- Introducción
- "Los tiempos grandes requieren grandes sacrificios"
- "Si Europa fuera el cerebro, muestra América sería el corazón"
- "El primer deber de un hombre es pensar por sí mismo"
- "Radical no es más que eso: el que va a las raíces"
- "Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época"
- "Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos"
- "Y con esta fe científica, se puede ser un excelente cristiano"
- No hay cetro mejor que un buen periódico"
- "El pensamiento se ha de ver en las obras"
- "Dígase hombre y ya se dicen todos los derechos"
- Conclusiones
- Notas
- Bibliografía consultada
La sociedad contemporánea, en las complejas condiciones de inicios del nuevo siglo XXI, se torna en inusual escenario de un colosal enfrentamiento entre antagónicas corrientes de pensamiento, favorecidas las más dominantes por poderosos intereses económicos y políticos, imperantes en los países más desarrollados. Estas sociedades, portadoras de un sistema de valores con definidos tintes neocolonialistas resultan traspolados, como anomalías ético-políticas, a los llamados países del Tercer Mundo, en su empeño de imponer a la humanidad una cultura universal hegemonizadora y erosionadora de las identidades nacionales y con una logística ideológica de avanzadas tecnologías de la comunicación, apoyada por cuantiosos recursos financieros y propagandizadora del consumismo más irracional y desenfrenado. Los empobrecidos y saqueados países del III Mundo están conminados a la preservación, como perentoria condición de supervivencia, de su ética fundacional asentada en sus más autóctonas raíces, en ardua resistencia a la penetración de patrones y paradigmas de una pseudo cultura mercantilista, que amenaza con colapsar la propia existencia de etnias y pueblos de larga data.
En el marco de tan contradictorios intereses, concretizados por disímiles conductas y acciones, virtuosas unas, deleznables otras, debemos promover aquellas que fijan la norma conductual tipificadora de nuestra irrenunciable esencia humana. El pueblo cubano, sometido durante más de 200 años a las pretensiones anexionistas del poderoso vecino del Norte ha resistido con firmeza tales empeños, en épocas diferentes y complejas coyunturas, pero siempre con singular heroísmo. Basta remontarse a las raíces histórico-culturales de formación de nuestra identidad cultural y nacional, insertada en un proceso de transculturación, iniciado desde el acto violento de la colonización y conquista, signado por el genocidio de hombres e ideas, representaciones y símbolos, bajo los eufemísticos títulos de descubrimiento o el más engañoso de encuentro de dos culturas. Inmigraciones y nuevos asentamientos, forzados unos e impelidos otros por circunstancias económicas, socio-políticas o culturales; implantación de instituciones y costumbres foráneas; la inserción de una multidiversidad de culturas africanas, a través del bochornoso tráfico de esclavos, germen del mestizaje cultural iniciado y prolongado a través de los siglos XVI al XIX, resultaron, entre otros múltiples factores, escenario de singulares avatares, el contexto propicio a la formación de nuestra identidad, con el rol decisivo del ideario ético-político, de figuras descollantes como José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí, bajo la influencia de los movimientos y corrientes de ideario más progresistas y que se continúa en la etapa de la pseudo-república con sus logros y frustraciones, en el pensar y actuar de personalidades tales como Enrique José Varona, Carlos Baliño, Julio A. Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, entre otras muchas, hasta alcanzar con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, su más alta expresión, en el humanismo ético de Ernesto Che Guevara.
La eticidad, como fundamento clave del pensamiento cubano más progresista en las dos últimas centurias, rectorea, como su basamento esencial, otros rasgos no menos significativos, como el pensar y el hacer filosófico, pedagógico y humanista. Su profundidad, autoctonía, patriotismo y creatividad conserva su plena vigencia, como expresión de continuidad y ruptura, en las raíces más genuinas de la Ideología de la Revolución Cubana, que siempre renace, no obstante las temporales distorsiones a que se ha enfrentado, producto de erróneas interpretaciones humanas sustentadas en criterios poco felices, con su fortaleza revivificadora en las ideas del Maestro, gestor de la "Guerra necesaria", negadas a vegetar como antaño, en el mármol frío de celebraciones patrioteras y convites farisaicos de "generales y doctores", como satirizara Loveira en su antológica novela de los umbrales del pasado siglo, o como fuente de banales retóricas onomásticas y politiqueras, para retomar su propia esencia, como programa de guía y lucha en la aspiración de profundas transformaciones socio-económicas, en beneficio de las más amplias masas populares.
Resulta a todas luces evidente el reto que significa para la educación ético-ciudadana y la propia supervivencia como nación, en este nuevo siglo y milenio, el enfrentamiento de la humanidad a un mundo signado por las crecientes desigualdades, y el imperio de la unipolaridad con sus pretensiones hegemónicas. Ser ciudadanos compromete y obliga a un sentido de pertenencia patria, cultura identitaria y apropiación de convicciones y valores éticos, que trascienden el mero saldo programático o institucionalizado, tanto en el marco universal o nacional, expresado en deberes y derechos, sino ser copartícipes de una eticidad de práctica real y no meramente formal, con base en sólidos principios, fraguados en el magisterio mancomunado de familia—escuela—comunidad y sociedad, en integralidad pródiga y fecunda, como portadores de las tendencias más progresistas de una época histórico-concreta, acicate de ideales atalayadores y expresión del protagonismo popular, hacedor de utopías. Valores apreciados como la significación que posee para el hombre aquella parte de la realidad que satisface de uno u otro modo, sus necesidades, intereses y fines, tanto materiales como espirituales y que mantienen plena correspondencia con las tendencias más representativas del progreso social, en una época y contexto determinado y se objetivan en acciones, conductas individuales y sociales, conceptos, apreciaciones, juicios, criterios y razonamientos valorativos (1).
No es concebible una educación ciudadana, éticamente comprometida, sin asunción de identidad, como individuo, grupo, generación, sector o clase social a una historia común, respetada en sus raíces, así como a una cultura concebida como resultado, a la vez que premisa, de los valores creados por el hombre en la producción material y espiritual, en el decursar histórico, nutrida por el aporte generoso de diversos orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y pensamiento, tradiciones y emociones, lenguaje y creencias, rasgos psicológicos y normas conductuales. La cultura como expresión del progreso social, así como suma, logro y resultado de la práctica histórico-social, trasciende la mera acumulación de conocimientos, para ser reflejo de los intereses y necesidades humanas, clasistas y por ende ideológicas, particularmente ético-políticas y humanistas, en un contexto histórico-concreto, lo que le otorga su condición de derecho de todos los hombres a su legítimo acceso, posesión y disfrute (2).
Nuestra cultura, contentiva de un ideal educativo inspirado en el pensamiento progresista cubano, debe manifestarse como rechazo al elitismo cultural, que rebasa la mera instrucción
Portadores en su pensamiento y su obra excepcionales, de las ideas más progresistas de las centurias en que decursaron sus vidas, José Martí y Fidel Castro, marcaron hitos epocales de singular trascendencia. Al sistematizar, contextualizar y valorar sendas trayectorias revolucionarias, se manifiestan, junto a sus bien definidas personalidades, forjadas en diferentes contextos históricos y socio-económicos, peculiares convergencias en su ideario, concretizado en un quehacer transformador de la sociedad cubana, lo que nos permite percibir la presencia permanente de Martí en Fidel.
Inserto en el sistema de valores que propiciaron la construcción de nuestra identidad cultural y nacional ocupa un lugar relevante el patriotismo, propiciador de la solidaridad con otros pueblos, privilegiando la unidad e integración de Nuestra América, así como el amor y respeto, en un clima de amplia tolerancia con el pensar ajeno, a la cultura patria. Profundas raíces poseen tales valores en la tradición del pensamiento progresista cubano en el decursar de los siglos XIX y primera mitad del XX y que se consolidan en el multifacético proceso de conformación de la Ideología de la Revolución Cubana.
El proceso de formación y consolidación de valores en nuestro pueblo, en el último medio siglo, particularmente en niños y jóvenes, ha transitado por flujos y reflujos, fortalezas y debilidades, lealtades y traiciones, tabúes y dogmatismos, producto de que los mismos constituyen, en última instancia, reflejo de la realidad política, económica, social e ideo-cultural por la que ha transitado y aun transita el proceso revolucionario.
La continuidad del mismo, aun en las condiciones reales y posibles más adversas, sólo será factible, en esta compleja etapa de relevo generacional, a partir de la permanencia e incluso imprescindible profundización de una ética comprometida, concientizada y practicada sin subterfugios demagógicos, basados en la ejemplaridad personal, particularmente en aquellos que lideran estados de opinión, gozan de facultades para adoptar decisiones cruciales o cuentan con prerrogativas, constitucionalmente permisibles, que les otorgan una mayor o menor cuota de poder. La problemática a la vez que compleja por su contenido debiera resultar sencilla por su forma (tal como lo demostrará el Che en su propia conducta): con la plena correspondencia de la actuación personal con sus prédicas. Pero en la práctica, producto de diversos factores, muchos de ellos consecuencia del período especial, y otros, tanto objetivos como subjetivos, que no es nuestro propósito analizar en esta momento, la conducta de no escasas personas, afortunadamente no la mayoría, constituyen anomalías, que resulta perentorio erradicar, pues contradicen nuestra rica tradición ético-cultural y concitan el rechazo de nuestro pueblo en todos los contextos históricos, desde la colonia, la república neocolonial y la propia etapa que se inicia el 1ro de enero de 1959.
Sobran los ejemplos de la conducta heroica de nuestro pueblo y de innúmeras personalidades, en las diversas esferas de la actividad humana, fieles a los principios éticos, a lo largo de más de dos centurias, que ofrendaron en gesto magnífico, bienestar personal, honores, riquezas y hasta la propia vida, como verdaderos Quijotes morales. En tal empeño el patriotismo, como valor irrenunciable, se convierte en escudo ético que preserva nuestra propia identidad cultural y nacional y constituye el legado más preciado de las generaciones que forjaron nuestra patria, desde Félix Varela y Morales hasta Martí, de José de la Luz y Caballero hasta Varona, de Julio Antonio Mella hasta Ernesto Che Guevara.
Si bien todas las virtudes ético-patrióticas del siglo XIX se sintetizan en la vida y pensamiento de José Martí, al igual que las del siglo XX y principios del XXI, confluyen y se encuentran representadas en las ideas y actuación de Fidel Castro, no es menos cierto, que al margen de contextos diferentes y rasgos particulares de cada personalidad, Martí se halla presente en Fidel.
Como caracterizara el Apóstol, en su semblanza del patriota uruguayo Juan Carlos Gómez, existen…"… seres humanos en quienes el derecho encarna y llega a ser sencillo e invencible, como una condición física. La virtud es en ellos naturaleza, y puestos frente al sol, ni se deslumbrarían, ni se desvanecerían, por haber sido soles ellos mismos y fortalecido con su amor a la Tierra…..Aman por cuantos no aman; sufren por cuantos se olvidan de sufrir. La Humanidad no se redime sino por determinada cantidad de sufrimiento, y cuando unos la esquivan, es preciso que otros la acumulen, para que así se salven todos…" (3)
En singular coloquio epistolar entre titanes de la virtud, escribe Martí a Máximo Gómez, el dominicano insigne, acogido entonces al obligado reposo en su propia tierra natal, en Santiago de los Caballeros, el 13 de septiembre de 1892, inmerso el Maestro en su febril preparación de la Guerra Necesaria, como…"…los tiempos grandes requieren grandes sacrificios; y yo vengo confiado a pedir-a rogar- a Vd. que deje en manos de sus hijos nacientes y de su compañera abandonada la fortuna que les está levantando con rudo trabajo, para ayudar a conquistar su libertad, con riesgo de la muerte: vengo a pedirle que cambie el orgullo de su bienestar y la paz gloriosa de su descanso por los azares de la revolución, y la amargura de la vida consagrada al servicio de los hombres…" (4)
Inspirado en la visión martiana del patriotismo verdadero, Fidel Castro expresa el 4 de enero de 1959, en multitudinaria concentración popular efectuada en la ciudad de Camagüey cuan…"…dura y difícil será la empresa de los que pretendan separarnos y alejarnos a nosotros de nuestro pueblo, porque cuando no se vive más que para un solo propósito, cuando no se vive más que con una sola intención, cuando no se descansa, cuando no se duerme, cuando no hay tregua en el trabajo y en la lucha por servir honradamente una causa, no hay fuerza que pueda separar a un hombre de su pueblo Y el pueblo tendrá en nosotros eso: servidores, y no quien trate de servirse del pueblo. ¿Qué podemos nosotros pedir del pueblo más de lo que el pueblo nos ha dado? ¡Ningún poder, ninguna riqueza, ningún bienestar podrá jamás compararse con la emoción del cariño unánime de un pueblo! Esto no se sacrifica por nada ni por nadie. Solo los miserables, los que son incapaces de sentir podrían despreciar el amor despertado en un pueblo" (5)
La creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) por Martí, el 14 de abril de 1892, expresión de su tesón unitario, en medio de los arduos afanes de su ya prolongado exilio, en su propósito de crear en su patria, ya independiente de España, una república con todos y para el bien de todos, le concita a expresar sobre los recelos, intrigas y dobleces morales, de los que cuestionan su designación como Delegado, como…"…sabemos que el poder está en todos; que hemos dado a un representante activo su representación, pero que nos quedamos con su sustancia; que el representante va y viene por don donde lo vemos, y le oímos y le preguntamos, y no goza de más autoridad que la que le quisimos dar, y la que cada uno de nosotros puede proponer que se le merme o se le quite; que estamos en una obra humana de cariño, libertad y razón. Para zares no es nuestra sangre….El cubano, indómito a veces por lujo de rebeldía, es tan áspero al despotismo como cortés con la razón. Quien pretenda ensillarlo será sacudido…" (6)
Apenas a unos días del triunfo revolucionario, Fidel Castro valora, haciendo suyo tal legado, como…"…yo estoy seguro de que los cubanos no se conforman simplemente con ser libres en su patria. Yo estoy seguro de que los cubanos quieren además disfrutar de su patria. Yo estoy seguro de que quieren también participar del pan y la riqueza que se producen en su patria. ¿Cómo vamos a decir: <<esta es nuestra patria>>, si de la patria no tenemos nada? <<Mi patri>>, pero mi patria no me da nada, mi patria no me sostiene, en mi patria me muero de hambre. ¡Eso no es patria! Será patria para unos cuantos, pero no será patria para el pueblo. Patria no solo quiere decir un lugar donde uno pueda gritar, hablar y caminar sin que lo maten; patria es un lugar donde se puede vivir, patria es un lugar donde se puede trabajar y ganar el sustento honradamente y, además, ganar lo que es justo que se gane por su trabajo. Patria es el lugar donde no se explota al ciudadano, porque si explotan al ciudadano, si le quitan lo que le pertenece, si le roban lo que tiene, no es patria." (7)
Referirnos a patriotismo, en su sentido axiológico, expresa el valorar necesariamente su perentorio vínculo conceptual, asumido este como el amor concientizado al suelo natal, su historia y tradiciones, es decir, a la cultura, en su sentido más amplio (Ver introducción). Ello conlleva indefectiblemente el concebir con igual rango, el amor y respeto al pueblo al que pertenecemos, con sus virtudes a imitar y sus defectos a corregir.
Tanto en Martí como en Fidel, a lo largo de su quehacer revolucionario se expresa claramente, en discursos y escritos, su plena convicción del papel protagónico de los pueblos como reales sujetos de transformación, sin menoscabar el papel que desempeñan las personalidades, los líderes, en los procesos revolucionarios dado que, como expresa el Apóstol el 24 de enero de 1880…"…ignoran los déspotas que el pueblo, la masa dolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones; y acarician a aquella masa brillante que, por parecer inteligente, parece la influyente y directora.Y dirige, en verdad, con dirección necesaria y útil, en tanto que obedece, en tanto que se inspira en los deseos enérgicos de los que con fe ciega y confianza generosa pusieron en sus manos su destino. Pero en cuanto por propia iniciativa, desoyen la encomienda de su pueblo, y asustados de su obra, la detienen; cuando a quienes a quienes tuvo y eligió por buenos, con su pequeñez lo empequeñecen y con su vacilación lo arrastran, sacúdese el país altivo el peso de los hombros y continúa impaciente su camino, dejando atrás a los que no tuvieron suficiente valor para seguir con él…" (8).
Y que Fidel Castro reitera, en el contexto de su época, el 8 de enero de 1959, cuando afirma que…"…lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si cada uno de nosotros se iba a montar en una <<cola de pato>> (como se denominaba en Cuba a los carros de lujo. N. del A.), si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía…..Esa pregunta hay que hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo" (9).
En una de las tantas ocasiones en que expresa el líder cubano su respeto por el pueblo, éste valora como…"…hoy la historia de nuestro país se escribe en los campos de caña, en las fábricas, en los centros de estudio, en el trabajo tesonero y abnegado, y muchas veces anónimo, de miles, de decenas de miles, de cientos de miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo. La escriben los maestros que enseñan en las montañas; la escriben los médicos que salvan vidas en los lugares más apartados del país; la escriben los campesinos trabajando en los lugares más abruptos, donde no llegan apenas las más elementales comodidades de la civilización; la escriben los soldados, que en los puntos de peligro o frente al enemigo montan guardia para defender a su Revolución; la escriben los obreros de los centrales azucareros produciendo millones de toneladas de azúcar; la escriben los cientos de miles de hombres de la ciudad y del campo que, machetazo tras machetazo, gota de sudor tras gota de sudor, van cortando la caña con la que se producen las toneladas de azúcar que proclamamos todos los cubanos con orgullo como victorias de nuestra economía "(10).
¿Qué virtudes valora más, en nuestro pueblo, el Héroe de Dos Ríos?
En su antológico discurso "Con todos y para el bien de todos" pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1891, éste expresa que…"… ¿temeremos a la nieve extranjera? Los que no saben bregar con sus manos en la vida, o miden el corazón de los demás por su corazón espantadizo, o creen que los pueblos son meros tableros de ajedrez, o están criados en la esclavitud que necesitan quien les sujete el estribo para salir de ella, esos buscarán en un pueblo de componentes extraños y hostiles la república que sólo asegura el bienestar cuando se le administra en acuerdo con el carácter propio y de modo que se acendre y realce. A quien crea que falta a los cubanos coraje y capacidad para vivir por sí en la tierra creada por su valor, le decimos: ¡Mienten! " (11).
Reconocer las virtudes de nuestro pueblo, en su largo transitar en medio de privaciones y sacrificios, proezas y logros, fortalezas y debilidades, esperanzas y frustraciones, en la senda recorrida de dos centurias, a partir de la construcción de su propia identidad, le permite valorar a Fidel Castro como…"…el Primero de Enero de 1959 culminaba, verdaderamente, la heroica lucha iniciada en Yara casi 100 años antes. A nuestra generación le cupo el honor de un destacado papel en la conclusión victoriosa de esa larga contienda. Corresponderá a los historiadores analizar a fondo el fenómeno político y social, en virtud del cual recayó sobre nuestro pueblo el papel primogénito de marchar por los caminos del socialismo antes que ningún otro de nuestra sufrida América. Ello no es posible explicarlo exclusivamente por factores circunstanciales o mediante la interpretación fría y esquemática de las leyes inexorables que rigen el desarrollo de la sociedad humana. Al pueblo cubano, a su histórica, difícil y solitaria contienda por la emancipación en el siglo pasado; a sus heroicas y hermosas tradiciones combativas, a su indoblegable voluntad de lucha, pertenece un mérito que no es posible disminuir ni subestimar. Sin ideas y concepciones claras no es posible la revolución aun cuando existan las condiciones objetivas. Mas sin lucha enérgica, firme, decidida, e inteligente, a lo que puede añadirse una enorme dosis de audacia, no hay revolución posible" (12).
El valor patriotismo, siempre presente en el ideario martiano, revive en el pensamiento ético de Fidel Castro, no por intencionado diletantismo retórico o hipócrita populismo, buscador de votos electoreros, tan propio de la inmensa mayoría de los políticos de la república neocolonial, sino plenamente concientizado, asumido y aplicado al nuevo contexto cubano, que le permitió otorgar al Apóstol, la autoría intelectual del asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.
"Vivimos orgullosos de la historia de nuestra patria;-expresaba entonces Fidel Castro en su histórico alegato ante el tribunal que lo juzgaba en octubre del propio año-la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos. Se nos enseñó a venerar desde temprano, el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires…..Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie. Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en su magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¿Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol?" (13).
El espíritu latinoamericanista en Martí, nunca reñido con su pensamiento de vuelo universal, se expresa desde fecha temprana en sus escritos y discursos. Lo que se evidencia cuando valora durante su estancia en Guatemala, en 1877 como…"…interrumpida por la conquista la obra natural y majestuosa de la civilización americana, se creó con el advenimiento de los europeos un pueblo extraño, no español, porque la savia nueva rechaza el cuerpo viejo; no indígena, porque se ha sufrido la injerencia de una civilización devastadora, dos palabras que, siendo un antagonismo, constituyen un proceso: se creó un pueblo mestizo en la forma, que con la reconquista de su libertad, desenvuelve y restaura su alma propia" (14).
Amó a su patria, como amó a Nuestra América, con fervor tal, que siempre la tuvo en su pensamiento, no desdeñando su espíritu, quizás rudo, comparado con los figurines europeos de salón, pero aquilatando en su alma, para algunos, salvaje, la raíz profunda de su amor a la independencia.
Al respecto valora en la Revista Guatemalteca como…"…yo conozco a Europa y he estudiado su espíritu; conozco a América y sé el suyo. Tenemos más elementos naturales, en estas nuestras tierras, desde donde corre el Bravo fiero hasta donde acaba el digno Chile, que en tierra alguna del universo; pero tenemos menos elementos civilizadores, porque somos mucho más jóvenes en historia, no contamos seculares precedentes y hemos sido, nosotros los latinoamericanos, menos afortunados en educación que pueblo alguno…." (15)…lo que lo lleva a comprender que…"…las soluciones sociales, nacidas de los males europeos, no tienen nada que curar en la selva del Amazonas, donde se adora todavía a las divinidades salvajes…" (16).
Ese mismo sentimiento latinoamericanista y caribeño, esa ansia permanente por la unidad de nuestros pueblos, esa aspiración integracionista, inspirada en valores comunes y cultura compartida, se encuentra presente en el ideario de Fidel Castro, cuando expresa como…"…los que hemos leído la historia de América, los que más de una vez nos hemos puesto a meditar, desde que adquirimos las primeras nociones políticas, desde que adquirimos los primeros conceptos de lo que era este continente, de su origen, de su historia; y se nos hacía difícil comprender por qué la América nuestra había llegado al estado actual, por qué nosotros, hombres y mujeres que hablábamos el mismo idioma, que poseíamos la misma tradición, por cuyas venas corría la misma sangre y en cuyos corazones corría también el mismo sentimiento y que sobre nuestras espaldas llevábamos la misma carga, que sobre nuestros cuellos llevábamos el mismo yugo, en nuestros pies las mismas cadenas y en nuestra entraña el mismo dolor, que era el dolor de los 200 millones de latinoamericanos explotados y esclavizados por el sistema colonial; que sustituyó en nuestros pueblos al coloniaje español; por qué habíamos vivido tan ausentes; por qué habíamos vivido tan distantes; por qué habíamos vivido tan indiferentes nosotros a los que muchas veces no nos ha separado más que un río, o una línea imaginaria, o una montaña o un brazo de mar; pero que en el fondo y en esencia éramos la misma cosa" (17).
Pero no basta amar sin la comprensión profunda del objeto amado. Martí amaba de Nuestra América su rica tradición cultural, salvaguardada por el escudo de los arraigados valores éticos de sus pueblos. De la misma forma que desdeñaba, sin odiar, a aquellos ajenos a todo sentimiento patrio, avergonzados de su origen mestizo, germen de nuestra identidad, deslumbrados por paradigmas ajenos; al igual que a otros, en tránsito deleznable, en su actuar y pensar, al chovinismo más burdo, infecundo propiciador de divisionismos y guerras fratricidas, propiciador al expansionismo del coloso del norte.
Para éste se…"…cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundo…Los que enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa grande, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos" (18).
Para José Martí, merecen igual desprecio los que abjuran de cultura y tradiciones de su suelo natal, en vil desdeño de sus raíces y se suman, con participación activa, a los detractores de su madre tierra. Para éste, a…"… los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan porque llevan delantal indio, de la madre que los crió y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma y la dejan sola en el lecho de las enfermedades!….Ni ¿en qué patria puede tener el hombre más orgullo que en nuestra repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de la pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de de un centenar de apóstoles? " (19).
En Fidel la concepción de la unión de las naciones latinoamericanas, inspirada evidentemente en el ideario martiano, ya adaptada al contexto de fines del siglo XX, amplía la inclusión de los países caribeños de multidiversidad cultural, gradualmente liberados del estado colonial, e incluso, a todos los países del mundo, a través de la denominada globalización de la solidaridad, de profundo contenido ético.
El 11 de junio de 1999, en su intervención en el Primer Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo, efectuado en La Habana, expone algunas de estas ideas cuando expresa como…"…unidos equivaldríamos a la suma de muchas y muy ricas culturas; en este sentido, cuando pensamos en Nuestra América, como le llamaba Martí, esa América que comienza en el río Bravo, aunque debiera haber comenzado en la frontera de Canadá, porque esa parte pertenecía también a nuestra América, hasta que unos vecinos, expansionistas insaciables, se apoderaron de todo el territorio del oeste de lo que hoy es Estados Unidos, a esa integración es a la que me refiero, incluido el Caribe. Todavía no están en estas reuniones cumbres iberoamericanas los caribeños. Por fortuna, y por primera vez, se reunirán en Río de Janeiro con la Unión Europea, el 28 y el 29 de este mes, todos los países latinoamericanos y caribeños. Ya empezamos a ampliar la familia. En general, los caribeños eran olvidados entre los olvidados, porque también los latinoamericanos lo éramos y lo somos…"…dado que… "… la suma de todas nuestras culturas sería una enorme cultura y una multiplicación de nuestras culturas. La integración no debe afectar, sino enriquecer la cultura de cada uno de nuestros países".
Para agregar que…"…cuando hablamos de unión, en este sentido, lo hacemos todavía dentro de un marco estrecho. Yo creo un poco más: yo creo en la unión de todos los países del mundo, en la unión de todos los pueblos del mundo y en la unión libre, verdaderamente libre; no la fusión, sino la unión libre de todas las culturas, en un mundo verdaderamente justo, en un mundo verdaderamente democrático, en un mundo donde pueda aplicarse aquel tipo de globalización de que habló en su tiempo Carlos Marx y de la que hoy habla Juan Pablo II cuando expresa la idea de la globalización de la solidaridad"(20).
Ernesto Guevara, amado por los pueblos como el Che, conjuga en su pensar y actuar, un profundo espíritu latinoamericanista, humano, austero en lo personal y generoso con sus semejantes; con valores forjados a base de voluntad y audacia personal. Sobre algunas de esas virtudes trascendentes, valoraba Fidel Castro, en el solemne acto de inhumación de sus restos y de parte de sus compañeros, en el monumento erigido en la ciudad de Santa Clara, en el 30 aniversario de su caída en combate en la Quebrada del Yuro y posterior asesinato:
"Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra. ¿Cómo podría caber bajo una lápida? ¿Cómo podría caber en esta plaza? ¿Cómo podría caber únicamente en nuestra querida pero pequeña isla? Solo en el mundo con el cual soñó, para el cual vivió y por el cual luchó hay espacio suficiente para él. Más grande será su figura cuanta más injusticia, más explotación, más desigualdad, más desempleo, más pobreza, hambre y miseria imperen en la sociedad humana…Más resaltará su profundo sentido humanista cuantos más abusos, más egoísmo, más enajenación; más discriminación de indios, minorías étnicas, mujeres, inmigrantes; cuantos más niños sean objeto de comercio sexual u obligados a trabajar en cifras que ascienden a cientos de millones; cuanta más ignorancia, más insalubridad, más inseguridad, más desamparo…" (21).
Como resultado de una política colonial, inspirada en fomentar la desunión entre sus valiosas posesiones, en busca de su más factible sojuzgamiento y explotación, nuestra América nació dividida en múltiples naciones, enfrascada en no escasas ocasiones en luchas fratricidas, ya supuestamente independientes. En los campos de batalla, vertieron su misma sangre, hermanos de raza y cultura, instigados por intereses foráneos, en aras de enriquecer sus particulares caudales, predicando el odio con sacrificio del amor; la desunión fuente segura de minar la resistencia engañada; la prédica inmoral de políticos de alma sumisa, dóciles a sus propios y ajenos intereses. El colonialismo daba su nefasto relevo al neocolonialismo, disfrazado de ingenuidad, con entrañas de lobo insaciable. Nuestras tierras, selvas, montañas, ríos, surtidor de incalculables recursos, nutrían las arcas de políticos amorales y oligarquías nativas, mientras el pueblo verdadero, con banderas y uniformes diferentes, pero la misma alma, se inmolaba por supuestos ideales, enmascarados como propios, en guerras ajenas.
El ilimitado caudal presente en el pensamiento ético humanista de José Martí siempre resultara fuente inspiradora para muchos estudiosos de su pensamiento. Este construyó, con su propia vida como ejemplo, normas de conducta a seguir, no en los marcos formales, muy cercanos siempre a una doble moral, sino insertas en la concientización y la cotidiana práctica.
Para el Apóstol…"…ser bueno es el único modo de ser dichoso" (22) dado que…"… el hombre no tiene derecho a oponerse al bien del hombre" (23).
Resulta imprescindible para el Maestro el situar al hombre como centro de sus reflexiones de lo que dimana su profundo humanismo. El respeto a la individualidad y a las diversas culturas, criterios e intereses personales constituye el fundamento de lo que pudiéramos denominar su humanismo ético. La eticidad en Martí no es avasalladora ni discriminatoria. No se limita a declaraciones manipuladoras, generalmente encubridoras de falsas libertades y derechos, ni reconoce verdades a medias, falseadoras de la verdad real y necesaria, que atenten contra el inviolable principio del derecho incuestionable de cada hombre a pensar con cabeza propia. Por ende, la educación, en su sentido más amplio, debe estar encaminada a sembrar en el individuo el reconocimiento y el pleno ejercicio de expresar, valorar y razonar con juicio y cordura desde una óptica de entera honestidad, solidaridad y virtud, sobre cualquier aspecto de la actividad humana, como único privilegio personal, muy distante del liberalismo sojuzgado a intereses de privilegiadas minorías, impuesto por el capitalismo, en tránsito al imperialismo, típico de su época. Rechaza por ello cualquier intento monopolizador de pensamiento que intente subordinar la inteligencia humana a cualquier interés particular de clase, por meritorio que este sea. No obstante, Martí comprendió, con su visión trascendente, la existencia de intereses clasistas contrapuestos y optó siempre por la defensa de los genuinos derechos de las mayorías, del verdadero pueblo creador de riquezas, materiales o espirituales, lo que le permitió comprender y aún elogiar, la figura de Marx, al conocer de su muerte en 1883, por su defensa de los trabajadores, sin que por ello se le pueda catalogar de marxista, dado que nadie ha podido afirmar, a pesar del elevado número de obras dedicadas a su pensamiento, que conociera con profundidad de su vida, obra y pensamiento. No obstante las coincidencias entre ambos gigantes del pensamiento en el rumbo ético humanista de sus utopías, resulta revelador. La universalidad de sus sendos pensamientos, los valores implícitos en sus manifestaciones discursivas y prácticas, su defensa insobornable de las mayorías marginadas, los acercan en su grandeza, a su vez que los hacen víctimas de manipulaciones interesadas y amorales de sus propios antípodas ideológicos. Al margen de tales falsos profetas resulta coincidente el pensar y actuar como marxistas y martianos verdaderos, al margen de contextos epocales y culturales distintos.
Calibrar la vigencia del ideario martiano, pletórico de valores y cultura, obliga a percibir su continuidad, en nuevas condiciones histórico-concretas, en el pensamiento de Fidel Castro, que lo nutre y prolonga.
"La Revolución—escribía Martí a Gómez, en fecha tan temprana como el 20 de julio de 1882, desde su exilio neoyorquino—no es un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento" (24).
Con tan sólo 29 años, el joven visionario iniciaba la tarea tenaz de unir, a las ya reconocidas figuras de la epopeya del 68, ante la previsión de apresuramientos fatales, con la generación de "pinos nuevos", exponentes del relevo generacional imprescindible.
A esa obra previsora de pensamiento exhortaba Fidel Castro, el 13 de marzo de 1962, desde la escalinata universitaria al expresar…"… ¿y qué juventud queremos? ¿queremos una juventud que simplemente se compromete a oír y repetir? ¡No! ¡Queremos una juventud que piense!… "(25).
Esta priorización del papel a desempeñar por la lucha ideológica, en un proceso revolucionario, resulta una prédica constante en ambas personalidades.
Como el Apóstol proclama en su discurso en el Liceo Cubano en Tampa, el 26 de noviembre de 1891…"… o la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con las manos y pensar por si propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás, en fin la pasión por el decoro del hombre…o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos" (26).
A su vez, Fidel Castro exhorta al pueblo, el primero de mayo de 1961, a la perentoriedad de practicar…"…no ideal de papagayos, no ideal de labios afuera, sino del corazón hacia adentro…" (27). O cuando valora, 37 años más tarde, que…"…no basta tener una idea justa, noble, buena; la suerte es que esas ideas justas, nobles y buenas coincidan con el instante en que la humanidad no se salva si tales ideas no se aplican" (28).
La ética humanista martiana centra su interés esencial en una concepción optimista del hombre, como autor y actor del proceso histórico, condicionada a la fe inconmovible en la formación de virtudes y convicciones, forjadora de personalidad y carácter, en sus ilimitadas posibilidades de perfeccionamiento moral. Lo que le permite afirmar que…"…..a pesar de cuanto digan los pesimistas de los hombres, las apostasías son más raras que las grandes firmezas" (29).
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