Así que, como decía, ya hemos repetido una variante del error de 1937, al retirar el apoyo fiscal demasiado pronto y perpetuar el paro elevado.
Pero pronto podrían suceder cosas peores. En el frente fiscal, los republicanos están exigiendo recortes inmediatos del gasto como la factura que hay que pagar por elevar el límite de la deuda y evitar una suspensión de pagos de EEUU. Si este chantaje tiene éxito, añadirá otra carga más a una economía ya débil…
De modo que todavía es posible que el error de 2010 vaya seguido de un error aún mayor. Sin embargo, aun cuando eso no suceda, el hecho es que la respuesta política a la crisis era y sigue siendo tremendamente insuficiente.
Quienes se niegan a aprender de la historia están condenados a repetirla; lo hicimos, y lo estamos haciendo. Lo que estamos experimentando puede que no sea una repetición exacta de la Gran Depresión, pero eso les sirve de poco consuelo a los millones de familias estadounidenses que sufren por una crisis que no ceja". El error de 2010 (Paul Krugman – El País – 12/6/11 – © New York Times News Service)
"Se ha aumentado más de setenta veces en los cincuenta últimos años, en la mayoría de los casos sin conmoción alguna. Se deberá aumentar este verano para que el Gobierno de los Estados Unidos pueda seguir pagando sus facturas a tiempo, pero ahora el límite máximo de la deuda de los Estados Unidos ha pasado a ser la causa de una intensa adopción de poses políticas y negociaciones a puerta cerrada y de resultados inciertos y, evidentemente, el desenlace tendrá consecuencias que superarán con mucho los límites de los EEUU…
Como ahora el Gobierno de los EEUU está tomando prestado el 40 por ciento de cada uno de los dólares que gasta, un límite máximo de deuda verdaderamente vinculante obligaría inmediatamente a reducir el gasto radicalmente y de forma desordenada.
Los políticos de todo el espectro político saben que semejante situación trastocaría una economía de los EEUU ya frágil, debilitaría gravemente el dólar e infundiría graves preocupaciones sobre la capacidad del país para cumplir con sus obligaciones en materia de servicio de la deuda, incluida la que tiene con muchos acreedores extranjeros a los que los EEUU necesitarán en el futuro. Sin embargo, en el polarizado ambiente actual de Washington, republicanos y demócratas no están dispuestos a llegar a una avenencia… o al menos no a hacerlo "demasiado pronto".
Al mantenerse en sus trece, los republicanos desean obligar al gobierno del Presidente Barack Obama a hacer recortes de gasto en gran escala. Los demócratas responden que semejante actitud unilateral sería económicamente perjudicial y socialmente injusta. Entretanto, los dos bandos corren el riesgo de trastocar los pagos de transferencias (incluidas las de los jubilados) y la prestación de los servicios públicos, además de minar aún más la posición crediticia de los Estados Unidos en el mundo…
Semejante parálisis política en relación con cuestiones económicas decisivas es cada vez más desestabilizadora para el sector privado americano y para los demás países que dependen de unos EEUU fuertes en el núcleo de la economía mundial. Eso explica por qué tantas empresas siguen atesorando fondos, en lugar de invertir en el interior, y por qué un número cada vez mayor de países quieren diversificar y abandonar gradualmente la dependencia del dólar como divisa de reserva y de los mercados financieros del los EE.UU. para la intermediación de sus ahorros obtenidos con mucho esfuerzo.
La economía mundial se basa permanentemente en el supuesto de unos Estados Unidos fuertes y los americanos se benefician de ello, pero cuanto más discutan sus políticos sobre el límite máximo de deuda, mayor será el riesgo de que acabe irreparablemente desacreditado. El peligroso debate sobre el límite máximo para la deuda de los Estados Unidos (Mohamed A. El-Erian – Project Syndicate – 15/6/11)
"Una idea errónea de lo que impulsa el crecimiento económico se ha convertido en la amenaza más grave para la recuperación en Europa. Los políticos europeos están obsesionados con la "competitividad" nacional y parecen pensar realmente que la prosperidad es sinónimo de superávits comerciales. Esto explica en gran medida por qué se cita habitualmente a Alemania como ejemplo de una economía sólida y "competitiva".
Sin embargo, el crecimiento económico, incluso en las economías tradicionalmente orientadas a la exportación, se ve impulsado por el aumento de la productividad, no por la capacidad de capturar una parte creciente de los mercados mundiales. Si bien es evidente que las importaciones deben ser financiadas por las exportaciones, el énfasis en la competitividad del comercio está desviando la atención del problema subyacente de Europa: el muy débil crecimiento de la productividad. Y esto es un problema tan serio en las economías con superávits comerciales como en las deficitarias…
Los gobiernos obsesionados con la competitividad nacional tienen mayores probabilidades de impulsar políticas económicas perjudiciales. Si el crecimiento económico se considera dependiente de la competitividad en términos de costes de las exportaciones, los gobiernos se centrarán en temas que puede que tengan sentido para los exportadores, pero no para sus economías en su conjunto, como las políticas del mercado de trabajo destinadas a mantener artificialmente bajo el crecimiento de los salarios, que redistribuyen los ingresos del trabajo al capital y agravan la desigualdad.
De hecho, la disminución a largo plazo de la proporción del ingreso nacional correspondiente a sueldos y salarios en los últimos 10 años en casi todas las economías de la UE es un gran obstáculo para una recuperación del consumo privado. Y la otra cara de la disminución de los salarios y sueldos -un fuerte aumento en la proporción del ingreso nacional correspondiente a las ganancias de las empresas- no ha dado lugar a un auge de la inversión.
Esto no debería ser una sorpresa. Una empresa individual puede recortar los salarios sin poner en peligro la demanda de cualquier bien o servicio que produzca. Pero si todas las empresas reducen los salarios al mismo tiempo, la debilidad resultante de la demanda global socavará los incentivos de las empresas para invertir, lo que su vez deprime el crecimiento de la productividad.
En pocas palabras, reducir la proporción del ingreso nacional correspondiente a los salarios, aceptar un aumento importante de la desigualdad y estimular el aumento de la proporción del ingreso nacional correspondiente a las ganancias corporativas no es manera de lograr un crecimiento económico sostenible. Pero eso es precisamente lo que sucede cuando los gobiernos creen que la salvación económica radica en ganar una participación creciente de los mercados de exportación.
No es así. Existe una correlación muy fuerte entre elevar la productividad del trabajo y el crecimiento económico, que vale para los países con superávits comerciales, así como para aquellos con déficit. Por ello, lo que determinará en gran medida las perspectivas económicas de la Unión Europea será el crecimiento de la productividad, no el tamaño de su superávit comercial"… La trampa de la competitividad de Europa (Simon Tilford – Project Syndicate – 16/6/11)
(Simon Tilford es economista en jefe del Centro para la Reforma Europea)
"Los últimos datos económicos han acabado con cualquier esperanza de que termine pronto la sequía laboral de EEUU, que ya se ha prolongado tanto que el parado estadounidense medio lleva sin trabajar casi cuarenta semanas. Sin embargo, no hay voluntad política de hacer nada respecto a la situación. Lejos de estar dispuestos a gastar más en la creación de empleo, ambos partidos coinciden en que es hora de recortar drásticamente el gasto -destruyendo empleos de paso- y la única diferencia que hay entre ambos es en cuanto a la magnitud.
Tampoco la Reserva Federal acude al rescate. El martes, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva, admitía lo sombrío del panorama económico, pero indicaba que no hará nada al respecto.
Y el alivio de la carga de la deuda de los propietarios de viviendas -que podría haber hecho mucho por fomentar la recuperación económica general- simplemente ha desaparecido del programa. El actual plan de alivio hipotecario ha sido un desastre y solo ha gastado una ínfima parte de los fondos asignados, pero no parece haber interés por renovarlo y reanudar el esfuerzo.
La situación es similar en Europa, pero podría decirse que aún peor. En concreto, la retórica del Banco Central Europeo, que defiende la moneda fuerte y se opone al alivio de la carga de la deuda, hace que Bernanke parezca en comparación William Jennings Bryan (secretario de Estado de EEUU de 1913 a 1916 y miembro del ala izquierdista del Partido Demócrata).
¿Qué se oculta tras esta parálisis política transatlántica? Estoy cada vez más convencido de que es una respuesta a la presión de los grupos de interés. Conscientemente o no, los responsables políticos están casi exclusivamente al servicio de los intereses de los rentistas, esos que obtienen enormes ingresos de sus activos, que prestaron grandes sumas de dinero en el pasado, a menudo imprudentemente, pero que ahora están siendo protegidos de las pérdidas a costa de todos los demás.
Por supuesto, no es así como eso que yo llamo el Comité del Dolor expone sus argumentos. En lugar de eso, el razonamiento en contra de ayudar a los parados se enfoca en función de los riesgos económicos: si hacen algo por crear puestos de trabajo, los tipos de interés se dispararán, habrá un estallido de inflación descontrolada, y así sucesivamente. Pero estos riesgos siguen sin materializarse. Los tipos de interés siguen cerca de sus mínimos históricos, mientras que la inflación al margen del precio del petróleo -que viene determinado por los mercados y acontecimientos mundiales, no por la política estadounidense- sigue siendo baja.
Y frente a estos riesgos hipotéticos, uno debe poner la realidad de una economía que sigue profundamente deprimida, con un coste enorme tanto para los trabajadores de hoy como para el futuro de nuestro país. Después de todo, ¿cómo podemos esperar prosperar dentro de dos décadas cuando, en la práctica, a millones de jóvenes licenciados se les está negando la oportunidad de iniciar sus carreras profesionales?
Pidan una teoría coherente que respalde el abandono de los parados, y no recibirán ninguna respuesta. En lugar de eso, los miembros del Comité del Dolor parecen ir elaborándola sobre la marcha, inventando razones siempre diferentes para sus recetas políticas, que son siempre las mismas.
Pero mientras que los motivos aparentes para infligir dolor siguen cambiando, todas las recetas políticas del Comité del Dolor tienen una cosa en común: protegen los intereses de los acreedores, cueste lo que cueste. El gasto deficitario podría dar trabajo a los desempleados, pero podría perjudicar los intereses de los titulares de bonos. Unas medidas más agresivas por parte de la Reserva Federal podrían contribuir a sacarnos de esta depresión -de hecho, hasta los economistas republicanos han sostenido que un poco de inflación podría ser exactamente lo que ha prescrito el médico-, pero es la deflación, no la inflación, la que viene bien a los intereses de los acreedores. Y, cómo no, hay una oposición feroz a todo lo que huela a alivio de la carga de la deuda.
¿Quiénes son estos acreedores de los que hablo? No son los propietarios ni los empleados de las pequeñas empresas que ahorran y trabajan duro, aunque a los mandamases les interese fingir que la cuestión es proteger a la gente de a pie que respeta las normas…
La realidad es que tanto a las pequeñas empresas como a los trabajadores les hace mucho más daño una economía débil que, por ejemplo, una inflación moderada que ayude a impulsar la recuperación.
No, los únicos beneficiarios reales de las políticas del Comité del Dolor (aparte del Gobierno chino) son los rentistas: banqueros e individuos adinerados con montones de bonos en sus carteras de inversiones…
Las políticas beneficiosas para los acreedores están paralizando la economía. Este es un juego con un resultado final negativo, en el que el intento de proteger a los rentistas, de cualquier posible pérdida está causando pérdidas, mucho mayores a todos los demás. Y la única forma de conseguir una recuperación real es dejar de jugar a ese juego"… El gobierno de los rentistas (Paul Krugman – El País – 19/6/11 – © New York Times News Service)
"Pocos debates de política son más extraños que los relacionados con los controles de capital. Si uno menciona el asunto a un banquero o un economista que adhiera a las corrientes predominantes y es probable que obtenga una vehemente respuesta: los controles de capital no funcionan, porque los especuladores pueden evadirlos a bajo o ningún coste, pero los países nunca deben adoptarlos, ya que hacerlo es muy costoso. ¿Soy el único que se encuentra esta lógica un poco torcida?…
Ese ha sido el estado del debate, hasta hace poco. El gran cambio intelectual ha venido del Fondo Monetario Internacional, en el pasado enemigo declarado de los controles de capital. En una serie de estudios, los economistas del FMI han dejado de tratar el asunto en términos de bien y mal, y han comenzado a tratarlo como una elección económica normal: los controles de capital tienen costes y beneficios que se pueden medir y comparar. El Fondo sostiene ahora que debe ser una herramienta a disposición de los políticos prudentes cuando las circunstancias lo requieran.
Otro gran cambio se origina en los mercados emergentes de rápido crecimiento, muchos de los cuales, frente a los grandes flujos de dinero procedentes de los países avanzados de crecimiento lento (y conscientes de los costes que pueden conllevar los flujos de capital volátiles de gran volumen), han optado por aplicar controles de capital. Brasil, Indonesia, Corea del Sur, Tailandia y Taiwán han introducido recientemente desincentivos a la entrada de capital. Otros países emergentes, como Perú, han endurecido las regulaciones prudenciales internas con el mismo objetivo.
Quienes afirman que los controles de capital son ineficaces rara vez especifican en qué se supone que lo sean. Un artículo reciente de Marcos Chamon, Atish Ghosh, Jonathan Ostry y Mahvash Qureshi, economistas del Departamento de Estudios del FMI, sugiere que los controles de capital sí pueden ser eficaces. Los autores concluyen que, mediante la reducción de la proporción de deuda de corto plazo en moneda extranjera en las obligaciones totales de un país, los controles de capital pueden reducir la vulnerabilidad ante las crisis financieras.
Los economistas del FMI inquieren cómo les fue a 50 países durante la reciente crisis financiera mundial, y miden el rendimiento por el crecimiento económico en 2008-09 con respecto a 2003-2007. Su principal conclusión es que los países que poseían de antemano controles de capital respondieron de mejor manera: sus índices de crecimiento cayeron menos durante la crisis. Esto se debió a que tenían menos apalancamiento que conciliar y menos capital sin base fija que pudiera abandonar el país en caso de problemas financieros mundiales.
Esto no quiere decir que los controles de capital pueden resolver todos los problemas: el mismo estudio muestra que son relativamente ineficaces en la prevención de los auges de crédito, otra de las principales causas de la vulnerabilidad económica… Sentido común sobre los controles de capital (Andrés Velasco – Project Syndicate – 21/6/11)
(Andrés Velasco fue Ministro de Hacienda de Chile)
"Los rescates protagonizados por países de la eurozona y los malos datos en Estados Unidos, entre otros factores, hacen temer un frenazo a la recuperación o incluso una nueva recesión…
Al contrario que en el periodo 2007-10, cuando cada varapalo al crecimiento se vio contrarrestado con medidas políticas, los responsables políticos se han quedado sin armas para dar un empujón a la economía real. Sin duda, para evitar un descarrilamiento fiscal, casi todas las economías avanzadas (especialmente en la eurozona y el Reino Unido, aunque también, de forma gradual, en Estados Unidos) están empezando a implantar una austeridad fiscal muy necesaria, que perjudicará al crecimiento a corto plazo.
La capacidad de los gobiernos para respaldar a sus bancos con más rescates y garantías está restringida por una deuda pública ya elevada y muchas deudas soberanas casi en apuros. Tal vez no se produzca otra ronda de facilitación cuantitativa dado el aumento de la inflación en la mayoría de las economías avanzadas y, por eso, algunos bancos centrales, incluido el BCE, empiezan a endurecerse, mientras que los demás (Banco de Inglaterra, Fed) les seguirán con el tiempo. Sin duda, finalizada la segunda facilitación cuantitativa, ni siquiera la Fed va a implementar una tercera ronda salvo que se observen signos evidentes de un frenazo.
Si la situación resulta ser más grave que un bache temporal para la economía mundial, algunas economías avanzadas corren el peligro de estancarse o hundirse en una recesión de doble ola, puesto que la debilidad de los mercados económico y financiero se alimenta entre sí y quedan pocas armas políticas con las que revertir este nuevo círculo vicioso"… ¿Descarrilará el tren del crecimiento económico mundial? (Nouriel Roubini – El Economista – 25/6/11)
"A fines de los 90, al menos en los Estados Unidos, dos escuelas de pensamiento buscaron impulsar una mayor desregulación financiera, es decir, eliminar la separación legal entre banca de inversión y banca comercial, relajar los requisitos de capital para los bancos y fomentar la creación y el uso más proactivos de instrumentos derivados. Si la desregulación parece tan mala idea ahora, ¿por qué no lo fue entonces?…
Analíticamente, todavía estamos recuperándonos del desastre que significó este experimento. ¿Por qué fueron tan malos los controles del riesgo de los bancos generales altamente apalancados y centrados en el dinero? ¿Por qué los bancos centrales y los gobiernos no estuvieron dispuestos ni fueron capaces de acelerar y mantener el flujo de la demanda agregada a medida que la crisis financiera y sus consecuencias ahogaban la inversión privada y el gasto de consumo?
Más preguntas surgen de la respuesta política a la recesión subsiguiente. ¿Por qué, una vez que la magnitud de la crisis se hizo evidente, los gobiernos no estuvieron dispuestos a intervenir para hacer que el desempleo volviera a niveles normales, sobre todo ante la ausencia de expectativas inflacionarias, presión alcista sobre los precios, o incluso aumentos de las tasas de interés que pudieran desincentivar el gasto de inversión privado? ¿Y cómo ha podido la industria financiera conservar tanto poder político para bloquear la reforma normativa?
Más aún, sigue sin estar clara la forma de reestructurar el sistema financiero. La separación establecida por la Ley Glass-Steagall entre la inversión y la banca comercial benefició en gran medida de la oligarquía ya asentada de los bancos de inversión, pero de alguna manera la entrada de los bancos comerciales y las aseguradoras como competidores aumentó aún más los beneficios de las compañías financieras.
Hubo grandes oportunidades de ganancias para los intermediarios financieros que pudieron encontrar capacidad de asumir riesgos, hacer traspasos de valores para aprovecharse de la transacción y así obtener comisiones por proporcionar riesgos a inversores que pudieran acabar por cosechar ganancias por asumirlos. Pero la llegada de los derivados concentró el riesgo en lugar de dispersarlo, porque se podía entonces hacer todavía más dinero con la venta de riesgo a personas que no sabían cómo valorarlo o, de hecho, qué riesgos estaban asumiendo.
Y el hecho de que los bancos centrales no tuvieran en mente que su trabajo principal era la estabilización de los ingresos nominales -su fracaso no sólo en ser buenos keynesianos, sino siquiera buenos monetaristas- plantea el interrogante de si los bancos centrales necesitan una reforma drástica. Ya en 1825, el gobernador del Banco de Inglaterra, Cornelius Buller, comprendió que cuando el sector privado experimentaba una repentina alza (impulsada por el pánico) de la demanda de activos financieros seguros y líquidos, era responsabilidad del Banco satisfacer esa demanda y así evitar la bancarrota y mantener a raya las tendencias hacia una depresión. ¿Cómo es posible que sus sucesores sepan menos que él?
Hasta puede darse el caso de que debamos volver al sistema financiero mucho más estrictamente regulado de la primera generación post-Segunda Guerra Mundial. Sirvió bien al núcleo industrial, al menos según podemos decir en función de los agregados macroeconómicos. Sabemos con certeza que nuestro actual sistema no lo ha hecho". Confesiones de un desregulador financiero (J. Bradford DeLong Project Syndicate – 30/6/11)
"Qué justicia poética. Barack Obama y David Cameron reafirmaron recientemente la "relación esencial", una conexión de mentes a través del Atlántico que ha dado forma al pensamiento geopolítico y económico del mundo desde aquella relación especial mantenida por Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Y justo cuando los líderes estadounidense y británico hacen esto, la principal alternativa para la visión anglosajona del mundo -el federalismo europeo de Jacques Delors y Helmut Kohl- cae en una angustia mortal con la inminente quiebra de Grecia, que podría ser seguida de cerca por Irlanda, Portugal y España.
Justicia poética, sin duda, pero quizá de un tipo inesperado. ¿Podría ser que la confianza en el modelo anglosajón de gobierno, que ha disfrutado de una reactivación inesperada tras la crisis de 2008, esté alcanzando el punto en el que el orgullo desmedido acarrea su justo castigo? ¿Será posible que las actuales tribulaciones de Europa no sean sólo la angustia mortal del viejo euro, sino las contracciones del parto de una nueva federación europea que podría ser un ejemplo para el mundo? Hace poco presidí una sesión de la Cumbre Económica de Múnich, organizada por el Ifo, el prestigioso instituto alemán de investigación económica. El título de la conferencia, El papel del Estado en un mundo globalizado, llamó la atención sobre el expansivo abismo entre el razonamiento europeo y el anglosajón.
Para los europeos de todas las persuasiones políticas, está claro que redefinir una relación nueva y más creativa entre el Estado y el sector privado es el principal desafío del período posterior a la crisis. La creencia en la intervención constructiva del Estado es, en su caso, todavía mayor entre los partidos conservadores a favor de la empresa que actualmente gobiernan en Alemania, Suecia y otras triunfantes economías del norte de Europa que entre su oposición socialdemócrata, influida aún por una visión marxista del mundo…
Finalmente, y lo que es más importante, Europa se encuentra perfectamente preparada para desarrollar un nuevo modelo de capitalismo gracias a la cooperación, más que la confrontación, entre empresas y acuerdos gubernamentales con tradiciones políticas europeas de economía mixta. En Estados Unidos, el ascenso del Tea Party y el atasco político de Washington sugieren que para superar el dogmatismo del libre mercado se precisará otra crisis todavía mayor que en 2008. Por su parte, en Europa ya hay señales de éxito para los nuevos modelos de capitalismo de economía mixta…
Unos compromisos tan creativos entre el mercado y el Estado serían imposibles en la tradición anglosajona. Sin embargo, probablemente el futuro del capitalismo dependa de este tipo de colaboración"… Europeos Creativos 4, Anglosajones recortadores del gasto público 0 (Anatole Kaletsky – El Economista – 4/7/11)
(Anatole Kaletsky. Director adjunto y jefe de Economía del diario The Times)
"Tan sólo unos años atrás, una poderosa ideología -la creencia en los mercados libres y sin restricciones- llevó al mundo al borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.
Es más, el crecimiento de la producción en los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del ingreso nacional de los EEUU yendo destinado para tan pocos, el crecimiento sólo podía continuar a través del consumo financiado por una creciente acumulación de la deuda.
Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno. Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado, como siempre, por ideología e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía mundial – o al menos a las economías de Europa y América, donde estas ideas continúan floreciendo…
En los EEUU, este resurgimiento de la derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda nacional…
Los remedios para el déficit de EEUU surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no quiere saber nada de esto, y en su lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de los EEUU en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto, el sector financiero de EEUU ha estado presionando fuertemente para liberarse de las regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas desastrosas y despreocupadas de proceder.
Pero las cosas están un poco mejor en Europa. Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda. De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.
Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto engendra conduce aún a más crecimiento.
Lamentablemente, los mercados financieros y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la confianza y una espiral descendente se pone en marcha"… La crisis ideológica del capitalismo occidental (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate – 6/7/11)
"Y ahora, la economía de la filtración -concretamente, la idea de que cualquier cosa que haga aumentar los beneficios empresariales es buena para la economía- vuelve a ponerse de moda.
Aparentemente parece algo extraño. Durante los dos últimos años, los beneficios se han disparado, mientras que el paro ha seguido siendo desastrosamente elevado. ¿Por qué iba a creerse nadie que entregar aún más dinero a las empresas, sin límites ni requisitos, conduciría a una creación de empleo más rápida?
Sin embargo, la teoría de la filtración está claramente en alza; y hasta algunos demócratas se la están creyendo. ¿A qué me refiero? Fíjense primero en los argumentos que blanden los republicanos para defender unas lagunas fiscales escandalosas. ¿Cómo puede alguien exigir unos recortes drásticos en Medicare y Medicaid y, al mismo tiempo, defender unos beneficios fiscales especiales que favorezcan a los gestores de fondos de cobertura y a los propietarios de aviones de empresa?…
El argumento básico era que todo aquello que deje más dinero en manos de las empresas se traducirá en más empleo. Es decir, es pura filtración.
Se supone que las grandes empresas estadounidenses deben pagar impuestos sobre los beneficios de sus filiales extranjeras, pero solo cuando esos beneficios se vuelven a transferir a la empresa matriz. Ahora hay un plan -impulsado, por supuesto, por una gran campaña de presión- para ofrecer una amnistía en virtud de la cual las empresas podrían recuperar los fondos sin apenas pagar impuestos. Y hasta algunos demócratas están apoyando esta idea, afirmando que crearía empleo.
Como señalan quienes se oponen a este plan, ya conocemos esta historia: en 2004 se ofrecieron unas vacaciones fiscales similares, vendiéndolas con un argumento similar, y fue un completo fracaso. Efectivamente, las empresas aprovecharon la amnistía para volver a traerse un montón de dinero a Estados Unidos. Pero usaron ese dinero para pagar dividendos, reducir sus deudas, acaparar otras empresas y volver a comprar sus propias acciones; prácticamente de todo, salvo aumentar la inversión y crear empleo. De hecho, no hay pruebas de que las vacaciones fiscales de 2004 hiciesen nada por estimular la economía.
Sin embargo, lo que sí que hicieron las vacaciones fiscales fue brindar a las grandes empresas la oportunidad de evitar pagar impuestos, porque al final habrían repatriado gran parte del dinero que trajeron durante la amnistía y habrían pagado impuestos por él…
No obstante, como ya he dicho, hay una campaña a favor de que se repita este desastroso comportamiento. Y esta vez, las circunstancias son todavía peores. Piensen en ello: ¿Cómo puede alguien imaginar que la falta de capital empresarial es lo que está frenando la recuperación en Estados Unidos ahora mismo? Después de todo, es un hecho de sobra conocido que las empresas ya han acumulado grandes cantidades de dinero que no están invirtiendo en sus propios negocios…
En cualquier caso, si las empresas ya tienen gran cantidad de dinero que no están utilizando, ¿por qué el hecho de ofrecerles un beneficio fiscal que poder añadir a esta montaña de dinero iba a servir para acelerar la recuperación?
Está claro que no serviría de nada; las afirmaciones sobre que unas vacaciones fiscales empresariales crearían empleo, o que poner fin a los beneficios fiscales para los aviones de empresa destruiría empleo, no tienen sentido.
Esto es lo que deberían responderle a cualquiera que defienda los grandes favores a las corporaciones: la falta de capital empresarial no es el problema al que hace frente Estados Unidos. Las grandes empresas ya tienen el dinero que necesitan para expandirse; lo que falta es un motivo para expandirse, al estar los consumidores contra las cuerdas y el Gobierno recortando drásticamente el gasto.
Lo que necesita nuestra economía es que el Gobierno genere empleo directamente y que se aligere el peso de las deudas hipotecarias de los consumidores sometidos a presión. Lo que no necesita en absoluto es que se transfieran miles de millones de dólares a unas grandes empresas que no tienen intención de contratar a nadie salvo a más integrantes de los grupos de presión". El timo del capital empresarial (Paul Krugman El País – 10/7/11 – © New York Times News Service)
"Todo el mundo sabe que Grecia suspenderá los pagos de su deuda exterior. La única cuestión estriba en la forma mejor de organizarlo para que nadie entienda en realidad que así es.
A ese respecto, no faltan planes de expertos: entre ellos, la recompra de bonos, la permuta de bonos y la creación de eurobonos, versión europea de los bonos "Brady" emitidos por países latinoamericanos que suspendieron pagos en el decenio de 1980. Todos esos bonos equivalen a apilar un lote de bonos sobre otro para intentar cuadrar el círculo de la incapacidad de Grecia para pagar y reducir al mínimo las pérdidas que afrontan sus acreedores, la mayoría de ellos bancos europeos.
Todas las semanas, una ridícula camarilla de banqueros y ministros de Hacienda europeos se arrastra de una capital a otra para examinar qué plan de suspensión de pagos o reestructuración adoptar. Entretanto, la agonía de Grecia continúa y los "mercados" esperan para abalanzarse sobre Portugal, Irlanda, Italia y España.
Nadie que no esté muy versado en los tejemanejes financieros puede ver sentido en esa batalla de los bonos, pero, tras ella, hay dos actitudes morales, que son mucho más fáciles de entender…
Hasta época reciente, se consideraba que los soberanos "maduros" siempre saldaban sus deudas, mientras que sólo las repúblicas bananeras dejaban de hacerlo.
La substitución de esas normas y procedimientos arraigados fue muy lenta, pero en el siglo XX, con unas condiciones de mayor seguridad y un crecimiento económico continuo, llegó a ser normal que las personas, las empresas y los gobiernos se endeudaran antes de obtener las ganancias previstas: que gastasen dinero que no tenían, pero esperaban tener.
Al desaparecer el miedo a las retiradas en masa de depósitos bancarios, los coeficientes de reservas de los bancos disminuyeron, con lo que mejoraron las condiciones crediticias. Sobre esa sólida base se erigió un imponente edificio de mercados de bonos y bancos que redujo el costo de la financiación y, por tanto, aceleró la tasa de crecimiento económico.
Ese sistema de intermediación financiera que estuvo al borde del desplome en 2008 fue el que pareció justificar para muchos las antiguas advertencias sobre los peligros del endeudamiento. En su exhaustivo examen histórico de las crisis financieras, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff escriben: "Una y otra vez, los países, los bancos, las personas y las empresas se endeudan excesivamente en los buenos tiempos sin tener suficiente conciencia de los riesgos que seguirán cuando azote la recesión inevitable"…
Sin embargo, a largo plazo tendremos que responder la pregunta más amplia que las diversas crisis de la deuda de la zona del euro han planteado: ¿compensa el valor social del abaratamiento de la financiación el infierno padecido por los deudores desesperados?". La batalla de los bonos (Robert Skidelsky – Project Syndicate – 20/7/11)
"A los economistas les gusta hablar de umbrales que, cuando son atravesados, indican dificultades. Por lo general hay una cierta verdad en lo que dicen. Pero a menudo, el público reacciona en forma exagerada ante esos comentarios.
Consideremos, por ejemplo, la relación entre deuda y PBI, tan comentada en las noticias estadounidenses y europeas actuales. A veces se dice, casi sin pausar para respirar, que la deuda de Grecia equivale al 153% de su PBI anual, y que es insolvente. Combinemos esas afirmaciones con las recientes imágenes televisivas de los disturbios callejeros griegos. ¿Qué les parece?
Aquí en los EE.UU., puede percibirse como una imagen de nuestro futuro, a medida que la deuda pública se acerca peligrosamente al 100% del PBI anual y continúa en ascenso. Pero tal vez esta imagen está excesivamente impresa en nuestra imaginación. ¿Es posible que la gente crea que un país se torna insolvente cuando su deuda supera el 100% del PBI?
Claramente, eso sería una tontería. Después de todo, la deuda (que se mide en unidades monetarias) y el PBI (que se mide en unidades monetarias por unidad de tiempo) dan como resultado una razón en unidades de tiempo puro. No hay nada de especial en usar un año para esa unidad. Un año es el tiempo que le lleva la tierra orbitar al sol, lo que, excepto en el caso de industrias estacionales como la agricultura, no tiene ningún significado económico particular.
Deberíamos recordar esto de nuestras clases de ciencia en la escuela secundaria: siempre se debe prestar atención a las unidades de medida. Si erramos con las unidades, estaremos completamente perdidos…
La mayor parte de la gente nunca piensa en esto cuando reacciona frente a la razón entre deuda y PBI de los titulares. ¿Es posible que verdaderamente sea tan estúpida como para confundirse por esas relaciones? Desde mi experiencia personal, puedo decir que sí, porque incluso yo, un economista profesional, me descubrí alguna vez cometiendo exactamente el mismo error.
Los economistas que adhieren a los modelos de expectativas racionales nunca lo admitirán, pero mucho de lo que sucede en los mercados es consecuencia de la estupidez pura, o, más precisamente, del desinterés, la desinformación sobre los conceptos básicos, y una atención desmedida sobre las historias que circulan en el momento…
El problema fundamental que enfrenta actualmente la mayor parte del mundo es que los inversores reaccionan exageradamente a las razones entre deuda y PBI porque temen que se cruce algún umbral mágico, y exigen programas de austeridad fiscal demasiado pronto. Piden a los gobiernos que disminuyan su gasto mientras sus economías aún son vulnerables. Los hogares se asustan, así que también disminuyen sus gastos, y las empresas son disuadidas de financiar sus gastos de capital a través del crédito.
La lección es simple: Tenemos que preocuparnos menos por las razones y umbrales de deuda, y más por nuestra incapacidad para ver estos indicadores como los constructos artificiales -y a menudo irrelevantes- que son"… Deuda y espejismos (Robert J. Shiller – Project Syndicate – 21/7/11)
(Robert J. Shiller es Profesor de Economía en la Universidad de Yale)
"Esta es una época interesante, y lo digo en el peor sentido de la palabra. Ahora mismo, estamos viendo no una sino dos crisis inminentes, cada una de las cuales podría provocar un desastre mundial. En Estados Unidos, los fanáticos de derechas del Congreso pueden bloquear un necesario aumento del tope de la deuda, lo que posiblemente haría estragos en los mercados financieros mundiales. Mientras tanto, si el plan que acaban de pactar los jefes de Estado europeos no logra calmar los mercados, podríamos ver un efecto dominó por todo el sur de Europa, lo cual también haría estragos en los mercados financieros mundiales.
Solamente podemos esperar que los políticos congregados en Washington y Bruselas consigan esquivar estas amenazas. Pero hay una pega: aun cuando nos las arreglemos para evitar una catástrofe inmediata, los acuerdos que se están alcanzando a ambos lados del Atlántico van a empeorar la crisis económica casi con toda seguridad…
De hecho, los responsables políticos parecen decididos a perpetuar lo que he dado en llamar la Depresión Menor, el prolongado periodo de paro elevado que empezó con la Gran Recesión de 2007-2009 y que continúa hasta el día de hoy, más de dos años después de que la recesión supuestamente terminase.
Hablemos un momento sobre por qué nuestras economías están (todavía) tan deprimidas. La gran burbuja inmobiliaria de la década pasada, que fue un fenómeno tanto estadounidense como europeo, estuvo acompañada por un enorme aumento de la deuda familiar. Cuando la burbuja estalló, la construcción de viviendas cayó en picado, al igual que el gasto de los consumidores a medida que las familias cargadas de deudas hacían recortes.
Aun así, todo podría haber ido bien si otros importantes actores económicos hubiesen incrementado su gasto y llenado el hueco dejado por el desplome de la vivienda y el retroceso del consumo. Pero ninguno lo hizo. En concreto, las empresas que disponen de capital no ven motivos para invertir ese capital en un momento en el que la demanda de los consumidores es débil.
Así que tenemos unas economías deprimidas. ¿Qué proponen hacer al respecto los responsables políticos? Menos que nada. La desaparición del paro de la retórica política de la élite y su sustitución por el pánico al déficit han sido verdaderamente llamativas. No es una respuesta a la opinión pública. En un sondeo reciente de CBS News/The New York Times, el 53% de los ciudadanos mencionaba la economía y el empleo como los problemas más importantes a los que nos enfrentamos, mientras que solo el 7% mencionaba el déficit. Tampoco es una respuesta a la presión del mercado. Los tipos de interés de la deuda de EEUU siguen cerca de sus mínimos históricos.
Pero las conversaciones en Washington y Bruselas solo tratan sobre recortes del gasto (y puede que subidas de impuestos, es decir, revisiones). Esto es claramente cierto en el caso de las diversas propuestas que se están tanteando para resolver la crisis del tope de la deuda en Estados Unidos. Pero es igual de cierto en Europa…
Para aquellos que conocen la historia de la década de 1930, esto resulta demasiado familiar. Si alguna de las actuales negociaciones sobre la deuda fracasa, podríamos estar a punto de revivir 1931, el hundimiento bancario mundial que hizo grande la Gran Depresión. Pero si las negociaciones tienen éxito, estaremos listos para repetir el gran error de 1937: la vuelta prematura a la contracción fiscal que dio al traste con la recuperación económica y garantizó que la depresión se prolongase hasta que la II Guerra Mundial finalmente proporcionó el impulso que la economía necesitaba… La Depresión Menor (Paul Krugman – El País – 23/7/11 – © 2011. New York Times Service)
"Desde que empezó la actual crisis económica parece haber seis palabras que resumen el principio fundamental de la política financiera de Estados Unidos: ser paciente con los banqueros. Este principio se puso de manifiesto durante los meses finales del mandato de Bush, cuando se puso a disposición de los bancos una enorme cuerda de salvamento con pocas condiciones. Se puso igualmente de manifiesto durante los primeros meses de gobierno de Obama, cuando el presidente Obama incumplió la promesa que hizo durante la campaña de "cambiar nuestras leyes de quiebra para que a las familias les resulte más fácil quedarse en su casa". Y el principio sigue aplicándose en estos momentos en que las autoridades federales presionan a los fiscales generales de los Estados para que acepten un pago muy módico por parte de los bancos que se embarcaron en prácticas hipotecarias abusivas.
¿A qué se debe este tratamiento tan considerado? No cabe duda de que el dinero y la influencia tienen algo que ver; Wall Street es una fuente enorme de donativos de campaña, y los organismos que se supone que deben regular los bancos suelen terminar poniéndose a su servicio. Pero las autoridades también han defendido en cada momento del proceso que perdonar a los bancos beneficia los intereses de la economía en su conjunto.
No es así. La incapacidad para buscar un verdadero alivio de la deuda hipotecaria en los primeros momentos del mandato de Obama es uno de los motivos por los que todavía tenemos un 9% de paro…
Antes de llegar a eso, unas palabras sobre el actual estado del desastre de las hipotecas. El pasado otoño supimos que muchas entidades de préstamo hipotecario estaban participando en ejecuciones hipotecarias ilegales. Lo que más llamaba la atención era que unos "firmantes robotizados" daban fe de que los bancos tenían la documentación requerida para apropiarse de las casas sin comprobar si realmente tenían derecho a hacerlo (y en muchos casos, no lo tenían).
¿Hasta qué punto se trataba de abusos generalizados y graves? La respuesta es que no lo sabemos. Han pasado nueve meses desde que estalló el escándalo de las firmas robotizadas, pero todavía no ha habido una investigación seria sobre su alcance. Esto se debe a que los Estados, que padecen graves problemas presupuestarios, carecen de los recursos necesarios para realizar una investigación a fondo, y las autoridades federales, que sí tienen los recursos, han optado por no usarlos.
Al contrario, estos funcionarios están haciendo presión para alcanzar con las entidades hipotecarias un acuerdo que, según informa Shahien Nasiripour, de The Huffington Post, "absolvería ampliamente a las empresas de toda culpa, a cambio de multas que alcanzarían los 30.000 millones de dólares y garantías de que las empresas se atendrán a unas prácticas mejores".
¿A qué se debe la prisa por alcanzar un acuerdo? Por lo que yo sé, se están presentando dos argumentos básicos a favor de que se perdone a los bancos. El primero es la afirmación de que resolver rápidamente el desastre de las hipotecas es la clave para que el mercado inmobiliario se recupere. El segundo, expresado de un modo menos explícito, es la afirmación de que ponerse duros con los bancos debilitaría unas posibilidades más amplias de recuperación…
Lo siento, pero el argumento de que perdonar a los bancos ayudaría al mercado inmobiliario carece de lógica. ¿Y qué hay del argumento de que ponerse duros con los bancos amenazaría la economía en general? En este caso, la pregunta es: ¿qué es lo que está frenando la economía?
No es el estado de los bancos. Es cierto que los temores sobre la solvencia bancaria afectaron a los mercados financieros a finales de 2008 y principios de 2009. Pero hace mucho que esos mercados han vuelto a la normalidad después de aquello, en gran parte porque ahora todo el mundo sabe que los bancos serán rescatados si se meten en líos.
El gran lastre de la economía en estos momentos es el exceso de deuda familiar, originado en gran medida por los 5,6 billones de dólares en deuda hipotecaria que las familias asumieron durante los años de la burbuja. Un alivio de la deuda hipotecaria serio podría hacer mella en ese problema; un pago de 30.000 millones por parte de los bancos, aun cuando resultase ser más efectivo que el programa de modificación del Gobierno, no.
De modo que cuando los funcionarios les digan que debemos apresurarnos a alcanzar un acuerdo con los bancos por el bien de la economía, no les crean. Debemos hacer esto bien, y obligar a los banqueros a rendir cuentas de sus actos"… Dejar marchar a los banqueros (Paul Krugman – El País – 24/7/11 – © 2011. New York Times Service)
"En este momento es difícil escribir sobre economía política estadounidense. Nadie sabe si se podrá evadir el límite del techo de la deuda, cómo se hará o qué va a pasar si no ocurre…
Estados Unidos se enfrenta a problemas de largo plazo y corto plazo: deterioro de la infraestructura, debilitamiento de los sistemas educativos y un disfuncional sistema de salud que produce resultados de calidad inferior al doble del costo de cualquier otro país industrializado. Resolver cualquiera de estos tres problemas representaría un gran paso hacia la solución del desequilibrio de financiación a largo plazo entre las tasas tributarias actuales y las promesas de largo plazo sobre seguridad social que los instigadores del debate del techo de la deuda techo supuestamente quieren abordar.
Pero el gobierno de EEUU no los abordará. Se han perdido seis meses que podrían haberse invertido para el fortalecimiento del potencial de crecimiento de largo plazo de la economía estadounidense a través de la inversión en infraestructura, la reforma educativa o una reforma de la financiación de la atención de salud, con lo que, de paso, se facilitarían enormemente el déficit y los dilemas de la deuda de largo plazo de Estados Unidos.
Durante el período previo a la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, hablando en el Parlamento, lamentó "los años devorados por la plaga de langostas", el período durante el cual se podrían haber adoptado medidas preparatorias para hacer frente a la gran crisis de su época (el ascenso del fascismo continental). Durante el siglo pasado -con la notable excepción de la Gran Depresión- el sistema político estadounidense ha sido notablemente apto para prever las crisis mucho antes de que se produjeran, y por lo menos sentar las bases para abordarlas una vez que ocurrían.
Pero hasta ahora en el tercer milenio, esta habilidad -o simplemente, suerte- ha abandonado a los Estados Unidos. Mi opinión es que el problema se arreglaría por sí mismo si tan solo reapareciera en escena el Partido Republicano de Dwight D. Eisenhower (aunque sin Richard Nixon ni Joseph McCarthy).
Sin embargo, es cada vez es más claro que el problema afecta no sólo a EEUU, sino al resto del mundo. Desde el 7 de diciembre 1941, el mundo ha podido contar en gran parte con una gobernanza global ejercida por una hiperpotencia aceptablemente competente. Puede que ese Estados Unidos haya desaparecido para siempre. Si es así, el mundo necesita desarrollar otras instituciones para la gestión global, y rápido"… Los años de la plaga de langostas en Estados Unidos (J. Bradford DeLong – Project Syndicate – 29/7/11)
"El acuerdo para elevar el techo de la deuda federal está a punto de ser aprobado. Si esto sucede, muchos comentaristas anunciarán que se ha evitado la catástrofe. Se estarán equivocando.
Porque el acuerdo en sí, según la información disponible, es una catástrofe, y no sólo para el presidente Barack Obama y su partido. El acuerdo perjudicará a una economía que ya está en recesión, probablemente agrave aún más el eterno problema del déficit norteamericano y, lo que es más importante todavía, al demostrar que la extorsión descarada funciona y no tiene costo político, arrastrará a Estados Unidos por el camino de las repúblicas bananeras.
Empecemos por la economía. En este momento, el país atraviesa una profunda depresión. Es casi seguro que la economía seguirá fuertemente deprimida durante todo el año que viene. Y es muy probable que la depresión continúe también durante 2013, o incluso más allá.
Lo peor que se puede hacer en una coyuntura como ésta es recortar el gasto público, porque sólo deprimirá la economía aún más…
De hecho, recortar el gasto con la economía deprimida ni siquiera aliviará mucho la situación presupuestaria, y hasta podría agravarla. Por un lado, las tasas de interés con las que se endeuda el gobierno federal son muy bajas, así que un recorte del gasto ahora no hará mucho por reducir el costo de los intereses futuros. Por otro lado, debilitar la economía ahora también dañará sus perspectivas a largo plazo, reduciendo a su vez los ingresos futuros. Así que esos exigentes recortes del gasto de la actualidad son como esos médicos medievales que trataban al enfermo con sangrías y sólo conseguían enfermarlo aún más.
Y después están los términos del arreglo, que equivalen a una abyecta rendición por parte del presidente Obama. Primero, habrá enormes recortes del gasto público, sin aumentos de los ingresos. Luego un panel recomendará futuras reducciones del déficit, y si esas recomendaciones son aceptadas, habrá otros recortes del gasto"… La catastrófica claudicación de Obama (Paul Krugman – La Nación – 2/8/11 – The New York Times)
"Ante la crisis crediticia de Grecia, muchos se preguntan si el euro podrá sobrevivir sin una centralización de la política fiscal (algo casi inimaginable). Pero hay una solución más fácil. Los gobiernos no pueden endeudarse irresponsablemente en los mercados de crédito internacionales si no hay alguien dispuesto a prestar irresponsablemente. De modo que las autoridades encargadas de vigilar a los bancos deberían impedir que las instituciones bajo su control otorguen créditos de esa manera.
Prestar dinero a gobiernos extranjeros es, en muchos sentidos, inherentemente más arriesgado que invertir en títulos de deuda privada no asegurados o en bonos basura…
Es decir que dar prestado a estados soberanos supone riesgos muy difíciles de evaluar, que solamente deberían asumir jugadores especializados y dispuestos a enfrentar las consecuencias. A lo largo de la historia, el crédito soberano fue actividad reservada a unos pocos financistas intrépidos, astutos para los negocios y conocedores de las artes de gobierno. No han faltado casos de préstamos donde se empeñara un puerto o un ferrocarril a modo de garantía (o donde para asegurar la devolución de la deuda se recurriera a la fuerza militar).
Pero después de la década de 1970, el crédito soberano se institucionalizó. El precursor del cambio fue el Citibank, que redirigió un flujo de petrodólares hacia regímenes cuestionables (es famosa la declaración de su director ejecutivo, Walter Wriston, en el sentido de que los países no quiebran). Era un negocio más lucrativo que prestar dinero a clientes tradicionales: unos pocos banqueros podían invertir sumas enormes y apenas tenían que investigar los antecedentes de los solicitantes. Con un pequeño detalle: los gobiernos acostumbrados a obtener crédito fácil a veces no pagan sus deudas.
Más tarde, por los acuerdos de Basilea, los bonos públicos se declararon prácticamente libres de riesgo, lo que estimuló el apetito de los bancos. Estos se dieron un festín con los títulos de deuda de alta rentabilidad relativa de países como Grecia, que exigían invertir muy poco capital. Pero aunque la calificación de la deuda era alta, ¿cómo puede alguien poner valor objetivo a una obligación que no tiene una garantía de respaldo y es prácticamente inejecutable?
Los préstamos bancarios a estados soberanos han sido un desastre por partida doble; por un lado, fomentaron el sobreendeudamiento, especialmente en países con gobiernos irresponsables o corruptos. Además, gran parte del riesgo lo asumen los bancos (en vez de, por ejemplo, los fondos de cobertura); y los bancos cumplen una función central como facilitadores del sistema de pagos, de modo que una crisis de deuda soberana puede hacer estragos. La caída de Grecia puso en riesgo el bienestar no solo de los griegos, sino de toda Europa.
La solución para romper el vínculo entre crisis de deuda soberana y crisis bancarias es muy sencilla: prohibir a los bancos otorgar préstamos cuando la evaluación de la disposición y capacidad de los deudores para pagar indica que dar crédito es un salto al vacío. Esto implica terminar con la deuda soberana transfronteriza (y con instrumentos esotéricos como los títulos de deuda garantizados).
Para aplicar esta sencilla regla, no se necesitaría una gran reorganización de los pactos fiscales europeos, ni crear nuevas entidades supranacionales. Es cierto que los gobiernos tendrían dificultades para obtener préstamos en el extranjero, pero para sus ciudadanos eso no sería una imposición sino una ventaja. Además, reducir el acceso de los gobiernos al crédito internacional (y, por extensión, inducir en ellos una mayor responsabilidad fiscal) tal vez ayude a los deudores a ser más emprendedores y productivos.
Estas restricciones no resolverán la crisis que actualmente enfrentan Portugal, Irlanda, Grecia o España. Pero va siendo hora de que Europa y el mundo dejen de tambalearse entre una solución precaria y la siguiente, para enfrentar los verdaderos problemas estructurales"… La raíz de todas las crisis de deuda soberana (Amar Bhidé y Edmund Phelps – Project Syndicate – 4/8/11)
(Amar Bhidé, autor del libro A Call for Judgment – Un llamado a la sensatez, es profesor en la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia, perteneciente a la Universidad Tufts. Edmund Phelps obtuvo el premio Nobel de Economía y es profesor en la Universidad de Columbia. Ambos son miembros fundadores del Centro de Capitalismo y Sociedad de la Universidad de Columbia)
"La Gran Recesión de 2008 se ha transformado en la Recesión del Atlántico Norte: son principalmente Europa y los Estados Unidos, no los mercados emergentes más importantes, los que se han visto afectados por el lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y los Estados Unidos los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficits presupuestarios importantes. La respuesta -recortes masivos del gasto- garantiza que niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) continúen durante años.
La Unión Europea finalmente se ha comprometido a ayudar a sus miembros en dificultades financieras. No tenía opción: la agitación financiera amenazaba con difundirse desde países pequeños como Grecia e Irlanda a otros grandes como Italia y España, y la propia supervivencia del euro enfrentaba peligros crecientes. Los líderes europeos reconocieron que las deudas de los países en problemas serían inmanejables a menos que sus economías pudiesen crecer, y que el crecimiento no se lograría sin ayuda.
Pero si bien los líderes europeos prometieron que la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los países sin crisis deben recortar sus gastos…
El BCE argumentó que los contribuyentes deberían hacerse cargo del costo total de la deuda soberana griega en problemas, por miedo a que cualquier participación del sector privado (PSP) pudiese disparar un "evento crediticio" que forzara importantes erogaciones sobre los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) y posiblemente fomentara mayores problemas financieros. Pero, si ese es un miedo real del BCE -si no se trata meramente de actuar en favor de los prestamistas privados- tendría que haber exigido a los bancos que mantengan más capital.
Además, el BCE tendría que haber prohibido a los bancos operar en el riesgoso mercado de los CDS, donde son rehenes de las decisiones de las agencias de calificación sobre lo que constituye un "evento crediticio"…
De hecho, el aspecto más curioso de la posición del BCE fue su amenaza de no aceptar los bonos del gobierno reestructurados como garantía si las agencias de calificación decidían que la reestructuración debía clasificarse como un evento crediticio…
Este episodio sirve como recordatorio de que los bancos centrales son instituciones políticas con una agenda política, y que los bancos centrales independientes tienden a ser capturados (al menos "cognitivamente") por los bancos a los que supuestamente deben regular.
Y la situación no está mucho mejor del otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha amenazó con paralizar al gobierno de los EEUU, confirmando lo que sugiere la teoría de los juegos: cuando personas racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son estos últimos quienes prevalecen…
La cesación del estímulo es en sí misma contractiva. Y, a medida que los precios de los inmuebles continúan cayendo, que el crecimiento del PBI vacila y el desempleo se empecina en mantenerse elevado (uno de cada seis estadounidenses que desean un trabajo a tiempo completo aún no puede obtenerlo), lo que hace falta es más estímulo y no austeridad -incluso para equilibrar el presupuesto. El impulsor más importante del crecimiento del déficit es la baja recaudación fiscal debida a un pobre desempeño económico; el mejor remedio sería que los EEUU vuelvan al trabajo. El reciente acuerdo de la deuda es una jugada en la dirección equivocada.
Ha habido mucha preocupación sobre el contagio financiero entre Europa y los Estados Unidos. Después de todo, los errores de gestión financiera estadounidense jugaron un papel importante en el desencadenamiento de los problemas europeos, y la agitación financiera europea no será buena para los EEUU -especialmente considerando la fragilidad del sistema bancario estadounidense y su continuo papel respecto de los poco transparentes CDS.
Pero el problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto será también válido para el estancamiento que esas políticas conllevarán". Un contagio de malas ideas (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate – 5/8/11)
"Las recientes dramáticas caídas en los mercados de acciones de todo el mundo son una respuesta a la interacción de dos factores: los fundamentos económicos y las respuestas de política -o, mejor dicho, la falta de respuestas de política.
Veamos primero los fundamentos. Las tasas de crecimiento económico en los Estados Unidos y Europa son bajas -están incluso muy por debajo de las expectativas recientes. El lento crecimiento ha golpeado duro a las valuaciones de acciones y ambas economías corren el riesgo de una importante contracción.
Una desaceleración en una producirá una desaceleración en la otra –y en las mayores economías emergentes que, hasta ahora, habían logrado mantener un rápido crecimiento ante las aletargadas economías avanzadas…
La caída de la demanda interna estadounidense refleja aumentos en el ahorro, daños en la situación financiera del sector de los hogares, desempleo y dificultades fiscales…
El mundo asiste a una desaceleración correlacionada del crecimiento en los países avanzados (con unas pocas excepciones) y en todas las partes sistémicamente importantes de la economía global -incluso, posiblemente, las economías emergentes…
Y la caída del valor de las acciones para reflejar de manera más realista los fundamentos económicos debilitará aún más la demanda agregada y el crecimiento…
Pero la situación trae aparejado el presentimiento de algo más que una corrección importante. Incluso a medida que se ajusten las expectativas, habrá una creciente pérdida de confianza entre los inversores sobre la adecuación de las respuestas de política oficial en Europa y los EEUU (y, en menor medida, en las economías emergentes). Ahora queda claro que los impedimentos al crecimiento, tanto estructurales, como financieros, han sido continuamente subestimados. Lo que no está tan claro es si los funcionarios tienen la capacidad para identificar los temas críticos y la voluntad política para ocuparse de ellos…
El foco de la política interna en Europa ha sido reducir los déficits, con poca atención a las reformas o inversiones que buscan impulsar el crecimiento en el mediano plazo. En la UE aún no hay una respuesta de política complementaria diseñada para detener el círculo vicioso del aumento de los rendimientos y las trabas al crecimiento que ahora enfrentan Italia y España.
Son necesarias políticas nacionales y europeas creíbles para estabilizar la situación, pero ninguna de esas políticas se ve como algo próximo. La reciente volatilidad de los mercados ha sido en parte una respuesta al aparente aumento del riesgo de resultados peores a los previstos debido a la parálisis o la negación política.
Del lado de los EEUU, la integridad de la deuda soberana se cuestionó durante demasiado tiempo. Durante esos meses de indecisión política, los bonos del tesoro de los EEUU se convirtieron en un activo más riesgoso. Una vez que desapareció el riesgo inmediato de la cesación de pagos, el dinero huyó de los activos riesgosos a los bonos del Tesoro para esperar hasta que pasen las malas noticias económicas: principalmente un crecimiento débil y decreciente, estancamiento del empleo y caída de los precios de los activos.
En los debates sobre la política interna estadounidense son pocos los indicios de una estrategia de crecimiento factible, y orientada hacia el empleo. Para ser justos, algunos creen que recortar el presupuesto es una estrategia de crecimiento suficiente, pero esa no es ni la visión de la mayoría ni la reflejada por los mercados.
Se han ignorado en gran medida las trabas estructurales y competitivas al crecimiento. Son pocos los que aceptan que la demanda interna agregada no puede recuperarse a sus niveles previos a la crisis excepto a través del crecimiento. De hecho, la tasa de ahorro de los hogares continúa aumentando.
Los detalles pueden escapar a los votantes y algunos inversores, pero la política no está haciendo foco en restaurar el crecimiento y el empleo en el mediano y el largo plazo. Ciertamente, existe una profunda incertidumbre sobre si estos imperativos ocuparán el centro de la agenda y sobre cuándo lo harán…
La realineación del valor de los activos con perspectivas realistas de crecimiento probablemente no sea un mal resultado, aunque impulsará la caída de la demanda en el corto plazo. Pero la incertidumbre, la falta de confianza, y la parálisis o los puntos muertos en la política pueden causar fácilmente excesos en la destrucción de valor, infligiendo daños extensos a todas las partes de la economía global.
Esta imagen relativamente sombría puede cambiar, aunque probablemente no en el corto plazo. Es posible que retorne la estabilidad, pero no lo hará hasta que la política interna en los países avanzados, junto con una coordinación de política internacional, introduzcan cambios creíbles para restaurar un patrón de crecimiento inclusivo, implementando la estabilización fiscal en forma tal que apoye al crecimiento y el empleo.
En resumen, nos enfrentamos a dos problemas que interactúan: una economía global que está perdiendo la batalla para restaurar el crecimiento y la ausencia de respuestas creíbles de política. Demasiados países parecen centrarse más en los resultados políticos que en el desempeño económico. Los mercados simplemente reflejan estas fallas y riesgos". Estancados y paralizados (Michael Spence – Project Syndicate – 8/8/11)
(Michael Spence, premio Nobel de Economía, es profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, miembro visitante distinguido del Consejo de Relaciones Exteriores, e investigador superior en el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. Su último libro es The Next Convergence – The Future of Economic Growth in a Multispeed World – La próxima convergencia: el futuro del crecimiento económico en un mundo de diferentes velocidades)
"Puede que vivamos en una era post-industrial, en el que las tecnologías de la información, la biotecnología y servicios de alto valor se han convertido en motores del crecimiento económico, pero los países ignoran la solidez de su sector manufacturero por su cuenta y riesgo.
Los servicios de alta tecnología requieren conocimientos especializados y crean pocos puestos de trabajo, por lo que su contribución al empleo total es necesariamente limitada. El sector manufacturero, por otro lado, puede absorber gran cantidad de trabajadores con una especialización moderada, dándoles puestos de trabajo estables y buenos beneficios. Por tanto, para la mayoría de los países sigue siendo una importante fuente de empleos bien remunerados.
De hecho, el sector manufacturero es también donde las clases medias del mundo, toman forma y se desarrollan. Sin una base manufacturera vibrante, las sociedades tienden a dividirse entre ricos y pobres: quienes tienen acceso a puestos de trabajo estables, y bien remunerados, y aquellos cuyos empleos son menos seguros y viven existencias más precarias. En última instancia, la manufactura puede ser fundamental para el vigor de la democracia de una nación.
Estados Unidos ha experimentado un constante proceso de desindustrialización en las últimas décadas, en parte debido a la competencia global y en parte debido a los cambios tecnológicos. Desde 1990, la proporción del sector manufacturero en términos de empleo se ha reducido en casi cinco puntos porcentuales. Esto no habría sido necesariamente una mala cosa si la productividad (y las remuneraciones) de la mano de obra no fueran sustancialmente más altas en la industria manufacturera que en el resto de la economía, un 75% más, de hecho.
Las industrias de servicios que han absorbido la mano de obra despedida por el sector manufacturero son un grupo heterogéneo. En el extremo superior, las finanzas, los seguros y los servicios empresariales, en su conjunto, tienen niveles de productividad similares a los de la manufactura. Han creado algunos nuevos puestos de trabajo, pero no muchos, y eso antes de que estallara la crisis financiera en 2008.
La mayor parte del nuevo empleo se expresa en "servicios personales y sociales", que es donde se encuentran los empleos menos productivos de la economía. Esta migración de puestos de trabajo hacia abajo en la escala ha hecho bajar 0,3 puntos porcentuales al crecimiento de la productividad de EEUU cada año desde 1990, más o menos una sexta parte del aumento real durante este período. La creciente proporción de mano de obra de baja productividad también ha contribuido al aumento de la desigualdad en la sociedad estadounidense.
La pérdida de empleos en el sector manufacturero estadounidense se aceleró después del año 2000, siendo la competencia mundial la causa más probable. Como ha demostrado Maggie McMillan del International Food Policy Research Institute, hay una extraña correlación negativa en las industrias manufactureras individuales entre los cambios del empleo en China y EEUU. En las áreas en que China más se ha expandido, EEUU ha perdido el mayor número de puestos de trabajo. En las pocas industrias que han realizado contratos en China, EEUU ha elevado su nivel de empleo.
En Gran Bretaña, donde el declive de la industria parece haber sido impulsado casi alegremente por los conservadores de Margaret Thatcher hasta la llegada de David Cameron al poder, las cifras son aún más preocupantes. Entre 1990 y 2005, la participación del sector en el empleo total se redujo en más de siete puntos porcentuales. La reasignación de trabajadores a empleos en servicios menos productivos ha costado a la economía británica 0,5 puntos de crecimiento de la productividad cada año, una cuarta parte del aumento de la productividad total en el período…
Un error típico en la evaluación del rendimiento del sector manufacturero es mirar solamente la producción o la productividad, sin examinar la creación de empleos…
A medida que las economías se desarrollan y se vuelven más ricas, la industria manufacturera -"hacer cosas"- inevitablemente se torna menos importante. Pero si esto sucede antes de que los trabajadores puedan adquirir conocimientos avanzados, el resultado puede ser un peligroso desequilibrio entre la estructura productiva de una economía y su fuerza de trabajo. Podemos ver las consecuencias en todo el mundo en forma de bajo rendimiento económico, una creciente desigualdad y divisiones políticas". El imperativo manufacturero (Dani Rodrik – Project Syndicate – 10/8/11)
"La masiva volatilidad y la aguda corrección de los precios de las acciones que en la actualidad golpean a los mercados financieros globales son indicadores de que las economías más avanzadas se encuentran al borde de una recesión de doble caída. Una crisis financiera y económica causada por el exceso de deuda y apalancamiento del sector privado condujeron a un masivo re-apalancamiento del sector público con el fin de evitar la Gran Depresión 2.0. Sin embargo, la recuperación posterior ha sido anémica y mediocre en la mayoría de las economías avanzadas dado el desapalancamiento doloroso…
Hasta el año pasado, los políticos siempre pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios de los activos y detonar la recuperación económica. Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos rondas de "flexibilización cuantitativa", separación estricta de las deudas incobrables y billones de dólares en rescates y provisión de liquidez para los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.
La política fiscal hoy en día es un lastre para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en el Reino Unido. Incluso en los EEUU, los gobiernos estatales y locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los impuestos.
Otra ronda de rescates para los bancos es políticamente inaceptable y económicamente inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en Europa, están tan estresados que los rescates no son asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en realidad, alimentando por la preocupación por la salud de los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de los cada vez más inestables valores gubernamentales.
Tampoco la política monetaria puede ser de mucha ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima del nivel objetivo. La Reserva Federal de EEUU probablemente inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa (QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará demasiado tarde. El año pasado la flexibilización cualitativa (QE2) de $ 600 millardos y de $ 1 billón de dólares en recortes de impuestos y transferencias logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre. Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el crecimiento.
La depreciación de la moneda no es una opción viable para todas las economías avanzadas: todas ellas necesitan una moneda más débil y una mejor balanza comercial para recuperar el crecimiento, pero no todas ellas pueden estar en esta situación al mismo tiempo. Así que depender de los tipos de cambio para influir en la balanza comercial es un juego de suma cero. Por esta razón se vislumbran en el horizonte guerras cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de las primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros pronto seguirán el ejemplo.
Mientras tanto, en la eurozona, Italia y España están ahora en riesgo de perder acceso al mercado, y en la actualidad las presiones financieras sobre Francia también van en aumento…
Parece que Karl Max estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se demostró que su idea de que el socialismo da mejores resultados fue errónea). Las empresas están recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se reduce la demanda final.
Las protestas populares recientes, que se extienden desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la creciente ira popular en China -y que más temprano que tarde llegarán a otras economías avanzadas y mercados emergentes- son todas impulsadas ??por los mismos problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo, y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están sintiendo la presión de la caída de ingresos y oportunidades.
Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.
El equilibrio adecuado hoy en día exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial a través de estímulos fiscales adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva. También requiere de impuestos más progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de última instancia por parte de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de reducción de la carga crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan dificultades económicas; de supervisión y regulación más estricta de un sistema financiero que está fuera de control; y de fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de inversión oligopolísticos.
Con el tiempo, las economías avanzadas tendrán que invertir en capital humano, capacitación y redes de seguridad social para aumentar la productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean flexibles y prosperen en una economía globalizada. La alternativa es – igual que en la década de 1930 – interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y social"… ¿Está el capitalismo condenado al fracaso? (Nouriel Roubini – Project Syndicate – 15/8/11)
"El economista austriaco Friedrich von Hayek, que murió en 1992 a la edad de 93 años, dijo una vez que quien desee tener la última palabra sólo tiene que sobrevivir a sus oponentes. Su gran fortuna fue sobrevivir a Keynes por casi 50 años, y por tanto reclamar una victoria póstuma sobre un rival que lo había embestido intelectualmente cuando estaba vivo.
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