y asesinatos.
18. Una de las consecuencias fundamentales de la pornografía y de la violencia es el menosprecio de los demás, al considerarles como objetos en vez de personas. La pornografía y la violencia suprimen la ternura y la compasión para dejar su espacio a la indiferencia, cuando no a la brutalidad.
CAUSAS DEL PROBLEMA
19. Uno de los motivos básicos de la difusión de la pornografía y de la violencia sádica, en el ámbito de los medios de comunicación, parece ser la propagación de una moral permisiva, basada en la búsqueda de la satisfacción individual a todo coste. Un nihilismo moral de la desesperación se añade a ello que acaba haciendo del placer la sola felicidad accesible a la persona humana.
20. Un cierto número de causas más inmediatas contribuyen ulteriormente a la escalada de la pornografía y la violencia en los media. Entre estas cabe citar:
? el beneficio económico. La pornografía es una industria lucrativa. Algunos sectores de la industria de las comunicaciones han sucumbido trágicamente a la tentación de explotar la debilidad humana, especialmente la de los jóvenes y la de las mentes impresionables, para obtener provecho de producciones pornográficas y violentas. Esta industria pornográfica, en algunas sociedades, resulta lucrativa hasta el punto de que se ha vinculado al crimen organizado;
? falsos argumentos libertarios. La libertad de expresión exige, según algunos, la tolerancia hacia la pornografía, aún a precio de la salud moral de los jóvenes y del derecho a la intimidad, así
? como un ambiente de pública decencia. Algunos, también erróneamente, afirman que el mejor medio de combatir la pornografía consiste en legalizarla. Estos argumentos son a veces propuestos por grupos minoritarios que no se suman a los criterios morales de la mayoría y que se olvidan de que a cada derecho corresponde una responsabilidad. El derecho a la libertad de expresión no es un absoluto. La responsabilidad pública de promover el bien moral de los jóvenes, de garantizar el respeto de las mujeres, de la vida privada y de la decencia pública muestra claramente que la libertad no puede equipararse al libertinaje;
? la ausencia de leyes cuidadosamente preparadas o su no aplicación, para la protección del bien común, en particular de la moralidad de los jóvenes;
? confusión y apatía por parte de muchos incluso miembros de la comunidad religiosa, los cuales se consideran erróneamente a sí mismos extraños a la problemática de la pornografía y de la violencia en los media, o sin posibilidades de contribuir a la solución del problema.
RESPUESTAS AL PROBLEMA
21. La propagación de la pornografía y de la violencia a través de los medios de comunicación social es una ofensa a los individuos y a la sociedad y plantea un problema urgente que exige respuestas realistas por parte de las personas y los grupos. El legítimo derecho a la libertad de expresión y al intercambio libre de información ha de ser protegido. Al mismo tiempo, hay que salvaguardar el derecho de los individuos, de las familias y de la sociedad a la vida privada, a la decencia pública y a la protección de los valores esenciales de la vida.
22. Se hará referencia a siete sectores con especiales deberes en la materia: profesionales de la comunicación, padres, educadores, juventud, público en general, autoridades públicas e Iglesia y grupos religiosos.
23. Profesionales de la comunicación. Sería desleal sugerir que todos los medios y todos los comunicadores están implicados en este negocio nocivo. Son muchos los comunicadores que se distinguen por sus cualidades personales y profesionales. Tratan de asumir su responsabilidad aplicando con fidelidad las normas morales y les anima un gran deseo de servicio al bien común. Se merecen nuestra admiración y estímulo, especialmente los que se dedican a la creación de sanos esparcimientos familiares.
Se invita encarecidamente a estos comunicadores a unirse para la elaboración y aplicación de códigos éticos en materia de comunicación social y publicidad, inspirados en el bien común y orientados al desarrollo integral del hombre. Estos códigos se hacen especialmente necesarios en el contexto de la televisión, que permite que las imágenes entren en los hogares, allí donde los niños se encuentran a su aire y sin vigilancia. El auto control es siempre el mejor control, así como la autodisciplina, en el seno de los propios medios, es la primera y más deseable de las líneas de defensa contra quienes buscan provecho mediante la producción de programas pornográficos y violentos que envilecen los medios de comunicación y corrompen la sociedad misma.
Se urge vivamente a los comunicadores a que, también a través de estos medios, hagan conocer las medidas necesarias que pongan un dique a la marea de la pornografía y de la exaltación de la violencia en la sociedad.
24. Padres. Se invita a los padres a que multipliquen sus esfuerzos en orden a una completa formación moral de niños y jóvenes. La cual supone una educación en favor de una actitud sana hacia la sexualidad humana, basada en el respeto a la dignidad de la persona como hija de Dios, en la virtud de la castidad y en la práctica de la autodisciplina. Una vida familiar equilibrada, en la que los padres sean fieles practicantes y totalmente entregados el uno al otro y a sus hijos, constituirá la escuela ideal para la formación a los sanos valores morales.
Los niños y jóvenes de nuestro tiempo necesitan la educación que les permita discernir los programas y madurar en su condición de usuarios responsables de la comunicación. El ejemplo de los padres es determinante en esta materia. La pasividad o autoindulgencia de cara a ciertos programas será fuente de malentendidos perjudiciales para la juventud. Hay que dar especial importancia -para el bien de los jóvenes- al ejemplo de los padres en lo que concierne a la autenticidad de su amor y a la ternura que sepan manifestar en su vida matrimonial; así como a su disponibilidad a discutir con los hijos las cuestiones de interés, en una atmósfera amable y afectuosa. Conviene no olvidar que, cuando se está educando, "se obtiene más con una explicación que prohibiendo"(6).
25. Educadores. Los principales colaboradores de los padres, en la formación moral de los jóvenes, son los educadores. Las escuelas y los programas educativos han de promover e inculcar los valores éticos y sociales, de cara a garantizar la unidad y el sano desarrollo de la familia y de la sociedad.
Los programas de mayor valor serán en el contexto educativo, aquellos que formen a los jóvenes a una actitud crítica y a una capacidad de discernimiento en el uso de la televisión, de la radio y de los otros medios de comunicación social. De este modo los jóvenes serán también capaces de resistir a las manipulaciones y sabrán luchar contra los hábitos meramente pasivos en la escucha y visión de estos medios.
Hay que subrayar la importancia de que las escuelas sepan poner de relieve el respeto a la persona humana, el valor de la vida familiar y la importancia de la integridad moral personal.
26. Jóvenes. Los jóvenes contribuirán a poner muros al avance de la pornografía y la violencia en los media si saben responder, positivamente, a las iniciativas de sus padres y educadores y asumir sus responsabilidades en lo que reclama capacidad de decisión moral, así como en la elección de sus diversiones.
27. El público. El público en general debe también hacer oír su voz. Los ciudadanos -incluidos los jóvenes- tienen la tarea de expresar individual y colectivamente su punto de vista respecto a productores, intereses comerciales y autoridades civiles. Se hace urgente mantener un diálogo continuado entre los comunicadores y los representantes del público, a fin de que quienes actúan en las comunicaciones sociales estén al corriente de las exigencias reales e intereses de los usuarios.
28. Autoridad pública. Los legisladores, los encargados de la administración del Estado y de la justicia están llamados a dar una respuesta al problema de la pornografía y de la violencia sádica difundidas por los medios de comunicación. Se han de promulgar leyes sanas, se han de clarificar las ambiguas y se han de reforzar las leyes que ya existen.
Dadas las implicaciones internacionales que presentan la producción y distribución de material pornográfico, hay que actuar a nivel regional, continental e internacional de cara a controlar con éxito este insidioso tráfico. Quienes han tomado ya iniciativas de este tipo merecen todo nuestro apoyo y estímulo (7).
Las leyes y los agentes de la ley tienen el deber sagrado de proteger el bien común, especialmente el que concierne a la juventud y a los miembros más vulnerables de la comunidad.
Ya hemos señalado algunos de los efectos negativos de la pornografía y la violencia. Cabe sacar también la conclusión de que se pone en tela de juicio y amenaza el bien común especialmente cuando este material se produce, expone y distribuye sin restricciones ni reglamentos.
La autoridad civil está obligada a emprender una rápida acción de cara al problema, allí donde exista, y a emanar criterios preventivos en donde la cuestión comience a plantearse o todavía no haya llegado a ser angustiosa y urgente.
29. Iglesia y grupos religiosos. La primera responsabilidad de la Iglesia consiste en la enseñanza constante y clara de la fe y, asimismo de la verdad moral objetiva, incluidas aquellas verdades referentes a la moral sexual. Una era de permisividad y de confusión moral como la nuestra pide que la voz de la Iglesia sea profética, lo que la hará aparecer a menudo como signo de contradicción.
La llamada "ética" de la gratificación individual inmediata se opone fundamentalmente a la realización plena e integral de la persona humana. La educación a la vida familiar y a la inserción responsable en la vida social exige la formación a la castidad y la autodisciplina. La pornografía y la violencia generalizada tienden a ofuscar la imagen divina en cada persona humana, debilitan el matrimonio y la vida familiar y dañan gravemente a los individuos y a la sociedad.
En donde sea posible, la Iglesia está llamada a colaborar con otras Iglesias cristianas, comunidades y grupos religiosos a fin de enseñar y promover este mensaje. Debe igualmente empeñar a sus personas e instituciones en una acción formativa al uso de los medios de comunicación social y su papel en la vida individual y social. En este campo los padres merecen una asistencia y atención especial.
Por estos motivos, la formación a la comunicación debiera ser parte de los programas educativos de las escuelas católicas y de otras iniciativas educativas de la Iglesia, así como en la formación en los seminarios(8). Cabe decir lo mismo para los programas de formación de religiosos y religiosas y de los miembros de los institutos seculares, así como para la formación permanente del clero y la catequesis parroquial de jóvenes y adultos. Tanto sacerdotes como religiosos y religiosas que trabajan en la educación pastoral debieran comenzar por ellos mismos dando ejemplo de discernimiento en medios escritos y audiovisuales.
30. Por último, una actitud de pura restricción o de censura por parte de la Iglesia de cara a estos medios no resulta ni suficiente ni apropiada. La Iglesia tiene, al contrario, que iniciar un diálogo continuo con los comunicadores conscientes de sus responsabilidades. Debe animarles y sostenerles en su misión allí donde sea posible y deseable. Los comunicadores católicos y sus organizaciones, con sus perspectivas y experiencias propias, están llamados a jugar un papel decisivo en tales conversaciones.
31. La crítica y las organizaciones católicas, al evaluar concienzudamente las producciones y publicaciones en función de criterios morales claros y substanciales, ofrecen una valiosa asistencia a los profesionales de la comunicación y a las familias. Asimismo, las orientaciones que ofrecen los documentos ya existentes sobre comunicación social -incluidas las recientes tomas de posición de numerosos obispos sobre la pornografía y la violencia- merecen ser cuidadosamente estudiadas y objeto de aplicación sistemática.
32. El presente documento quiere ser una respuesta a las preocupaciones ampliamente expresadas por familias y Pastores de la Iglesia, a quienes se invita a una reflexión -de carácter ético y práctico- cada vez más amplia acerca del problema de la pornografía y la violencia en los medios de comunicación social. Al tiempo que se anima a todos a poner en práctica la advertencia de San Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence el mal con el bien". (Rm 12, 21).
Ciudad del Vaticano, 7 de mayo de 1989, XXIII Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales.
John P. Foley
Presidente
Pierfranco Pastore
Secretario
Notas
1. Communio et progressio, 22.
2. Sollicitudo rei socialis, 26.
3. Inter mirifica, 2a.
4. Familiaris consortio, n. 76; cf. Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1 de mayo de 1980
5. Entre ellos cabe citar: 1. Pornography: The Longford Report, Ricerche – Mursia, Milán, Italia, 1978; 2. Final Report of the Attorney General's Commission on Pornography, Rutledge Hill Press, Nashville, Tennessee, U.S.A, 1986; 3. ISPES, "Istituto di Studi Politici, Economici e Sociali", I e II Rapporto sulla Pornografia in Italia, Roma, Italia, 1986 y 1988.
7. La CEE, Comunidad Económica Europea, el Consejo de Europa y la UNESCO, entre otras organizaciones, están actuando en este sentido.
8. Cf. Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para la formación de los futuros sacerdotes en los medios de comunicación social, Ciudad del Vaticano, 1986
7. PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES Criterios de colaboración ecuménica e interreligiosa en las comunicaciones sociales
INTRODUCCIÓN
1. El testimonio de la fe, en el marco del diálogo público de los medios de comunicación social, se desarrolla en condiciones tales que empeña a los cristianos a unirse más profundamente en su acción comunicativa y a concertarse más directamente con las otras religiones de la humanidad, respecto a su presencia común en el seno de las comunicaciones. Los criterios reunidos en este documento han sido formulados a fin de promover una creciente colaboración entre los cristianos y con los representantes de otras religiones comprometidos en los mass media. Estos criterios tienen por finalidad permitir a los comunicadores católicos comprometidos en las comunicaciones de masa el mejor cumplimiento de su tarea prioritaria de anunciar y de testimoniar su propia fe, así como favorecer un mejor conocimiento recíproco, tanto entre cristianos como respecto a los creyentes de otras religiones.
2. La colaboración entre los cristianos y la concertación con los miembros de otras religiones que cumplen un servicio comunicativo adquieren una importancia central en las relaciones con los poderes públicos y con las direcciones de las empresas de comunicación, con el fin de preservar, promover y coordinar sus posibilidades cristianas y religiosas de expresión por estos medios. En la mayor parte de los casos, un acceso a las comunicaciones está previsto por los responsables de los medios públicos o comerciales solamente en el marco de un entendimiento entre las confesiones o las religiones deseosas de tomar parte en el diálogo público.
3. Este documento trata de la colaboración concreta y no contempla directamente las cuestiones que hacen referencia al diálogo doctrinal en las emisiones o producciones comunicativas. Está claro, por otra parte, que la doctrina y la moral católicas son puntos de referencia irreemplazables para los comunicadores católicos. Pertenece a las autoridades eclesiales competentes -en sus diversos ámbitos: local, nacional, continental y mundial- la salvaguarda del aspecto doctrinal y moral de cada actividad. Los responsables pastorales tienen el derecho y el deber de expresar su juicio y facilitar las directrices específicas al respecto. Deben valorar en cada caso los riesgos y la oportunidad de realizaciones conjuntas, teniendo en cuenta la necesidad de salvaguardar la identidad específica de las iniciativas católicas.
4. La manipulación o el proselitismo de mala ley, que se ejerce a veces en el seno de los medios de comunicación social, son incompatibles con la tarea ecuménica y con el espíritu de concertación interreligiosa, así como afirman la Palabra de Dios y también las disposiciones de las autoridades eclesiales (1). Hoy se asiste a la aparición de nuevos movimientos religiosos, a menudo llamados "sectas" y que se refieren a cierta forma de evangelismo, aun inspirándose parcialmente en ideologías no cristianas. Su acción se acompaña a veces de un proselitismo grávido de consecuencias y acentuado por una amplia difusión por medio de las comunicaciones sociales.
5. Cualquier colaboración tendrá en cuenta la situación pastoral de cada lugar. Los comunicadores encargados de la colaboración ecuménica e interreligiosa deben estar cuidadosamente formados, dotados de sentido de sus responsabilidades y ser prudentes.
CRITERIOS DE COLABORACIÓN ECUMÉNICA EN LAS COMUNICACIONES SOCIALES
6. La era de comunicación y de información, que hoy está formándose, contribuye a crear unas nuevas relaciones entre las personas y las comunidades, y exige -por parte de los cristianos- una unión cada vez más profunda por medio de una intensa colaboración.
Las iniciativas ecuménicas y la acción cristiana común se inspiran en el mensaje y las decisiones del Concilio Vaticano II (2); ponen igualmente en práctica las orientaciones de los ulteriores documentos eclesiales (3). Todas ellas ilustran la unión que existe ya entre las Iglesias y las comunidades cristianas. Una actitud así podrá hacer más creíbles la tarea y las modalidades de evangelización al servicio del Reino de Dios.
7. La colaboración ecuménica puede realizarse en todos los campos de la comunicación social, y es por sí misma un testimonio ofrecido al mundo. Dado que los medios de comunicación sobrepasan los límites normales del espacio y del tiempo, esta colaboración deberá ser a la vez local, regional e internacional.
Esta pedirá a veces, en espíritu de reciprocidad, la participación de comunicadores católicos en las producciones de otras Iglesias y comunidades cristianas, así como la colaboración de otros cristianos en ciertos programas católicos, e incluso la formación de equipos de cristianos en el seno de organizaciones seculares.
8. Las modalidades de colaboración en el sector de las comunicaciones sociales dependen en gran parte de los métodos propios de la comunicación social, que las organizaciones católicas internacionales de comunicación social tienen la tarea de dar a conocer a fin de iniciar a los Pastores y los fieles a una efectiva presencia de comunicación en el seno de la sociedad actual. La comunicación ecuménica exige, por esta razón, intercambios entre los organismos internacionales de la Iglesia católica y los otros organismos cristianos de comunicación. Esta colaboración se extiende evidentemente a los ámbitos regionales y locales, según las diferencias y las peculiaridades de cada medio de comunicación.
9. Los proyectos comunes, donde sean oportunos, tienen como finalidad permitir que los cristianos den común testimonio de Cristo. Los proyectos comunes no han de debilitar la autenticidad del mensaje cristiano y eclesial, ni limitar las iniciativas específicamente católicas (4)
10. La aplicación práctica de estos criterios generales exige, por parte de los católicos comprometidos en estos medios, un conocimiento profundo y una práctica fiel de la propia fe. Supone también una confianza y un conocimiento mutuos entre cristianos, gracias al respeto entre unos y otros, de cara a una puesta en común de las experiencias comunicativas. Esto implica, por parte de los servicios católicos de comunicación y de los católicos comprometidos en ella el dar una información veraz y objetiva sobre el movimiento ecuménico y sobre las otras Iglesias y comunidades cristianas. Este deber nunca puede impedir el presentar lo específico del mensaje cristiano en toda su plenitud.
La reciprocidad tropieza a menudo en cuestiones prácticas concernientes a la diferente organización del apostolado de las comunicaciones sociales, y también en los distintos medios económicos para ello. Es necesario que las autoridades pastorales tomen en consideración estos problemas prácticos y permitan un justo reparto de los recursos financieros y una armonización de los métodos de acción pastoral y de comunicación.
11. El Pontificio Consejo para las comunicaciones Sociales anima los esfuerzos actuales y futuros de colaboración ecuménica en el seno de las comunicaciones sociales.
El Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales se compromete a buscar nuevas vías de colaboración ecuménicas, teniendo en cuenta las posibilidades ofrecidas por los recientes descubrimientos en el campo de las comunicaciones sociales, de cara a evitar toda dispersión de esfuerzos en este sector de intercambios humanos, en que la organización y la programación son indispensables.
En cuanto a la colaboración ecuménica, habría que precisar prioridades mediante acuerdos recíprocos (5).
12. El dinamismo de las organizaciones católicas y de las instituciones eclesiales de apostalado de la comunicación social es una condición fundamental para una cooperación constructiva, así como una garantía para la salvaguarda del mensaje católico en su plenitud. A este respecto, es esencial desarrollar la formación para todos los niveles del apostolado católico de las comunicaciones sociales de las capacidades profesionales, teológicas y tecnológicas avanzadas de los comunicadores pertenecientes a la lglesia.
Una cooperación apostólica más estrecha entre las organizaciones católicas internacionales de comunicación social (OCIC, UCIP, UNDA) (6) favorecerá una mejor colaboración ecuménica.
13. La formación de comunicadores católicos ha de incluir una seria preparación ecuménica (7), llevada a cabo de acuerdo con las directrices de la Santa Sede y de las autoridades locales y regionales.
14. Sería igualmente útil una colaboración entre los cristianos en el campo de los nuevos medios: especialmente la que se refiere al uso común de los satélites, las redes vía cable y los bancos de datos, y, globalmente, la informática, empezando por la compatibilidad de los sistemas.
CRITERIOS DE COLABORACIÓN INTERRELIGIOSA EN LAS COMUNICACIONES SOCIALES
15. La era de la comunicación y de la información, que hoy se está formando, exige también -por parte de todos los que viven una creencia religiosa y está al servicio del diálogo público- un compromiso mutuo por el bien de la humanidad.
Las orientaciones de cara a una respuesta concertada de cristianos miembros de otras religiones a las preguntas formuladas con motivo de los intercambios de comunicación y de información, reflejan el espíritu de las declaraciones conciliares al respecto(8). El entendimiento interreligioso se basa en la voluntad común de las grandes religiones hoy existentes de afrontar las preguntas fundamentales sobre el destino humano. Una concertación seria y continua permitirá superar las inclinaciones del público hacia una sensibilidad religiosa superficial, supersticiosa o mágica.
16. Esta colaboración interreligiosa puede realizarse en todos los campos de la comunicación social. Y es en sí misma un testimonio ofrecido al mundo. Ya que los medios traspasan los límites normales de espacio y tiempo, esta concertación será, al mismo tiempo, local, regional e internacional.
Serán a veces deseables, en una base de reciprocidad, unos acuerdos mutuos entre comunicadores católicos, otros comunicadores cristianos y operadores de comunicación de otras religiones, así como la formación de equipos interreligiosos dentro de organizaciones seculares.
17. Las modalidades de colaboración en el sector de las comunicaciones sociales dependen en gran parte de los métodos propios de estos medios. La concertación interreligiosa tendrá en cuenta los contextos específicos de producción y de programación a nivel local, regional, nacional o internacional.
18. Los proyectos comunes, allí donde parezcan oportunos, tienen por finalidad permitir que los cristianos y los miembros de otras religiones den un testimonio común de Dios. Los proyectos comunes no tienen la finalidad de debilitar la autenticidad del mensaje cristiano y eclesial, ni de limitar la iniciativa específicamente católica.
19. La aplicación práctica de estos criterios generales supone un conocimiento profundo y una práctica fiel de la propia fe. Supone también una confianza y un conocimiento recíproco entre católicos, otros cristianos y miembros de otras religiones, basada en el respeto mutuo, de cara a una puesta en común de las iniciativas de comunicación. Esto requiere, por parte de los organismos católicos de comunicación y de los católicos comprometidos en ella, dar una información veraz y objetiva sobre las otras religiones de la humanidad. Esta obligación nunca puede impedir presentar lo específico del mensaje católico en toda su plenitud.
La buena concertación se enfrenta a menudo con cuestiones prácticas concernientes a la diversa organización del apostolado de las comunicaciones sociales y asimismo a la diversidad de los medios financieros disponibles. Es indispensable que la autoridad pastoral tome en consideración estos problemas concretos y permita un justo reparto de los recursos económicos y una armonización de los métodos de acción pastoral y comunicativa.
20. El Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales anima cualquier nuevo esfuerzo de concertación con los miembros de otras religiones, con vistas a promover los valores religiosos y morales en los medios de comunicación.
El Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales se compromete a buscar nuevas vías de concertación interreligiosa, teniendo en cuenta las posibilidades que ofrecen los nuevos descubrimientos en el campo de la comunicación social con el fin de evitar toda dispersión de esfuerzos en ese sector de intercambios humanos, donde la organización y la programación son indispensables.
21. El dinamismo de las organizaciones católicas y de las instituciones eclesiales del apostolado de comunicación social es condición indispensable de una colaboración eficaz y de una cooperación constructiva, así como una garantía para la salvaguarda del mensaje católico en su plenitud. A este respecto, es necesario el desarrollo, a todos los niveles del apostolado católico de las comunicaciones sociales, de la formación de capacidades profesionales, teológicas y tecnológicamente avanzadas de los comunicadores pertenecientes a la Iglesia católica.
Una cooperación apostólica más intensa entre las organizaciones católicas internacionales de la comunicación social (OCIC, UNDA, UCIP) (ver nota n. 6) favorecerá una concertación mejor con las demás religiones de la humanidad.
22. Es necesaria una formación específica de los comunicadores católicos, de acuerdo con las directrices de la Santa Sede, de cara a una concertación más calificada con los miembros de las grandes religiones en el seno de la comunicación social.
23. También sería útil una colaboración interreligiosa entre los católicos y los miembros de otras religiones en el campo de los nuevos medios: especialmente: en el uso común de los satélites, de los bancos de datos, de las redes vía cable, y, globalmente, de la informática, comenzando por la compatibilidad de sistemas.
Ciudad del Vaticano, 4 de octubre de 1989, fiesta de san Francisco de Asís.
John Patrick Foley
Presidente
Pierfranco Pastore
Secretario
Notas
1. Secretariado para la Union de los Cristianos – Consejo Ecuménico de las Iglesias. Témoignage commun et prosélytisme de mauvais aloi, "Service d'Information" 14 (1971), pp. 19-24; ver también para la interpretacion de la Escritura y de la voluntad de las autoridades eclesiales sobre la unidad de testimonio: Grupo mixto de trabajo entre la Iglesia Catolica y el Consejo Ecuménico de las Iglesias. Témoignage commun, "Service d'information" 44 (1980), págs. 142-155.
2. Concilio Vaticano II, Decreto conciliar Unitatis redintegratio, "Acta Apostolicae Sedis" 1965, en particular, págs. 99-100, n. 12
3. Comisión Pontificia para las Comunicaciones Sociales, Instrucción pastoral Communio et progressio, "Acta Apostolicae Sedis" 1971, págs. 628-630, núms. 96-100; Secretariado para la Unión de los Cristianos, Directorium ad ea quae a Concilio Vaticano II de re oecumenica promulgata sunt exsequenda, "Acta Apostolicae Sedis" 1967, págs. 574-592 (edición puesta a! día en el año en curso 1989); Comisión Pontificia para las Comunicaciones Sociales, Critères généraux pour la collaboration oecuménique dans les communications sociales, "Bulletin d'information" 80 (1971), págs. 65-66 (primera elaboración de los criterios puestos al día por el presente documento).
Ver también: Secretariado para la Union de los Cristianos, Réflexions et suggestions concernant le dialogue oecumenique, "Service d'information" 12 (1970), págs. 5-11; Témoignage commun et prosélytisme de mauvais aloi, "Service d'Information" 14 (1971), pp. 19-24; La collaboration oecuménique au paln régional, au plan national et au plan local, "Service d'information" 26 (1975), págs. 8-34; Le phénomène des sectes ou nouveaux mouvements religieux: défi pastoral, "Service d'information" 61 (1986), págs. 158.169.
4. Existe ya la fórmula de jurado ecuménico (por ejemplo, los de los festivales cinematográficos de Canes, Locarno, Montreal, Berlín, …), de semana ecuménica (de televisión, convocada por UNDA, Organización Católica Internacional para la Radio y la Televisión, y ,WAAC, Asociación Mundial de Comunicación Cristiana), de publicaciones ecuménicas sobre la comunicacion ("Comunicacion"), de talleres comunes (Catholic Press Association of the United States and Canada-Associated Church Press, USA), de fundaciones ecuménicas (Interfaith Media Foundation), de consultas recíprocas, de ayuda financiera mutua, de animación y consulta comunes en el seno de las redes seculares. Es importante discernir el valor de tales iniciativas y ver cuáles pueden ser las formas ulteriores de proyectos ecuménicos comunes. Los proyectos comunes seran tanto más útiles cuanto mejor respondan a temas precisos y concretos.
5. Por ejemplo: la oportunidad o no de la celebración común de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, la valorización de la Semana de Oración para la Unión de los Cristianos a través de iniciativas comunes en los medios de comunicación social, las tomas de posición comunes acerca de cuestiones doctrinales y éticas, la instauración de un reconocimiento ecuménico al mérito en el apostolado de las comunicaciones sociales, la redacción de catálogos comunes…
6. OCIC: Organización Católica Internacional del Cine y de lo Audiovisual (Secretariado General, 8 rue de l'Orme B-1040 Bruxelles); UCIP: Unión Católica Internacional de la Prensa (Secretariado General, 37-39 rue de Vermont, CH-1211 Genève 20 CIC); UNDA: Organización Católica Internacional de la Radio y la Televisión (Secretariado General, 12 rue de l'Orme, B-1040 Bruxelles).
7. Cf. Secretariado para la Unión de los cristianos, Directorium ad ea quae a Concilio Vaticano II de re oecumenica promulgata sunt exsequenda. Pars altera: De re oecumenica in institutione superiore, "Acta Apostolicae Sedis", 1970, págs. 705-724; Congregación para la Educación Católica, Ordinationes ad constitutionem apostolicam "Sapientia Christiana" rite exsequendam, "Acta Apostolicae Sedis", 1979, págs. 500-521 (pág. 513, art. 51, indicaciones sobre la enseñanza del ecumenismo entre las materias teológicas).
8. Concilio Vaticano II, declaración conciliar Nostra aetate, "Acta Apostolicae Sedis", 1966, págs. 740-744; Secretariado para los No Cristianos, Vers le recontre des religions, suggestions pour le dialogue, "Bulletin" (suplemento n. 3) 1967, págs. 1-49; ib., La actitud de la Iglesia frente a los seguidores de otras religiones, Ciudad del Vaticano, 1984; Comisión para las relaciones con el Judaísmo, Orientations et suggestions pour l'application de la déclaration conciliare "Nostra aetate" (n. 4), "Service d'information" 26 (1975), págs. 1-7.
8.
PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES
INTRODUCCIÓN
UNA REVOLUCIÓN EN LAS COMUNICACIONES
1. Con la llegada de una nueva era, las comunicaciones conocen una expansión considerable que influye profundamente en las culturas de todo el mundo. Las revoluciones tecnológicas representan sólo un aspecto de este fenómeno. No hay lugar en el que no se haga sentir el impacto de los medios de comunicación sobre las actitudes religiosas y morales, los sistemas políticos y sociales, la educación.
Nadie ignora, por ejemplo, el papel de las comunicaciones, que las fronteras geográficas y políticas no han podido detener, en los cambios que se han verificado a lo largo de los años 1989 y 1990, y cuyo alcance histórico ha subrayado el Papa(1).
녬 primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola -como suele decirse- en una "aldea global". Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales (2).
Más de un cuarto de siglo después de la promulgación del Decreto del Concilio Vaticano II sobre las comunicaciones sociales, Inter mirifica, y dos décadas después de la Instrucción pastoral Communio et progressio, el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales desea reflexionar sobre las consecuencias pastorales de esta nueva situación. Lo hace con el espíritu de la conclusión de Communio et progressio: 녬 Pueblo de Dios, que camina a través del tiempo construyendo la historia, como protagonista a la vez que destinatario de la comunicación, fijos en el mañana los ojos confiados y atentos, vislumbra lo que a manos llenas le promete la era espacial recién nacida (3).
Estimando que los principios y las ideas de estos documentos conciliares y postconciliares poseen un valor duradero, queremos aplicarlos al contexto nuevo. No pretendemos pronunciar palabras definitivas sobre una situación compleja, cambiante y en perpetua evolución, sino solamente procurar un instrumento de trabajo y estimular a los que deben afrontar las consecuencias pastorales de estas nuevas realidades.
2. A lo largo de los años que han sucedido a la aparición de Inter Mirífica y de Communio et Progressio se nos ha habituado a expresiones tales como 볯ciedad de información묠룵ltura de los medios de comunicación령 맥neración de los medios de comunicación뮠Este tipo de expresión debe ser notado: subraya que lo que saben y piensan los hombres y mujeres de nuestro tiempo está condicionado, en parte, por los medios de comunicación; la experiencia humana como tal ha llegado a ser una experiencia de los medios de comunicación.
Las últimas décadas han sido asimismo el escenario de novedades espectaculares en materia de tecnologías de comunicación. Esto ha implicado tanto una rápida evolución de antiguas tecnologías como la aparición de nuevas tecnologías de telecomunicación y comunicación social, entre las que figuran los satélites, la televisión por cable, las fibras ópticas, los videocassettes, los discos compactos, la concepción de imágenes por ordenador y otras técnicas digitales e informáticas. La utilización de los nuevos medios de comunicación ha dado origen a lo que se ha podido llamar 뮵evos lenguajes령 ha suscitado posibilidades ulteriores para la misión de la Iglesia así como nuevos problemas pastorales.
3. En este contexto animamos a los pastores y al pueblo de Dios a que profundicen el sentido de todo lo que se refiere a las comunicaciones y a los medios de comunicación y a traducirlo en proyectos concretos y realizables.
냵ando los Padres del Concilio estaban dirigiendo su mirada hacia el futuro e intentaban discernir el contexto en el que la Iglesia estaría llamada a llevar a cabo su misión, pudieron ver claramente que el progreso y la tecnología ya estaban "transformando la faz de la tierra", e incluso que ya se estaba llegando a la conquista del espacio. Reconocieron, especialmente, que los desarrollos en la tecnología de las comunicaciones con toda probabilidad iban a provocar reacciones en cadena de consecuencias imprevisibles (4).
댥jos de insinuar que la Iglesia tendría que quedarse al margen o intentar aislarse de la riada de esos acontecimientos, los Padres del Concilio vieron que la Iglesia tenía que estar dentro del mismo progreso humano, compartiendo las experiencias de la humanidad e intentando entenderlas e interpretarlas a la luz de la fe. Era a los fieles de Dios a quienes correspondía hacer un uso creativo de los descubrimientos y nuevas tecnologías en beneficio de la humanidad y en cumplimiento del designio de Dios sobre el mundo뮮. para 뵮a utilización sabia de las potencialidades de esta "era informática", con el fin de servir a la vocación humana y trascendente de cada ser humano, y así glorificar al Padre de quien viene todo bien (5).
Debemos expresar nuestro reconocimiento hacia todos aquellos que han permitido la constitución de una red de comunicaciones creativa en la Iglesia. A pesar de las dificultades -debidas a los recursos limitados, a los obstáculos interpuestos a veces a la Iglesia en su acceso a los medios de comunicación, a la remodelación constante de la cultura, de los valores y las actitudes que provoca la omnipresencia de los medios de comunicación- se ha hecho ya mucho y se continúa haciendo. Los obispos, los clérigos, los religiosos y los laicos que se consagran a este apostolado capital merecen la gratitud de todos.
También tenemos que expresar nuestra satisfacción en lo que respecta a todos los esfuerzos positivos de colaboración ecuménica en el ámbito de los medios de comunicación, en el que están implicados los católicos y sus hermanos y hermanas de otras Iglesias y comunidades eclesiales, así como de cooperación interreligiosa con hermanos y hermanas de otras grandes religiones. No sólo ello es deseable sino que "empeña a los cristianos a unirse más profundamente en su acción comunicativa y a concertarse más directamente con las otras religiones de la humanidad, respecto a su presencia común en el seno de las comunicaciones"(6).
I
CONTEXTO DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
A. Contexto cultural y social
4. El cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa. El constante ofrecimiento de imágenes e ideas así como su rápida transmisión, realizada de un continente a otro, tienen consecuencias, positivas y negativas al mismo tiempo, sobre el desarrollo psicológico, moral y social de las personas, la estructura y el funcionamiento de las sociedades, el intercambio de una cultura con otra, la percepción y la transmisión de los valores, las ideas del mundo, las ideologías y las convicciones religiosas. La revolución de las comunicaciones afecta incluso a la percepción que se puede tener de la Iglesia y contribuye a formar sus propias estructuras y funcionamiento.
Todo esto tiene importantes consecuencias pastorales. En efecto, se puede recurrir a los medios de comunicación tanto para proclamar el Evangelio como para alejarlo del corazón del hombre. El entramado cada vez más estrecho de los medios de comunicación con la vida cotidiana influye en la comprensión que pueda tenerse del sentido de la vida.
Los medios de comunicación tienen la capacidad de pesar no sólo sobre los modos de pensar, sino también sobre los contenidos del pensamiento. Para muchas personas la realidad corresponde a lo que los medios de comunicación definen como tal; lo que los medios de comunicación no reconocen explícitamente parece insignificante. El silencio puede, así, hallarse impuesto de hecho a los individuos o a los grupos ignorados por los medios de comunicación; la voz del Evangelio puede, también, ella, encontrarse reducida al silencio sin ser apagada totalmente. Por ello es importante que los cristianos sean capaces de suministrar una información que 룲ee las noticias묠dando la palabra a los que están privados de ella. El poder que tienen los medios de comunicación de fortalecer o de destruir las referencias tradicionales en materia de religión, de cultura y de familia subraya bien la pertinente actualidad de las palabras del Concilio: 됡ra el recto empleo de estos medios es totalmente necesario que todos los que los usan conozcan y lleven a la práctica fielmente en este campo las normas del orden moral (7).
B. Contexto político y económico
5. Las estructuras económicas de las naciones dependen de los sistemas de comunicaciones contemporáneas. Generalmente se considera necesario para el desarrollo económico y político que el Estado invierta en una infraestructura eficaz de comunicaciones. El aumento de costo de esta inversión ha constituido, por otra parte, un factor de capital importancia que ha llevado a los gobiernos de numerosos países a adoptar políticas que miran a aumentar la concurrencia. Especialmente por esta razón en muchos casos los sistemas públicos de telecomunicaciones y de difusión han sido sometidos a políticas de falta de normativa y de privatización.
Del mismo modo que el mal uso del servicio público puede llevar a la manipulación ideológica y política, así, la comercialización no reglamentada y la privatización de la difusión tiene profundas consecuencias. En la práctica, y frecuentemente de forma oficial, la responsabilidad pública del uso de las ondas está infravalorada. Se tiende a evaluar su éxito en función del beneficio y no del servicio. Los motivos de beneficio y los intereses de los anunciantes ejercen una influencia anormal sobre el contenido de los medios de comunicación: se prefiere la popularidad a la calidad y uno se alinea en el mínimo común denominador. Los anunciantes, traspasando su legítimo papel, que consiste en identificar las verdaderas necesidades y responder a ellas, empujados por motivos mercantiles, se esfuerzan por crear necesidades y modelos artificiales de consumo.
Las presiones comerciales se ejercen igualmente más allá de las fronteras nacionales con perjuicio para ciertos pueblos y su cultura. Ante el aumento de la competencia y la necesidad de encontrar nuevos mercados, las empresas de comunicaciones revisten un carácter cada vez más 뭵ltinacional뻠la carencia de recursos locales de producción provoca al mismo tiempo que algunos países dependan cada vez más de naciones extranjeras. Así es como la producción de ciertos medios de comunicación populares, característicos de una cultura, se difunden en otra, frecuentemente con detrimento de formas artísticas y de medios de comunicación que se encuentran en ellas y de los valores que contienen.
La solución de los problemas nacidos de esta comercialización y de esta privatización no reglamentadas no siempre reside en un control del Estado sobre los medios de comunicación, sino en una reglamentación más importante, conforme a las normas del servicio público, así como en una responsabilidad pública mayor. Hay que destacar, a este respecto, que si los causes jurídicos y políticos en los que funcionan los medios de comunicación de ciertos países están actualmente en franca mejora, hay otros lugares en los que la intervención gubernamental es un instrumento de opresión y de exclusión.
II
TAREA DE LAS COMUNICACIONES
6. Communio et progressio se basa en una presentación de las comunicaciones como una vía hacia la comunión. El texto declara que la comunicación, 뭦aacute;s que la sola manifestación de ideas o expresión de sentimientos묠es 뵮a entrega de sí mismo por amor (8). La comunicación en este sentido, es el reflejo de la comunión eclesial y puede contribuir a ella.
La comunicación de la verdad puede tener realmente una potencia redentora que brota de la persona de Cristo. Él es el Verbo de Dios hecho carne y la imagen del Dios invisible. En Él y por Él la vida de Dios se comunica a la humanidad por la acción del Espíritu. 됯rque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad (9). Se puede también citar el versículo siguiente: 뙠la Palabra se hizo carne y puso su morad entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (10).
Dios se comunica definitivamente en el Verbo hecho carne. La palabra se hace liberadora y redentora para toda la humanidad en la predicación y en la acción de Jesús. Este acto de amor por el que Dios se revela, asociado a la respuesta de fe de la humanidad, engendra un diálogo profundo.
La historia humana y el conjunto de relaciones entre los hombres se desarrollan en el marco de esta comunicación de Dios en Cristo. La historia misma está destinada a convertirse en un tipo de palabra de Dios y la vocación del hombre consiste en contribuir a ella, de forma creadora, viviendo esta comunicación constante e ilimitada del amor reconciliador de Dios. Estamos llamados a traducir esto en palabras de esperanza y en actos de amor, es decir, mediante nuestro modo de vida. En consecuencia, la comunicación debe situarse en el corazón de la comunidad eclesial.
Cristo es a la vez el contenido y la fuente de lo que la Iglesia comunica cuando proclama el Evangelio. La Iglesia no es otra cosa que el 룵erpo místico de Cristo y plenitud misteriosa de Cristo glorificado, "Él llena todas las cosas"(11). Por tanto, nos movemos en la Iglesia, por la palabra y los sacramentos, hacia la esperanza de unidad definitiva donde 넩os será todo en todos (12).
A. Los medios de comunicación social al servicio de las personas y de las culturas
7. Paralelamente a todo el bien que hacen y que son capaces de hacer, los medios de comunicación 밵eden ser a la vez eficaces instrumentos de unidad y comprensión mutua y transmisores de una visión deformada de la vida, de la familia, de la religión y de la moralidad -según una interpretación que no respeta la auténtica dignidad ni el destino de la persona humana (13). Es necesario que los medios de comunicación respeten y participen en el desarrollo integral de la persona que comprende 묡 dimensión cultural, trascendente y religiosa del hombre y de la sociedad (14).
La fuente de determinados problemas individuales y sociales reside también en el progresivo uso de los medios de comunicación en sustitución de las relaciones interpersonales y en la considerable dedicación prestada a los personajes de ficción que presentan esos medios. Los medios de comunicación no pueden reemplazar el contacto personal inmediato ni tampoco las relaciones entre los miembros de una familia o entre amigos. Sin embargo, sí que pueden contribuir a la solución de esta dificultad -mediante grupos de discusión, debates sobre las películas o las emisiones- estimulando la comunicación interpersonal, en vez de reemplazarla.
B. Los medios de comunicación al servicio del diálogo con el mundo actual
8. El Concilio Vaticano II ha subrayado que 륬 Pueblo de Dios… procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios (15). Quienes proclaman la Palabra de Dios tienen el deber de tomar en consideración e intentar comprender las 밡labras려e los diferentes pueblos y culturas, no sólo para dejarse instruir por ellos, sino también para ayudarles a reconocer y aceptar esa Palabra de Dios (16). Por tanto, la Iglesia debe mantener una presencia activa y atenta hacia el mundo, con el fin de nutrir a la comunidad y de ayudar a quienes buscan soluciones aceptables a los problemas personales y sociales.
Además de ello, si la Iglesia ha de comunicar su mensaje, adaptándolo a cada época y también a las particulares culturas de las diferentes naciones y pueblos, hoy en día debe hacerlo de forma especial con la cultura de los nuevos medios de comunicación (17). He ahí una condición fundamental si se quiere dar una respuesta a una de las preocupaciones esenciales del Concilio Vaticano II: 뱵e todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales, técnicos y culturales, consigan también la unidad completa en Cristo (18). Juzgando el importante papel que pueden desempeñar los medios de comunicación en sus esfuerzos por favorecer esta unidad, la Iglesia los mira como logrados "por providente designio de Dios" para el desarrollo de las comunicaciones y la comunión entre los hombres mientras dura su peregrinación sobre la tierra (19).
La Iglesia, que trata de dialogar con el mundo moderno, desea poder entablar un diálogo honesto y respetuoso con los responsables de los medios de comunicación. Este diálogo implica que la Iglesia se esfuerce en comprender los medios de comunicación -sus objetivos, sus estructuras internas y sus modalidades- y que sostenga y anime a los que trabajan en ellos. Basándose en esta comprensión y este apoyo, se pueden hacer propuestas significativas con vistas a la eliminación de los obstáculos que se oponen al progreso humano y a la proclamación del Evangelio.
Un diálogo de este tipo necesita que la Iglesia se preocupe activamente de los medios de comunicación profanos, y especialmente de la elaboración de la política que les concierne. Los cristianos tienen el deber de hacer oír su voz en el seno de todos los medios de comunicación. Su tarea no se limita a la transmisión de noticias eclesiásticas. Por otro lado, este diálogo requiere que la Iglesia sostenga a los profesionales de los medios de comunicación, que elabore una antropología y una verdadera teología de la comunicación, a fin de que la misma teología se haga más comunicativa, más eficaz para revelar los valores evangélicos y aplicarlos a las realidades contemporáneas de la condición humana; además, es necesario que los responsables de la Iglesia y los agentes pastorales respondan con buena voluntad y prudencia a las demandas de los medios de comunicación, tratando de establecer con ellos relaciones de confianza y de respeto mutuo, fundadas sobre valores comunes con los que no comparten nuestra fe.
C. Los medios de comunicación al servicio de la comunidad humana y del progreso social
9. Las comunicaciones que se hacen en la Iglesia y por la Iglesia consisten esencialmente en el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo. Es la proclamación del Evangelio como palabra profética y liberadora dirigida a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo; es el testimonio dado de la verdad divina y el destino trascendente de la persona humana, frente a una secularización radical; es ponerse de parte de la justicia, en solidaridad con todos los creyentes, al servicio de la comunión de los pueblos, las naciones y las culturas, frente a los conflictos y las divisiones.
Este sentido que la Iglesia da a las comunicaciones ilumina de forma excepcional los medios de comunicación y el papel que éstos han de jugar, de acuerdo con el plan providencial de Dios, en la promoción del desarrollo de las personas y de las sociedades humanas.
D. Los medios de comunicación al servicio de la comunión eclesial
10. A todo lo que se acaba de decir, conviene añadir la llamada importante del derecho al diálogo y a la información en el seno de la Iglesia, tal como lo afirma Communio et progressio (20), así como la necesidad de proseguir en la búsqueda de medios eficaces que favorezcan y protejan este derecho, especialmente mediante una utilización responsable de los medios de comunicación. Pensamos, entre otras cosas, en las afirmaciones del Código de Derecho Canónico según las cuales los fieles, salvando siempre la debida obediencia, 봩enen la facultad de manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades, principalmente las espirituales, y sus deseos (21) y, en función de su conocimiento, competencia y prestigio, estos fieles tienen también 륬 derecho, y a veces incluso el deber묠de expresar a sus pastores su opinión sobre las cuestiones que conciernen al bien de la Iglesia (22).
Existe ahí un medio para mantener y reforzar la credibilidad y la eficacia de la Iglesia. Más importante todavía, esto podría ser una forma concreta de llevar a la práctica el carácter de 룯munión려e la Iglesia, que se fundamenta en la comunión íntima de la Trinidad, de la que la Iglesia es reflejo. Entre los miembros de esta comunidad que constituye la Iglesia, existe una igualdad básica de dignidad y de misión, proveniente del bautismo y que está en la base de la estructura jerárquica y de la diversidad de tareas y de funciones. Esta igualdad se expresará en la participación honrada y respetuosa de la información y de las opiniones.
En caso de desacuerdo, es importante saber que 뮯 es ejerciendo una presión sobre la opinión pública como se contribuye a la clarificación de los problemas doctrinales y se sirve a la verdad (23). Efectivamente, 묡s opiniones de los fieles no pueden pura y simplemente identificarse con el "sensus fidei"(24).
¿Por qué insiste la Iglesia en el derecho de todos a tener una información correcta, en su propio derecho a proclamar la auténtica verdad del Evangelio y en la responsabilidad que tienen sus pastores de comunicar la verdad y de formar a los fieles para que hagan lo mismo? Porque la comunicación, en la Iglesia, se entiende a partir de la comunicación que hace de sí mismo el Verbo de Dios.
E. Los medios de comunicación al servicio de una nueva evangelización
11. Además de los medios tradicionales en vigor, como el testimonio de vida, la catequesis, el contacto personal, la piedad popular, la liturgia y otras celebraciones similares, la utilización de los medios de comunicación se ha hecho esencial para la evangelización y la catequesis. Ciertamente 묡 Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más (25). Los medios de comunicación social pueden y deben ser los instrumentos al servicio del programa de reevangelización y de nueva evangelización de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Con vistas a la nueva evangelización, habrá que dar una particular atención al impacto audiovisual, central en las comunicaciones, según el adagio 붥r, juzgar, actuar뮠
Y, sin embargo, es muy importante, para la actitud que la Iglesia debe adoptar respecto a los medios de comunicación social y la cultura que ellos contribuyen a elaborar, tener siempre presente en el espíritu que 뮯 basta usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en esta "nueva cultura" creada por la comunicación moderna… con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos sicológicos(26). La evangelización actual debería encontrar recursos en la presencia activa y abierta de la Iglesia en el seno del mundo de las comunicaciones.
III
RETOS ACTUALES
A. Necesidad de una evaluación crítica
12. Si la Iglesia adopta una actitud positiva y abierta hacia los medios de comunicación, tratando de penetrar en la nueva cultura creada por las comunicaciones modernas con el fin de evangelizar, es necesario que proponga también una evaluación crítica de los medios de comunicación y de su impacto sobre la cultura.
Como se ha dicho en tantas ocasiones, la tecnología de las comunicaciones constituye una maravillosa expresión del genio humano, del que los medios de comunicación aprovechan considerablemente a la sociedad. Sin embargo, como también se ha subrayado, la aplicación de la tecnología de las comunicaciones no se ha hecho bien del todo y todos sabemos que su utilización adecuada necesita valores sanos y elecciones prudentes por parte de las personas, del sector privado, de los gobiernos y del conjunto de la sociedad. La Iglesia no pretende dictar estas decisiones y estas elecciones, sino que trata de proporcionar una verdadera ayuda, indicando los criterios éticos y morales aplicables a este campo, criterios que se encontrarán en los valores a la vez humanos y cristianos.
B. Solidaridad y desarrollo integral
13. En la situación actual, ocurre que los medios de comunicación exacerban los obstáculos individuales y sociales que impiden la solidaridad y el desarrollo integral de la persona humana. Estos obstáculos son especialmente el secularismo, el consumismo, el materialismo, la deshumanización y la ausencia de interés por la suerte de los pobres y los marginados (27).
En esta situación, la Iglesia, que reconoce en los instrumentos de comunicación social 롣tualmente el camino privilegiado para la creación y para la transmisión de la cultura (28), considera un deber proponer una formación a los profesionales de las comunicaciones sociales y al público para que miren los medios de comunicación social como un 볥ntido crítico animado por la pasión por verdad뻠juzga también que es deber suyo realizar una 묡bor de defensa de la libertad, del respeto de la dignidad personal, de la elevación de la auténtica cultura de los pueblos, mediante el rechazo firme y valiente de toda forma de monopolio y manipulación (29).
C. Políticas y estructuras
14. Es evidente que determinados problemas son el fruto de determinadas políticas y estructuras de los medios de comunicación: citemos, sólo a título de ejemplo, el hecho de que ciertos grupos o clases ven cómo se les impide el acceso a los medios de comunicación, la reducción sistemática del derecho fundamental a la información en ciertos lugares, la extensión de la autoridad que determinados grupos económicos, sociales y políticos ejercen sobre los medios de comunicación.
Todo ello es contrario a los objetivos fundamentales y a la misma naturaleza de los medios de comunicación, cuyo papel social específico y necesario es contribuir a garantizar el derecho del hombre a la información, promover la justicia en la búsqueda del bien común y ayudar a las personas, grupos y pueblos en su búsqueda de la verdad. Los medios de comunicación ejercen estas funciones capitales cuando favorecen el intercambio de ideas y de informaciones entre todas las clases y los sectores de la sociedad y cuando ofrecen a todas las opiniones responsables la oportunidad de hacerse oír.
D. Defensa del derecho a la información y a las comunicaciones
15. No se puede aceptar que el ejercicio de la libertad de comunicación dependa de la fortuna, de la educación o del poder político. El derecho a la comunicación pertenece a todos.
Esto requiere especiales esfuerzos nacionales e internacionales, no sólo para otorgar a los pobres y a los menos pudientes el acceso a la información que necesitan para su desarrollo individual y social, sino también para hacer realidad que ellos mismos tengan un papel efectivo y responsable en la decisión de los contenidos de los medios de comunicación y en la determinación de las estructuras y de las políticas de sus instituciones nacionales de comunicaciones.
Allí donde las estructuras jurídicas y políticas favorecen el dominio de los medios de comunicación por parte de grupos de presión, la Iglesia debe insistir en el respeto del derecho a la comunicación, y especialmente sobre su propio derecho al acceso a los medios de comunicación, sin olvidar la búsqueda de otros modelos de comunicaciones para sus propios miembros y para el conjunto de la población. Por otra parte, el derecho a la comunicación forma parte del derecho a la libertad religiosa, el cual no debería estar limitado a la libertad del culto.
IV
PRIORIDADES PASTORALES Y MEDIOS DE RESPUESTA
- A. Defensa de las culturas humanas
16. Conociendo la situación existente en tantos lugares, la sensibilidad por los derechos y los intereses de las personas frecuentemente puede incitar a la Iglesia promover otros medios de comunicación. En el campo de la evangelización y la catequesis, la Iglesia deberá tomar medidas a menudo para preservar y favorecer los 뭥dios de comunicación populares령 otras formas tradicionales de expresión, reconociendo que, en determinadas sociedades, pueden ser más eficaces para la difusión del Evangelio que los medios de comunicación más modernos, porque permiten una participación personal mayor y alcanzan niveles más profundos de sensibilidad humana y de motivación.
La omnipresencia de los medios de comunicación en el mundo contemporáneo no disminuye en nada la importancia de otros medios de comunicación que permiten a las personas comprometerse activamente en la producción e incluso en la concepción de las comunicaciones. Los medios de comunicación tradicionales y populares no sólo representan un importante cauce de expresión de la cultura local, sino que también permiten el desarrollo de una competencia en la creación y en la utilización de los medios de comunicación.
También consideramos de manera positiva el deseo de numerosos pueblos y grupos humanos de disponer de sistemas de comunicación y de información más justos y equitativos, a fin de preservarse de la dominación y de la manipulación, provenientes del extranjero o de sus compatriotas. Los países en vías de desarrollo tienen este miedo con respecto a los países desarrollados; las minorías de ciertas naciones, desarrolladas o en vías de desarrollo, comparten esta misma preocupación. Sea cual fuere la situación, es preciso que los ciudadanos puedan tomar parte activa, autónoma y responsable en las comunicaciones, pues, influyen, de muchas formas, en sus condiciones de vida.
- B. Desarrollo y promoción de los medios de comunicación de la Iglesia
17. La Iglesia, al mismo tiempo que continúa empeñándose de diverso modo en el campo de las comunicaciones y de los medios de comunicación, a pesar de las numerosas dificultades encontradas, debe seguir desarrollando, manteniendo y favoreciendo sus propios instrumentos y programas católicos de comunicaciones. Estos abarcan la prensa católica y las editoriales católicas, la radio y la televisión católicas, las oficinas de información y relaciones públicas, institutos para la formación y la práctica en los medios de comunicación, la investigación sobre la información, organizaciones vinculadas a la Iglesia para los profesionales de las comunicaciones, especialmente las organizaciones católicas internacionales de comunicaciones, cuyos miembros pueden ser colaboradores valiosos y competentes de las Conferencias episcopales y de los diferentes obispos.
El trabajo de los medios de comunicación católicos no es sólo una actividad suplementaria y añadida a las demás de la Iglesia: ciertamente las comunicaciones sociales tienen que desempeñar un papel en todos los aspectos de la misión de la Iglesia. Por ello, no hay que contentarse con tener un plan pastoral de comunicaciones, sino que es preciso que las comunicaciones formen parte integrante de todo plan pastoral, ya que ellas tienen una contribución que dar a todo apostolado, ministerio o programa.
- C. Formación de los comunicadores cristianos
18. La educación y la formación para las comunicaciones sociales deben formar parte integrante de la formación de los agentes de pastoral y de los sacerdotes (30). Varios elementos y diversos aspectos son necesarios en esta formación.
En el mundo actual, tan fuertemente influido por los medios de comunicación, es preciso, por ejemplo, que el personal de la Iglesia tenga al menos una buena visión de conjunto del impacto que las nuevas tecnologías de la información y los nuevos medios de comunicación ejercen sobre las personas y la sociedad. También los agentes pastorales deben estar dispuestos a dispensar su ministerio tanto a los que son 벩cos en información렣omo a los que son 밯bres en información뮠Hace falta que sepan invitar al diálogo, evitando un estilo de comunicaciones susceptible de sugerir la dominación, la manipulación o el provecho personal. Por lo que se refiere a los que están más comprometidos en el trabajo de los medios de comunicación al servicio de la Iglesia, es preciso que adquieran las competencias profesionales necesarias en esta materia, así como una formación doctrinal y espiritual.
- D. Pastoral de los profesionales de las comunicaciones
19. El trabajo en los medios de comunicación supone presiones psicológicas y dilemas éticos especiales. Cuando se considera la importancia del papel que desempeñan los medios de comunicación en la formación de la cultura contemporánea y en la configuración de la vida de innumerables personas y sociedades enteras, parece esencial que quienes son profesionales de los medios de comunicación profanos y en las industrias de las comunicaciones consideren sus responsabilidades con un ideal profundo y con la voluntad de servir a la humanidad.
Esto conlleva para la Iglesia su parte de responsabilidad: es preciso que elabore y proponga programas pastorales que respondan con precisión a las condiciones particulares de trabajo y a los desafíos éticos a los que se enfrentan los profesionales de las comunicaciones. De hecho, estos programas pastorales deberán comportar una formación permanente que pueda ayudar a estos hombres y mujeres -muchos de los cuales desean sinceramente saber y practicar lo que es justo en el plano ético y moral- a estar cada vez más imbuidos por los criterios morales, en su vida tanto profesional como privada.
V
NECESIDAD DE UNA PLANIFICACIÓN PASTORAL
A. Responsabilidades de los obispos
20. Reconociendo el valor, e incluso la urgencia, de las llamadas que surgen del mundo de las comunicaciones, los obispos y las personas encargadas de decidir el reparto de los recursos en la Iglesia, que son limitados tanto en el plano humano como en el material, deberán esforzarse por conceder una adecuada prioridad a este campo, teniendo en cuenta las circunstancias propias de su nación, de su región o de su diócesis.
Puede ser que esta necesidad se haga sentir de forma más aguda en el presente que en el pasado, precisamente porque, al menos en parte, el gran 롲eópago려el tiempo moderno, el mundo de la comunicación, ha estado más o menos olvidado por la Iglesia hasta ahora (31). Así lo ha señalado el Santo Padre: 뇥neralmente se privilegian otros instrumentos para el anuncio evangélico y para la formación cristiana, mientras los medios de comunicación social se dejan a la iniciativa de individuos o de pequeños grupos, y entran en la programación pastoral sólo a nivel secundario (32). Esta situación reclama una serie de correcciones.
B. Necesidad de un plan pastoral sobre medios de comunicación social
21. Recomendamos particularmente que las diócesis y las Conferencias o asambleas episcopales procuren que la problemática de los medios de comunicación social sea abordada en todos sus planes pastorales. Conviene que redacten planes pastorales dirigidos especialmente a los medios de comunicación social, o que examinen y actualicen los planes ya existentes, para que se mantenga un proceso permanente de revisión y puesta al día. Para esto los obispos deberán buscar la colaboración de profesionales de medios de comunicación, que trabajen en instituciones civiles u organismos eclesiales ligados al ámbito de las comunicaciones, incluidos especialmente los organismos internacionales y nacionales de cine, radio, televisión y prensa.
Algunas Conferencias episcopales se han servido ya de planes pastorales que describen concretamente las necesidades existentes y los posibles objetivos, y que alientan la coordinación de esfuerzos. Los resultados del estudio, así como de las evaluaciones y consultas que han permitido la redacción de estos documentos, podrían y deberían circular en todos los niveles eclesiales, ya que suministran datos útiles para la pastoral. De este modo planes realistas y prácticos pueden adaptarse a las necesidades de las Iglesias locales. Los mismos deberían revisarse y adaptarse permanentemente en función de la evolución de las necesidades.
Terminamos este documento facilitando elementos para un plan pastoral y sugiriendo cuestiones que podrían tratarse en cartas pastorales o declaraciones episcopales tanto nacionales como locales. Estos elementos han sido propuestos por Conferencias episcopales o por profesionales de los medios de comunicación social.
CONCLUSIÓN
22. Reiteramos que 묡 Iglesia ve los medios de comunicación social como "dones de Dios", ya que, según designio de la divina Providencia, unen fraternalmente a los hombres para que colaboren así con su voluntad salvadora (33). Así como el Espíritu ayudó a los antiguos profetas a descifrar el plan de Dios a través de los signos de su tiempo, hoy ayuda a la Iglesia a interpretar los signos de nuestro tiempo y a realizar su misión profética que conlleva el estudio, la evaluación y el recto uso de las tecnologías y medios de comunicación, que han llegado a ser fundamentales.
ANEXO
ELEMENTOS DE UN PLAN PASTORAL DE COMUNICACIONES
23. La situación de los medios de comunicación y las posibilidades ofrecidas a la Iglesia en el campo de las comunicaciones difieren de una nación a otra, incluso de una diócesis a otra dentro de un mismo país. De ello se derivan naturalmente diferencias en la actitud que la Iglesia ha de adoptar, según los lugares, acerca de los medios de comunicación y la cultura que contribuyen a forjar, y las diversidades de sus planes y modos de participación de acuerdo con las situaciones locales.
Cada Conferencia episcopal y cada diócesis deben elaborar un plan pastoral completo sobre las comunicaciones, preferentemente consultando tanto a representantes de organismos católicos internacionales y nacionales de medios de comunicación social como a profesionales de medios locales. Además, sería necesario que en los otros planes pastorales, incluidos los que conciernen al servicio social, a la educación y a la evangelización, se tenga en cuenta, en su elaboración y realización, lo que afecta a las comunicaciones sociales. Varias Conferencias episcopales y diócesis ya han desarrollado tales planes, identificando en los mismos necesidades referidas a las comunicaciones sociales, definiendo objetivos, efectuando previsiones de financiación realistas y coordinando los distintos esfuerzos llevados a cabo en esta área.
Proponemos las siguientes directrices para ayudar a los que tengan que elaborar estos planes pastorales o se encarguen de actualizar los existentes.
Directrices para la elaboración de planes pastorales de medios de comunicación social en una diócesis, Conferencia episcopal o Sínodo patriarcal
24. Un plan pastoral de comunicaciones debería contener los siguientes elementos:
a) una presentación de conjunto, elaborada a partir de una amplia consulta, y que describa, para todos los ministerios de la Iglesia, las estrategias de las comunicaciones sociales que respondan a las cuestiones y a las circunstancias actuales;
b) un inventario o evaluación de la problemática existente en el territorio: las diferentes clases de público, los productores y directores de los medios de comunicación estatales y comerciales, los recursos financieros y técnicos, las redes de distribución, los recursos ecuménicos y educativos, el personal de los organismos y medios de comunicación católicos, incluidos los de comunidades religiosas;
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