Teoría materialista de la evolución de Juan M. O. Alberdi (página 2)
Enviado por Yunior Andrés Castillo S.
Las aberrantes teorías y prácticas racistas fermentan en la ideología burguesa decadente de 1900 que, tras las experiencias de la I Internacional y la Comuna de París, era muy diferente de la que había dado lugar al surgimiento de la biología cien años antes de la mano de Lamarck. El siglo empezó con declaraciones "políticas" solemnes acerca de la igualdad de todos los seres humanos y acabó con teorías "científicas" sobre -justamente- lo contrario. El linchamiento desencadenado por el imperialismo contra Lysenko trató de derribar el único baluarte impuesto por la ciencia y la dialéctica materialista contra el racismo étnico y social, que había empezado como corriente pretendidamente científica y había acabado en la práctica: en los campos de concentración, la eugenesia, el apartheid, la segregación racial, las esterilizaciones forzosas y la limpieza étnica.
Ciertamente no existe relación de causa a efecto; la causa del racismo no es una determinada teoría sino una determinada clase social en un determinado momento de la historia.
Tendremos ocasión de comprobar que la mecánica cuántica y la genética marcharon en paralelo en la primera mitad del siglo XX, tienen el mismo vínculo íntimo con el imperialismo y, en consecuencia, con la guerra. Desde entonces la ciencia permanece militarizada, pero si la instrumentalización bélica de la mecánica cuántica hiede desde un principio, la de la genética se conserva en un segundo plano, bien oculta a los ojos curiosos de "la política", a pesar de que las primeras Convenciones de La Haya que prohibieron el uso de agentes patógenos en la guerra se aprobaron en 1899 y 1907. Sin embargo, por primera vez en la historia el ejército español gaseó a la población civil del Rif para aplastar la insurrección de 1923, provocando patologías que se han transmitido durante varias generaciones (27). En la siguiente década científicos al servicio del ejército colonial británico probaron el gas mostaza en cientos de soldados hindúes y pakistaníes en un cuartel militar de Rawalpindi (28). Igualmente, el carbunco es hoy una enfermedad endémica en Zimbaue porque los colonialistas blancos bombardearon las aldeas nativas con esporas patógenas desde 1978 para impedir la liberación del país. Determinados posicionamientos en el terreno de la biología no son exclusivamente teóricos sino prácticos (económicos, bélicos) y políticos; por consiguiente, no se explican con el cómodo recurso de una ciencia "neutral", ajena por completo al "uso" que luego terceras personas hacen de ella. Cuando se ensayó la bomba atómica en Los Alamos, Enrico Fermi estaba presente en el lugar, y en los campos de concentración unos portaban bata blanca y otros uniforme de campaña. Con frialdad, Haldane proponía en 1926 que su país renunciara a los convenios internacionales que prohibían los gases porque se trataba de un "arma basada en principios humanitarios" (29). Otros, como Schródinger, relacionan la selección natural con la guerra: "En condiciones más primitivas la guerra quizá pudo tener un aspecto positivo al permitir la supervivencia de la tribu más apta" (30). Así se expresaba Schródinger en 1943, es decir, en plena guerra mundial, en condiciones ciertamente "primitivas" pero de enorme actualidad. Por aquellas mismas fechas Julián Huxley utilizaba los mismos términos: si bien extraordinariamente raro, la guerra no deja de ser un "fenómeno biológico" (18). Después de 1945 la "hipótesis de cazador" se convirtió en la metáfora paleontológica de la guerra fría (31). En ocasiones algunos científicos necesitan de subterfugios truculentos de esas dimensiones como única terapia capaz de sublimar sus más bajos instintos.
Desde mediados del siglo XIX la metafísica positivista ha separado el universo en apartados o compartimentos para manipularlos de manera oportunista, una veces mezclándolos y otras separándolos. Según los positivistas la ciencia nada tiene que ver con las ideologías, ni con las filosofías, ni con las guerras, ni con las políticas, ni con las economías. ¿Por qué mezclar ámbitos que son distintos? Cuando les conviene, la mezcla es (con)fusión, es decir, error. Pero sólo si la (con)fusión la cometen otros, no sus propias (con)fus iones. Por ejemplo, una de las revistas "científicas" que participó en la campaña de linchamiento fue el Bulletin oftheAtomic Scientists que en junio de 1949 publicó un monográfico contra Lysenko con el título "La verdad y la libertad científica en nuestra época". Es ocioso constatar que no se referían a Estados Unidos, donde la teoría de la evolución estaba prohibida: los censores también son los demás. No obstante, la mayor paradoja era que los mismos científicos que habían masacrado a la población civil de Hiroshima y Nagasaki y que deseaban volver a repetir la hazaña en la URSS, como en el caso del físico Edward Teller (33), redactor de la revista, tenían la desvergüenza de pontificar acerca de la verdad y la libertad, de reclamar un gobierno "mundial" que controlara el armamento atómico que sólo ellos habían fabricado… Ellos son la enfermedad y luego el remedio; juegan con todas las barajas.
Aquel monográfico "atómico" insertaba un artículo del genetista Sewall Wright que ilustra lo que venimos diciendo. Se titulaba "¿Dogma u oportunismo?" porque los expertos en intoxicación propagandística aún no sabían la mejor manera de encajar el lysenkismo, aunque mostraban cierta inclinación por el dogma… por el marxismo como dogma no por el dogma central de la genética.
Por eso el rumano Buican asegura que "como la naturaleza humana, el patrimonio genético del hombre es incompatible con los dogmas del marxismo-leninismo" (34), una frase copiada de la que Sewal Wright había lanzado en la guerra fría: el suicidio de la ciencia -adviértase: de toda la ciencia- en la URSS tenía su origen en la "antítesis esencial entre la genética y el dogma marxista"
(35). Fue uno de los hilos conductores del linchamiento repetido hasta la saciedad. No cabe duda de que lo que es dogmático no es la genética sino el marxismo, algo que Wright y Buican ni siquiera se
preocupan de razonar. O lo tomas o lo dejas: los dogmáticos son los demás, los que (con)funden son los demás. Ellos lo tienen tan claro que dan por supuesto que el lector también lo debe tener igual
de claro y no se merece, por lo tanto, ni una mísera explicación. Ni siquiera es necesario un acto de fe; las cosas no pueden ser de otra manera.
Estas expresiones son sorprendentes cuando proceden de una disciplina, como la genética, que es la única ciencia en la historia del conocimiento humano que declaradamente se fundamenta en dogmas
(36). Ahora bien, cuando aparecen los dogmas es seguro que también hay brujas y, por consiguiente, caza de brujas. Por eso la infraliteratura antilysenkista de la guerra fría fue -sigue siendo- la página biológica del maccarthysmo y, como es más que obvio, en tales exorcismos la ciencia -y la historia de la ciencia- han escapado por las rendijas, porque son incompatibles con cualquier clase de dogmas, en la misma medida en que los dogmas son incompatibles con cualquier clase de ciencia. Esto autoriza, pues, a sospechar que, o bien la genética no es una ciencia, o bien que dicho dogma es falso. En cualquier caso, aquí algo huele a podrido, un tufo que se acrecienta cuando no hablamos de cualquier clase de dogma sino precisamente del dogma "central" de esta ciencia, es decir, cuando el dogma se localiza en el centro mismo de la genética, cuando se ha pretendido desarrollar esta ciencia en torno a un mandamiento de inspiración divina que Judson compara con la ecuación formulada por Einstein en su teoría de la relatividad: E = me 2 . Estamos en lo más parecido a la mística medieval, donde los genetistas son los profetas de unas escrituras sagradas: el dogma central -añade Judson- es "la reformulación -radical, absoluta- de la razón por la cual las características adquiridas por un organismo durante su vida, pero no dependientes de sus genes, no pueden ser heredadas por su descendencia" (37). Si hay dogma no cabe, pues, herencia de los caracteres adquiridos. O una cosa o la contraria. El dogma afirma una tesis incontrovertible que a lo largo del tiempo sólo ha ido cambiando de forma:
plasma – > cuerpo
gen – > proteína
genotipo – > fenotipo
Por el contrario, los herejes como Lamarck, Darwin y Lysenko se atrevieron a darle la vuelta al planteamiento, incurriendo en el desliz de defender la herencia de los caracteres adquiridos:
plasma CH 2 + 2
En términos más llanos, a partir del anhídrido carbónico y el agua, las plantas elaboran oxígeno y azúcares (glúcidos o hidratos de carbono). Como las plantas son, además, el material nutritivo de los animales herbívoros, los hidratos de carbono aportan energía a los hervívoros en forma de glucosa. El retorno del anhídrido carbónico a la atmósfera se hace cuando en la respiración los animales oxidan los alimentos produciendo anhídrido carbónico. En este ciclo cada año se consume y se renueva un cinco por ciento aproximadamente de las reservas de anhídrido carbónico de la atmósfera.
Los seres vivos acuáticos toman el anhídrido carbónico del agua. La solubilidad de este gas en el agua es muy superior a la del aire. Cuando los porcentajes contenidos en el aire superan a los existentes en los océanos, se forma ácido carbónico que ataca los silicatos que constituyen las rocas, dando lugar a los carbonatas y bicarbonatos que los peces absorben. Por eso el agua es uno de las reservas más importantes de carbono bajo la forma de sedimentos orgánicos que suponen más del 70 por ciento de los recursos de carbono existentes en la Tierra.
Una parte del carbono no retorna a la atmósfera sino que se transforma con la descomposición de la materia orgánica, creando sedimentos de pretróleo, gas y carbón. Tras la muerte de los animales, bacterias y otros organismos descomponen sus restos, cadáveres y excrementos. Una parte de esos restos se depositan en los sedimentos, donde se mineralizan. Por ejemplo, el carbón vegetal se produce por calentamiento en ausencia de aire (hasta temperaturas de 400 a 700 grados centígrados) de madera y otros residuos vegetales. Del modo parecido se forman otros depósitos de combustibles fósiles como petróleo y gas natural. El retorno a la atmósfera de los sedimentos inorgánicos se produce en las erupciones volcánicas tras la fusión de las rocas que los contienen o cuando se extrae artificialmente el carbón, el gas o el petróleo. La combustión de estos elementos devuelve de nuevo el anhídrido carbónico a la atmósfera.
Otros compuestos inorgánicos esenciales para la vida, como el nitrógeno o el agua, también describen ciclos similares. En estos procesos periódicos no intervienen fuerzas ajenas a la materia sino que se retroalimentan a sí mismos indefinidamente, poniendo de manifiesto que las causas se convierten en efectos y los efectos en causas. Son fenómenos a la vez reversibles e irreversibles. De ahí que afirmar que el origen de la vida radica en la materia inorgánica no puede tener nada de sorprendente porque es un fenómeno cotidiano que la naturaleza repite incansable: "Y así volvemos al modo de ver de los grandes fundadores de la filosofía griega, al concepto de que el conjunto de la naturaleza, desde el elemento más pequeño hasta el más grande, desde los granos de arena hasta los soles, desde los protistos hasta el hombre, tiene su existencia en un eterno devenir y extinguirse, en un flujo constante, en un interminable movimiento y cambio. Pero con la diferencia esencial de que lo que en el caso de los griegos era brillante intuición, en el nuestro es el resultado de una estricta investigación científica, en consonancia con la experiencia, y por lo tanto surge también en forma mucho más definida y clara. Es cierto que la prueba empírica de esa trayectoria cíclica no carece por completo de lagunas, pero son insignificantes en comparación con lo que ya se estableció con firmeza, y por otra parte se llenan cada vez más, con cada año que pasa" (466).
La biología en Rusia mantuvo su propia inercia, que ni la influencia de Engels ni la Revolución de 1917 pudieron contrarrestar de manera decisiva (467). El caso de Rusia, con algunos matices, no es diferente del de ningún otro país de la época. El elemento fundamental a tener en cuenta en la polémica que se iba a abrir inmediatamente es que no solamente no existió una "injerencia" del marxismo sobre la genética sino que el impacto fue en la dirección contraria, de la genética (y de las nuevas ciencias) sobre los postulados marxistas. Los nuevos descubrimientos y progresos, especialmente la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, abrieron nuevos interrogantes dentro el marxismo como dentro de tantas otras corrientes ideológicas. A partir de esos interrogantes se desarrollaron concepciones divergentes, algunas de las cuales permanecieron dentro del marxismo y otras se escaparon fuera de él, colectiva o individualmente. Este fenómeno no sólo ocurrió en la URSS sino en todo el movimiento comunista internacional, especialmente en Gran Bretaña y Francia. Para quienes están apegados a los esquemas más simplones no deja de ser curioso constatar que mientras el mendelismo y la teoría sintética triunfaron plenamente en la República Democrática Alemana, encontraron una enorme resistencia en la URSS, a pesar de que ambos países se fundamentaban sobre los mismos principios socialistas.
Desde comienzos del siglo XX coexistían en Rusia cuatro corrientes dentro de la biología. La primera de ellas, de tipo simbiótico, era tradicional en la biología rusa, iniciándose con el discurso de K.F.Kessler en 1880, decano de la Facultad de San Petersburgo. Es una corriente más bien crítica hacia los discípulos de Darwin que hacia el naturalista británico en sí mismo. Fue una de tantas reacciones características de finales de siglo contra la reducción de la evolución a los fenómenos de "competencia" y "lucha por la existencia", en defensa de la incidencia biológica de otros, tales como la cooperación y la sociabilidad, tanto en animales como en seres humanos. En plena marejada darwinista, Engels ya había sostenido la validez científica de esta concepción. En 1875 en su carta a Piotr Lavrov, Engels le manifiesta su desacuerdo con la idea darwiniana de que la "lucha de todos contra todos" fue la primera fase de la evolución humana, sosteniendo que la sociabilidad instintiva "fue una de las palancas más esenciales del desarrollo del hombre a partir del mono". Al mismo tiempo y de forma paralela, en otra obra suya destacó el carácter predarwiniano de esta concepción, así como su unilateralidad: "Hasta Darwin, lo que subrayaban sus adictos actuales es precisamente el funcionamiento cooperativo armonioso de la naturaleza orgánica, la manera en que el reino vegetal da alimento y oxígeno a los animales, y éstos proveen a las plantas de abono, amoniaco y ácido carbónico. Apenas se reconoció a Darwin, ya esas mismas personas veían 'lucha' en todas partes. Ambas concepciones están justificadas dentro de límites estrechos, pero las dos tienen una igual característica de unilateralidad y prejuicio. La interacción de cuerpos en la naturaleza no viviente incluye a la vez la armonía y los choques; la de los cuerpos vivientes, la cooperación conciente e inconciente, así como la lucha conciente e inconciente. Por lo tanto, inclusive en lo que se refiere a la naturaleza, no es posible inscribir sólo, de manera unilateral, la 'lucha' en las banderas de uno. Pero es en absoluto pueril querer resumir la múltiple riqueza de la evolución y complejidad históricas en la magra frase unilateral de 'lucha por la existencia'. Eso dice menos que nada" (468).
Las tesis de Kessler tuvieron el apoyo de biólogos evolucionistas rusos como N.A.Sivertsov, entre otros. En 1902 el conocido científico anarquista Pedro Kropotkin también acusó a ciertos sucesores de Darwin de despreciar la cooperación entre los organismos vivos para exagerar la importancia de la lucha por la existencia: "La sociabilidad es tanto una ley de la naturaleza como lo es la lucha mutua", defendió Kropotkin (469). Aunque en su momento el periódico Times ensalzó la obra como "posiblemente el libro más importante del año", Kropotkin estaba entonces en el exilio y su obra no tuvo distribución en el interior de la Rusia zarista a causa de la censura. Sin embargo, muy pocos años después el biólogo ruso Konstantin S. Mereshkovski (1855-1921) formalizó la teoría de la simbiogénesis que, como cualquier otra que no es de origen anglosajón, fue absolutamente ignorada, salvo para los biólogos marxistas (470) y, naturalmente, para biólogos soviéticos, como Andrei Faminstin. Otro de ellos, Kozo-Polianski, publicó En 1924 su obra "Bosquejo de una teoría de la simbiogénesis", en 1933 el también soviético Keller expuso la misma teoría, que también pasó completamente desapercibida (471), e incluso Lysenko se apoyó en ella, como veremos, para sostener alguna opinión suya. En las corrientes dominantes no fue tomada en consideración hasta 1966, cuando fue rescatada del olvido por la investigadora estadounidense Lynn Margulis, defensora de esta teoría simbiótica. Hasta esa fecha no tuvo ninguna influencia fuera de la URSS, quedando la obra de Kropotkin como una de esas exóticas incursiones de los políticos, en este caso anarquistas, en la ciencia, como si un anarquista no pudiera ser, a la vez, un extraordinario científico, como Kropotkin. Un ejemplo de ello es la referencia despectiva que le dirigió Morgan:
"Los argumentos que empleó [Kropotkin] harían sonreír a la mayoría de los naturalistas y muchas de sus anécdotas deberían en realidad figurar en algún libro de cuentos para niños" (472). Ese es el estilo crítico con el que los mendelistas juzgan las opiniones que menosprecian, y el tiempo es tan cruel que mientras Kropotkin ha madurado, las tesis de Morgan parecen mucho más cerca de los cuentos infantiles.
La segunda corriente es la mendeliana, introducida en la Rusia prerrevolucionaria por Yuri A.Filipchenko (1882-1930), un seguidor de la escuela alemana de Nágeli, Hertwig y Von Baer. De las aulas de Filipchenko salió uno de los creadores de la teoría sintética, Theodosius Dobzhansky (1900-1975), que estudió en la Universidad de Kiev, emigrando en 1927 a Estados Unidos, donde trabajó con Morgan, siendo el fundamento de su investigación la necesidad de conciliar el evolucionismo con la Biblia vaticana, un esfuerzo que compartió con su amigo, el paleontólogo y jesuíta francés Teilhard de Chardin. En Estados Unidos Dobzhansky fue uno de los impulsores de la teoría sintética y, aunque había impartido clases a Lysenko, destacó por ser un antilysenkista feroz.
A pesar de lo que sostiene Watson, la corriente mendelista estaba presente en Rusia antes de la revolución de 1917; era autónoma y actóctona, por lo que las polémicas que se crearon luego en la URSS no fueron consecuencia de un supuesto rechazo hacia "las doctrinas occidentales" (473).
Siempre estuvo presente y no creó rechazo, como demuestra el caso de Filipchenko quien, junto con Chetverikov, fue uno de los mendelistas rusos más importantes, creador de una sociedad de eugenesia en 1922 que difundía su propia revista de la que era editor. Fue una de las pocas experiencias de ese tipo que se conoció en la URSS.
Una tercera corriente muy influyente de la biología soviética es la que encabeza Vladimir I.Vernadsky (1863-1945), un pionero de la ecología científica y, por consiguiente, radicalmente enfrentado a las corrientes micromeristas. Pero quizá no se deba afirmar que Vernadsky forma una corriente de la biología soviética sino más bien que su obra tiene un sello propio tan característico y tan poderoso a la vez que desde un principio, es decir, desde la publicación de su "Geoquímica" en 1924 y de su "Biosfera" en 1926, gravita sobre toda la biología soviética posterior. La complejidad del pensamiento de Vernadsky es tal que si bien pocos son los que, como él, subrayan la especificidad de la materia viva frente a la inerte, son aún menos los que aproximan las biología a la geofísica de una forma tan magistral como el soviético.
Una última corriente, representada por el botánico K.A.Timiriazev (1843-1920), es la que se denomina a sí misma como evolucionista y darwinista, aunque en sus concepciones es evidente la presencia también de Lamarck. Por consiguiente, el darwinismo existente en Rusia 1917 es el darwinismo de Darwin, no el neodarwinismo. Timiriazev fue un pionero del darwinismo en la Rusia zarista, un científico con un peso ideológico muy superior al que Thomas Huxley pudo tener en Inglaterra o Ernst Haeckel en Alemania, porque escribía para un público mucho más vasto:
conferencias, artículos, libros de divulgación, etc. El darwinismo se conoció allá a través de sus obras más que los del propio Darwin. Pero Timiriazev no era un político burgués a la manera de Huxley o Haeckel, sino un demócrata revolucionario comprometido con la lucha contra el zarismo en su país. Su ascendente sobre los bolcheviques creció aún más después de la revolución de 1917,
a cuya causa se sumó incondicionalmente, siendo quizá el científico más comprometido con el nuevo régimen. Recibió al mendelismo con una enorme hostilidad, escribiendo un folleto titulado "Repulsa de los mendelianos" en el que afirmaba que no sólo era una teoría errónea sino políticamente reaccionaria. Pero Timiriazev no confundió a los mendelianos con Mendel. De éste reconoció la validez de algunos de sus postulados. Su posicionamiento resultó decisivo; contribuyó a sostener en darwinismo en una etapa en la que éste había perdido la batalla frente a los mendelistas en los demás países.
Además de Timiriazev, las prácticas agrícolas de I.V.Michurin (1860-1935) corresponden también a la Rusia prerrevolucionaria y, aunque sus teorías son plenamente darwinistas, manifestó hacia el mendelismo idéntica opinión que la de Timiriazev. En base a sus décadas de experiencia, consideró que las leyes de Mendel no eran aplicables a la hibridación en frutales, ni anuales ni tampoco perennes: "Repito que sólo los ignorantes más completos de hibridación de árboles frutales pueden soñar con aplicarles las conclusiones obtenidas en las observaciones realizadas con guisantes" (474). Según Michurin, la segregación de caracteres que señaló Mendel también se aprecia en los frutales pero no de una manera completa porque "cada organismo se constituye con una mezcla de caracteres heredados, de los cuales sólo una parte proviene de sus progenitores y el resto de sus allegados", intervienendo también factores exógenos (475).
Otro de los impulsores del darwinismo en la URSS fue Alexander I.Oparin, que publicó en 1923 su trascendental obra "El origen de la vida" que, sin embargo, tampoco fue conocida en los países capitalistas hasta que en 1967 John D. Bernal lo incluyó como apéndice a su obra The physical basis oflife (476). La influencia de estos y otros científicos fue determinante para que después de 1917 la corriente darwinista se abriera camino inicialmente, precisamente en un momento en que en todos los demás países estaba en retroceso ante el avance del mendelismo.
La asimilación del marxismo al darwinismo ha sido muy frecuente desde los mismos orígenes de ambas corrientes de pensamiento. En su obra "Anarquismo o socialismo", escrita en 1907, Stalin denunció las tergiversaciones de los seguidores caucasianos de Kropotkin, para quienes el marxismo se apoyaba en el darwinismo "sin espíritu crítico". Sin embargo, aquellas referencias de Stalin a Lamarck y Darwin eran muy someras y se utilizaban como ejemplo de la validez universal de la leyes de la dialéctica. Por lo demás, para Stalin, lo mismo que para Engels, no existía ninguna contradicción sustancial entre los postulados lamarckistas y los darwinistas, situando a ambos en el mismo plano. En cuanto al "espíritu crítico" del marxismo respecto al darwinismo, Stalin seguía el criterio de Engels. Aunque en aquel momento la "Dialéctica de la naturaleza" no fuera conocida, las observaciones críticas expresadas en el "Anti-Dühring" eran muy relevantes. Engels defendió a Darwin de las críticas de Dühring pero, al mismo tiempo, era plenamente consciente de las limitaciones y del carácter unilateral de las explicaciones de aquel: "Yo acepto la teoría de la evolución de la doctrina de Darwin pero no acepto su método de demostración (strugglefor Ufe, natural selection) salvo como primera expresión, provisional e imperfecta, de una realidad recién descubierta". El británico, añade Engels en otra obra, habría puesto el acento en los efectos pero no en las causas de la selección natural. Además, "el hecho de que Darwin haya atribuido a su descubrimiento [la selección natural] un ámbito de eficacia excesivo, que le haya convertido en la palanca única de la alteración de las especies y de que haya descuidado las causas de las repetidas alteraciones individuales para atender sólo a la forma de su generalización, todo eso es un defecto que comparte con la mayoría de las personas que han conseguido un progreso real" (478).
Aparentemente se habían formado dos posiciones contrapuestas. Incluso el soviético Stoletov resumía esas posiciones en el titular de su libro: "¿Mendel o Lysenko? Dos caminos en biología" (479). Pero no se puede resumir la polémica en dos posiciones. Hubo militantes del Partido bolchevique que defendieron el mendelismo, como los había que defendieron la posición contraria.
Se dieron toda clase de combinaciones ideológicas y científicas imaginables que sorprenderían a quienes pretenden analizar la biología soviética con esquemas simples. Filipchenko no fue el único eugenista que hubo en la URSS en la década de los años veinte. Hubo eugenistas lo mismo que lamarckistas, y en ambas corrientes los hubo que se declaraban marxistas, lo mismo que antimarxistas. A causa de ello es difícil hablar de una influencia del marxismo sobre la ciencia en la URSS, cuando bajo el marxismo existían distintas corrientes en conflicto interno. Desde luego, la disputa no formó una alternativa entre Mendel y Lysenko. No sólo es muy difícil reducir la polémica soviética sobre la biología a dos polos encontrados sino que allá las expresiones también tenían otros significados, diferentes de los occidentales. Ni los mendelistas en la URSS defendían exactamente las mismas posiciones que los occidentales, ni tampoco los lamarckistas eran asimilables a los del otro lado del telón de acero. Los polemistas se lanzaron entre sí mutuas acusaciones porque los unos tergiversaban las posiciones de los otros. Hubo quien, aún declarándose michurinista, no secundaba las tesis de Lysenko, o no las secundaba en su integridad.
También se dieron posiciones intermedias e intentos de síntesis a comienzos de los años veinte, como los ensayados por B.M.Zavadovski, quien consideraba compatible el lamarckismo con el mendelismo, aunque progresisvamente fue adoptando posturas cada vez más próximas a esta última corriente. Quienes más insistieron en la imposibilidad de encontrar puntos de unión entre ambas corrientes fueron mendelistas como A.S.Serebrovski, I.I.Agol y N.P Dubinin. Otros intentos de síntesis, como los del embriólogo B.PTokin, afirmaban que ni el lamarckismo ni el mendelismo eran corrientes científicas y que el marxismo era ajeno a ellas, por lo que había que elaborar una nueva biología de conformidad con las concepciones del materialismo dialéctico.
A los amantes de los esquemas se les ampliaría notablemente su perspectiva si salieran de la URSS y analizaran la cuestión de Lysenko en relación con otros países. En los medios de la guerra sicológica de 1948, y aún hoy, es frecuente relacionar a Lysenko con el marxismo, de manera que la ridicula explicación que tratan de esbozar es que las aberraciones de Lysenko fueron posibles por el propio carácter aberrante del marxismo. De esa manera no se comprenden los motivos por los cuales en la República Democrática Alemana no se impuso nunca el lysenkismo, de modo que la genética dominante fue de tipo mendeliano, a pesar de que aquel país estaba dirigido por un conocido partido comunista cuyos principios ideológicos eran los mismos que el soviético. Si la vinculación del marxismo con el lysenkismo es tan estrecha como pretenden dar a entender, la pregunta es obvia: ¿No eran realmente comunistas los comunistas alemanes o no lo eran los soviéticos? Esta misma cuestión se puede ampliar fuera del telón de acero, a los partidos comunistas de occidente, dando por supuesto que todos ellos eran igualmente comunistas para no sorprender en el ridículo a los estrategas de la guerra fría. Entre los comunistas de fuera del telón de acero coexistieron (y discutieron y se enfrentaron) los lysenkistas con los mendelistas. Los amantes de los esquemas simples que pretenden asimilar el lysenkismo al lamarckismo también deberían explicar por qué razones, dentro y fuera de la URSS, existieron lamarckistas que criticaron a Lysenko.
La situación no se polarizó hasta una década después, tras la llegada al gobierno de Hitler en 1933: el eugenismo adquirió entonces una filiación reaccionaria mientras el lamarckismo fue la bandera de los progresistas. Muchos de aquellos debates son de un extraordinario valor y serán recuperados en su momento, cuando puedan ser leídos sin la carga emocional que hoy les envuelve. La riqueza de argumentos exhibidos elevó a gran altura la biología soviética, abriendo caminos novedosos, como la teoría del origen de la vida de Oparin, un reflejo del "desarrollo que habían alcanzado las ideas evolucionistas en Rusia. La biología soviética había heredado de los científicos prerrevolcionarios una corriente de pensamiento darwinista que se mantuvo vigente durante varias décadas y que llevó a la formación de grupos y escuelas que alcanzaron un refinamiento teórico sin igual", afirma Lazcano, quien concluye así: "Hacia 1939 hubiera sido difícil encontrar un país en el mundo en donde la teoría de la evolución estuviera más desarrollada o fuera mejor conocida que en la Unión Soviética" (480). No obstante, también se expusieron planteamientos simplemente ingenuos, como correspondía una sociedad joven, como la soviética. Por ejemplo, A.S.Serebrovski, un opositor de Lysenko, era un eugenista convencido, partidario de la fertilización artificial de las mujeres con un semen portador de las mejores cualidades. Llamaba "antropotecnia" a la eugenesia.
Según él, esto permitiría cumplir los planes quinquenales en la mitad de tiempo.
A finales de la década de los veinte, bajo una apariencia darwinista, el mendelismo logró recuperar terreno dentro de la genética soviética. En 1927, durante el V Congreso Internacional de Genética celebrado en Berlín, Muller anunció su descubrimiento de las mutaciones inducidas por radiaciones.
El 1 1 de setiembre de ese mismo año, Serebrovski publicaba en Pravda un artículo titulado "Cuatro páginas que estremecen al mundo científico". Supuso un vuelco desfavorable al lamarckismo. Un ejemplo característico de esa tendencia es el caso de V.L.Komarov, vicepresidente de la Academia de Ciencias, un biólogo que progresivamente fue pasando de sus iniciales simpatías lamarckistas hacia el mendelismo. Las nuevas corrientes sintéticas en la genética, con su aparente integración del darwinismo, se introdujeron con fuerza dentro de la URSS, del Partido bolchevique, de las universidades y los centros de investigación. Tras la muerte de Michurin en 1935 Lysenko pasó a encabezar las posiciones científicas antimendelistas, pero la correlación de fuerzas no tardó en cambiar. Aunque fue elegido presidente de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas en 1937, Lysenko empezaba a estar en minoría y no pudo tener los apoyos políticos y oficiales que la campaña quiere hacer creer: "En la época en que Lysenko presentaba su informe a la Academia de Ciencias, el 'mendelismo-morganismo' era ya una teoría ampliamente aceptada en la Unión
Soviética, con destacados partidarios como Poliakov, Zavadovski y Dubinin, quienes difícilmente habrían reconocido el carácter 'idealista' o 'reaccionario' de la teoría cromosómica de la herencia.
Sus protestas, desgraciadamente, sirvieron de muy poco" (481).
Es igualmente comprobable que ni todos los que defendían ni todos los que criticaban a Lysenko exponían los mismos argumentos. Por ejemplo, no es fácil compartir los motivos del británico George Bernard Shaw para defender a Lysenko, que se apoyaban en una vaga comprensión de los términos del debate. Shaw decía que frente al mecanicismo vulgar de la teoría sintética, Lysenko defendía una concepción integral de los organismos de la naturaleza como seres dotados de vida. En una carta publicada por el Saturday Review ofLiter ature, el genetista Dunn, que había viajado por la Unión Soviética protestaba por la equiparación de todo el conjunto de la biología soviética con las tesis lysenkistas, que no representaban la doctrina "oficial" del país, poniendo un ejemplo odioso para comparar: no se puede juzgar a la biología soviética desde la óptica de Lysenko del mismo modo que no se puede juzgar a la biología estadounidense desde el punto de vista de los creacionistas. Lo mismo expuso el británico Eric Ashby en 1945. También había viajado por la URSS, donde estuvo una larga temporada, publicando a su regreso varios libros sobre la situación de las ciencias soviéticas, su organización académica y científica y sus métodos de investigación.
Ashby apreció que en la URSS concurrían diversas corrientes científicas, desde aquellas que manifestaban cierto rechazo hacia la investigación occidental hasta otras que seguían los mismos derroteros que ella. No obstante, considera que, en general, la ciencia soviética era equiparable a la occidental y no parecía estar influida por la filosofía marxista "en absoluto" (482).
A mi juicio el núcleo de la postura de Lysenko no es positiva sino negativa y está constituida por su rechazo a las teorías sintéticas que defendían un mecanismo unilateral por el cual la herencia determina la constitución de los organismos vivos, y si hay que indicar un rasgo positivo fundamental de su pensamiento no es el de ambiente sino el de desarrollo. En muchos aspectos su concepción es similar a la de Conrad H.Waddington (1905-1975) que, no por casualidad, fue entonces equiparado a Lysenko e incluido en el índice de los malditos de la biología (483). Frente a la escisión entre genotipo y fenotipo, Waddington propuso el término epigénesis, referido al proceso de desarrollo de los organismos, ontogénesis, de los que se había olvidado la genética formalista. Waddington habló de una "asimilación genética", considerando que los organismos eran capaces de reaccionar a las presiones del entorno modificando su comportamiento, e incluso su estructura. Para Waddington, la capacidad de reacción no era pasiva sino activa y estaba dirigida por los genes. Por medio de la asimilación genética, un tejido convierte un estímulo externo (ambiental) en otro interno (génico) de modo que se vuelve independiente del inductor ambiental. Otro biólogo maldito de la misma época, Richard Goldschmidt (1878-1958), sugirió que la información contenida en el fenotipo, adquirida a lo largo de la vida, se integraba en el genotipo en determinadas condiciones, fijándose en el genoma (fenocopia) y transmitiéndose así a las generaciones sucesivas.
Mantengo dudas, que no estoy en condiciones de resolver ahora, acerca de si la crítica de los lysenkistas fue, al mismo tiempo, capaz de asimilar la médula racional de la genética formalista o si, por el contrario, adoptaron la misma posición errónea que éstos, un rechazo en bloque de las concepciones opuestas. La propaganda burguesa sostiene que existió un repudio total de las concepciones genetistas a causa de su naturaleza idealista. Esta ridicula línea argumental conduciría al absurdo de proceder de idéntica manera con Kant o con Hegel y reprobar, por ejemplo, la dialéctica a causa de su origen idealista. El criterio de Marx y Engels fue otro. Consistió en criticar aquellas concepciones que fueran falsas o erróneas y, por el contrario, incorporar al acerbo científico aquellas nociones certeras, cualquiera que fuese su origen. Pero por encima de todo ello, considero esencial que gracias a la firmeza que demostró en la defensa de sus postulados (otros dirían dogmatismo, fanatismo, intolerancia), la URSS fue uno de los pocos países del mundo en los que pudo contrarrestarse la influencia de la teoría sintética. A causa de ello la propaganda imperialista lanzó en la posguerra su ofensiva de acusaciones falsas en su contra según la cual sus tesis habían conducido a la prohibición de la genética, al cierre de los laboratorios y el encarcelamiento de los biólogos opuestos a sus tesis.
Vamos a comprobar la falsedad de esta campaña.
Un campesino humilde en la Academia
En 1917 llegaron al poder en Rusia los obreros y los campesinos más pobres, los que hasta entonces habían sido siervos humildes y analfabetos, como Michurin, un obrero ferroviario apasionado de la
botánica, y como Lysenko, un campesino ucraniano, a quienes el poder soviético permitió estudiar y adecuar la ciencia a las prácticas agrícolas y ganaderas más avanzadas del momento para ponerlas
al servicio de los sectores más oprimidos y de sus necesidades.
Lysenko y otros como él se pusieron a la cabeza de las instituciones sociales que se ocupaban de las ciencias, para lo cual antes hubo que desalojar de esas mismas instituciones a los burgueses académicos, universitarios y oscurantistas que hasta entonces habían manejado la ciencia en provecho de su clase, de la explotación y de sus intereses particulares. En 1917 la población sometida a la autocracia zarista era analfabeta, los estudiantes eran una casta privilegiada procedente de la aristocracia y la alta burguesía. Los poco más de 1 1 .000 científicos, que cobraban 20 ó 30 veces más que un obrero especializado, vivían a espaldas de las necesidades y de los intereses de los obreros y campesinos. Tras la revolución de octubre su situación fue idéntica a la de los demás especialistas, artistas e intelectuales; unos se exiliaron y otros permanecieron, bien para colaborar lealmente en la construcción del socialismo o bien para sabotearlo. El caso de Pavlov es bien sintomático. Vivió los 20 últimos años de su vida en la URSS y, aunque los bolcheviques no escatimaron elogios a sus investigaciones, él no perdió ocasión de criticar la construcción del socialismo en su país, aunque tampoco lo abandonó. Sus críticas jamás fueron un obstáculo para que el Estado soviético financiara y apoyara con decisión sus investigaciones, poniendo a su disposición toda clase de recursos y medios materiales, lo cual pone de manifiesto que la promoción científica no tuvo en cuenta criterios políticos o ideológicos subjetivos basados en simpatías o antipatías, filias o fobias, hacia la construcción del socialismo.
En el mismo terreno que Pavlov, el neurofisiólogo Bejterev presenta la otra faceta de los alineamientos políticos de los científicos respecto al Estado soviético. Bejterev también era una personalidad acreditada antes de 1917, ajena por completo a los bolcheviques. Pero, a diferencia de Pavolv, después de la revolución no sólo se adhirió a ella sino que estudió la dialéctica materialista y consideró que sus tesis reflexológicas eran su única expresión científica en el terreno de la sicología. En esta disciplina se desataron otras tantas polémicas entre distintas corrientes, paralelas a las que se conocen en la biología.
Los alineamientos iniciales de los científicos hacia el poder soviético no siempre se mantuvieron indefinidamente. Hubo científicos que permanecieron en la posición que habían adoptado inicialmente y otros la modificaron, cambiando de bando en un momento determinado de su biografía personal o de la historia del país. Por ejemplo, el director del Instituto de Genética Médica, S.G. Levit, comenzó defendiendo la teoría de que para el marxismo era fundamental la herencia de los caracteres adquiridos, aunque luego su punto de vista cambió, pasando a sostener que sólo la selección natural y la teoría cromosómica de la herencia eran conformes al materialismo dialéctico. Fue algo característico de la larga controversia lysenkista que no sólo aconteció en la URSS sino también en otros países. Así, el biólogo comunista británico James Fyfe se inició en la polémica combatiendo a Lysenko y acabó en el bando contrario. Por el contrario, el inmunólogo Milán Hasek, militante del Partido Comunista de Checoslovaquia, empezó en las filas del lysenkismo para pasarse al mendelismo años después.
Como consecuencia de la trayectoria histórica de la URSS y del propio proceso de alfabetización, la composición de clase de los científicos cambió radicalmente y sus condiciones materiales de vida también cambiaron, especialmente en los años veinte, cuando surgieron los llamados "científicos descalzos", de los que Lysenko fue el prototipo, técnicos surgidos desde las entrañas mismas de la nueva sociedad. Como muchos otros, Lysenko era un humilde campesino que tuvo la oportunidad de formarse y llegó hasta la presidencia de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas. Sin la revolución de 1917 Lysenko hubiera sido un anónimo campesino, sujeto de por vida a un arado de madera. La alfabetización y las facilidades para cursar estudios avanzados promocionaron a estos "científicos descalzos", convirtiendo la controversia lysenkista -y a otras controversias científicas similares- en un fenómeno de masas desconocido en los países capitalistas, donde tales discusiones apenas trascienden del reducido círculo de especialistas. Como cualquier otro fenómeno de masas, no se trató sólo de una debate científico sino a la vez científico y político. En la URSS los campesinos habían dejado de ser los receptores pasivos de técnicas y procedimientos salidos de los laboratorios y universidades. Más bien al contrario, eran los laboratorios y universidades los que debían ponerse al servicio de los campesinos y sus cooperativas. Fue un cambio a la vez cualitativo y cuantitativo que se produjo en medio de una guerra, de un bloqueo internacional y de una situación económica lamentable. A pesar de las dificultades de la guerra civil, dice Medvedev, los científicos "recibieron un apoyo inmenso, tomando en consideración los recursos limitados de un país empobrecido". Se fundaron nuevos laboratorios e institutos de investigación: "Si se compara el grado de adelanto científico y tecnológico en la Unión Soviética entre 1922 y 1928 con el de un periodo similar anterior a la Revolución, se descubre un enorme impulso en los programas de investigación y educación" (484). Entre 1929 y 1937 se triplicó el número de académicos y el de estudiantes de agricultura aumentó seis veces. Si en 1913 había en Rusia menos de 300 universidades, escuelas superiores y centros de investigación, en 1940 el número superaba los 2.359. En los años veinte el número de investigadores se acercó ya a los 150.000, en 1953 subió a 250.000 y en 1964 a 650.000. En 1922 el número de publicaciones de investigación se cuadruplicó respecto al año anterior y al siguiente se multiplicó por ocho. En víspera de la II Guerra Mundial, la inversión en ciencia y tecnología ascendía al uno por ciento, un porcentaje que, como reconoce Huxley, era seis veces superior al estadounidense y diez veces superior al británico (485). El balance de Maddison es el siguiente:
La URSS también hizo una muy grande inversión en educación y adiestramiento en este periodo y fue el primer país que planteó su educación en forma sistemática para promover el desarrollo económico. Esta inversión en educación era muy necesaria considerando el bajo nivel que había heredado la Unión Soviética de la Rusia zarista, y la salida de mucha gente con educación y de técnicos durante la revolución. El esfuerzo educacional aumentó notablemente la calidad de la mano de obra disponible y proveyó de capacidad técnica y administrativa para usar efectivamente la inversión nueva. El costo de la educación fue una de las principales razones por las cuales el gasto en servicios comunales se elevó del 5 al 10% del PNB en los años 30, aun cuando parte de este gasto se dedicó a mejorar los servicios de salud pública.
Entre 1920 y 1939, el anafabetismo fue eliminado entre la población menor de 50 años.
En 1913, el número personas con educación superior dentro de la fuerza de trabajo fue sólo de 136.000 pero al fin de la era staliniana eran cerca de 1'8 millones. El esfuerzo para entrenar, preparar técnicos de nivel medio fue incluso mayor que la educación superior. Antes de la revolución, Rusia sufría la misma escasez de técnicos de nivel medio que plaga ahora a muchos países en desarrollo. Eran más escasos que las personas con educación superior. En 1913, había sólo 54.000 de ellos, pero para finales de la era staliniana, había 2'5 millones (486).
La revolución de 1917 no sólo alteró los fundamentos económicos de la vieja sociedad zarista, sino que sembró de interrogantes todas las concepciones del mundo que hasta aquel momento se habían presentado como intocables. No existían precedentes de un cambio tan drástico que, además, acarreó en algunas corrientes la pretensión errónea de que todo -absolutamente todo- debía cambiar, de que había que empezar desde cero, de que nada de lo anterior era válido. Estimuló las discusiones hasta extremos difícilmente concebibles, cuando no existían modelos previos sobre los que asentar algunas conclusiones previas. Las controversias científicas empezaron a presentar un nuevo aspecto. En ellas se vio involucrado el marxismo de una manera multifacética y no en base al esquema simplista que quisieron presentar durante la guerra fría. Graham lo ha expuesto de la manera siguiente:
En ninguno de estos dos casos [Oparin y Lysenko] consta de modo evidente que el marxismo como sistema de pensamiento, haya tenido alcance en la génesis de las interpretaciones de los fenómenos biológicos conocidas respectivamente como hipótesis Oparin-Haldane y teoría de la herencia de Lysenko. En ambos casos, sin embargo, los principales actores -en algunas ocasiones con posterioridad a la formulaciópn de sus hipótesis- declararon expresamente que el marxismo había ejercido una influencia importante en su pensamiento biológico (487).
En la URSS había varios tipos de marxismos de procedencias diversas, no todos ellos integrantes del Partido bolchevique. Así, en el Ministerio de Agricultura eran muy influyentes los antiguos miembros del partido socialista revolucionario, un grupo político de origen anarquista y campesino que había adoptado el marxismo como ideología propia. Coexistieron varios grupos de características parecidas, algunos de los cuales, pero no todos, se integraron dentro del Partido bolchevique, que se convirtió en la principal fuerza ideológica, pero nunca en la única. Esos grupos, dentro y fuera del partido bolchevique, mantuvieron continuas posiciones enfrentadas sobre las más diversas cuestiones, una de las cuales fue la biología.
A modo de ejemplo del ambiente en el que disputaban todas aquellas corrientes, puede ponerse el caso de Bogdanov, cuyo nombre real era A. A.Malinovski. Médico y autor de un manual clásico de economía marxista, Bogdanov había sido dirigente del Partido bolchevique, aunque fue expulsado de él en 1909 por su incorporación al empiriocriticismo. No obstante, siguió siendo muy influyente en los distintos círculos marxistas rusos, incluso después de la Revolución de 1917. Sus concepciones alcanzaban áreas tan variadas como la economía, el arte, la ciencia y la filosofía, en las que realizó aportaciones que, al margen de su acierto, eran enormemente originales (487b). En torno a sus concepciones se creó el movimiento proletkult o "cultura proletaria", una de las que pretendía hacer tabla rasa del pasado, por ejemplo, disolviendo las Academias de Ciencias. Fue el movimiento proletkult el que impulsó en la URSS la idea errónea de la existencia de "dos ciencias" de naturaleza distinta y enfrentadas entre sí por su propio origen de clase. Reivindicaba no las creaciones intelectuales del proletariado como clase sino cualquier clase de creación cuyo origen estuviera en uno de aquellos nuevos "científicos descalzos". Pero una cosa era estimular la ciencia entre los trabajadores y campesinos y otra, muy distinta, dar validez científica a cualquier clase de aportación por el mero hecho de su origen social. Los "científicos descalzos" se equivocan tanto como los de traje y corbata. La Oposición Obrera, una fracción interna que existió durante un cierto tiempo dentro del partido bolchevique, apoyaba a proletkult, manteniendo una posición ultraizquierdista respecto a los especialistas en general y a los científicos e intelectuales en particular. Todo ese cúmulo abigarrado de corrientes estuvieron presentes en los debates científicos a partir de los años veinte, a pesar de las críticas que contra ellas expuso el Partido bolchevique. Stalin, por ejemplo, calificó de "trogloditas" a los miembros de proletkult. El primer ministro soviético de Educación, que permeneció en el cargo desde 1917 hasta 1935, fue Lunacharski, un antiguo defensor de las concepciones de Bogdanov. De ahí que muchas de las iniciativas de los seguidores de proletkult pasen como si se tratara del punto de vista oficial del Partido bolchevique o de todos los marxistas soviéticos porque la propaganda les presenta a todos como si formaran parte de un mismo bloque monolítico.
Después de una larga polémica, en 1927 las tendencias ultraizquierdistas habían sido vencidas con la derrota del trotskismo y demás corrientes asociadas a ese movimiento. Se inicia inmediatamente una nueva etapa, de signo contrario, derechista, que se prolonga hasta 1931, denominada entonces como "revolución cultural", teniendo sus raíces en los problemas políticos y filosóficos de la etapa final de la NEP Su cabeza visible fue Bujarin, entonces presidente de la Internacional Comunista, partidario de continuar con la NEP que, según su criterio, era un modelo general para la construcción del socialismo. A Bujarin está asociado el filósofo A.M.Deborin, un menchevique que se afilió con los bolcheviques en 1928. Sus concepciones fueron dominantes en la segunda mitad de los años veinte y fueron realmente ellos quienes abrieron el debate sobre la genética en la URSS. En esta etapa la influencia de Deborin aupó a los mendelistas soviéticos a las posiciones de dirección de las instituciones científicas soviéticas.
Lo mismo que en la URSS, también en Inglaterra en la década de los años treinta del siglo pasado se produce un fenómeno de "politización de los científicos", muy difícil de deslindar de la "politización de la ciencia". Uno de sus ejemplos es Haldane y el movimiento Social Relations of Science cuyo objetivo era la participación de los científicos en las contiendas políticas. En Inglaterra resultó decisiva la participación de la delegación soviética en el congreso de historia de la ciencia en 1931. En 1937 Haldane se declaró marxista y en 1942 se afilió al partido comunista.
La política del Estado soviético hacia los especialistas siguió siendo una parte muy importante del debate, con ramificaciones en el arte, el ejército, la enseñanza, la ciencia y la tecnología. Después de diez años de revolución los científicos descalzos aún no habían logrado desplazar a los especialistas burgueses y los científicos comprometidos con la construcción del socialismo eran una minoría insignificante en los centros de enseñanza e investigación. Ningún miembro de la Academia de Ciencias era aún militante del partido bolchevique. Con su revolución cultural los deborinistas pretendieron remediar esa situación de una manera artificiosa pero su postura no era diferente de la de proletkult. No se trataba de sustituir a una clase por otra sino una ideología por otra, por la suya, es decir, de acaparar las posiciones rectoras de la filosofía y la ciencia soviéticas. Los mendelistas soviéticos rompieron las escuelas tradicionales de la biología rusa, declarando que no había escuelas científicas, sino que sólo había una escuela de partido, siendo las demás escuelas antipartido. En abril de 1929 M.N. Pokrovski, director de la Academia de Comunismo llamó a poner fin a la coexistencia pacífica con los naturalistas no marxistas y superar el "fetichismo ante los científicos burgueses". Poco después, en la Segunda Conferencia de organizaciones marxistas-leninistas, los mecanicistas fueron condenados porque la ciencia natural contemporánea, en sí misma, era dialéctica. En gran parte el compromiso ideológico de esta generación de biólogos derivó de la proximidad a sus maestros de la socialdemocracia alemana, entre ellos M.L.Levin y Julius Schaxel: Erster Marxist unter den Biologen und erster Biologe unter den Marxisten ("los primeros marxistas entre los biólogos y los primeros biólogos entre los marxistas"). En el terreno de la biología estas posiciones fueron defendidas por mendelistas como I.I.Agol, S.G.Levit, V.N. Slepkov, E.A.Finkelstein y A.S. Serebrovski y otros, como el filósofo I.I.Prezent inicialmente, antes de convertirse en uno de los mayores defensores del lysenkismo. En los años de la revolución cultural, Prezent dirigía en Leningrado las secciones de ciencias naturales de varias asociaciones marxistas.
Fueron ellos, los mendelistas, quienes cambiaron el lenguaje de la biología soviética, aproximándolo al marxismo y a las polémicas políticas de la época. Los opositores a Deborin en filosofía y al mendelismo en biología fueron objeto de constantes críticas. Calificaban a sus oponentes de lamarckistas, acusándoles de incurrir en el mecanicismo, misticismo, idealismo y vitalismo. El 20 de noviembre de 1926 hablando a la Academia Comunista Serebrovsky llamó a "dispersar la niebla de lamarckismo". Levantaron una tempestad para devorar pero acabaron devorados.
En el terreno político el deborinismo pretendió subordinar la ciencia a la política. Estaba "más próxima a una defensa del control político de la investigación científica" (488). Pretendieron acomodar el desarrollo de la ciencia a sus propios postulados ideológicos. Los mendelistas soviéticos sostenían que la teoría sintética era una demostración de la pujanza de la dialéctica materialista en las ciencias naturales. No obstante, la frivolidad de Valpuesta le permite presentar los acontecimientos al revés. Según él "las luchas de poder en los medios científicos" se entablaron entre "la vieja guardia de investigadores profesionales, seguidores de las ideas mendelianas, y una nueva ola de científico-políticos, educados en el marxismo, ejemplificas en la siniestra figura de Trofim Lysenko, un científico mediocre pero una político hábil entre los círculos de poder" (489).
La presentación de los mendelistas como los auténticos científicos "neutros" y los demás como oportunistas trepadores, no es sólo una invención huérfana de respaldo histórico: es lo más opuesto que Valpuesta ha sido capaz de contraponer a la verdadera secuencia de acontecimientos. Es otra demostración de que el linchamiento de Lysenko es una sucesión de fraudes a cada cual más delirante.
En la conferencia de abril de 1929, los deborinistas pasaron a la ofensiva pero no lograron su propósito, arrastrando en su fracaso a los mendelistas. Hacia 1930 sus tesis fueron rechazadas, la filosofía de Deborin fue tildada de idealista y su corriente de capitulación ante la ideología burguesa, de separar la teoría de la práctica, de academicismo e indiferencia política. El organizador de las milicias obreras en Alemania, el matemático E. Kolman, se convirtió en director de la Asociación de Ciencias Naturales a principios de 1931. Entre otras cosas Kolman afirmó que los genetistas estaban apoyando medidas eugenésicas. El lugar de los mendelistas a la cabeza de las instituciones académicas y la prensa fue ocupado por otra corriente dirigida por el embriólogo B.PTokin, de la que formaban parte conocidos científicos como A.N. Bach, BA.Keller, V.R.Williams, A.I. Oparin, A.B. Nemilov y V.PBushinski. El botánico N.I. Vavilov (1887-1943)
fue otro de los científicos que formaron parte de este movimiento. Tokin criticó a las corrientes en liza por ser antimarxistas, manifestándose partidario de crear una nueva tendencia verdaderamente marxista en biología. Junto con Vavilov, Tokin mantenía una posición conciliadora y vacilante entre los materialistas mecanicistas y los idealistas mencheviques. Lepechinskaia forzó una investigación contra Tokin por parte de la Comisión Central de Control del Partido bolchevique. Por otro lado, en el diario "Pensamiento Económico" un artículo redactado por A.K. Kol, un alumno de Vavilov, aunque apareció como editorial apócrifo, acusaba a su maestro de separar la teoría de la práctica, de acumular plantas exóticas y no concentrarse en la producción agrícola de los koljoses y sovjoses.
Vavilov fue citado por el gobierno para responder de esas críticas.
Tras el vendaval de la revolución cultural se siguieron publicando libros de texto de biología ajenos al marxismo. En el verano de 1932 se liquidaron las organizaciones y revistas creadas para la subordinación de la biología al marxismo y la genética salió reforzada de aquella primera prueba.
En el Primer Congreso de selección, cultivo de semillas, animales y granjas de cría, fue considerada como un modelo de ciencia. No sólo era capaz de crear sino también de transferir sus logros al campo, al terreno práctico. Comparando el genetista con un creador, Vavilov dijo que el genetista "debe actuar como un ingeniero, no sólo está obligado a estudiar los materiales para la construcción, sino que puede y debe crear nuevos tipos de organismos vivos". Vavilov incluyó el Instituto de genética y selección de Odesa, donde trabajaba Lysenko entre los organismos que "se habían superado los científicos organizaciones del mundo entero". Los genetistas soviéticos -incluido Vavilov- comenzaron a sobrevalorar los métodos rápidos de cultivo agrícola.
Las academias desempeñaron un papel protagonista de primer orden en aquellas discusiones científicas e ideológicas. No habían sido una creación soviética sino que su existencia se remonta a Pedro I El Grande en el siglo XVIII, eran de carácter estrictamente científico, se regían por sus propios estatutos y sus cargos se elegían mediante escrutinio secreto. Sin embargo, la de Ciencias Agrícolas fue fundada por Vavilov, quien en 1919, en plena guerra civil, organizó en Petrogrado un laboratorio de botánica aplicada que luego se convirtió en Instituto de Agronomía Experimental y finalmente, en 1929, en la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, presidida por el propio Vavilov.
Con excepción de su escaño como diputado del Soviet Supremo, ese fue el único cargo que desde 1937 ocupó Lysenko a lo largo de toda su vida y era un nombramiento de enorme prestigio incluso fuera de la URSS. Un asiento en cualquier academia era la culminación de su carrera para cualquier científico; otorgaba derecho a un sueldo vitalicio que era mayor que el de un ministro del gobierno: "Aún en la actualidad -escribía Medvedev en los años setenta- el cargo de presidente de la Academia de Ciencias de la URSS tiene más influencia que el de ministro del gobierno, y su sustitución es un asunto más importante para el Partido que el reemplazo de un ministro en la mayor parte de las ramas de la industria" (490). La Academia no era un órgano del Ministerio de Agricultura, ni del Partido bolchevique sino una asociación de científicos de las más variadas procedencias ideológicas para discutir y debatir acerca de asuntos de su especialidad (491). Desde luego la política agraria implementada en la URSS quedaba fuera de la competencia de la Academia.
Como en cualquier otro país, en la URSS coexistían tanto organizaciones científicas públicas como privadas. Funcionaban nada menos que 118 academias de ciencias, de las cuales 29 tenían relación con las distintas ramas de la biología; además había otros 965 Institutos de Investigación Científica, estaciones y explotaciones agrarias experimentales dependientes del Ministerio de Agricultura y unos pocos más dependientes de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas. También existía la Asociación de Científicos y Técnicos para el Apoyo de la Construcción Socialista (Varnitso), dirigida por el bioquímico AN.Bach, militante del Partido bolchevique desde 1912 y, junto con Timiriazev, uno de los científicos más influyentes en las discusiones de la época. Además del Ministerio de Agricultura, existía también el Ministerio de Educación y Ciencia, del cual dependía una agencia pública específica encargada de promover la investigación científica (Glavnauka). La enseñanza universitaria tampoco dependía de la Academia que presidía Lysenko sino de los referidos Ministerios. El de Agricultura, por ejemplo, disponía de 14.000 investigadores sobre el terreno. En todos esos organismos concurrían diferentes correlaciones de fuerzas entre una corrientes y otras. Pero a su vez, todos ellos dependían para su financiación del Consejo Supremo de Economía, también afectado por las polémicas científicas e ideológicas del momento. Un panorama muy distinto y muchísimo más complejo del que la campaña de linchamiento quiso hacer creer en la posguerra mundial. Lo que parece evidente es que cualquiera de esas organizaciones tuvo un protagonismo en las discusiones mucho mayor que el Partido bolchevique, que pocas "órdenes" podía impartir cuando, a su vez, estaba internamente dividido. Como escribe Bernal: "La discusión fue iniciada y llevada a cabo entre hombres de ciencia, y ellos mismos fueron quienes arribaron a la decisión final. En ningún momento dentro de esa etapa intervino en el asunto el gobierno o el partido, y el propio Lysenko no era miembro del partido comunista. En ningún sentido se puede decir que la teoría haya emanado del marxismo. Solamente uno o dos filósofos marxistas la apoyaron, y no fueron de los más eminentes" (492).
En la caza de brujas de 1948 uno de los aspectos más sobresalientes es la miseria intelectual, el menosprecio, la burla y la chabacanería, que aparecen concentrados no sobre los escritos de Lysenko sino sobre su persona. La colección de insultos y gruesas descalificaciones es descomunal.
No quiero ni imaginar lo que hubiera sucedido si Lysenko hubiera podido ser involucrado, como el jesuita Teilhard de Chardin, en una falsificación como la de los restos fósiles de Piltdown (493). Al agrónomo soviético tampoco se le pueden imputar ninguna de esas acciones, tan características de la élite científica capitalista, donde es habitual que figuren como autores de cientos de artículos anuales quienes ni los han redactado y ni siquiera leído (494). No se le puede reprochar la participación en turbias manipulaciones de ese estilo. No parece haber ningún motivo aparente, pues, para esa catarata de improperios. Ni siquiera se pueden escudar en la equivocación de las tesis lysenkistas porque las soflamas de la guerra fría pasaban por alto la exposición de su contenido.
Aún suponiendo que todas ellas fueran erróneas, ¿son pertinentes los adjetivos utilizados? ¿Fue Lysenko el primer científico en la historia que se equivocó? Estas preguntas no tienen ningún sentido dentro del linchamiento porque no es eso lo que se discutió: eso fue un punto de partida, un axioma y, a partir de ahí, el dogma había que utilizarlo como arma arrojadiza contra la URSS.
Lysenko sólo era una excusa. Por consiguiente, es en esos científicos a sueldo en donde -como se observa- no hay nada que argumentar porque no hay ningún tipo de ciencia; su tarea es exclusivamente política. De ahí que se permitan la licencia de denostar algo que nunca se van a tomar la molestia de examinar con un mínimo de atención. De ahí también su agresividad porque no apelan a la razón sino que tratan de suscitar emociones. Mientras los juicios son para razonar y para debatir, los linchamientos empiezan poniendo la soga en el cuello de quien -de antemano- está condenado.
Del tono de la misma da una idea el hecho de que Mayr hable del "odioso" lysenkismo (495) y que el genetista Dobzhansky califique a Lysenko de "hijo de puta", y de su obra "La herencia y su variabilidad", que Dobzhansky tradujo al inglés, dijo que era un "excremento". Recientemente Watson escribía en uno de sus libelos monotemáticos que la ciencia soviética se había convertido en un chiste (496) y los esposos Medawar, premio Nobel de Medicina él en 1960, ofrecen otro ejemplo clamoroso de ese tono en uno de los diccionarios más absurdos que pueden encontrarse, en el cual dejan un sitio para la voz "lisencoísmo", entre las pocas que merecen su consideración.
Normalmente los diccionarios de biología contienen muchos cientos de expresiones singulares, pero no es éste el caso del redactado por los Medawar, que sólo acogen unas pocas locuciones técnicas, por lo que cabe sospechar que han incluido en él las que han considerado más relevantes, entre las cuales cabe reseñar las de "lisencoísmo" y "lamarckismo", corrientes a las que consideran estrechamente emparentadas entre sí. Por otro lado, se trata de una obra de los años ochenta, es decir, que la furia persecutoria no tenía visos de remitir. El diagnóstico científico de los Medawar sobre el debate es que Lysenko era estúpido: "La genética no es un tema fácil, y es posible que gran parte del lisencoísmo se originara del intenso resentimiento de Lysenko hacia un tema demasiado difícil para su entendimiento". En un diccionario calificado de "filosófico" no existen argumentos de carácter objetivo sino evaluaciones personales del tipo siguiente: Lysenko era un "genio maléfico de la genética y agrobiología rusas", capaz "por sí solo" de detener "la enseñanza y práctica en Rusia de la 'genética mendelista-morganista' (esto es, de la genética) y produjo la caída de las principales personas que la practicaban" (497).
En el "asunto" Lysenko lo que menos importa es Lysenko. Para la historia de la ciencia es mucho más apasionante descubrir a los tejedores de esta farsa, resentidos como Valery N. Soyfer, a quien el cambio de siglo no calmó su fobia antilysenkista (498). Soyfer es uno de esos residuos del anticomunismo visceral de la guerra fría, siendo su credibilidad una muestra del adocenamiento de la ciencia contemporánea. Como Buican y otros obsesos del "asunto" Lysenko, Soyfer es un autor reciclado: nació en la URSS y se exilió a Estados Unidos, donde fue nombrado profesor de biología de la Universidad de Ohio. La caída del régimen imperante en su país de origen no sació su resentimiento. Sus escritos están sazonados de expresiones truculentas, tales como "tragedia", "criminal" que en materia científica sólo es posible encontrar en los escritos relativos al "asunto" Lysenko. Actualmente es uno de los dirigentes del equipo consultivo de George Soros en materia de ciencia y ecología en Rusia, un tentáculo de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. En 1999 el contraespionaje ruso acusó a su hermano de un delito de espionaje y alta traición por estar en posesión de fotografías y documentos secretos de utilidad para el programa de armas de alta precisión de la OTAN.
En el linchamiento el propio estilo utilizado denota claramente su origen militar y nunca se desprendió de ese tufo cuartelero, más propio de sargento chusquero que de controversia académica. Si algo caracteriza al espionaje es la falta de escrúpulos, algo que ha contagiado al caso Lysenko con su singular marchamo. En cualquier pelea tabernaria la facilidad cobarde que proporciona la indefensión del contrario eleva siempre el tono de la disputa. Tan importante como la cantidad fue la calidad de la campaña. El lysenkismo se convirtió en una materia de investigación por sí mismo, saltando de las páginas de las revistas especializadas, y por lo tanto de alcance muy minoritario, a la prensa diaria, que no quiere entender de las alambicadas argumentaciones técnicas que suelen esgrimir los científicos. El 23 de diciembre de 1948 un editorial del diario franquista ABC introducía a los lectores españoles en el conocimiento del lysenkoísmo, un nuevo vocablo que calificaba de mágico y cabalístico: "El abracadabra del siglo XX". Según ABC Lysenko era un "ruso" capaz de convertir un sapo en una rana y un clavel en una sandía. Los milagros de la ciencia soviética eran asombrosos, continuaba el diario madrileño: Lysenko también había creado tomates del tamaño de un tronco de roble centenario. Pero cuando presentó sus tomates en la academia de ciencias, algunos le pidieron explicaciones; entonces Lysenko reaccionó calificándoles de saboteadores y todos ellos dieron con sus huesos en el gulag. Desde entonces, seguía el editorialista, nadie había vuelto a hablar de los tomates de Lysenko, ni tampoco de sus enemigos. El dignóstico concluye calificando así el estado de la ciencia en la URSS: garrulería, charlatanismo, impostura, curandería y ciencia apócrifa. Pero lo único apócrifo del editorial era el propio editorial, que reconvertía a H. J.Muller en un ginecólogo recién dimitido de su cargo en Moscú porque el lysenkoísmo es "el más escandaloso fenómeno de falseamiento conocido en la historia de las sociedades humanas". El falseamiento, pues, estaba en Lysenko, no en el editorial del diario madrileño.
En esa misma línea intoxicadora, para dar cuenta del informe de Lysenko a la Academia el diario Los Angeles Times tituló su portada "La aplicación del marxismo al crecimiento de los tomates" el 25 de agosto de 1948. Se preparaba la "caza de brujas" del senador McCarthy. No bastaron los engaños y las tergiversaciones sino que para llegar al gran público también era necesario el sensacionalismo. La campaña pasó de las revistas especializadas a los diarios de información general porque ya no era una errónea tesis científica lo que se estaba criticando sino que subyacía un problema de clase, un racismo social y un odio feroz hacia el socialismo. La biología no era más que un excusa.
Los mendelistas académicos siempre consideraron a Lysenko como un advenedizo, un intruso, porque no procedía de la universidad, no tenía título. En lugar de alegrarse por la llegada de alguien ajeno a su círculo de referencia, de un trabajador humilde, les salió a relucir su estrecha mentalidad burguesa en la que encierran un odio de clase apenas disimulado. En 1937 a un profesor universitario -Vavilov- le sucedió un campesino autodidacta -Lysenko- en la presidencia de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, poniéndose por encima de todos los licenciados, a algunos de los cuales cabe imaginar heridos en su vanidad y carcomidos por los celos y la envidia. En los países capitalistas se puso de manifiesto el carácter partidista y beligerante de los científicos que se prestaron a colaborar, cuyo entusiasmo estuvo movido, más que nada, por motivos lucrativos. A ellos la defensa de unas determinadas concepciones científicas les traía sin cuidado; eran mercenarios. En sus firmas ponían sus títulos académicos pero en los artículos poco más que desprecio se podía encontrar. Los lectores no merecían sofisticadas teorías genetistas sino descalificaciones absolutas.
Uno de los comentarios que nunca pueden faltar en la intoxicación propagandística es la falta de títulos académicos de Lysenko, su formación autodidacta, un lastre imperdonable que exime a sus críticos de la ardua tarea de leer sus obras. No será necesario recordar que ni Darwin ni Mendel necesitaron colgar certificados académicos en la pared para llevar a cabo sus investigaciones. En algunas ciencias, como la arqueología, la informática o la astronomía, por ejemplo, ser un aficionado es algo corriente y bastante bien considerado, hasta el punto de que algunos autodidactas han realizado verdaderos descubrimientos que han hecho historia (498c). El descubridor de la tabla de los elementos químicos, del equivalente mecánico del calor y del primer principio de la termodinámica no fue un físico, sino un médico, el alemán Robert Meyer. El descubridor de la vacunación, Edward Jenner, no pudo obtener su título de medicina, que a finales del siglo XVIII sólo expedían las Universidades de Oxford y Cambridge en toda Inglaterra a cambio de una importante cantidad de dinero. Después del triunfo de la filosofía de Locke, en Inglaterra la medicina conocía esta misma polémica entre los "médicos" y los "empíricos", entre un conocimiento libresco procedente de los centros de enseñanza y otro práctico estrechamente ligado a una cultura oral, tradicional. Los titulados despreciaban a los empíricos y, aunque lo justificaban con excusas aparentemente científicas, el problema es que les hacían la competencia. Tras su progresivo proceso de formalización, iniciado en 1911 en Estados Unidos, la soberbia de la medicina académica ha crecido exponencialmente.
Habitualmente el término "aficionado" se utiliza como modo de expresar que la persona desempeña su tarea de forma altruista, que no vive de ello, lo cual sería merecedor de los mayores elogios. En este sentido Lysenko era un profesional de la agronomía, por lo que la argumentación ad hominem contra Lysenko es, una vez más, falsa. Tenía más títulos académicos que Mendel y Darwin juntos.
Estudió en las escuelas de horticultura de Poltava (1913) y Uman (1917-1920). En 1921 siguió los cursos impartidos por el Sugar Trust y trabajó en sus estaciones experimentales en Verjiachka, cerca de Kiev (1921), y Belaya Tserkov (1922-1925), que fueron simultáneos a sus estudios en el Instituto de Agronomía de Kiev entre 1921 y 1925. A eso Watson le llama ser un "campesino inculto", "casi analfabeto" (499). Tratándose de ciencia, es preferible ser tan analfabeto como Lysenko que tan mentiroso como Watson.
Las argumentaciones ad hominem, características de la caza de brujas, se vierten cuando no las hay sobre el fondo del asunto, o cuando no se conocen. Es característico de la misma escolástica contra la que ya se había rebelado la ciencia en el siglo XVI afirmando que la certeza del conocimiento no se apoya ni en títulos ni en autoridades, sino en su capacidad para explicar los hechos y fenómenos empíricos. Pero los mendelistas han convertido a la genética en una nueva escolástica en la que los hechos y argumentaciones importan menos que los galardones oficiales de los firmantes y las publicaciones "de prestigio" que visten sus doctrinas, debidamente revisadas por otros escolásticos de parecida factura.
A caballo entre su país de origen y el de adopción, Dobzhansky debía sentirse especialmente frustrado porque Lysenko había sido alumno suyo. ¿Un caso de mal aprendizaje o de enseñanza defectuosa? ¿De envidia quizá? Lo más probable es que Dobzhansky debiera eterna gratitud a su amo Rockefeller que le pagó el billete sin retorno a Estados Unidos. Probablemente se sentía frustrado porque Hitler no había logrado el propósito que perseguía cuando invadió la URSS en 1941, como había pronosticado. También pronosticó que se establecería un gobierno fascista en Estados Unidos, y falló. ¿En qué acertó Dobzhansky? El ucraniano era un científico del mismo corte que Huxley; dos años antes de lanzarse a la campaña, cuando ya se conocían las atrocidades nazis había escrito un libro titulado "Herencia, raza y sociedad" para dar una nueva fundamentación al concepto de raza, que ya no debía establecerse sobre consideraciones antropológicas sino genéticas: "Las razas son poblaciones que difieren en la frecuencia relativa de alguno de sus genes", dice. Esta definición "científica" conduce a una clara conclusión política: "No hay razón que indique que la igualdad de todos los hombres debe constituir nuestra meta" (500).
Dobzhansky fue uno de quienes propagaron (501) la falsedad según la cual Vavilov murió en la deportación en Magadan (Siberia). Lo cierto es que Vavilov murió en la prisión de Saratov, una población a orillas del Volga cercana a Stalingrado y en el transcurso de la gigantesca batalla que allá se libró contra el ejército alemán. La obra de Lysenko era un excremento, pero ¿cómo calificar la de Dobzhansky?
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