La cultura como mecanismo de adaptación de los seres humanos (página 4)
Enviado por Helver Gilberto Parra Gonzalez
Se trata, entonces, no de humanizar la naturaleza, como hemos hecho hasta ahora, viendo en ella la demostración de nuestros comportamientos culturales, sino de naturalizar la humanidad, es decir, de hacer humanas y, por lo tanto, cultura aquellas formas de hacer que han posibilitado la vida.
Los movimientos ecologistas le dan nuevos y definitivos argumentos a la deconstrucción de la lógica amigo/enemigo que plantea la Noviolencia: el pensar diferente no nos hace enemigos, nos hace necesarios. Enriquecen también la propuesta del sarvodaya gandhiano al plantear la historia de la supervivencia como un resultado de la colaboración y la solidaridad entre las distintas formas de vida y no la competencia donde se imponen los más fuertes.
En estos cuarenta años de los movimientos ecologistas, ya se puede evidenciar que está sucediendo una nueva forma de pensar y de hacer. De hecho, no hay cumbre de los que se llaman poderosos en que el tema no aparezca como preocupación prioritaria. Es posible que los resultados no se compadezcan con la urgencia del cambio, pero ya hay una ética que señala a quienes se niegan a cambiar. Se hace una gran presión para crear un mecanismo vinculante que sancione efectivamente los incumplimientos de los compromisos.
Se puede contar ya una veintena de cumbres mundiales en las que el tema del peligro que se cierne sobre la vida en el planeta Tierra ha sido su preocupación central. Es importante seguir avanzando en la dirección de conseguir acuerdos y compromisos en este nivel, pero sin olvidar que los cambios culturales requeridos necesitan realizar también otros tránsitos. El tema se percibe ya tan importante y convoca de tal forma el sentir de la humanidad, que las empresas multinacionales responsables de muchas de las catástrofes ecológicas han tenido que acudir a mensajes que las posicionen como defensoras del planeta.
Por supuesto que, como en otras ocasiones, la cultura hegemónica intentará domesticar esta nueva mirada, de forma que se construyan apariencias de cambio para que no cambie nada. En eso pueden terminar las cumbres. Ella solo se transforma si hay una presión desde la periferia que ponga en peligro su continuidad, no porque la periferia la destruya a través de una guerra, sino porque deconstruye de tal forma su legitimidad que se derrumbe su andamiaje. Y este es un signo de los tiempos que no podemos desconocer.
Si parte del dinero que se invierte en preparar y realizar las cumbres se dedicara a evidenciar socialmente a aquellas empresas que contaminan aguas, que no reducen sus emisiones de gases efecto invernadero, que destruyen los ecosistemas, entre muchos otros tipos de atentados ecológicos, es posible que los cambios llegasen antes.
Hay ya evidencias de la efectividad de este método, las cuales enriquecen las propuestas de las acciones noviolentas. Por nombrar algunas: la campaña de boicot a los productos de Nike por utilizar mano de obra infantil; la que le puso nombre a las multinacionales que apoyaban el gobierno del apartheid en Sudáfrica, provocando su salida; las campañas contra las comidas rápidas por atentar contra la salud humana o contra Nestlé por desestimular la lactancia materna en África. Ya todas las empresas saben de los costos que puede suponer un bloqueo moral a sus productos, y se vacunan con mensajes que los protejan. De hecho, Nike necesitó vincularse a campañas contra el SIDA para recomponer su deteriorada imagen.
Ya se han hecho importantes avances en la contención de la proliferación de armas atómicas, aunque aún queda camino por recorrer. Sin embargo, los gobiernos del mundo, tan susceptibles a las demandas de nuevas fuentes de energía para un modelo económico que pretende crecer sin límites y de forma sostenida, han planteado como necesaria la opción de la energía nuclear. Los movimientos ecologistas han estado siempre atentos para advertir de los peligros que plantea y han impedido que el silencio cómplice esconda las tragedias que han supuesto los sucesivos "accidentes" de este sistema de producción energética. Gracias a la labor de las organizaciones ecologistas y sus persistentes campañas informativas, la conciencia crece, se manifiesta y pone en el banquillo la continuidad de este tipo de energía.
Cuando los gestores políticos del modelo económico creían que la ciudadanía se había olvidado de Chernobyl, y volvían a la carga con la idea de aumentar el número de centrales nucleares, sucedió lo de Fukushima, y las movilizaciones ciudadanas no solo echaron atrás estos planes, sino que dichos líderes políticos se vieron en la obligación de empezar a poner fechas de cierre a las centrales existentes.
El cine, como expresión artística de las preocupaciones de la humanidad, también ha vinculado estos mensajes, construyendo y reflejando una nueva conciencia, que se hace cada día más planetaria.
De nuevo el nivel de lo simbólico ha estado presente pues, como se decía anteriormente, facilita el mensaje y lo vincula al inconsciente colectivo.
Algunos grafitis del Mayo francés
Prohibido prohibir.
Corre camarada, el viejo mundo te persigue.
Tomad vuestros deseos por la realidad.
Sed realistas, pedid lo imposible.
La acción no debe ser una reacción, sino una creación.
La imaginación al poder.
El sueño es realidad.
Tengo algo que decir, pero no sé qué.
Exagerar es empezar a inventar.
Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre.
Las trabas impuestas al placer excitan el placer de vivir sin trabas.
Cambiad la vida, o sea, transformad sus instrucciones de uso.
Vibración permanente y cultural.
Las paredes tienen oídos, sus oídos tienen paredes.
Decreto el estado de felicidad permanente.
Inventen nuevas perversiones sexuales.
Las mociones matan las emociones.
Debajo del asfalto está la playa.
Le tomó tres semanas para anunciar en cinco minutos lo que iba a iniciar en un mes lo que no pudo hacer en diez años.
La revolución es increíble porque es verdadera.
El bosque antecede al hombre, el desierto le sigue.
Más hago el amor, más tengo ganas de hacer la revolución; más hago la revolución, más tengo ganas de hacer el amor.
Famoso y brillante discurso de la activista medioambiental Severn Suzuki en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992) cuando contaba tan solo con 12 años de edad:
"Hola, soy Severn Suzuki y represento a ECO (Environmental Children"s Organization). Somos un grupo de niños de 12 y 13 años de Canadá intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo.
Recaudamos nosotros mismos el dinero para venir aquí, a cinco mil millas, para decirles a ustedes, adultos, que deben cambiar su forma de actuar. Al venir aquí hoy, no tengo una agenda secreta. Lucho por mi futuro.
Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el MERCADO DE VALORESEstoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones por venir. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo cuyos lloros siguen sin oírse.
Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún lugar adonde ir. No podemos soportar no ser oídos.
Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar en Vancouver, mi hogar, con mi padre, hasta que hace unos años encontramos un pez con cáncer. Y ahora oímos que los animales y las plantas se extinguen cada día, y desaparecen para siempre.
Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán siquiera para que mis hijos los vean.
¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad?
Todo esto ocurre ante nuestros ojos, y seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones.
Soy solo una niña y no tengo soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen.
No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos. Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de estropearlo.
Aquí, ustedes son seguramente delegados de gobiernos, gente de negocios, organizadores, reporteros o políticos, pero en realidad son madres y padres, hermanas y hermanos, tías y tíos, y todos ustedes son hijos.
Aún soy solo una niña, y sé que todos somos parte de una familia formada por cinco mil millones de miembros, treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso.
Aún soy solo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto, y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo. Estoy enfadada, pero no estoy ciega; tengo miedo, pero no me asusta decirle al mundo cómo me siento. En mi país derrochamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aun así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos.
En Canadá, vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.
Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de ellos nos dijo: "Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropa, medicinas, un hogar, amor y afecto".
Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan codiciosos?
No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda. Yo podría ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río; podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; un niño víctima de la guerra en Oriente Medio o un mendigo en la India.
Aún soy solo una niña, y sé que si todo el dinero que se gasta en guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones medioambientales, la Tierra sería un lugar maravilloso.
En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y a no ser codiciosos. Entonces, ¿por qué fuera de casa se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?
No olviden por qué asisten a estas conferencias: lo hacen porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: "todo va a salir bien", "esto no es el fin del mundo" y "lo estamos haciendo lo mejor que podemos".
Pero no creo que puedan decirnos eso nunca más. ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: "Eres lo que haces, no lo que dices".
Bueno, lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren. Los desafío: por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras.Gracias.»
El camino de los nuevos movimientos sociales
Podemos leer en los movimientos sociales nuevas formas de ser, de organizarse expresando una conciencia ética. Es una capacidad social de reinventar la realidad, de creación o de producir actos creativos como lo expresa Juan Pablo Lederach, que llama Imaginación moral a esto mismo. Podemos afirmar que los movimientos sociales se mueven en esta lógica de la imaginación moral la cual cree y actúa sobre la base de que lo inesperado es posible. Opera bajo la visión de que el acto creativo está siempre al alcance del potencial humano, pero que la creatividad requiere moverse más allá de los parámetros de lo que es visible, lo que actualmente existe, o lo que se da por sentado. La imaginación moral no solo piensa por fuera de la cuadrícula, sino que está dispuesta a arriesgarse a vivir fuera de ella (Lederach, 2008, p. 103).
Epistemológicamente, la imaginación moral tiene una gran fuerza para interpretar y construir la realidad desde dimensiones que transcienden lo lineal, lo sincrónico, lo mecánico. Es como si nos situara o nos quisiera avisar que la realidad es, al mismo tiempo, antes, ahora y después, lo que plantea la necesidad de una visión periférica que nos ayude a trascender la visión de túnel con la cual solo se ve hacia delante.
Esta visión periférica fue la que se evidenció en el encuentro del movimiento antiglobalización en Seattle (1999) donde se dio cita la diversidad social vivida y caminada durante las décadas siguientes al Mayo del 68. La necesidad de manifestarse en contra de la globalización económica planteó y posibilitó un punto de encuentro de las múltiples propuestas de transformación, con motivaciones y campos de acción distintos, pero todas en el camino de concretar la necesidad del cambio; ello trajo consigo un fortalecimiento de todos los esfuerzos, grandes o pequeños.Los nuevos movimientos sociales lograron confluir en Seattle después de tres décadas de aprendizajes. Allí se pudo ver el camino recorrido. Cientos de acciones, muchas de ellas surgidas de motivaciones personales o de pequeños grupos, que se habían posibilitado históricamente por la necesidad del cambio en el que está inmerso el mundo de los humanos, necesidad que se ha expresado construyendo un espacio de acción que Scott (2003) llama lainfrapolítica, un lugar situado en la periferia y al margen de la pretendida omnipresencia de los poderes de centro.De alguna forma, la infrapolítica, más que construir un discurso y unas prácticas contrahegemónicas, está constituyendo un nuevo discurso que emerge en lógica creativa. La oposición es, por definición, una práctica supeditada, pues depende de la existencia previa de aquello que confronta. Lo que está surgiendo es un acto profundamente estético, con existencia propia y al margen de aquello que critica o condena. Pepa Roma (2001) nos facilita un ejemplo que da cuenta de ello: Nader, antiguo activista contra la guerra de Vietnam, fundó en solitario Public Citizen con el objetivo de investigar y dar a conocer al público las actividades de las grandes compañías y sus prácticas, amparadas en una política que privatiza el interés general. Hoy cuenta con más de 300.000 asociados.
Un proceso histórico de todo esto que venimos señalando es la persistencia e identidad de la protesta ante la globalización económica; estos movimientos han construido un nuevo cauce: la altermundialización, recogida por el Foro Social Mundial, que acuña no solo una crítica definitiva sobre el modelo neoliberal y su dictadura económica, sino que crea los espacios para la construcción colectiva de otros mundos posibles. Su primera reunión se realizó en la ciudad brasileña de Porto Alegre, en 2001, definiéndose como un espacio abierto para el encuentro, el debate democrático y la elaboración colectiva de propuestas que procuren una sociedad planetaria orientada hacia una relación fecunda entre los seres humanos y de estos con la Tierra (FMS, 2001). No tiene la pretensión de convertirse en una instancia representativa de las personas y organizaciones que concurren a sus reuniones, sino que más bien crea un espacio de democracia participativa y directa en la que los acuerdos se van construyendo con el aporte colectivo, sin que ellos tengan ningún efecto vinculante.
Es una tendencia de los nuevos movimientos sociales, en clara concordancia con la diversidad de géneros, etnias, culturas, generaciones y capacidades físicas que lo conforman, y alternativo a las tentaciones del unanimismo hegemónico. Para ello, nadie estará autorizado a manifestar, en nombre del Foro y en cualquiera de sus encuentros, posiciones que fueran atribuidas a todos sus participantes.
También rechaza el uso de la violencia como medio de control social por parte de los Estados, propugnando por relaciones igualitarias, solidarias y pacíficas entre las personas, etnias, géneros y pueblos, condenando a todas las formas de dominación o de sumisión de un ser humano a otro y el respeto por la naturaleza como actitud responsable con las generaciones futuras.
Es importante resaltar que el Foro Social Mundial acoge la resistencia social noviolenta como una característica común de los movimientos y entidades que espera articular, entendiéndola como una capacidad que hay que desarrollar.
Más allá del pacifismo
Para el desmonte de la legitimidad de la violencia ha sido fundamental el aporte del movimiento pacifista. Ya hemos visto que la presencia del sentimiento antiguerra es tan antiguo como la guerra misma y ha crecido en la medida en que ha aumentado la barbarie. Hemos bebido de reflexiones radicales como las de Tolstói, que no acepta la guerra ni siquiera en casos de agresión externa por una razón moral, que se afinca en la deshumanización inevitable a que conduce la misma, y por una razón práctica que, según sus análisis, termina reproduciendo aquellos problemas que pretendía solucionar; dicho de otra forma, por inútil.
Pero también el pacifismo ha trascurrido en medio de una sociedad ideologizada, es decir, marcada por formas de pensar cerradas que han establecido los límites entre el bien y el mal y que han llevado a construir pacifismos relativos. Por poner un ejemplo: no se puede negar que las movilizaciones contra la intervención en Vietnam tenían un sesgo contra las intenciones imperialistas de EE. UU., que llevaban a no condenar, al menos no con la misma pasión, las intervenciones del bloque soviético. O viceversa, según la posición ideológica de la que se partiese.
A continuación, algunos rastros del camino, situaciones históricas que han permitido la elaboración de nuevos cauces que iluminan la discusión entre el pacifismo absoluto y el pacifismo relativo:
Uno de ellos ha sido la amenaza nuclear: no es posible que haya ganadores en una guerra con armas atómicas, solo perdedores, y la casi segura destrucción de muchas formas de vida, entre ellas la humana. Las divisiones ideológicas empezaron a perder sentido y el pacifismo empezó a conectarse con la protección de la vida, porque amenazar la vida de los "enemigos" ponía en peligro también la vida de los "amigos".
Las movilizaciones de los pacifistas contra la instalación de misiles nucleares, especialmente en Europa, contribuyó a aumentar la consciencia de la humanidad sobre este punto de no retorno.
Otro aspecto importante fue evidenciar la barbarie de las guerras. Hasta bien avanzada la década del 60, estas barbaridades estaban restringidas al enemigo derrotado, como los campos de concentración nazi. Conocer el horror vivido por la población civil vietnamita en la masacre de My Lai, los efectos del napalm o del agente naranja, conectó la sensibilidad humana con el dolor humano, que no tiene ideologías.
Tampoco lograron sostenerse estas divisiones cuando se conoció el sufrimiento producido por los Kmer Rojos en Cambodia y los millones de asesinados en aras de la revolución, los gulag en la antigua Unión Soviética, los nuevos campos de concentración de las guerras de los Balcanes o del apartheid en Sudáfrica, el inmenso campo de encerramiento que supone la Franja de Gaza, los de los campos de refugiados en Somalia, los que se van conformando con millones de desplazados en Colombia; todas las ideologías matan por igual a civiles inocentes. La humanidad empezó a sentir como propio el dolor del otro, y los pacifistas se multiplicaron para amplificar lo que sucedía, sin importar dónde fuese ni quién lo provocase.
Por otro lado, el aporte de las reflexiones para la paz ha contribuido a dilucidar las verdaderas razones de las guerras, y los intereses que se esconden detrás de las luchas por la libertad o la justicia social. Entender la violencia de la guerra como una construcción histórica y cultural ha abierto la posibilidad de vivir sin ella. Profundizar sobre la violencia estructural ha develado los intereses económicos y geoestratégicos que se camuflan detrás de cualquier cruzada contra el mal, y que la libertad humana ha quedado reducida a la libertad de mercado.
Las reflexiones de los distintos feminismos han ayudado a entender que las guerras se aprenden en las justificaciones de las violencias de géneros y generacionales, y que la cotidianidad es uno de los ámbitos importantes para deconstruirlas.
El ecologismo ha puesto el énfasis en las destrucciones ecosistémicas de las guerras, pero su reflexión sobre la diversidad también nos ha ayudado a entender y a valorar la diversidad humana y cultural, como una fuente de riqueza que debe trascender el unanimismo, importante sostén ideológico de la guerra.
El pacifismo no es solo una oposición a las guerras, sino también un referente de reflexión sobre sus causas y consecuencias y un esfuerzo más en la deconstrucción cultural de la violencia en la que está empeñada la humanidad. El movimiento pacifista ha trascendido sus propios límites, ha ido más allá de sus propias fronteras, ha construido una concepción universalista sin perder sus particularidades.
Si el movimiento feminista está deconstruyendo la violencia en las relaciones cotidianas, y el movimiento ecologista, la violencia contra la naturaleza, el movimiento pacifista está deslegitimando la violencia de la guerra (de toda guerra). El movimiento hippie le dio un impulso significativo.
Su profunda influencia en los cambios la podemos observar si comparamos la percepción que se tenía de la guerra hace 100 años, y la que se tiene ahora. El deterioro de los asuntos del honor, del amor a la patria, del heroísmo que proveían de hombres a los ejércitos regulares e irregulares, ha llevado a estos a profesionalizarse en muchos países del mundo. La transformación de muchos veteranos de la guerra del Vietnam en pacifistas se ha convertido en un símbolo de la derrota moral de las guerras en el alma humana.
No podemos olvidar la importancia de los movimientos por la objeción de conciencia, no solo por sus enconadas luchas a que se reconozcan jurídicamente sus argumentos (éticos, religiosos, políticos, etc.), sino por la influencia de su posición moral en la sociedad. Su profunda incidencia la podemos ver en que la principal argumentación de los pacifistas de hoy, activistas o no, es su rechazo a la guerra por razones morales.
Estos aprendizajes, sostenidos en estas décadas, se evidenciaron en las manifestaciones contra la guerra en Irak, en el año 2003. Fue la primera movilización de carácter global y también fue la primera convocada a través de medios virtuales. Millones de personas en el planeta se hicieron presentes para decir "No en mi nombre", que no fue otra cosa que decir: ustedes tienen el poder para hacerlo, pero no cuentan con mi apoyo ni mi aprobación; no usen lo más importante que me identifica como persona concreta, real, consciente: mi soberanía, mi autorización, mi beneplácito, mi aquiescencia; no pueden hacerlo diluyendo su responsabilidad concreta de gobernantes en una delegación de soberanía ciudadana; no tienen nuestro consentimiento; aunque no se pueda evitar, no se consiente.
La valoración de los esfuerzos individuales está dando como resultado un nuevo concepto de empoderamiento, que ayuda a superar la idea de que solo las grandes gestas transforman la realidad.
La caída de las fronteras
Acorde con el sueño de John Lennon, solo unos años después de expresarlo en "Imagine", algunas fronteras físicas e ideológicas que separaban al mundo y lo dividían con un profundo contenido simbólico, así como divisiones basadas en supuestas superioridades raciales, empezaron a desmoronarse.
El Muro de Berlín y la cortina de hierro eran la materialización de las fronteras establecidas por la guerra fría y la expresión del dolor humano infligido en los últimos cincuenta años. Elapartheid en Sudáfrica legalizó y pretendió legitimar la opresión sobre la mayoría de la población levantando cercas, creando guetos, educando para el servilismo y persiguiendo como terrorismo cualquier amago de libertad. De la misma forma, como eran símbolos de división que legitimaban la cultura hegemónica y sus imaginarios atávicos, su caída no son solo hechos históricos producto de situaciones particulares, sino también signos de los tiempos, que nos hablan de la transformación de aquellos mecanismos culturales que necesitan de los límites para definir las pertenencias y sus sentidos y que permean todos los ámbitos de la vida humana: la nacionalidad, el género, la especie, la religión, los partidos políticos, las instituciones privadas y públicas y hasta la posesión de un trozo de tierra que se define por las cercas y los muros que le levantamos para garantizar el dominio sobre él.
¿Qué es lo que hace que se precipiten los acontecimientos sin un cerebro que los anime? No sabemos responder con certezas a esta pregunta. Indudablemente es una lección de humildad para tantos especialistas que se creen poseedores del análisis de coyuntura correcto, y es una razón de esperanza para todo esfuerzo humano, así sea pequeño, por cambiar la realidad que nos circunda. Demasiado rápido, uno de los polos de la guerra fría reclamó, por descarte, el éxito de su propuesta, sin saber reconocer el significado rotundo de la caída de aquello que se mostraba como verdad inevitable.
Cuando se cae un muro lo que se evidencia es la existencia de los que quedan en pie y sus propias contradicciones. Eso fue lo que ocurrió en la noche del 9 de noviembre de 1989: la población de Alemania Democrática fue capaz de superar el miedo al poder que la había paralizado durante casi tres décadas de existencia del Muro y que la había dividido en una sola noche de 1961.
Las movilizaciones ciudadanas se multiplicaron en Dresden, Berlín, Leipzig… Cantando We shall overcome, establecieron una conexión simbólica con las marchas por la libertad de la década del 60 en EE. UU. El Gobierno de Honecker (citado por Meyer, 2009) no se mostraba dispuesto a tolerarlas: Debemos estar preparados para impedir estos actos contrarrevolucionarios si es menester, con un arma en nuestras manos" (p. 171). Todo hacía prever una masacre: Nos entrevistaban y te consideraban no fiable si no estabas dispuesto a disparar contra los manifestantes (p. 172). Sin embargo, la amenaza del terror no pudo inhibir la fuerza de las expresiones sociales.
No se dio como el resultado de un "proyecto" exhaustivamente planeado. Es más, ningún avezado político hubiera podido imaginarse lo que estaba por ocurrir en tan poco tiempo.
Hoy nos encontramos ante cambios que trascienden la posesión de los medios y los modos de producción. Para una cultura que sobrevive gracias a la existencia de un contrario, la desaparición de este revela que es posible una forma de relacionarnos sin que las identidades tengan que definirse por oposición, y empezamos a entender lo difícil que esto nos resulta.
Es otra característica de los tiempos que vivimos y que estamos aprendiendo colectivamente. Son revoluciones que surgen de un sentir compartido colectivamente en las relaciones cotidianas, pero sin un claro y evidente liderazgo unipersonal que las jalone. Son la sumatoria de los pequeños poderes que se expresan en la aparente fragilidad de la periferia social.
La paradoja de "el poder de la fragilidad" nos muestra que la llamada lucha de los contrarios, en muchos casos, no es sino el complemento entre realidades que se nos presentan culturalmente como opuestas. La lógica de las paradojas empieza a mostrar caminos alternativos a la lógica dualista que sostiene a la cultura sedentaria.
La fuerza de la desobediencia civil de Thoreau, la resistencia activa de Gandhi con su Fuerza de la Verdad, replicada en el Movimiento por los Derechos Civiles en EEUU; la fuerza moral de la Noviolencia, el cuestionamiento del poder autoritario de las primaveras del 68, la desobediencia masiva del movimiento hippie, la deconstrucción de las fronteras cotidianas de géneros de los nuevos feminismos, la consciencia global promovida por los grupos ecologistas sobre la amenaza de la especie que, de alguna manera, incidió en que el desastre de Chernobyl no fuera acallado por el poder soviético; la deslegitimación de la violencia que sostiene las guerras lograda por los miles de pequeños esfuerzos de los pacifistas, que le restó piso y legitimidad a la guerra fría; la horizontalidad de los nuevos movimientos sociales, todo ello pareció ser recogido por las movilizaciones de 1989, que dieron como resultado la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la cortina de hierro y, con ello, el derrumbe de la Unión Soviética y su dominación sobre la Europa del Este. Con estos hechos, el mundo descubrió de nuevo las razones pragmáticas y morales de la propuesta de la Noviolencia. Al mismo tiempo que se caían las fronteras físicas en Europa del Este, las fronteras raciales en Sudáfrica -que habían levantado cercas por todo el país para concentrar en guetos inmensos a la población mayoritaria, que habían legalizado la segregación y la exclusión a través del apartheid y que habían penetrado las identidades con la certeza de la superioridad racial- empezaban también a caerse, después de décadas de lucha.
En 1948, mientras que el mundo se escandalizaba cada vez más ante la evidencia de los horrores de los campos de concentración nazi, en Sudáfrica, los afrikaners, con una ideología similar, montaban un régimen igual, ante el silencio cómplice de los países "civilizados". Sus referentes de la verdad, la ciencia y la religión demostraban la superioridad que legitimaba la dominación. De nuevo el imaginario atávico que naturalizaba la preponderancia de los fuertes sobre los frágiles. En 1960, se establecieron ocho territorios en los que se concentró a la población negra de todo el país.
La oposición a todas estas leyes fue liderada por el Congreso Nacional Africano, que organizó en el mismo año una protesta pacífica, en el distrito de Sharpeville, similar a la protagonizada por Gandhi durante su estancia en Sudáfrica, a principios del siglo XX: invitaron a la población a quemar en público las cédulas que, como pasaportes dentro de su propio país, necesitaban para transitar por fuera de los territorios determinados por el gobierno sudafricano. Las fuerzas de seguridad del régimen respondieron disparando contra la población.Nelson Mandela manifestó entonces el dilema profundo que se plantea entre los métodos de la Noviolencia y los de la violencia, cuando el opositor no tiene ningún reparo en disparar sobre la población.
La lucha contra el apartheid en Sudáfrica mostró que la Noviolencia es un aprendizaje en proceso que va arrinconando progresivamente los métodos de la violencia, en la medida en que se va evidenciando la incapacidad de los mismos para trascenderla y posibilitar mundos mejores, pero también camina de la mano de la construcción y del descubrimiento de un poder alternativo.
El trabajo de Steve Biko con su propuesta de Conciencia Negra fue fundamental para este tránsito. Como Gandhi, Biko develó que la esclavitud también se aloja en la identidad colectiva, haciendo de la libertad una quimera. La lucha de Steve Biko se centró en la necesidad de recomponer la dignidad de la población negra sudafricana, primordial para el descubrimiento del propio poder y condición para conseguir las transformaciones necesarias.
El poder de la Noviolencia bebió en la fuente de este descubrimiento. Su lucha se encontró recogida en la película de Richard Attenborough (1987): "Grito de libertad", De la misma forma que el Black Power y del Black Pride, por su fuerza simbólica, influyeron en la población afroamericana, el movimiento por la "Conciencia Negra" procuró el descubrimiento del propio poder a través de la certeza de la propia valía y la propia dignidad, en aras de superar el victimismo que reproduce las relaciones de la cultura hegemónica.
Esto suponía tumbar las fronteras más difíciles, que son las que se instalan en la cultura, negando cualquier posibilidad de ver y leer la realidad en otras lógicas, soportando la opresión en el tiempo y legitimando, de paso, el poder establecido. La fuerza pedagógica de este mensaje fue la semilla para acciones de la ciudadanía negra sudafricana, como los bloqueos económicos a los comercios de los blancos, que se sucedieron en la década del 80 de forma persistente y que confirmaron el inmenso poder de la gente. Miles de niños, niñas y jóvenes se manifestaron en el distrito de Soweto, en 1976, contra este tipo de enseñanza que procuraba la servidumbre voluntaria. El gobierno de Sudáfrica respondió disparando contra la multitud, asesinando a más de trescientos estudiantes. La indignación mundial ante estos hechos los convirtió en el principio del fin del régimen del apartheid.
De nuevo, un sentido profundo de humanidad contribuyó a la deconstrucción de la pretendida legitimidad de las violencias institucionales. Esta indignación y la persistencia del gobierno de Sudáfrica en su actitud, convirtió a este país en un paria internacional. Una tras otra, las compañías internacionales retiraron sus inversiones, y los gobiernos extranjeros impusieron sanciones al comercio. La liberación de Nelson Mandela se convirtió en un símbolo universal de la lucha contra el apartheid y de la libertad humana, realizándose conciertos por su libertad en diferentes ciudades del mundo.
Al salir de la cárcel, en febrero de 1990, Nelson Mandela contribuyó de forma definitiva a la demolición de los muros racistas: en lugar de aumentar el tamaño de las divisiones, como mucha gente esperaba, invitó a construir el País del Arco Iris, un país sin las fronteras que separaban por el color de la piel y en el que cupieran por igual la mayoría negra y la minoría blanca. No ha sido fácil el camino. Las transformaciones culturales son de más largo aliento y no se corresponden con el tiempo de las transformaciones políticas.
Las primaveras de 2011
Llevábamos ya unos años desde la eclosión del sistema financiero y todo parecía ocurrir según lo previsto: naturalización de la crisis, que no era otra cosa que asemejarla a un desastre natural en el que las víctimas no tienen un responsable a quien señalar, y su consecuente aceptación conformista. Se decía: "es una más de las crisis cíclicas del capital", como si se hablara del clima y sus huracanes en el final del verano de cada año. Las consecuencias sociales de este "fenómeno natural del capitalismo" parecían ser asimiladas pacientemente por la población.
El modelo capitalista actual, con la hegemonía del capital financiero, importa las ganancias hacia el centro y exporta las pérdidas hacia la periferia: se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Aunque no es el propósito de este trabajo adentrarse en el análisis del desastre financiero de los últimos años, no sobran algunas "perlas" que dan cuenta de algunas causas de las crisis y del método utilizado para "solucionarlas". Se dedicaron 230.000 millones de euros de fondos públicos, solo en España, para salvar a los bancos y a las cajas. Cada ciudadano español ha aportado 4.983 euros entre 2008 y 2010, mientras los beneficios de los bancos han sido de 24.000 millones de euros en 2008 y 20.000 millones de euros en 2009. El descenso en las ganancias en 2010 lo han reportado como pérdidas. Al tiempo, el hueco fiscal de los gobiernos se subsana con mayor endeudamiento, a intereses leoninos, que no es otra cosa que hipotecar el futuro de la ciudadanía y la garantía de pago se mide en recortes del gasto social y el consecuente desmonte de las responsabilidades de los Estados con su ciudadanía. En Portugal, el gobierno dedicó 4.000 millones de euros de contribuyentes para nacionalizar y salvar de la quiebra, producto de sus prácticas especulativas, al Banco Portugués de Negocios. Una vez saneadas sus finanzas, su venta fue impuesta por la UE y el FMI dentro del plan de rescate. Se vendió por 40 millones de euros. El gobierno norteamericano, en 2011, estuvo a punto de una cesación de pagos. La mayoría republicana en la Cámara de Representantes aprobó por fin una autorización de 2.2 billones de dólares en el aumento del cupo de endeudamiento, con la condición de un plan de recortes de los gastos sociales y en contra de la propuesta demócrata de aumentar los impuestos a los más ricos. La sola guerra en Afganistán le ha costado al fisco estadounidense entre 2.3 y 2.7 billones de dólares.
Es en este contexto que surge lo que se está nombrando como "las primaveras de 2011". No se trata de construir la historia de estos movimientos, sino de ver sus aportes a la cultura emergente, que estamos llamando cultura de la Noviolencia, centrando nuestra atención en Túnez, Egipto y España. No sobra decir que no se restringen a estos tres países. Todo el mundo árabe se ha visto, de alguna forma, conmocionado por esta especie de efecto dominó. En Portugal, Grecia, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, por nombrar solo algunos países de Europa, ha habido movilizaciones con características similares en su forma de convocatoria, en sus expresiones públicas, en la participación de ciudadanos que no se han caracterizado por su militancia partidaria. Aunque las razones puedan ser diversas: en contra de la energía nuclear, por la situación social y económica, los recortes de los gastos sociales, etc., hay un denominador común que es un llamado a una nueva ética. Estas revoluciones están cuestionando de fondo este principio ético al denunciar el poder que se enriquece, domina y mata a costa de la miseria colectiva:
Pareciera como si estas movilizaciones ciudadanas estuvieran recogiendo y decantando los aprendizajes colectivos de los últimos ochenta años, a través de lo que se podría llamar una especie de ósmosis social, similar a lo ocurrido en la Experiencia del centésimo mono.
En todas ellas se observa la opción por la resistencia sin violencia como forma de confrontar las distintas violencias de los Estados, directas y estructurales, construyendo con ello una fuerza moral para sus propósitos y suscitando empatías con sus causas en la ciudadanía global.
Han surgido de un profundo sentimiento de indignación ante hechos que convocan lo mejor del espíritu humano, ante situaciones que han desgarrado la sensibilidad y han convocado la esencia de la vida humana, trascendiendo fronteras de todo tipo. Por sus características noviolentas, han sido llamadas revoluciones blandas y se inscriben en la historia al lado de otras con similares características como "la revolución de los claveles" (Portugal) o "la revolución de terciopelo" (antigua Checoslovaquia). De hecho, a la rebelión en Túnez se le llamó "la revolución de los jazmines".
En los sucesos de Túnez y Egipto esta opción fue mucho más desconcertante para una opinión mundial que llevaba más de 10 años construyendo una simbiosis entre las culturas musulmanas y el uso de la violencia por supuestos motivos religiosos. Los poderosos medios de comunicación en manos de los monopolios noroccidentales en EE. UU. y Europa, que de muchas formas apoyaban sus dictaduras al asimilarlas con sus intereses económicos y geoestratégicos, transmitían esa imagen de forma persistente, construyendo un nuevo eje del mal difuso, pero claramente identificable con la cultura del Islam.
Estas movilizaciones también están aportando a la cultura de la Noviolencia con la construcción de un nuevo universo simbólico: las manos arriba como señal de indefensión, pero también de fortaleza, como la fuerza de los desarmados que es capaz de inhibir la aparentemente invencible fuerza de las armas. La imagen se repite en Túnez, en España, en Egipto, en Yemen, en Dubai…, explicitando con ello su decisión de no agredir a su oponente, porque su fuerza es de otras características.
El poder de la fragilidad se hace símbolo y desconcierta a los que se ufanan de su fuerza física, armada de fusiles o de bancos, porque les devuelve como en un espejo la imagen de su propia destrucción. Y el símbolo está adquiriendo tal fortaleza que el uso de las armas solo ha conseguido que estos movimientos se afiancen y se multipliquen. Ejemplo, los desalojos realizados por la policía en Puerta del Sol, en Madrid, y en Plaza Catalunya, en Barcelona, solo consiguieron fortalecer el movimiento y aumentar las empatías ciudadanas con el mismo.
También está haciendo camino para convertirse en un símbolo de las manifestaciones globales salir a marchar con zapatos en las manos en alusión a la pérdida del respeto reverencial al poder que está presente en la cultura hegemónica y que, de alguna forma, también implica sobreponerse al miedo al castigo, que ha sido fundamental para el control social. Cuando se pierde el miedo se rompe la cadena de la obediencia, y los mecanismos de represión pierden su fuerza simbólica, que es la que construye su legitimidad y garantiza la sumisión. Este gesto tiene su origen en una reacción de indignación de un periodista iraquí que le lanzó un zapatazo a Busch en una rueda de prensa en 2008.
La Noviolencia es una salida que desconcierta al poder y posibilita puntos de fuga creativos en la búsqueda de nuevas formas de hacer y pensar la realidad que les ha tocado vivir. Saben también la importancia de deconstruir el dualismo amigo/enemigo y que la Noviolencia plantea la alternativa de la humanización del opositor, evidenciando que el problema es cultural, porque también están atravesados por esa concepción del mundo que necesita ser cambiada; por ello, con las primaveras de 2011 aparece por primera vez con tanta claridad y tanta fuerza el tema de la opción por las estrategias de la Noviolencia:
En el caso de Túnez, lo que prendió la mecha de las manifestaciones contra el régimen de Ben Alí fue la inmolación de Mohamed Bouazizi, un joven vendedor de frutas de Sidi Bouzid que decidió echarse encima un galón de gasolina y prenderse fuego en frente de la estación de policía, como protesta por los continuos atropellos a los que se veía sometido por parte de los uniformados. La indignación encontró cauce. Era el 17 de diciembre de 2010. El 14 de enero de 2011, el dictador buscó refugio en Arabia Saudita, después de 23 años de poder despótico. Es muy posible que Mohamed no tuviera ninguna intención de suscitar una protesta generalizada contra el régimen, como tampoco formaba parte de la intención de Rosa Parks, aquel día de 1955 en Montgomery, el despertar la solidaridad con su gesto que desembocó en un boicot de más de un año al sistema segregado de autobuses.
Esto no configura un método, pero sí permite dar valor a pequeños actos que, de alguna forma, son expresión individual de un sentimiento colectivo, suaves movimientos de aire que se van juntando hasta desatar una tormenta. La frase "lo que hagas es insignificante, pero es muy importante que lo hagas" (Sabiduría.com, 1999-2013), atribuida a Gandhi, responde a esta nueva concepción del poder de lo frágil.
Otro aspecto para resaltar en Túnez, al igual que en Egipto y en España, fueron las redes sociales del ciberespacio como un instrumento para la convocatoria a las manifestaciones en las distintas ciudades, desdibujando con ello la idea de que solo los medios masivos de comunicación son los depositarios por excelencia de transmitir e interpretar la realidad.
Con ello se han fortalecido las dimensiones horizontales de las organizaciones, al empezar a prescindir de la mediación vertical, desdiciendo de la máxima que dice que lo que no aparece en los medios de comunicación, no existe. El poder de la información se está desplazando del centro a la periferia, como un signo de nuevos tiempos.
La experiencia de Túnez explicitó también otra dimensión de la fortaleza de los frágiles, centrada en un sentimiento de solidaridad internacional que se expresó a través de estas nuevas tecnologías.
Los activistas de Anonymous aportaron su fortaleza a la revolución tunecina. En Egipto, fue el asesinato del joven Khaled Saeed, en julio de 2010, víctima de la violencia policial, lo que suscitó la indignación colectiva. ElShaheed, creador del grupo Facebook "Todos somos Khaled Said", tomó la decisión como acto individual ante la conmoción que le produjeron las imágenes del joven asesinado.
Podemos observar otra característica importante del cambio cultural: el liderazgo colectivo. Los organismos de seguridad están preparados para reprimir, torturar y hasta desaparecer a quien ejerce influencia sobre la población, pero son incapaces con un sentimiento colectivo y generalizado. Somos incapaces de entender que muchas de las muertes colectivas de la historia son precisamente las que han sido guiadas por líderes de ideas claras.
Otro elemento importante de estas primaveras ha sido la inmensa diversidad de procedencias, motivaciones, religiones, opciones políticas, géneros, edades, clases sociales que se han dado cita en ellas, sin que necesiten acuerdos previos ni supongan trabas para juntarse. Esto ha sido un motivo más de desconcierto para los narradores de la historia oficial. En Egipto, no lograban entender cómo compartían propósitos los coptos y los musulmanes, cuando les hubiera gustado calificar la revolución como islamista, para desacreditarla. En España, no comprendían cómo muchos asistentes a las asambleas manifestaban su intención de votar en las jornadas electorales del 22 de mayo, cuando hubiera sido más sencillo calificarlos a todos como antisistema o resentidos sociales, anarquistas enemigos de la democracia y del Estado Social de Derecho. No han entendido nada.
Eduardo Galeano insinúa que un mundo distinto está sucediendo, se está gestando al interior de este que existe; vale la pena resaltar en las movilizaciones en Túnez y Egipto la participación activa de las mujeres, por ser sociedades culturalmente más patriarcales, si cabe, que las llamadas occidentales, donde el camino recorrido por ellas tiene más historia y mucha más incidencia. En España, la participación femenina ha sido hombro a hombro. La aparente separación entre política y economía sólo esconde la real supeditación de la primera a la segunda. El gobierno de Islandia decidió preguntar a sus ciudadanos si aceptaban pagar la crisis, y estos lo rechazaron en dos ocasiones sin importar que, para la segunda ocasión, se hubiesen reducido los intereses del plan de rescate. En palabras del mismo presidente Olafur Ragnar Grimsson: Las antiguas condiciones de pago eran muy injustas: las nuevas son mejores, pero si los islandeses van a tener que cargar con una deuda de sus bancos deben tener derecho a decidir (Dylan, 2011, p. 65).
Hay cada vez mayor conciencia de que el problema es estructural y, como dicen los movimientos ecologistas, no hay salidas sin un cambio profundo de la cultura que nos atraviesa y su modelo económico, que naturaliza las consecuencias desastrosas sobre la viabilidad de la vida en el planeta. Crece la certeza de que el problema es de humanidad.
Muchas cosas se podrían decir de lo que sucede en un movimiento vivo y de sus profundas significaciones. Hasta ahora han logrado ir construyendo nuevos retos que los mantiene actuales, pero su huella ya está puesta en la historia que une y mantiene vivos a los hippies, a la gente de las primaveras del 68, a las luchas contra el racismo, al sexismo, por la libertad, por la paz, por el reencuentro con los equilibrios de la vida, que son todas ellas experiencias en la ruta humana por construir una nueva cultura que posibilite de nuevo la vida.
La posibilidad de un mundo mejor nos seduce y necesitamos avanzar en esta sensación, cada vez más socialmente sentida, de la imposibilidad de la vida en la ruta señalada por intereses ruines como la acumulación descontrolada. Las primaveras de 2011 nos devuelven el aire; son como una bocanada de oxígeno en el límite de la asfixia.
INVICTUS
Poema de William Ernest Henley
Fuera de la noche que me cubre,
negra como el abismo de polo a polo,
agradezco a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las feroces garras de las circunstancias
ni me he lamentado ni he dado gritos.
Bajo los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero sin inclinarse.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
es inminente el Horror de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
A manera de epílogo
Cuando decidí poner el punto final a este escrito, empezó a sonar en el sistema aleatorio de mi música un poema de Mario Benedetti, en la voz de Susana Rinaldi, en el que encontré el profundo sentido de mi esfuerzo y, por ello, no puedo dejar de compartirlo (palabras del autor Carlos Eduardo Martínez H.):
Por qué cantamos
Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil
usted preguntará por qué cantamos.
Si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza
usted preguntará por qué cantamos.
Si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro
usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino
cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta.
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.
Ensayo del poder de la Noviolencia
Configuramos un espiral de violencias y contraviolencias sin precedente. Somos parte de un escalada de actos de intolerancia, corrupción, marginación y discriminación. Somos parte de la globalización de la violencia. Presenciamos modelos y estilos violentos de convivir, gobernar y educar. Modelos y estilos que se caracterizan por la vigilancia para el castigo y la intolerancia que lleva a la confrontación. Modelos y estilos donde las decisiones se toman sin la participación de aquellos sectores siempre-presos de la exclusión. Modelos y estilos cuyos motivos son el individualismo, la competitividad y el lucro desmedido. Modelos y estilos que, ciertamente, nos han legado una alta "ganancia de violencias".(2)
La globalización de la violencia es un fenómeno que presenciamos, en sociedades ricas como en sociedades pobres, en sociedades con tradición antimilitarista como en sociedades con tradición bélica, en las relaciones interpersonales como en las relaciones con la naturaleza, en generaciones jóvenes y adultas como en generaciones ancianas y niñas. Según Jorge Werthein (1997), representante de la UNESCO en Brasil, la violencia en sus variadas manifestaciones se perfila como un síndrome de nuestra nueva sociedad moderna excluyente. Un estudio realizado por varios organismos adscritos a las Naciones Unidas, apunta a Latinoamérica y el Caribe como una de las regiones mas violentas. En países occidentales "civilizados" y "pacíficos", la creciente violencia es igualmente alarmante (Werthein, 1997; Herra, 1991). En muchos países, la violencia ha llegado a niveles insólitos e insospechados – como testimonian las trágicas experiencias de balacera y muerte en varias escuelas en los Estados Unidos.
Irónicamente, en muchos países la violencia ocurre con mayor frecuencia en contextos domésticos e intrafamiliares. Se observa también, una creciente y preocupante tendencia de comportamiento agresivo en las mujeres, quiénes han comenzado a emular – desde edad temprana – los modelos masculinos patriarcales. Más aún, la alta incidencia y reincidencia de menores en la actividad criminal es alarmante y lamentable.
Puerto Rico no es excepción. En nuestra sociedad se ha ido perdiendo el valor de la vida, y se fomenta un culto a la violencia en una cultura de muerte. Gran parte de nuestros periódicos y noticiarios han devenido en crónicas de sangre. Estructuralmente, también somos recipientes de enormes violencias. Esta carencia y abandono institucional se manifiesta en quebrantos de salud mental, que con frecuencia devienen en experiencias de cárcel, o en la muerte trágica callejera de un número significativo de nuestros jóvenes.
La violencia desgarra también los esfuerzos de renovación escolar. Nuestras 1,547 escuelas públicas han demostrado ser un espejo de la sociedad puertorriqueña. Irónicamente, nuestra política pública educativa pareciera ser: Cerremos escuelas no-rentables, encerremos cada escuela en una "ZELDA"(3) y abramos más celdas en nuestras cárceles. Nuestras instituciones de educación superior tampoco escapan a estas realidades.
Lamentablemente, para enfrentar las violencias, se escogen caminos de igual o mayor violencia punitiva y represiva, que dinamiza aún más el ya ágil espiral de violencias. Ciertamente, nos compete a todas y a todos, cerrar las puertas de muerte y violencia que se abren a cada paso, y echar a andar por caminos que puedan imaginar y esbozar culturas alternas. Ciertamente, también le compete a las comunidades universitarias pues…
? Cabe subrayar que la educación superior no es un simple nivel educativo. En este peculiar período signado por la presencia de una cultura de guerra, debe ser la principal promotora en nuestras sociedades de la solidaridad moral e intelectual de la humanidad y de una cultura de paz construida sobre la base de un desarrollo humano sostenible, inspirado en la justicia, la equidad, la libertad, la democracia y el respeto pleno de los derechos humanos (UNESCO, 1997, 39).
No, no ha llegado aún el fin de la historia. Mucho menos el fin de la esperanza, pues como bien ha afirmado Federico Mayor, Director General de la UNESCO…
? La apertura y el diálogo son los medios, la paz, la democracia y la seguridad, los objetivos para lograr un futuro que refleje lo mejor de las diversas culturas, las distintas regiones y la condición humana que compartimos. Sólo nosotros – todos [y todas] juntos – podemos 'asomarnos' y escribir la primera página de la historia del futuro. No, el año 2000 no es el 'fin de la historia'. Pero debería ser el fin de esta historia, de la historia de la guerra (UNESCO, 1994, 1).
Sabio sería iniciar nuestra travesía, a partir de un aforismo ghandiano que pone el acento en el quehacer que exige el valor al cual aspiramos y que afirma la coherencia entre medios y fines: "No hay camino a la paz; la paz es el camino" (Hicks, 1993, 30). Sabio sería también evocar la exhortación de Francisco Matos Paoli, para que – bajo ninguna circunstancia – permitamos la proscripción, la malversación o el suicidio de nuestra esperanza (1989, 57-58).
VIOLENCIA, PAZ Y CONFLICTO: LABERÍNTICOS TRENZADOS.
A través de la historia, los conceptos violencia, paz y conflicto, han estado íntimamente entrelazados. Y es que se requiere una visión de la paz plena, presente y en positivo, pues…
? La paz significa algo más que la ausencia de guerra y de conflicto; es un concepto dinámico que debe considerarse en términos positivos: la presencia de la justicia social y la armonía, la posibilidad de que los seres humanos realicen plenamente sus posibilidades y gocen del derecho a una supervivencia digna y sostenible (UNESCO, 1994, 4).
Más aún, se requiere un modelo holístico de la paz, una "paz integral", una paz democratizada, de manera que podamos…
? Vivir la paz como un concepto, una meta y un proceso activo, dinámico, creativo, con repercusiones directas en nuestra vida cotidiana. Democratizar en definitiva este derecho fundamental (Jares, 1991, 7).
El conflicto es inherente a la paz. Una política y práctica educativa explícita de "paz conflictual" es por ende esencial para contrarrestar nuestra heredad bélica. El que las partes en un conflicto – sea éste de naturaleza política, cultural, económica, social o interpersonal – puedan "sentarse a la misma mesa", requiere la creación de relaciones de confianza y de procesos de mediación, consenso y reconciliación. Estos procesos parten de la premisa de que la manera más eficaz para resolver los conflictos entre "enemigos", "adversarios" o "antagonistas", es promover su cooperación para el logro de una meta de mutuo beneficio. También se fundamenta en el propiciar las posibilidades de poder que radican en la sociedad civil y en las organizaciones no-gubernamentales (Ortega Pinto, 1996; Padilla, 1996; UNESCO, 1994, 1995a).
Algunos teóricos hacen distinciones entre "establecer", "mantener" y "consolidar" la paz, y "prevenir" el conflicto. La ONU, por ejemplo, cuenta con organismos especializados en dichos ámbitos, y matiza las diferencias en términos de fines y estrategias. Consideran el "establecimiento de la paz" (peacemaking) necesario para "poner término" a los conflictos. Una vez lograda la paz, orientan sus esfuerzos al "mantenimiento de la paz" (peacekeeping o peace enforcement). Mediante la "consolidación de la paz" (peace-buiding), se proponen fortalecer y afianzarla, con miras a evitar que se reanuden los conflictos. Y abordan la "diplomacia preventiva", con la finalidad de anticipar los conflictos y solucionarlos – antes de que irrumpa la violencia (UNESCO, 1994).
La forma más idónea de aproximarse a los conflictos en todo contexto, sin embargo, no es mediante vías y fuerzas bélicas – sino a través de su resolución constructiva y creativa. Aproximación por los bordes de la conflictividad que no destruye, sino que problematiza y desafía. Acercamiento que recalca lo que no es, ni debe convertirse jamás, la resolución de conflictos: Una receta de paz a cualquier precio, en la cual los poderosos "establecen la paz" sobre los "sin-poder"; o un acto de coerción para "mantener la paz" (Bejerano, 1995; Prutzman, 1990; McCollough, 1991).
Deberemos acercarnos al conflicto como parte natural de nuestra vida. Como algo inevitable que dice presente y ocupa de manera constante todo nivel de nuestra cotidianidad – personal, interpersonal, intra-grupal o internacional. Será necesario pues re-crear nuestras controversias – asumiendo la paz y el conflicto – no como opuestos, sino complementarios. Será necesario además, no enmarcar los conflictos en un esquema polarizado – propio de una batalla a ganar o perder – sino en una problemática solucionable a ser resuelta con apertura y equidad a los sentimientos, temores e intereses de todas las partes (Fisas, 1987; Johnson, 1995; McCollough, 1991; Rodríguez & Juvenal, 1988; Wichert, 1989).
Al educar para la "paz conflictual", se hace igualmente necesario, descifrar el laberíntico trenzado entre los conceptos violencia, conflicto y paz – y marcar los hitos de su evolución. Es en esta teorización acumulada, que subyacen las huellas del amplio y diverso legado de la "Educación para la Paz". Y es a partir de esta teorización, que han emanado variados matices y múltiples veredas educativas.
EDUCACIÓN PARA LA PAZ: HUELLAS DE UN LEGADO RELEGADO
Las huellas de quienes nos antecedieron son imprescindibles para apre(he)nder nuestros legados. Pues como acertadamente expresa en su canto la admirable voz de Mercedes Sosa…
? Cada paso anterior deja una huella… que lejos de borrarse se incorpora…
Dichas huellas indican que las diversas concepciones religiosas y seculares de la paz son tan viejas como la propia institución de la guerra (Hutchinson, 1986, 1996). Desafortunadamente, este amplio legado ha estado verdaderamente relegado. Este ocultamiento, no debería sorprendernos, pues como afirma el educador por la paz francés, Paul Lederach…
? La historia siempre se escribe desde la perspectiva de los guerreros, los ricos, los reyes y poderosos, o sea, todo lo que no ha sido, ni ha representado el pacifismo y la noviolencia(1986, 68).
A la Educación para la Paz se le ha denominado desde sus orígenes de innumerables formas y maneras. Podemos develar su historia, a través del bagaje de los variados matices, énfasis, concepciones y prácticas que estos apelativos encierran. Historia que confirma que no ha sido ni es un lujo, una moda pedagógica pasajera, o una invención teórica recién acuñada. Historia cuyo saldo ha sido considerarla como necesario "derecho-deber" del educador y del educando (Visalberghi, 1984).
Son muchos los aconteceres, iniciativas e inspiraciones que han hecho de la evolución de los estudios sobre y para la paz, una realidad urgente y pujante – desde lo personal a lo global – sobre todo, durante las pasadas tres décadas (Burns & Aspeslagh, 1996). El investigador y educador por la paz español, Xesús R. Jares (1991, 6-7), ha identificado cuatro "grandes hitos-generadores" – que ha denominado "olas" – en su evolución. Privilegia Jares en su interpretación la metáfora de la "ola", ya que aunque algunos de los aconteceres que reseña se desplazan temporalmente de forma paralela – no necesariamente comienzan en un mismo punto, ni irrumpen con igual intensidad.
Según el autor, nace la Educación para la Paz a principios de siglo, en una "Primera Ola", junto a su nodriza la Nueva Escuela – movimiento de renovación pedagógica de gran influencia histórica. A finales de 1945, y a partir de la Segunda Guerra Mundial, en una "Segunda Ola" se crea la UNESCO y otras entidades y normas de naturaleza internacional. Esta "ola" cuenta con la experiencia previa y contribución de las asociaciones y sindicatos de la enseñanza. La "Tercera Ola", recoge la amplia contribución de los movimientos pacifistas y de la noviolencia. La "Cuarta Ola", gira en torno a la Investigación para la Paz. Surgen en este período nuevos y más radicales presupuestos educativos para la Educación para la Paz. Estas cuatro grandes inspiraciones o discursos, convergen en los 80's, en una "Quinta Ola", caracterizada por la diversificación y auge de la Educación para la Paz. Esta Quinta Ola se manifiesta en numerosas experiencias educativas renovadoras que se inscriben en un "inequívoco signo pacificador" (Jares, 1991, 11).
No obstante coincidimos con Jares, en nuestro propio recorrido histórico-normativo – hemos incorporado otros antecedentes e iluminaciones que ciertamente provocaron otras oleadas. Particular énfasis hemos dado a tres marejadas que Jares considera tangencialmente y que a nuestro juicio ameritan mayor atención: (a) la vida y obra de grandes creadores y pioneros que han iluminado nuestros senderos educativos; (b) la historia de coloniaje y esclavitud que violentó nuestros pueblos; y (c) nuestra heredad común de violencias, que presentan los actuales riesgos y desafíos globales. Hemos optado, sin embargo, por la metáfora de la "huella", para resaltar el legado – o más bien camino y reto prospectivo – que nos han dejado estos maridajes y marejadas de pasos, que aunque distintas convergen y se confunden en nuevas pistas y pisadas.
Las siguientes "Siete Huellas", a nuestro juicio, constituyen rastros significativos del gran legado la Educación para la Paz, tal cual la conocemos hoy en sus diversas variantes.
Primera huella: Legado del pacifismo y la noviolencia…(4)
El movimiento pacifista y noviolento – en sus variadas etapas y matices – contribuyó ampliamente al nacimiento y evolución de la Educación para la Paz. Sus raíces primigenias se remontan al siglo VI a. de J.C., cuando Mahavir, fundador del Jainismo, privilegió el principio de la ahimsa o noviolencia como paidea religiosa, primer deber moral y máximo valor educativo (Vidal, 1971).
Se han identificado otras influencias de naturaleza filosófica-religiosa-educativa, arraigadas en la tradición y cultura oriental. Entre éstas: La amalgama en Buda de los conceptos deahimsa y piedad, y la vocación espiritual de los "voceros chinos de la paz". Posteriormente, la prédica de Cristo y la práctica de los primeros cristianos nos dejarían un legado ético pacifista de incalculable valor. De hecho, ciertos movimientos radicales del pacifismo cristiano, anteceden el pacifismo moderno, pues se enfrentaron a violencias estructurales e institucionales como el racismo, la pobreza, la pena capital y la guerra (Haring, 1989; Jares, 1991; Lederach, 1986).
Los movimientos del pacifismo histórico fueron muy variados; tendrían sin embargo, ciertos elementos comunes : (a) Su postura pacifista se expresaba como consecuencia de una fe radical; (b) Su expresión de fe se traducía a la vivencia cotidiana; (c) De forma abierta y crítica, fomentaban cambios sociales y políticos; y (d) De manera explícita, confrontaban las estructuras de poder – incluyendo las instituciones religiosas (Lederach, 1986).
La historia tiene a su haber variados surgimientos que denotan pacifismos de otras naturalezas. Son pacifismos, que aunque no emanan del pacifismo ético-religioso ni comparten la noviolencia ghandiana, responden a los signos de los tiempos. Tal es el caso en el siglo XX de movimientos, tales como los de resistencia popular no-armada, los antimilitaristas, los antinucleares y los ecológicos. También se destacan, las iniciativas pacifistas lidereadas por grandes pensadores, científicos, creadores y educadores.
La repercusión de la noviolencia sería tal, que para los 70's, ya el reconocido sociólogo Gene Sharp (1973), llegaría a identificar sobre 200 técnicas noviolentas practicadas a través de la historia. No debe extrañarnos pues que, a mediados del siglo XX, un cura-maestro italiano, Lorenzo Milani, desde la cátedra abogara por una pedagogía de la desobediencia…(5)
? Yo no puedo decir a mis alumnos que la única manera de amar la ley es obedecerla. Sólo puedo decirles que deben honrar las leyes… de forma que las cumplan cuando sean justas (es decir, cuando son la fuerza del débil); cuando vean, por el contrario, que no son justas (es decir, cuando sancionan el abuso del fuerte) habrán de luchar para cambiarlas…(Jares, 1991, 69).
Tampoco debería sorprendernos que dos décadas atrás, la UNESCO resaltara explícitamente la objeción por conciencia como derecho inalienable del ser humano y fundamento educativo válido…
? Debe concederse un lugar apropiado en esta enseñanza al derecho de todo ser humano a negarse al servicio militar en calidad de objetor por conciencia, así como el derecho a oponerse a la obligación de hacer la guerra y de matar (UNESCO, 1980, en Jares, 1991, 74).
Segunda huella: Creadores y pioneros de la Educación para la Paz.
El legado heredado a través de la vida y obra de las y los grandes pensadores, científicos, creadores y maestros ciertamente puede iluminarnos sobre cómo educarnos para edificar culturas menos violentas. En una cultura de la inmediatez y de escasez de genuinos modelos, sus huellas y senderos, pueden ser alentadores para que las nuevas generaciones aprendan a trascender espiritual y éticamente.
A partir de la filosofía de la noviolencia y con un matiz de naturaleza ético-espiritual, por ejemplo, tres grandes maestros y creadores serían guía e inspiración durante el siglo XIX: Mohandas Karamanchand Ghandi, Leo Tolstoy y Rabindranath Tagore. Históricamente, sería esta tríada responsable de articular el pacifismo histórico con las técnicas de la noviolencia y la labor pedagógica (Jares, 1991, 12-13).
Este pacifismo de corte humanista, personificado durante este siglo por figuras de la talla de Bertrand Russell y Albert Einstein, se ha expresado sobre todo en contra del creciente militarismo y la carrera armamentista. Otros personajes de la literatura y del arte – como Ernest Hemingway, E.E. Cummings y Aldous Huxley – también han expresado sentimientos similares (Jares, 1991). De igual manera, las culturas híbridas y voces milenarias de los pueblos originarios, nos han estado hablando sobre la vigencia de su sabiduría ancestral, tanto en torno a la paz interior, como a la paz con la naturaleza (Pascual Morán, 1997).
El proyecto ético-pacifista de estos pioneros seres, se encarnó en sus prédicas, personas y obras – por medio de la fuerza interna de la noviolencia. Sus enseñanzas – las cuales implican una clara postura de rechazo al poder, a la fuerza y a la respuesta a la violencia con más violencia – tendrían una influencia mayor en las prácticas pedagógicas contemporáneas. La profundidad de su filosofía educativa profética implica una convergencia de los medios noviolentos con los fines de una "paz en positivo" – capaz de revelar las injusticias estructurales (Jares, 1991; Lederach, 1986). Dicha "paz positiva" tendría como reto mayor, según Albert Einstein, la transformación del pensamiento en aras de nuestra sobrevivencia…(6)
? Nuestro mundo está amenazado por una crisis cuya amplitud parecen no comprender los que tienen el poder para tomar las grandes decisiones que pueden acarrear el bien o el mal… Es esencial introducir un nuevo modo de pensar si queremos que sobreviva la humanidad. (Laloup, 1964, 289).
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