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Historia y anti historia (página 2)

Enviado por Rafael Herrera Robles


Partes: 1, 2, 3

En este cambio de visión los protagonistas adquieren mayor conciencia de sus actos libertarios como lo expresara Engels: "las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de una transformación completa de la organización social tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué da su sangre y su vida2".

Antonio Gramsci comenta que la tesis de Hegel de la historia como lucha por la libertad es inherente a la especie humana, cuyo devenir se basa en la lucha entre revolución y conservación, entre libertad y autoridad, expresada en determinada corriente o partido, que ha partir del siglo diecinueve se torna más consciente: "En el siglo diecinueve existe en Europa una conciencia crítica que antes no existía, se hace historia sabiendo lo que se hace, sabiendo que la historia es historia de la libertad2".

Si en el pasado las rebeliones y revoluciones populares son usufructuadas por una minoría, por la clase o elite dominante que se auto arroga la representación de la sociedad, la situación cambia completamente cuando los protagonistas, las clases populares, -en especial la clase obrera- adquieren conciencia de sus intereses que coinciden con los intereses del conjunto de la humanidad.

Si bien es cierto que en el devenir existen avances y retrocesos, es decir, no es rectilíneo, menos está trazado de antemano, pero también es cierto que hasta hoy, -no obstante los obstáculos- la lucha por la libertad ha marcado y marca el derrotero de la humanidad, por lo que, en su generalidad, hay identidad entre historia y devenir. Cuando en el devenir se pierda ese don de hacer historia, de luchar por ennoblecer y dignificar la existencia, será el final de la historia, cuestión que está lejos de suceder.

El devenir basado en relaciones entre clases sociales -de opresores y oprimidos, de explotadores y explotados- es solamente una fase perecedera, con su legado progresivo que contribuye a mejorar la existencia; y sus lastres anacrónicos, arcaicos, contrarios a la convivencia humana.

La opresión sé cohesiona en costumbres, creencias e ideas que legitiman la explotación sobre un conjunto social, sea por parte de una casta, un estamento, una clase social, una nacionalidad, etc., que en la modernidad en su vertiente siniestra y bárbara, a las lacras tradicionales a agregado nuevas, entre ellas el racismo, en contraposición a la vertiente libertaria de la modernidad encarnado por las clases y pueblos oprimidos que luchan por su liberación, reivindicando todo el legado progresivo de la humanidad.

En los tiempos primeros el devenir, entrelazado y subordinado a las fuerzas de la naturaleza, – que según la cosmovisión mítica religiosa-, era considerada como la Madre, sumado a la precariedad de instrumentos, coadyuvó que en las relaciones sociales cotidianas se le cuide y proteja, no existiendo por tanto depredación, o esta era mínima e involuntaria. Lo contrario sucede en la sociedad moderna con el capitalismo donde, a decir de Carlos Marx, a la vez que se mutila al ser humano, se depreda a la naturaleza.

Uno de los mayores lastres en sociedades basadas en clases sociales dominantes y dominadas, es que la mayor parte de la humanidad mutila o pierde toda o parte de la propiedad de sus medios de vida, principalmente tierra e instrumentos, y para sobrevivir, se ve en la necesidad de enajenar su voluntad trabajando para el autócrata, para el amo esclavista, para el señor feudal, para el capitalista, para el burócrata o para el mercado, inmerso en una creciente división social del trabajo que mutila las facultades creativas. La voluntad humana (en dominantes y dominados) se enajena al mundo de las religiones, de las cosas (mercancías) y de las ideologías.

El paso de sociedades de estamentos y castas -legitimados en un supuesto mandato divino y en la supuesta "sangre noble"-, a sociedades modernas en las que se busca explicación a la existencia en el hombre mismo, es decir, en las relaciones sociales engendradas en el devenir, constituye un gran avance en la lucha por la libertad, pero es limitada por la dominación de clase de la burguesía que, sobre todo, al hacerse del poder, muestra que sus intereses particulares, privados, dejan de coincidir con el interés general, tornándose en clase sin historia.

En sociedades clasistas la dominación política tiende a ser monopolizada por las clases dominantes, cada vez más minoritarias, lo que se extrema en el capitalismo donde la burguesía ejerce de modo cotidiano la política por medio de la democracia representativa, mientras que a las mayorías solamente se les permite ejercer su derecho a la "política", en determinados periodos, o en determinadas horas, en los procesos electorales que culminan cuando dan su voto para elegir a sus (supuestos) representantes. Sin embargo, las clases dominadas de modo consciente o inconsciente, subvierten cotidianamente esa manera de hacer política, especialmente cuando luchan por sus reivindicaciones que pueden poner en tela de juicio el dominio clasista.

El ser humano jamás se ha postrado ante las injusticias y la opresión. Desde los remotos orígenes ha inventado, a la par que herramientas materiales, -desde las más simples a las más sofisticadas-, los grandes sueños justicieros, las utopías progresivas, los grandes ideales, a veces emergidas de las relaciones cotidianas para superarlas partiendo de ellas, otras veces debidos a la pura fantasía, pero han abierto derroteros por los cuales ha transitado y transita, en lucha por la libertad.

Mariátegui, que no se cansaba en evidenciar que el capitalismo o los intereses particulares, privados, de la burguesía, han dejado de coincidir con el progreso, o en otras palabras, han dejado de coincidir con los intereses de la humanidad, decía que el hombre no puede vivir sin una fe, sin un gran ideal, sin un "mito" que sirva de derrotero, ya que progresar es realizar utopías, y sin imaginación no hay progreso. Los ideales o mitos surgen de las entrañas del devenir, por lo que cada época tiene sus ideales y mitos propios. Si antaño eran celestiales o ultra terrenales (sobre todo en la visión de las religiones), hoy tienden a ser terrenales, concretos, humanos, porque se busca la justicia y la libertad en la tierra4.

Hay ideales que por su divorcio del cotidiano vivir o por haber dejado de coincidir con bastos intereses sociales se quedan al margen del devenir. Los ideales, mitos y utopías que encarnan las aspiraciones de las multitudes emergen de las contradicciones de la sociedad, pero por más grandes y altruistas sean, por lo general, han quedado pequeños frente a la realidad, frente a la practica, porque, parafraseando a Mariátegui, la vida supera a fantasía, la "realidad" supera a la ficción.

Trotsky, reivindicando los grandes ideales y principios, lo mismo que toda acción llena de nobleza y heroísmo, solía decir que la fe mueve montañas y que un revolucionario puede ser culto o ignorante, pero lo que jamás debe faltar es la fe y esperanza en el porvenir humano. Yoffe, uno de sus discípulos rusos, antes de morir, dejó su mensaje de esperanza: "… hace mas de treinta años que abracé la idea de que la vida humana sólo tiene sentido en la medida en que se dedica al servicio de algo infinito, y para nosotros ese infinito es la humanidad. Trabajar con cualquier propósito finito -y todo lo mas es finito- carece de sentido. Aún cuando la vida de la humanidad llegara a su término, esto en todo caso sucedería en una época tan remota que nosotros podemos considerar a la humanidad como el infinito absoluto. Si se cree, como creo yo, en el progreso, puede suponerse que cuando llegue ese momento de la desaparición de nuestro planeta, la humanidad habrá encontrado mucho antes los medios para emigrar y establecerse en otros planetas más jóvenes… Así, todo lo que se haya logrado en nuestro tiempo para beneficio de la humanidad sobrevivirá de algún modo en las épocas futuras; y en virtud de esto nuestra existencia adquiere el único sentido que puede poseerlo5".

Hasta hoy, el ser humano jamás se ha resignado a las injusticias, a la opresión entre semejantes, a la violencia, a la competencia desenfrenada, a las guerras, que los apologistas del capitalismo lo presentan como parte de la "naturaleza" congénita (biológica) del hombre. Contrariamente a todo eso, se han levantado una y mil veces en lucha, -en tiempos pasados bajo manto mítico religiosos, a los que se agrega en los tiempos modernos, ideales político libertarios-, porque las lacras antes mencionadas, son en su mayor parte, resultante de las relaciones sociales de clases antagónicas que se han formado en el devenir.

Acontecimientos como las guerras mundiales del siglo veinte, con todos sus horrores, fueron producto de las contradicciones del capitalismo, y sus principales protagonistas fueron los países más industrializados, en el continente que se precia más "civilizado". Esos mismos países, en la actualidad, son los principales promotores de la explotación y opresión al resto del mundo, de la depredación a la naturaleza y de los conflictos entre pueblos, sea interviniendo directamente o azuzando ánimos de beligerancia en terceros, de acuerdo a sus intereses. No se trata de la "naturaleza" congénita (biológica) "maligna" de europeos u norteamericanos, sino que su ubicación en el engranaje del sistema capitalista mundial basado en desigualdades y combinaciones los coloca en el centro de la tormenta.

Ernest Mandel señalaba que "la disposición a la cooperación a la solidaridad, al amor al prójimo corresponde mucho más a las necesidades biológicas específicas, a los rasgos antropológicos fundamentales, que la tendencia a la competencia, a la lucha por la opresión a los demás"… "El hombre es un ser social no solamente en el sentido socio económico, sino también en el sentido biológico del término. De todos los mamíferos superiores, es el que nace en un estado más débil, el menos protegido, el menos capaz de autodefensa. La antropología considera al hombre como un embrión nacido prematuramente y provisto por ello de una organización fisiológica que lo hace capaz de un aprendizaje más prolongado, y de una adaptabilidad casi ilimitada, gracias a la actividad y la socialización en el curso de un año de existencia como embrión extrauterino. La filogénesis confirma aquí la ontogenia que en el origen de la especie humana se encuentran esos mismos procesos de activación (nacimiento de una praxis deliberada) y de socialización6".

No confundir la rebeldía, la imaginación, la aventura, la osadía, para sobreponerse a la adversidad, con la hostilidad y violencia alimentada por regímenes basados en clases sociales. Si bien es cierto que junto a la predisposición a la cooperación, fraternidad y solidaridad, dosis de violencia y hostilidad entre semejantes anidan en las entrañas del ser humano, en parte, por "herencia" biológica de los tiempos que se confundió con el resto del mundo animal; también es cierto que hay la tendencia de que esa herencia negativa tienda a superarse, inmerso en relaciones sociales cada vez más humanas. Incluso en especies animales, ciertas predisposiciones instintivas de salvajismo, hostilidad y violencia han sido superadas en su devenir.

Nos hemos ocupado de la acción humana, de la historia como lucha por la libertad, que hasta hoy es el soporte del devenir. Otra acepción de historia se refiere al instrumento mental, a la disciplina o ciencia social dedicada a la interpretación y reflexión sobre el acontecer social, con la finalidad de descifrar todo el proceso humano, con sus avances y retrocesos.

La mayor parte de historiadores del ámbito académicos dividen el devenir humano entre "pre historia", época anterior a la escritura, he "historia", desde la aparición de la escritura, dejando fuera de la historia milenios de años en los cuales, en sucesivas generaciones el ser humano, en diversidad de culturas, ha hecho revoluciones y descubrimientos de vital importancia que han mejorado y dignificado su existencia, dejando una gran legado libertario a la posteridad.

La historia para nosotros se remonta a los orígenes, cuando la criatura que a la postre devino humana, comenzó hacer esfuerzos instintivos para superarse así misma como condición de supervivencia, diferenciándose del resto de animales, en un proceso de humanización que hasta hoy prosigue, distanciándose cada vez más de sus raíces ancestrales más "salvajes" y "bárbaras". La mentalidad mágica religiosa cumplió un papel fundamental en el inicial proceso de humanización, como código de vida y como cosmovisión que busca explicación sobre el origen y el lugar del hombre en el universo. En el trayecto de milenio de años los dioses, además de cambiar, envejecen y hasta mueren. Las propuestas religiosas para no quedar desfasadas del devenir se reforman, se transforman, – adquiriendo cada vez más rostro humano- desembarazándose de sus aspectos más retrógrados y arcaicos, en un proceso de desreligionización, que en la historiografía moderna se conoce como secularización del mundo.

El legado progresivo de las religiones, entre ellas el amor al prójimo, la prédica de justicia y libertad se desacraliza (desreligionaliza), porque suman cada vez más las muchedumbres que reivindican esos valores al margen de las religiones, lo cual en los tiempos modernos, son cohesionados por la filosofía y las ideologías políticas. Este proceso de desreligionización (o desacralización) inmerso en la contradicción entre lo divino y lo humano (terrenal) se ha evidenciado desde los orígenes, cuando la vida cotidiana contradecía (y contradice) ha menudo los postulados mágico religiosos.

Uno de los pasos más significativos en el devenir, conjuntamente a la utilización instintiva de instrumentos –por ejemplo, una piedra, un madero, etc.- y posterior construcción conciente de los mismos, conjuntamente a la domesticación de plantas y animales, es la aparición o creación del lenguaje articulado, a partir de lo cual se logra dar un salto cualitativo en el proceso de humanización.

La importancia de la escritura en el devenir nadie discute, y la aparición de la misma en las culturas es señal de gran avance, ya que permite graficar el acontecer. Pero la escritura no es sino un peldaño en el devenir humano.

La división entre historia y prehistoria poniendo de base a la escritura es un artificio, una invención, debido en parte al ansia de dejar atrás el pasado considerado ignominioso, por lo que se pretende comenzar el camino poniendo un lindero; y por otra parte, se debe al etno europeísmo, tendiente a legitimar el dominio al resto del mundo por Europa desde la época de los descubrimientos y conquistas con el surgimiento capitalista, al margen de que la escritura no fue creada primero en Europa, sino, inmerso en un desarrollo autónomo y paralelo, en culturas de Asia y Africa.

(En el Tawantinsuyo existían los Quipus, que ha decir de Arnold Toynbee, constituye una forma de escritura "no convencional". Se reconoce que fue un sistema contable, aunque no se descarta que puedan contener historias, es decir, ideas, relatos, no descifrados todavía. Lo que llama la atención en el devenir de la cultura andina -ecuatoriana, peruana, boliviana- es la existencia, al igual que en otras culturas de la antigüedad, de grafías primitivas en los restos arqueológicos, que son el comienzo de la escritura "convencional", por lo que es pertinente hacernos la pregunta de sí los Quipus pueden haberse creado partiendo o teniendo en cuenta por lo menos en parte esas representaciones primigenias o siguieron un proceso diferente)

Volviendo a la ciencia de la historia ¿Por qué no se pone como lindero entre "historia" y "pre historia" a la aparición del lenguaje articulado, a la domesticación de plantas y animales (agricultura y ganadería), al descubrimiento del fuego, a la construcción de instrumentos, etc.?

Para nosotros, la prehistoria pertenece al mundo donde la criatura que devino humana, se confundía y entrelazaba con el resto del mundo animal, y la historia comienza cuando, por sus cualidades, lucha por diferenciarse y superar ese mundo, creándose uno propio, cada vez más digno, más humano, que sigue hasta hoy su derrotero.

Existen "instrumentos" innatos filogenéticos anclados al cuerpo, entre ellos los sentidos, las extremidades, en base a los cuales se despliegan otros como el razonamiento, el lenguaje, que se hacen cada vez más complejos; y existen instrumentos "exteriores", que acrecientan esas aptitudes humanas innatas, que puede ser desde la piedra más tosca utilizada instintivamente, hasta máquinas que horadan espacios siderales o laboratorios que sirven para crear vida. Por lo general, cuanto más sofisticados los instrumentos, incrementan la productividad, aunque en un mundo de confrontación entre clases sociales y culturas no necesariamente mejoran las relaciones sociales.

Al igual que todos los instrumentos, el saber, desde el más elemental, instintivo y espontáneo que guía la vida cotidiana, hasta el conocimiento técnico científico más sofisticado, sirven a unos para explotar y dominar a gran parte de la sociedad, y a otros como arma de liberación. Por ejemplo el idioma o lenguaje no escapa a la instrumentalización ideológica eurocéntrica o etnocentrica. España impuso a la mayoría de sus colonias en América su idioma, que pronto se aclimató en éstos pueblos que lo hicieron suyo, enriqueciéndolo, "americanizándolo". Sin embargo, a los nuevos términos o palabras surgidas en América se les denomina "americanismos", usando el gentilicio de cada país, existiendo por ejemplo "peruanismos", pero las palabras nuevas surgidas en España ingresan al diccionario sin el gentilicio de "españolismos", discriminando al resto de países de habla castellana en América que, particularmente desde el siglo veinte, por su riqueza creativa sobre todo en las artes literarias, si no han superado a España, están a la par de ella.

El simple acto de dar nuevo nombre a las cosas en idioma español por parte de los conquistadores, a la vez que un acto de opresión para los vencidos, es un acto de subversión en el conocimiento y en el lenguaje fuera de las fronteras españolas: Subversión que siglos más tarde, cuando los vencidos hacen suyo el idioma español, se acrecienta, porque España deja en muchas cosas, ser el "centro".

Los llamados "americanismos" y dentro de ello, los "peruanismos", emergieron desde el primer instante de la invasión europea, enriqueciendo el idioma. En primera instancia son conocidos como "barbarismos" (lengua de los "bárbaros"). Formalizarlos fue tarea ardua. En la época republicana se recuerda que Ricardo Palma7 (Lima, 1833-1919) en 1892 llevó a España numerosos "peruanismos" y "americanismos" para pedir su incorporación al idioma oficial, siendo rechazado por la Real Academia Española, lo cual motivó que el insigne creador de las "Tradiciones Peruanas" amenazara con crear una Academia de la Lengua al margen de la española.

Las conquistas modernas se legitiman con los peores lastres tradicionales (precapitalistas) y modernos, entre los últimos, el racismo. Surge la discriminación de la "raza blanca" contra las "razas de color", y el etnocentrismo europeo se extrema. Los conquistadores e invasores europeos se ufanan ser "civilizados", "cultos", "modernos"; y a sus víctimas, los pueblos conquistados, los tratan de "bárbaros", "salvajes", "incivilizados", "primitivos", achacándolos las peores lacras: come hombres, violencia, crueldad, gentiles9, etc.

El término "primitivo" utilizado por historiadores para designar a culturas ancestrales, las más de las veces es peyorativo en el mismo rango que "bárbaro", por lo que sería mejor reemplazarlo por el término de culturas primigenias.

Arnold Toynbee10, un historiador ajeno al etnoeuropeísmo, que además critica al racismo de occidente como "pseudo ideología", reconoce en siete u ocho las "civilizaciones" confluentes en la nueva configuración del mundo moderno.

Debemos admitir que las "civilizaciones" a las que alude Toynbee como confluentes del mundo moderno, además de un desenvolvimiento desigual y paralelo entre sí, no partieron desde cero, sino que se levantaron sobre los cimientos de otras "civilizaciones" o culturas que llegaron a su decadencia porque las clases o elites dominantes devinieron sin historia, desapareciendo para dar lugar a nuevas relaciones sociales. No se puede marginar a ninguna cultura como confluente directa e indirecta en la formación del mundo moderno, sobre todo, recordando –entre otras cosas- que la base de la actual alimentación mundial fue creación de las culturas más primigenias, gran parte de ellas ignotas para nosotros que comenzamos a transitar el tercer milenio de la era cristiana.

Marx y Engels también hacían alusión a pueblos de la prehistoria pero su razonamiento es totalmente distinto a sectores reaccionarios que legitiman el colonialismo, porque los fundadores del socialismo científico reivindicaban el legado libertario de culturas primigenias fundamentadas en lazos de solidaridad, que contrasta con el dominio de las clases dominantes en culturas "civilizadas". En este sentido Engels escribió: "El más despreciado polizonte del Estado civilizado tiene más autoridad que todos los órganos del poder de la sociedad gentilicia reunidos; pero el príncipe más poderoso, el más grande hombre público o guerrero de la civilización, puede envidiar al más modesto jefe gentil el respeto espontáneo y universal que se le profesaba. El uno se movía dentro de la sociedad; el otro se ve forzado a pretender representar algo que está fuera y por encima de ella11".

En otra acepción, Marx y Engels dijeron que todas las sociedades basadas en clases sociales -explotadoras y explotadas- pertenecían a la prehistoria. Entre otros escritos, en el "Prólogo a la contribución a la crítica de la Economía Política", Marx escribió que con la sociedad burguesa termina "la prehistoria de la sociedad humana" marcado por la explotación y opresión entre semejantes, que será superada en una sociedad sin clases, en una sociedad socialista, dando comienzo a la "verdadera historia", en base a la cual el ser humano realizará mayores proyecciones.

Conforme lo expone Engels en "Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofía Clásica Alemana", en la concepción idealista dialéctica hegeliana, la idea, surgida previamente en el cerebro, se proyecta y se realiza en el devenir en constante cambio -a través de contradicciones- de acuerdo a las necesidades, por lo que todo lo racional es real y todo lo real es racional, hasta que llega el momento en que lo racional se convierte en irracional, en irreal para los intereses humanos y ese estado de cosas deberá desaparecer para dar paso a la realización de la nueva idea racional. Argumento que Engels sintetiza con la frase: "todo lo que existe merece perecer". Pero el sistema hegeliano –prosigue Engels- deja de ser revolucionario cuando en contradicción con la dialéctica aparece la última "idea absoluta" cuya realización se atribuye a la monarquía prusiana presidida por Federico Guillermo III, con lo que se llegaría al final de las contradicciones y de la historia.

Dentro del sistema de Hegel, en sus "Lecciones de filosofía de la historia universal", la idea no se llega a desplegar o realizar en las culturas primigenias de América, que a su criterio, recién son incorporadas a la historia con las conquistas europeas. Es decir, para Hegel los pueblos precolombinos carecían de razonamientos (ideas) que se desplieguen (realicen) en el devenir. Una posición extremadamente reaccionaria. Por algo Hegel también tiene discípulos de la derecha más reaccionaria.

Clases con historia y clases sin historia

Hubo en periodo en el cual no existían clases sociales y las relaciones entre los hombres se establecían sobre la base del "parentesco", inmersos en la precariedad en todos los aspectos, pero a la postre sobrevivieron gracias al desarrollo de la solidaridad y reciprocidad, a partir de los cuales el hombre, en tanto ser social, adquirió un gran impulso en su proceso de humanización, vale decir, en el mejoramiento de las relaciones entre semejantes y en el mejoramiento de las relaciones con la naturaleza y el cosmos. Es la época más conocida como "comunismo primitivo". No siempre, pues, han existido clases sociales, y cuando aparecen, han cumplido funciones de dominio o subordinación, progresivas o retrógradas, libertarias o conservadoras.

Las clases sociales se han formado en razón de la posición y lugar que tienen respecto a los medios de vida fundamentales a cada época, comenzando de la naturaleza con todos sus recursos, a lo cual se fueron agregando las invenciones técnico científicas y espirituales, expresados en la industria, la banca, el comercio, el saber. Las clases dominantes son las propietarias y principales usufructuarias de esos grandes medios de vida, y las clases dominadas carecen, en su mayoría, de la propiedad de las mismas. Y si bien es cierto que en diversas formaciones sociales han existido y existen grandes sectores dueños de sus medios de vida, entre ellos, campesinos propietarios de sus parcelas de tierras o artesanos ("libres") propietarios de sus instrumentos de trabajo, en tanto no pueden cohesionar sus intereses en un sólo bloque, menos proyectar sus intereses al conjunto de la sociedad, su condición tiende a la subordinación o marginalidad respecto al modo de producción dominante basado en la propiedad de los grandes medios de vida por una clase social o elite dominante, siempre minoritaria.

Existen clases sociales con historia y clases sociales sin historia. Una clase es con historia cuando sus intereses particulares, privados, confluyen en gran parte con los intereses del conjunto de la sociedad, por lo que coadyuvan a mejorar la existencia. Si esto es así, en caso de llegar a dominar la sociedad, este dominio contará con un amplio consenso. Diferente es el caso de las clases que han dejado de coincidir con el progreso, es decir, con las luchas por dignificar la vida, volviéndose clases sin historia o al margen de la historia, y en caso hayan devenido dominantes, su dominio se basará principalmente en el empleo de la fuerza, que sólo servirá para prolongar su agonía si no existe una clase ascendente (o elite) con historia que lo desplace y se haga del poder en representación del conjunto de la sociedad.

Una clase con historia puede confluir sólo en ciertos aspectos con el interés general, por ejemplo, en lo económico, pero no necesariamente en otros aspectos como las artes. En cualquier caso promoverá lo que más coincida con sus intereses, y la verdad o verdades serán relativas a su espacio tiempo y a sus intereses, que a menudo serán puestas en tela de juicio en forma coherente e incoherente dentro del conjunto social.

Cada época tiene su verdad o verdades. En el pasado, en lo fundamental, inmerso en la mentalidad religiosa; en el presente (mundo moderno), en lo fundamental, inmerso en la mentalidad "racional". Las dos "verdades" han coexistido y coexisten en todas las sociedades. En el pasado, con primacía de lo divino, y en los tiempos modernos, con la tendencia a la primacía de lo "racional". En el "saber popular", en el "sentido común", se ha perennizado la coexistencia y combinación de esas formas de entender el universo en todas las clases y estratos sociales. La vida cotidiana, -desde los orígenes- está inmersa en ambas formas de conocimiento con todas sus contradicciones, recreado entre otras manifestaciones en el folclor y otras artes como mitologías, cuentos populares, poesía, tragedias, etc. La Divina Comedia de Dante Alghieri a la vez que sumisión humana a las leyes divinas, es una trasgresión a esas leyes por el ansia de conocer humano que traspasa los linderos terrenales para "visitar" purgatorio, infierno y paraíso.

Las clases o elites dominantes se tornan sin historia cuando sus intereses particulares dejan de coincidir con el progreso, es decir, con el interés de las mayorías en lucha por dignificar su vida. Las ideas y mentalidad con la que legitiman su dominio entran en crisis por el surgimiento de nuevas formas de vida, de nuevas relaciones sociales, de nuevos conocimientos y hasta nuevas formas de entender el lugar del hombre en el universo, poniéndose en tela de juicio el conjunto del orden social. Se ha visto clases sociales dominantes cuyos intereses particulares han dejado de confluir con el progreso remover cielo y tierra para ocultar esa verdad.

En el mundo de las religiones que han acompañado y siguen acompañando a la humanidad desde los tiempos primeros, la "verdad revelada" se supone no acepta dudas ni murmuraciones (porque es divina, infalible), ya que pensar lo contrario conlleva al "pecado", al "sacrilegio", a desafiar a las "sagradas escrituras". Sin embargo la "verdad revelada", en tanto inmersa en la vida social, -en tanto invención humana-, ha cambiado y cambia constantemente, para bien o para mal, porque el devenir humano es una subversión permanente contra lo establecido, incluyendo las "leyes" divinas.

Uno de los mayores cambios en el devenir fue el paso de la religión politeísta (creencia en varios dioses) a la religión monoteísta (creencia en un sólo dios) con ventajas y desventajas para mejorar la existencia. El monoteísmo en su acepción de cristianismo, en sus primeros tiempos rebelde y libertario, al convertirse en religión oficial se vuelve conservador y entra en crisis en los albores de la modernidad, surgiendo de su seno el protestantismo, más acorde al naciente orden capitalista que pronto, compitiendo con el catolicismo, se convierte en religión oficial en algunos países. Al margen de las religiones oficiales surgieron tendencias que reivindicando el cristianismo primigenio intentaron establecer el paraíso bíblico en la tierra. Para contrarrestar al protestantismo y otras tendencias rebeldes en su seno y fuera de su seno, y para acomodarse a los nuevos modos de vida, es decir, al naciente capitalismo, el catolicismo se auto reforma teniendo a los jesuitas como su tendencia de avanzada.

No obstante constituirse en religión oficial, en el mundo moderno la verdad revelada (divina) es arrinconada, y para sobre vivir se tiene que acomodar –gran parte de veces con retraso y de modo contradictorio- a nuevas formas de vida, inmerso en el proceso de secularización (desreligionización) del mundo.

Como muestra de que lo "racional" (la razón), gana prioridad en el mundo, en los últimos tiempos, para ser santo en la vertiente católica, se requiere que la ciencia de los humanos verifique los "milagros" del candidato a la santidad, aunque en muchas ocasiones sus más altas jerarquías son las primeras en violar sus propias normas, por ejemplo cuando el Papa Juan Pablo II -nacido en 1920 ejerciendo el pontificado desde 1978 hasta su muerte en el año 2005-, el 17 de mayo de 1992 beatificó a Josémaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), -fundador del OPUS DEI, la tendencia más siniestra del catolicismo desde el siglo veinte-, y el 6 de enero del 2002 lo canonizó. Entre las "virtudes" del OPUS DEI y de este "santo", cuyos milagros no se conocen, está su apoyo a los regímenes nazifascistas europeos y a cuanta dictadura cavernaria exista en el mundo, incluyendo la de Pinochet en Chile o la de Fujimori en el Perú. Hoy asistimos a la beatificación de Juan Pablo II por parte de su sucesor Benedicto XVI en medio de la crisis ética moral fruto de la corrupción que corroe al sistema capitalista y alcanza los cimientos de la iglesia oficial. (Y pensar que Sarita Colonia, muerta hace décadas, hoy venerada por gentes humildes, al igual que el sacerdote Urraca, muerto hace siglos, esperan un milagro de las altas jerarquías para ser canonizados)

La canonización de personajes siniestros es expresión de una profunda crisis del orden social, y dentro de ella, de la crisis ético moral irreversible expresado en las religiones, acentuando el divorcio de las altas jerarquías con su feligresía. No es casual el surgimiento de tendencias que reivindican los valores más altruistas del cristianismo al margen de las altas jerarquías.

Las religiones como concepción del mundo están entre los resquicios de las ideas premodernas, pero en tanto práctica social se acomodan al régimen capitalista de la cual sus más altas jerarquías son usufructuarias (privilegiadas), incluyendo en los grandes negocios legales e ilegales.

La modernidad surge con el capitalismo, pero no es patrimonio de éste régimen sino que lo trasciende, porque los intereses de la burguesía europea solamente confluyeron en parte con los grandes ideales libertarios que surgieron por esa época, y son las clases populares quienes las reivindican cohesionando nuevas propuestas, surgiendo la prédica socialista, que se constituye en el núcleo de la tendencia libertaria de la modernidad. La burguesía, cuanto más sus intereses particulares, privados, dejan de coincidir con el progreso, encarna la tendencia siniestra de la modernidad que se extrema en la forma de fascismo.

En cuanto al "racionalismo", en su forma más elemental lo encontramos en la vida cotidiana de los pueblos, que junto a la visión religiosa y las tradiciones, forman la mentalidad popular, base sobre la que se eleva el conocimiento más coherente por mediación de los sistemas educativos, la ciencia, la técnica.

Las ciencias físicas naturales y sociales surgen en medio de grandes luchas y controversias. Durante la transición del feudalismo al capitalismo en Europa muchos sabios terminaron en las hogueras de la Santa Inquisición o de los reformadores (protestantes) por el sólo hecho de que sus conocimientos eran contrarios a las "sagradas escrituras", es decir, a la "verdad revelada". En su mayoría, en sus respectivas ciencias, esos mártires de la ciencia eran "materialistas", es decir desechaban las ideas sobrenaturales, pero en su cosmovisión del mundo (filosofía) se guiaban por las ideas religiosas, es decir, eran creyentes cristianos, que no sirvió en nada frente a sus inquisidores oscurantistas.

El desarrollo de la ciencia y la técnica no son suficientes para cambiar la mentalidad religiosa del conjunto social hacia una mentalidad más racional, sino que lo fundamental son las relaciones sociales. Federico Engels, entre otros escritos, en su "Introducción a la dialéctica de la naturaleza", escribía que el volumen y la sistematización de los conocimientos científicos de los europeos a inicios del siglo dieciocho contrastaba con su concepción filosófica "materialista metafísica", en tanto veían una realidad social sin procesos de cambio, sin movimiento; al contrario de los antiguos griegos que con conocimientos rudimentarios de las cosas, decían que el universo, desde sus partículas más ínfimas al hombre, "se halla en un estado perenne de nacimiento y muerte, un flujo constante, sujeto a incesantes cambios y movimientos".

Cuanto más primigenias las culturas, el poder divino se confundía con el poder terrenal, sea en el conjunto social de las comunidades primigenias o cuando aparecen las clases sociales, encarnado en los gobernantes (autocracia). Lo último sobrevive hasta hoy en muchos países de "oriente" sin la aureola del pasado, inmersos en el sistema capitalista mundial basado en desigualdades y combinaciones. La autocracia en esos pueblos acrecienta su poder tradicional en sus relaciones internas, mientras en sus relaciones exteriores –diplomacia, comercio- lo realizan de acuerdo a convenios o tratados modernos.

Durante la transición del feudalismo al capitalismo en Europa surgen las monarquías, una de las formas autocráticas, intentando arbitrar la lucha entre la antigua aristocracia y la burguesía, aunque en su mayoría sucumbieron al poder de la naciente burguesía. Paulatinamente, como parte de las reivindicaciones burguesas y populares, se van "separando" el poder religioso y el poder político, constituyendo una de las características de las sociedades modernas, aunque, sobre todo en la mentalidad colectiva, coexisten y se combinan. En gran parte de países de "oriente" no se ha producido esa separación.

El primer intento del hombre para explicar su origen y lugar en el universo fue por mediación del mundo mágico religioso, inicialmente con los rituales, mitos y leyendas, agregándose posteriormente los dogmas (divinos) ideológicos, todo lo cual para las mayorías, según la aserción de Carlos Marx, se constituye en una "filosofía popular". Posteriormente surgen las ideologías (racionales) y las ciencias sociales y físicas naturales, que tienden a reemplazar a las religiones en la explicación del devenir, y éstas (religiones), para sobrevivir, tienen sus reformas, a veces cismáticas.

En el siglo diecinueve Marx y Engels hacían la distinción entre el materialismo ("racionalismo") "mecanicista", "metafísico", de la burguesía, que puede reconocer la evolución del universo al margen de la providencia divina, pero niega los cambios revolucionarios en la sociedad, porque se intenta hacer creer que el régimen burgués es eterno, lo que contrasta con la dialéctica (marxismo) que ve los cambios a través de las contradicciones entre clases sociales libertarias y reaccionarias.

Desde tiempos ancestrales existe una religión (iglesia) oficial, con su respectiva jerarquía adscrita al orden imperante, y las demás creencias son denominadas peyorativamente "sectas". En la actualidad, aunque las constituciones proclamen la "libertad de cultos", no existe tal libertad, sino que en forma tácita, existe una religión oficial.

La versión académica oficial sobre el surgimiento del capitalismo explica que la burguesía europea, dueña de un poder económico inmenso acumulado en la edad media, haciendo suyo todo el legado progresivo anterior, desplazó del poder político a la aristocracia feudal, ocultando que a la par que aspectos progresivos, la burguesía dejó de lado gran parte del legado libertario porque es contrario a sus intereses particulares, incluso al interior de las religiones. El orden burgués en Europa y el mundo advino cuando se aniquiló a creyentes cristianos, principalmente campesinos, acusados de pertenecer a "sectas" porque intentaban crear el paraíso bíblico en la tierra. En esta tarea de extirpar a las "sectas" en Europa, -que en las colonias se presentaban como "extirpación de idolatrías"-, se unieron burgueses y aristócratas, legitimados por sus leyes y por la religión "oficial", la católica, a la que pronto se sumaron los protestantes, sobre todo cuando se volvieron religión oficial en algunos países. Se entiende en este contexto la posición de muchos pensadores y artistas, particularmente románticos, que al inicio apoyaron al naciente orden capitalista para luego –viendo las atrocidades de la acumulación originaria del capital– renegar de él, sea pensando en un futuro mejor, en una sociedad socialista, sea volviendo los ojos al pasado.

El marxista italiano Antonio Gramsci12 acuñó el término bloque histórico para evidenciar la confluencia de intereses entre dominados y dominantes en la lucha por mejorar la existencia. Una clase o grupo social es hegemónico y dirigente para grupos sociales afines con los que hay coincidencia de intereses por mejorar la existencia, formando un bloque histórico; y es dominante respecto a clases o grupos que se han tornado en arcaicos para el devenir humano.

En los territorios andinos, –Ecuador Perú y Bolivia-, las clases dominantes engendradas por una conquista no han logrado formar un bloque histórico porque sus intereses particulares no han coincidido con los intereses de las mayorías, lo cual se agrava porque a la explotación económica se agrega la opresión racial cultural. Por eso, en lucha contra el dominio español surgieron dos vertientes, la indígena y la criolla. La vertiente indígena, liderada por los descendientes de la nobleza inca fue derrotada, siendo su expresión más alta la revolución de Túpac Amaru (1880), movimiento paralelo a la revolución francesa y a la revolución separatista de los criollos de Estados Unidos contra el dominio de Inglaterra. Ante el fracaso del movimiento indígena, los criollos asumieron la dirección, creando una república contra las mayorías nacionales. En todo ese proceso sucumbieron las elites descendientes de la nobleza inca, y las masas indígenas, sin dirección política, se limitaron a reivindicaciones locales o regionales, y cuando se alzaron a las alturas de la política, a fines del siglo diecinueve e inicios del veinte, asumieron una posición milenarista mesiánica, intentando la resurrección del Tawantinsuyo, en momentos en que hace su aparición política la clase obrera, surgiendo el marxismo, que en la propuesta de Mariátegui, lo autóctono (indígena) y lo universal confluyen por el cambio revolucionario.

Sobre el "final de la historia"

Particularmente desde mediados de la segunda mitad del siglo veinte se ha hablado como un hecho consumado del "final de la historia", lo cual es totalmente falso. La historia llegará a su fin cuando la humanidad deje de luchar por dignificar su existencia, en caso las fuerzas del progreso hayan sido derrotadas por las clases sin historia, lo que constituiría la regresión a la barbarie, siendo el ejemplo más elocuente en ciertas coyunturas el fascismo, que conduce a la degradación y extinción de la especie humana.

El fascismo no intenta volver al pasado, ha pesar de su prédica y mentalidad corporativa jerárquica emulando relaciones de estamentos y castas pre capitalistas, tampoco constituye una "irracionalidad" respecto al devenir capitalista, por que hasta hoy en determinadas coyunturas es congruente, "racional", para los intereses de la burguesía, en tanto salvaguarda al sistema frente al acecho de las clases libertarias. Pero el fascismo es "irracional" para las mayorías porque atenta contra los derechos humanos más elementales.

En todos los contextos, en países "ricos" y "pobres", el fascismo surge cuando la forma tradicional de dominio, que puede ser democrático liberal, es incapaz de seguir gobernando, no quedando otra salida que revolución o contrarrevolución (socialismo o barbarie).

Durante los regímenes fascistas afloran a la vida pública las peores lacras de las sociedades basadas en clases sociales, sobresaliendo las expresiones más siniestras de la modernidad, dentro de ello el racismo, coactando toda iniciativa de lucha por la justicia y la libertad, en una represión sin cuartel contra las reivindicaciones populares y contra todo ideal de progreso, -incluyendo en el seno de las religiones-, utilizando todos los medios, desde "pacíficos", por mediación de la "opinión pública", hasta la violencia física abierta y descarada. El terrorismo de estado y de bandas paralelas es legitimado. La mayoría de sus ideólogos -desde su surgimiento en las primeras décadas del siglo veinte- denigran de los movimientos culturales del renacimiento y reforma, y de todo ideal progresivo que haya coadyuvado al advenimiento de ideas libertarias. En la actualidad los ideólogos del "fin de la historia" tienen la misma opinión, incluso al reafirmar su rechazo al legado progresivo de las religiones, porque la prédica de igualdad de todos los humanos en tanto "hijos de Dios" es corrosiva al orden jerárquico represivo en que ha devenido el capitalismo.

Antes que el final de la historia para el conjunto de la humanidad, es evidente que la burguesía ha devenido en clase sin historia, porque sus intereses particulares (privados), han dejado de coincidir o confluir con el progreso, con la lucha por dignificar la existencia, y como toda clase dominante, tiende a identificar su destino con el destino de la humanidad. Para los intereses de la burguesía y del capitalismo es congruente, "racional", hablar del final de la historia.

Siglos atrás, cuando la aristocracia feudal perdió su poder económico y político en Europa, presentaba esos acontecimientos como el final de la humanidad, cuando en realidad era el final de la época feudal, iniciándose una nueva época, la capitalista.

En el proceso de lucha por desplazar del poder político a la aristocracia feudal, la burguesía europea ya mostraba sus limitaciones de clase. Las más preciadas conquistas libertarias en el mundo moderno -escribe Leo Kofler13- ha sido obra de las clases populares con la resistencia conservadora de la burguesía, que era obligada a legitimar hechos consumados. "Ni siquiera los exponentes de la pequeño burguesía constituyen en muchas ocasiones, una excepción en este sentido: a los levellers de la gran revolución Inglesa, su nombre dice "niveladores" no les impedía rehusar el derecho electoral a los asalariados. La misma posición que el caudillo de los levellers, Lulburne, adoptan Milton, Grocio y Locke, y más tarde Turgot, Kant y Schion; aquí lo llamativo reside, precisamente, en que estos hombres en su mayoría pensadores de claras ideas humanistas y revolucionarias burguesas (… …)"

"…el más humano fruto de la secular lucha burguesa, la forma democrática de organización y de vida de la actual sociedad, en modo alguno ha sido obra de la burguesía -en especial en lo que se refiere a su consumación práctica-, sino ante todo de las clases no burguesas de la pequeño burguesía y del proletariado. Sin ninguna justicia la burguesía presenta la democracia como su más auténtico patrimonio y los apologistas del orden capitalista no saben bien lo que hacen cuando, frente a cada experiencia moderna de seguir progresando en el dominio social, responden con su orgullo por las instituciones democráticas".

Sobre lo anterior debemos precisar que, al igual que toda clase dominante, la burguesía adecua las ideas, instituciones y conquistas sociales a sus necesidades progresivas o conservadas, comenzando de la religión que se torna oficial, constituyéndose en uno de los pilares del orden. En la política oficial, el "pluralismo" de la forma democrática parlamentaria responde al intento de representar en el estado a las diversas facciones burguesas –agrarias, industriales, bancarias, mineras, etc.-, mientras la política para las mayorías se reduce a depositar su voto en la ánforas. Aún así, hay periodos en que, por temor a ser desbordada por las reivindicaciones libertarias de las clases populares, la burguesía abdicaba de su democracia, es decir, de su propia legalidad, por lo que Federico Engels14 escribía en el siglo diecinueve: "La ironía de la historia universal lo pone todo patas arriba. Nosotros, los "revolucionarios", los "elementos subversivos", prosperamos mucho más con los medios legales que con los medios ilegales y la subversión. Los partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos y claman desesperados, (…), la legalidad nos mata, mientras nosotros echamos, con esa legalidad, músculos vigorosos y carrillos colorados y parece que nos ha alcanzado el soplo de la eterna juventud".

En sus épocas iniciales la burguesía de Europa Occidental, con un poder económico inmenso amasado en la sociedad feudal, empeñada en desplazar del poder a la aristocracia feudal, cumplió un papel progresivo -bajo ideología liberal-, confluyendo en parte con principios libertarios y reivindicaciones populares que se veía obligada a legitimar, pero al mismo tiempo arrebataba sus medios de vida a las mayorías, dentro de ello, la tierra a los campesinos, y además promovía la invasión y usurpación de tierras en otros continentes, apropiándose de la propiedad de los medios de vida de diversidad de culturas, con la bendición de la iglesia oficial. Frente a las reivindicaciones populares, al renunciar paulatinamente a los grandes ideales progresivos y libertarios, éstos son retomados por las clases explotadas, particularmente por la clase obrera, surgiendo el socialismo. Los liberales honestos, sinceros, que apoyaron a la burguesía, se vuelven socialistas. En este sentido Mariátegui hace suyo la opinión de muchos pensadores liberales cuando afirman que "la función del liberalismo, histórica y filosóficamente, ha pasado al socialismo y que, siendo el liberalismo un principio de evolución y progreso incesantes, nada es hoy menos liberal que los viejos partidos de ese nombre15".

La burguesía norteamericana en lucha contra el colonialismo británico, levantó banderas libertarias, pero mantuvo la esclavitud sobre los negros legitimado en la segregación racial. Incluso luego de la formal supresión de la esclavitud por Abraham Lincoln (1861), además de la explotación y dominio de la burguesía sobre el conjunto social, la segregación –y marginación- contra las "razas de color", en especial contra los negros, prosiguió, legitimado en leyes y normas escritas y no escritas, lo que se agravó con la aparición del capitalismo imperialista. En tanto la constitución establecía que todos eran iguales ante la ley, la Suprema Corte estableció en 1896 la "doctrina" del "trato igual pero separado" que rigió hasta 1954, estableciendo por ejemplo, escuelas o medios de transporte iguales pero separados para blancos y negros. Era una forma cínica de legitimar la segregación. La benevolencia de la democracia de los "blancos" permitía –incluso en la década del setenta de pasado siglo veinte- que personas de "color", en razones de trabajo o por sobresalir en algo, por ejemplo en el deporte, pueda frecuentar los lugares de los blancos, incluyendo transitar por determinada vereda o calle.

Las luchas contra el racismo jamás se detuvieron y, a la postre, los movimientos emancipatorios de los negros, que contaron con el decidido apoyo de movimientos socialistas marxistas, -que incluso promovían a un negro como candidato a la presidencia – lograron que por lo menos formalmente (legalmente) se termine la segregación racial. Hoy Estados Unidos tiene un presidente de ascendencia negra (Obama). Que represente a las clases dominantes no disminuye el avance en la lucha contra la segregación racial, y al mismo tiempo ayuda a evidenciar que el color de la piel no vuelve a los hombres más buenos o más malos, sino que todo depende de los ideales e intereses que representen. En el caso de Obama, cumple el papel de representante de una clase sin historia, -al igual que los gobiernos que lo antecedieron- y como tal, no tiene el menor reparo a la hora de promover las medidas más siniestras, internas y externas (guerras) para mantener la hegemonía imperial y para resguardar un sistema putrefacto.

Pasada la primera mitad del siglo veinte, ingleses, franceses y hasta los (entonces) alicaídos españoles, conservaban posiciones coloniales a la usanza antigua, es decir, con ocupación militar para imponer un gobierno en territorios de otros continentes, a lo que se suma el dominio neocolonial por mediación de clases dominantes nativas. Esto no impedía, sobre todo a los primeros, presentarse ante el mundo, conjuntamente a los norteamericanos (Estados Unidos), como baluartes de la democracia y la libertad, al igual que en siglos anteriores sus antepasados por medio de conquistas, en nombre de la "civilización" y lucha contra los "gentiles" exterminaban culturas enteras. Actualmente las atrocidades se cometen en nombre de la lucha contra el "terrorismo".

Desde finales del siglo veinte con la caída del Muro de Berlín (1989), se ha fortalecido la tendencia más reaccionaria y siniestra de la burguesía, y en nombre del "final de la historia", que lo signan entre otras razones como el fin de las ideas libertarias, -fin de las ideologías-, intentan legitimar todos los genocidios, del pasado y del presente, las conquistas, invasiones y usurpaciones a territorios de ultramar en siglos pasados y los regímenes de genocidio del presente, incluyendo los fascistas, las invasiones colonialista en pleno siglo veintiuno para apoderarse de recursos naturales (petróleo) y el derrocamiento de todo gobierno legítimo que ponga en tela de juicio sus intereses.

Para legitimar su accionar, las clases sin historia, es decir, la burguesía imperialista o sus representantes, a falta de ideas coherentes, utilizan los argumentos más burdos, basados en una supuesta lucha "preventiva" contra el "terrorismo", de por sí, además de ridícula, siniestra; y utilizan argumentos de tinte "religioso" dirigido a las mayorías más ignorantes e ingenuas, presentando sus acciones bélicas como un "mandato divino", superando con creces el cinismo de las autocracias de "oriente", -donde se encuentran sus principales víctimas-, que utilizan la religión oficial en su tendencia más siniestra para legitimarse antes sus pueblos

En el capitalismo todo es profanado en aras de los negocios conforme expusieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. La religión (oficial) no es una excepción porque, por mediación de sus altas jerarquías, está al servicio del capital. Estados Unidos y sus aliados, en asuntos de negocios, mantienen buenas relaciones económicas con los que sindican de terroristas o de apoyar al terrorismo, es decir, con las burguesías petroleras autocráticas de "oriente", las mismas que tampoco tienen reparos a la hora de entrar en negocios con el "demonio" imperialista de occidente. Forman parte de un mismo sistema, de un mismo orden con sus contradicciones internas.

En "oriente" la autocracia se moderniza sobre todo en la técnica de explotación de sus recursos naturales, lo mismo que en sus relaciones internacionales diplomáticas y para el intercambio comercial. Pero para legitimarse ante su pueblo imponen la religión en su aspecto más siniestro que predica la sumisión. Los elementos modernos capitalistas se combinan y coexisten con los premodernos de estamentos y castas. En ciertas coyunturas, elites rebeldes son capaces de cohesionar movimientos contestatarios contra el occidente capitalista, combinando reivindicaciones progresivas y reaccionarias, incluyendo dentro de lo último, su rechazo al liberalismo y al marxismo.

En "occidente" y "oriente", el poder se legitima por mediación de instituciones públicas y privadas, religiosas y laicas, entre ellas el sistema educativo, con sus "filósofos" o "guías" (imanes), sus medios de comunicación de masas, sus sistemas religiosos oficiales (sobre todo en su alta jerarquía) y, en fin, en un mundo mercantilizado, hasta los encargados de hacer reír, burlándose de los adversarios a determinado orden, es decir, los payasos (humoristas o chistosos) venden su alma, -quiero decir, su talento-, al sector dominante.

Para defender los intereses de las transnacionales imperialistas se pisotean todas las constituciones y todos los ideales libertarios, sin importar las miles de víctimas. Por eso para los intereses de la burguesía es coherente hablar del fin de las ideas, de los principios, de las ideologías, de la ética, de la moral, y hasta de la modernidad y de la historia. Han renunciado a solucionar los más elementales problemas humanos ha pesar de los adelantos técnico científicos nunca vistos, porque la solución es contraria a sus intereses privados de clase que han dejado de coincidir con el progreso, convirtiéndose así, en clase sin historia. La principal preocupación de las clases sin historia no es la búsqueda de solución a los problemas fundamentales, sino en ver la manera de ocultar la verdad, de que su dominio ha devenido arcaico, y de detener las reivindicaciones que pongan en tela de juicio ese dominio.

Sobre la crisis evidenciada con la primera guerra mundial (1914-1919), Mariátegui escribió que además de económica, es espiritual y psicológica, inmerso en la decadencia del sistema capitalista mundial. "Los políticos, los estadistas, hallarán, tal vez, a través de una serie de experimentos, una fórmula y un método para resolver las primeras; pero no hallarán, seguramente, una teoría y una práctica adecuadas para anular las segundas. Más probable me parece que deban acomodar sus programas a la presión de la atmósfera espiritual, a cuya influencia su trabajo no puede sustraerse16".

Por la perdida de ideales: "La plutocracia europea y norteamericana no tienen ningún miedo a los ejercicios dialécticos de los políticos demócratas. Cualquiera de los "trusts" o de los "carteles" industriales de Alemania y Estados Unidos influye en la política de su nación respectiva, más que toda la ideología democrática17".

Incluso la burguesía imperialista al abdicar de los grandes ideales humanos, busca reemplazarlos con "ocultismos orientales": "Si la civilización capitalista en su decadencia -bajo tantos aspectos semejantes a la de la decadencia romana– renuncia a su propio pensamiento filosófico, abdica de su propia certidumbre científica, para buscar en ocultismos orientales y metafísicas asiáticas, algo así como un estupefaciente, el mejor signo de salud y de potencia del socialismo como principio de una nueva civilización, será, sin duda, su resistencia a todos estos éxtasis18…".

Cuando Mariátegui escribió lo anterior, la abdicación de la burguesía a sus ideales progresivos era evidente, expresado sobre todo por el fascismo. Desde finales del siglo veinte el conjunto de la burguesía mundial tiende abdicar públicamente de todo ideal progresivo. Por más catastróficas sean las crisis económicas, conforme vaticinó Mariátegui, el capitalismo ha logrado paliarlas apelando a las más tortuosas vías, en tanto no se cristalice la alternativa socialista. Pero la crisis espiritual, moral, es irreversible en todos los aspectos y en todas las instituciones comenzando de la iglesia oficial que encarna la "moral" del orden capitalista, a cuya crisis como visión del mundo desfasada del devenir cotidiano se suma su crisis moral, espiritual, inmersa en la corrupción comenzando de sus más altas jerarquías presididas por sus tendencias más reaccionarias.

En el transcurso del siglo veinte el capitalismo por lo menos en Europa Occidental, América del Norte, Japón, y uno que otro país del "tercer mundo", además de lograr sortear en algo las crisis económicas, ha mostrado un gran crecimiento luego de la segunda guerra mundial (1939-1945), pero, conforme lo denunciara Ernest Mandel19, además de dos guerras mundiales que tuvieron de escenario el continente más "civilizado" (Europa), en las que murieron más de sesenta millones de seres humanos, existe la destrucción del medio ambiente que pone en peligro la vida en el planeta. El hambre es una amenaza permanente sobre todo en el "tercer mundo". La industria para la muerte, la industria de guerra, va en alza en detrimento de la industria para la vida. "No ha habido un sólo año sin guerra desde 1935. Ha habido ochenta guerras desde 1945" y, según la UNICEF, en el "tercer mundo" mueren dieciséis millones de niños por hambre y por enfermedades curables, por lo que: "Cada cinco años [en el devenir capitalista] es una guerra mundial contra los niños del tercer mundo". A la par que la opulencia, está la marginación y calamidades incluso en ciudades del "primer mundo", visibles especialmente en los migrantes del "tercer mundo", condenados a la marginación y la pobreza.

Noam Chomsky20, un prestigioso intelectual norteamericano, cuando se refiere a la democracia de su país, dice que hay dos "modelos": Uno, progresivo y libertario, que permite participar libremente a todos, basado en los grandes ideales, y el otro modelo, renunciando a todo principio, instrumentaliza a la opinión pública controlando los medios de comunicación de acuerdo a los intereses de una minoría. La segunda opción, nos dice, vaciada de todo contenido ético y moral, manejado por empresarios de la opinión pública, es la que prevalece en los Estados Unidos de Norteamérica desde la primera guerra mundial hasta la actualidad. En la creación de una opinión pública sobre determinado tema, por ejemplo para doblegar y reprimir a la clase obrera organizada y a toda oposición al sistema imperante o para legitimar las guerras (Vietnam, el Golfo Pérsico, Irak), se congregan los "ideólogos", los grandes medios de comunicación, el sistema educativo, etc., cuyo objetivo es convertir al conjunto de la sociedad en un rebaño dócil y moldeable de acuerdo a las circunstancias.

Chomsky tiene razón cuando dice que el objetivo de los grandes medios de comunicación burgueses es convertir al conjunto de la sociedad en un rebaño dócil y moldeable de acuerdo a intereses de las clases dominantes, pero se equivoca cuando menciona al "modelo libertario" (en el siglo diecinueve) que permitiría la participación de "todos". Tal modelo no ha existido y no existirá mientras existan clases sociales dominantes y dominadas. Peor aún en Estados Unidos del siglo diecinueve, donde la segregación racial estaba legitimada por leyes escritas (constitución) y no escritas (tradición y costumbre). Diferente es decir que en Estados Unidos del siglo diecinueve existía mayores opciones para la libertad de opinión que en el siglo veinte, en el cual el capitalismo devine en su fase imperialista.

Decadencia capitalista

La decadencia de una sociedad clasista es la decadencia de la clase dominante cuyos intereses dejan de coincidir con los intereses de las mayorías, convirtiéndose en clase al margen de la historia. Entra en contradicción irresoluble el conjunto del saber y creatividad humana, es decir, las "fuerzas productivas" expresadas en las invenciones de la ciencia, la técnica, las artes, la política, y su proyección que conduciría a un desarrollo más libre; con la forma en que se organiza la sociedad, es decir, con las relaciones de producción (explotación) adecuadas a los intereses de las clases dominantes en torno a lo cual se erige y cohesiona el orden social. Es lo que expresaba Marx en el prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía Política: "Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes, o, para decirlo en su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales han estado operando hasta ese momento. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, esas relaciones se convierten en trabas suyas. Y así se abre una época de revolución social".

La aristocracia feudal europea en decadencia, al igual que toda clase dominante, presentaba su dominio como si fuese eterno, mientras la burguesía, dueña de un poder material inmenso adquirido en el seno del feudalismo, para desplazarla del poder, confluía hasta cierto punto con diversidad de manifestaciones progresivas y libertarias, dentro de ello, por una parte, con la filosofía "racionalista" que pregonaba que todo está en constante cambio y que nada es eterno, criticando a la religión oficial que amparaba el reinado de la aristocracia por un supuesto mandato divino y "sangre noble"; y por otra parte confluía con un sector de la religión reformada que además de reclamar libertad individual- el libre albedrío- para interpretar los textos bíblicos, decía –sobre todo en su versión calvinista- que el éxito individual en los negocios puede ser indicativo de la gracia de Dios. De esta manera los premios no eran sólo celestiales sino también terrenales, que podían alcanzar a cualquier ser humano, coadyuvando al ascenso social. En el proceso de lucha la burguesía, empujada por las clases populares podía ir más allá de sus intereses particulares, pero al llegar al poder mostró sus limitaciones.

Desde su nacimiento el accionar de la burguesía –al igual que las clases que lo antecedieron- fue progresivo y reaccionario a la vez. Carlos Marx al describir el proceso de acumulación originaria del capital decía que el capitalismo vino al mundo chorreando lodo y sangre desde la corona de la cabeza hasta la planta de los pies, y en el "Manifiesto Comunista" redactado en 1848, conjuntamente a Engels escribieron: "La burguesía, a lo largo de su dominio, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas", con lo cual internacionaliza la economía al ámbito mundial y acrecienta la socialización en la manera de producir, que está en contradicción con la apropiación privada de los frutos del trabajo. A la par de ello, promueve la individuación, pero castrando su potencial libertario, porque interioriza en cada individuo el espíritu mercantilista, enajenando su voluntad al mundo de las cosas: el capitalismo "Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido la explotación abierta, descarada, directa y brutal".

"Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar nuevamente sus relaciones reciprocas".

En el capitalismo la relación entre las fuerzas productivas –dentro las que las invenciones en los diversos ámbitos, conjuntamente a las reivindicaciones de las clases trabajadoras por mejorar su existencia constituyen su fundamento- y las relaciones de explotación sobre la que se erige el orden, no ha existido armonía, sino todo lo contrario, desde el inicio las reivindicaciones sociales han puesto en tela de juicio el sistema, primero bajo manto religioso, intentando crear el paraíso bíblico en la tierra y por el socialismo utópico; luego por al socialismo científico y otros movimientos emancipatorios como feministas, ecologistas, etc.

Cuando surge el sistema mundial basado en desigualdades y combinaciones, mientras en países de Europa Occidental se expanden relaciones de trabajo salariales propias del capitalismo, reivindicando ciertas ideas libertarias inmersas en la doctrina liberal, -entre ellos, la igualdad ante la ley-, el colonialismo por parte de esos países, comenzando del periodo de acumulación originaria del capital, acrecienta la explotación bajo relaciones de trabajo precapitalistas que además de la religión oficial en su vertiente más retrógrada es legitimado con una ideología nueva, moderna: el racismo, mediante la cual el dominio se sustenta en una supuesta existencia de razas superiores ("blancas") e inferiores (de "color"), las primeras nacidas para dominar y las segundas para obedecer. Los pueblos vencidos incluidos a al fuerza al sistema mundial, para liberarse, van incorporando junto a su legado ancestral, ideales libertarios modernos y del seno de las religiones.

A diferencia de modos de producción anteriores inmersos en la mentalidad de un espacio tiempo histórico "circular", que al igual que las estaciones del año siempre vuelve sobre el punto inicial para comenzar de nuevo, el modo de producción capitalista solamente puede desenvolverse inmerso en la renovación de sus pertrechos materiales, que en el terreno económico, empujado por la competencia, se basa en la implementación periódica de nuevos adelantos técnico científicos, y en el terreno de la cultura, la burguesía cumple un papel pasivo, representando la vertiente conservadora y reaccionaria de la modernidad, frente a las invenciones en los diversos aspectos y a las reivindicaciones de las clases populares que representan la vertiente libertaria de la modernidad.

Para poder reproducirse material y socialmente, el modo de producción capitalista necesita, además de la innovación tecnológica, una masa de desocupados que desde el siglo diecinueve se les denominó ejército industrial de reserva, que es como tener piezas de recambio a la mano y que influye directamente en la baja de salarios permitiendo una taza de ganancia óptima. El pleno empleo es imposible porque el sistema colapsaría por presión de los trabajadores por mejores remuneraciones que haría decaer la taza de ganancia. En la actualidad, la globalización capitalista ha dejado a las mayorías del planeta sin la propiedad de sus medios de subsistencia convirtiéndolos en proletarios, formando parte del ejército industrial de reserva mundial, por lo que el flujo migratorio en busca de fuentes de trabajo es global, con migraciones a los países más industrializados y, al igual que en siglos anteriores de ascenso capitalista -época de acumulación originaria-, en tanto exceden la capacidad productiva, el capitalismo en decadencia los persigue a sangre y fuego.

En sociedades precapitalistas, cuanto más antiguas, las crisis económicas se manifestaban por falta de recursos disponibles, es decir, son crisis de subproducción que pueden ser causadas por falta de tierra o por fenómenos "externos" al proceso económico, inclemencia del tiempo (exceso o falta de lluvias), terremotos, epidemias que diezman la población, guerras, etc. Por el contrario, en el modo de producción capitalista la economía se desenvuelve en forma cíclica, con periodos (ondas) de corta y larga duración interrumpidos por crisis de sobre producción que surgen en base a sus contradicciones internas. Por la anarquía en que se desenvuelve, se produce una sobre oferta de mercancías que no encuentran compradores en el mercado y bajo diversas modalidades, -con la intervención directa del estado burgués- se asiste a la destrucción masiva de las mismas, extremándose en las guerras. El despegue del nuevo ciclo o periodo –en periodos normales- está inmerso en la implementación de nuevos recursos técnico científicos.

Del capitalismo de "libre competencia" se entra al capitalismo imperialista de los monopolios que a lo largo del siglo veinte desemboca –bajo influjo del capital financiero- en el capitalismo de las trasnacionales donde las contradicciones y crisis se hacen más oprobiosas abarcando el conjunto mundial. Se considera a la primera guerra mundial (1914-1919) que tuvo de escenario el continente que se precia más "civilizado" (Europa), en la que además de pérdidas materiales y mutilados, murieron más ocho millones de seres humanos, como punto de ruptura del ascenso capitalista, para entrar en su periodo de decadencia donde las guerras y la criminalidad –grande y pequeña- lo mismos que la corrupción se acrecientan, degradando la vida humana, por lo que, entre otros, Rosa Luxemburgo a inicios de siglo puso el dilema: socialismo o barbarie. La segunda guerra mundial (1939-1945) fue más oprobiosa que la primera, con genocidios racistas y bombas atómicas, muriendo más de cincuenta millones de seres humanos. En todo este proceso las grandes potencias son las principales promotoras de la violencia.

Como nunca antes la acumulación de capital por medio del tráfico (ilícito) de armas, de drogas, de personas, de bienes culturales, a lo que se suman los robos (corrupción), -sobre todo al erario público-, ha llegado a constituirse en uno de los pilares de la economía capitalista mundial. Para evadir el control de esos capitales el sistema ha creado los paraísos financieros. Con su poder económico todos esos grupos se hacen de un lugar en la sociedad y en la política oficial y al igual que civilizaciones decadentes de la antigüedad, las instituciones públicas y privadas –incluyendo las religiones oficiales- se ven copadas por la corrupción y criminalidad en todos los aspectos degradando cada vez más la vida y la política. El dominio de la burguesía se adecua a los hechos consumados y se sostiene en el cinismo y la mentira más descarada propalado por los grandes de comunicación que controlan. Por ejemplo, el sistema mundial es dominado por transnacionales por mediación de estados nacionales, pero todos los días, los políticos y los medios de comunicación –que representan esos intereses- con gran cinismo, dicen combatir a los monopolios y combatir la corrupción.

En el capitalismo se extrema la contradicción entre clases sociales. Su decadencia es la decadencia de las clases sociales como forma de organización social. Los intereses particulares de la burguesía en todos los aspectos dejan de confluir con los intereses de la humanidad, por lo que contando con recursos técnicos y científicos adecuados no se resuelven los problemas más apremiantes porque la solución es contraria a la acumulación de capital. La invención y creatividad humana –una de las principales vertientes de las fuerzas productivas- son encausadas en primer lugar para los fines más viles como la industria de guerra y, al mismo tiempo que se perpetúa la pobreza en la mayoría de pueblos, un grupo cada vez más reducido –un puñado de familias- monopoliza la mayor parte de riqueza del planeta. La contradicción entre la producción socializada de la riqueza y la apropiación privada de la misma se extrema.

Como previera Carlos Marx, el capitalismo deteriora al hombre y a la naturaleza. Los científicos han alertado que la naturaleza (medio ambiente) –morada del ser humano- ha entrado a su cuenta regresiva como consecuencia de la emisión de gases tóxicos y explotación indiscriminada de sus recursos, por lo que ya presenciamos bolsones del planeta sin vida, con aguas contaminadas de ríos, lagos y mares. Los glaciares de los polos (Ártico y Antártico), y los nevados de las altas montañas desde donde fluyen circuitos de manantiales para dar vida a ríos, lagunas y lagos con sus respectivos ecosistemas donde se cobija el hombre y su entorno se deterioran día a día, minuto a minuto. La selva amazónica –principal pulmón del planeta- se ha constituido en preciado botín para las transnacionales que contando con el apoyo del estado no respetan el medio ambiente, menos la propiedad ancestral de pueblos de la amazonía. En una sociedad basada en la confrontación individual entre trabajadores por encontrar un puesto de trabajo, entre empresarios que compiten por la supremacía, entre estados, entre culturas, …, lo que uno de los ideólogos de la burguesía: Hobbes, definiría como "guerra de todos contra todos", que ya ha producto dos guerras mundiales, a lo que todos los años se agregan guerras "focalizadas" en determinadas áreas o regiones, amenaza con desbordar en una guerra con utilización de energía nuclear y otras armas de destrucción masiva que acabaría con toda forma de vida.

Desde tiempos antiguos sabemos que por lo general, cuando sectores o clases sociales están en ascenso luchando para superar relaciones que han devenido arcaicas, lo representan políticos probos, con virtudes y atributos, en tanto promotores de cambios libertarios. Al contrario, cuando un régimen social llega a su declive, sus representantes se tornan, además de siniestros, sin ideales y sin mayores atributos ético morales, que el día de hoy lo intentan reemplazar con la grandilocuencia, pedantería, y hasta la mera charlatanería, asesorados por empresas de marketing, que de la misma manera que promueven la venta de productos alimenticios o insecticidas, promueven a personajes y organizaciones políticas. Por ejemplo, en época de ascenso del capitalismo europeo, además de caudillos plebeyos como Robespierre en la revolución francesa, que promovieron una sociedad justa que iba más allá de los intereses de la burguesía, surgen caudillos que buscan el orden empujando a la cohesión de la burguesía y a la unidad nacional a remolque del desarrollo capitalista para superar relaciones arcaicas de estamentos y castas. Mencionemos a Oliverio Cromwell (1599-1658) a mediados del siglo diecisiete en Inglaterra o al "bonapartismo" alemán descrito por Engels en la segunda mitad del siglo diecinueve. En época de decadencia capitalista ese tipo de caudillos que aparentan alzarse por encima de las clases se degradan adquiriendo caracteres siniestros como los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini en la primera mitad del siglo veinte en que lograron gran autonomía instaurando un régimen de terror contra las conquistas libertarias de la humanidad con la finalidad de salvar al capitalismo de su bancarrota. En los países indoamericanos los caudillos oscilan entre los progresivo y reaccionario, lo último, extremándose en dictaduras fascistas.

Cuando la burguesía inmersa en el nacimiento de un nuevo espíritu, desplaza del poder a la aristocracia feudal europea, confluye con bastos intereses de la sociedad tendientes a mejorar la vida. Su filosofía, aunque basada en un racionalismo (materialismo) castrado, -que se niega aceptar los cambios sociales- presentando su dominio como eterno, tiende a impregnar una mentalidad optimista sobre el devenir humano, logrando adhesión y hegemonía sobre amplios sectores. Al llegar a su decadencia surge la duda, la negación, el pesimismo, el nihilismo. Su filosofía, bajo diversos nombres, se torna más conservadora y reaccionaria para defender un orden que ha devenido arcaico para la convivencia humana, y como degradación, surge la ideología del final de la historia, sobre lo cual ya hemos expuesto que es el final de la historia para la burguesía porque sus intereses particulares –para utilizar palabras de Mariátegui- han dejado de coincidir con el progreso, o en otras palabras, han dejado de coincidir con los intereses de la humanidad.

Mariátegui, para quien en el capitalismo se extrema la hostilidad al arte de sociedades basadas en clases sociales, decía que en el terreno espiritual, además de la filosofía, la decadencia capitalista se evidencia en la atomización y disolución del arte, que ha perdido su unidad esencial por falta de un derrotero, de una meta, de un mito, de un gran ideal, por lo que fuerzas centrífugas y secesionistas actúan como nunca antes. "Cada uno de sus principios, cada uno de sus elementos a reivindicado su autonomía. Secesión es su término más característicos. Las escuelas se multiplican hasta lo infinito porque no operan sino fuerzas centrífugas". Inmersos en la revolución y la contrarrevolución, los artistas buscan una salida. "El cubismo, el dadaísmo, el expresionismo, etc., al mismo tiempo que acusan una crisis, anuncian una reconstrucción. Aisladamente cada movimiento no trae una fórmula, pero todos concurren –aportando un elemento, un valor, un principio-, a su elaboración21".

Ese mismo criterio lo expresaba Trotsky22 en 1938: "las nuevas corrientes artísticas tienen un carácter cada vez más convulsivo, oscilando entre la esperanza y la desesperación. Las escuelas artísticas de las últimas décadas, el cubismo, el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo se suceden sin alcanzar pleno desarrollo. El arte, que representa el elemento más complejo, el más sensible y, al mismo tiempo, el más vulnerable de la cultura, sufre muy particularmente de la disgregación y putrefacción de la sociedad burguesa". El estalinismo, que usurpa el poder de los trabajadores en la Unión Soviética, -continúa-, es una amenaza para el desenvolvimiento cultural, para el arte y para el socialismo.

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