Teoría materialista de la evolución de Juan M. O. Alberdi (página 5)
Enviado por Yunior Andrés Castillo S.
Siguiendo esta estela, que abría el paso a los transplantes de órganos, en 1952 otro científico soviético, Vladimir PDemijov (1915-1998), logró transplantar un corazón a un perro, adelantándose varios años a los primeros transplantes en otros países. Fue uno de los mayores éxitos de la medicina del pasado siglo. No obstante, como consecuencia de la guerra fría y el bloqueo, el descubrimiento de Demijov no trascendió fuera del bloque de países socialistas hasta 1962, cuando se publicó en Nueva York su monografía titulada Experimental transplantation of vital organs, que se convirtió rápidamente en el manual de los trasplantes torácicos y de los inicios de la asistencia circulatoria en todo el mundo. Naturalmente, las transfusiones sanguíneas y los transplantes de órganos se mantienen en el más absoluto silencio, como si las hubridaciones vegetativas fueran una materia propia exclusivamente de la botánica.
Las raíces de la hibridación vegetativa son aún mucho más antiguas. Ni empiezan ni acaban con Michurin y Lysenko. Es una práctica agrícola tradicional sistemáticamente ignorada. En 1901 en su demoledora crítica de Weismann, el botánco francés Costantin puso los "híbridos de injerto" como uno de los ejemplos de herencia de los caracteres adquiridos:
El níspero de Bronvaux estudiado por Le Monnier se compone de un barril de 1,60 metros de alto que representa el tronco primitivo de un Crataegus y una cresta constituida por las ramas vigorosas del níspero producidas por el antiguo injerto en la cabeza. De la región agrietada del grano, que es el punto de conexión de los dos árboles, parten un cierto número de ramas con una mezcla singular de caracteres de las dos plantas. Estas ramas son, en efecto, espinosas, como en el Crataegus y aterciopeladas como en el Mespilus; las hojas son lobuladas como en el espino, pero más grandes, y al mismo tiempo, velludas como en el níspero, pero más pequeñas que las hojas normales de esta planta; las infloraciones son corimbiformes y pueden tener hasta 13 flores que serían pocas para un Crataegus y muchas para un Mespilus; en fin, los frutos son intermedios entre las dos especies citadas (572).
Al silencio los críticos de la botánica soviética le suman las más groseras tergiversaciones, vertiendo sus ocurrencias, por disparatadas que sean en defensa de sus postulados mendelistas. Por ejemplo, Ayala pone en boca de Lysenko la afirmación de que "en las condiciones apropiadas las plantas de trigo producen semillas de centeno" (572b). Pero este biólogo, asesor científico de Clinton durante su época en la presidencia de Estadols Unidos, ni siquiera alcanza la condición de mentiroso; simplemente ignora lo que Lysenko dijo porque no ha leído sus escritos, no lo necesita para disertar acerca de ello y se lo inventa porque sus lectores no le importan lo más mínimo. Los mendelistas como Ayala afirman que la hibridación vegetativa no existe ya que no se obtienen auténticos ejemplares mixtos sino quimeras, es decir, plantas con dos tipos de células genéticamente distintas, yuxtapuestas, y no de mezclas de ambas. Un manual realiza la siguiente exposición al respecto:
Una curiosidad muy especial son los híbridos de injerto. Se obtienen cortando el brote injertado en el punto de inserción, de éste con el patrón después de que ambos se han unido. En este punto se forman nuevos tallos por regeneración, los cuales, tienen, en parte, células del patrón.
Dado que las regeneraciones se llevan a cabo de forma meramente mitótica, los tipos de tejido generados por el patrón y el injerto conservan su identidad genética. Son posibles alteraciones modificadoras únicamente por influencia mutua de sustancias. Por ello se prefiere para esto el concepto de 'quimeras', pues no se trata de verdaderos híbridos (573).
Otra edición reciente de un conocido tratado lo explica de la siguiente manera: "Después de la soldadura, cada componente conserva sin alteración su patrimonio hereditario. Mediante intercambio de materia entre patrón e injerto, algunas veces es posible una cierta influencia, con carácter de modificación, sobre ciertas propiedades de ambos participantes […] Tales híbridos de injerto pueden producir externamente la impresión de un verdadero híbrido de origen sexual pero en realidad no pueden equipararse a los híbridos, pues incluso en estas soldaduras tan íntimas, cada célula y cada estrato celular conserva su carácter hereditario específico, aun cuando en la configuración externa se manifiesten claramente ciertas influencias recíprocas entre los estratos de tejidos de especies diferentes" (574). Finalmente estas concepciones se transmiten a los diccionarios, en donde la teoría se convierte en dogma: "No se trata de transferencia de caracteres de unas células a otras, sino de formaciones celulares mixtas en que cada célula conserva las características íntegras de su origen […] Sólo en algún caso raro ha sido posible obtener quimeras en que la mezcla llega a lo íntimo de las células" (575). La paradoja no puede ser más evidente: no existen híbridos vegetativos pero cuando existen -algún caso raro- no son tales híbridos sino quimeras…
Los mendelistas afirman que si se observa al microscopio la zona de empalme entre el mentor y la púa, se advierten los dos tipos de células, unas junto a las otras. Cada uno de esos tipos de células tiene una dotación génica diferente que, al dividirse, transmite una herencia separada. Según este criterio, volveríamos a las dualidades metafísicas de siempre que dan lugar a otras tantas definiciones y, por lo tanto, deslindes entre lo que es un híbrido y lo que es una quimera. No cabe duda, además, de que la observación al microscopio de las células en los puntos de unión del injerto al mentor es un buen criterio para el deslinde… tan bueno, por lo menos, como cualquier otro. El problema es que la interacción y comunicación entre células es otra de las cuestiones que ha venido padeciendo un tratamiento singular en los manuales de citología, como si se tratara de un fenómeno infrecuente e intrascendente en la naturaleza. La fecundación, la fusión de un óvulo y un espermatozoide, hubiera debido atraer una mayor atención hacia este fenómeno. Sin embargo, la división celular y la morfogénesis, la diversificación celular, han acaparado toda la atención y, como consecuencia del micromerismo, la célula se ha estudiado como un componente aislado del organismo, como si las células no interrelacionaran y se comunicaran entre ellas. La fusión celular se ha comprobado que es muy importante en el hígado, en el corazón, e incluso se han encontrado fusiones celulares en el cerebro. Las células de la médula ósea también se fusionan con células que tienen un cierto grado de lesión para evitar su muerte. Las células no son componentes estáticos de los organismos vivos sino laboratorios en permanente actividad que metabolizan la luz incidente, el aire o las sustancias procedentes de las raíces. También metabolizan las sustancias que otras células segregan. Por lo tanto, es preciso reconocer que, como mínimo, las células mantienen una comunicación fisiológica permanente entre ellas; unas metabolizan las secreciones de otras. En particular, en los injertos las células de las púas metabolizan las secreciones del patrón, que es el mecanismo vegetativo y nutritivo del conjunto. Otro ejemplo: mediante injerto se puede transferir la condición vernalizada de una púa a un patrón, como ya he expuesto.
Pero a los mendelistas no les interesa la interacción fisiológica entre las células; lo único que a ellos les interesa es el genoma y lo que se esfuerzan por sostener es la tesis de que el genoma de las células del patrón permanece diferente del de las púas a lo largo del tiempo, es decir, que las células derivadas del patrón siempre serán diferentes de las células derivadas de las púas, que unas y otras mantendrán eternamente su separación, que la mezcla génica sólo es posible por medios sexuales.
A pesar de lo que digan sus detractores, no es la metafísica lo que le preocupa Lysenko. Tampoco es eso lo que preocupa a los cultivadores que trabajan sobre el terreno. La metafísica preocupa a quienes, como los mendelistas, alardean de no interesarse por ella. La orientación de Michurin, Lysenko y los cultivadores que trabajan sobre el terreno no son las enciclopedias ni los diccionarios sino la práctica. Por ejemplo, por medio de injerto se pueden crear variedades nuevas, como la pavía o nectarina, un híbrido vegetativo de melocotón y ciruela (576). El vino francés es un injerto de una variedad autóctona de viña en patrones de origen californiano, caracterizados porque sus raíces son muy resistentes a la filoxera. Al viticultor le importa muy poco si en el punto de injerto permanecen indefinidamente células francesas y californianas sin mezclarse entre sí; lo relevante es el fruto, la uva, que la cosecha no se malogre y la calidad del vino sea elevada. Después de más de un siglo de este tipo de injertos, los viticultores saben que una cepa francesa plantada en California no proporciona una uva de la misma calidad, y que lo mismo sucede con una cepa californiana plantada en Francia. Sin estos injertos, la viticultura hubiera desaparecido de Europa a causa de los patógenos del suelo. Parece, por lo tanto, que sí se produce un fruto híbrido, algo diferente a las dos variedades de procedencia, por más que al microscopio en la planta los mendelistas sigan observando dos tipos de células diferentes a lo largo del tiempo. Pero los injertos no tienen sólo un siglo de historia sino probablemente cien, tantos como la agricultura misma (577).
Si los académicos bajaran de su pedestal y preguntaran a los horticultores se encontrarían con una paradoja: a muchos de éstos lo que les gustaría es que los mendelistas tuvieran razón y que en sus
hibridaciones el patrón no influyera sobre la producción del injerto. En numerosas ocasiones lo que pretenden los prácticos no es la hibridación sino precisamente que no haya ninguna clase de influencia mutua, que el patrón no tenga otra función que la vegetativa. Pero lo que sucede es todo lo contrario: el patrón no puede dejar de influir en el desarrollo de las características del injerto, reforzándolas o inhibiéndolas. Si se injertan las mismas púas en patrones de especies diferentes, se obtendrán resultados también diferentes. A la inversa, los campesinos japoneses han logrado cultivar hasta once tipos de fruta distintos en un mismo árbol. Por este método es posible obtener distintos tipos de ciruelas (amarillas, rojas, Claudias) con el mismo tronco y las mismas raíces, injertando una rama con cada una de esas variedades. Uno de los árboles que más se utiliza como patrón es el almendro ya que sus raíces verticales perforan profundamente la tierra, por lo que el aprovechamiento de los nutrientes del suelo es mayor, resultando inmejorable para su empleo en suelos pobres. Con los injertos adecuados, del tronco de un almendro se pueden lograr tanto almendras como melocotones o ciruelas. El injerto se puede utilizar para producir más fruto, para hacerlo más dulce o más grande, más resistente a la sequía, a las temperaturas (altas o bajas) o a las enfermedades, para acortar el tiempo de espera de la primera producción, para lograr que la planta no crezca tan alta, para prolongar la duración de la vida útil del árbol, para cambiar el sexo de un árbol original… Hoy los aficionados a los bonsais practican injertos para criar árboles con las raíces dañadas, es decir, para reproducir aquellos ejemplares que son difíciles de cultivar por otros medios.
Se pueden mejorar los frutales con injertos de otras variedades del mismo frutal y también se puede combinar -y se ha combinado en la práctica- el injerto con la hibridación sexual: en Puerto Rico la chironja, un híbrido de Citrus sinensis con Citrus paradisi, se suele injertar en diferentes patrones de cítricos. Las plantas de sandía injertadas en patrones de calabaza, además de ser resistentes al hongo Fusarium, resuelven el problema de la sandía blanda recién cortada (578). La prohibición de empleo de pesticidas hace que el control de patógenos se esté llevando a cabo actualmente con métodos biológicos, uno de los cuales es el injerto. En determinados casos los injertos son una alternativa al empleo de pesticidas y una poderosa técnica de control de las enfermedades del suelo.
A causa de ello en muy poco tiempo en España el número de plantas injertadas ha pasado de unas 150.000 a más de un millón, y sigue creciendo imparable. En un artículo publicado en la revista "Horticultura" en abril de 2007, Pedro Hoyos refiere cifras mucho más elevadas, del orden de 110 millones en 2004 (579). Lysenko le ha ganado ampliamente la partida a Borlaug.
Lysenko reconoce abiertamente que de cualquier injerto no se obtiene siempre una hibridación, ofreciendo un porcentaje de logros en torno al 17 por ciento que, naturalmente, varía según la especie. No todas las plantas se pueden injertar y no siempre por medio de injerto se crean variedades nuevas. La interacciones posibles entre el patrón y el injerto dependen de la afinidad entre ambos o, en su caso, del grado de rechazo y, en particular, del vigor de cada uno de ellos. Una regla casi general es que las influencias recíprocas entre injerto y patrón son tanto mayores cuanto mayor es la afinidad entre ambos. En este punto las técnicas para lograr buenas hibridaciones son muy variadas. Por ejemplo, si no hay afinidad entre los dos componentes que se intentan acoplar, se realiza un injerto triple a través de un intermediario, es decir, introduciendo un tercer componente entre el patrón y el injerto. De esta manera se pueden injertar variedades de perales incompatibles con el patrón-membrillo: al porta- injerto de membrillo se le injerta primero una variedad compatible o afín y luego se lleva a cabo un segundo injerto que sea compatible. Por esta vía se han obtenido recientemente árboles enanos, con una parte aérea reducida pero con un fuerte enraizamiento en tierra.
Lysenko no participa en el debate metafísico sobre si hay hibridación o quimera; incluso admite, siguiendo a Darwin, que muchas veces sólo aparecen quimeras y que éstas se pueden diferenciar de las verdaderas hibridaciones. Cuando se injerta una variedad sobre un patrón, la cepa resultante suele tener las características de la cepa de la cual se saca la púa, es decir, que el injerto es el factor dominante sobre el patrón. Es fácil comprobar que en muchos casos se producen quimeras porque brotan retoños silvestres por debajo del punto de injerto y los de la púa por encima. Ahora bien, que no siempre aparezcan verdaderos híbridos no quiere decir que la hibridación resulte imposible (580). Las precisiones aportadas por Lysenko se podrían multiplicar para el pleno ridiculo de sus detractores. Por ejemplo, Lysenko advierte también que aunque dos especies se puedan hibridar vegetativamente, eso no significa que se obtenga precisamente aquella variedad que se pretendía lograr. A veces se injerta para extraer lo mejor de una y otra variedad y lo que se obtiene es una mezcla de las peores características de ambas. Eso puede tener un interés teórico pero carece de relevancia práctica. En otras ocasiones lo que el cultivador pretende es que el injerto produzca más de lo mismo o produzca más rápidamente. Por ejemplo, en Japón el Pinus parviflora crece mucho más deprisa si se injerta en raíces de pinos negros autóctonos.
Con su defensa de las hibridaciones vegetativas Lysenko pretende transmitir un criterio práctico que no resulta excluyente de ningún punto de vista teórico. Como en el resto de su obra, se dirige a los cultivadores, no a los catedráticos. Les recuerda que, además de las hibridaciones sexuales, hay otra posibilidad de mejorar la producción agraria, las hibridaciones vegetativas. En los casos en que el agricultor no puede mejorar una determinada variedad mediante el cruce sexual, puede intentarlo por medio de injerto. Es lo que los lysenkistas calificaron como darwinismo "creativo". En su informe de 1948 Lysenko dijo algo capaz de convencer a cualquiera: con los métodos michurinistas se han creado 300 nuevas variedades de plantas. Cualquiera que hubiera estado allí hubiera preguntado, ¿cuántas han creado los genetistas formales? La respuesta es: ninguna. Es exactamente lo mismo que ya había manifestado Costantin medio siglo antes en su crítica a Weismann: "La hipótesis de Weismann es estéril, mientras que las concepciones lamarckianas son fecundas, ya que pueden orientar al agrónomo o al horticultor hacia investigaciones conducentes a descubrimientos prácticos del más grande intrerés" (580b). Mientras los mendelistas no podían obtener híbridos por vía sexual de una manera controlada, el método del mentor sí lo permitía (en determinados casos y bajo determinadas circunstancias). Los primeros transgénicos se obtuvieron medio siglo después de que Lysenko leyera su informe. Un discurso pronunciado por él en 1941 es bastante ilustrativo de la diferencia entre un país socialista y un país capitalista en materia de investigación científica: los norteamericanos realizan experimentos genéticos con moscas, decía Lysenko, nosotros lo hacemos con patatas.
A partir de aquí se reproduce de nuevo la polémica sobre el alcance exacto de ese darwinismo "creativo" que se trataba de implementar en la URSS, así como sobre el significado exacto de otras expresiones, como la de Michurin, según la cual es posible "quebrantar" la herencia. Es una cuestión a la que ya me he referido en relación con la vernalización. Por más que las expresiones de Michurin (y en ocasiones de Lysenko) no sean muy exactas, están fuera de contexto las burlas que, al respecto, proliferan entre los mendelistas, según las cuales el darwinismo soviético era tan "creador" que lograba convertir las lechugas en patatas y a la inversa. No cabe duda que cualquier posibilidad agrícola creativa tiene sus límites intrínsecos, que no es posible transgredir. Pero, al mismo tiempo, esos límites no se conocen y los campesinos llevan buscándolos desde hace 10.000 años con resultados muy variados. Pero por variados que sean, constatan una abrumadora evidencia favorable a las tesis de Michurin y Lysenko. Si para alguien resulta excesivo hablar de "crear" nuevas especies, al menos tendrá que reconocer que desde hace milenios el hombre ha logrado "orientar" la evolución de las ya creadas por la misma naturaleza, de manera que aquellos límites están cada vez más lejanos, es decir, que las posibilidades "creativas" son cada vez mayores.
Julián Huxley dedica una especial atención a esta cuestión en su crítica a Lysenko. Sin ninguna clase de argumentación asegura que las hibridaciones vegetativas no han desempeñado ningún papel en la evolución. El detalle no puede pasar desapercibido: las hibridaciones vegetativas no han desempeñado ningún papel en la evolución y las hibridaciones sexuales lo han podido absolutamente todo. A eso conduce exactamente la metafísica mendelista: por un lado el todo y por el otro la nada. Si fuera cierto, sería imposible averiguar los motivos por los cuales Darwin estudia el asunto en su obra. Para no caer en esta trampa, lo mismo que todos los mendelistas, Huxley silencia completamente cualquier mención a Darwin en este asunto lo que le conduce a lanzar una falsedad: según él los híbridos vegetativos fueron descubiertos originalmente por Winkler y Baur en Alemania a comienzos del siglo XX y luego fueron estudiados por Jorgensen y Crane en Inglaterra.
Con esta exposición, Huxley trata de subrayar lo mismo que con la vernalización: Michurin tampoco es un precursor en esta materia. El truco es siempre el mismo: no existe hibridación vegetativa, pero por si acaso fuera cierta su existencia, sus inventores nunca serían los soviéticos sino otros.
Tiene razón Huxley en este punto: los soviéticos no inventaron nada, se limitaron a estudiar lo que cualquier horticultor llevaba practicando desde hace 10.000 años, posiblemente desde el origen mismo de la agricultura. Lucien Daniel, uno de los más expertos hibridadores, expuso un amplio recorrido histórico de esta práctica agrícola (581). En agronomía como en poesía quizá haya que reconocer que, como decía Machado, todo lo que no es de origen popular es plagio. La fruta que compramos en los supermercados no es una producción espontánea de la naturaleza sino producto de miles de años de hibridaciones de todo tipo, sexuales y vegetativas, exactamente igual que los animales domesticados, debiendo poner de manifiesto que son los pueblos orientales los primeros y los mejores conocedores de la materia. En un afán a la vez erudito y reivindicativo hay que reconocer, además, que una de las primeras hibridaciones documentadas con nombres y apellidos se remonta a 1835, cuando un horticultor francés, Jean Louis Adam, creó una variedad intermedia entre Cytisus purpureus y Laburnum anagyroides a la que le puso su nombre: Laburnocytisus adamii. Wille injertó un peral en un patrón de espino, que permaneció estéril durante 15 años, comenzando a fructificar a partir de los 20 años, produciendo flores y frutos de peral, mientras que sus sus inflorescencias eran las de un Crataegus (581b). También hay que reconocer el enorme interés de las publicaciones de Hans Winkler sobre la materia, pero a diferencia de Huxley, que habla por referencias indirectas, parece necesario conocerlas con un poco más de detalle porque no refuerza precisamente las concepciones mendelistas. En 1907, en los comienzos de la oleada mendelista, Winkler llevó a cabo sus propios experimentos de hibridación, publicando un primer artículo en el que considera que de su primer injerto había obtenido, efectivamente, una quimera, si bien en un artículo posterior publicado al año siguiente manifestó haber logrado un auténtico híbrido (581c).
Huxley menciona repetidamente a Crane, cuyos experimentos sobre hibridación son conocidos, pero incomparablemente más reducidos que los llevados a cabo por Lucien Daniel en Francia o por Gluchenko en la URSS. Pero Huxley tampoco menciona a Daniel ni a Gluchenko, como si las hibridaciones vegetativas fueran obra de Michurin y Lysenko exclusivamente. Entre 1940 y 1980 LE. Gluchenko se especializó en la URSS en probar injertos, especialmente con tomates, publicando una copiosa colección de artículos. No fue el único. En aquel país, sólo entre 1950 y 1958 se publicaron más de 500 estudios científicos acerca de la hibridación vegetativa en los que participaron una ingente cantidad de botánicos, entre los que, además de Gluchenko, cabe destacar a C.F.Kuschner, N.V.Tsitsin, A.A.Avakian y N.I.Feiginson, entre otros. Esta ingente tarea científica sólo merece el desprecio de los mendelistas. Según Huxley muchos de esos experimentos fueron llevados a cabo por aficionados y estudiantes, mientras que "los investigadores de otros países no han podido obtener los mismos resultados". De ese modo, presenta la hibridación vegetativa como si se tratara de una experiencia originaria de la URSS, cuando los injertos vegetales son una práctica milenaria en la agricultura de todos los países del mundo. Sin embargo, Huxley trata de aparentar algo distinto, asegurando que las hibridaciones vegetativas únicamente las han podido comprobar los "jardineros" soviéticos, los cuales no estudian las obras científicas mendelianas, ya que las repudian, lo que les conduce a cometer muchos errores en sus investigaciones y, en particular, no toman precauciones a la hora de realizarlas, no utilizan ejemplares genéticamente puros, no elaboran estadísticas y no utilizan testigos de contraste. Por el contrario, el mendelismo "incorpora numerosos hechos y leyes que han sido verificados repetida e independientemente por los hombres de ciencia de todo el mundo". Las tesis soviéticas no son de fiar, por lo que hay que someterlas a un doble filtro: la confirmación por parte de terceros y la interpretación a la luz "de los conocimientos existentes, y no meramente interpretados según las burdas teorías de Michurin y Lysenko".
Cuando resulta ya imposible cerrar los ojos, en los casos en los que no se puede negar la evidencia, la hibridación vegetativa se presenta como un fenómeno excepcional. Por consiguiente, dice Huxley, la diferencia no está en los hechos sino en la interpretación de los mismos. El fenómeno puede ser "igualmente bien explicado" o incluso "mejor explicado" en términos estrictamente mendelianos porque un híbrido "debe producir" nuevas combinaciones de genes en vasta escala, de los cuales la selección natural recluta a los mejores. La tesis de Huxley se podría resumir, pues, diciendo que o bien los hechos son falsos o, cuando no lo son, se pueden interpretar al modo mendelista (582). La banca siempre gana.
En las críticas a Michurin y Lysenko hay una ocultación reiterativa que tampoco es ninguna casualidad: la de que fue Darwin el primero que prestó atención a la hibridación vegetativa, defendiendo exactamente las mismas conclusiones que Michurin y Lysenko, es decir, que los injertos crean verdaderos híbridos vegetales: "la unión de tejido celular de dos especies distintas" capaz de producir un individuo nuevo, diferente a los dos anteriores, aunque a menudo los caracteres aparecen segregados y la mezcla no es tan homogénea como en la reproducción sexual.
Esto, concluye Darwin, "es un hecho muy importante que cambiará más pronto o más tarde las opiniones sostenidas por los fisiólogos respecto a la reproducción sexual" (583). El naturalista británico se apoyó en sus propios experimentos al respecto que, al mismo tiempo, le sirven para fundamentar su teoría de la pangénesis y su defensa de la herencia de los caracteres adquiridos.
Después de Darwin, no fue Michurin el único en apoyar las tesis darwinistas, hasta el punto de que la hibridación vegetativa se ha podido confirmar por una amplia experimentación realizada en países muy diversos, como China, Japón (K.Hazama, Y.Sinoto, N.Ygishita, Y.Hirata), Alemania (I.Schilowa y W.Merfert), Bulgaria (R.Gueorgueva), Rumania (C.T.Popescu), Yugoeslavia (R.Glavnic). Se ha ensayado con numerosas especies vegetales: frutales, hortalizas, flores ornamentales y otros. En México, el biólogo Isaac Ochoterena también defendió las hibridaciones vegetativas de los soviéticos: "Los agrónomos y biólogos soviéticos han obtenido asombrosos resultados en los últimos años […] Han llegado incluso a la obtención de especies nuevas hibridando las existentes por el procedimiento del injerto de plantas pertenecientes no sólo a diversas especies, sino a diversos géneros" (584).
Ya antes de la década de los cincuenta, los soviéticos pasaron de las hibridaciones en vegetales a las animales por medio de transfusiones de sangre. En 1954 RM.Sopikov (1903-1977) indujo nuevos caracteres en las aves mediante transfusiones de sangre repetidas de Black Australorp en gallinas ponedoras White Leghorn. Los cruces posteriores de gallinas White Leghorn con gallos de la misma variedad daban progenies con un fenotipo modificado. Entre 1950 y 1970 otros investigadores confirmaron las observaciones de Sopikov. Por ejemplo, Benoit y sus colaboradores, entre los que se encontraba el biólogo jesuíta Pierre Leroy, reprodujeron en Francia aquellos experimentos con transfusiones de sangre en pollos, publicándose los primeros resultados en 1957. En una estación experimental del Instituto Nacional de Investigación Agronómica, perteneciente al CNRS, inyectaron por vía intraperitoneal sangre de una variedad de gallinas Roder Island Real en la sangre de otras gallinas. Como había demostrado Sopikov, este tipo de inyecciones provocan perturbaciones irregulares en la pigmentación de las plumas de los descendientes de la primera, segunda y tercera generación. De ahí concluían que las inyecciones actuaron sobre los caracteres hereditarios, ya que solo los descendientes de tres generaciones sucesivas presentaban alteraciones, mientras que los progenitores inyectados no experimentaban ninguna modificación. Los descendentes de los sujetos nacidos de padres inyectados estaban afectados, lo que demostraba que este fenómeno afectó a la línea germinal y no se fijó en el citoplasma. Este experimento fue un choque que abrió un debate, otro más, el 24 de noviembre de 1962 en el Collége de France, luego reproducido por la revista Biologie medícale.
Según Benoit, que abrió la sesión con una introducción muy breve, las hibridaciones vegetativas "en la actualidad no parecen poder explicarse por medio de los datos de la genética clásica y de hecho incitan a buscar nuevas explicaciones". Leroy confiesa que comenzó sus investigaciones intrigado por los avances logrados por los botánicos soviéticos y se defiende de los ataques que había comenzado a padecer como consecuencia de su interés por el asunto. Acusado de emplear "procedimientos medievales", describe minuciosamente las precauciones adoptadas en el laboratorio para impedir la acción de factores imprevistos u ocultos: pureza génica, alimentación, estabilidad de los ejemplares utilizados, etc. Su conclusión es que la sangre incide sobre los caracteres hereditarios y se ve obligado a disculparse por tener que dar la razón a los investigadores soviéticos:
Sería abusivo ver en el tipo de investigaciones que nosotros emprendemos un objetivo diferente del científico. Nada podrá frenar las conquistas definitivas de la ciencia de la herencia. La genética de Mendel, Morgan y de sus sucesores ha transformado la biología; sería pueril pensar que nuestro trabajo es contrario al mendelismo. ¿No es más exacto ver ahí un enriquecimiento y un complemento? Sinceramente, ¿tiene alguien derecho a decir que nosotros no tenemos nada que aprender en un dominio tan complejo, tan vasto y donde la ingeniosidad de los mecanismos no cesa de sorprendernos? El hombre ciertamente no ha agotado todos los recursos que le reservan el estudio y la observación (585).
El suizo Maurice Stroun, profesor de bioquímica en la Universidad de Ginebra, también defendió la hibridación vegetativa en el coloquio de París. Stroun publicó numerosos artículos y libros en los que resumía sus experimentos, tanto con injertos vegetales (solanáceas) como con transfusiones de sangre en animales (pollos). En 1963 comunicó que aves de la variedad White Leghorn que habían sido repetidamente inyectadas con sangre de la gallina Grey Guinea, producían descendencia con algunas plumas moteadas de gris en la segunda y posteriores generaciones. Para las hibridaciones dentro de una misma especie, las conclusiones de Stroun eran tres:
a) mediante injertos es posible influenciar los caracteres hereditarios
b) las modificaciones introducidas son a menudo diferentes de las obtenidas mediante cruce sexual ya que presentan una segregación en la primera generación, la transmisión de una parte únicamente de los caracteres y la aparición de nuevos caracteres
c) las modificaciones están orientadas: los caracteres introducidos en la variedad influenciada se aproximan a menudo a las del mentor
Por el contrario, concluye también Stroun, en las hibraciones entre especies diferentes las modificaciones no se orientan.
Lo que se presentaba como un "descubrimiento" sorprendente también fue convenientemente enterrado. El paso del tiempo fue ocultando las huellas de tal forma que no sólo las investigaciones soviéticas debían figurar sin respaldo fuera de las fronteras de aquel país sino aisladas, extrañas, únicas. Una de las conclusiones del coloquio de París era que se habían identificado los efectos de la hibridación vegetativa pero se ignoraban las causas, agentes y mecanismos que operaban en ellas, de las cuales sólo se podían avanzar hipótesis. Jean, el hermano de Maurice Stroun, participante en el debate, sostenía que el ADN ocupaba un lugar central en la transmisión hereditaria, pero que no era el único factor, indicando ya entonces la posibilidad de que también participaran el ARN y algunas proteínas nucleares. En plena ola de furor de la doble hélice aquello aguaba la fiesta de la teoría sintética.
Pero las sorpresas del debate de 1962 no acababan ahí. En su exposición Leroy mencionaba las investigaciones llevadas a cabo por el biólogo Milán Hasek (1925-1984) en Praga con embriones de pollo varios años antes y, por su parte, Jean Stroun también mencionó las reacciones inmunológicas como una de las cuestiones relacionadas con las hibridaciones. Lo mismo que Leroy en Francia, por influencia de la botánica soviética, Hasek había iniciado sus propios experimentos de hibridación en Checoslovaquia, publicando en 1953 su obra "La hibridación vegetativa de las plantas" en ruso.
Después de los investigadores soviéticos fue uno de los primeros en trasladar las hibridaciones desde los vegetales a los animales, poniendo en comunicación los vasos sanguíneos de embriones de pollo. Observó que después de nacer los pollos eran quimeras ya que tenían células de los dos tipos genómicos y su descubrimiento le condujo al terreno de la inmunología, convirtiéndose en uno de los más reputados científicos en ese dominio. A diferencia de los vegetales, los animales más evolucionados tienen un sistema inmunitario muy desarrollado que rechaza cualquier injerto, transfusión o transplante. Apoyándose en la teoría fásica de Lysenko, Hasek descubrió que los organismos quiméricos eran tolerantes a las transfusiones de sangre e injertos de piel. También quedaba claro que el sistema inmunitario no era estable sino que se desarrollaba a partir de las primeras fases embrionarias de modo que en ellas se puede lograr la tolerancia hacia cuerpos extraños y, por tanto, evitar el rechazo, una característica adquirida que se conserva para las etapas maduras.
Este descubrimiento de Hasek, que posibilitó en la década siguiente los primeros transplantes de órganos en seres humanos, es el que se atribuye a Medawar y el que le valió a éste la obtención del Premio Nobel de Medicina en 1960, una de esas características vergüenzas de la historia de la ciencia en el siglo XX. Frente a Medawar, Hasek padecía cuatro lacras imperdonables en la guerra fría: no era anglosajón, escribía en ruso, era lysenkista y militante del partido comunista de su país.
El Premio Nobel no podía tener un destinatario así en 1960. Se sabía que los transplantes eran una de las técnicas con futuro de la medicina cuyo verdadero origen había que encubrir.
Hoy la hibridación se ha convertido en una práctica rutinaria en los laboratorios. Hace varias décadas que Sonneborn, por ejemplo, logró fusionar los núcleos de dos bacterias Paramecium aurelia, quedando un único ejemplar con dos citoplasmas diferentes. En 1965 Henry Harris fusionó células de dos especies distintas, que pasaban así a disponer de dos núcleos distintos. Según Harris no sólo el citoplasma identificaba los mensajes procedentes de ambos núcleos sino que ambos núcleos identificaban los mensajes procedentes del citoplasma (586). Desde 1975 se logran fusionar células distintas (hibridomas) por el método de César Milstein, Niels Kaj Jerne y Georges J.F. Kóhler, es decir, mediante campos eléctricos, aunque también es posible utilizar otros procedimientos. Se engendra así un híbrido de un linfocito B con una célula tumoral (mieloma) que reúne las características de ambas: el linfocito produce anticuerpos y el tumor se reproduce muy rápidamente, con lo cual se obtiene una célula mixta capaz de producir anticuerpos en cantidades importantes (587). Un genetista español, Lacadena, ha expuesto recientemente los últimos avances en hibridación de plantas, a las que da otra denominación, considerándolas como una "nueva" técnica experimental que disimula sus orígenes teóricos y prácticos. Lo resume de una forma que podría rubricar el mismo Lysenko:
A partir de la década de los setenta se han desarrollado nuevas técnicas experimentales de hibridación somática producida por fusión de protoplastos de especies diferentes y posterior diferenciación de plantas adultas que, evidentemente, llevan las dotaciones cromosómicas completas de ambas especies […] Los imperialistas utilizaron Chechenia para despedazar a la URSS. No les bastaba con acabar con el socialismo sino que era necesario fragmentar el país. El Cáucaso entró dentro de la política imperialista de reparto del mundo por razones económicas (petróleo) y estratégicas (región clave). Así lo explicó Mijail Alexandrov, especialista del Instituto CIS de Moscú en el diario del Ministerio de Defensa ruso, Krasnaia Zvezda: "La situación en Osetia del norte precisa ser vista en el contexto de la creciente batalla por el control de la Transcaucasia entre Rusia y las potencias anglosajonas. Los anglosajones pretenden expulsar a Rusia de la Transcaucasia y, para ello, precisan desestabilizar la situación en el norte del Cáucaso y en Rusia en general". El Pentágono no ha dejado de provocar a Rusia para que llevara a cabo acciones agresivas contra los chechenos, tanto en el plano militar como diplomático. La respuesta militar rusa en el Cáucaso se enmarcó dentro de una política imperialista acerca de la necesidad de proteger su propio espacio vital, amenazado por los imperialistas estadounidenses que lo utilizan como instrumento de presión. El método ejemplarizador que se utilizó en Chechenia iba destinado a impedir cualquier otra tentación similar en el ámbito de la nueva Federación rusa. Los imperialistas actúan en Chechenia a través de Arabia saudí y los wahabitas, aunque Chechenia es de religión islámica son de la rama sufita, que es minoritaria en el resto del mundo árabe. La creciente influencia wahabí también contribuyó a dividir Chechenia. Los sufíes aún componen probablemente el 95 por ciento de la población. Las órdenes sufíes han tratado de mantener la distancia con respecto al conflicto checheno. Muchos dirigentes religiosos han optado por abandonar Chechenia para buscar refugio en la vecina Ingushetia o en otras partes de Rusia, dejando el campo llibre a los wahabitas. Los wahabitas tratan de sustituir el sufismo por el wahabismo en Chechenia tanto mediante enfrentamientos armados como a través de ONG y obras de caridad en un momento clave de paro y escasez de comida en la región. En plena bancarrota económica chechena, los wahabíes llevaron mucho dinero desde algunos países del Golfo y esto incrementó notablemente su prestigio en la región. La estrategia imperialista de manipulación de las poblaciones musulmanas de la URSS se concreta a partir de la invasión soviética a Afganistán en 1979. Afganistán fue el campo de entrenamiento de las redes de mujaidines organizadas, financiadas, entrenadas y mantenidas por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Arabia Saudita y Pakistán, de donde provienen los islamistas que portan la marca de Al-Qaeda. En aquella época, la política de Cárter estaba bajo la inspiración del consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, luego autor del libro "El gran tablero de ajedrez mundial: la supremacía estadunidense y sus imperativos geoestratégicos", donde ya aludía (1997) a los Balcanes euroasiáticos. Brzezinski afirma en su obra que el interés de Estados Unidos como primera potencia verdaderamente mundial es asegurar que ninguna potencia rival llegue a controlar Eurasia o, lo que es lo mismo, que sólo la controlen ellos.
La regeneración de plantas adultas a partir de cultivo de protoplastos es una técnica de especial utilidad dentro de la biotecnología vegetal actual; por ello los intentos que se están haciendo en las especies cultivadas son numerosos […]
Las perspectivas que ofrece esta nueva técnica de hibridación parasexual son de extraordinaria importancia al poder salvar la barrera de la reproducción sexual en combinaciones híbridas entre especies más o menos alejadas en la escala evolutiva […]
Merece la pena destacar la obtención de híbridos somáticos de patata y tomate por regeneración a partir de la fusión de protoplastos por si en un futuro pudiera llegarse a obtener una nueva forma vegetal con un doble aprovechamiento agronómico: serían los tomatotatas (topatoes) o patamates (pomatoes) si bien en principio diversos problemas citogenéticos como los de inestabilidad cromosómica, interacciones genéticas, etc., impidieron augurar su posible utilización práctica. Algunos años más tarde, Jacobsen y colaboradores obtuvieron de nuevo los híbridos somáticos de patata y tomate y las decendencias de dos generaciones de retrocruzamientos con patata (588).
En este punto -como en otros- el mendelismo está condenado a sufrir un descalabro detrás de otro, especialmente contundentes en su tesis fuerte, a saber, que en la hibridación vegetativa no hay intercambio génico. En 2002 el checo Jaroslav Flegr, autor de algunas de las aportaciones más innovadoras a la biología reciente, publicaba un artículo en cuyo título se preguntaba si Lysenko no tenía razón, al menos en parte. Según Flegr, "no puede sorprender que las propiedades del patrón influyan en las propiedades de la púa. No sólo las moléculas de bajo peso molecular, sino también las proteínas y el ARN se desplazan fácilmente a través del floema, por lo que también penetran desde el patrón en la púa" (598). Al año siguiente el japonés Hirata indicó, después de décadas de investigación en torno a las hibridaciones vegetativas, la vía probable a través de la cual se produce el intercambio génico entre el patrón y el injerto: los transposones. Expuso literalmente lo siguiente:
Durante 50 años hemos analizado las variaciones genéticas inducidas mediante injerto en variantes del pimiento. Hemos encontrado e informado sobre varios tipos de variaciones con conductas genéticas irregulares en las progenies derivadas de injertos repetidos. Basándonos en nuestros experimentos, sugerimos particularmente que la transformación es el mecanismo probable de los cambios genéticos inducidos. Para comprobar la hipótesis, supervisamos la transferencia de ADN de la púa al patrón utilizando técnicas moleculares. Encontramos varias secuencias específicas comunes entre el ADN de la púa, el del patrón y variaciones inducidas por el injerto similares a las secuencias de los transposones del tomate. Es probable que la transferencia de genes y el mecanismo integrado de las plantas injertadas se establezca a través del sistema de retro transposones (590).
En materia de hibridación vegetativa los investigadores orientales están muy por delante de los occidentales. Un año después del descubrimiento de los japoneses, hubo una nueva defensa de la hibridación vegetativa por parte de Yongsheng Liu, del Departmento de Horticultura del Instituto de Ciencia y Tecnología de Henan (China) quien ha publicado varios artículos en los que confirma que por medio de injertos se pueden obtener auténticos híbridos vegetativos, no quimeras, y que se trata de variedades estables. El investigador chino confirma que en las hibridaciones existe intercambio génico, que califica como transgénesis bidireccional: del patrón hacia la púa y a la inversa. Según Liu el intercambio génico se produce a través del ARN mensajero, el cual se transfiere entre el patrón y el injerto, luego la transcriptasa inversa lo transcribe a ADN capaz de integrarse en el genoma de uno o de otro y de sus células embrionarias (591). Tanto Darwin, como Lysenko y Liu coinciden en dar una importancia máxima a la hibridación vegetativa. El británico la relacionó con otros fenómenos biológicos, como la regeneración, la reversión o la gemación, afirmando que debían ser comprendidos "desde un punto de vista único". Según Liu la hibridación vegetativa es, además, una prueba de que la teoría de la pangénesis de Darwin es una teoría genética correcta.
Considera que la detección de ácidos nucleicos circulantes y priones en la savia de la planta y en la sangre de los animales demuestra que la función de las gémulas en la pangénesis de Darwin la desempeña el ARN mensajero. Es al británico (y no a Mendel) a quien hay que atribuir la paternidad de la genética, concluye Liu.
Pero el golpe de gracia llegó en 2009 cuando la Universidad de Chicago publicó el libro de Kingsbury sobre la historia de las hibridaciones, que el autor reconoce ligadas a la historia milenaria de la agricultura misma, viéndose obligado a mencionar a Lysenko y las investigaciones soviéticas, si quiera en un pequeño apartado envuelto en la vieja nube intoxicadora de la guerra fría, de la que no es capaz de deshacerse (592). En mayo de ese mismo año la revista Science informaba que investigadores del Instituto Max Plank de Postdam-Golm (Alemania) habían comprobado que entre las células que forman parte de un injerto existe intercambio génico (593). Los experimentos se llevaron a cabo con dos plantas transgénicas de tabaco que contenían secuencias genómicas de resistencia a distintos antibióticos, determinando dos limitaciones al descubrimiento:
a) sólo hay transferencia de los genes insertos en los cloroplastos, no de los que forman parte del núcleo
b) la transferencia se produce únicamente en la zona de contacto, por lo que sólo afecta a los brotes allí formados
Como se observa es una tesis muy matizada y, como también es habitual en el agora mendelista, Science nada decía de la prehistoria de los injertos, como tampoco del alcance teórico de los mismos, aunque los mendelistas se guardaban expresamente de las posibles acusaciones de lysenkismo diciendo que las hibridaciones vegetativas no son análogas a las sexuales: excusatio non petita acusatio manifesta, decían los latinos, o dicho en palabras de Liu: las hibridaciones vegetativas están inextricablemente unidas al nombre de Lysenko. No hay manera de ocultar más tiempo un fraude científico que dura ya más de medio siglo. Pero que después de este tiempo se esté demostrando que Michurin y Lysenko tenían razón, también ha suavizado los posicionamientos de los viejos lysenkistas de antaño, supervivientes gastados por las polémicas de la guerra fría, algunos de los cuales parecen empeñados en disculparse por haber defendido la tesis verídica frente a la artillería mendelista. Es el caso de Maurice Stroun, quien pasa del lysenkismo inicial a un criterio más matizado en 2006:
A finales de los 50 y principios de los 60 del siglo pasado, tuvo lugar una lucha teórica entre los científicos occidentales y los rusos acerca de la teoría que explica el mecanismo de la evolución. De acuerdo con el neo-darwinismo, la evolución era el resultado del azar y de la necesidad, es decir, de las mutaciones que llegan por casualidad favoreciendo la supervivencia del más apto. Para los genetistas de Rusia, los caracteres adquiridos eran la base de la evolución, es decir, el medio ambiente modifica las características de los genes. Uno de los principales experimentos en que los genetistas de Rusia basaban su teoría era la transmisión de los caracteres hereditarios mediante una técnica especial de injerto entre dos variedades de plantas, una planta mentor y una planta pupilo. En su desarrollo la variedad pupilo depende por completo de su planta mentor, cuyas características hereditarias se modifican correlativamente. En el mundo occidental estos experimentos fueron contemplados con dudas. Nosotros fuimos de los pocos que trataron de repetir este tipo de experimentos. Después de tres generaciones de injertos entre dos variedades de berenjena, tuvimos éxito en la obtención de modificaciones hereditarias de las plantas pupilo, que adquirieron algunas de las características de la variedad mentor. La vinculación entre algunas de las características hereditarias de la planta mentor se rompieron, la segregación de la descendencia fue anormal y las características dominantes aparecen como recesivas en las plantas descendientes. En lugar de adoptar las opiniones de los científicos rusos acerca de los caracteres adquiridos, sugerimos que el ADN circulaba entre la planta mentor y la pupilo y supusimos que algunas moléculas de ácido nucleico que transportan la información genética podrían penetrar en las células somáticas y reproductivas de la planta pupilo en un momento propicio y permanecer activas (594).
Por lo tanto, en los injertos no sólo hay comunicación fisiológica, sino incluso intercambio génico entre las dos variedades que se unen. Las hibridaciones vegetativas ocasionan una transgénesis natural, lo cual supone la formación de algo distinto, como siempre sostuvo la genética de Darwin, Michurin y Lysenko.
Por sí misma, la discusión sobre las hibridaciones vegetativas resume la polémica lysenkista. Es un punto en el que la demagogia no ha ahorrado descalificaciones, a cada cual más insultante. En los países capitalistas algunos críticos decían que no habían podido corroborar los experimentos de hibridación, pero los más atrevidos hablan sencillamente de manipulación y de fraude.
Experimentadores como Gluchenko debían estar tan obcecados con sus absurdos tomates que dedicaron 40 años de su vida, casi toda ella, a practicar injertos que -supuestamente- nadie más era capaz de reproducir. Quizá la ineptitud corría por cuenta de quienes jamás lograron ninguna clase de hibridación o, simplemente, cerraron los ojos ante la evidencia, no sólo de Michurin o Gluchenko sino de 10.000 años de prácticas agrícolas que se han propuesto borrar de la historia para mantener en pie una ideología tambaleante.
Es sólo una parte del estilo de la campaña propagandística de la guerra fría. Sin embargo, lo más significativo es que ninguno de los feroces críticos de Lysenko extiende sus insultos contra Darwin porque éste es el fetiche intocable. Además, el agrónomo soviético tiene que aparecer aislado, como el bicho raro, la nota discordante que de ninguna manera se puede poner en relación con Darwin.
Finalmente, hay que rescatar a Darwin de sus propios desvarios. Por eso su obra de madurez "Variación de los animales y las plantas bajo domesticación" no se tradujo al castellano hasta 2008.
Pero los fraudes de los anglosajones ni siquiera tienen esta disculpa idiomática; simplemente mencionan las obras de Darwin según les conviene en cada caso. Sólo mediante la censura y la mutilación del pensamiento darwinista -y de otras corrientes de la biología- la teoría sintética ha podido infiltrar sus postulados entre la ciencia.
La cuestión sigue hoy planteada en los mismos términos que en 1948: un amplio consenso mayoritario de botánicos que se niega a reconocer las hibridaciones vegetativas y un reducido número de excéntricos que afirma todo lo contrario. Los primeros hacen bien en cerrar los ojos porque están enjuego todos y cada uno de los fundamentos que han venido manteniendo desde 1883. Afortunadamente para la humanidad la ciencia nunca ha resuelto sus dilemas a mano alzada; mientras queden herejes podemos tener confianza en el progreso del pensamiento.
Los genes se sirven a la carta
Los vergonzosos ataques contra Lysenko prostituyen hasta el ridículo sus tesis, que tratan de presentar como si fueran incompatibles con los descubrimientos de la genética. Por ejemplo, Medvedev afirma que hubo una "negación integral de la genética" (595), y según Ayala, para Lysenko la genética era una ciencia capitalista (596). Este es el tópico usual al que recurren los intoxicadores. La postura de Lysenko acerca de la genética la expuso él mismo en varias ocasiones, otorgándole una importancia capital puesto que la selección artificial debía fundamentarse en ella.
Entre otras, en la sesión de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas de 23 de diciembre de 1936 dijo lo siguiente:
Nuestros contradictores declaran que Lysenko repudia la genética, es decir, la ciencia de la herencia y de la variabilidad. Es falso. Nosotros luchamos por la ciencia de la herencia y de la variabilidad, lejos de repudiarla.
Nosotros combatimos diversas tesis de la genética, tesis erróneas y totalmente imaginarias. Nosotros luchamos para que la genética se desarrolle sobre la base y sobre el plan de la teoría darwiniana de la evolución. Nosotros debemos asimilar la genética, que es una de las ramas más importantes de la agrobiología, debemos reconducirla con la ayuda de nuestros métodos soviéticos a lo más alto y lo más completamente posible, en lugar de adoptar pura y simplemente numerosos principios antidarwinistas que están en la base de las tesis fundamentales de la genética.
Nadie entre nosotros sueña con negar los brillantes trabajos de la citología que han hecho progresar nuestro conocimiento de la morfología de la célula, y sobre todo el núcleo; nosotros estimulamos sin reservas esos trabajos […] Son ramas del saber indispensables que acrecientan nuestros conocimientos.
Es, pues, obvio que la lucha de Lysenko no se entabló contra la genética sino contra toda la amalgama de concepciones oscurantistas que pretendían introducirse junto con ella, como reconoció Haldane. Según el británico, muchos genetistas y la mayoría de los vulgarizadores soviéticos "se habían dejado engañar" por su propio vocabulario, y Lysenko se basó en ello "para desprestigiar a la teoría genética en general y para proponer una tarea con mucha menos base científica que el mendelismo" (597). Por lo menos a partir de aquí podemos empezar a sospechar que no se trataba de una guerra contra la genética sino contra el mendelismo, si bien los formalistas no conciben la genética sin las leyes de Mendel. Pero éste es otro problema distinto. No obstante, ni siquiera la crítica del mendelismo es una crítica de Mendel, por lo que las versiones difundidas en los países capitalistas acerca de Lysenko no pueden calificarse más que de una manipulación vergonzosa.
Si el lysenkismo era tan contrario al progreso de la ciencia, si retardó tanto el avance de la genética, alguien debería explicar cómo es posible entonces que el biólogo británico J.D.Bernal, un defensor de Lysenko, esté considerado como el fundador de la genética molecular en su país. Cabe reseñar también que, lo mismo que en la URSS, mientras un militante del Partido Comunista como Bernal defendía a Lysenko, otro militante, J.B.S.Haldane, también biólogo, defendía todo lo contrario (598).
Pero el lysenkismo no fue sólo un fenómeno soviético. Uno de los muchos países en los que las tesis de Lysenko tuvieron más aceptación fue China y el primer cultivo transgénico se creó en 1992 en aquel país asiático. Era una planta de tabaco a cuyo genoma se le añadió una secuencia de resistencia para el antibiótico kanamicina. En 1999 el Instituto de Genética Médica de Shanghai creó el primer ternero probeta transgénico utilizando las mismas técnicas que se emplearon en la obtención de la oveja clónica Dolly tres años antes. A pesar de la influencia lysenkista China se situó a la cabeza de investigación genética.
Ni Lysenko ni la URSS se opusieron al desarrollo de la genética en los centros educativos y en los laboratorios, de manera que se pudieron conocer todas las corrientes existentes en el mundo, y así, por ejemplo, la Sociedad de Naturalismo de Moscú siempre se destacó en la defensa de los principios mendelistas. No obstante, quizá no sea este aspecto el más interesante. Lo realmente significativo es que las afirmaciones acerca de la supuesta "prohibición" de la genética en la URSS deberían conducir a establecer comparaciones -incluso cuantitativas- con la enseñanza de esa misma disciplina en otros países: fechas en las que se introdujeron las cátedras de genética, número de profesores universitarios, planes de estudio, manuales utilizados, artículos y libros publicados, etc.
Si algunos críticos prestaran un poco más de atención a la viga en el ojo propio que a la paja del ajeno, las sorpresas serían mayúsculas. En España, lo mismo que en muchos otros países, la ley universitaria de 29 de julio de 1948 ni siquiera mencionaba la palabra biología, una disciplina que, según el artículo 15, había que entender como un apartado dentro de la sección de ciencias naturales de las facultades de ciencias. Los primeros planes de estudio no llegaron hasta 1953, la primera promoción de biólogos españoles se graduó en 1957 pero la biología no adquirió autonomía universitaria propia hasta que en 1964 se establecieron las secciones de biología en las facultades de ciencias (decreto 2707/64) y la primera Facultad de Ciencias Biológicas tardó en crearse otros diez años más. La memoria del curso académico 1977-1978 hablaba de la existencia de 12 cátedras agrupadas en 7 departamentos que impartían sus enseñanzas a casi 3.500 alumnos. De las disciplinas afines a la biología no cabe ni hablar. Entonces la genética, lo mismo que la ecología (599), eran aquí poco más que una nota a pie de página en los libros de biología. Hasta 1963 no se convocaron oposiciones para las primeras cátedras de genética.
La primera Asociación de Genetistas de Americano se creó hasta 1931, siendo L.C. Dunn su primer presidente. Su primera reunión al año siguiente sólo pudo agrupar a unos 50 miembros, con otros diez más al año siguiente. El panorama no era más alentador en otros países europeos. En 1949 el bioquímico belga Jean Brachet reconoció en una rueda de presa tras su viaje a la URSS, que en la Universidad Libre de Bruselas los planes de estudios ofrecían 15 horas lectivas de genética, contra 200 en la de Leningrado. No está nada mal para un país que acababa de "prohibir" la genética. El primer profesor universitario de genética en Estados Unidos fue Alfred Sturtevant, quien comenzó a impartir sus clases en 1928. Según Haldane, en 1938 en Inglaterra no había más que un sólo profesor de genética "y como no se ha hecho ningún esfuerzo por remediar esta carencia, la enseñanza de genética en Londres es, de momento, radicalmente imposible" (600).
El mismo escenario se obtendría localizando las fechas de publicación de las primeras revistas de biología en cada país o los temas de interés abordados en ellas, por lo que la conclusión es obvia: cuando en 1948 cientos de biólogos soviéticos discutían el informe de Lysenko, en la mayor parte del mundo simplemente no había biólogos. Desde los años veinte en la URSS existían tres institutos dedicados exclusivamente a la genética. La superioridad soviética en ese punto era, pues, abismal.
Las aportaciones soviéticas a la genética también fueron muy importantes, en algunos casos anteriores a las anglosajonas y, desde luego desconocidas, descuidadas o ignoradas por su propio origen, por lo que conviene recordarlas, aunque sea telegráficamente. En 1921 el embriólogo soviético A.G.Gurwitsch abrió al mundo un nuevo dominio científico; el de la biofísica. Al mismo tiempo e independientemente del alemán Hans Speeman, elaboró la teoría del campo morfognético y dos años después descubrió los biofotones (601). Entre 1922 y 1929 Vavilov reunió en sus expediciones la colección de plantas y semillas más importante del mundo, cuyo destino era la selección y la hibridación y, por consiguiente, el mejoramiento en la calidad de los cultivos agrarios.
En 1924 Oparin expuso la primera hipótesis científica sobre el origen de la vida. Ese mismo año AN.Bach creó el primer Instituto de Investigación Bioquímica del mundo y expuso las primeras nociones bioquímicas sobre la oxidación. Aunque el efecto mutágeno de las radiaciones sobre los cromosomas se atribuye al estadounidense HJ.Muller, y le concedieron el Premio Nobel por ello, sus verdaderos descubridores fueron los soviéticos G.A.Nadson y G.S.Filippov, que observaron el efecto en levaduras y hongos, adelantándose en dos años a Muller. En 1926 Vladimir I.Vernadsky publicó "La biosfera" una obra pionera en la ecología contemporánea. Al año siguiente S.S.Chetverikov fue el primero en formular las leyes del polimorfismo genético que constituye la base de la genética de poblaciones, adelantándose en varios años a Wright, Fisher y Haldane, que pasan por ser sus creadores. Ese mismo año G.D.Karpechenko creó la primera planta sintética del mundo, a la que dio el nombre de Raphanobrassica (Raphanus sativus y Brassica cleraceá), un híbrido del rábano y la col (repollo o coliflor)(601b). Ese mismo año N.K.Koltsov fue el primero en describir la estructura de los cromosomas como moléculas gigantescas capaces de reproducirse por un mecanismo de molde, concepto que relacionaba la genética con la bioquímica. No obstante, como todos los genetistas de la época, Koltsov pensaba que esa molécula era una proteína y no un ácido, el ADN, como se supo después. La noción de biosíntesis permitió entender la autorreplicación genética. En 1927 A.R.Serebrobsky estudió la primera variación intragenética de la mutabilidad. Al año siguiente AA.Sapeguin obtuvo mutantes del trigo mediante radiaciones. En 1929 A.W. Anikin formuló la ley general de la deformación de los núcleos de las células mesenquimales en embriones de tritón, según la cual las partes de la superficie son rechazadas por un centro geométrico del primordio con una fuerza que disminuye en proporción inversa a la distancia del centro del primordio. En 1935 A.N.Belozersky logró aislar ADN en forma pura por primera vez y dos años después N.P.Dubinin fue el primero en descubrir en una población de moscas drosophilas al menos un dos por ciento de mutantes espontáneas. Al año siguiente, estudiando el efecto de la luz sobre la floración, Mijail J. Chailakhyan descubrió el florígeno (602), uno de los hallazgos más importantes en la botánica contemporánea que se ha logrado confirmar en el presente siglo.
La ecología alcanzó un enorme desarrollo en la URSS, avanzando importantes investigaciones sobre fitosociología, dinámica trófica y biocenología. En los años veinte se crearon en todo el país numerosas instituciones de investigación y enseñanza de la ecología, que están entre las primeras del mundo: en 1924 en Tashkent, bajo la dirección de D.N.Kasharov, al año siguiente en Leningrado, después en Moscú, Smolensk, Jarkov, Voronej y otros. En 1930 el III Congreso de zoología celebrado en Kiev reconoció la extraordinaria importancia de la ecología, "no sólo por sus aplicaciones sino también desde el punto de vista teórico" y acordó reservar a esta disciplina una plaza de pleno derecho en las facultades de pedagogía y agronomía. Al año siguiente Kasharov, que regresaba de un largo viaje por Estados Unidos, publicó el primer manual de ecología para la enseñanza: "Ambiente y comunidades", traducida al inglés en 1935. También en 1931 Kasharov inició la publicación de la primera revista soviética de ecología, que dedicaba una atención especial a las especies animales amenazadas. La URSS fue el primer país del mundo en crear parques naturales (zapovedniki) sometidos a una estricta protección ambiental. Mijail P.Chumakov (1909- 1993) fue el primero en descubrir que un tipo de encefalitis que tenía su origen en un virus, que logró aislar, demostrando que se transmitía por medio de ácaros, un descubrimiento que le valió el premio Stalin en 1941.
A mediados de la década de los cincuenta, Boris V.Timofeiev (1916-1982) del Instituto de Geocronología Precámbrica de Leningrado, anunció uno de los descubrimientos más fantásticos del pasado siglo: el hallazgo de esporas fósiles microscópicas precámbricas en la URSS. Aunque la fauna ediacara ya había sido descubierta con anterioridad por Reginald C. Sprigg (1919-1994) en Australia, aquel hecho quedó entonces silenciado. Pero además Timofeiev había desarrollado una técnica novedosa para estudiar estos fósiles que es la que ahora se emplea en paleobiología (603).
La investigación científica en la URSS estuvo siempre muy por delante de los más avanzados países
capitalistas, cualquiera que sea la etapa analizada, en cifras absolutas o relativas. Para 1980 los datos de Bruno Latour sobre el número de científicos e ingenieros, su porcentaje con respecto al total de la fuerza de trabajo, así como la proporción de la inversión en ciencia con respecto al volumen del Producto Nacional Bruto es esclarecedera de la aplastante superioridad soviética (604):
científicos e
ingenieros
% del total de
trabajadores
TTrioo Estados T , ., . Reino
URSS tt 1 Japón Alemania TT . , Francia
Unidos Unido
1.200.000 890.000 363.000 122.000 104.000 73.000
0,9 0,59 0,65 0,46
M
% del total del PNB 3,6 2,6 2,4
Las desinformaciones presentan a la ciencia soviética como una laguna aislada, ajena y extraña a las
corrientes de la genética de otros países, consecuencia a su vez del aislamiento internacional de la URSS que, naturalmente, aparece como una política deliberadamente perseguida por la diplomacia soviética, como si los demás países no tuvieran ninguna responsabilildad en ello. También aquí hay que proceder a una verdadera reconstrucción de los hechos casi completa. La URSS estuvo durante muchos años fuera de la Sociedad de Naciones, sometida a un riguroso bloqueo internacional. En líneas generales y, especialmente en lo que a la ciencia respecta, desde su mismo nacimiento, la URSS buscó desarrollar toda clase de intercambios con terceros países, a cuyos efectos creó una Oficina para el Estudio de la Ciencia y la Tecnología Extranjera. En 1924 organizó la Sociedad para las conexiones culturales con los países extranjeros: "Con posterioridad a 1920 la Academia de Ciencias primero y después otros centros de investigación, tomaron medidas para establecer relaciones directas con centros de investigación del extranjero. Aun cuando al principio la cooperación internacional fue muy modesta, tuvo sin embargo extraordinaria importancia para el desarrollo de la ciencia soviética" (604b). La gran crisis capitalista de 1929 favoreció los intercambios. Al acabar con los presupuestos para educación e investigación en Estados Unidos, la URSS invitó a muchos científicos y técnicos extranjeros que se habían quedado en el paro a
instalarse allá, e incluso se construyeron urbanizaciones y ciudades enteras para ellos. Otros ya se habían instalado anteriormente, de manera que es difícil encontrar un genetista que no hubiera viajado en algún momento a la URSS antes de la guerra mundial. Un conocido eugenista como Leslie Clarence Dunn se trasladó allá en 1927 con una beca de Rockefeller. Richard B.Goldschmidt visitó la URSS en 1929 para asistir a un congreso de genética. También visitó el país dos veces Julián Huxley antes de la guerra, del que obtuvo una buena impresión, olvidándose de ella en la posguerra para escribir su obra contra Lysenko, una incongruencia que nunca explicó. Al quedarse en el paro en Estados Unidos, el biometrista Chester Bliss trabajó de 1936 a 1937 en el Instituto Botánico de Leningrado. El genetista Calvin F.Bridges también fue profesor de su disciplina en la Universidad de Leningrado.
El conocido historiador de medicina Henry E. Sigerist viajó tres veces a la URSS, estudiando meticulosamente su sistema sanitario, del que se convirtió en su divulgador más entusiasta: "Los estudios que he hecho durante tres veranos en la URSS fueron quizás los más inspiradores de toda mi carrera. Admito francamente que estoy impresionado por todo lo que vi, por el esfuerzo honesto de una nación entera para darle atención médica a todo el pueblo". El investigador suizo destacó las aportaciones pioneras de la revolución socialista a la medicina mundial, que describió en su libro Socialized Medicine in the Soviet Union, publicado en Nueva York en 1937.
En 1925 la Academia de Ciencias ofreció un laboratorio de investigación al biólogo Paul Kammerer durante una vista a la URSS. El austríaco aceptó el puesto pero tenía que ir a Viena para recoger sus cosas. Fue entonces cuando se divulgó su supuesto fraude, que le condujo al suicidio. Después de 1929 la crisis promocionó la emigración hacia la URSS de científicos procedentes de los países de Europa central, una corriente reforzada después de la llegada de Hitler a la cancillería en Alemania.
En 1932 el paleobiólogo checo Martin Fritz Glasssner (1906-1989) fue invitado a organizar el laboratorio del Instituto de Minerales, alcanzando una plaza en la Academia de Ciencias e impartiendo lecciones en la Universidad de Moscú. Se casó con una soviética pero, ante la proximidad de la guerra, como a tantos otros científicos extranjeros, en 1937 le exigieron optar por obtener la nacionalidad soviética o abandonar el país, trasladándose entonces a Viena.
Entre los científicos que huyeron a la URSS se encontraba Georg Schneider (1909-1970), un joven militante del Partido Comunista de Alemania recién salido de la universidad. Schneider emigró a la URSS en 1931, donde dos años después se le unió su profesor en Jena, Julius Schaxel (1887-1943), un prestigioso biólogo, también marxista, a su vez alumno de Ernst Haeckel. Schaxel (605) había fundado en 1924 el conocido diario de información científica "Urania", prohibido por los nazis en 1933. En el exilio Schaxel y Schneider iniciaron una estrecha colaboración primero en el Instituto de Morfogénesis Experimental, poniendo los cimientos de la biología del desarrollo, disciplina de la que se cuentan entre sus pioneros, que continuaron después en el Instituto Severtsov de Morfología Evolucionista de la Academia de Ciencias de la URSS en Moscú. Tras su retorno a Alemania en 1945, Schneider impartió clases de biología teórica en la Universidad de Jena, siendo uno de los pocos defensores del lysenkismo en la República Democrática Alemana.
El caso de HJ.Muller es bastante singular e ilustra sobre la verdadera situación de la genética en aquella época, ya que recorrió todo el espectro ideológico imaginable. Discípulo de Morgan, su "redescubrimiento" del efecto mutágeno de las radiaciones sobre los cromosomas en 1927 fue trascendental; su manual Principies ofGenetics tuvo una amplia difusión universitaria por todo el mundo y fue muy pronto traducido al ruso. Muller fue uno de aquellos investigadores que tuvo que abandonar la universidad de su país, en bancarrota tras el hundimiento capitalista de 1929. De Texas se trasladó a Berlín en 1932, permaneciendo durante un año trabajando junto a Timofeiev-Ressovski en el mismo laboratorio. Después de la llegada al poder de los nazis aceptó una invitación para presidir el Instituto de Genética de Moscú, a donde se desplazó con su cargamento de moscas, permaneciendo allá desde 1933 hasta 1937. En la Unión Soviética Muller escribió varios artículos para la prensa elogiando la colectivización agrícola y apoyando la investigación científica soviética. En uno de ellos, publicado en el diario gubernamental Izvestia con ocasión del décimo aniversario de la muerte de Lenin, criticaba el lamarckismo y defendía que la genética mendelista era una aplicación del marxismo a la biología. Fue uno de los fundadores del Consejo Nacional de Amistad Americano-Soviética y presidente de la Sociedad Científica Americano-Soviética. En una conferencia impartida en Moscú en 1936 estableció el puente que unió la química y la genética: el portador de la información genética era un polímero compuesto por una serie aperiódica de subunidades. Al año siguiente se trasladó a España como miembro de las Brigadas Internacionales para participar en los servicios médicos del ejército republicano. Pero Muller tenía sus propias ideas: era un eugenista cuyas concepciones creyó poder llevar a cabo en la URSS, como si la revolución de 1917 hubiera convertido al país en un laboratorio de cobayas humanas. Creía que la Unión Soviética era el Estado ideal para llevar a cabo experimentos eugenistas de mejora de la raza humana porque las barreras de clase habían desaparecido. En mayo de 1936 le envió a Stalin un ejemplar de su libro Out ofthe night en el que defendía la eugenesia. En esa obra, lo mismo que en las conferencias científicas en las que intervino mientras permaneció en la URSS, Muller sostuvo que la inseminación artificial entre los soviéticos podría asegurar la victoria del socialismo. Había que mejorar la dotación genética de la clase obrera y del campesinado para suplir su inferioridad natural. Desengañ por no poder llevar a cabo sus experimentos eugenistas, Muller acabó militando en las filas del anticomunismo más visceral.
La genética soviética estuvo siempre estrechamente imbricada con la de los demás países del mundo. Sus científicos formaron parte de academias e institutos de investigación de otros países, del mismo modo que existieron científicos de otros países que formaron parte de las universidades y laboratorios soviéticos. El mismísimo William Bateson acudió a Moscú en 1925 para celebrar el 200 aniversario de la fundación de las academias científicas en Rusia, y al regresar a su país escribió un artículo elogiando el enorme esfuerzo que estaba realizando la URSS en materia científica (606). En los libros soviéticos publicados no hay más que repasar la bibliografía y las citas para observar cómo los avances de otros países también fueron conocidos por los científicos soviéticos, así como sus manuales, de los que existen numerosas traducciones. Lo mismo cabe decir de los fondos bibliográficos disponibles en bibliotecas y librerías. Así, las obras escogidas de T.H.Morgan se publicaron en la URSS en 1937, antes que en Estados Unidos; lo mismo se puede decir de las de HJ.Muller, un científico más conocido en la URSS que en su propio país.
Una de las acusaciones lanzadas contra Lysenko es su negativa a reconocer los genes, cuestión que él abordó en varios textos con bastante claridad. A lo que él se oponía era al concepto de gen como corpúsculo portador de la herencia, y pone un ejemplo: no por negar que existan partículas o una sustancia de la temperatura, se niega la existencia de ésta como medida de un estado de la materia: "Nosotros negamos que los genetistas, y con ellos los citólogos, puedan percibir un día los genes por el microscopio. Se podrá y se deberá discernir en el microscopio detalles cada vez más ínfimos de la célula, del núcleo, de los cromosomas, pero eso serán parcelas de la célula, del núcleo o del cromosoma, y no lo que los genetistas entienden por gen. El patrimonio hereditario no es una sustancia distinta del cuerpo, que se multiplica a partir de él mismo. La base de la herencia es la célula que se desarrolla, se transforma en organismo. Esta célula comporta unos orgánulos con fines diversos. Pero no hay en ella ninguna partícula que no se desarrolle, que no evolucione".
Esta concepción no fue exclusiva de Lysenko sino que también puede encontrase en autores muy anteriores a él, como el embriólogo soviético A.G.Gurwitsch, uno de los primeros opositores a la emergente genética mendelista desde los primeros tiempos de formación de la URSS, si bien su criterio se fundamentó en argumentos bien distintos de los defendidos por Lysenko. Según Gurwitsch la herencia deriva del campo morfogenético, es decir, de fuerzas de ámbito supracelular, que ni siquiera pueden considerarse como biológicas en un sentido estricto. Sin embargo, en sus cursos daba conocer a sus alumnos la obra de Mendel. Cuando en 1948 los lysenkistas le invitaron a sumarse a la batalla contra la teoría sintética, Gurwitsch se posicionó en contra suya. Su posición es, pues, esclarecedora de la complejidad del debate por cuanto ambos, Gurwitsch y Lysenko eran originarios del mismo pueblo y, además, pocos años antes, en 1941, había recibido el Premio Stalin por su descubrimiento de los biofotones.
Desde el punto de vista del origen de la vida, Oparin también criticó la teoría de las mutaciones al azar:
En el problema mismo del origen de la vida, muchos naturalistas continúan sosteniendo, aun después de Darwin, el anticuado método metafísico de atacar este problema. El mendelismo-morganismo, muy usual en los medios científicos de América y de Europa occidental, mantiene la tesis de que los poseedores de la herencia, al igual que de todas las demás particularidades sustanciales de la vida, son los genes, partículas de una sustancia especial acumulada en los cromosomas del núcleo celular. Estas partículas habrían aparecido repentinamente en la Tierra, en alguna época, conservando práctica e invariablemente su estructura definitiva de la vida, a lo largo de todo el desenvolvimiento de ésta. Vemos, por consiguiente, que desde el punto de vista mantenido por los mendelistas-morganistas, el problema del origen de la vida se constriñe a saber cómo pudo surgir repentinamente esta partícula de sustancial especial, poseedora de todas las propiedades de la vida.
La mayoría de los autores extranjeros que se preocupan de esta cuestión (por ejemplo, Devillers en Francia y Alexander en Norteamérica), lo hacen de un modo por lo demás simplista. Según ellos, la molécula del gene aparece en forma puramente casual, gracias a una 'operante' y feliz conjunción de átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y fósforo, los cuales se conjugan 'solos', para constituir una molécula excepcionalmente compleja de esta sustancia especial, que contiene desde el primer momento todas las propiedades de la vida.
Ahora bien, esa 'circunstancia feliz' es tan excepcional e insólita que únicamente podría haber sucedido una vez en toda la existencia de la Tierra. A partir de ese instante, sólo se produce una incesante multiplicación del gene, de esa sustancia especial que ha aparecido una sola vez y que es eterna e inmutable.
Está claro, pues, que esa 'explicación' no explica en esencia absolutamente nada. Lo que diferencia a todos los seres vivos sin excepción alguna, es que su organización interna está extraordinariamente adaptada; y podríamos decir que perfectamente adaptada a las necesidades de determinadas funciones vitales: la alimentación, la respiración, el crecimiento y la reproducción en las condiciones de existencia dadas.
¿Cómo ha podido suceder mediante un hecho puramente casual, esa adaptación interna, tan determinativa para todas las formas vivas, incluso para las más elementales?
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