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Teoría materialista de la evolución de Juan M. O. Alberdi (página 3)


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Ayala, un sacerdote dominico epígono de Dobzhansky, es uno de tantos partidarios de la teoría sintética capaz de escribir sobre Lysenko sin haber leído ninguno de sus escritos, por lo que sus únicas fuentes de información son los rumores, cotilleos y citas de segunda mano, es decir, un ejemplo de impecable proceder científico. Quizá haya sido esa doble condición (la de sacerdote católico y la frivolidad científica) la que le llevó a ser nombrado asesor científico de Clinton. Como tantos otros biólogos, Ayala está mucho más próximo al poder político de lo que pudo estar Lysenko en su época. Pero nadie ha considerado el doble compromiso religioso y político de Ayala como un condicionante de sus absurdas teorías científicas. Tampoco su execrable estilo crítico. En efecto, cuando Ayala tiene necesidad de proporcionar algo más de información a sus lectores contra su víctima propiciatoria, no duda en sacarse el conejo de la chistera, como si de un espectáculo circense se tratara. Se refiere a Lysenko como si hubiera intimado con él; le describe como "un charlatán oportunista con pretensiones de ser un gran científico revolucionario", desde luego el "contraejemplo dramático" de los logros de Mendel. Donde el checo personifica la ciencia, el ucraniano personifica la política, en el peor y más vulgar sentido de la actividad política, que quizá sea el único en el que Ayala ha participado. Desde luego un predicador de sacristía como Ayala no vacila a la hora de imaginar lo que quizá pudo ser el lamentable método utilizado por Lysenko: "Apoyó sus afirmaciones con experimentos rudimentarios que podían interpretarse a voluntad. Los datos en contra se negaron o denunciaron sobre la base de que nada podía ser correcto si contradecía la ideología superior del marxismo-leninismo […] Cualquier dato, práctica o teoría se medía en función de su congruencia con la ideología marxista (502)".

Lysenko inició sus experimentos por su propia iniciativa, sin ninguna clase de apoyo oficial. No existieron gigantescos presupuestos, ni inversiones, ni viveros, ni cámaras térmicas, ni sofisticados laboratorios, ni centros universitarios que le apoyaran. Todo empezó de una manera mucho más modesta y sencilla, como empezaban las iniciativas de los obreros y campesinos en la URSS, basándose en el entusiasmo y en el esfuerzo colectivo de las organizaciones rurales. El agrónomo soviético tampoco obtuvo sus cargos científicos gracias a patrocinios de fundaciones privadas o decretos gubernativos. Fue propuesto por Vavilov en 1934 para formar parte de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, quien le presentó con estas palabras: "Aunque la naturaleza de la vernalización es ya objeto de más investigaciones que, obviamente, revelarán varios aspectos desconocidos, el método ha sido desarrollado en principio en tal extensión que este año se han asignado millones de hectáreas para prácticas de vernalización de cereales y algodón. Incluso, ahora, la gran importancia de la vernalización es evidente en fitomejora, permitiendo al cultivador utilizar toda la diversidad mundial meridional que previamente no podía crecer en nuestras condiciones. Por otra parte, gracias a la vernalización, muchas variedades meridionales están preparadas para el cultivo directo, incluso sin ninguna clase de crianza". Luego Lysenko llegó a ser nombrado presidente de la Academia por méritos propios en dos etapas: una primera desde febrero de 1938 hasta 1956 y otra segunda cuando volvió a ser reelegido en 1961 durante cinco años más.

Tras su cese continuó siendo miembro de la misma hasta su fallecimiento diez años después.

Durante todo ese tiempo también dirigió una estación agrícola experimental cerca de Moscú en la que trabajaban 300 investigadores. No fue nunca miembro del Partido bolchevique y tampoco coincidió personalmente con Stalin (fuera de los actos oficiales, naturalmente).

En los escritos de Lysenko sobresale la idea de la selección "artificial", superpuesta a la selección que de una manera natural o espontánea realiza la naturaleza por sí misma, esto es, la idea de que la naturaleza no es un paisaje fijo sino que es posible actuar sobre ella en interés de los obreros y campesinos. De un modo dialéctico, Lysenko estudia la flora en su desarrollo; cita continuamente a Timiriazev para recordar la "historia" de cada especie y de cada planta dentro de ella, tratando de observar la manera en que se puede dirigir y controlar ese desarrollo. La selección "artificial" de Lysenko no tiene nada que ver con el moderno "bricolaje genético" de las multinacionales cuyas mutaciones provocan cambios imprevisibles en los organismos vivos. Lo que Lysenko pretendía obtener eran cambios planificados, a fin de orientar el desarrollo natural de los organismos para mejorar el rendimiento agrícola.

Quizá precisamente por el hecho de denominarse Lysenko a sí mismo darwinista pueda resultar interesante detenerse en uno de los puntos de la polémica en el que el agrónomo soviético se aparta de Darwin: la "competencia intraespecífica", es decir, si existe o no lucha entre los individuos de una misma especie. Darwin defendía esa postura y, además, aseguraba que era más encarnizada cuando los individuos de la misma especie competían por el mismo "espacio vital", momento en el estalla ineluctablemente la lucha por la existencia entre blancos y negros, entre naciones, etc. Por el contrario, para Lysenko la lucha por la existencia sólo se da entre especies diferentes. La tesis darwinista de la competencia intraespecífica -dice Lysenko- pretendía justificar un fenómeno social apelando a la naturaleza: la competencia capitalista. Por el contrario, para Lysenko "la humanidad entera pertenece a una única especie biológica", lo que le lleva a defender que no sólo no hay competencia intraespecífica en el ser humano sino a introducir la noción de mutualismo en el reino vegetal. No existe una superpoblación que justifique la concurrencia intraespecífica. Así, habla de relaciones de vecindad entre cerales y malas hierbas. Sobre esta base Lysenko propuso una nueva técnica de "siembra colectiva". Consiste en sembrar los granos no en hilera, uno a uno y a una distancia regular, sino por montones de 30 o 40 semillas, porque de esa forma pueden colaborar entre sí al crecimiento, sacrificándose unas en beneficio de las otras. No es un caso de lucha por la existencia intraespecífica sino de mutualismo, no por sobreabundancia sino precisamente para evitar que lo sean en el futuro.

No obstante, Lysenko no aporta una nueva teoría relevante a la biología. Él rechaza considerarse lamarckista, que es la acusación que le lanzan sus oponentes y, desde luego, es claro que no admite las concepciones ambientalistas tal y como las exponían los neolamarckistas. Se define a sí mismo como "michurinista" y entre sus defensores era corriente utilizar la expresión "darwinismo creador" para caracterizarse a sí mismos. Ahora bien, el darwinismo de Lysenko no es el neodarwinismo de la teoría sintética sino el del mismo Darwin, por lo que incluye a Lamarck, el cual está presente en su concepción general del desarrollo de los organismos. Explícitamente Lysenko se apoya en concepciones de otros autores, de quienes enfatiza determinados aspectos que juzga importantes. En consecuencia, quienes dicen criticar sus teorías, están criticando esos precedentes, que están en Lamarck, Darwin y Timiriazev. A pesar de ello, la campaña de linchamiento presenta a Lysenko como un agrónomo original y aislado, cuyas disquisiciones absurdas forman una rama separada y ya desaparecida para siempre de la biología. Además, pasando por alto la disputa entre las diversas corrientes, se responsabiliza de sus tesis a todos los científicos soviéticos, es decir, que su caso sería un mero ejemplo de un caso general, ilustrativo de las intromisiones políticas en la ciencia y de la imposición forzada de un canon científico único y exclusivo.

Lysenko tampoco realiza innovaciones prácticas sustanciales a las que ya eran conocidas desde tiempos lejanos. Cuando en ocasiones su linchamiento se extiende también a Michurin, pretendiendo generalizarlo a toda la ciencia soviética, debería incluirse a botánicos de otros países cuyas prácticas eran idénticas. El caso más singular al respecto es el del norteamericano Luther Burbank (1849-1926), autor de la magnífica autobiografía "La cosecha de los años". Es un autor tan querido entre los campesinos estadounidenses como olvidado entre los académicos: sus métodos, como los de Michurin y Lysenko, tampoco eran científicos, por lo que también estuvo sometido a numerosas "críticas" del tono de las que venimos exponiendo. Pero si sus procedimientos no eran "científicos" sí eran, por el contrario, muy creativos y productivos, mucho más que los de los verdaderos "científicos": si Michurin había creado 300 nuevos frutales, Burbank, calificado por Medvedev como el "Michurin americano", creó 800 nuevas variedades de flores, hortalizas y plantas, una de ellas una opuntia o cactus comestible y sin espinas (503). Burbank defendió que "todos los caracteres que se transmiten han sido adquiridos" y que "el ambiente es el arquitecto de la herencia". Para que una planta produjera una buena fruta, había que proporcionarle las mejores condiciones ambientales; luego sus cualidades se transmitirían a su descendencia.

Por aquella misma época, Lucien Daniel dedicó 37 años de su trabajo como botánico en Francia a experimentar con hibridaciones vegetativas en solanáceas y leguminosas, comprobando que eran un

supuesto de simbiosis y una demostración de la herencia de los caracteres adquiridos (504). Su obra también está mantenida convenientemente en el ostracismo. Estos y otros artesanos fueron los últimos pioneros de una estirpe de botanistas innovadores sepultados hoy por un olvido que no tiene nada que ver con la ciencia. A ellos cabría añadir al también estadounidense Frederic Edward Clements, uno de los precursores de la ecología (504b) cuyas concepciones son idénticas a las de Lysenko.

Hay algo en lo que Lysenko destaca por encima de todo: su certera oposición al viraje impuesto por Weismann, Mendel, Morgan que condujo al "dogma central" de la genética. No solamente Lysenko no es en absoluto dogmático sino que el objeto de su crítica es precisamente el dogmatismo seudocientífico que se había infiltrado en el terreno de las ciencias biológicas. Por lo demás, él no fue el único en oponerse a la genética formalista. En la URSS, Oparin sostuvo posiciones científicas equivalentes y lo mismo sucedió con Waddington y Goldschmidt en el mundo anglosajón y otros en diferentes países. Pero una de las claves de toda buena campaña de guerra sicológica consiste siempre en personalizar los males -reales o fingidos- en una única persona que debe ser utilizada como chivo expiatorio. En la caza de brujas de la posguerra fueron tan importantes los silencios como las descalificaciones. La imagen a fabricar era la un científico, Lysenko, un país, la URSS, y una corriente de la biología, el michurinismo, fuera de contexto, sin precedentes y sin equivalentes, como si cayera llovido del cielo. En cualquier disciplina, la intoxicación propagandística se complementa con la censura. Hay autores cuyas obras no se traducen, no se editan, no se mencionan, no están en las librerías, tampoco en las bibliotecas… Simplemente no existen -no han existido nunca- porque son y tienen que aparecer como minoritarias, con la carga emocional que soportan todas las minorías: son activistas estridentes y vociferantes que pugnan por hacerse escuchar en todos los foros siempre que tienen ocasión, algo que las voces mayoritarias no necesitan. Éstas sepultan a la opinión mediante una multiplicación cuantitativa de sus argumentos. Basta exagerar un poco para presentar a los minoritarios como únicos, como casos individuales, casi patológicos: desvarios ajenos a la ciencia. Es una manera vergonzante de rehuir la controversia: ignorar al adversario después de aislarle.

La técnica de vernalización

El 15 de diciembre de 2006 científicos de la Universidad de California acabaron de identificar los tres segmentos del ADN del trigo y la cebada que controlan la vernalización con el fin de lograr por métodos de la denominada "ingeniería genética" lo que Lysenko había logrado por métodos naturales 80 años antes.

Una vez terminado su ciclo formativo, a finales de 1925 Lysenko inició sus primeras investigaciones en la sementera experimental de Kirovabad (Gandja), en Azerbaián, como jefe de selección de leguminosas. Introdujo variedades ucranianas de guisantes, caracterizadas por su maduración temprana, que en el vivero de Azerbaián se convirtieron en variedades de maduración tardía. De aquella experiencia Lysenko concluyó que esta característica de la planta no depende tanto de la variedad (del genoma) como de las condiciones ambientales en las que germina: humedad, duración de la luz diurna, etc. Entonces empezó a estudiar los factores que regulan la duración del periodo vegetativo de las plantas cultivadas. Los resultados de sus experimentos los expuso en el Congreso de Genética celebrado en Leningrado en enero de 1929. Aquel mismo verano la prensa soviética anunció que en Ucrania una prueba con trigo de invierno de la variedad ukrainka sembrado en primavera había espigado exitosamente. El experimento lo había llevado a cabo el padre del agrónomo soviético a petición de su hijo en el terreno que él mismo trabajaba por su cuenta en la región de Poltava. Fue un hito de la agronomía; por primera vez el trigo de invierno espigaba completamente con un rendimiento de 24 quintales por hectárea.

En vista del éxito, el Ministerio de Agricultura decidió crear un laboratorio especial en el Instituto de Selección Genética de Odesa para analizar detenidamente aquel experimento. El 12 de enero de 1929 Vavilov, habitualmente presentado como enemigo y víctima de Lysenko, en un artículo publicado en el periódico Leningradskaia Pravda incluía al Instituto de Selección Genética de Odesa en el que trabajaba Lysenko entre el elenco puntero de centros de investigación científica de todo el mundo. Al año siguiente centenares de investigadores koljosianos repitieron el mismo ensayo. Se trataba de explotar el descubrimiento de que era posible regular la duración del periodo vegetativo de las plantas cultivadas. En 1935 más de 40.000 koljoses y sovjoses llevaron el experimento al campo, sembrando más de dos millones de hectáreas de cereales de primavera con simiente vernalizada. Vavilov atribuyó una gran importancia a la línea de investigación abierta por Lysenko. En una carta aN.V.Kovalev escribió: "El trabajo de Lysenko es destacable. Nos lleva a plantearnos muchos problemas nuevos. Las colecciones mundiales se tienen que plantear en términos de vernalización". En 1932 el ministro de Agricultura Yuri A. Yakovlev le encomendó a Vavilov, en su condición de miembro de la Academia, supervisar los trabajados de Lysenko y prestarle toda la asistencia posible. Con tal motivo Vavilov le escribió a Lysenko: "En agosto se celebrará un Congreso Internacional de genetistas y criadores en Ithaca, Estados Unidos, y el ministro me informa que si Usted desea asistir, el Ministerio de Agricultura pondrá todos los medios para ayudarle en su viaje, de manera que si quiere pueda presentar su trabajo allá y preparar una exposición de sus actividades para la exhibición".

El término "vernalización" fue difundido a partir de 1929 por Lysenko, quien utilizaba la voz yarovización procedente de yarovoe, del ruso antiguo yar, que significa fuego, el dios de la primavera. Para traducirlo a las lenguas occidentales se recurrió al latín vernum, primavera: la vernalización es, pues, una "primaverización". Mediante una especie de fase parecida a la incubación pero referida a los vegetales y que aplica un tratamiento con frío en lugar de calor, las plantas de invierno se pueden sembrar en primavera. Hasta 1929 era una práctica tradicional de la que se tenía un conocimiento empírico y fragmentario. En 1918 Gustav Gassner desarrolló una técnica de germinación en frío de los cereales de invierno a temperaturas ligeramente superiores a cero grados centígrados, pero era inutilizable en la agricultura. El primer estudio sistemático lo escribió Lysenko en 1935 y lleva el título "Las bases teóricas de la vernalización". El método inventado por Lysenko era diferente del de Gassner. Consistía en humedecer las semillas y mantenerlas entre 35 y 50 días a una temperatura entre y 3 grados centígrados según las variedades.

Actualmente el estudio de la vernalización es ya corriente en botánica (505). Se trata de un fenómeno típicamente lamarckista por el cual:

a) un carácter que se adquiere como consecuencia de la exposición de la semilla al frío, se conserva y transmite posteriormente en ausencia de dicho condicionante ambiental

b) la condición vernalizada es autocatalítica. Lysenko demostró que las reacciones a las bajas temperaturas tienen lugar en lo que llamó "puntos de crecimiento" (meristemos) de la planta y que el estado vernalizado se transmite por división celular desde esos puntos vegetativos. La vernalización se transmite, pues, verticalmente con la división celular por medios puramente vegetativos. En las plantas anuales las yemas que se derivan de los ápices vernalizados quedan también vernalizados.

c) la condición adquirida se transmite también horizontalmente de una célula a otra, por lo que no hace falta vernalizar toda la planta sino que basta con vernalizar cualquier parte de ella, por ejemplo, el ápice caulinar, para que se transmita al resto de la planta

d) la condición adquirida también se transmite vegetativamente por medio de injerto, de manera que para vernalizar un árbol frutal no es necesario someterle al frío; es suficiente con injertarle una púa vernalizada. Por ejemplo, el beleño (Hyoscyamus niger) no florece sin una previa vernalización. Si se le injerta una rama no vernalizada, la planta tampoco florece. Pero sí lo hace si se le injerta una rama vernalizada (506).

Las plantas ajustan su floración y, por tanto su reproducción, al clima, entre otros factores. Algunas plantas sólo florecen en climas cuyos inviernos son fríos, pero hay otras que no sobreviven en ambientes invernales excesivamente fríos. En el caso del trigo, la temperatura es el factor más importante que induce su desarrollo a través de sus fases sucesivas, desde la emergencia hasta la floración y la madurez. Ese desarrollo sólo es posible dentro de un cierto rango de temperaturas; por debajo de cero grados (temperatura base) hace demasiado frío para el desarrollo de la mayor parte de las variedades y por encima de 30 (temperatura óptima) hace demasiado calor. A medida que la temperatura media aumenta dentro de estos puntos el desarrollo se acelera. Sin embargo, el crecimiento, o aumento de tamaño, no sigue necesariamente estas reglas porque también entra en juego la radiación solar y con temperaturas por encima de la óptima el desarrollo se desacelera.

Como consecuencia de ello, las distintas especies vegetales se reparten geográficamente por el planeta según la temperatura de las distintas estaciones del año. Aquellas especies y variedades cuyo desarrollo no se acomoda a las condiciones climáticas y geográficas de la región, eran simplemente desechadas para el cultivo. Los olivos, por ejemplo, necesitan temperaturas bajas (inferiores a 10 grados centígrados) durante el invierno para florecer. Esto obstaculiza la extensión de los olivares a regiones por debajo del mediterráneo, cuyos inviernos son excesivamente cálidos.

Cerca de los trópicos los olivos crecen robustos pero no florecen porque las temperaturas no cambian sustancialmente, como en los países ubicados más al norte. Lo mismo le sucede a los cereales de invierno, una variedad que en la URSS se consideraba estéril. Habitualmente los cereales de invierno se siembran en otoño, vegetan durante el invierno y espigan en la primavera siguiente. En la URSS y, particularmente en Ucrania, se cultiva el trigo de primavera, una variedad de rendimientos impredecibles, ya que aunque el año sea favorable, la estación suele ser breve, y lo mismo sucede con el trigo de invierno, cuya temperatura puede ser excesivamente rigurosa.

Lysenko demostró que este tipo de cereales no sólo soportan las bajas temperaturas sino que éstas son necesarias para su desarrollo y que, además, son más productivas. Si la temperatura actuaba sobre una planta ya sembrada en condiciones naturales, también podía actuar de una manera parecida sobre el grano fuera de la tierra, humedecido y congelado artificialmente. Si ese grano así tratado se siembra en primavera, la floración es tan rápida como si se hubiera sembrado en otoño.

Se puede decir que el frío transforma una variedad de invierno en una variedad de primavera.

Algunos autores que desconocen la materia, como Ayala, aseguran que la vernalización tiene por objeto adaptar las semillas a los climas extremos (506b). Lo mismo repite Bowler, para quien se trata de un método para adaptar las plantas a "los rigores climáticos rusos", en donde lo "ruso" es sinónimo de frío (en la URSS todo era frío, inhóspito, no había desiertos). El traductor de la obra se permite, además, empeorarla añadiendo por su cuenta que al someter a las plantas al frío se "suspende" el desarrollo de la planta (507). En efecto, hasta el estudio de Lysenko en la ciencia agrícola era muy corriente suponer que el frío, al ralentizar las funciones fisiológicas de la planta, lo que provocaba era todo lo contrario: la hibernación. Pero Lysenko demostró que sucede justamente lo contrario. Por un lado, que el frío acaba con la hibernación y acelera del desarrollo de la planta; por el otro, que la planta no necesita acomodarse al frío: lo que necesita es florecer y para ello algunas de ellas necesitan germinar en frío durante un periodo breve de tiempo. De la misma manera que la incubación no tiene por objeto acostumbrar a los pollos al calor, la vernalización tampoco tiene por objeto acostumbrar a los crisantemos al frío. Resumidamente se puede decir que las bajas temperaturas logran que la planta florezca, florezca más o florezca antes. El tratamiento de frío inventado por Lysenko fue el primer medio de regular la velocidad de desarrollo de las plantas.

Es una técnica de gran complejidad (507b) cuyo manejo requiere experiencia y destreza. Había que tener mucho cuidado en mantener las semillas siempre húmedas en un granero. Si no se podían sembrar inmediatamente o si había que transportarlas durante un largo trayecto, había que secarlas antes al aire libre. No todas las especies permiten vernalización, ni tampoco todas las variedades de una misma especie. A efectos de vernalización, las plantas se pueden clasificar en tres grupos:

a) las que no necesitan vernalización se llaman indiferentes. Son plantas anuales que sembradas en primavera florecen en el curso del mismo año sin necesidad de frío: cereales de primavera, tabaco y otras.

b) en las preferentes la vernalización no es necesaria, pero si se lleva a cabo acelera la floración. Es el caso del centeno de invierno (Petkus). Si esta variedad de centeno se vernaliza, la floración se produce tras la aparición de cuatro hojas; sin vernalizar hay que esperar la aparición de 25 hojas.

Las plantas de invierno anuales se comportan de la misma forma. El trigo de invierno tiene una floración acelerada con la vernalización, pero en buenas condicionales ambientales, con una primavera suficientemente larga, también puede florecer sin necesidad de vernalizar.

c) finalmente, también hay plantas de vernalización forzosa, como la remolacha, el repollo, la cebolla, la zanahoria y el apio. Algunas plantas bianuales, como el mencionado beleño, la onagra (oenotera) o la dedalera (Digitalis purpurea), de clima templado (con temperaturas iguales o superiores aló grados centígrados), no florecen nunca. Para lograr que lo hagan, hay que venalizar los rosetones durante varias semanas a temperaturas de 1 a 5 grados centígrados. Luego hay que volverlos a someter a temperaturas cálidas y, si las demás condiciones son favorables, en particular, el fotoperiodo, las plantas florecen.

La manera de llevar a cabo la vernalización depende de la especie. No todas las vernalizaciones son iguales, ni se deben llevar a cabo a la misma edad de la planta, a la misma temperatura o durante los mismos periodos de tiempo. Así la Arabidopsis thaliana hay que vernalizarla entre 9 y 15 semanas y el guisante no es necesario vernalizarlo pero si se hace, se desarrolla mucho más rápidamente.

Hay plantas que se deben vernalizar en el estadio de semillas, como el trigo, pero no en todos los casos la vernalización hay que introducirla durante la germinación. Algunas plantas sólo son sensibles al tratamiento en frío en ciertos estadios de su desarrollo, como el beleño, que se se tiene que venalizar en la fase de rosetón. La acción del frío, por lo tanto, sólo es efectiva cuando se han alcanzado determinadas fases del desarrollo (vernalización madura). En el caso del trigo, la temperatura base y la óptima no son siempre cero y 25 grados centígrados respectivamente. Estas temperaturas dependen de la fase de desarrollo; son más bajas al inicio del cultivo y aumentan con el desarrollo. El trigo puede crecer a cero grados durante la fase de plántula, pero, en cambio, su progreso en la etapa de espigado es lento si la temperatura está por debajo de 10 grados. Las variedades difieren en sus temperaturas base y óptima hasta en 7 grados en cualquier fase. Por consiguiente, para que la vernalización tenga éxito, no basta que se cumplan una o dos condiciones sino un cúmulo de ellas. Los botánicos Mathon y Stroun, por ejemplo, destacaron la importancia del oxígeno. Al llevar la vernalización a la práctica, los investigadores de los koljoses y sovjoses cometieron numerosos errores de método que Lysenko fue el primero en advertir, indicando el riguroso cumplimiento de una serie de requisitos imprescindibles para su éxito. En su informe a la Conferencia soviética consagrada a los problemas de la resistencia de los vegetales al invierno, el 24 de junio de 1934, y en la sesión científica del Instituto de Genética de la Academia de Ciencias, el 6 de enero de 1935, rindió cuenta detallada de los errores cometidos en los experimentos de vernalización llevados a cabo en distintos lugares. Esas reuniones eran públicas y en ellas participaron tanto científicos como especialistas de las cooperativas agrarias, soviéticos y extranjeros. En aquella época no existían frigoríficos por lo que la vernalización se debía llevar a cabo a temperaturas ambientales, que difícilmente se lograban mantener constantes. Se trataba, pues, de una técnica precisa que requería entrenamiento y experiencia para que la semilla no se malograra:

El estudio biológico de los trigos de invierno ha mostrado que para vernalizarse las diferentes variedades exigen un periodo de frío de duración desigual. Para vernalizarse completamente la variedad Novokrymka 0204 necesita una temperatura en torno a o durante 35 días. Auna temperatura de 3 a 5 o , la vernalización demanda unos cuarenta días. A 15 ó 20° no se produce, o bien exige un tiempo mucho más largo.

Pero, ¿qué sucederá si aseguramos el frío necesario a las semillas humedecidas de ese mismo trigo de invierno Novokrymka 0204 durante 25-30 días solamente? La vernallización comenzará normalmente. Al cabo de 30 días días, cesamos el frío. Faltan pues 5 días para que los granos terminen de vernalizar normalmente.

Numerosas experiencias permiten establecer que si el tiempo indispensable para la vernalización normal de una variedad determinada se reduce artificialmente, aunque sean dos días, la vernalización no puede tener lugar. En cada fase, comprendida la vernalización, el organismo vegetal modifica la cualidad de sus exigencias de medio exterior. Y para que esta modificación se pueda operar, ciertas condiciones exteriores son indispensables bajo la relación cuantitativa. Cuando se adquieren esas condiciones, el organismo las asimila; se produce en él una modificación cualitativa; el desarrollo pasa a una fase nueva y el organismo presenta otras exigencias al medio exterior. Así, la necesidad de frío, imprescindible para la vernalización de las plantas de invierno, cede su lugar al del calor. Éste es indispensable a las fases, a los procesos posteriores a la vernalización (508).

Una vez comprobado el éxito de la vernalización, se exploraron otras posibilidades distintas del control del crecimiento de la planta o el aumento de los rendimientos. Por ejemplo, Lysenko proyectó y aplicó técnicas similares a un abanico numeroso de plantas, frutos y granos, y la expresión vernalización llegó a incluir a casi cualquier tratamiento practicado a un cultivo antes de la siembra para modificar su desarrollo de acuerdo con las condiciones de crecimiento locales, como a los brotes de tubérculos antes de plantar las patatas. Aún no se han acabado de descubrir las múltiples utilidades prácticas de la vernalización de las plantas. Lysenko destacó dos de ellas: el control del periodo de crecimiento de las plantas y el incremento del rendimiento de las cosechas. A partir de ahí Lysenko y otros botánicos soviéticos (entre ellos Vavilov) creyeron que haciendo germinar al trigo de invierno a una temperatura artificialmente baja, se podía sembrar en primavera.

Vavilov consideró que el descubrimiento de Lysenko permitiría extender determinados cultivos típicamente meridionales a regiones más frías. En una carta dirigida a I.G. Eijfeld, de la Estación Experimental Polar, apreciaba así el trabajo de Lysenko: "Todo lo que hace y lo que ha hecho Lysenko es de un enorme y excepcional interés, y el Departamento Polar necesita apoyar actividades de ese tipo". Recientemente se ha descubierto otra utilidad a la vernalización, que ha demostrado su eficacia para luchar de una forma no agresiva para el medio ambiente contra las plagas que atacan a determinados cultivos. Investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria argentino han comprobado que el bromuro de metilo, utilizado para el control de las agresiones de la mosca de la fruta (Ceratitis capitata) en cítricos, puede ser reemplazado por la vernalización. Los experimentos demostraron que, a diferencia del gas, la vernalización no daña los frutos ni resulta afectada su calidad interna, a la vez que se logra la mortalidad de la totalidad de las moscas (509).

Como dijo Lysenko, la vernalización es un método que "marca el comienzo de una era en la que el hombre dirije de manera consciente el desarrollo de las plantas en los campos". Según Mathon y Stroun, "ofrece una nueva orientación a la ecología y la geografía botánica" y abre un nuevo capítulo de la fisiología vegetal: "La comprensión de numerosas prácticas agrícolas se ha renovado y ampliado. Las repercusiones del control de la floración que resulta de los estudios sobre vernalización son innombrables, tanto en el campo de los grandes cultivos como en el de la horticultura y la arboricultura" (510). Lysenko demostró la posibilidad de acelerar el ciclo vegetativo de las plantas, pudiendo obtener -en determinadas condiciones- dos cosechas anuales donde antes sólo se podía lograr una sola. Como escribió Maximov, la teoría de la vernalización "representa un gran paso en el esclarecimiento de las leyes del desarrollo vegetal y suministra métodos útiles para dirigirlo en la dirección deseada" (511). En efecto, no se pueden saltar las etapas del desarrollo de las plantas pero sí se puede acortar la duración de su ciclo vegetativo. La vernalización permite eludir las sequías que padecen determinadas regiones a finales del verano y en el otoño; también en aquellas regiones frías cuyo verano es muy corto; finalmente, aumenta los rendimientos en cualquier región que se practique.

En materia de vernalización hay un punto en el cual los críticos de Lysenko manifiestan su doblez: cuando no pueden subestimar la importancia de la vernalización, niegan la prioridad del descubrimiento, convencidos de que los demás son tan vanidosos como ellos mismos. Así procede J.Huxley quien, después de criticar la técnica de Lysenko, a la cual no considera científica, le niega la paternidad, lo cual es bastante absurdo porque nadie reivindica el fracaso. Según Huxley la vernalización no fue un descubrimiento de Lysenko sino de Gassner (512). Los Medawar también sostienen que el agrónomo soviético se atribuyó indebidamente la paternidad de la vernalización, que en realidad debería corresponder a Nikolai I. Máximo v, de quien aseguran que era ayudante de Vavilov, pretendiendo así atribuir a éste el éxito de una manera indirecta (513). No obstante, ésta es otra de sus características falsedades porque si bien es cierto que Maximov también había trabajado sobre la resistencia de las plantas al frío, el propio Maximov en su obra sobre la fisiología vegetal alude continuamente a Lysenko como referencia en la materia.

La manipulación del origen de la vernalización fue consecuencia del propio éxito de la técnica en todo el mundo. Tras los descubrimientos de Lysenko en 1929 se crearon dos grupos para estudiar la vernalización por medios experimentales. Uno en Londres bajo la dirección de Gregory y Purvis que trabajó con Petkus, y otro en Tubinga bajo la dirección de Melchers y Lang, que utilizó el beleño. Desde que en 1933 Whyte escribió un folleto sobre el asunto, la vernalización fue acogida con especial entusiasmo en Gran Bretaña, desencadenando una enorme cascada de publicaciones especializadas. Hasta 1960 se insertaron más de 300 artículos sobre el asunto en revistas tónicas, una cifra muy importante para aquella época. Durante el IX Congreso Internacional sobre Botánica celebrado en Montreal en 1959 la vernalización se discutió durante varias sesiones. Era una referencia científica positiva que no debía durar porque remontaba siempre a Lysenko y a la URSS.

En 1940 H.H.McKinney ya encontró precedentes de la vernalización en un artículo publicado por J.H.Klippart en 1857 en una revista agraria de Ohio. En efecto, se pueden encontrar esos y muchos otros precedentes de la vernalización en varios países del mundo, e incluso anticipaciones teóricas a los estudios de Lysenko. El interés de ese tipo de debates es muy escaso. En cualquier caso, hasta el inicio de la campaña de 1948 era muy frecuente que el nombre de Lysenko apareciera vinculado a botánicos tan ilustres como Klebs, Gassner, Gardner, Allard y otros. Tampoco eso les pareció admisible a los predicadores de la guerra fría. Necesitaban una cabeza de turco para su campaña.

Dejando aparte los improperios, una de las pocas críticas rigurosas que recibió Lysenko en el terreno científico provino del biólogo escocés Waddington y concernía precisamente a la vernalización. El núcleo de la crítica de Waddington no se centraba en la vernalización en sí misma sino en el hecho de que por esa vía se pueda alterar la dotación génica. El escocés no descarta que "en circunstancias especiales" eso fuera posible, es decir, no descarta que modificaciones de los caracteres puedan provocar alteraciones en los genes. Así -afirma- el trigo de invierno sembrado en primavera "puede llegar a convertirse en una variedad heredable que madura en el verano inmediatamente después de sembrado, sin tener que pasar por el periodo de tiempo frío en invierno". Waddington no critica directamente a Lysenko, a quien no menciona, sino a lo que califica como "una escuela de genetistas rusos" (514). Trata de ofrecer una explicación bastante común en aquella época apuntando que es posible que el trigo de invierno utilizado por Lysenko no fuera puro, es decir, que incluyera semillas de una variedad de primavera. Es la tesis de los manuales convencionales de botánica, como el de Strasburger, para quien "las diferencias entre los cereales de verano y los de invierno están fijadas genéticamente" (515). Pero a Lysenko, a diferencia de los mendelistas, no le preocupa la pureza de las variedades que utiliza en los experimentos. Es más: sostiene que entre los cereales de invierno y los de primavera hay un continuo de variedades intermedias y que su clasificación en una u otra variedad no depende sólo del genoma sino también de las condiciones ambientales en que se desarrollen las plantas. Una de sus conclusiones literales está expuesta de la siguiente manera:

Las propiedades de la venialidad como las de la invernalidad son propiedades hereditarias estables. Porque las formas de invierno y de primavera, del trigo por ejemplo, han permanecido así durante siglos. Únicamente siguiendo la vía indicada por Timiriazev y Michurin para estudiar esas propiedades, únicamente estudiando las condiciones del medio exterior que participan en la formación de las propiedades hereditarias de la venialidad y la invernalidad, la ciencia ha podido modificar estas últimas con conocimiento de causa. La herencia de las formas de invierno y de las formas de primavera se distinguen por necesidades diferentes, un comportamiento diferente frente a las condiciones -ante todo de temperatura- necesarias para el cumplimiento de los referidos procesos de vernalización.

Las formas de invierno exigen en el estadio de vernalización una temperatura más baja que las de primavera. No hace falta decir que las propiedades de vernalidad e invernalidad en los organismos vegetales son propiedades adaptativas. Pero eso no explica aún por qué han aparecido esas propiedades. Partiendo de la concepción darwinista desarrollada por Timiriazev, de las leyes de la evolución de los organismos, hemos llegado a la conclusión de que las propiedades hereditarias no se han podido constituir sin la participación de las condiciones del medio exterior del que tiene necesidad el organismo para manifestar esas propiedades en la descendencia. Hoy está establecido experimentalmente que las bajas temperaturas, por ejemplo, son necesarias para la formación de la propiedad hereditaria de la invernalidad y las temperaturas más elevadas para constitución de la vernalidad.

A fecha de hoy se puede afirmar que no hay una variedad de trigo de invierno de la que en dos o tres generaciones no se puedan obtener, mediante una educación apropiada de las plantas, kilogramos de semillas de formas de primavera estables. Para ello es necesario modificar las condiciones de vida, más precisamente, las condiciones que participan en los procesos de vernalización.

Una síntesis de las experiencias dirigidas por numerosos trabajadores del Instituto de Genética y de Selección nos lleva a concluir que el periodo terminal del proceso de vernalización desempeña el papel más importante en la modificación de la propiedad hereditaria de invernalidad. Para transformar la herencia de un trigo de invierno en una herencia de trigo de primavera hay que actuar sobre las plantas modificando la temperatura al final de la fase de vernalización.

En el momento actual también conocemos casos en los que la herencia de los trigos de primavera ha cambiado a una herencia de trigos de invierno. Numerosas experiencias concernientes, por ejemplo, a la transformación de la invernalidad en vernalidad, muestran que en el periodo en el que ciertas propiedades hereditarias (las exigencias relativas a las condiciones del medio) se transforman bruscamente, la herencia deviene inestable en el más alto grado.

También los más grandes biólogos (Vilmorin, Burbank, Michurin) han indicado casos de herencia quebrada. Son más particularmente aptos para modificarse, constituyen un material plástico favorable a la creación de formas vegetales que presentan las propiedades que buscamos […]

Es cierto que todo el proceso de desarrollo -comprendido el de las propiedades de la herencia y la variabilidad- depende de esta fuente de vida: la nutrición. La materia viva, que proviene de una materia antes inerte, aún en el presente se sumerge con todas sus raíces en la materia bruta, edificándose a costa de esta última. Sin nutrición, sin metabolismo, nada vivo se puede desarrollar. La asimilación, el metabolismo, que constituye la esencia misma de la vida, está igualmente en la base de propiedades tan importantes de los organismos como la herencia y la variabilidad. Se puede dirigir la herencia en todas sus formas, bien se hayan obtenido por hibridación o de cualquier otra forma, asegurando a la actividad asimiladora todas las condiciones necesarias, tanto orgánicas como minerales. Ateniéndose a 'complacer' al máximo a la planta (por fecundación electiva, por una mejor agrotecnia, etc.), lenta y gradualmente pero sin pausa, se puede mejorar, perfeccionar sus propiedades hereditarias. Eligiendo condiciones que arranquen a la planta del régimen de adaptación constituido en el tiempo, 'quebrantando' su herencia (por una fecundación forzada, comprendido el caso de un cruce alejado, o por la modificación brutal de las condiciones de cultivo), en el curso de las generaciones siguientes, mediante una educación apropiada, se puede crear rápidamente en la planta nuevas necesidades, crear nuevas razas y variedades muy diferentes de las formas iniciales (516).

Según Waddington, fuera de la URSS, la mayor parte de los científicos no cree posible lograr esas modificaciones hereditarias que defiende Lysenko porque, añade, cuando en otros países se han intentado repetir los experimentos soviéticos, nunca se han visto coronados por el éxito. Muy pocos biólogos aceptan que los soviéticos hayan podido lograr modificar la composición génica modificando las condiciones externas, afirma el biólogo escocés, pero tampoco descarta esa posibilidad: "Por supuesto, resulta muy difícil probar experimentalmente que tales efectos no puedan ocurrir. Podría ser que sólo ocurrieran muy raramente y en condiciones muy particulares".

Waddington se inclina por otra explicación de la vernalización según la cual ésta afectaría únicamente al cuerpo, al componente nutritivo de la semilla, esto es, afectaría solamente a la generación presente pero no a las futuras.

La crítica de Waddington es parecida a una de las que Detmer lanzó contra Weismann para demostrar la herencia de los caracteres adquiridos. Detmer decía que los cerezos transplantados por los colonialistas británicos en Ceilán habían modificado la dotación génica de los mismos, transformándolos en frutales de hoja perenne, mientras que en Europa son de hoja caduca. Pero hubo quien defendió -con razón- que si esos mismos cerezos volvieran a plantarse en Europa, reaparecería su auténtica condición, es decir, volverían a dar fruto. En lo que a la vernalización respecta, el dilema presenta varios aspectos algo diferentes entre sí. El primero concierne a la vernalización en sí misma, como factor regulador del crecimiento vegetativo de las plantas, lo que parece no dejar lugar a dudas. El segundo concierne a la vernalización como factor ambiental capaz de "quebrantar" la herencia, verdadero núcleo de la discusión cuya resolución, a su vez, dependerá de un cúmulo de circunstancias teóricas y prácticas y, desde luego, no exclusivamente ambientales.

Volveremos de nuevo sobre este asunto al aludir a las hibridaciones vegetativas, donde este mismo dilema se reproduce, pero parece necesario dejar apuntados, al menos, una serie de detalles de interés:

a) no puede dejar de sorprender que Lysenko se refiera a un cúmulo de experimentos llevados a cabo por él mismo y por otros agrónomos, dentro y fuera de la URSS, que nadie es luego capaz de reproducir. Pero mientras Lysenko refiere numerosos ensayos de manera detallada, nunca se han relatado las contrapruebas que siempre se aducen para refutar sus conclusiones.

b) es necesario repetir que queda fuera del contexto teórico de Lysenko la consideración de la pureza, es decir, si las variedades utilizadas son o no homozigóticas que, sin embargo, para los mendelistas es una cuestión decisiva. Dado que en otras ocasiones Lysenko hizo uso, al menos, de los conceptos mendelianos de dominancia y recesividad, debe tener algún significado que en este caso no aluda a ellos.

c) expresiones tales como "quebrantar la herencia" que en ocasiones Lysenko pone entre comillas y que derivan de Michurin han legado una versión distorsionada de los experimentos que en el contexto de la URSS tenían un significado preciso: estimular la iniciativa de los campesinos, romper con la rutina y atreverse a experimentar con nuevas variedades y con nuevas condiciones de cultivo, en definitiva no concebir la herencia como un lastre inmóvil y abrir nuevas vías.

Examinado fuera de contexto ha transmitido la imagen de que la capacidad creativa no tiene ningún tipo de límites, que la naturaleza es un objeto absolutamente plástico, lo cual es falso.

Lysenko es mucho más preciso cuando se refiere a la posibilidad de "dirigir" u "orientar" el desarrollo de las plantas y, desde luego, a diferencia de los mendelistas, no cree que como consecuencia de una u otra dotación génica, el cerezo se pueda calificar de hoja caduca o perenne, de trigo de invierno o de primavera. Su tesis es que no existe esa dicotomía y que una misma dotación génica desarrolla un frutal de hoja caduca en un determinado clima y otro de hoja perenne en otro clima distinto. Es justamente eso lo que significa que la herencia no sea algo ineluctable sino modificable según las condiciones ambientales en las que se desarrolle.

En el fondo este es otro debate político que circundó a la biología desde el cambio de siglo, determinando -junto con la selección natural- que muchos evolucionistas abandonaran el neodarwinismo en favor del neolamarckismo. La oposición frontal al finalismo y la teoría de las mutaciones al azar eran el reverso de un determinismo génico estricto según el cual eran inútiles los intentos de modificar ningún fenómeno, tanto de la naturaleza como de la sociedad. Según los mendelistas, el hombre no puede cambiar el curso de las leyes naturales. En la evolución ellos no observan una línea ascendente en dirección a ninguna parte, sino la adaptación de cada ser vivo a sus condiciones locales. Hay que dejar que la naturaleza siga su marcha sin rumbo. Esta forma extrema de determinismo es otra extrapolación ideológica cuya pretensión es la negación del progreso y el avance en la sociedad. La teoría sintética rechaza la noción de progreso y ese rechazo lo extiende a toda la teoría de la evolución para acoger sus tabúes favoritos: el finalismo, el progreso, el perfeccionamiento o la existencia de unos seres más desarrollados o más complejos que otros.

La traslación de los fenómenos biológicos a la historia del hombre volvió a jugar una mala pasada a los mendelistas. Su concepción no sólo no es evolucionista, sino todo lo contrario. Para seguir sosteniendo una imagen biológica de las sociedades humanas los mendelistas debían erradicar la idea de progreso en la evolución de las especies. Se puede exponer con mayor o mejor fortuna pero la propia palabra "evolución" se compadece muy mal con su ciego determinismo. Los seres vivos más simples son los más antiguos y los más complejos son los más recientes, hasta llegar al hombre, que es donde acaban todas las clasificaciones biológicas que se han hecho. Las bacterias son seres de una única célula; los mamíferos se componen de billones de ellas. Las células anucleadas son anteriores a las que disponen de núcleo. La reproducción sexual es posterior a la vegetativa en la evolución. La evolución experimenta retrocesos y no es unidireccional pero empezó por las bacterias y acaba por los mamíferos (de momento). El hombre como especie biológica también ha evolucionado y sigue evolucionando, de modo que a partir de cualquiera de sus precedentes históricos, la especie actual es un desarrollo gigantesco, un verdadero salto adelante respecto de cualquier otro homínido. La evolución demuestra que es posible mejorar y perfeccionar las lacras económicas y sociales y, además, que es inevitable que eso suceda. Desde que hace 10.000 años comenzó el desarrollo de la agricultura, es más que obvio que el hombre es capaz de intervenir en las leyes de la naturaleza e incluso de dirigirlas en una dirección determinada, favorable a sus intereses. Además, dirigiendo la evolución de la naturaleza, el hombre dirige también su propia evolución, que no sólo se aprecia en un sentido físico sino desde cualquiera de los ángulos que se pretenda adoptar, como en el caso del propio conocimiento, cuyo avance progresivo es espectacular.

El agrónomo ucraniano defendía una concepción biológica idéntica (o muy próxima al menos) a la de Waddington que se puede calificar de "ontogénica" o de biología del desarrollo. De ahí que inserte la vernalización en una concepción amplia del desarrollo de los vegetales que llamó "teoría fásica". Para ello divide el desarrollo en una etapa vegetativa y otra reproductiva, ambas cualitativamente distintas. Diferencia el crecimiento (aumento de tamaño) del desarrollo, caracterizando a éste por cambios cualitativos que, en ocasiones, no son observables aparentemente.

Antiguamente los biólogos pensaban que la edad era el factor único del desarrollo, que estaba ya predeterminado por componentes hereditarios y, en consecuencia, que las etapas eran iguales e independientes del medio. A fines del siglo XIX Klebs demostró que no era así y que el medio no actúa sobre el organismo de una manera directa sino a través de cambios internos del propio organismo. Entre los factores ambientales, Klebs destacó especialmente la importancia de la luz.

Más adelante, en los años veinte del siglo pasado, W. W. Garner y H.A. Allard precisaron que la floración depende de la duración de la longitud del día, de las horas de luz y su alternancia con las horas de oscuridad.

La teoría fásica de Lysenko demuestra que su concepción no se puede calificar de ambientalista porque él situaba al desarrollo de la planta en el centro de su investigación y analizaba los organismos vegetales en su proceso de cambio. Cada fase sólo empieza cuando termina la anterior, cuando ha agotado sus posibilidades e inicia un cambio cualitativo; cada fase requiere un determinado ambiente para que el organismo se desarrolle. A través del organismo en proceso de cambio, Lysenko precisa el significado del término "ambiental". Según el ucraniano bajo el concepto de medio se alude habitualmente a circunstancias muy diversas, de las cuales no todas tienen la misma importancia. En algunas fases del desarrollo de la planta, además de la temperatura existen otros factores que pueden modificar algunos de sus efectos, como el agua, la nutrición y la radiación solar. La operatividad de cada circunstancia depende del ciclo concreto en el que se encuentre la planta, destacando la vernalización como la primera de ellas, y el fotoperiodo (el total de horas entre la primera y la última luz de cada día) como la segunda, de modo que si la temperatura es el factor dominante en la primera fase, la luz lo es en la segunda. La incidencia de estos factores difiere según la fase y la variedad de trigo. Los días más cortos demoran el desarrollo, como lo hace la ausencia de temperaturas bajas vernalizantes cuando plántula. Es necesario tener esto en cuanta cuando se estime la duración de las fases de desarrollo. Por ejemplo, el período de la siembra al espigado podría durar el doble con un fotoperiodo de 10 horas que con uno de 15 horas.

La idea de "potencialidad" es otra de las aportaciones significativas de Lysenko, tomada de Lamarck y directamente enfilada contra Vavilov y el determinismo mendelista. El determinismo de Vavilov adoptó la forma de una supuesta "ley" de las series homologas cuyo fundamento está en la ineluctabilidad del desarrollo de los organismos. Según esa "ley", el desarrollo es unilateral y viene impuesto por la dotación génica (517). Esta ley fue criticada en su momento por YA.Filipchenko y el embriólogo M.M.Zavadovski. Según Lysenko, la ley contradice la biodiversidad. La dotación génica se puede inhibir en unos casos y reforzar en otros, en función de las circunstancias, y para demostrarlo parte precisamente del descubrimiento de Naudin y Mendel: la existencia de unos caracteres dominantes y otros recesivos. Pero los mendelistas se han limitado a constatar este hecho, dice Lysenko, sin llegar al fondo del problema que, según él, radica en la adaptación a las circunstancias ambientales. La existencia de dominación, afirma Lysenko, demuestra precisamente la inconsistencia del ciego determinismo génico porque no es posible conocer de antemano qué rasgo va a prevalecer sobre el otro. El genotipo no es más que un punto de partida a partir del cual se va a desarrollar el organismo.

Este tipo de concepciones no eran exclusivas de Lysenko. Varios grupos de científicos soviéticos trabajaron sobre conceptos hoy ignorados, como el de "norma de reacción" propuesto por el zoólogo alemán Woltereck en 1908. Se denominaba "norma de reacción" a la capacidad de un genotipo para expresar distintos fenotipos, según las condiciones ambientales. Con esta interpretación, el concepto de genotipo resultaba menos determinista. Woltereck quería contrarrestar así la perspectiva establecida por Johannsen sobre la diferencia entre fenotipo y genotipo, lo que al mismo tiempo significó una reivindicación de la herencia de caracteres adquiridos. El concepto de "norma de reacción" fue retomado en la URSS por un opositor de Lysenko como I.I.Schmalhausen, que en base a sus postulados desarrolló la teoría de la "selección estabilizadora" (518). Estas concepciones se reelaboraron con las ideas darwinistas que daban preponderancia a la variación adaptativa en el esquema evolutivo, convirtiendo a la "norma de reacción" en un concepto central.

A partir de ello, los genetistas soviéticos distinguieron entre "norma de reacción adaptativa" y "norma de reacción no adaptativa", creando una teoría de la evolución orgánica basada en varios principios, entre los que resaltaba la preponderancia del ambiente.

Significativamente, esa misma idea de potencialidad también estaba en Waddington, quien la introduce en el terreno de la embriología y la relaciona con lo que llama "inducción". Según él las primeras células del embrión son inestables; pueden desarrollarse en múltiples direcciones; el hecho de que tomen una vía u otra depende de la inducción, que las dirige en un sentido determinado. Esto no sólo ocurre una vez sino que se repite a lo largo de varios estadios. Cuando se produce un estado de indecisión y no aparecen los inductores, la célula no se desarrolla. Esa inducción no es interna, no depende de sí misma sino del medio externo, algo que podría ratificar Lysenko: "Uno de los principales avances en nuestro conocimiento de la biología fue el descubrimiento de que las potencialidades hereditarias que llevan consigo todos los cromosomas dependen, para su realización, del medio ambiente inmediato. De hecho, la interacción entre el genoma nuclear y el tipo concreto de citoplasma que los envuelve es lo que determina los cambios de composición de las células. Por tanto, podemos ver que distintas regiones de la célula huevo originaria darán lugar a grupos de células que se desarrollarán en direcciones distintas, pese a la identidad evidente de sus cromosomas" (519).

Cuando los faraones practicaban el incesto

La controversia suscitada por Lysenko en 1948 en la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas se celebró en el auditorio del Ministerio de Agricultura en Moscú, bajo la presidencia del ministro, Pavel Lobanov, quien también era diputado y había sido nombrado recientemente académico.

Concentró al mayor número de científicos que se ha conocido nunca en ningún país, salvo en la URSS, donde tales acontecimientos no eran infrecuentes. Se aportaron 56 informes y los debates se prologaron durante cinco días. La asamblea de 1948 no fue la primera que se convocó para discutir sobre genética, ya que hubo otras dos en 1936 y 1939. Además, por aquellas mismas fechas, existieron conferencias similares para debatir otras cuestiones científicas polémicas, entre ellas una dedicada a Pavlov y tres más a Lepechinskaia (1950, 1952 y 1953). Fue una forma característica de debatir en los países socialistas. Ocho años después, el 10 de agosto de 1956 se convocó en China una conferencia similar en Qingdao con 130 biólogos para tratar del mismo asunto: Lysenko y la genética formalista. Los debates se prolongaron durante dos semanas y estuvieron presididos por Tong Dizhou (1902-1979), director del departamento de biología de la Academia de Ciencias. En ellos participaron biólogos de ambas corrientes. Los principales temas abordados fueron la evolución, la herencia y la embriología. Como escribió Stalin, "no hay ciencia que pueda desarrollarse y expandirse sin una lucha de opiniones, sin libertad de crítica" (520). En la URSS, se tomaron actas taquigráficas de los debates, que ocupan más de 600 folios, se publicaron y se tradujeron a varios idiomas. Si se leen es fácil observar que todas las intervenciones, tanto en uno como en otro sentido, fueron aplaudidas ruidosamente por cada grupo de partidarios, es decir, que no fue la típica ceremonia protocolaria, hipócrita y formalista a la que estamos acostumbrados en los actos académicos oficiales.

A lo largo de las semanas siguientes, la prensa soviética, y Pravda en concreto, fue publicando las intervenciones de diversos académicos en aquella sesión. Se difudieron todas ellas, tanto a favor como en contra de Lysenko. Por lo tanto, también publicaron las que defendían las tesis genéticas formalistas, entre ellas las de A.R.Shebrak, B.M.Zavadovski, SAlijanian, PM.Zhukovski, I.I.Schmalhausen, I.M.Poliakov, D.Kislovski, V.S.Nemchinov y JA.Rapoport. Varios millones de soviéticos pudieron conocer los puntos de vista de ambas partes y opinar al respecto. Esto no tiene precedentes en la historia de la ciencia, absolutamente ninguno.

Es importante tener en cuenta que tanto en una como en otra corriente de la biología soviética había científicos que se declaraban los verdaderos marxistas, junto a otros que no se declaraban marxistas en absoluto. Por ejemplo, en 1945 el genetista soviético Shebrak publicó en la revista americana Science un breve artículo titulado Soviet biology criticando las teorías de Lysenko (521). En 1947, dos biólogos, Efroimson y Liubishev, se dirigieron al Comité Central por escrito manifestando su desacuerdo con las tesis lysenkistas. En abril del siguiente año se produjo un ataque de Yuri Zhdanov contra Lysenko dentro -nada menos- que de la sección científica del Comité Central, lo cual nos ofrece una perspectiva muy distinta del "caso Lysenko", sobre todo si tenemos en cuenta quién era Y.Zhdanov: químico, hijo del conocido dirigente comunista Andrei Zhdanov y yerno del mismísimo Stalin. Pocas semanas después, en agosto, tras el debate de la Academia, Yuri Zhdanov publicó una autocrítica en la que reconocía que sus posiciones eran equivocadas, pero seguía manteniendo su desacuerdo con Lysenko.

La propaganda de posguerra sostiene que después del debate de 1948 la discusión se resolvió con decretos y represalias ordenadas por Stalin. Lo cierto es que las tesis de Lysenko siguieron siendo muy discutidas entre los científicos de la URSS. Los genetistas formales siguieron con las espadas en alto. Se agruparon en torno a la "Revista Botánica", dirigida por V.N.Sujatsev, que se convirtió entonces en el principal crítico de Lysenko, secundado por otros científicos como N.V.Turbin y N.D.Ivanov (522). Éstos, que se consideraban a sí mismos como michurinistas, lanzaron en 1952 otro ataque contra Lysenko en la revista, a partir del cual se volvieron a publicar nuevas críticas, reabriéndose nuevamente la polémica. Los mendelistas no fueron represaliados a causa de sus concepciones científicas. Por poner un ejemplo, Dubinin, uno de los principales representantes de las tesis formalistas en la URSS, a quien Lysenko ataca en su informe de 1948, publicó en 1976 (el año de la muerte de Lysenko) un artículo que está traducido al castellano y que se titula "La filosofía dialéctico-materialista y los problemas de la genética"; cinco años después se editaba en castellano el manual de genética que venimos citando (523), lo cual significa dos cosas: que el denostado Dubinin seguía en activo y que en esencia seguía defendiendo sus tesis de siempre. A diferencia de Lysenko, Dubinin sí era militante del Partido bolchevique y el título del artículo también evidencia que Dubinin defendía que las concepciones formalistas eran conformes a la dialéctica materialista. Según el genetista soviético hasta la época de Morgan en su disciplina había predominado el mecanicismo vulgar, pero a partir de los años treinta, con la teoría sintética, "comienza el periodo de la penetración de la dialéctica materialista en los grandes problemas de esta ciencia" (524).

Para los lectores formados en los países capitalistas, lo más significativo de un manual de genética como el de Dubinin es algo a lo que no estamos acostumbrados: cada capítulo del libro acaba con un largo repertorio de lo que el autor califica como "preguntas para discutir". No se trata de preguntas para interrogar al lector por el grado de comprensión de lo que acaba de leer, sino que, junto con sus conocimientos y opiniones, Dubinin transmite también sus dudas, los debates en los que cualquier ciencia se ve envuelta en un momento determinado. Es el viejo método socrático que indica un modo de transmitir la ciencia que choca radicalmente con la imagen estereotipada que la burguesía ha pretendido inculcar acerca de la URSS, la famosa "escolástica".

Un repaso superficial a las publicaciones soviéticas sobre biología y a los autores que las escribieron resultaría extraordinariamente sorprendente para el lector actual, habituado al engaño y la manipulación, que no se ciñe exclusivamente a Lysenko sino que alcanza también a Lamarck, porque la hoguera inquisitorial es la misma: son condenados como lamarckianos todos aquellos -como Lysenko- que no se sujetan al canon neodarwinista. Pero en la URSS no se logró imponer ese canon, de manera que un opositor de Lysenko al que ya hemos mencionado, I.M.Poliakov, era el redactor y editor de las obras de Lamarck en la URSS, sobre quien publicó en 1962 una obra titulada "J.B. Lamarck y la ciencia de la evolución del reino orgánico". Por el contrario, uno de los más fervientes defensores de Lysenko, I.I.Prezent, publicó otra poco después "J.B. Lamarck biólogo materialista" en la que criticaba determinados aspectos del lamarckismo.

La amplia polémica que se estaba desarrollando en la URSS contrasta poderosamente con la censura que el evolucionismo padecía en los países capitalistas, especialmente en Estados Unidos, donde en 1925 se celebró el llamado "juicio del mono" en el que el Tribunal Supremo de Tennessee condenó a un profesor por violar la ley Butler que declaraba ilegal impartir en las escuelas cualquier teoría que negara la creación divina del hombre a partir de la nada que enseña la Biblia: "La Asamblea General del Estado de Tennessee establece que es ilegal que cualquier educador de cualquiera de las universidades, institutos normales o escuelas de este Estado mantenido total o parcialmente con fondos asignados por este Estado para la enseñanza pública, enseñe cualquier teoría que niegue la Creación Divina del hombre tal como lo revela la Biblia, y enseñe por el contrario que el hombre desciende de un orden inferior de animales". La censura científica en Estados Unidos llega hasta nuestros días. La ley Butler no fue derogada hasta 1967, de modo que, durante más de 100 años después de la aparición de "El origen de las especies" en 15 Estados de Estados Unidos se estuvo enseñando la creación bíblica como fundamento de la biología en los centros públicos de enseñanza. Como escribió Bernard Shaw, Estados Unidos se estaba convirtiendo en el hazmerreír del mundo civilizado. A causa de ello, hasta la fecha actual las encuestas de opinión constatan que entre la población la credibilidad de la teoría de la evolución es mucho más baja en Estados Unidos que en cualquier país europeo. Durante el pasado siglo era frecuente que en los países capitalistas muchos investigadores no manifestaran en público sus convicciones lamarckistas por miedo a perder sus empleos o a ser vapuleados en los medios científicos. Piaget ha narrado algunos casos de censura a las que califica como auténticas coerciones (525).

Un profesor de química de la Universidad de Oregón, Ralph Spitzer, fue despedido en 1959 por enseñar las teorías de Lysenko en su aula. A la carta de despido el rector aportó como prueba un artículo de Spitzer en la revista Chemical and Engineering News defendiendo a Lysenko. El rector, según sus propias manifestaciones, podía tolerar el error del profesor al impartir doctrinas equivocadas, pero en ningún caso podía admitir la divulgación de enseñanzas marxistas. Su carta de despido tenía un carácter ejemplarizante y a causa de ello fue ampliamente difundida por toda la prensa estadounidense en primera plana. Spitzer había sido miembro de la asociación "Estudiantes por una Sociedad Democrática" y del Partido Progresista de Henri Wallace, pero fue condenado por marxista junto con su mujer, también despedida. En los artículos científicos se puede citar a Platón, a Descartes o a Comte, pero en ningún caso a Marx.

El caso de Linus Pauling fue similar al de Spitzer. Además de ser uno de los más importantes biólogos moleculares del pasado siglo, Pauling fue un destacado militante por la paz, contra el armamento nuclear y contra las guerras desencadenadas por Estados Unidos. En 1954 recibió un Premio Nobel por su trabajo científico y en 1962 otro por su trabajo militante en favor del desarme.

A causa de ello fue represaliado por la furia maccarthysta, le quitaron el pasaporte y anularon las subvenciones públicas a su laboratorio. También le privaron de su pasaporte a Salvador Luria y, por otro lado, a los británicos Bernal y Hodgkin les prohibieron la entrada en Estados Unidos, así como a Jacques Monod: "La ciencia permaneció bajo vigilancia en tiempos de los procesos macarthystas y su caza de brujas. Entonces muchas y distinguidas figuras se vieron privadas de sus recursos económicos y enviadas al exilio" (526). Para poder ejercer como docentes, en las universidades estadounidenses se obligaba a los profesores a jurar que no eran comunistas.

En una entrevista reciente al biólogo Jan Sapp publicada por Sciences et Avenir los periodistas le comentan que las observaciones que contradicen el neodarwinismo son antiguas, preguntándole seguidamente acerca de los motivos por los cuales se han ocultado durante tanto tiempo. Sapp responde que ello se debe a múltiples razones de tipo político. Afirma que en los años cincuenta era peligroso hablar de herencia citoplasmática y del papel de la simbiosis en la evolución: "Abordar esas cuestiones suponía arriesgarse a pasar por lamarckiano, o peor, por un discípulo del soviético Lysenko, es decir, por un comunista". El propio Sapp confiesa que él mismo fue censurado en Estados Unidos y tuvo que marcharse a trabajar a Canadá: "Cuando me interesé por esos grandes biólogos de la posguerra que habían trabajado sobre otros modelos diferentes del neodarwinismo, como Tracy Morton Sonneborn o Víctor Jollos, ¡Se me acusó de comunista! Tuve que abandonar Estados Unidos y salir a Canadá, el único medio para mí de redescubrir los trabajos pioneros de esos sabios que habían huido del racismo de la Alemania hitleriana y que se metieron en una trampa por la intolerancia académica en su exilio americano" (527).

Durante la guerra fría Henry E. Sigerist (1891-1957), profesor de historia de la medicina en la Universidad John Hopkins, fue ferozmente atacado por la Asociación Médica Norteamericana al poner a la sanidad soviética como ejemplo para los demás países. Fue purgado por la Comisión del Servicio Civil Gubernamental, lo que le impidió ocupar cargos públicos en lo sucesivo, teniendo que regresar a Suiza, su país de origen.

Otro caso parecido fue el de Gordon Gould, uno de los precursores en las aplicaciones industriales y militares del láser, quien en 1954 fue expulsado del colegio de Nueva York en el que ejercía como docente y tampoco pudo trabajar en un proyectosuyo para construir el primer láser.

En aquella época se organizó otra persecución contra Wilhelm Reich en Estados Unidos, empezando por las campañas de desprestigio, el subsiguiente aislamiento y, finalmente, el menosprecio de los científicos auténticos. En 1947 la FDA inició su campaña de asedio; en 1950 el FBI se sumó a esta particular guerra. En 1953 comenzaron los ataques de asociaciones norteamericanas de médicos y psiquiatras. La FDA no tardó en trasladar su persecución a los tribunales manipulando la información: Reich y sus colaboradores fueron acusados de fraude. Nada mejor que los jueces para diferenciar la ciencia de la seudociencia e imponer medidas represivas: la Fundación Wilhelm Reich no pudo comercializar los acumuladores de orgón, ni tampoco difundir sus libros y publicaciones. Pero a esta moderna Inquisición no le bastó con prohibir sino que necesitó destruir los acumuladores de orgón, las revistas y los libros publicados por la Orgone Institute Press. En 1955 un grupo de terapeutas de orgón pidió el levantamiento de la prohibición pero la solicitud fue rechazada y el fiscal inició una acción por contumacia criminal contra la Fundación, contra Reich y contra su colaborador Michael Silvert por violar la orden de suspensión.

Al año siguiente comenzó el juicio en Portland con Reich y su colaborador detenidos, farsa que acabó con la condena de ambos a pena de prisión y una multa que debía pagar la Fundación. La FDA cargó un camión con los acumuladores, los libros, los folletos, las revistas y los boletines y los arrojaron a un incinerador, incluidos los libros de Reich, a pesar de que no estaban sujetos a la sentencia. Reich murió en prisión en 1957 y todas sus notas fueron destruidas (528). Esto ni sucedió en el siglo XIII ni tampoco en la URSS.

La historia ha sido vuelta del revés porque el denominado "caso Lysenko" no es un supuesto que demostraría la censura allí imperante sino justamente lo contrario, la existencia de una amplia y libre controversia de ideas, que es la única manera de impulsar el progreso del conocimiento. En la URSS se debatió abierta, pública y libremente sobre toda clase de asuntos, incluidos los científicos y nunca se dejó de polemizar acerca de ningún asunto en todos los ámbitos sociales, políticos y universitarios. Allá pudieron conocer y debatir corrientes innovadoras dentro de la biología que en los países capitalistas fueron ignoradas o incluso deliberadamente silenciadas. Pero los victimarios pretenden hacerse pasar por víctimas; quienes han dado la vuelta al asunto son los mismos que hasta la fecha de hoy pretenden imponer el mendelismo como dogma absoluto, aún a costa de censurar a quienes desvelan las incoherencias internas de sus postulados.

Stalin estaba muy interesado en la discusión sobre la genética, siguió el debate muy de cerca y aunque no existen escritos suyos, en las reuniones siempre defendió las tesis evolucionistas de Lamarck, Darwin y Michurin. En una carta dirigida a Lysenko el 31 de octubre de 1947, le comenta al agrónomo: "En cuanto a la situación de la biología en el ámbito teórico, pienso que la postura de Michurin es la única que realiza un enfoque científico válido. Los weissmanistas y sus seguidores, que niegan la herencia de las características adquiridas, no merecen entrar en el debate. El futuro pertenece a Michurin". En el diario de V.Malishev, vicepresidente del gobierno en la época, hay una anotación con algunos comentarios privados de Stalin sobre Lysenko en los que dijo que era el continuador de Michurin, habló de sus defectos y de los errores que había cometido "como científico y como ser humano", que había que supervisar sus experimentos, pero que también había que impedir su destrucción como científico porque eso significaba ponerlo en manos de los "shebrakianos" (528b). Con esta designación Stalin se refería a Shebrak, un genetista formal que había dirigido en 1946 la sección científica del Comité Central. En la polémica soviética nunca hubo un intento de liquidar el formalismo genetista sino que se trataba justamente de lo contrario: de evitar que esa corriente aplastara a su contraria, la que encabezaba Lysenko. De ese modo volvemos a descubrir que la falsificación de la historia ha vuelto las cosas del revés, poniendo a las víctimas en el lugar que corresponde a los victimarios.

No obstante, lo más importante es que aquella batalla ideológica contribuyó a frenar la proliferación de teorías racistas y eugenésicas en la URSS. En realidad, detrás de las nuevas teorías y prácticas "científicas" de la genética formal se escondía el racismo, que a comienzos del siglo XX se había convertido en la religión de los imperialistas. Impulsado por la burguesía, el racismo se presentó como algo "científico" y "progresista", como una aplicación natural del conocimiento sobre la reproducción al campo de la sociedad y con el fin de mejorarla (528c). Como suele suceder, subyacía en sus propuestas la errónea creencia, muy característica de las ciencias naturales, de que los problemas económicos, sociales y políticos no son tales sino auténticos problemas técnicos y científicos, de que su causa es esa y, por tanto, su solución también debe ser de ese mismo carácter.

Desde Aristóteles, es decir, desde hace más de dos mil años sabemos que el hombre es un "animal racional" y, en consecuencia, que su naturaleza es dual, que coexiste un componente biológico junto a otro sociológico y que éste no es reductible a aquel. Esta dualidad no ha sido bien recibida, de manera que en la historia de la biología es muy frecuente observar los dos errores que sobre este punto se cometen con tanta frecuencia. Las concepciones fideístas creen que dios creó al hombre "a su imagen y semejanza" y que, por tanto, el hombre no forma parte de la naturaleza sino de dios. Al otro lado se sitúan quienes reducen al hombre a la condición animal, e incluso peor, a la de una maquinaria bioquímica. Una gran parte de la animadversión de los creyentes por la evolución proviene de esta concepción que reduce al hombre a una maquinaria bioquímica. La tesis de Lamarck y Darwin de que los antecesores de los hombres y de los simios fueron los mismos, fue asimilada a la de que el hombre es un simio o algo equiparable a un simio. También en este punto los errores de los unos han alimentado los de los otros. Pero nada de ello es imputable a la teoría evolucionista, en donde el lugar del hombre quedó bien determinado en la clasificación de las especies. Así, después de establecer el parentesco del hombre con los demás primates, Lamarck advierte: "Tales serían las reflexiones que se podrían hacer si el hombre considerado aquí como la raza preeminente en cuestión, no se distinguiera de los animales más que por los caracteres de su organización y su origen no fuese distinto del suyo" (529). También aquí Lamarck tenía razón: el hombre no se distingue de los demás animales sólo por "los caracteres de su organización".

La biología nació como una ciencia taxonómica cuyo objeto era clasificar la diversidad de las especies vivas, reconducir la multiplicidad a la unidad. Cuando a finales del siglo XIX, a partir de Weismann, de ese binomio sólo queda la diversidad, la biología adopta un sesgo bien diferente.

Cuando, además, ese mismo objetivo se impuso a la sociedad, la biología se convirtió en eugenesia, en el intento de clasificar (y por tanto de dominar) a los hombres, de establecer diferencias entre ellos y, en consecuencia, justificar las políticas de desigualdad social. Darwin, Mendel y Gobineau escriben al mismo tiempo, poniendo al desnudo las contradicciones que el concepto ilustrado de igualdad de todos los hombres acabó planteando a la burguesía sólo un siglo después de haberlo llevado a los textos legales más importantes y, naturalmente, endosando su propia incongruencia al movimiento obrero. Un siglo y medio después los Medawar siguen planteando así la cuestión: "Los marxistas desprecian la noción darwiniana de que existen diferencias innatas de las capacidades humanas y, en su lugar, deciden sostener que los hombres nacen iguales y son producto de su crianza y su medio" (530). De modo que esta ridicula pirueta histórica quiere hacernos creer que fue Marx y no las declaraciones burguesas de derechos, empezando por la norteamericana de finales del siglo XVIII, las que postularon que los hombres "nacen iguales". De esa forma volvemos a la dicotomía entre la política y la ciencia: las declaraciones legales -efectivamente- tienen poco que ver con la realidad porque los hombres nacen desiguales y su desarrollo y crianza posterior multiplica esa desigualdad originaria. La biodiversidad no alcanza sólo a las especies sino a cada individuo dentro de ellas. Por lo tanto, también alcanza al hombre: todos los hombres son diferentes unos de otros. Pero ¿por qué son diferentes los hombres? Precisamente porque son hombres, es decir, porque todos ellos son iguales; son diferentes porque son iguales y sólo pueden ser diferentes en la medida en que son iguales. Para que dos cosas desiguales se puedan comparar tiene que existir algún punto de semejanza que permita esa comparación. Pero a la burguesía, cuya ideología es metafísica, le interesó a finales del siglo XVIII defender la igualdad y medio siglo después le interesó defender la desigualdad, de manera que en cada momento histórico se quedó con uno de los extremos de la contradicción, olvidándose del otro.

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