Migraciones a Europa: Entre la hipocresía y el complejo de culpa (página 4)
Enviado por Ricardo Lomoro
Resulta imperativo superar este tipo de agravios y divisiones. Lo más urgente es afrontar el problema humanitario y reconvertir el programa Tritón para que asuma tareas de rescate. Con un presupuesto de 2,9 millones de euros al mes, ha sido un grave retroceso respecto del programa Mare Nostrum al que Italia dedicaba nueve millones. Habrá que repartir de forma más armoniosa el contingente de refugiados, pero también apoyar con más medios a los países del sur, sin olvidar incluir en esa estrategia, medidas de política exterior en los conflictos de Libia, Siria e Irak.
– Europa ante el reto del Mediterráneo (El País – 3/5/15)
La Unión debe construir sólidas políticas de inmigración y defensa
(Por Jean-Marie Colombani)
La muerte de alrededor de 800 inmigrantes ahogados en el Mediterráneo ha causado una auténtica sacudida en Europa, a diferencia de casos anteriores, a pesar de que estos ya habían convertido el mar en un cementerio para miles de aspirantes a alcanzar la otra orilla: ayer frente a las costas de España, hoy frente a las de Italia. Se convocó una cumbre urgente de los 28 dirigentes de la Unión Europea, y también allí hubo por primera vez unanimidad sobre la necesidad de hacer más, de dotar a la Unión de una capacidad de respuesta digna de tal nombre. Sin embargo, la amplitud y el reparto de dicha respuesta fueron objeto de discrepancias.
Desde el punto de vista de las respuestas, se han triplicado las sumas asignadas al organismo europeo Frontex para llevar a cabo las operaciones de salvamento de Tritón (en las costas italianas) y Poseidón (en las costas griegas), que son la aportación de todos (incluidos Alemania y Reino Unido) a la movilización de medios marítimos suplementarios; los pequeños Estados, los que menos contribuyen, han prometido acoger en conjunto a un mínimo de 5.000 refugiados; y, por último, se está preparando una cumbre entre la Unión Europea y los países africanos de origen de los inmigrantes, y se ha encargado a Federica Mogherini, responsable de la acción exterior de la UE, la misión de convencer a la ONU para que autorice acciones militares contra los traficantes en la costa de Libia. No está mal; y, teniendo en cuenta la complejidad del problema, ha habido una toma de conciencia muy saludable.
En cuanto a las discrepancias: la negativa a un reparto equitativo de los inmigrantes entre los diferentes países de la Unión, pese a saber que Italia acoge el mayor número y Alemania acepta, por sí sola, a la tercera parte de los que solicitan asilo.
A este respecto, Alemania recibió en 2014 200.000 demandas, de las que aceptó el 40%, mientras que Francia, con 60.000 demandas, aceptó el 20%. El mejor ejemplo de este rechazo a una solidaridad colectiva es sin duda el de Gran Bretaña, que ha anunciado que pondrá a disposición de la operación tres buques con la condición de que los refugiados a los que se recoja en ellos se dirijan a Italia. Es cierto que los únicos que han pedido el reparto son Italia, Grecia y Malta, los más afectados, pero también lo es que los inmigrantes prefieren ir a Suecia y Alemania que a uno de los países bálticos o Polonia.
La dificultad es en toda Europa la misma, la disyuntiva entre considerar que es una crisis humanitaria o una cuestión de inmigración y seguridad. La interpretación humanitaria, que predominaba en otras épocas, no la sostiene hoy nadie salvo el papa Francisco. Hoy, la cuestión de las migraciones es un factor clave del ascenso de los populismos en Europa, y se ha vuelto más complicada por la lucha contra el terrorismo. Por eso, la idea que se impone con más frecuencia es la de la Europa fortaleza.
En nombre de esa fortaleza consiguieron los europeos que Italia renunciase a su Operación Mare Nostrum, a la que se achacaba dar señales de esperanza a los inmigrantes. Como consecuencia, ante el drama actual, ha sido necesario reintroducir algo de humanidad. El aumento de las cantidades asignadas a las Operaciones Tritón y Poseidón (nueve millones de euros mensuales) corresponde a las sumas que dedicaba Italia a Mare Nostrum.
La preocupación por la seguridad es totalmente legítima. Las declaraciones de los grupos ligados al Estado Islámico en Libia son similares e indican que, para esos grupos, las personas a las que se empuja hacia las costas de Europa constituyen un ejército de desestabilización. Las necesidades de la lucha antiterrorista explican la prudencia francesa en materia de acogida.
Precisamente en Francia, las reacciones de la opinión pública y, sobre todo, la ausencia de movilizaciones por parte de aquellos a los que antes se denominaba intelectuales orgánicos son una nueva manifestación del soberanismo dominante hoy en el mundo político y mediático. Por un lado, un reflejo casi pavloviano en parte de la derecha: ¿drama en el Mediterráneo? ¡Rápido, cerremos o abandonemos el espacio Schengen! Con la esperanza de que, si convertimos a Europa en la causa del mal, será posible recuperar varios puntos de intención de voto en detrimento del Frente Nacional, cuyos fundamentos siguen siendo la hostilidad hacia la inmigración y hacia Europa.
Sin embargo, este tipo de crisis demuestra la absoluta necesidad de que Europa se dote de una política migratoria, que implica tener los medios para controlar sus fronteras e implantar de una vez una política de defensa.
Pero las cosas no son sencillas. La historia reciente nos enseña que el caos -y este nace del caos de Libia- puede ser fruto tanto de la acción (el mal seguimiento de las intervenciones en Libia e Irak) como de la inacción (la pasividad contra Bachar el Asad). Y el equilibrio de seguridad y humanitario depende por completo de la estabilidad política en la orilla sur del Mediterráneo.
Desde la perspectiva de Europa y sus 400 millones de habitantes, no parece gran cosa, a poco que nos organicemos. Recordemos que el dinamismo histórico está siempre del lado de quienes acogen, como ha hecho EEUU, mientras que el repliegue no hace más que anunciar el declive.
(Jean-Marie Colombani fue director de Le Monde)
– La crisis del Mediterráneo (Real Instituto Elcano – 4/5/15)
(Por Carmen González Enríquez)
Opinión – Publicado el 30/4/2015 en El Universal (México).
Ante la sucesión de muertes producidas en el Mediterráneo en las últimas semanas se alzan voces que reclaman más generosidad al conjunto de la Unión Europea (UE) y se critica la cicatería con que las instituciones están respondiendo a la crisis. El jueves 23 de abril se celebró un Consejo Europeo extraordinario dedicado a este tema, pero el resultado ha vuelto a decepcionar y levantar acusaciones de egoísmo e inmovilismo. ¿Qué impide a la UE actuar de forma más decidida y eficaz? El problema es la contradicción entre los criterios humanitarios y los económicos y de seguridad.
La inmensa mayoría de la población de la UE se escandaliza ante el hundimiento de barcos cargados de inmigrantes y ve signos de decadencia moral en la escasa respuesta europea para evitarlo. Por otra parte, esa misma población lleva años dando muestras claras de rechazo al aumento de la inmigración, sea la económica o la de refugiados, un rechazo que nutre en casi todos los países europeos la formación de partidos xenófobos.
Por su parte, las élites políticas temen el impacto que pueda tener la llegada de grandes números de peticionarios de asilo o de inmigrantes laborales sobre los sistemas económicos nacionales y sobre la seguridad. Ésta segunda se ha convertido en elemento central de preocupación en las políticas migratorias desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y los sucesivos ataques protagonizados en suelo europeo por musulmanes, inmigrantes de primera o segunda generación. Y la gran mayoría de los que intentan llegar ahora a Europa desde África son musulmanes.
El suceso ocurrido el 15 abril en una barca que iba de Libia a Sicilia, cuando tras una discusión religiosa 15 inmigrantes de Mali, Senegal y Costa de Marfil tiraron por la borda a 12 inmigrantes cristianos de Nigeria y Ghana, fue la peor señal de alarma que advertía sobre el riesgo de importar a Europa el sectarismo religioso violento por la vía de la inmigración y el refugio.
Respecto a la economía, todos saben que la demografía europea languidece y que necesita la aportación de inmigrantes. Sin embargo, la inmigración que Europa busca es la de alta cualificación, mientras que los inmigrantes de origen africano y especialmente los del Cuerno de África han mostrado mayores dificultades de integración laboral y social que los provenientes de otras regiones del mundo, como China, Europa del Este, India o Latinoamérica, y muchos refugiados que vienen de sociedades tribales se han convertido en permanentes beneficiarios de los servicios sociales, incapaces de integrarse en una sociedad moderna.
Por último, la recepción de refugiados divide desde hace décadas a Europa entre un Norte acogedor (Suecia, Alemania, Holanda o Reino Unido) y un Sur que apenas acepta demandas de refugio, hasta el punto de que la mayor parte de los que llegan a las costas italianas se dirigen después a países del Norte para pedir asilo allí, y esta desigualdad ha causado en el Norte poca receptividad ante las demandas del Sur de mayor apoyo económico para atender a los inmigrantes. Ha sido necesario que la tragedia alcanzase cifras tan altas como las actuales para que el Norte aceptase incrementar sustancialmente los fondos europeos destinados a la vigilancia y el rescate, que se van a triplicar. Este es el principal resultado del Consejo del 23 de abril junto con un aumento a 10 mil personas del número de refugiados sirios que Europa acepta reasentar. ¿Poca cosa? Sí, pero es un triunfo claro de los criterios humanitarios frente a los de seguridad y los económicos.
(Carmen González Enríquez es investigadora principal de Demografía y Migraciones Internacionales del Real Instituto Elcano)
– Desigualdad, inmigración e hipocresía (Project Syndicate – 8/5/15)
Cambridge.- La crisis de inmigración de Europa expone una falla fundamental, si no una inmensa hipocresía, en el debate actual sobre la desigualdad económica. ¿Acaso un verdadero apoyo progresista no igualaría las oportunidades para toda la gente del planeta, y no sólo para aquellos de nosotros lo suficientemente afortunados por haber nacido y habernos criado en países ricos?
Muchos líderes de pensamiento en economías avanzadas defienden una mentalidad de privilegio. Pero el privilegio termina en la frontera: aunque consideran que una mayor redistribución dentro de los países individuales es un imperativo absoluto, la gente que vive en mercados emergentes o en países en desarrollo se queda afuera.
Si las preocupaciones actuales sobre la desigualdad se midieran enteramente en términos políticos, este foco introspectivo sería entendible; después de todo, los ciudadanos de los países pobres no pueden votar en los países ricos. Pero la retórica del debate sobre la desigualdad en los países ricos revela una certeza moral que ignora convenientemente a los miles de millones de personas en otras partes que están en condiciones mucho peores.
No debemos olvidar que incluso después de un período de estancamiento, la clase media en los países ricos sigue siendo una clase alta desde una perspectiva global. Sólo alrededor del 15% de la población mundial vive en economías desarrolladas. Sin embargo, los países avanzados siguen representando más del 40% del consumo global y el agotamiento de los recursos. Sí, mayores impuestos a la riqueza tienen sentido como una manera de aliviar la desigualdad dentro de un país. Pero eso no solucionará el problema de la pobreza profunda en el mundo en desarrollo.
Tampoco servirá de nada apelar a la superioridad moral para justificar por qué alguien nacido en Occidente goza de tantas ventajas. Sí, las instituciones políticas y sociales sólidas son el cimiento del crecimiento económico sostenido; de hecho, son el sine qua non de todos los casos de desarrollo exitoso. Pero la larga historia de colonialismo explotador de Europa hace que cueste imaginarse cómo habrían evolucionado las instituciones asiáticas y africanas en un universo paralelo donde los europeos llegaran sólo para hacer comercio, no para conquistar.
Muchas cuestiones vinculadas a la política se distorsionan cuando se las mira a través de una lente que sólo se focaliza en la desigualdad doméstica e ignora la desigualdad global. El argumento marxista de Thomas Piketty de que el capitalismo está fracasando porque crece la desigualdad doméstica es exactamente al revés. Cuando se pondera a todos los ciudadanos del mundo de manera equitativa, las cosas parecen muy diferentes. En particular, las mismas fuerzas de globalización que han contribuido a los salarios estancados de la clase media en los países ricos han sacado a cientos de millones de personas de la pobreza en otras partes.
Desde muchos puntos de vista, la desigualdad global se ha reducido significativamente en las últimas tres décadas, lo que implica que el capitalismo ha tenido un éxito espectacular. El capitalismo quizás ha erosionado las rentas que reciben los trabajadores en los países avanzados en virtud de dónde nacieron. Pero hizo mucho más para ayudar a los verdaderos trabajadores de ingresos medios del mundo en Asia y los mercados emergentes.
Permitir un flujo más libre de personas entre fronteras igualaría las oportunidades aún más rápido que el comercio, pero la resistencia es feroz. Los partidos políticos que están en contra de la inmigración han hecho grandes incursiones en países como Francia y el Reino Unido, y también son una fuerza importante en otros muchos países.
Por supuesto, millones de personas desesperadas que viven en zonas de guerra y estados fallidos tienen poca opción más que buscar asilo en los países ricos, sin importar el riesgo. Las guerras en Siria, Eritrea, Libia y Mali han tenido una incidencia inmensa en el incremento actual de refugiados que buscan llegar a Europa. Inclusive si estos países se estabilizaran, la inestabilidad en otras regiones muy probablemente ocuparía su lugar.
Las presiones económicas son otra fuerza potente para la migración. Los trabajadores de países pobres reciben con beneplácito la oportunidad de trabajar en países avanzados, inclusive con salarios que parecen ser mínimos. Desafortunadamente, gran parte del debate en los países ricos hoy, tanto en la izquierda como en la derecha, se centra en cómo dejar a otra gente afuera. Eso puede ser práctico, pero en rigor de verdad no es moralmente defendible.
Y la presión de la migración aumentará marcadamente si el calentamiento global se desarrolla según las predicciones de referencia de los climatólogos. A medida que las regiones ecuatoriales se vuelvan demasiado tórridas y áridas como para sustentar la agricultura, las crecientes temperaturas en el norte harán que la agricultura sea más productiva. El cambio de los patrones climáticos podría así fomentar la migración a los países más ricos a niveles que hacen que la crisis de inmigración de hoy parezca trivial, especialmente si consideramos que los países pobres y los mercados emergentes por lo general están más cerca del ecuador y en climas más vulnerables.
La capacidad y tolerancia a la inmigración de la mayoría de los países ricos ya es limitada, de modo que cuesta entender de qué manera se puede alcanzar de manera pacífica un nuevo equilibrio de distribución de la población global. El resentimiento contra las economías avanzadas, que responden por un porcentaje ampliamente desproporcionado de contaminación global y consumo de materias primas, podría estallar.
A medida que el mundo se vuelva más rico, la desigualdad inevitablemente surgirá como una cuestión mucho más importante en relación a la pobreza, un punto al que me referí hace más de diez años. Sin embargo, y lamentablemente, el debate sobre la desigualdad se ha centrado tanto en la desigualdad doméstica que la cuestión mucho más importante de la desigualdad global quedó opacada. Es una lástima, porque hay muchas maneras en que los países ricos pueden marcar una diferencia. Pueden ofrecer apoyo médico y educativo online gratuito, más ayuda para el desarrollo, amortizaciones de deuda, acceso de mercado y mayores aportes a la seguridad global. La llegada de gente desesperada en balsa a las costas de Europa es un síntoma de que no han podido hacerlo.
(Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time is )
– Macabras "agencias de viaje" mediterráneas (El Economista – 16/5/15)
(Por Marcos Suárez Sipmann)
Toda una industria se lucra de la miseria del tráfico de inmigrantes
La Unión Europea busca una autorización del Consejo de Seguridad para lanzar una operación militar contra los traficantes que, mayormente, actúan desde Libia. Los motivos son humanitarios y para garantizar la seguridad de la Unión. El objetivo: interceptar las embarcaciones, destruir los botes. Mas este es el último eslabón de la cadena.
Hay toda una industria que se lucra de esta miseria. El verdadero problema son las gigantescas y macabras agencias de viaje ilegales controladas por hombres de negocios que ganan mucho dinero. Los traficantes son indispensables. No se puede cruzar el Sáhara sin los tuareg que conocen la tierra. Al llegar a Libia, los migrantes ya no tienen ninguna opción. Las mafias organizan y coordinan una red de personas que incluye: agentes que reclutan y recogen a los migrantes, sujetos que corrompen a la policía o las milicias, dependiendo del caso; alguien que entregue comida y agua durante el viaje; encargados de ubicarlos y encerrarlos antes de la travesía; proveedores de documentación falsa si es requerida. La mayoría ha vendido todo para pagar a las bandas. Muchos quedan atrapados en un país de la ruta al quedar sin dinero para cruzar la próxima frontera. Si consiguen llegar vivos a Europa, Italia es solo el comienzo porque su objetivo es ir hacia el Norte.
La operación Mare Nostrum fue efectiva en el aspecto humanitario porque salvó vidas. La actual Tritón, cuyo presupuesto ha sido triplicado, es muy cercana a la costa italiana y se requiere llegar hasta la costa libia. La representante de Exteriores, Federica Mogherini, ha apelado personalmente ante el Consejo para conseguir el mandato de la ONU que respalde la misión. El mandato podría incluir el poder entrar en territorio libio para perseguir a las bandas. Se evalúa emitir una resolución en este sentido aunque la propuesta genera reticencias. Europa debe superar los recelos sobre todo ruso y también de China, países que por su parte han iniciado maniobras navales conjuntas en el Mediterráneo.
La OTAN defiende la postura europea. No obstante, de momento no actuará junto a la Unión por el "estigma" de su pasada intervención en Libia en 2011 dejando un grave vacío de poder. La organización deja abierta la posibilidad de una asistencia futura cuya forma ya empieza a ser debatida.
Europa se beneficia de la pobreza y los salarios bajos en muchos países. Sus flotas pesqueras saquean los mares frente a las costas africanas. Mientras sus productos son exportados a la UE, los africanos deben permanecer fuera. Muchos europeos critican la escasa reacción de sus dirigentes. Sin embargo, también es cierto que los líderes africanos eluden su responsabilidad. Tienen que actuar. Políticos europeos -al menos aparentemente- quieren ayudar a mejorar las condiciones en los países de procedencia. Pero los Gobiernos africanos no los apoyan.
Desde que, en 2013, los Ejecutivos europeos comenzaron a abordar seriamente la migración, los líderes africanos han llevado a cabo apenas una conferencia sobre el asunto. El éxodo masivo causado por guerras y penuria debe ser tema prioritario en la Unión Africana y las organizaciones regionales. Cada dos horas un inmigrante o aspirante a refugiado político muere en el Mediterráneo. En respuesta a este drama la Comisión ha elaborado una agenda y un plan de acción basado en la corresponsabilidad. Además de la lucha contra las mafias destacan dos aspectos. Primero: coordinación de Frontex y Poseidón; los dos programas que se ocupan del control de fronteras. Segundo: se propone un reparto equitativo y ponderado de los refugiados según cuotas preestablecidas. Se tiene en cuenta PIB, población, tasa de paro y número de solicitudes recibidas y atendidas en los últimos años. Se concentra el esfuerzo fortaleciendo la cohesión europea. España pasaría así ser el cuarto país de la UE con mayor cuota. Se reduce la cuota de Alemania, que ahora asume en solitario un tercio del total al igual que la de Suecia. Para un reparto equitativo de cargas que afectan especialmente a Italia, Malta, Grecia deberían participar miembros como Gran Bretaña, Irlanda o Dinamarca, que pretenden acogerse a la cláusula de exclusión en el Tratado de Lisboa.
La solución a esta tragedia es de un lado canalizar la inmigración por cauces legales. El cierre de fronteras las hace todavía más peligrosas generando un enorme mercado para mafiosos y traficantes. De otro, la cooperación: a nivel internacional, con la ONU y los países africanos; en el ámbito interno europeo mediante una gestión común y mucho más solidaria.
– Una prueba para la UE (Editorial – El País – 19/5/15)
La crisis migratoria en el Mediterráneo exige una respuesta efectiva de la Unión
La política sobre inmigración se está convirtiendo en piedra de toque de la voluntad de cooperación de los socios de la UE. Ante la evidencia abrumadora de la tragedia humana que se está produciendo en aguas del Mediterráneo -y de la catástrofe que puede haber este verano si no se toman más medidas- los europeos no logran ponerse de acuerdo sobre cuestiones mínimas.
En lo obvio, como no podría ser de otra forma, todos están de acuerdo: hay que poner los medios para evitar que decenas de miles de personas arriesguen sus vidas lanzándose al mar mientras se lucran con ello las mafias de traficantes de personas. Los países más afectados de la UE -los de la ribera mediterránea- no pueden asumir solos esta responsabilidad, y las medidas que se adopten deben situarse en el marco de la legalidad internacional. Pero a la hora de concretar estas afirmaciones es cuando la UE muestra sus debilidades. Es muy complicado llegar a un acuerdo sobre qué hacer y cómo repartir el contingente de personas desesperadas que llegarán en los próximos meses; y la aprobada misión militar contras las mafias que acarrean a seres humanos con menos cuidado que al ganado plantea interrogantes burocráticos, además de muy serias limitaciones.
El proyecto europeo va mucho más allá de declaraciones y discursos. La inmigración es una cuestión fundamental y la UE no está todavía a la altura del reto.
– De los desafíos migratorios al desconcierto europeo (El Confidencial – 19/5/15)
(Por Barah Mikaïl)
La acogida prevista de 20.000 refugiados en los próximos meses es un objetivo muy decepcionante. Más de 500.000 personas podrían intentar cruzar el Mediterráneo en 2015
El drama del naufragio del pasado 18 de abril, que se cobró la vida de cientos de inmigrantes en el Mediterráneo, ha llevado a la Unión Europea a estudiar la adopción de una serie de medidas con las que quiere alcanzar dos objetivos principales: la prevención de nuevas catástrofes humanas, y la clarificación de los principios de las políticas migratorias europeas.
El 13 de mayo, la Comisión Europea publicó un plan de actuación basado en la adopción de cuatro acciones que se aplicarían de forma inminente: triplicar las medidas de la agencia Frontex para 2015 y 2016 con el fin de lograr una mayor eficiencia en sus actuaciones en el Mediterráneo; redefinición del mecanismo de cuotas de inmigrantes en situación de emergencia sobre territorio comunitario; acogida por parte de la UE de alrededor de 20.000 refugiados de aquí a finales de 2016 y redefinir la Política Común de Seguridad y de Defensa europea para permitir a la Unión Europea desmantelar las redes de tráfico humano de manera más eficiente.
A más largo plazo, la UE tiene previsto renovar su agenda migratoria. La nueva política europea migratoria reposará sobre cuatro pilares: la reducción de los incentivos para la migración irregular; vigilar las fronteras europeas así como ayudar a "terceros países" a gestionar sus fronteras de manera más eficiente; definir la base del sistema europeo común de asilo; y revisar las políticas europeas en materia de inmigración legal para que compensen el declive demográfico europeo y sus consecuencias en materia laboral y de atribución de competencias.
A la lectura de estas disposiciones, resulta difícil acusar a la UE de inmovilismo. Los Gobiernos europeos tardaron en darse cuenta de la importancia del desafío migratorio en el Mediterráneo; sin embargo, la tragedia del pasado mes de abril propició una reacción que se ha saldado con disposiciones concretas que destacan su determinación en cuanto a actuar de manera eficiente. Teniendo en cuenta la dificultad de los 28 miembros de la UE para ponerse de acuerdo en temas de Política Exterior, la Comisión Europea destaca ahora su capacidad de reacción de manera -relativamente- rápida sobre temas urgentes.
Al mismo tiempo, hay muchas más razones para seguir criticando la actitud de la UE hacía el drama humano que tiene lugar en el Mediterráneo. De hecho, las orientaciones de la UE siguen subrayando sus contradicciones. Los europeos consideran que sus valores destacan la defensa y el respeto de los derechos humanos, la dignidad, libertad, democracia e igualdad así como el respeto del Estado de derecho, tanto dentro como fuera de las fronteras de la UE. Pero, en cambio, la indignación europea en cuanto a los abusos en materia de derechos humanos tiene claramente una geometría variable. La Unión se declara regularmente preocupada por los abusos a los derechos humanos en Rusia, en Siria o en Venezuela, pero al mismo tiempo no consigue impulsar políticas y decisiones que subrayen su capacidad para servir de ejemplo en la materia. Su reticencia a acoger más inmigrantes que huyen de zonas de crisis y de conflictos en la orilla sur del Mediterráneo, así como las denuncias regulares de grupos de derechos humanos hacía los "graves abusos" de autoridades de la UE contra los migrantes que tratan de llegar de forma irregular a su territorio, hablan por sí mismas.
Del mismo modo, las disposiciones "inmediatas" anunciadas por la Comisión Europea son muy modestas en comparación con el largo desafío constituido por las migraciones irregulares. La acogida prevista de 20.000 refugiados en los próximos 18 meses es un objetivo muy decepcionante cuando se sabe que más de 500.000 personas podrían intentar cruzar el Mediterráneo en 2015, según la Organización Internacional para las Migraciones. Así, ¿qué puede ocurrir con las personas rescatadas que no puedan regresar a sus países de origen? ¿Seguirán aparcadas en campos, o serán repartidas en otros países, europeos así como no europeos? En este caso, ¿cómo actuar ante el rechazo de una Europa que se niega a participar de manera activa en las políticas de acogida?
Las contradicciones de la UE son profundas, y la subida de movimientos de corte populista y euroescépticos en un contexto de crisis socio-económica no ayuda a encontrar soluciones. La Unión debe fortalecer y mejorar la acción de Frontex en el Mediterráneo para un mayor y mejor control de los flujos migratorios y así evitar futuras catástrofes como la del pasado abril. Sin embargo, también tiene que esclarecer la distinción que hace entre "buscar soluciones" para el tema migratorio y la concesión de derecho de asilo. La gran dificultad -si no la imposibilidad- que tendría la UE para acoger a todos los migrantes clandestinos en su territorio es una evidencia. Al mismo tiempo, las cifras dadas sobre las cuotas se suman a la imagen negativa que tiene la UE en el exterior. Parte de la solución pasa por una extensión de la atribución de tarjetas de residencias a los migrantes, una mejora de las políticas de cooperación entre países europeos y no europeos que permitiría a los países acoger un mayor número de refugiados, pero sobre todo la actuación sobre las causas que provocan la huida de estos mismos refugiados de sus países.
De hecho, muchos altos cargos de la UE siguen repitiendo que la única solución a los movimientos migratorios clandestinos pasa por políticas que traten la pobreza y las situaciones de inestabilidad provocadas por las guerras en la orilla sur del Mediterráneo. Pero al mismo tiempo, la UE quiere favorecer medidas militares -como, por ejemplo, bombardear los barcos de las mafias atracados en la costa de Libia- para cortar los flujos migratorios clandestinos. Estas acciones, si se confirman, serían absurdas, subrayando además la visión cortoplacista de la UE. Bruselas siempre ha rechazado aparecer como un actor militar potente, aunque no rechaza la creación de misiones de tipo militar para favorecer la paz y la estabilidad, pero el caos en el que la orilla sur del Mediterráneo está sumida, no aguantaría otras operaciones de corte militar.
Las soluciones a los dramas del Mediterráneo son efectivamente políticas y socio-económicas, y la UE puede -y debe- tener un papel activo y determinante aquí. Más allá de esto, los Veintiocho deberían aprovechar esta oportunidad para concentrarse en clarificar y/o redefinir el que es su mayor desafío: los principios y los objetivos de su Política Común de Seguridad y de Defensa. Este, sigue siendo su principal caballo de batalla que necesita una solución urgente, pues es visto como la principal debilidad de la Unión Europea.
(Barah Mikaïl es investigador senior en FRIDE y experto en Oriente Medio, así como profesor asociado en la Saint Louis University of Madrid)
– La historia que olvidamos (Project Syndicate – 28/5/15)
Barcelona.- Resulta insólita la capacidad del ser humano para olvidar y descuidar todo aquello que no percibimos como amenaza en el momento presente. Parece que los europeos nos hemos olvidado de que fuimos los primeros amparados por el régimen internacional del refugiado. Fue precisamente hace un siglo, ante la gran cantidad de desplazamientos provocados por la Primera Guerra Mundial y la consecuente reconstrucción del mapa europeo. La comunidad internacional entendió que había que proteger a aquellos europeos que huían de la persecución por su raza, religión, nacionalidad u opiniones políticas.
Las tragedias de los últimos meses en el Mediterráneo, donde hemos visto cómo miles de personas arriesgaban y perdían la vida con la esperanza de hallar un lugar seguro, han conseguido que volvamos la vista hacia esta cuestión. No obstante, gran parte de las reacciones no han estado a la altura de las circunstancias.
Sólo en los primeros meses de 2015, más de 38.000 personas han cruzado a Europa desde las costas norteafricanas y 1.800 personas han fallecido en el intento (más del doble que en todo el año 2013). Ante esta catástrofe humanitaria es realmente sorprendente que tantos europeos se hayan mostrado a priori reticentes a aceptar a ningún refugiado más.
No podemos olvidar tampoco que los intentos de enfrentar a nacionales con extranjeros no son nuevos. Tratan de resurgir con distintos envoltorios y se presentan como centinelas de la identidad nacional. No tenemos que mirar muy atrás en las páginas de la historia para comprobar cuán devastadoras son sus consecuencias.
Es imprescindible no caer en la retórica de algunas narrativas que están adquiriendo fuerza en Europa: tratan esta catástrofe humanitaria como si se tratara de un problema de inmigración masiva de la cual debemos proteger nuestra economía, nuestro mercado laboral y nuestra cultura.
La realidad desmiente a los discursos populistas. Pese a que en ocasiones es difícil distinguir entre los motivos que propician los desplazamientos, los datos de ACNUR demuestran que al menos la mitad de las personas que cruzan el Mediterráneo para llegar a Europa huyen de la guerra y la persecución. Asimismo, la Organización Internacional para las Migraciones y la Marina Militar italiana, determinan que los principales países de origen de los inmigrantes este año son Eritrea, Somalia, Nigeria, Gambia y Siria. Son países inmersos en conflictos, en los que se dan las condiciones necesarias para pedir asilo a otro Estado.
No se trata de una crisis de inmigrantes sino de una crisis de refugiados. El Derecho Internacional nos obliga claramente a proteger a las personas que huyen de la persecución; y, por nuestro carácter europeo, tenemos un deber de solidaridad con quienes la sufren. Especialmente en este momento de intensa conflictividad en las fronteras europeas y a nivel global. Estamos observando cómo se frena la tendencia hacia la reducción del número y la virulencia de los conflictos armados, que se había consolidado desde la Segunda Guerra Mundial. De Bamako a Alepo, todo el Mediterráneo al sur de la Unión Europea, se encuentra en situación de guerra o extrema fragilidad. La inestabilidad en el Norte de África y los diversos conflictos en Oriente Medio y la región del Sahel son ejemplo de ello.
Es erróneo pensar que Europa está cargando sola con el peso de los desplazamientos forzosos ocasionados por estos conflictos. Europa no es ni la única región ni la más afectada por estos flujos de migración. De hecho, nueve de cada diez refugiados se quedan en su región, en países cercanos a los conflictos de los que huyen. En Jordania, solo un campo de refugiados, el de Za"atari, alberga a 83.000 personas, y es ya la cuarta ciudad más poblada del país. Mientras que en países europeos, como España o Grecia, el número de refugiados ronda los 4.000. Resulta sorprendente que en Europa no seamos capaces de ponernos de acuerdo en un sistema de reubicación y reasentamiento para acoger a 20.000 refugiados -distribuidos a través de cuotas en 28 estados- cuando Líbano acoge a 1.116.000 personas, una cifra similar a la población de Bruselas.
Por otro lado, los esfuerzos que los países europeos destinan a la cuestión del refugio están claramente descompensados. Las políticas nacionales de asilo difieren tanto que, el año pasado, dos tercios de todos los refugiados de Europa fueron acogidos por solo cuatro países: Alemania, Suecia, Francia e Italia.
No podemos desentendernos mientras las redes de contrabando de personas convierten el Mediterráneo en una fosa común. Las operaciones de salvamento no son meramente responsabilidad de los países de la ribera mediterránea. Además, requieren un presupuesto más elevado, un ámbito de actuación más amplio y un propósito claro de búsqueda y salvamento, no únicamente de control de fronteras.
Nos encontramos en un momento decisivo. Los intentos de aislamiento, de algunos países europeos, y la tragedia que estamos presenciando en nuestras fronteras, nos interpelan. Nos piden más liderazgo, más decisión a la hora de explicar a los ciudadanos europeos por qué debemos acoger a los refugiados.
La mera gestión de la crisis no es suficiente. La Unión Europea es un modelo de cómo los Estados pueden cooperar para superar conflictos y generar prosperidad. Para no perder esa autoridad moral y política, es necesario que se involucre más allá de sus fronteras, no de forma reactiva, sino de manera sincera y decidida, llegando a acuerdos con los vecinos del Sur.
Detrás de cada persona que cruza el Mediterráneo y de cada petición de asilo que reciben los Estados miembros hay una historia de violencia, miedo, pérdidas familiares y otras tragedias humanas. El fin no es llegar a Europa sino escapar del conflicto.
No podemos olvidar nuestra historia. Es la primera vez que el número de desplazados supera al de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, fuimos los europeos los que huíamos de la persecución. Si mantenemos nuestra propia historia en la memoria, evitaremos muchos de los errores ya cometidos, y demostraremos que la existencia del proyecto europeo no es sólo positivo para los europeos sino para el mundo.
(Javier Solana was EU High Representative for Foreign and Security Policy, Secretary-General of NATO, and Foreign Minister of Spain. He is currently President of the ESADE Center for Global Economy and Geopolitics, Distinguished Fellow at the Brookings Institution, and a member of the World Economic Forum )
– El problema de los refugiados de Europa, antes y ahora (Project Syndicate – 28/5/15)
Nueva York.- Al inicio de esta primavera, fui en auto hasta un lugar hermoso en la margen sur del Lago de Ginebra. Mi destino era el Hotel Royale en Évian-les-Bains. Fue allí donde, en julio de 1938, 32 países se reunieron para una discusión bochornosa que prácticamente ha quedado borrada de nuestra memoria.
Convocada por el presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt en respuesta a la inmensa crisis de refugiados desatada por el antisemitismo virulento de Hitler, la conferencia de Évian fue una catástrofe. Y debe recordarse su resultado desastroso a la luz de la actual crisis de migración de Europa.
Supuestamente, la conferencia de Évian iba a ocuparse de la situación de cientos de miles de judíos alemanes y austríacos que buscaban desesperadamente un refugio. Roosevelt creía que sólo una solución colectiva podría hacer frente al desafío. Hitler también esperaba que otros países los aceptaran.
En un discurso en Königsberg ese mes de marzo, se burló diciendo: "Sólo puedo esperar y anhelar que el otro mundo que ha manifestado una compasión tan profunda por estos criminales sea lo suficientemente generoso como para transformar esta piedad en una ayuda práctica. En lo que a mí concierne, estamos dispuestos a poner nuestros barcos lujosos a disposición de estos países para el transporte de estos criminales". Ya había comenzado a expulsar a los judíos, subiéndolos a barcos por la fuerza y enviándolos a varios destinos en el Mediterráneo y del otro lado del Atlántico.
Sin embargo, en toda Europa, los refugiados enfrentaban el rechazo. El 6 de junio de 1938, mientras se llevaban a cabo los preparativos para la conferencia, el Departamento de Estado norteamericano recibió una carta referida a 51 refugiados judíos de Austria varados en un pequeño bote en las aguas internacionales del Danubio. El remitente recordaba haber visto "el destino desgarrador de 51 seres humanos llevados de una frontera a la otra. Hemos cobrado conocimiento personal de la miseria atroz que ha afectado inocentemente a 100.000 habitantes de Austria".
Y, sin embargo, en Évian, al mes siguiente, aunque muchas delegaciones europeas manifestaron una consternación elocuente ante el tormento experimentado por los judíos en Alemania y Austria, no estaban preparadas para emprender una acción concreta. El resultado de la reunión fue claro: Europa, Norteamérica y Australia no aceptarían cantidades significativas de estos refugiados.
En el registro textual, dos palabras se repetían constantemente: "densidad" y "saturación". Los países europeos ya estaban acosados por una "densidad" demográfica y habían alcanzado un punto de "saturación" -en otras palabras, lisa y llanamente no había más espacio en la posada europea.
Por supuesto, decir esto en 1938 era algo absurdo, teniendo en cuenta el tamaño de las poblaciones de Europa hoy. Y decirlo hoy también sería algo igualmente ridículo.
Sin duda, los participantes de la conferencia de Évian no podían haber imaginado el Holocausto, o que se estuviera arrastrando a Europa a otra guerra devastadora. Como sea, su falta de conciencia moral era asombrosa. Muchos de los países que se negaron a aceptar a los refugiados víctimas de la situación fueron, a su debido tiempo, ocupados y brutalizados por los nazis -y estaban desesperados por la compasión que ellos les negaron a los judíos en julio de 1938.
Los nazis deben de haberse sentido regocijados al saber que su antisemitismo virulento encontraba eco -a veces no tan tenue- en el resto de Europa. Ellos también llegaron a pensar que si la expulsión no era posible, el exterminio terminaría siéndolo.
Hoy, el antisemitismo, la islamofobia, el racismo, la xenofobia y el sentimiento anti-inmigrante están creciendo otra vez en toda Europa, y debemos poner el freno hoy y replantearnos precisamente dónde estamos. Un importante tabloide británico recientemente creyó aceptable permitir que uno de sus columnistas llamara "cucarachas" a los inmigrantes. La Radio Télévision Libre des Mille Collines de Ruanda utilizaba la misma palabra para describir a los tutsis antes del genocidio de 1994, como lo hizo el periódico nazi Der Stürmer de Julius Streicher para describir a los judíos. Los líderes políticos en toda Europa regularmente -y vergonzosamente- culpan a los inmigrantes por sus males nacionales.
Atacar a los inmigrantes o a las minorías -ya sea burdamente, a través del lenguaje, o más sutilmente, a través de políticas- es inaceptable en todos lados, punto y aparte. Cuando se formulan palabras con la clara intención de causar daño y violencia con fundamentos nacionales, raciales o religiosos, la libertad de expresión se convierte en incitación al odio, lo que está prohibido por ley. Los países que han ratificado el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que incluye a todos los miembros de la Unión Europea, están obligados a defenderlo.
Y, sin embargo, las actuales propuestas de Europa en materia de inmigración dejan mucho que desear. El continente necesita recordar su pasado de manera más sensible, y ser más generoso con la gente desesperada que cruza el Mediterráneo. François Crépeau, el reportero especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los inmigrantes, observó en una entrevista reciente que Europa, Australia y Canadá fácilmente podrían reubicar a un millón de refugiados sirios en los próximos cinco años, y podrían sumar a los eritreos a la lista y extender esta política a siete años. ¿Por qué entonces Europa está proponiendo aceptar reubicar a una cantidad irrisoria de 20.000-40.000 personas anualmente?
Al político europeo que se opone férreamente a la inmigración le sugiero que, la próxima vez que necesite un tratamiento hospitalario, eche un vistazo a su alrededor: muchas de las personas que se ocupan de cuidarlo tienen detrás una historia de inmigración. Y si quisiera calmar su sed con la famosa agua extraída de Évian-les-Bains, tal vez quiera reflexionar sobre el fracaso cobarde de una conferencia que podría haber salvado tantas vidas -y sobre lo que todavía nos puede enseñar hoy.
(Zeid Ra"ad Al Hussein is UN High Commissioner for Human Rights)
– Solemne hipocresía (Libertad Digital – 29/5/15)
(Por Eduardo Goligorsky)
Europa está, una vez más, en el banquillo de los acusados. Su culpabilidad está probada de antemano. Su pasado la hace sospechosa de las peores transgresiones y su presente parece justificar la condena implacable. ¿Su crimen más reciente? Cerrar sus fronteras a los cientos de miles de seres humanos que huyen de las matanzas y las hambrunas que devastan África y provocar, con su insensibilidad, que muchos de ellos encuentren su tumba en el mar. "En el Mediterráneo tenemos cifras de muertos propias de una guerra", afirmó el presidente de Sicilia (LV, 27/4).
¿Es verídico el relato?
La historia, así contada, debería poner a todo hombre civilizado en estado de alerta para salvaguardar la vida y los derechos de tantos desvalidos. Europa, claman los autoerigidos en justicieros, es incorregible. Pero ¿Pero es verídico el relato? ¿Quiénes son los guardianes de la virtud, siempre parapetados en barrios adonde no llega ni el runrún de los inmigrantes? Y, sobre todo, ¿qué alternativas proponen para aliviar esos males y salvar esas vidas?
Michel Wieviorka no da tregua ("Una vergüenza para Europa", LV, 14/5):
Con ocasión de la cumbre de Bruselas del 23 de abril, lo más importante para los reunidos jefes de Estado y de Gobierno, de todas las tendencias, no fue salvar vidas humanas, sino desalentar a los posibles candidatos a la emigración, revisando y potenciando en todo caso la política de vigilancia. ( ) Y antes de preocuparse por encarnar los valores más elevados de la civilización, las autoridades e instancias europeas se esfuerzan, ante todo, por encontrar el modelo económico más conforme a los intereses, si no de todos los países, al menos de los más poderosos. ( ) Las fuerzas del repliegue y el egoísmo, como las del miedo y del odio, tienen el viento de popa y ejercen una influencia decisiva sobre la acción de los dirigentes políticos. Ya es hora de que a escala europea se reabra el espacio de la solidaridad humana y de los valores morales que nos gusta invocar.
Al recibir el Premio Cervantes, el santón de la progresía multicultural y privilegiado vecino de Marrakech y París Juan Goytisolo imaginó a don Quijote (LV, 24/4)
al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad.
Tampoco podía faltar el exjuez Baltasar Garzón, funcionario de la satrapía argentina con un sueldo de 6.343 euros (La Nación, Buenos Aires, 14/10/2014), quien, desentendiéndose de la misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman y de la ofensiva de su ama Cristina Fernández de Kirchner contra el Poder Judicial independiente, encontró tiempo para amonestar desde el púlpito de El País (22/5):
(Nuestro deber es tomar) conciencia de que nuestro modus vivendi es causa, al menos parcial, de la miseria de terceros, donde nuestras empresas y gobiernos actúan con criterios de eficiencia económica y olvido de derechos humanos.
Oligopolio mafioso
Mientras estos apóstoles del buenismo nos flagelan con sus filípicas, los representantes de la Unión Europea anuncian medidas contra las mafias que trafican con seres humanos y establecen cuotas para distribuir a los refugiados entre los países miembros. Dos iniciativas frustradas desde el vamos. Las mafias actúan principalmente desde Libia, un Estado fallido donde dos conglomerados tribales y religiosos antagónicos se niegan a colaborar en la operación de limpieza. ¿Cómo habrían de colaborar si ellos son los socios mayoritarios del lucrativo oligopolio mafioso? En cuanto a las cuotas, los Gobiernos no se ponen de acuerdo sobre su magnitud y tampoco sobre el criterio para diferenciar a los asilados políticos potenciales de los emigrados económicos.
Los debates pomposos están impregnados de solemne hipocresía, porque quienes intervienen en ellos son los primeros convencidos de que se trata de una de las muchas tragedias humanas que carecen de solución. Y además tienen plena conciencia de algo que los apóstoles del buenismo ignoran, o fingen ignorar, para no perjudicar su imagen misericordiosa: saben, los responsables de la seguridad europea, que detrás de esta corriente migratoria se ocultan nuevas etapas de una guerra sin cuartel. Denuncia Rafael Jorba ("Primaveras marchitas", LV, 15/4):
En medio (de la guerra civil en Libia), el yihadismo campa a sus anchas: desde los miembros de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) huidos de Mali y otras zonas del Sahel hasta los yihadistas del Estado Islámico (EI), que han decidido asentar en la costa su mayor base de operaciones fuera del califato sirio-iraquí. No es de extrañar que Libia se haya convertido, según Le Monde (18-IV-2015), en una bomba migratoria: "El caos que reina a lo largo de la costa de Tripolitania, donde se concentra la mayor parte de las salidas desde el norte de África, evidencia de manera clara el desafío migratorio que plantea ahora a Europa una Libia convertida en Estado fallido". Desde esta óptica, los analistas advierten del riesgo de que los grupos yihadistas se alíen con las mafias locales que trafican con seres humanos. "Hay una estrategia de los yihadistas de utilizar a los inmigrantes para desestabilizar Europa. Trabajan a largo plazo".
Racistas antieuropeos
Este conflicto también puede ayudarnos a desmontar la leyenda negra que atribuye todos los males del mundo al colonialismo europeo y a la pretensión de imponer la supremacía del hombre blanco. La naturaleza humana es mucho más compleja de lo que nos quieren hacer creer los racistas antieuropeos y antiblancos. Se pregunta Walter Laqueur (LV, 3/5):
¿Qué pasa con los refugiados musulmanes que lanzaron a los pasajeros cristianos de África occidental por la borda para crear más espacio o simplemente porque les odian?
Nuestros intelectuales solidarios también deberían haber tomado partido por unos negros víctimas de otros negros victimarios cuando el ejército de Sudáfrica recibió la orden de intervenir para proteger a los inmigrantes de Zimbabue, Mozambique y Malaui porque los nativos atacaron sus comercios y viviendas, con un saldo de siete muertos y 5.000 personas que abandonaron sus hogares (LV, 22/4). Y deberían, asimismo, preocuparse por la suerte de los seis mil refugiados de la etnia musulmana rohingyá que, expulsados de Birmania y Bangladesh por esos pacifistas modélicos que dicen ser los budistas, navegaban a la deriva cerca de las costas de Malasia, Indonesia y Tailandia, sin agua ni víveres (LV, 18/5). La prensa no ha vuelto a ocuparse de ellos. Y nuestros progres tampoco.
Fruto de revoluciones
El tema de la inmigración clandestina, con sus secuelas de muerte y desamparo, es peliagudo y no admite dilemas simplistas o maniqueístas como los que se atreve a enunciar Josep Ramoneda en "El peaje de la muerte" (El País, 21/4):
¿Qué es Europa? ¿Es una fortaleza que se cree privilegiada y es capaz de imponer un peaje que puede llevar a la muerte?
¿Acaso nuestros pensadores ilustres confraternizarán con los sobrevivientes y explicarán cómo garantizarles trabajo, alimentación y vivienda? Más solemne hipocresía.
Me impresionó en cambio, por su claridad y precisión, el texto de una carta de lector que apareció firmada por Leo Stöber Aublet (LV, 19/5), en respuesta al artículo arriba citado de Michel Wieviorka:
Me parece que la mayoría de los europeos no han olvidado esos principios que echa en falta el articulista, sino que no saben cómo afrontar un problema que no se reduce a "unas decenas de miles de inmigrantes", como sugiere, sino a millones de desesperados.
Creo, sinceramente, que la inmensa mayoría de los europeos no precisamos grandilocuentes recordatorios, sino sugerencias de aplicación práctica, pues sobre eso el articulista queda mudo. No nos explica el estatuto de esos inmigrantes una vez Europa los hubiera acogido. ¿Tendrán permiso de trabajo o se les abandona a buscarse alimentos en los contenedores o en el mundo del delito? ¿Tendrán derecho a la Seguridad Social cuando enfermen? ¿Podrán competir en los escuálidos mercados de trabajo europeos? ¿Dónde hay que alojarlos? Agitar la porra dialéctica basándose en principios queda muy bien, pero no aporta nada sino todo lo contrario.
Mientras los laboratorios de ideas no produzcan una fórmula mágica para regenerar los enclaves dictatoriales de África y Oriente Medio convirtiéndolos en países civilizados, la migración hacia Europa continuará creciendo aunque esté jalonada de obstáculos mortales. Un Plan Marshall para el continente africano crearía riqueza y puestos de trabajo si allí no hubiera tantos depredadores usufructuando el poder. Vaya paradoja: estos crápulas autóctonos son fruto de las revoluciones contra el colonialismo europeo.
– Cuotas insolidarias (El País – 29/5/15)
Europa propone cupos minúsculos de refugiados que vende como solidaridad con mayúsculas
(Por Sami Naïr)
Así pues, la Unión Europea, que representa a 506 millones de habitantes, cuyo nivel de vida es el más elevado del mundo, acaba de adoptar un sistema de cuotas supuestamente destinado a expresar su solidaridad con los refugiados es decir 40.000 desgraciados.
Ah, ¡la valiente decisión! Imaginaos la generosidad: sobre tres millones de refugiados sirios, cuatro millones de desarraigados iraquíes -por causa fundamentalmente de la invasión americano-británica de 2003-, dos millones de libios desplazados por la destrucción del Estado libio; millares de eritreos huyendo de la barbarie, afganos y otros más condenados de la tierra, ¡acogeremos a 40.000 en dos años! Una multitud innombrable de seres humanos sufre en nuestras fronteras el odio, las humillaciones, el hambre, pero, cogidos en el punto de mira de la razón de Estado, son silenciados por nuestros rigurosos servicios policiaco-militares. Hablamos de millones, cuando los países europeos se rasgan las vestiduras a la hora de requerirles aceptar unas "cuotas" mínimas. Proclaman su enfado porque, como en España o en Francia, se les ruega acoger a cuatro o cinco mil refugiados. ¿Cuatro mil refugiados para 48.512.012 habitantes en España? ¿Eso es la invasión, la destrucción étnica del país, de su sistema social y su prosperidad? Francia "protesta" contra las cuotas, Alemania las acepta a regañadientes, Gran Bretaña lo rechaza todo; en una palabra: todos están coléricos. ¿Será que, como había dicho un primer ministro francés -el bueno de Michel Rocard- no podemos "acoger toda la miseria del mundo"?
¿Y si todo eso fuera sólo una siniestra escenificación cuyo objetivo consiste en aliviar nuestras conciencias? ¿Y si esa generosidad milimétrica no es más que la expresión disfrazada de la defensa de un mero chovinismo de la prosperidad? El lenguaje utilizado lo dice todo: se trata de "flujos", de "cuotas", de "números". Palabras cuyo uso se puede aplicar a cualquier objeto (cosa) tangible, siempre que su realidad humana desaparezca.
Solidaridad: ¿quién acoge hoy a millones de refugiados en el Mediterráneo? El mundo árabe, puesto en órbita caótica por las grandes potencias. Después de la destrucción de Irak, en 2003, por los EEUU y Gran Bretaña, más de cuatro millones de iraquíes se ampararon en Siria. Los sirios les acogieron sin gritos. Hoy huyen juntos. La destrucción de Libia ha provocado el éxodo de más de dos millones de personas de las cuales, la mitad emigró hacia el pobre Túnez donde han sido recibidos noblemente. Y no hablemos de África subsahariana, donde potentes corrientes migratorias atraviesan sin cesar las fronteras, tal y como sucede en Asia y América Latina. De hecho, los que pagan realmente el tributo de la solidaridad hoy son los países pobres, aquellos que necesitan más de esa solidaridad. Mientras tanto, nosotros, encerrados bajo llave en nuestra Europa "modelo de civilización", proponemos cuotas minúsculas que vendemos como solidaridad con mayúsculas. Sólo una ceguera culpable es capaz de ocultar tal realidad.
Juego de números (cruda realidad objetiva vs. triste percepción subjetiva)
Estadísticas de migración y población migrante (Eurostat)
(Datos de diciembre de 2012)
Tabla 1: Inmigración por principales grupos de nacionalidades, 2010 (1) – Fuente: Eurostat (migr_imm1ctz)
Gráfico 1: Inmigrantes, 2010 (1)(por 1 000 habitantes) – Fuente: Eurostat (migr_imm1ctz) y (migr_pop1ctz)
Gráfico 2: Porcentaje de inmigrantes por grupos de nacionalidades, EU-27, 2010(%) – Fuente: Eurostat (migr_imm1ctz)
Gráfico 3: Porcentaje de nacionales y no nacionales entre los inmigrantes, 2010 (1)(%) – Fuente: Eurostat (migr_imm1ctz)
Tabla 2: Población total y población residente por grupos de nacionalidades, 2011 – Fuente: Eurostat (migr_pop1ctz)
Gráfico 4: Porcentaje de no nacionales en la población residente, 2011 (1)(%) – Fuente: Eurostat (migr_pop1ctz)
Gráfico 5: Ciudadanos de terceros países residentes en la EU-27 por continente de origen, 2011 (1)(%) – Fuente: Eurostat (migr_pop1ctz)
Gráfico 6: Ciudadanos de terceros países analizados por nivel de índice de desarrollo humano (IDH), 2011 (1)
(%) – Fuente: Eurostat (migr_pop1ctz) e Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, 2011
Gráfico 7: Principales países de origen de los no nacionales, EU-27, 2011 (1)(million) – Fuente: Eurostat (migr_pop1ctz)
Gráfico 8: Estructura de edades de las poblaciones nacional y no nacional, EU, 2011 (1)(%) – Fuente: Eurostat (migr_pop2ctz)
Gráfico 9: Número de personas que han adquirido la ciudadanía de un Estado miembro de la UE, 2000-2010(1 000) – Fuente: Eurostat (migr_acq)
Tabla 3: Número de personas que han adquirido la ciudadanía del país declarante, 2000-2010(1 000) – Fuente: Eurostat (migr_acq)
Gráfico 10: Tasa de naturalización: número de personas que han adquirido la nacionalidad de un Estado miembro de la UE, 2010 (1)(por 100 no nacionales) – Fuente: Eurostat (migr_acq) y (migr_pop1ctz)
Este Apartado presenta las estadísticas de la Unión Europea (UE) sobre migración internacional, grupos de población de ciudadanos nacionales y extranjeros (no nacionales) y adquisición de la nacionalidad. La migración se ve influida por una combinación de factores económicos, políticos y sociales: tanto en el país de origen del emigrante (factores de incitación) como en el país de destino (factores de atracción). Se considera que, históricamente, la relativa prosperidad económica y estabilidad política de la UE han ejercido un efecto de atracción considerable sobre los inmigrantes.
En los países de destino, la migración internacional puede utilizarse como una herramienta para resolver deficiencias específicas del mercado laboral. No obstante, es casi seguro que la migración por sí sola no invertirá la actual tendencia al envejecimiento de la población experimentada en muchos lugares de la UE.
Principales resultados estadísticos
Flujos migratorios
A lo largo de 2010, aproximadamente tres millones cien mil personas inmigraron a uno de los Estados miembros de la UE (véase la tabla 1), mientras que al menos dos millones de emigrantes abandonaron un Estado miembro de la UE. Las últimas cifras disponibles revelan un ligero aumento de la inmigración en 2010 en comparación con 2009. Cabe señalar que estas cifras no representan los flujos migratorios hacia y desde la UE en su conjunto, ya que también incluyen los flujos entre distintos Estados miembros de la UE.
El Reino Unido recibió el mayor número de inmigrantes (591.000) en 2010, seguido de España (465.200), Italia (458.900) y Alemania (404.100); esos cuatro Estados miembros sumaron conjuntamente el 61,9 % de la totalidad de inmigrantes en los Estados miembros de la UE.
España declaró el mayor número de emigrantes en 2010 (403.000), seguido del Reino Unido con 339.400 y Alemania con 252.500. La mayoría de los Estados miembros de la UE declaró más inmigración que emigración en 2010, pero en Irlanda, Grecia, la República Checa, Eslovenia y los tres Países Bálticos pertenecientes a la UE los emigrantes fueron más numerosos que los inmigrantes.
En relación con el tamaño de la población residente (véase el gráfico 1), Luxemburgo registró el mayor número de inmigrantes en 2010 (33 inmigrantes por cada 1.000 habitantes), seguido de Chipre (24) y Malta (20); la inmigración fue también relativamente elevada en los países de la AELC, ya que los cuatro notifican valores iguales o superiores al doble de la media de la EU-27 (6,2 inmigrantes por cada 1.000 habitantes), y es Suiza el país que presenta el mayor índice (21 inmigrantes por cada 1.000 habitantes).
Entre los Estados miembros de la UE, Lituania (26 emigrantes por cada 1.000 habitantes) y Luxemburgo (18 emigrantes por cada 1.000 habitantes) declararon la tasa de emigración más elevada en 2010.
Debe tenerse en cuenta que las cifras presentadas más arriba incluyen todos los flujos migratorios; en otras palabras, antiguos emigrantes que "regresan a casa", nacionales nacidos en el extranjero y que inmigran por primera vez, y no nacionales (personas que no son ciudadanos del país de destino) de otros Estados miembros y de otros países (terceros países). Un desglose del total de la inmigración en los veintisiete Estados miembros de la UE en 2010 muestra que un 21 % de los inmigrantes eran nacionales (véase el gráfico 2), un 31 % eran ciudadanos de otros Estados miembros, y casi la mitad (48 %) de todos los inmigrantes eran nacionales de terceros países (ciudadanos de países no pertenecientes a la UE).
Los ciudadanos de terceros países se pueden diferenciar en función del nivel de desarrollo del país de nacionalidad con arreglo al índice de desarrollo humano (IDH) calculado por las Naciones Unidas (ONU) en el marco del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas. Según este análisis, la mayor parte (28 % de la totalidad de inmigrantes en la UE) procedía de países con un IDH medio y un 14 % del total procedían de países con un IDH alto. Por el contrario, la parte del total de inmigrantes en la UE que procedía en 2010 de países con un IDH bajo (4 %), países candidatos (2 %) o de países de la AELC (1 %) era relativamente escasa.
La mayor importancia relativa de los nacionales que "regresan a casa" dentro del número total de inmigrantes en 2010 se dio en Lituania (80 % del total de inmigrantes), Portugal (72 %), Estonia (57 %) y Grecia (54 %); estos fueron los únicos Estados miembros de la UE que notificaron que los nacionales que "regresan a casa" supusieron una mayoría del total de inmigrantes. En cambio, Luxemburgo, España, Italia, Eslovaquia, Hungría (2009) y Chipre declararon porcentajes relativamente bajos, ya que los nacionales que "regresan a casa" representaron menos del 10 % de los inmigrantes en 2010.
Con respecto a la distribución por género de los inmigrantes en 2010, se registró una ligera prevalencia de los hombres sobre las mujeres inmigrantes en el conjunto de la UE (52 % en comparación con un 48 %). Los países que comunicaron el porcentaje más elevado de inmigrantes masculinos fueron Eslovaquia y Eslovenia (64 %); en cambio, el porcentaje más elevado de mujeres inmigrantes lo declaró Chipre (57 %).
Población no nacional
El número total de no nacionales (personas que no tienen la nacionalidad de su país de residencia) que vivía en el territorio de un Estado miembro de la UE a 1 de enero de 2011 era de 33,3 millones de personas, lo que representa el 6,6 % de la población de la EU-27 (véase la tabla 2). Más de un tercio (un total de 12,8 millones de personas) de todos los no nacionales que residían en la EU-27 a 1 de enero de 2011 eran ciudadanos de otro Estado miembro de la UE.
En términos absolutos, la mayor cantidad de no nacionales que vivían en la UE se hallaba en Alemania (7,2 millones de personas a 1 de enero de 2011), España (5,6 millones), Italia (4,6 millones), el Reino Unido (4,5 millones) y Francia (3,8 millones). Los no nacionales en estos cinco Estados miembros representaban conjuntamente el 77,3 % del número total de no nacionales que residían en la EU-27, mientras que los mismos cinco Estados miembros tenían un porcentaje del 62,9 % de la población de la UE. En términos relativos, el Estado miembro de la UE con el mayor porcentaje de no nacionales fue Luxemburgo, en el que representaban el 43,1 % de la población total a principios de 2011. La gran mayoría (86,3 %) de los no nacionales residentes en Luxemburgo eran ciudadanos de otros Estados miembros de la UE. A partir del 1 de enero de 2011, también se observó una elevada proporción de no nacionales (un 10 % o más de la población residente) en Chipre, Letonia, Estonia, España, Austria y Bélgica.
En la mayor parte de los Estados miembros la mayoría de los no nacionales tienen la nacionalidad de países que no pertenecen a la UE (nacionales de terceros países). A principios de 2011 los ciudadanos de otros Estados miembros de la UE representaban la mayor parte de los no nacionales residentes en Luxemburgo, Irlanda, Bélgica, Eslovaquia, Chipre y Hungría. En el caso de Estonia y Letonia, la proporción de ciudadanos de terceros países es particularmente importante debido al elevado número de no nacionales reconocidos; estos son principalmente ciudadanos de la antigua Unión Soviética que residen permanentemente en estos países, pero no han adquirido la nacionalidad letona o estonia, ni ninguna otra.
En cuanto a la distribución por continente de origen de los ciudadanos de terceros países que viven en la UE, la mayor proporción (37,2 %) eran nacionales de un país europeo no perteneciente a la EU-27 (véase la figura 5). Un total de 7,6 millones de ciudadanos de países europeos no miembros de la EU-27 residían en la UE al principio de 2011; entre estos, más de la mitad eran ciudadanos de Turquía, Albania y Ucrania. El siguiente mayor grupo procedía de África (24,9 %), seguida de Asia (21,3 %), América (15,8 %) y Oceanía (0,8 %). Más de la mitad de los ciudadanos de los países africanos que vivían en la UE eran del Norte de África, a menudo de Marruecos o Argelia. Muchos ciudadanos asiáticos que vivían en la UE procedían de Asia meridional y oriental, en particular de la India o China. Los ciudadanos de Ecuador, Estados Unidos y Brasil constituían la mayor parte de los no nacionales procedentes de América que vivían en la UE.
De los nacionales de terceros países que residían en la EU-27 en 2011, un 44,8 % tenía la nacionalidad de un país con un alto IDH (Turquía, Albania y Rusia representaban casi la mitad de estos), mientras que un porcentaje ligeramente superior (47,6 %) procedía de países con un IDH medio (un quinto de los cuales eran ciudadanos de Marruecos; le seguían en número de nacionales de China y Ucrania); el 7,6 % restante de nacionales de terceros países que residían en la UE procedían de países con un IDH bajo (un 30 % de los cuales eran ciudadanos de Nigeria o Irak).
La estructura de nacionalidad de la población no nacional que vive en la UE varía considerablemente entre Estados miembros; tal estructura se ve influida por factores como la migración laboral, los vínculos históricos entre los países de origen y de destino y las redes establecidas en los países de destino. Los ciudadanos rumanos (que viven en otro Estado miembro de la UE) y turcos constituían los mayores grupos de no nacionales residentes en la UE en 2011 (véase la figura 7). Había 2,3 millones de ciudadanos procedentes de cada uno de esos países, lo que corresponde para cada uno al 7,0 % de todos los no nacionales residentes en la UE en 2011. El tercer mayor grupo lo formaban los marroquíes (1,9 millones de personas, o el 5,7 % de todos los no nacionales). El grupo de no nacionales residentes en la UE que aumentó más significativamente durante el periodo de 2001 a 2011 fue el de los rumanos; su número casi se multiplicó por ocho, de 0,3 millones en 2001 a 2,3 millones en 2011. El número de ciudadanos polacos y chinos también aumentó de forma significativa durante este periodo; los ciudadanos de ambos países figuraron entre los diez mayores grupos no nacionales en 2011.
Un análisis de la estructura de edad de la población residente muestra que, en la EU-27 en su conjunto, la población no nacional era más joven que la población nacional. La distribución por edad de los no nacionales muestra, con respecto a los nacionales, una mayor proporción de adultos relativamente jóvenes (entre 20 y 46 años) en edad laboral (véase la figura 8). En 2011, la edad media de la población total en la EU-27 fue de 41,2 años, mientras que la edad media de los no nacionales residentes en la UE fue de 34,7 años.
Adquisición de la nacionalidad
El número de personas que adquirieron la nacionalidad de un Estado miembro de la UE en 2010 fue de 810.500, lo que corresponde a un aumento del 4,4 % con respecto a 2009 (véase el gráfico 9). Estas últimas cifras señalan el nivel más alto de personas que adquirieron la nacionalidad de un Estado miembro de la UE (ya que las series temporales se iniciaron en 1998) y la primera vez que se superó el número total de 0,8 millones de euros.
El Reino Unido tiene el mayor número de personas que adquirieron la nacionalidad en 2010, con 194.800 (o el 24 % del total de la EU-27). Los siguientes niveles más elevados de adquisición de la ciudadanía se registraron en Francia (143.300), España (123.700) y Alemania (104.600); ninguno de los restantes Estados miembros concedió la ciudadanía a más de 100.000 personas en 2010.
En términos absolutos, los mayores aumentos se registraron en España (se concedió la nacionalidad española a otras 44.000 personas comparando el año 2010 con 2009); a continuación vienen Alemania (500), Francia (7.400) e Italia (6.600). El número de personas que adquirieron la nacionalidad española aumentó un 55,4 % entre 2009 y 2010. Los siguientes aumentos relativos más elevados se registraron en Irlanda (un 40,9 % más de personas adquirió la nacionalidad en 2010) y en Finlandia (27,0 %).
Un indicador que se utiliza habitualmente para medir el efecto de las políticas nacionales en relación con la ciudadanía es la "tasa de naturalización", en otras palabras, la relación entre el número total de nacionalidades concedidas y la población de residentes extranjeros en cada país a principios de año (véase el gráfico 10). El país con la mayor tasa de naturalización en la EU-27 en 2010 fue Polonia (6,4 adquisiciones por cada 100 residentes extranjeros), seguida de Suecia (5,5) y Malta (5,2), mientras que Portugal, el Reino Unido y los Países Bajos notificaron tasas comprendidas entre 4 y 5 adquisiciones por cada 100 residentes extranjeros.
En torno al 90 % de quienes adquirieron la nacionalidad de un Estado miembro de la UE en 2010 eran anteriormente nacionales de un tercer país; este fue el caso de casi todos los Estados miembros. No obstante, en Luxemburgo y Hungría, la mayoría de las nuevas nacionalidades se concedieron a nacionales de otro Estado miembro de la UE. En el caso de Luxemburgo, la mayor parte (casi la mitad de los nacionales de Estados miembros de la UE a los que se concedió la nacionalidad) correspondió a nacionales portugueses, mientras que en el caso de Hungría correspondió casi exclusivamente a nacionales rumanos.
Como en años anteriores, en 2010 los mayores grupos de nuevos nacionales en los Estados miembros de la UE correspondieron a nacionales de Marruecos (67.000, lo que representa un 8,3 % de todas las nacionalidades concedidas) y Turquía (49.900, equivalente a un 6,2 %). En comparación con 2009, el número de nacionales procedentes de Marruecos que adquirió la nacionalidad de un Estado miembro de la UE aumentó un 12,2 %, mientras que el número de nacionales turcos que lo hizo disminuyó un 3,7 %. La mayor parte de los marroquíes adquirieron su nueva nacionalidad en Francia (41,3 %), Italia (17,0 %) o España (16,0 %), mientras que los mayores porcentajes de turcos adquirieron su nueva nacionalidad en Alemania (52,5 %) o Francia (16,9 %).
Fuentes y disponibilidad de datos
Eurostat elabora estadísticas sobre una serie de cuestiones relacionadas con los flujos migratorios internacionales, la población no nacional y la adquisición de nacionalidad. Las autoridades estadísticas nacionales de los Estados miembros de la UE recopilan anualmente los datos y los suministran a Eurostat.
Desde 2008 la recopilación de datos se ha basado en el Reglamento (CE) nº 862/2007. Este define un conjunto básico de estadísticas sobre flujos de migración internacional, población no nacional, adquisición de nacionalidad, permisos de residencia, asilo y medidas contra la entrada y estancia ilegales. Aunque los Estados miembros pueden seguir utilizando todo dato pertinente en función de la disponibilidad y la práctica de cada país, las estadísticas recogidas con arreglo al Reglamento deben basarse en definiciones y conceptos comunes. La mayoría de los Estados miembros de la UE basan sus estadísticas en fuentes de datos administrativas, como son los registros de población, los registros de no nacionales o los registros de residencia o de permisos de trabajo. Algunos países utilizan encuestas por muestreo o métodos de estimación para elaborar estadísticas sobre migración. Los datos sobre la adquisición de la nacionalidad se suelen obtener de sistemas administrativos. Se espera que la aplicación del Reglamento dé lugar a un aumento de la disponibilidad y la comparabilidad de las estadísticas de migración y nacionalidad.
Anteriormente se enviaban a Eurostat estadísticas sobre flujos de migración, población no nacional y adquisición de la nacionalidad de forma voluntaria, como parte de una recogida conjunta de datos sobre migración organizada por Eurostat en cooperación con una serie de organizaciones internacionales como la División Estadística de las Naciones Unidas (UNSD), la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (CEPE/ONU) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Los recientes cambios en la metodología, las definiciones y las fuentes de datos utilizadas para elaborar estadísticas de migración y nacionalidad pueden desembocar, en el caso de algunos Estados miembros de la UE, en que sus respectivas series no puedan compararse a lo largo del tiempo.
La emigración es especialmente difícil de medir; resulta más difícil contabilizar a las personas que abandonan un país que las que llegan. Un análisis comparativo de los datos de inmigración y emigración en 2008 de los Estados miembros de la UE (estadísticas de espejo) confirmó que esta afirmación es cierta para muchos países. Por ello, este artículo se centra principalmente en los datos sobre inmigración.
Contexto
Las políticas de migración dentro de la UE están cada vez más centradas en atraer a un determinado perfil de inmigrantes, a menudo en un intento de paliar la escasez de cualificaciones específicas. La selección puede llevarse a cabo en función del dominio del idioma, la experiencia laboral, la formación y la edad. Alternativamente, los empresarios pueden efectuar la selección, de forma que los inmigrantes ya tengan un empleo al llegar al país.
Además de las políticas destinadas a fomentar la contratación laboral, con frecuencia la política de inmigración se centra en dos sectores: evitar la inmigración no autorizada y el empleo ilegal de migrantes que no están autorizados a trabajar, y el fomento de la integración de los inmigrantes en la sociedad. Se han movilizado recursos significativos para luchar contra el tráfico de seres humanos y las redes de traficantes en la UE.
Algunos de los principales textos jurídicos adoptados en el ámbito de la inmigración son los siguientes:
Directiva 2003/86/CE sobre el derecho a la reagrupación familiar;
Directiva 2003/109/CE relativa al estatuto de los nacionales de terceros países residentes de larga duración;
Directiva 2004/114/CE sobre la admisión de estudiantes;
Directiva 2005/71/CE para facilitar la admisión de investigadores en la UE;
Directiva 2008/115/CE sobre el retorno de los nacionales de terceros países en situación irregular;
Directiva 2009/50/CE sobre la admisión de migrantes altamente cualificados.
Dentro de la Comisión Europea, la Dirección General de Interior es la responsable de la política de inmigración. En 2005, la Comisión Europea relanzó el debate sobre la necesidad de disponer de un conjunto de normas comunes para la admisión de inmigrantes económicos mediante el Libro Verde relativo al planteamiento de la UE sobre la gestión de la inmigración económica (COM(2004) 811 final), lo que condujo a la adopción de un Plan de política en materia de migración legal (COM(2005) 669 final) a finales de 2005. En julio de 2006, la Comisión Europea adoptó una Comunicación sobre las prioridades políticas en la lucha contra la inmigración ilegal de los nacionales de terceros países (COM(2006) 402 final), que aspira a equilibrar la seguridad y los derechos básicos del individuo en todas las fases del proceso de inmigración ilegal. En septiembre de 2007, la Comisión Europea presentó su tercer informe anual sobre inmigración e integración (COM(2007) 512 final). Una Comunicación de la Comisión Europea adoptada en octubre de 2008 hace hincapié en la importancia de reforzar el planteamiento global de la inmigración: aumentar la coordinación, la coherencia y las sinergias (COM(2008) 611 final) como elemento de las políticas exterior y de desarrollo. El Programa de Estocolmo, adoptado por los jefes de Estado o de Gobierno de la UE en diciembre de 2009, establece un marco y una serie de principios para el desarrollo constante de políticas europeas en materia de justicia e interior en el periodo 2010 a 2014; las cuestiones relacionadas con la migración constituyen una parte central de este Programa. Con objeto de materializar los cambios acordados, la Comisión Europea adoptó en 2010 un plan de acción para aplicar el Programa de Estocolmo – Garantizar el espacio de libertad, seguridad y justicia para los ciudadanos europeos (COM(2010) 171 final). El plan de acción establece una serie de ámbitos prioritarios que contemplan medidas para:
evaluar las políticas y mecanismos en materia de justicia, libertad y seguridad;
formar a profesionales jurídicos y de la seguridad, así como a las autoridades judiciales y encargadas de la aplicación de la ley;
actividades de concienciación;
diálogo con la sociedad civil;
nuevos programas financieros.
Migration and home affairs (European Commission – Last update: 22/04/2015)
Irregular Migration & Return
Stopping those who organise irregular migration
In 2014, 276.113 migrants entered the EU irregularly, which represents an increase of 138% compared to the same period in 2013. To enter the EU clandestinely via land, air and sea routes, most migrants have recourse to criminal networks of smugglers.
Migrant smuggling is a fast growing global criminal activity. Poverty, social and political instability, as well as unavailability or limited access to legal channels for migrants and protection seekers, push people to seek the services of criminals who facilitate their unauthorized entry, transit or stay into the EU ("migrant smuggling").
The fight against migrant smuggling has been part of the EU policy to tackle irregular migration since more than a decade. In 2002, the EU adopted a legal framework on smuggling, composed of a Directive defining the facilitation of unauthorised entry, transit and residence and a Framework Decision on the strengthening of the penal framework to prevent the facilitation of unauthorised entry, transit and residence. EU States" law enforcement authorities take jointly operational measures, with support from EU Agencies, to disrupt the activities of organised criminal groups involved in the facilitation of irregular migration.
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