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La misión del estado nuestroamericano y el trabajo societal

Enviado por César Barrantes


Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Coyuntura nuestroamericana
  4. El caso de la República Bolivariana de Venezuela. Notas breves
  5. Bibliografía

Resumen

Se trata, una vez más, de una provocación epistémica sobre los desafíos que se le vienen planteando a la singular praxis del trabajo social disciplinarista, academicista y tecno-burocráticamente organizado, a la luz de inéditos procesos de construcción del socialismo de SXXI que una diversidad de países han puesto sobre la palestra política internacional. Si algo está cambiando radicalmente en el mundo y el metabolismo del sistema capitalista ha ingresado a una inimaginable crisis sistémica, ¿qué podrá estar necesitando ser cambiado en la ciencia, la universidad, la investigación, la filosofía, la política, la ideología, la religión, la cultura? ¿determina dicha crisis algún tipo de entropía en el trabajo social y sus diferenciales prácticas académicas y de campo?, ¿cómo nos representamos los ámbitos constituyentes de subjetividad y objetividad del trabajo social?, ¿a qué racionalidad, a qué problemáticas intentamos responder?, ¿cómo nos representamos la relación con otros profesionales y cientistas que se ocupan también de la intervención social y están implicados en el proceso mismo de satisfacción de carencias y potenciamiento de aspiraciones sociales? Son brújulas intelectuales cuya paradojal finalidad no es aniquilar la duda ni desvanecer el gozo de la perplejidad. Como la razón, sólo nos orientan en el trabajo de proyectar fragmentos de puentes que apenas insinúan itinerarios posibles para recorrer distancias inagotables, discontinuas, inefables, problemáticas como las existentes entre mente/mundo, reflexión/acción, promesa/esperanza, pensamiento/acción, acción/logro, logro/satisfacción. No intentamos responderlas, sino que a su propósito hemos construido un discurso que apunta a un horizonte sobre la problemática implicada en dichas cuestiones. No aportamos conclusiones, mucho menos contundentes, al estilo de los pensamientos inductivo y deductivo. Éste prueba que algo tiene que ser; aquél muestra que algo es operativo actualmente y nuestra práctica abductiva nos sugiere que algo puede ser. La realidad trabajada es conjetural, indiciaria, discontinua y pletórica de incertidumbres y problematizaciones. Nuestro recorte de realidad se basa en la experiencia reciente del trabajo social en Venezuela; asimismo, en investigaciones, análisis documentales y entrevistas realizadas por el autor a colegas de diversos países.

PALABRAS CLAVES: Nuestramérica, imperio, República Bolivariana de Venezuela, trabajosocietalogía.

Introducción

Orientado por las brújulas intelectuales del resumen, he ordenado nuestra comunicación en tres apartados.

  • I. Coyuntura nuestroamericana, formulamos, no sin esquematicidades, el escenario geopolítico nuestroamericano en sus relaciones e impactos de la política imperial y su narcoeje con Colombia y Afganistán al que se ha sumado México. Asimismo, damos cuenta de las agresiones directas, veladas, manipuladas y distorsionadas que el imperio mantiene contra los países que se han salido de su autoproclamado patio trasero y han optado por la integración regional desde los pueblos, clases y naciones y la vía pacífica y constitucional hacia el denominado socialismo de siglo veintiuno. Cerramos el apartado dejando abierta la discusión sobre los estados ético-sociales de derecho de justicia y de democracia participativa y protagónica.

  • II. El caso de la República Bolivariana de Venezuela, señalamos que el siglo veinte fue el más corto de la historia nacional, pues se inició en enero de 1936 cuando el país comenzó a explorar imágenes-horizonte de modernidad capitalista y culminó, luego de diez años de agonía transicional iniciada con el tristemente célebre Caracazo de 1989, en diciembre de 1998, cuando el comandante Hugo Chávez ganó masivamente las elecciones presidenciales, instaurándose el comienzo de un proceso democrático y constitucional de una larga transición a un socialismo de corte decididamente anticapitalista y esencialmente humanista, éticosocial, geobioeconómico y cristiano en lo social, y de amplio protagonismo de las comunidades étnico-populares. Luego de algunas caracterizaciones y datos sobre los cambios cualitativos de la calidad de vida de la población y los logros del Plan Nacional de Desarrollo Socialista que emana de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, queda abierta la discusión sobre los retos que este tipo de procesos significa para la academia universitaria y con ello a las ciencias y tecnologías humano-sociales.

  • III. El trabajo social desafiado desde una mirada venezolana, que no es separable ni mucho menos incongruente con los anteriores. Es lo que me permite esbozar las contradicciones de una disciplina, si bien pletórica de esperanzas programáticas de investigación activa por hacerse, por otro lado, preñada de ultradisciplinariedad conservadora. Ello en aras de la práctica de muchos de sus agentes que, por un lado, pareciera, no se sienten aludidos por los desafíos del siglo veintiuno, y, por ello, no comprenden el desafío geohistórico y político que el cambio de época en marcha que viene rebasando las configuraciones societales y, por ende, la formación universitaria impartida en los claustros.

Es posible entonces, pensar que los esfuerzos por producir conocimientos y saberes, pudieran permitirnos inaugurar geoestrategias conducentes a lo siguiente: la refundamentación del campo problemático que es el trabajo social mismo, sea, la constitución de éste en un campo societal de convergencias pluralmente sintéticas y transdisciplinarias de prácticas singular-colectivas y ecosistémicas, sea, trabajocietalógicas liberadoras, emancipadoras y descolonializadoras. Asimismo, de construcción tendencial de los fundamentos de una epistemológica y, por lo tanto, de una ontológica y una hermenéutica del indicio y del acompañamiento en el lugar mismo en donde los sujetos sociales realizan sus proyectos de inmortalidad, de vida y reproducción societal.

Es lo que, me parece, estamos procurando, al embate de las demandas societales, en diversos países al Sur del Río Grande.

Si al final de la comunicación los lectores y las lectoras quedan atrapados por el intento de problematizar sus inserciones en la teoría y práctica de las cuestiones abordadas, podré dar por satisfecho el metaobjetivo planteado para esta ocasión. Este texto, que se ha escapado de mis manos, queda a disposición de todos y todas para ser apropiado, realimentado, rescrito y resignificado. Fraternalmente pero sin concesiones éticas políticas.

Coyuntura nuestroamericana

En el mundo occidentalista de factura euro-anglo-yanquicéntrico, algo viene metamorfoseándose desde los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo veinte, más profundamente desde finales del siglo XX y más radicalmente en lo que va del siglo XXI. Por un lado, con el inicio de la construcción del socialismo de siglo veintiuno en diversos países nuestroamericanos, y, por otro, con la crisis político-económica y de legitimidad del modelo capitalista, cuya ideología legitimadora es el neoliberalismo ultraconservador, encarnado en los países de la denominada vieja Europa, Inglaterra y los mismos Estados Unidos del norte de Nuestramérica y demás países subordinados al imperio como Chile, Colombia, México y otros.

Lo anterior, a partir del rebasamiento de una de las modernidades –la hegemónica y dominante, expoliadora y negadora del Otro- hoy globalmente imperializada y en crisis sistémica por sus propias obras que, habiendo tomado cuerpo entre los siglos catorce y quince y haber sido encarnada en el método asexuado y desespiritualizado de Descartes, fue pragmáticamente hedonizada por la denominada sociedad de masas de la segunda posguerra mundial y por las olas consumistas, cada vez más compulsivamente alimentadas por los medios de propaganda masiva, sin más criterio que la amoralidad, la aceptación del genocidio como práctica cotidiana, la guerra sin fin contra el mundo no occidental, es decir, no civilizatorio y, peor aún, anticivilizatorio y, por ello, sujeto de satanización y terroristización y, por lo tanto, objeto necesario de ser simplemente desaparecido físicamente– no importa el medio utilizado- pues la denominada sociedad occidental debe protegerse contra los virus contaminantes provenientes de otras civilizaciones que, dicho sea de paso, son más antiguas que la euro-anglo-yanquicéntrica. Asimismo, se considera necesaria la muerte de no menos de 4.000 millones de estómagos inservibles para 2050, según el decir de Kissinger y Rockefeller (Estulin, 2007:60-61).

Ello, considerando que dichos estómagos sólo significan una pesada carga para el desarrollo de la economía imperial. Según Estulin, de este genocidio dosificado a largo plazo, sólo se salvarán las razas china y japonesa y otras que pudieran tener capacidades para obedecer a la autoridad Imperial. En este genocidio planificado, los más de trecientos millones de estadounidenses también se verán reducidos a unos cien millones para 2050. El medio no importa, pero el más importante es la guerra sin fin, sea por las armas, la manipulación de los hechos, la inducción masiva del miedo, la angustia y el terror, así como la captación del inconciente, es decir, las denominadas guerras de quinta y sexta generación…

Se trata de una crisis implicada en la lógica misma del capital (Mészáros, 2007), primeramente sistematizada por el soviético Kondratief en los años veinte-treinta del siglo veinte, y, luego, por el inglés Keynes en los años treinta-cuarenta del mismo siglo, pues el capital –según sus teorías divergentes- se metamorfosea a propósito de sus crisis ondulatorias o cíclicas de corta, mediana y larga duración, siempre conducentes de manera lineal, a estadios superiores de reacomodo y redespliegue del desarrollo capitalista, y así supuestamente ad infinitum.

Es así que:

  • 1) Para unos, se trata de una época de cambios conducentes a una nueva fase del capitalismo, adjetivado de diversas maneras, y frente a la cual no cabe más que la perpetuación del metabolismo del capital hipermercantilizado, hipermilitarizado y, fundamentalmente hiperhumanofóbico (Hardt y Negri, 2000; Chingo y Dunga, 2001, Petras, s.f.).

Para otros, se trata de la modernidad contrarrevolucionaria que se aferra a sus orígenes mercantilistas de Génova y Venecia en aras de lo cual sigue aplastando a las fuerzas que encarnan la modernidad revolucionaria de la igualdad, comunidad y esperanza, así como de la cooperación fraterna y de los valores de la Revolución francesa y de las multitudes europeas de los siglos XVII, XVIII y XIX, en especial de Nuestroamérica; ello para no mencionar las del siglo veinte y las que van del siglo veintiuno. Modernidad que es la misma que sigue sometiendo a pueblos y naciones al genocidio primeramente colonial, posteriormente neocolonial y hoy imperial, que invade países, inventa terroristas, delincuentiza y sataniza por doquier sin autocrítica alguna.

No es nuestro objetivo hacer desarrollos sobre este megaescenario, pero valga la oportunidad para hacer dos puntualizaciones:

1.a) El terror –cada vez más subliminado- encarnado por la modernidad euro-anglo-yanqui-céntrica, viene siendo presentificado como el bien absoluto y la lucha por la salvación de la humanidad y la instauración de un reino eclesial en la tierra; ello, sobre la base de sembrar en el inconciente de amplias masas, la concupiscencia consumista anticartesiana, que sólo se agota al consumir otra mercancía.

1.b) La panorámica compartida por academicistas y profesionistas, que, cualesquiera sean los lugares desde los que nos asomemos a la comprensión y apropiación de la realidad societalmente construida, nos encontraremos con las filigranas brutales de la hipermodernidad imperial, que no sabe pedir perdón.

  • 2) Para otros, estamos asistiendo a un cambio de época, es decir, a una metamorfosis con implicaciones genoestructurales y, por lo tanto, de largo plazo y gran profundidad del sistema capitalista. Es así que algo está en omnicrisis y cuasiderrumbándose por sus propias quimeras, entelequias y fantoches: la denominada pos-neo-modernidad y la globalización ultra-neoliberal conservadora que encarna, con disfraces seductores, la opresión, la explotación, la dominación, la alienación, el estadofobismo, el encapsulamiento individualista y el consumismo concupiscente y la humanofobia.

Evocando al Manifiesto Comunista, podemos decir que un nuevo fantasma está recorriendo el mundo hipercapitalista y, específicamente, nuestroamericano. Me refiero al Otro humanista espinoziano que sigue siendo invisibilizado por la modernidad cartesiana, asexuada y desespiritualizada, propia de la dominación, la conquista y el genocidio. Asimismo, me refiero a la modernidad impugnadora, contestataria, emancipadora y libertaria, cuyos frutos fueron saboreados al mismo tiempo en ambos lados del atlántico en los siglos XVII y XVIII y que en Nuestramérica cristalizó en el pensamiento y testimonio de vida de los libertadores, próceres, héroes y heroínas de nuestros procesos independentistas y autonomistas.

La conciencia de pueblos, naciones, clases, etnias y multitudes parece decir que tal espectro revolucionario se encarna en el sentimiento y la voluntad, de hondas raíces religiosas, míticas y folclóricas, dos de cuyos imaginarios queremos resaltar los dos puntos siguientes:

  • a) El rechazo cada vez más multitudinario y radical, a una globalización imperial depredadora que persiste en poner en peligro la vida misma de la Pachamama o Madre Tierra Patria.

  • b) El pensamiento y la acción de sujetos que se asumen de derecho, justicia, paz y democracia participativa y protagónica.

Se trata de un macroescenario que da cuenta de que ninguna instancia multilateral tiene capacidad jurídica ni legítima ni fuerza política y moral para poner fin a la guerra sin fin. Somos testigos impotentes de la miso-humanidad, significada por un sinnúmero de víctimas inocentes, de millones de desplazados y de la hiper-irracional destrucción de toda la infraestructura física, política, económica de Irak, Afganistán y Libia, para sólo citar unos ejemplos recientes.

Es el brutal e inhumano terrorismo narcoimperial. Y digo narcoimperial porque en Afganistán la producción de opio se ha incrementado a propósito de la decenaria invasión yanqui rumbo a Rusia, y en Colombia la producción de cocaína se ha exponenciado con el Plan Colombia al mismo tiempo que los estados del norte de Nuestramérica se han convertido en el mayor productor de marihuana del mundo: según datos del mismo Departamento de Estado de los EEUU sólo California produce alrededor de $35.000.000.000 anuales, por encima de cualquier producción de alimentos.[1]

En el narcoeje Estados Unidos-Colombia, al que se ha sumado México, la lucha contra las FARC ha sido funcionalizada por el narcoestado colombiano necesitado del sexagenario estado de guerra interna que el gobierno de Uribe quiso regionalizar e internacionalizar sin éxito.

En aras de dicha política, la lucha contra el narcotráfico ha venido significando lo contrario: asegurar a los no menos de 50.000.000 de gringos la droga que necesitan, pues en el supuesto, negado por la DEA estadounidense, de que esos millones de humanos no tuvieran acceso a su droga, los trastornos de conducta individual y colectiva tendrían consecuencias sociopolíticas indeseadas para el régimen de Washington.

Un mundo así fundado sobre la corrupción humanosocial y político-cultural y la degradación del ser humano, sólo puede llevarnos a la destrucción planetaria, a la desocialización de todo vínculo humano y a la guerra concupiscente, como adicción, es decir, sin fin.

Pero además de los factores anteriores, un hecho crucial es que el imperio euro-anglo-yanqui-céntrico ha agotado sus propias fuentes petroleras y acuíferas y, por lo tanto, necesita apropiarse de los recursos naturales de otros países como Iraq, Eurasia, Irán, Libia, Irán y Venezuela…Y donde quiera que estén hay que ir por ellos, sin importar cuántas vidas humanas se pierdan ni cuánta destrucción societal, ecosistémica y planetaria se produzca.

Es así que desde hace varios lustros el régimen de Washington sigue desatando, sin declaración oficial alguna, una guerra encubierta, denominada de cuarta generación o guerra preventiva (Golinger, s. f.; Rodríguez Miérez, Erick, 2005; MPPCI-RBV, 2005; Chomsky, 05/09/2010, Buen Abad, 2011), contra el mundo y los países que constituyen la mayor reserva biodiversa de la humanidad: la amazonia, pero también contra Argentina, Paraguay y Uruguay en donde confluye la mayor reserva acuífera del mundo.

Pero además, sigue arremetiendo contra los países nuestroamericanos que se han constituido soberanamente en la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, en la Unión de Naciones de los Pueblos del Sur (UNASUR) y en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, una OEA pero sin la participación de Estados Unidos y Canadá), aprobada por unanimidad en la Cumbre de Cancún. Asimismo, sigue arremetiendo contra proyectos estructurantes y promisorios en marcha como Petrocaribe y Petrosur[2]el Banco Interestatal del Sur, la humanitaria Misión Milagro Internacional, el Cardiológico Infantil Internacional, la Escuela Latinoamericana de Medicina Comunitaria, Telesur y Radio del Sur, ambas de cobertura mundial, el periódico "Correo del Orinoco Internacional" que circula en castellano, inglés, francés y portugués, la Misión Full Oil[3]que le provee gas barato a más de 250.000 familias pobres en veinticinco estados estadounidenses.

Por sus reservas de hidrocarburos, mineralesagua dulce, biodiversidad y su posición ético-geo-bio-política, Venezuela y con ella Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina, es un codiciado objetivo estratégico del imperio, sólo diferido por la prioridad geopolítica centrada en el control y apropiación del petróleo del oriente medio y eurásico, pues detrás se encuentran dos potencias definidas por el imperio como enemigas: Rusia y China.

En Nuestramérica la realidad es muy distinta a la de la segunda mitad del siglo veinte y, por ello, el salto cualitativo no es lineal ni progresivo, sino de ruptura, de quiebre profundo, inédito y de tan largo alcance, que la percepción generalizada de pueblos y naciones es que hoy estamos más cerca de un nuevo punto de partida, que de un pasado que resultó inviable como democracia inclusiva y como modo de vida cotidiano. Una alianza estratégica se ha venido estableciendo entre algunos gobiernos y amplias multitudes étnico-populares, interclasistas e intercivilizatorias. Y esto significa que de lo que se trata es de:

a) Un desplazamiento radical de las plataformas sociopolíticas, con implicaciones genoestructurales en el escenario de la historia de diversos países.

b) La construcción de un plural punto de partida hacia futuros abiertos, que están necesitando de un trabajo societal sin fronteras, sea, de un proyecto ético, estético y geobiopolítico de producción, circulación y consumo singular-colectivo y metalógico entre conocimientos científicos y saberes étnico-populares e intercivilizatorios.

Es la alborada del siglo veintiuno, inequívocamente anunciadora de una tendencia definida a que los estadocentrismos y estadofobismos den paso a estados sociocéntricos, es decir societalmente centrados y, por lo tanto, de sociedades tendencialmente integrales, inclusivas, protagónicas y dispuestas a apropiarse del estado, la historia y la lógica societal que les pertenece.

Y esta característica está apuntando a la discusión sobre los promisorios estados éticos, estéticos y geo-bio-políticos de derecho y de justicia, cuyo sujeto ya no es el cosificado de la carencia, sino el sujeto de dignidad y reconocimiento en y a propósito del Otro tendencialmente socialista de siglo veintiuno, sujeto que quiere inclaudicablemente autoafirmar su condición humana y su libre voluntad de compromiso con la realización de su deber ser, mediado por las circunstancias promisorias de su aquí y ahora singular-colectivo.

Se trata una discusión pendiente sobre los estados sociocéntricos y de base indo-afro-caribeña que vienen siendo construidos en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y algunos países caribeños, que han asumido radicalmente el desiderato a que se enfrenta toda configuración societal: la traducción y satisfacción de carencias y la potenciación de aspiraciones de todos los involucrados en los problemas propios de la convivencia en sociedad.

El caso de la República Bolivariana de Venezuela. Notas breves

El siglo veinte venezolano, comenzó tardíamente en enero de 1936 a raíz de la muerte del general Gómez quien gobernó al país mediante una férrea dictadura durante casi veintiocho años. Comenzó a tomar cuerpo un proceso de construcción de una modernidad dependiente, reducida a una simple modernización del estado y la sociedad, basada en partidos y organizaciones de masas y la pretensión de construir un estado de bienestar de corte rooseveltiano-keynesiano, signado por una fuerte política militar pero también de asistencia social.

Entre 1945 y 1958 se produjeron tres golpes de estado y se instauraron dos dictaduras, una, de tres años de corte socialdemócrata, y la segunda de diez años, ésta última mediada por un magnicidio que, a la larga, contribuyó a que la dictadura del general Pérez Jiménez fuera derrocada en enero de 1958.

El régimen de Pérez Jiménez estuvo interesado en instaurar un proyecto tecnocrático de desarrollo fundado en grandes obras de infraestructura, empresarial y nuclear que profundizó la construcción del capitalismo en el estado, el mercado, la sociedad y la cultura venezolana, hasta que, en enero de 1958, éste fue derrocado por militares revolucionarios de izquierda y un movimiento social de masas (Trejo, 1977).

A partir de esta fecha, sea, luego de veintidós años de búsqueda formal, se instauró el régimen político bipartidista socialdemócratacristiano –cooptativo, prevendario, proyanqui, burocrático y socioclientelar- que durante cuarenta años propugnó el modelo de clase media ascendente, para el cual los pobres ostentaban esa condición que no podía ser tranformada sino sólo paliada (los indígenas no existieron en el ideario socialdemócratacristiano), basado en la forma de estado cepalino-desarrollista, industrialista, bienestarista y asistencialista, finalmente neoliberalizado a partir de febrero de 1989 y hasta 1998 cuando el comandante Hugo Chávez ganó masivamente las elecciones presidenciales.

Contrariando, a nuestro juicio, la doctrina democrática como modo de vida, los actores políticos y culturales predominantes se transformaron en maquinarias corporativas y tecnoestructuras empresariales, sindicales, eclesiales y partidarias, todas ellas involucradas en la práctica de los poderes de clase y de estado y en la exclusión, cooptación y desaparición física de los movimientos populares, especialmente aquellos con potencialidades contestatarias o alternativas[4]

Fue así que la racionalidad total, que teóricamente pudiéramos decir que le es propia a la estatalidad del estado y a la societalidad de la sociedad, resultó, en un sistema de relaciones en el que todo esfuerzo de abstracción y resignificación por más reales y necesarios que fueran, se reputaban como banales.

En consecuencia con lo anterior, los intereses elitistas equiparados al poder del privilegio, la corrupción y la impunidad -de honda raigambre en la historia venezolana- se impusieron sobre el interés general que se pudiera expresar en la encarnación de una autonomía y capacidad de autogobierno por parte de una sociedad civil que no pudo dejar de ser complaciente, ambigua, gelatinosa y diluida por sus propias obras.

El ensayo democrático liberal-representativo, que tras veintidós años de búsqueda de algo diferente al sistema oligárquico, cristalizó en una organización que entre 1958 y 1998 no logró desarrollar un sentido humanosocial que recubriera el cuerpo entero de la sociedad venezolana y le diera vigencia cotidiana a leyes, costumbres, deberes, derechos, e instituciones.

El desencanto producido por las promesas no cumplidas se tradujo, finalmente, en pérdida de credibilidad, escepticismo y apatía generalizada por haber suscitado ilusiones de certidumbre, homogeneidad, bonanza y armonía sobre la base del modo, políticamente no problematizado, de resolver a billetazos petrodolarizados, los problemas de la convivencia en sociedad.

Fueron las razones por las que su crisis terminal y sus estertores marcaron, a partir de la rebelión popular que dejó a más de mil muertos a manos del ejército entre el 27 de febrero y el 4 de marzo de 1989; asimismo, marcaron la voluntad de millones de venezolanos por la búsqueda de un futuro cuyo punto de partida fue la masiva victoria electoral de Hugo Chávez y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada mediante referendo por el 80% del electorado. Hoy, luego de nueve procesos electorales, el proyecto bolivariano sigue contando con un apoyo popular que supera el 60% de la población.

La nueva época de la venezolanidad, del bolivarianismo, de la indo-afro-americanidad, en fin, la sureñidad –a la que México pertenece a pesar de sus gobiernos neoliberales y proimperiales- viene significando una multiplicidad de procesos –promisorios y, por lo tanto, fronéticos y estructurantes- en todos los ámbitos de la vida venezolana.

Entre estos los siguientes:

  • 1. Resignificación de los poderes imaginarios, simbólicos y reales de los actores sociales, políticos, económicos, militares, eclesiales, culturales, estudiantiles, obreros, partidistas, étnicos y populares sobre la base ético-geo-estratégica del protagonismo integrativo.

  • 2. Reconfiguración de las identidades y diferencias, contradicciones y antagonismos, disensos y consensos, carencias y aspiraciones sociales.

  • 3. Agudización de un enconado, difícil y doloroso reacomodo de los estilos y modos de vida, cuya base de sustentación también está siendo objeto de modificaciones estructurales: el mercado que, paradójicamente desde hace décadas viene siendo sometido a procesos de concentración y segmentación por los mismos capitalistas como estrategia de incremento compulsivo del consumo y de la tasa de ganancia, pero también de relegitimación política frente a la masiva receptividad que viene ostentando el discurso del socialismo del siglo veintiuno.

  • 4. Construcción de nuevas representaciones singular-colectivas sobre la nacionalidad, la estatalidad, la socialidad, la culturalidad, la politicidad, la etnicidad, la economicidad, la colectividad, la cotidianidad, la interregionalidad, la internacionalidad, la mundialidad.

  • 5. Fragua y revaloración larga y difícil del nuevo estado venezolano, cuya integralidad e inclusividad (unidad en la diversidad) en marcha sigue pasando, por un lado, por el refacultamiento y habilitación exitosa de las instancias formales e informales de la sociedad venezolana (diversidad en la unidad); y, por otro lado, por el cambio del modo de relacionamiento del estado consigo mismo y con las instituciones y organizaciones civiles y, por lo tanto, del modo de resolución de los problemas propios de la convivencia en sociedad y los del ecosistema terráqueo. Esta forja sigue transitando por una fase -esperamos más de mediano que de largo plazo- de recentramiento político y estatal sobre bases distintas a las de la segunda mitad del siglo veinte.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde 1998 y el balance histórico es innegablemente positivo en la construcción multitudinaria de un nuevo punto de partida no lineal y no progresivo, es decir, de una nueva plataforma político-cultural e ideológico-simbólica que marca una ruptura radical sistémica en la historia política venezolana.

Se trata de un proceso anticapitalista en el que podemos visualizar prolegómenos de análisis de ruptura, no sólo en el sentido bachelartiano, sino también en el originario sentido aristotélico de la fronesis (Santos 1996:46) y, por lo tanto, no cartesiano y, por ello mismo, pletórico de errancias, omisiones, reintentos y desencuentros fraternos que enriquecen, agregándole valor, a la vida en sociedad.

En el inagotable campo de lo societal, que contiene en sí mismo la posibilidad de la fuga a pasados u orígenes míticos o a cualquier futuro virtual, en especial si consideramos que las salidas a las crisis capitalistas y a las innovaciones tendencialmente socialistas, están determinadas no sólo por los propios términos que las suscitan, sino, también porque sicoanalíticamente estamos atados a la repetición de nuestras formas de pensar, oír, oler, hacer, sentir, soñar y utopizar, que son las mismas que condujeron a las situaciones que deseamos superar y transformar a partir de esos procesos de ruptura no lineal ni ascendente sino del tipo de corrimiento impredecible de placas tectónicas –valga la metáfora geológica- que, después de los terremotos sociopolíticos y culturales –como viene ocurriendo en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y algunos países del Caribe- no se sabe qué de viejo ni qué de nuevo caracterizará la nueva configuración societal en marcha. Pero como afirmó Einstein (1949) a pesar de Freud y Lacan, "… los seres humanos no están condenados…a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos…".

En Venezuela, como en diversos países, está planteada la lucha contra el viejo sistema oligárquico proconsular que se resiste a morir y, por ello, continúa dando coletazos cada vez más desesperados, violentos y fragmentados, muy bien financiados por el régimen de Washington; y esto seguirá y alentándose, hasta que una nueva configuración societal se consolide y desarrolle multitudinaria, participativa y protagónicamente en pos del sueño utópico concreto de Simón Bolívar: hacer de la Patria Grande indoafroamericana y caribeña una sociedad Reina de Naciones, en la que el gobierno hecho estado y el estado hecho gobierno asegure a toda su ciudadanía la mayor suma de democracia, justicia, seguridad social y felicidad. Sueño que ha tenido un grado de concreción en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, al instituir que los ciudadanos y las ciudadanas son sujetos de derecho y de justicia y agentes del poder étnico-popular para ejercer generativamente el derecho a la contraloría social sobre las políticas y a exigir a sus representantes el rendimiento de cuentas públicas, transparentes y periódicas de acuerdo con el programa presentado y aprobado colectivamente, al inicio de la gestión de que se trate.

Mientras el itinerario de esa larga, laboriosa y promisoria transición hacia el socialismo de siglo veintiuno, inspirado en el pensamiento de Francisco de Miranda, de Simón Bolívar y sus maestros Simón Rodríguez y Andrés Bello, así como en el testimonio de héroes y heroínas de nuestros procesos independentistas y emancipadores, dentro de los cuales cabe resaltar la obra del pernambucano general de Bolívar, José Inacio de Abreu e Lima, quien editó en 1955 -siete años después del Manifiesto Comunista– su O Socialismo, va marcando los hitos de nuestra propia historia, veamos esquemáticamente las siete directrices generales que orientan el proyecto político nacional de desarrollo socioeconómico 2007-2013 (http://www.gobiernoenlinea.ve/):

1) Nueva ética socialista: propone la refundación de la nación venezolana, la cual hunde sus raíces en la fusión de los valores y principios más avanzados de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia histórica del pensamiento antimperialista de Simón Bolívar.

2) La suprema felicidad social: A partir de la construcción de una estructura social y un nuevo modelo productivo, humanista y endógeno, se persigue que todos vivamos en similares condiciones, rumbo a lo que decía El Libertador: la suprema felicidad social.

3) Democracia protagónica revolucionaria: para esta nueva fase se consolidará la organización social en aras de redesplegar la independencia, la libertad y la fuerza singular-colectiva del poder originario.

4) Modelo productivo socialista: Con el fin de lograr el trabajo significante, se buscará la eliminación de su estructura jerárquica y de la disyuntiva entre la satisfacción de carencias y la producción de riqueza.

5) Nueva geopolítica nacional: La modificación de la estructura socio-territorial persigue la articulación interna del modelo productivo, a través de un desarrollo territorial decentralizado y desconcentrado, definido por ejes integradores, un sistema de ciudades interconectadas y un habitat sustentable.

6) Venezuela: potencia energética mundial: El acervo energético del país posibilita una estrategia que combina el uso soberano del recurso con la integración mundial; el petróleo continuará siendo decisivo para la captación de recursos y la consolidación del modelo productivo socialista.

7) Nueva geopolítica internacional: La construcción de un mundo multipolar implica la creación de nuevos polos de poder en la búsqueda de la justicia social, la solidaridad y las garantías de paz, bajo la profundización del diálogo entre los pueblos y su autodeterminación y respeto.

Veamos también dos indicadores significantes de la política orgánica de inclusión societal del estado venezolano, de los que se desprenden otros tantos, pero que sólo enumeramos sin pretensiones de exhaustividad (http://www.ine.gov.ve/pobreza/Medicion.pdf):

  • De acuerdo con el índice de Gini[5]América Latina es el continente más desigual del mundo. Dentro de los países más desiguales están Brasil, Chile y Argentina. En contraste con estos y todos los países en donde el neoliberalismo viene causando estragos en la democracia, la economía y la redistribución del ingreso, Venezuela hoy aparece como el país más igualitario en la distribución de la riqueza de nuestra América, pues pasó de 0,48 en el año 1998 a 0,40 en 2009, ubicándose con el coeficiente más bajo de desigualdad al sur del Río Grande.

  • El Índice de Desarrollo Humano del PNUD permite medir el avance de la población, obtener una larga vida socialmente útil, saludable y con acceso permanente a la educación. Para medirlo se reúnen tres dimensiones: salud o esperanza de vida, logro educativo, e ingreso. De acuerdo con estimaciones del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE), el desarrollo humano, es decir, la calidad del modo de vida de los venezolanos ha mejorado sostenidamente, en especial desde el año 2004, cuando se ubicó en el rango alto del índice, que va de 0,80 a 1, y que es el más deseable para el PNUD, para ubicarse en 2008 en un índice de desarrollo humano de 0,8277 y en 2009 en 0,844, cada vez más próximo a uno. Desde 2005, Venezuela se ubica en el rango alto del IDH, especialmente en educación, salud y por el incremento significativo en el nivel de ingreso de los hogares pobres. En menos de una década Venezuela pasó del nivel medio al nivel alto del Desarrollo Humano.

Lo anterior debido a la misión asignada por la sociedad al nuevo estado venezolano que, por primera vez, mantiene una política orgánica de desarrollo integral, cuya noria es la inversión social motorizada por una nueva concepción de la misión societal del estado en todos los ámbitos concernientes a la vida en sociedad, inversión que representa el 60% del presupuesto de ingresos fiscales del país, que durante estos doce años superan los US$ 500.000.000.000 (Bs. al 4.30$). (http://www.ine.gob.ve/):

Es lo que ha permitido equiparar el salario mínimo rural al urbano y elevar el salario mínimo venezolano de $185 en 1998 a US$ 1.230 (http://vtv.gob.ve/noticias-econ%C3%B3micas/30600).

  • Indexar las pensiones y jubilaciones al incremento sostenido del salario mínimo.

  • Masificar las transferencias monetarias directas como becas y facilidades de estudios gratuitos en todos los niveles del sistema educativo, desde el prescolar, la primaria, la secundaria hasta la universitaria de grado y posgrado.

  • Universalizar la jornada escolar de cuatro a ocho horas en las escuelas fundadas en las comunidades escolares integradas por los padres y representantes en conjunto con los consejos comunales y comunas de que se trate. Según la Unesco, Venezuela ocupa el segundo lugar en Nuestramérica y el quinto lugar mundial en tasa de escolaridad (83%) por encima de EEUU que está en sexto lugar.

  • Universalizar la Misión Alimentación que ha ampliado la cobertura desde 252.000 niños en 1998 a más de 5.000.000 en 2010), que reciben dos comidas diarias más la merienda en las escuelas y liceos bolivarianos.

  • Incremento de la población con acceso al agua potable del 82% en 1998 al 97% en 2010.

  • Reconocimiento salarial mínimo al trabajo doméstico de las madres de familia, asi como a los jubilados a partir de los sesenta años de edad.

  • Estimular la intermediación bancaria privada y estatal de apoyo financiero y tecnológico a favor de la expansión para empresas formales con menos de cinco empleados (antes invisibilizadas por el término tercer sector o sector o economía informal), cooperativas de producción de valores tangibles e intangibles de cambio y de uso, y el énfasis en la creación de empresas estatales de producción social, y socialistas agrícolas, industriales y de servicios, y medianas y grandes empresas privadas y colectivas.

  • Lucha frontal contra el latifundio, la pesca de arrastre marítima y fluvial, la industria extractiva de todo tipo antiecológica y contra la especulación, el acaparamiento y el contrabando de productos especialmente alimenticios y de primera necesidad hacia Colombia, así como contra el narcotráfico proveniente de este país con rumbo a Estados Unidos y Europa (actividad exitosa certificada por la ONU).

  • Socialización tendencial de la cadena de producción, distribución y consumo masivo de productos agroindustriales y alimentarios y eliminación de la corrupción, especulación y el acaparamiento por parte de las elites mafiosas comerciales e intermediarias, lo que ha hecho posible reducir la pobreza y pobreza extrema desde el 70% y 25% en 1998 al 23% y al 7% respectivamente en 2010.

Partes: 1, 2
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