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Martí en Fidel (página 3)


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Durante su exilio en España, Martí colabora en periódicos liberales como "La Soberanía Nacional", en el que aparecen fragmentos de su obra "El Presidio Político en Cuba", así como en los periódicos "La Discusión", "La Cuestión Cubana" y otros. A partir de 1875, en que se inicia su estancia en México, se convierte en asiduo colaborador de la "Revista Universal", bajo la dirección de José Vicente Villada, hasta ocupar la plaza de redactor en plantilla, hasta el cese de la publicación el 19 de noviembre de 1876. Esta etapa es sumamente prolífica en la actividad periodística de Martí, que redacta numerosos artículos y crónicas, el primero de los cuales dedicado a la festividad patria mexicana del 5 de mayo, aparece publicado en la edición del 7 de mayo de 1875 y el último titulado "La Academia de San Carlos" aparecido en el número del 24 de octubre de 1876.

En su escrito "La polémica económica" (23 de septiembre de 1875), muestra con sólo 22 años, su lucidez intelectual, cuando afirma como…"…la prensa está haciendo algo digno de ella: el país pregunta a sus hombres inteligentes, por qué se muere de hambre sobre su tierra riquísima, por qué la industria extranjera vive en México mejor que la industria mexicana…"…para agregar que…"…la imitación servil extravía, en economía como en la literatura y en política. ¿Un principio debe ser bueno en México porque se aplicó con buen éxito en Francia? ¿Es la situación financiera de México igual a la francesa? ¿Se producen las mismas cosas? ¿Están los dos países en iguales condiciones industriales?…"…para arribar a la sabia conclusión de que…"…a conflictos propios, soluciones propias" (98).

En esa propia revista aparecen publicados por vez primera sus juicios sobre José de la Luz y Caballero, en dos párrafos de hermosa prosa, inserto en un artículo más extenso sobre otros tópicos afines. En el mismo expresa como…"….murió hace algunos años en La Habana, un hombre augusto. Él había dado a su Patria toda la paciencia de su mansedumbre, todo el vigor de su raciocinio, toda la resignación de su esperanza. También iba allí un pueblo a consagrar un cadáver. Los niños se agruparon a las puertas de aquel colegio inolvidable; (se refiere a "El Salvador" N. del A.) los hombres lloraron sobre el cadáver del maestro, la generación que ha nacido siente en su frente el beso paternal del sabio José de la Luz y Caballero" (99).

Son notables, aunque menos numerosos, sus escritos en el periódico "El Federalista", iniciados el 7 de diciembre de 1876, con su artículo "Alea Jacta Est", en el cual critica el derrocamiento por el caudillo Porfirio Díaz, del Presidente Lerdo de Tejada (1823-1889), estrecho colaborador de Benito Juárez (1806-1872) y su sucesor en la presidencia de la República en el período de 1872 a 1876, donde expresa…"…¿ con qué el fin es verdad?¿ con qué se vuelven a matar los mexicanos?¿con qué se ha violado una tradición, derrocado un gobierno, ensangrentando un año a la patria, para volver de nuevo a ensangrentarla, para desacreditarnos más, para ahogar en germen el adelanto que alcanzábamos y el respeto que se nos iba teniendo, para hacernos más imposibles a nosotros mismos todavía?" (100).

Regresa Martí a Cuba en 1878, pleno de nostalgias, tiempo en el que pronuncia discursos en diversos liceos y sociedades patrióticas, en una época poco propicia para ser escuchado y mucho menos comprendido, tras la firma del Pacto del Zanjón, lo que le cuesta nuevamente ser deportado, en septiembre de 1879.

Radicado a partir de 1880 en New York, Estados Unidos, inicia su colaboración, como crítico de arte, en la revista "Tour". En 1881, durante su breve estancia en Venezuela, promueve la edición de la "Revista Venezolana", de la que sólo llega a publicarse un número, el primero de julio del propio año. Algo similar a lo sucedido en México, con el autocrático caudillo Porfirio Díaz, le acontece en la tierra de Bolívar, con el dictador Guzmán Blanco. Al tornársele la situación insostenible, publica con fecha 20 de julio de 1881 su carta de despedida en el diario venezolano "La Opinión Nacional", donde reitera su concepción latinoamericanista, que lo acompañará toda su vida. Pocos días antes, expresando su hondo amor por el país hermano, publicó en la Revista Venezolana su artículo "Venezuela heroica" (101).

Ya de regreso a New York, mantiene su colaboración con ese diario, donde aborda en crónicas y artículos, tópicos de asombrosa diversidad, con notable agudeza de análisis e ideas progresistas e incluso anticipadoras de su propia época. Estas colaboraciones se inician en septiembre de 1881 y cesan en mayo de 1882, por discrepancias surgidas con sus editores.

El 15 de julio de 1882 comienza su colaboración en el diario "La Nación" de Buenos Aires, con más de 200 crónicas y artículos, actividad que se mantuvo de forma ininterrumpida hasta 1892, en que su labor organizativa de la Guerra Necesaria, le reclamaba todo su tiempo y energía. En uno de esos escritos Martí reitera su valoración del papel a desempeñar por la prensa…"….que no puede ser en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y lujosa imaginación…" (102). El Apóstol colabora además, a partir de marzo de 1883, con la revista "La América", bajo la dirección de Raúl Castro Palomino, de la que llega a integrar su cuerpo de redactores. Aún le alcanza el tiempo para colaboraciones esporádicas en los periódicos "La República" de Honduras; "El Partido Liberal" de México; "El Economista Americano", editado este último en Estados Unidos bajo la dirección de Néstor Ponce de León; "La Estrella de Panamá" y en los diarios neoyorkinos "El Avisador Cubano" y "La Juventud".

En 1889, a pesar del tiempo que le toma su intensa actividad revolucionaria, publica las conocidas tres ediciones de una revista dedicada a los niños: "La Edad de Oro". Redactada en lenguaje asequible pero culto, de compleja simplicidad, en prosa incomparable, esta nos queda como legado de ética y patriotismo.

El 14 de marzo de 1892 aparece el primer número del periódico "Patria", que precede en menos de un mes a la fundación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril. En el mismo sale su escrito titulado "Clubs nuevos", referido a la creación de estas valiosas organizaciones revolucionarias en Filadelfia y Atlanta dado que…"…suele el patriotismo necesitar de espuela, sobre todo cuando ha visto una vez y otra la ineficacia de su abnegación, porque la abnegación es ineficaz y el genio mismo, cuando no se les conduce en acuerdo previsor, con las desdichas a cuyo alivio se consagran" (103).

Patria se dedicó a divulgar, por la pluma de Martí, del trabajo meritorio de los periódicos revolucionarios en el exilio o en la propia Isla, no obstante sus frecuentes conflictos y discrepancias dado que…"…. Patria se ve en muchas penas. Le sobra alma y le falta espacio. Le sobra asunto y todo en el es urgente" (104). En su edición del 16 de abril de 1892, Martí valora positivamente la labor del diario "La Igualdad", fundado por Juan Gualberto Gómez en tierra cubana, en condiciones excepcionalmente difíciles y continuador de "La Fraternidad", iniciativa asimismo del amigo cercano, periodista y patriota. El 28 de mayo del propio año el Apóstol escribe elogiosamente sobre la Revista de la Florida", reiterando su criterio sobre la labor de la prensa cuando afirma que…"…un palacio está ahí, donde nadie lo ve. Un periódico sin generosidad es un azote. Un periódico generoso es una columna" (105).

El 11 de junio de 1893 aparece en "Patria" su artículo "Nuestros periódicos" en el que aborda la labor ideológica y de cohesión revolucionaria realizada por publicaciones como "La Gaceta del Pueblo", revista fundada por el puertorriqueño Antonio Vélez Alvarado que…"…con el mejor de su estilo y con el calor de su sano corazón, cuenta a los lectores de América los propósitos continentales" (106). En el propio escrito valora positivamente la labor de divulgación desplegada por el diario "Yara".

El 28 de enero de 1893, día de su onomástico personal, publica en "Patria" sus criterios sobre el periódico "El Radical", editado por el cubano Pablo Rousseau, pues…"…hoy ya enriquece la prensa revolucionaria, con un periódico elegante y vivo, donde el reposo campea junto a la energía y tienen las ideas patrias defensor de altos vuelos" (107). El 17 de noviembre de 1894 dedica "Patria" un espacio para enjuiciar la labor del diario "La Verdad" de Rafael Guerra. En la misma afirma como…"…Patria saluda con orgullo de cubano al periódico nuevo, seguro de que en el la majestad de la razón, aún cuando haya de tundir y esclarecer, no honrará con la disputa innecesaria el crimen y desvergüenza que salen siempre al camino de las obras virtuosas" (108).

En su edición del 30 de abril de 1892, el Apóstol escribe en "Patria" su artículo "El alma cubana", donde expresa como…"…otros propagarán vicios o los disimularán, a nosotros nos gusta propagar las virtudes, por lo que se oye y se ve entra en el corazón la confianza o la desconfianza. Quien lee los diarios dominantes de La Habana, creerá que todo en la ciudad es pobre de alma y reparto de robos y ambición de café y literatura celestina; pero es preciso leer con los ojos sagaces, el diario que no se publica, el de la virtud que espera, el de la virtud oscura. Las almas como las tierras de invierno necesitan de la nieve que las cubra, con muerte aparente, para brotar después, a las voces del sol, más enérgicas y primaverales" (109).

No podemos obviar que los más valiosos escritos martianos, que mantienen su plena vigencia, aparte de su invalorable epistolario, nos llegan a través de su publicación de la prensa escrita de la época. Mencionemos tan sólo la antológica "Nuestra América", publicada por vez primera en el diario mexicano "El Partido Liberal", el 30 de enero de 1891; "Respeto a nuestra América" en la revista "La América" de New York, en agosto de 1883; su crónica sobre "La Conferencia Americana", enviadas al diario argentino "La Nación", el 24 de enero de 1890; "La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América", publicada en la "Revista Ilustrada" de New York en mayo de 1891 y otras tantas que harían la lista interminable.

Su elevado espíritu ético-patriótico le conmina a expresar en su escrito publicado el 25 de marzo de 1889 por el diario norteamericano "The Evening Post" titulado "Vindicación de Cuba", como…"…nada piden los cubanos del mundo sino el conocimiento y respeto de sus sacrificios….Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting" (110).

Su caída en combate en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, es celebrada con júbilo por el "Diario de la Marina", en su edición del 17 de junio del mismo año. Su muerte y sólo un año después la caída en combate de Antonio Maceo, constituyeron sin lugar a dudas una pérdida irreparable para el ideario independentista cubano, que facilitó la primera ocupación norteamericana y la falta de unidad entre los patriotas, que matizó el devenir de la república neocolonial, plagada de incoherencias, traiciones, vacilaciones e inconsecuencias. Tan bien reflejadas en la prensa de la época.

Casi seis décadas después, el 10 de marzo de 1952 resurge, en su fatal protagonismo en el escenario político cubano, la figura de Fulgencio Batista. Éste, aprovechándose astutamente del estado de crisis institucional y moral, en que los desgobiernos auténticos habían sumido al país y percatado de la imposibilidad de resultar vencedor en las cercanas elecciones generales, convocadas para junio de 1952, dada su impopularidad y la falta de credibilidad política, de los partidos que sustentan su candidatura, llega de nuevo al poder mediante un golpe de estado, en la madrugada del 10 de marzo del mismo año.

Desde los primeros momentos se aprecian tres tendencias entre los dirigentes de los partidos políticos en la oposición. Los que se suman al batistato en franca posición oportunista; los que se acogen a la ineficaz posición de la "resistencia cívica", y los que adoptan la firme decisión de una lucha vertical, por todos los medios posibles, incluso el uso de las armas, de miembros procedentes del sector de ideas políticas más avanzadas, particularmente de la Juventud Ortodoxa y la Federación Estudiantil Universitaria.

Entre estos últimos se va a destacar el joven abogado, Dr. Fidel Castro Ruz, ex dirigente estudiantil, ya con una trayectoria de lucha revolucionaria, pese a sus escasos 26 años, establecido recién graduado en el Bufete Aspiazo, Castro y Resende, en Tejadillo No 57, en la capital. Desde su ingreso en la Universidad de La Habana, en septiembre de 1945, a la edad de 19 años, se involucra rápidamente en las luchas estudiantiles, asume responsabilidades en la FEU y se enfrenta, aún a costa de su vida, al "bonchismo" universitario, como se denominaba entonces al gansterismo, insertado en el alto centro de estudios. Incluso poco antes del golpe de estado, Fidel Castro había publicado en el diario Alerta, varios artículos denunciando actos de corrupción del Presiente Carlos Prío Socarrás (1948-1952) y de la camarilla gobernante (111).

Ya desde el primer momento del golpe militar, el 10 de marzo de 1952, Fidel Castro utilizó la prensa clandestina, único medio posible en aquel momento, dada la férrea censura de prensa, para condenar valientemente el hecho, como su artículo "Revolución no, ¡zarpazo!" escrito el 12 de marzo del propio año y tres ediciones, en hojas mimeografiadas (cómo única posibilidad entonces"), del diario "El acusador", en junio, julio y agosto de 1952, hasta su clausura por la policía (112).

En el primer escrito el joven abogado denuncia:

"!Revolución no, zarpazo! Patriotas no, liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder. No fue un cuartelazo contra el Presidente Prío, abúlico, indolente; fue un cuartelazo vísperas de elecciones cuyo resultado se conocía de antemano. No había orden, pero era al pueblo a quien le correspondía elegir democráticamente, civilizadamente y escoger a sus gobernantes por voluntad y no por la fuerza" (113).

Tras la amnistía de mayo de 1955, que permite la liberación de los asaltantes del Moncada que cumplen prisión en la Isla de Pinos, Fidel Castro despliega una intensa actividad revolucionaria, donde sus artículos en la prensa escrita desempeñan un papel esencial.

En la edición de Bohemia, del 22 de mayo de 1955, aparece un escrito del coronel Chaviano, plagado de mentiras sobre los hechos del Moncada. En respuesta al mismo, Fidel Castro publica en la propia revista, con fecha 29 de mayo, su artículo "! Mientes Chaviano!, donde expresa como…"…no importa que nuestras manos estén sin armas. Hoy somos columnas morales de la patria, y como columnas, nos desplomaremos antes que doblegarnos. En Cuba estamos a pesar de todos los riesgos, y nuestros pechos limpios se yerguen sin temor a la bala homicida del mercenario" (114).

Son antológicos sus artículos-denuncia publicados en el diario "La Calle", bajo la dirección del periodista revolucionario Luís Orlando Rodríguez, en los meses de mayo, junio y julio de 1955. El 30 de mayo aparece publicado en dicho diario el primero de estos bajo el título "Chaviano el provocador" (Este alto oficial batistiano, jefe del Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953 fue el principal ejecutor del asesinato de los asaltantes prisioneros y heridos, ordenado por el dictador Batista, tal como Fidel Castro denuncia detalladamente en su alegato de autodefensa "La Historia me Absolverá". N. del A.).

En el mismo, éste valora como…"…a pesar de las críticas de Batista conminando a sus partidarios a que cesen en las provocaciones, el señor Santiago Rey (entonces Ministro de Gobernación N. del A.) publica sus declaraciones cargadas de amenazas, en las que califica de injurioso, calumniador y delictivo, mi artículo de Bohemia (se refiere a "Mientes Chaviano", ya citado. N. del A.)…..Mi actitud al salir de prisión la conoce todo el pueblo. Mis pronunciamientos serenos, responsables y ecuánimes están en todos los periódicos… ¿Qué quieren, llevarme de nuevo a las prisiones por haber respondido con decoro, a quien en carta publicada en Bohemia en la semana anterior, nos califica de criminales cargados de odio? ¿Por qué no protestaron entonces los del régimen contra tan innoble provocación a los que acaban de salir de las prisiones, mientras hablaban de paz y concordia? ¿Puede negarse acaso que Chaviano fue el único provocador? (115).

El periódico "La Calle" sirve nuevamente de tribuna a Fidel Castro, para sus valientes críticas al régimen. El 7 de junio publica su escrito "Manos asesinas", en respuesta al discurso de Batista en días anteriores, donde valora como…"…no debe hablarse de manos, manos que pueden ser asesinas, cuando se habla de razones; si el gobierno carece de razón es lógico entonces que hable de manos, manos asesinas…pero no debe dejar de destacarse además la inmensa cobardía que encierra hablar de manos en este caso, porque las manos del gobierno están armadas y las nuestras vacías…." (116).

Días antes, el 5 de junio de 1955 es golpeado salvajemente por la policía el líder ortodoxo, muy popular en el entonces municipio de Marianao, por su labor honesta como concejal, de Juan Manuel Márquez. El mismo es visitado por Fidel Castro en el hospital donde tuvo que ser ingresado. El hecho es denunciado con un gran titular por La Calle: <<Golpeado por la fuerza pública Juan Manuel Márquez>>. Ese mismo día 7 de junio el propio periódico "La Calle" ofrece espacio a la denuncia formulada por Fidel Castro, contra la brutal agresión infligida a Juan Manuel Márquez y que titula; "¡Estúpidos!". En la misma critica como…"…golpear indefensos ciudadanos, eso es lo que ha estado haciendo a lo largo de la isla a través de tres años. Cientos, miles de cubanos han tenido que sufrir esta bárbara afrenta, ¡Cuanta cobardía hay en golpear en pandilla a un hombre indefenso…! ¡Que monstruosos sentimientos se albergan en la mente de esos bárbaros que de tal modo pisotean la dignidad humana! ¡Estúpidos!… ¿No comprenden que cada hombre vejado es un revolucionario que se yergue dispuesto a morir contra la tiranía que lo golpea y humilla? (117).

Con motivo de serle prohibido a Fidel Castro hablar, el 5 de junio, en el programa "La hora ortodoxa", por la emisora Unión Radio, por disposición del Ministro de Comunicaciones, Ramón Vasconcelos, este escribe en "La Calle", en su edición del 8 de junio de 1955, su artículo "Lo que iba a decir y me prohibieron". En el mismo éste exhorta al pueblo a aportar donaciones para lograr la permanencia de este diario como trinchera de combate contra la dictadura, al contrario de los más "prestigiosos" órganos de prensa, sumisos en muchos casos a las presiones y las dádivas de la tiranía.

En su escrito plantea como…"…el periódico La Calle no puede fracasar, no debe fracasar por falta de recursos. ¡Sería una vergüenza! ¡Que lo cierre la dictadura, sí; pero que no perezca por falta de ayuda! El pueblo está en el deber de ayudarlo y el pueblo lo ayudará…Si el régimen gasta semanalmente decenas de miles de pesos en pagar media docena de libelos que insultan y calumnian a los adversarios y proclaman la dictadura por veinte años, libelos que se pagan con dineros que le roban al pueblo en impuestos, ¿cómo el pueblo espontáneamente no va a ayudar a su periódico de combate y denuncia?" (118).

El asesinato de Jorge Agostini, vinculado al depuesto gobierno auténtico de Carlos Prío Socarrás, como jefe de la Policía Secreta de Palacio, por fuerzas represivas de la dictadura batistiana, determinaron el escrito de Fidel Castro en "La Calle", con fecha del 11 de junio de 1955 y titulado: "Frente al terror y el crimen".

"Por encima de todas las militancias y tácticas…"…valora éste… "…nos duele a todos los cubanos la muerte de Jorge Agostini. No tiene justificación, ni la tendrá jamás. Son estos los primeros frutos del discurso del señor Batista en el Boulevard Batista, cuando dijo que sus hombres tenían manos…… ¿Quedará sin castigo la salvajada? ¿Tiene acaso un grupo de hombres el derecho el derecho de arranarle la vida a sus semejantes, con más impunidad de la que tuvieron nunca los peores gánsteres…?" (119).

En esos mismos días, exactamente el 12 de junio de 1955, en una modesta vivienda ubicada en Factoría # 62 entre Apodaca y Corrales, en la ciudad de La Habana, ocurre un hecho histórico: se crean las bases organizativas del Movimiento 26 de Julio. Participan, además de Fidel Castro, Melba y Haydée, Ñico López, Pedro Miret, José Suárez Blanco, Pedro Celestino Aguilera, Armando Hart y Faustino Pérez.

A su vez, "La Calle" se hace eco nuevamente de las denuncias de Fidel Castro, a través de sus artículos periodísticos, cuando publica el 15 de junio su escrito titulado: "Lo que iba a decir y me prohibieron por segunda vez", en el cual éste denuncia el acoso a que está siendo sometido por el régimen, para impedirle usar los medios de información masiva, como instrumento de divulgación de sus valientes críticas. En este formula valoraciones de apoyo a las luchas obreras que se desarrollan en la época y reitera sus ataques contra los desafueros de la tiranía:

"Es realmente triste para los que salimos recientemente de las prisiones deseosos de contribuir a las soluciones cívicas que la patria demanda, ver que nos encontramos en una ausencia total de garantías, la vida de cada combatiente pende de un hilo, que ese hilo puede ser el capricho morboso de un asesino a sueldo, y que la amnistía y el regreso de los exiliados se está convirtiendo en una trampa para asesinar en la calle a los adversarios políticos" (120).

El 24 de junio de 1955, debido al acoso policial a que está sometido, Raúl Castro marcha al exilio. Esto motiva que Fidel Castro redacte su artículo " Aquí ya no se puede vivir!" el 16 de junio del mismo año, que debía salir en "La Calle", en su edición del día siguiente, impedido por la irrupción brutal de la policía en los locales ocupados por el diario en la capital, la destrucción de los mismos, la clausura definitiva del periódico y el secuestro de los ejemplares listos para su distribución. Este escrito considerado por muchos como perdido, logró rescatarse por una feliz casualidad, tal como relata el periodista Ernesto Vera en su trabajo publicado 52 años más tarde, en el periódico Granma.

En ese escrito Fidel Castro plantea como…"…si las cosas siguen en Cuba como van no nos quedará más remedio que disponernos a morir o buscar un lugar del mundo a donde emigren todos los cubanos, porque aquí no se puede ya vivir…..Esto no es exagerado. Yo no sé si los nazis hicieron en Francia, enemiga tradicional de su país, alguna de las cosas que se contemplan en nuestra infeliz tierra……Hay canalladas a las uno no se acostumbra jamás, por mucho que las haya sufrido iguales o parecidas. Yo las he venido sufriendo desde el 10 de marzo de 1952….De todos modos les advierto que este negocito de la dictadura a este paso, se arruinará más pronto de lo que se imaginan, porque lo están manejando muy mal; porque ya en Cuba no se puede vivir y va llegando la hora de emigrar o morir"(121).

El 7 de julio de 1955 éste marcha al exilio en México iniciando una nueva etapa en su vida revolucionaria.

Para evitar rebasar los objetivos de este trabajo tan solo hemos hecho referencia a los escritos del dirigente cubano en la prensa escrita, quizás menos conocidos, particularmente por los lectores extranjeros, o cubanos más jóvenes, No obstante podemos señalar que durante el propio exilio; la lucha en la Sierra Maestra; al frente del gobierno y el Partido tras el triunfo revolucionario, hasta su Proclama al Pueblo de Cuba, el 31 de julio del 2006; y por último, su plena reincorporación al periodismo militante, mediante sus conocidas Reflexiones, nunca Fidel Castro abandonó su concepción de que la prensa en general y la prensa escrita en particular, constituye uno de los medios más valiosos de divulgación de las ideas revolucionarias. (122)

Martí y Fidel, abanderados en la batalla de las ideas, en sus épocas respectivas nos muestran en la práctica del periodismo, un rasgo más del legado histórico, del pensamiento progresista cubano, a lo largo de más de dos centurias, no siempre valorado como tal por investigadores e historiadores, en un sentido más integral y consecuente.

El mérito principal de nuestro Apóstol José Martí, entre otras muchas virtuosas cualidades como político, escritor, poeta, orador y hombre de vasta cultura, portador de un singular humanismo ético, lo constituyó su tarea titánica, por lograr la unidad entre las diversas personalidades, instituciones y organizaciones, que dispersas, y no pocas de ellas desalentadas aun por la firma del Pacto del Zanjón, en febrero de de 1878, mantenían bajo diversas concepciones, el afán por lograr la independencia de Cuba. Su bregar incansable por convencer, argumentar, organizar y consensuar criterios dispares, en condiciones objetivas y subjetivas, no pocas veces desfavorables está contenido en su epistolario, discursos y documentos, aún conservados y recogidos en sus obras completas.

La fundación del periódico Patria, en el exilio neoyorquino y del Partido Revolucionario Cubano, con el apoyo de la emigración revolucionaria, en marzo y abril, respectivamente, del mismo año 1892, dan fe de los logros obtenidos en ese propósito, pero contentivos a su vez, de nuevas complejidades e incomprensiones. Pero no era Martí hombre proclive al desaliento. Con tozudez heroica redobló esfuerzos, aunó voluntades y limó asperezas, entre los veteranos y los pinos nuevos, entre los cubanos en el exilio y los residentes en suelo patrio.

Tales circunstancias le concitan a escribir en su artículo "Revolución", publicado en Patria, el 16 de marzo de 1894 como…"…ni con la lisonja ni con la mentira, ni con el alboroto se ayuda verdaderamente a una obra justa. La virtud es callada en los pueblos como en los hombres. Partido cacareador, partido flojo. Hasta de ser justo con quienes lo merecen debe tener miedo un partido político, no sea que la justicia parezca adulación; la verdad no anda buscando saludos, ni saludando: solo los pícaros necesitan tinieblas y cómplices: los partidos políticos suelen halagar, melosos, a la muchedumbre de que se sustentan, a reserva de abandonarla, cobardes, cuando con su ayuda hayan subido a donde puedan emanciparse de ella. Tantos logreros le salen a la libertad, tanta alma mercenaria medra en su defensa, tanto aristo astuto enmascara con la arenga piadosa el orgullo de su corazón, que da miedo- por no parecérseles- hablar de libertad. Lo bueno es fundarla calladamente. Lo bueno es servirle, sin pensar en la propia persona. De los hombres y de sus pasiones, de los hombres y de sus virtudes, de los hombres y de sus intereses se hacen los pueblos. Los enemigos de la libertad de un pueblo, no son tanto los forasteros que lo oprimen, como la timidez y vanidad de sus propios hijos" (123).

La concepción martiana acerca del Partido, en el momento de su creación, como factor político de unidad de los cubanos partidarios de la independencia, estaba muy distante de la creación de un partido electorero tradicional, imperante desde entonces en los Estados Unidos y exportado, aún en la actualidad al mundo, como expresión paradigmática y única de democracia.

Al respecto éste valora en su crónica al diario La Nación de Buenos Aires, con fecha 9 de mayo de 1885, sobre la campaña presidencial en Estados Unidos, como…"…es recia y nauseabunda una campaña presidencial en los Estados Unidos. . Desde mayo, antes de que cada partido elija sus candidatos, la contienda empieza. Los políticos de oficio, puestos a echar los sucesos por donde más les aprovechen, no buscan como candidato a la Presidencia, aquel hombre ilustre, cuya virtud sea de premiar, o de cuyos talentos pueda haber bien el país, sino el que por su maña o fortuna o condiciones especiales pueda, aunque esté maculado, asegurar más votos al partido y más influjo en la administración, a los que contribuyen a nombrarlo y sacarle victorioso".

Para agregar:

"Una vez nombrado en las Convenciones los candidatos, el cieno sube hasta los arzones de las sillas. Las barbas blancas de los diarios olvidan el pudor de la vejez. Se vuelven cubos de lodo sobre las cabezas. Se miente y exagera a sabiendas. Se dan tajos en el vientre y por la espalda. Se creen legítimas todas las infamias. Todo golpe es bueno con tal que aturda al enemigo. El que inventa una villanía eficaz, se pavonea orgulloso. Se juzgan dispensados, aun los hombres más eminentes, de los deberes más triviales del honor" (124).

Los criterios del Apóstol acerca de los representantes más significativos del capital financiero, los grandes banqueros, que ocupan un lugar cada vez más importante en los Estados Unidos, en su tránsito acelerado a la fase imperialista se expresa elocuentemente en su crónica al propio Diario La Nación donde valora como…"…son los mismos de siempre; con la pechera llena de diamantes: sórdidos, recios; los senadores los visitan por puertas excusadas; los Secretarios los visitan en horas silenciosas; abren y cierran la puerta a los millones: son banqueros privados".

Para reflexionar posteriormente como…"…si los tiempos solo se prestan a cábalas interiores, urden una camarilla, e influyen en los decretos del gobierno de manera que ayuden a sus fines, levantar por el aire una empresa, la venden mientras excita la confianza pública mantenida por medios artificiales e inmundos y luego la dejan caer a tierra. Si el gobierno no tiene más que contratos domésticos en que rapacear, caen sobre los contratos y pagan suntuosamente a los que les auxiliaren en acapararlos. Caen sobre los gobiernos como los buitres, cuando hayan vivo el cuerpo que creyeron muerto. Tienen soluciones dispuestas para todo: periódicos, telégrafos, damas sociales, personajes floridos y rotundos, polemistas ardientes que defienden sus intereses en el Congreso, con palabra de playa y magnífico acento. Todo lo tienen: se les vende todo: cuando hallan algo que no se les vende, se coligan con todos los vendidos y los arrollan…Como en piezas de ajedrez estudian de antemano, en sus diversas posiciones los acontecimientos y sus resultados, y para toda combinación posible de ellos, tienen la jugada lista. Un deseo absorbente les anima siempre, rueda continua de esta tremenda máquina: adquirir: tierra, dinero, el guano del Perú, los Estados del Norte de México. ¡En cuerda pública, descalzos y con la cabeza mondada, debían ser paseados por las calles esos malvados que amasan su fortuna con las preocupaciones y los odios de los pueblos! ¡Banqueros no: bandidos!" (125).

Con la amarga experiencia de los excesos civilistas de la primera contienda independentista (1868-1878), que tantos prejuicios, en parte justificados, sembró en los jefes militares como Antonio Maceo y Máximo Gómez, y por otra, la amarga experiencia de las repúblicas latinoamericanas, no pocas independientes desde 1811, sumidas en gobiernos autoritarios, bajo la férula de caudillos como Rosas en Argentina; el Doctor Francia, en Paraguay; Guzmán Blanco, en Venezuela, o Porfirio Díaz, en México, por sólo citar algunos, intentó Martí, el incurrir en los mismos errores, con la fundación del Partido Revolucionario Cubano. Tarea titánica la de argumentar, convencer, reclamar, ante unos y otros, la necesidad de buscar el punto medio, que evitase lo uno y lo otro. Única forma de garantizar la unidad indispensable para organizar la Guerra Necesaria.

Ello lleva al Maestro a escribir al general Máximo Gómez como…"…un pueblo no se funda General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja, que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir a todos los recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados, que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón, se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Vds en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?" (126).

Los propósitos martianos al fundar el Partido Revolucionario Cubano, los reitera nuevamente en su artículo "Generoso deseo", publicado en Patria, donde expresa como…"…la unidad de pensamiento que de ningún modo quiere decir la servidumbre, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político y de toda especie de empresas, principalmente de aquellos, que por la fuerza, la novedad y la oportunidad del pensamiento, se acercan más al éxito que cuando iban sin otro rumbo que el de la pasión o el deseo desordenado, que más perturban que serenan los ánimos y alejan que acercan, en un país harto probado y harto razonador para lanzarse a tentativas oscuras que no satisfagan su juicio…Si por su pensamiento y por su acción basada en él, ha de ser eficaz y gloriosísima la campaña del Partido Revolucionario Cubano, es indispensable que, sean cualesquiera las diferencias de fervor o aspiración social, no se vea contradicción alguna, ni reserva enconosa, ni parcialidades mezquinas, ni arrepentimientos de generosidad, en el pensamiento del Partido Revolucionario. El pensamiento se ha de ver en las obras. Si inspiramos hoy fe, es porque hacemos todo lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en nuestra inesperada unión, nos quitaríamos voluntariamente el poder si le quitásemos a nuestro pensamiento su unidad" (127).

Con los pies en la tierra, no obstante el vuelo de su pensamiento, Martí comprendía las dificultades a vencer en busca de la unidad necesaria, para el reinicio de la lucha. Intereses contradictorios se anidaban en las mentes de criollos ricos, campesinos pobres y medios, obreros, intelectuales, veteranos y jóvenes patriotas, emigrados y residentes en el suelo patrio, negros libertos y antiguos amos, cultos intelectuales y patriotas aun iletrados, antiguos anexionistas y autonomistas. Incluso creía deber insoslayable del nuevo Partido luchar por la independencia de Puerto Rico. En su artículo "El alma de la Revolución y el deber de Cuba en el mundo", publicado en Patria, al cumplirse el tercer aniversario de la fundación del PRC, valora como…"…a su pueblo se ha de ajustar todo partido público, y no es la política más, o no ha de ser, que el arte de guiar, con sacrificio propio, los factores diversos u opuestos de un país de modo, que, sin indebido favor a la impaciencia de los unos, ni negación culpable de la necesidad del orden en las sociedades- solo seguro con la abundancia del derecho- vivan sin choque, y en la libertad de aspirar o de resistir, en la paz continua del derecho reconocido, los elementos varios que en la patria tienen título igual a la representación y la felicidad. Un pueblo no es la voluntad de un hombre solo, por pura que ella sea".

Para añadir:

"Un pueblo es composición de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas, impedidos por la timidez o precipitados por la ignorancia. Hay que deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho, que apearse de la fantasía, que echar pie a tierra en la patria revuelta, alzando por el cuello a los pecadores, vista el pecador paño o rusa: hay que sacar de lo profundo las virtudes, sin caer en el error de desconocerlas, porque vengan en ropaje humilde, ni de negarlas, porque se acompañen de la riqueza y la cultura…La esperanza de una vida cordial y decorosa anima hoy por igual a los prudentes del señorío de ayer, que ven peligro en el privilegio inmerecido de los hombres nulos y a los cubanos de humilde estirpe, que en la creación de sí propios se han descubierto una invencible nobleza. Nada espera el pueblo cubano de la revolución que la revolución no pueda darle. Si desde la sombra entrase en ligas, con los humildes o con los soberbios, sería criminal la revolución e indigna de que muriésemos por ella. Franca y posible, la revolución tiene hoy la fuerza de todos los hombres previsores, del señorío útil y de la masa cultivada, de generales y abogados, de tabaqueros y guajiros, de médicos y comerciantes, de amor y de libertos; triunfará con esa alma y perecerá sin ella" (128).

Al igual que en todo el largo y complejo proceso de formación de nuestra identidad cultural y nacional, proceso siempre en continuo desarrollo, en el decursar de las últimas décadas del siglo XVIII, siglo XIX y siglo XX e incluso inicios del XXI, muchos han sido los que han aportado al mismo, desde intereses de clase y concepciones políticas divergentes e incluso antagónicas. Al igual que José Martí buscó la relativa unidad entre factores tan contrapuestos, unidos coyunturalmente por la aspiración a la independencia, a fines de la década de los 90, de la decimonónica centuria; a fines de la década de los 50, del siglo XX, el casi unánime repudio a la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista, permitió a la gran mayoría de todas las clases, capas y sectores sociales, mirar con simpatía el movimiento armado dirigido por Fidel Castro, desde las montañas de la Sierra Maestra, desde el desembarco del Granma el 2 de diciembre de 1956 y su posterior consolidación en los años 1957 y 58, cada cual desde sus particulares expectativas. El propio triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 y la promulgación de las primeras leyes revolucionarios fueron decantando simpatías y oposiciones, apoyos y rechazos a un proceso que aún contaba con el respaldo de la amplia mayoría del pueblo cubano.

En su discurso en el entonces Campamento Militar de Columbia, en La Habana, el 8 de enero de 1959, ya el líder cubano vislumbraba como una de las tareas fundamentales la lucha por la unidad en evitación de una lucha por el poder entre varias organizaciones revolucionarias. Al respecto expresaba entonces como…"…es posible que la alegría mayor en este instante sea la alegría de las madres cubanas. Madres de soldados o madres de revolucionarios, madres de cualquier ciudadano, hoy experimentan la sensación de que sus hijos, al fin, están fuera de peligro. El crimen más grande que pueda cometerse hoy en Cuba, repito, el crimen más grande que pueda hoy cometerse en Cuba sería un crimen contra la paz. Lo que no perdonaría hoy nadie en Cuba sería que alguien conspirase contra la paz. Todo el que haga hoy algo contra la paz de Cuba, todo el que haga hoy algo que ponga en peligro la tranquilidad y la felicidad de millones de madres cubanas, es un criminal y es un traidor. Quien no esté dispuesto a renunciar a algo por la paz, quien no esté dispuesto a renunciarlo todo por la paz en esta hora, es un criminal y es un traidor. Como pienso así, yo digo y yo juro ante mis compatriotas que si cualquiera de mis compañeros, o nuestro movimiento, o yo, fuésemos el menor obstáculo a la paz de Cuba, desde ahora mismo el pueblo puede disponer de todos nosotros y decirnos lo que tenemos que hacer. Porque soy un hombre que sabe renunciar, porque lo he demostrado más de una vez en mi vida, porque eso he enseñado a mis compañeros, tengo moral y me siento con fuerza y autoridad suficientes para hablar en un instante como este. Y a los primeros que tengo que hablarles así es a los revolucionarios; y si fuere preciso, o mejor dicho, porque es preciso decirlo a tiempo. No está tan lejana aquella década que siguió a la caída de Machado; quizás uno de los males más grandes de aquella lucha fue la proliferación de los grupos revolucionarios, que no tardaron en entrarse a tiros los unos a los otros. Y en consecuencia lo que pasó fue que vino Batista y se quedó 11 años con el poder. Cuando el Movimiento 26 de Julio se organizó, incluso cuando iniciamos esta guerra, yo consideré que si bien eran muy grandes los sacrificios que estábamos haciendo, que si bien la lucha iba a ser muy larga, y lo ha sido, porque ha durado más de dos años, dos años que no fueron para nosotros un paseo, dos años de duro batallar, desde que reiniciamos la campaña con un puñado de hombres, hasta que hemos llegado a la capital de la República a pesar de los sacrificios que teníamos por delante, nos tranquilizaba, sin embargo, una idea: era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con la inmensa mayoría del respaldo y de la simpatía popular; era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con el respaldo casi unánime de la juventud cubana. Parecía que esta vez una organización grande y fuerte iba a recoger las inquietudes de nuestro pueblo y las terribles consecuencias de la proliferación de organizaciones revolucionarias no se iban a presentar en este proceso. Creo que todos debimos estar desde el primer momento en una sola organización revolucionaria: la nuestra o la de otro, el 26, el 27 o el 50, en la que fuese, porque, si al fin y al cabo éramos los mismos los que luchábamos en la Sierra Maestra que los que luchábamos en el Escambray, o en Pinar del Río, y hombres jóvenes, y hombres con los mismos ideales, ¿por qué tenía que haber media docena de organizaciones revolucionarias? La nuestra, simplemente fue la primera; la nuestra, simplemente fue la que libró la primera batalla en el Moncada, la que desembarcó en el "Granma" el 2 de diciembre, y la que luchó sola durante más de un año contra toda la fuerza de la tiranía; la que cuando no tenía más que 12 hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía, la que enseñó al pueblo que se podía pelear y se podía vencer, la que destruyó todas las falsas hipótesis sobre revolución que habían en Cuba. Porque aquí todo el mundo estaba conspirando con el cabo, con el sargento, o metiendo armas en La Habana, que se las cogía la policía, hasta que vinimos nosotros y demostramos que esa no era la lucha, que la lucha tenía que ser otra, que había que inventar una nueva táctica y una nueva estrategia, que fue la táctica y la estrategia que nosotros pusimos en práctica y que condujo al más extraordinario triunfo que ha tenido en su historia el pueblo de Cuba" (129).

El tema de la unidad revolucionaria constituyó y aún constituye la problemática esencial para la propia supervivencia de la Revolución, lo que es bien conocido por sus enemigos que tratan por todos los medios de fomentar la división entre sus filas, desde diversos ángulos. Prioritariamente entre la dirección política y el pueblo así como entre los propios revolucionarios en el seno de las organizaciones revolucionarias, favorecido por los errores cometidos, el dañino utopismo en la toma de decisiones, los brotes de sectarismo en determinadas coyunturas y la falta de ejemplaridad en determinados cuadros, expresado particularmente en casos de corrupción o deslealtad política, basados en ambiciones de poder.

En discurso ante los intelectuales, en junio de 1961, el dirigente cubano expresó como…"… ese es un caso digno de tenerse muy en cuenta, porque es precisamente un caso representativo de esa zona de escritores y de artistas que tenían una disposición favorable con respecto a la Revolución y que deseaban saber qué grado de libertad tenían, dentro de las condiciones revolucionarias, para expresarse de acuerdo con esos sentimientos. Ese es el sector que constituye para la Revolución el problema, de la misma manera que la Revolución constituye para ellos un problema. Y es deber de la Revolución preocuparse por esos casos, es deber de la Revolución preocuparse por la situación de esos artistas y de esos escritores. Porque la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales revolucionarios. Es posible que los hombres y las mujeres que tengan una actitud realmente revolucionaria ante la realidad, no constituyan el sector mayoritario de la población: los revolucionarios son la vanguardia del pueblo. Pero los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el pueblo. La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario; la Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo, a contar no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos, que aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una actitud revolucionaria ante la vida—, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios. Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo, la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución. Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie—por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho. Y esto no sería ninguna ley de excepción para los artistas y para los escritores. Esto es un principio general para todos los ciudadanos, es un principio fundamental de la Revolución. Los contrarrevolucionarios, es decir, los enemigos de la Revolución, no tienen ningún derecho contra la Revolución, porque la Revolución tiene un derecho: el derecho de existir, el derecho a desarrollarse y el derecho a vencer. ¿Quién pudiera poner en duda ese derecho de un pueblo que ha dicho "iPatria o Muerte!", es decir, la Revolución o la muerte, la existencia de la Revolución o nada, de una Revolución que ha dicho "¡Venceremos!"? Es decir, que se ha planteado muy seriamente un propósito, y por respetables que sean los razonamientos personales de un enemigo de la Revolución, mucho más respetables son los derechos y las razones de una revolución tanto más, cuanto que una revolución es un proceso histórico, cuanto que una revolución no es ni puede ser obra del capricho o de la voluntad de ningún hombre, cuanto que una revolución solo puede ser obra de la necesidad y de la voluntad de un pueblo. Y frente a los derechos de todo un pueblo, los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan" (130).

La continuidad de esa concepción de la unidad necesaria se expresa una vez más en su intervención el 13 de marzo de 1962 en acto en conmemoración del V Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, acción heroica del Directorio Revolucionario, cuando valora indignado, ante la omisión de unas líneas del Testamento Político de José Antonio Echeverría, por expresar en estas sus convicciones religiosas:

"He aquí que en esta noche se presenta un caso, un ejemplo que nos ha de servir de lección y nos ha de servir para hacer un análisis revolucionario. El compañero que actuó como maestro de ceremonias fue leyendo al principio de este acto una serie de documentos, algunas palabras, algunos escritos y, entre ellos, estaba leyendo el Testamento del compañero José Antonio Echeverría. Y nosotros, mientras él leía, íbamos leyendo también el Testamento en la última página de un folleto que nos habían entregado, íbamos leyendo mecánicamente el Testamento Político de José Antonio Echeverría al pueblo de Cuba. Y comenzó a leerlo. Leyó el primer párrafo, leyó el segundo párrafo, comenzó a leer el tercer párrafo y, cuando estaba al final del tercer párrafo, notamos que saltó al cuanto párrafo, dejando de leer tres líneas. Escuchen, compañeros, no se apresuren a hacer un juicio, ni siquiera a echarle la culpa al compañero. Y nos pareció que se había saltado, y por curiosidad fuimos a leer la parte, ya que él se la había saltado, y leemos que dice —voy a leer el tercer párrafo—: "Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y una actuación; pero las circunstancias necesarias para que la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro compromiso…" De ahí salta: "…Si caemos, que nuestra sangre…", y leo las tres líneas. ¿Y qué decían? "Creemos que ha llegado el momento de cumplir. Confiamos en que la pureza de nuestras intenciones nos traiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra patria."

Y valora a continuación:

"¿Será posible, compañeros? Vamos a hacer un análisis. ¿Seremos nosotros, compañeros, tan cobardes, y seremos tan mancos mentales, que vengamos aquí a leer el Testamento de José Antonio Echeverría y tengamos la cobardía, la miseria moral, de suprimir tres líneas, sencillamente porque esas líneas hayan sido expresión, bien formal de un modismo, o bien de una convicción que a nosotros no nos toca analizar, del compañero José Antonio Echeverría? ¿Vamos a truncar lo que escribió? ¿Vamos a truncar lo que creyó? ¿Y vamos a sentirnos aplastados, sencillamente por lo que haya pensado, o lo que haya creído en cuanto a religión? ¿Qué clase de confianza es esa en las ideas propias? ¿Qué clase de concepto es ese de la historia? ¿Y cómo concebir la historia de manera tan miserable? ¿Cómo concebir la historia como una cosa muerta, como una cosa putrefacta, como una piedra inmóvil? ¿Podrá llamarse <<concepción dialéctica de la historia>> semejante cobardía? ¿Podrá llamarse marxismo semejante manera de pensar? ¿Podrá llamarse socialismo semejante fraude? ¿Podrá llamarse comunismo semejante engaño? ¡No! Quien conciba la historia como deba concebirla, quien conciba el marxismo como deba concebirlo, y lo comprenda y lo interprete y lo aplique a la historia, no comete semejante estupidez; porque, con ese criterio, con ese criterio, habría que comenzar por suprimir todos los escritos de Carlos Manuel de Céspedes, que expresó el pensamiento de su tiempo, que expresó el pensamiento de su clase, que expresó el pensamiento revolucionario que correspondía a un momento en que los criollos, los representantes de la riqueza nacional se rebelaron contra el yugo y la explotación de España. ¿Y qué ideas influían a aquellos hombres? ¡Las ideas de la Revolución Francesa, es decir, de la revolución burguesa! ¿Y qué ideas influyeron a los próceres de América, que ideas influyeron en Bolívar? ¡Aquellas mismas ideas! ¿Qué ideas influyeron en Martí, que ideas influyeron en Maceo, que ideas influyeron en Máximo Gómez y los demás hombres de aquella gloriosa estirpe? ¿Qué ideas influyeron en nuestros poetas de aquel tiempo, representantes de la cultura cubana, raíz de nuestra historia, sino las ideas de aquel tiempo? ¿Y entonces tendremos que suprimir los libros de Martí porque Martí no fuera marxista-leninista, porque Martí respondiera al pensamiento revolucionario que cabía en nuestra patria en aquella era?

Si el marxismo-leninismo es la ideología de la clase obrera cuando esa clase surge y toma conciencia de sí misma y se lanza a la lucha por su redención, ¿cómo podíamos pedir que ese fuera el pensamiento cuando la tarea que se presentaba en un país, la tarea que se presentaba en la América Latina en la época de su independencia, y la tarea que se presentaba en nuestra patria eran tareas nacionales, tareas de otra índole, tareas de otros tipo, que correspondían al desarrollo de nuestra patria en aquel momento dado? ¡Por ese camino, habría que abolir el concepto de revolucionario desde Espartaco hasta Martí! ¡Por esa concepción miope, sectaria, estúpida y manca, negadora de la historia y negadora del marxismo, habría que caer en la negación de todos los valores, en la negación de toda la historia, en la negación de nuestras propias raíces! ¡Cuando todo ese acervo de progreso humano, de esfuerzo humano, de sacrificio humano, debemos recogerlo y acumularlo en la historia hermosa de la patria y en la historia hermosa de una humanidad que progresa, que ha venido progresando desde el principio, y que sigue progresando y que seguirá progresando cada vez más!

Por ese camino llegaríamos a la situación de creernos de nosotros ultrarrevolucionarios, y creernos que hemos hecho toda la historia de la patria, olvidados de las decenas de miles de mambises que cayeron, olvidados de las decenas de miles de héroes que murieron en el camino, todos los cuales, en un grado o en otro, fueron jalonando el camino, fueron haciendo la historia de la patria y fueron creando las condiciones en virtud de las cuales nosotros, generación afortunada, tuvimos la oportunidad de llegar a las metas más altas y ver cumplidos sueños que fueron sueños de generaciones de luchadores que, unas tras otras, se sacrificaron y se inmolaron preparando el camino. ¡El invocar sus sentimientos religiosos —si esta frase fue expresión de ese sentimiento— no le quita a José Antonio Echeverría nada de su heroísmo, nada de su grandeza y nada de su gloria, porque fue expresión del sentimiento rebelde de la juventud universitaria, del sentimiento generoso de aquella juventud que, por boca de uno de sus más valerosos dirigentes, escribió tan sereno y desinteresado Testamento, tan sereno y generoso Testamento, como quien tuviera casi la certeza de que iba a morir!" (131).

La presencia de la ética humanista martiana en el pensamiento de Fidel Castro se revela continuamente en sus discursos y escritos. Y como tal trasciende a su pensamiento político, invocación constante a la unidad, ante la que deben inmolarse, como supremo sacrificio, intereses, recelos y vanidades de protagonismo. En el dirigente cubano, en nuestra historia, no está la mera acumulación de conocimientos, siempre necesarios, sino la presencia de ejemplos, validados en la práctica, encaminados a la corrección de errores, que sería imperdonable repetir.

Como expresase el líder cubano el 10 de octubre de 1968…"…la derrota de las fuerzas revolucionarias en 1878 trajo también sus secuelas políticas. A la sombra de la derrota, a la sombra del desengaño, otra vez de nuevo aquellos sectores, representantes décadas atrás de la corriente anexionista y de la corriente reformista, volvieron a la carga para propugnar una nueva corriente política, que era la corriente del autonomismo, para oponerse, naturalmente, a las tesis radicales de la independencia y a las tesis radicales acerca del método y del único camino para obtener aquella independencia, que era la lucha armada. De manera que después de la Guerra de los Diez Años, en el pensamiento político, o en la historia del pensamiento político cubano, surge de nuevo la corriente pacifista, la corriente conciliatoria, la corriente que se opone a las tesis radicales que habían representado los cubanos en armas. De la misma manera vuelven a surgir las corrientes anexionistas en un grado determinado, corrientes incluso en los primeros tiempos de la Guerra de los Diez Años, cuando todavía muchos cubanos ingenuamente veían en la nación norteamericana el prototipo del país libre, del país democrático, y recordaban sus luchas por la independencia, la Declaración de la Independencia de Washington, la política de Lincoln; todavía había cubanos a principios de la guerra de 1868 que tenían resabios o residuos de aquella corriente anexionista, que fue desapareciendo en ellos a lo largo de la lucha armada".

Para agregar:

"Se inicia una etapa de casi 20 años entre 1878 y 1895. Esa etapa tiene también una importancia muy grande en el desarrollo de la conciencia política del país. Las banderas revolucionarias no fueron abandonadas, las tesis radicales no fueron olvidadas. Sobre aquella tradición creada por el pueblo de Cuba, sobre aquella conciencia engendrada en el heroísmo y en la lucha de diez años, comenzó a brotar el nuevo y aún más radical y avanzado pensamiento revolucionario. Aquella guerra engendró numerosos líderes de extracción popular, pero también aquella guerra inspiró a quien fue sin duda el más genial y el más universal de los políticos cubanos, a José Martí.

Martí era muy joven cuando se inició la Guerra de los Diez Años. Padeció cárcel, padeció exilio; su salud era muy débil, pero su inteligencia extraordinariamente poderosa. Fue en aquellos años de estudiante paladín de la causa de la independencia, y fue capaz de escribir algunos de los mejores documentos de la historia política de nuestro país cuando prácticamente no había cumplido todavía 20 años.

Derrotadas las armas cubanas, por las causas expresadas, en 1878, Martí se convirtió sin duda en el teórico y en el paladín de las ideas revolucionarias. Martí recogió las banderas de Céspedes, de Agramonte y de los héroes que cayeron en aquella lucha de diez años, y llevó las ideas revolucionarias de Cuba en aquel período a su más alta expresión. Martí conocía los factores que dieron al traste con la Guerra de los Diez Años, analizó profundamente las causas, y se dedicó a preparar la nueva guerra. Y la estuvo preparando durante casi 20 años, sin desmayar un solo instante, desarrollando la teoría revolucionaria, juntando voluntades, agrupando a los combatientes de la Guerra de los Diez Años, combatiendo de nuevo —también en el campo de las ideas— a la corriente autonomista que se oponía a la corriente revolucionaria, combatiendo también las corrientes anexionistas que de nuevo volvían a resurgir en la palestra política de Cuba después de la derrota y a la sombra de la derrota de la Guerra de los Diez Años.

Martí predica incesantemente sus ideas; Martí organiza los emigrados; Martí organiza prácticamente el primer partido revolucionario, es decir, el primer partido para dirigir una revolución, el primer partido que agrupara a todos los revolucionarios. Y con una tenacidad, una valentía moral y un heroísmo extraordinarios, sin otros recursos que su inteligencia, su convicción y su razón, se dedicó a aquella tarea. Y debemos decir que nuestra patria cuenta con el privilegio de poder disponer de uno de los más ricos tesoros políticos, una de las más valiosas fuentes de educación y de conocimientos políticos, en el pensamiento, en los escritos, en los libros, en los discursos y en toda la extraordinaria obra de José Martí.

Y a los revolucionarios cubanos más que a nadie nos hace falta tanto cuanto sea posible ahondar en esas ideas, ahondar en ese manantial inagotable de sabiduría política, revolucionaria y humana. No tenemos la menor duda de que Martí ha sido el más grande pensador político y revolucionario de este continente. No es necesario hacer comparaciones históricas. Pero si analizamos las circunstancias extraordinariamente difíciles en que se desenvuelve la acción de Martí: desde la emigración luchando sin ningún recurso contra el poder de la colonia después de una derrota militar, contra aquellos sectores que disponían de la prensa y disponían de los recursos económicos para combatir las ideas revolucionarias; si tenemos en cuenta que Martí desarrollaba esa acción para libertar a un país pequeño dominado por cientos de miles de soldados armados hasta los dientes, país sobre el cual se cernía no solo aquella dominación sino un peligro mucho mayor todavía; el peligro de la absorción por un vecino poderoso, cuyas garras imperialistas comenzaban a desarrollarse visiblemente; y que Martí desde allí, con su pluma, con su palabra, a la vez que trataba de inspirar a los cubanos y formar su conciencia para superar las discordias y los errores de dirección y de método que dieron al traste con la Guerra de los Diez Años, a la vez que unir en un mismo pensamiento revolucionario a los emigrados, a la vieja generación que inició la lucha por la independencia y a las nuevas generaciones, unir a aquellos destacadísimos y prestigiosos héroes militares, se enfrentaba en el terreno de las ideas a las campañas de España en favor de la colonia, a las campañas de los autonomistas en favor de procedimientos leguleyescos y electorales y engañosos que no conducirían a nuestra patria a ningún fin, y se enfrentaba a las nuevas corrientes anexionistas que surgían de aquella situación, y se enfrentaba al peligro de la anexión, no ya tanto en virtud de la solicitud de aquellos sectores acomodados que décadas atrás la habían solicitado para mantener la institución de la esclavitud sino en virtud del desarrollo del poderío económico y político de aquel país que ya se insinuaba como la potencia imperialista que es hoy. Teniendo en cuenta esas extraordinarias circunstancias, esos extraordinarios obstáculos, bien podemos decir que el Apóstol de nuestra independencia se enfrentó a dificultades tan grandes y a problemas tan difíciles como no se tuvo que enfrentar jamás ningún dirigente revolucionario y político en la historia de este continente. Y así surgió en el firmamento de nuestra patria esa estrella todo patriotismo, todo sensibilidad humana, todo ejemplo, que junto con los héroes de las batallas, junto con Maceo y Máximo Gómez, inició de nuevo la guerra por la independencia de Cuba" (132).

La discriminación, en cualesquiera de sus formas, por raza, género o cultura, es siempre repudiada por José Martí, para quien…"…esa de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial, porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún hombre: peca por redundante, el blanco que dice: >>mi raza>>. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad…Insistir en las divisiones de raza, en un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública, y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común…El racista negro, que ve en la raza un carácter ¿qué derecho tiene para quejarse del racista blanco? El hombre blanco que, por razón de su raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza, y autoriza y provoca al racista negro. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza: los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que se aisla, aisla al negro. El negro que se aisla, provoca a aislarse al blanco…En Cuba no hay temor alguno a la guerra de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y de los negros" (133).

Como es bien conocido, el temor a una revolución encabezada por los negros, semejante a la haitiana, y su amor desmedido por la preservación de sus propias riquezas e intereses, cimentadas en la esclavitud, frenaron los afanes independentistas durante la primera mitad del siglo XIX de las ideas independentistas de la única clase, que en aquella coyuntura, podía encabezar, como lo hizo en el resto de la América, entonces bajo el dominio colonial español: los hacendados criollos y la intelectualidad privilegiada que esta generó. A su vez, favoreció el nacimiento de la tendencia política conocida como anexionismo, buscando junto con la liberación de España, su adhesión a los estados esclavistas del poderoso vecino.

Al respecto valoramos en nuestro libro "Fidel Castro y la prensa escrita, legado y contemporaneidad", como Félix Varela y Morales, catalogado por Martí como uno de nuestros Padres Fundadores, reflexionaba al respecto:

"Félix Varela, hombre de profundas convicciones religiosas y éticas, teólogo, profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, hombre de avanzadas ideas liberales y patrióticas, constituyó, en palabras de José de la Luz y Caballero, el primero que nos enseñó en pensar y proclamase la necesidad para Cuba de obtener su independencia de España, al ver agotadas las posibilidades de sus anteriores concepciones reformistas. Aún sin cumplirse el primer año de su arribo al exilio, se publican los dos primeros números de "El Habanero" (1824), periódico fundado por él, acertadamente denominado por Emilio Roig de Leuchsenring…<<…la primera manifestación revolucionaria de carácter periodístico entre nosotros>>. En 1825 aparecen sus números (3 y 4) y en 1826, sus dos últimas ediciones en cuyas páginas expone Varela su ideario independentista ya que…..<<…lo que más debe desearse, sea cual fuese su situación, es que los hombres de provecho, los verdaderos patriotas se persuadan de que ahora más que nunca estamos en estrecha obligación de ser útiles a la patria>>. En su artículo "Consideraciones sobre el estado actual de la Isla de Cuba", éste argumenta como…<<… es preciso no equivocarse. En la Isla de Cuba no hay amor a España, ni a Colombia, ni a México, ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café>>. En su número 6, en 1825, bajo el título de "Reflexiones sobre los motivos que suelen abogarse para no entender un cambio político en la Isla de Cuba", el sacerdote patriota valora como…<<…contribuyen con sus luces unos, otros con su influjo y otros con su dinero a salvar a la patria y con ella a los intereses individuales, y este corto sacrificio removerá ese grande obstáculo que tanto se pondera. Repítese de mil modos que es imposible efectuar la independencia sin auxilio extranjero, y yo pregunto: ¿qué se ha hecho para conseguirla? ¿Sobre qué prueba descansa la aserción de su imposibilidad?>> "(134).

Las autoridades españolas fomentaron el temor al negro y la discriminación racial contra libertos y mulatos, como una calculada política colonial, para sembrar a división entre los cubanos, particularmente los partidarios de la independencia. Ello no escapó a la trascendente visión política de José Martí.

En el Manifiesto de Montecristi (1895), documento programático redactado por Martí, que fija los objetivos y principios en que se fundamenta la gesta independentista, en su nueva etapa, se expresa como…"…de otro temor quisiera valerse hoy en Cuba, so pretexto de alta prudencia, la cobardía el temor insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra, La revolución con su carga de mártires, y de guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la emigración y la tregua en Cuba, la tacha de amenaza de amenaza de la raza negra con que quisiese inicuamente levantar en Cuba, por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a las consecuencias desordenadas de la revolución. Cubanos hay ya en Cuba de uno y otro color, olvidados para siempre- con la guerra de la libertad emancipadora y el trabajo en que donde unidos se gradúan- del odio en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza y tropiezo de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio, son menores que la estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el evangélico amor de libertad, y el amable carácter de su compatriota negro. Si a la raza le naciesen demagogos inmundos o almas vehementes cuya impaciencia propia azuzase la de su color o en quienes se convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los suyos- con su agradecimiento y su cordura y su amor a la patria, con su convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su ineptitud para ellas, y con la posesión de todo lo real del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la ferviente estimación cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirparía en Cuba el peligro negro, sin que tuviera que temblar de miedo con su alzarse a él una sola mano blanca. La revolución lo sabe y lo proclama: la emigración lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro escuelas de ira, como no tuvo en la guerra una sola culpa de ensorbecimiento indebido o de insubordinación. En sus hombros anduvo segura la república a que no atentó jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro odio: y los que con ese semejante miedo injusto traficasen, para sujetar con inapetecible oficio, las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor" (135).

Con respecto a la mujer, el Apóstol siempre mantuvo un especial respeto y deferencia, al igual que su permanente repudio a cualquier tipo de discriminación por sexo. Su singular personalidad, descrita por aquellos que lo conocieron, así lo atestigua. Una de esas personas privilegiadas lo fue Blanche Zacharie de Baralt, cubana nacida en la emigración neoyorquina el 17de marzo de 1865, quien escribió sus recuerdos del Apóstol en su libro "El Martí que yo conocí"(1945):

"¿Quién no conoce a Martí como patriota como hombre de acción, como carácter enérgico, tribuno insigne, escritor de fuste? Muy pocos, fuera de aquellos que gozaron de su trato exquisito y consecuente afecto, conocen el encanto del leal amigo, hombre culto y cumplido caballero, cuya alma, llena de ternura , rebosaba con la leche de la bondad humana. Poseía en grado sumo el arte de ganar amigos y de conservarlos: sabía como dice Shakespeare <<aferrarlos a su alma con garfios de acero>>. Comprendía el valor trascendental del puro sentimiento que llamamos amistad…Era generoso con excelsitud: daba, daba sin tregua, su cariño, su inteligencia, su tiempo, su saber, su bolsa- enjuta con frecuencia- jamás cerrada. Daba hasta dar en supremo holocausto su propia vida…Ninguno era tan alto y encumbrado, que Martí no pudiese llegar a él, ni tan bajo y humilde que no supiera hacerse pequeñito y sencillo para hallar su nivel.

La bondad de su alma se revelaba en infinitos detalles. Al llegar a una casa, por ejemplo, hallaba una palabra amable para cada uno. Recordaba las personas que había visto una sola vez y las llamaba por su nombre; se interesaba por todos; los cautivaba con una sonrisa, con una mirada expresiva. Amaba a los niños y los chicos tenían encanto con él. Poseía el arte de escuchar, cosa rara en el que tiene el don de la palabra.

Sabía agradar haciendo que los demás se sintieran complacidos de sí mismos, y eso con perfecta naturalidad, sin adulación. <<No hay quien no tenga algo bueno- decía- falta saberlo descubrir>>. Otro rasgos de generosidad: en las fiestas de la colonia, Martí solía sacar a las muchachas menos atractivas, las que no tenían compañero y cuando María Mantilla le preguntó una vez porque escogía para pasear por el salón o llevar al buffet las menos agraciadas, dijo Martí: <<Si hijita, porque a las feas nadie les hace caso, y es deber de uno no dejarlas sentir su infelicidad>>, y salía muy orgulloso con su pobre compañera.

María (Mantilla. N. del A.) me recuerda también que si alguna vez sus hermanos le hablaban con rudeza, Martí los amonestaba diciendo: <</font><< " (136).

Al respecto escribía Martí en Patria, en 1892 como…"…de todas las penas de este mundo cura y de todas las heridas del bien obrar la estimación de los hombres verdaderamente buenos; pero con ella misma es incompleta la victoria cuando no mueve el corazón de la mujer…Ni puede Patria dejar de advertir que las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible" (137).

La elevada valoración y respeto que siempre mantuvo el Maestro respecto a la mujer, particularmente de su papel abnegado como madre, esposa y combatiente, en las luchas por la independencia, tanto en los campos de batalla como en la emigración, con su apoyo a los preparativos de la Guerra Necesaria, se resume en la valoración de una figura-símbolo: la de Mariana Grajales, la madre de los Maceo.

En su artículo " Mariana Maceo" escribe como…"…con un pañuelo a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria hace poco tiempo, a la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero , de ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña. Murió en Jamaica el 27 de noviembre, Mariana Maceo… Por compasión a las almas de poca virtud, que se enojan y padecen del mérito de que no son capaces, y por el decoro de la grandeza más bella, en el silencio, sujetaremos aquí el elogio de la admirable mujer, hasta que el corazón, turbado hoy en la servidumbre, pueda, en la patria que ella no vio libre, dar con el relato de su vida, una página nueva a la epopeya. ¿Su marido cuando caía por el honor de Cuba, no la tuvo al lado? ¿No estuvo ella de pie, en la guerra entera, rodeada de sus hijos? ¿No animaba a sus compatriotas a pelear, y luego cubanos o españoles, curaba a los heridos? ¿No fue, sangrándole los pies, por aquellas veredas, detrás de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de árbol? ¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país, veía a la madre de los Maceo con el pañuelo a la cabeza, y se le acababa el temblor! ¿No vio a su hijo levantarse de la camilla a donde perecía de cinco heridas, y con una mano sobre las entrañas deshechas y la otra en la victoria, echar monte abajo, con su escolta de agonía, a sus doscientos perseguidores? Y amaba, como los mejores de su vida, los tiempos de hambre y sed, en que cada hombre que llegaba a su puerta de yaguas, podía traerle la noticia de la muerte de uno de sus hijos. ¡Cómo la última vez que la vio Patria contaba, arrebatando las palabras, los años de la guerra! Ella quería que la visita se llevase alguna cosa de sus manos; ella lo envolvía con mirada sin fin; ella lo acompañaba hasta la puerta misma- premio más grato por cierto, el del cariño de aquella madre de héroes que cuantos huecos y mentirosos pudiese gozar en una sociedad vil o callosa la vanidad humana. Patria en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra:- ¡Madre!" (138).

Ese venerado legado de respeto a la mujer es asumido por Fidel Castro en la época que le correspondió vivir. En 1985, Fidel Castro expresaba en la entrevista realizada por Tomás Borge:

Partes: 1, 2, 3, 4
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