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Comunicación social y magisterio de la Iglesia desde Pío XII hasta Benedicto XVI (página 16)

Enviado por Manuel González C


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La Iglesia, mensajera de los valores del espíritu

La Iglesia ha recibido, en efecto, la misión de afirmar los valores espirituales del entero mensaje cristiano. El Señor ha pedido a la Iglesia que lleve este mensaje hasta los confines de la tierra (cf. Act 1, 8; Mt 28, 19). Sus Apóstoles predicaron el amor de Dios y del hombre, el perdón y la reconciliación, y proclamaron un mensaje de paz. Salieron por todas partes y se sintieron reclamados por los enfermos y los oprimidos y, como su Maestro, llevaron la exultante Buena Noticia a los pobres (cf. Lc 4, 18). Y del mismo modo la Iglesia a través de los tiempos ha venido comunicando estos valores y promoviendo iniciativas para el desarrollo de los pueblos, iniciativas que miran y abrazan a cada hombre y a todo el hombre (cf. Populorum progressio, 14). La Iglesia, debe, por tanto, afirmar todos los valores de una vida verdaderamente humana, mostrando al propio tiempo que nuestros corazones no encontrarán su verdadero reposo hasta que descansen en Dios.

Los cristianos han dado testimonio en toda la historia, con su vida y a menudo con su muerte, de los valores espirituales sostenidos por ellos, en cuanto hijos de Dios destinados a la vida eterna. Los grandes mártires de Roma han encontrado en cada cultura sucesores que han testificado en sí los valores que hacen de la vida un valor auténtico y que muestran el verdadero sentido de la muerte. Por una feliz coincidencia esta Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales coincide con la festividad de San Carlos Luanga y compañeros mártires, los cuales estaban seguros de los valores espirituales en los que creían y, al aceptar libremente morir por sus convicciones, mostraron hasta qué profundidad pueden quedar asumidos los valores del espíritu. Estos hijos de África son honrados hoy por el mundo entero porque supieron afirmar los valores espirituales con sus propias vidas.

Cada cristiano, de cualquier edad y condición, como estos valerosos santos, debe dar testimonio con el ejemplo de su vida y estar a punto para mostrar las razones de la esperanza que mora en ellos (cf. 1 Pe 3, 1). Y siempre ha ocurrido así.

Afirmar y promover los valores espirituales.

Una de las más grandes bendiciones de nuestro tiempo es el progreso tecnológico y el gran avance conseguido en las comunicaciones sociales. Ahora, como nunca había ocurrido, los valores espirituales pueden ser afirmados y difundidos entre los confines de la tierra. La maravillosa providencia de Dios ha reservado este prodigio para nuestro tiempo.

Pero los hombres de buena voluntad sienten inquietud al ver cómo estos medios de comunicación social son usados, demasiado a menudo, para contradecir o corromper los valores fundamentales de la vida humana y producir la discordia y la maldad (Communio et progressio, 9). Los abusos y consiguientes perjuicios que causan son bien conocidos. La difusión de ideologías falsas y la excesiva preocupación por el simple progreso material frecuentemente trastoca lo que concierne la verdadera sabiduría y los valores permanentes.

El apostolado de las Comunicaciones Sociales

Lo que hoy pedimos es una acción positiva por parte de los católicos, y especialmente de aquellos comprometidos profesionalmente en los medios de comunicación social, para difundir en toda su plenitud los valores del mensaje vivificante de Cristo haciendo resonar el universo con sus convicciones, con la voz de su fe y con la Palabra de Dios. Esta es, en verdad, una importante vocación y un gran servicio al mundo. Y les llamamos del mismo modo a una completa asociación con todos los hermanos cristianos y todos los hombres de buena voluntad de cualquier país para afirmar de manera eficaz los principios comunes de los cuales depende la dignidad del hombre. Vamos a pedir a todos los que trabajan en la comunicación social que hagan la crónica del sacrificio y dedicación que se da en el mundo, que den a conocer el bien que abunda, y el dinamismo, entusiasmo y generosidad que tanto se da hoy, especialmente entre los jóvenes.

Sabemos que son muchos los profesionales de estos Medios que, llenos de buena voluntad, arden en el deseo y la determinación de poner estos instrumentos, neutros en sí mismos (cf. Communio et progressio, 72), al servicio de sus semejantes. Nosotros pedimos a todos ellos que renueven su propósito a fin de transformar los llamados Medios de masas en relucientes antorchas y poderosos faros que iluminen el camino de la única felicidad verdadera. El mundo necesita ver la afirmación de los valores espirituales en expresiones concretas. Aquellos que tienen en sus manos la comunicación social, en todas sus expresiones, deben llegar a este fin. El lenguaje de la imagen y de la letra impresa, de la luz, música y sonido debe ayudar a llevar el mensaje de la bondad, la belleza y la verdad. Prensa, radio, televisión, cine, teatro y publicidad deben ser utilizados plenamente para esta misión de llevar el precioso mensaje al mundo.

Así como los medios de comunicación social afirman y promueven los valores espirituales de una humanidad siempre empeñada, ayudan a preparar el día en que tendrá lugar una nueva creación, en el cual la paternidad de Dios será universalmente reconocida y la fraternidad, justicia y paz prevalecerán. Y al pediros este esfuerzo, queremos ofrecer la expresión de nuestra gratitud a todos los hombres de buena voluntad que se esfuerzan en brindar esta ayuda. En esta consideración, queremos expresar nuestro profundo aprecio a todas las emisoras de radio y televisión, así como a la prensa, que presentan las noticias sobre la Iglesia y la Santa Sede y su misión esencial de afirmar y promover los valores espirituales. De modo especial agradecemos a nuestros hijos e hijas de la Iglesia católica que, a través de un eficaz uso de los medios de comunicación social y mediante la mayor dedicación a este apostolado, colaboran con nosotros en la difusión del Evangelio(cf. Flp 1, 5).

Para obtener el éxito del gran programa de esta Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales -"Los medios de comunicación social al servicio de la afirmación y promoción de los valores espirituales"-, invocamos la asistencia de la Palabra hecha carne y, en su nombre, os impartimos nuestra bendición apostólica.

Vaticano, 1 de mayo de 1973.

MENSAJE DEL PAPA PABLO VIPARA LA VI JORNADA MUNDIALDE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Tema: Los instrumentos de comunicación socialal servicio de la verdad

1972

Hermanos e hijos esparcidos por el mundo, hombres todos de buena voluntad,

EL HOMBRE MODERNO puede reconocer con facilidad que muchas de sus actitudes, juicios, tomas de posición, adhesiones y oposiciones se deben a los conocimientos, cada vez más vastos y rápidos, de opiniones y de comportamiento que le llegan por medio de los instrumentos de comunicación social.

Nuestra vida sitúa a jóvenes y adultos frente a un flujo casi incesante de noticias y de interpretaciones, de imágenes y de sonidos, de propuestas y de solicitaciones. En esta situación, el ser racional se siente impelido a la pregunta inquietante: ¿dónde está la verdad? ¿Cómo apresarla o descubrirla en el cúmulo de comunicaciones que nos acosan en todo momento?

Misión y responsabilidad del informador

1. Cada uno de los hechos tiene su propia verdad que abarca muchos aspectos, no siempre perceptibles fácilmente en su totalidad. Sólo el empeño conjunto y sincero del comunicador y de los receptores puede ofrecer una cierta garantía de que todo acontecimiento sea conocido en su verdad íntegra.

Aparece así la excelencia de la misión del informador que consiste no sólo en destacar aquello que resalta inmediatamente, sino también en indagar los elementos de encuadramiento y de explicación acerca de las causas y las circunstancias de cada uno de los hechos que él debe señalar. Este quehacer podría compararse, de alguna manera, a una "investigación científica", debido a la seriedad y entrega que exige el control y la valoración critica de las fuentes, con fidelidad a los datos observados y con la trasmisión integral de los mismos.

La responsabilidad es luego más grave aún cuando el comunicador está llamado -como sucede a menudo- añadir a la simple relación del hecho, elementos de juicio y de orientación.

2. Todo lo que precede se ha de referir también, y con aplicaciones particulares y características, a la información religiosa o a aquellas circunstancias que piden una valoración religiosa.

Al acontecimiento religioso no se le puede comprender adecuadamente si se le considera tan sólo en su dimensión humana, psicológica y socialmente comprobable. Hay que descubrir también su dimensión espiritual, o, lo que es igual, la conexión e inserción en el misterio de la comunión del hombre con Dios, es decir, en el misterio de la salvación.

Esto significa captar, en cuanto es posible, la verdad precisamente "religiosa" de ciertos sucesos especiales, que podrá ser asida por entero sólo cuando se tuviere en cuenta el contexto espiritual del fenómeno religioso al cual se refiere el acontecimiento, y -por encima de la sola competencia profesional- la luz de la fe, la única que puede ofrecer plena comprensión, sobre todo en determinadas circunstancias, de tal verdad religiosa.

Necesidad de capacidad crítica en el receptor de la comunicación social

3. Este empeño en indagar y respetar la verdad afecta, con la misma urgencia, a aquellos que en los medios de la comunicación social buscan la información y las orientaciones de juicio. Es tarea de todos los receptores ser siempre activos y corresponsables; su sentido de responsabilidad y su preparación los dispondrán a recibir activa y críticamente todo lo que se les expone desde el exterior.

El hombre, y mucho más el cristiano, no abdicará jamás de su capacidad de contribuir a la conquista de la verdad: no sólo la abstracta o filosófica, sino también la concreta y diaria de los sucesos particulares; si abdicase, dañaría de esa forma la propia dignidad personal. Queremos, por tanto, en esta ocasión, renovar nuestra invitación para que cada hombre se aplique y sea ayudado convenientemente a conseguir la necesaria capacidad de juicio autónomo ante el mensaje de los instrumentos de comunicación social, de manera que pueda escoger libremente entre las distintas opiniones y dar a la mejor de ellas la propia adhesión.

Fidelidad a la verdad evitando toda manipulación de la misma

4. Hoy, la mayoría de los hombres toman contacto con alguna forma de comunicación social -prensa, radio, televisión, teatro, cine, grabaciones magnetofónicas- no sólo con fines informativos, sino sobre todo recreativos y culturales, dedicándose a evocar y a participar espiritualmente en hechos y situaciones, reales o imaginarios, reproducidos gracias a una determinada creación artística, dirigidos a expresar y a sugerir determinados valores y sentimientos.

Entrando en contacto con tal clase de publicaciones y de espectáculos pensando en la distensión y en la diversión, y también en un mejor conocimiento del hombre y del mundo que lo rodea, la facultad crítica del individuo deberá encontrarse siempre suficientemente atenta en lo que se refiere a la verdad, para lograr, así, percibir siempre las posibles desviaciones.

Por otra parte, hay que reconocer una libertad al artista, quien, precisamente para expresar "lo bello" de la realidad, tiene derecho de servirse de la ayuda de la fantasía dando de esta forma vida a una nueva creación. Esta, en cambio, aunque coincida con la realidad concreta y ordinaria, no puede ser algo completamente diferente de ella; debe, en efecto, continuar siendo fiel a su verdad y a la verdad de los valores a los cuales está relacionada. Pues el arte, si es realmente tal, es una de las expresiones más nobles de la verdad.

Por tanto, para prestar un servicio al hombre y ser discípulos y buscadores de la verdad, hay que contribuir a la busca y al goce de la verdad que naturalmente excluye cualquier explotación -bien por especulación comercial, bien por otros fines vituperables- de la debilidad humana o de la insuficiente preparación del público.

La 됡labra력s liberadora y salvífica

5. Nuestro Mensaje no puede terminar, hermanos y hombres del mundo actual, sin que os señalemos una senda aún más elevada para conseguir la verdad más perfecta.

Somos cristianos, seguidores de Cristo, Aquel que es 룡mino, verdad y vida" (Jn 14, 6) para todos los hombres, también para aquellos que aún no le conocen. El es el Hijo de Dios, que vino a habitar entre los hombres para dar "testimonio de la verdad" (Jn 18, 37), y asegurarnos que sólo la verdad nos hará libres (Jn 8, 31-36), librándonos de toda esclavitud (Gál 5, 1). Nosotros, los cristianos, queremos estar en medio del mundo dentro de las realidades humanas de cada día, siendo los humildes pero convencidos testigos de la verdad que creemos.

Los medios actuales de comunicación social son las nuevas grandes vías abiertas también a los cristianos para su misión de testimonio y de servicio a la verdad. Tales medios sirven, sobre todo, para expresar y difundir la palabra.

También nosotros tenemos una palabra importantísima que decir y que confiar al poder de los instrumentos de comunicación social: es la Palabra sustancial que Dios dice de Sí mismo, su Verbo, que es también la palabra absoluta y definitiva que Dios dice sobre el hombre, salvándole de continuo mediante las innumerables vicisitudes de la crónica diaria y de la historia secular.

Nosotros, los cristianos, sabemos que los sucesos concretos que afectan cada día a nuestra vida personal y a la vida del mundo, no son fortuitas coincidencias debidas al arbitrio de un ciego e inexorable destino, sino que constituyen la trama de un misterioso designio no completamente develado para nosotros, pero con el cual Dios, en cada instante, nos aborda e interpela invitándonos a su comunión salvífica; lo cual nos empuja a la aceptación moral y gozosa de todos los acontecimientos y a la entrega plena de amor.

Esta visión profunda de las cosas es la verdad inquebrantable de la cual queremos ser discípulos y testigos, ya como comunicadores, ya como receptores; y de ella brotará, poco a poco, la auténtica libertad que perseguimos: libertad, de las pasiones humanas y de los prejuicios intelectuales; libertad, del miedo al fracaso y a la derrota; libertad, de todo lo que nos hace esclavos de grupos concretos de poder y de presión, que imponen determinadas interpretaciones de la vida y de la crónica diaria desligándola de toda dependencia de la verdad; libertad frente al "arribismo" que impulsa a esconder y confundir la verdad para cubrir degradantes vergüenzas, y a veces objetivos incluso inhumanos.

La noble tarea del apostolado en el campo de las comunicaciones sociales

6. Hermanos e hijos amadísimos: os ofrecemos estas indicaciones acerca de la verdad que debe regular -contamos con que esto sea admitido por todos- el uso de los medios actuales de la comunicación social.

La suprema verdad que es Dios, es fuente también de la verdad de las cosas. La Verdad que ha venido a morar entre los hombres, se ha hecho modelo del obrar humano. El respeto a la finalidad de las cosas, y la fidelidad a la norma de nuestro obrar, serán para nosotros garantía de la realización de la verdad en todas las circunstancias.

A los pastores, a los sacerdotes, a los religiosos, a los laicos, que se dedican al servicio de los hermanos por medio de los instrumentos de comunicación social, contribuyendo, así, a guiarles al encuentro con la "verdadera luz que ilumina todo hombre" (Jn 1, 9), expresamos nuestro más vivo aliento.

Con el deseo de que todos, informadores, técnicos, productores, educadores y receptores quieran aprovecharse de esta Jornada para una fructuosa reflexión sobre estos importantes temas, impartimos de corazón y con gran confianza nuestra bendición apostólica.

Vaticano, 21 de abril, 1972.

MENSAJE DEL PAPA PABLO VIPARA LA V JORNADA MUNDIALDE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Tema: Los medios de comunicación socialal servicio de la unidad de los hombres

1971.

Queridos hermanos e hijos y todos vosotros, hombres de buena voluntad:

"Los medios de comunicación social, al servicio de la unidad de los hombres": éste es el objetivo que la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales propone este año a vuestra reflexión, a vuestro estudio, a vuestros encuentros, a vuestra oración, a vuestra acción.

¿Quién no desearía, de todo corazón, ver fomentada con más eficacia la unidad de la familia humana? Los hombres, ¿no han tomado conciencia de la solidaridad que los une, tanto en la vida diaria como en los momentos excepcionales, de cara a las proezas científicas como a las calamidades naturales? Los hombres parecen decididos a ensanchar, a toda costa y sin cesar, los círculos en que se anudan colaboraciones fecundas y pacíficas, en los distintos planos: económico y social, cultural y político, sin perder, en cambio, la riqueza de tantas particularidades multiformes. ¿Sería, pues, utopía proyectar una familia humana universal, en la que cada hombre sea el ciudadano hermano? (Cf. Populorum Progressio, n. 79). En todo caso, la convicción del cristiano está bien apuntalada: "Dios… ha querido que todos los hombres constituyan una sola familia y se traten mutuamente como hermanos. Todos, en efecto, han sido creados a imagen de Dios… y todos están llamados a una sola e idéntica meta que es Dios mismo" (GS 24, 砱). Por lo demás, la solidaridad en la vocación del primer hombre, y, luego, en su pecado, se vive y aparece ahora reforzada en Cristo: por su cruz, ha derribado el muro que separaba a los pueblos reconciliándolos con Dios (cf. Ef 2, 14), y por su resurrección, ha derramado su Espíritu de caridad en el corazón de los hombres, convocando a los hijos de Dios dispersos para formar en él un solo Pueblo, un solo Cuerpo.

Clarificar e interpretar en profundidad la realidad del mundo

Sufriría una gravísima equivocación quien infravalorara las fuerzas de las tensiones trágicas entre estamentos sociales, entre sociedades y personas, entre países industrialmente desarrollados y países del Tercer Mundo, entre prosélitos de sistemas ideológicos o políticos antagónicos. Los conflictos, al suscitar a menudo una mayor resonancia a través del mundo, continúan creando fosos peligros que se traducen -¡es una pena!- en actos de violencia y en situaciones de guerra. Ante estas manifestaciones de oposición y desgarramiento entre los hombres y entre los pueblos, no se puede esperar, ciertamente, de la prensa, de la radio, de la televisión, del cine, que los minimicen o los pasen en silencio.

La Iglesia, aún sufriendo ella misma tensiones, incluso divisiones en su seno, no da lugar al descanso hasta que realice visiblemente esa unidad, entre sus hijos de cualquier lengua, de cualquier nación, de cualquier medio social y profesional que sean. Al hacer esto, tiene conciencia de ser un signo profético de unidad y de paz para el mundo entero (cf. Is 11, 12).

Surge, entonces, una cuestión: los medios de comunicación social, cuya importancia crece hasta el punto de estar casi omnipresentes en la cultura moderna, ¿van siendo, a su nivel, medios privilegiados para promover esa unidad, esa fraternidad, es decir, ese respeto comprensivo, ese diálogo abierto, esa colaboración confiada, en un mundo en que los problemas devienen enseguida planetarios?

¿No está, más bien, su papel en poner en claro todos los aspectos de la realidad, incluidos los más trágicos, intentar una aproximación a esa realidad cada vez más profunda y más objetiva, en que, por desgracia, se lee la miseria, o se expone el pecado de egoísmo, en una palabra, las múltiples heridas que sangran en el corazón de la gran familia humana; pero también aquella en que aparecen las realizaciones positivas, los signos de renovación, los motivos de esperanza?

Así, pues, ¿quién osaría negar la tentación de utilizar esos medios poderosos audio-visuales, de tan hondo impacto, para agravar, radicalizándolas más, las tensiones, las oposiciones y las divisiones, llegando hasta desanimar a muchos hombres de buena voluntad en sus intentos, imperfectos sí, pero generosos, de unión y fraternidad?

Este riesgo es necesario denunciarlo con fuerza y afrontarlo con valentía. ¿Quién, por el contrario, negará las inmensas posibilidades demasiado poco exploradas aún, de esos maravillosos medios de comunicación social para hacer que los lectores, los oyentes, los espectadores adquieran conciencia de los verdaderos problemas de los demás?, ¿para ayudar a los hombres a conocerse mejor y apreciarse más dentro de sus diversidades legítimas?, ¿para superar, con comprensión y amor, las barreras de todas clases?; más aún, ¿para sentir, por encima de tantos obstáculos, la solidaridad real que nos sitúa a todos, los unos con los otros, los unos para los otros, en la búsqueda del bien común de la gran comunidad de los hombres? (cf. Alocución a la Asamblea General de la ONU en Nueva York, 4 de octubre de 1965, en AAS, t. LVII [1965], p. 879/884). Va en ello el mismo futuro del hombre, "hacia el cual todo está orientado en la tierra, como a su centro y su cima" (cf. GS 12).

Buscar la verdad en la libertad

Para que así sea, juntad vuestros esfuerzos, artífices y beneficiarios de los medios de comunicación social, en todas partes y a todos los niveles de participación y responsabilidad. Rechazad todo lo que rompa el verdadero diálogo entre los hombres, todo lo que encubra los deberes y derechos de cada uno, todo lo que atice la incomprensión, el odio, y todo lo que aparte de la paz y de una fraternidad siempre más extendida y de la verdad buscada en la libertad.

Finalmente, se nos plantea a cada uno de nosotros esta grave cuestión: ¿qué es lo que tú buscas?, ¿Qué quieres?, ¿Comprendes que eres un hermano para tus hermanos?, ¿sí o no? Porque si la comunicación no es ya por sí misma una comunión, puede ser el camino privilegiado para alcanzarla.

Hacia la gran comunidad de los hombres

En cuanto a vosotros, hermanos e hijos cristianos, os pedimos particularmente que reflexionéis y oréis, y también que pongáis decididamente, con discernimiento y coraje, todos los medios que vuestra competencia y celo os sugieran para que desenredéis la trama de tantos hilos entrecruzados y a veces enredados, y entretejáis con ellos un mundo de hermanos y de hijos de Dios. "Dominando todas las fuerzas disolventes de contestación y de confusionismo, es necesario construir la ciudad de los hombres, una ciudad cuyos cimientos duraderos son el amor fraternal, tanto entre razas y pueblos, como entre clases sociales y generaciones" (Discurso a la Organización Internacional del Trabajo, Ginebra, 10 de junio de 1969, n. 21 en AAS, t. LXI [1969], p. 500).

A todos los que trabajan en los medios de comunicación social con el fin de realizar la aspiración del hombre conforme al designio de Dios, de todo corazón les damos una amplia bendición apostólica.

Vaticano, 25 de marzo de 1971.

MENSAJE DEL PAPA PABLO VIPARA LA IV JORNADA MUNDIALDE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Tema: Las comunicaciones sociales y la juventud

1970.

Queridos hermanos e hijos, vosotros todos, hombres de buena voluntad,vosotros, sobre todo, jóvenes del mundo entero:

La Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales se centra este año en un tema que ciertamente os preocupa en gran manera: 댡s comunicaciones sociales y la juventud뮠En efecto, ¿quién no es consciente de la inmensa responsabilidad que incumbe a todos y a cada uno de nosotros, ante la historia y ante Dios, de aprovechar las posibilidades extraordinarias que estos medios nos proporcionan para ayudar a los jóvenes a informarse, a formarse, a descubrir los problemas reales del mundo, a perseguir los valores auténticos de la vida, a asumir con plenitud su vocación de hombres y de cristianos?

En verdad acuciantes son las preguntas que se plantean a todos los hombres de buena voluntad, a las organizaciones privadas, nacionales o internacionales, y también a la Iglesia: Adultos, ¿cómo serán los jóvenes del mañana en este universo que vosotros hoy les preparáis? Jóvenes, ¿qué sociedad vais a realizar cuando os toque tener en las manos los destinos del mundo?

Hermanos e hijos, a todos queremos decir, urgidos por la conciencia de nuestra responsabilidad pastoral: el mañana será como lo habremos preparado hoy, con la ayuda de Dios.

¿Es necesario, pues, recordar una vez más que el fenómeno cobra cada día mayor amplitud? La prensa, la radio, la televisión, tienden a neutralizar e incluso a suplantar cuanto las generaciones de ayer transmitían a sus herederos valiéndose de los medios tradicionales de la cultura: el trato familiar, la acción educadora de la escuela y de la parroquia, la enseñanza de los maestros y educadores. Hoy entran en juego nuevas fuentes del saber y de la cultura que por su ingente poder de penetración, alcanzan con su impacto tanto la sensibilidad como la inteligencia, con todo el cortejo de disonancias imaginativas e ideológicas provocadas por las imágenes sonoras y visuales.

Maravillosos medios de apertura, de contacto, de comunicación, de participación, ciertamente. A condición, claro está, de que no se olvide su carácter de medios al servicio de un fin, el único fin digno de este nombre: el servicio del hombre de todos los hombres y de todo el hombre (cf. Populorum Progressio, n. 14). Pero, al contrario, como acontece con demasiada frecuencia, manejados por una industria que se convierte en su propio fin, degeneran en instrumentos de explotación sobre todo de los jóvenes y de los niños, consumidores fáciles de arrastrar por las pendientes del erotismo y de la violencia, o por los caminos tortuosos de la incertidumbre, la ansiedad y la angustia. Ojalá que todas las personas honradas se aunaran para lanzar un grito de alarma y se pusiera fin a empresas que fuerza es cualificar de corruptoras.

Así pues, ¿quién no capta la urgencia de utilizar de tal manera los medios de comunicación y su lenguaje emocional, a través del sonido, de la imagen del color y del movimiento, que sean en verdad los canales modernos de intercambios humanos, capaces de responder a la expectación de la juventud?

¡Qué gran fortuna esta abundancia de alimento, si es sano, si el organismo está preparado para recibirlo, si puede incluso asimilarlo sin intoxicarse! Maravillosa posibilidad, ciertamente, para tantos jóvenes el poder encontrar una distracción de calidad, adquirir una amplia información y, para algunos, recibir una primera formación a la lectura y a la escritura, -queremos recordarlo especialmente en este Año Mundial de la Educación, proclamado por las Naciones Unidas en el umbral del segundo decenio para el desarrollo-, acceder a una cultura selecta, saborear los auténticos valores de la fraternidad, de la paz, de la justicia, del bien común.

Tarea en verdad apasionante la de quienes manejan estos medios gigantescos, el ponerlos al servicio de los jóvenes. Pero, ¿de qué servirá todo ello si los padres y los educadores no ayudan a los jóvenes a elegir, a juzgar, a asimilar lo que se les propone, y así ser capaces de formarse como hombres y como cristianos cabales? De no ser así, los jóvenes corren el riesgo de permanecer pasivos, fascinados, por así decirlo, ante aquellas poderosas solicitaciones, traídos y llevados por deseos encontrados e incapaces de domeñarlos con carácter.

Finalmente, ¿quién sabrá presentar a los jóvenes el mensaje de vida auténtica, leal y valiente, que ellos esperan quizá inconscientemente? Centenares de millones de hombres se han entusiasmado al unísono ante las sorprendentes imágenes de los primeros pasos del hombre sobre la luna. ¿Quién será capaz de unirlos en el mismo fervor alrededor del Dios de amor que vino a caminar con paso de hombre en nuestra tierra, para 묬amarnos a todos a participar como hijos en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres련cf. Populorum Progressio, n. 21)?

Quisiéramos paternalmente alentar y estimular a todos los que en gran número, lo sabemos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares, se emplean con ardor en buscar, a través de los 뭡ss-media묠un nuevo lenguaje para anunciar a los jóvenes esta buena nueva, que sigue siendo siempre una nueva sorprendente. ¿Quién podría dudar de que, en efecto, los jóvenes de hoy esperan este anuncio, tienen sed de este testimonio, y saben reconocer, también ellos, con gozo profundo al que es, en Sí mismo, la respuesta a sus interrogantes más radicales y desconcertantes, El que 볥 ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención련1 Cor, 1, 30)?

늦oacute;venes, buscad a Cristo para manteneros jóvenes련San Agustín, Ad fratres in eremo, serm. XLIV). He aquí lo que anhelamos para vosotros y lo que os pedimos.

Aprovechar todos, padres y educadores, productores, realizadores y usuarios de la prensa, la radio, el cine y la televisión esta Jornada Mundial de los Medios de Comunicación Social para una reflexión provechosa y para tomar resoluciones fecundas, en orden al mayor bien de la juventud.

Con la confianza de que así lo haréis, os enviamos a todos nuestra afectuosa bendición apostólica.

Vaticano, 6 de abril de 1970.

MENSAJE DEL PAPA PABLO VIPARA LA III JORNADA MUNDIALDE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Tema: Comunicaciones sociales y familia

1969

Queridos Hijos y Hermanos, y vosotros todos, hombres de buena voluntad.

La celebración de la tercera "Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales" sobre el tema "Comunicaciones sociales y familia", nos oferce una ocasión, que acogemos con gozo, como lo hemos hecho en Jornadas precedentes, de invitar a una reflexión positiva y fecunda sobre este tema a cuantos de alguna manera están interesados en él. ¿Quién podría decir hoy que no le afecta un fenómeno tan universal como la expansión crecinte de la prensa, de la radio, del cine y de la televisión, y que no le alcanza la prodigiosa influencia que ejerce en el seno de las familias?

Importancia e influencia en el mundo actual

Ya desde el comienzo se impone una comprobación: estos instrumentos de comunicación social penetran ahora hasta el corazón de la intimidad familiar, imponen sus horarios, hacen modificar las costumbres, proporcionan abundantes temas de conversación y discusión, y, sobre todo, influyen en la psicología de quienes los utilizan, a veces profundamente, tanto en el aspecto afectivo e intelectual, como en el campo moral y hasta religioso. Puede decirse que no hay ya noticia o problema que no llegue al centro mismo de la vida familiar, sea por medio de los impresos, sea por el sonido o la imagen, y que no influya por este medio en la conducta de cada uno, suscitando las reacciones más diversas.

Las ventajas de esta situación nueva son innegables. No hay duda de que se estimula la evolución intelectual de los jóvenes, que su patrimonio cultural se enriquece, que su espíritu y su corazón se abren más fácilmente a los grandes problemas de la comunidad humana, la paz, la justicia y el desarrollo. Pero es igualmente evidente que la fuerza de persuasión de estos medios nuevos se puede ejercer para bien o para mal; además de que por otra parte, el abuso aun simplemente cuantitativo de los programas audiovisuales, puede llegar a perjudicar los valores de la vida de familia y producir el aislamiento de las personas en vez de la unión.

Por ello, es menester enseñar a las almas el uso inteligente de estas fuentes de enriquecimiento cultural, enseñanza que constituirá un nuevo capítulo a añadir en la tarea tradicional de los educadores. Ha llegado la hora de que la familia proceda a su "aggiornamento" en este punto y de que, con la indispensable colaboración de los educadores, se preocupe cada vez más de educar las conciencias a fin de que sepan emitir juicios personales, serenos y objetivos, que les lleven a aceptar o rechazar unos u otros de los programas ofrecidos.

Instrumentos de comunicación social y familia

Pero no basta esta labor educativa. Es preciso, además, establecer un diálogo permanente entre las familias y los responsables de los medios de comunicación social. Las familias deben, sí, dar a conocer sus deseos y sus críticas, pero también al mismo tiempo, han de mostrar comprensión hacia quienes les proporcionan diariamente elementos de cultura o de diversión, muchas veces a costa de grandes fatigas.

A su vez los productores deben conocer y respetar las exigencias de la familia. Esto supone en ellos a veces una gran valentía y siempre un hondo sentido de responsabilidad. En efecto, deben oponerse por un lado a cuanto pueda herir a la familia en su existencia, su estabilidad, su equilibrio y su felicidad, ya que todo atentado a los valores fundamentales de la familia, se trate de erotismo o de violencia, de apología del divorcio o de actitudes antisociales de los jóvenes, constituye un atentado asimismo al verdadero bien del hombre y de la sociedad. Les incumbe igualmente la difícil tarea de educar al público a fin de que conozca, aprecie y ame los valores, frecuentemente ignorados o menospreciados, que constituyen la fuerza y la gloria de una sociedad, es decir, el don de sí a un gran ideal, el sentido de sacrificio, el heroísmo oscuro de los deberes cotidianos.

Invitamos a todas las familias a colaborar con las asociaciones que, en un diálogo continuado, dan a conocer a los responsables de la comunicación social, sus aspiraciones y justas exigencias. Ojalá esta Jornada Mundial señale el comienzo del diálogo fecundo y constructivo, anuncio de un porvenir más sereno en este sector tan atormentado de la vida moderna.

Presencia cristiana en las comunicaciones sociales

Finalmente, también es preciso afrontar el problema de la presencia de los cristianos en las profesiones que alimentan la comunicación social. Si hay un sector de la vida moderna donde esta presencia se muestra particularmente necesaria y deseable, es precisamente éste. Conviene que las familias no se dejen detener por el temor que pudiera inspirarles el acceso de uno de los suyos a dichas profesiones. El mal, que con frecuencia levanta más ruido que el bien, no está ligado a unas profesiones más que a otras. Gracias a Dios, en el mundo de las comunicaciones sociales, como en otras partes, florecen ejemplos luminosos de vida moral, personal y familiar, y no faltan periodistas, actores, profesionales del cine, que viven su fe en Dios en el ejercicio sereno y concienzudo de su profesión.

La historia del cristianismo nos enseña también que la fuerza de la levadura evangélica no sólo no disminuye en proporción a las dificultades que le presenta el ambiente, sino que más bien crece y se desarrolla vivificándolo y transformándolo. Se debe animar a jóvenes de sólida formación moral y religiosa y animados de un auténtico ideal, a actuar en las diversas actividades de las comunicaciones sociales.

Hay que ser realistas y prever que lejos de disminuir, la influencia de las nuevas técnicas irá en aumento en la sociedad de mañana. Por ello se debe poner todo empeño a fin de que dicha influencia se ejerza de modo positivo en el seno de las familias. En ocasión de esta Jornada, anhelamos que nuestra voz llegue a todos los países, para animar a los buenos obreros de las comunicaciones sociales y a todos los que procuran encaminarlas al bien de las familias y contribuir así a asegurar un porvenir feliz a toda la gran familia humana.

Vaticano, 7 de abril de 1969.

MENSAJE DEL PAPA PABLO VIPARA LA II JORNADA MUNDIALDE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Tema: La prensa, la radiotelevisión y el cine para el progreso de los pueblos

1968.

Amados hijos y hermanos, y vosotros todos, hombres de buena voluntad:

Al invitarlos a celebrar, juntamente con Nos, la jornada dedicada a los medios de comunicación social, querríamos contribuir a que caigáis mejor en la cuenta del inmenso cambio que se está realizando ante nuestros ojos en este campo y de las graves responsabilidades que de ellos se deducen para todos. Todavía ayer, muchos hombres no disponían, para nutrir sus ideas, más que de un bagaje escolar, más o menos remoto, de tradiciones de familia, de las reacciones del ambiente que les rodeaba. Hoy, en cambio, los ecos de la prensa, del cine, de la radio y de la televisión les abren sin cesar nuevos horizontes y los ponen a tono con la vida del universo entero. ¿Quién no se regocijará de un progreso semejante? ¿Quién no verá en él el camino providencial para la promoción de toda la humanidad? Todas las puertas están abiertas a la esperanza, si el hombre sabe dominar estas técnicas nuevas; pero, en cambio, todo podría estar perdido, si se olvidase de su responsabilidad.

La prensa, el cine, la radio-televisión, ¿servirán o no servirán para el progreso de los pueblos? He ahí la cuestión que Nos planteamos a nuestros hijos católicos y a todas las personas de corazón. Y ante todo, ¿de qué progreso se trata? ¿Del progreso económico? Ciertamente. ¿Del progreso social? Sin duda alguna. Lo hemos dicho ya en Nuestra encíclica "Populorum progressio" y lo repetimos sin cansarnos: el desarrollo, "para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y todo el hombre" (1).

La nueva visión del universo, que el hombre adquiere gracias a los medios de comunicación social, quedará en él como una cosa extraña o inútil, si al mismo tiempo no le procura los medios para iluminar su juicio -sin orgullo ni complejos- sobre las riquezas y las deficiencias de su civilización, para descubrir, sin suficiencia ni amargura, las de los demás, para tomar en sus manos, con confianza, su propio destino, para construirlo en fraternal colaboración con sus hermanos, y finalmente, para llegar a comprender que "no hay mas que un humanismo verdadero, el que se abre al Absoluto" (2).

¿Es precisamente esta toma de conciencia, esta apertura, la que favorece el torrente de palabras, de artículos y de imágenes que se vierten a diario sobre el mundo? Este es el problema que querríamos plantear a todos los responsables de la prensa, la radio, el cine y la televisión, deseosos de trabajar generosamente al servicio de sus hermanos, los hombres. Tan peligroso sería fomentar en un pueblo el espíritu de suficiencia y exacerbar su nacionalismo cerrado, como es conveniente ayudarle a descubrir, con legítimo orgullo, los talentos materiales, intelectuales y espirituales con que el Creador le ha dotado, para que él los valore, con provecho de toda la comunidad de los pueblos.

Tan engañoso sería mantener una oposición sistemática y un espíritu de crítica corrosivo y destructor, dejando creer así que la revolución violenta sería la panacea universal capaz de hacer desaparecer todas las injusticias, como es conveniente abrir los ojos de los que tienen la responsabilidad sobre las situaciones intolerables, denunciar los abusos que claman al cielo, orientar la opinión hacia las "transformaciones audaces, profundamente innovadoras, reformas urgentes que hay que emprender sin demora".(3)

En un mundo, donde a tantos hombres les falta lo necesario, de pan, de saber, de luz espiritual, sería grave utilizar los medios de comunicación social para reforzar los egoísmos personales y colectivos, para suscitar, en los que ya poseen bastante, nuevas y falsas necesidades, fomentar su sed de placeres, multiplicar sus ocios estériles y enervantes. Superada esta tentación, se les ofrece una empresa capaz de suscitar todos los entusiasmos: hay mucho quehacer para dar respuesta a una humanidad agobiada, para poner de relieve, al mismo tiempo, los esfuerzos de cooperación, los gestos de ayuda y las iniciativas pacíficas, suscitando también una sana emulación portadora de esperanza.

¿Quién no ve, en este juego dramático de que es objeto nuestro mundo, la importancia de los medios de comunicación social, para ayudar al "verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas?".(4)

Los cristianos, por su parte, no deberían olvidar que esta fraternidad que los une a los demás hombres, tiene como raíz una misma filiación divina. El Dios vivo, fuente y término de los valores supremos, es al mismo tiempo su garantía. A todos, a nuestros hijos católicos en particular, les pedimos que hagan todo lo posible para que los medios de comunicación social, en un mudo que busca como a tientas la luz capaz de salvarlo, proclamen a la luz del día (cf. Mt 10, 27) el mensaje de Cristo salvador, "camino, verdad y vida" (Jn, 14, 6). Aportarán así su contribución insustituible a este progreso de los pueblos que Nos anhelamos, juntamente con todos los hombres de buena voluntad, y por el que tenemos propósito de trabajar con todas nuestras fuerzas: "El porvenir está ahí, en el llamamiento imperioso de los pueblos a una mayor justicia, en su voluntad de paz, en su anhelo, consciente o inconsciente, de una vida más alta; aquélla que precisamente la Iglesia de Cristo puede y quiere darles" (introducción a los Mensajes del Concilio al mundo, 8 de diciembre de 1965).

Este es el futuro que os invitamos a construir generosamente. Y, con estos sentimientos, de todo corazón os bendecimos.

El Vaticano, 26 de marzo de 1968.

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1. Populorum progressio, N° 14.

2. Populorum progressio, N° 42.

3. Populorum progressio, N° 32

4. Populorum progressio, N° 20

MENSAJE DEL PAPA PABLO VIPARA LA I JORNADA MUNDIALDE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Los medios de comunicación social en general.

1967.

Nos dirigimos a vosotros, hermanos e hijos dilectísimos, ante la inminencia de la "Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales", que se celebrará por primera vez el domingo 7 de mayo.

Con esta iniciativa, propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia, que "se siente íntimamente solidaria con el género humano y con su historia" (Constitución Pastoral sobre La Iglesia en el Mundo contemporáneo, proemio), desea llamar la atención de sus hijos y de todos los hombres de buena voluntad sobre el vasto y complejo fenómeno de los modernos instrumentos de comunicación social, tales como la prensa, el cine, la radio y la televisión, que constituyen una de las notas más características de la civilización de hoy.

Gracias a estas técnicas maravillosas, la convivencia humana ha adquirido nuevas dimensiones; el tiempo y el espacio han sido superados, y el hombre se ha convertido en ciudadano del mundo, copartícipe y testigo de los acontecimientos más remotos y de las vicisitudes de toda la humanidad. Como ha dicho el Concilio,"podemos hablar de una verdadera transformación social y cultural que tiene también sus reflejos sobre la vida religiosa" (Ibid. – Introducción); y a esta transformación han contribuido eficazmente y en ciertas ocasiones en forma determinante, los instrumentos de comunicación social, mientras se esperan nuevos desarrollos sorprendentes, tales como la próxima conexión en mundovisión de las estaciones emisoras de televisión, mediante los satélites artificiales.

En todo esto vemos perfilarse y realizarse un admirable designio de la providencia de Dios, que abre constantemente nuevas vías al ingenio humano para su perfeccionamiento y para el logro del fin último del hombre.

Debe ser, por lo tanto, muy apreciada en su justo valor la contribución que la prensa, el cine, la radio, la televisión y los demás instrumentos de comunicación social ofrecen para el incremento de la cultura, la divulgación de las expresiones artísticas, la distensión de los ánimos, el mutuo conocimiento y comprensión entre los pueblos, y también la difusión del mensaje evangélico.

Pero si bien la grandiosidad del fenómeno, que involucra ya a cada uno de los individuos y a toda la comunidad humana, constituye un motivo de admiración y de complacencia, sin embargo también ofrece motivos de preocupación y de temores. En efecto, al mismo tiempo que estos instrumentos, destinados por su naturaleza a difundir el pensamiento, la palabra, la imagen, la información y la publicidad, influyen sobre la opinión pública y, por consiguiente, sobre el modo de pensar y actuar de los individuos y los grupos sociales, ejercen también una presión sobre los espíritus que incide profundamente sobre la mentalidad y la conciencia del hombre, incitado como está por múltiples y opuestas solicitaciones y casi sumergido en ellas.

¿Quién puede ignorar los peligros y los daños que estos instrumentos, aunque nobles, pueden acarrear a cada uno de los individuos y a la sociedad, si no son utilizados por el hombre con sentido de responsabilidad, con recta intención y de acuerdo con el orden moral objetivo?

Cuanto más grandes, por lo tanto, son la potencia y la eficacia ambivalente de estos medios, tanto más atento y responsable debe ser el uso de los mismos.

Por eso nos dirigimos con sentimientos de estima y de amistad -seguros de interpretar las esperanzas y las ansias de todas las personas rectas- a todos aquellos que dedican ingenio y actividad a este delicado e importante sector de la vida moderna, en el deseo de que el noble servicio que están llamados a ofrecer a sus hermanos, esté siempre a la altura de una misión que los hace intermediarios -y casi maestros y guías- entre la verdad y el público, las realidades del mundo exterior y la intimidad de las conciencias.

Y así como ellos tienen el derecho de no estar condicionados por indebidas presiones ideológicas, políticas, económicas, que limiten la justa y responsable libertad de expresión de los mismos, del mismo modo su diálogo con el público exige el respeto por la dignidad del hombre y de la sociedad. Que todos sus esfuerzos, pues, se dirijan a difundir la verdad en las mentes, la adhesión al bien en los corazones, la acción coherente en las obras; de este modo contribuirán a la elevación de la humanidad y darán un aporte constructivo para la edificación de una sociedad nueva, más libre, más consciente, más responsable, más fraternal, más digna (cf. Pío XII: Discurso a la Unión Europea de Radiodifusión; Discursos y Mensajes radiales, vol. 17, pág. 327).

Pensamos sobre todo en las jóvenes generaciones que buscan, no sin dificultades y a veces con aparentes o reales extravíos, una orientación para sus vidas de hoy y de mañana, y que deben poder decidir, con libertad de espíritu y con sentido de responsabilidad. Impedir o desviar la difícil búsqueda con falsas perspectivas, con ilusiones engañadoras, con seducciones degradantes, significaría decepcionarlos en sus justas esperanzas, desorientarlos en sus nobles aspiraciones y mortificar sus impulsos generosos.

Reiteramos, por lo tanto, con ánimo paternal Nuestra acuciante invitación a los beneméritos profesionales del mundo de las comunicaciones sociales -y en modo especial a todos aquellos que se honran con el nombre de cristianos- a que mantengan su "testimonio al servicio de la "Palabra", que en todas sus expresiones creadas debe ser eco fiel de la eterna Palabra increada, del Verbo del Padre, de la Luz de las mentes, de la verdad que tanto nos sublima" (Discurso al Consejo Nacional de la Federación de la Prensa Italiana, 23-6-66; Oss. Rom., ed. castellana, N砷13, pág. 4).

Es necesario, sin embargo, que el empeño de los promotores de la comunicación social se vea correspondido por la colaboración solidaria de todos, dado que aquí se apela a la responsabilidad de todos: de los padres, primeros e insustituibles educadores de sus hijos; de la escuela, que debe enseñar a los alumnos a conocer y comprender el lenguaje de las técnicas modernas, a valorar sus contenidos y a servirse de ellos con sano criterio, con moderación y autodisciplina; de los jóvenes, llamados a un papel principal en la valoración de estos instrumentos en vista de la propia formación, de la hermandad y de la paz entre los hombres; de los poderes públicos, a quienes corresponde la promoción y la tutela del bien común dentro del respeto de las legítimas libertades. En una palabra, este empeño recae sobre todo el público receptor, que con la ponderada e iluminada elección de las publicaciones cotidianas y periódicas, de los espectáculos, de las trasmisiones de radio y televisión, debe contribuir a que la comunicación sea siempre más noble y elevada, es decir, digna de hombres responsables y espiritualmente maduros.

Sumamente útil y digna de aplauso es, por lo tanto, toda iniciativa seria que tienda a formar el juicio crítico del lector y del espectador, y no solamente a hacerle valorar las noticias, ideas, imágenes que se le presentan desde el punto de vista de la técnica, de la estética, del interés despertado, sino además bajo el perfil humano, moral y religioso, con respecto a los valores supremos de la vida.

La Iglesia quiere contribuir también al ordenado desarrollo del mundo de la comunicación; contribución de inspiración, de aliento, de exhortación, de orientación, de colaboración. Por eso el Concilio Ecuménico Vaticano II lo ha considerado como tema de estudio, y tanto el Decreto Conciliar sobre los instrumentos de comunicación social, como la correspondiente Instrucción Pastoral, que actualmente se está preparando, confirman el cuidado material de la Iglesia para la promoción de estos valores humanos que el Cristianismo, al asumirlos en sí, vivifica, ennoblece y orienta en vista al fin supremo del hombre, haciendo de este modo que el admirable progreso técnico se vea correspondido por un verdadero y fecundo progreso espiritual y moral.

Por eso expresamos el voto de que la "Jornada" constituya la ocasión de un reflexivo llamado para un despertar saludable de las conciencias y para un compromiso solidario de todos en pro de una causa de tanta importancia; y exhortamos a Nuestros hijos a realizar una acción generosa, en unidad de oración y de intenciones con sus Pastores y con todos aquellos que quisieran dar su deseada colaboración, para que, con la ayuda de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen, se logren los frutos que la celebración de la "Jornada" espera para el bien de la familia humana.

Tales son Nuestros auspicios cordiales, que nos place dirigir en vísperas de la primera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, al mismo tiempo que invocamos de corazón copiosas bendiciones celestes sobre aquellos que nos escuchan, y sobre aquellos que dedican a este sector su experiencia técnica, su genio intelectual y sus cuidados espirituales.

Vaticano, 1 de mayo de 1967

20.

Conferencias generales del Episcopado latinoamericano

(Acerca de las comunicaciones sociales)

RÍO DE JANEIRO.

La Conferencia General del Episcopado Latino -Americano, consciente de la importancia fundamental que tiene una ordenada y efectiva organización de la cura de almas para la vida católica del pueblo y, por lo tanto, para la conservación del carácter católico de los Países Latinoamericanos:

(Río, Conclusiones 55)

Expresa su vivísimo anhelo de que los párrocos, que participan de la potestad del Obispo de santificar, enseñar y gobernar, procuren:

1) Santificar, buscando el progreso espiritual de sus fieles:

a) con la administración asidua de los Sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía;

b) promoviendo la asistencia frecuente y aun diaria a la Santa Misa, con el empleo de medios aptos para favorecer la consciente participación de los fieles al Santo Sacrificio;

c) con un reflorecimiento de la devoción a María Santísima, Madre y Reina del Continente Americano;

d) con la intensificación de la vida litúrgica y de las genuinas formas de piedad y devoción cristianas, cuidando celosamente de retraer a los fieles de cualquier práctica o manifestación supersticiosa.

2) Enseñar, procurando dirigir todo su cuidado a instruir al pueblo en las verdades de la fe y en los preceptos de la moral, para que el mensaje de Cristo sea ampliamente conocido por todos y no puedan los enemigos de la Iglesia sembrar la duda y la indiferencia en las almas de los fieles, o aun llevarles hasta la apostasía; por consiguiente, pondrán los párrocos particular empeño en iluminar las inteligencias por medio de:

a) la predicación metódica, clara y adecuada de la palabra de Dios, sobre todo en la homilía de la Santa Misa, y mediante cursos, misiones, novenarios, meses marianos y del Sagrado Corazón, etc., sabiendo que si se quiere resolver el gravísimo problema de la ignorancia religiosa, la predicación ha de ser por excelencia didáctica, con una tendencia firme y decidida a dar al pueblo un cuerpo claro de doctrina católica y un conocimiento de la moral, de tal forma que los fieles sepan bien lo que deben creer y lo que deben practicar;

b) la catequesis;

c) la organización de Círculos de estudios, Conferencias, etc., y también, la utilización de los medios modernos de propaganda que sean asequibles -como la radio, la prensa, etc.- con el fin sobre todo de dar un conocimiento más completo y profundo de puntos particulares de doctrina y de moral, como son los que se refieren a la cuestión social y a otros problemas de actualidad.

3) Gobernar a sus fieles:

a) haciendo cumplir, con la firmeza y prudencia necesarias, las disposiciones de la Iglesia;

b) organizando y orientando hacia objetivos concretos las Asociaciones parroquiales;

c) preparando y formando apóstoles seglares abnegados, decididos y entusiastas, capaces de realizar con éxito las actividades, en bien de las almas, que corresponden a los laicos, y de oponerse con eficacia a las fuerzas del mal;

d) preocupándose con particular ahínco en fomentar, descubrir y cultivar las vocaciones al estado sacerdotal y religioso.

TÍTULO VIMEDIOS ESPECIALES DE PROPAGANDA

La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, ante la creciente importancia, que adquieren en la sociedad actual la prensa, la radio y otros medios modernos de propaganda:

Hace votos para que:

a) el Episcopado de cada País organice, al menos, un diario católico nacional, al cual los Excmos. Prelados prestarán ayuda eficaz;

b) se hagan cada vez más atractivos los diarios y demás publicaciones católicas, conforme a la técnica moderna, con buena, información de noticias de actualidad y de interés, sin perder nunca de vista el criterio esencialmente católico y los fines de apostolado que deben distinguir dichas publicaciones para que puedan llamarse verdaderamente católicas.

(Río, Conclusiones 61)

Exhorta a que:

a) se procure en cada Diócesis, que un grupo de sacerdotes trabaje con especial dedicación en la prensa católica, promoviéndola y prestándole también su colaboración directa;

b) se sigan promoviendo las Escuelas de Periodismo tanto para sacerdotes como para laicos;

c) no dejen de aprovecharse en cada localidad, las buenas disposiciones de otros diarios para que respondan siempre mejor al carácter genuinamente católico de los Países Latinoamericanos, y para divulgar todo cuanto ayude a formar el justo y sano criterio de los lectores.

(Río, Conclusiones 62)

Aconseja:

a) que se haga intensa y eficaz propaganda de la buena prensa, y que con tal fin, entre otras iniciativas, se celebre anualmente en cada Diócesis la 늯rnada de la Prensa Católica묠procurando conseguir nuevas suscripciones a periódicos y revistas católicas, organizando colectas y haciendo conocer la eficacia y amplitud del apostolado de la prensa católica;

b) que en las bibliotecas diocesanas, en las de los Seminarios y Colegios y aun, a ser posible, en las parroquiales, no falten las revistas católicas más formativas y adecuadas.

(Río, Conclusiones 63)

Para mayor eficacia del apostolado de la Prensa en Latinoamérica, sugiere con especial interés:

a) que se cree una Confederación Interamericana de diarios católicos que redacte, al menos semanalmente, boletines de noticias de actualidad, enviándolos a todas las publicaciones asociadas y dando además facilidades para la reproducción de artículos, canje de diarios y otras modalidades de ayuda mutua;

b) que en cada Nación se establezca una Central difusora o Secretariado de Prensa, que esté en contacto con las correspondientes organizaciones de otros Países, para lograr una mayor difusión de las publicaciones según las respectivas necesidades;

c) que se dé particular apoyo e impulso a las revistas católicas existentes y ya acreditadas en América Latina.

(Río, Conclusiones 64)

Considerando la ayuda notable que, en situaciones como las de los Países Latinoamericanos tan vastos y escasos de Clero puede representar el empleo de la radio para fines religiosos y educativos, como la experiencia ya viene demostrando, expresa su convicción de que es necesario:

a) dar impulso a las formas prácticas de empleo de tal medio según las exigencias y posibilidades de los diversos lugares, estimulando la instalación de emisoras que estén dotadas de personal cultural y técnicamente bien preparado para su dirección y funcionamiento;

b) dar al respecto una preparación adecuada en los Seminarios;

c) dar normas concretas y oportunas, aun en el plano diocesano, sobre la organización y el empleo del apostolado radiofónico.

(Río, Conclusiones 65)

Aconseja encarecidamente asimismo, que se desarrolle una labor inteligente y celosa con los dirigentes y colaboradores de las radios estatales y comerciales para mejorar sus programas, de modo que se evite en ellos cuanto pueda ofender a la verdad y a la moral cristiana, y que se favorezca, lo más posible cuanto pueda contribuir a una sana formación de los oyentes.

(Río, Conclusiones 66)

Recogiendo el vivísimo anhelo de los Obispos, sacerdotes y fieles de América Latina, la Conferencia expresa el más ferviente deseo de que la voz augusta del Santo Padre pueda ser perfectamente oída en todo el Continente americano, por lo cual hace un apremiante llamamiento al fin de que todos cooperen entusiásticamente para conseguir una mayor potencia de la Radio Vaticana.

(Río, Conclusiones 67)

La Conferencia, por último, no quiere dejar de recomendar fervorosamente el estudio y la fiel observancia de las luminosas enseñanzas pontificias relativas al cine, la radio y la televisión.

(Río, Conclusiones 68)

MEDELLÍN 16. MEDIOS DE COMUNICACION SOCIAL I. Situación

La comunicación social es hoy una de las principales dimensiones de la humanidad. Abre una época. Produce un impacto que aumenta en la medida en que avanzan los satélites, la electrónica y la ciencia en general.

Los medios de comunicación social (MCS) abarcan la persona toda. Plasman al hombre y la sociedad. Llenan cada vez más su tiempo libre. Forjan una nueva cultura, producto de la civilización audiovisual que, si por un lado tiende a masificar al hombre, por otro favorece su personalización. Esta nueva cultura por primera vez se pone al alcance de todos, alfabetizados o no, lo que no acontecía en la cultura tradicional que apenas favorecía a una minoría.

Por otra parte, estos medios de comunicación social acercan entre sí a los hombres y pueblos, los convierten en próximos y solidarios, contribuyendo así al fenómeno de la socialización, uno de los logros de la época moderna.

(Medellín, Conclusiones 16,1)

II. Justificación

En América Latina, los medios de comunicación social son uno de los factores que más ha contribuido y contribuye a despertar la conciencia de grandes masas sobre sus condiciones de vida, suscitando aspiraciones y exigencias de transformaciones radicales. Aunque en forma incipiente, también vienen actuando como agentes positivos de cambio por medio de la educación de base, programas de formación y opinión pública.

Sin embargo, muchos de estos medios están vinculados a grupos económicos y políticos nacionales y extranjeros, interesados en mantener el 보atu quo렳ocial.

(Medellín, Conclusiones 16,2)

La Iglesia emprendió una serie de iniciativas en este campo. Si algunas de ellas no llenaron su finalidad pastoral, se debió más que nada a la falta de una clara visión de lo que es la Comunicación Social en sí misma y al desconocimiento de las condiciones que impone su uso.

(Medellín, Conclusiones 16,3)

La Iglesia universal acoge y fomenta los maravillosos inventos de la técnica que miran principalmente al espíritu humano y han abierto nuevos caminos a la comunicación entre los hombres, como son la prensa, el cine, la radio, la televisión, el teatro, los discos.

También en América Latina la Iglesia recibe gozosa la ayuda providencial de estos medios, con la confiada esperanza de que contribuirán cada vez más a la promoción humana y cristiana del continente.

(Medellín, Conclusiones 16,4)

III. Recomendaciones pastorales

Los medios de comunicación social son esenciales para sensibilizar a la opinión pública en el proceso de cambio que vive Latinoamérica; para ayudar a encauzarlo y para impulsar los centros de poder que inspiran los planes de desarrollo, orientándolos según las exigencias del bien común; para divulgar dichos planes y promover la participación activa de toda la sociedad en su ejecución, especialmente de las clases dirigentes.

(Medellín, Conclusiones 16,5)

De igual manera, los medios de comunicación social se convierten en agentes activos del proceso de transformación, cuando se ponen al servicio de una auténtica educación integral, apta para desarrollar a todo el hombre, capacitándolo para ser el artífice de su propia promoción, lo que también se aplica a la evangelización y al crecimiento de la fe.

Por otra parte, no se puede ignorar que el uso de los medios de comunicación social ocupa cada vez más el tiempo libre de todas las categorías de personas que buscan esparcimiento en ellos. Este uso les proporciona al mismo tiempos información, conocimientos e influencias morales positivas y negativas.

(Medellín, Conclusiones 16,6)

En el mundo de hoy la Iglesia no puede cumplir con la misión que Cristo le confiara de llevar la Buena Nueva 먡sta los confines de la tierra렳i no emplea los medios de comunicación social, únicos capaces para llegar efectivamente a todos los hombres.

La palabra es el vehículo, normal de la fe: fides ex auditu. En nuestros tiempos la 밡labra렴ambién se hace imagen, color y sonido, adquiriendo formas variadas a través de los diversos medios de comunicación social. Tales medios, así comprendidos, son un imperativo de los tiempos presentes para que la Iglesia realice su misión evangelizadora.

(Medellín, Conclusiones 16,7)

Finalmente, la Comunicación Social y el empleo de sus instrumentos son para la Iglesia, el medio de presentar a este continente una imagen más exacta y fiel de sí misma, transmitiendo al gran público no sólo las noticias relativas a los acontecimientos de la vida eclesial y sus actividades, sino, sobre todo, interpretando los hechos a la luz del pensamiento cristiano.

(Medellín, Conclusiones 16,8)

Finalmente, la Comunicación Social y el empleo de sus instrumentos son para la Iglesia, el medio de presentar a este continente una imagen más exacta y fiel de sí misma, transmitiendo al gran público no sólo las noticias relativas a los acontecimientos de la vida eclesial y sus actividades, sino, sobre todo, interpretando los hechos a la luz del pensamiento cristiano.

(Medellín, Conclusiones 16,8)

Por todas estas razones el Decreto 뉮ter mirifica렵rge a todos los hijos de la Iglesia para que utilicen los medios de comunicación social eficazmente, sin la menor dilación y con el máximo empeño y a los sagrados Pastores para que cumplan en este campo su misión, íntimamente ligada a su deber ordinario de predicar.

(Medellín, Conclusiones 16,9)

El influjo siempre creciente y arrollador que la Comunicación Social ejerce en toda la vida del hombre moderno, impulsa a la Iglesia a estar presente en este campo con una pastoral dinámica que abarque todos los sectores de este amplio mundo.

(Medellín, Conclusiones 16,10)

Reconociendo el derecho de la Iglesia a poseer medios propios, que en algunos casos son para ella necesarios, es requisito indispensable para justificar esta posesión, no sólo contar con una organización que garantice su eficacia profesional, económica y administrativa, sino también que presten un servicio real a la comunidad.

(Medellín, Conclusiones 16,11)

La inserción de los cristianos en el mundo de hoy, obliga a que éstos trabajen en los medios de comunicación social ajenos a la Iglesia según el espíritu de diálogo y servicio que señala la Constitución Gaudium et spes. El profesional católico, llamado a ser fermento en la masa, cumplirá mejor su misión si se entrega en esos medios para ampliar los contactos entre la Iglesia y el mundo, al igual que para contribuir a la transformación de éste.

(Medellín, Conclusiones 16,12)

Dada la dimensión social de estos medios y la escasez de personal calificado para actuar en ellos, urge suscitar y promover vocaciones en el campo de la Comunicación Social, especialmente entre los seglares.

(Medellín, Conclusiones 16,13)

Este personal debe recibir una adecuada formación apostólica y profesional, de acuerdo con los diversos niveles y categorías de sus funciones. Dicha formación ha de incluir aquellos conocimientos teológicos, sociológicos y antropológicos que exigen las realidades continentales.

(Medellín, Conclusiones 16,14)

La labor de formación, con relación a la Comunicación Social, se extenderá a las personas de toda condición, de modo particular a los jóvenes, para que la conozcan, valoren y estimen como unos de los medios fundamentales con los que se expresa el mundo contemporáneo, desarrollando el sentido crítico y la capacidad de tomar con responsabilidad sus propias decisiones. Es conveniente comenzar esta capacitación ya desde los niveles inferiores de la educación y debe también incluirse en la catequesis.

(Medellín, Conclusiones 16,15)

Por su carácter de servidores de la palabra y de educadores del Pueblo de Dios, es igualmente necesario que se ofrezca a obispos, sacerdotes, religiosos de uno y otro sexo, cursillos que los informen sobre el significado de la Comunicación Social y los adiestren en el conocimiento de las condiciones que rigen el empleo de sus instrumentos. Esta formación debe ser materia de estudio sistemático en los seminarios y casas de formación religiosa.

Debido a la importancia que la Iglesia concede a los medios de comunicación social pedimos a los superiores eclesiásticos que faciliten la capacitación y dedicación de sacerdotes, religiosos y religiosas a la tarea específica de formación, asesoría e inspiración de obras apostólicas relacionadas con este campo.

(Medellín, Conclusiones 16,16)

A los estudiosos e intelectuales, y particularmente a las secciones especializadas de las universidades e institutos de medios de comunicación social, se les pide que profundicen en el fenómeno de la comunicación en sus diversos aspectos, incluida la teología de la comunicación, a fin de especificar cada vez más las dimensiones de esta nueva cultura y sus proyecciones futuras. De igual manera, se solicita promover y utilizar todo tipo de investigación que enseñe a adaptar mejor el trabajo de los medios de comunicación social a una efectiva promoción de las distintas comunidades.

(Medellín, Conclusiones 16,17)

Se debe estimular la producción de un material adaptado a las variadas culturas locales (por ejemplo, artículos de prensa, emisiones radiofónicas y televisivas) para que promueva los valores autóctonos y sea convenientemente recibido por los usuarios.

(Medellín, Conclusiones 16,18)

A fin de lograr los objetivos específicos de la Iglesia, es necesario crear o fortalecer, en cada país de América Latina, Oficinas Nacionales de Prensa, Cine, Radio y Televisión, con la autonomía requerida por su trabajo y con eficiente coordinación entre las mismas.

(Medellín, Conclusiones 16,19)

Estas oficinas deben mantener estrecha relación con los Organismos Continentales (ULAPC, UNDA -AL y SALOCIC) e Internacionales. De igual manera, dichos Organismos han de prestar toda su colaboración al Departamento de Comunicación Social del CELAM para estructurar planes a nivel latinoamericano y promover su ejecución.

(Medellín, Conclusiones 16,20)

Es indispensable favorecer el diálogo sincero y eficaz entre la Jerarquía y todos aquellos que trabajan en los medios de comunicación social. Este diálogo deberá ser particularmente mantenido con los profesionales que actúan en los medios de comunicación social propios de la Iglesia, a fin de estimularlos y orientarlos pastoralmente.

(Medellín, Conclusiones 16,21)

Esta actitud de apertura favorece la necesaria libertad de expresión, indispensable dentro de la Iglesia, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II. 댡 Iglesia… se convierte en señal de la fraternidad que permite y consolida el diálogo sincero. Lo cual requiere, en primer lugar, que se promueva en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad siempre creciente, el diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles. Los lazos de unión de los fieles son mucho más fuertes que los motivos de división entre ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo뮠

(Medellín, Conclusiones 16,22)

Esta Conferencia Episcopal recuerda a los Episcopados Nacionales la disposición del Decreto Inter mirifica sobre la celebración del Día Mundial de la Comunicación Social, que ofrece una oportunidad excepcional para sensibilizar a los fieles sobre la trascendencia de la misma en la vida del hombre y de la sociedad.

(Medellín, Conclusiones 16,23)

Las observaciones y orientaciones pastorales que anteceden, ponen de relieve la importancia que tienen hoy los medios de comunicación social; sin ellos no podrá lograrse la promoción del hombre latinoamericano y las necesarias transformaciones del continente. De esto se desprende no sólo la utilidad y conveniencia sino la necesidad absoluta de emplearlos a todos los niveles y en todas las formas de la acción pastoral de la Iglesia, para conseguir los fines que se propone esta Asamblea.

(Medellín, Conclusiones 16,24)

PUEBLA

Capítulo IIIMedios para la comunión y participación

5. Comunicación social

La evangelización, anuncio del Reino, es comunicación: por tanto, la comunicación social debe ser tenida en cuenta en todos los aspectos de la transmisión de la Buena Nueva.

(Puebla, Conclusiones 1063)

La Comunicación como acto social vital nace con el hombre mismo y ha sido potenciada en la época moderna mediante poderosos recursos tecnológicos. Por consiguiente, la evangelización no puede prescindir, hoy en día, de los medios de comunicación.

(Puebla, Conclusiones 1064)

5.1. Situación

Visión de la realidad en América Latina

La comunicación social surge como una dimensión amplia y profunda de las relaciones humanas, mediante la cual el hombre, individual y colectivamente, al paso que se interrelaciona en el mundo, se expone al influjo de la civilización audio -visual y a la contaminación de la 밯lución vibrante뮠

(Puebla, Conclusiones 1065)

Por la diversidad de medios existentes (radio, televisión, cine, prensa, teatro, etc.), que actúan en forma simultánea y masiva, la comunicación social incide en toda la vida del hombre y ejerce sobre él de manera consciente o subliminal, una influencia decisiva.

(Puebla, Conclusiones 1066)

La comunicación social se encuentra condicionada por la realidad socio -cultural de nuestros países y a su vez ella constituye uno de los factores determinantes que sostiene dicha realidad.

(Puebla, Conclusiones 1067)

Reconocemos que los Medios de Comunicación Social son factores de comunión y contribuyen a la integración latinoamericana así como a la expansión y democratización de la cultura; contribuyen también al esparcimiento de las gentes que viven especialmente fuera de los centros urbanos; aumentan las capacidades perceptivas por el estímulo visual -auditivo, de penetración sensorial.

(Puebla, Conclusiones 1068)

No obstante los aspectos positivos señalados, debemos denunciar el control de estos Medios de Comunicación Social y la manipulación ideológica que ejercen los poderes políticos y económicos que se empeñan en mantener el 보atu quo령 aun en crear un orden nuevo de dependencia -dominación o, al contrario, en subvertir este orden para crear otro de signo opuesto. La explotación de las pasiones, los sentimientos, la violencia y el sexo, con fines consumistas, constituyen una flagrante violación de los derechos individuales. Igual violación se presenta con la indiscriminación de los mensajes, repetitivos o subliminales, con poco respeto a la persona y principalmente a la familia.

(Puebla, Conclusiones 1069)

Los periodistas no siempre se muestran objetivos y honestos en la transmisión de noticias, de manera que son ellos mismos los que a veces manipulan la información, callando, alterando o inventando el contenido de la misma, con gran desorientación para la opinión pública.

(Puebla, Conclusiones 1070)

El monopolio de la información, tanto de parte de los gobiernos como de parte de los intereses privados, permite el uso arbitrario de los medios de información y da lugar a la manipulación de mensajes de acuerdo con los intereses sectoriales. Es particularmente grave el manejo de la información que sobre nuestros países o con destino a los mismos, hacen empresas e intereses transnacionales.

(Puebla, Conclusiones 1071)

La programación, en gran parte extranjera, produce transculturación no participativa e incluso destructora de valores autóctonos; el sistema publicitario tal como se presenta y el uso abusivo del deporte en cuanto elemento de evasión, los hace factores de alienación; su impacto masivo y compulsivo puede llevar al aislamiento y hasta la desintegración de la comunidad familiar.

(Puebla, Conclusiones 1072)

Los Medios de Comunicación Social se han convertido muchas veces en vehículo de propaganda del materialismo reinante pragmático y consumista y crean en nuestro pueblo falsas expectativas, necesidades ficticias, graves frustraciones y un afán competitivo malsano.

(Puebla, Conclusiones 1073)

Visión de la realidad en la Iglesia de América Latina

Existe en la Iglesia de América Latina una cierta percepción de la importancia de la comunicación social, pero no como hecho global, que afecta todas las relaciones humanas y a la misma pastoral y del lenguaje específico de los medios.

Puebla, Conclusiones 1074)

La Iglesia ha sido explícita en la doctrina referente a los Medios de Comunicación Social publicando numerosos documentos (兩 sobre la materia, aunque se ha tardado en llevar a la práctica estas enseñanzas.

(Puebla, Conclusiones 1075)

Hay insuficiente aprovechamiento de las ocasiones de comunicación que se dan a la Iglesia en los medios ajenos y utilización incompleta de sus propios medios o de los influenciados por ella; además, los medios propios no están integrados entre sí ni en la pastoral de conjunto.

(Puebla, Conclusiones 1076)

Salvo contadas excepciones, no existe todavía en la Iglesia de América Latina una verdadera preocupación para formar al pueblo de Dios en la comunicación social; capacitarlo para tener una actitud crítica ante el bombardeo de los Mass Media y para contrarrestar el impacto de sus mensajes alienantes, ideológicos, culturales y publicitarios. Situación que se agrava por el poco uso que se hace de los cursos organizados en esta área, escaso presupuesto asignado a los Medios de Comunicación Social en función evangelizadora y descuido de la atención que se debe a propietarios y técnicos de dichos Medios.

(Puebla, Conclusiones 1077)

Es preciso mencionar aquí como fenómeno altamente positivo el rápido desarrollo de los Medios de Comunicación Grupal (MCG) y de los pequeños medios con una producción siempre creciente de material para la evangelización y con un empleo cada día mayor de este medio por los agentes de pastoral, propiciando, así, un acertado crecimiento de la capacidad de diálogo y de contacto.

(Puebla, Conclusiones 1078)

La Iglesia de América Latina ha hecho en los últimos años muchos esfuerzos en favor de una mayor comunicación en su interior. Sin embargo, en muchos casos, lo realizado hasta ahora no responde plenamente a las exigencias del momento. El flujo de experiencia y opiniones legítimas, como expresión pública de pareceres en el interior de la Iglesia, se reduce a manifestaciones esporádicas y por tanto insuficientes, que tienen poca influencia en la totalidad de la comunidad eclesial.

(Puebla, Conclusiones 1079)

a) Integrar la comunicación en la pastoral de conjunto.

(Puebla, Conclusiones 1080)

b) Dentro de las tareas para realizar en este campo, dar prioridad a la formación en la comunicación social, tanto del público en general como de los agentes de pastoral a todos los niveles.

(Puebla, Conclusiones 1081)

5.2. Opciones

Criterios

c) Respetar y favorecer la libertad de expresión y la correlativa de información, presupuestos esenciales de la comunicación social y de su función en la sociedad, dentro de la ética profesional, conforme a la exhortación Communio et Progressio.

(Puebla, Conclusiones 1082)

Propuestas pastorales

A la luz de la problemática latinoamericana y teniendo en cuenta el fenómeno de la Comunicación Social y sus implicaciones en la evangelización, cabe formular las siguientes propuestas pastorales:

(Puebla, Conclusiones 1083)

a) Urge que la Jerarquía y los agentes pastorales en general conozcamos, comprendamos y experimentemos más profundamente el fenómeno de la Comunicación Social, a fin de que se adapten las respuestas pastorales a esta nueva realidad e integremos la comunicación en la Pastoral de Conjunto.

(Puebla, Conclusiones 1083)

b) Para ser efectiva la articulación de la Pastoral de la Comunicación con la Pastoral Orgánica, es necesario crear donde no existe y potenciar donde lo hay, un Departamento u organismo específico (nacional y diocesano) para la Comunicación Social e incorporarlo en las actividades de todas las áreas pastorales.

(Puebla, Conclusiones 1084)

c) La tarea de formación en el campo de la Comunicación Social es una acción prioritaria. Por tanto, urge formar en este campo a todos los agentes de la evangelización.

Para los aspirantes al sacerdocio y a la vida religiosa es necesario que esta formación se integre en los planes de estudios y de formación pastoral.

Para los sacerdotes, religiosos, religiosas, agentes de pastoral y para los mismos responsables de los organismos nacionales y diocesanos de Pastoral de Comunicación Social, es necesario programar sistemas de formación permanente.

Especial atención merecen los profesionales de la comunicación y la formación más adecuada de los que cubren la información religiosa.

(Puebla, Conclusiones 1085)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17
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