La crisis económica de la Unión Europea: ¿Complejo de Saturno o Síndrome de Estocolmo? Parte I (página 5)
Enviado por Ricardo Lomoro
Sin embargo, Alemania ha limitado en gran medida la influencia del FMI sobre los periféricos, en lugar de seguir su consejo sobre las cuestiones importantes para gestionar la crisis. El resultado han sido severas medidas de austeridad en todo el continente y una crisis que ha ido a peor. A diciembre de 2011 el gobierno británico está preparando planes de contingencia para algo que se creía impensable: la disolución del euro.
Tampoco hay que olvidar que el FMI tiene sus límites: no dispone del dinero suficiente para impedir una catástrofe de tal magnitud, aunque los líderes europeos han estado debatiendo los últimos tiempos (diciembre 2011) como incrementar los recursos del Fondo y poder dar crédito (por la puerta trasera) a España e Italia.
"Pero si hay algo que la crisis europea ha demostrado es que el FMI ya no puede ser acusado de no tener las ideas correctas", apunta Jarad Vady en The New Republic.
Antes el FMI, ahora la OCDE… ¿estaremos ante un cambio de paradigma?
"Los gobiernos de varios países desarrollados deberían considerar crear impuestos que graven el patrimonio y los bienes inmuebles, o incrementar los ya existentes, en el marco del conjunto de medidas pensadas para detener y revertir la creciente desigualdad de rentas, dijo el lunes la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico"… La OCDE aboga por impuestos en países desarrollados para combatir la desigualdad (The Wall Street Journal – 5/12/11)
En su primer informe sobre el tema desde 2008, la OCDE dijo que la diferencia entre ricos y pobres en la mayoría de sus 34 miembros ha seguido aumentando. La renta media del 10% de la población más rica de las economías desarrolladas es ya nueve veces la del 10% más pobre, mientras que en la década de 1980 la diferencia era de cinco veces.
Desde mediados de la década de 1990, las diferencias de renta han aumentado rápidamente incluso en países como Suecia y Alemania, donde tradicionalmente hay menos desigualdad. Sólo dos miembros de la OCDE –México y Chile- se libran de la tendencia generalizada, pero partían de una situación en la que registraban las distribuciones de ingresos más desiguales de los 34.
La OCDE indica que la creciente desigualdad está alimentando la insatisfacción con las estructuras sociales y económicas en varios países desarrollados.
"El impacto social está comenzando a desatarse en muchos países", comentó Ángel Gurría, secretario general de la OCDE. "Los jóvenes que no ven un futuro para sí mismos sienten cada vez más que no están representados. Ahora se les han unido los quienes creen que están soportando lo peor de una crisis en la que no han tenido responsabilidad, mientras que las personas con rentas altas no parecen afectadas".
La OCDE dijo que diversos factores han contribuido al incremento de la desigualdad. El cambio tecnológico ha sido desproporcionalmente beneficioso para los más cualificados, al igual que los cambios en el mercado laboral y otras normas pensadas para responder a la mayor competitividad en un periodo de rápida globalización. Los recortes de los impuestos a las rentas altas y las reducciones de las prestaciones sociales para los desempleados o los trabajadores con salarios bajos también han desempeñado un papel, según la OCDE.
"Este estudio disipa las asunciones de que los beneficios del crecimiento económico se trasladarán automáticamente a los desfavorecidos y que una mayor desigualdad promueve una mayor movilidad social", dijo Gurría. "Sin una estrategia integral para el crecimiento inclusivo, la desigualdad seguirá aumentando".
La OCDE dijo que esta estrategia debería incluir mejores sistemas educativos y más formación cuando la gente se integra en el mundo laboral, y agregó que también ayudaría garantizar el libre acceso a la educación y los servicios de salud.
Pero el organismo, con sede en París, agregó que los gobiernos también deberían revisar sus sistemas impositivos para asegurarse de que los ciudadanos con rentas más altas pagan en impuestos "lo que les corresponde en justicia".
"Esto puede lograrse aumentando los tipos impositivos marginales a los ricos, pero también mejorando el cumplimiento fiscal con eliminaciones de las deducciones fiscales y volviendo a valorar el papel de los impuestos en todos los tipos de propiedad y renta", dijo la OCDE.
La OCDE indicó que la desigualdad de los ingresos es generalmente elevada en los países anglófonos, ya que tanto Estados Unidos como Reino Unido están en el grupo de países en el que el 10% más rico posee rentas 15 veces superiores a las del 10% más pobre. Ese ratio es, de media, de cinco a uno en varios países del norte de Europa, como Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia.
El estudio de la OCDE sólo cubre el periodo hasta 2007, pero sus autores aseguran que no es probable que los niveles de desigualdad hayan cambiado durante la crisis financiera e inmediatamente después. "Imagino que no habrá demasiado cambio", indicó Michael Forster, principal autor del estudio. "Ha habido un enorme incremento del desempleo, pero al menos temporalmente algunas de las rentas más altas han descendido porque la renta del capital se ha reducido".
– Euronews: informaciones y comentarios destacados del 1er. cuatrimestre 2012
"La Unión Europea quiere poner fin a los modelos de crecimiento económico desaforados a cualquier precio, que tantos desastres han generado en desempleo y deterioro del bienestar social. Se quiere evitar, por ejemplo, los modelos como los de España e Irlanda, basados en un crecimiento especulativo desenfrenado de la construcción, que cuando han estallado han acabado con un paro masivo, endeudamiento insoportable y bancarrota de numerosas instituciones financieras. La Comisión Europea dio a conocer este martes los criterios que empleará para verificar si las pautas de crecimiento adoptadas por los distintos países son sanas y sostenibles"… España, entre los cuatro países de la UE con más desequilibrios económicos (El País – 15/2/12)
Los diez criterios elegidos en la tabla de marcadores con sus márgenes de variación de referencia son los siguientes: balanza por cuenta corriente, (que puede oscilar entre un superávit del 4% y un déficit del 6%); posición neta de inversión internacional con un máximo del 35% del PIB; (tipo de cambio efectivo real); cuota de mercado en las exportaciones (-6%); costes laborales unitarios, (entre +9% y +12%); variación del precio de la vivienda, (+6%); flujo de crédito al sector privado, (15% del PIB); deuda privada (160% del PIB%), deuda pública, (60% del PIB) y desempleo (105).
España es uno de los 12 países que suspenden el primer análisis de desequilibrios macroeconómicos de la Unión Europea, con un total de 6 suspensos de los 10 indicadores que se analizan. Estos países son Bélgica, Bulgaria, Chipre, Dinamarca, Finlandia, Francia, Italia, Hungría, Eslovenia, España, Suecia y Reino Unido, si bien nuestro país es el que peor resultado obtiene de todos ellos junto a Chipre.
España supera los umbrales máximos en 6 de los 10 indicadores utilizados por el Ejecutivo comunitario para identificar riesgos económicos con el nuevo. De este modo, se sitúa -junto con Irlanda, Chipre y Portugal, que también sobrepasan el límite en 6 indicadores- entre los Estados miembros con mayor número de desequilibrios.
El siguiente paso será que el Ejecutivo comunitario proponga medidas correctivas. Si el Gobierno las desoye se iniciaría el procedimiento sancionador propiamente dicho, que podría desembocar en una multa de hasta el 0,1% del PIB (1.000 millones de euros en el caso de España). Además de a España, la Comisión ha dado el primer paso para sancionar a Italia, Chipre y Hungría, que acumulan múltiples desequilibrios; así como a Francia, Reino Unido y Bélgica fundamentalmente por pérdida de cuota exportadora; a Dinamarca, Suecia y Finlandia por la aparición de una burbuja inmobiliaria y también a Eslovenia y Bulgaria.
Grecia, Portugal e Irlanda se libran de momento porque la UE ya les ha impuesto un plan de reformas a cambio de los respectivos rescates. Para el resto de países, el Ejecutivo comunitario considera que no es necesario realizar exámenes en profundidad. De hecho, Alemania respeta el límite del indicador de balanza por cuenta corriente, ya que registra un superávit del 5,9%, frente al 6% máximo que se considera sano.
– Draghi convierte al BCE en el gran "banco malo" de Europa (Libertad Digital – 19/2/12) Lectura recomendada
Los balances de los grandes bancos centrales han registrado una expansión sin precedentes. El BCE de Draghi supera a la imprenta de Bernanke.
(Por Adrià Pérez Martí)
Los bancos centrales de todo el mundo han estado aplicando durante los últimos años, y muy especialmente durante los últimos meses, una fuerte política de expansión que ha hecho estallar no sólo el tamaño sino también el riesgo de sus balances. Tanto la Reserva Federal de EEUU (FED) como el Banco Central Europeo (BCE) han monetizado enormes cantidades de deuda pública, lo que a medio plazo podría poner en jaque la estabilidad del sistema monetario de estas economías.
Pero parece que esto no preocupe demasiado a los dirigentes de estas instituciones. Al fin y al cabo, el riesgo que asumen deteriorando sus cuentas, lo gestionarán "muy bien", según comentó recientemente el presidente del BCE, Mario Draghi. Y si no, siempre estará el sufrido contribuyente para sufragar esta socialización de pérdidas de la banca y estados deficitarios, que se niegan a ajustarse a la nueva realidad económica.
Expansión monetaria sin precedentes
El tamaño de los principales bancos centrales del mundo se ha multiplicado por 3 durante la crisis económica. En los niveles previos al estallido de la crisis los balances de los ocho principales bancos centrales ascendían a 5 ó 6 billones de dólares mientras que a finales de 2011 alcanzaron los 15 billones -un nivel equivalente al 30% de la capitalización bursátil mundial-.
Líderes destacados: la FED y el BCE
Dentro de estos bancos centrales destaca el sistema de la Reserva Federal y el Eurosistema. El balance de este último ha sufrido un incremento sin precedentes en apenas 6 meses, alcanzando la friolera de casi 3 billones de euros. Así, mientras que los activos totales de la FED se han incrementado un 1% desde julio de 2011 (hasta casi 3 billones de dólares), los activos del BCE han subido un 38% desde el 1 de julio de 2011 hasta el 6 enero de 2012, alcanzando los 2,7 billones de euros.
Y, sin embargo, estas cifras pronto se quedarán desfasadas porque la próxima gran subasta de liquidez de finales de febrero podría ascender, de acuerdo con algunos analistas (Credit Suisse), a más de medio billón de euros -cifra similar a la del mes de diciembre, y por encima del consenso en los mercados-. Ésta es una muestra clara del giro que está imprimiendo el nuevo presidente de la institución monetaria, Mario Draghi, cuyo principal objetivo es el de relajar las tensiones de deuda pública y de liquidez bancaria -motivadas, en parte, por la resistencia de éstos a la reestructuración y ajuste a la nueva realidad económica-.
No sólo expansión, también deterioro
Como ya comentaba Juan Ramón Rallo, un banco central ha de cuidarse de no deteriorar su balance porque de lo contrario le será más difícil estabilizar el sistema monetario y, en particular, el valor de su moneda. Dos de las condiciones más importantes para ello es que estos bancos no asuman demasiada deuda en relación con los fondos propios y que el vencimiento de sus activos no sea muy superior al de los pasivos.
En cuanto a la primera condición, el sistema de la Reserva Federal presenta un apalancamiento de 54 veces sus fondos propios, y el Eurosistema de 33 veces. Esto significa que de producirse una depreciación en balances de los activos de ambos sistemas de tan sólo un 1,8% y un 3%, respectivamente, sería imposible atender todas las deudas contraídas. En tal caso se haría necesario inyectar nuevo capital a costa, claro está, del contribuyente.
Por lo que se refiere a la segunda condición, el hecho de que prácticamente la totalidad de la expansión del balance del sistema de la Reserva Federal se haya producido por la adquisición de deuda pública a un plazo más largo que anteriormente (ver gráfico) ha supuesto descompasar la maduración de su activo con respecto a su pasivo, con el deterioro consiguiente de su balance:
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de la Reserva Federal
Por su parte, el Eurosistema no sólo sigue los mismos pasos que su homólogo americano sino que, además, le añade la exposición a la deuda pública de mala calidad de los PIIGS. De acuerdo con algunas estimaciones, ésta exposición ascendería a más de 700.000 millones de euros, habiendo crecido a un ritmo apocalíptico del 50% en pocos meses.
Un importe, probablemente, ya obsoleto si tenemos en cuenta que el BCE acaba de suavizar los colaterales exigidos a los bancos que busquen financiarse en la institución monetaria, especialmente aquéllos que acudan a siete bancos centrales (Irlanda, España, Italia, Francia, Chipre, Austria y Portugal). Una medida que degradará aun más el balance del Eurosistema y que, aunque el propio Draghi reconozca que supone asumir un riesgo, éste será "muy bien gestionado" (sic).
Depreciación del euro
Finalmente, no debemos olvidar las consecuencias que estas expansiones del BCE tendrán sobre el valor del euro. Algunos pronósticos alertan de que las últimas grandes inyecciones de liquidez del BCE podrían llegar a depreciar fuertemente el valor del euro con respecto al dólar. En opinión de Morgan Stanley, la depreciación podría llegar a situar el tipo de cambio en los 1,15 EUR/USD.
"No existe otra opción. Si los griegos quieren democracia no les queda más remedio que hacer default. De lo contrario, deberán acatar las órdenes impuestas por los dirigentes europeos sin tener capacidad siquiera para decidir quién les gobierna, asegura en un artículo de opinión el columnista del Financial Times Wolfgang Münchau"… ¿Grecia, primera colonia de la Eurozona? El plan de suicidio asistido de Alemania (El Economista – 20/2/12)
En este sentido recuerda que el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble, planteó hace unos días que Grecia debía posponer las elecciones previstas para abril como condición para obtener más ayuda. Estamos en el punto donde el éxito ya no es compatible con la democracia, apunta el FT, que asegura que el ministro de Finanzas alemán quiere evitar una "mala" elección democrática. La cuestión de fondo, sin embargo, es que la Eurozona quiere imponer la elección del gobierno de Grecia -la primera colonia de la zona euro.
La situación pone de relieve la vulnerabilidad política de la actual estrategia de rescate de la Eurozona. Y es que alguien que pide un aumento de su paquete de rescate debería recordar que la solidaridad entre gobiernos está a punto de agotarse, recuerda el autor. Transferir cientos de miles de millones de euros más, no puede hacerse simplemente sobre una base intergubernamental, donde Alemania, Holanda y Finlandia, por ejemplo, pagan por Grecia, Portugal e Irlanda. Para eso se necesita un sistema federal. Es el argumento más fuerte para una unión fiscal.
La razón por la que el sistema actual se está rompiendo es la pérdida de la confianza mutua. Esto estrecha las opciones políticas de una resolución de crisis. La desconfianza es la razón por la cual el paquete de rescate griego se ha retrasado hasta el último momento posible.
La estrategia alemana parece ser la de hacer la vida tan insoportable que los propios griegos van a querer salir de la zona euro. No es más que una estrategia del suicidio asistido, y que es extremadamente peligrosa e irresponsable, sentencia el artículo.
"Cuando el gobierno alemán pide un protectorado sobre Grecia, sigue las ideas de Verwaayen: en este mundo global, la nación está desapareciendo y se debe reemplazar por la relación entre corporaciones y regiones. Las corporaciones europeas no pueden competir con Asia. Sobran pensiones y prestaciones. Es la "asiación" de la UE.
El desempleo pasa a ser un problema individual. Los trabajadores están tan asustados y tan endeudados que la deuda cura el problema laboral. Las reformas se aceptan con tal de mantener el trabajo.
Como en toda guerra hay efectos colaterales. Grecia y los ciudadanos solo son eso"… Grecia y sus ciudadanos son meros daños colaterales (El Confidencial – 21/2/12)
– Déficits buenos y malos (Project Syndicate – 20/2/12) Lectura recomendada
(Por Robert Skidelsky)
Londres.- "Los déficits siempre son malos", truenan los halcones fiscales. No es así, replica el analista de inversiones estratégicas H. Wood Brock en un nuevo libro interesante: The American Gridlock ("El estancamiento americano"). Una evaluación adecuada -sostiene Brock- depende de la "composición y la calidad del gasto estatal total".
Los déficits estatales debidos al gasto corriente para servicios o transferencias son malos, porque no producen ingresos y contribuyen a la deuda nacional. En cambio, los déficits resultantes del gasto de capital son -o pueden ser- buenos. Si se administra con prudencia, ese gasto produce una corriente de ingresos que sirve para sufragar el servicio de la deuda y con el tiempo saldarla; más importante es que aumenta la productividad, con lo que mejora las posibilidades de crecimiento a largo plazo de un país.
De esa distinción se sigue una importante regla fiscal: normalmente, se debe equilibrar el gasto corriente de los Estados con la fiscalidad. A ese respecto, las medidas adoptadas actualmente para reducir los déficit debidos al gasto corriente están justificados, pero sólo si se los substituye enteramente por programas de gasto de capital. De hecho, la reducción del gasto corriente y el aumento del gasto de capital deben darse conjuntamente.
El argumento de Brock es el de que, en vista del estado de su economía, los Estados Unidos no pueden recuperar el pleno empleo mediante la política actual. La recuperación es demasiado débil y el país necesitar invertir un billón más de dólares al año durante diez años en servicios de transporte y educación. El Gobierno debe crear un Banco Nacional de Infraestructuras para facilitar la financiación mediante su endeudamiento directo y atrayendo los fondos del sector privado o con una mezcla de los dos. (Yo he propuesto una institución similar en el Reino Unido.)
La distinción entre el gasto de capital y el gasto corriente (y, por tanto, entre déficits "buenos" y "malos") no es nada nuevo para cualquier estudioso de la Hacienda pública, pero se olvidan los conocimientos a un ritmo tan alarmante, que vale la pena volver a exponerla, en particular en vista de que los halcones del déficit ocupan el poder en el Reino Unido y en Europa, aunque, por fortuna, (aún) no en los EEUU.
Según las propuestas acordadas en una reunión oficiosa del Consejo Europeo celebrada el 30 de enero, todos los miembros de la UE deberán modificar sus constituciones para introducir la norma de un presupuesto equilibrado que limite los déficits estructurales anuales al 0,5 por ciento del PIB. Sólo se podrá aumentar ese límite máximo en caso de depresión profunda u otras circunstancias excepcionales, para permitir una política anticíclica, siempre y cuando se convenga en que se trata de un déficit suplementario cíclico y no estructural. De lo contrario, las violaciones desencadenarían automáticamente sanciones de hasta el 0,1 por ciento del PIB.
El Reino Unido es uno de los dos países de la UE (junto con la República Checa) que se negó a firmar ese "pacto fiscal", cuya aceptación es obligatoria para tener acceso a los fondos de rescate europeos, pero el Gobierno de Gran Bretaña tiene el objetivo idéntico de reducir sus déficit actual del 10 por ciento del PIB hasta casi cero en cinco años.
Un argumento que se oye comúnmente en apoyo de semejantes políticas es el de que "los vigilantes de los bonos" no exigirán menos que eso y las haciendas de algunos Estados europeos (y latinoamericanos, en el pasado reciente) han estado en situación tan precaria, que esa reacción es comprensible.
Pero no es así en el caso de los EEUU y del Reino Unido, que tienen -los dos- grandes déficits fiscales, y la mayoría de los países estaban ateniéndose a una disciplina fiscal bastante estricta antes de que la crisis de 2008 socavara sus bancos, redujera sus ingresos fiscales y provocase un aumento de la deuda soberana.
Al mismo tiempo, no debemos atribuir el entusiasmo actual por la disciplina fiscal a semejantes contingencias. Fundamentalmente, se debe a la creencia de que todo gasto estatal por encima de un mínimo necesario es despilfarrador. Europa tiene sus propios chalados del Tea Party, que aborrecen el Estado del bienestar y quieren abolirlo o recortarlo radicalmente y que están convencidos de que todo el gasto de capital patrocinado por el Estado es una "pérdida de tiempo": tantas carreteras, puentes y líneas férreas que no van a parte alguna y absorben su dinero en corrupción e ineficiencia.
Quienes creen eso no se inmutan ante la corrupción y el despilfarro que caracteriza gran parte del gasto del sector privado y prefieren el despilfarro total de mantener a millones de personas sin hacer nada (Brock calcula que el 16 por ciento de la fuerza de trabajo americana está desempleada, subempleada o demasiado desalentada para buscar trabajo) al posible despilfarro parcial de programas que los pongan a trabajar, perfeccionen sus aptitudes y equipen el país con activos.
Podemos criticar algunos detalles del argumento de Brock: una comprensión más profunda de Keynes le habría brindado una respuesta más convincente a la objeción de que, si los proyectos financiados por el Estado valieran la pena, el sector privado estaría ejecutándolos. Pronto vamos a tener que dar respuestas a esas cuestiones, porque las normas fiscales anteriores a la crisis que los europeos están intentando en vano fortalecer no sirvieron.
Distamos mucho de haber formulado una teoría de la política macroeconómica posterior a la recesión, pero ciertos elementos están claros. En el futuro, la política fiscal y la monetaria tendrán que ir a la par: ninguna de las dos por sí sola puede estabilizar unas economías de mercado inherentemente inestables. La política monetaria tendrá que hacer mucho más de lo que hacía antes de 2008 para limitar la "exuberancia irracional" de los mercados financieros y necesitamos un nuevo sistema de contabilidad fiscal carente de ambigüedades y que distinga entre el gasto estatal financiado con cargo a los impuestos y el gasto público que se autofinancie.
Por encima de todo, hemos de reconocer que el papel del Estado es algo más que el mantenimiento de la seguridad exterior y la ley y el orden interiores. Como escribió Adam Smith en La riqueza de las naciones:
"El tercero y último deber del soberano (…) es el de erigir y mantener las instituciones públicas y las obras públicas que, aun siendo beneficiosas en sumo grado para una gran sociedad, sean de tal naturaleza, que el beneficio nunca podría amortizar los gastos para una persona o un grupo pequeño de personas y, por tanto, no se puede esperar que ninguna persona o grupo pequeño de personas las erija ni las mantenga".
Las principales de entre esas obras públicas, para Smith, son las que "facilitan el comercio de cualquier país, como, por ejemplo, unas buenas carreteras, puentes, canales navegables, puertos, etcétera". Otra muestra de conocimiento olvidado que Smith cita también es la importancia de la educación. Está en lo cierto al hacerlo, por mucho que los halcones actuales del déficit parezcan demostrar, con su comportamiento, lo contrario.
(Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, es profesor emérito de Economía Política en la Universidad Warwick. Copyright: Project Syndicate, 2012)
"La segunda, y probablemente última, megainyección de liquidez a tres años del BCE se ha saldado con peticiones de 800 bancos europeos de dinero al 1% por importe de 529.531 millones de euros.
El importe solicitado al Banco Central Europeo (BCE) ha estado prácticamente en línea con todas las previsiones, que lo cifraban en torno al medio billón de euros. De ahí que la reacción del mercado haya sido neutral. Los expertos de Barclays Capital consideran que el impacto de la subasta ha sido "limitado".
Además, la cuantía que el Banco Central Europeo (BCE) ha concedido a un interés del 1% ha sido tan solo un 8,2% superior a la que los bancos europeos pidieron en la anterior subasta a tres años (la del 21 de diciembre, cuando se pidieron 489.191 millones) como bien vaticinó su presidente, Mario Draghi, en la reunión de tipos del 9 de febrero. Hasta ese momento, las proyecciones apuntaban a que la banca podría pedir cerca de un billón de euros.
Pero ese billón de euros ha sido finalmente el importe acumulado en las dos inyecciones de liquidez a tres años, es decir, en poco más de dos meses. En concreto el importe con el que se ha regado a la banca ha sido de 1,019 millones de euros"… 800 bancos acuden en masa a la barra libre del BCE: piden 529.531 millones (Expansión – 29/2/12)
– ¿Qué aflige a Europa? (El País – 4/3/12) Lectura recomendada
La mayor parte de lo que la gente sabe sobre la crisis europea no es cierto y las historias falsas están contaminando el discurso económico de EEUU
(Por Paul Krugman)
Las cosas están fatal en Lisboa, Portugal, donde el desempleo se ha disparado por encima del 13%. Las cosas están todavía peor en Grecia, Irlanda, y podría decirse que también en España, y Europa en su conjunto parece estar volviendo a caer en la recesión. ¿Por qué se ha convertido Europa en el enfermo de la economía mundial? Todo el mundo sabe la respuesta. Por desgracia, la mayor parte de lo que la gente sabe no es cierto, y las historias falsas sobre las tribulaciones de Europa están contaminando nuestro discurso económico.
Si leemos un artículo de opinión sobre Europa -o, con demasiada frecuencia, un reportaje de prensa que supuestamente se atiene a los hechos- lo más probable es que nos encontremos con una de dos historias, que yo distingo como versión republicana y versión alemana. Ninguna de las dos se corresponde con los hechos.
La versión republicana -es uno de los temas centrales de la campaña de Mitt Romney- es que Europa está en apuros porque se ha esforzado demasiado en ayudar a los pobres y a los desafortunados, que estamos observando los últimos estertores del Estado del bienestar. Por cierto, que esta historia es una de las eternas cantinelas del ala derecha. Allá por 1991, cuando Suecia atravesaba una crisis bancaria provocada por la liberalización (¿les suena?), el Instituto Cato publicó un jactancioso informe en el que afirmaba que esto demostraba el fracaso de todo el modelo del Estado del bienestar. ¿He mencionado ya que Suecia, un país que sigue teniendo un Estado del bienestar sumamente generoso, es en la actualidad uno de los países más productivos, con una economía que crece más rápidamente que la de cualquier otra nación rica?
Pero hagamos esto de modo sistemático. Fijémonos en los 15 países europeos que usan el euro (dejando a un lado Malta y Chipre), y clasifiquémoslos según el porcentaje del PIB que gastaban en programas sociales antes de la crisis. ¿Destacan los países GIPSI (siglas en inglés de Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia) por sus Estados del bienestar excesivamente grandes? No, no lo hacen. Solo Italia se encontraba entre los cinco primeros, y a pesar de ello, su Estado del bienestar era más pequeño que el de Alemania. De modo que los Estados del bienestar excesivamente grandes no han sido la causa de los problemas.
A continuación, la versión alemana, que es que todo es cuestión de irresponsabilidad fiscal. Esta historia parece encajar con Grecia, pero con ningún otro país. Italia registraba déficits en los años anteriores a la crisis, pero eran solo ligeramente más altos que los de Alemania (la elevada deuda italiana es el legado de las políticas irresponsables que siguió hace muchos años). Los déficits de Portugal eran considerablemente más pequeños mientras que España e Irlanda presentaban, de hecho, superávits.
Ah, y los países que no pertenecen al euro parecen capaces de registrar grandes déficits e incurrir en grandes deudas sin enfrentarse a ninguna crisis. Reino Unido y Estados Unidos pueden obtener préstamos a largo plazo con unos tipos de interés en torno al 2%, y Japón, que está muchísimo más endeudado que cualquier país europeo, incluida Grecia, solo paga un 1%. En otras palabras, la helenización de nuestro discurso económico, según la cual nos faltan uno o dos años de déficits para convertirnos en otra Grecia, es un completo disparate.
Entonces, ¿qué es lo que aflige a Europa? La verdad es que la historia es fundamentalmente monetaria. Al introducir una moneda única sin las instituciones necesarias para que la moneda funcionara, Europa reinventó a efectos prácticos los defectos del patrón oro, defectos que desempeñaron un importante papel a la hora de causar y perpetuar la Gran Depresión.
Más concretamente, la creación del euro fomentó una falsa sensación de seguridad entre los inversores privados, y desencadenó unos movimientos de capital enormes, e insostenibles hacia países de toda la periferia europea. Como consecuencia de estas entradas de capital, los costes y los precios aumentaron, el sector industrial perdió competitividad, y los países que tenían un comercio más o menos equilibrado en 1999 empezaron a registrar grandes déficits comerciales. Luego paró la música.
Si los países periféricos siguieran teniendo su propia moneda, podrían recurrir y recurrirían a la devaluación para restaurar rápidamente la competitividad. Pero no la tienen, y eso significa que les espera un largo periodo de desempleo masivo y una deflación lenta y demoledora. Sus crisis de deuda son básicamente un subproducto de este triste panorama, porque las economías deprimidas provocan déficits públicos y la deflación magnifica la carga de la deuda.
Ahora bien, el entender la naturaleza de los problemas de Europa no beneficia especialmente a los propios europeos. Los países afligidos, en concreto, no tienen nada excepto malas alternativas. O bien sufren el dolor de la deflación o toman la drástica medida de abandonar el euro, lo cual no será políticamente factible hasta que, o a menos que, todo lo demás fracase (un punto al que parece estar aproximándose Grecia). Alemania podría ayudar si suprimiera sus políticas de austeridad y aceptara una inflación más elevada, pero no va a hacerlo.
Sin embargo, para el resto de nosotros, enderezar a Europa supondría una gran diferencia, porque las falsas historias sobre Europa se están utilizando para promover políticas que serían crueles, destructivas, o ambas cosas. La próxima vez que oigan a la gente citar el ejemplo de Europa para exigir que destruyamos nuestros programas de protección social o recortemos el gasto para hacer frente a una economía profundamente deprimida, esto es lo que necesitan saber: no tienen ni idea de lo que están hablando.
(Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008. © New York Times Service)
"Los bancos centrales que conforman el eurosistema han asumido en sus balances riesgos excesivos, que se sitúan en el límite de su mandato". La frase es parte de unas declaraciones realizadas a Der Spiegel por Jens Weidmann, a la sazón gobernador del Banco Central de Alemania o Bundesbank. Siguen a una carta enviada por él mismo la semana pasada a Mario Draghi, cabeza visible del BCE, en el que le exige que endurezca las garantías necesarias para acceder a la financiación de la autoridad monetaria europea. Tal gestos han sido interpretados por la prensa especializada como un capítulo más del conflicto entre la ortodoxia, encarnada en la postura germana, y el pragmatismo que ha decidido adoptar el presidente italiano del banco central a la hora de resolver la crisis del euro"… (Bundesbank Chief Sparks ECB Rift Over Strategy, WSJ – 5/3/12)
Es una visión reduccionista que no entra en el fondo de la cuestión, a saber: el riesgo de contrapartida de Alemania en el sistema Target-2, mecanismo de pago entre los bancos centrales de la Eurozona, se acerca peligrosamente a los 500.000 millones de euros, con un crecimiento exponencial desde el verano Se trata de una cifra equivalente al 20% de su PIB que molestaba, pero apenas importaba, cuando el riesgo de ruptura de la Unión era cero (WSJ-Heard on the Street, Bundesbank bark is worse than its bite, 5/3/12). Pero ya no es el caso y en Berlín y Frankfurt han saltado las alarmas.
¿Qué son las cuentas Target-2? Básicamente líneas de financiación del BCE con los distintos bancos centrales locales. Permiten cubrir -cuando el flujo exterior de fondos se seca, como ha ocurrido en varias ocasiones desde el inicio de la crisis- la necesidad de liquidez de naciones con abultados déficits por cuenta corriente a través de las aportaciones de otras en situación de superávit. Hay una cuenta asignada por cada miembro de modo tal que, si tiene saldo positivo, es que el país es prestamista, mientras que si es negativo significa lo contrario. Al permanecer en su totalidad en el balance de la autoridad monetaria, este crédito -muy ligado a operaciones intracomunitarias- no supone tanto un cambio en la reserva total de dinero de la región cuanto una transferencia "forzada" de fondos en su seno, de los países exportadores de liquidez a los importadores.
Precisamente por eso, "su saldo no se recoge en el balance del BCE, pues la suma agregada de las distintas posiciones acreedoras y deudoras es cero, pero sí aparece en el de cada uno de los bancos centrales nacionales como activos que generan intereses cobrables al BCE o como pasivos pagables al BCE. Hasta mediados de 2007, su importe agregado era insignificante. Desde entonces han crecido a un ritmo de 100.000 millones de euros al año". En el caso del Bundesbank de 5.000 millones en 2006 a 323.000 en marzo de este año a cobrar. Por el lado de Grecia, Irlanda, Portugal y España, salen 340.000 millones… a pagar (51.000 solo en España), una cantidad equivalente a los déficits por cuenta corriente acumulados por estos cuatro estados entre 2008 y 2010. ¿Mera casualidad? "No estamos hablando de una política monetaria sui generis sino de un rescate en toda regla", concluye Sinn. Mucho más grande y a un coste menor que el oficial, pero rescate al fin y al cabo.
Los entrecomillados correspondían a citas literales de una pieza firmada por el Presidente del Instituto IFO alemán, Hans-Werner Sinn que, poco después, publicaría junto con Timo Wollmershäuser un imprescindible documento de 43 páginas desarrollando su tesis. A este último informe hace referencia Wolfgang Münchau en su columna en el Financial Times en el que da las claves para comprender la postura de Weidmann señalada al principio (FT, The Bundesbank has no right al all to be baffled, 5/3/12).
Básicamente, viene a decir, la raíz del problema europeo se encuentra en los desequilibrios por cuenta corriente entre sus estados miembros. Su corrección requiere de ajustes por el lado de los estados deficitarios, que los están adoptando forzosamente, pero también de políticas de fomento del consumo en la propia Alemania, que se niega a implantarlas.
Ante esa negativa, la única vía que tienen los germanos para minimizar su riesgo de contrapartida es tratar de impedir que la bola siga creciendo de forma simultánea a las facilidades de financiación del BCE, por una parte, y aumentar la garantía de cobro a través de la exigencia de colaterales de la mejor calidad o en mayor cuantía, por otra.
Como afirma Münchau, "si el Buba busca asegurarse, qué no deberían hacer los demás". Ese es, por tanto, el quid de la cuestión. Bajo la superficie de lo aparente subyace un riesgo real, perfectamente cuantificado, que exacerba aún más los desequilibrios europeos y las consecuencias derivadas de la quiebra de uno de los miembros de la moneda única. Que aumenta por días y que exige, para su corrección, medidas drásticas como ese paso de una "transfer unión" a una "support unión", mayor integración financiera y supervisión fiscal, que postulaba Martin Wolf el pasado verano (2011).
– La alargada sombra de los desequilibrios en Europa (Fedea – 7/3/12)
(Por Javier Andrés) Lectura recomendada
El debate mediático se centra inevitablemente estos días en el efecto sobre el desempleo de las reformas emprendidas por el gobierno, en particular en su efecto a corto plazo. La magnitud del problema y los riesgos de que las altas tasas de paro se hagan persistentes justifican esta preocupación. Sin embargo una vez que los acuerdos fiscales y la actuación decidida del banco Central Europeo parecen haber alejado, al menos por ahora, el riesgo de una crisis fiscal desordenada es el momento de recordar que el éxito o el fracaso de las reformas se medirá en función de su contribución a aliviar los problemas de fondo de las economías europeas, que se han ido gestando a lo largo de más de una década y que no van a resolverse de la noche a la mañana. El primer Alert Mechanism Report, que la Comisión Europea hizo público el 14 de febrero, recoge una serie de indicadores macrofinancieros de los países miembros. Más allá de la foto fija que proporciona el informe, el análisis dinámico de estos indicadores sugiere que los principales desequilibrios de las economías europeas -en particular su baja capacidad competitiva y su elevado endeudamiento exterior- no se están corregido a un ritmo adecuado o incluso que no se están corrigiendo en absoluto.
El ARM supone el primer paso para poner en marcha el denominado Macroeconomic Imbalances Procedure, del que la Unión Europea se ha dotado para monitorizar la evolución económica de cada uno de los países que la forman. EL MIP -cuya descripción puede encontrarse aquí- pone un especial énfasis en el seguimiento de los desequilibrios que pueden desembocar en crisis generalizadas como la que estamos sufriendo y a los que no se ha prestado una atención suficiente en el pasado. A partir del resultado de este seguimiento, si la Comisión Europea considera que alguno de los indicadores entra en zona de peligro puede obligar al país afectado a proponer un plan de acción para su corrección que, en caso de no ser aplicado adecuadamente, puede dar lugar a una sanción económica o a la pérdida de ciertos derechos de voto. La lista de indicadores, diseñada para detectar desequilibrios interiores, financieros y de competitividad, es la siguiente (entre paréntesis figuran los límites a partir de los cuales se detecta algún tipo de desequilibrio relevante): Balanza por cuenta corriente (%PIB, -4%, 6%); posición internacional neta (%PIB, -35%); tipo de cambio real efectivo (tasa de variación, -5%, 5%); cuota de mercado de exportación (tasa de crecimiento, -6%); coste laboral unitario nominal (tasa de crecimiento, 9%); precio de la vivienda (tasa de crecimiento, 6%); flujo de crédito al sector privado (%PIB, 15%); deuda del sector privado (%PIB, 160%); deuda pública (% PIB, 60%); y tasa de desempleo (10%).
Como se aprecia en el cuadro resumen -en el que he excluido los países más pequeños- el primer informe de situación señala que todos los países tienen al menos dos indicadores en zona de peligro y que varios tienen más de la mitad fuera de los límites que se consideran sostenibles. Los países con peores resultados cualitativos pertenecen a la periferia del área Euro en donde Grecia, Portugal, Irlanda y España suspenden en al menos cinco de los diez criterios. La situación es peor si tenemos en cuenta que indicadores como la tasa de crecimiento del precio de la vivienda y del crédito al sector privado están hoy día dentro de los límites aceptados por el MIP como consecuencia de la extraordinaria restricción de crédito que sufren la mayoría de las economías de la UE.
Dejo para otro momento un análisis más detallado de esta información o de la muy desfavorable posición de España en varias de sus dimensiones. Sin embargo la dinámica de estos indicadores muestra con más claridad el problema de largo plazo de la UE y, más en concreto, de la Eurozona -he seleccionado el dato al inicio del Euro, 2001, en la fase final de la fase expansiva, 2008, y el más reciente disponible, 2010. En el Gráfico 1 se recoge la evolución del déficit por cuenta corriente de los países recogidos en el cuadro. Sólo Alemania, Dinamarca, Finlandia, Austria, Holanda y Suecia presentan superávits de forma sostenida aunque en general por debajo del límite superior marcado como problemático. Por el contrario diez países de la UE tienen déficits muy elevados, sistemáticamente por encima del 4%.
Es cierto que la propia recesión ha reducido esta disparidad en 2010 (barras en verde) desde los valores extremos que alcanzó alrededor de 2008 (rojo) y que esta convergencia se ha acentuado en los últimos trimestres, como se podrá sin duda corroborar en el próximo ARM. Sin embargo, como muestran los dos gráficos siguientes el problema exterior de la mayoría de los países Europeos, está lejos de resolverse. Por una parte las posiciones exteriores netas no han hecho sino empeorar a pesar de la reducción de los déficits exteriores (Gráfico 2). Con la excepción de Bélgica, Alemania, Holanda y Finlandia los países de la UE tienen una posición exterior negativa que ha aumentado desde 2001, y que no ha dejado de hacerlo en plena recesión. Nueve de estos países llevan ya varios años con niveles que no sólo superan el límite marcado por la Comisión -una posición negativa superior al 35% del PIB- sino que en varios casos más que la duplican en 2010. Y la enumeración de las economías en esta situación revela un patrón claro. En general son los países menos avanzados de la Unión, pero mientras en algunos casos -Eslovenia, Polonia, Hungría, etc.- esta situación se puede entender por su estado de desarrollo y su tardía apertura al exterior, el endeudamiento externo de los países periféricos de la Eurozona se ha multiplicado por dos -y hasta por tres- desde la creación del Euro, incluso en países con una década de bajo crecimiento como Portugal, y ha aumentado entre 10 y 15 puntos de PIB desde 2008. En estos países la combinación de estructuras poco competitivas, con una fuerte presión de la demanda interna -impulsada por el crédito y/o un elevado déficit público- y una moneda común y fuerte han dado lugar a un endeudamiento externo al que parece difícil poner coto.
Más allá de las diferencias en las posiciones exteriores netas, la dependencia respecto a la financiación exterior es una debilidad estructural, persistente de la UE que no da muestras de remitir. Las tendencias del ahorro en los actuales países emergentes indican que este va a seguir creciendo en los próximos años -aquí y aquí, por ejemplo- pero, como ya señalaba en un post anterior, esto supone una buena noticia sólo a medias. Por una parte es previsible que el ahorro mundial siga aportando fondos potencialmente suficientes para financiar nuestras economías, pero, por otra, la dependencia exterior puede hacer que los riesgos de crisis de financiación que sufrieron los emergentes en los años ochenta y noventa se conviertan en crónicos en las economías de la periferia Europea.
Y es que la única forma en que es posible reducir este endeudamiento exterior sin incurrir en una profunda recesión es la mejora de las exportaciones. Pero la evolución de un indicador crucial de la competitividad, como es el aumento de cuota de mercado de las exportaciones europeas, ha tenido un comportamiento decepcionante. En el Gráfico 3 se recoge esta evolución que ha sido negativa para los países más desarrollados de la UE. En particular todos los países de la Eurozona han experimentado un declive sustancial entre 2001 y 2008 en la penetración -en términos relativos- en los mercados exteriores, declive que se ha mantenido e incluso acentuado hasta 2010. Este proceso es hasta cierto punto natural debido a la irrupción de algunos emergentes, pero indica que la economía Europea en su conjunto continúa con la misma tendencia que nos ha llevado a la difícil situación actual.
Si el MIP funciona, debe ser útil para reforzar los mecanismo de gobernanza europea en lo que a prevención de crisis se refiere. La primera radiografía -ARM- de los desequilibrios macrofinancieros en la Unión Europea no deja una buena imagen de muchos de los países que la conforman, ni de la del área en su conjunto. Los peores registros se observan en aquellas variables que por su naturaleza -son stocks- tienen un ajuste más lento: posición exterior neta, endeudamiento privado, etc. Sin embargo tampoco los flujos están evolucionando con la rapidez que cabría esperar. La recesión por sí sola no está favoreciendo el desapalancamiento ni la reducción de nuestra dependencia con respecto al ahorro exterior. El objetivo de las reformas debe ser acelerar este proceso de ajuste como condición necesaria para un crecimiento significativo y equilibrado. Ese es el verdadero criterio para juzgar su eficacia.
– ¿Cuán importante es la deuda?
"Más allá de los indicadores de actividad, la salida de la crisis está teniendo consecuencias colaterales para el mundo de la Economía. Buena parte de sus teóricos, sobre todo en Estados Unidos, andan divididos entre quienes defienden la necesidad de aplicar nuevos estímulos fiscales para evitar una vuelta a la recesión y garantizar la creación de empleo y quienes defienden que la política monetaria es un instrumento más que suficiente para la gestión de la demanda. Es la tradicional guerra entre keynesianos y neoclásicos, a los que cada día se suman nuevas corrientes: neomonetaristas, los seguidores de la economía verde, psicoeconomistas"… Economistas en pie de guerra (El País – 1/4/12)
Paul Krugman (profesor en Princeton), Brad DeLong (Universidad de Berkeley) y Mark Thoma (Universidad de Oregón) lideran el grupo de los defensores de las teorías de John Maynard Keynes, los conocidos como saltwater (agua salada, en inglés, por estar situadas sus universidades cerca del mar). Enfrente de sus tesis, John Cochrane, Eugene Fama (los dos, de la Universidad de Chicago) y Robert Barro (profesor en Harvard) que cuestionan la política de estímulos fiscales como vía para salir de la crisis.
Es un enfrentamiento similar al que vivieron en los años treinta John Maynard Keynes y Friedrich von Hayek, una historia que recoge Nicholas Wapshott en su libro Keynes frente a Hayek. El enfrentamiento que definió la economía moderna. Entonces, estos padres de la economía mantuvieron un arduo debate sobre el papel que debería tener el Estado en la economía. "Hayek fue derrotado por Keynes en los debates económicos de los años treinta; no, según creo yo, porque Keynes probara su tesis, sino porque una vez que la economía se colapsó, nadie estaba muy interesado en la cuestión de cuál fue su verdadero causante", según Robert Skidelsky, biógrafo de Keynes.
Lo cierto es que el dominio del keynesianismo en el debate económico fue patente hasta los años setenta, cuando Milton Friedman decretó aquello de que "en cierto sentido todos somos keynesianos; y en otro, ya nadie es keynesiano nunca más". El consenso entre los expertos empezó a construirse en torno a un menor papel del Estado en la economía y a propiciar el control del crecimiento, de los precios y de la creación de empleo, en buena medida, a través de los tipos de interés.
Desde entonces, sus tesis se han dado más o menos por muertas en varias ocasiones hasta que en pleno apogeo de la crisis financiera, en 2008 y 2009, todo el mundo se volvió keynesiano, como recordaba Peer Steinbruck, ministro alemán de Finanzas con Angela Merkel, pese a pertenecer a la socialdemocracia. "La misma gente que no tocaría nunca el gasto público está ahora desparramando miles de millones. El cambio de décadas de políticas de oferta a un drástico keynesianismo es impresionante", dijo en diciembre de 2008. Pero ese cambio no llegaría para quedarse.
Henry Farrell, de la Universidad George Washington, y John Quiggin, de Queensland, acaban de publicar un papel sobre el auge y la caída del keynesianismo durante la crisis económica. Los dos profesores de Economía explican que en aquellos años fue posible lograr un consenso en torno a las políticas de estímulo, toda vez que los antikeynesianos no tenían una respuesta clara a qué hacer ante la crisis, ni disponían de los mismos medios de divulgación. Algunas conversiones al keynesianismo de economistas reconocidos como Richard Posner o Martin Feldstein hicieron el resto.
Farrel y Quiggin explican que la entrada en la escena internacional de los economistas del Banco Central Europeo, partidarios -cómo no- de la política monetaria, y la lenta salida de la crisis, sin apenas creación de empleo, incluso en los países que más estímulos habían aplicado, volvió a cuestionar el modelo de Keynes. Pero tampoco zanjó la cuestión, y el debate, hoy en día, persiste.
El escenario de las nuevas guerras es Internet. No hay día en que un bando no le recuerde al otro en qué se equivocan sus teorías, a través de blogs, Twitter, vídeos, conferencias, cartas al director en los principales diarios, gráficos… todo sirve en la guerra de los economistas y lo hacen en todos los formatos que admite la Red. Ahí, Paul Krugman, con su blog en The New York Times y su columna, saca varios cuerpos de ventaja a sus oponentes.
En la guerra de guerrillas, los economistas atacan las bases que sustentan las teorías del contrario, como en la crítica que Paul Krugman lanzó recientemente contra Jean Claude Trichet, el anterior presidente del BCE. "Él ignoró todo lo que sabemos sobre la inflación y la diferencia entre shocks transitorios para subir los tipos de interés al comienzo de un problema pasajero (la subida de precios del verano de 2008, cuando la eurozona ya estaba en recesión). Y ahora, habiendo rechazado e ignorado lo que la macroeconomía tenía que decir al respecto, se queja de que esa misma ciencia no ofrece una guía de política útil. Increíble".
Pero el enfrentamiento entra también en cuestiones personales que revelan orgullos dañados. Es el enfrentamiento que mantiene el profesor Steve Keen con Paul Krugman y otros keynesianos. "El establishment neoclásico (sí, Paul, eres parte del establishment) ha ignorado toda la investigación de los investigadores no neoclásicos como yo por décadas. Así que es bueno ver cierto compromiso en lugar de una ignorancia deliberada, o, más probablemente, ciega, a otros análisis alternativos".
Lo cierto es que las derrotas se suceden en ambos bandos y se lo recuerdan mutuamente. Quienes defienden el impacto expansivo de las políticas de austeridad, como Alan Reynolds, del Cato Institute, pusieron como ejemplo a Irlanda, que tras aplicar duras políticas de ajuste logró salir de la recesión, avanzar planes para sanear sus bancos y retomar la senda de crecimiento. La victoria ha resultado pírrica, pues Irlanda volvió a finales de 2011 a los números rojos, y sus autoridades vuelven a negociar con sus acreedores el calendario de pagos de sus deudas.
Dado que los economistas estadounidenses son los más activos en esta batalla, no es de extrañar que la campaña política estadounidense haya entrado también en el debate sobre la salida de la crisis. Desde Standford, John B. Taylor (cuyos análisis sobre la relación entre la inflación y el crecimiento potencial de la economía sirven como referencia para la política monetaria) ha puesto en duda que las ayudas a los Estados y los Gobiernos locales hayan servido para estimular la economía, como defienden los demócratas frente a los republicanos. Un extremo que ha cuestionado con firmeza Christina Romer, de la Universidad de Berkeley y antigua asesora de Barack Obama. Y, así, hasta no acabar.
"Como en las guerras de Luis XIV, los intentos de rehabilitar el viejo keynesianismo han provocado mucho ruido y mucha furia, pero solo modestas ganancias de territorio", subrayaba un activo bloguero sobre el debate que se está produciendo entre los economistas. Con conquistas o no, la guerra está muy lejos de haber terminado.
– La disolución de la eurozona no es la respuesta (Expansión – WSJ Europe – 3/4/12)
(Por Richard Barley) Lectura recomendada
La búsqueda del santo grial continúa. Cinco personajes compiten por el Premio Wolfson de Economía, valorado en 300.000 euros, y para el que todos los candidatos tuvieron que diseñar un plan de contingencia ante la posible disolución de la eurozona.
Sin embargo, las propuestas no hacen más que confirmar que los intereses de la eurozona van en la dirección opuesta: hacia una mayor consolidación política y fiscal.
Algunas de las propuestas prevén la salida de uno o más países, como el plan de la inversora privada Catherine Dobbs de denominar todos los euros en circulación en dos nuevas monedas para intentar evitar la fuga de capitales.
Sin embargo, los mercados financieros cuestionarían automáticamente la credibilidad de los miembros de la eurozona que quedaran dentro, lo que provocaría la salida de más miembros. Neil Record, de Record Currency Management, cree en cambio que la única opción es un plan secreto para la total disolución de la eurozona, aunque manteniendo de alguna forma un mercado único de la Unión Europea.
Las condiciones del galardón generan una predisposición a argumentar que una disolución es un proceso factible que no tiene por qué desencadenar un desastre. Jonathan Tepper, de la firma de investigaciones Variant Perception recuerda que en la historia también ha habido más desintegraciones monetarias.
Así ocurrió, argumenta, con el Imperio Austro Húngaro en 1919 o con Checoslovaquia entre 1992 y 1993; Tepper sostiene que, sorprendentemente, no se produjo una grave crisis a nivel macroeconómico. Sin embargo, cabe recordar que el euro es una moneda de reserva global, que ha generado una fuerte integración financiera, en un mundo con un nivel de interconexión mucho más fuerte que en el pasado.
El mayor problema, en cualquier caso, no es qué hacer con la moneda, sino con la deuda que se ha acumulado. Capital Economics argumenta que cualquier país que saliera de la eurozona intentaría tramitar un impago o denominar su deuda en otra moneda. El impago de Grecia tardó 18 meses en gestionarse, un lujo con el que no contaría seguramente una disolución de la eurozona.
Y los economistas de Nomura recuerdan en su propuesta que el total de instrumentos denominados en euros que operan bajo la legislación extranjera podrían superar los 30 billones de euros. Por otra parte, incluso en Grecia los ciudadanos son partidarios de permanecer en el euro. Aunque los problemas del euro son innegables, intentar enmendarlos parece una mejor opción que provocar una situación de caos en la segunda mayor economía del mundo.
De la boda de Kenneth al divorcio de Nouriel (¿y ustedes que opinan?)
– El euro no prosperará sin centralización (Project Syndicate – 4/4/12)
(Por Kenneth Rogoff) Lectura recomendada
Cambridge.- El desempleo juvenil en algunos países de la eurozona, como España y Grecia, roza el 50%. ¿Será esto el sacrificio de una generación en aras de una moneda única que abarca un grupo de países demasiado diverso para ser sostenible? Si es así, ¿extender a otros países la membresía en la eurozona servirá realmente para alcanzar la aparente meta europea de maximizar la integración económica sin lograr necesariamente una unión política plena?
Hay una buena noticia y es que respecto de la cuestión de si Europa debería tener una moneda única, hay investigaciones económicas que pueden dar algunas respuestas. La mala noticia es que está cada vez más claro que, al menos tratándose de países grandes, las áreas monetarias son sumamente inestables a menos que se correspondan con las fronteras nacionales. Como mínimo, una unión monetaria requiere una confederación con más centralización de la autoridad en materia de impuestos y otras políticas que la que los líderes europeos imaginan para la eurozona.
¿Qué queda entonces de la famosa conjetura propuesta en 1961 por Robert Mundell, ganador del premio Nobel, según la cual no hace falta que las fronteras nacionales se superpongan significativamente con las monetarias? En un provocativo artículo que publicó en el American Economic Review, titulado "A Theory of Optimum Currency Areas" (Una teoría de las áreas monetarias óptimas), Mundell sostuvo que mientras los trabajadores puedan moverse dentro de la región monetaria para ir allí donde haya trabajo, la región puede prescindir del uso del ajuste cambiario como mecanismo de equilibrio. Mundell atribuyó a otro (futuro) ganador del premio Nobel, James Meade, el crédito por haber reconocido en un trabajo anterior la importancia de la movilidad de la mano de obra, pero criticó su interpretación de la idea por considerarla demasiado estricta (especialmente en el contexto de la naciente integración europea).
Aunque el trabajo de Mundell no pone el acento en las crisis financieras, es de suponer que en la actualidad la movilidad de la fuerza laboral es más importante que nunca. A nadie debe sorprender que los trabajadores se vayan de los países de la eurozona afectados por la crisis; pero no lo hacen necesariamente para ir a los países más prósperos del norte. En cambio, los trabajadores portugueses huyen hacia ex colonias en ascenso, como Brasil y Macao, y los trabajadores irlandeses se van en tropel a Canadá, Australia y Estados Unidos. Un flujo de trabajadores españoles está entrando en Rumania, que hasta hace poco era una importante fuente de mano de obra agrícola para España.
Aun así, si dentro de la eurozona hubiera una movilidad cercana al ideal de Mundell, hoy no estaríamos viendo una tasa de desempleo del 25% en España, mientras en Alemania es inferior al 7%.
Otros autores descubrieron más tarde otros criterios esenciales que definen el éxito de una unión monetaria y que son difíciles de alcanzar sin una profunda integración política. Peter Kenen sostuvo a fines de los sesenta que sin el efecto amortiguador de los movimientos cambiarios, las uniones monetarias necesitan apelar a las transferencias fiscales como un modo de compartir riesgos.
En un país normal, el sistema impositivo nacional obra como un inmenso estabilizador automático interregional. Por ejemplo, cuando sube el precio del petróleo, en Estados Unidos se produce un aumento de ingresos en Texas y Montana, que a su vez implica que estos estados tributarán más a las arcas federales y, de ese modo, ayudarán al resto del país. Pero obviamente Europa no tiene una autoridad impositiva central significativa, de modo que este estabilizador automático, básicamente, no existe.
Algunos académicos europeos intentaron demostrar que no se necesitan transferencias fiscales como en Estados Unidos, porque cualquiera sea el nivel de coparticipación en los riesgos que se desee, en teoría se puede lograr a través de los mercados financieros. Pero esta afirmación era muy errada. Los mercados financieros pueden ser frágiles y ofrecen muy poca capacidad de compartir los riesgos relacionados con el ingreso de los trabajadores, que constituye la mayor parte de la renta de cualquier economía avanzada.
El tema central para Kenen eran las transferencias de corto plazo tendientes a suavizar los altibajos cíclicos. Pero en una unión monetaria con enormes diferencias de ingresos y niveles de desarrollo, el corto plazo puede abarcar un período muy largo. En la actualidad, muchos alemanes consideran, con razón, que cualquier sistema de transferencias fiscales acaba convirtiéndose en una sonda de alimentación permanente, muy al estilo de la ayuda que le ha estado dando el norte de Italia al sur durante el siglo pasado. De hecho, más de 20 años después de la unificación de Alemania, los alemanes del oeste todavía no saben cuándo se acabarán las facturas que dejó.
Otro autor posterior, Maurice Obstfeld, señaló que además de transferencias fiscales, una unión monetaria necesita reglas claras respecto de la función de prestamista de última instancia. De lo contrario, las corridas bancarias y los pánicos financieros estarán a la orden del día. Obstfeld pensaba en un mecanismo de rescate bancario, pero ya quedó suficientemente claro que también se necesitan prestamistas de última instancia y procedimientos de quiebra para estados y municipios.
Un corolario lógico de los criterios propuestos por Kenen y Obstfeld, e incluso para el criterio de movilidad laboral de Mundell, es que las uniones monetarias no pueden sobrevivir sin legitimidad política, lo cual implica, casi siempre, elecciones populares que abarquen toda la región. Los líderes europeos no pueden continuar indefinidamente haciendo grandes transferencias entre los países si no cuentan con un marco político europeo coherente.
En la actualidad, los responsables políticos europeos se quejan a menudo de que si no fuera por la crisis financiera de Estados Unidos, a la eurozona le estaría yendo bien. Puede que tengan razón, pero cualquier sistema financiero tiene que ser capaz de soportar perturbaciones externas, incluso de las grandes.
Tal vez Europa nunca sea un área monetaria "óptima" según ningún criterio. Pero a menos que se logre una integración política y económica más profunda (que no necesariamente incluirá al final a todos los miembros actuales de la eurozona), puede ser que el euro no llegue ni siquiera al final de esta década.
(Kenneth Rogoff, Professor of Economics at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist at the International Monetary Fund from 2001)
– Nouriel Roubini: ¿Cómo lograr un divorcio amistoso en la Eurozona? (El Economista – 5/4/12) Lectura recomendada
Las operaciones de refinanciación a largo plazo en tres años del BCE han estabilizado la Eurozona y los sistemas financieros internacionales. La reestructuración ordenada de la deuda griega ha sentado el precedente de que cuando las burbujas de activos apalancados estallan no tienen por qué precipitar un impago desordenado, crisis de crédito, recesión acusadas y alto riesgo de depresión. La deuda de la Eurozona ya no es la gran amenaza para una recuperación global todavía frágil.
Dicho eso, no se ha resuelto nada fundamental. Las contradicciones internas de la respuesta política del ajuste fiscal y estructural podrían reintensificar los desequilibrios latentes. Si el crédito del BCE a tres años es adecuado para sostener la estabilidad financiera, la cuestión es qué pasará cuando venzan las facilidades de crédito actuales. Ninguna crisis bancaria se ha resuelto sólo mediante el crédito colateralizado de un banco central frente a una huida de los pasivos bancarios por el miedo a un déficit grave de capitales. Dejar que el legado de activos tóxicos infecte los balances los zombificará. El desapalancamiento en lugar de la recapitalización agravará la recesión. La cuestión central es cómo recapitalizar los bancos y limpiar los créditos basura con recursos fiscales, normalmente la única posibilidad con una grave crisis bancaria en países donde una parte considerable de la deuda mala es pública.
El euro y sus contradicciones
El propio euro es la raíz de esas contradicciones internas y fallos de diseño. Casi todas las crisis de balanza de pagos derivan en crisis monetaria o maxidevaluación. La deflación es necesaria para restaurar la competitividad y el crecimiento en el país deudor, pero agrava las cargas reales de la deuda. La estabilidad de precios hace falta para evitar aumentos reales de la carga de deuda, pero cierta inflación ayuda a reducirla, aunque ambas evitarían una depreciación real del tipo de cambio, restringiendo la competitividad.
Las secuelas de la crisis internacional de 2008 han sacado a la luz unos desequilibrios insostenibles en la Eurozona. La gestión de la crisis demuestra que no sólo carece de las características de las uniones monetarias que han resistido al paso del tiempo, sino de la voluntad política para establecerlas. Sólo ha habido una transferencia fiscal mínima de los países acreedores a los deudores mediante una reducción tardía del tipo de interés de la financiación extranjera oficial. Aunque la primera -de probablemente varias reestructuraciones de deuda- ha reducido las existencias de la deuda griega, la falta de ajuste del tipo de cambio y la inadecuación del crecimiento llevará la deuda a unos índices insostenibles del 120-170% del PIB en esta década, devolviendo a Grecia a los niveles donde perdió el acceso al mercado y se vio sometida a una reestructuración.
Los programas de reforma suenan bien pero podrían dejar a la Eurozona con menos en vez de más resistencia a los golpes regionales. Aunque hay libertad de movimiento de trabajadores y capital, en la práctica la migración es inadecuada y no hay suficientes cambios en el control corporativo a través de las fronteras nacionales como para facilitar el ajuste a los golpes económicos regionales. Tanto la rigidez del mercado de trabajo como su inmovilidad se deben en gran parte a la dificultad para contratar y despedir al personal y a unos sistemas de bienestar generosos desde los que es difícil gestionar las ventajas del bienestar a largo plazo entre países. Algunos programas abordan lo primero, pero no lo último.
Los flujos de cartera, sobre todo de deuda, fluyen libremente y desde luego han contribuido a la crisis actual pero las preferencias nacionales hacia los paladines corporativos nacionales permanecen. Son obstáculos difíciles de superar dada su naturaleza política de tercera vía y la captura reguladora y política por intereses creados.
Divorcio amistoso en 7 pasos
Por todo ello, hemos elaborado una propuesta de divorcio amistoso que resolvería los dilemas políticos, contradicciones internas y fallos de diseño estructural. Al fin y al cabo, y por muy difícil que parezca, salirse de un matrimonio que no funciona es mejor que permanecer en él. A los estados miembros les interesa llegar a este divorcio amistoso porque la crisis de deuda de los países periféricos representa un déficit del capital bancario y pasivo fiscal para los miembros del centro, dado que cada vez está más claro que su interés común en solucionar la deuda y recuperar el crecimiento dentro de los confines de la UME es factible. A continuación resumimos los siete capítulos de nuestro Manual del divorcio amistoso de la Eurozona.
El fin último es un proceso de crecimiento más equilibrado y sostenible en general. Los países que abandonen la Eurozona deben reequilibrarse hacia un crecimiento basado en las exportaciones y los ingresos. Los que permanezcan deberán reequilibrarse hacia la demanda doméstica. La salida de varios países no tiene por qué ser una tragedia, ya que podría volver a poner a Europa en un camino positivo a largo plazo si se gestiona bien.
Un resultado óptimo es que los cinco miembros en apuros de la periferia (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) negocien una salida cooperada con financiación puente y conserven la unión aduanera de la UE para restaurar la viabilidad de los países miembros que salgan o permanezcan. La realineación de la moneda facilitaría ese ajuste. Devolver la competitividad a través del tipo de cambio nominal es mucho mejor a largo plazo tras una transición financiera potencialmente tortuosa que cambiar los precios relativos con un tipo de cambio fijo nominal, lo que implica una inflación prolongada de la deuda, potencialmente abocada a impagos desordenados y salidas de la Eurozona en cualquier caso, y una inflación sostenida por encima de los objetivos en los países excedentes. Evidentemente, las alteraciones financieras, económicas y legales serían inevitables, la UE más amplia y la comunidad internacional ayudarían a minimizar los daños colaterales.
La primera fase para que el divorcio sea amistoso y evitar un resultado peor pasaría por una negociación a alto nivel y a puerta cerrada entre los jefes de Estado, ministros de Economía, gobernadores de bancos centrales, la junta del BCE y la directora gerente del FMI para comprometerlos a todos con la estrategia acordada de salida. Ésta identificaría y garantizaría la viabilidad a corto y largo plazo de los países salientes, aseguraría la viabilidad a largo plazo de la Eurozona y la credibilidad del euro y del BCE, mantendría la unión aduanera de la UE para el beneficio de todos los estados miembros actuales y futuros, y establecería un marco monetario para el BCE y los bancos centrales de los países salientes.
El BCE compraría moneda de los países salientes al tramo más bajo, para mitigar pérdidas financieras nacionales, y en la Eurozona, por impagos desordenados, salidas y colapsos monetarios en el sector privado, el propio BCE y los bancos centrales de los países acreedores. La figura de la pensión transitoria o pago único es clave en este divorcio amistoso y se trataría de un anticipo para la supervivencia y cohesión de la propia UE, donde el libre comercio coexista con la Unión Monetaria Europea, los tipos flotantes de cambio y tipos de cambio fijo discrecionales respecto al euro y una europeización efectiva.
Otros grandes bancos centrales, en especial la Fed, estarían en guardia para ofrecer canjes de divisas en caso de huida del euro restante. El BCE podría soportar pérdidas de este mecanismo de estabilización del tipo de cambio, pero sus tenencias de moneda saliente depreciada se absorberían con el tiempo y quedarían mitigadas por el eventual excedente externo de los países salientes. Por supuesto, el marco legal de la estrategia de salida, aplicable a los contratos (nacionales y extranjeros, públicos y privados, financieros y económicos) y regido por las leyes y el nexo territorial sería fundamental. Redenominaríamos todos los contratos nacionales de deuda pública y privada y otros en las nuevas monedas en el momento de salir. Mantendríamos la denominación en euros de los contratos extranjeros públicos y privados, sujetos a la conexión territorial del contrato o deudor, basado en el pago físico y nexo económico, en sintonía con la opinión legal de consenso.
La gestión de las hojas de balance activo precedería a la introducción de la transición del tipo de cambio e incluiría la domesticación de la deuda externa de los países salientes para minimizar los desajustes en la hoja de balance antes de la redenominación. Este proceso, ya en curso a medida que los acreedores privados extranjeros reducen su exposición, se aceleraría y ampliaría todo lo posible. Los desequilibrios en el sistema de pagos y exposiciones asociadas del BCE y los bancos centrales nacionales se redenominarían por negociación y compensarían. El ensanchamiento de los pasillos de operaciones de divisas dada la caída de las primas de riesgo de divisas e inflación minimizaría los efectos de la hoja de balance. Los bancos centrales resultantes, independientes, con flotación libre y objetivo de inflación, restaurarían los amortiguadores macroeconómicos y contribuirían a la credibilidad y disciplina políticas.
Los bancos y mercados financieros plantean la amenaza más grave e inmediata a la estrategia de salida. Perseguir activamente la domesticación antes de la salida reduciría las pérdidas de crédito y riesgo monetario. El tiempo ofrecido por el apoyo monetario del BCE permitiría cubrir y devolver las obligaciones denominadas en euros. Estas políticas mitigarían los daños al sistema bancario a la vez que maximizan tanto el nivel de la riqueza como la capacidad para crearla mediante una actividad económica real e inversión financiera. No obstante, las dudas sobre la estrategia política pese a su solidez intrínseca impondrían una fuga de capitales y depósitos, y podrían exigir nacionalizaciones bancarias, limitaciones a las retiradas de depósitos y una mayor dependencia en los pagos no en efectivo.
La Eurozona debe desarrollar, cuanto antes mejor, planes para una salida ordenada, porque retrasar las rupturas suele acabar saliendo caro.
(Nouriel Roubini, presidente de RGE)
Coda: el caballo de Troya en el jardín de Angie (esto no lo arregla ni la "Task Force")
– En Grecia, la corrupción endémica se ve claramente en la "isla de los ciegos" (The Wall Street Journal – 7/4/12) Lectura recomendada
(Por James Angelos)
La isla de Zakynthos (Zacinto), famosa por sus ruinas venecianas y aguas turquesas, tiene desde hace un tiempo un nuevo apodo en Grecia: "la isla de los ciegos".
El Ministerio de Salud griego está investigando Zakynthos después de que funcionarios locales sonaran las alarmas tras detectar un número inusualmente alto de solicitudes de pensiones por ceguera.
En torno a 1,8% de la población de la isla, que tiene unos 39.000 habitantes, cobró ese subsidio el año pasado, según el Ministerio de Salud. Ese porcentaje es nueve veces más alto que la prevalencia de ceguera estimada para muchos países europeos en un estudio de 2004 publicado por la Organización Mundial de la Salud.
Entre los que solicitaron la pensión por invidencia en Zakynthos, indica un funcionario, se encontraban un conductor de taxi y un cazador de aves.
Zakynthos se ha convertido en un símbolo de la corrupción endémica que contribuyó a la implosión financiera del país. "Parece que los "ciegos" de Zakynthos sólo veían el color del dinero", decía un artículo en el periódico griego Ethnos.
Pero la isla no está sola en esto, según los funcionarios, que aseguran que las solicitudes por discapacidad fraudulentas son un problema en todo el país, lo cual le cuesta al gobierno cientos de millones de euros al año.
Grecia, bajo presión de acreedores internacionales, está tomando medidas más agresivas para combatir la corrupción y recortar los gastos. Sin embargo, la ofensiva contra el fraude por discapacidad, enturbiada por acusaciones de posible complicidad política e imprecisiones, demuestra lo complejas que resultan estas iniciativas de reforma.
Algunos de los que recibieron los pagos por discapacidad y que ahora están siendo investigados argumentan que no tenían alternativas, conforme las medidas de austeridad azotan sus bolsillos en un país donde las pensiones y los salarios son cada vez menores.
El alcalde de Zakynthos, Stelios Bozikis, contó en un programa de televisión griego cómo un grupo de ciudadanos enojados con los recortes presupuestarios lo rociaron con yogur en un evento reciente. El jefe municipal lo consideró "un honor".
Un registro centralizado
En un intento por eliminar el fraude, el Ministerio de Salud griego empezó recientemente a exigir que los solicitantes de pensiones por discapacidad en todo el país se registraran en una base de datos centralizada, para lo que debían presentarse en persona o enviar a un representante. El registro resultó en una reducción de 36.000 solicitudes frente a 2011, según cifras del gobierno.
El Ministerio asegura que las solicitudes ausentes probablemente eran falsas: en muchos casos reflejaban múltiples reclamos por la misma discapacidad o pedían pagos en nombre de beneficiarios fallecidos. También alega que algunos médicos aceptaron dinero por dar diagnósticos falsos y que algunos políticos locales aprobaron las solicitudes para ganar votos. Sólo 190 de las casi 700 personas que han estado cobrando la pensión por ceguera en Zakynthos participaron en el registro, señala el ministerio.
Incluso cuando las autoridades oficiales prometen medidas drásticas, a algunos les preocupa que la campaña corra el riesgo de estigmatizar a las personas discapacitadas, presentándolas como inválidos en sillas de ruedas y que utilizan bastones blancos, tal como parece predominar en la cobertura mediática. "La representación de las personas con una discapacidad en los medios de comunicación es absolutamente insoportable", lamenta Yannis Vardakastanis, presidente de la Confederación Nacional de Personas Discapacitadas de Grecia.
El viceministro de Salud, Markos Bolaris, que asumió el cargo a mediados del año pasado, dijo que el nuevo programa pretende asegurar que los limitados recursos del país alcancen a los que realmente los necesitan. Previos gobiernos en Atenas deberían haber detectado el fraude, puntualizó. "Si a algunos no les importó en el pasado, ahora nos tiene que importar".
Ciertos funcionarios locales y nacionales le echan la culpa al ex prefecto de la isla, Dionysios Gasparos, cuya firma era imprescindible para autorizar los pagos. Gasparos niega las acusaciones y arremetió contra el viceministro por incurrir en "juegos políticos". También denunció al oftalmólogo del hospital público de Zakynthos, Nikolaos Vartzelis. "Yo no soy quien los declara ciegos", dijo Gasparos. "Es el oftalmólogo".
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