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Martí en Fidel (página 2)


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Esa aguda percepción de la inagotable espiritualidad humana, fomentadora de sacrificio y entrega, le permitió aglutinar, en medio de banales rencillas y perniciosos recelos, a los veteranos de la contienda anterior, con los pinos nuevos, que ya se empinaban en reclamo de viril protagonismo. Esa misma fe se reedita en Fidel Castro cuando expresa en el acto de inauguración del curso escolar 1997-1998, en Ciudad Escolar Libertad, en La Habana que…"…no me desalientan los ejemplos negativos, por el contrario, me hacen feliz los cientos de miles y los millones de ejemplos positivos que vemos en toda partes…" (30).

Esa lúcida concepción humanista presente en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les permitió a ambos, constituirse en fervientes propugnadores de la unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el 23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de angustia, para todo corazón patriótico y de remordimiento, después de saber cuanto podemos, la menor dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e impotente, sino en el nombre de todos" (31).

Ese llamado martiano a la unidad de todos los partidarios de la independencia, excluía a autonomistas y anexionistas, acerca de lo cual advertía con extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas culpables. Será nuestra la culpa" (32).

Abanderado de la unidad, factor esencial para la propia supervivencia histórica de la Revolución, Fidel Castro proclama el 17 de diciembre de 1960 como…"…todo lo que tienda a dividir al pueblo para hacerle el juego al imperialismo es contrarrevolucionario" (33).

Muchos años más tarde, en su discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005, éste reflexiona como el hombre…"… entrega la vida por una noble idea, por un principio ético, por un sentido de la dignidad y el honor, aun antes de ser revolucionario, y también decenas de millones de hombres murieron en los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial y en otras guerras, enamorados casi de un símbolo, de una bandera que la encontraron bella, un himno que escucharon emocionante, como lo fue La Marsellesa en su época revolucionaria, y después himno del imperio colonial francés. En nombre de ese imperio colonial y de los repartos del mundo murieron en masa en las trincheras, en la Primera Guerra Mundial, millones de franceses. Si el hombre es capaz de morir, el único ser que es consciente de entregar la vida voluntariamente, no lucha por instintos, como hay tantos animales que luchan por instinto…pero el ser humano es el único capaz, conscientemente, de pasar por encima de todos los instintos. El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a través de los instintos, el instinto de supervivencia es uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por otro lado la conciencia lo puede conducir a los más grandes actos de heroísmo" (34).

La historia de la humanidad es la mejor enciclopedia de la sabiduría que escasas veces consultamos con la asiduidad y concentración necesaria. El hombre, particularmente aquellos que por determinadas circunstancias, sean por méritos personales, coyunturas históricas, ambiciones personales u otros muchos factores, ejercen la facultad, apoyados en el poder, de tomar determinaciones personales, que afectan a pueblos enteros e incluso a toda o parte de la humanidad, convierten sus decisiones en hechos trascendentes o amorales. La ética en política y la virtud en sus ejecutores desempeñan un papel de extraordinaria importancia en el decursar histórico. Su presencia o carencia determina en tales personalidades, sean verdaderos conductores de pueblos, al representar sus intereses, o deleznables verdugos de sus más justas aspiraciones, aún incluso enfundados en el traje de un supuesto liberalismo democrático. Los errores en el ejercicio del poder pueden ser perdonados, en la misma medida que son rectificados, si van acompañados de la virtud, o condenados, si por el contrario, son guiados por los derroteros tortuosos de la ambición personal, el autoritarismo, la auto sublimación de sus supuestos méritos, alimentado siempre por apologistas oportunistas, que lucran a su sombra.

Valorar el ideario ético humanista de Martí y Fidel, es abstraerse de las múltiples aristas de la universalidad de su pensamiento, válidos para su útil provecho para diversas ciencias y ramas del saber, pero sin perder la perspectiva para el análisis, de que estos son en todo y ante todo hombres de excepcional clarividencia política. Como estadistas naturales por talento, vocación y capacidad, a la que aunaron su experiencia práctica, en contexto a la vez que diferentes, afines en sus propuestas éticas, es fácil discernir en sus recorridos, aproximaciones y tanteos por los campos de la educación, la sociología, la filosofía y otros tantos, que sus valoraciones nunca pierden la esencia política, como un camino muchas veces transitado pero siempre revelador. Política, que en ambos, tiene su sustento en una profunda eticidad.

Tal como le exponía Fidel Castro a Frei Betto, en la ya antológica entrevista…"…las ideas políticas de nada valen si no hay un sentimiento noble y desinteresado. A su vez, los sentimientos nobles de la gente, de nada valen si no hay una idea correcta y justa en que apoyarse" (35).

Mientras que para Martí…"…a la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres" (36)…pues para éste…"…a lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu, lo real no es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos" (37).

Ese pensamiento esencialmente político se expresa de múltiples formas en los escritos y discursos, en ambas personalidades, a lo largo de su trayectoria revolucionaria. La política como expresión de la idéntica cultural, se forja de las particulares necesidades e intereses del pueblo con un basamento necesariamente ético. El derecho de los pueblos a ejercer sus derechos políticos tiene que estar sustentado en lugar privilegiado en su acceso a la educación. El invalorable derecho de pensar por si mismo y discernir con cabeza propia, debe estar aparejado a su capacidad de realizar su utopía, en personas con la educación elemental suficiente, que le permitan a partir de su personal raciocinio, donde primen los intereses sociales, la exposición de sus criterios personales, con entera libertad, donde primen la honestidad y la virtud. Ello constituirá la única forma de prevenir que élites, eternas aspirantes al monopolio del pensamiento, lo marginen o ignoren.

Para el Maestro, la República nueva, de brazos de la revolución, se fundamentará en que…"…en un pueblo no perdura sino lo que nace de él, y no lo que se importa de otro pueblo. Mas estos devaneos, copias, deseos honrados de introducir en el suelo patrio experiencias que en otro suelo han dado resultados felices, son inevitables, necesarios y útiles. Con el imperfecto ejercicio de la libertad que permiten, y de su choque mismo con las necesidades y espíritus reales de la patria, resulta el pueblo nutrido y preparado para ejercer luego la libertad de su propia y original manera." (38)… a la vez que para Fidel Castro…"… una persona que es analfabeta, o cuyos conocimientos apenas rebasan el tercero o el cuarto grado, o que vive en estado de pobreza o de pobreza extrema, o carece de empleo, o radica en barrios marginales donde las más inconcebibles condiciones de vida tienen lugar, o deambulan por las calles y reciben el veneno constante de la publicidad comercial, sembrando sueños, ilusiones y ansias de consumos imposibles, las que suman enormes masas de ciudadanos en lucha desesperada por la vida, pueden ser víctimas de todo tipo de abusos, chantajes, presiones y engaños, sus organizaciones son reprimidas o carecen de ellas, difícilmente están en condiciones de comprender los problemas complejos del mundo y de la sociedad en que viven. No están en condiciones reales de ejercer la democracia, ni decidir cuál es el más honesto o el más demagógico e hipócrita de los candidatos, en medio de un diluvio de propagandas y mentiras, donde los que más recursos poseen son los que más mentiras y engaños siembran" (39).

Para Martí, como expresa en discurso del 10 de octubre de 1890, es su aspiración a que la república por la que lucha no sea…"…foro de leguleyos ineptos o un grupo de generales deseosos…"… sino por el contrario…"…más que de disputas y de nombres, debía ser de empresa y de trabajo" (40).

Nuevamente revela Fidel Castro su vocación martiana, en su antológico discurso del 10 de octubre de 1968, en La Demajagua, al conmemorarse el centenario del inicio de las luchas independentistas al afirmar como…."… eso no es algo que se diga hoy como de ocasión porque conmemoramos un aniversario, sino algo que se ha dicho siempre y que se ha dicho muchas veces y que se dijo en el Moncada y que se dijo siempre. Porque allí cuando los jueces preguntaron quién era el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada, sin vacilación nosotros respondimos: ¡Martí fue el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada! Es posible que la ignorancia de la actual generación, o el olvido de la actual generación, o la euforia de los éxitos actuales, puedan llevar a la subestimación de lo mucho que nuestro pueblo les debe, de todo lo que nuestro pueblo les debe a estos luchadores. Ellos fueron los que prepararon el camino, ellos fueron los que crearon las condiciones y ellos fueron los que tuvieron que apurar los tragos más amargos: el trago amargo del Zanjón, el cese de la lucha en 1878; el trago amarguísimo de la intervención yanqui, el trago amarguísimo de la conversión de este país en una factoría y en un pontón estratégico—como temía Martí—; el trago amarguísimo de ver a los oportunistas, a los politiqueros, a los enemigos de la revolución, aliados con los imperialistas, gobernando este país. Ellos tuvieron que vivir aquella amarguísima experiencia de ver cómo a este país lo gobernaba un embajador yanqui; o cómo un funcionario insolente, a bordo de un acorazado, se anclaba en la bahía de La Habana a dictarle instrucciones a todo el mundo: a los ministros, al Jefe del Ejército, al Presidente, a la Cámara de Representantes, al Senado…"…para enfatizar que… "…si las raíces y la historia de este país no se conocen, la cultura política de nuestras masas no estará suficientemente desarrollada. Porque no podríamos siquiera entender el marxismo, no podríamos siquiera calificarnos de marxistas si no empezásemos por comprender el propio proceso de nuestra Revolución, y el proceso del desarrollo de la conciencia y del pensamiento político y revolucionario en nuestro país durante cien años. Si no entendemos eso, no sabremos nada de política. Y desde luego, desgraciadamente, mucho tiempo hemos vivido ignorantes de muchos hechos de la historia" (41).

El tronco solo se mantendrá firme si se asienta en raíces profundas y celosamente conservadas. Las hojas, en su impresionante hacedor del follaje, son frecuentemente temporales, para renacer luego con mayor esplendor. Solo las raíces conservan su permanencia y crecen, en profundidad, ocultas a nuestra vista, en su anónima grandeza. Por ello una sociedad y el modelo escogido por su pueblo para hacerla perdurable, debe respetar, venerar y conservar, para su supervivencia, lo mejor del legado histórico de las pasadas generaciones.

El 20 de mayo de 1902 nuestro pueblo vio con regocijo ondear por primera vez la bandera cubana, no obstante la frustrante imposición de la Enmienda Platt, que permitía a un país extranjero, en naciente etapa imperialista, intervenir a su mejor entender en la nación apenas nacida, castrada de libertades y soberanía, bajo la égida de gobiernos dóciles a los intereses foráneos, constituidos por representantes de la oligarquía nacional o políticos mayoritariamente corruptos. ¿Era esa la República a la que Martí ansiaba y por la que lucharon varias generaciones de cubanos?

Para el Apóstol la independencia económica es premisa de cualquier proyecto de independencia política dado que…"…quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno" (42).

En su discurso "Con todos y para el bien de todos" declaraba como…"…yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre."(43)… dado que la República debe tener por base…"…el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás…" (44).

Esa lúcida concepción humanista, presente en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les permitió el constituirse en fervientes propugnadores de la unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el 23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de angustia, para todo corazón patriótico y de remordimiento, después de saber cuánto podemos, la menor dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e impotente, sino en el nombre de todos" (45).

Los afanes anexionistas de los políticos norteamericanos sobre la cercana colonia española de Cuba, desde su propia constitución como república independiente el 4 de julio de 1783 es tema bien documentado por prestigiosos historiadores y abordado en numerosas obras. Pero es a partir de la real unificación de Estados Unidos como nación, tras su cruenta guerra civil, bajo el inspirado mandato del gran Abraham Lincoln, que se marca una nueva etapa en tales aspiraciones, en la nación que iniciará su tránsito, en las últimas décadas del siglo XIX, a su fase imperialista, proceso genialmente abordado por Karl Marx en su obra cumbre "El Capital" y por Vladimir Ilich Lenin, en "El imperialismo, fase superior del capitalismo", en la primera década del siglo XX, fuentes de indispensable consulta.

La nación norteamericana constituyó para los cubanos, sometidos al despotismo de las autoridades españolas, un paradigma de democracia, justicia y posibilidades de desarrollo económico. Ello era inevitable y comprensible, en el contexto epocal. La principal barrera contra la que se enfrentaron los independentistas cubanos, en sus proyectos de lucha, lo constituyó la corriente de pensamiento político conocida como "anexionismo", de gran fuerza en las décadas de los 40 y 50 del siglo XIX, solo superada, pero nunca extirpada de raíz, a partir del 10 de octubre de 1868.

El llamado martiano a la unidad de todos los partidarios de la independencia, excluía a autonomistas y anexionistas, acerca de lo cual advertía con extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas culpables. Será nuestra la culpa" (46).

El derrumbe del campo socialista europeo, producto del fracaso del modelo económico en que se sustentaba, tema abordado en multiples obras por investigadores de diversas posiciones políticas, sumió a Cuba en una crisis económica de incalculables consecuencias, dada la dependencia de nuestra economía al mismo, como única alternativa de supervivencia frente al férreo bloqueo impuesto a nuestro pueblo, durante décadas. Se iniciaba el llamado "Período especial en tiempos de paz" que sometió al pueblo a las más increíbles carencias materiales, particularmente en el primer lustro de la década de los 90 del pasado siglo. Los enemigos de la Revolución Cubana batían palma por el supuestamente inevitable colapso de la misma. En tan difíciles condiciones se efectúa el IV Congreso del PCC, en octubre de 1991. Solo la heroicidad de nuestro pueblo y su confianza en la dirigencia revolucionaria, permitió resguardar nuestra soberanía e identidad nacionales. En medio de tan traumática situación, Fidel Castro valoraba como…"…antes eran las luchas por los destinos de nuestro pueblo, aunque ya eran en parte también las luchas por los destinos de América, sobre todo cuando Martí escribió en su última carta que todo lo que había hecho y haría era para impedir a tiempo con la independencia de Cuba que los Estados Unidos se extendieran como una fuerza más sobre los pueblos de América. Ya la prédica y el pensamiento martiano tenían un alto contenido universal, un alto contenido internacionalista y se proclamaba la lucha por la independencia de Cuba y de Puerto Rico –que todavía está allí en manos de los yankis–, un país que no tiene ni derecho a invitar a un visitante. Ya Martí se preocupaba por toda la América, ya Martí continuaba los sueños de Bolívar, ya Martí pensaba en la unidad latinoamericana y en la independencia de América Latina frente al coloso del Norte, el monstruo en cuyas entrañas vivió. Hoy nos corresponde a nosotros una responsabilidad universal. Somos el único país socialista en medio del occidente, de todo el occidente y de una parte del oriente, el único. Y qué odio nos tienen algunos por la capacidad de nuestro pueblo, de nuestra patria de aceptar ese desafío y de mantener en alto sus banderas y su disposición a defender esas banderas; como hemos dicho otras veces, las más justas y las más humanas que han existido en la historia de la humanidad" (47).

Algo más de un siglo antes, el Maestro escribía en su artículo "Vindicación de Cuba", publicado en inglés en el diario "The Evening Post", de New York, el 2 de marzo de 1889, que…"…ningún cubano honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por el desdichado conocimiento de la historia y tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados Unidos. Pero los que han peleado en la guerra, y han aprendido en los destierros, los que han levantado, con el trabajo de las manos y la mente, un hogar virtuoso en el corazón de un pueblo hostil, lo que por su mérito reconocido, como científicos y comerciantes, como empresarios e ingenieros, como abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como hombres de actividad viva y actividad poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar sus cualidades y justicia para entenderlos; los que con sus elementos menos preparados, fundaron una ciudad de trabajadores donde los Estados Unidos no tenían antes más que unas cuantas casuchas en un islote desierto; esos, más numerosos que los otros, no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos. No la necesitan. Admiran esta nación, la más grande de cuantas erigió jamás la libertad; pero desconfían de los elementos funestos, que como gusanos en la sangre, han comenzado en esta república portentosa su obra de destrucción…Amamos a la patria de Lincoln tanto como tememos a la patria de Cutting" (48).

El rico legado del pensamiento progresista cubano del siglo XIX, forjador de nuestra identidad cultural y nacional, se erigió en su decursar histórico, sobre los pilares fundamentales de la eticidad y la educación, como derecho de todo el pueblo. Personalidades como José Agustín Caballero y Rodríguez (1762-1833); Félix Varela y Morales (1788-1853); José de la Luz y Caballero (1800-1862) y el propio José Martí y Pérez (1853-1895), van a descollar entre ellos. En el tránsito entre las dos centurias se reconoce la influencia de la labor pedagógica de María Luisa Dolz y Arango (1854-1928), y Enrique José Varona (1849- 1933). Ya en la primera mitad del siglo XX desempeñan un papel significativo en la conformación de nuestro ideario educativo: Julio Antonio Mella (1903-1929), Arturo Montori (1878-1932) Rubén Martínez Villena (1899-1934) y Antonio Guiteras (1906-1935). No podemos obviar la trascendencia y aportes a ese pensamiento ético-pedagógico y político, ya avanzado el propio siglo, de figuras como: Alfredo Miguel Aguayo (1866-1948), Medardo Vitier (1886-1960), Juan Marinello Vidaurreta (1898-1977) y Raúl Roa García (1907-1982). Todo ellos ligados de una u otra forma a la labor pedagógica en su sentido más amplio, ya fuese como maestros y profesores, como promotores de la educación popular o con su propio ejemplo personal y ejecutoria política e intelectual, transformados en paradigmáticos educadores sociales.

Al momento de valorar el inapreciable legado del pensamiento progresista cubano a la Ideología de la Revolución Cubana es imposible obviar sus componentes esenciales: su defensa, bajo cualquier circunstancia o coyuntura histórica, de nuestra identidad cultural y nacional; una profunda vocación ético-política; su hacer pedagógico, que concede el pleno derecho del pueblo al acceso a la educación y la cultura; un antiimperialismo militante, sin odios ni chovinismos; sus aportes a una filosofía nacional; su autoctonía, siempre abierta al ideario universal, pero adaptada a nuestras peculiaridades; su laicismo, basado en el respeto a todas las creencias; la utilización de la prensa, con especial énfasis en la escrita, como instrumento de lucha ideológica; su solidaridad con otros pueblos; su vocación de paz, así como su irrestricto apego a la dignidad plena del hombre, basado en el repudio a todo tipo de discriminación por motivo de raza, género o pensamiento.

Todo ideario educativo es condición implícita de compromiso político, adherencia a unos u otros intereses clasistas y portador de una sólida fundamentación filosófica y ético-humanista, como enseña el propio desarrollo del saber universal y la experiencia de las más significativas revoluciones sociales, con sus peculiares objetivos, métodos, estilos y utopías.

Reconocemos como ideario educativo progresista cubano al conjunto de criterios, concepciones, valoraciones, juicios y teorías acerca de para qué y a quién, qué, cómo, dónde, cuándo y con qué educar, expuestos por destacadas personalidades, en las esferas de la educación, la política y la cultura, en diferentes contextos y épocas del decursar histórico de nuestra sociedad, acorde a los intereses de las clases y sectores progresistas y a las instituciones, organizaciones y partidos políticos que los representan y que se expresan en las esferas económica, política, social e ideo-cultural, con el rol protagónico, pero no exclusivo de la escuela y el maestro y con la finalidad de la formación del hombre integral, creador, reflexivo, solidario y virtuoso (49).

En la personalidad de José Martí, tanto en su vida, obra, como pensamiento, confluye lo más notable y avanzado de las ideas progresistas cubanas del siglo XIX, cuyos aportes le otorgan su actual vigencia. Privilegió, en su multifacético quehacer intelectual, toda una época, lo que le valió, unido a su inapreciable labor por la definitiva independencia, el honroso título de Maestro. Logró aunar voluntades y borrar recelos y prejuicios, entre los veteranos gloriosos del 68 y los "pinos nuevos", que exigían su trinchera de combate en la futura gesta armada, al igual que entre los patriotas radicados en Cuba y la emigración revolucionaria. Nunca antes, como en ese entonces, la simiente de las tradiciones pedagógicas se hizo más necesaria para la formación de una conciencia nacional.

Siempre estuvo presente en el ideario martiano, el papel insustituible de la actividad educativa, como premisa de la aspiración independentista. De ahí sus reflexiones, en prosa de incontrastable belleza, sobre los que él denominara, con toda justicia, los Padres Fundadores. No hubo aspecto esencial del ideario pedagógico cubano, cimiento y forja de nuestra identidad cultural y nacional, que no fuese abordado por él, con creatividad y hondura. Para el Apóstol crear la escuela nueva es…"…sustituir al espíritu literario de la educación con el espíritu científico…" (50), lo que extendía a las propias universidades, dado que…"…al mundo nuevo corresponde universidad nueva…"…ya que…"…es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época…"…pues…"…en tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica" (51).

¿En qué se fundamenta la aspiración martiana acerca de la más idónea formación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para él estaba fuera de toda duda de que…"…el niño desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez y debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres y debe ser un hombre honrado" (52). De lo que se infiere cómo la ética educativa martiana, continuadora de una tradición pedagógica fraguada en la práctica escolar y en el pensamiento de altos vuelos de sus predecesores, se nutre de la sabia solidez del componente patriótico. Para quien patria es humanidad, ésta y la educación marchan juntas y juntas deben afrontar logros, riesgos y vicisitudes. En los marcos de esa concepción educativa…"…sólo un pueblo de hombres educados será un pueblo de hombres libres…"…pues…"… la educación es el único medio de salvarse de la esclavitud" (53).

Para aspirar a ese ciudadano cívicamente idóneo, surge la imperiosa obligación de vincular, como componentes esenciales del proceso educativo, al estudio y el trabajo, apreciados desde su carácter instructivo-formativo. Para Martí, la práctica laboral es pilar para situar al hombre en la realidad de su mundo, basado en el hecho de que…"… quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear" (54), por lo que resulta perentorio de que…"…detrás de cada escuela, un taller agrícola a la lluvia y el viento, donde cada estudiante siembre un árbol" (55).

Objetivo privilegiado en el ideario martiano lo constituye el carácter necesariamente popular de la educación, a la que todo el pueblo tenga legítimo acceso, así como el vínculo indisoluble, con el respeto a sus particulares identidades, entre lo instructivo y lo educativo, dado que…"… la instrucción no es lo mismo que educación; aquella se refiere al pensamiento y ésta a los sentimientos" (56).

Para el Maestro, educar es…"…depositar en cada hombre toda la vida humana que le ha antecedido, de hacer de cada hombre, resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive" (57). Época y contexto que le permita reflexionar y actuar con previsión atinada, sobre el mundo y sus problemáticas, lo que obliga al hombre a ubicarse…"…a nivel de su tiempo para que flote sobre él…y no dejarlo debajo de su tiempo…"…lo que significa…"…preparar al hombre para la vida" (58).

Resulta igualmente interesante comprobar las singulares coincidencias de José Martí y Fidel Castro, respecto al papel trascendental de la cultura y la educación como garantes de una real independencia y soberanía. Si para el primero educar es preparar al hombre para la vida, como individualidad y como ser social, para el segundo…"…el trabajo de la educación es quizás la cosa más importante que debe hacer el país"(59).

Si para Martí…"….ser cultos es la única forma de ser libres"… para Fidel Castro es válido soñar…"…con un mundo que no esté regido por una falsa monocultura, sino un mundo donde subsistan y se desarrollen todas las culturas" (60).

Por otra parte, la proyección martiana hacia una educación con estrechos vínculos entre pluma y azada, aula y taller, revive en la Cuba revolucionaria, en las múltiples formas propiciatorias del componente laboral en los diferentes niveles de enseñanza, que tiene en Fidel Castro a su principal promotor. Si para el Apóstol…"… hombres recogerá quien siembre escuelas" (61), para Fidel Castro…"…la Revolución le ha dado una importancia extraordinaria y especial a la formación de maestros y profesores…"…dado que…"…le presta más atención a la formación de esos cuadros educacionales que a ninguna otra cosa porque la Revolución considera que en la base de todo, de todo el esfuerzo revolucionario, ha de estar la educación, y que la función más importante de la Revolución es educar y que el trabajo más hermoso y más útil que puede desempeñar cualquier ciudadano en nuestro país es enseñar. Por eso la Revolución eleva el papel del maestro, la función del maestro" (62)

Y que 20 años más tarde reiteraría en el acto de graduación del Destacamento Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech" al valorar que…"…el educador no debe sentirse nunca satisfecho de sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio…tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura…ser maestro significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la vida…el maestro está obligado ante todo a plantearse altos requerimientos morales " (63).

El 22 de diciembre de 1961 al intervenir en concentración masiva en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana, con motivo de celebrarse la culminación de la Campaña Nacional de Alfabetización, Fidel Castro valoraba como…"… cuando se dijo que Cuba iba a liquidar el analfabetismo en el solo término de un año, aquello parecía una afirmación temeraria, aquello parecía un imposible. Nuestros enemigos posiblemente se burlaron de aquella promesa, posiblemente se rieron de aquella meta que nuestro pueblo se trazara. Parecía imposible, porque era realmente difícil cumplir en tan breve espacio de tiempo un cometido semejante. ¡Y es verdad! Aquella habría sido una tarea imposible, pero habría sido una tarea imposible para un pueblo que viviera bajo la opresión, habría sido una tarea imposible para cualquier pueblo del mundo, excepto que esa tarea se la hubiese planteado un pueblo en revolución. Solo un pueblo en revolución habría sido capaz de desplegar el esfuerzo y la energía necesarios para llevar adelante tan gigantesco propósito. No pensamos que Cuba habría sido el único pueblo del mundo capaz. ¡No! Por muy alto y elevado concepto que todos tenemos de nuestro pueblo, para nosotros todos los pueblos de cualquier rincón del mundo son, antes que nada, pueblo; y pueblo quiere decir energía, pueblo quiere decir valor, pueblo quiere decir espíritu de lucha, pueblo quiere decir inteligencia, pueblo quiere decir historia. Hace cuatro años nuestro pueblo no habría podido llevar adelante esa tarea; hace cuatro años nuestro pueblo era considerado, en todos los rincones del mundo, como un pueblo oprimido, como un pueblo dependiente, como un pueblo avasallado por el imperialismo; hace cuatro años solamente, es posible que muy pocos habrían considerado a nuestro pueblo capaz de realizar una obra semejante; hace cuatro años es posible que se hubiese juzgado a nuestro pueblo de incapaz. Y los que así hubiesen juzgado a nuestro país y a nuestro pueblo, se habrían equivocado rotundamente. Por eso nosotros creemos, y el mérito más grande que tienen los éxitos del pueblo cuando es que viene a demostrar, precisamente, que cualquier pueblo del mundo cuando rompe las cadenas que lo atan a la esclavitud, cuando rompe las cadenas que lo atan a la explotación, cuando rompe las cadenas que lo atan al coloniaje, al vasallaje, a la dependencia y al imperialismo, es capaz de realizar las más inconcebibles proezas (64).

Tanto Martí como Fidel Castro, resumen en su pensamiento, el legado educativo de su tiempo, que proclama la concepción de que la educación tiene que ser necesariamente una tarea vinculada a la acción movilizativa de todo el pueblo, ajena a toda tendencia elitista, derecho y aporte de todos, impregnada y transmisora de virtudes, deber y derecho, nunca mera instrucción sino difusora de lo mejor de la cultura, abierta al saber universal, pero previsora en su aplicación, a las peculiaridades, intereses y necesidades de la nación en cada contexto histórico.

¿En qué se fundamenta la aspiración martiana acerca de la más idónea formación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para él estaba fuera de toda duda de que…"… la educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas. Sea la gratitud del pueblo que se educa el árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los hombres que hoy les hacen tanto bien. Hombres recogerá quien siembre escuelas." (65). De lo que se infiere cómo la ética educativa martiana, continuadora de una tradición pedagógica fraguada en la práctica escolar y en el pensamiento de altos vuelos de sus predecesores, se nutre de la sabia solidez del componente patriótico.

El 17 de noviembre del 2005 Fidel Castro planteaba al respecto como…"…uno, incluso, entrega la vida por una noble idea, por un principio ético, por un sentido de la dignidad y el honor, aun antes de ser revolucionario, y también decenas de millones de hombres murieron en los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial y en otras guerras, enamorados casi de un símbolo, de una bandera que la encontraron bella, un himno que escucharon emocionante, como lo fue La Marsellesa en su época revolucionaria, y después himno del imperio colonial francés. En nombre de ese imperio colonial y de los repartos del mundo murieron en masa en las trincheras, en la Primera Guerra Mundial, millones de franceses. Si el hombre es capaz de morir, el único ser que es consciente de entregar la vida voluntariamente, no lucha por instintos, como hay tantos animales que luchan por instinto…Pero el ser humano es el único capaz, conscientemente, de pasar por encima de todos los instintos. El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a través de los instintos, el instinto de supervivencia es uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por otro lado la conciencia lo puede conducir a los más grandes actos de heroísmo…Nadie siguió la Revolución por culto a nadie o por simpatías personales de nadie. Cuando un pueblo llega a la misma disposición de sacrificio que cualquiera de aquellos que con lealtad y sinceridad traten de dirigirlos y traten de conducirlos hacia un destino, eso solo es posible a través de principios, a través de ideas (66).

Tanto Martí como Fidel, su más fiel discípulo, se constituyeron en sus épocas respectivas, en soldados de las ideas más progresistas de su tiempo. Las mismas se constituyeron en el principal baluarte y garante de las aspiraciones, intereses y necesidades del pueblo cubano a lo largo de su historia. Ello es posible por haber sido síntesis y herederos de un valioso legado de pensamiento, conservado y renovado, en el decursar de heroica lucha de nuestro pueblo, su principal protagonista.

Los afanes expansionistas, anexionistas y hegemónicos de gran potencia, revestidos con el ropaje de paradigma de libertades y exportadores de democracia, que siempre desempeñaron los sucesivos gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica, con respecto a Cuba y su justo derecho a la independencia primero y la plena soberanía después, siempre han pendido como Espada de Damocles, sobre el pueblo cubano. No es objetivo de este trabajo redundar sobre hechos históricos, prolijamente abordados por prestigiosos investigadores, en diferentes épocas, con una documentación irrebatible (67).

En tal contexto, no es de extrañar que encontremos como uno de los rasgos del pensamiento progresista cubano, forjado en el decursar de los siglos XIX y XX, un ideario antiimperialista, significado siempre por la diferenciación, en tales sentimientos, entre el respeto al pueblo norteamericano, al que nos unen estrechos lazos culturales y de amistad, y el sistema imperante en la vecina nación, particularmente en su tránsito desde fines del siglo, a su fase imperialista.

Para José Martí, quien residió en su forzoso exilio en Estados Unidos, desde 1880 hasta su arribo a Cuba, en abril de 1895, para potenciar la lucha independentista, reiniciada el 24 de febrero del propio año, este proceso no le pasó inadvertido, criterios que recogió en múltiples escritos y discursos. En artículo publicado en el periódico Patria, valoraba como…"…el Norte ha sido injusto y codicioso: ha pensado más en asegurar a unos pocos la fortuna que en crear un pueblo para el bien de todos; ha mudado a la tierra nueva americana los odios todos y todos los problemas de las antiguas monarquías…En el Norte no hay emporio ni raíz. En el Norte se agravan los problemas y no existen la caridad y el patriotismo que los pudieran resolver…El Norte se cierra y está lleno de odios. Del Norte hay que ir saliendo. Hoy más que nunca cuando empieza a cerrarse este asilo inseguro, es indispensable conquistar la patria…" (68).

Antonio Maceo, de quien el Apóstol afirmase, que <<tiene tanta fuerza en la mente como el brazo>>, escribe al coronel Federico Pérez como…"…de España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todos debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso" (69).

Si alguien aún dudase del sentimiento antimperialista en el ideario martiano valga reproducir el siguiente fragmento, ya antológico, de su carta inconclusa a Manuel Mercado, escrita el 18 de mayo de 1895, en los campos de Cuba, a escasas horas de su caída en combate en Dos Ríos, no sin razón considerada su testamento político, cuando afirma como…"…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por Las Antillas los Estados Unidos, y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin…"…y declara de forma rotunda que ha sido siempre su propósito el…"…impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia…Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David" (70).

Para el Maestro era de vital importancia, en aras del logro de la independencia, desvirtuar con sólidos argumentos la corriente política del anexionismo, abrazada por buena parte de la influyente clase de hacendados esclavistas criollos, que pensaban mayoritariamente en la salvaguarda de sus propios intereses económicos y enajenantes privilegios. Tal tendencia existió con mayor o menos fuerza, durante todo el siglo XIX, particularmente en las décadas anteriores a la Guerra de Secesión norteamericana, motivada por el temor siempre presente en los más importantes propietarios esclavistas, a una revolución de los negros, como ocurriese en Haití, en las postrimerías del siglo XVIII. Aún en la década de los 80 y primera mitad de los noventa del siglo XIX, en que Martí desplegaba su febril actividad en la organización de la Guerra Necesaria, en pos de la unidad de los revolucionarios cubanos, enfrentando recelos, consensuando criterios dispares en cuanto a cómo encauzar la acción armada, recaudando fondos imprescindibles, esclareciendo recelos generacionales, aún el anexionismo existía solapado, ahora fortalecido por el autonomismo, que aún confiaba en migajas políticas de la metrópoli colonial. La firma del Pacto del Zanjón en febrero de 1878, que dio fin sin soluciones a la primera gesta independentista, sembró frustraciones, siempre propicias a las deserciones.

El Apóstol, partícipe de la Primera Conferencia Panamericana y testigo excepcional de sus inquietantes resultados, atentatorios a la futura soberanía de su patria, le conminan a escribir a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el 14 de diciembre de 1889, que …"…sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría" (71).

El 22 de septiembre de 1894 escribe en su artículo "Las guerras civiles en Sudamérica":

"En relación estricta a sus diversos antecedentes, los países de Nuestra América ascienden a la libertad segura y generosa en la misma proporción en que los Estados Unidos descienden de ella; que las revueltas, siempre exageradas por censores ignorantes, de los pueblos hispanoamericanos son el procedimiento forzoso de ajuste, igual en el mismo grado de desarrollo en todos los pueblos del Orbe, entre las comarcas aisladas y rivales de las repúblicas nacientes y las reformas decisivas a que se opone, primero, la teocracia arraigada en las masas indias y el núcleo soberbio de la clase principal, y luego la vehemencia de los reformadores, inevitable ante la resistencia astuta y sorda, y el hábito fatalmente nacido en los vaivenes de la lucha, de proveer a la vida con los frutos del gobierno. De nuestra sociología se sabe poco, y de sus leyes tan precisas como esta obra: los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos" (72).

Es fácil discernir que el antiimperialismo en el ideario de Fidel Castro se va forjando en la sabia validación que solo concede la práctica revolucionaria, y que se inicia progresivamente a partir su ingreso a la Universidad de La Habana, como estudiante de Derecho, en 1945. Como el mismo expresase en su discurso, en el Aula Magna del alto centro de estudios, el 4 de septiembre de 1995, al conmemorarse el 50 aniversario del inicio de su lucha revolucionaria…"…es posible que los padres de muchos de ustedes no hubieran nacido todavía hace 50 años, de modo que estoy reunido-se puede decir-con los nietos de aquella generación que ingresó en la Universidad de La Habana en el año 1945. Ni siquiera una imaginación fértil podría haber concebido algo así. Fue un privilegio ingresar en esta Universidad también, sin duda, porque aprendí mucho, y porque aquí quizás las mejores cosas de mi vida, porque aquí descubrí las mejores ideas de nuestra época y de nuestros tiempos, porque aquí me hice revolucionario, porque aquí me hice martiano y porque aquí me hice socialista….Por eso fui primero socialista utópico, aunque también gracias a mis primeros contactos con la literatura política, aquí en la Universidad y en la Escuela de Derecho, me convertía al marxismo-leninismo" (73).

No obstante este valora el clima político entonces existente en la Universidad de La Habana, entonces dominada por los grupos gansteriles, conocidos como "bonche universitario", mantenidos por el gobierno de Ramón Grau San Martín (1944-1948), que a punta de pistola y de la violencia, imponían el terror entre estudiantes y profesores. Según rememora Fidel Castro…"…cuando llego a la Universidad con mi ignorancia, para los comunistas era un personaje extraño, porque decían <<Éste, hijo de un terrateniente y graduado del Colegio de Belén, debe ser la cosa más reaccionaria del mundo>>. Algo casi que asustaba era yo para los pocos compañeros comunistas que había en la Universidad. Había pocos, muy buenos, muy luchadores, muy activos, pero tenían que luchar en condiciones desfavorables…Ya empezaba a volverse contra ellos la represión, porque unido a la guerra fría empieza la represión contra los comunistas, empiezan a marginarlos, toda la campaña, toda la propaganda, una campaña y una propaganda feroces en todos los medios de divulgación masiva….El sentimiento antiimperialista se había debilitado mucho y en nuestra Universidad, que en tiempos fue el baluarte del antiimperialismo- desde la época de (Julio Antonio. N. del A.) Mella y desde la época de (Rubén Martínez. N. del A.) Villena, desde la época del Directorio (Revolucionario. N. del A.), en la etapa de la lucha contra Batista (se refiere a su primer mandato de 1940-1944. N. del A.)- ya ese sentimiento antimperialista había desaparecido, fui testigo de ello…"(74).

Evidentemente que ese sentimiento antimperialista en el líder cubano, trasunta la influenza martiana. No es un antiimperialismo chovinista ni de odio contra el pueblo norteamericano y lo mejor de su cultura, sino contra el sistema impuesto por la oligarquía dominante en ese país, cuyo surgimiento, el Apóstol percibió premonitoriamente.

Como expresa tempranamente Martí, en su crónica al periódico "La Nación", fechada en New York el 2 de septiembre de 1889…"…jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso,, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menor poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad que ha llegado para la América Española la hora de declarar su segunda independencia (75).

Para valorar más adelante como…"…de raíz hay que ver a los pueblos que llevan sus raíces donde no se las ve, para no tener a maravilla estas mudanzas en apariencia súbitas, y esta cohabitación de las virtudes eminentes y las dotes rapaces. No fue nunca la de Norteamérica, ni aun en los descuido generosos de la juventud, aquella libertad humana y comunicativa, que echa a los pueblos, por sobre montes de nieve, a redimir a un pueblo hermano, o los induce a morir en haces, sonriendo bajo la cuchilla, hasta que la especie se pueda guiar por los caminos de la redención co la luz de la hecatombe. Del holandés mercader. Del alemán egoísta y del inglés dominador se amasó con la levadura del ayuntamiento señorial, el pueblo que no vio crimen en dejar a una masa de hombres, so pretexto de la ignorancia en que la mantenían, bajo la esclavitud de los que se resistían a ser esclavos" (76).

A lo largo del siglo XIX cubano coexistieron, alternándose en espacio político y prioridad ideológica, diversas corrientes de pensamiento con un definido fundamento económico, directamente vinculado a los intereses de clase: reformismo, anexionismo, independentismo y autonomismo. Los llamados criollos ricos, en tránsito a la cubanía, según la coyuntura epocal, marcaban la brújula de las primacías o postergaciones en la supremacía de una u otra. Este complejo entramado, en la singular batalla de ideas, les permitió a Martí y Fidel, cada cual ubicado en su contexto histórico, económico, político y socio-cultural concretos, en que decursaba su actividad revolucionaria, avizorar como singulares personalidades, el camino más acertado, adoptando posiciones y defendiendo principios.

Tal como valoraba Fidel Castro, en el acto de conmemoración del 100 aniversario del inicio de la lucha independentista, el 10 de octubre de 1968…."… en aquellos primeros años del siglo pasado, en la primera mitad del siglo pasado, las ideas que los sectores con más cultura de la población, los sectores capaces de elaborar algunas formulaciones políticas, las ideas enarboladas por ellos no eran precisamente la idea de la independencia de Cuba. Por aquellos tiempos se discutía fundamentalmente el problema de la esclavitud. Y los terratenientes, los ricos, la oligarquía que dominaba en nuestro país, bien española o bien cubana, estaba poseída de un enorme temor a la abolición de la esclavitud; es decir que sus intereses como propietarios, sus intereses como clase, y pensando exclusivamente en función de esos intereses, la conducía a pensar en la solución de la anexión a Estados Unidos de Norteamérica. Así surgió una de las primeras corrientes políticas, que se dio en llamar la corriente anexionista. Y esa corriente tenía un fundamento de carácter económico: era el pensamiento de una clase que consideraba el aseguramiento de esa institución oprobiosa de la esclavitud por la vía de anexionarse a Estados Unidos, donde un grupo numeroso de Estados mantenía la misma institución. Y como ya se suscitaban las contradicciones entre los estados del sur y del norte por el problema de la esclavitud, los políticos esclavistas del sur de Estados Unidos alentaron también la idea de la anexión a Cuba, con el propósito de contar con un Estado más que ayudase a garantizar su mayoría en el seno de Estados Unidos, su mayoría parlamentaria"(77).

Para recalcar posteriormente como a mediados del siglo XIX…"…y entre los sectores que ostentaban la riqueza de origen criollo, había un factor que los dividía profundamente. Los españoles lógicamente estaban contra las reformas y, aún más, contra la independencia. Pero muchos criollos ricos estaban también contra la idea de la independencia, puesto que los separaba de las ideas más radicales el problema de la esclavitud. Por lo que puede decirse que el problema de la esclavitud fue una cuestión fundamental que dividía profundamente a los elementos más radicales, más progresistas, de los criollos ricos, de aquellos elementos que, calificándose también de criollos —todavía no se hablaba propiamente de cubanos— se preocupaban por encima de todo de sus intereses económicos, como es lógico; se preocupaban por encima de todo por mantener la institución de la esclavitud. Y de ahí que apoyaran el anexionismo primero, el reformismo luego, y cualquier cosa menos la idea de la independencia y la idea de la conquista de los derechos por la vía de la lucha armada" (78).

Casi 40 años más tarde, el máximo líder de la Revolución Cubana, valora como…"…la historia de Cuba en los últimos 140 años es la de la lucha por preservar la identidad e independencia nacionales y la historia de la evolución del imperio de Estados Unidos, su constante pretensión de apropiarse de Cuba y los horrendos métodos que hoy utiliza para mantener el dominio del mundo…La <<doctrina de la fruta madura>> fue formulada en 1823 por John Quincy Adams, Secretario de Estado y más tarde Presidente. Estados Unidos lograría, por ley de gravitación política, apoderarse de nuestro país al romperse la subordinación colonial a España. Bajo el pretexto de la voladura del Maine-suceso que está todavía por desentrañar, aprovechado para desatar la guerra contra España, como el incidente del Golfo de Tonkin, hecho que en cambio fue probadamente prefabricado a los efectos de atacar a Vietnam del Norte- el presidente William McKinley firmó la Resolución Conjunta del 20 de abril de 1898, la cual declaraba <<que el pueblo de la isla Cuba es y derecho debe ser libre e independiente>….La Resolución Conjunta autorizó al Presidente el uso de la fuerza para eliminar el gobierno español en Cuba" (79).

La imposición de la Enmienda Platt y la no concretada soberanía cubana sobre Isla de Pinos como apéndice obligatorio a la Constitución de 1901, resultó una afrenta a todo ciudadano digno y se mantuvo como tal hasta su derogación en 1934, en realidad cuando ya no hacía falta, pues nuestra supuesta independencia, era mera fórmula teórica. Los políticos de entonces, ya en usufructo del poder, salvo muy honrosas excepciones, respondían a los intereses foráneos, con una mente colonizada y dependiente, pero siempre presente como estigma para la soberanía nacional, por la que lucharon Martí y tantos otros, durante más de dos centurias. Aún hoy la presencia de la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo nos lo recuerda. Cuba resultó el primer experimento neocolonial de la gran potencia en tierras de América.

Como reflexiona Fidel Castro…"…lo peor de la Enmienda Platt fue la hipocresía, el engaño, el maquiavelismo y el cinismo con que elaboraron el plan para apoderarse de Cuba, al extremo de proclamar públicamente los mismos argumentos de John Quincy Adams, en 1823, sobre la manzana que caería por gravedad. Esta manzana finalmente cayó, pero estaba podrida, como previeron muchos pensadores cubanos durante casi medio siglo, desde José Martí en la década de 1889 hasta Julio Antonio Mella, asesinado en enero de 1029. Nadie podría describir mejor lo que significaba para Cuba la Enmienda Platt que el propio Leonard Wood (al frente de las tropas de ocupación interventoras, entonces. N. del A.), en dos fragmentos de la carta confidencial, fechada el 28 de octubre de 1901, a su compañero de aventura Theodore Roosvelt:

<<Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar anexión., Esto, sin embargo, requerirá algún tiempo, durante el tiempo mantenga su propio gobierno, muy de desear tenga uno conduzca progreso mejoramiento. No puede hacer ciertos tratados nuestro consentimiento, ni pedir prestado más allá límites debe mantener las condiciones sanitarias han preceptuado, por todo cual bien evidente está en absoluto nuestras manos creo hay un gobierno europeo considere momento otra cosa, sino es, una verdadera dependencia Estados Unidos, como tal acreedora nuestra consideración (…) control duda pronto convertirá posesión, breve prácticamente controlaremos comercio azúcar mundo. isla americanizará gradualmente y, debido contaremos ricas deseables posesiones haya mundo…>> " (80).

Valorar las creencias religiosas en Martí es tarea asaz compleja. Resulta necesario en primer lugar, en las particularidades de Cuba, esclarecer la primacía de una religiosidad popular "sui generis", nacida de la transculturación presente en la formación de nuestra identidad y reconocer a las propias creencias religiosas, como componente importante de nuestra cultura.

Como expresase el acucioso investigador cubano del tema, el Dr. Jorge Ramírez Calzadilla…"…sobre la religión las definiciones son muy variadas; no obstante, se puede coincidir en su carácter social, es una categoría cultural al decir de Max Weber, que consiste en primer término en un reflejo de la realidad, como lo sintetiza Marx, una forma de conciencia social, en la que, siguiendo a Francois Houtart, se representan las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza produciendo un sentido. El rasgo que la identifica y a la vez diferencia de otras formas de conciencia es la aceptación de la existencia objetiva de lo sobrenatural" (81).

Cuba cuenta como legado valioso la obra del sabio cubano Don Fernando Ortiz, en la que expuso acerca de las características de las creencias religiosas en Cuba, de profundas raíces socio culturales. Al respeto opina el Investigador Ramírez Calzadilla como…"…la complejidad, heterogeneidad y contradictoriedad que de inmediato se presentan al estudioso en el campo religioso cubano, responden principalmente a la diversidad del origen de las expresiones que lo componen, al contenido de sus ideas y representaciones, modos de organizarse y de expresar el ritual, el enfoque de la sociedad, su inserción y nivel de influencia en ella. En esto ha incido básicamente la multiplicidad cultural que caracteriza a la sociedad cubana" (82).

Tradicionalmente, hasta la propia actualidad, ha primado en el pueblo cubano, la denominada religiosidad popular, basada en la creencia en lo sobrenatural, más que la práctica sistemática u ortodoxa de uno u otro culto. En ello han desempeñado un papel relevante las diversas influencias culturales que han intervenido en el proceso de formación de nuestra identidad, cada una aportadora de sus singularidades en el campo religioso: la española, sintetizadora por si misma de muchas culturas; la heterogeneidad de las creencias de las diversas etnias africanas, implantadas en Cuba a través del criminal tráfico esclavista; las denominadas iglesias evangélicas, a partir de las estrechas interacciones culturales con el pueblo norteamericano y otras de menor influencia.

Las ideas religiosas en Martí, que se expresaban, en alusiones relativamente frecuentes en sus escritos y discursos, nos expresan sus complejas peculiaridades. Resulta evidente que en él está presente un Creador Universal, donde se expresa quizás su probada afiliación masónica, en determinada etapa de su vida y lo que pudiéramos denominar un singular panteísmo, vinculado a un peculiar deísmo, donde se percibe su juicio y obra, en la propia naturaleza. Pero lo que más caracterizan sus creencias religiosas es su profundo sentido ético, muy vinculado a sus concepciones políticas, a su laicismo militante y su rechazo a los falsos profetas manipuladores de los sentimientos de los creyentes en provecho de sus espurios intereses.

Para el Maestro…"…no hay providencia. La Providencia no es más que el resultado lógico y preciso de nuestras acciones, favorecido o estorbado por las acciones de los demás. Si aceptáramos la Providencia católica, Dios sería un atareadísimo Tenedor de Libros (83).

Concepto que reitera años más tarde cuando expresa que…"…la Providencia para los hombres no es más que el resultado de sus obras mismas; no vivimos a la merced de una fuerza extraña; el hombre inferior inteligente no puede concebir torpeza en una inteligencia superior; el justo de la tierra no comprende la injusticia en quien ha de encaminarlo y dirigirlo" (84).

" Ese Dios que regatea- valora Martí- que vende la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que manda las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las manda al cielo, ese Dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero" (85).

Todo lo anterior conduce a que para el Apóstol…"…no podemos conocer las causas de las cosas en sí mismas. Las causas no se revelan a nosotros directamente. Tenemos siempre delante la obra de la Creación, y siempre en nosotros el deseo de saber cómo obró. ¿A quién le podemos preguntar?… ¿A la fe? ¡Ay, no basta! En nombre de la fe se ha mentido mucho. Se debe tener fe en la existencia superior, conforme a nuestras soberbias agitaciones internas, en el inmenso poder creador, que consuela- en el amor, que salva y une- en la vida que empieza con la muerte. Una voz interior y natural, la primera voz que los pueblos primitivos oyeron, y el hombre siempre oye, clama por todo esto. – Pero la fe mística, la fe en la palabra cósmica de los Brahamanes, en la palabra exclusivista de los Magos, en la palabra tradicional, metafísica e inmóvil de los Sacerdotes, la fe, que enfrente del movimiento en la tierra, dice que se mueve de otra manera; la fe, que enfrente del mecánico de Valencia, lo aherroja y ciega; la fe, que condena por brujos al Marqués de Villena, a Bacon y a Galileo; la fe, que niega primero lo que se ha visto obligada a aceptar; esa fe no es un medio para llegar a la verdad, sino para oscurecerla y detenerla; no ayuda al hombre, sino que lo detiene; no le responde, sino que lo castiga; no le satisface, sino que lo irrita-. Los hombres libres tenemos ya una fe diversa. Su fe es la eterna sabiduría. Pero su medio es la prueba. Y con esta fe científica, se puede ser un excelente cristiano, un deísta amante, un perfecto espiritualista. Para creer en el cielo que nuestra alma necesita, no es necesario creer en el infierno, que nuestra razón reprueba" (86).

Para Martí las verdaderas creencias en los hombres se materializan en sus acciones de amor al prójimo, en su conducta éticamente loable. Por eso éste afirma como…"…hay hombres y hay grajos; los hombres son los que codo a codo honrado se abren paso por sí propios en el mundo, y sazonan su pan con la levadura de la vida; los que viven sin vergüenza y sin remordimiento del dinero o de la gloria ganada por sus padres, son los grajos" (87).

Respecto a Fidel Castro, aunque educado en colegios católicos y ser su madre Lina Ruz, una ferviente creyente católica, hasta su muerte, poco después del triunfo de la Revolución cubana, ya desde su temprana juventud asumía una posición atea, aunque de respeto, ante las creencias religiosas. Pero el ateísmo en Fidel estaba muy alejado de todo dogma antirreligioso y al igual que en Martí, la principal creencia había que buscarla en las acciones buenas de los hombres.

Como éste expresa a Frei Betto en la antológica entrevista realizada en 1985…"…yo antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano, lo voy siendo desde el bachillerato; no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí. Yo fui siempre un profundo y devoto admirador de las luchas heroicas de nuestro pueblo por su independencia en el siglo pasado. Te hablé de la Biblia, pero poda hablarte también de la historia de nuestro país, que es maravillosamente interesante desde mi punto de vista, llena de ejemplos de valor, de dignidad y de heroísmo" (88).

Los propios errores de los revolucionarios al abordar las relaciones con la religión y los creyentes resultaron maquiavélicamente aprovechados por las fuerzas más reaccionarias, que se autoproclamaron, en su dimensión universal, como abanderadas de la fe y de salvaguardas de las creencias populares. Ejemplos significativos lo fueron la Revolución Francesa, de fines del siglo XIX; la Revolución Mexicana iniciada en la primera década del siglo XX; la Revolución Rusa, de noviembre de 1917 y la República Española, en la década de los 30 del propio siglo. La propia Revolución Cubana no estuvo exenta de políticas erróneas en el tratamiento a los creyentes y las instituciones religiosas motivado por el carácter marcadamente fascista del clero católico, predominante en Cuba, al triunfo del proceso revolucionario, que asumió una actividad abiertamente contrarrevolucionaria y que culminó en la expulsión del país de los elementos del mismo vinculados a grupos directamente participantes en actividades terroristas, además de la copia de principios dogmáticos contentivos en el proclamado ateísmo científico practicado por los partidos del modelo socialista europeo, promovido por la antigua URSS. Errores felizmente superados.

Fidel Castro explica a Frei Betto, como a partir de las primeras leyes revolucionarias, en 1959 y 1960…"…se producen los primeros conflictos con la Iglesia, porque realmente estos sectores quisieron utilizar a la Iglesia de instrumento contra la Revolución. ¿Por qué pudieron intentar eso? Por una razón muy particular de Cuba, que no era la situación de Brasil, ni de Colombia, ni de México, ni del Perú, ni de muchos países latinoamericanos: es que la Iglesia en Cuba no era popular, no era Iglesia propiamente del pueblo, no era la Iglesia propiamente del pueblo, no era la Iglesia de los trabajadores, de los campesinos, de los pobladores, de los sectores humildes de la población; aquí nunca en nuestro país se había hecho la práctica- que ya en algunos países se hacía y después fue frecuente en América Latina– de sacerdotes trabajando con los pobladores, sacerdotes trabajando con los obreros y sacerdotes trabajando en el campo. En nuestro país, donde el 70% de la población era campesina, no había una sola iglesia en el campo" (89).

Para agregar posteriormente como…"…la religión en Cuba se divulgaba, se propagaba, a través de las escuelas privadas fundamentalmente, es decir, de las escuelas regidas por religiosos o religiosas…donde asistían los hijos de las familias más ricas del país, de la más rancia aristocracia, o que presumían de aristócratas, de las clases medias altas y de una parte de la clase media en general…El núcleo fundamental de la Iglesia Católica estaba integrado en nuestro país por estos sectores, y son los que tenían más vínculos con las parroquias, que estaban por lo general, en barrios de ricos. Había desde luego, algunas iglesias en áreas urbanas normales desde hacía tiempo, pero en toda nueva área hacia donde se desarrollaban los barrios residenciales de la alta burguesía, se construían excelentes iglesias, para ellos el servicio estaba garantizado. En los barrios de indigentes, en los barrios pobres, en los barrios campesinos, en los barrios obreros, ningún servicio religioso estaba garantizado…Aparte de eso una gran parte del clero era extranjero y de este una gran parte era español…muy permeado de las ideas reaccionarias, ideas de derecha, ideas nacionalistas españolas e, incluso, de las ideas franquistas. Cuando aquella gente trata de utilizar la Iglesia, como instrumento, como partido contra la Revolución, surgen los primeros conflictos con la Iglesia" (90).

Acerca de las relaciones con otras iglesias, explica el líder revolucionario a Frei Betto que…"se podía apreciar, por otro lado, una diferencia en la conducta de las Iglesias evangélicas. Yo pude apreciar, lo observé siempre, que las Iglesias evangélicas se habían propagado más bien en sectores humildes de la población, como regla, y también observaba en ellos una práctica de la religión más militante, quiero decir, observaba más disciplina en las Iglesias evangélicas, dentro de sus concepciones, dentro de sus estilos, sus métodos, su forma de hacer la oración…De modo que realmente no surgieron problemas con estos sectores. Evangélicos, al contrario, siempre fueron muy buenas y fáciles las relaciones con ellos" (91).

Las dogmáticas interpretaciones que se realizaron de las valoraciones, de los clásicos acerca de la religión, por la mayoría de los partidos comunistas y su manipulación tergiversadora por la extrema derecha centró toda una polémica acerca de la afirmación de Karl Marx, acerca de la religión como opio del pueblo, hábilmente descontextualizada de su texto original, época y marco histórico en que fueron formuladas.

Lo que realmente Karl Marx y F. Engels valoran en su obra la «Ideología Alemana» (1846) es que…"…no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida…No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia" (92).

Al respecto Karl Marx en su obra «Crítica a la filosofía del Derecho de Hegel» (1843) valora como…"…el fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión, la religión no hace al hombre. La abolición de la religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su dicha real. La exigencia de abandonar sus ilusiones sobre su situación es la exigencia de que se abandone una situación que necesita de ilusiones. La crítica de la religión es, por tanto, en embrión, la crítica del valle de lágrimas que la religión rodea de un halo de santidad. La crítica de la religión desengaña al hombre para que piense, para que actúe y modele su realidad como un hombre desengañado y que ha entrado en razón para que gire en torno a sí mismo y por tanto en torno a su sol real. La miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real y, de otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo" (93).

La comprensión socio-histórica del individuo humano lleva a Marx a concluir que la religión es la realización fantástica de la esencia humana, porque la esencia humana carece de realidad verdadera. Es decir, el elemento fundamental que determina las manifestaciones humanas en el individuo debe buscarse ante todo en las condiciones sociales en que transcurre su vida, cuya esencia existe fuera de él. La expresión fantástica de la esencia humana verdadera refleja ante todo las particularidades de la espiritualidad de una determinada cultura. Por supuesto que estas reflexiones de Marx estaban basadas en el contexto europeo y en la época que le tocó vivir.

Al respecto, Fidel Castro valora que…"…lo más lógico desde el momento en que, además, se utilizaba la religión como instrumento de dominación, era que los revolucionarios tuvieran una reacción anticlerical, e incluso antirreligiosa, y yo me explico perfectamente las circunstancias en que surgió la frase…En mi opinión, la religión desde el punto de vista político, por si misma, no es un opio o un remedio milagroso. Puede ser un opio o un maravilloso remedio en la medida en que se utilice o aplique para defender a los opresores y explotadores, o a los oprimidos y explotados" (94).

Con respecto a la importancia asumida por la Teología de la Liberación (muy significativa en las décadas 70 y 80 del pasado siglo, en América Latina) valora en la entrevista con Frei Betto como…"…si tú me dices que en las actuales condiciones de América Latina es un error poner el acento en las diferencias filosóficas con los cristianos, que como parte mayoritaria del pueblo son las víctimas masivas del sistema, poner el énfasis en ese aspecto en vez de concentrar en esfuerzo en persuadir para unir en una misma lucha a todos los que sustentan una misma aspiración de justicia, entonces yo diría que tú tienes razón; pero mucho más te diría que tienes razón, cuando se observa la toma de conciencia de los cristianos o de una parte importante de los cristianos en América Latina. Si partimos de ese hecho y condiciones concretas es absolutamente cierto y justo plantear que el movimiento revolucionario debe tener un enfoque correcto sobre la cuestión y evitar, a toda costa, una retórica doctrinal, que choque con los sentimientos religiosos de la población, incluso de trabajadores, campesinos y capas medias, que solo serviría para ayudar al propio sistema de explotación…Creo que la enorme importancia histórica de lo que tú señalas como la Teología de la Liberación, o la Iglesia de la Liberación- como la quieras llamar- es precisamente su profunda repercusión en las concepciones políticas de los creyentes. Y diría algo más: el reencuentro que significa de los creyentes de hoy con los creyentes de ayer, de aquel ayer lejano, de los primeros siglos, después que surge el cristianismo, después de Cristo. Yo podría definir a la Iglesia de la Liberación o la Teología de la Liberación, como un reencuentro del cristianismo con sus raíces, con su historia más hermosa, más atractiva, más heroica y más gloriosa- eso lo puedo decir- de tal magnitud que ello obliga a toda la izquierda en América Latina a tener eso en cuenta como uno de los acontecimientos más fundamentales de los que han ocurrido en nuestra época" (95).

Muy cercano a esa visión de un Cristo renovado, cercano a los pobres y oprimidos, explotados y discriminados, revela José Martí en su escrito "Hombre del campo" cuando expresa como…"…fue un hombre sumamente pobre que quería que los hombres se quisiesen entre sí, que el que tuviera ayudara al que no tuviera, que los hijos respetasen a los padres, siempre que los padres cuidasen de los hijos; que cada uno trabajase, porque nadie tiene derecho a lo que no trabaja; que se hiciese bien a todo el mundo y no se quisiera mal a nadie. Cristo estaba lleno de amor para los hombres. Y como él venía a decir a los esclavos que no debían ser más que esclavos de Dios y como los pueblos le tomaron un gran cariño, y por donde iba diciendo esas cosas se iban tras él, los déspotas que gobernaban entonces, le tuvieron miedo y lo hicieron morir en una cruz (96).

"No hay cetro mejor que un buen periódico"

La prensa escrita se convirtió en un instrumento de divulgación del ideario progresista cubano durante más de dos centurias, así como el ejercicio del periodismo la profesión que complementaba la fructífera actividad de destacadas personalidades, que de una u otra forma aportaron a la formación y enriquecimiento de nuestra identidad cultural y nacional. José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Martí, Juan Gualberto Gómez, Carlos Baliño, Julio A. Mella y muchos otros, incluyendo al propio Fidel Castro, utilizaron la prensa escrita para transmitir su pensamiento. Ya en el decursar del siglo XX e inicios del XX se suman a esta otros medios de difusión masiva, desde la radio, la televisión y por supuesto, la informática.

El propio José Martí, quien ejerció el periodismo con singular prodigalidad, como una importante actividad en su multifacético quehacer revolucionario, nos legó las siguientes valoraciones acerca del papel de la prensa, dada su finalidad…"…de decir lo que a todos conviene y no dejar nada que a alguien pueda convenir. Que todos encuentren en el diario lo que pueden necesitar saber. Y decirlo con un lenguaje especial para cada especie, escribiendo en todos los géneros, menos en el fastidioso de Babeauf, desdeñando lo inútil y atendiendo siempre lo útil elegantemente……El periódico ha de estar siempre como los correos antiguos, la fusta en la mano y la espuela en el tacón…….Debe desobedecer los apetitos del bien personal, atender imparcialmente al bien público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno, valiente. En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe y los labios sin mancha que lo dictan.

José Martí, figura cimera, resumen y síntesis del pensamiento progresista cubano en el siglo XIX, y que trasciende a la actualidad por la vigencia de un ideario fundacional de la Ideología de la Revolución Cubana, se destacó en su fecunda trayectoria revolucionaria, por su intensa y sistemática labor periodística y su definida concepción del papel a desempeñar por la prensa escrita como medio de divulgación ideológica.

En fecha tan temprana como el 19 de enero de 1869, publica en colaboración con su amigo Fermín Valdés Domínguez, un diario estudiantil titulado "El Diablo Cojuelo", en el que, con lenguaje mordaz, se burla de las autoridades españolas. Aunque sin firma, todas las evidencias apuntan que Martí, su redactor principal. Contaba entonces tan sólo 16 años. Habían transcurrido apenas unos días, cuando aparece el 23 del propio mes y año, "La Patria Libre", bajo la autoría del maestro y destacado intelectual patriota, Rafael María de Mendive, con la entusiasta colaboración de su alumno más cercano. En el aparece por vez primera en letra impresa el poema "Abdala". El modesto diario, que se proclama democrático y cosmopolita, sólo logra la publicación de un número, al igual que el "Diablo Cojuelo".

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